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Traductor: Paula Motter

Revisor: Sebastian Betti

Corre el año 1526


en lo que es hoy el norte de India.

El sultán Ibrahim Lodhi

se dispone a combatir
contra un príncipe de Asia Central,

Zahiruddin Muhammad Babur.

Para intimidar al enemigo,

el sultán lleva sus elefantes de guerra


al campo de batalla.

Se cuenta que las explosiones


de los cañones y arcabuces de Babur

asustaron a los elefantes,

que se llevaron por delante


al propio ejército del sultán.

Babur tenía la vieja ambición


de construir su propio imperio.

Si bien descendía

de algunos de los conquistadores


más grandes del mundo,

luchó por ganarse su lugar

entre los príncipes más ambiciosos


de Asia Central.

Puso la mira en India,

tierra donde se establecieron


sus descendientes

para construir el Imperio mogol.

Fue uno de los Estados


más ricos y poderosos

del incipiente mundo moderno,

y albergó casi un cuarto


de la población mundial.

Babur murió tan solo cuatro años


después de aquella fatídica batalla,

pero las memorias que escribió


y la obra de sus descendientes
lo inmortalizaron de forma muy pintoresca.

Su hija Gulbadan relató


en sus propias memorias

que Babur, luego de dejar la bebida,


mandó a construir una piscina

que llenó de limonada en lugar de vino.

Su nieto Akbar encargó


una serie de bellas pinturas en miniatura

con las anécdotas de Babur.

Una de ellas mostraba


al fundador del imperio en su campamento,

ebrio, y torpemente montando su caballo.

Fue Akbar quien consolidó


el poder de los mogoles.

Implementó medidas
a favor de los campesinos,

lo cual aumentó la productividad


e incrementó la recaudación fiscal,

y se embarcó en campañas militares


para expandir el territorio mogol.

Recompensaba a los príncipes


que le juraban lealtad,

pero aleccionaba de manera brutal


a quienes se resistían,

y los mandaba a matar,


a ellos y a muchos de sus súbditos.

Las conquistas de Akbar abrieron el acceso


a ciudades portuarias del océano Índico,

que vincularon a los mogoles

con mercaderes árabes,


chinos, otomanos y europeos.

Así ingresaron riquezas incalculables,

como la plata y los nuevos cultivos


del continente americano.

Como gobernante musulmán


de un imperio diverso y multiétnico,

Akbar quiso fomentar la unión interna


poniendo en altos cargos de gobierno
a hindúes, que eran mayoría.

También se casó con una mujer hindú,

y distribuyó copias traducidas


del “Mahabharata”,

un antiguo poema épico de India,

entre sus nobles musulmanes.

Además, propiciaba
encendidos debates religiosos

con musulmanes sunitas y chiitas,

hindúes,

jainistas,

zoroastristas

y los recién llegados


misioneros jesuitas portugueses,

donde cada uno defendía los valores


de sus respectivos credos.

Si bien los participantes


apoyaban esta práctica intelectual,

los misioneros portugueses se frustraron


por no haber logrado convertir a Akbar.

Los mogoles construyeron


obras maestras de la arquitectura,

como el Taj Mahal y el Fuerte Rojo,

un palacio con murallas de 3 km


donde vivían 50 000 personas

y contenía el Trono del Pavo Real,

una magnífica pieza de oro


adornada con joyas preciosas.

Tan solo el trono


tardó siete años en construirse.

En sus primeros 180 años,

los mogoles tuvieron


solo seis gobernantes,

lo cual contribuyó
a la estabilidad del imperio.
Cuando gobernaba
el cuarto emperador, Jahangir,

adicto al alcohol y los opioides,

su esposa, Nur Jahan,


tomó las riendas como cogobernante.

En una ocasión, un general


lo capturó a traición

en un intento de golpe,

y ella negoció su libertad

y convocó al ejército
para sofocar la rebelión.

Otra vez, lideró una excursión de caza

para atrapar a un tigre


que tenía a los pobladores aterrados.

Esto inspiró a un poeta a escribir:

“Aunque Nur Jahan


tiene la forma de una mujer,

en las filas de los hombres


es una cazadora de tigres”.

En 1707, tras la muerte de Aurangzeb,


el sexto emperador,

se sucedieron otros siete emperadores


en un período de 21 años.

Estas frecuentes transiciones de poder

evidenciaban las grandes crisis políticas,


económicas, sociales y ambientales

que asolaron el imperio


a lo largo de todo el siglo XVIII.

Como respuesta a tantas turbulencias,

los líderes regionales


empezaron a resistirse al pago de tributos

y se separaron del dominio mogol.

La Compañía Británica
de las Indias Orientales

ofreció apoyo militar


a estos líderes regionales,
lo cual, a su vez, aumentó
la influencia política de la compañía,

que terminó asumiendo


el control directo de Bengala,

una de las zonas más ricas de India.

Llegado el siglo XIX,


la Compañía de las Indias Orientales

ya tenía una enorme influencia política

y un inmenso ejército permanente,


que incluía soldados indios.

Cuando esos soldados


se sublevaron en 1857

para forzar la salida de los británicos


y restaurar la influencia de los mogoles,

el gobierno británico intervino

y reemplazó el dominio de la compañía


por un gobierno colonial directo,

destituyó al último emperador mogol


y lo forzó al exilio.

De este modo, a tres siglos


de su fundación,

el Imperio mogol llegó a su fin.

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