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Informe país sobre

los determinantes
de la violencia que
afecta a los niños,
niñas y adolescentes

Informe nacional
Abril 2016 - Perú
Informe país sobre
los determinantes
de la violencia que
afecta a los niños,
niñas y adolescentes

Autora principal:
Jeanine Anderson

Asistentes:
Claudia Grados
Julio Villa

Mapeo y análisis de las intervenciones:


Johana Reyes

Centro de Investigaciones Sociológicas, Económicas, Políticas y Antropológicas (CISEPA)


Pontificia Universidad Católica del Perú
ÍNDICE
Prefacio 4
Relación de siglas 5
Resumen ejecutivo 6
Definiciones de la violencia y conceptos relacionados 9
1. Introducción: El estudio multipaís 15
2. La economía política en el Perú 16
3. Asuntos que son únicos del Perú 18
4. El sistema de protección de los niños, niñas y adolescentes 22
a. Planes 22
b. Servicios y respuesta 23
5. Línea de tiempo de las políticas públicas referidas a la violencia y la niñez 26
6. Lugares donde ocurre la violencia 28
a. En el hogar 28
b. En las escuelas 32
c. En la comunidad 37
7. Relaciones 40
a. Madres e hijos 40
b. Padres e hijos 43
c. Hermanos, hermanas y otros miembros de la familia 45
d. Parejas y pares 47
8. Atravesando la niñez: Principales transiciones 49
9. La matriz edad/género 51
10. Intervenciones 53
a. Mapeando las intervenciones 53
b. ¿Qué cosa funciona? 57
11. Conclusiones 60
a. Revisión bibliográfica 60
b. Intervenciones 68
c. Fuentes, tipos de investigación y metodologías empleadas 69
12. Siguientes pasos 71
Apéndice A. Metodología 74
Apéndice B. Bibliografía 78
PREFACIO

Hace tiempo que la sociedad peruana reconoce la violencia contra los niños, niñas y adolescentes
como un problema serio. Ha sido tema de investigación de las comunidades académicas y las ONG,
y es el foco de varios esfuerzos del gobierno peruano por recolectar data. El presente informe es
único en el sentido que reúne una gran variedad de enfoques de investigación, ofrece una revisión
del contexto en el que se produce la violencia, analiza los intentos de responder a ella y ofrece una
síntesis sobre los aparentes factores principales que motivan la violencia. El informe contiene los
resultados de una revisión concienzuda de los estudios más recientes acerca del tema (pos 2000).
La revisión bibliográfica revela cuestiones metodológicas que demandan atención, así como varias
ausencias en la agenda de investigación. A pesar de estas limitaciones, se conoce lo suficiente
acerca de la violencia que afecta a los menores de edad en el Perú como para permitir llegar a varias
conclusiones acerca de las fuerzas subyacentes. El reto a futuro es generar un consenso acerca de
los nuevos enfoques que se pueden usar para enfrentar la violencia y proteger a las generaciones
peruanas menores de edad, ya sea actuales o futuras, del daño generado por la violencia.

Varias personas han contribuido al informe. En primer lugar, M. Catherine Maternowska, del Centro
de Investigación de UNICEF-Innocenti, y Deborah Fry, de la Universidad de Edimburgo, propusieron
el estudio y el marco operativo que le da sentido y propósito. Varias de sus colegas y asistentas,
notablemente Alina Potts, Eilidh Moir y Zain Kurdi, hicieron sugerencias y brindaron comentarios
útiles a las sucesivas versiones del informe del Perú, a la vez que seguían procesos similares en Italia,
Vietnam, Zimbabue y otros países participantes. En la oficina de UNICEF de Lima, Amanda Martin y
Rosario Rodríguez, especialistas en protección infantil, brindaron un apoyo esencial, compartiendo
ideas e interpretaciones, además de soluciones, a una miríada de problemas prácticos. En el
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), Jhon Gamarra, Carmen Oroz y Karina Padilla
participaron en sesiones de trabajo y aportaron sugerencias concretas al texto. Muchos miembros del
personal del INEI estuvieron involucrados indirectamente, pero Rainaldo Trujillo y Lourdes Condori
resaltan por su participación directa, especialmente con respecto a los hallazgos de la Encuesta
Nacional de Relaciones Sociales (ENARES). Johana Reyes y su asistenta, Adalid Ayambo, estuvieron
a cargo del estudio de las intervenciones y compartieron múltiples discusiones sobre los temas que
subyacen a la violencia contra los menores de edad en el Perú. Claudia Grados y Julio Villa asistieron
con la investigación bibliográfica y la búsqueda de explicaciones y razones. Elizabeth Vallejos,
administradora del Centro de Investigaciones Sociológicas, Económicas, Políticas y Antropológicas
(CISEPA) de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), apoyó con el monitoreo crucial del
tiempo y de los recursos. Varios investigadores jóvenes de GRADE, que participan en el estudio
longitudinal Niños del Milenio, compartieron sus ideas y son citados en el texto en conexión con los
estudios específicos que desarrollaron como complemento. Olga Bardales (MIMP) y Tesania Velásquez
(PUCP) compartieron sus valiosos conocimientos. En las ciudades de las regiones donde buscamos
tesis y otros informes y documentamos intervenciones, recibimos asistencia de demasiadas personas
para nombrarlas individualmente. Solo por poner a Ayacucho como ejemplo, quisiera agradecer
personalmente a José Coronel, Gumercinda Reynaga, Carlos Salazar y Giovanna Velarde.

Jeanine Anderson

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RELACIÓN DE SIGLAS
Centro de Investigaciones Sociológicas, Económicas, Políticas y Antropológicas de la
CISEPA Pontificia Universidad Católica del Perú

CDN Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. El Perú la ratificó en 1990.

Comisión de la Verdad y Reconciliación. Convocada para generar información acerca


CVR de la violencia política y el conflicto civil de las décadas de 1980 y 1990. Incluyó
recomendaciones para reparar a las víctimas.

Defensoría Municipal del Niño y el Adolescente. Está presente en la mayoría de los


DEMUNA gobiernos locales (nivel de provincia y distrito).

Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas. Entidad gubernamental a


DEVIDA cargo de la implementación de las políticas antidrogas, las cuales incluyen desde la
sustitución de cultivos hasta la lucha contra la adicción.
Encuesta Nacional de Relaciones Sociales (2013). Encuesta que exploró las relaciones
ENARES sociales de niños, niñas y adolescentes en edad escolar, incluyendo la violencia.
Colaboración entre INEI y MIMP.

INEI Instituto Nacional de Estadística e Informática, Gobierno del Perú

Programa de transferencias condicionadas de dinero, eje central de la estrategia de


JUNTOS lucha contra la pobreza del gobierno peruano. Beneficia a 800,000 familias, incluyendo
a cerca de 1’770,000 niños y niñas de 0 a 18 años.

MIDIS Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social

Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Anteriormente llamado también


MIMP PROMUDEH y MIMDES.

Ministerio de Cultura. Una de sus áreas supervisa el bienestar y los derechos de los
MINCU pueblos indígenas y las relaciones interculturales.

MINEDU Ministerio de Educación

MINSA Ministerio de Salud

ONGD Organización no gubernamental para el desarrollo

PNAIA Plan Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia 2012-2021

PNP Policía Nacional del Perú

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RESUMEN EJECUTIVO

En el Perú, la violencia es un fenómeno que ocurre con frecuencia y afecta a los menores de edad de
múltiples maneras. Este informe recopila los resultados de numerosos estudios recientes (del 2000
al presente), que involucran a personas desde la infancia hasta los 18 años de edad, ya sea como
víctimas, perpetradores o testigos, o como indirectamente afectados. Este informe se enfoca en los
determinantes de la violencia en el Perú y en cómo estos determinantes se convierten en mecanismos
que vinculan ciertas precondiciones a los actos de violencia en sí. El rango geográfico de los informes de
investigación es todo el Perú, con algunos vistazos a la diáspora de comunidades y familias separadas
por la migración internacional. Las formas de violencia consideradas son de diversa índole: física,
psicológica o emocional, sexual y negligencia o falta de cuidado. El informe incorpora los hallazgos de
una encuesta de intervenciones diseñadas para proteger a los menores de edad contra la violencia.

La información contenida en el informe de investigación está organizada de acuerdo con los entornos
en donde ocurre la violencia y a las relaciones en las cuales los menores de edad están involucrados.
Esta organización refleja el marco teórico socio-ecológico que sustenta el estudio multinacional, el
cual reconoce que la violencia que afecta a las niñas y niños ocurre en varios espacios (hogar, escuela,
comunidad) y está relacionada con el proceso de gradual expansión de su mundo con el tiempo, los
incrementos de su movilidad y autonomía y la expansión de sus esferas de participación social. Dos
principios organizativos adicionales fueron utilizados en el presente informe. Uno se relaciona con
el género, tanto de las víctimas como de los perpetradores, y el otro captura algunas coyunturas
claves y transiciones que ocurren en las vidas de las niñas y niños. Todos estos elementos están
estructurados de manera peculiar en función de la sociedad peruana y, dada la diversidad regional y
cultural del Perú, de distintos segmentos de la sociedad.

En las fuentes consultadas, las escuelas son vistas como lugares que las niñas y niños asocian con la
novedad, la oportunidad, el goce y niveles de libertad que no tienen en casa. Sin embargo, la violencia
es prevalente a todos los niveles de escolaridad, desde el preescolar hasta la escuela secundaria.
Las investigaciones realizadas frecuentemente dependen de tener un fácil acceso a muestras de
conveniencia de niños y niñas en edad escolar. Suelen cubrir experiencias de violencia entre pares
y de violencia por parte de personas adultas, particularmente profesores, a pesar de ser ilegal. Los
niños y niñas suelen experimentar la violencia en el hogar y en la escuela, y un círculo vicioso vincula
a ambos cuando el fracaso en la escuela lleva al castigo por parte de los cuidadores del menor, lo cual
a su vez acentúa las dificultades que tienen las víctimas en la escuela. La violencia en la comunidad
está subrepresentada en la literatura, y sin embargo los accidentes, la violencia azarosa, la exposición
a la violencia en la calle por parte de terceros y la posibilidad de verse involucrados en pandillas y
en comportamientos delincuenciales, representan un riesgo significativo para muchos menores de
edad. Los cuidadores buscan controlar los riesgos restringiendo los movimientos de los niños, niñas
y adolescentes y castigándolos por sus transgresiones, especialmente en el caso de las mujeres.

La violencia sexual es una amenaza para ambos géneros, aunque las niñas sean más victimizadas
que los niños. Las situaciones de abuso frecuentemente empiezan temprano en la vida de las niñas
y suelen prolongarse durante un largo período de tiempo. Esto refleja la baja tendencia, tanto de las
víctimas como de los testigos de la violencia, a reportarla o buscar contrarrestarla.

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El Perú cuenta con numerosas leyes que buscan proteger a las niñas y niños de la violencia, prevenir
que ocurra y tratar el daño generado. En las últimas décadas ha habido esfuerzos importantes para
dar coherencia a la legislación y asegurar su continuidad en el tiempo. Estos se expresan en el Plan
Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia (PNAIA). Los acuerdos internacionales sobre los
derechos de los niños y el interés superior del menor de edad son la base del enfoque del Perú en
sus políticas públicas y programas. Las instituciones gubernamentales están bastante alejadas de las
redes sociales a las cuales los niños, niñas y adolescentes y sus cuidadores están acostumbrados, y
no son vistas con confianza. La evidencia demuestra claramente que solo en un porcentaje menor
de los casos se reporta la violencia y se consigue una compensación y protección efectivas. Mientras
tanto, los sistemas tradicionales de protección apelan a mecanismos cara a cara para avergonzar,
sancionar y mantener el equilibrio social en pequeñas comunidades.

Los resultados del estudio reflejan el ciclo de violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes. Un
grupo de factores distales establece las precondiciones para la violencia. Estos subrayan la naturaleza
turbulenta de la sociedad peruana, la cual se encuentra atravesando un cambio rápido en el cual
grupos que antes vivían separados los unos de los otros son puestos en contacto y competencia.
Las grandes fuerzas que estructuran las relaciones entre los géneros y las generaciones, la jerarquía
socioeconómica, las relaciones étnicas y raciales, son áreas de disputa continua. Un segundo grupo
de factores ubica estas fuerzas al interior del mundo de los menores de edad en los procesos
mediante los cuales sus cuidadores buscan prepararlos para su participación en la sociedad mayor. El
tercer grupo de fuerzas está formado por los mecanismos detonantes de la violencia. Un mecanismo
importante es la dependencia del sendero, el cual establece la normalización de la violencia dada
su ubicuidad y frecuencia. Un cuarto elemento del modelo consiste en las reacciones que las niñas
y niños tienen frente a la violencia. Enseñar y aprender comportamientos y técnicas violentos – o,
inversamente, la sumisión y la aceptación de la violencia de los otros – es una dimensión del ciclo, que
se manifiesta de manera compleja en los menores de edad de distintas edades, géneros, identidades
étnicas y nivel socioeconómico.

La revisión de la literatura considera 164 textos, entre libros, capítulos de libros, artículos de revistas
nacionales e internacionales y algunos informes no publicados. Considera, además, 116 tesis
universitarias, de bachillerato, licenciatura y magíster, presentadas en universidades peruanas. Los
estudios emplean estrategias cualitativas y cuantitativas de investigación. Dado el corpus amplio y
variado, se puede llegar a importantes conclusiones acerca de la producción de conocimiento sobre
la niñez y los efectos de la violencia en el Perú. Una característica resaltante de estos trabajos es
la poca atención que se brinda a la experiencia de la violencia de las niñas y niños, sus respuestas
activas a la misma (incluyendo los modos para evitarla, desviar el foco de la violencia e imitarla) y las
maneras en las cuales las respuestas de los niños y niñas retroalimentan las condiciones que subyacen
a la violencia que les afecta. Dado que la gran mayoría de las investigaciones es sincrónica más que
longitudinal, un tema que ha recibido muy poca atención es el significado que la violencia tiene
desde la perspectiva de las relaciones que perduran como parte del mundo de los menores de edad.

La revisión de la literatura sobre la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes en el Perú
sugiere varias líneas de investigación futuras que serían productivas. Una prioridad es, obviamente,
la generación de líneas de base mejores y con una base más amplia. Otra prioridad es refinar
los modelos causales de explicación del comportamiento que dominan la sociedad peruana, con
miras a superar dos mitos modernos que prevalecen en la sociedad peruana acerca de la violencia
contra las niñas y niños: el primero, que la violencia está asociada a ciertas tradiciones culturales

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y el segundo, que puede ser explicada mediante un simple mecanismo de transmisión de padres
a hijos.

La revisión bibliográfica realizada tiene varias implicaciones para las intervenciones en el Perú; pero
también ha revelado que la base de conocimiento con la que contamos es bastante débil como
para permitir que ajustemos con precisión las intervenciones a las necesidades y posibilidades de
varios grupos y situaciones. Algunas prioridades evidentes para la acción son la violencia sexual y la
violencia entre pares. No obstante, estos temas también están entre aquellos sobre los cuales se tiene
una menor claridad en relación con qué medidas de intervención serían efectivas. La promoción
general de condiciones más benignas para los menores de edad en desarrollo es uno de los objetivos
que siguen siendo válidos y que se encuentran en muchas de las intervenciones actuales. Otras
estrategias identificadas en el informe se refieren a intervenciones que reducen las presiones a las
que pueden estar expuestas tanto las personas adultas como los niños y niñas para ubicarse en los
diversos sistemas jerárquicos del Perú. Incrementar la disponibilidad de actividades supervisadas y
seguras en la comunidad y fuera de la escuela aliviaría el rol que los padres cumplen para controlar
el acceso hacia fuera, así como la violencia que estos ejercen para imponerse. Existen también otras
intervenciones importantes que fortalecerían tanto los mecanismos informales de protección como
a los actores sociales más vinculados a ellos: abuelos y abuelas, vecinos y vecinas, trabajadores de
salud, curas y pastores, amigos y amigas y pares. Finalmente, el informe establece la necesidad de
visibilizar la respuesta que tienen los niños y niñas frente a la violencia y sus esfuerzos por influenciar
las actitudes y el comportamiento de sus cuidadores, la definición de las normas sociales y las
representaciones sociales concernientes a la violencia que afecta a la niñez. Al conceptualizar a los
niños, niñas y adolescentes como agentes y fuente de innovación, se les mueve de la posición de
víctimas (o perpetradores culpables) a una de aliados.

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DEFINICIONES DE LA VIOLENCIA Y CONCEPTOS


RELACIONADOS

Violencia contra los menores de edad

Definición internacional:1 La ONU define a la violencia contra los menores de edad en línea con el
artículo 19 de la CDN: “toda forma de violencia física o mental, perjuicio o abuso, descuido o trato
negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual.”

Tanto la Constitución Política del Perú como los códigos y leyes peruanas reconocen como derechos
universales los siguientes: el derecho a la vida; a la integridad moral, psíquica y física; a la salud; a
la libertad y la seguridad personal; a no ser víctimas de abuso sexual, y a vivir sin la amenaza de la
violencia. El que las víctimas sean menores de edad aumenta la sanción por las ofensas cometidas y
es una circunstancia agravante si el agresor es un padre o madre o un guardián del niño o niña, o si es
responsable de su cuidado y protección. El interés superior del niño es un principio consagrado en la
ley y la práctica judicial. Los niños y niñas tienen prioridad en toda situación de emergencia, desastre
y peligro que reclame su protección. La ley distingue dos niveles de gravedad: ofensas y crímenes.
Las ofensas incluyen el abuso con o sin lesiones y agresiones que puede o no haber culminado en
daño físico a la víctima. Los crímenes (“hechos delictivos”) incluyen: (1) amenazas e intimidación, (2)
abuso físico y psicológico y (3) ofensas sexuales (acoso, abuso, violación, etc.).

El glosario de términos y conceptos que se anexa al PNAIA 2012-2021 enuncia las definiciones
oficiales de varias situaciones que son centrales en este informe:
Maltrato infantil: Toda acción u omisión, intencional o no, que ocasiona daño real o potencial en
perjuicio del desarrollo, la supervivencia y la dignidad de la niña, niño y adolescente en el contexto
de una relación de responsabilidad, confianza o poder. (Tomado de la OMS)
Violencia: Toda acción que implique la intencionalidad, la fuerza y el poder para someter, dominar,
limitar o doblegar la voluntad de otra u otras personas a través del condicionamiento o coacción
emocional, física, sexual, económica, cultural o social, a fin de obtener un provecho, poder o
satisfacción de las propias necesidades (instrumental), o para evitar un peligro desde lo ideológico
o lo psicológico, producto de la pérdida de control, la búsqueda de supervivencia física y psicológica
(reactiva).
Castigo físico y humillante: Son formas de violencia con la finalidad de disciplinar o modificar
una conducta que se considera incorrecta, causando dolor físico o emocional a la niña, niño o
adolescente que está bajo su cuidado.
Violencia sexual: Todo acto de índole sexual propiciado por un adulto o adolescente mayor, para su
satisfacción sexual. Pueden consistir en actos con contacto físico (tocamiento, frotamiento, besos
íntimos, coito interfemoral, actos de penetración con el órgano sexual o con las manos, dedos,
objetos) o sin contacto físico (exhibicionismo, actos compelidos a realizar en el cuerpo del abusador
o de tercera persona, imponer la presencia en situaciones en que la niña o niño se baña o utiliza los
servicios higiénicos, entre otros), como también la explotación sexual y pornografía. Tratándose de

1 Tanto esta definición internacional como las siguientes están basadas en la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, el Informe sobre la violencia en
el mundo (OMS, 1999), y el informe de la Reunión Consultiva sobre el Maltrato de Menores (OMS, 1999), compilados por las coordinadoras del Estudio multipaís sobre los
determinantes de la violencia que afecta a los niños y niñas. Protocolo Inicial.

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niñas, niños y adolescentes, no se considera necesario que medie la violencia o la amenaza grave
para considerarse violencia o abuso sexual.

Violencia física

Definición internacional: La que da lugar a un daño físico real o potencial debido a una interacción
o falta de interacción ocurrida, según los indicios, dentro de la esfera de control del padre o de una
persona en una posición de responsabilidad, poder o confianza. Puede tratarse de un único incidente
o de incidentes repetidos.

La violencia física es entendida como acciones que involucran el contacto directo con la víctima y
causan dolor y daño corporal. El contacto puede darse a través de objetos: palos, cinturones, etc. Las
definiciones en las investigaciones tienden a estar basadas en listas no exhaustivas de acciones que
tienen como componente común el que ocasionan daño y dolor: golpear, patear, empujar, cortar,
etc. En términos legales, para que una queja pueda ser registrada en una comisaría de la policía o una
posta médica, tiene que haber lesiones, evidencia verificable de una amenaza a la salud de la víctima
o prueba de que la agresión afectó la capacidad de la víctima para llevar a cabo su trabajo (es decir,
llevar a cabo sus labores habituales). Sin embargo, las amenazas de violencia física también pueden
ser consideradas.

Iglesias (2001: 18), en un manual muy utilizado por las ONG en sus intervenciones, define el maltrato
físico que afecta a los menores de edad como: “cualquier acto, intencional o no, producido por el
adulto o adulta, o por ambos, responsables del cuidado del niño, niña o adolescente, que implique
o provoque lesiones físicas, enfermedades o intoxicaciones. En este tipo de maltrato suele primar el
principio de autoridad de los adultos y adultas, así como el sentimiento de propiedad sobre los niños
y niñas.”

Violencia emocional

Definición internacional: La violencia emocional incluye el no proporcionar al menor de edad


un medio propicio para el desarrollo, incluida una figura básica de cariño, de manera que pueda
desarrollar una gama completa y estable de competencias emocionales y sociales acordes con sus
posibilidades personales y en el contexto de la sociedad en la que viva. (…) Las acciones incluyen
la restricción del movimiento, las conductas que pueden ser conceptualizadas como menosprecio,
denigración, culpación, amenazas, intimidación, discriminación y ridiculización, así como otras
formas no físicas de hostilidad o rechazo.

En el Perú, la violencia emocional y la violencia psicológica suelen utilizarse como sinónimos.


En ninguna fuente que revisamos se realizó un intento por distinguirlos. De manera similar a
la violencia física, la violencia emocional es definida a través de una lista de acciones negativas
posibles: nombres ofensivos, críticas, comparaciones negativas, acusaciones falsas, insultos, etc., así
como omisiones: falta de elogios o de reconocimiento. Se reconoce que estas actitudes producen
vergüenza, incomodidad, confusión y sentimientos de inferioridad en la víctima. Legalmente, cuando
se produce una queja se llevarán a cabo entrevistas para determinar que la víctima haya sufrido
problemas emocionales como consecuencia de aquellas acciones. Las consecuencias para los niños,

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niñas y adolescentes incluyen: llevarlos a incurrir en comportamientos altamente riesgosos, abuso


de sustancias, autoagresión cortándose y quemándose, pensamientos suicidas e intentos de suicidio.

Iglesias (2001:18) define el maltrato emocional o psicológico como: “cualquier acto que dañe la
autoestima del niño o niña o interfiera sus iniciativas naturales. Está relacionado a los hechos activos
de rechazar, ignorar, aterrorizar o aislar, así como a los de omisión, como, por ejemplo, la privación
del amor, del afecto, seguridad o indiferencia. Aquí se incluyen también el insulto, la desvalorización,
la falta de comunicación, la discriminación o la sobreexigencia”.

Violencia sexual

Definición internacional: el abuso sexual de menores consiste en la participación de un menor


de edad en una actividad sexual que no comprende plenamente, a la que no es capaz de dar un
consentimiento informado o para la que, por su nivel de desarrollo, no está preparado y no puede
expresar su consentimiento, o bien que infringe las leyes o los tabúes sociales. El abuso sexual de
menores se produce cuando esta actividad tiene lugar entre un o una menor de edad y una persona
adulta, o bien entre un o una menor de edad y otro u otra menor de edad que por su edad o desarrollo
tiene con él una relación de responsabilidad, confianza o poder; la actividad tiene como finalidad la
satisfacción de las necesidades de la otra persona.

El concepto clave en las definiciones de violencia sexual peruanas es el de “libertad sexual”, entendida
como la libertad para determinar el uso y la disposición del cuerpo propio, imponer límites a los
contactos físicos y salvaguardar la integridad corporal. Psicológicamente, incluye el derecho a no ser
avergonzado, expuestoo perturbado por imágenes, pensamientos o insinuaciones preocupantes.
La edad en que las relaciones sexuales pueden ser consentidas (lo que se define como “autonomía
sexual”) en el Perú es de 14 años para varones y mujeres. La violación sexual se define como: “el
acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal u otros actos análogos introduciendo objetos o partes
del cuerpo por algunas de las dos primeras vías”. El Código Penal del 2006 calificó como violación a
toda relación sexual que involucraba a menores de 18 años, incluso relaciones consensuales entre
adolescentes. Luego de una lucha política en la que las fuerzas más conservadoras de la sociedad
procuraban mantener, bajo el amparo de esa norma, la criminalización incluso de consejerías sobre
salud sexual realizadas a adolescentes en los establecimientos de salud, en el 2014 se aprobó la
legislación vigente, que reconoce la legitimidad de las relaciones consensuales con y entre personas
de 14 años en adelante.

En una serie de estudios del MIMDES, ministerio antecesor del actual MIMP, el abuso sexual se define
a través de una lista de acciones: tocamientos, besos e insinuaciones no deseadas, amenazas, intento
de violación y violación. La limitada capacidad de los menores de edad para entender el significado
de la sexualidad y las maneras de expresarlo es una parte relevante de la definición. La policía
expande la definición del abuso sexual e incluye lugares, situaciones y relaciones que generan el
riesgo o una alta probabilidad de abuso: la entrada forzada a un hogar, ofensas contra la moral
pública, conexiones a proxenetas y mafias involucradas en la prostitución, la trata de personas, la
producción y el consumo de pornografía y el turismo sexual.

Iglesias (2001:19) define el abuso sexual como: “toda acción, violenta o no, que involucra a un niño,
niña o adolescente en una actividad de naturaleza sexual que, por su edad y desarrollo, no puede
comprender totalmente, no está en condiciones de realizar y no puede tener su consentimiento libre.

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Esta acción puede incluir contacto físico o no y está dirigida a la satisfacción de otra persona, que
se encuentra en situación de ventaja frente al niño o niña, por su edad, fuerza, poder o capacidad.”

La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) investigó innumerables denuncias de violación


sexual, muchas veces siendo las víctimas personas menores de 18 años, durante la insurrección
de Sendero Luminoso y su represión. La definición que propone el informe de la Comisión agrega
elementos a los usualmente citados por otros, en este caso asociados a un contexto de guerra,
anarquía, suspensión de los derechos civiles y violencia: amenazas e intimidación durante las
detenciones, inhabilitación psicológica, abuso de poder. El informe de la CVR detalla situaciones
de esclavitud sexual, mutilación, humillación sistemática de los prisioneros, prostitución forzada,
desnudez forzada y embarazos forzados (CVR 2003).

Negligencia

Las definiciones de negligencia hacen referencia al derecho de los menores de edad a recibir, por
parte de sus padres y guardianes legales, alimentos y la satisfacción de sus necesidades materiales,
cuidados médicos y medicina cuando lo necesiten, así como acceso a la escuela. La negligencia
puede ser consciente e intencional, o puede ser una señal de la incapacidad de los cuidadores para
entender y responder a las necesidades de los niños y niñas. Algunos investigadores agregan que
la indiferencia o el retraimiento emocional, principalmente por parte de los padres, también es
negligencia.

Iglesias (2001:16) señala: “Aunque no es el más conocido, la negligencia es el tipo de maltrato más
frecuente. Está referido al descuido y/o indiferencia, de parte de los o las encargadas del cuidado de
los niños y niñas, ante sus necesidades físicas, sociales, psicológicas e intelectuales, así como a una
falta de previsión frente a los posibles riesgos a los que se hallan expuestos y frente a su futuro.”

Conductores de la violencia

El concepto de “conductores” o factores determinantes está siendo adoptado con mayor frecuencia
en el campo de la investigación internacional de la protección de los menores de edad, más que las
categorizaciones anteriores de “factores de riesgo y protección” o “vulnerabilidades y resiliencia”. Esto
se debe al reconocimiento de que existen muchos factores en la comunidad y en la sociedad que
contribuyen a determinar o prevenir la violencia contra las niñas y niños. También es para evitar que
el uso del lenguaje lleve a interpretaciones según las cuales la violencia se asocia a un niño o niña y
su familia como un hecho excepcional, cuando es preciso entender el contexto mayor, considerando
que los diversos factores de riesgo y protección frecuentemente interactúan para crear “conductores”
de la violencia.

Familia

La familia es reconocida por la constitución peruana como la unidad básica de la sociedad, y su


integridad y bienestar deben recibir una consideración prioritaria en todas las políticas públicas y
programas gubernamentales. El concepto de “familia” suele ser entendido como la familia nuclear:
madre, padre y sus hijos e hijas, biológicos o adoptados. No obstante, esta idea se encuentra cada
vez más disputada por diversos sectores de la sociedad, que demandan el reconocimiento de la

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diversidad de las familias peruanas. Los textos escolares oficiales no incorporan imágenes de personas
en relaciones homosexuales cumpliendo el rol de padres y madres; sin embargo, las autoridades y
los profesores escolares, en la práctica, están en contacto con distintas categorías de guardianes
y cuidadores de sus estudiantes, y con muchas situaciones familiares poco convencionales. Estos
incluyen a abuelos, tías y tíos y hermanos mayores que toman el lugar de padres y madres que
son fallecidos, incapacitados o simplemente se niegan a asumir el papel. Como otras sociedades
latinoamericanas, el Perú da un reconocimiento tácito a muchas modalidades de adopción informal.

Se entiende que la familia tiene la responsabilidad casi exclusiva del bienestar de los menores de
edad bajo su cuidado y con los cuales comparten un mismo domicilio.

Etapas de la Niñez

Oficialmente, en el Perú, la niñez abarca a los seres humanos desde que nacen hasta los 11 años
de edad. La adolescencia comprende a aquellos que se encuentran entre los 12 y los 17 años de
edad. En la aplicación de su estrategia y sus programas de inclusión social, el gobierno peruano está
utilizando una nueva perspectiva acerca del curso de la vida. Esta reconoce varias etapas: infancia
(0-3), niñez temprana (4-5), niñez tardía (6-11), adolescencia (12-17), adulto (18-64), adulto mayor
(65 a más). El Ministerio de Inclusión Social ha desarrollado o está en proceso de desarrollar políticas
públicas específicas para cada una de estas etapas bajo su nueva estrategia de inclusión social,
Estrategia Nacional Incluir para Crecer. Hay que señalar que los pueblos indígenas tienen maneras
propias de reconocer, nombrar y marcar las diferentes etapas del ciclo de vida. Las poblaciones de
las zonas rurales del país suelen aplicar nociones para marcar el tránsito de infante a niño y para
diferenciar a los no adultos de los adultos, usando criterios que no necesariamente coinciden con los
criterios utilizados por la población urbana.

Prevención

Prevenir significa influenciar los comportamientos individuales, las relaciones entre familias y
vecinos, la manera como se involucra la comunidad y la cultura de una sociedad. Las estrategias
de prevención incluyen programas efectivos que se enfocan en modificar las actitudes, las políticas
públicas y las normas de una sociedad para crear ambientes seguros y estables que promuevan el
crecimiento y el desarrollo.

Tal como la comprendemos para los efectos de revisar las políticas públicas, los programas, los
proyectos y las intervenciones para este informe, la prevención consiste en impedir o reducir la
presencia y la fuerza de los determinantes de la violencia dirigida contra los niños y niñas, sus familias,
otros actores relevantes y/o sus comunidades. La prevención ocurre a través de intervenciones que
consisten en actividades coordinadas organizadas alrededor de un propósito específico para una
población objetivo. La prevención de la violencia también acarrea la promoción de factores que
protejan a los menores de edad. Una prevención efectiva de la violencia depende de la identificación
de factores tanto de riesgo para como de protección a los menores de edad, y de la identificación del
momento en que estos emergen en la vida de cada persona.

En los pronunciamientos de las varias agencias del gobierno peruano que tocan temas de violencia
se encuentra que la prevención es contrastada con la asistencia a las víctimas y las sanciones a los
perpetradores. La prevención es usualmente asociada con acciones que involucran a grupos de

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víctimas potenciales, más que a individuos, y con tener amplio acceso a mecanismos de integración
social y apoyo. Por ejemplo, en el principal programa para luchar contra la violencia familiar y
sexual del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), la prevención opera a través de
actividades realizadas para fortalecer a las organizaciones de base y las capacidades de los gobiernos
locales, a través de sistemas de vigilancia y de la capacitación de actores claves, como la policía y
las compañías de transporte (para evitar que se hagan cómplices de los traficantes, al ayudarles a
reconocer a las víctimas que están siendo removidas de un entorno donde son conocidas y pueden
ser rescatadas). El objetivo es construir una sociedad donde todos y todas puedan vivir sus vidas
sin violencia, con respeto e igualdad y recibiendo un buen trato de los demás, con seguridad y sin
discriminación, al amparo de los derechos humanos.

La organización social del cuidado

Se refiere a la red de individuos, grupos sociales e instituciones que participan en la atención de las
necesidades – materiales, psicológicas, sociales, morales – de una persona en particular, un grupo
o una sociedad entera. El proceso de desarrollo y maduración a lo largo de la infancia y la niñez
está asociado usualmente a la reducción gradual de la dependencia del individuo del cuidado de
otros y al incremento de su capacidad para ser autosuficiente, aunque esto no es nunca total ni
necesariamente deseable. Por ende, el concepto toma en consideración las variaciones asociadas a
distintos momentos del ciclo de vida, así como a contingencias tales como discapacidades, accidentes
y enfermedades, que pueden alterar drásticamente la necesidad de cuidado. Las controversias acerca
de lo que constituye un cuidado adecuado y de buena calidad son bastante comunes y reflejan
conflictos en la sociedad respecto de los valores y normas que están determinados culturalmente.
Nociones relacionadas que son utilizadas en el Perú: comunidad protectora, familia protectora.

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1. INTRODUCCIÓN: EL ESTUDIO MULTIPAÍS


El Estudio multipaís sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes es un
proyecto de investigación aplicada de cuatro años de duración que es llevado a cabo por el Centro de
Investigación de UNICEF Innocenti conjuntamente con las Oficinas de UNICEF en el Perú, Zimbabue,
Vietnam e Italia, en colaboración con la Universidad de Edimburgo como socio académico. El estudio
busca incrementar nuestra comprensión acerca de los factores desencadenantes de la violencia que
afecta a las niños y niños y cómo mejorar las intervenciones para enfrentarla.

La vulnerabilidad relacionada con la violencia evoluciona en contextos socioeconómicos y culturales


complejos. Esta investigación analiza cómo interactúan los factores estructurales, institucionales,
individuales y comunitarios para afectar a la violencia en la vida de los niños y niñas e identifica
mecanismos causales que permitirán informar mejor las estrategias nacionales de prevención de la
violencia. Pone a la edad y al género en el centro del análisis, al enfocarse en las niñas y los niños en
distintas etapas de su vida, desde la más tierna infancia hasta la adolescencia.

Una piedra angular de este estudio consiste en vincular investigaciones de calidad, traducirlas
en evidencia y transformar las evidencias en intervenciones que sean efectivas y tengan sentido.
Los resultados emergen progresivamente en todas las etapas y por ende los hallazgos pueden ser
utilizados para informar la planificación, las prácticas y las políticas públicas de protección infantil
de manera continua, en un círculo de retroalimentación positivo que se refuerce a sí mismo. La
investigación tiene tres etapas interrelacionadas: 1) sentar las bases del programa, 2) investigación
aplicada y desarrollo de intervenciones, y 3) contribuir a la ciencia de la intervención y las evaluaciones.
Cada etapa es un componente lógico, que tiene un conjunto propio de objetivos, actividades e hitos,
los mismos que alimentan los principales resultados y productos esperados del estudio. Se espera
que cada componente retroalimente los programas nacionales y la base emergente de evidencia
global sobre la prevención de la violencia.

ETAPA 1 ETAPA 2 ETAPA 3


Sentar las bases Investigación aplicada Diseño de la
del programa y desarrollo de intervención
intervenciones

Identificar las tendencias Conducir una investigación Implementar intervenciones


y las prioridades de primaria en el campo y a pequeña y gran escala
investigación a nivel probar los componentes
nacional de intervención • Ciencia de la intervención
• Diseño riguroso de la
• Analisis de información • Enfoques metodológicos evaluación
secundaria mixtos
• Revisión sistemática de • Enfoques de normas
la bibliografía sociales
• Análisis acerca de lo
que funciona
TEORÍAS DE CAMBIO EVIDENCIA DE CAMBIO
EMERGENTES EMERGENTE

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

2. LA ECONOMÍA POLÍTICA EN EL PERÚ


El Perú es una nación de 30 millones de habitantes localizada en la costa oeste de América del Sur. El
país pasó de ser predominantemente rural a ser predominantemente urbano (70%) en un período
de 40 años, entre 1940 y 1980, mediante un gran desplazamiento poblacional desde la región de la
sierra (a lo largo de la Cordillera de los Andes) hacia las ciudades y pueblos agrícolas ubicados en la
costa del Océano Pacífico. De acuerdo con algunos economistas, esta migración interna, así como la
construcción, industrialización y aprovisionamiento de las ciudades costeras (Lima, Trujillo, Chiclayo,
Piura, Tacna, Ica, Chimbote), que fueron el corolario, sostuvieron el dinamismo que la economía
experimentó durante la mayor parte del siglo XX.

El Perú fue el centro del control español en Sudamérica, y el legado de la conquista y dominación de
la población indígena persiste aún 500 años después. Los descendientes de la población europea
tienen acceso privilegiado a educación, salud, poder político, tierra y otros recursos productivos.
Los grupos desfavorecidos son los descendientes de los pobladores originarios de los Andes y de
la cuenca amazónica (que ocupa más de la mitad del territorio peruano), así como de los esclavos
africanos que trajeron los españoles. La pobreza y la desnutrición infantil se concentran en los Andes
rurales y en la Amazonía.

Si bien es cierto que el Perú comparte con otros países de Latinoamérica una ideología de inclusión
y de rechazo al racismo, la realidad muestra barrios urbanos segregados y prácticas sociales que
reflejan jerarquías fuertemente arraigadas. La cuarta parte de los menores de edad en edad escolar
van a escuelas privadas. La mayoría de estas se encuentran en barrios residenciales y muchas son
extremadamente caras, con pagos mensuales que exceden el ingreso anual de las familias pobres. Los
pobres urbanos están concentrados en barrios que rodean a las grandes ciudades y que empezaron
como “pueblos jóvenes” en terrenos ocupados ilegalmente. La segregación en barrios implica que la
mayoría de los servicios – escuelas, servicios de salud, centros preescolares y guarderías, mercados,
tiendas – también estén fuertemente identificados con clases sociales particulares.

La clase social, a su turno, se correlaciona con las identidades étnicas y raciales. En orden gruesamente
descendiente, y apelando a las categorías más comunes, estas son: blanco (de ascendencia europea),
mestizo, “chino” (descendiente de inmigrantes chinos y japoneses, la mayoría de los cuales llegaron
en la segunda mitad del siglo XIX), nativo de los Andes, afroperuano, indígena de la Amazonía. De
acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares ENAHO 2014, cuando se pregunta con cuál categoría
se identifican, entre varias, el 29.2% de la población se clasifica como indígena. El Ministerio de
Cultura, no obstante, considera la lengua materna como un indicador más confiable de la presencia
indígena en el país. En la región andina se habla en forma masiva el quechua y el aimara además de
dos lenguas localizadas; en la región amazónica se hablan 43 lenguas indígenas distintas. Aplicado el
criterio de la lengua aprendida en la niñez o hablada en casa, el 17% de la población es indígena. Si
nos guiamos por el autorreconocimiento que utiliza la ENAHO para definir categorías de identidad2 ,
los afroperuanos representan aproximadamente entre el 2 y el 3% de la población total.

Durante las últimas décadas, el Perú ha sido una de las economías más abiertas de Latinoamérica. Las

2 Se les pide a los encuestados escoger entre múltiples categorías, que hacen referencia a la cultura, la zona de residencia, el fenotipo y hasta la ocupación. Aunque todos
los términos son de uso cotidiano en el Perú, algunos tienen ciertas connotaciones negativas. Para evitar tener que identificarse con un sector estigmatizado, las personas
pueden elegir categorías que no reflejan la percepción de otras sobre ellas ni sus propios sentimientos más íntimos. Es así que la técnica de autorreconocimiento puede estar
subestimando el volumen de población indígena y afrodescendiente.

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industrias extractivas son una fuente muy importante de ingresos para el gobierno, y el fomento de la
inversión extranjera, especialmente en los sectores minero y energético, termina guiando muchas de
las decisiones gubernamentales en torno a las políticas públicas. El Perú importa comida, bienes de
consumo, automóviles, muebles y electrodomésticos, así como maquinaria pesada, y lo intercambia
por productos agrícolas, minerales, pescado y harina de pescado. La inversión, la actividad comercial
y las oportunidades de empleo e ingresos dependen fuertemente de la tendencia económica vigente
en otras partes del mundo. Recientemente, al superar las crisis económicas de los 1980 y 1990, el país
ha disfrutado de uno de los niveles más altos de crecimiento de Latinoamérica, impulsado por la
demanda china de cobre, hierro y otras materias primas.

El país también está abierto a la influencia cultural de otros países. Como resultado de una masiva
emigración durante las últimas tres décadas, el 10% de la población vive fuera del Perú, ya sea en
Europa, Norteamérica, países sudamericanos vecinos o algunos países de Asia. Los peruanos de la
diáspora envían remesas que permiten a muchas familias, en las ciudades y el campo, mejorar sus
hogares y sus niveles de vida. En su punto más alto, en el 2008 (antes de la recesión en los EE.UU.),
las remesas casi alcanzaron los US$3,000 millones (Torres-Zorrilla 2011:27-29) o aproximadamente
el 10% del valor total de las exportaciones peruanas. La diáspora envía remesas sociales, es decir,
nuevos patrones de consumo y estilos de vida, además de remesas económicas. La clase media
internacional es un modelo tanto de pensamiento como de comportamiento, y la cultura popular
internacional es un referente importante para la gente joven.

Luego de que su última dictadura militar entregara el poder en 1980, el Perú ha tenido gobiernos
elegidos democráticamente, con un presidente, un parlamento, un poder judicial relativamente
independiente y, con interrupciones, una prensa libre y activa. La capacidad administrativa del Estado
peruano, sin embargo, es limitada. Muchos de los servicios públicos no toman en cuenta la diversidad
cultural de la población. La complicada geografía, la dispersión de los asentamientos rurales y la
carencia de infraestructura de transporte y comunicaciones impiden que los servicios públicos
lleguen efectivamente a la población. Existen inmensas barreras para una adecuada representación
y participación política, especialmente en el caso de la población rural e indígena. El gobierno actual
está intentando corregir las injusticias históricas mediante políticas públicas que buscan la inclusión
social y la reducción de la pobreza. No obstante, gran parte de la población rural se siente lejana
y alienada del Estado. En el folklore andino, el Estado y sus representantes blancos y mestizos son
retratados como los temibles nakaq (término quechua que en español significa degollador).

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3. ASUNTOS QUE SON ÚNICOS DEL PERÚ


El Perú tiene muchas regiones distintivas en términos políticos, geográficos e históricos. Las
encuestas tienden a utilizar grandes categorías: sierra sur, centro y norte; Amazonía; costa rural,
así como grandes zonas urbanas. Dada la diversidad de culturas y regiones, es difícil hablar de
una organización generacional que estructure las relaciones entre las distintas generaciones de
manera unificada. Debido a la migración del campo a la ciudad, la mayoría de los hijos e hijas han
nacido en un lugar distinto al de sus padres. La organización del género en el Perú es también
elástica, pero contiene un fuerte componente del conservadurismo católico y del machismo
mediterráneo (Pinzás 2001; Fuller 2001).

El sistema de parentesco, la organización social y las sensibilidades andinas han tenido una
profunda influencia en el Perú contemporáneo (Bolton 2010, Leinaweaver 2009, Van Vleet 2008,
Allen 2008, Mayer 2002). Las culturas indígenas de la cuenca amazónica han tenido un impacto
más bien regional, pero han dado origen a los movimientos étnicos y ecológicos más activos del
Perú. Tanto las sociedades andinas como las amazónicas poseen modos particulares de entender
el conflicto y la violencia, así como mecanismos particulares para su regulación.

Entre las instituciones tradicionales destinadas a mantener el orden y la paz en las comunidades
rurales de los Andes peruanos se cuentan las batallas rituales y las palizas públicas. La regla es
que las peleas se dan entre pares: hombres adultos pelean contra hombres adultos, mujeres
adultas contra mujeres adultas y hombres adolescentes contra hombres adolescentes (Harris
1978). Cualquier trasgresión a la regla es considerada un acto de cobardía. Es difícil conciliar estos
ideales con los altos niveles de violencia doméstica de los últimos años (Güezmes, Palomino y
Ramos 2002; Meentzen 2007:223-235). Las comunidades tradicionales son altamente endógamas,
y ambos miembros de la pareja casada tienen parientes interesados en que la unidad del hogar
familiar se mantenga. Los miembros de las generaciones de mayor edad – los abuelos, padrinos y
autoridades comunales – actúan como jueces en las disputas domésticas, y como garantes de los
compromisos a los cuales llegaron las partes en conflicto. Esta aún es una práctica generalizada
en las áreas rurales, reforzada por las rondas campesinas (sistema comunitario de vigilancia) y
los comités de autodefensa creados con apoyo gubernamental para hacer frente al terrorismo
durante los años de la amenaza de Sendero Luminoso. Entre los migrantes y desplazados de los
Andes que hoy residen en barrios y asentamientos urbanos, las generaciones de mayor edad
continúan actuando como jueces y consejeros; sin embargo, bajo las nuevas condiciones, con
las familias dispersas y sujetas a nuevas autoridades, tienen pocos medios efectivos para hacer
cumplir sus sentencias.

Antes de la pacificación por el gobierno nacional, que data de pocas décadas atrás en algunas
zonas, los grupos indígenas amazónicos se enfrentaban unos contra otros en guerras a pequeña
escala (pueblo contra pueblo, banda contra banda). En la vida cotidiana se evitaba el conflicto,
que conllevaba el peligro de rompimiento del grupo local (McCallum 2001; Belaúnde 2000). Esta
sigue siendo la norma. Las personas que demuestran ira pueden ser acusadas de brujería y caer
víctimas de enfermedades mágicas o incluso la muerte (Whitehead y Wright 2004; Santos 2004).
Los jefes y apus de las comunidades indígenas inciden en disputas domésticas que llegan a ser
públicas y notorias, por ejemplo, mandando a castigar con golpes al hombre que seduce la esposa
de otro o que embaraza a una joven y no asume la responsabilidad del hijo. Pueden exigir a un

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

padre ausente el pago de una multa o un aporte (preparar una chacra para su cultivo, instalar una
piscigranja) que contribuya al sustento de la prole.

Tanto en los Andes como en la región de la cuenca amazónica, la supervivencia de los hijos e
hijas requiere de una gran inversión de tiempo y energía por parte de los cuidadores, dados los
retos biológicos de vivir a gran altitud y en las condiciones cálidas y húmedas de un ambiente
tropical forestal, respectivamente (Hurtado, Lambourne, James, Hill, Cheman y Baca 2005). Las
sociedades indígenas eran pro natalistas frente a la amenaza constante de la muerte de infantes,
niños y niñas. Una de las recompensas por la victoria de las bandas de guerreros amazónicos era la
oportunidad de traer a mujeres e hijos de sus enemigos, los cuales se convertían en esposas e hijos
adoptados del grupo victorioso (Barclay y Santos 1991). En los Andes, donde los niños y niñas
forman parte integrante de la estrategia económica familiar, se procura mantener un equilibrio
en la composición de género y la razón cuidadores-dependientes en cada hogar (Oths 1999). Los
niños y niñas son importantes en la sierra para suplir las demandas de la producción campesina,
pero también son valorados como la descendencia que llevará el legado de la empresa familiar. Las
instituciones de parentesco ficticio (o ritual) y las adopciones informales distribuyen a los menores
de edad entre las parejas sin hijos e hijas y les brindan asistentes y herederos (Leinaweaver 2009).
Los hijos e hijas se vuelven el vínculo entre sus padres y otros actores más adinerados: se vuelven
sus sirvientes en sus hogares, ahijados, clientes en relaciones de clientelaje y ocasionalmente
objetos de transacción comercial.3

Bajo estas condiciones, algunos niños y niñas son considerados como “sin precio” (priceless) o
“preciosos” (tomando y expandiendo un concepto de Zelizer 1985), a saber: hijo o hija única, único
hijo o hija superviviente, única hija entre varios hijos, único hijo entre varias hijas, niño o niña más
joven, hijo o hija “prestado” o adoptado. Las etnografías clásicas sugieren que estos niños y niñas
estarían exentos del tratamiento duro que otros podrían recibir (Bolton 2010).

La transición demográfica ha sido rápida. La mortalidad infantil está en 19 de cada 1,000 nacidos
vivos (1990 = 62, 2000 = 35) y la mortalidad en la niñez (niños y niñas menores de 5 años por
cada 1,000 nacimientos vivos) es de 21.3 (1990 = 78, 2000 = 40). Los índices varían ampliamente
entre las áreas rurales y urbanas en varias regiones del país. La mortalidad infantil es de 14 en las
áreas urbanas y 22 en las áreas rurales; la mortalidad en la niñez es de 17 en las áreas urbanas y
29 en las áreas rurales. En una sola generación (desde 1990 hasta el presente), la mediana del
número de niños por mujer ha caído, de 4.1 a 2.35. No obstante, en las comunidades indígenas
rurales aún se encuentran familias numerosas. Los servicios de salud gubernamentales adoptaron
entusiastamente la planificación familiar en los años 1990, incluyendo la aplicación de una
estrategia de esterilización (ligamento de trompas para las mujeres, vasectomías para los hombres)
que llevó a innumerables abusos, e incluso muertes, en las comunidades rurales donde el personal
de salud, en respuesta a cuotas e incentivos, utilizó la coerción y los engaños para realizar las
operaciones (Vallenas 2007). La magnitud de los abusos aún está siendo debatida.4 Se ha abierto
un registro de víctimas de esterilizaciones forzadas 1995-2001, que se encuentra en proceso de
inscribir a hombres y mujeres de distintas regiones del país, sobre todo la sierra sur.

3 Mientras se escribía este informe, los periódicos peruanos llevaban a cabo reportajes diarios acerca de la hija peruana adoptada de Isabel Pantoja, la controversial cantante
española acusada de fraude y evasión de impuestos. La madre biológica de la niña fue acusada de recibir USD$20,000 por entregarla, siendo una bebé, a la cantante durante
una de sus giras por Latinoamérica.
4 El programa de esterilización es un tema candente a medida que se acercan las elecciones presidenciales del 2016, dado que una de las candidatas más importantes es la hija
del expresidente Alberto Fujimori, quien estaba fuertemente comprometido con el programa y ha sido implicado en el encubrimiento de los abusos cometidos.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

El Perú ha tenido una larga historia de golpes militares, guerras civiles, guerras fronterizas y
levantamientos de poblaciones indígenas oprimidas. El conflicto interno más reciente consistió
de una insurgencia de inspiración maoísta liderada por Sendero Luminoso, una organización que
empezó en los Andes centrales en los años 1980 y gradualmente desplazó sus operaciones del
campo a las ciudades. Dicha organización se disolvió luego de la captura de sus principales líderes
en 1992, aunque aún quedan vestigios que operan como columnas en la selva, en alianza con
los traficantes de drogas. Sendero Luminoso utilizó el terrorismo como su principal herramienta,
capturó e indoctrinó a soldados infantiles (Acha 2007), mató a padres y abuelos frente a sus hijos,
promovió que los maestros reclutaran estudiantes para unirse a su causa, glorificó la violencia
como método y justificó las ejecuciones públicas, aduciendo que servían para eliminar a los
enemigos de clase. Las memorias de este período aún están frescas en la sierra central y en el área
amazónica central, especialmente en las regiones habitadas por los pueblos indígenas de la etnia
asháninka. Estos fueron encerrados en campamentos y utilizados como mano de obra esclava en
sus líneas de abastecimiento (Espinosa de Rivero 1994; Fabián y Espinosa de Rivero 1997).

El conflicto se caracterizó por el uso extremo de la violencia sexual por ambas partes (Mantilla
2007). Sendero Luminoso glorificó la violación sexual y el secuestro de mujeres campesinas para
“producir hijos para la revolución”. Las fuerzas armadas peruanas utilizaron la violación sexual y
la amenaza de violación para extraer información, y la violación sexual era casi rutinaria en el
caso de las mujeres (frecuentemente adolescentes) arrestadas y detenidas en las bases militares o
comisarías policiales para ser cuestionadas o bajo sospecha de colaboración con los movimientos
subversivos. La mayor parte de la violencia sexual no fue recogida en el informe oficial sobre las
violaciones de los derechos humanos y las muertes ocasionadas por el conflicto, porque las mujeres
fueron muy renuentes a presentar su testimonio años después del hecho ((y posiblemente con un
hijo o hija a cuestas) y debido a la dificultad de establecer las pruebas. Con base en los testimonios
y documentos, así como en los informes oficiales, la Comisión de la Verdad y Reconciliación halló
que la violencia sexual había sido especialmente notoria en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac,
los epicentros del conflicto, y que su mayor incidencia se dio entre 1984 y 1990 (CVR 2003).
Tanto Sendero Luminoso como las fuerzas armadas cometieron masacres de pueblos rurales, y
la matanza de mujeres y niñas frecuentemente era precedida por la violación sexual. La mayoría
de las víctimas de la violencia sexual fueron quechuahablantes, el grueso de ellas de entre 10 y
29 años de edad. De las violaciones sexuales verificadas, el 83% fue cometido por miembros del
personal militar y policial (Mantilla 2007: 235). En los casos en los cuales las víctimas reportaban
y denunciaban las violaciones, no se llevaba a cabo ningún juicio. Incluso bajo las condiciones
extremas de un violento conflicto interno, el estigma que se asocia a las víctimas de violación y
otras formas de abuso sexual, agregado a la nula esperanza de las niñas y mujeres afectadas de
recibir cualquier tipo de justicia o compensación, suprimió el impulso de reportar el incidente
(frecuentemente, incidentes repetidos) o de acusar a sus abusadores. Este es un tema reiterativo
en las discusiones sobre la violencia sexual en el Perú.

En años recientes, el Perú se ha convertido en una gran atracción turística, especialmente la región
del Cusco en los Andes e Iquitos en la Amazonía. Estas y otras zonas son nodos conocidos de
las rutas de trata de personas con fines de explotación laboral y sexual. Existen denuncias de
explotación sexual comercial, infantil y adolescente en el ámbito del turismo. La región amazónica
está salpicada de campamentos mineros, madereros y petroleros, que atraen a trabajadores
sexuales y donde pueden hallarse menores de edad víctimas de explotación sexual infantil. Algunas
niñas y adolescentes de la sierra se escapan de sus hogares para trabajar en bares y restaurantes,

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

terminando eventualmente en burdeles informales en los pueblos en rápida expansión dedicados


a la minería del oro ilegal en la zona amazónica sur. Algunas llegan con sus familias pero
rápidamente son puestas a trabajar en labores de limpieza, cocina o servicio en diversos negocios
locales, donde enfrentan un alto riesgo de explotación sexual (ECPAT Perú 2005).

Como esta reseña indica, las líneas de conflicto político, social e ideológico son numerosas en el Perú
y los mecanismos para su resolución no están consensuados ni sólidamente institucionalizados.
La diversidad poblacional y el modo en que grandes zonas del país fueron ocupadas, desplazando
tanto a sus habitantes como las formas de articulación con el entorno e instigando cambios en las
identidades y valores, hacen que las disputas entre facciones sean casi permanentes. La Defensoría
del Pueblo tiene una sección (Adjuntía para la Prevención de Conflictos y la Gobernabilidad)
especialmente encargada de hacer seguimiento a los conflictos sociales y los avances hacia su
resolución. A lo largo del año 2015 se contabilizaron entre 200 y 250 conflictos por mes, alrededor
de la cuarta parte “latentes” y el resto conflictos activos. La mayoría se ubica en la zona andina,
especialmente en regiones donde la minería está presente. Adicionalmente, la Defensoría registra
los actos de protesta colectiva que se producen desde distintos sectores de la población. En el mes
de noviembre, estos sumaron 284. Los motivos de los conflictos, que subyacen a la mayoría de
acciones de protesta, incluyen disputas ambientales (tierra, agua, uso de recursos naturales), por
demarcación territorial y por el funcionamiento de diferentes instancias y órganos de gobierno.
Muchas veces está presente, en todos estos casos, un elemento de corrupción. Cuando las niñas
y niños de una zona rural acompañan a las personas adultas y a las autoridades locales en una
marcha de protesta por un derrame de mercurio que contamina el suelo y sus fuentes de agua
debido al descuido de una mina cuyos dueños se hallan en Canadá y Australia, tenemos un retrato
en miniatura de parte de lo que significa la violencia que afecta a la niñez en el Perú.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

4. EL SISTEMA DE PROTECCIÓN DE LOS NIÑOS, NIÑAS


Y ADOLESCENTES
a. Planes
El plan maestro actualmente vigente para la protección y promoción del bienestar de los niños y
niñas es el Plan Nacional de Acción por la Infancia y la Adolescencia 2012-2021, de aquí en adelante
PNAIA. La “visión” que se propone es la siguiente: “Niñas, niños y adolescentes tienen igualdad de
oportunidades, acceden a servicios de calidad y participan en el ejercicio, promoción y defensa de sus
derechos, en conjunto con las instituciones del Estado y la comunidad, desarrollándose plenamente
en el seno de su familia, en un ambiente sano y libre de violencia”. Su “misión” es asegurar que “el Estado,
las familias y la comunidad generan condiciones para el desarrollo sostenible de las capacidades de
niñas, niños y adolescentes, lo que les permite ejercer sus derechos plenamente.” El PNAIA tiene
seis metas emblemáticas. Cuatro de ellas se orientan a temas de salud y educación, mientras que
una señala explícitamente que la violencia contra las niñas y niños debe ser eliminada y reducida,
específicamente al interior de las familias. La sexta meta – reducir los embarazos adolescentes en un
20% - podría tener implicancias en todas las áreas de incidencia del PNAIA, dado que el embarazo
temprano puede ser resultado de abuso sexual y violación y es impulsado por una educación sexual
inadecuada y servicios de salud deficientes. El Plan de Acción actualmente vigente representa la
cuarta generación de tales planes, el primero de los cuales fue propuesto en 1992 para el período
1992-1995 (el segundo, 1996-2000; el tercero, 2002-2010).5

Los objetivos estratégicos enunciados en el PNAIA se enmarcan dentro de la historia reciente y de los
problemas actuales. Uno de los focos es el trabajo infantil (la erradicación del trabajo infantil y de la
utilización de niños para mendigar, asegurando que los adolescentes accedan únicamente a trabajos
seguros). El Estado debería asegurarse de que los niños y niñas crezcan en un ambiente familiar,
protegidos de la violencia en el hogar y la escuela. Algunos derechos infantiles no satisfechos son
resaltados: la protección en el caso de desastres naturales, el seguro de salud universal y el acceso
garantizado a la salud, la educación y otros servicios para aquellos que tengan discapacidades. Los
y las adolescentes son de especial preocupación para el PNAIA, que se ha propuesto los siguientes
objetivos: protección contra el uso de drogas legales e ilegales; reducción de la criminalidad juvenil
y del contacto con el sistema judicial y penal; disminución del contagio de VIH; eliminación de la
explotación sexual de adolescentes de ambos sexos; postergación de la maternidad y la paternidad.
Finalmente, el PNAIA apunta a erradicar la violencia sexual; la trata de niños, niñas y adolescentes, y
la participación forzada en conflictos violentos.

Los objetivos estratégicos del PNAIA se lograrían a través de la acción coordinada del gobierno
nacional con los gobiernos regionales y locales. Luego de décadas de planificación central, el Perú está
buscando implantar un modelo federal. Los ministerios del gobierno central deben de establecer los
lineamientos generales y transferir los recursos. La capacidad para diseñar e implementar políticas
públicas es aún muy limitada en la mayoría de gobiernos subnacionales, sin embargo, y como
resultado de ello la disponibilidad y la calidad de los programas varía enormemente en distintas

5 Los nombres de los programas, su estructura y los presupuestos asignados, así como el gasto social en general, cambian rápidamente en el Perú, especialmente luego de
elecciones nacionales en las cuales un partido político remplaza a otro en el gobierno. Ver Monge y Boza (2007) para un análisis valioso acerca del sistema de protección infantil
durante un gobierno anterior.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

partes del país. Aún no se logran resolver los problemas con temas como la pertinencia cultural y la
participación y el control local.

La prevención de la violencia – violencia doméstica; violencia de género; violencia que afecta a niños,
niñas y adolescentes – es un tema recurrente en la legislación y en las políticas resumidas en la “línea
de tiempo de políticas públicas” (siguiente sección). Por ende, en el 2001 el predecesor del Ministerio
de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) creó el Programa Nacional contra la Violencia Familiar y
Sexual. En el 2002 se promulgó el plan nacional para combatir la violencia contra la mujer y en el 2003
se promulgó una ley para la prevención del acoso sexual. Una ley del 2002 codificó las sanciones para
los profesores y administradores que sean encontrados culpables de abuso sexual en las instituciones
educativas, y en el 2011 el Ministerio de Educación, en reacción a las protestas generalizadas de la
población en contra del acoso escolar (bullying), anunció una nueva política para promover escuelas
sin violencia. Varias leyes tratan sobre el trabajo infantil, la servidumbre forzada, la trata de personas
y la explotación sexual comercial. La violencia de los menores de edad en pandillas, incluyendo en
el contexto de eventos deportivos, es tratada con una ley que data de 1998 y fue fortalecida en el
2007. El Ministerio de Salud anunció en el 2004 una política y programas desalud mental enfocados
en promover una “cultura de paz” y la resolución no violenta de los conflictos. Otras políticas y actos
legislativos de las últimas dos décadas regulan las adopciones y las instituciones que asumen la
custodia de los niños y niñas que no tienen padres.

b. Servicios y respuesta
En el Perú, la ley y las políticas públicas toman en consideración numerosas situaciones en las cuales
los niños, niñas y adolescentes deben ser protegidos de la violencia y establecen un amplio rango
de actores a los cuales designan como responsables de la aplicación de las leyes. No obstante, en
una aparente contradicción, únicamente un pequeño sector de la población reporta los abusos y
violaciones, y un número más pequeño aún de casos es procesado legal o administrativamente. Las
quejas pueden ser presentadas al Ministerio Público (las fiscalías), el sistema judicial, la policía (las
comisarías locales o, ahí donde existen, las Comisarías de Familia), la DEMUNA (Defensoría Municipal
del Niño y Adolescente), los Centros de Emergencia Mujer, el Programa Integral Nacional para el
Bienestar Familiar (INABIF) y los líderes y organizaciones de la comunidad.

Las diversas entidades gubernamentales involucradas recopilan estadísticas sobre los casos
de violencia y algunas de las circunstancias que los envuelven. El Ministerio de Salud tiene un
mecanismo especial para monitorear la violencia familiar (Centinela de Violencia Familiar), el mismo
que forma parte de su división de epidemiología. La Policía Nacional publica un informe anual sobre
el crimen (Anuario Estadístico) y el INEI produce un Compendio Estadístico anual sobre el Perú, así
como diversas encuestas y publicaciones especializadas que compilan y clasifican la información
producida por la policía y otras entidades. La confiabilidad de todas estas fuentes está seriamente
cuestionada, debido a la enorme cantidad de casos que no son registrados. El Ministerio del Interior,
por ejemplo, reporta casos de menores de edad en presunto estado de abandono, aquellos que
escaparon de la violencia de sus hogares, adolescentes en conflicto con la ley penal y aquellos que
fueron víctimas de violación sexual. Las cifras reportadas son poco plausibles por ser exiguas y varían
enormemente de año a año y de lugar en lugar.6

6 La información estadística sobre la violencia contra los menores de edad y la violencia perpetrada por menores de edad que es producida por la Policía Nacional, el Ministerio
del Interior y el INEI no ha sido revisada ni cotejada sistemáticamente por los investigadores. Su utilidad se ve afectada por problemas tales como inconsistencias en las

23
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Si la población busca ayuda, tiende a buscar a actores que le son conocidos y parte del vecindario:
iglesias, centros de salud, policía local (Bardales y Huallpa 2005). Los niños y niñas pueden buscar
apoyo en nombre propio en las DEMUNA. Terceros que conocen de los hechos tienen la facultad
legal para denunciar situaciones de violencia doméstica, incluyendo el abuso de niñas y niños. No
obstante, Alcalde (2014) pone en duda que muchas de las denuncias sean bien recibidas. Su estudio
de la violencia contra la mujer contiene abundante información sobre el tratamiento que reciben las
mujeres en las estaciones de policía y otras dependencias cuando denuncian la violencia doméstica
y buscan apoyo y protección. Es posible que sean humilladas, que se viole su privacidad y que sus
denuncias sean descartadas sin contemplación. Benoit (2006) describe las dificultades que enfrentan
las mujeres en comunidades rurales para recibir protección: la policía y los jueces viven alejados de
las comunidades y es posible que reportar a una pareja violenta ante las autoridades únicamente
tenga como consecuencia la retribución y más violencia cuando la denunciante regresa a casa.
De acuerdo con la información sobre el crimen procesada por el Instituto Nacional de Estadística
e Informática (INEI - nacional, áreas urbanas) y publicada en su boletín mensual especial sobre la
seguridad pública, el 20% de las víctimas de abuso sexual que no lo reportan lo hacen porque temen
las represalias de sus agresores; el 16% considera que es una “pérdida de tiempo” (INEI 2015).

Un grave problema para hacer que los servicios de protección para los niños, niñas y adolescentes
sean efectivos, es su poca disponibilidad. Los servicios están concentrados en las ciudades y tienen
una presencia bastante exigua en las zonas donde vive la población más vulnerable: pueblos y
caseríos rurales, territorios indígenas, zonas fronterizas. Otro problema surge del hecho de que la
mayoría de los derechos de los menores de edad los tienen que hacer valer sus guardianes legales,
generalmente sus madres. Esto incluye el acceso a una pensión alimenticia en caso de separación
o abandono de los padres, la matrícula escolar y el acceso a los servicios de salud, incluyendo con
frecuencia la salud sexual y reproductiva para adolescentes (Anderson y Palma 2013).

Aunque en la práctica soportan casi la totalidad de la carga y la responsabilidad del mantenimiento,


el cuidado y el bienestar de sus hijas e hijos, los padres con frecuencia son denigrados en el discurso
oficial. A este nivel tienden a ser retratados como personas de escasa competencia, muy posiblemente
poco comprometidas con el mejor interés de sus hijos e hijas. Esto ocurre especialmente en el
caso de los padres y madres andinos e indígenas, cuyos estilos divergentes de cuidar a sus hijos
e hijas suelen ser interpretados y condenados como un síntoma de atraso cultural. Los programas
gubernamentales suelen marginar a los padres y otros miembros de la red familiar cercana a las niñas
y niños, remplazándolos por planteles de promotores y animadores que pueden haber recibido un
entrenamiento breve, precario y de cuestionable relevancia. Cuando el caso llega a los jueces de
familia, la desconfianza de estos frente a los padres se manifiesta en decisiones de retirar a los niños
y niñas de sus hogares y ponerlos en instituciones, a pesar de que la ley señala que esta debería ser
la opción de último recurso.

La violencia puede estar relacionada con la desconexión de la familia de servicios, redes comunitarias
y apoyo social. La carencia de documentos de identidad por parte de los niños y niñas es un indicador
de tales situaciones (Cuenca y Díaz 2010). Dicha carencia se concentra en la región amazónica y en
las áreas rurales del Perú y está fuertemente asociada al hecho de que la niña o el niño en cuestión
tenga una lengua materna distinta al castellano. No tener un certificado de nacimiento o un DNI

definiciones utilizadas y la interrupción de las series anuales. No obstante, su principal problema es la baja cantidad de casos reportados, tanto por las víctimas como por las
autoridades responsables de compilar la data.

24
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

no excluye automáticamente a los niños y niñas de los servicios, pero sí sugiere la marginación de
la familia de las entidades oficiales y de las instancias de participación. Jones y Villar (2014), en su
evaluación del impacto del programa Juntos de lucha contra la pobreza, argumentan que uno de
los principales beneficios de dicho programa es alentar a los padres a obtener el DNI para sus hijos.
Se ha encontrado que el requerimiento del programa Juntos de que los hijos e hijas en edad escolar
asistan a clases para recibir los beneficios, reduce la probabilidad de que se hallen trabajando.

Las instituciones que remplazan a los padres son de gran variedad en el Perú, aunque la literatura
proporciona escasa información acerca de la calidad de vida de los niños y niñas y de las relaciones
al interior de las mismas. Muchas fueron fundadas por órdenes religiosas católicas y su personal y
administración dependen de ellas, con poca o nula supervisión pública. Leinaweaver (2009) retrata
una imagen relativamente benigna de los orfanatos de Ayacucho. En Trujillo, en un “Centro de
Atención Residencial” para niñas y adolescentes mujeres de 10 a 17 años de edad, las residentes dicen
que sus relaciones son amigables en general, a pesar de que el 90% de ellas experimenta violencia
por parte de sus pares con frecuencia intermedia (Ortecho 2010). Las razones principales que citan
para explicar esta violencia son la manera de comportarse de las víctimas (51%) o su apariencia
física (12%). Menos de la quinta parte de las víctimas reporta los incidentes a las autoridades de la
institución; dos quintas partes dicen que su única reacción es deprimirse.

Los adolescentes que cometen delitos - por ejemplo, aquellos que como parte de pandillas callejeras
son acusados de delitos penados por ley - pueden ser enviados a cualquiera de los nueve centros de
detención del país. La mayoría de dichos centros está en Lima, por lo que los reclusos del interior del país
tienen que cumplir sus sentencias alejados de sus familias y amigos. Sus familias, que generalmente
son pobres y no han podido solventar los gastos de una defensa legal competente, no pueden,
por esa misma razón, viajar a visitar a sus hijos y hermanos una vez que estos son encarcelados. La
ley peruana establece castigos alternativos para los infractores juveniles: amonestaciones, servicio
comunitario y libertad vigilada. No obstante, estos se aplican muy excepcionalmente, debido a que
los jueces no están familiarizados con los criterios y procedimientos.

Mientras tanto, las autoridades municipales y los dirigentes de la comunidad rutinariamente fracasan
frente a su mandato de asegurar servicios básicos, saneamiento y oportunidades de recreación
seguras para los niños, niñas y adolescentes de su jurisdicción. Dadas las condiciones prevalentes,
aprovisionar el hogar y cuidar de los familiares implica demandas altas de tiempo y energía (MIMP/
INEI 2011). La falta de acceso a fuentes de agua segura, que afecta a casi la totalidad de la población
rural, explica buena parte de los persistentes problemas de desnutrición infantil y retraso en el
crecimiento. En los barrios pobres urbanos, las fallas en el alumbrado público; la pobre planificación
y regulación del transporte; la falta de mantenimiento de las escuelas, veredas, parques y espacios
de juego, causan accidentes y muertes.

La protección de la comunidad se disipa cuando las niñas y niños que están siendo victimizados son
percibidos como hijos o hijas ajenas y como la responsabilidad de otras personas. Este proceso de
distanciamiento social se ve facilitado por las diferencias socioeconómicas, raciales y étnicas. Las niñas
y adolescentes en situación de explotación sexual comercial tienden a ser pobres, frecuentemente
afroperuanas o mestizas, o de origen rural. En vez de cuestionar su propio comportamiento, los
clientes les echan la culpa a los padres y a las familias de las niñas por no haber hecho lo suficiente
para protegerlas (ECPAT Perú 2005; OIT - IPEC 2007b; CHS Alternativo 2014).

25
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

5. LÍNEA DE TIEMPO DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS


REFERIDAS A LA VIOLENCIA Y A LA NIÑEZ
POLICY TIME LINE
1990 - 2015

Ratificación Peruana de la D.L. Nº 26102: Primer Código del


04/09

24/12
Convención sobre los 1990 Niño y el Adolescente. Incluye la
Derechos del Niño. creación de Defensorías de NNA y de
la Secretaría Técnica de Adopciones.
03/04

D.L. 635: Código Penal. 1991


Plan Nacional de Acción
por la Infancia (1992-1995)
07/03

Creación del Programa


1992
Nacional Wawa Wasi.
R.M. Nº 071-96-sa/DM: Aprobación
06/02

de Programa de Planificación
reproductiva y Planificación
Familiar (1996 - 2000)
31/10

Constitución de 1993. 1993

R.L. Nº 26583: Aprobación en Perú de


la Convención Interamericana para
11/03

Ley Nº 26260: Política integral de


24/12

Prevenir, Sancionar y Erradicar la


participación de la sociedad en Lucha 1994
Violencia contra la Mujer, “Convención
contra toda forma de violencia familiar.
do Belém do Pará”

Ley Nº 26518: Ley del Sistema 1995


24/07

Nacional de Atención Integral Plan Nacional de Acción


al Niño y el Adolescente. por la Infancia (1996-2000)

1996
30/04

Ley Nº 26788: Modificatoria a Art.


D.L. 866: Creación del Ministerio de
29/10

121-A y 122-A del Código penal.


Promoción de la Mujer y del
Desarrollo Humano - PROMUDEH
25/06

Ley Nº 26763: Modificatorias 1997


a Ley Nº 26260
Ley Nº 26918: Ley de Creación
09/01

para el Sistema Nacional para la


población en Riesgo SPR.
08/03

Creación del Primer Centro 1998


de Emergencia Mujer
26/05

D.L.899: Ley contra el


Pandillaje permicioso.
Año de la lucha contra 1999
la violencia familiar

Ley Nº 26981: Ley de Procedimiento


28/09

administrativo de adopción de menores


21/07

Ley Nº 27337: Nuevo Código de edad declarados judicialmente en


2000
del niño y del Adolescente. abandono.

26
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

D.S. Nº 008-2001-PROMUDEH: Plan Nacional contra la violencia


2001

24/04
Creación de Programa Nacional hacia la mujer (2002-2007).
Contra la Violencia Familiar y
Sexual en el PROMUDEH.
D.S Nº 003-2002-PROMUDEH:

07/06
Plan Nacional de Acción por la

26/02
Ley Nº 27942: Ley de Prevención y Infancia (2002-2010).
Sanción del Hostigamiento Sexual. 2002
Ley Orgánica Nº 27779: Creación del

10/07
Plan Nacional de Apoyo a la Familia
09/09 Ministerio de la Mujer y Desarrollo
PNAF (2004-2011). Social - MIMDES.

2003 Ley Nº 27911: Ley que regula medidas


17/03

Ley Nº 28487: Eleva el PNAIA 2002 - administrativas extraordinarias para el

12/12
2010 a rango de Ley. personal docente o administrativo
implicado en delitos de violación de
la Libertad Sexual.
30/09

Plan Nacional de Prevención y


Erradicación del Trabajo Infantil
2004 Ley Nº 28190: Ley que protege a

26/02
niñas, niños y adolescentes de la
D.S. Nº 014-2006-MIMDES: Eleva a mendicidad.
Rango D.M. la R.M. Nº 624-2005
28/11

- MIMDES que aprueba lineamientos


para la intervención de Focos de Ley Nº 28251: Modificación al Código
17/05

Explotación Sexual Comercial de NNA Penal en relación a violencia sexual


2005 contra NNA.

Ley Nº 28914: Creación de comisión


01/12

especial revisora del Código de los R.M. 771-2004-MINSA:


Institucionalización de Estrategias
27/07

niños y adolescentes.
Sanitarias Nacionales, incluyendo
Salud Mental y Cultura de Paz, y
2006 Salud Sexual y Reproductiva.
26/03

Plan Nacional contra la violencia


hacia la mujer (2009-2015).
Ley Nº 28950: Ley específica contra
16/01

la Trata de Personas y el Tráfico Ilícito


D.S. Nº 003-2010-MIMDES: de Migrantes.
Relación de trabajos peligrosos y
19/04

Actividades peligrosas o nocivas para 2007


la salud integral y la Moral de las y D.S. Nº 009-2007-TR: Aprobación del
01/05

los adolescentes. Plan Nacional para la Lucha contra el


Trabajo Forzoso.
14/10

Ley Nº 29600: Ley que fomenta la


01/07

reinserción escolar por embarazo. 2008 D.S. 055-2007-PCM: Aprobación


Estrategia CRECER.

R.M. Nº 590-2010-MIMDES: Aprueba


Manual de Acreditación y Supervisión D.I. 990: Modifica Código de los Niños
21/07
28/11

para Centros de Atención Residencial y Adolescentes referente al pandillaje


de Niñas, Niños y Adolescentes sin pernicioso.
cuidados parentales. 2009

Ley Nº 29174: Ley general de Centros


21/12

D.L. 1098: Aprueba Ley de de atención residencial de niñas,


niños y adolescentes.
20/01

Organización y Funciones del


Ministerio de la Mujer y Poblaciones
Vulnerables.
04/06

2010 Ley Nº 29699: Modificación de


artículos 121-a y 122-a del código penal
23/03

D.S. Nº 003-2012-MIDIS: Creación del


Programa Cuna Más. Ley Nº 29719: Ley que promueve la
23/06

convivencia sin violencia en


instituciones educativas.
14/04

Plan Nacional de 2011


Acción por la Infancia (2012-2021).
18/10

Plan Nacional de Acción contra la


trata de personas (2011-2016).
D.S. Nº 015-2012 TR: Aprobación de
04/11

la Estrategia Nacional para la


20/10

prevención y erradicación del trabajo Ley Nº 29792: Creación del Ministerio


2012
infantil (2012-2021). de Desarrollo e inclusión social.

27
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

6. LUGARES DONDE OCURRE LA VIOLENCIA


a. En el hogar
En el Perú, el hogar es el escenario más frecuente donde ocurre la violencia tanto contra los niños
y niñas como que les afecta. Las investigaciones reflejan ambas instancias: instancias donde los
menores de edad son víctimas directas de la violencia e instancias donde son testigos de la violencia
y se ven afectados, en la medida en que la violencia experimentada y manifestada por miembros
del hogar o visitantes cambia las relaciones y el clima en el hogar. La información de ENARES (2013),
basada en un muestreo nacional de 3,076 encuestados (niños y niñas de 9 a 11 años y adolescentes
de 12 a 17 años de edad), registra la prevalencia generalizada de la violencia en los hogares donde los
menores de edad están creciendo así como algunos de sus patrones básicos: la particular exposición
de las niñas, la disminución de la violencia física en el período entre la niñez y la adolescencia y la
mayor prevalencia reportada de la violencia psicológica por sobre la violencia física.

Ha experimentado alguna vez Experimentó violencia en el hogar


Grupo de edad* violencia en el hogar en los últimos 12 meses
Física Psicológica Física Psicológica

Niñas 60.0% 71.6% 32.6% 40.0%

Niños 66.6% 73.5% 34.2% 37.7%

Adolescentes, niñas 73.5% 80.1% 28.1% 45.1%

Adolescentes, niños 71.2% 74.4% 20.3% 34.0%

Fuente: ENARES 2013


*Los entrevistados fueron 1,587 niños y niñas de 9 a 11 años de edad y 1,489 adolescentes de ambos sexos de entre 12 y 17 años de edad.
Del total, 1,508 fueron niñas y mujeres y 1,568, niños y hombres. Todos fueron entrevistados en la escuela.

¿Cuán severa es la violencia reportada por los encuestados que respondieron a la ENARES? Una
de las medidas utilizadas es la constancia de la violencia y otra son las marcas que esta deja. Una
cantidad muy pequeña de los niños y niñas (195 de la muestra total de 3,076) escogió las categorías
de “siempre” o “casi siempre” para describir la frecuencia con la cual eran castigados o maltratados en
su hogar; no obstante, el 64.3% de los que afirmaron esto eran mujeres. La cuarta parte del total de
la muestra dijo haber sufrido moretones o hinchazón como consecuencia de la violencia en el hogar,
y el 15.6% recibió heridas o tenía cicatrices en alguna parte de su cuerpo.

La composición del hogar, el número de miembros de la familia y algunos factores demográficos


adicionales brindan algún tipo de explicación para los niveles de violencia en los hogares. La presencia
de un número grande de niños y niñas bajo un mismo techo, y bajo el cuidado de un mismo cuidador
o cuidadores, se asocia con el incremento de la probabilidad de violencia dirigida contra los menores
de edad (ENARES 2013; Benavides y León 2013), así como con la violencia doméstica de la cual son
testigos. Los niveles de hacinamiento en el hogar, el que los niños y niñas tengan sus propios cuartos
y sus propias camas y el acceso a servicios y ciertas comodidades, no son predictores fuertes de la
ocurrencia o ausencia de violencia en los datos de la ENARES. Ames (2013), sin embargo, sugiere que
las mejoras a los servicios y a la organización del hogar pueden reducir la probabilidad de violencia,

28
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

aparentemente al aliviar el estrés y proveer apoyo a las madres. Ames ha explorado este factor en
comunidades rurales de Ayacucho (2013) y Huancavelica (Ames y Crisóstomo 2015), en contextos que
parten de un nivel extremadamente básico de comodidades domésticas. Basándose en información
de las encuestas ENDES, Benavides y León (2013) encuentran que la incidencia de la violencia en el
hogar contra los niños y niñas disminuyó de 53% a 47% entre el 2000 y el 2010. Este hecho puede
ser un reflejo de la reducción del tamaño de las familias, el incremento de las facilidades que alivian
el peso de la administración doméstica u otras tendencias a largo plazo. La pobreza en el hogar es
citada con frecuencia como un factor de riesgo, aunque Nóblega (2012) cuestiona la evidencia que
sustenta dicha conexión en el contexto peruano. Estos estudios colocan a la vista una mezcolanza de
variables que necesitan separarse y refinarse: el estrés que experimentan los cuidadores principales,
la competencia en torno al espacio vital, la necesidad de contar con la ayuda de los niños y niñas
como asistentes para las tareas domésticas y de cuidado, así como la simple incomodidad de la vida
cotidiana bajo condiciones de escasez.

La violencia conyugal, en la cual la madre suele ser la víctima, establece el escenario en el que se pueden
producir actos de violencia desde los padres hacia los menores de edad (Bardales y Huallpa 2005).
En un estudio de caso de 38 mujeres acogidas en refugios para víctimas de la violencia doméstica,
Alcalde (2014) halló que el hecho de observar el maltrato de sus madres de manos de sus padres
genera en los niños y niñas resentimiento, miedo y el deseo de defender a sus madres y vengarse
de sus padres (y frecuentemente de sus padrastros), además de sentimientos de culpabilidad por
no poder hacerlo. Habría que problematizar de forma particular las situaciones que los matrimonios
atraviesan cuando se lleva a cabo un proceso de separación o divorcio o cuando se trata de familias
compuestas, con hijos de uniones anteriores de uno u otro miembro de la pareja. Por lo pronto,
la literatura no permite indagar sistemáticamente sobre las consecuencias de estos procesos, que
muchas veces se manifiestan en violencia contra los niños, niñas y adolescentes.

Tanto en el Perú como en la bibliografía especializada internacional, una hipótesis predominante


sostiene que la transmisión de la violencia intergeneracional en el entorno doméstico es uno de los
principales factores conductores de la violencia infantil. Las madres y padres violentos fueron física
y psicológicamente abusados durante su niñez y repiten esos comportamientos frente a sus propios
hijos e hijas. La violencia de los padres y madres representa para los menores de edad un modelo
a seguir para la resolución de los conflictos. Numerosos estudios en el Perú apoyan la existencia de
este ciclo con algunas reservas (Gage y Silvestre 2010; Mora 2013). De acuerdo con Benavides y León
(2013), existen tres condiciones que incrementan la probabilidad que las madres utilicen la violencia
física para disciplinar y castigar a sus hijos: que las madres sean víctimas de violencia por parte de
su pareja, que hayan sido castigadas físicamente por sus propios padres y que tengan actitudes
positivas con respecto al uso del castigo físico como una herramienta pedagógica. En hogares con
altos niveles de violencia entre los géneros y las generaciones, la violencia en las relaciones de padres
a hijos se normaliza (La Restinga 2013; Gutiérrez 2012; Codenzo 2011; Esquivel 2011; Espinoza et al.
2008; Inga y Souza 2008; Rodríguez 2006; Huamán 2004; De la Quintana 2001). La violencia contra
los niños y niñas se convierte en una manera aceptada de influir en el comportamiento de los hijos,
algo de lo que estos son testigos frecuentemente y constituye, para los que son víctimas de maltrato,
una experiencia con la cual se familiarizan, corporal y emocionalmente.

Este tema hegemónico en la literatura necesita ser matizado en el caso del Perú. En un mismo hogar,
algunos miembros son los que maltratan, mientras que otros suelen ser los defensores de las niñas
y niños. Es común que la violencia y el trato rudo estén intercalados con momentos de indulgencia,

29
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

expresiones de afecto de parte de los cuidadores, consultas a los niños y niñas sobre sus opiniones y
consideración de sus gustos y preferencias. De acuerdo con la información de ENARES (2013), 2,509
de 3,067 encuestados (81.8%) sentían que sus opiniones eran tomadas en cuenta en el hogar. Lo que
manifiestan no elimina la violencia de la relación entre los menores de edad y sus cuidadores, mas sí la
reduce: 84.2% de aquellos que sentían que sus opiniones eran valoradas reportaron haber sido víctimas
de violencia (43.2% la experimentaron en los últimos 12 meses), comparado con el 92.3% de aquellos
que no sentían que eran escuchados en las discusiones familiares (el 62.9% de estos fueron víctimas
de violencia en los últimos 12 meses). Las diferencias de género en esta dimensión son insignificantes,
con excepción de los hombres adolescentes, entre los cuales la sensación de no ser escuchados y
considerados en el hogar está ligada a niveles bastante altos de violencia (ENARES 2013).

La hipótesis de la reproducción intergeneracional de la violencia tiende a ser aplicada con particular


fuerza en el caso de las familias de las comunidades rurales andinas, en ciudades andinas como el
Cusco y entre los descendientes de los migrantes andinos que actualmente residen en los barrios
populares urbanos de la costa. En numerosos estudios que comparan los patrones de violencia en las
tres principales regiones del Perú – costa, sierra y selva – la región andina típicamente sobrepasa a las
otras (por ejemplo, Bardales y Huallpa 2004 y 2005; Güezmes, Palomino y Ramos 2002)7. Un factor que
complica este tema son las representaciones sociales prevalentes, que presentan a la cultura andina
como inexplicablemente violenta, especialmente a partir de la insurgencia de Sendero Luminoso.

Una imagen distinta emerge de la bibliografía etnográfica y cualitativa de las familias y comunidades
rurales andinas (Ames 2013; Del Pino et al. 2012; Leinaweaver 2009; Bolin 2006; Anderson 2006;
Molinero 2003; Anderson et al. 2001) y de los distritos urbanos habitados por migrantes andinos
(Cavagnoud 2011; Olthoff 2006). Si bien el castigo físico es aplicado y aprobado, suele ocurrir en
situaciones limitadas, principalmente cuando se considera que los niños y niñas no han cumplido
con las tareas asignadas para contribuir a la economía del hogar. La principal razón que citan los
miembros adultos de la familia para explicar el castigo de los niños y niñas es que “no obedecieron”
(Villa Riveros 2002). Elogiar a los hijos e hijas y conversar con ellos forma parte de un conjunto de
prácticas lingüísticas que entran en conflicto con el ethos andino de modestia, humildad y economía
de las palabras. Adicionalmente, los estudios de las comunidades sugieren que la violencia está
desigualmente distribuida y se concentra en unas pocas familias, que suelen ser percibidas como
marginales y problemáticas, tanto por sus vecinos como por las autoridades locales (Ames 2013).

Las comunidades indígenas de la cuenca amazónica han estado muy poco representadas en
las más recientes etnografías orientadas a estudiar la comunidad y la familia; pero la bibliografía
existente sugiere que la violencia contra las niñas y niños es poco frecuente y que estos suelen ser
consentidos hasta el momento de, y en circunstancias determinadas por, los ritos tradicionales de
pasaje (Belaúnde 2001).

Los hogares asignan recursos a sus miembros de acuerdo con ciertos principios y tienen, además,
un proyecto compartido. Muchos de los hogares peruanos se encuentran divididos entre las altas
aspiraciones que tienen para el futuro de sus hijos e hijas y la carencia de recursos adecuados para
conseguir dichas aspiraciones. Los padres y madres plantean exigencias cuyas implicancias no
alcanzan a comprender a cabalidad, y luego esos mismos padres y madres ponen obstáculos en
el camino de los hijos e hijas que están tratan de conseguir los objetivos trazados (Olthoff 2006).

7 Esto ocurre con la violencia física y psicológica y con algunas formas de negligencia. La región amazónica típicamente registra los más altos niveles de violencia sexual.

30
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Muchos de estos dobles vínculos están relacionados con la capacidad de los niños y niñas para
explorar su entorno y las posibilidades que ofrece, así como con los temores que los padres tienen
de los compromisos que esta exploración pudiera generar. El permiso para jugar fuera de casa es
otorgado raras veces a muchas niñas y niños pequeños de las ciudades, y la regla se hace cumplir
con violencia. Las hijas, especialmente en la adolescencia, tienen restricciones para salir del hogar, a
la vez que se les alienta a trabajar y estudiar. De los hijos varones se espera que contribuyan con el
ingreso familiar, a pesar de que las familias pueden no tener ni las redes ni el capital social necesario
para asegurar contactos con trabajos que ofrezcan condiciones laborales seguras (Cavagnoud 2011).

Una función crucial del hogar es la adquisición, preparación, distribución y administración de los
alimentos. El Perú tiene un problema de desnutrición infantil grave y persistente (Del Pino et al. 2012).
Aunque dicho problema no haya sido asociado con prácticas de violencia deliberada, tal y como la
privación sistemática de comida como castigo para los menores de edad que se portan mal, esta idea
suele aparecer en el discurso de algunos profesionales médicos como una falla de las familias y, más
específicamente, de las madres (Gil et al. 2014). Las representaciones sociales de las madres pobres,
especialmente de las madres andinas, asocian la desnutrición con la negligencia materna (Del Pino
et al. 2013:12-13). Mientras que la investigación de la niñez se enfoca en factores que pertenecen a
los niveles micro y meso, la mayoría de especialistas en seguridad alimentaria apelan a explicaciones
bastante alejadas de los riesgos de negligencia de los cuidadores. La evidencia apunta a problemas
generalizados en el acceso a los alimentos, en particular alimentos de calidad y alimentos de destete,
bajo condiciones de presión económica, degradación ecológica y cambio cultural (Rubin de Celis et
al. 2003; Gil et al. 2014; Ruiz-Grosso, de Mola y Miranda 2014; Velásquez Hurtado et al. 2014).

La mayor parte de la violencia contra los niños y niñas en los hogares no parece traer como
consecuencia rupturas en la relación de estos con sus cuidadores y mentores. La bibliografía pocas
veces menciona las secuelas que siguen a la violencia, la manera en la cual las niñas y niños la procesan
ni el impacto que tiene en sus relaciones primarias. De acuerdo con la encuesta ENARES (2013), el
44% de los niños, niñas y adolescentes (47% de los hombres, 40% de las mujeres) considera que sus
padres tienen el derecho de castigar a sus hijos e hijas físicamente si se portan mal. Pero también
defienden el derecho de los niños y niñas a reportar a las personas que les hacen daño, los golpean o
abusan de ellos, y esta actitud incrementa con la edad (88% de los niños y niñas, comparado con 97%
de los adolescentes). No obstante, defender el derecho de los niños y niñas a denunciar a los que
abusan de ellos, incluso si son miembros de su familia, es muy distinto a ponerlo en práctica. En el
barrio porteño ribereño de Belén, en Iquitos, casi todos los niños dijeron que reaccionaban frente a la
violencia en el hogar distrayéndose, ya sea dibujando, jugando o enfrascándose en otras actividades
(La Restinga 2013: 23-25). De los 75 niños y niñas de 5 a 7 años de edad que fueron entrevistados con
relación a su respuesta, el 29% estaba dispuesto a contar a los miembros de su familia acerca de los
incidentes de violencia, mientras que el 5% tenía una idea sobre las instituciones a las cuales podían
recurrir, y el resto lo mantenía en reserva, sin contarle a nadie (La Restinga 2013: 23-25).

En una zona populosa de Lima se encontró que los hijos internalizaban las habilidades sociales
menoscabadas de sus madres maltratadas (Kohrt, Barrueco y Pérez 2015). Los niños y niñas mayores
y los adolescentes pueden reaccionar mintiendo y rebelándose (Cavagnoud 2011). Salazar et al.
(2005), en la ciudad norteña de Chiclayo, encontró que, cuando los padres aplicaban controles
estrictos sobre el movimiento de sus hijas adolescentes, se incrementaba la posibilidad de que
estas reaccionaran escapándose del hogar o mudándose a vivir con sus enamorados. Su búsqueda
de libertad generalmente terminaba en frustración, cuando las parejas resultaban no poder

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

generar suficientes ingresos para mantenerse y eran, con frecuencia, abusivas. Finalmente, usando
información del estudio longitudinal Niños del Milenio (un cuestionario respondido voluntariamente
por 714 varones y mujeres de 15 años en la tercera ronda del estudio) y DEVIDA (una encuesta a
casi 57,850 estudiantes de secundaria de colegios públicos y privados en áreas urbanas), Seinfeld y
Galarza (2014) documentaron un incremento acelerado del consumo de alcohol en los adolescentes
varones expuestos a la violencia en sus hogares durante el último mes. La probabilidad de reportar
uno o más episodios de consumo de alcohol casi se duplicaba entre los encuestados que habían
sufrido algún maltrato reciente.8

Las reacciones de los niños, niñas y adolescentes frente a la violencia en sus hogares y familias
muestran algunas coincidencias con las teorías acerca de la violencia prevalentes en la sociedad
peruana, incluyendo la percepción de que esta sería casi inevitable. Entre psicólogos, los modelos
causales dominantes que buscan generalizar a través de diversas situaciones de violencia familiar
que involucra a niños y niñas, que procuran interpretar tales situaciones y elaborar teorías a partir
de ellas, apelan a unos cuantos argumentos: (1) el castigo físico es considerado una herramienta
efectiva de enseñanza y para corregir el comportamiento de los niños y niñas, (2) los menores de
edad son considerados propiedad – o, al menos, responsabilidad exclusiva – de sus padres, y los
demás tienen derechos muy limitados para interferir, (3) el abuso infantil es trasferido a través de las
generaciones, de tal manera que los padres tratan a sus hijos e hijas como sus padres los trataron a
ellos, con violencia, y (4) grandes cantidades de peruanos adultos tienen una capacidad muy baja
para manejar sus frustraciones y su agresividad (Thorne, Corveleyn, Pezo del Pino, Velázquez y Valdez
2011:xiv).9 El saber popular, el saber infantil y el saber científico se hilvanan en una entelequia de
teoría de la violencia difícil de desterrar, por más que innumerables estudios revisados para este
informe pongan en cuestión uno u otro de sus elementos constitutivos.

b. En las escuelas
La encuesta de ENARES (2013) de niños, niñas y adolescentes encontró que el 82.9% de las mujeres
y los hombres había experimentado en algún momento violencia física o psicológica en el colegio.
La violencia psicológica es más común que la violencia física por un margen mayor al que existe en
los hogares. Entre las mujeres, el 80.6% había experimentado violencia psicológica en la escuela, y el
44.8% había experimentado violencia física. Entre los varones, el 79.0% había experimentado violencia
psicológica en el colegio, y el 53.2% había experimentado violencia física. A diferencia de los castigos
que recibían de sus familiares en el hogar, los encuestados consideraban que la violencia de parte de
los profesores carecía de legitimidad: solo el 13% de los niños y niñas y el 6% de los adolescentes la
defendían al considerarla un derecho de los profesores (ENARES 2013).

La cultura escolar tiende a ser autoritaria y rígida, empezando por el nivel preescolar y los primeros
grados de primaria (Moromizato 2011; Lip 2011). En un centro preescolar de Trujillo, Esquivel (2011)
encontró alumnos de 3 a 5 años que gritaban, insultaban, humillaban y peleaban físicamente. Las
profesoras utilizaban castigos físicos para controlarlos. Lip (2011) describió un centro preescolar
cuyo personal, pobremente capacitado, usaba técnicas tales como atar a los niños y niñas a sus sillas
para mantener el orden.

8 También es posible, por supuesto, que primero estuvieran tomando alcohol y que esa sea la razón aparente por la cual los adolescentes fueron castigados.
9 Las fuentes bibliográficas que citan los autores de este prólogo sugieren que la referencia al manejo de las frustraciones y la agresividad responde a una deducción a partir de
la teoría psicológica, antes que a estudios empíricos diseñados específicamente para poblaciones peruanas y llevados a cabo en el Perú.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Silva (1999a) utilizó una metodología de observación selectiva de niñas y niños de centros preescolares
informales (pertenecientes ael Programa No Escolarizado de Educación Inicial, PRONOEI, del Minedu)
ubicados en áreas urbanas y rurales de Ayacucho y Huancavelica, ambas en la región andina y focos del
reciente conflicto interno del Perú, así como en una zona periférica de Lima. Estableció varias categorías
para clasificar las causas del comportamiento agresivo en los niños y niñas de 3 a 5 años. La causa más
frecuente era “defensiva” (43% de los comportamientos agresivos observados), seguida por “arbitraria”
(26%), “competitiva” (18%), “juego” (7%), “frustración” (5%) y otras de menor importancia en el registro.
La gran mayoría de las agresiones eran físicas e implicaban golpes, empujones, jalones, pellizcos y
quitar los juguetes y otros objetos. Silva también registró acciones prosociales, las mismas que ocurrían
con mayor frecuencia entre las niñas que entre los niños (mientras que las agresiones eran dos veces
más frecuentes entre los niños que entre las niñas). Ni las animadoras paraprofesionales que estaban
a cargo de los centros ni los padres poseían modos exitosos de responder a las agresiones y promover
comportamientos prosociales, y casi todos habían sido castigados físicamente en la niñez. La autora
apunta a la ausencia de una “filosofía de la convivencia” y a la necesidad de priorizar las estrategias de
negociación y las habilidades de comunicación, en vez de enfatizar la obediencia (Silva 1999:71).

Loza y Frisancho (2010) presentan un estudio que pone en duda la capacidad de las docentes de
educación inicial, con formación profesional y larga experiencia, para desenvolverse frente a
situaciones similares en el aula. Las autoras indagaron acerca de las creencias que las docentes de
educación inicial detentan sobre las causas de la agresión en niños pequeños a fin de saber de qué
modo estas explicaciones influyen en sus prácticas en al aula. Encontraron una tendencia fuerte a
atribuir la agresividad infantil a las vivencias de las niñas y niños en sus hogares, cuando no a factores
biológicos y genéticos. De esa manera, soslayan la influencia de factores como la organización
del aula, las actividades pedagógicas que ellas mismas proponen a sus estudiantes y sus propias
respuestas frente a las conductas agresivas de sus alumnos. De hecho, los conceptos de agresividad y
violencia se confunden en sus reflexiones, y suelen identificar cualquiera de las dos solamente a través
de actos bastante notorios que podían incluso dejar marcas visibles como moretones o mordeduras
en otro niño o materiales y muebles dañados. Las autoras especulan que las docentes de educación
inicial están desensibilizadas: tienen un alto umbral de tolerancia frente a las agresiones, no perciben
agresiones indirectas y sutiles, difícilmente vinculan estas conductas en sus alumnos a sus propias
acciones y poseen, por lo tanto, pocas herramientas para intervenir positivamente.

Los castigos son un aspecto esperado, y en general un componente aceptado de la vida escolar, y
sin embargo, los niños y niñas describen la escuela como un lugar acogedor, placentero, que ofrece
conocimientos y prepara para la vida, y que les permite libertades que no experimentan en otros
contextos (ENARES 2013; Ames y Rojas 2012; Rojas 2011). La violencia en las escuelas se manifiesta
de varias formas y está asociada a las transiciones que atraviesan los alumnos entre grados, niveles,
escuelas, compañeros de clase y programas (Ames y Rojas 2011). Una manifestación de ello es el
aprendizaje forzoso del español por parte de los niños y niñas cuya lengua materna es otra, tal y como
lo demuestra Belmont (2011) en un pueblo quechuahablante de la provincia de Quispicanchis, Cusco.
Golpear las manos de los alumnos con reglas y pegarles en las piernas con palos y ramas de árboles,
son maneras tradicionales de desalentar el uso de las lenguas nativas en muchas escuelas rurales;
pero el ridículo, especialmente de parte de sus compañeros de aula, probablemente sea la práctica
más común hoy. Aun así, muchos adultos recuerdan con una cierta nostalgia dolorosa la experiencia
de haber aprendido el español como uno de los beneficios de ir a la escuela.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Los perpetradores de tal violencia en la escuela son diversos, aludiendo a diversos motivos, lugares
y circunstancias que se asocian a ella. Los profesores y pares predominan en el uso de la violencia en
ese contexto (De la Quintana 2001, Esquivel 2011, Ortecho 2010), aunque Martínez y Mendoza (2011)
registran actos de violencia en Iquitos incluso por parte de los trabajadores de servicio de las escuelas.
En los grandes colegios secundarios ubicados en los distritos pobres de Lima, Munar, Verhoeven y
Bernales (2004) encontraron que la población estudiantil se dividía en dos grandes grupos: los “chicos
chamba” (trabajadores, serios, aplicados, que generalmente se portan bien) y los “chicos pandilla”
(que causan líos, son miembros de pandillas, etc.). La mayoría de las peleas y comportamientos como
desafiar a los profesores y dañar o robar propiedad, se observaron en varones que pertenecían al
segundo grupo. Estos empezaban peleas para evaluar qué tan rudo era un compañero o para
establecer su “reputación callejera”, a pesar de que muchos insistieron a los investigadores que
peleaban porque estaban aburridos o simplemente porque les gustaba el pico emocional que les
causaba (Munar, Verhoeven y Bernales 2004:161).

El uso del castigo físico por parte de los profesores parece haber disminuido en años recientes pero
no ha sido erradicado, tal y como lo establece la política oficial al respecto (Ames 2013; Ames y Rojas
2012). Los docentes racionalizan sus acciones culpando a los padres y al ambiente familiar (Loza de
los Santos 2010). Antes que de los castigos, las niñas y niños hablan con mayor facilidad acerca de
cuáles son los maestros y maestras que prefieren y cuáles son las maneras en que desearían que
se relacionaran con los estudiantes: con paciencia y comprensión, siendo justos y controlando su
temperamento, dando buenos consejos. La escuela es percibida como un área de aprendizaje moral
y crecimiento: les permite volverse más responsables y ordenados y aprender sobre los valores de
solidaridad y respeto, así como sobre formas de relacionarse positivamente entre pares (Ames y
Rojas 2012). Las decisiones arbitrarias, las humillaciones y los actos de corrupción por parte de los
profesores y autoridades de los colegios (venta de notas, trato especial para estudiantes de mayor
nivel socioeconómico) contradicen las grandes expectativas que los niños, niñas y adolescentes traen
consigo al colegio (Vergara Figueroa 2008).

Tener amigos en la escuela es altamente valorado por los niños, niñas y adolescentes, pero no
necesariamente reduce la probabilidad de ser objeto de violencia por parte de otros estudiantes
(ENARES 2013). Las víctimas de violencia cometida por sus pares en las escuelas tienden a ser niñas y
niños que sobresalen al ser percibidos como distintos: aquellos que son especialmente inteligentes
o especialmente lentos, o que tienen ciertas marcas étnicas o raciales notorias (ENARES 2013).
La violencia como performance se manifiesta a través de comportamientos tales como el uso de
apodos, los insultos, los intentos de humillar y el acoso verbal, mediante los cuales se expresan las
identidades de grupo y se margina a otros. La formación de los grupos de pares en la escuela se basa
en diversos criterios de inclusión y exclusión, y tiene consecuencias fuera de los salones de clases
en la medida en que las escuelas se vuelven centros de organización de las pandillas barriales de
jóvenes (Strocka 2008; Munar, Verhoeven y Bernales 2004). Los reportajes periodísticos acerca de las
pandillas resaltan las rivalidades entre escuelas de vecindarios adyacentes. Estas dan pie a batallas
que se llevan a cabo cuando los estudiantes salen del colegio y pueden retomarse al amparo de la
noche; en el primer caso, lanzando piedras e insultos; en el segundo, utilizando cuchillos y botellas
rotas (Vergara Figueroa 2008).

Para algunos, la violencia entre pares o ejercida por los profesores y autoridades brinda un respiro al
tedio de la escuela y sus rutinas diarias. Esto pone de relieve el valor performativo que tienen los actos
de violencia y sus usos para desempeñarse en un ambiente de jerarquías inestables. En un estudio del

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

alumnado de una escuela secundaria masiva (3,500 estudiantes; 50 por aula) en una ciudad del sur
andino, Rojas (2011) utilizó entrevistas con estudiantes, profesores y autoridades escolares, además
de prolongadas sesiones de observación en las aulas y otras áreas de la escuela, que se extendieron
a los hogares y otras zonas fuera del colegio para el caso de un subgrupo de la muestra constituido
por participantes del estudio Niños del Milenio. Al igual que en muchos colegios secundarios del
Perú, el ambiente estaba militarizado, los días eran marcados por ejercicios de marchar, períodos
de estar parados en la posición de atención en formación en el patio, profesores que gritaban las
órdenes, roles disciplinarios asignados a algunos estudiantes predilectos, el uniforme obligatorio y la
glorificación de la masculinidad y la fuerza. Las mujeres y los hombres eran puestos en aulas separadas,
las primeras consideradas más manejables. Para los varones, cualquier aproximación a la feminidad –
no devolver un golpe, correr de las peleas, mostrar dolor mientras un profesor u autoridad te castiga
– era vehementemente rechazada. La violencia era notable en la experiencia diaria de los estudiantes
pero, al contraponerse a las normas escolares y las leyes peruanas, estaba cubierta por un velo de
hipocresía, negación y silencio. Sobre todo, era asimilada y normalizada por los y las participantes
(Rojas 2011:25-28).

Las experiencias de violencia en la escuela están asociadas a un rendimiento académico inferior, por
ejemplo, repetir de grado o desaprobar materias (ENARES 2013)10. Al parecer, el acoso escolar y otras
agresiones de parte de los compañeros de clase producen sus efectos en la autoestima de las víctimas,
según señalan varias tesis realizadas en Huánuco e Iquitos (Cabanillas, Moya y Tucto 2013; Cabudivo,
Souza y Sabayo 2008). Según el IV estudio nacional denominado Prevención y consumo de drogas en
estudiantes de secundaria (DEVIDA 2012), las víctimas de bullying en la escuela muestran un consumo
elevado de drogas legales e ilegales. Los escolares que registran un nivel de victimización medio y
alto tienen niveles de consumo que se ubican por encima del promedio nacional en la mayoría de
sustancias (alcohol incluido). En cambio, los que registran un nivel bajo de victimización tienen un
nivel de consumo por debajo del promedio. Las diferencias son estadísticamente significativas.

A la vez, la violencia en el hogar parece tener impactos que se trasladan a la escuela, espacio donde
afectan el desempeño académico negativamente. Bedoya y Espinoza (2015), analizando la muestra
de niños y niñas menores de edad del estudio longitudinal Niños del Milenio, encontraron que el
desempeño escolar de dichos menores se vio comprometido como consecuencia de la violencia de
la cual eran testigos en el hogar. Mientras tanto, Guerrero y Rojas (2015), basándose en información
cualitativa de un subgrupo de la misma muestra de niños y niñas menores de edad, encontraron
brechas en la capacidad de los hijos para confiar en sus padres, profesores y autoridades escolares,
así como en su propia capacidad para detener la violencia de la que eran testigos o víctimas. Es difícil
separar los efectos de la violencia en la escuela de los de la violencia en el hogar, ya que un gran número
de niñas y niños son víctimas en ambos escenarios. Esto crea círculos viciosos: el pobre rendimiento
escolar lleva a que sean castigados en el hogar, lo cual afecta aún más su desempeño escolar. Mucha
de la violencia de los profesores y los compañeros de clase en la escuela no es reportada y permanece
sin resolver porque los niños y niñas han perdido la fe en que puedan ser defendidos o en que los
miembros de su familia salgan en su defensa, dado que estos también son personas violentas.

La literatura acerca de la situación de los alumnos con identidades sexuales diversas en las escuelas
y colegios peruanos es escasa, más allá de sendas listas de los términos de insulto que pueden

10 El hecho de que algunos estudiantes estén involucrados con la violencia, ya sea como perpetradores o como víctimas, puede influir en la estimación que hacen sus profesores
acerca de su viabilidad académica, creando un sesgo en su contra. Esta es una posibilidad que no se explora en la literatura, donde no se cuestiona el sistema de evaluación de
los estudiantes.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

ser aplicados a quienes son sospechosos de divergencias de la norma por sus pares, e incluso por
docentes y administradores. El estudio coordinado por Cáceres y Salazar (2013), que incorpora en el
título la frase terrorífica de una de las víctimas (“Era como ir todos los días al matadero…”), analiza el
acoso homofóbico que experimentan los estudiantes en Chile, Guatemala y Perú. En una muestra de
900 varones (18 a 24 años de edad) residentes en Lima, se constató la violencia psicológica y física
queexperimentaron los hombres homosexuales en sus años escolares (67.7%), en comparación
con los heterosexuales (42.9%). Para muchos ocurrió a diario y podía involucrar amenazas de daño
físico considerable (por ejemplo, la violación anal con objetos). Las agresiones a no heterosexuales
eran particularmente frecuentes durante los recreos. Los hombres no heterosexuales recordaban
sentimientos de aislamiento y depresión, e incluso el 14% pensó en quitarse la vida. El 23% de los
entrevistados de ambos grupos reportó incidentes de bullying a sus profesores y ambos coinciden en
la importancia de aprender a pelear, saber defenderse y “hacerse respetar”. En ese sentido, expresan
la hegemonía de la identidad masculina dominante y agresiva. Los docentes y autoridades, también
entrevistados para este estudio, menosprecian el bullying, tildándolo de “fastidiar”, y soslayan
unas de sus características más dañinas: el hecho de perdurar durante largo tiempo y responder a
complicidades entre grupos enteros de estudiantes. Las consecuencias para las víctimas, según los
autores, incluyen la baja en el rendimiento académico y el abandono de la escuela (Cáceres y Salazar
2013:29). Es notable que las víctimas del acoso homofóbico no necesariamente hayan adoptado una
identidad sexual diversa sino simplemente pueden estar en un proceso de cuestionamiento o mostrar
cualidades físicas (baja estatura, delgadez, por ejemplo) o de personalidad (timidez, repugnancia
frente al machismo, por ejemplo) que los compañeros identifican como “diferentes”.

A pesar de los esfuerzos realizados para implantar lecciones acerca de la igualdad de género, la
experiencia de los niños y niñas en la escuela frecuentemente refuerza los roles de género de
dominancia masculina y sumisión femenina. Es posible que las condiciones en la región amazónica
sean especialmente problemáticas en este sentido. En una investigación de una serie de estudios del
MIMDES, que comparaba la violencia en San Martín de Porras (Lima, costa urbana), Cusco (Andes)
e Iquitos (Amazonía), el ambiente escolar en Iquitos se encontraba asociado a niveles de abuso
sexual mucho más altos que las otras regiones (Bardales y Huallpa 2005:119). En el mismo estudio,
y únicamente en el caso de Iquitos, los profesores aparecen como perpetradores de abuso sexual,
aunque en menor frecuencia que los compañeros de clase y otros pares. Del Águila y Luz (2005),
también en Iquitos, encontraron que el 28% de una muestra de estudiantes femeninas reportaba
haber sido víctimas de acoso sexual por parte de compañeros de escuela y profesores, siendo el acoso
sexual la forma más común de violencia.

La conexión entre la escuela y la violencia sexual tiene varias aristas. En un estudio clásico de
estudiantes de secundaria de Lima, Quintana y Vásquez del Águila (1999) mostraron que los colegios
se habían vuelto el punto focal de la organización de fiestas entre pares, las mismas que involucraban
la ingesta de bebidas alcohólicas, bailes, juegos sexuales y relaciones sexuales en que las adolescentes
se sentían forzadas a aceptar por la presión de sus pares. Mentir y decir que estaban en la escuela se
convertía así en un pretexto utilizado para escapar del control de los padres. En los Andes rurales, las
caminatas largas y solitarias hacia y desde la escuela suponen un peligro de abuso sexual para las
niñas y adolescentes mujeres, y el temor de exponer a sus hijas a este peligro lleva a algunos padres
a retirarlas tempranamente de la escuela (Montero et al. 2001). Para las niñas indígenas de la región
amazónica, la seducción y la explotación sexual por parte de los profesores mestizos es una amenaza
real (Paredes 2007; Paredes 2005:69-77).

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

c. En la comunidad
La bibliografía establece claramente que en el Perú existen normas contradictorias que se aplican
a varias de las condiciones que rodean, facilitan y contribuyen a la violencia en general, y a la
violencia que afecta a las niñas y niños en particular. Mientras que las formas más obvias de abuso
son condenadas, las normas sociales, y sobre todo la praxis social, son ambiguas con respecto a
varios de los aspectos de la vida familiar, las relaciones de género, las relaciones intergeneracionales
y la división de la responsabilidad entre las familias, la sociedad civil, el mercado y el Estado. En
una sociedad fragmentada por clase, región, etnicidad e historia, existe escaso consenso sobre lo
que “debería ser”. En vez de ello, los programas de televisión, incluyendo las telenovelas y los reality
shows, se vuelven un mecanismo para aprender las normas “correctas” (Anderson et al. 2001, Trinidad
2002). Las telenovelas, según las mujeres adolescentes de sectores populares de Lima, “te enseñan
qué hacer y qué está bien y qué está mal” (Olthoff 2006:124). Los programas de televisión producidos
localmente tienden a glorificar la violencia, el combate y la competencia. Un resultado de esto
parecería ser errores frecuentes en la lectura que se hace de las expectativas de otras personas y en
la interpretación que se da de las percepciones de otros acerca de las reglas que se deben aplicar
en situaciones específicas; por ejemplo, en una situación en la que extraños podrían intervenir en
medio de una disputa entre padres e hijos.

Ames (2013) discute las distintas actitudes que existen frente a los castigos físicos y los insultos
de los padres a sus hijos en las comunidades rurales de Ayacucho. Los adultos perciben que tales
prácticas han sido universales (o casi) en el pasado y que ahora son menos comunes, lo cual es algo
bueno; pero también consideran que antes los niños y niñas eran más obedientes y se portaban
mejor, lo cual no es un buen resultado. Golpear a sus hijos e hijas es parte de la labor de un padre
o una madre para educarlos. Los castigos no se imparten azarosa o arbitrariamente (“por gusto”),
sino que representan un medio para corregir los malos hábitos y los malos comportamientos. A su
vez, algunos mecanismos de control social de las comunidades rurales, especialmente los chismes
y habladurías, funcionan bastante bien. El resultado de ello es que los miembros de una comunidad
pueden identificar claramente aquellos hogares en los que el uso de la violencia es excesivo, pero se
sienten reacios a intervenir o sienten que no tienen los medios para hacerlo.

En los hogares rurales, las niñas y niños pueden ser dejados por su cuenta durante largas horas, incluso
toda la noche, mientras los padres llevan a cabo labores agrícolas y de aprovisionamiento (Ames y
Rojas 2012). Generalmente pueden contar con el apoyo de parientes y vecinos si necesitan ayuda. Los
cambios en la composición de las comunidades rurales, la migración y los desplazamientos forzados
durante los años de la violencia política, alteraron drásticamente el significado de estas prácticas. Bajo
los programas de repoblamiento, las familias se dividen: los padres regresan a reclamar su propiedad
y sus derechos en sus localidades rurales de origen, mientras que sus hijos e hijas en edad escolar
permanecen en la ciudad, donde hay más oportunidades (Yon Leau 2013; Strocka 2008). El resultado
es que hay grupos de hermanos y hermanas, primas y primos que ocupan hogares en los cuales solo
reciben visitas ocasionales de los adultos responsables de ellos. Esta situación ha sido vinculada a
la participación de adolescentes en pandillas en Ayacucho (Vergara Figueroa 2008:178). A pesar de
los peligros, en muchas áreas de los Andes y la Amazonía las familias tratan de mantener una doble
residencia – en el campo y la ciudad – y se separan periódicamente por migraciones temporales
en busca de trabajo. Las niñas y niños son forzados a enfrentar una situación de autocuidado bajo
condiciones inseguras en ciudades grandes y anónimas, sin que existan mecanismos vecinales
significativos de apoyo y sin instituciones que tengan un mandato claro para intervenir.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

El Perú tiene un alto nivel de participación de niños, niñas y adolescentes en la fuerza laboral,
especialmente si tomamos en cuenta el trabajo en el hogar y el trabajo no remunerado en las empresas
familiares (Rodríguez y Vargas 2009). Muchas de las actividades realizadas por estos trabajadores
infantiles ocurren fuera del hogar y los exponen a las actitudes de la comunidad, a interacciones
con extraños y a la posibilidad de ser víctimas de violencia de parte de los empleadores, de otros
trabajadores, de clientes y espectadores. Los adultos tienden a asumir que los niños y niñas no son
agentes libres sino que están obligados a trabajar debido a las circunstancias económicas de la familia
(Rodríguez y Vargas 2009, Sulmont et al. 2007), mas esto no necesariamente lleva a que intervengan
en su defensa. Una alta proporción de adolescentes (el 70%, de acuerdo con Rodríguez y Vargas 2009)
trabaja en ocupaciones peligrosas, y tanto niños y niñas como adolescentes son empujados hacia
actividades estigmatizadas, por ejemplo, el reciclaje de basura de la calle (Cavagnoud 2011). Los
niños y niñas que trabajan en la calle son vulnerables a los peligros que entrañan la contaminación y
los turnos nocturnos (Schilck et al. 2014). Pueden caer en la explotación sexual o verse envueltos en
labores de apoyo al tráfico de drogas (van Dun 2014, Yon Leau 2013, Strocka 2008).

Para muchos niños y niñas, la escuela está asociada a la necesidad de ganar dinero para poder
pagar sus propios gastos escolares, especialmente una vez que pasan al nivel secundario. Las
vacaciones se convierten así en una ventana de oportunidad para maximizar sus ingresos
en ocupaciones riesgosas: en algunas regiones de la sierra, participan en la cosecha de coca u
otras actividades asociadas al tráfico de drogas (Salisbury y Fagan 2013); asimismo, en muchas
comunidades rurales migran a las ciudades para trabajar como empleadas domésticas, aprendices
en talleres o vendedores ambulantes (OIT/IPEC 2007a). En algunas regiones de los Andes y en
algunos sectores urbanos, la expectativa es que los hijos e hijas, aunque continúen compartiendo
una casa con sus padres y hermanos menores, sean básicamente autosuficientes para el momento
en que lleguen a la adolescencia temprana (Vergara Figueroa 2008; Cavagnoud 2011), o al menos
que estén explorando seriamente oportunidades de trabajo y de negocio independiente (Munar,
Verhoeven y Bernales 2004). En consecuencia, muchos combinan el trabajo con la escuela y
pueden ser víctimas de la violencia en ambos escenarios. Algunos tipos de trabajo llevarán casi
inevitablemente a que las niñas y los niños terminen expulsados de la escuela: la prostitución,
el reciclaje, trabajos que implican horarios sumamente largos o turnos nocturnos (Rodríguez y
Vargas 2009, Pariguana 2011, OIT/IPEC 2007b).

Muchas comunidades del Perú han sido transformadas por el conflicto político y la violencia
instigados por Sendero Luminoso en la década de 1980, fenómenos que persistieron a lo largo de
toda la década de 1990 y hasta el nuevo siglo. Las comunidades vivieron experiencias indescriptibles:
asesinatos, masacres y desplazamiento (Villar y Manrique 2003). El efecto persistente que estos
eventos tienen en los adultos supervivientes es aún disputado, y el impacto que tienen sobre sus
hijos e hijas lo es más aún. Los pocos estudios disponibles sugieren que existen impactos negativos
en el funcionamiento psicológico, los mismos que se expresan hasta en la segunda generación
(Anderson Simons 2011). Sus manifestaciones incluyen niveles elevados de violencia doméstica y
violencia al interior de la comunidad en regiones como Huancavelica (Ames y Crisóstomo 2015), que
fueron particularmente afectadas, así como en las áreas urbanas que concentran a las poblaciones
desplazadas (Mitchell 2013). No obstante, también existe evidencia de una tendencia contraria
en una comparación estadística nacional reciente de las áreas que fueron más y menos afectadas.
Los niveles de violencia doméstica y violencia contra las niñas y niños en las áreas más afectadas
parecen haber disminuido. El mecanismo que subyace a este resultado parece ser que los refugiados
que sobrevivieron, que vieron que sus hijos e hijas fueron asesinados o secuestrados por Sendero

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Luminoso o que se vieron separados de ellos cuando tuvieron que escapar de sus comunidades, han
reevaluado su vida y su conducta. Las duras lecciones aprendidas parecen haber elevado a muchos
más niños y niñas a la categoría de “sin precio” (para usar nuevamente el concepto de Zelizer 1985)
y por lo tanto están libres de castigos corporales y más bien son objeto de protección (Morales y
Singh 2014). En el vacío que dejó el fin del conflicto, como parte de los esfuerzos de reconstrucción,
repoblamiento y reparación a las víctimas se instalaron servicios educativos, de salud y de apoyo
a las familias y comunidades que nunca hubo anteriormente. Es así que la sociedad peruana en su
conjunto afirmó una nueva valoración que debía atribuirse a los hijos e hijas de dichas comunidades.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

7. RELACIONES
a. Madres e hijos
De acuerdo con todas las fuentes, las madres son una figura clave para entender la violencia que
afecta a los niños, niñas y adolescentes en el Perú. Constituyen el núcleo del sistema de cuidado
construido alrededor de los niños y niñas y son sus principales defensoras; pero, a la vez, son sus
agresoras más frecuentes (ENARES 2013, Lazo y Pérez 2006, Espinoza Matos 2000, Villa Riveros 2002).
Ideológicamente, las madres están a cargo de mantener a la familia unida, pase lo que pase (Nóblega
2012). Su utilización de diversas estrategias educativas y técnicas disciplinarias frente a los hijos e
hijas que están bajo su responsabilidad se abre a discusión. De hecho, lo que para la madre es una
reprimenda o un empujón suave puede ser vivido por su hija como una agresión psicológica o un
castigo físico. Eso explicaría por qué, en las respuestas que dan las madres en la ENDES, frente a la
pregunta sobre su uso del castigo, se registra una frecuencia que es la mitad de lo que reportan los
niños, niñas y adolescentes en la ENARES como los castigos que reciben de sus madres en el hogar.

El uso materno del castigo físico y emocional está disminuyendo con el tiempo, de acuerdo con
la información reportada por las propias madres en la encuesta ENDES (analizada por Benavides y
León 2013). Según estas grandes encuestas nacionales, la violencia materna está asociada a niveles
educativos bajos y con ser jóvenes, tener un mayor número de hijos y cargar con responsabilidades
pesadas como parte de las labores del hogar. En consecuencia, la tendencia hacia la reducción de la
violencia estaría presuntamente relacionada con el incremento de los niveles de escolaridad de las
niñas y las mujeres jóvenes, la reducción del tamaño de las familias, el retraso de la edad en la cual se
empieza a tener hijos y el mayor acceso a servicios y comodidades en los hogares.

Al recibir poca ayuda de sus parejas y de los padres de sus hijos, las madres pueden verse abrumadas
por sus responsabilidades económicas y domésticas. Las niñas y los niños deben convertirse en una
ayuda y a la vez evitar ser un estorbo. La encuesta peruana del 2010 sobre el uso del tiempo (INEI 2011)
demostraba que tanto los hijos varones como las hijas ayudan a sus madres con las tareas del hogar
y con el cuidado de sus hermanos, los enfermos y los ancianos de la familia. A la vez, la lista de tareas
que son responsabilidad de las madres, y las fuertes demandas físicas y psicológicas que acarrean,
ayudan a explicar la frecuencia con la que las madres sufren de depresión y otros problemas de salud
(Oré 2007; Kohrt, Barrueco y Pérez 2015). La ayuda de los hijos es ya sea negociada o coercionada
(Anderson et al. 2001, Bolin 2006). Cuanto mayores sean las labores que la familia les asigna, mayor
es la probabilidad de que se use la violencia para que las cumplan (ENARES 2013).

Las investigaciones se ocupan de los estilos de maternidad, a menudo sin describir qué tipo de
componentes están siendo tomados en cuenta. La forma de educar a los hijos de las madres andinas
y migrantes andinas en las ciudades es descrita como rígida y autoritaria (Guerrero y Rojas 2015).
El que las madres recurran al castigo corporal y carezcan de un repertorio más diverso de técnicas
para disciplinar a los hijos se atribuye comúnmente a su herencia cultural andina (Jaramillo et al.
2006 Espinoza 2008). Un asunto particularmente espinoso en la comprensión de los estilos de
maternidad (y paternidad) de las familias andinas está relacionado con las prácticas lingüísticas.
Felicitar a los niños y niñas o recompensarlos (dándoles permiso para jugar, comidas o cosas que
les gustan) son prácticas poco frecuentes, mientras que los insultos, las comparaciones negativas y
las amenazas de castigo físico están bastante difundidos (Villa Riveros 2002). Ciertas reacciones de

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

agresión verbal por parte de las madres rurales son legítimas y esperables, como acompañamiento
de sus onerosas jornadas domésticas, productivas y de prestación de cuidados (Anderson 2006).
Si bien la combinación particular de prácticas lingüísticas, prácticas disciplinarias y la división del
trabajo en el hogar varía, ni las madres andinas ni las madres rurales tienen el patrimonio exclusivo
del uso extendido del castigo corporal. Las madres mestizas de la Amazonía en Iquitos consideran
que el castigo físico es una herramienta pedagógica valiosa y que es la mejor manera de hacer que
los hijos hagan lo que se supone que tienen que hacer, a pesar de que conocen otras técnicas para
disciplinarlos (La Restinga 2013).

Al lidiar con sus hijos, las madres usan con frecuencia la amenaza de la violencia, apelando a su
legitimación debido al uso extendido de la misma por los vecinos y lo que ellas perciben como su
prevalencia en el entorno. En un estudio llevado a cabo por INEI en el cual se entrevistó a 2,460
mujeres de Lima y Callao, las mujeres fueron locuaces al hablar acerca de sus vecinos y terceras
personas, así como sobre los tipos de violencia que estos ejercían contra los niños y niñas en hogares
ajenos (Espinoza Matos 2000). Tales prácticas apuntan a la existencia de una espada de doble filo: el
chisme comunitario y la reputación actúan como freno al uso de la violencia por parte de algunas
madres, pero por otro lado la normalizan.

Las madres ejercen una función crucial en el control del acceso y los movimientos de sus hijos e hijas
y en el contacto social que estos mantienen. Son las que hacen cumplir la regla de que los niños y
niñas pequeños deben jugar con otros de su mismo género (Fourment 2012). Vigilan el contacto que
tienen sus hijas adolescentes con los varones (Olhoff 2006). Invierten un gran esfuerzo en mantener
a sus hijas cerca del hogar, lejos de los espacios públicos y de la mirada de los demás, y en proteger
su reputación. En el estudio de Olthoff llevado a cabo en un barrio popular de Lima, esto incluía
enclaustrar a las hijas en la casa hasta que las madres (o sus reemplazos) llegaran a casa, así como
frecuentes llamadas por teléfono para asegurarse de que estaban en el hogar. El control de puertas
es un reto debido a las largas jornadas laborales de los padres y madres y a la distancia de los centros
laborales adonde deben acudir para conseguir el ingreso familiar. Las niñas y los niños encuentran
oportunidades para eludir la vigilancia de sus mayores, llevando a las madres a tomar medidas
cada vez más drásticas en sus intentos por controlar sus movimientos y amistades. Si ocurriera un
desastre – un embarazo adolescente, abuso sexual, accidentes, amistades indeseables o algún roce
con la policía y la ley – es probable que los padres culpen a las madres y las castiguen, especialmente
insultándolas y humillándolas, por haber fallado en controlar a los hijos e hijas de la pareja y por
deshonrar a la cabeza masculina del hogar (Mitchell 2013:105).

Como ya se ha señalado (ver la sección “En el hogar”), la literatura a menudo sugiere la existencia de
un triángulo de violencia, en el cual los padres hombres abusan de sus parejas y las madres, a su vez,
abusan de los hijos. A esta descripción frecuentemente se le agrega un elemento biográfico, según
el cual las madres que tienen un historial de haber sido víctimas de violencia ellas mismas tienen
mayores probabilidades de ser violentas en sus relaciones con sus hijos e hijas. Por ejemplo, Mora
(2013) encontró que la probabilidad de ser víctimas de violencia conyugal se duplica en mujeres que
fueron maltratadas de niñas, y cuyas madres a su vez fueron víctimas de violencia, frente a mujeres
que no tuvieron esa misma experiencia. No obstante, Nóblega (2012), basada en un estudio de más
de 600 hogares en Lima, disputa muchos de los supuestos que subyacen a este razonamiento. Su
investigación incorpora una cantidad de variables que normalmente no suelen ser analizadas: la
participación en redes sociales, la afiliación religiosa, la dinámica psicológica de la relación de pareja,
los estilos de comunicación y algunas medidas del funcionamiento psicológico de las madres y los

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

padres. En este caso, no encontró una asociación entre las experiencias de violencia pasadas de
las madres y el maltrato conyugal actual. Los detonantes inmediatos de la violencia, por ejemplo
los celos o las sospechas de infidelidad, la “cultura” familiar o las maneras habituales de interactuar,
los estilos personales para lidiar con los problemas y condiciones como enfermedades mentales,
revelaban asociaciones más directas y poderosas.

En el caso de las mujeres adultas que usan los servicios del Instituto Nacional Materno Perinatal
de Lima, se ha encontrado que la depresión durante el embarazo, el maltrato conyugal y el mal
estado de salud en general están asociados a experiencias pasadas de violencia y abuso durante la
niñez (Barrios et al. 2015). Las madres adolescentes son particularmente vulnerables a sufrir violencia
de parte de sus propios padres, madres y parejas (Contreras-Pulache et al. 2013). No obstante, en
los barrios pobres urbanos, el llegar a ser madre puede otorgar a la adolescente un ciert grado de
autonomía y llevarla a ser reconocida como una persona adulta (Olthoff 2006). Dado que lo peor ya
ocurrió, la joven madre se libra de los controles impuestos por su familia y de la violencia que utilizan
para hacer cumplir ese control.

Los accidentes en el hogar han sido relacionados con los estados emocionales de los cuidadores
(Benavides, León, Veramendi y D’Azevedo 2012). En particular, la depresión materna incrementa
las probabilidades de accidentes, los mismos que se manifiestan más frecuentemente como caídas
que resultan en heridas en la cabeza de los niños y niñas y mordeduras de animales o insectos. La
probabilidad de accidentes que afecten a los hijos se incrementa en un 7% en hogares encabezados
por mujeres, en comparación con hogares encabezados por hombres. Otros factores que incrementan
la probabilidad de que los niños y niñas sufran un accidente en el hogar son la pobreza y la residencia
en una zona urbana.

La negligencia materna, no siempre identificada en esos términos, tiende a aparecer como un tema
en la investigación realizada por profesionales de la salud (Gil et al. 2014). No lavarse las manos ni
mantener niveles de higiene altos en el hogar, no enseñar a los hijos a mantener una higiene dental
apropiada, no preparar comidas nutritivas, no describir las enfermedades adecuadamente cuando
se visita el centro de salud: todo esto puede ser catalogado de diversas maneras como ejemplos
de ignorancia, desinterés e incompetencia de las madres, o bien como una falla del sistema de
salud para proveer a las madres de suficiente información y apoyo. Estos son temas que aparecen
frecuentemente en las tesis: en Huánuco (Alania 2014, Ambicho 2006), Cajamarca (Astudillo 2010,
Abanto 2002), Lima (Arámbulo 2013).

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

b. Padres e hijos
El estereotipo que se tiene de los padres peruanos los retrata como el principal administrador
de disciplina en la familia y como la personificación de la amenaza del uso de la violencia en el
hogar. Un padre imponente e iracundo, encarando a sus hijos e hijas, sacándose el cinturón, listo
para golpearlos, es la imagen que aparece con frecuencia en las caricaturas e incluso en los cuentos
infantiles. No obstante, la literatura sugiere que la principal posición que ocupan los papás en relación
con la violencia contra sus hijas e hijos es la de un agente que trabaja detrás de bastidores, la de
espectador o la de facilitador pasivo. Las fuentes no permiten llegar a una conclusión firme sobre si
los padres agreden a sus hijos e hijas tan frecuentemente en sus familias y hogares como las madres.
No obstante, sí es claro que los determinantes de la violencia, el tipo de violencia y las situaciones
que la detonan son distintos para los padres que para las madres. Las fuentes sugieren que las
consecuencias para los niños, niñas y adolescentes involucrados también pueden ser distintas.

Al aplicar el modelo ecológico de la violencia doméstica promovido por la Organización Panamericana


de la Salud (OPS), el estudio de Espinoza Matos (2000) establece que el patriarcado es el punto
de inicio de la violencia contra las mujeres y los niños y niñas, al constituir un “macrosistema” de
creencias, representaciones sociales y políticas públicas. De acuerdo con esta concepción, los padres
son las figuras de autoridad en la familia, tienen el derecho a exigir obediencia y poseen un acceso
privilegiado a recursos económicos y políticos que les permiten mantener su estatus.

Los roles primarios del padre son ser el jefe y el regulador de la familia, y solo secundariamente ser
una fuente de cuidado y afecto (Espinoza Matos 2000:28). Los padres actúan de manera violenta con
sus hijos e hijas con menor frecuencia que las madres, simplemente porque no están tan presentes
como las madres en las vidas cotidianas de sus hijos (Guerrero y Rojas 2015). La bibliografía no nos
permite evaluar con cuánta frecuencia la violencia perpetrada por las madres y los hermanos mayores
forma parte de una performance diseñada para satisfacer al padre, mostrándole que sus órdenes
son acatadas y que los otros miembros de la familia están poniendo de su parte para consolidar la
jerarquía de poder que los pone en la cima.

No obstante, es claro que los padres no están delegando todas sus funciones de administrar disciplina
ni cediendo lo que ellos ven como sus prerrogativas como adultos poderosos en hogares con hijos
e hijas bajo su autoridad y responsabilidad. La Fundación ANAR ofrece una línea telefónica nacional
a la que pueden llamar los niños y niñas (6 a 11) y los adolescentes (12 a 17) cuando padecen algún
abuso o maltrato. Su análisis de 894 llamadas recibidas en el año 2005 encontró que los padres eran
los principales agresores de sus hijos e hijas. El 77% de los que llamaron reportó que la persona
que fue violenta con ellos era un familiar cercano. Entre niños y niñas, el 35.3% de las agresiones
fueron cometidas por sus padres y el 25.2%, por sus madres; entre los adolescentes, el 29.7% reportó
que las agresiones provinieron de sus padres y el 16.9%, de sus madres. En los conteos, los padres
fueron identificados con mayor frecuencia que las madres como los que cometen violencia física
y sexual contra sus hijos e hijas; las madres aparecen con más frecuencia como las que cometen
violencia psicológica. Si bien los casos de negligencia reportados en la línea telefónica de ayuda
fueron escasos, en general se atribuyeron a las madres. Una característica notable de la violencia
reportada es su duración (normalmente más de un año) y su frecuencia (en muchos casos, diaria).
Parecía que los menores que llamaban habían llegado a un punto de quiebre donde simplemente
no les quedaba más remedio que buscar ayuda y alivio. La excepción era la violencia sexual
(cuyas víctimas generalmente eran mujeres adolescentes). En este caso, los incidentes reportados

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

reflejaban aparentemente ya sea eventos aislados o el inicio o intento de establecer una relación
abusiva (Fundación ANAR 2006). Los perpetradores bajo acusación abarcaban un amplio rango,
entre familiares y no familiares.

La violencia de los padres en contra de sus hijos e hijas rápidamente se vuelve directa y personal
cuando el alcohol forma parte del cuadro (Güezmes, Palomino y Ramos 2002; Alcalde 2014; Chávez
2010; Peralta y Vásquez 2010; Huamán 2004; Anderson et al. 2001). Bedoya y Espinoza (2015),
utilizando la muestra del estudio Niños del Milenio, encuentran que la violencia de los padres
contra las madres durante episodios caracterizados por la ingesta de alcohol afecta negativamente
el desarrollo cognitivo de los hijos e hijas de 4-5 años y de 7-8 años, además de los indicadores
de agencia y autoestima. La probabilidad de ser víctimas de violencia física cuando sus esposos
toman alcohol hasta embriagarse es siete veces mayor que la probabilidad de las mujeres cuyos
esposos no se embriagan (Blichtein-Winicki y Reyes-Solari 2012). El hábito de beber alcohol de
manera competitiva entre varones empieza temprano en la vida, ya sea en la adolescencia o antes,
y está vinculado a un comportamiento sexual abusivo (Gálvez-Buccollini et al. 2008; Seinfeld y
Galarza 2014).

Los padres no solo ejercen violencia contra sus hijos con golpes y palabras hirientes, sino también al
no cumplir su rol de brindar apoyo material a su familia. La incapacidad de los padres de conseguir
trabajo, de encontrar satisfacción en su trabajo, de ganar lo suficiente para cubrir las necesidades
de sus familias, crea una situación de frustración que, de acuerdo con algunas investigaciones,
lleva a ejercer violencia contra los miembros de la familia (Carrasco y Vásquez 2007, De la Quintana
2001, Huamán y Pérez 2004, Gutiérrez 2012). Un tema cada vez más presente en las investigaciones
recientes es la demanda de consumo de los niños, niñas y adolescentes: vestimenta, zapatos,
teléfonos celulares y otros símbolos de modernidad de clase media. En vez de encomiar y acompañar
a sus hijos e hijas, los padres y madres, pero especialmente los padres que controlan la cartera de la
familia, tienden a premiar el buen comportamiento de sus hijos comprándoles las cosas que desean
(Espinoza Matos 2000:54).

Varios estudios documentan la relación distante que tienen los padres con sus hijos e hijas y su débil
presencia en su vida social y emocional (OIT/IPEC 2007a; Ansión, Mujica y Villacorta 2008; Cavagnoud
2011; Anderson et al. 2001). Aunque es probable que tanto los hombres como las mujeres hayan
sido víctimas de violencia durante su niñez y juventud, las formas que adopta la violencia y la
manera en que es procesada por los hombres puede que los lleve a experimentar menos empatía
que las mujeres (La Restinga 2013; Espinoza, Inga y Souza 2008; De la Quintana 2001; Huamán y
Pérez 2004; Rodríguez 2006; Esquivel 2011; Gutiérrez 2012). Con base en información de la oficina
del médico forense de la provincia de Huánuco, Codenzo (2011) encontró un hilo común entre
hogares desgarrados por la muerte, el abandono, la separación o el divorcio en las historias de vida
de los niños, niñas y adolescentes y las denuncias de violencia o abuso sexual. La mitad de las quejas
provenía de las áreas urbanas y la otra mitad, de áreas rurales de la provincia. La mayoría (89%) eran
de mujeres; y la violencia estaba presente en casi las dos terceras partes de los hogares. Según su
testimonio, el 62% de los niños y niñas no mantenía ningún tipo de relación emocional con sus
padres; el 33% había perdido esa relación con las madres.

Así como aprenden a mostrar poca o ninguna expresividad emocional, los niños y los hombres
aprenden a desplegar la violencia. En el estudio de mujeres de Lima y el Callao citado con anterioridad,
el 28.4% de las 2,460 mujeres entrevistadas estuvio de acuerdo con la afirmación de que “la conducta

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

violenta es propia de los varones”, mientras que el 7.6% estuvo de acuerdo con que “la conducta
violenta es propia de las mujeres” (Espinoza Matos 2000:28). Tanto la información de la ENARES (2013)
como las investigaciones sobre pandillas callejeras (Santos Anaya 2002, Vergara Figueroa 2008,
Strocka 2008) sugieren que los niños y adolescentes varones aprenden a usar la violencia, a resistir el
dolor y a ser autosuficientes en defensa propia. Los niños aprenden a esconder sus sentimientos de
vulnerabilidad como parte de lo que significa ser un hombre (Mitchell 2013:100).

El género de los hijos e hijas determina ciertas diferencias en la relación con los padres y la violencia
que los puede envolver. Los padres tienen grandes dificultades para actuar como defensores
efectivos de sus hijas una vez que llegan a la adolescencia, dados los tabúes que les impiden aceptar
la posibilidad de que sean sexualmente activas o incluso de que sean objeto de interés sexual y
víctimas potenciales de otros varones (OIT/IPEC 2007a, Olthoff 2006, Yon Leau 2013). La conexión
de los padres con sus hijas puede reducirse a brindarles simples gestos de aliento para que sigan
adelante yecharles la culpa del comportamiento sexualmente agresivo de otros varones hacia ellas.
Mientras tanto, sus relaciones con sus hijos tampoco prosperan debido a los estereotipos asociados
a las identidades masculinas (Mitchell 2013), los mismos que hacen difícil que los hijos les pidan
ayuda a sus padres y que los padres se la ofrezcan. Los niños que son víctimas de violencia en la
escuela, por ejemplo, recurren menos a sus padres que a sus madres, y suelen recurrir a alguno
de los dos en menor frecuencia que las niñas (ENARES 2013). El caso de los hijos homosexuales es
particularmente problemático, ya que corren el riesgo de ser golpeados y expulsados del hogar por
sus padres (Montalvo 2001).

c. Hermanos, hermanas y otros miembros de la familia


Después de las madres, los hermanos varones ocupan el segundo lugar como perpetradores de
violencia contra sus hermanos y hermanas en el hogar, de acuerdo con los autorreportes compilados
en la ENARES (2013). Las fuentes etnográficas también sugieren que las agresiones de los hermanos
varones, las peleas entre ellos y el que los varones sean puestos en posiciones de autoridad sobre
sus otros hermanos y hermanas son bastante comunes (Yon Leau 2013, Van Vleet 2008, Bolin 2006).
Aunque al menos parte de la violencia ejercida contra las hermanas y hermanos más jóvenes es
realizada en nombre de los padres, los tipos de violencia que los hermanos varones pueden utilizar
no cubren la amplia gama de prácticas violentas disponibles para los adultos. L autoridad delegada
permite a los hermanos varones gritar, lanzar insultos, torcer los brazos, empujar y posiblemente
golpear a un hermano menor o una hermana más pequeña; pero el uso de implementos tales como
un cinturón o un palo para golpearlos parece estar reservado únicamente para los padres, o a veces
las madres (ENARES 2013). También puede ser que los varones utilicen a sus hermanos y hermanas
para practicar técnicas de violencia que luego pueden necesitar fuera del hogar.

Las hermanas no asumen el rol de agresoras con tanta frecuencia como los hermanos varones,
aunque la literatura etnográfica establece claramente que a las hermanas mayores se les delega el
rol de cuidar y disciplinar a sus hermanos y hermanas menores cuando las madres o abuelas están
ausentes. La violencia cometida contra algunas hermanas por el resto de sus hermanas y hermanos
puede darse bajo la forma de explotación de su trabajo en labores hogareñas: cocinar, lavar, limpiar.
Para lograr su aceptación de dicho papel es posible que empleen violencia. Convenientemente, esto
coincide con el interés de la familia en controlar los movimientos y los contactos sociales de las niñas
y las mujeres adolescentes, ya que las mantiene ocupadas y lejos de la mirada pública (Olthoff 2006).

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

No todos los hijos e hijas en una familia son tratados de la misma manera, y la bibliografía sugiere
algunos elementos que permiten predecir la posible distribución de la violencia. Los estudios
clásicos enfatizan las características estructurales que frenan su uso: hijo o hija único, último hijo
o hija, único varón, única mujer, hijo o hija adoptado adrede. En el habla popular existen tanto el
“hijo (o hija) favorito” como la “oveja negra” de la familia. A esta lista, Ames (2013: 73-76) agrega
ciertas características de la personalidad del niño o niña: existen “niños para rigor” y “niños para
cariño”, refiriéndose a la percepción (al menos en los Andes rurales) de que algunos niños y niñas
son simplemente más manejables que otros. La incidencia de problemas de desarrollo es alta en
el Perú, y los hijos e hijas con discapacidad corren un alto riesgo de ser maltratados o tratados
negligentemente. Silva-Santisteban (2012) analizó el trato dispensado a los niños con discapacidades
severas en las comunidades rurales de Ancash, y Cussianovich (2010) estudió a los niños y niñas
con autismo y desorden de déficit de atención en Lima. En ambos casos, las madres parecían estar
abrumadas y tendían a replegarse, consignando a sus hijos e hijas al cuidado de instituciones de
caridad o de empleadas, sirvientas y niñeras, respectivamente. En ambos casos, la participación de
los hermanos y hermanas no se aprecia, resulta irrelevante o es sobrepasada como fuente de ayuda
para atender las necesidades de los hermanas y hermanas con discapacidad.

¿Quién es la persona que protege a los niños y niñas de la violencia o de la amenaza de violencia en
la familia? Las madres y abuelas están entre las primeras personas a las que los niños, especialmente
las niñas y niños más jóvenes, recurren para contarles sobre la violencia de la que son víctimas en la
escuela (ENARES 2013). Los abuelos y abuelas suelen defender a sus nietos y nietas en contra de sus
hijos – es decir, los padres y madres de los nietos – cuando estos últimos actúan de manera violenta
(Anderson et al. 2001; Leinaweaver 2009). Tradicionalmente, en la sociedad andina la generación
mayor tenía derecho a encarar y señalar las faltas de sus propios hijos e hijas, yernos y nueras,
sobrinos y sobrinas hasta bien entrada la adultez (Bolin 2006).

Los parientes lejanos y los parientes ficticios, tales como madrinas y padrinos, no residentes en el
mismo hogar, se convierten de otra manera en los defensores de niños y niñas que están en riesgo de
violencia, incluyendo negligencia. Pueden acoger a un niño o niña en sus propios hogares, siguiendo
un patrón que se conoce como “circulación infantil”. Leinaweaver (2009) analiza este patrón en detalle
en el caso de Ayacucho luego del conflicto civil. Las familias, incluso aquellas que se encontraban en
graves aprietos para atender a sus propios hijos y a parientes lejanos que quedaran huérfanos por
la guerra, eran reacias a entregarlos al cuidado de un orfanato o al sistema formal de adopción.
Muchos niños y niñas terminaron en los hogares de abuelos, tíos, tías y madrinas. Al mismo tiempo
que brindar compañía y cumplir con algunas labores domésticas para sus protectores, las niñas y
niños adoptados informalmente en estas circunstancias eran encaminados en una trayectoria de
“superación”, con oportunidades favorables de educación, comida, salud y exposición urbana que se
les brindaban en sus nuevos hogares. Tales arreglos pueden revertirse si las circunstancias cambian
o si el niño o niña adoptado no es capaz de “acostumbrarse”, otro concepto clave para entender esta
práctica.

Con respecto al abuso y la violencia sexual en el hogar, la encuesta ENARES (2013) identifica que los
principales perpetradores son miembros del hogar o personas cercanas a la familia, presuntamente
con acceso al hogar. Los perpetradores más frecuentes son los tíos, primos, padrastros y padres de
las víctimas, la gran mayoría de las cuales son mujeres (Bardales y Huallpa 2005). La línea telefónica
de ANAR también registró que los padres, padrastros y primos son los principales perpetradores
de violencia sexual contra las niñas y adolescentes mujeres, aunque en términos de categorías

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

individuales un extraño es el principal perpetrador de abuso (Fundación ANAR 2006). En un distrito


rural de Ayacucho, Huamán Gálvez (2010), analizando información del Centro de Emergencia Mujer,
encontró que entre los más frecuentes perpetradores de abuso sexual contra las niñas y mujeres
adolescentes se encontraban los profesores, jornaleros, vecinos y amigos, además de los padres,
padrastros y enamorados.

El abuso sexual suele no ser reportado y las autoridades tampoco suelen intervenir. Mujica (2015)
construyó un retrato valioso de las historias de abuso de mujeres adolescentes que sí reportaron
haber sido violadas sexualmente ante la policía, autoridades judiciales o los Centros de Emergencia
Mujer. Todos los casos ocurrieron cuando las adolescentes tenían entre 16 y 17 años de edad. No
obstante, en solo uno de cada 10 casos se trataba de la primera vez que las adolescentes habían sido
abusadas o violadas sexualmente. La gran mayoría había acumulado una larga historia previa de
acoso, típicamente empezando a los 10, 11, 12 y 13 años de edad y atravesando etapas progresivas
de abuso cada vez mayor. La juventud de las víctimas y la continuidad de las relaciones abusivas
incrementan la posibilidad de que la mayoría de estos eventos ocurrieran al interior del hogar de las
niñas en cuestión.

d. Parejas y pares
Las relaciones de pares son importantes en la vida de los niños, niñas y adolescentes peruanos y
constituyen un tema importante en la bibliografía. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones
sobre el tema se lleva a cabo en las escuelas (ver la sección correspondiente). Una proporción
relativamente pequeña captura las relaciones de pares entre niñas y niños en situaciones de
interacción espontánea, por ejemplo, en complejos deportivos, esquinas y calles, parques, otros
lugares informales de encuentro o incluso sus centros laborales.

Los pares ayudan a establecer los estándares de consumo que los niños, niñas y adolescentes desean
alcanzar: vestimenta y zapatos de marca, mochilas, equipo deportivo, cosméticos, dinero para gastar
en bocadillos, aperitivos y bebidas (Yon Leau 2013, Olthoff 2006, Strocka 2008). Incluso para los
niños y niñas que están trabajando, e incluso donde las imitaciones y los productos pirateados se
encuentran ampliamente disponibles, existe una brecha entre las aspiraciones y las posibilidades
reales. El deseo de consumir lleva a los niños a cometer delitos menores (Strocka 2008, Vergara
Figueroa 2008) y puede llevar a las niñas a la explotación sexual (CHS Alternativo 2014, ECPAT Perú
2005). Motivadas ya sea por cuestiones económicas, por la búsqueda de emociones o por el deseo
de rebelión, las niñas pueden ser reclutadas e insertadas en la prostitución por sus pares, por amigas
del barrio y la escuela (ECPAT Perú 2005, IPEC 2007, Cavagnoud y Mujica 2011, Cavagnoud 2011).
Amigos y amigas de su mismo género reclutan a las niñas y niños para incorporarlos en sus pandillas,
y los enamorados traen consigo a sus enamoradas (Strocka 2008).

La amistad con amigas del mismo género parece ser particularmente importante para las adolescentes
(Olthoff 2006, Yon 2013), que solo hablan de sexo, amor y enamorados con las amigas, no con los
miembros de la familia. En consecuencia, una escena común en los barrios urbanos populares luego
de la escuela son los grupos de niñas y adolescentes mujeres paradas en la vereda o frente a la casa
de una de ellas, conversando y observando el entorno (Anderson, Minaya y Figueroa 2010; Ugarte
2006). Los niños forman sus propios grupos y aquí también, dentro y fuera de la escuela, la distinción
entre “chicos chamba” y “chicos pandilla” es relevante (Munar, Verhoeven y Bernales 2004). Los chicos

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

chamba se encuentran en el trabajo, grupos religiosos, actividades deportivas o artísticas, o puede


que formen parte de una iniciativa empresarial. Los otros circulan por el vecindario, buscando
peleas u oportunidades emocionantes cuyo hilo conductor es el rechazo a los valores aprobados
oficialmente por los adultos. Munar, Verhoeven y Bernales (2004:103-189) expresan simpatía por los
chicos “malos”, quienes suelen provenir de familias sumamente marginales, de hogares ubicados
en vecindarios violentos y caóticos, que se identifican con un sector estigmatizado de la sociedad
peruana, y cuyas posibilidades de alcanzar reconocimiento positivo en el hogar, sus vecindarios o la
escuela, son casi nulas.

Los niños y adolescentes varones que pertenecen a barras de fútbol y, más recientemente, pandillas,
son el foco de numerosos estudios. Las pandillas prosperaron en las áreas urbanas una vez que el
patrullaje policial que había aparecido como consecuencia de la amenaza de Sendero Luminoso
fue suspendido (Santos Anaya 2002, Ortega Matute 2001, Jorge 2002, Strocka 2008, Vergara
Figueroa 2008). Las peleas entre distintas pandillas se suscitan por diversas razones: competencia
por el territorio, chicas, reputación y el afán de conseguir o mantener oportunidades para robar o
tener acceso a otras fuentes de ingresos. Al interior de las pandillas suele haber también disputas
y rivalidades en torno al liderazgo, el prestigio, enamoradas/os, o simplemente como práctica y
entrenamiento. Las pandillas patrocinan competencias de baile y de ingesta de alcohol. Pelean con
los puños, palos, botellas, pedazos de muebles, piedras y cuchillos, aunque únicamente los líderes
tienen acceso a armas de fuego. Las adolescentes participan en las pandillas en posiciones auxiliares,
aunque también pelean con los puños y cuchillos. Algunas muertes se han producido en el trascurso
de las peleas callejeras entre pandillas y se vuelen motivo de hostilidades permanentes.

Para muchos adolescentes, la violencia autoinfligida es parte de su participación en pandillas. Se


cortan y queman con cigarrillos para demostrar lealtad al grupo y mostrar que pueden aguantar el
dolor. Aunque no incorporan diagnósticos clínicos, las investigaciones revelan que los miembros
de una pandilla frecuentemente manifiestan tener sentimientos de odio a sí mismos y dudas
acerca de sus capacidades (Santos Anaya 2002, Vergara Figueroa 2008, Strocka 2008). Un estudio
que se llevó a cabo entre adolescentes de un colegio mixto de Pucallpa encontró que la tercera
parte de los encuestados tenía pensamientos suicidas; dichos pensamientos estaban asociados a la
agresividad contra sus pares (Cano, Gutiérrez y Nizama 2009). Mientras que las ideas suicidas eran
más prevalentes entre las mujeres adolescentes que entre los hombres, los hombres eran los que
con mayor frecuencia ponían en práctica los pensamientos violentos que albergaban.

Las pandillas en ocasiones son contratadas por los partidos políticos para poner afiches y actuar como
guardias de seguridad en eventos políticos. Pueden ser contratadas por las autoridades para desalojar
a familias de tierras invadidas donde podrían surgir nuevos asentamientos informales (Stocka
2008:255-259). Estas experiencias solamente alimentan la desilusión que sienten los pandilleros
acerca de la honestidad y confiabilidad de las personas adultas, algo que mencionan con frecuencia.

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8. ATRAVESANDO LA NIÑEZ: PRINCIPALES TRANSICIONES


Una de las principales transiciones que experimentan los niños y niñas pequeños, y la primera de
varias que están asociadas a la vida escolar, es la que sucede cuando empiezan el colegio o hacen la
transición del centro preescolar a primer grado, (Ames y Rojas 2011; Ames, Rojas y Portugal 2010).
Esta transición puede ser particularmente perturbadora en las áreas rurales, debido a la vdesconexión
que existe entre el hogar y la escuela y a la brecha en los estilos educativos y el ambiente entre
los sucesivos niveles del sistema educativo. Debido a que la expansión del acceso a la escuela es
bastante reciente, especialmente para las mujeres, la experiencia que tienen padres e hijos con
el sistema escolar formal suele ser dramáticamente diferente, y los recursos de los que los padres
disponen para facilitar las transiciones se ven fácilmente sobrepasados.

Empezar a trabajar y ganar sus primeros ingresos es otra transición muy importante en la vida de
muchos niños y niñas, que suelen reportar estar más involucrados en actividades laborales de lo que
sus padres reportan acerca de ellos (Rodríguez y Vargas 2009, citando datos de encuestas de hogares),
lo cual sugiere que están experimentando con fuentes de ingresos que sus padres desconocen, y a
una edad más temprana de la que sus padres se imaginan. Existen dos situaciones que se repiten con
frecuencia en la primera experiencia laboral de los niños y niñas: una es la participación en las labores
del hogar y en el cuidado de los miembros de la familia, mientras que la otra es la participación
en negocios familiares. Aunque supuestamente esto implicaría que las condiciones de seguridad y
protección presentes en el hogar aún prevalecerían, no siempre es el caso. Las labores de las niñas
y niños en estos escenarios los pueden llevar a desplazarse largas distancias (haciendo mandados,
entregando pedidos, arriando animales de campo, llevando el almuerzo a los trabajadores de la
chacra), exponiéndolos a situaciones en las cuales no hay un adulto que los proteja (Munar, Verhoeven
y Bernales 2004). Las niñas niñeras, por ejemplo, pueden terminar ayudando con el trabajo del hogar
y el cuidado de los hijos de vecinos que viven en barrios cada vez más distantes, lejos del alcance de
la red social de su familia (Anderson, Li y Figueroa 2010).

Para muchos niños y niñas en el Perú, una enfermedad grave o una crisis de salud padecidos ya sea
por ellos mismos o por uno de sus hermanos, otro miembro de la familia o la persona que se encarga
de su cuidado, ocasiona rupturas radicales en su vida. Si el padre sufre un accidente o muere, la familia
se ve privada de sus ingresos, lo cual lleva a una reorganización de los roles, especialmente en el caso
de los hijos e hijas mayores (Cavagnoud 2011, Anderson et al. 2001, Leinaweaver 2009). El cuidado
y la alimentación de los miembros enfermos y los ancianos de la familia consumen una porción de
tiempo importante de la vida de muchos adolescentes de ambos géneros, además del rol que se ven
obligados a desempeñar en el cuidado de los hermanos menores (INEI 2011). El padecimiento de
enfermedades serias y prolongadas suele ser una experiencia común en la vida de muchos niños y
niñas peruanos, aunque este tema no se haya investigado mucho.

Para un número importante de niños y niñas (posiblemente entre el 10% y el 20% del total de la
población), la transición entre uno o más hogares (lo cual posiblemente incluye instituciones tales
como orfelinatos) puede formar parte de su experiencia de vida antes de llegar a la adultez (Escobal
xxxx). De estas transiciones, sólo una pequeña fracción consiste en adopciones formales, mientras
que muchas más se dan bajo la forma de un patrón de “circulación infantil” o adopciones informales
(Anderson 2009, Leinaweaver 2009). Las niñas y niños pasan a estar bajo la autoridad de nuevos
padres sustitutos. Pueden permanecer en el hogar de uno de sus padres pero pasan al cuidado y la

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

autoridad de un padrastro o madrastra, posiblemente con nuevos hermanos y hermanas también. El


folklore peruano sostiene que las madrastras y los padrastros maltratan a sus hijastros rutinariamente.
Es difícil comprobar esta idea porque la mayor parte de las investigaciones no establece con precisión
la relación genética entre los miembros de un hogar que se denominan a sí mismos padres e hijos.

En las últimas dos o tres décadas, la migración internacional ha llevado a grandes cambios en las
familias y hogares de un gran número de niños y niñas peruanos, haciéndose cada vez más común
la migración de las madres. Una encuesta del 2007, cuando la tendencia estaba en su punto más alto,
halló que el 10% de las familias peruanas había sido afectado por la migración internacional (INEI 2009).
El hecho de que uno o dos de los padres trabajen en otro país ha sido asociado con un deterioro de las
relaciones personales intrafamiliares (Ansión, Mujica y Villacorta 2008; ASPEm 2012). Este deterioro se
suele manifestar a través de problemas psicológicos y el fracaso escolar de los niños y niñas afectados,
pese a que las remesas son utilizadas para ponerlos en mejores escuelas (Gómez Merayo 2008).

En un país predominantemente católico y socialmente conservador, las transiciones que entrañan


la iniciación sexual y el enamoramiento son críticas. En el Perú, la primera experiencia sexual ocurre
aproximadamente entre los 14 y los 16 años de edad en promedio, un poco más tarde para las mujeres
que para los hombres. El acceso a métodos anticonceptivos y su uso por parte de los adolescentes
de ambos géneros es limitado y los embarazos suceden fácilmente. Para las madres – no así los
padres - el resultado probable es que la adolescente deja la escuela y se dedica al hogar y a cuidar
del bebé, asumiendo el estatus de adulta (Olthoff 2006). La mujer adolescente que es sexualmente
activa y es conocida por serlo suele ser particularmente vulnerable: dado que su reputación ha sido
mancillada, le es más difícil decir que no a proposiciones sexuales futuras (Salazar, Cáceres et al. 2005;
Santos Anaya 2000). Cáceres, Marin y Hudes (2000) describen las consecuencias a largo plazo de una
iniciación sexual producida bajo coerción, especialmente en las mujeres y, entre estas, especialmente
en las más jóvenes (menores de 15 años). Las víctimas quedan más vulnerables a padecer abuso
sexual en el futuro, tener embarazos no deseados y sufrir enfermedades de transmisión sexual.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

9. LA MATRIZ EDAD/GÉNERO
La revisión bibliográfica revela que existen formas particulares de violencia asociadas a las niñas, los
niños, los hombres adultos y las mujeres adultas. Revela procesos particulares a través de los cuales se
aprenden los roles de género y cómo estos se relacionan con el uso y el padecimiento de la violencia.
Los estilos y los medios que son utilizados para cometer agresiones son distintos según el género:
las niñas tiran del cabello, usan agresiones verbales y psicológicas y rara vez – como en el caso de los
miembros de pandillas – pelean con puños o con armas como cuchillos.11 Los niños y los adolescentes
varones que persisten en una carrera de delincuencia y violencia callejera aprenden paulatinamente
el uso de armas y técnicas que se vuelven cada vez más amenazantes y hasta letales para sus víctimas.

Existen fuertes diferencias de género y edad que están relacionadas con las funciones de guardapuertas
y el uso de la violencia para lograr la obediencia en los niños y niñas. Los de menos edad están en
general más restringidos que los mayores; las niñas están más restringidas que los niños. Los regímenes
que gobiernan el uso del espacio y de los tiempos son distintos para ambos géneros. Los niños pueden
desplazarse a mayores distancias y sus contactos cuestionables o indeseables (desde el punto de vista
de la familia) son menos comprometedores que en el caso de las niñas.

Muchas de las fuentes revisadas aluden a una lucha por el poder entre padres e hijos, especialmente los
padres varones, sus hijas y, en particular, los hijos adolescentes. En la encuesta de 1999 del INEI a 2,460
mujeres de Lima y Callao, los puntos de fricción entre madres e hijos e hijas adolescentes mencionados
con mayor frecuencia fueron “la rebeldía de los hijos” y “demasiada libertad para los hijos”. En el caso
de los padres, el principal punto de fricción eran la rebeldía, nuevamente, y el autoritarismo paterno, a
los ojos de los hijos e hijas (Espinoza Matos 2000:45-46). El tener “diferentes formas de pensar” también
es una fuente importante de fricción en las relaciones de los adolescentes de ambos géneros con sus
padres y madres, según la percepción de las mujeres.

Los adolescentes (como recordamos, definidos como personas de entre 12 y 17 años de edad),
especialmente varones, tienen menores posibilidades de ser víctimas de maltrato físico de parte de
sus padres, profesores y otros adultos, en comparación con los niños y niñas (ENARES 2013, Ogando-
Portela y Pells 2015, Fundación ANAR 2006). Es posible que su mayor capacidad para defenderse sea
un fuerte desincentivo para el uso de la violencia contra ellos, no sólo por su tamaño y fuerza, sino
también por su capacidad para recurrir a aliados y utilizar otros canales que pondrían a los agresores
en aprietos con la policía o las autoridades.

Los niños, niñas y adolescentes crecen progresivamente en su capacidad para comprender lo que
constituye un proceso razonable de toma de decisiones en el hogar, así como en lo que respecta a
sus derechos a ser escuchados y respetados (ENARES 2013). Las circunstancias en las que las niñas y
los niños apelan a estándares generales y rechazan las decisiones y acciones arbitrarias de los padres
aumentan con el tiempo. Un proceso algo similar ocurre en la escuela. Lo anterior implica que los
niños y niñas están experimentando distintas formas de interacciones íntimas y modos de resolver los
problemas, tanto en sus propios hogares como en los hogares de personas cercanas a ellos, además de
las aulas escolares y otros lugares donde pueden producirse conflictos. A medida que se incrementa
su experiencia social, aumenta también su actitud crítica frente al uso de la violencia por parte de los

11 Las mujeres que pertenecían a Sendero Luminoso eran famosas por su coraje y su uso de la violencia. Se decía de ellas que constantemente desafiaban las expectativas de
género. Conforme a los estereotipos más exagerados, sin embargo, se sometían al líder Gonzalo y a los comandos de sus grupos de combate con una abnegación suicida.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

demás. Las fuentes sugieren, sin embargo, que los aprendizajes que implican sustentar el derecho al
buen trato y rechazar la violencia no se trasladan fácilmente a las situaciones novedosas que pueden
enfrentar los adolescentes de ambos géneros, por ejemplo, su participación en grupos de pares
y su exposición a formas de abuso sexual. El estudio de Yon Leau en Ayacucho (2013) describe con
dramática claridad un mundo adolescente escondido de los adultos, donde los actores luchan por
establecer normas prácticamente sin pautas previas.

En el mundo del trabajo infantil, las niñas trabajan menos horas que los niños (a excepción de las
empleadas domésticas), tienen acceso a trabajos menos deseables y ganan menos por hora de trabajo.
Esto puede estar relacionado con las mayores responsabilidades que las niñas deben afrontar en sus
propios hogares (Bromley y Mackie 2008, Rodríguez y Vargas 2009, Salazar et al. 2006). Sin embargo,
en circunstancias en las que existe una alta demanda de trabajo para adultos tanto varones como
mujeres, cerca de los centros mineros de Ayacucho y Arequipa, Vargas (2003) encontró que tanto los
hijos como las hijas cumplían un rol muy importante en el manejo del hogar, cuidando a los hermanos,
cocinando, lavando y cuidando a los animales domésticos.

El consumo de alcohol y el abuso de sustancias tóxicas constituyen un riesgo mayor para los hombres
que para las mujeres, especialmente en la adolescencia (Cueto, Saldarriaga y Muñoz 2011). Esto puede
ser un reflejo de los modelos de masculinidad proyectados por los hombres adultos, que realizan un
despliegue abierto de su consumo de alcohol y no sienten ninguna necesidad de disculparse por
el mal comportamiento asociado a ese consumo. El consumo es más alto en niños y adolescentes
varones que son víctimas de violencia en sus hogares y de acoso en la escuela (Seinfeld y Galarza 2014,
citando una encuesta de DEVIDA 2009; Yon Leau 2013).

El abuso sexual de niñas y niños fuera del hogar o de la escuela tiende a ser perpetrado por vecinos,
enamorados y desconocidos (Bardales y Huallpa 2005:119). Está vinculado al encubrimiento, al abuso físico
y psicológico de la víctima y a sus sentimientos de confusión, culpa, autorrecriminación y terror, así como
a las asimetrías de poder. Las adolescentes mujeres son víctimas particularmente frecuentes (Durán 2010).
Existe un problema masivo de no denuncia de las violaciones sexuales y otras formas de abuso sexual
cometidas contra los niños y niñas y adolescentes de ambos géneros en el Perú. Mujica (2011) encontró
que la mayoría de las denuncias de violación que llegan al sistema legal judicial ocurren en Arequipa y
Lima. Iquitos muestra una frecuencia particularmente alta de abuso por parte de vecinos y extraños, en
comparación con los Andes (Cusco) y la costa (Lima) (Bardales y Huallpa 2005:120).

En el mapa peruano existen varias zonas especialmente turbulentas, donde las normas sociales que
dictan la protección de la niñez tienden a desmoronarse: cerca de los centros mineros, por ejemplo
en Cajamarca (IPEC 2007); a lo largo de las rutas migratorias; cerca de las atracciones turísticas y en
zonas sin ley como los pueblos que están experimentando un auge económico como consecuencia
de la extracción de oro en Puno y Madre de Dios (Mujica 2014). La magnitud del problema es difícil de
cuantificar, pero está claro que algunos menores de edad peruanos terminan capturados por redes
internacionales de trata de personas (IOM/Movimiento El Pozo 2005). Adolescentes peruanas han
sido encontradas en situación de explotación comercial sexual en Miami, Ecuador, Argentina y Chile.
Asimismo, se han detectado mujeres adolescentes de Ecuador, Bolivia, Chile, Japón y otros países en
centros de prostitución en el Perú.12

12 La información acerca de las dimensiones de la trata, sea de menores de edad o de personas adultas, se desprende casi siempre de redadas a prostíbulos, agencias de empleo
y negocios clandestinos que participan en las cadenas respectivas. Por eso es anecdótica y sin duda subestima los alcances del problema.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

10. INTERVENCIONES
Esta sección incorpora información de un estudio especial que consistió en describir, mapear y
analizar las intervenciones que se han llevado a cabo en el Perú durante los últimos 10 años para
prevenir o reducir la violencia que afecta a las niñas y los niños.

a. Mapeando las intervenciones


Para estudiar las intervenciones se tomaron en cuenta tanto las iniciativas gubernamentales como
aquellas promovidas por el sector privado. El Perú tiene una tradición filantrópica incipiente y pocas
organizaciones autónomas de la sociedad civil, de tal manera que el “sector privado” casi siempre se
refiere a las organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONGD) cuyos presupuestos operativos
en su mayoría son financiados por las agencias de cooperación internacional. Los presupuestos
gubernamentales también pueden ser suplementados por organizaciones internacionales para
apoyar líneas específicas de trabajo. En la práctica, la influencia de una red de actores internacionales
ha sido crucial para poner en agenda los derechos de los niños y niñas, así como, en términos más
amplios, asuntos relacionados con la violencia doméstica y la violencia de género. En el caso de
las ONGD que dependen enteramente de donantes internacionales, siempre se puede cuestionar
la influencia que tienen los donantes en el diseño de los proyectos y programas, e incluso en el
enmarcado de los problemas que son atendidos por las organizaciones.

El mapa incluye 63 intervenciones, 46 llevadas a cabo por entidades gubernamentales y 17 por


organizaciones privadas o no gubernamentales13. La definición que utilizamos de intervenciones
es: “actividades coordinadas que responden a un objetivo y se aplican a un grupo o población
particular”. La mayor cantidad de organizaciones y programas se enfocan en tratar los casos de
violencia contra niños, niñas y adolescentes a través de acciones como defensa legal, consejería
psicológica para las víctimas o los perpetradores y otras similares. Para este análisis se seleccionaron
aquellas intervenciones orientadas más bien a frenar los determinantes de la violencia, ya sea como
parte de sus objetivos explícitos o como un producto no intencionado o secundario de sus acciones.
Las intervenciones pueden haber estado dirigidas a los propios niños y niñas, sus familias, sus
comunidades u otros actores.

Como es de esperar, las intervenciones de las entidades gubernamentales operan a una escala
mucho mayor que las de las ONGD. Más de la tercera parte de ellas (37%) eran programas
a nivel nacional o cubrían la mitad o más de las 25 subdivisiones políticas vigentes en el Perú
(regiones). También existen programas gubernamentales a pequeña escala. Algunos de estos
son experimentos con los cuales se espera guiar la expansión de los programas existentes o
probar la viabilidad de nuevos programas. Algunos responden a presiones políticas; por ejemplo,
concentrando sus beneficios en las poblaciones de las grandes ciudades, especialmente Lima, que
son objeto de reportajes frecuentes en los medios de comunicación. Las intervenciones del sector
público tienden a ser de larga duración, pero algunas del sector privado también duran bastante. El
37% de las intervenciones del sector público duraron seis años o más; las intervenciones privadas

13 Las intervenciones gubernamentales corresponden íntegramente al gobierno central; no se contó con el tiempo ni los recursos para revisar las iniciativas de los gobiernos
regionales y locales. Las intervenciones no gubernamentales están ubicadas en las cinco regiones priorizadas para las visitas personales y las entrevistas. Ver la nota
metodológica en el Anexo 1. Es justo afirmar que ningún gobierno regional ha recibido un reconocimiento especial por sus iniciativas sociales; en general, estas iniciativas
tienen severas carencias de personal. Algunos gobiernos municipales, especialmente en las grandes ciudades, han lanzado programas piloto creativos para niños y jóvenes.
Estos suelen consistir de actividades que ocurren al terminar el horario escolar y se suelen organizar alrededor de los espacios deportivos, como las canchas de futbol.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

pertenecientes a la misma categoría representan el 24% de todas las intervenciones impulsadas


por el sector privado.

En lugar de acciones específicas dirigidas a la prevención de formas específicas de violencia, el tipo


más frecuente de intervención está orientado a promover el bienestar general de los niños y niñas.
Las intervenciones dirigidas a prevenir formas específicas de violencia (excepto el acoso escolar)
son el segundo tipo de intervención más frecuente (19% del total). Las intervenciones orientadas al
acoso escolar y su prevención ocuparon el tercer lugar (9.5% del total), posiblemente como reflejo de
la reciente atención internacional vertida sobre este problema.14 Las intervenciones se llevan a cabo
en las escuelas, los hogares y los entornos institucionales: oficinas y auditorios de las organizaciones
públicas y privadas y de sus aliados, o instalaciones prestadas y alquiladas.

Entre las intervenciones gubernamentales hay un ligero predominio de acciones dirigidas


únicamente a los niños, niñas y adolescentes mismos, mientras que la mayoría de las intervenciones
de las ONGD se dirigen simultáneamente a los niños y a sus padres y otros actores. En términos
de estrategias, predominan la educación y la capacitación. Las intervenciones con los niños y
niñas enfatizan la enseñanza de técnicas para reconocer, evitar o reorientar los abusos y maltratos.
El programa “Habilidades para la vida”, por ejemplo, se aplica a adolescentes escolares de ambos
géneros en Huancavelica, en quienes se ha logrado desarrollar habilidades de comunicación y
asertividad (Choque-Larrauri y Chirinos-Cáceres 2009). Las intervenciones con adultos típicamente
incluyen mejoras en las habilidades de crianza de los hijos e hijas. Las intervenciones enfocadas en
otros actores privilegian la capacitación del personal de salud, profesores y otros funcionarios que
están en contacto con situaciones de abuso y maltrato. Muchas intervenciones emplean una amplia
variedad de estrategias que solo podían ser agrupadas como “otros”. Estas incluyen: desalentar el uso
de sustancias, impulsar programas de mentores y enseñar a las niñas y niños en edad preescolar a
manejar las emociones de ira y celos. Tanto las intervenciones del sector público como quellas del
sector privado han producido abundantes protocolos y materiales de educación y difusión.

Todas las intervenciones operan dentro del marco de los planes nacionales y políticas públicas en
materia de infancia, niñez y adolescencia. Frecuentemente responden a leyes específicas, como
aquellas que regulan el trabajo de los menores de edad, el Plan Nacional de Fortalecimiento a las
Familias, planes para reducir la violencia contra la mujer y planes contra la trata de personas. No
obstante, existe poca evidencia de una filosofía coherente para lidiar con los determinantes de la
violencia contra los niños y niñas, y que justifique las estrategias utilizadas para combatirla. Las
intervenciones gubernamentales enfatizan campañas de comunicación masivas, que tienden a
informar pero no a sensibilizar al público. Las intervenciones a pequeña escala con mayor frecuencia
están construidas alrededor de un modelo teórico. El modelo implícito detrás de muchas de las
intervenciones hace hincapié en las diferencias entre los actores en términos de poder: la violencia
que afecta a las niñas y niños ocurre en circunstancias en las que los perpetradores se encuentran
empoderados y las víctimas se encuentran en posiciones débiles, ignoran sus derechos y están
aisladas de aliados, defensores y otros como ellos.

14 El acoso escolar por parte de otros estudiantes siempre ha sido una realidad que ha preocupado a los peruanos, pero el uso del nombre en inglés (bullying) para diferenciarlo
de otros tipos de violencia y discriminación por parte de sus pares ha incrementado su visibilidad. Esto se hace extensivo a las políticas oficiales del Ministerio de Educación.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Una iniciativa gubernamental de prevención de la violencia

El Programa Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual (PNCVFS), albergado en el Ministerio


de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, es una de las iniciativas más importantes acometidas
por el gobierno peruano para responder a la violencia. Aunque está dirigido principalmente a
mujeres adultas, el programa tiene una unidad especial dedicada a la prevención y la promoción
de relaciones familiares e interpersonales saludables. Esta unidad ha conseguido grandes
logros en términos de desarrollar materiales y protocolos e impulsar acciones específicas, como
la participación en ferias, los desfiles callejeros y la producción de spots publicitarios para radio
y televisión. Coordina con los gobiernos locales para alentarlos a involucrarse en la creación
de sistemas de vigilancia para prevenir el abuso y el maltrato, la violencia doméstica y la trata
de personas. Esta unidad organiza eventos en las escuelas donde se enseña a los estudiantes a
tratarse bien y auspicia un chatroom virtual donde los adolescentes pueden pedir consejos para
prevenir ser víctimas de la violencia de manos de sus parejas y enamorados. No obstante, del total
del presupuesto del PNCVFS, apenas el 5% se destina a prevención; una cantidad mucho mayor se
presupuesta para asistencia legal y psicológica para las víctimas.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Estrategias de intervención:
Formación en habilidades para enfrentar
la violencia en los propios NNA.
Educación parental.
Capacitación a operadores educativos,
de salud, y otros.

Sistematización y
evaluación de experiencias:
Prácticas poco generalizadas.

Lo que funcionó:
Promover espacios de articulación
público - privada.
Formalizar procesos de monitoreo.
Incorporar estrategias de trabajo con
voluntarios y promotores comunitarios.

Perfil de las intervenciones:


Estado Sociedad Civil

Alcance Medio / Alto Bajo / Medio


geográfico

Periodos de Largo plazo Corto y mediano


Limitaciones:
intervención plazo
Desde el Estado, no contar con un
programa o un plan que se enfoque en la
Población 1 grupo prioritario Más de un grupo violencia contra los NNA de forma integral.
meta prioritario Desde el Estado y la sociedad civil, no
disponer de recursos financieros y
Espacios de 1 ó 2 espacios (sólo 2 o más espacios humanos suficientes, que permitan
intervención local institucional, (escuela, casa y
sólo escuela) local institucional)
desarrollar las intervenciones de forma
efectiva y sostenible.

Indica las regiones donde


se llevaron a cabo entrevistas.

Fuente: Reyes, Johana. Informe de Intervenciones.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

b. ¿Qué cosa funciona?


Menos de la mitad de las intervenciones analizadas ha sido sistematizada, y una cantidad aún
menor ha sido evaluada. Algunas intervenciones de las ONGD fueron diseñadas e iniciadas luego
de la elaboración de un estudio de diagnóstico comunitario participativo que incluyó el análisis de
los determinantes de la violencia que afecta a la niñez. Se está volviendo cada vez más común la
elaboración de estudios de líneas de base antes de comenzar un proyecto o un programa. Las ONGD
están acostumbradas a utilizar marcos lógicos para hacer explícitos sus indicadores de resultados
e impactos, pero la probabilidad que estos sean utilizados en acciones formales de monitoreo y
evaluación depende fuertemente de los requerimientos de la fuente de financiamiento. La medición
de resultados es una preocupación creciente de las intervenciones gubernamentales. El Ministerio
de la Mujer y Poblaciones Vulnerables está moviéndose rápidamente en esa dirección, tal como lo
demuestra la creación de una oficina de “Gestión del Conocimiento”. En la administración pública
peruana, las evaluaciones son obligatorias únicamente cuando el financiamiento de los programas
no proviene de los presupuestos regulares sino de fondos especialmente diseñados, que dependen
de los resultados. Entre estos se encuentran algunas de las acciones más progresistas del Estado
peruano. Entretanto, la mayoría de los programas gubernamentales no ha sido evaluada. Esto implica
que, para los fines que persigue este estudio, responder a la pregunta acerca de qué es lo que funciona
depende primariamente de la impresión de los informantes claves, así como, frecuentemente, de su
capacidad de autocrítica.

Las organizaciones encuestadas consideran exitosas las actividades dirigidas a cerrar las brechas,
compartir información y otros recursos y coordinar programas y respuestas entre las organizaciones
y los actores. La prevención de la violencia que afecta a las niñas y niños requiere de la coordinación
entre instituciones con diferentes capacidades y especializaciones, las mismas que en el pasado
se han visto separadas por barreras burocráticas y lógicas distintas de operación. El trabajo con
voluntarios y promotores comunitarios, hombres y mujeres, es otro de los instrumentos que los
encuestados consideran que ha sido exitoso, tanto para lograr un alcance mayor de sus programas
como para poder garantizar la sostenibilidad de los mismos. Otros programas y estrategias que
han sido exitosos buscaron empoderar a los actores locales, brindándoles información y nuevas
capacidades, tanto a los profesionales que trabajan con la población local como a la población local
en sí. Los funcionarios gubernamentales tienden a identificar pocos problemas alrededor de los
protocolos y materiales que se usan en las intervenciones, así que la disponibilidad de este tipo de
apoyo puede contarse como un éxito. Sí identificaban como problema y potencial debilidad, que
podría llevar al fracaso, los procedimientos que requieren consultas a varios niveles de la estructura
burocrática antes de que se puedan llevar a cabo las acciones o tomar decisiones.

Otro problema identificado por los informantes es la insuficiente integración de las instituciones que
trabajan en los distintos tipos de violencia que afecta a la niñez. La violencia sexual, la negligencia
y los problemas de custodia, el castigo corporal, la violencia en el hogar, la violencia en la escuela
o la comunidad, la violencia basada en el género: todas tienden a ser tratadas a través de distintos
programas, estrategias e instituciones, por lo que pierden impacto. El personal de las ONGD se queja
de la falta de continuidad de los programas y prioridades gubernamentales, así como del poder de
veto del Ministerio de Economía y Finanzas en relación con la inversión pública. Las mismas fuentes
identifican deficiencias relacionadas con la competencia profesional de muchas personas que
trabajan en los programas, salarios poco competitivos y condiciones laborales que alejan al personal
más experimentado y efectivo.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

En un taller organizado por el Departamento de Psicología de la Pontificia Universidad Católica


del Perú en el 2009, se juntaron 23 organizaciones, la mayoría de ellas privadas, para discutir las
“mejores prácticas” de prevención y remediación de la violencia social (Thorne, Corveleyn, Pezo
del Pino, Velázquez y Valdéz 2011). Se identificaron varios factores que contribuían al éxito de sus
intervenciones. Muchos coinciden con los factores identificados aquí. He aquí algunos de ellos:

• el compromiso a largo plazo de la organización con el área geográfica y con sus propias líneas
programáticas;

• la flexibilidad, creatividad, diversidad profesional y compromiso del personal;


• asegurar la participación de la comunidad a varios niveles y ocupando diversos roles;
• el fortalecimiento de los “cuidadores naturales” dentro de la comunidad;
• establecer puentes de comunicación y colaboración entre las instituciones relevantes, tanto
gubernamentales como no gubernamentales.

El Perú tiene varias décadas de experiencia con intervenciones que enfocan la atención de los actores
comunitarios en las necesidades de los niños y niñas y que frecuentemente movilizan exitosamente
a los adultos para que sean más conscientes y críticos con relación a sus propios comportamientos
violentos y negligentes. Empezando en los años 1970, este fue el principio fundamental para
desarrollar el Programa No Escolarizado de Educación Inicial (PRONOEI) en comunidades pobres
de las áreas rurales y periféricas urbanas con limitado acceso a los servicios gubernamentales. Un
esfuerzo reciente en esta misma línea es la iniciativa de la ONG Taller de Promoción Andina (TADEPA)
en Cangallo, Ayacucho, que parece haber reducido los niveles de violencia contra las niñas y niños
en las comunidades participantes (Ames 2013).

Ejemplos de proyectos de ONG


Apoyando a las familias en los Andes

TADEPA, una ONG especializada en trabajar con las comunidades andinas rurales, ha promovido
una estrategia de visitas a hogares diseñada para reorganizar el espacio y el equipamiento de
los mismos, especialmente aquellos utilizados para la preparación y el almacenamiento de los
alimentos y utensilios. Uno de sus objetivos es mejorar la salud previniendo la contaminación,
incluyendo aquella que proviene del humo de los hornos tradicionales. Sin embargo, una de
sus principales metas es encontrar formas culturalmente aceptables de aliviar las demandas de
tiempo y energía, la recarga de trabajo y el estrés que recaen sobre las madres y otros miembros de
la familia encargados de las tareas cotidianas del hogar. Los beneficios del proyecto parecen incluir
un fuerte efecto placebo. Aunque aparentemente están enfocados en construir estantes o instalar
cortinas para separar el área donde duermen los padres y los hijos, las visitas a los hogares parecen
abrir un espacio, especialmente para las madres, donde pueden buscar y conseguir información,
apoyo y ayuda práctica. En los hogares participantes y en las reuniones de la comunidad, se desafía
a los adultos a reflexionar acerca de la manera en la que utilizan el castigo corporal y del valor que
les dan a sus hijos e hijas. La evaluación cualitativa de la primera etapa del proyecto (Ames 2013)
en Ayacucho, mostró una reducción de la violencia contra los menores de edad. Desde entonces el
programa se ha expandido a la región colindante de Huancavelica.

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Masculinidades cambiantes en San Juan de Lurigancho (Lima)

El programa Construcción de Masculinidades Libres de Violencia opera en un barrio popular,


organizando grupos de apoyo para hombres que son o han sido violentos con sus parejas.
Con el respaldo financiero de OXFAM Quebec, el equipo de psicólogos a cargo del programa
inicialmente planteó una estrategia para empoderar a las mujeres que habían sido víctimas de la
violencia doméstica, pero cambió de curso cuando descubrieron que “empoderar” a las esposas
con frecuencia provocaba aún más violencia de parte de sus parejas. El riesgo de desintegrar a
las familias y exponerlas a una pobreza aún mayor era bastante alto y, desde el punto de vista
de las mujeres, no era una opción deseable. El proyecto busca que los hombres sean parte de la
solución, a medida que exploran nuevas maneras de expresar su masculinidad en discusiones al
interior de los grupos y en experimentos fuera de los mismos. Uno de los principales temas para los
hombres es aprender a resistir la presión de los amigos, la familia y los medios de comunicación,
que los incentivan a comportarse siguiendo la identidad machista hegemónica. Los hombres son
desafiados a responsabilizarse de su propia violencia, en vez de echarle la culpa a su pareja, a la
presión de sus pares o a las normas de la sociedad, incluso a la vez que reconocen la existencia de
constreñimientos sociales y culturales. El proyecto fue exitoso en detener la violencia física y sexual.
No obstante, la violencia psicológica de los hombres contra sus parejas, aunque se ha reducido, no
ha sido eliminada (Mitchell 2013).

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

11. CONCLUSIONES
Esta sección presenta las conclusiones que emergen de nuestra exploración de los informes de
investigación, políticas públicas y programas, actores institucionales y niños, niñas y adolescentes
afectados por la violencia. Acercarnos a estos últimos con frecuencia ha implicado un esfuerzo de
inferencia e incluso saltos de imaginación por parte de los autores de las fuentes y los lectores de las
mismas. Las conclusiones se refieren a las tres dimensiones centrales del informe: la revisión de la
bibliografía en sí, las políticas e intervenciones para la prevención de la violencia y la producción de
conocimiento acerca de la violencia que afecta a la niñez en el contexto peruano. Las tres dimensiones
confluyen en los esfuerzos para lograr los objetivos del proyecto multipaís del cual el Perú forma
parte. Permiten que la secuencia de investigaciones e intervenciones que debe seguir a esta etapa
inicial del proyecto esté basada en evidencia firme, con la meta final de prevenir la violencia que
afecta a los niños, niñas y adolescentes en el Perú.

a. La revisión bibliográfica
La revisión de la bibliografía relevante revela los altos niveles de violencia que afectan a las niñas y niños
en la sociedad peruana. Estos son tanto testigos como víctimas directas de la violencia y en distintos
escenarios. Son también, en algunas circunstancias, los perpetradores de la violencia, en la mayoría de
los casos contra sus hermanos, hermanas y pares, pero ocasionalmente también contra extraños.

La revisión bibliográfica apoya la idea de que la mayor parte de la violencia experimentada por los
niños y niñas está fuertemente enraizada en relaciones sociales que persisten durante toda la vida
(la familia cercana) o que son relativamente duraderas (compañeros de clase, vecinos, amigos). Las
personas más cercanas a las niñas y niños y las más responsables de su protección son al mismo
tiempo sus agresores más frecuentes. Esto facilita que los actos de violencia se den repetidamente,
motivados por la creencia de los padres y otros cuidadores en el sentido que los castigos físicos y los
retos psicológicos son parte de la educación moral del niño o la niña. Otro determinante importante
son las dificultades que puede enfrentar la familia para satisfacer sus necesidades económicas,
asegurar que las labores del hogar sean realizadas y atender a varios de los miembros del hogar. La
participación de las hijas e hijos es esencial mas no siempre voluntaria a este respecto.

Las fuentes revisadas, a pesar de que no permiten comprender el fenómeno adecuadamente, sí


reconocen la importancia de entender la intención de los perpetradores, sus ideas y las creencias
que tienen acerca del propósito que sus actos violentos están cumpliendo. A ello se agregan las
creencias que las víctimas tienen acerca de las intenciones y propósitos de quienes abusan de
ellas. Si el propósito es corregir el mal comportamiento de una niña o un adolescente, ¿qué tan
efectivo es y cómo evalúan los actores su efectividad? La bibliografía no dice mucho con respecto a
las secuelas de los actos violentos; sobre todo, no se han investigado las respuestas que tienen los
niños y niñas ante dichos actos y las consecuencias a mediano y largo plazo de la violencia desde su
propia perspectiva. ¿Consiguen los agresores la obediencia, la sumisión y el respeto que buscaban?
La pregunta es especialmente difícil de contestar en el caso de la violencia psicológica.

Dada la gama de factores contemplados en el corpus revisado, la mejor manera de organizar las
conclusiones es siguiendo un modelo epidemiológico conocido. Este distribuye las conclusiones en
tres categorías: “causas” lejanas y próximas (que influyen en y contribuyen a generar situaciones de

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

violencia) y factores detonantes. Un cuarto grupo de factores son las respuestas de los niños y niñas.
Todo el modelo es dinámico, y las respuestas que estos dan a la violencia retroalimentan el ciclo,
alterando los factores lejanos y próximos y los detonantes que llevan a la violencia que afecta a la
niñez. La cadena (en realidad, el círculo) es representada gráficamente más abajo.

Es importante señalar que este modelo está vinculado de cerca al modelo socioecológico de la
violencia y la niñez que subyace al estudio multipaís sobre los determinantes de la violencia que
afecta a los niños, niñas y adolescentes. La mayoría de los factores agrupados en el bloque de causas
“lejanas” tiene que ver con la ideología, las estructuras sociales y políticas, los grandes marcos
institucionales, las normas sociales y las fuerzas históricas. La mayoría de los factores agrupados en
el bloque “próximas” tiene que ver con los meso y micro sistemas en los cuales se desenvuelven
los niños y niñas en sus relaciones cercanas con sus cuidadores y pares, y con los cuidadores que
establecen vínculos con los servicios y los representantes de las instituciones y programas.

Factores
distantes

Retroalimentación
de las respuestas Factores
de los menores de próximos
edad en otros
factores

Respuestas de
los menores Facilitadores
de edad y detonantes

La bibliografía revisada se concentra en el primer y segundo paso del modelo. Mostrar las respuestas
que la violencia suscita en los niños, niñas y adolescentes y los ciclos de retroalimentación que son
generados, va mucho más allá de los límites de la mayoría de los diseños de investigación y de las
explicaciones que la mayoría de los investigadores e investigadoras proponen para sus hallazgos.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

FACTORES LEJANOS
• Procesos demográficos.

Debido a los procesos de migración y desplazamiento forzado, la mayoría de los padres y madres
no ha nacido en el mismo lugar que sus hijos e hijas; por lo tanto, las experiencias que tuvieron
al crecer son radicalmente diferentes. La expansión de la educación y de los medios masivos y
las tecnologías de comunicación, contribuye a la brecha entre los referentes de los adultos y
los niños. Mientras tanto, el tamaño promedio de la familia está disminuyendo, aliviando con
ello las presiones de mantener y cuidar de familias grandes con poco o nulo acceso a servicios.
Aunque los menores de edad dependen de sus padres por períodos más largos que antes, un
número cada vez mayor de ellos parece estar asimilándose a la categoría de “preciosos”, es decir,
de dependientes que merecen cariño y protección.

• La inestabilidad de los sistemas de organización de género, generacional, estratificación


socioeconómica y relaciones étnico-raciales. Disputas sin fin sobre el posicionamiento de
unos y otras, pero convergencia en la necesidad y legitimidad de la jerarquía y autoridad.

La violencia se acumula en las fracturas de los grandes procesos de estructuración de la sociedad


peruana. Algunos de los más importantes de estos últimos, que aparecen en la bibliografía y
resultan pertinentes para las cuestiones de niñez y violencia, son: (1) Los rezagos del patriarcado,
de la autoridad y de la responsabilidad de los padres (hombres adultos), que se contrastan con
el poco o nulo involucramiento de muchos padres en la vida de sus hijas e hijos; (2) Procesos de
socialización altamente diferenciados entre hombres y mujeres, en particular en lo que se refiere
tanto al acceso a los medios utilizados para la violencia como a las motivaciones y excusas que
llevan a ella; (3) Un orden generacional que supone obligaciones perennes de cuidado y apoyo,
y que existe en tensión con proyectos de vida radicalmente diferentes entre las generaciones
mayores y más jóvenes; (4) Jerarquías socioeconómicas y étnico-raciales cuya presencia permea
la sociedad peruana, determinando en gran medida la fortuna de las personas, aun cuando el
discurso ideológico predominante sea el de derechos democráticos e igualdad de oportunidades.
A las complicaciones que tienen los actores sociales para navegar estas contradicciones se
agregan las variaciones regionales en todos estos procesos de estructuración.

• Estrategias familiares de supervivencia y movilidad en economías de la escasez

Los padres, madres y sus hijos e hijas esperan y desean ascendender socialmente en el Perú, un
país en el cual abundan los discursos sobre el desarrollo, el espíritu emprendedor y el crecimiento
económico. Las viejas prácticas compiten con nuevos patrones de cooperación e intercambio
económico entre padres y madres (cuidadores) y sus hijos e hijas. Las disputas emergen sobre
quién gana qué cosa, quién trabaja, quién recibe los beneficios, quién controla la billetera y
administra los horarios. Mucho de esto es mistificado, negado y distorsionado al nivel normativo.
Padres y madres se esfuerzan por recompensar el buen comportamiento de sus hijos e hijas con
bienes materiales altamente valorados, a pesar de que no todos acceden a estos instrumentos.

• La organización social del cuidado: Inconsistencias y vacíos que reflejan la incompleta


transición, de un modelo de protección comunitario, localizado y basado en la familia, a un
modelo liberal, urbano y burocrático.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

La organización social del cuidado implica una división del trabajo y una red de normas y
sanciones. Parte de la labor del cuidado incluye prevenir la violencia y proteger a las víctimas. En
el pasado, los distintos segmentos de la sociedad peruana disponían de numerosas opciones para
proteger a los niños y niñas de la violencia, y para detener y sancionar la violencia considerada
como excesiva o injustificada, según los estándares locales. Muchos de estos mecanismos han
desaparecido porque las condiciones de su operación ya no existen. Debido a la movilidad
geográfica y social del país, existe confusión con respecto a cuándo y dónde se aplican distintas
normas y quién es responsable de hacerlas cumplir. Grupos que antes estaban separados, ahora
son lanzados a interactuar en nuevas situaciones y relaciones. Es difícil conseguir la integración
en función de ciertas normas (los derechos del niño, inter alia). Existen discrepancias en torno
a las normas, tanto en el seno de las familias como en las comunidades locales, las mismas que
incluyen interrogantes acerca de quiénes son los responsables de las labores de cuidado, de cuidar
de los “hijos e hijas ajenos” y de asegurar la calidad de la vida familiar de la población en general.
Nuevamente, la diversidad cultural del país debe ser tomada en cuenta. Lo que representa un
cuidado adecuado a los ojos de unos no necesariamente lo hace a los ojos de otros, tanto en el
plano familiar-comunitario como a nivel institucional.

• Debilidades del Estado peruano y de la sociedad civil

Un tema que subyace a la bibliografía revisada es la debilidad del Estado peruano, su corto alcance
y sus carencias en lo que respecta a la provisión de un nivel de cuidado efectivo y apropiado en
distintos contextos culturales y regionales. A medida que la población se desplazaba a zonas
urbanas cada vez más masivas, la dinámica de riesgo y protección presente en las familias y
comunidades rurales fue remplazada por una dinámica típica de las grandes ciudades anónimas,
en las cuales los niños, niñas y adolescentes están más expuestos a la violencia asociada a la escuela,
el mercado, la calle y los desconocidos. Las políticas públicas y los programas gubernamentales
están construidos alrededor de un principio de subsidiariedad que asume la existencia de una
sociedad civil robusta y organizaciones filantrópicas, entre ellas las iglesias, capaces de brindar
la protección social necesitada. No obstante, este supuesto no se sustenta en una capacidad
gubernamental clara para monitorear, evaluar y coordinar los esfuerzos tanto propios como de la
sociedad civil.

FACTORES PRÓXIMOS
• La necesidad y el deseo de los niños, niñas y adolescentes de explorar lo desconocido; los
esfuerzos de los adultos por controlar sus movimientos a nivel espacial, temporal y social.

La violencia contra los menores de edad está frecuentemente vinculada a la acción de los padres
y sus suplentes en tanto guardapuertas. En todas las sociedades humanas existen disputas en
torno a la autonomía y el control como parte de las relaciones entre las distintas generaciones.
No obstante, en el Perú estas disputas conllevan un potencial de conflicto particularmente alto
por varias razones. En el caso de las niñas y niños, la movilidad ascendente implica la búsqueda
de oportunidades más allá de sus barreras geográficas y sociales. Dicho segmento tiene un fuerte
incentivo para buscar nuevos recursos y probar sus propias capacidades. Entretanto, los adultos
responsables de ellos temen terminar enfrentados con personas cuyo poder y posición social
desconocen y puede superar los suyos. Los niños y niñas pueden enredar a sus padres y madres
a través de sus amistades, romances, la información que encuentran, sus contactos azarosos y su

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

mal comportamiento. Pueden exponer a sus protectores adultos al riesgo de tener que enfrentar
depredadores económicos y sexuales, instituciones burocráticas y la ley. Para defenderse de esta
posibilidad, los cuidadores imponen restricciones onerosas a las idas y venidas de sus hijos e hijas,
así como a sus amistades y comunicaciones. Asimismo, utilizan la violencia para restringir la agencia
de sus hijos e hijas y canalizarla en direcciones que los adultos consideran seguras y convenientes.

• La participación de los niños, niñas y adolescentes en la reafirmación, refuerzo, replanteamiento


y renegociación de los órdenes de género, generacional, de clase, racial y étnicos

La violencia se utiliza para marcar las identidades y posiciones dentro de los procesos de
estructuración fundamentales de la sociedad peruana: los órdenes de género, generacional, de
clase, racial y étnicos. Visibiliza y vuelve palpables las relaciones de poder, las jerarquías de prestigio,
el acceso a los recursos, los símbolos y exhibiciones de género y las identidades generacionales.

Los niños y niñas, incluso los más pequeños, no están fuera de estos procesos de posicionamiento
social, de los que constituyen más bien parte integrante. Incentivados ávidamente por los
adultos, aprenden la manera en que dichos procesos operan y la ideología que subyace detrás de
ellos; recordemos la atmósfera militarizada de muchas escuelas. La literatura documenta varios
elementos inherentes a la socialización de los niños varones que explícitamente establecen un
vínculo entre la identidad masculina de género y la violencia. Tanto los niños como las niñas
aprenden a ejercer sus roles de género basados parcialmente en su relación con la violencia:
los instrumentos que emplea, los símbolos, contextos, motivaciones, razones y ocasiones en las
cuales hay que someterse a ella. A medida que crecen y adquieren experiencia social, los niños
y niñas utilizan la violencia y otras herramientas a su disposición para posicionarse en jerarquías
que son inestables y para afirmar su membresía en grupos considerados atractivos (por ejemplo,
los chicos más afluentes del vecindario, los más “blancos” de la escuela).

La violencia, al brindar una forma material a la autoridad del adulto, es uno de los instrumentos
utilizados para definir y mantener el orden generacional. No todos los adultos recurren a ella,
pero la amenaza de la violencia y la percepción de que siempre podría ser utilizada, sirven como
un recuerdo constante del respeto que las niñas y niños deben mantener frente a la autoridad de
los adultos. Algunos de los puntos de fricción más importantes en el marco de los cuales se suele
hacer cumplir la obediencia de los menores de edad tienen que ver con su contribución a los
ingresos económicos y al cuidado de la familia, así como con su utilización del tiempo y del dinero.
Al buscar un modelo a seguir en la conducta de los adultos, los niños y niñas quedan atrapados
en la confusión que les generan dos dobles vínculos: (1) todas las personas son iguales y, sin
embargo, los límites y las jerarquías sociales deben ser defendidos ferozmente; (2) la violencia es
mala y, sin embargo, es utilizada con frecuencia para pretender una mejor posición en la matriz
social. Las niñas y niños aprenden estas lecciones, si no a través de su propia experiencia directa,
de lo que pueden observar en el funcionamiento de la sociedad adulta cuando circulan fuera de
sus hogares, vecindarios y escuelas, así como a través de los medios de comunicación masivos y
otras formas de representación social a la que están expuestos.

• La pedagogía de la violencia en la niñez

Aunque la bibliografía revisada no contiene más que referencias dispersas y dispares sobre este
tema, demuestra claramente varias formas de enseñanza y aprendizaje que giran alrededor

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

de la violencia en la niñez. Muchas tienen que ver con las representaciones de la violencia y su
utilización performática. La violencia es dramática, probablemente más para los niños y niñas
que para los adultos. Atrapa la atención y su potencial para generar memorias permanentes
nunca está lejos.15 Actuar con violencia (incluyendo renunciar a la misma) es parte del aprendizaje
seguido a fin de poder navegar a través de los diversos procesos estructurantes de la sociedad
peruana, como he argumentado en párrafos anteriores. Aquí, al igual que frente a otras tareas
de aprendizaje, observar la aplicación correcta del libreto de la violencia permite a los adultos
verificar que las niñas y niños están logrando sus metas pedagógicas. Entender la violencia
como performance ayuda a explicar algunas de sus manifestaciones excesivas y aparentemente
gratuitas en la literatura, así como los cambios en su presentación. Mucho del aprendizaje acerca
de la violencia parece depender del ensayo y error. Tanto los adultos como los niños y niñas
experimentan con los efectos dramáticos de la violencia – imaginada, actuada, como amenaza,
atribuida a otros - y gradualmente los moldean para sus propósitos. La sociedad adulta peruana
retrata con romanticismo la violencia (por ejemplo, en las telenovelas) y ofrece lecciones diarias
acerca de su poder para definir la agenda.

A la vez, los niños y niñas viven procesos de aprendizaje y maduración que ilustran los cambios que
se suscitan en su comprensión del significado y el poder que tiene la violencia usada en su contra y
en su comprensión de sus derechos y de las normas sociales que rodean a la violencia en general,
y a la que afecta a los niños en particular. Aprenden estrategias para evadir y eludir la violencia y
progresivamente descubren sus propias capacidades para negociar soluciones no-violentas a los
conflictos y usar la disuasión; esto sucede, por ejemplo, en el caso de los adolescentes varones
(más grandes y fuertes que muchos de los que los podrían amenazar). Una gran brecha en la
bibliografía es la falta de descripciones detalladas de la dimensión de enseñanza y aprendizaje en
las relaciones de las niñas y niños que involucran la violencia de una u otra manera.

• Fracasos en materia de protección: entre lo viejo y lo nuevo

La violencia que afecta a los niños y niñas ocurre cuando los adultos (o las instituciones) que están
facultados para intervenir y proteger a las víctimas no cumplen con esta obligación y cuando los
niños y niñas los ven como poco efectivos, indiferentes o poco confiables. En una situación de
movilidad y cambio social acelerado, los adultos pueden sentirse inhibidos, al no estar seguros
de cuán firme es el terreno que pisan y les permite intervenir ni qué reacciones puedan tener los
perpetradores y la comunidad a la cual pertenecen las víctimas. Los sistemas de protección que se
basan en la comunidad fracasan por otras razones, entre ellas porque una gran parte de la violencia
en cuestión ocurre en la privacidad del hogar o en el salón de clases. Fracasan, asimismo, porque
en muchos casos estos sistemas han sido desplazados por instituciones y mecanismos formales:
policía, sistema judicial, defensorías en las escuelas y los gobiernos locales y organizaciones de la
sociedad civil. No obstante, estas instituciones formales son ajenas a la mayoría de las víctimas y
están fuera de su alcance. También es posible que las instituciones formales sean percibidas más
como una amenaza que como un aliado. Llamar la atención acerca de un problema puede llevar a
perder la colaboración del hijo o hija (llamada trabajo infantil por otros) o su custodia. El resultado
es que muchas de las víctimas no tienen a quién recurrir.

15 Quinn (2005), una teórica prominente del desarrollo infantil en perspectiva intercultural, describe cuatro elementos universales asociados a este proceso en las sociedades
humanas. Uno es elevar la experiencia emocional de los pequeños durante las lecciones que sus mayores quieren transmitir. La mayoría de las veces, esta “excitación emocional”
envuelve actos de violencia: “golpear, asustar, molestar, humillar” (Quinn 2005:481), aunque también se observa que otra práctica utilizada con frecuencia son los halagos.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Para complicar aún más las cosas, el Perú es es un territorio propenso a los desastres naturales
– sismos, derrumbes, inundaciones – lo cual dificulta aún más la operación de los sistemas de
cuidado y protección, sean estos comunitarios o institucionales. Se han registrado abusos contra
niños y niñas acogidos en albergues temporales para víctimas de desastres que han perdido sus
viviendas y sus medios de subsistencia.

FACILITADORES Y DETONANTES
• ¿Por qué una situación de conflicto lleva a la violencia en vez de llevar a otra situación? La
literatura sugiere muchas respuestas, pero las principales son las siguientes:

• La dependencia del sendero. Se comprueba que la violencia resuelve de manera expedita


disputas en el corto plazo. Por ende, una vez que es utilizada y que sus tecnologías están
disponibles, es probable que se vuelva a utilizar.
• La ausencia de censores. Experimentar o ser testigo frecuente de actos de violencia lleva a que
esta sea normalizada.
• Torpeza moral de los perpetradores: enfermedad mental, depresión, abuso de sustancias y
bajos niveles de inhibición. Discapacidad moral, baja capacidad de autocensura, espacio o
imaginación insuficiente para identificar soluciones alternativas a los conflictos.
• Víctimas indefensas. Pocos aliados, número reducido de canales claros y confiables para que
los que quieran ayudar puedan hacerlo, fuerza superior de los perpetradores.

RESPUESTAS DE LOS NIÑOS Y NIÑAS A LA VIOLENCIA


Las fuentes revisadas revelan más acerca de los perpetradores de la violencia contra los niños
y niñas que acerca de las respuestas que estos dan a la violencia.16 No obstante, sí permiten
identificar un rango de reacciones de los niños y niñas, tanto a corto como a largo plazo. Como
respuesta inmediata, los niños y niñas pueden buscar evitar la violencia huyendo, escondiéndose
o buscando alojarse con protectores, o bien pueden enfrentarse a sus agresores, pelearse y
golpearlos en respuesta. Especialmente cuando la violencia proviene de sus propios cuidadores,
las niñas y niños suelen someterse, ya sea porque no ven una alternativa o porque justifican la
violencia como un castigo merecido. Varios estudios mencionan el resentimiento y el deseo de
venganza que produce el hecho de ser testigos de la violencia de los padres contra las madres y
los hermanos y hermanas, especialmente en los hijos y hermanos varones.

Con el tiempo, puede que los niños y niñas busquen alejarse de la escena de violencia. Si esta
se produce en el hogar, pueden pedir que se les envíe a vivir con sus parientes o padrinos. Otra
alternativa es que escapen a la calle o busquen alojarse en instituciones. Si la violencia ocurre
en la escuela, pueden pedir cambios en la clase, los profesores o la escuela. En vez de reportar la
violencia que experimentan, los niños y niñas pueden maniobrar para conseguir la protección de
padres suplentes, nuevos colegios, nuevos vecindarios y nuevos grupos de pares. Una estrategia
a largo plazo que fue identificada depende de la posibilidad de alcanzar la autonomía económica.
Muchos padres aplauden la iniciativa de sus hijos e hijas para ganar dinero, a la vez que reconocen
un desplazamiento en la balanza de poder de las generaciones mayores a las generaciones más
jóvenes. Las acciones que implican reducir la dependencia de los niños y niñas de sus padres, de

16 Esta situación tiene fuertes fundamentos. La metodología y la ética de la investigación con niños y niñas son sumamente exigentes, y con mayor razón cuando se trata de temas
que pueden ser perturbadores. La comunidad de estudios de la niñez en el Perú necesita dar varios pasos previos hasta poder estar a la altura para producir el número y la
variedad de estudios que harían falta bajo condiciones aceptables de protección para los sujetos de estudio.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

otros parientes adultos, de los profesores y de las autoridades adultas en general, se incrementan
con el tiempo y están condicionadas por el género, la clase y la etnicidad de la persona.

A pesar de sus mejores esfuerzos, las probabilidades están en contra de las niñas y los niños en
cuanto a muchos de sus intentos de evadir o disuadir la violencia que les afecta, especialmente
dada la manera en la que está enraizada en sus relaciones cercanas. Desde el punto de vista del
desarrollo infantil, esto tiene implicancias peligrosas.

• La violencia puede dañar o romper relaciones esenciales para el cuidado y la protección de los
niños y niñas. Si bien la mayor parte de la violencia que afecta a la niñez, cuando es perpetrada
por los miembros de la familia y personas adultas de confianza (profesores, policía, guías
religiosos, jefes, etc.), no parece llevar a una ruptura en la relación, la literatura sí identifica
situaciones en las cuales esta ruptura ocurre. En estos casos es posible que los niños, niñas y
adolescentes transfieran sus afectos y lealtades a sus pares que son miembros de pandillas
y otros grupos estigmatizados. Algunos terminan completamente alienados de un mundo
adulto que perciben como corrupto y depredador; otros sucumben al uso de sustancias y a
pensamientos suicidas, que en ocasiones se llegan a concretar.
• Revictimización. Cuando los niños y niñas permanecen en relaciones con las personas que
ejercen violencia sobre ellos, con frecuencia se repite la victimización y los efectos de la
violencia se acumulan a lo largo de toda la niñez y posiblemente más allá de ella. La literatura
sugiere que los actos repetidos de violencia – física, psicológica, sexual – son un problema
muy grave. No obstante, se necesita saber mucho más, desde el punto de vista de los niños y
niñas, acerca de la frecuencia, intensidad y significado subjetivo de los actos de violencia que
son recurrentes en las mismas relaciones y escenarios.

CICLOS DE RETROALIMENTACIÓN
Tal como se señaló antes, la bibliografía no hace suficiente mención al impacto que tienen las
respuestas de las niñas y niños a la violencia de la que son víctimas, es decir, al impacto en otros
actores, en los determinantes mismos de la violencia y en el entorno socioecológico en el que
ocurren. Investigar esto requeriría un diseño de investigación radicalmente distinto al diseño que
normalmente se usa en los estudios sobre la violencia y la niñez en el Perú. A pesar de estos vacíos,
se pueden sacar algunas conclusiones. Es claro que, a medida que los niños y niñas crecen y se
vuelven adolescentes, se hacen más grandes, fuertes y experimentados, y pueden recurrir a aliados
para que los apoyen. Esto “enseña” a los potenciales víctimizadores, o a los antiguos abusadores,
a desistir o cambiar las formas de violencia que emplean. Algunos estudios incorporan preguntas
acerca del conocimiento de los niños y niñas sobre sus derechos a no ser castigados físicamente,
tocados de manera indeseada, insultados o empujados al final de la cola. Los resultados sugieren
un cambio gradual en la comprensión de los adultos acerca de los límites de sus privilegios y la
protección de su anonimato. El Perú tiene organizaciones de niños, niñas y adolescentes que
apoyan y otras que se oponen al trabajo infantil, incluyendo el trabajo doméstico; no obstante,
todas concuerdan en que la violencia y el abuso no deben ser parte de la experiencia de quienes
trabajan. Las formas más chocantes de comportamiento adulto – por ejemplo, recientemente
un reportaje televisivo sobre una madre que atacaba a su hija de 2 o 3 años mientras la sostenía
en el aire de la parte de atrás de su vestido – son difundidas inmediatamente por los medios de
comunicación y atraen comentarios de condena de horrorizados televidentes. Existen formatos
tales como los consejos escolares y el parlamento infantil que emiten opiniones acerca de las

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

prácticas disciplinarias en los hogares y las escuelas y de las normas sociales generales relacionadas
con la protección que la niñez debería recibir. Mientras tanto, al evitar instituciones como la
policía, las DEMUNA, los centros de salud y otros canales oficiales para reportar la violencia y
buscar ayuda, los niños y niñas están quejándose acerca de la manera en que estas instituciones
operan o son percibidas por sus supuestos beneficiarios. Están pidiendo un cambio.

b. Intervenciones
Hemos visto que el sistema de protección en el Perú es desigual, centralizado, fuerte con respecto a
las leyes y débil con respecto a hacerlas cumplir. Existe un historial de más de dos décadas de planes
nacionales integrales y ambiciosos a favor de los niños, niñas y adolescentes. No obstante, asegurar
la coordinación entre los diversos ministerios gubernamentales que tienen el mandato de promover
el bienestar y oportunidades para los niños y niñas, así como entre los actores no gubernamentales
y entre actores estatales y no estatales, es un objetivo aún elusivo. Dos problemas suelen frustrar
muchas iniciativas: la escasez de recursos financieros y el nivel a menudo precario de competencia
y especialización de los recursos humanos. Las convenciones internacionales, las organizaciones
internacionales y los estándares globales son ingredientes importantes de las políticas públicas
peruanas y de los programas enfocados en la niñez y la juventud.

La mayoría de las intervenciones están orientadas a generar un ambiente más pacífico, benigno
y positivo alrededor de los niños, niñas y adolescentes. Sus mensajes y abordajes tienden a ser
relativamente genéricos, procurando involucrar a un público amplio mediante sugerencias sobre
cómo vivir mejor y resolver los conflictos sin violencia. Muchas promueven acciones para enseñar a ser
mejores padres o madres, equipar a los profesores y trabajadores de salud con información adecuada
para intervenir y prevenir la violencia y sensibilizar a las niñas y niños acerca de la posibilidad de que
sean víctimas de abuso y maltrato en sus relaciones y contactos con otras personas. Es probable que
el ideal de promover contextos más positivos en los que puedan crecer y desarrollarse subestime la
posibilidad de que los niños y niñas sean víctimas de violencia azarosa o testigos de violencia, así
como el impacto del clima generalizado de inseguridad que prevalece en la mayoría de las ciudades
peruanas y en muchas áreas rurales. Es probable que estas amenazas figuren de un modo más
importante en la experiencia de los niños y niñas de lo que la investigación sugiere.

Algunas intervenciones incidenn directamente en determinantes específicos de la violencia contra


los niños y niñas, por ejemplo, en el abuso de sustancias o las actitudes machistas de los adultos
varones. No obstante, muchas de las intervenciones se muestran reticentes si se trata de ir al meollo
de las relaciones y las dinámicas familiares. Esto obedece amuchos factores. Alterar las circunstancias
habituales en las que las niñas y niños reciben amparo puede acarrear costos demasiado altos,
supuestamente empeorando una situación ya de por sí precaria. Resulta problemático conseguir el
respaldo de las instituciones apropiadas, derivar los casos y contar con los vínculos necesarios para
dar solución a situaciones difíciles. Además, existe el riesgo de malentendidos culturales. En general,
las estrategias de las ONGD y las instituciones del Estado peruanas procuran evitar la confrontación.
Se prefiere la educación, la persuasión, ocasionalmente la vergüenza y con frecuencia el humor
filudo. En un país con muchos problemas colectivos no resueltos, con fuertes desigualdades y con
historias recientes de violencia política, la suavidad y la sutileza tienen su lugar.

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c. Fuentes, tipos de investigación y las metodologías empleadas


En el Perú existen muchos estudios que tocan de reojo el problema de la violencia que afecta a la
niñez. No obstante, son relativamente pocos los estudios que se enfocan en el problema con la
finalidad de generar información empírica de manera sistemática. La mayoría de estudiosos indica
que son conscientes de los problemas metodológicos y éticos asociados a la temática. No obstante,
la autocrítica se queda corta. En general, los principales problemas metodológicos del corpus
bibliográfico están relacionados con fallas en el diseño de las investigaciones más que con problemas
con la ejecución de las mismas. Las cuatro principales fallas de diseño metodológico identificadas son:

• Estudiar los atributos, y no los procesos.

En la mayoría de los estudios, las relaciones y los procesos son tratados como si fueran atributos
y episodios singulares. En las fuentes abundan registros incompletos de las transacciones (no
limitadas a intercambios de una sola vez), así como de las relaciones que subyacen a ellas. Las
conclusiones dependen ya sea fuerte o exclusivamente de las correlaciones entre los atributos de los
perpetradores y de las víctimas. Los estudios omiten variables importantes, especialmente aquellas
que se refieren a los eventos anteriores y posteriores al hecho en sí en la línea temporal. Los episodios
de violencia son extirpados de sus historias y del contexto y no se realiza un seguimiento mediante
un registro de las reacciones de los niños y niñas ni de los adultos luego de los episodios de violencia
(disculpas, promesas de cambiar, manifestaciones de arrepentimiento, discusiones calmadas
acerca del problema). La mayoría de los estudios no se ocupa de (1) las intenciones de los actores.
¿Consiguió el perpetrador, mediante el acto violento, el propósito que supuestamente buscaba?
Ni de (2) el efecto que tuvo la violencia (si es que tuvo alguno) en la relación entre el perpetrador y
la víctima. ¿La relación sufrió un daño, se debilitó, se fortaleció, se terminó definitivamente o no le
pasó nada? Estos vacíos en la bibliografía son sustanciales e indican la necesidad de que se utilice
con mayor frecuencia diseños metodológicos etnográficos y longitudinales.

• Subestimar a los menores de edad como sujetos de investigación y faltarles el respeto. No


cumplir plenamente con las pautas éticas que deben ser observadas en la investigación con
menores de edad.

La mayoría de las investigaciones depende de la memoria (la cual, como sabemos, es selectiva) y de los
informes de los actores (que están sujetos a múltiples sesgos). No contienen una reconstrucción detallada
de los eventos y suelen detenerse en simples dicotomías (ocurrió o no ocurrió un evento violento).
Las circunstancias que rodean los incidentes de violencia rara vez son esclarecidas y visibilizadas. La
participación de los niños y niñas como informantes se reduce a responder afirmativa o negativamente
a las preguntas que se les plantean, y no se les da el crédito suficiente como para producir su propio
análisis de los eventos y las relaciones a su alrededor. La falta de atención a los procesos de la violencia
hace que los niños y niñas no puedan emerger como los actores estratégicos que son. Una cantidad
ínfima de estudios explora sus estrategias de protección, tanto de sí mismos como de otros, o sus
acciones en respuesta a la violencia (más allá de reportar los casos a una autoridad adulta). En términos
éticos, cuando los niños y niñas son fuentes de información, las investigaciones tienden a recurrir a
muestras de conveniencia (por ejemplo, salones de clases) y poblaciones cautivas (por ejemplo, clientes
de un centro de salud en particular). En muchos casos no parece haberse solicitado el consentimiento de
los niños y niñas individualmente, y existe insuficiente preocupación por los riesgos éticos particulares
que entraña traer al recuerdo eventos y sentimientos relacionados con experiencias violentas.

69
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

• Dependencia excesiva de conglomerados cuya relevancia no es clara

En el Perú, la mayor parte de las investigaciones sobre la violencia que afecta a la niñez y
la adolescencia está basada en conglomerados de categorías demográficas de uso común:
residencia en divisiones geopolíticas tal como distritos o provincias, medio rural/urbano, sexo
masculino/femenino, edad y nivel educativo, fue abusado/no fue abusado cuando era menor
de edad, etc. Los promedios y medidas similares se aplican a categorías que, si bien pueden ser
pertinentes en estudios sobre otros temas, no necesariamente son las más relevantes para el
tema que nos ocupa. La práctica crea la impresión de que la violencia está distribuida en forma
más o menos pareja en grandes sectores de la población y que opera homogéneamente en
contextos institucionales diversos. En cambio, la literatura revisada sugiere que la mayor parte
de la violencia que afecta a los niños y niñas está concentrada en ciertos perpetradores y en
ciertas víctimas. Buena parte parece estar asociada a ciertos momentos, contextos y coyunturas.
Evidentemente, aún hace falta mucho trabajo conceptual en torno a la violencia que afecta a
niños y niñas en el Perú, que permita plantear relaciones hipotéticas para su investigación, las
mismas que deben estar respaldadas por la teoría, y no por el hábito.

Los agregados más cuestionables son aquellos que hacen referencia a diferencias regionales.
La región andina es sospechosa de una alta incidencia de violencia física, mientras que la
región amazónica se ve sobrerrepresentada en los estudios sobre la violencia sexual. Es común
que estos patrones se asocien a la cultura indígena andina y a la cultura mestiza amazónica,
respectivamente. No obstante, la literatura sugiere que las fuerzas que entran a tallar aquí son
más complejas e incluyen la pobreza, la iniciación temprana en la adultez, la discriminación y la
carencia de oportunidades. Asimismo, sugiere que, al agregar la información por regiones, se está
enmascarando una realidad que revelaría que la violencia se concentra en unos pocos lugares con
características excepcionales, por ejemplo, la Amazonía, los corredores de turismo y migración,
las zonas de explotación económica que están fuera del alcance del Estado peruano, los pueblos
de frontera en crecimiento explosivo.

• Poblaciones, conceptos y variables ocultas

La gran mayoría de las investigaciones usan diseños elaborados bajo la premisa de que las formas
más importantes de violencia que afectan a los niños, niñas y adolescentes ocurren en el contexto
de relaciones en las cuales ya están involucrados. Esto, de entrada, niega la posibilidad de encontrar
formas “libres” de violencia que sean, desde el punto de vista del niño o niña, igualmente o más
importantes: la violencia que observan en los espacios públicos, en los medios de comunicación,
el mundo virtual, las amenazas o agresiones de extraños. La violencia puede aparecer en historias
y rumores, así como en las anécdotas que las personas mayores o los pares les cuentan o que los
niños y niñas oyen de casualidad. El diseño de los estudios necesita seguir a los niños y niñas a fin de
registrar el peso relativo de las experiencias de la violencia en sus relaciones y contextos habituales,
así como el peso que tienen las experiencias de violencia fuera de esas relaciones y contextos. Es
posible que se estén cometiendo errores al vincular con las relaciones íntimas variables que incluyen
los estados de ansiedad y miedo, el fracaso escolar, el comportamiento antisocial, la depresión e
incluso pensamientos y tendencias suicidas. Una gama más amplia de variables escondidas e
intervinientes necesita hacer su ingreso en los estudios. Nuevamente, el problema es sintomático
del poco desarrollo de la teoría acerca de la violencia que afecta a la niñez en el Perú.

70
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

12. SIGUIENTES PASOS


Muchos de los factores asociados a la violencia que afecta a las niñas y niños se refieren a eventos del
pasado que no pueden ser cambiados ahora, por ejemplo, el limitado acceso que tuvieron las madres
al sistema de educación formal de niñas, situación que les dejó una sensación de discapacidad y
desventaja, o el hecho de que las madres y los padres hayan sido castigados físicamente y hayan
recibido pocos halagos cuando fueron criados. Otros factores que se vinculan a la violencia y aluden
a sus determinantes no permiten generar recomendaciones de acción claras porque la investigación
no revela los mecanismos que conectan la “causa” con la “consecuencia”. Algunas de las estadísticas
más alarmantes que contiene este informe se enmarcan dentro de esta categoría. En consecuencia, si
bien nos informan que entre el 70 y el 80% de los niños y niñas peruanos son víctimas de la violencia
en sus hogares y escuelas, las investigaciones brindan muy pocas guías acerca de qué hacer y cómo
actuar con base en esa información, dada la gran cantidad de posibles conexiones causales que
podrían explicar estas estadísticas.

Al mismo tiempo, la literatura señala varias áreas donde el público peruano en general ha sido
sensibilizado respecto del problema y existen varios procesos de cambio en curso que apuntan a la
reducción o erradicación de la violencia en la niñez. Esto crea un contexto propicio para medidas positivas
donde los “siguientes pasos” podrían ubicarse productivamente. Cuatro áreas son especialmente
prometedoras: (1) los nuevos patrones de vida familiar, que acarrean la reducción del estrés y una
distribución más equitativa de las responsabilidades, (2) los sistemas de protección y rutas de asistencia
disponibles para los niños y niñas víctimas de abuso y maltrato, (3) las normas sociales, actitudes y
hábitos de las personas adultas en sus interacciones con niños, niñas y adolescentes y (4) el valor que
se le asigna a la infancia y los reclamos de los niños, niñas y adolescentes como derechohabientes.

Contextos fértiles para un cambio positivo

Nuevos patrones referidos a la obtención de los medios de vida y la organización de los cuidados dentro de la familia. Una nueva
preocupación por la justicia y la distribución equitativa de las responsabilidades. Políticas de conciliación de la vida laboral y familiar que
se sustentan en elementos comunitarios de apoyo. Familias con creciente acceso a información y conexiones a servicios relevantes.

La persistencia y adaptación a circunstancias nuevas de los sistemas “tradicionales”, basados en la comunidad, de mantenimiento de la paz
y protección de sus miembros, y el surgimiento en paralelo de sistemas “modernos”, institucionalizados.

Percepciones de normalidad en lo referido a las relaciones e interacciones entre adultos y niños. Desplazamiento gradual de la violencia
normalizada. Importancia creciente de la cooperación y la consulta entre las generaciones, y de la expectativa de que las personas adultas
serán protectoras y promotoras de la niñez, incluso estando dispuestas a sacrificar sus propios intereses en aras del bienestar de los niños
y niñas que están bajo su cuidado. Difusión de nuevas prácticas entre todos aquellos involucrados en el cuidado y la educación de los
niños y niñas, especialmente en relación con algunas cuestiones críticas: los roles y relaciones de género, las relaciones familiares y las
técnicas disciplinarias.

Actitudes respecto de la condición de “sin precio” e irremplazables de todos los hijos e hijas. Respuesta a la realidad de menos hijos
por familia y disposición a hacer una alta inversión en cada uno de ellos. Conciencia y aceptación de que todos los niños y niñas son
derechohabientes.

71
Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Debido a que los niños y niñas son personas que están pasando por procesos de aprendizaje y
maduración, en que sus psiquis, cuerpos e ideas acerca del mundo no están formados del todo, la
violencia que se experimenta en la niñez tiene un significado doble. Puede tener efectos inmediatos
y palpables, o bien sus efectos pueden manifestarse recién conforme avanza el ciclo de desarrollo.
Los efectos inmediatos exigen medidas urgentes de alivio y reparación, pero sobre todo esfuerzos
denodados de prevención. La violencia que impacta los ciclos largos de desarrollo del niño o niña
involucra comporta eventos o fallas que, tomados separadamente, pueden no representar un
peligro de vida o incluso ni siquiera presentarse como importantes en su momento. Sin embargo,
cumulativamente, contribuyen a una niñez marcada por experiencias repetidas de dolor y miedo,
el anticipo de la violencia como una posibilidad constante, la merma de la confianza en los demás
(especialmente en los adultos cuyo papel es ostensiblemente el de protectores y no agresores),
dificultades para interpretar las intenciones de otras personas y un debilitamiento del sentido de
valor propio.

La literatura sugiere que los daños intensos e inmediatos de la violencia afectan a una minoría de
niños y niñas en el Perú, cuya infancia se puede considerar excepcional desde el punto de vista
estadístico. En diversos estudios revisados para este informe, han hecho su aparición como víctimas
de la trata de personas; como niños y niñas con habilidades diferentes o cualidades personales que
los dejan fuera de los mecanismos habituales de protección; como niños, niñas y adolescentes que
exploran identidades y estilos de vida divergentes. Unos crecen en un mundo de privilegio; otros
pertenecen a familias que soportan presiones económicas extremas.

Estos niños y niñas “excepcionales” son principalmente víctimas de la violencia sexual. Una minoría de
adultos pertenece a la categoría de depredadores sexuales, y una minoría de esa minoría encuentra
las oportunidades propicias para actuar; no obstante, cuando sus acciones se acometen contra
niñas y adolescentes, ocasionan algunos de los daños más graves que amenazan a la niñez en el
Perú.17 Los estudios demuestran el rol que desempeñan los familiares cercanos en el abuso sexual, su
inicio precoz y su duración prolongada. Ciertos factores ideológicos favorecen a los perpetradores:
la defensa cerrada de la privacidad del hogar, las prerrogativas que se atribuyen a los integrantes
masculinos dentro de ellos y la noción de que los niños y niñas se encuentran más seguros cuando
se encuentran encerrados en sus cuatro paredes. Fuera del hogar, el abuso continúa, toda vez que las
víctimas no tienen la seguridad de una atención competente y empática por parte de los trabajadores
de la salud, y también cuando se les niega la posibilidad de interrumpir un eventual embarazo.

Entretanto, la violencia de baja intensidad, repetida y acumulativa, afecta a toda la niñez en el


Perú. Una mayoría la experimenta personalmente, por lo menos en algunas ocasiones. El resto
la experimenta indirectamente, como parte de la vida de sus amigos y amigas (y posiblemente
hermanos y hermanas) y como parte del imaginario de la infancia. Contribuye a una cultura de la
niñez en la cual todos y todas deben tomar conciencia acerca de determinadas formas de castigo
y amenaza que también podrían volcarse contra ellos. Forma parte de las conversaciones diarias
con amistades, vecinos y compañeros de colegio. Induce en los niños y niñas actitudes de cautela
y suspicacia, al mismo tiempo que les resta una cuota de goce en la vida cotidiana. Pone obstáculos
en el camino de su desarrollo hacia la autonomía, el respeto, el reconocimiento, el autocontrol y la
autodeterminación.

17 No estamos olvidando de los niños raptados por Sendero Luminoso para convertirlos en niños soldados y de los que son inducidos a ingresar en pandillas criminales, donde se
les obliga a participar en asesinatos y otros actos de violencia extrema.

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Informe país sobre los determinantes de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes

Esta violencia repetida y acumulativa adopta ante todo la forma de castigos corporales, que son
administrados por padres y cuidadores, maestros y otras autoridades. La literatura sugiere que
ningún niño o niña crece en el Perú sin tomar conciencia de la existencia y la posibilidad de dichos
abusos. Todos están familiarizados con los argumentos que supuestamente sustentan su legitimidad
como una herramienta de enseñanza (“Es por tu propio bien.”).

En concordancia con lo anterior, este informe señala la prioridad de dos situaciones como escenarios
para los “siguientes pasos” hacia el alivio de la violencia que afecta a la niñez en el Perú. Una
comprende la violencia aguda asociada al abuso sexual; la otra se refiere a la violencia acumulativa
que entrañan los castigos físicos propinados, a veces sin siquiera percatarse de ello, por adultos que
tienen poder y autoridad sobre los niños y niñas. En ambos casos existen ejemplos de medidas que
podrían darles dirección a los “siguientes pasos”. Aunque no fue su principal objetivo, la presente
investigación identificó algunos mecanismos concretos que podrían encaminar las respuestas en
estos dos escenarios priorizados. La tabla a continuación resume los argumentos alrededor de los
siguientes pasos.

Hacia la erradicación de la violencia que afecta a la niñez en el Perú: prioridades

El abuso físico y psicológico vuelto rutina,


Formas de violencia que Violencia sexual contra niños de ambos géneros,
especialmente los castigos corporales propinados
ameritan priorizarse pero especialmente niñas y mujeres adolescentes.
en la casa y en la escuela.

Daño agudo, casi inevitable, ya sea físico,


Daño acumulativo. Riesgos de habituación y
psicológico o ambos. Dificultades extremas para
¿Por qué la prioridad? desensibilización de todos los concernidos:
que las víctimas puedan defenderse o siquiera
víctimas, perpetradores y testigos.
entender lo que pasa y por qué.

La mayoría de los niños y niñas son afectados


Niños y niñas en “circunstancias excepcionales”:
directamente, al menos ocasionalmente. El
¿Quién se ve afectado? expuestos a abusadores, fuera del alcance de los
universo de la niñez está afectado de manera
sistemas de protección.
indirecta.

Un clima general de la infancia en el cual los golpes


Consecuencias para las víctimas:
e insultos son habituales y “normales”.
Corto plazo: daños físicos y psicológicos. Pérdida
La violencia contra los niños y niñas se vuelve
de confianza en los adultos que deberían ser sus
invisible o inocua desde la perspectiva de las
protectores.
Las consecuencias más personas adultas, sean estas perpetradoras,
Plazos mayores: riesgos de embarazo y/o
preocupantes protectoras o testigos.
de abortos peligrosos e ilegales, elecciones
No es inocua para las víctimas. Se vincula al fracaso
desastrosas de pareja, experiencias violentas
escolar, la pérdida de autoestima, la incapacidad
asociadas a la maternidad, salud física y mental
para responder o buscar ayuda, la aceptación de
resquebrajada.
nuevas violencias.

73
APÉNDICE A.
METODOLOGÍA
BÚSQUEDA BIBLIOGRÁFICA
La investigación bibliográfica de este informe empezó con bases de datos internacionales (EBSCO,
SCOPUS, JSTOR, PROQUEST) y revisiones de los volúmenes recientes de las revistas especializadas
Journal of Interpersonal Violence y Child Abuse Review. En los artículos y libros relevantes, revisamos
la bibliografía y seguimos todas las pistas prometedoras que pudimos conseguir. Muchos artículos
publicados en revistas internacionales o producidos en centros universitarios extranjeros no estaban
disponibles en línea o físicamente en el Perú. El equipo de UNICEF en la Universidad de Edimburgo
facilitó un buen número de estos informes.

La principal fuente de información secundaria es la ENARES o Encuesta Nacional de Relaciones


Sociales (INEI/MIMP 2013). Varias de las referencias utilizan la información recolectada a través del
estudio longitudinal Niños del Milenio18, el mismo que se encuentra alojado institucionalmente en
el Perú en dos centros de investigación no gubernamentales, GRADE y el Instituto de Investigación
Nutricional (IIN). Varias instancias gubernamentales peruanas producen registros administrativos
relevantes para el tema de la violencia que afecta a los niños, niñas y adolescentes. Estos incluyen
a la Policía Nacional y a los Ministerios del Interior, Educación, Salud, Inclusión Social y de la Mujer
y Poblaciones Vulnerables. Revisamos varios de ellos, especialmente los de la policía y el Ministerio
del Interior, que registran los casos denunciados en las comisarías, a los menores de edad que
se escapan o desaparecen, información sobre la trata de personas y las mafias involucradas y las
detenciones de adolescentes. No obstante, más allá de breves referencias a ellos, dichos registros no
fueron incorporados en el informe porque tienen varias deficiencias técnicas, que son reconocidas
por las entidades que las producen. El INEI tiene un proyecto en curso para mejorar los registros
administrativos a nivel de todo el gobierno peruano.19

De 280 fuentes revisadas, 116 son tesis de bachillerato, licenciatura y maestría de 10 universidades,
tres en Lima y siete en el interior del país. Las siete instituciones fuera de Lima son universidades
públicas, las más prominentes de la red de universidades públicas que operan bajo limitaciones
presupuestarias y de otro tipo. Las tesis constituyen una literatura “gris”, en el sentido que son avaladas
en términos de calidad únicamente por los asesores, facultades y universidades que formaron a
los estudiantes. Unas cuantas se han convertido en libros o han sentado las bases para artículos
publicados en revistas que pueden haber aprobado un proceso de arbitraje. La decisión de expandir
la investigación para incluir las tesis y otros productos elaborados en los centros de investigación
de las universidades, especialmente aquellas ubicadas fuera de Lima, la ciudad capital, respondió a
varias razones, que iban más allá de la calidad de los estudios que pudieran ser identificados. Se hizo
con la esperanza de encontrar y promover grupos de investigación en distintas áreas del país que
pudieran ser convocados para futuros proyectos enfocados en el abordaje de la violencia y la niñez.
Otra razón fue el deseo de romper con el monopolio de Lima sobre las agendas de investigación y
el enmarcado de los problemas. La tercera razón fue la posibilidad de que los jóvenes que habitan
diversos escenarios, y que tienen experiencias previas diversas, pudieran detectar temas que no eran
evidentes para investigadores ubicados a una distancia de la niñez y adolescencia y también del
contexto. Esto parecía especialmente posible tratándose de intuiciones acerca de los determinantes
de la violencia que afecta a la niñez.

18 Young Lives Study, el estudio multipaís del cual Niños del Milenio Perú forma parte, es coordinado internacionalmente por la Universidad de Oxford, Reino Unido (www.
younglives.org.uk).
19 Este tema fue un punto principal de discusión en un evento reciente organizado el 23 de octubre del 2015 por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, donde se
examinó el rol de las estadísticas en la promoción de la equidad de género en el Perú.

75
Esta hipótesis fue corroborada dramáticamente en un caso: el estudio de pandillas de jóvenes y de las
“barras bravas”. Dos universitarios de la Universidad de Huamanga (Ortega Matute, Jorge León) y uno
(Santos Anaya) de la Universidad Católica del Perú produjeron los primeros estudios sobre pandillaje,
tema que luego fue retomado por investigadores más experimentados. Aunque no es tan claro en
otros casos, muchas investigaciones de tesistas sobre la sexualidad adolescente y los encuentros
de los niños y niñas con los proveedores de servicios, también fueron pioneros y brindaron una
interpretación novedosa sobre la dinámica social y psicológica subyacente.

La abundancia de tesis que tocan el tema y que están siendo producidas por estudiantes de
licenciatura y maestría en las universidades peruanas es prometedora, desde la perspectiva de
impulsar el desarrollo a futuro de líneas de investigación y una comunidad académica activa y de
alta calidad enfocada en la violencia y la niñez. No obstante, en el corto plazo, esto mismo genera
preguntas éticas difíciles de responder. Muchas de las tesis, sino todas, utilizan poblaciones cautivas
para su muestreo: colegios y salones de clases, clientes de un centro de salud, residentes de refugios
u orfelinatos, discotecas, parques de juego y otros espacios cerrados. Casi ninguna de las tesis
describe qué procedimiento se utilizó para conseguir el permiso para poder ingresar en el espacio
y casi ninguna detalla cómo se trató el consentimiento de los menores de edad mismos. Existen
razones para sospechar que este requerimiento ético simplemente fue obviado y que los asesores
del estudiante o no conocían o no les preocupaba la exigencia de que los estudiantes cumplieran con
las buenas prácticas éticas establecidas. Muchas de las tesis utilizan instrumentos estandarizados:
pruebas psicométricas y cuestionarios, frecuentemente importados de otros contextos, traducidos y
no validados para la población bajo estudio.

En resumen, detrás de las tesis encontramos a estudiantes de pregrado y maestría modestamente


preparados y levemente supervisados, aplicando pruebas y cuestionarios sobre temas sensibles a
poblaciones vulnerables compuestas por personas que pueden no comprender claramente cuáles son
sus derechos en el marco de una investigación social. Muchas tesis concluyen en recomendaciones para
la acción, y algunas describen las medidas que los autores tomaron para devolver algunos beneficios a
los sujetos y sus comunidades. Al organizar reuniones comunitarias, brindar charlas y hacer consultas
sobre los resultados de las tesis, los jóvenes estudiantes universitarios se convirtieron en fuentes de
información y consejos a los profesores, el personal de salud, los niños y niñas, sus padres y madres
y los miembros de la comunidad en general. Nuevamente, nos quedamos con la pregunta sobre la
capacidad de jóvenes estudiantes de interpretar adecuadamente los resultados y las implicancias de
sus investigaciones, y sobre la supervisión y el apoyo que recibieron en este proceso.

Mapeo de las intervenciones


El ejercicio de mapeo analizó 63 intervenciones, 46 de instituciones estatales y 17 del sector privado.
Con la finalidad de construir un inventario de intervenciones, se consultaron fuentes en línea,
complementadas con entrevistas a informantes claves. Un punto de inicio, por ejemplo, fue un
registro de ONGD oficialmente registradas en el Perú, clasificadas por ubicación geográfica y área de
interés. Se envió un cuestionario electrónico breve (cinco items) a 825 ONGD peruanas que habían
sido identificadas por tener programas o proyectos relacionados con menores de edad. Debido a
que este tipo de técnica de muestreo es bastante nuevo y que las ONGD en general tienen reservas
para brindar información acerca de sí mismas, solo respondieron 34 organizaciones. De estas, el 60%
indicó que su enfoque para el abordaje de la violencia contra menores era un enfoque transversal a

76
todos sus programas, mientras que el 18% respondió que este tema representaba una prioridad para
ellos. La mitad de los que respondieron tiene estrategias que incluyen la prevención y la quinta parte
de estos tiene estrategias que comprenden ya sea el lobbying o brindar información al gobierno o
a instituciones sociales estatales. Los plazos y los recursos disponibles no permitieron realizar un
seguimiento intensivo, que hubiera permitido documentar estos casos con suficiente detalle como
para incorporarlos en el mapa de intervenciones. Las 17 organizaciones incluidas están ubicadas
en cinco regiones que fueron seleccionadas para realizar visitas personales y entrevistas: Junín y
Huancavelica en la sierra, Tumbes y Piura en la costa norte, y Madre de Dios en la región amazónica,
en la frontera con Bolivia. Para complementar la información recolectada directamente de las ONGD,
se realizaron entrevistas prolongadas con fuentes claves de dos organizaciones privadas sin fines de
lucro que tienen un largo historial de abordaje de la violencia que afecta a los menores de edad, CESIP
y Acción por los Niños; así como con un vocero de un consorcio de organizaciones unidas contra
la violencia en las escuelas. Las ONGD que trabajan en asuntos infantiles en el Perú generalmente
forman alianzas alrededor de ciertas campañas, y se reúnen con frecuencia en distintos seminarios
y foros. Esto incrementa la posibilidad que estas tres entrevistas hayan brindado información
sustantiva sobre el tipo de prevención que ha sido implementado en el pasado y la efectividad de
distintas estrategias.

En el ámbito gubernamental, la búsqueda se inició con los ministerios de once sectores, incluyendo
el Ministerio de Justicia. Aunque hubo algunas indicaciones de que estos tendrían programas que
trataban la violencia contra menores de edad (por ejemplo, el Ministerio de Energía y Minas, que se
debería ocupar del empleo de menores de edad en la extracción de oro y por otras empresas mineras
informales), la información era demasiado dispersa para ser útil. La información procesada para este
informe provino de cuatro ministerios sociales (Educación, Salud, Mujer y Poblaciones Vulnerables,
Desarrollo e Inclusión Social) y del Ministerio de Agricultura (involucrado en temas de trabajo infantil
en áreas rurales), de una entidad autónoma (la Defensoría del Pueblo), una organización de línea y la
policía nacional. Estas ocho organizaciones fueron responsables de las 46 intervenciones analizadas
en el informe. Los programas y proyectos gubernamentales regionales y locales no pudieron ser
incorporados, y las iniciativas que pudieran estar realizando son un tema pendiente para futuros
estudios.

77
APÉNDICE B.
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