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© Ministerio de Interior:1-2018-116886
Obra original
“…El Guerrero ideal debía fundirse con el alma del felino para volverse
Gracias:
Dr. Griboldi Hernán Ciprian Nieves Tutor y orientador jurídico, elegido como el mejor
cónsul de DDHH en 2015. Profesional y Magister en
Derecho.
Dr. Jhon Jairo Sánchez Serrano defensor de DDHH, investigador y profesional del
derecho.
A m i fam ilia, aliados incondicionales de m i aventura literaria, por su acom pañam iento,
paciencia y fe incom prensible en esta ingrata labor de denunciar y visibilizar a las poblaciones
vulnerables .
**Algunos de ellos autorizaron el uso de sus nombres para los personajes de la novela, sin
embargo, ninguno ejerce las actividades de los personajes que intervienen en la narración. Se
incluyen como un homenaje a ellos y para la protección de los verdaderos protagonistas. Todos
los lugares mencionados existen tal y como se relaciona en los llamados a pie de página, al
igual que los datos estadísticos, geográficos, o noticiosos.
Prólogo
-Lo siento Philippe- le dijo ella al oído. –se supone que nunca
llegarías hasta aquí-.
1
Los kogui de la Sierra Nevada, se consideran a sí mismos los herederos del jaguar
Cerró los ojos y partió sin llorar. Como le habían dicho que lo
hacían los Hombres Jaguar desde el inicio de los tiempos.
A él le dio el poder de ser invisible y la voz del t rueno para alejar a los
dest ructores de la selva. Cuando el Umarsca6 vino a dest ruir la selva y los
ríos, el Gran Jaguar le hizo frent e y sembró pánico en sus filas.
El Gran Espírit u vio que era just o que los defendiera y desde ent onces,
los Kággabba viven en la selva, lejos del Umarsca y sus ciudades,
enseñando a los mejores de sus hombres, los secret os del Gran Jaguar,
para que cuando escuchen su rugido no t eman, sino ent ienda que el
Gran Espírit u est á cerca y junt o a él, defiendan la selva con sus propias
vidas…»
(Tradición Uyewaqui)
2
Árbol comestible, fundamental para la alimentación indígena.
3
Sustituto del café.
4
Tipo de flamenco andino, apreciado por su plumaje y elegancia.
5
Ave rapaz que habita las lagunas de los Andes
6
Caído, enemigo, destructor
7
Los kogui o kággabba, son un pueblo amerindio de Colombia, que habita en la vertiente norte de la
Sierra Nevada de Santa Marta en los valles de los ríos Don Diego, Palomino, San Miguel y Ancho. Son
unas diez mil personas que hablan su propia lengua.
Capítulo 6: El Umarsca.
Corolario
¡Cómo le hubiera gustado que no estuv iera lloviendo! Pues así podría caminar
las escasas cuadras que le separaban del café “Le Procope”, ubicado en el
número 13 de la calle de l´Ancienne-Comédie, donde se reunían importantes
figuras de la literatura y la política parisinas. Al menos así podría distraerse
durante las angustiosas horas en que esperaba respuesta de la Oficina para el
patrimonio I nmaterial de la UNESCO 8, disfrutando de una taza de café y una
conv ersación amena con Colette, la gentil y hermosa chica que pagaba sus
estudios de literatura en la Univ ersité Catholique de lille con lo que ganaba
atendiendo la barra frecuentada por escritores, poetas, intelectuales y locos
de la ciudad y el extranjero.
Ella se esforzaba por brindar una sonrisa y unos pocos minutos de atención a
cada v isitante, de tal manera que todos la percibían como su amiga, lo que
obv iamente, en Paris, y en el corazón premeditadamente solitario de los
intelectuales, era una actitud que redundaba en rentabilidad para el negocio.
8
Es la sigla de United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
10
Su gran amor, desde que sufrió la muerte de su nov ia Ann Marise, en un
accidente a la salida de una fiesta de la univ ersidad, era la lectura. Había
desarrollado la habilidad de leer v arios idiomas, incluso jeroglíficos Egipcios
antiguos, y recientemente inscripciones Mayas, Aztecas y Toltecas, que le
habían impulsado a realizar v arios v iajes a Mesoamérica en busca de nuev os
secretos de las culturas existentes y perdidas en la espesura de la selv a.
Fruto del ultimo de esos v iajes, fueron las seis semanas que debió pasar
hospitalizado por haber contraído Leishmaniasis y malaria en las selv as del sur
de México, Honduras y Panamá. Como el mismo decía: “por andar
persiguiendo un jaguar, casi me matan los mosquitos”. Estaba absorto en sus
pensamientos, cuando sonó la alerta de un mensaje entrante en su lap top.
Tenía un solo mensaje entrante que titilaba con insistencia titulado: “réponse
au projet du Clan jaguar”. Tragó saliv a y se dispuso a leerlo:
« Cher Philippe, nous avons le plaisir de vous informer que votre projet
a été approuvé. Soyez présents à notre siège à New York, le 15
octobre prochain. En pièce jointe, nous envoyons un formulaire pour
l’inscription du projet.
Félicitations
Françoise Passe
Chef de l'UNESCO à Paris »
9
es un mineral metálico negro y opaco de gran valor, compuesto por los minerales columbita y tantalita,
empleado en la fabricación de elementos electrónicos.
-Todos sabemos que esto es parte de una gran leyenda que pretende justificar
12
lo que algunos han llamado algo así como “el enigma sagrado”, el Santo Grial
de las culturas precolombinas. - Afirmó Beringer, haciendo en el aire la señal
de comillas con los dedos de ambas manos, mientras retornaba a la
compostura y se sentaba a horcajadas en su silla, con un ev idente aire de
superioridad. –Desde los v iajes de Marco Polo en el siglo XI I I ,- continuó el
hombrecillo- se menciona el Clan Jaguar, como una especie de grupo elite
de los nativ os que presentó fiera defensa a los conquistadores… meras
especulaciones, si me permiten decirlo francamente-.
10
www.rupestreweb.info/acapulco.html
11
antharky.ucalgary.ca/caadb/sites/antharky.ucalgary.ca.caadb/files/Falk_and_Friberg_1999_0.pdf
12
ifigeniaquintanilla.com/2012/08/10/un-metate-excepcional-del-sitio-barriles-o-cuando-la-escultura-
en-piedra-no-tiene-limites/
-¡no se trata de eso Monsieur Philippe!- dijo una v oz profunda que ingresaba a
la sala de juntas.
-Estos caballeros tienen la misión de v erificar que los muy escasos fondos de la
oficina de patrimonio inmaterial de la UNESCO no se pierdan en empresas….
Como decirlo diplomáticamente… quijotescas.-
-¿y usted es?- imprecó Phillipe extendiendo su mano derecha para saludar.
Durante las dos horas siguientes, Philippe expuso, con lujo de detalles el
proyecto. Sustentó los objetivos, la manera como inv ertiría los recursos, y sobre
todo los indicios ev identes de la existencia real del Clan jaguar. Su plan era
retomar el rastro del v iaje interrumpido en Panamá por sus afecciones de
Salud. Su objetiv o primordial, era v isitar los asentamientos Kogui de la Sierra
Nev ada de Santa Marta en Colombia,
14
Su teoría apuntaba a que la frustración de algunos de los líderes indígenas en
Centroamérica, Suramérica y el caribe frente a la escasa o nula resistencia a la
conquista española, y el dolor por la masacre y el despojo, habían dado
origen a una fuerza de combate especializada en la protección de los pueblos
aborígenes y sus tesoros, gente que no v eía a los europeos cono Dioses o sus
emisarios, sino que comprendían que eran seres humanos impulsados por la
codicia.
Disertó sobre cómo la identidad del Guerrero jaguar, en todas sus v ariaciones,
está presente en la orfebrería, las tallas en madera, las esculturas y la tradición
oral de v arias naciones con ev identes barreras idiomáticas, geográficas y
culturales aparentemente insalv ables, con el atractiv o adicional, de poder
establecer, si lograba probarlo Philippe Merchand, que esta línea de
pensamiento internacional e intercultural en torno al Guerrero jaguar, existía
desde los v iajes de Marco Polo hasta nuestros días.
Philippe sonrió y le brillaron los ojos. Sacó con cuidado el brazalete de nuev o y
lo extendió en la mesa.
15
-En el caso de la cabeza del jaguar- dijo Philippe mientras señalaba con un
apuntador laser el objeto para no tocarlo – v en que está ribeteado en ocho
hileras de filigrana de oro sobre un pequeño cuarzo blanco y con dos
esmeraldas por ojos.
El oro, como todos los saben en esta sala, era considerado en las culturas
aborígenes, más como un objeto de tributo que como un símbolo de riqueza
material. Era utilizado para transmitir mensajes que eran considerados
sagrados, conv irtiéndose en la materialización del Sol (Sue) y su energía
cósmica. El cuarzo, por su parte, simboliza además de la luna llena, el poder
de la tierra, la energía complementaria del sol. Lo que los Muiscas
colombianos llamaban Chia, la pareja, el equilibrio de Sue. La esmeralda, que
forma sus ojos, se relaciona con la realeza, la div inidad del Jaguar. Su destino y
labor como protector de lo div ino en la selva. Verde como la v egetación, duro
como la piedra y preciosa como la div inidad.
Recuerden que los ojos de los felinos brillan en la oscuridad. Por eso la mirada
del Jaguar es brillante, alerta, atemorizante para sus enemigos. Esta pulsera en
particular, tiene v arios símbolos grabados en su anv erso, no he podido
identificar el lenguaje en que están escritos, pero esa es otra de las misiones en
este v iaje, encontrar escrituras y registros que sirv an para la lectura
comparada de ese enigma grabado en la cabeza de cuarzo.
En la parte inferior, casi ilegible, en símbolos de lengua Miskito 13, podían v erse
tres series de grabados antropomorfos y zoomorfos.
“Solo debes extraerlo para unificar tu tierra. Desconfía del ladrón que quiere
malgastarlo, úsalo para pelear la insurrección final por todos nosotros”
A Beringer le sudaban las manos. -¿También sabe leer Miskito Doctor Philippe?-
dijo con cierta ironía.
-Reservé hasta ahora este valioso objeto para no afectar su juicio caballeros –
dijo Michael Frendch, mientras lo guardaba con extremo cuidado en el
maletín.
13
El misquito es una lengua misumalpa hablada por el pueblo misquito en el norte de Nicaragua, particularmente
en la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte y en el este de Honduras, en el departamento de Gracias a Dios.
14
www.eltiempo.com/colombia/medellin/encuentran-seis-tumbas-indigenas-en-itaguei-60828
Llamado así por los cronistas que lo buscaron hasta la muerte. La tradición
siempre había dicho que lo custodiaban los Guerreros jaguares en alguna
parte de centro américa, bajo el resguardo de las selv as impenetrables y las
enfermedades mortales. Pero era la primera v ez que un blanco tenía en sus
manos la llav e para al fin localizarlo y apoderarse de él.
Muy lejos de allí, en las selv as del Orinoco v enezolano, en una mina de Coltán
ilegal, un temible delincuente, cabecilla de la organización criminal más
grande de explotación ilegal de oro y coltán, esclav itud, trata de personas y
narcotráfico del continente, recibía el mensaje env iado desde Nuev a York.
Vocifero a sus hombres en medio del ruido ensordecedor de las maquinas que
extraían y acumulaban el material extraído de las entrañas de la tierra por sus
esclav os indígenas.
-¡Mande patrón!-
18
-Aliste maleta que se v a para Nuev a York. Me v a a seguir a este man – alargó
el celular para mostrarle una foto que le habían env iado junto al mensaje –
-¡esa si es buena noticia patrón! A v er si al fin salimos todos de pobres que esta
selv a me tiene harto! Ya me le pongo a la pata y cualquier cosa le av iso.
¿Toca darlo de baja o solo recuperar esa v aina? –
-por ahora la instrucción es seguirlo y robársela. Nada más. Pero si las cosas
cambian, o se pone difícil, ya sabe, duro y a la cabeza-. Contestó con frialdad
el jefe, ofreciéndole un v aso de Wisky a su subalterno, que rió ruidosamente.
Salió del hotel luego de desayunar, sobre las 9:00 a.m. y pensó en pasar una
mañana tranquila en el Central park, mientras llegaba la hora de su v uelo a
Colombia. Entró caminando desprevenido al enorme parque emblemático de
la capital del mundo. Se recostó sobre la baranda de la pista de patinaje
Wollman Rink, que apenas comenzaba a derretirse. Le agradaba pensar que
en ese escenario, grandes películas como Lov e Story, habían hallado un plató
perfecto. Almorzó en el Av ern on the Green, el más famoso restAurante de
Central park. Luego caminó hasta la famosa y espléndida Bethesda Terrace,
su zona fav orita del parque. El bonito conjunto está presidido por la estatua
del Ángel de las Aguas en la Bethesda Fountain, construido en 1873. Suspiró al
recordar que en esa fuente, le había pedido matrimonio a su amada Ann
Marise, en una tarde de v erano, cuando durante un programa de
intercambio, habían pasado un tiempo en Nuev a York. Una lágrima silenciosa
rodo por su mejilla, que pronto enjugó con el puño de la camisa.
El único objeto fuera de lugar era la cajita que contenía la pulsera del Clan
Jaguar. Toda su v ida cabía en un morral de excursionista. Se sintió mal por
20
haberles mentido a los eruditos de la ONU, pero no podía rev elar la manera
como había adquirido la codiciada joya, y menos cuando fue una situación
tan turbia y peligrosa.
Puso la caja de madera sobre la mesa y la miró con detenimiento. Era muy
arriesgado llev arla a este v iaje, sobretodo porque estaría en plena selv a y no
aportaba mayor utilidad, en la medida que ya había serv ido para la gestión
de los recursos del proyecto. Le dio v arias v ueltas en la mano, la abrió y
extendió el brazalete, que ejercía una atracción magnética sobre él. De
repente sonó el teléfono. Se sobresaltó y rápidamente regresó a la realidad.
-Monsieur Merchand, v ous nous avez demandé de v ous informer de v otre v ol.
a une réserv ation pour 20h Voulez-v ous que nous appelions un taxi? – (usted
solicitó que le avisáramos de su vuelo. tiene reserva para las 8:00 p.m. ¿desea
que llamemos un taxi?) ….
21
Desafortunadamente el profesor Merchand, no reparó en el misterioso hombre
que v enía siguiéndolo desde que abordó el taxi en el Ace Hotel. Era alto,
delgado, con apariencia más bien latina, v estido de traje pero sin corbata, de
unos cincuenta y tantos años. Se sentó a dos filas de distancia en diagonal,
donde pudiera tener dentro de su campo de v isión al francés durante todo el
recorrido.
Su objetiv o final, era develar los secretos del Clan Jaguar, registrarlo como una
cultura prehispánica aun superv iv iente y por qué no, aspirar al premio que la
UNESCO entregaba cada año al descubrimiento más espectacular y
detallado. Esos 200.000 dólares, seguro le permitirían iniciar una nuev a
av entura arqueológica. Se durmió pensando en el brazalete, su última
trav esía por el tapón del Darién antes de contraer Malaria y sobre todo con el
futuro promisorio para su carrera. Se sintió como un moderno Vasco Nuñez de
Balboa, mov ido por el espejismo de “El Dorado”, solo que esperaba no morir
delirando de fiebre en la selv a, como el desafortunado expedicionario
Colónial.
22
Justo en la puerta, un hombre v estido de traje oscuro y corbata le esperaba
con su nombre en un letrero del tamaño de una hoja de papel carta. El
profesor se le acercó y le saludó, el hombre le hizo una rev erencia con la
cabeza y trató de recibirle la mochila, pero el profesor no la entregó
-es demasiado v aliosa para mí- dijo el profesor con un español marcado de
tonos franceses. – Por fav or salgamos de aquí – sentenció.
Mientras los dos hombres se dirigían al v ehículo, alias “Pekinés”, sacó un celular
del bolsillo de su chaqueta, marcó un número, esperó que respondieran y solo
dijo:
Segundos después una camioneta Dimax, negra doble cabina, con v idrios
polarizados, recogió a “Pekinés” a la salida del aeropuerto y partió a gran
v elocidad rumbo a las oscuras y frías calles Bogotanas.
-Por fav or firme aquí Doctor Merchand, la Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para Colombia ya cubrió toda su estadía, así que puede subir
inmediatamente a descansar. ¿Desea comer algo o que le despertemos a
alguna hora?-
-No gracias, es usted muy amable, solo deseo descansar, me espera un largo
día- Respondió en español el profesor Merchand.
23
Al llegar a la habitación, ubicada en el piso decimo de la torre, se tiró cuan
largo era en la cama, y rápidamente se quedó dormido.
Sonó el teléfono.
-¿Si?-
-Porfesor Philippe Merchand- le dijo una v oz femenina al otro lado del teléfono.
–aquí hay una señorita que afirma que le urge v erle, tiene una identificación
de las Naciones Unidas-
- très bien- contestó en francés el profesor .-por favor dígale que me espere, en
media hora bajo. Colgó el teléfono y con mucha prisa abrió el morral, sacó
alguna ropa. De un salto llegó al baño, abrió la ducha mientras se cepillaba
los dientes y trataba de afeitarse…. Todo al mismo tiempo.
Frente a su puerta había una mujer jov en, alta, con una larga cabellera negra
brillante que le caía elegante y sensual sobre sus hombros, su rostro perfecto
de facciones latinas muy finas, enmarcaba sus dos grandes y hermosos ojos
con forma de av ellana de un profundo color miel. Philippe no pudo ev itar fijar
la mirada en sus labios, definidos con un arte y una exquisitez que Merchand
solo había v isto en cuadros del museo del Louv re.
-Aura del Sol- Respondió la mujer mientras ingresaba sin permiso en el cuarto y
en la v ida de Philippe Merchand- soy pasante profesional de arqueología en
la delegación de la UNESCO aquí en Colombia.
Tengo el gusto de ser su guía, asistente y testigo durante todo el v iaje por
encargo directo de la Oficina de patrimonio inmaterial de la Unesco en Nueva
York-. Mientras hablaba, acomodó un computador en la mesa, sacó v arias
carpetas de su bolso y las desplegó sobre la cama, y se sentó con aire de
estudiante frente al sorprendido profesor que aún no cerraba la puerta.
-¡No tengo teléfono celular! Gritó desde adentro en tono triunfal el francés
desde el baño.
Aura del Sol condujo rauda su v ehículo Veloster color blanco, que además de
apariencia de nav e espacial, tenía un enorme panorámico por techo, lo que
le permitió a Philippe disfrutar del paisaje de la ciudad. Recorrieron la calle 26
pasando frente al cementerio central, donde Aura del Sol le explicó que
estaban las tumbas de las personas importantes en la historia del país. Subieron
por el planetario distrital a buscar la carrera 6 y luego la calle 9 hasta la carrera
quinta, numero 17 – 79, sede de la Gran Logia de Colombia.
Aura del Sol, respondiendo el saludo, le extendió una tarjeta negra. El hombre
sonrió, se hizo a un lado y les indicó el camino. Caminaron por un corredor
adornado con retratos al óleo de quienes muy seguramente fueron personajes
importantes de la logia desde su fundación. Al llegar al final del corredor,
ingresaron en lo que parecía ser un gran salón de reuniones de forma
cuadrangular, con paredes color crema y marfil, en el centro destacaban dos
columnas doradas que llegaban al techo sosteniendo dos orbes de porcelana,
que brillaban bajo un techo bellamente iluminado como un cielo del
atardecer tachonado de estrellas organizadas en las formas de los símbolos
del zodiaco. En la pared derecha colgaban cuatro mandiles tradicionales de
la logia y en una esquina del templo, cruzado de brazos recostado contra una
pared, mirando absorto por la v entana, estaba el Doctor Griboldi Hernán
Ciprian, curador principal del Museo del oro de Bogotá.
Ante la cara de asombro del profesor Merchand, Aura del Sol puso su mano
sobre la de él y mirándolo con su sonrisa cautiv adora, le dijo:
27
Merchand, v isiblemente disgustado, se lev antó de la mesa e intentó salir del
salón.
-¡Gracias a Dios Frendch! Esto es una locura, pretenden que me haga pasar
por otra persona, que diga que v engo a hacer otra cosa, ¿Cómo aspiras que
logre los objetiv os propuestos para el proyecto, si no puedo hablar de él?, esto
es irreglamentario, ilegal … esto es...-
Las condiciones para el proyecto son estas, profesor – dijo cortante Frendch – si
necesita cubrir su gastos de regreso a Paris, no dude en que lo haremos y nada
ha pasado. No se preocupe. Lo que decida, infórmeselo a Aura del Sol y a
Ciprian, estoy en una reunión muy importante- y colgó….
28
Entre tanto, aprov echando que el profesor se encontraba fuera del hotel,
“Pekinés” acercó una tarjeta de color gris plomo a la cerradura de la puerta
de la habitación de Philippe. Tuv o cuidado de poner el letrero de “no
molestar” al exterior, se colocó unos guantes de cuero color negro, Al quitarse
la chaqueta para mov erse con más libertad, se pudo v er una chapuza de
lona en la que llev aba una pistola Glock automática calibre 9 milímetros y
cuatro prov eedores llenos.
Palpó con precisión cada costura del morral buscando una costura oculta,
una cremallera o un bolsillo de seguridad. Nada. Rev isó los zapatos, camisa,
pantalones, libros y ya desesperado, tomó su teléfono celular y marcó.
-No está aquí. Seguro la carga con él. ¡Quisiera arrancársela junto con su
pellejo!-
“Pekinés” colgó la llamada, rev isó que todo quedara exactamente como
estaba, salió de la habitación retirando el av iso de la puerta y desapareció sin
dejar rastro.
Al mismo tiempo, y sin tener idea del plan que se estaba fraguando lejos de
allí, Aura del Sol, el Doctor Ciprian y el no tan conv encido Philippe Merchand,
salían del templo masón y se dirigían a un restAurante cercano a almorzar.
-Doctor Ciprian- le dijo Philippe al Curador. – no he podido ev itar ver que usted
porta el anillo del senescal, típico de científicos relacionados con tesoros -
Pidió el inv estigador ahora conv ertido, por obra y gracias de la seguridad en
29
periodista.
Por otra parte, la tradición judaica nos cuenta que la mano izquierda de Dios
se relaciona con la Justicia y la sabiduría. ¿Sabía usted que el “iad” se porta
exclusiv amente en el dedo meñique de la mano izquierda, cuando se es
senescal o guardián del tesoro?, lo que en mi caso particular, mi estimado
Philippe, es literal, al ser encargado de custodiar, cuidar, restAurar, clasificar y
entender todo lo que se expone en el Museo del oro, que es apenas lo poco
que queda, lo que quedó después de la barbarie y el saqueo, un tesoro que
ensoñaría cualquier bucanero.
Cientos, millones de piezas sobrev iv ientes a la niebla de los días, al óxido del
tiempo, que nos dan a pensar que esta gente marav illosa, nuestros
antepasados, debieron ser nombrados “Gente de Oro”16.
15
M.Baigent, R. Leigh y H. Lincoln; “El Enigma Sagrado; P.53.
16
kevin101828.wordpress.com/ Museo del oro
-es eso cierto?- exclamó Phillipe asombrado al tiempo que detenía su paso.
Fue esta una unión amañada y políticamente útil tanto para los indígenas,
quienes v eían salv ada su v ida y sus posesiones frente al embate cataclísmico
de las hordas del General Quezada, como para los “conquistadores”
españoles, que, después de ocho meses de caminata desde Cartagena, a
estas alturas v eían francamente diezmadas sus fuerzas y recursos para
enfrentar a los Guerreros jaguares.
17
Posada Eduardo; “Los hombres del Dorado” Instituto de Cultura de Colombia; P.5
-¿hoy día Doctor Ciprian?- interrumpió el francés -se supone, y es lo que tengo
por cierto que el Clan Jaguar se extinguió hace siglos-
Aura le lanzó una mirada fulminante al curador, quien, con un gesto de quien
ha cometido una infidencia, desv ió el tema completamente, al tiempo que se
sonrojaba.
18
www.flickr.com/photos/cerisolafer/3864605442 “La leyenda del cacique de oro”
19
Castellanos Joan; “Varones ilustres de indias” p.143
-hasta hora- interpeló Aura del Sol desv iando su mirada hacia una v itrina de
manera suspicaz –coméntele Philippe, el Doctor Ciprian aún no sabe que
usted tiene un brazalete completo y que por eso la ONU está patrocinando su
v iaje expedicionario-
32
-¿Cómo es posible que haya estado tan cerca de tal marav illa y nadie me lo
haya dicho? Por fav or profesor permítame apreciar esa joya, ¡déjeme
experimentar el gozo más grande de mi carrera!-
-no solo lo v isitará Profesor Merchand. Tengo preparada una excursión priv ada
para que experimente el ambiente de misterio que rodea a estas marav illosas
piezas de incalculable v alor- le dijo Ciprian con el brillo del arqueólogo
apasionado en sus ojos. Hoy se internará usted en un mar de oro y piedras
preciosas que llev ó a la muerte y la locura a cientos de miles de europeos
durante cientos de años. ¡Ojalá usted sea más sensato que sus coterráneos!-.
20
www.banrepcultural.org/bogota/museo-del-oro
21
www.banrepcultural.org/noticias/el-museo-del-o ro-uno-de-los-mejores-museos-de-historia-del-
mundo
-Si la he oído mencionar- comentó Philippe, mientras miraba cada pieza con
detenimiento. – Es una historia apasionante que de hecho originó grandes
leyendas y costosas expediciones españolas, portuguesas, alemanas e inglesas
en busca de un espejismo-.
22
Citado en “Los hombres del Dorado” Publicado por el Ministerio de Cultura de Colombia. 1971
23
ti tul ada originalmente como: "El Carnero. Conquista y descubrimiento del Nuevo Reino de Granada de las Indias
Occidentales del mar Océano y fundación de la ciudad de Santa Fe de Bogotá, primera de este Reino donde se fundó
la Real Audiencia y Cancillería"
-ser los guardianes de la selv a, los ríos y la gran nación indígena- terció Aura
del Sol-
-sí que puede- respondió el curador – pero sin flash, y sin tocar los v idrios, pues
cuentan con un sistema de alarma ultrasensible-
-detalle por fav or, -continuó la explicación del experto curador frente a la
figura- la postura corporal que adopta el Guerrero en su v uelo mágico:
describe el despliegue de brazos y piernas a manera de alas desplegadas al
Cielo y la cola de jaguar bifurcada, simbolizando la Tierra. Fue encontrado en
las cataratas de Meyú, Pira-Paraná. En tumbas de I ndígenas Tukano25 ;
Pero ésta - dijo el curador, como dev elando un gran secreto –seguro le
parecerá muy conocida- y señaló a una v itrina en el centro de la sala:
24
Imagen publicada por el Museo del oro de Bogotá©
25
expertconsulting.com.co/Colombia
Si esta marav illa lo dejó sin aliento- comentó Ciprian – lo que estoy por
mostrarle en la sala superior, temo que le prov ocara un infarto profesor-
-Estas personas eran una cultura marav illosa- dijo asombrado Philippe
-¡SON!- corrigió Aura del sol – Son una cultura marav illosa. Muchos de ellos aún
existen y sobrev iv en fuera del alcance de eso que nosotros llamamos
“civ ilización”-
26
Duquesme. “Calendario de los Muiscas” – citado en “Los Hombres del Dorado” 1971
Si Philippe Merchand lograba demostrar el hilo inv isible que unía estas culturas
y sus rituales, no solamente justificaría el presupuesto asignado a su expedición,
sino que además, llegaría a descubrir que el Clan jaguar, no solamente era
una realidad histórica, sino que de alguna manera, aún desconocida, habían
permeado cada cultura desde Norte América hasta Perú, lo que sería un
descubrimiento absolutamente impresionante.
27
raicesdemitierra.wordpress.com/tag/orfebreria/
28
Sinú Colombia. 150 a.c. Oro sóli do. Colección particular, Miami EEUU
-no ceo que sea acertado llamarlos crueles o v iolentos profesor. Recordemos
que estamos leyendo las crónicas de los españoles y debemos conceder algo
de duda a la imparcialidad de los mismos. Además, también es preciso hacer
claridad que para un Guerrero, fuese de la cultura que fuera, era un priv ilegio
y un honor morir en combate o a manos de sus enemigos. Los Guerreros que
escapaban del combate y regresaban a sus casas, eran deshonrados y
torturados mil v eces peor-. Aclaró Ciprian.
-Es cuestión de puntos de v ista Philippe, las tradiciones de los pueblos eslav os,
francos, burgundios y europeos en general son tanto o más crueles. Debes
reconocerlo.- interv ino Aura.
En las afueras del Museo del oro, “pekinés” se paseaba nerv ioso en el parque
Santander, junto a la fuente que arroja columnas de agua a v arios metros de
altura frente a la entrada del prestigioso museo capitalino. Desde donde se
29
Posada Eduardo. “Los Hombres del Dorado” 1971 P.22
El sigiloso espía, sabía que debían salir por la misma puerta que entraron.
42
Había recorrido varias veces el museo y conocía de memoria sus exposiciones,
pasadizos, ascensores etc. Y no porque fuera un apasionado de la historia y la
arqueología, sino porque se le había dado la orden de recorrer el sitio antes,
para saber lo que se iba a encontrar el inv estigador de la UNESCO que había
llegado a inv estigar el Clan jaguar.
Se ponía más nerv ioso cada v ez que miraba el reloj. ¿Y si escapaban? Bueno,
aún quedaba la alternativ a de encontrar al profesor en su hotel, pero el
personal ya lo había v isto y lev antaría sospechas. Se aseguró a sí mismo que la
próxima v ez que tuv iera la oportunidad, le instalaría un rastreador GPS al
automóv il de Aura del Sol, solo así podría estar tranquilo si los perdía en el
congestionado trafico capitalino.
30
www.youtube.com/watch?v=trS2dsudVGs “La esmeralda las grande del mundo”
sagrados
-Estoy lista- le dijo con una enorme sonrisa Aura del sol a Merchand, con su
morral de girl Scout a la espalda.
-¡Mon Dieu, Aura, son las 3 de la mañana!- refunfuñó Merchand, obv iamente
recién lev antado y aun en pijama.
-Soy de esas personas que calculan todo a tiempo, y déjeme decirle que los
problemas de tráfico en Bogotá y más en la v ía del aeropuerto, son
inimaginables- respondió sin inmutarse Aura del sol, al tiempo que, de nuev o,
entraba a la habitación del francés sin esperar inv itación.
Nuev amente, con la resignación de quien sabe estar en una batalla perdida,
tomó a regañadientes algunas ropas y se encerró en el baño mientras Aura del
Sol, arreglaba los detalles de su v estido frente al gran espejo del tocador
ubicado en la pared frente a la cama, bajo el telev isor.
El Profesor Merchand, ya v estido y listo para salir, mientras rev isaba que nada
quedara en los cajones y armarios de la habitación, comenzó a empacar
cuidadosamente en el morral de campista mientras hablaba.
-En un v iaje que hice hace poco a Centroamérica, del que seguramente
también estará enterada – dijo con ev idente ironía – tuv e la oportunidad de
recorrer el continente desde ese mágico centro conocido como el „„lugar
donde los hombres se convierten en dioses”, popularmente conocido por su
nombre en lengua Nahuatl como Teōtihuācan.
Philippe, sin mirarla, tomó una hoja de entre sus apuntes y se lo alargó a Aura
del Sol, quien se sentó a la orilla de la cama a leerlo. Era una fotocopia de un
texto, al parecer antiguo, en cuidadosa caligrafía. Era obv io que hacía parte
de un v olumen más extenso, pero que había sido copiada por el inv estigador,
tal v ez en v irtud a su contenido. Con facilidad se leía:
A poca distancia, una camioneta Dimax doble cabina color negro con v idrios
polarizados, seguía al transporte del inv estigador y su compañera. En él,
“Pekinés” con la mirada fija en el v ehículo que av anzaba adelante,
jugueteaba con su reloj, un Tissot Touch para deportes extremos.
Esa hermosa ciudad, elegida por Aura del Sol para iniciar la expedición, se
llamó originalmente “Ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar”, y está
ubicada en el punto intermedio de las dos cuencas de explotación
carbonífera más grandes del país: Cerrejón al norte y el complejo minero
operado por Glencor: La Loma-La Jagua al sur. También es uno de los
principales epicentros musicales, culturales y folclóricos de Colombia por ser la
cuna del v allenato, género musical de mayor popularidad en el país y
actualmente símbolo de la música colombiana31.
31
www.colombia.travel/es/a-donde-ir/caribe/valledupar
“Pekinés” esperó que los dos se chequearan y ascendieran por las escaleras
eléctricas para acercarse al mostrador. Pasó sus documentos y también
registró como equipaje de mano su maletín, una bolsa pequeña tipo militar.
Prudentemente, sin llamar la atención, se deslizó por debajo de la escalera y
se instaló en un pequeño café a esperar la llamada a abordar.
Aura del sol, ya libre de su morral, tomó del brazo al profesor Merchand, lo que
le causó sorpresa al inv estigador.
-¿no acostumbra a v iajar mucho con mujeres v erdad?- le dijo mirándolo con
su primorosos ojos de av ellana.
-no.- respondió el francés algo incómodo con el roce del brazo de la chica-
-no siempre profesor- dijo con v oz cálida Aura del Sol – sé lo de su preciosa
nov ia. Déjeme decirle que lo siento muchísimo.-
los huesos.
Philippe se descubrió pensando lo hermosa que era. Ahí, de pie, a contra luz,
con su camisa cazadora, su pantalón de faena y sus boticas que parecían de
juguete, era sin dudarlo la mujer más sensual que había v isto y una v isión
realmente hipnótica para cualquier hombre. La cabellera negra, recogida en
cola de caballo, caía por su espalda recta hasta la cintura torneada. Su rostro,
cortado contra el gris de la mañana, tenía una tersura y un color latino que
contrastaba con un maquillaje discreto y bien balanceado. Sus labios
entreabiertos parecían decir una plegaria mientras la mirada se perdía a lo
lejos.
Philippe se sintió terrible por haberle tratado tan mal y se acercó junto a ella
haciendo como que estaba mirando por la v entana.
-hermoso día para v olar ¿no?- trató de iniciar una conv ersación.
Ella lo miró con frialdad y no respondió. Suspiró desv iando la mirada para otro
lado.
-¡y un v erdadero niño malcriado!- interrumpió ella mirándolo por encima de sus
lentes de científica yuppy.
Los dos rieron y ella le dio un puño en el brazo y se dio por superado el tema.
El calor húmedo que le pegaba las ropas a la piel, le hizo recapacitar en las
palabras que Aura del Sol, le dijera en el hotel cuando se conocieron. Era
v erdad. Tenían que comprar ropa adecuada para este clima. El pantalón de
paño, los botines de charol, la camisa abotonada hasta el cuello y la camisilla
de algodón, solo colaboraban en el proceso de deshidratación que estaba
experimentando.
-Por fav or ev ita llegar antes de que esté listo. Me incomoda mucho tener que
v estirme estando tú en la habitación. Pongamos una hora de encuentro en el
restAurante y seré puntual te lo prometo. Y además, quiero por fav or que me
acompañes a comprar ropa adecuada. Definitiv amente tenías razón…-
“Paris - Francia
Mademoiselle Collete Venture Dacorde
Café “Le Procope”, número 13 de la cal le de l´Ancienne-Comédie”
Recorrieron v arias tiendas. En cada una de ellas, Aura del Sol lo obligaba a
probarse la ropa, a lo que Philippe al principio presentó resistencia, pues su
costumbre era comprar lo que le parecía que necesitaba sin probárselo. Y la
v erdad, tenía que reconocer que muchas v eces camisas, sacos, e incluso
zapatos, pasaban años en su ropero porque le quedaban grandes o
pequeños.
Ella, lo miraba de arriba a abajo, hacía que diera la v uelta, cuchicheaba con
las dependientes de los almacenes, se reían, lo dev olvían al v estier…el suplicio
de comprar ropa se estaba v olviendo muy incómodo. Sin embargo, se sometía
con obediencia a cada capricho.
“pruébate esta camisa”, mira este sombrero”, “ahora estos lentes”, las ordenes
de Aura del sol eran tan seguidas que lograron ponerlo nerv ioso. Al final de la
tarde, regresaron al hotel con tantas bolsas y cajas que parecía que habían
comprado la tienda entera. Reían mucho. Eso, para Aura del sol era un
excelente síntoma.
Ya más tranquilo, luego de tomar una ducha, Merchand lev antó el teléfono y
se comunicó con la recepción para av eriguar si se había env iado el paquete
por correo. El jov en que atendió la llamada le informó que ya tenía la guía de
transporte de la empresa de mensajería y que se la env iaría al cuarto.
Timbró el teléfono.
-Philippe – era la v oz de Aura del sol – que te parece si salimos a cenar esta
noche. Mira que nos espera una jornada larga y compleja en adelante y dudo
que v olv amos a tener una noche tranquila para compartir como amigos o
como colegas, en fin tú me entiendes.-
-me parece buena idea Aura, ya estoy listo, v en cuando quieras- respondió el
francés, y colgó. Dos segundos después, ella golpeaba a su puerta.
32
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Valledupar_Cesar_Department.html
-¿v iejo?- le interpeló Aura mientras se acercaba con mov imientos felinos y le
daba un beso suav e y sostenido, dándole un pequeño mordisco al terminar.
53
Philippe, quedo paralizado. A duras penas pudo reaccionar frente a la
atrev ida e inesperada acción de su asistente. Cerró los ojos. Ese aroma, esa
piel, esos labios suav es y tibios, que había imaginado desde que la conoció.
A partir de ese punto, las manos de Merchand cobraron v ida propia. Verla en
su lencería blanca, ahí, tendida sobre su cabellera negra, percibiendo ese
perfume que desde que la v io lo v olv ía loco, despertó en él, impulsos y
reacciones que había sepultado junto a su nov ia de la univ ersidad.
Sonó el teléfono.
La v erdad es que las cámaras del hotel, habían registrado la escena del
ingreso de la pareja, pero la educación y las buenas maneras impedían a la
54
recepcionista entrar en detalles.
-en seguida le llamo a su celular señorita, muchas gracias. Por fav or dígale al
coronel que nos espere en el lobby- dijo Aura, mientras mov ía con fuerza a
Philippe para despertarlo.
-Coronel, buenos días- saludó Aura extendiendo la mano con formalidad. –Soy
Aura del Sol, asistente del profesor Philippe Merchand. Es un gusto saludarle, el
Profesor bajara en un instante, esta… algo indispuesto.-
Justo en ese instante, llegó Philippe Merchand con una expresión de inusual
satisfacción en el rostro. El coronel se adelantó hacia él y se presentó
nuev amente.
-tomen asiento por fav or- dijo cortésmente el oficial al que el coronel había
llamado “mi General”.
33
Unidad Nacional de Protección
-En la sierra nev ada de Santa Marta existen grupos armados ilegales desde la
década de los años setenta. Tanto de la guerrilla como de las autodefensas.
Pero es a partir de los últimos ocho años que la presencia de estos grupos
armados ha intensificado su presencia y acciones armadas al interior de los
territorios de resguardo de los pueblos indígenas 34.- comenzó su exposición el
Coronel.
34
www.monografias.com/trabajos47/conflicto-sierra-nevada/conflicto-sierra-nevada.shtml
-¿El Clan jaguar profesor? ¿Es usted otro loco buscatesoros en busca de esa
leyenda? Definitiv amente los europeos están perdidamente locos. ¡500 años y
no aprenden!- dijo molesto el General. – ¡Vamos a proteger a un par de
soñadores que muy seguramente pondrán en riesgo a nuestros hombres por
una leyenda absurda y sin fundamento!.-
.-Le dicen “el gato” – comentó otro de los militares que estaban en la reunión –
porque ha sobrev iv ido a v arios operativ os en los que prácticamente lo
teníamos agarrado o dado de baja.
35
www.hoydiariodelmagdalena.com.co/new/archivos/6230
-La v erdad, si existe una opción – respondió el General. – deberían ustedes dos
firmar un documento en el que renuncien a la protección de la UNP pero eso si
le adv ierto, que deberá portar un GPS suministrado por la ONU, y un teléfono
satelital con el que deberá av isar cualquier nov edad. Estará conectado
directamente con el Coronel Jhon Sánchez Serrano y además, deberá
aceptar que, de considerarlo nosotros, en cualquier momento, lo retiremos de
la zona y usted no opondrá ninguna resistencia.-
Philippe miró a Aura del Sol, que se sonrojó y bajó la mirada. Seguramente no
tendrían ningún problema en quedarse 24 horas en un hotel a puerta cerrada.
-temo por Aura del sol- respondió el coronel con un brev e suspiro.
61
Después de muchos años, el entonces teniente Sánchez Serrano había sido
env iado a combatir las fuerzas de los paramilitares en el magdalena medio,
con la mala fortuna de cruzarse en un combate con su amigo. Entonces,
Luego de horas de intercambios de disparos, el apoyo aéreo había hecho
retroceder a “pekinés”, quien dejó más de diez soldados muertos en su
retirada. Desde ese día, el coronel Sánchez Serrano no le había perdido la
pista. Lo había combatido con firmeza, pero siempre había escapado, y ahora
tenía serios indicios, corroborados por la información que le estaba dando el
delegado de la ONU, que estaba v inculado a la banda de alias “El gato” en la
zona de la Sierra nev ada de Santa Marta.
“no han salido ni los han llamado?” - “negativo” – fue la respuesta escueta
que recibió de su informante.
-¿sabes algo Aura?- dijo Philippe mientras jugaba con el cabello de la jov en,
que estaba recostada sobre su pecho.
-dime-
-A que ahora entiendo por qué de los 600 hombres con que Hernán cortés
llegó a la costa Centroaméricana, solo diez regresaron a Europa-
-La v erdad Coronel, no creo que sea muy diferente a la de los países que ya
he recorrido en América central- contestó con desdén el francés.
-¡Clan, cultura, aldea!- excuse mi español, aun no domino todos los giros y
v ocablos del idioma a pesar de compartir la raíz latina del francés.- atinó a
corregir Philippe, mientras Aura desv iaba la mirada.
63
El rio San Miguel, y el rio Ancho, aunque no son tan grandes y majestuosos
como sus predecesores, guardan íntima relación con la cosmov isión de los
pueblos ancestrales de la sierra e infortunadamente son objeto de explotación
ilegal por parte de Colónos e inv asores ilegales. Allí tenemos una base
temporal de la brigada contra la minería ilegal, pero los bandidos de alias “el
gato” se las ingenian para ser todo un dolor de cabeza.- terminó el Coronel
incorporándose y esperando los comentarios del I nv estigador y su
acompañante.
-ya lo había pensado- respondió el oficial – les propongo que, salv o mejor
opinión, los llev emos en un v ehículo particular, debidamente custodiado con
personal de bajo perfil, hasta el mercado central de Santa Marta a eso de las
11:00 a.m., desde allí salir a Río Ancho, un caserío al borde de la carretera,
donde podrán almorzar y prepararse para iniciar su ascenso a la Sierra
Nev ada.
-Discúlpenme por interv enir doctor y señorita – dijo div ertido el soldado.
-Aura - respondió el - … Ten cuidado. Los hombres dalias “El gato” están detrás
de ustedes desde Bogotá, se supone que no debía alertarlos, pero me
preocupas, por fav or cuídate -.
El rostro de Aura se sonrojó. ¿Por qué “el gato” estaba tan interesado en este
v iaje como para seguirlos con sus perros de caza? ¿Sabrían algo del enigma
sagrado?
- No Coronel, aún no hemos llegado al hotel, pero estamos muy cerca - dijo
Aura para distraer la atención del francés que la miraba atentamente desde
el asiento de atrás.
Colgó.
-No profesor- respondió el conductor miliar. - Dele tiempo. Se nota que es una
mujer muy inteligente, pero igual sigue siendo mujer y no existe el hombre que
las entienda. Buen v iaje profesor, tenga cuidado en esa selv a, a v eces no es
bueno hurgar tanto en los problemas de esa gente. Se conv ierte uno en
objetiv o militar-.
-Profesor Philippe Mechand, soy el Mayor Cesar Mondragón , oficial del Grupo
Aeronav al del Caribe, de la Armada Nacional. Como debió av isarle mi
Coronel Sánchez, soy el encargado de su transporte y seguridad a partir de
este momento.
Philippe supo inmediatamente que esas eran las instrucciones que había
recibido Aura en la camioneta.
informarle esto, sobre todo teniendo en cuenta que, hasta ahora, había
demostrado ser extremadamente cuidadosa con los detalles. Comenzó a
preparar su maleta sin molestarla, siguiendo el consejo del conductor del
v ehículo militar.
-¿diga? –
¿Desde las dos de la tarde? ¿A dónde fue? ¿Por qué no le dijo nada de la
llamada del mayor? ¿Por qué se había encerrado en la habitación? Y la
situación se tornó más acuciosa cuando cayó en cuenta que lo único que
conocía de esa ciudad eran esas dos habitaciones. Ni siquiera recordaba el
camino de regreso a la brigada.
Esperó hasta las 10:00 pm sentado a los pies de su cama, con la puerta
abierta. Los segundos pasaban tortuosamente lentos. De repente, escuchó
unos pasos por el corredor, se lanzó a la puerta, pero no había nadie.
Finalmente, ya pasadas las once de la noche, sin darse cuenta se quedó
dormido.
El alto oficial abrió la puerta y extendió la mano a Aura para ayudarla a bajar
del v ehículo. Ella sonrió cortésmente y aceptó la ayuda. En seguida salió el
profesor Merchand con su inseparable morral de campaña.
Resignado, el inv estigador alargó el brazo derecho y miró para otro lado,
como hacen los niños cuando les v an a poner una v acuna. El procedimiento
solo tomó unos segundos. El Mayor Mondragón se comunicó con la oficina
central de la Unidad Nacional de Protección para confirmar la activ ación y el
código de la señal. De inmediato, una diminuta luz, casi imperceptible color
v erde se iluminó bajo el cierre del brazalete.
Veinte minutos después, el av ión flotaba apacible sobre las nubes del caribe
Colombiano. Merchand miraba por la v entana, regocijándose en el paisaje.
-Ella es la Sierra Nev ada de Santa Marta Philippe. El sistema montañoso litoral
más alto de Colombia; constituye por sí mismo un sistema aislado de Los
Andes, se elev a abruptamente desde las costas del Mar Caribe hasta alcanzar
picos nev ados a una altura de 5.777 msnm, Con una superficie aproximada de
17.000 km², se encuentra separada de la cordillera de Los Andes por el sistema
de v alles que forman los ríos Cesar y Ranchería. Su pico más alto es el Pico
Cristóbal Colón, que es de paso, la montaña más alta de Colombia.
Aura rió complacida de v er que al fin había algo que ella sabía, que ignoraba
por completo el afamado profesor y doctor en arqueología y culturas
ancestrales.
La carav ana se div idió al llegar a cerro Ziruma por orden del Mayor. La
mayoría de los v ehículos siguieron con su algarabía de sirenas hacia la base
nav al mientras el v ehículo de los v isitantes, seguido de lejos por otro automóv il
civ il con militares, apagó las luces y la sirena y se enfiló hacia el consulado.
Una camioneta blanca tipo v an, se puso a la par del v ehículo de los v isitantes
bajó la v entanilla y el copiloto le hizo un gesto casi imperceptible al mayor. Los
dos v ehículos redujeron la v elocidad y se colocaron uno detrás del otro. Al
llegar a un recodo desolado del camino, se detuv ieron colocando las luces
estacionarias, mientras el automóv il escolta se parqueaba unos 40 metros
atrás.
Los v isitantes, en silencio y sorprendidos por el sigilo del mov imiento, bajaron
del v ehículo nav al y abordaron la camioneta que partió rauda casi sin darles
tiempo de acomodarse en los asientos.
Philippe v io con preocupación cómo los dos v ehículos en los que v enían hasta
hace unos segundos simplemente daban la v uelta y se alejaban en sentido
contrario.
A partir de ahora estaban solos. Y aunque era justo lo que quería desde el
principio, se había acostumbrado tanto al trajín de los militares, que, a pesar
suyo, descubrió que ahora se sentía completamente desprotegido.
El mercado central de Santa Marta, se lev anta con una estructura enorme que
se ha conv ertido en centro turístico gracias a su permanente prov isión de
frutas tropicales especias y hierbas de todo tipo.
-ese es su transporte- dijo el copiloto del v ehículo que los había recogido en el
camino, señalando una camioneta Nissan Urv an a la que se les notaban los 74
años, los kilómetros y la sal marina que había sufrido. –sale a las 11:00 am en
punto, estaremos v igilando el sector hasta que partan. Buen v iaje-. Y subió la
v entanilla dejándolos, como dicen en Colombia “a la buena de Dios”.
Aura dejó a Philippe en una fuente de soda improv isada frente al paradero de
los buses y colectivos, degustando un típico jugo de borojó 36. Y retirándose los
lentes oscuros, se dirigió al conductor que, recostado sobre un costado del
v ehículo, espantaba las moscas y el calor con un trapo rojo que tenía en el
hombro.
-si señorita – respondió el conductor, mirándola de arriba abajo sin disimular sus
intenciones. – pero nadie me dijo que “la Señorita Colombia” v iajaría hoy en
mi camioneta… ¡me hubiera bañado! ... Dijo mirando a sus compañeros y
soltando una risotada que le hizo caer el palillo con el que jugaba entre los
dientes.
-mire- continuó Aura sin inmutarse, extendiéndole los dos tiquetes que le había
entregado el coronel durante el trayecto desde el aeropuerto.
-una sola- contestó Aura señalando al francés que la miraba desde la sombra
del puesto de jugos.
-¿Por qué ríen tanto?- preguntó Philippe a Aura cuando esta regresaba a
recogerlo - ¿acaso se burlan de mí? –
36
Borojo es una fruta, altamente energética, y nutritiva. Se utiliza comúnmente en Colombia
-¡Conozca las grutas sagradas!- gritaban unos; -¡v iv a en una aldea Kogui!-
gritaban otros, formando una algarabía que le recordaba a Philippe el
mercado de Estambul, donde había comprado su estuche v iajero de aseo
personal.
-¡Señorita!, ¡profesor francés!- gritó hasta llegar a ellos – Buenos días señorita –
dijo con cortesía, inclinando la cabeza mientras le estrechaba la mano a Aura
del Sol –¡Buenos días señor profesor francés! – se dirigió respetuosamente a
Philippe. – soy Kenkurua Tenenpaguay Urariyü a su serv icio. Seré su guía y
compañero en adelante. Me contrató el “don” Mondragón (y les guiñó el ojo
derecho), así que no se preocupen. Todo está en orden… a propósito, para
que les quede fácil llamarme, solo díganme Teme… -
Recogió la mochila de Aura del suelo e intentó sin éxito tomar la mochila de
Philippe, quien mantuv o férrea la mano derecha sobre la correa del hombro.
Teme lo miró y le sonrió, metió un poco de coca en su boca y continuó con su
perorata:
37
Material utilizado en la construcción de viviendas compuesto de cañas o palos entretejidos y unidos con
una mezcla de tierra húmeda y paja.
38
Las figuras son realizadas con una sustancia que resulta de mezclar con un poquito de agua una tiza
denominada pali’isa, un preparado que se obtiene de un árbol del mismo nombre que generalmente crece
en las zonas montañosas.
39
entreloprofanoylosagrado.wordpress.com/2016/01/22/indumentaria-kogui-y-arhuaca-simbologia-y-
protocolo/
40
pantalones de algodón
41
“Jaguar Buho”. Nombre adoptado para simbolizar su puesto de gobierno y su sabiduría.
“Voy a tejer la tela de mi vida, voy a tejerla blanca como una nube,
voy a tejer algo de negro en ella, voy a tejer oscuros tallos de maíz, voy
a tejer tallos de maíz en la tela blanca, voy a obedecer la ley divina.
Voy a caminar con respeto por el mundo, voy a proteger la vida en
todas sus formas y cuando regrese a la tierra seré vida para otros”
Cantó el Mamo en su lengua nativ a, y luego puso una hoja de coca en la
palma de la mano izquierda de cada uno.
-esta hoja no es mala. El hombre que la usa es malo. Ella nace, crece y busca
al sol y al agua para crecer. Es inofensiv a. Para nosotros es camino de
espiritualidad y fuerza para el trabajo. Su efecto dependerá de sus corazones.
Ella puede ser muerte y destrucción en las manos de Umarsca, del demonio
destructor de la v ida. Ustedes elijen el camino que sigue.-
Luego lev antó las manos hacia la Sierra Nev ada y gritó:
42
Extranjeros, visitantes, blancos, en dialecto Wayuu
43
Pequeño pez de rio típico de la región.
44
Planta que alcanza un tamaño de 6 cm de diámetro. Las hojas son peltadas, sus vellosidades se
adhieren a la ropa.
45
Un meandro es una curva descrita por el curso de un río, cuya sinuosidad es pronunciada.
46
terreno pantanoso con mucha maleza.
47
Los Chorotegas son un grupo étnico de Nicaragua, Costa Rica y Honduras. Actualmente quedan
solamente alrededor de 500 de ellos
Se secó el sudor, que ahora le hacía arder una profunda incisión sobre la ceja
derecha y miro hacia lo alto. Un techo v erde espeso de enormes arboles le
cubría de la inclemencia del sol. Una brisa tibia recorría el lugar, refrescada por
las aguas del rio y la v oz de cientos de pájaros se escuchaban por toda la
montaña.
Se rev isó las heridas y concluyó que no podía seguir av anzando en ese
estado. Pronto el clima, el sol, los insectos y la pérdida continua de sangre,
darían cuenta de él. Era muy urgente que encontrara ayuda y atención
médica. Deseó con todas sus fuerzas que el centro de monitoreo de la
Armada Nacional, hubieren detectado ya la señal de auxilio del brazalete
cortado. Se giró despacio sobre el lado izquierdo de su cuerpo
manteniéndose oculto y lev antó la cabeza muy lentamente sobre el tronco
tratando de v er al otro lado sin ser descubierto. No se v eían las jaulas en las
que los habían encerrado, ni hombres ni animales. Pero si se podía div isar el
techo de tres casuchas, como los refugios de los cambuches48 que construyen
los trabajadores de las minas.
Esperó a v er si v eía algún mov imiento en el área. Giró hacia el otro lado del
árbol y no v io a nada ni a nadie. Se incorporó de espaldas al árbol dándose
cuenta que el dolor se incrementaba por el calor, y los miembros antes
entumecidos por el frio del agua, ahora reclamaban descanso y quietud.
Afortunadamente las botas habían resistido el escape y eso le serv ía para
caminar por el monte.
48
un lugar o un espacio improvisado para dormir
Lev antó la cabeza hasta donde pudo y miró a su alrededor. Efectiv amente
era una v ivienda indígena. La manera ordenada y limpia en que todo estaba
dispuesto a su alrededor, le indicaba que su ocupante era alguien que no solo
llev aba mucho tiempo en ese ambiente, sino que era importante. A su lado a
la cabecera de la camilla en la que lo habían acostado, estaba su reloj y las
botas. Nada más. Bajó la cabeza y se alegró de haber env iado el brazalete a
Paris.
El I ndígena sin inmutarse, continuaba rev isando las heridas del cuerpo del
profesor Merchand.
49
Formula cordial de saludo en lengua Arhuaca
96
Philippe miraba el techo fijamente, frustrado con la imposibilidad de mov erse y
la pasiv idad de su interlocutor. Una lágrima rodó desde su ojo derecho.
-cobran muy bien para hacer que no saben- dijo con ironía el enfermero-.
97
-Por fav or no se muev a ¿sí?, v oy a traerle algo de comer, debe recuperar
fuerzas si quiere ir a dar av iso a las autoridades.
Esperemos tres soles más, y uno de nuestros jóv enes, que conocen la región, le
guiará hasta la falda de la Sierra para que pueda contactar a los militares. Se
han escuchado helicópteros, y más av iones de los normal, yo creo que lo
están buscando a usted…. ¡imagínese, un gringo perdido en pleno territorio
del Jaguar! ¡Deben estar enloquecidos buscándolo!– dijo, y rió
estrepitosamente mientras salía de la casa.
Un día y una noche pasaron para que Philippe pudiera ir al baño sin ayuda. El
retrete estaba ubicado a diez pasos de la casa principal, pero a él le parecían
kilómetros. Cada hueso sonaba como si estuv iera quebrado y la respiración
pesada dificultaba su desplazamiento, por lo que era asistido constantemente
por dos jóv enes que le ayudaban al enfermero cuando este dormía o salía de
la casa.
Al tercer día de conv alecencia, sintiéndose un poco mejor, pidió a los jóv enes
que le dejaran salir solo. Caminó la distancia al retrete y cerró la puerta
haciendo señas de tranquilidad a sus cuidadores. Ellos se regresaron a la casa
mientras Philippe los observ aba por una rendija de la puerta. Esperó unos
quince minutos, y al no v er a nadie, salió y se alejó de la casa en dirección al
rio, o al menos eso creyó él.
Gritos de espanto y dolor, fueron seguidos por dos explosiones y v arios disparos.
Luego silencio. Philippe, paralizado por el terror, no se atrev ía a asomarse.
A Philippe se le heló la sangre. Como pudo y sin mov erse más que unos
milímetros a la v ez, se asomó sobre la raíz. Era el mismo hombre que les había
hablado en el campamento minero, el tal alias “Pekinés”.
-lo v oy a preguntar una v ez. Y quiero ser claro. Solo necesito una respuesta y
todos los que quedan v iv en. Si no me satisface, ¡por su perra madre que los
acabo a todos! … ¿Dónde está el puto francés?-
Una ráfaga cerrada, de v arios fusiles y armas automáticas, escupió una lluv ia
de balas contra los inermes indígenas que murieron en el acto. “Pekinés”,
mirando con desprecio los cuerpos mientras se limpiaba la sangre de la cara,
una v ez más sentenció:
-¡Quemen todo!-.
Ya llev aba una semana perdido. Si no apuraba el paso, lo más seguro es que
lo dieran por desaparecido y dejaran de buscarlo, aún más si, como le había
dicho el enfermero, las autoridades operaban de acuerdo con los gav ilanes
en esa zona.
50
Considerado la mamá de todos los árboles, son los que más crecen, están siempre en la orilla de l os
ríos y ayudan a cuidar el agua.
Aunque el Jaguar se alejó, Philippe decidió esperar allí lo que restaba del día y
la noche hasta que amaneciera, sin mov erse mucho en las enormes ramas, se
sintió agradecido porque el aroma de los ungüentos y emplastos del
enfermero, seguramente habían ayudado a camuflar su aroma de blanco
europeo, que le hubieran conv ertido en todo un filet mignon para el amo de
las selv as americanas.
Decidió desnudarse y colocar las mantas que le serv ían de ropa y las botas
sobre la roca para que el sol las secara, recordando la recomendación de su
guía Temenpaguay respecto a ev itar la humedad para mantenerse
saludables. A falta de talcos, se restregó los pies con arenisca seca que raspó
de la roca y por primera v ez, admiró su cuerpo a la luz del día. Cualquier
escultor le hubiese contratado como modelo para un cristo. No había un solo
centímetro de su piel sin una magulladura, una cortada, una herida o un
raspón.
El frio de la noche que llegaba desde la cima nev ada de la Sierra, le despertó.
Se v istió rápidamente. La ropa seca se sentía bien y el sueño había sido
reparador. Estaba listo para caminar una noche más pero, ¿hacia dónde?
Miró nuevamente hacia la selv a cerrada y entonces, a unos trecientos metros,
sobre unos peñascos cercanos, dentro de lo que parecía una cuev a, una
pequeña luz bailoteaba en la oscuridad. ¿Sería un campamento de los
gav ilanes? ¿Sería otro caserío indígena? ¡No! No causaría la muerte de nadie
más. ¿Será producto de la imaginación? Dudó por unos instantes, pero era la
única pista que tenía para salir de esa montaña que parecía querer engullirlo
por tener la temeridad de caminarla solo. Ese sería su destino en esta noche:
llegaría a esa luz y estaría dispuesto a asumir lo que tuv iera que asumir. Ya
había sobrev iv ido a mucho para tener miedo a estas alturas.
El Clan Jaguar
En la oficina del Coronel Jhon Sánchez Serrano, entraban y salían militares con
mensajes, mapas y órdenes a ritmo febril. Ya hacía más de tres días que el
brazalete de Philippe había dejado de env iar la señal y los sobrev uelos de la
Av iación naval no habían surtido frutos. El Coronel, v estido en traje de fatiga
permanecía de pié frente a una pantalla interactiv a de gran tamaño que
mostraba imágenes satelitales de la Sierra nev ada y le permitía ampliar las
zonas con solo tocar el monitor con los dedos. En ella, un asistente
diagramaba las ev entuales rutas que pudieron seguir los exploradores, la
ubicación de los principales poblados y de las dragas de los mineros ilegales.
-¡Permiso sigo mi Coronel!- dijo anunciándose una jov en teniente que entraba
con una hoja de papel en la mano. El coronel le hizo un ademan con la mano
derecha para que ingresara y extendió el brazo para recibir el mensaje que le
traía la jov en militar.
-Mi Mayor ¿puedo pedirle un fav or? No me pida explicaciones, solo dígame si
es posible o no…-
-será un priv ilegio tenerle a bordo mi Coronel ¿tiene como llegar a Santa
Marta?-
Al día siguiente, a las 5:00 a.m. el Coronel Jhon Sánchez Serrano estaba
104
desembarcando del v ehículo que le llev ó de Santa Marta al puesto de mando
unificado de la Av iación Nav al. Al ingresar a la carpa de comando, encontró
al Mayor Mondragón y otros militares, alistándose para salir.
Cuando uno de los militares que estaba en la carpa v io las insignias del
Coronel, gritó: -¡Atención, mi Coronel en la carpa!- y todo se colocaron firmes.
51
El AH-60, denominado e Arpía, es un helicóptero artillado de combate desarrollado por la Fuerza
Aérea Colombiana, Elbit Systems y Sikorsky Aircraft a partir del UH-60L Black Hawk.
52
El Cessna Skymaster es un avión bimotor con configuración mixta tracción-empuje. En lugar de
montar los motores en las alas, uno va montado en el morro y otro en la parte trasera del fuselaje. Es
usado como avión de observación y Guerra psicológica
-Mayor – le dijo al oficial nav al, mientras jugueteaba con la v isera de su gorra
camuflada. –No sé si está enterado, pero Aura del Sol… es mi hija –
105
El Mayor Mondragón quedó estupefacto. Se dejó caer sobre la litera de
campaña y mantuv o la mirada en los ojos del Coronel.
-Bien- comenzó Teme frotándose las manos y mirando al suelo. –desde que
salimos del poblado rumbo al nacimiento del rio, como habían sido las
instrucciones del Profesor Merchand, todo av anzó sin inconv enientes.
Desafortunadamente, nadie sabía, ni los indígenas ni los militares que me
asignaron la tarea, que justo en el curso del rio, antes del nacimiento, había
una draga de “los Gav ilanes” sacando oro del rio. Cuando llegamos, debido a
la sorpresa del encuentro, no alcanzamos a reaccionar y un v igía nos v io y nos
disparó. Nos persiguieron por un trecho, y pues nos superaron en número y nos
rodearon-.
-No señor- contestó cortésmente Teme. Los disparos fueron de adv ertencia.
Cuando nos capturaron nos requisaron y destruyeron los teléfonos que
llev ábamos, y nos obligaron a entrar en el campamento hasta donde estaba
este tipo, un tal “Pekinés”…-
-¿Sabe usted qué tipo de armamento usan estos bandidos?- inquirió el mayor
Mondragón
-¡si claro! Respondió el guía. –tiene fusiles Galil de última generación, fusiles M4
y M16 en excelente estado. Granadas de mano, pistolas, escopetas, lanza
granadas tipo MGL y alcancé a v er unas cajas de metal similares a las que se
usan para munición de ametralladora M -60.-
El coronel intentó detenerlo, pero el Mayor le tocó el brazo para que lo dejara
terminar
-Permiso sigo mi Coronel… Mi Mayor… creo que encontramos algo, por fav or
v engan al puesto de comando-.
-Verde uno de gacela- decía repetidamente una v oz femenina por el altav oz.
108
–verde uno de gacela, contesten... Estoy donde las águilas ponen sus huevos-
-Parece que es una transmisión en banda abierta desde un radio APX 8000,
pero no entiendo como…-
-ese sitio se encuentra aproximadamente a 10° 52' Norte y a 73° 43' Oeste, es
un punto de apoyo a mediana, algo así como un escondite de superv iv encia
que tenemos los guías en v arios senderos principales, para casos de personas
extrav iadas, yo le comenté a ella, en el caserío antes de salir, que ese tipo de
sitios existía, y uno se llama el “nido del águila”, lo conozco bien. Ella de seguro
subió para tener mejor recepción… ¡que inteligente! Debe estar usando el
radio que le quitamos al centinela del campamento minero, en esos refugios
hay v iv ieres y un botiquín, no sé cómo llegó pero sé exactamente dónde
queda…lo malo es que está al otro lado de la Sierra y son salientes rocosas, no
creo que un helicóptero llegue, podríamos llegar a pie, pero es una jornada de
al menos tres días… ¡y con esta lluv ia!-
La tormenta eléctrica que azotaba la Sierra nev ada de Santa Marta era
apocalíptica. Los animales, que normalmente disfrutan de los periodos de
lluv ia, se refugiaban de la inclemencia de la lluv ia monzónica. Grandes
caudales de agua descendían v eloces por las rocas de los acantilados
buscando los lechos siempre sedientos de los ríos tutelares de la Sierra nev ada.
109
Dentro del parque natural, la planicie formada por una meseta circular, que
se prestaba para el despegue y aterrizaje de los helicópteros.
I nfortunadamente, el refugio del “nido del águila” estaba en el peligroso
costado norte de la sierra, en el sector llamado “la plateada” justo al otro lado
del enorme sistema montañoso, lo que implicaba que las aeronav es debían
esperar a que desapareciera por completo la tormenta para sobrev olar el
área, o someterse a un v uelo de más de tres horas para rodear todo el sistema,
lo que agotaría el combustible y arriesgaría la v ida de los rescatistas.
En la v ertiente sur del rio “Garav ito” al norte de la sierra nev ada, a unos 70
kilómetros de distancia de los militares, estaba la draga ilegal del
campamento de alias “El Gato”, que esperaba impaciente la comunicación
de “Pekinés”, quien días antes le había dicho que tenía en su poder al francés
y su comitiv a, pero no había v uelto a tener razón de él. Caminaba en círculo
dentro de la carpa con las manos atrás, maldiciendo la tormenta que no lo
dejaba av anzar ni comunicarse con el grupo de su compinche.
-¡Patrón!- le gritó desde afuera uno de sus escoltas – encontraron algo los del
radio-
-¡Qué cogieron compa!- le dijo “El gato” al Radio operador que estaba frente
al equipo de escaneo.
-verde uno de gacela, contesten... Estoy donde las águilas ponen sus huevos-
-Está muy cerquita jefe, con esta tormenta debería haber estática, pero se
escucha perfecto, está transmitiendo por uno de nuestros equipos y por banda
abierta- comentó el radio operador.
-Donde las águilas ponen sus huev os… donde las águilas ponen sus huev os…-
meditaba “El gato”-
“
-¡Miguel!- llamó al escolta que fue a buscarlo antes.
-Ya v erás Aurita,,, pronto nos v eremos- dijo frotándose las manos mirando
desde la entrada del cambuche hacia la Sierra iluminada por imponentes
relámpagos y estremecida por los truenos, bajo la capa negra de nubes que la
cubría como un manto de luto.
Junto a él, en las carpas lev antadas para el equipo de interv ención aérea, 20
jóv enes militares atléticos y en traje de camuflado, rev isaban los arreos,
cuerdas, municiones, equipos de v isión nocturna y cuanto recurso técnico se
necesitara para esta delicada misión.
Todos esperaban luz v erde del comando de la Nav al para poder abordar los
helicópteros. Ninguna nav e podía v olar hasta que la oficina de monitoreo
satelital de la Armada Nacional lo autorizara, y la tormenta era demasiado
intensa para permitir el v uelo de los helicópteros o del av ión. Las horas
pasaban lentamente mientras el agua caía a cantaros sobre la base que se
mov ía como un hormiguero preparándose para tomar v uelo.
53
Curos de combate especializado de las fuerzas armadas de Colombia en Leticia.
El Profesor Philippe Merchand, entre tanto, llegó a pocos metros del refugio y
se ocultó tras un matorral. Subió a un árbol cercano y esperó. No v io mas
casas, ni caminos, ni animales de granja. Solo el fuego que titilaba dentro de
una cav idad entre las rocas muy cerca de un tenebroso precipicio. Esperó
pacientemente hasta que cayó la tarde ignorando las grandes gotas de agua
helada que rodaban por su cuerpo, entumeciéndolo en la incómoda posición
que mantenía sobre la rama. Ya conv encido que no había peligro, se deslizó
como pudo por las rocas hasta la entrada del refugio.
-Verde uno de gacela, contesten... Estoy donde las águilas ponen sus huev os-
-¿Aura del Sol?- dijo sin poder dominar la sorpresa que le causaba escuchar su
v oz luego de darla por muerta.
Pasaron algunos segundos, en los que solo se escuchaba la estática del radio y
la lluv ia pertinaz sobre las rocas.
114
-¡No dispares por fav or!- suplicó Philippe asustado por el arma.
Aura soltó el fusil y se arrojó en los brazos del francés. Lloraron juntos por todo el
tiempo de separación. Liberaron la angustia de las luchas que tuv ieron que
afrontar los últimos días. Rieron al v er el deplorable estado de sus cuerpos,
incluso compararon heridas. Aura revisó la cicatrización de las cortadas y puso
gasa con antibiótico sobre los raspones. Le ayudó a quitarse la ropa mojada y
lo env olv ió en una manta térmica. La lluv ia no cedía un ápice.
-Pero antes de responderte, debo decirte que todo lo que te dije, e hice,
siempre fue pensando única y exclusiv amente en tu seguridad. No te
confundas. Para nosotros, el asunto del tesoro es algo absolutamente
secundario, insignificante frente a la importancia de recuperar el brazalete de
un legítimo descendiente de la casa real Xochimilca. No sabes lo delicado del
asunto y la situación tan compleja que se ha generado alrededor de ello, llega
incluso a arriesgar la estabilidad de todo el Clan jaguar.
-Déjame terminar- le pidió Aura al tiempo que le serv ía una taza de café
caliente- escúchame y al final me haces las preguntas que desees.
54
www7.uc.cl/sw_educ/historia/conquista/parte2/html/nh002.html
-La rebelión Taína, por otra parte, fue la más exitosa, sin lugar a dudas,- siguió
narrando Aura sin inmutarse –y se considera el punto de nacimiento de lo que
se conoce hoy como el Clan Jaguar.
Un problema muy puntual de índole personal prov ocó la rebelión del cacique
en 1519, quien instó a otros señores a la sublev ación. Se enfrentó a los
españoles hasta 1533, v aliéndose de un acertado plan de combate tipo
guerrilla en las montañas de la isla. Su posición casi inv ulnerable en los
refugios que proporcionaban los montes, forzó a los españoles a la
negociación y les significó cuantiosos gastos del erario real. Enriquillo falleció
en paz y triunfante en sus dominios, sin poder ser desalojado nunca. Él fue el
primer gran Jaguar sol, o Balam Quitzé. Su brazalete pasó de generación en
generación, hasta llegar, gracias a ese asesino apodado alias “El gato”, a tus
manos. Entenderás la importancia histórica, antropológica y étnica de ese
objeto para nosotros. ¡Qué ironía que nuev amente sea un europeo el que lo
haya comprado de manos de unos homicidas!-. Puntualizó Aura, mientras
sorbía un poco de café y rev isaba el radio, que ya se quedaba sin batería.
55
De esta historia nace la letra de la canción “Anacaona” de Cheo Feliciano
-No gracias-respondió Philippe, mientras rev isaba las mantas hechas girones y
apelmazadas por el barro, que se había quitado de encima al llegar. – tendré
que hacerme ropas nuev as con estas mantas térmicas. Voy a parecer un
extraterrestre, pero no puedo andar por ahí desnudo… ¿Qué pasó después de
esa rev uelta?-
- En Colombia, fueron los Taironas y los Quimbayas, los más activ os opositores
a la penetración hispana. –Refirió Aura - Especialmente durante la segunda
mitad del siglo XVI , se sucedieron las rebeliones y los ataques a los poblados
de Santa Marta y Bonda, que tuv ieron que ser reconstruidos en muchas
ocasiones por los ataques continuos de los jaguares. Las principales ofensivas
Taironas se registraron en 1555 y entre los años de 1571 y 1575. En respuesta, los
gobernadores env iaron div ersas expediciones de castigo al inter ior y se
tuv ieron que realizar gastos de enormes proporciones. Tribus más pequeñas,
como los Chimilas y los Tupés, excelentes y audaces flecheros de dardos
env enenados, también colocaron en aprietos a los asentamientos españoles,
recurriendo especialmente al ataque nocturno, que se conv ertirían en el arma
y la estrategia preferida por el Clan jaguar a partir de entonces. En v irtud de
esta resistencia y la abigarrada geografía de la región, la conquista española
recién cobró fuerza desde el siglo XVI I -.
-Pero aún no me has dicho que es en sí, el Clan jaguar- interv ino Philippe.
Philippe rió por primera v ez desde que inició esta av entura trágica
-En realidad Philippe, el Can jaguar desea recuperar el brazalete para ponerlo
a buen recaudo. La información que está grabada en el anv erso de la cabeza
del jaguar es demasiado v aliosa y delicada. Tanto como para hombres como
“el gato” y “Pekinés”, sean capaces de asesinar pueblos enteros como lo has
v isto. Desafortunadamente, como en todas partes, entre nosotros hay gente
que ha perdido sus hijos, sus propiedades y su libertad a manos de los blancos,
y sienten un odio v isceral hacia los europeos. Por eso a mi padre y a mí nos
pareció apropiado que yo te acompañara, por si en algún momento te los
encontrabas, al principio pensamos en robártelo, luego el Doctor Ciprian dijo
que era mejor pedirte que lo dejaras en el museo, pero Frendch insistió en
dejarte seguir adelante. Ya la ONU había autorizado tu expedición, si la
interrumpíamos lev antaríamos demasiadas sospechas y Beringer escaparía,
Necesitamos descubrir a todos los que están en esto, encontrar a los asesinos
del legítimo propietario del brazalete, destruir a los gav ilanes y asegurar el
tesoro de los jaguares. Si realmente existe y está donde marca le brazalete,
debe ser inv ertido en los pueblos aborígenes y en la lucha por la selv a.
-El poema del último I nca. Hermoso y lúgubre- dijo Philippe, acurrucado junto a
los últimos maderos encendidos para tomar calor.
56
Fragmento adaptación del poema “En boca del ultimo Inca” de José Eusebio Caro
Mientras todo esto estaba ocurriendo, la columna de alias “El gato” ascendía
a escasos 200 metros del refugio ganando v elocidad con el calor del sol y la
ausencia de lluv ia. Distanciados por algunos metros entre uno y otro, los
hombres corpulentos y fuertemente armados, escalaban con gran agilidad los
riscos, encabezados siempre por su temible líder, que de cuando en v ez,
lev antaba la v ista hacia la cuev a para calcular la distancia. La codicia
ancestral del hombre blanco, impulsaba la adrenalina por sus v enas.
Al otro lado de la sierra, en la base del puesto de mando unificado, los dos UH-
60 black Haw k rugían lev antando v uelo con todos sus ocupantes: el coronel
Jhon Sánchez Serrano, el Mayor Cesar Mondragón , que pilotaba la primera
aeronav e, los 20 comandos de rescate, el guía indígena Tenenpaguay y dos
artilleros en cada nav e, que operaban cada uno una ametralladora gatling
multi cañón, diseñadas para disparar 4.000 cartuchos de 20 milímetros por
minuto57, una v erdadera lluv ia de fuego sobre cualquier enemigo. El tiempo
estimado de v uelo era de 45 minutos a la cima y de allí 10 minutos más hasta
el refugio, es decir, que en una hora, esperaban estar rescatando a Aura y
posiblemente al francés, y poder terminar así esta pesadilla diplomática.
57
es.wikipedia.org/wiki/Minigun
Les amarraron los pies y las manos con v arias v ueltas de cinta adhesiv a y a
Philippe le colocaron un pantalón corto y una camisa raída, que consiguieron
entre las mochilas de los cazadores que v enían con “el gato”. Sacaron todas
las cosas del refugio y las arrojaron al precipicio. Esparcieron las cenizas de la
fogata y las taparon con tierra para ev itar la producción de humo.
-¡v amos rápido!- rugió “el gato- ¡debemos llegar a la draga en el menor
tiempo posible, antes que lleguen los tombos 58 por la princesita!
-Águila dos de águila uno- anunció el mayor Mondragón por el radio de los
helicópteros.
58
Palabra despectiva para referirse a los policías y los militares en Colombia.
-prosiga con la operación Águila uno, ¡que Dios guíe sus alas!- fue la respuesta
de la base.
-siga rescate uno- respondió el mayor, que luchaba por mantener estable el
helicóptero en los v ientos cruzados causados por la altura, la montaña, y la
reciente tormenta.
-Mi Mayor, aquí no hay nadie.- Era el Teniente Galeano, quien como siempre,
había elegido encabezar el operativ o.
-repito… aquí no hay nadie, no hay nada. Ni radio, ni personas. Solo unos
rescoldos de una fogata todavía calientes, se ven las pisadas de varias botas
militares ¿Qué ordena?-
-¡Águila uno, Águila uno de Águila dos!- exclamó el otro piloto – detectamos
movimiento en la zona boscosa a sus 600, parece ser un grupo grande de…- la
comunicación fue interrumpida por una descarga de v arios fusiles que
impactó los dos helicópteros, las balas rebotaron en el blindaje inferior de las
122
aeronav es obligando a los pilotos a realizar maniobras ev asiv as.
Cuando “el gato” v io que uno de los helicópteros había girado hacia ellos,
gritó -¡mierda!- y comenzó a dispararles, seguido de otros de los hombres que
les acompañaban.
-Águila uno de rescate uno- era el Teniente Edgar Galeano, que en medio de
la confusión, había logrado bajar hasta la margen de la zona selv ática con los
otros tres comandos.
Los dos helicópteros se alejaron y descendieron tras las copas de los árboles a
123
unos seis kilómetros de distancia en línea recta desde el punto de contacto,
para que no escucharan el sonido de los rotores, mientras que el segundo
helicóptero desembarcaba el otro equipo de comandos anfibios.
-¡patrón aquí hay tres heridos grav es!- le dijo uno de sus hombres que estaba
v erificando las bajas después del ametrallamiento del helicóptero. Alias “El
gato”, fue hasta el lugar y v io a los hombres destrozados por los impactos de
bala. Sin mediar palabra, sacó la pistola y le dio un tiro en la cabeza a cada
uno.
59
Grupo insurgente autodenominado Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
Esa era una deuda que estaba pendiente por cobrar con el Coronel Sánchez
Serrano. Alias “El gato”, durante 13 largos y dolorosos años, había
desaparecido, desplazado, fusilado, esclav izado y torturado cientos de 125
indígenas que habitaban las áreas protegidas del parque natural de la Sierra
Nev ada.
Desde la selv a, entre la espesura, los Guerreros jaguares que los habían
seguido, esperaban el momento propicio para atacar. Ellos si habían v isto a los
comandos y por eso prefirieron esperar a que actuaran primero.
Después de ocultar los cadáv eres de sus compañeros en huecos excav ados
en la tierra húmeda y cubrirlos con v egetación, los grupos comenzaron a
av anzar. Cuatro de los compañeros de alias “El gato”, se encargaron de
cargar a los secuestrados, dos de la custodia mientras su jefe iba al frente
abriendo camino por la maleza. El otro grupo, liderado por el guía indígena al
serv icio de los delincuentes, enfiló monte abajo, sin saber que estaba a punto
de caer en una emboscada mortal.
60
www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-198408
Había hecho blanco en los hombres de alias “el gato” el v eneno de la rana
dorada, usado por los Guerreros jaguares en sus cerbatanas y flechas. Era un
tóxico mortal legendario desde la época de la conquista española. Esta
terrible sustancia, produce una liberación sostenida de acetilcolina 61 en el
cerebro, lo que trae como consecuencia la contracción muscular tetánica y
la muerte por paro respiratorio a causa de una parálisis de los músculos
respiratorios. Una gota era letal en minutos, diez dardos env enenados,
insertados al tiempo, causaban la muerte instantánea.
Alias “El gato”, ajeno a lo que le había sucedido a sus secuaces, y confiado en
que “Pekinés” le daría cobertura, prefirió descansar un momento cerca de una
pequeña cascada que llev aba el agua de la reciente tormenta a los lechos
de los ríos principales. Apenas eran las cuatro de la tarde, pero por la sombra
de la Sierra, y la espesura de la v egetación, parecían las diez de la noche.
alias “El gato”, extendió un trozo de tela en el piso, y sacó de su morral los
elementos de aseo para su arma. Mientras iba desmontando cada sección
con una delicadeza religiosa, le pregunto a Philippe:
Merchand y Aura, obv iamente maltratados y cansados por las ataduras y por
la manera de cargarlos, permanecían sentados, encadenados por el cuello,
mirando al suelo. El otro hombre, el de la fogata, le alcanzó a cada uno, una
lata de frijoles caliente y una cuchara.
61
es.wikipedia.org/wiki/Phyllobates_terribilis
Aalias “El gato”, después de haber comido lo mismo que sus v íctimas,
armando el fusil y brillando cada cartucho con una delicadeza y atención casi
sicótica, v olv ió a preguntar:
-No lo tengo conmigo- le respondió Philippe mirándolo a los ojos. -¿me cree
tan estúpido como para traerlo a esta selv a al alcance de alimañas como
usted? ¡fils de pute!- le dijo Merchand a su secuestrador, con tono
amenazador.
-v amos a ponernos claros francesito de mierda- siguió diciendo alias “El gato”
mientras limpiaba la sangre de la culata del fusil. –cuando le v endí esa v aina a
usted en Panamá, no tenía idea del v alor que tenía. El indio al que se lo quité,
no me dijo nada de eso… bueno… ¡tampoco tenía cabeza para poder
hacerlo!- rió dejando v er toda su dentadura amarilla por el tabaco.
-usted me v a a llev ar a ese tesoro, ¡así tenga que sacarle las coordenadas del
culo profesor!- dijo colocando la hoja de su enorme cuchillo en la barbilla de
Merchand, obligándolo a mirarlo a los ojos. – ¿O prefiere que le pregunte a la
princesita?- giró la cabeza hacia Aura relamiéndose los labios.
-Aura…. ¿Estás bien?- preguntó Philippe, con el rostro bañado en la sangre que
manaba por la herida de la ceja.
-¿de qué tesoro hablan? –Le indagó el francés - Digo, en los v iajes y las
inv estigaciones que hice sobre el Clan jaguar, nunca encontré referencias a
un tesoro o algo así. ¿En serio ellos creen que ese tesoro existe y que de existir,
está en un punto marcado por unas coordenadas escritas quien sabe por
quién, quien sabe hace cuanto, y quien sabe en qué idioma?-
Dos de los soldados, que portaban las antorchas, - continuó el relato- por la
129
sorpresa que les causó el tesoro encontrado, dejaron caer las teas sobre las
alfombras de algodón que cubrían el piso.
Entre tanto, los indígenas, tomaron todos estos tesoros, y en andas lo llev aron a
un paraje desconocido, sellado por el propio Sugamuxi, quien dio orden de
sacrificar a los portadores para que solo él y su sequito de Guerreros jaguares,
supieran la localización. Tiempo después el mismo sugamuxi murió, en la
cámara de torturas de los españoles, sin rev elar el secreto de la ubicación del
increíble tesoro. Uno de los Guerreros jaguares, algo así como el senescal
elegido por Sugamuxi para custodiar el lugar, pudo salir en la noche y
adentrarse, con la ayuda de sus hermanos de causa, en las selv as de Centro
américa. Tú, como estudioso de las culturas prehispánicas, debes saber que
los Muiscas tienen un profundo conocimiento de la astronomía, al igual que los
Toltecas, Mayas, Aztecas y demás pueblos ancestrales-.
-Exacto- contestó Aura mirándolo fijamente a los ojos. – las coordenadas que
están en el brazalete que tu compraste, no son geográficas, pues ese es un
concepto desarrollado en Europa.
62
Los Hombres del Dorado. Eduardo Posada. Colección, Biblioteca colombiana de cultura, P.72
63
www.oocities.org/acarvajaltt/temas/astronomia_colombia.htm
“El gato” apagó con el pié derecho la fogata y con el primer disparo logró dar
de baja a uno de los comandos, que lanzó un gemido al caer. Siguió un
silencio apenas roto por las chicharras y los murmullos de la selv a. Al parecer,
los comandos, al v erse descubiertos y tener una baja, decidieron replegarse
para no poner en riesgo la v ida de los plagiados.
Con una piedra Wüsthof, diseñada para afilar cuchillos, repasaba la enorme
hoja de su puñal. A su lado, estaban 10 de sus mejores hombres. Había
dejado al resto en la draga principal, porque los indios se habían intentado
rev olucionar dos v eces durante el último mes, y necesitaban incrementar la
producción antes que le ejército los encontrara y destruyera la draga.
Uno de sus hombres, conocido con el alias de “oso”, por sus enormes manos y
gran estatura, se sentó junto a él colocando el fusil M -16 en posición v ertical
con su mano izquierda.
-Pues que nos toque v olv er mierda todo esto tan bonito-. Dijo el “oso”
suspirando.
-¿Sumercé65 es que se me mariquió66 o qué? ¡Qué tal este huev ón con las que
me sale! No pues… santa Teresa de Jesús…. ¡v aya releve al centinela es lo que
ha de hacer gran pendejo! ¡Y deje de fumar esa porquería que es lo que tiene
así! – le ordenó, al tiempo que le daba un fuerte empujón, que lo tumbó de la
roca con todo y fusil.
-¡Bobo marica! –
Gritó “Pekinés”, mientras “el oso” se alejaba renqueando por el golpe al caer.
Para “Pekinés” no existía otro modo de v ida. Desde muy pequeño se había
v alido solo para sobrev iv ir. Hijo de una familia de jornaleros del Magdalena
Medio67, que era demasiado grande para las tres yucas que conseguían para
desayunar, almorzar y comer, pasó su infancia en la casita de campo en la
que v iv ía con sus padres y su hermanita. Gente “humilde pero honrada”,
decía su padre cuando le proponían algún chueco.
64
Personas ubicadas alrededor de los cambuches para observar el movimiento de las tropas y dar aviso
de cualquier operación.
65
Apócope de su merced, una expresión que se usa en Colombia para referirse a otra persona en lugar
de titearla.
66
Acobardó, enloqueció, perdió el juicio.
67
corporacionavre.org/proyectos/cobertura -territorial/region-magdalen-medio
Los dos quedaron paralizados del susto, ya que si el animal hubiera querido
tragarlo, con un solo zarpazo habría partido en dos su escasa y macilenta
humanidad. Pero el felino retrocedió. Al parecer estaba tras la pista de una
presa y no le agradaban mucho los humanos. Alberto, le arrojó a la cara
todo lo que traía (menos los dulces), y salió corriendo como dicen en esas
tierras: “como alma que llev a el diablo”. Sus pequeñas piernas se multiplicaron
por efecto de la adrenalina que a borbotones, solo daba una orden a su
pequeño cuerpo:
¡corre!
Al llegar a la casa, tal era la cara de muerto que traía que la mamá soltó lo
que tenía en la mano y corrió a recibir a su hijito que estaba a punto de
desmayarse. El padre, que a la sazón estaba en la sala afinando la guitarra, se
paró de un salto.
-un… un… un tigre mamacita, ¡casi me come un tigre!- decía entre sollozos el
pequeño.
-¡chino pendejo por aquí no hay tigres!-v ociferó el papa, pero dos segundos
después, una andanada de golpes con un mantel, una escoba y dos
chancletas v oladoras lo hicieron retroceder a la sala.
-¡Se lo dije v iejo perezoso, que un día de estos al chinito le iba a pasar algo por
mandarlo solo por allá!- gritaba la madre enfurecida persiguiendo a su marido
por la casa y arrojándole todo lo que encontraba a la mano.
El padre no tuv o más remedio que cargar la escopeta que guardaba sobre la
puerta de la casa, y salir en busca del “tigre” que había asustado a su hijo.
Alberto, por su parte, ya repuesto del susto, y env alentonado por la protección
133
materna, echó mano de una escopeta de fisto de un solo tiro, que un tío le
había regalado para su cumpleaños número doce, que dizque porque “ya era
un hombre”, y salió decidido detrás de su padre. La mamá se quedó
persignándose en la puerta de la casita de campo.
-¡Papá!- gritó el niño, quien sin pensarlo dos v eces, subió la escopeta al
hombro y le descerrajó el único disparo al animal que, al escucharlo, se giró
hacia él y rugió poderosamente. El disparo atrav esó el cráneo del felino y lo
dejó tendido sobre su padre que no se mov ía. Alberto temió lo peor.
Dijo el padre ahogado por el peso muerto del jaguar. Comieron carne
durante casi quince días y alcanzó para inv itar a los pocos v ecinos a celebrar
la muerte del jaguar. El padre mostraba orgulloso la piel del felino ya retirada,
salada y extendida para que se secara. Contaba con gestos y gran
dramatismo, como su pequeño hijo, casi un diminuto perrito “Pekinés”68 al lado
de semejante león que lo había atacado, se había llenado de v alor, y lo
había salv ado de las fauces de la muerte con una escopeta de un solo tiro.
68
es.wikipedia.org/wiki/Pekin%C3%A9s_(raza_de_perro)
El Sargento Miguel Alba, sin pronunciar palabra, dio instrucciones por señas a
sus hombres para que se ubicaran en el perímetro, previendo algún intento de
fuga o rescate. No sabían cuántos eran, ni si había más grupos, así que lo
mejor era asegurar la zona mientras recibía instrucciones del puesto de mando
unificado. El jov en pero curtido Guerrero, Desplegó el dispositiv o robusto
X50071, que enlazado v ía satélite permitía comunicación remota instantánea y
encriptada, en v ideo y v oz con los oficiales que dirigían la operación.
El dilema era que, al haber apresado un objetiv o de alto v alor como “Pekinés”,
la unidad de combate debía retornar al punto de desembarco para que las
aeronav es recogieran a los prisioneros y luego iniciar desde cero el despliegue
de refuerzo para “Rescate uno”, que los requería con suma urgencia, ya que
permanecía incomunicado y sin recursos, los comandos de “rescate uno”,
habían descendido únicamente con la misión de rescatar una personas de
una cuev a, por lo que llev aban su dotación mínima de combate, un fusil de
asalto Colt M-4, con cuatro proveedores, una pistola ligera Sig Sauer P-230, con
dos prov eedores, un morral de asalto básico, con cinta refrescante, un
botiquín de asalto, una batería extra para el radio comunicador de patrulla, y
algunas prov isiones mínimas. El sistema de comunicación también era
limitado, teniendo en cuenta que solo se trataba de descender y subir en
menos de 15 minutos. Debido al silencio radial que se había ordenado, hacía
ya 12 horas que no se sabía nada de “rescate uno”, por lo que era prioritario
llegar hasta ellos.
69
El TAR-21, o simplemente Tavor, es un moderno fusil de asalto de calibre 5,56 mm fabricado
por Israel, considerado como una de las mejores armas de su categoría por su fiabil idad en condiciones
adversas
70
Acción militar de dominar al enemigo mediante acercamiento furtivo sin que se de cuenta.
71
Equipo de comunicación en combate es.getac.com/aboutgetac/news/news_2018022266.html
En el lugar que habían elegido los hombres de alias “gato” para pernoctar,
todos guardaban un silencio expectante. Aura y Philippe, permanecían boca
abajo en el suelo, cada uno de ellos, con una pistola apuntándole a la
cabeza, lista a disparar en caso de cualquier rescate. Alias “El gato”, con su
fusil desasegurado, trataba de v er en la penumbra de la noche, adiv inando
siluetas para repeler cualquier intento de asalto de las tropas. La unidad de
comandos “rescate uno”, que había estado siguiéndolos, se había replegado
unos cincuenta metros, para ev itar prov ocar una lesión a los secuestrados,
además, su fuerza se había reducido al perder el factor sorpresa. De los
cuatro miembros del comando, uno estaba muerto, y el teniente había
resultado grav emente herido en la pierna derecha. De repente, de entre la
tupida v egetación, varios dardos volaron hacia los militares de “Rescate uno”.
Estos estaban empapados en un poderoso narcótico destilado del fruto del
borrachero, un árbol endémico de la región. Con esa dosis, los soldados
quedarían inmov ilizados durante al menos seis horas. Unos segundos después,
sin producir ningún ruido que permitiera prev er lo que estaba pasando, una
flecha v oló desde un matorral cercano a los rehenes y atravesó desde atrás la
garganta dalias “El gato”, quien lanzó un gemido estertóreo, al tiempo que
disparaba todo su prov eedor en ráfaga, en la desesperación de la muerte
sorpresiv a, matando a sus dos secuaces e hiriendo a Philippe en el hombro
izquierdo. Aura lanzó un grito de terror al sentir la ráfaga de disparos pasar a
escasos milímetros de su cuerpo. Y luego reinó absoluto silencio en la oscura y
húmeda noche de la selv a.
I ntentó mov erse pero estaba firmemente atado de pies y manos. De repente
sintió su aroma. Ese perfume que lo había cautiv ado desde que la conoció.
Por la espalda, una mano femenina suav emente se desplazaba entre su
cabello, ahora apelmazado por su propia sangre.
-Lo siento Philippe- le dijo ella al oído. –se supone que nunca llegarías hasta
aquí-.
Lentamente y con cuidado, ella lo giró en el suelo hasta quedar boca arriba y,
antes que él pudiera articular palabra, lev antó su mano derecha con un
enorme puñal plateado rematado en una empuñadura dorada con forma de
cabeza de Jaguar.
-no podemos arriesgarnos a dejarte vivir amor mío- le dijo ella con los ojos
llenos de lágrimas.
72
Los kogui de la Sierra Nevada, se consideran a sí mismos los herederos del jaguar
Cerró los ojos y partió sin llorar. Como le habían dicho que lo hacían los
Hombres Jaguar desde el inicio de los tiempos.
-Teniente Galeano- interv ino otro periodista dirigiéndose al oficial, que tenía
enyesada la pierna y sostenía las muletas a su lado como testimonio de su
heroísmo. –Aun no me queda claro,- continuó la pregunta - cómo, en medio
de un combate tan recio como el que se narra, y en el que resultaron muertos
o grav emente heridos más de 40 personas incluidos, desafortunadamente
usted y otro militar, ¡aparece el cadáv er de un inv estigador francés,
funcionario de las Naciones Unidas medio comido por animales y
aparentemente, según el informe de Medicina legal, apuñalado en el
corazón!-
-Por fav or entiendan - respondió el coronel – que en el área las cosas no son
tan fáciles de digerir como en una rueda de prensa.
-Bien Michael. La v erdad es que el Coronel Sánchez Serrano supo sortear con
gran habilidad a la prensa, creo que todo se quedará ahí. ¿y Beringer?-
-Me siento culpable. Pude haberle dicho al Profesor toda la v erdad desde el
principio y haber recuperado el brazalete antes que se deshiciera de el-
comentó el Doctor Ciprian, con v oz preocupada, mientras salía del recinto de
la rueda de prensa rumbo a su oficina.
-No te preocupes por eso mi estimado Doctor Ciprian. Sabes que nuestro
propósito es superior. Aún hay muchas personas dañando, explotando y
asesinando a nuestros pueblos en toda América. No te desv íes de la misión.
Cualquier sacrificio es poco para salvaguardar nuestra misión en esta tierra. Ya
que mencionas el brazalete… ¿Cómo está Aura? ¿Ya ha env iado algún
reporte de su nuev a misión?-.
sobre la barra, se fijó en una jov en de rasgos finos, enormes ojos color av ellana
y una cabellera negra larga que caía por su espalda con la gracia de alguien
que cuida mucho su aspecto físico. Notó que tenía enorme dificultad
interpretando un mapa de la ciudad.
- Je ne parle pas très bien le français (no hablo muy bien francés)- le respondió la
jov en sonriéndole.
-¿En serio?- le dijo Colette – ¡yo soy titulada en literatura de la Univ ersité
Catholique de lille!- es una casualidad increíble… yo podría ayudarte con lo
de tu alojamiento… espera termino mi turno, y te inv ito a cenar a mi casa. ¿Te
parece?
-Aura del Sol - le respondió la jov en mientras la tomaba firmemente del brazo. – 141
estoy ansiosa de v er ese brazalete que me comentas-
En la Sierra Nev ada de Santa Marta, a ocho mil kilómetros de las chicas, sobre
los desv encijados y humeantes despojos de la draga principal de los
“Gav ilanes”, en medio de grandes cráteres causados por el reciente
bombardeo al campamento, un Jaguar adulto, rugió con fuerza, reclamando
de nuev o su territorio. Una v ez más, como en los tiempos de Sugamuxi, la
huella del jaguar sellaría la entrada al Enigma Sagrado.
FICCION
HISTÓRICA
Aunque el brazalete del Clan
Jaguar existe y está actualmente en
poder del autor, y los lugares,
poblaciones, etnias, hallazgos
arqueológicos y denuncias son
reales, los hechos y su ilación son
fruto de la acción literaria.
www.oippds.com
El autor:
Autor de varios libros, entre ellos «Rata: Crónica crítica a la Justicia Penal
Colombiana» ha ganado diversas menciones como el premio «Ángel de
la Calle» en 2012 y el premio «LOGYCA a la innovación empresarial» en
2009; Se ha hecho acreedor a la Medalla José Acevedo y Gómez en
grado de Gran Comendador y recibió en 2014, la Estrella de la Policía
Nacional por su trabajo humanitario en la capital Colombiana.
Como víctima del conflicto armado que padece Colombia desde hace
70 años, se ha dedicado a formar defensores de DDHH y líderes sociales
empoderados frente a los retos que plantea el contexto internacional
del conflicto colombiano.