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Según la teoría del Desarrollo Psicosocial de Erikson, los individuos atraviesan ocho etapas a lo

largo de su vida, siendo la quinta etapa, "Identidad versus confusión de roles", particularmente
relevante para el desarrollo de la identidad. Esta fase, que se experimenta durante la
adolescencia, entre los 12 y 18 años, implica cambios significativos en la persona, especialmente
en la búsqueda y construcción de la identidad personal. Durante esta etapa, los adolescentes se
enfrentan al desafío de responder a la pregunta fundamental: "¿Quién soy yo?". Erikson plantea
que este proceso implica la exploración activa de diferentes roles, valores y creencias para
establecer un sentido coherente de identidad. La influencia de factores sociales y culturales es
crucial en este proceso, ya que los individuos buscan modelos a seguir, interactúan con sus pares y
responden a las expectativas sociales y culturales mientras desarrollan su identidad. La formación
de relaciones significativas, el apoyo de figuras importantes y la exposición a experiencias diversas
contribuyen a la construcción de una identidad sólida.

En el caso de no resolver adecuadamente el conflicto en la etapa de la Lactancia, pueden surgir


dificultades en la personalidad y en las interacciones sociales. Por ejemplo, el individuo podría
enfrentar desafíos para establecer relaciones sólidas y saludables debido a la desconfianza y la
inseguridad que surgen de experiencias no satisfactorias durante la etapa de lactancia.

Para desarrollar la fuerza básica en la etapa Escolar, se sugieren tres estrategias para los maestros:

1. Fomentar el trabajo en equipo y actividades: Promover la participación en actividades


grupales y proyectos que requieran colaboración. Esto ayuda a desarrollar habilidades
sociales y la comprensión de roles en un grupo, fortaleciendo la autoestima y la identidad
social.
2. Cultivar un ambiente de apoyo: Proporcionar un ambiente escolar que fomente el apoyo
emocional y académico. Ofrecer asistencia a aquellos que enfrentan dificultades
promueve un sentido de pertenencia y confianza en el entorno escolar.
3. Enseñar habilidades de resiliencia y aprendizaje de los fracasos: Integrar lecciones sobre
resiliencia en el plan de estudios, enseñando a los estudiantes a enfrentar desafíos y
aprender de los fracasos. Esto contribuirá a su capacidad de adaptarse y crecer a través de
las experiencias adversas.

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