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STAFF
Mel Wentworth & Julie

Victoria. Bella’ Jeenn Ramírez


Khaleesi Jadasa Sahara
Umiangel Miry Jeyly Carstairs
YessiaCA Samanthabp Julie
Mel Wentworth Gesi

Daliam Dannygonzal Naaati


Khaleesi Julie Vane Black
Itxi Laurita PI
Florpincha Miry

Julie Vane Black


ÍNDICE
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10 5
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo
Sobre la autora
SINOPSIS
En Legacy, Colorado, enterré a mi padre junto con su Equipo de Hotshots.
Diez años más tarde, he seguido sus pasos; batallando incendios en las
montañas de Alaska con mi hermano.
Entre las llamas, nada me excita como Avery Claire.
Ella es testaruda, fuerte, extremadamente sexy, y mi mejor amiga.
Tampoco tiene idea de que estoy enamorado de ella.
Pero Colorado me pide que regrese a casa, necesitan a cada bombero
nacido en Legacy para reconstruir con éxito el equipo de nuestros padres.
Una noche lo cambiará todo entre nosotros, pero ella está atada a Alaska
y mi futuro se encuentra en Colorado.
Ahora estoy dividido entre lo que me demanda el honor, y lo que mi
corazón necesita para vivir.
6
Legacy 0.75
1
Traducido por Victoria. & Khaleesi
Corregido por Daliam

River
A la mierda mi vida, me sentía exhausto. Entrecerrando los ojos al sol, salí
de la casa del Equipo Hotshot Sol de Medianoche a las once menos cuarto de la
noche. Nunca había conocido un nombre más apropiado para un equipo hotshot
en mi vida. Habíamos vivido aquí los últimos siete años —tan pronto como me
aceptaron en la Universidad de Alaska—, pero la situación de la luz solar a finales
de julio todavía me sorprendía de vez en cuando. 7

Supongo que mi cerebro siempre se desviaba hacia Colorado.


—Maldición, eso fue largo, Riv —dijo Bishop, balanceando un brazo sobre
mi hombro y apretando. Hacía lo mismo después de cada incendio en el que
estábamos juntos. Sabía que él odiaba que lo siguiera en esta vida. ¿Qué mierda
creía que iba a hacer? ¿Dejar que mi hermano mayor siguiera los pasos de nuestro
padre y no acompañarlo? Demonios, no. Tan pronto como fui lo suficientemente
mayor, apliqué, me esforcé al máximo en la universidad para obtener mi título
en el sector forestal, y ahora aquí nos encontrábamos.
—Me alegro de que haya terminado. Por un momento se ponía peligroso
allí. —Abrí las puertas de mi F250 mientras él me alborotaba el cabello como si
fuéramos niños de nuevo. Mechones de pelo oscuro y grueso se quedaron
atrapados en mi barba mientras se acomodaba alrededor de mi rostro. Hasta la
barbilla era lo más lejos que podía soportar mi cabello, no tenía ni idea de cómo
Bishop lograba mantenerlo en su espalda.
Nuestra madre es Cheyenne, decía siempre a modo de explicación.
—Se fue a la mierda —admitió—. Siempre podrías hacer un trabajo
cómodo con el servicio forestal. Sin fuegos, a horas seguras, un buen paisaje… —
dijo antes de también desbloquear las puertas de su camión.
—Como si eso fuera a suceder —dije mientras lanzaba mi bolso cubierto
de tierra en la parte trasera del camión.
—Sí, bueno, me gustaría que lo hicieras —murmuró.
—¿Gimnasio mañana? —le pregunté, ignorando su pulla. Para ser solo
tres años mayor que yo, se tomaba en serio su papel de hermano mayor.
—Igual que siempre —respondió, subiendo a su camioneta.
Hice lo mismo, deslizándome detrás del volante y cerrando la puerta.
Arranqué el motor y fui por el camino saliendo de Fairbanks, dirigiéndome hacia
mi casa en Ester. Bishop era un hombre loco cuando se trataba del gimnasio. Será
mejor que seas más rápido que el fuego, me decía siempre.
Así que me exigía como si las llamas estuvieran constantemente cerca de
mis talones. No es que me importara el cuerpo que me daba: demonios, atraía
más que mi parte justa de la atención femenina. Y aunque había probado el buffet
de mujeres aquí, mis hazañas no eran nada comparadas con las de Bishop.
Sin embargo, ambos éramos iguales en una cosa: nunca habíamos estado
con una mujer más de seis meses o algo parecido. Bishop tendía a dejarlas en ese
momento, y en cuanto a mí... bueno, las chicas siempre se daban cuenta de que
no eran mi máxima prioridad, lo que les molestaba con razón.
Cuando salí de la ruta tres hacia Ester, el sol empezó a ponerse. Por el amor
de Dios, eran las once de la noche. Extrañaba las cálidas noches de verano bajo 8
las estrellas en Colorado. No es que las auroras boreales no fueran increíbles...
simplemente no eran lo mismo.
No te quejes por luz del sol. Pronto estará oscuro todo el día.
El lote frente al Bar Golden Eagle tenía un lugar de estacionamiento vacío,
y lo tomé, saltando del camión una vez que apagué el motor. Olía a humo y a
diez días de una dura lucha contra incendios, pero sabía que se molestaría si no
me pasaba por allí.
Además, deseaba verla.
La música estaba alta cuando entré en el salón de madera antigua. Había
una buena multitud para un sábado por la noche.
—¡River! —gritó Jessie Ruggles desde el bar, su falda un infierno mucho
más corto de lo que le pedían sus largas piernas. No es que me quejara—. ¿Todo
el mundo llegó bien a casa?
—Sí, estamos intactos —respondí—. ¿Has visto…?
—¡River!
Me giré hacia su voz y me encontré inmediatamente con unos cuarenta y
cinco kilos de perfección. Me juraba que era más. Nunca le creí.
Avery saltó, y la atrapé fácilmente. Enrolló los brazos alrededor de mi
cuello, uno de ellos acunando la parte de atrás de mi cabeza de esa manera suya
que siempre me derretía.
—Estás bien —susurró en mi cuello.
Incluso en el bar, olía fantástico, a manzanas y canela.
—Estoy bien, Avery —le prometí, con las manos extendidas sobre su
espalda—. Todo el mundo lo está.
Asintió, pero no dijo nada, solo me apretó un poco más. Había vuelto a
casa de innumerables incendios en los años en que había sido mi mejor amiga, y
siempre era así como me daba la bienvenida.
No existía nada mejor en el planeta.
Me quedé allí en medio del bar, dejándola sostenerme todo el tiempo que
necesitara. Sobre todo porque nunca podría tenerla lo suficiente en mis brazos.
Avery Claire había sido mi mejor amiga desde que tenía dieciocho.
Y también había estado silenciosamente enamorado de ella por el mismo
tiempo.
Tal vez un día estaría lista para escucharlo, pero sabía que hoy no era ese
día. Demonios, el año siguiente tampoco parecía prometedor.
Respirando profundo, Avery se deslizó de mis brazos, retrocediendo un 9
par de metros una vez que sus dedos golpearon el piso de madera del bar. Luego
me miró, inspeccionando cualquier cosa que pudiera parecerse a una herida. Se
metió el largo cabello rubio detrás de las orejas y asintió, apaciguada. Avery era
luz en todas las partes donde yo era oscuridad, su piel era pálida donde la mía se
hallaba profundamente curtida por el sol y por la herencia de mi madre
Cheyenne. Era diminuta donde yo era ancho, tenía curvas donde yo era recto, y
los pantalones cortos que llevaba no disimulaban mucho sus piernas tonificadas.
—Mira, estoy bien —dije con una pequeña sonrisa.
—¿Lo prometes? —preguntó, estrechando esos hermosos ojos azules.
—Huelo a humo y estoy jodidamente agotado, pero aparte de eso, estoy
en una sola pieza. De hecho, me dirijo a casa, pero pensé que esta noche
trabajabas...
—Y que te patearía el culo si no me decías que regresaste a casa.
—Siempre te podría escribir.
—No es lo mismo. —Su sonrisa creció hasta que pudo haber iluminado el
mundo con lo brillante que era—. Me alegra que estés en casa.
—A mí igual. ¿Zeus me ha extrañado?
—Tu husky es el perro más necesitado y peludo que he conocido, pero sí,
está contento y lleno de golosinas en tu casa.
—Es un bebé grande —admití.
—Al igual que su dueño —bromeó.
—Avery, ¿pensabas volver a trabajar? —preguntó Megan, detrás de la
barra, en su tono áspero por su paquete de cigarros diario. Era eterna, congelada
en alguna parte en sus cincuenta. La mujer no había cambiado desde que llegué
aquí hace siete años.
—Sí —gritó Avery—. Lo siento, tengo que irme.
—Lo sé. No te preocupes. Te veré mañana…
—¡Riv! —Adeline vino corriendo hacia mí, un enredo de cabello y rodillas
huesudas.
La cogí con facilidad y la apreté con fuerza. —¡Hola, Addy! ¿Qué estás
haciendo aquí?
Se apartó y miró a Avery. —Se suponía que debía quedarme con Stella,
pero tuvo que salir de la ciudad con sus padres.
Asentí y miré a Avery, que se mordía el labio. Sabía que odiaba tener que
traer a Addy, solo tenía trece años, pero odiaba más dejarla sola con su padre.
—¿Por qué no vienes a pasar la noche en mi habitación de invitados? — 10
pregunté.
Sus ojos se abrieron de emoción. —¿Puedo ver Juego de Tronos?
—No —contesté—. Pero creo que tengo todos los episodios de Arrow.
—De acuerdo, puedo estar bien con eso. Stephen Amell es ardiente.
—Si tú lo dices —le dije, sonriéndole. Addy nunca dejaba de traerme una
sonrisa a la cara.
—¿Estás segura de que no te importa? —preguntó Avery, retorciéndose
las manos.
Quería acariciar su rostro, acariciarle las mejillas con los pulgares y darle
un suave beso en los labios. En cambio, le apreté la mano. —No hay problema.
¿Por qué no vienes cuando termines? Duermes con Adeline, y nos vamos a
desayunar por la mañana.
Asintió con una sonrisa. —Sí. Cierro a las dos y luego me voy.
Habría dicho cualquier cosa para ver la sonrisa de Avery así: feliz y
despreocupada. Siempre fue hermosa, pero esa sonrisa la llevaba directamente a
preciosa, y nunca la veía lo suficiente. —Tienes una llave, así que simplemente
entra. Addy, ¿estás lista?
—¡Sí!
Me reí de su emoción. —De acuerdo, pero no te emociones demasiado.
Zeus podría querer compartir tu cama, y es un cochino.
—Es cierto, pero es agradable y cálido.
—Eso es él —admití antes de volverme a su hermana mayor—. ¿Te veo en
la mañana?
Asintió y se puso de puntitas para abrazarme. Era la única manera de
estabilizar la diferencia entre mi cuerpo de un metro noventa y cinco, y el suyo
de uno sesenta y siete. —Gracias por llevártela —dijo, abrazándome fuerte—.
Sencillamente no podía dejarla allí por sí sola. Él se torna demasiado rudo por la
noche.
Cuando ha estado bebiendo.
—No hay problema. —La abracé y la dejé deslizarse fuera de mis brazos.
Entonces llevé a Adeline a casa.
—Me encanta tu casa —dijo mientras subíamos los escalones del porche.
—No es tan grande como la tuya —respondí, deslizando la llave en la
cerradura. Había construido la casa por mí mismo… con Bishop y trabajadores
contratados, por supuesto; y me gustaba su diseño tradicional de cabaña de
troncos, pero sabía que no era mucho. 11
—Se siente más como un hogar —dijo, cuando abrí la puerta.
—¡Uf! —El aire escapó de mis pulmones cuando Zeus salió disparado por
la puerta, derribándome hacia el suelo. Sus cincuenta y cinco kilos yacían en mi
pecho, lamiéndome la cara mientras gemía—. Sí, yo también te extrañé, amigo —
dije, acariciando su piel gruesa.
Sus ojos azules me dieron una mirada desaprobatoria, como si hubiese
tenido algún control sobre cuánto había durado el incendio, para luego dejarme
ir. Masajeé su cabeza unas veces más, y comenzó a perdonarme. —Regresa
cuando hayas terminado —le dije, y él salió corriendo y se metió entre los árboles.
Había algo que decir sobre tener diez acres para mí.
Llevé dos de mis dedos a mi boca y luego los presioné contra la imagen
enmarcada de mi papá que colgaba justo encima de la entrada. Algunos rituales
tenían que perdurar, y éste era definitivamente uno de ellos. —He llegado a casa,
papá —dije.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Addy.
—Porque siempre le avisaba cuando llegaba a casa luego de un incendio
—le dije, recogiendo mi mochila.
—¿Porque él no lo hizo? —preguntó.
La pregunta inocente me cogió con la guardia baja. —Así es. Él murió junto
a todo su equipo Hotshot, cuando un incendio ardió en nuestra ciudad natal.
Ella levantó la mirada hacia la foto de mi papá con su equipo y luego de
regreso hacia mí. —¿Hace cuánto tiempo sucedió eso?
—Diez años. —Diez años en un par de semanas.
—Eso es triste. Lo lamento.
—Gracias. Es duro perder a un padre, ¿verdad?
Asintió. —Yo realmente no recuerdo a mi mamá, sin embargo, así que…
—Se encogió de hombros.
—No creo que eso lo haga algo más fácil. Una pérdida es una pérdida.
Asintió, examinando la foto de mi padre. —Era guapo.
—Seguramente mi mamá pensó eso. —Se habían amado el uno al otro de
una manera que me decía que nunca me conformaría con menos que eso en mi
propia vida—. Tus cosas siguen en la cómoda de allí —le dije a Addy mientras
ella se dirigía a la sala. No era la primera vez que se quedaba a dormir mientras
Avery estaba trabajando, y sabía que no sería la última vez.
—¡Gracias! —dijo, saltando a la habitación para invitados y la televisión
de setenta pulgadas que compré mayormente para ella.
Por mucho que amara a Avery, tenía debilidad por Adeline. 12

Zeus comenzó a llorar en la puerta, así que lo dejé entrar. Luego llevé mi
mochila a la lavadora. Como de costumbre, toda mi ropa olía a humo. Nunca me
molestaba, hasta que llegaba a casa. Una vez que ingresaba a casa, no podía
esperar a sacar el olor del humo de mi ropa, mi cabello, mi piel. Lancé todo dentro
de la máquina, eché detergente y comencé la carga. Esperaba que el olor se
quitara en la primera lavada.
Tomé una larga ducha para hacer lo mismo con mi cuerpo.
Una vez limpio, cogí una cerveza, encendí la televisión para ver las
noticias y ponerme al día con lo que sucedía en el mundo, y puse mi portátil en
mi regazo, revisando mis redes sociales. Zeus se acurrucó a mi lado, por lo que
lo acaricié distraídamente mientras me desplazaba por la página web.
Drama.
Drama.
Un lindo bebé.
Drama.
Rayos, ¿cuándo se casó?
Había estado fuera de Colorado tanto tiempo que había perdido el
contacto completamente.
Después de unos minutos, cerré la computadora, dejando atrás a mis
amigos, ambos de la universidad y de casa en Colorado, mientras cambiaba el
canal y me desconectaba del mundo por un momento.
Había llegado a casa después de otro incendio. Miré la foto de mi papá e
incliné la cerveza en su dirección a modo de saludo. Luego tomé un largo trago
y apoyé mi cabeza en el sofá.
—¿Riy?
Parpadeé hacia la suave voz y levanté mi cabeza mientras dejaba la
cerveza a un lado. —¿Avery? —pregunté, con mi voz ronca por haber estado
durmiendo.
—Sí —dijo, pasando sus dedos por mi cabello—. Debes haberte quedado
dormido.
—Ajá. —Me incliné hacia su toque—. ¿Qué hora es?
—Dos y cuarto.
Me senté y sacudí el sueño de mis ojos. —¿Es en serio?
—Debes estar agotado —dijo, acurrucándose a mi costado.
Envolví mi brazo a su alrededor y con el otro coloqué una manta sobre 13
ella. —Lo estoy —admití—. Apuesto que tú también.
—Ajá —dijo, cuando su cabeza encontró ese lugar perfecto en mi pecho al
mismo tiempo que soltaba un bostezo que podría quebrar su mandíbula.
Hazlo ahora. Cada vez que estaba en un incendio, juraba que volvería a casa
y le diría cómo me sentía. Sabía que ella no quería estar en una relación con nadie,
que pensaba que solo tenía tiempo para cuidar de su padre postrado en una
cama. Que sus dos trabajos y básicamente criar a Adeline por su propia cuenta
eran sus únicas prioridades…
Pero yo quería que sepa que ella era mi única prioridad.
Entonces, ¿qué si se complicaba? ¿O se volvía un desastre? No iba a ir a
ningún lado, y tampoco ella. Encontramos una forma de resolver lo que sea que
se pusiera en el camino, e incluso si tomaba años, sabía que ella sería la única que
querría.
Todas las otras relaciones fallidas, ya me habían enseñado que no había
un reemplazo para Avery Claire.
Respiré profundo e intenté encontrar mis bolas proverbiales. —Oye,
¿Avery?
No contestó.
Me moví solo lo suficiente para verla con los ojos cerrados y los labios
entreabiertos, su respiración uniforme y profunda. Estaba dormida.
Debí haberla acomodado. En vez de eso, apoyé mi cabeza sobre el sofá otra
vez y saboreé la sensación de quedarme dormido con ella en mis brazos.
Habían pasado solo cinco minutos cuando hubo un golpe en mi puerta.
Me incorporé con un sobresalto, apenas logrando atrapar a Avery antes de que
caiga al suelo. —¿Quién demonios? —murmuré, mirando por la ventana. El sol
ya había salido, pero eso no decía mucho.
—Guau, son las ocho —dijo Avery, estirándose junto a mí.
No miré la forma en que sus pechos se presionaban contra el delgado
material de su camiseta.
No aprecié su bostezo soñoliento, donde su lengua se curvaba como un
pequeño gatito.
No imaginé de inmediato colocar su cuerpo caliente debajo del mío y
despertarla completamente con un orgasmo que dejaría esa voz rasposa gritando
mi nombre.
Para nada.
Mierda. 14
Los golpes continuaron, así que me levanté y me dirigí a la puerta, donde
Zeus ya estaba meneando la cola. Abrí la puerta y él salió volando, más allá de
donde Bishop estaba parado con los labios apretados. Esa cara nunca era una
buena señal.
—Todo un perro guardián el que tienes allí —remarcó mientras entraba.
—Zeus sabía que eras tú —dije—. Además, tengo veinticinco años. No me
jodas. Eres solo tres años mayor.
—Sí —dijo, mirando la foto de papá antes de entrar en la sala. Si él no me
había seguido el juego, pasaba algo drásticamente malo—. Hola, Avery —la
saludó en mi cocina, donde ella preparaba café.
—Bishop —respondió con una sonrisa—. ¿Café?
—Eso sería genial —dijo antes de volverse hacia mí—. ¿Estás despierto?
—Abrí la puerta, ¿no? —Crucé los brazos sobre mi pecho—. No se supone
que nos encontremos hasta dentro de otras dos horas, así que ¿por qué estás aquí?
Su mandíbula se flexionó. —Recibí una llamada telefónica temprano en la
mañana.
—¿De quién? —A menos que fuera nuestro padre llamando desde la
tumba, no podía pensar en una razón lo suficientemente buena para sacarme de
los brazos de Avery.
—Sebastian Vargas.
—¿Bash? Mierda, no es posible. —Sacudí mi cabeza; seguramente había
escuchado mal—. ¿Sucedió algo malo en casa? —¿Por qué rayos llamaría Bash?
Él estaba en el equipo Hotshot en California. Demonios, dejó Legacy al mismo
tiempo que yo.
Bishop tragó y flexionó las manos. —Están reconstruyendo al equipo.
Mi mandíbula golpeó el maldito piso. —Lo siento. Vas a tener que decirlo
otra vez.
Asintió. —Sí, hice que me lo dijera como seis veces. Honestamente no le
creí hasta que Emerson Kendrick tomó el teléfono.
—¿Emmy está en esto también? —Ambos, Emmy y Bash, habían perdido
a sus papás junto con el nuestro, enterrándolos uno al lado del otro en la Montaña
Legacy.
—Nunca pensé que fuera posible, pero ellos consiguieron que el consejo
municipal estuviera de acuerdo, con una condición.
—¿Cuál? —Toda emoción posible me asaltó, dejándome en carne viva con
15
incredulidad, esperanza, orgullo y un toque de cautela. ¿Reconstruir un equipo
que había sido aniquilado era la mejor opción? ¿Esto les haría justicia? ¿Estaría
este equipo condenado a sufrir el mismo destino? Habíamos sepultado a
dieciocho de los diecinueve que eran ellos.
Era todo por lo que habíamos luchado durante los primeros años después
del incendio, pero con el paso del tiempo, y se nos había negado una y otra vez…
bueno, se convirtió en algo imposible.
—Tiene que estar compuesto principalmente de Legados. Sangre del
equipo original.
Me quedé parado allí, mirando a mi hermano mientras asimilaba las
palabras. Él asintió lentamente, como si entendiera el tiempo que me tomaba
procesar las noticias de lo imposible.
Mis ojos se dirigieron hacia donde Avery sacaba una taza humeante de
café de debajo de la Keurig. —Dilo —casi gruñí, sabiendo que sus próximas
palabras estaban a punto de hacer trizas mis planes.
—No pueden hacerlo sin nosotros. Si queremos que el Equipo Hotshot de
Legacy renazca…
A. La. Mierda. Mi. Vida.
—Tenemos que ir a casa.

16
2
Traducido por Umiangel
Corregido por Khaleesi

Avery
¿Va a ir a dónde?
La idea de que River fuese a cualquier parte era suficiente para que me
dieran náuseas. Tal vez escuché mal. Tal vez Bishop no lo decía en serio. Tal vez
esa mirada de asombro en la cara de River significaba algo completamente
diferente.
17
El calor del café irradiaba a través de la taza, finalmente quemándome la
mano antes de que me diera cuenta que todavía la tenía. Di la vuelta hacia la
pared que separaba la cocina de la sala de estar y entregué la taza a River, quien
me miró con unos ojos marrones oscuros y murmuró un “gracias”.
—¿Qué quiere decir? —le pregunté.
Su poderosa mandíbula se tensó al mirar de nuevo a Bishop. Viendo la
seriedad en sus caras, nunca parecieron más hermanos. Su herencia nativa
americana demostró ser dominante, dándoles rasgos cincelados, narices fuertes,
huesos agudos en las mejillas, y cabello negro. Pero, aunque Bishop era un
centímetro o dos más alto que su hermanito, River tenía por lo menos diez kilos
más de músculos. Diez kilos de músculos increíblemente calientes.
Momento. No debo pensar así de River.
—¿Qué quieres decir exactamente? —preguntó River a su hermano.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó.
—Tendríamos que volver a Colorado. —Los ojos de Bishop parpadearon
hacia mí, pero mis ojos veían solo a River.
Él asintió lentamente, como si estuviera analizando los detalles en su
cabeza. Esa era una cosa suya, nunca tomaba una decisión a la ligera. —¿Y
quieren tenernos? —preguntó.
—Así es. Van a ajustar el sesenta por ciento. Bash dijo que no estaba seguro
de los números finales.
—¿En cuánto tiempo tienen que enlistarnos?
Un año. Di un año. Las náuseas me golpearon con fuerza. No podía
imaginar una vida sin River. Ya era un infierno cuando apagaba incendios
durante semanas.
—Dos semanas.
Bueno, ahora iba a vomitar. Debí haber hecho algún tipo de sonido,
porque el brazo de River rodeó mis hombros, me llevó hacia su lado donde
siempre pensé que estaría. No éramos pareja ni nada, pero su presencia era una
parte fundamental para que mi mundo siguiera en movimiento.
—Dos semanas —repitió, frotando la piel desnuda de mi brazo con su
mano.
—El Consejo solo les dio hasta la ceremonia.
—Pues eso es una mierda —gruñó River.
—No lo entiendo —dije en voz baja. 18
Me miró con esos ojos increíblemente profundos, dos líneas pequeñas
surcando entre sus cejas. —¿Recuerdas que regresaré a Colorado dentro de un
par de semanas?
Asentí.
—Ese es el plazo que le dieron a Bash —respondió Bishop—. Ellos están
haciendo esto tan imposible como pueden, a pesar de que él está pagando todos
los gastos. La estación de bomberos está lista y todo, solo falta un equipo.
—Maldita sea. Sabía que era rico, pero no tanto. —River respiró hondo, y
soltó el aire lentamente—. Está bien, así que, si regresamos, ¿vamos a formar el
Equipo de Legacy?
—Ese es el plan.
—¿Y si no lo hacemos?
—Fallarán. No hay manera matemáticamente posible de hacerlo sin
nosotros.
River soltó una risa sarcástica. —Y pensar que nunca quisiste que fuera
bombero.
—Todavía sigo pensando lo mismo. Esta no es una orden, River; es una
elección.
—¿Irás? —preguntó River.
—Claro —dijo Bishop.
Me quedé sin aliento. Si Bishop iba...
—Entonces yo también. No vas a hacerlo solo. Nos mantenemos vivos.
¿No es eso lo que siempre dices?
El dolor me atravesó, tan intenso que sentí el entumecimiento de mis
nervios como si alguien hubiera puesto un hierro caliente en mi alma.
—Sí —dijo Bishop en voz baja—. ¿Estás seguro de que esto es lo que
quieres hacer? —Sus ojos pasaron sobre mí de nuevo, como si yo tuviera algún
impacto en la decisión de River. Nunca crucé la línea que me dejaría decidir.
Nunca, ni con toda la química intensa que compartíamos, o el anhelo que siempre
tenía. No sería justo, no con las responsabilidades que yo asumía.
Se merecía algo mejor.
El agarre de River en mi hombro se apretó. —Es papá, Bishop. No hay
opción. Es su equipo y nuestra casa. Si hay una oportunidad de traer a Legacy de
vuelta a la vida, entonces no me quedaré sentado.
Esto fue todo. Se iría de Alaska. Dejándome. 19

***

—¿Dónde diablos han estado? —gritó papá mientras Adeline y yo


entrábamos a la casa.
Ella hizo una mueca de dolor. Le di una sonrisa tranquilizadora. —Me
encargaré de él.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Sí —mentí—. ¿Por qué?
—Has estado al borde de las lágrimas desde que dejamos la casa de River.
¿Pasó algo entre los dos?
Coloqué un mechón de su pelo rubio detrás de la oreja. —No. River y yo
estamos bien. Nunca ha sido así entre nosotros.
—Bueno, debería —dijo mientras se alejaba.
Él era mi mejor amigo. No era como si nunca hubiera pensado que sería,
en realidad, suya. Era mujer después de todo. Me sabía casi todos los planos y
cavidades de su cuerpo, la forma en que las esquinas de sus ojos se arrugaban un
poco cuando sonreía. Demonios, incluso protagonizó algunas de mis fantasías
más ruborizantes. Pero vivía en la realidad.
—¡Avery! —gritó papá desde la sala de estar.
Una realidad con mi papá. Endurecí los nervios con una respiración
profunda y avancé. —¿Sí, papá?
—¿Dónde diablos has estado? —Repitió su pregunta anterior—. No te
molestaste en volver a casa después del trabajo. —Se encontraba tendido en el
sofá, con la ropa de ayer y bebiendo alcohol. O tal vez era una botella casi vacía
de Jack en el suelo junto a él. Los platos llenaban la mesita de café, justo a su
alcance.
—Nos quedamos con River anoche —dije, apilando los platos.
—Bueno, deberías haber estado aquí, y no andando de puta con el
muchacho Maldonado.
Ni siquiera se molestó en mirarme, solo se volvió para seguir viendo
Family Feud. No es que tuviera idea de lo que era una familia. En su mente, esa
palabra solo se extendía a mi madre, y cuando ella se fue... bueno, dejamos de
valer mucho.
—Solo somos amigos, papá —dije, llevando los platos a la cocina.
20
—Una mierda. Tráeme mis medicamentos, ¿puedes? —preguntó, con un
tono de repente dulce.
Puse los platos en el fregadero y encendí el agua caliente para ayudar a
aflojar la comida seca y pegada. Luego agarré el borde de la encimera y bajé la
cabeza, respirando hondo.
River se iba. Esta era mi vida. No habría risas brillantes con él, ni mirar a
las estrellas o robar la comodidad de sus brazos bajo el disfraz de la amistad. Se
acabó.
Mi corazón se sentía como si estuviera siendo triturado, exprimido hasta
sangrar. La vida que llevaba no era glamorosa, ni siquiera satisfactoria. Eran
responsabilidades. Responsabilidad de educar a Adeline. Responsabilidad de
cuidar de papá.
Responsabilidad.
Cerré la botella de píldoras en la encimera con más fuerza de lo que pensé.
Responsabilidad.
Enrosqué la tapa, papá gritándome de nuevo porque tardé demasiado
tiempo.
Responsabilidad.
Y esto me pareció bien anoche porque tenía una cosita que mantenía para
mí: River.
Pero ahora me sentía como si estuviera mirando por el camino que mi vida
tomaría... y de repente el vacío fue abrumador.
—¡Avery! —gritó papá.
—Sí, papá. En un segundo —respondí, sabiendo que si no lo hacía, los
gritos solo serían más fuertes. Hasta comenzar a tirar cosas. Y si no me apuraba
y lo hacía levantarse... bueno, se desquitaría. Con nosotras no; nunca nos puso
un dedo encima a Adeline o a mí; simplemente con todo lo que amábamos, para
dejar claro su punto de vista.
Mamá había muerto en el accidente de coche que había resultado en la
columna vertebral fusionada de papá, y pagaríamos para siempre por perderla a
ella y su interminable dolor y la pérdida de su trabajo en la fuerza. Después de
todo, estaban de camino para recogernos de un fin de semana con nuestra abuela.
En la mente de papá, si nunca hubiéramos nacido, ella seguiría viva y él seguiría
siendo un oficial de policía.
Sabía que no era así, lo admitiera él o no.
Era el secreto entre nosotros. Lo guardaba porque nunca se expondría
voluntariamente a las consecuencias de sus acciones. Lo guardé porque era el
tutor de Addy, y en el momento en que abriera mi boca, me expulsaría de su 21
vida, y entonces, ¿qué sería de ella? Incluso si lo denunciaba por negligencia, no
había ninguna garantía de que se quedaría conmigo.
Enjuagué los platos y los metí en el lavavajillas, inmediatamente tomé los
medicamentos para el dolor de papá de la parte superior del gabinete, donde
decidí ocultarlos durante la semana. Cambiarlos de sitio aseguraba que nunca
tomara más de lo asignado.
Agarré una botella de agua de la nevera y le llevé las pastillas.
—Ya era hora —gruñó y gritó mientras se sentaba en el sofá. Tragó las
pastillas y algo de agua, luego se rascó la barba sin afeitar. Renuncié a intentar
afeitarlo hace años—. ¿Has pensado en limpiar este lugar? —Hizo un gesto
alrededor al desorden en general de la sala de estar.
—Tal vez más tarde —respondí—. Tengo que ir a la oficina por unos
minutos.
—¿En el periódico? —se burló.
—Sí, en el periódico. Donde tengo un trabajo. —Así puedo mantener las luces
encendidas.
Rio. —Eso no es un trabajo. Los empleos dan dinero real. ¿Por qué no dejas
eso y tomas más turnos en el bar? Una chica bonita como tú puede ganar buenas
propinas.
Hacía buenas propinas. Lo suficiente para ahorrar para pagar casi la
matrícula completa de Adeline. Cinco años más y tal vez podría pagarle la
universidad sin los préstamos que tomé para mi título de periodista. Pero esa
medida también me llevó a River, que valía cada centavo de la deuda que
acumulé.
—Está bien, bueno, si eso es todo, entonces tengo cosas que necesito hacer.
Cambió el canal. —Dame ropa limpia y hazme el desayuno.
Mordí el interior de mis mejillas y algo dentro mí se quebró. —Di por
favor.
—¿Disculpa? —preguntó, finalmente mirándome, con los ojos cristalinos
por las drogas, pero abiertos.
—Di por favor —repetí.
—¿Por qué debería? —se quejó como un niño petulante.
El dolor de la inevitable pérdida de River se transformó en ira candente.
—Porque todavía no me he cambiado la ropa del trabajo. Porque tengo dos
trabajos para pagar los impuestos, los servicios públicos y todo lo que Adeline
22
necesita. Porque River se va a mudar a Colorado y esta es mi vida, así que
necesito que hoy seas un poco comprensivo, papá, ¿de acuerdo?
—Perderás a tu novio, ¿no? —preguntó, volviendo su atención a la
televisión. Tuve la abrumadora necesidad de tirar ese maldito control remoto a
la pantalla.
—No es mi novio.
—Entonces, ¿por qué te importa tanto? Deja que siga adelante, que
encuentre una mujer que pueda cuidar de él. Sé feliz de que vaya a salir de aquí,
porque nosotros nunca lo haremos.
Nunca lo haré.
—Bien. Eres de mucho apoyo.
—Tienes razón —dijo con un pequeño encogimiento de hombros.
Todo mi ser se iluminó un poco, como si el hombre al que amé más que a
la vida me estuviera mirando a través de las nubes que lo han cubierto durante
los últimos once años. —¿Qué quieres decir?
—Esta es tu vida. Te la has ganado. Ahora trae mi ropa; estas apestan.
—Báñate de vez en cuando —le dije por encima del hombro mientras me
alejaba del olor de la depresión que se convirtió en una regla de esa habitación
desde que decidió que dejaría de caminar a la cama.
—¡Cuidado con esa boca! —gritó.
Subí las escaleras y entré en mi habitación donde me arrojé a la cama y
miré al techo.
Ponlo en un asilo.
Sal de tu casa y múdate.
Eres adulta ahora; no tienes que quedarte.
Los consejos de todos mis amigos corrieron por mi cabeza mientras yo
yacía aquí. Pero todos esos amigos se mudaron. Se fueron a climas más cálidos,
ciudades más grandes. No eran responsables del cuidado de sus padres.
La familia tiene una forma de empujarnos al límite... pero simplemente tenemos
que mantener en movimiento los límites establecidos para ellos. La voz de River se
sobrepuso a cualquier otro pensamiento. Siempre entendió por qué me quedaba
cuando todos los demás se iban.
Miré nuestra foto del verano pasado. Sus brazos me rodeaban, su barbilla
descansando sobre mi cabeza mientras ambos sonreíamos a la cámara. Tenía el
pecho desnudo, los tatuajes tribales que se extendían sobre su pecho y llamaban
23
más la atención sobre sus músculos definidos, las líneas firmes y afiladas que
tanto se esforzaba por mantener perfectas.
Como me recordaba constantemente, no fue por vanidad, sino por la
forma en que él se mantuvo vivo y un paso por delante de los incendios que
combatió.
Pero nunca lo había visto quejarse cuando lograba que todas las mujeres
voltearan la cabeza en un radio de ochenta kilómetros. Les sonreía, les guiñaba
el ojo y yo sabía que sus bragas caerían felices en el suelo de su habitación.
No es que se me permitiera tener celos. Para empezar, no éramos pareja.
Podía dormir con todas las mujeres en Fairbanks y no le diría nada. No es que
alguna de ellas fuera lo suficientemente buena para él. Pero también tuve una
parte de él que ninguna de ellas jamás tendría. Nuestra amistad había durado
más que todas las relaciones fallidas de ambas partes. Si había una constante para
nosotros, era el uno para el otro.
¿Cómo diablos iba a funcionar lo nuestro, si él estaba en Colorado?
¿Seguiría adelante, encontraría a una chica en su ciudad natal?
¿Recibiría la invitación de su boda? ¿Un anuncio de nacimiento? ¿Su
mundo se ampliaría con algo hermoso mientras el mío se quedaba estancado
aquí, sin él?
Debería, me dije. River se merecía todo. Una mujer hermosa y amable que
le daría niños con sus ojos y niñas con su pelo y coraje.
¿Cómo iba a poner una cara valiente mientras él se preparaba para
mudarse? No podía hacerlo elegir, y no era como si pudiera ofrecerle mucho.
Mira, River. Tienes el mundo a tu alcance y cada mujer en el país para elegir, pero
elígeme. Vengo con un paquete completo que incluye a una hermana pequeña que criar y
un padre borracho e inválido. ¿No soy una ganga?
Puse la almohada en mi pecho, como si pudiera llenar el vacío que
amenazaba con hacerme implosionar, y simplemente me desmoroné hasta que
no quedó nada.
Mi teléfono sonó con su tono de llamada y fui a contestar.
—Hola, River.
—Hola, Ava. Saliste corriendo de aquí muy rápido esta mañana.
El silencio se extendió en la línea mientras compuse mi respuesta. No era
justo desquitarme con él, decirle mis inseguridades, todas las responsabilidades
en mi vida, y echárselas encima. —Sí, tenía mucho que hacer, y parecía que tú
también.
—Mi cabeza está como nadando, honestamente.
Mis dientes se hundieron en mi labio inferior. —Apuesto a que sí. 24
—Nunca pensé que reconstruirían el equipo —dijo en voz baja. Sabía lo
que significaba para él, literalmente el legado de su padre.
Quería hablar con él. De verdad. No sabía cómo enterrar mi miseria lo
suficientemente profundo para no demostrársela. No necesitaba mi mierda
egoísta encima de todo lo demás.
—Entiendo eso. Pero oye, ¿podemos hablar más tarde? Tengo que correr
a la oficina. —Me felicité por no dejar que mi voz se quebrara.
—Sí, por supuesto. Avery, ¿estás bien? —preguntó.
Mis ojos se cerraron cuando una dulce presión se instaló en mi pecho ante
su preocupación. Siempre me hacía sentir preciosa, protegida. En un mundo
donde me pasaba casi cada momento en vigilia cuidando a todos los demás, él
era el único que se preocupaba por mí.
Y ahora era mi turno de cuidarlo.
—Por supuesto. Estoy bien.
La mentira amargó mi lengua y me causó náuseas en el momento en que
salió de mi boca. Esto era todo menos algo bueno. La idea de perderlo dolía tan
profundamente que casi me entumecí por el shock, temerosa de mirar el daño o
ver la hemorragia.
Pero él nunca podrá saberlo.

25
3
Traducido por YessiaCA & Mel Wentworth
Corregido por Itxi

River
¿Este día podría ponerse aún peor?
El agente de bienes raíces me dijo que el mercado de vivienda de aquí
significaba que perdería dinero cuando vendiera mi casa, además tenía que dar
el aviso a Sol de Medianoche, y Avery me evitaba.
Incluso cuando estaba en mi relación más seria, ella nunca había hecho esa 26
mierda. Pasaron dos días desde que me dijo que estaba “bien” y se había ido al
trabajo.
En esos dos días firmé un contrato con fecha por determinar, arreglé para
quedarme un día extra en Legacy para buscar casa y contacté con una empresa
de mudanzas para llevar mi mierda allí.
Había estado tan ocupado que empujé cada emoción al fondo. Ese plan en
realidad fue bastante exitoso hasta este momento. Pero ahora me hallaba de pie
frente a la casa de Avery y cada duda volvió arrastrándose a la superficie. ¿Cómo
podía dejarla? ¿Cómo podría mudarme a Colorado y nunca más volver a verla?
¿Nunca más poner mis brazos a su alrededor? ¿Nunca más ayudarla cuando
protestara, pero obviamente lo necesitara?
Tragué y llamé a la puerta del frente.
Momentos después, Adeline respondió. —Hola, Riv.
—Hola, Addy. ¿Está Avery?
—Acaba de salir del trabajo del periódico, pero llamó para decir que venía
en camino. ¿Quieres entrar y esperarla?
Normalmente diría que no, que la llamaría y luego interceptaría su regreso
a casa para robar unos momentos tranquilos a solas con ella. Pero dado que no
ha contestado ninguna de mis llamadas y respondido mis mensajes de texto con
respuestas de una palabra, probablemente ésta era la única forma de conseguir
un rato cara a cara con ella.
—Sí, eso suena genial —dije, caminando a la casa. Era agradable, lo
suficientemente espaciosa para una familiay fue construida con cuidado, pero los
últimos once años fueron duros, y no era como si su papá se fuera a ofrecer
voluntariamente a coger un martillo. Hablando de eso, debería arreglar ese barandal
mientras estoy aquí.
—¿Avery? ¿Eres tú? —gritó su padre desde la sala de estar.
—Nop, señor Claire, soy yo, River.
—Entra aquí, muchacho.
Rodé mis ojos, no por la elección de sus palabras, sino por su tono. Seguro
que no era su muchacho. Mi padre habría pateado el culo de este tipo diez veces
por el hombre en que se convirtió. Pero por Avery, bueno, podía manejarlo.
—Señor —dije, mientras entraba en la sala de estar. Jesús, había mierda
por todos lados. Platos en la mesa de café, basura en el piso, y olía como si no
hubiera visto el agua en al menos una semana… o dos.
Por mucho que ansiaba recogerlo todo antes de que Avery regresara a
casa, sabía que ella se moriría de vergüenza. Así que hice lo que aprendí el primer
año que habíamos sido amigos… lo ignoré. 27

—Te irás a Colorado, ¿eh? —preguntó, moviendo su peso lo suficiente


para alcanzar la cerveza en el piso.
—Ése parece ser el plan.
—¿Para encontrar pastos más verdes? —Tomó un trago y me pregunté
brevemente si mezclaba alcohol con sus medicinas o si Avery tuvo éxito
escondiendo las botellas antes de irse a trabajar.
—No, señor. El viejo equipo de Hotshot de mi padre está uniéndose de
nuevo y no pueden hacer el trabajo sin mí.
—Bueno, no eres tan importante.
Quería suspirar, maldecirlo, llevar a Avery lejos de esta vida que él
pensaba que le pertenecía. En su lugar, le ofrecí una sonrisa tensa y dije: —Es solo
cuestión de números, en realidad.
Gruñó. —Bueno, imagino que Avery estará un poco disgustada.
—Me imagino.
Un silencio incómodo se asentó sobre nosotros, el cual fue —gracias a
Dios— interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose.
—¿Riv? —La voz de Avery atravesó la planta baja.
—Estoy aquí —respondí.
Atravesó el arco de la sala de estar, toda la cola de caballo desecha y la
bien gastada camiseta de Beasties Boys. —Vi tu camioneta en el frente. ¿Está todo
bien?
—Él solo vino a verte —respondió su padre.
—Oh —dijo ella, mirando entre nosotros dos. Luego, asintió hacia la
puerta.
—Siempre es un placer verlo, señor Claire —dije.
—A ti también, River. Buena suerte en Colorado. —c siquiera quitó su
mirada de la televisión.
Seguí a Avery por el pasillo y por las escaleras, con mis ojos al frente y
centrados en la forma en que sus pantalones cortos abrazaban la suntuosa curva
de su trasero. Tratando de hacer lo correcto, miré a otro lado, pero eso solo me
llevó a los muslos tensos y apretados que ya imaginaba cerrados alrededor de
mis caderas.
Me guio a su habitación y cerró la puerta detrás de nosotros. Miré el lugar
donde todavía tenía fotos de la escuela secundaria y la universidad.
—Nada ha cambiado mucho —dije. 28
—Es mi propia capsula del tiempo —respondió, sentándose en su cama.
Tomé la silla de su escritorio, meciendo mi pierna y sentándome hacia
atrás para mantener una especie de barrera entre nosotros. Desde que supe que
me iría, era como si el control que mostraba a su alrededor —los constantes
controles que mantenía sobre mí y mi necesidad por ella— se deshiciera, como si
mi impulso sexual supiera que nuestro tiempo era limitado. —Me gusta. Eres tú.
Se echó a reír en una forma auto-despreciativa que yo odiaba. —Nunca
cambiando, atascada y guardando polvo.
—Estable y leal.
Bloqueamos las miradas y el silbido de la electricidad entre nosotros era
palpable. ¿Lo sentía también? Si era así, ¿por qué lo negaría?
Porque nunca le has dado una razón para no hacerlo, imbécil.
—He estado evitándote —dijo, con sus ojos abiertos y honestos.
—Lo sé.
—No sé cómo manejar esto, y me pareció más fácil enterrar mi cabeza en
la arena y no intentarlo. —Abrazó la almohada a su pecho.
—Hablas conmigo. Hablo contigo. Así es como esta amistad siempre ha
funcionado.
—Pero ¿cómo va a funcionar contigo en Colorado? Sé que se supone que
debo estar feliz por ti. Es el equipo de tu papá, y sé lo que eso significa para ti.
Pero egoístamente… —Negó con la cabeza.
—¿Qué? No te calles así conmigo.
Se encogió de hombros. —Es solo… el día que compraste el terreno para
construir tu casa fue uno de los días más felices de mi vida.
Pestañeé. —Espera, ¿qué?
—Estúpido, lo sé.
—No diría eso. Es solo que no entiendo. —Habla conmigo, Avery.
—Eso fue, ¿qué? ¿Hace tres años? —preguntó.
—Sobre eso. Salías con ese estúpido profesor de matemáticas.
Levantó sus cejas. —Buena memoria.
—Recuerdo todo cuando se trata de ti —dije, luego me maldije cuando sus
ojos se abrieron aún más. Calma. Mucha calma—. ¿El terreno? —pregunté.
—Exacto. El comprar ese terreno se sintió como si estuvieras echando
raíces. Que te quedarías cuando te graduaste, cuando todos los demás se fueron, 29
se sintió sólido. Seguro.
—¿Estás hablando de mí o de la casa? —Esas no eran palabras de amor o
incluso palabras de atracción. Mierda, ella acaba de describir mi camioneta.
—De ti, y es algo bueno. Ese momento sentí como si siempre estarías aquí,
que eras la persona en la que podía apoyarme. Nunca he mirado mi futuro sin
verte en él. Esto me asusta muchísimo.
Me levanté de la silla y me senté junto a ella en la cama. —A mí, también.
Pero no puedo no ir.
Apoyó su cabeza en mi hombro, y descansé la mía en la suya. —Nunca te
pediría que te quedes —susurró—. Sé que no puedes.
—Pero tampoco imagino dejándote.
—Entonces parece que estamos en un callejón sin salida.

***

El reloj en mi camioneta cambió a la una y treinta y seis de la mañana.


Había estado sentado en mi camioneta durante la última hora en frente del bar
Golden Eagle, tratando de imaginar cómo explicar el loco plan que inventé entre
las horas desde que dejé la casa de Avery y la hora sentado aquí.
El bar cerraba en veinticuatro minutos, así que tenía exactamente ese
tiempo para poner mi mierda en orden antes de entrar.
La puerta se abrió y dejé de respirar hasta que vi que solo eran dos chicas
locales. Kris me hizo señas con la mano y bajé mi ventana.
Se subió a mi camioneta y apoyó su bonita cara en la cabina, apestando a
alcohol. —Hola, River —dijo con dificultad.
—Hola, Kris. ¿Qué te trae por aquí esta noche?
—Es mi cumpleaños.
—Feliz cumpleaños. Así que eres legal ahora, ¿eh?
Me guiñó lentamente su ojo marrón y sopló su cabello lejos de sus ojos. —
¡Sip! ¿Qué estás haciendo?
—Esperando a Avery.
Su cabeza se inclinó hacia atrás con exasperación. —Ustedes dos. Ugh. No
entiendo por qué mantiene un buen pedazo de carne de hombre como tú en la
zona de amigos. Te subiría como a una escalera —resopló—. Como a una
escalera. ¿Lo entiendes? ¿Porque eres bombero?
—Absolutamente —respondí. La chica estaba borracha, pero la conocía 30
desde que apenas podía conducir.
—River, lo siento —dijo su amiga Lauren—. Está destrozada.
—¡No lo estoy! —Se lamió sus labios—. ¿Quieres que espere contigo?
Puedo mantenerte bien ocupado.
Usualmente lo pensaría. Kris era una chica hermosa y no era como si yo
fuera célibe. Pero primero, se encontraba borracha y nunca me aprovecharía de
eso, y segundo, bueno… no era Avery. Quería a Avery. —Esta noche no, pero
feliz cumpleaños. Lauren, ¿puedes llevarla a casa?
Asintió y guio a su amiga lejos de mi camioneta. —Estoy completamente
sobria, no hay problema. ¡Qué bueno verte, River!
Para el momento en que las chicas subieron al carro de Lauren y se fueron,
eran la una y cuarenta y cinco de la mañana. Mi corazón palpitaba, mi estómago
cayó ligeramente justo como antes de entrar en un incendio, antes de dar un paso
que tenía el potencial de cambiar mi vida.
Ya me encontraba fuera de mi camioneta, subiendo los escalones al bar,
antes de que hubiera decidido que no podía esperar a que fueran las dos. No
podía esperar otro segundo.
Abrí la puerta y Avery me miró sobresaltada desde donde se encontraba
limpiando una mesa. —¿River?
No le respondí, solo miré a Mike, quien se sentó al final del bar como de
costumbre para un martes por la noche. —Mike, vete a casa.
—Aún no son las dos —dijo.
—Casi.
El chico de cuarenta y tantos se bajó de su asiento, tirando efectivo en la
barra. —Gracias por la compañía, Avery.
—No hay problema —respondió con una sonrisa.
—River —dijo mientras caminaba a mi lado.
—Gracias, Mike.
Asintió y se fue, la puerta cerrándose detrás de él. Sabía que no estaba
borracho, venía aquí cada noche para escapar de su esposa, tomaba una cerveza
cerca de las ocho y media, y luego bebía soda el resto de la noche.
Pueblos pequeños, hombre. Todos conocían los asuntos de todos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Avery, lamiendo sus labios nerviosa.
—¿Estás sola?
—Lo estará —dijo Maud mientras salía detrás de la barra donde había 31
estado almacenando—. Ustedes dos diviértanse. —Movió sus cejas a Avery—.
Saldré por la parte de atrás para cerrar.
—Maud —replicó Avery.
—Nop, ¡no estoy escuchando! —cantó con sus dedos en los oídos como si
tuviera cinco. Sabía que me gustaba por alguna razón. Cantó todo su camino de
salida por la puerta trasera y luego escuché la puerta exterior cerrarse también.
Avery se apoyó contra la mesa, con los nudillos en blanco. —Así que, ¿qué
es tan importante que no podía esperar hasta mañana?
Me apoyé contra la mesa en el lado opuesto a ella, así solo nos separaban
unos pocos metros. —Sé cómo solucionar nuestro problema.
—Oh, ¿sí? Porque a falta de que no te mudes a Colorado y luego me odies
porque quité la oportunidad de todos de recuperar el equipo, en realidad no veo
que esa sea una opción.
—Opción uno: podría ir por temporadas. Vivir allí durante los veranos y
regresar aquí para los inviernos.
Negó con la cabeza incluso antes de que terminara de decirle. —Nop. No
puedes permitirte eso. No hay trabajos aquí que te acepten con esa estipulación,
ni siquiera tu equipo. ¿La siguiente brillante idea?
—De acuerdo. Entonces te mudas a Colorado conmigo.
Ahora era yo quien agarraba la mesa mientras a su rostro se le drenaba el
color. —¿Qué? ¿Estás bromeando?
Mierda, ¿era ese mi corazón en la garganta o me acababa de tragar algo
enorme? —Nunca he hablado más en serio.
El silencio se extendía entre nosotros mientras parpadeaba hacia mí, su
boca ligeramente abierta, sus ojos ilegibles nunca vacilantes de los míos.
—Estoy hablando en serio, Avery —respondí en voz baja.
—Lo sé —respondió.
—Lo he estado pensando…
—Obviamente, porque hablé contigo hace doce horas. Parece
perfectamente pensado.
—Siempre has querido irte de aquí —comencé a exponer las razones como
lo planeé.
—¡Y sabes por qué no puedo! —gritó—. ¿Qué estás pensando, River? No
puedo recoger e irme sin más. No soy tú. Tengo responsabilidades aquí. Tengo
que pensar en Adeline y en mi padre.
—Lo sé. Te he visto luchar cada día desde que te conozco, y te he visto
convertirte en esta mujer asombrosa y fuerte. 32

—¡Detente! —Puso las manos en sus oídos y cerró los ojos, pequeñas líneas
aparecieron entre sus cejas.
Crucé la distancia entra nosotros, apartando ligeramente las manos de su
rostro. —Abre los ojos —supliqué.
Sus párpados se abrieron para revelar esos ojos azules nadando con tanta
emoción que casi perdí el aliento. —Dime una cosa. Si no fuera por Adeline, por
tu padre, y por cada responsabilidad que te ancla a este lugar, ¿querrías venir
conmigo?
Sus ojos parpadearon de un lado al otro, lo hacían cuando tenía algo en la
cabeza.
Avery siempre fue inamovible en su lealtad a su familia, su insistencia que
ella era responsable por ellos dos. Era algo que siempre amé de ella, pero ahora
necesitaba que cediera solo un centímetro.
—¿Te gustaría venir conmigo? ¿Salir de aquí? Las rocosas son igual de
hermosas, el sol es un poco más fiable. Y lo mejor de todo es que me tendrías a
mí.
Sus ojos volaron hacia los míos. —Pero no soy libre, sin importar lo
hermoso que lo hagas sonar.
Mis pulgares acariciaron ligeramente el interior de sus muñecas. —Sé que
nuestras vidas no son perfectas, pero te lo pregunto, en un mundo perfecto, te
pido que finjas, si no tuvieras las obligaciones que tienes, si solo fuéramos tú y
yo tomando la decisión. ¿Querrías venir conmigo? ¿Darías ese salto?
—¿A Colorado? —preguntó.
—A Colorado —afirmé solo en caso de que pensara que me refería de
regreso a mi casa por un té.
Sus ojos se cerraron. —Sí —susurró.
Mi aliento me abandonó a toda prisa, mi cuerpo entero dejó ir la tensión
que llevaba desde que Bishop me dijo que teníamos que irnos. —Oh, gracias a
Dios.
—Pero no importa —gritó, su rostro distorsionándose mientras luchaba
contra las lágrimas—. Lo que quiero no importa. Que daría lo que fuera por
mudarme a algún lugar nuevo con un nuevo comienzo donde no soy la hija de
“ese borracho” o por tener la oportunidad de mantenerte como mi mejor amigo…
nada de eso importa. Mi vida es lo que es.
—No tiene por qué ser así. —Le tomé el rostro con las manos, acunando la
parte trasera de su cabeza. 33

—Es así. ¿Qué pasa con Adeline? ¿Qué hará ella?


Mi pecho se tensó por la forma en que siempre antepone a todos.
—Vendría con nosotros.
La mandíbula de Avery se aflojó en mis manos. —¿Qué?
—Legacy tiene una muy buena escuela secundaria. Con instalaciones
nuevas. Es una ciudad pequeña, pero allí hay una amabilidad que no he visto en
otro lado. Addy será bienvenida allí, con nosotros, y tú también. Deja de mirarme
como si estuviera soñando. Es posible.
—¿La llevarías contigo? ¿Con nosotros?
—Por supuesto. Es parte de ti, y necesita irse tanto como tú.
—¿Y mi padre?
Flexioné la mandíbula. Este fue el punto difícil de tragar, pero sabía que
tenía que hacerlo si quería mantener a Avery en mi vida. Y ella valía la pena
cualquier obstáculo que tuviera que saltar, o cualquier distancia que tuviera que
caminar descalzo sobre vidrios rotos. No tenía dudas de que la chica de pie frente
a mí era la llave para el resto de mi vida.
—Él también puede venir —dije con suavidad.
—Ahora sé que estás bromeando. —Intentó alejar el rostro de mis manos,
pero no se lo permití—. Lo odias.
—Odio la forma en que te trata —la corregí—. Nunca entendí por qué lo
soportas.
—Es el tutor de Addy —explicó—. Nunca podría abandonarla. Sin
importar lo que le prometí a mamá; mantener silencio, los asuntos de la familia
en privado; Addy siempre estaba en primer lugar, y si eso significaba tener que
vivir en casa y viajar a la universidad para poder brindarle algún tipo de futuro.
Era un pequeño precio a pagar.
—Entonces sí tengo que soportarlo a él para mantenerte en mi vida, para
tenerte cerca, entonces lo haré. Hay instalaciones de tratamiento en Colorado, y
tal vez podamos lograr que deje…
Sollozó, un gemido largo, lo cual no era la reacción que esperaba.
—Avery —susurré—. No llores.
—¿Por qué? ¿Por qué harías eso? ¿Arrastrar la peor parte de mi vida hacia
la tuya?
Una sonrisa tiró de la comisura de mis labios mientras le limpiaba la única
lágrima que se le escapó. —Porque te entiendo. No puedo dejarte. Nunca fue
34
Bishop quien me mantuvo aquí. Siempre has sido tú.
—Pero, ¿por qué? —chilló.
—Dios, ¿aún no lo sabes?
—No —susurró mientras algo que lucía como esperanza cruzó esos ojos
azules.
—Sí, lo sabes. Siempre lo has sabido, igual que yo. —Envié una rápida
plegaria para que no me golpee, y luego la besé.
Jadeó en sorpresa, y mantuve una caricia suave, tomándome mi tiempo
con sus labios mientras esperaba su respuesta. Ella era tan suave. Pasé la lengua
por su labio inferior, saboreando la curva delicada. Sorbí sus labios con besos
suaves por tanto tiempo que me quedaba sin esperanzas. Mientras que me dejaba
besarla, no respondía.
Me alejé lentamente, con miedo de ver lo que permanecía en sus ojos, y
recé para que no fuera disgusto. ¿En qué rayos pensaba al besarla de esa forma?
Nunca mostramos signos de cruzar la línea, y yo acababa de saltar al otro lado.
Tenía los ojos cerrados, sin darme ninguna pista de lo que sentía. —¿Avery? —
pregunté suavemente.
Su pulso corría bajo mi mano.
Sus ojos se abrieron y no, allí no había enojo, solo sorpresa. —¿Me quieres?
—Siempre te he querido.
Con un suave grito, encontró mi boca, abriendo la suya en un beso
hambriento. Mi lengua barrió el interior de su boca como lo soñé por años, y santa
mierda, tenía mejor sabor de lo que fantaseé. Tenía un ligero sabor al té de menta
que amaba, y a Avery, pura y dulce.
Exploré su boca con extensos movimientos de lengua, y ella se frotó contra
mí con cada uno, creando una fricción que envió calor a través de mí,
acumulándose en mi pene.
Moví las manos, inclinándole la cabeza para profundizar el beso. Si esta
iba a ser la única vez que la besara, entonces quería dejarla con un recuerdo que
la atormentara cada noche de la misma forma en que ya me sucede a mí. Se
derritió contra mí, nuestros cuerpos moldeándose sin esfuerzo con el otro.
En algún punto me golpeó la increíble comprensión: Santa mierda. Estoy
besando a Avery.
Y me devolvía el beso como si su vida dependiera de ello. Una de mis
manos dejó las curvas de su rostro y deambuló por su espalda, dándole la
oportunidad de protestar —no lo hizo— antes de agarrarle el trasero y levantarla
para apoyarla sobre la mesa. Me puse entre sus muslos estirados, y se meció
contra mí, gimiendo en mi boca cuando descubrió mi erección. 35
Nunca me puse tan duro ni tan rápido por ninguna mujer en mi vida. Pero
Avery no era cualquier otra mujer. Ella era todo lo que siempre quise. La mujer
con la que comparé a cada chica que conocí. La única que tenía mi corazón sin
siquiera saberlo.
Lanzó la cabeza hacia atrás, y presioné besos por su cuello, con cuidado
de no marcar la piel suave. Ya no teníamos dieciocho años, y no iba a tocarla
como un adolescente sin experiencia sin importar cuan fuerte gritara mi cuerpo
de que finalmente se hallaba en mis brazos.
Entrelazó los dedos en mi pelo, se meció contra mis caderas y gimoteó mi
nombre. Fue el sonido más hermoso que he escuchado.
Llevé la boca de regreso a la suya por un último beso largo y delicioso,
vertiendo todo lo que tenía en él. Casi olvidé mi propio nombre al entregarme
completamente a Avery.
Entonces, con la paciencia de un santo, me alejé de ella. Levantó la mirada
hacia mí con ojos neblinosos, llenos de pasión y labios hinchados. Síp, santidad.
—¿River? —preguntó, su voz grave y tan jodidamente sexy que tuve la
urgencia inmediata de ver de qué color eran sus bragas y cómo lucirían en el
suelo del bar.
En su lugar, le besé la frente y le quité las manos de encima; antes de que
follara a mi mejor amiga en el bar que trabajaba. Avery se merecía algo mucho
mejor que eso, y por todo lo que esperé, yo también.
—Te deseo —dije, con mi voz tan baja que apenas la reconocí.
Abrió la boca para hablar, y presioné el pulgar contra sus tentadores
labios.
—No digas nada. Solo quiero que sepas que tienes opciones. Que soy una
opción. Y ya sea como amigo o algo más, te quiero en Colorado conmigo. Me voy
la semana próxima a pasar un fin de semana allá, y ya te compré un boleto. Solo
es un fin de semana, no un compromiso de por vida, pero quiero que vengas y
veas si puedes armar una vida allá. Una vida con o sin mí, eso es elección tuya.
—Le acaricié el labio con el pulgar y me incliné hacia adelante, robándole un beso
más—. Dios, esperé tantos años para hacer eso.
—River…
—No —ordené con suavidad—. No hables. Solo piénsalo. Te esperaré
afuera para que cierres y luego, quizás, ¿podamos hablar mañana?
Asintió, y retrocedí lentamente, negándome a notar la rápida subida y
bajada de sus pechos, o que sus labios todavía se encontraban separados como si
esperara que regresara y la besara de nuevo.
Tal vez acabo de arruinar todo. Tal vez tiré a la basura la mejor relación de 36
mi vida al presionar por algo que ella no quería, pero cuando volví a mirar y la
vi tocarse los labios mientras salía por la puerta, no pude evitar respirar.
Tal vez acababa de tomar la mejor decisión de mi vida.
4
Traducido por Bella’ & Victoria
Corregido por Florpincha

Avery
Eché un vistazo a la revista en la oficina del Dr. Stone sin ver realmente lo
impreso en las páginas. Mi mente estaba demasiado concentrada en River.
Me había besado. Mis ojos se cerraron mientras recordaba sus labios contra
los míos, la sensación de su lengua, sus manos, su dulce sabor. Las puntas de mis
dedos se deslizaron sobre mis labios como si pudiera sentirlo aún allí.
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¿Cómo podía un momento cambiarlo todo?
Así como así.
Había sido el mejor beso de mi vida, tan caliente que si él no nos hubiera
detenido, no estaba segura de a donde habríamos llegado.
Sobre la mesa. La barra. Su cama.
Sentí un calor subir a mi rostro y abrí los ojos, sonriendo. Dios, me hacía
feliz, lo cual era algo que no había sentido en demasiado tiempo. Besarlo no había
sido el primer beso raro de amigos tratando de conseguir más. Había sido como
dos imanes finalmente volteando sin ser capaces de hacer otra cosa más que
colisionar.
—¿Qué te tiene toda feliz? —se quejó papá, sentándose sobre la mesa de
examen.
—River —respondí con honestidad. Me había mandado mensajes todo el
día de ayer desde el trabajo, pero nuestros horarios no habían encajado y no
tuvimos la oportunidad de vernos.
Sus ojos se entrecerraron. —No te encariñes mucho con ese chico, Avery.
Romperá tu corazón cuando se vaya, y serás francamente una perra. Infiernos,
ya es suficientemente malo. —Me señaló—. Mejor cuídate.
Calmé mi molestia, la cual comenzaba a aumentar en mi defensa. —En
realidad, creo que voy a ir con él a Colorado el próximo fin de semana.
La boca de papá colgó abierta, sus ojos listos para disparar fuego. —No.
Lo. Harás.
—Lo haré —dije con una certeza que no sentí esta mañana cuando
desperté. Supongo que tomaste la decisión—. Es solo por un fin de semana, papá. La
tía Dawn ya dijo que vendrá y se quedará. —En verdad ella había estado
demasiado feliz de hacerlo cuando la llamé esta mañana.
—¡No puedes hacerla salir así!
—Papá, ella vive a treinta minutos y está jubilada. No es difícil pedirle que
pase un fin de semana con su hermano.
Se quejó, golpeteando su pie contra el costado de la mesa de análisis. —Y
¿qué hay de Adeline?
—¿Qué pasa con ella? —Cerré la revista, rindiéndome de fingir leer.
—¿Estás pensando en mudarte allí? ¿Con él? ¿Por qué más irías?
Debería haber esperado hasta que estuviéramos en casa para decir algo, o
decirle antes de esta cita. —Hablemos de esto más tarde.
—No, el doctor está retrasado. Hablemos ahora. —Cruzó los brazos sobre
su pecho. Las uñas de sus dedos estaban demasiado largas, pero al menos le hice 38
ducharse esta mañana.
Por un segundo, el potencial de un futuro diferente me invadió: un futuro
en el que cada día no peleaba con él, en el que podía vivir por mí, entrando de
lleno en la edad adulta independiente que siempre había tenido tanto miedo de
querer. Un futuro donde River me besaba, donde finalmente me permitía
examinar realmente mis sentimientos por mi mejor amigo.
—¿Qué si quiero mudarme? —pregunté en voz baja—. ¿Qué si quiero
tener una vida de verdad, papá?
—¿Una donde no estás atada a un padre inválido? ¿Eso es lo que quieres
decir?
—No eres un inválido. Y River ya te dijo que podrías venir con nosotros…
—¡Suficiente! —espetó—. No me estoy mudando a Colorado y tampoco
tú. Tu vida está aquí, conmigo. Sé que no es la vida que querías, pero esto
tampoco es lo que yo quería. Estamos en esto juntos. Siempre hemos sido tú y yo,
Avery. ¿Qué haría sin ti? ¿Qué haría Adeline? Sabes que no podemos lograrlo sin
ti. Así que puedes irte por el fin de semana y vivir tu pequeña fantasía, pero sabes
que regresarás aquí, porque no eres la clase de chica que se aleja de su familia.
Levantó las cejas, retándome a contradecirlo.
¿Tenía razón? ¿Importaba lo que yo quería?
El doctor tocó, salvándome de adentrar ese túnel.
—Señor Claire —dijo el doctor Stone mientras se sentó en frente de la
computadora en el escritorio y repasó las imágenes—. De acuerdo, ¿Cómo te has
estado sintiendo este mes? Has subido de peso.
—Me gusta comer —bromeó papá, sacando su lado encantador, de la
manera en que siempre era con el doctor Stone. Después de todo, él tenía algo
que papá quería.
También está jugando contigo.
Mantuve mis pensamientos para mí misma mientras el doctor Stone lo
examinó, insistiendo y preguntando las mismas cosas que cada mes.
—¿Y cómo está tu nivel de dolor? —indagó.
Ahora tenían mi completa atención.
—Es malo, doc —expresó papá haciendo una mueca mientras presionaba
contra su espalda baja—. Está empeorando.
El doctor Stone asintió pensativamente, frotándose la barba. Era difícil
creer que tenía la misma edad que mi papá, o tal vez era solo que había hombres
sanos a esa edad, en general. —No voy a mentirte, Jim. El dolor va a estar allí
siempre. No hay garantías con una columna inmovilizada como la tuya. Sé que 39
duele.
—¿Podemos aumentar la medicación? ¿Darme un poco de alivio?
El doctor Stone suspiró y volvió a la computadora, viendo las imágenes de
nuevo. —Creo que ya estás al máximo en los opioides. No puedo prescribir más
de forma segura sin ponerte en riesgo de una sobredosis.
—Duele —espetó papá, sorprendiéndome. Nunca mostraba su lado de
enfado fuera de casa, no, ese lado de él estaba reservado para Adeline y para mí,
por supuesto.
—Lo sé —dijo el doctor Stone, echándose hacia atrás en su silla—. Tal vez
es tiempo que discutamos otros opciones.
—¿Algo más fuerte? —sugirió papá.
Por el amor de Dios. Si le daban algo más fuerte, sería demasiado.
—No, pero hay unos nuevos métodos. Maneras de ir directamente tras los
nervios. —Inclinó la cabeza—. Y deberíamos cuidar tu peso. Otros pacientes con
la misma inmovilidad viven relativamente activos, vidas normales. Sí, aún
sienten dolor. Eso es absolutamente real, pero hemos sido capaces de reducir el
medicamente para el dolor por medios naturales.
—Bueno, no estoy interesado en eso. Quiero detener el dolor. Ahora. ¿Así
que puede ayudarme?
El doctor Stone me miró, y bajé mis ojos. Las repercusiones de la salida de
papá serían desastrosas en casa. —Avery, ¿puedo hablar contigo afuera?
—¿Por qué quiere hablar con ella solos? —cuestionó papá.
—Es algo relacionado con el cuidado. Todavía tiene tu poder médico,
¿cierto?
—Sí —se quejó papá.
—Entonces no debería ser un problema, ¿cierto? ¿A menos que haya algo
que no quieras que sepa?
—Está bien —respondió papá.
Mierda.
No tenía que mirar hacia papá para saber que sus ojos me fulminaban.
Infiernos, podía sentir el calor desde aquí.
El doctor Stone cerró la puerta detrás de nosotros cuando salimos al
pasillo. —¿Cómo está realmente? —preguntó.
Enojado. Borracho. Verbalmente abusivo. El tutor legal de Adeline.
—Bien. 40
—¿Avery? —Me dio el tono de padre que probablemente usaba con su hija
Michelle… Michelle, quien se había ido a la universidad en Texas después de que
ambas nos graduamos. Michelle quien, sin duda, tenía una vida.
Podía mentir, enviar a papá más cerca de la madriguera del conejo. O
podía tomar el pasito para forzar un cambio en su vida. Si no es por mi propio
bien, entonces por el de Addy.
—Está enojado —indiqué, bajando los ojos al suelo cuando traicioné al
único familiar que me quedaba—. Toma demasiado, no logra salir del sofá, y lo
más lejos que llega es por el control remoto, a menos que vengamos aquí en
nuestro viaje mensual para rellenar sus medicamentos.
—Jesús —murmuró.
—Usted preguntó —dije, subiendo mis ojos—. Se está destruyendo.
—Y llevándote abajo con él —notó.
Sacudí la cabeza. —No es sobre mí. Pero sí sobre Adeline.
Asintió lentamente.
—Necesito que mantenga esto entre nosotros —susurré.
Suspiró, frotando el puente de su nariz. —Está bien. Gracias por ser
honesta conmigo.
Respiré profundo y fortalecí mis defensas mientras volvíamos a entrar.
Entre esto y la bomba de ir a Colorado que acababa de dejarle caer, puedo
necesitar algunas de esas medicinas para el dolor de cabeza que me darán todos
sus gritos.
—Bueno, Avery dice que mucho no ha cambiado. —El doctor Stone forzó
una sonrisa—. Te mantendremos con la misma dosis. No te quiero con dolor,
pero vamos a explorar algunos de esos otros tratamientos, ¿de acuerdo? Quiero
que regreses a la terapia física. Realmente hacerla funcionar esta vez.
—No —dijo papá simplemente, como si el doctor le hubiera preguntado
si quería puré de papas para la cena.
El doctor Stone garabateó sobre su bloc y luego arrancó la hoja mientras le
dio a papá una sonrisa. —Bueno, no estoy preguntando. Si quieres que rellene
esta prescripción el próximo mes, llamarás a este número —indicó, añadiendo
una tarjeta de presentación a la hoja que le entregó a papá—. La doctora Maxwell
es grandiosa, y revisaré con ella para asegurarme que estás atendiendo cualquier
sesión que recomiende antes de encontrarnos el próximo mes.
Los ojos de papá se dispararon hacia los míos. —¿Qué dijiste?
—Papá —rogué. Era bastante malo tener el padre ermitaño y borracho del 41
que todo el mundo hablaba, pero ¿públicamente vergonzoso? Ese era un nuevo
nivel de infierno que no había experimentado desde que tuve que sacarlo del
taburete de un bar en Golden Saloon cuando tenía dieseis.
Ahora yo trabajaba allí.
—Ella dijo que lo estás haciendo bien con estos medicamentos, pero tu
dolor te tiene incómodo Jim —respondió el doctor—. Esto no es un castigo.
Estamos buscando una solución a largo plazo, para que te sientas totalmente
funcional. La terapia física va a ayudar a fortalecer los músculos de tu espalda y
tal vez a perder un poco de peso. Será bueno para ti. Bueno para las chicas que
también te cuidan tan bien.
Papá gruñó.
Porque la verdad era que no le habíamos importado en tanto tiempo que
no estaba segura de que supiera cómo hacerlo.

***

—¡Oh por Dios! —chilló Adeline y bailó alrededor de mí, actuando cada
día de sus trece años.
—¡Shhh! —dije mientras nos dirigíamos a mi auto.
—¡No puedes callarme! —señaló, tomando el asiento del pasajero
mientras me subía en el lado del conductor.
—Puedo.
—¡De ninguna manera! ¡River y tú! ¡Por fin!
Prácticamente podía ver los corazones bailando encima de su cabeza.
—¡Detente! —Me reí—. Mira, solo te lo dije porque necesito asegurarme
de que estás de acuerdo con que la tía Dawn venga el próximo fin de semana
para quedarse contigo.
—Absolutamente. Papá se comportará mejor con ella en la casa.
Continuó charlando, expresando fácilmente una docena de veces que no
podía creer que nos tomó tanto tiempo estar juntos. Le recordé cada vez que fue
solo un beso y que no estábamos juntos.
—Sí, lo están. ¡Se van a ir juntos!
—Voy con él para revisar su casa y ver dónde estará viviendo. No sabe
qué tan pronto tendrá que mudarse. —Demasiado pronto.
—Deberías ir con él —dijo, jugando con su teléfono.
—¿Qué? —pregunté, apretando mis manos sobre el volante. 42
—Deberías largarte sin pensar en una mierda.
—No maldigas —dije automáticamente—. Y eso es algo muy importante
en lo que pensa.
—¿Por qué? ¿Por qué la vida es genial aquí? —resopló—. En serio. Si tienes
una oportunidad de largarte, hazlo. Me voy a la primera oportunidad que tenga.
—¿No eres feliz?
Se encogió de hombros, sus ojos aún en ese maldito teléfono. —Claro. Pero
no es como si tuviera un montón de amigos. Todo está… —Se encoge de hombros
otra vez—, estancado. Nada cambia. Se siente como uno de esos estanques que
almacenan mierda y mosquitos.
—Pero también hay cosas buenas, ¿cierto?
—Sí, claro. Estás aquí, y es bueno ver a la tía Dawn cuando viene. Pero no
voy a quedarme aquí. Me voy para la universidad, y luego una vez que haya
visto lo que hay fuera de aquí, tal vez regresaré. Pero no quiero sentir como que
me quedo porque es la única opción. No estás molesta, ¿no? —Me echó un
vistazo.
—Para nada —expresé mientras giramos en la calle de su amiga—. Tuve
esos mismos pensamientos a tu edad.
—Pero entonces mamá murió.
Asentí lentamente. —Entonces mamá murió. —Y todo mi futuro se fue con
ella.
Me detuve en la entrada y estacioné el auto, tocando rápidamente la
muñeca de Adeline antes que pudiera abrir la puerta. —Addy, si esta fuera tu
oportunidad, ¿te irías? ¿Si fueras yo?
—Sin dudarlo —dijo sin parpadear—. Papá te hace pasar un infierno. Una
vez que River se vaya… creo que te mereces la oportunidad de ser feliz. Los dos
lo hacen.
Mi corazón tartamudeó, sabiendo que tenía que preguntarle. No podía
hacer este tipo de elecciones sin ella. —De acuerdo, y ¿si hubiera una manera
para que vinieras conmigo? ¿Lo harías? Sé que es más complicado que eso, y que
tienes amigos y una vida, y a papá, pero solo para el propósito de esta
conversación, ¿lo harías?
Ella inclinó su cabeza de un modo que me recordó mucho a nuestra madre.
—Empacaría una caja mañana. En teoría.
—En teoría —repetí.
Se abalanzó sobre la consola de mi camioneta y me besó en la mejilla.
—No te lastimes el cerebro, hermanita. ¿Te veo luego?
43
—Sí.
Un par de “te quiero” después, la dejé en lo de Mandy para la pijamada.
Mis pensamientos corrieron mientras conducía. ¿ Qué se necesitaría para traerla
conmigo? Si te vas. No podía dejar a Adeline. Apenas podía procesar la idea de
dejar a papá. No importaba cuánto se hubiera hundido, seguía siendo mi papá.
Habría dado todo por cinco minutos con mamá. ¿Qué pasaría si me fuera
de aquí, perdiéndolo, y tuviera el mismo remordimiento?
Había estacionado enfrente de la casa de River antes de que incluso me
diera cuenta que estaba dirigiéndome allí. Quería ir a casa, pero supongo que mi
inconsciente sabía lo que en realidad necesitaba.
Zeus ni siquiera ladró cuando me aproximé a la puerta, así que supe que
no estaba dentro. Eso significaba que salió por una carrera con River. Mi mano
se detuvo en la manija de la puerta. ¿Ya no me estaba permitido entrar? Seguía
teniendo una llave, por supuesto, pero habíamos hecho unas transiciones raras,
y no sabía dónde estábamos parados.
¿Llaves para la mejor amiga? No es la gran cosa.
¿Una llave para tu novia? Enorme. Enorme como el témpano y el Titanic.
Como mudarte a Colorado.
Opté por el sol de las tres de la tarde, que colgaba directamente encima de
mí, y estiré las piernas en los escalones que conducían al porche. La paz se filtró
en mí en la quietud, llenando cada vez más mi pecho con cada respiración,
extendiéndose a través de mí de la manera en que solo estando cerca de River, o
incluso en su casa, podía hacerlo.
La grava crujía cerca de mí, y me quedé sin aliento cuando abrí los ojos.
Mierda. River corría con Zeus saltando a su lado, sus zancadas devorando el
suelo mientras se acercaba.
No llevaba camisa, toda esa hermosa piel bronceada calentándose a la luz
del sol. Siempre supe que era sexy. No estaba ciega a las chicas que acudían a él,
ni a mi propia atracción. Pero mi necesidad de revisar mi propio nivel de baba
era nueva. El tatuaje tribal que se extendía sobre su pecho se ondulaba con sus
movimientos, y al acercarse hacia mí, divisé los pequeños riachuelos de sudor
que se deslizaban por las líneas de su torso hasta sus abdominales tallados.
El hombre era un anuncio andante de sexo.
Moví las piernas debajo de mí mientras se detenía, con una sonrisa en su
cara. —Hola —dijo, respirando pesadamente, pero sin exagerar.
—Hola —respondí tímida de repente. La última vez que hablamos fue
justo después de que sacara la lengua de mi boca.
La forma en que me miraba, con un hambre descarado en esos ojos 44
marrones, me hizo creer que él pensaba lo mismo.
—¿Qué haces aquí afuera? —preguntó, mientras Zeus me lamía la cara.
—Te esperaba.
Su frente se frunció, pero me ayudó a levantarme fácilmente. —Buena
respuesta, ¿quieres entrar?
Asentí, y entramos, dirigiéndonos directamente a la cocina. Sacó dos
botellas de agua de la nevera y me ofreció una. —No, gracias —le dije, asustada
de que si bebía el agua, se me regresara en un segundo.
—De acuerdo —dijo, y se tomó el agua.
Maldita sea, incluso los músculos de su garganta eran sexys.
—¿Y por qué estabas sentada en el porche como una extraña? Tienes una
llave —indicó mientras tiraba la botella vacía a la papelera.
—Siento que esa llave se tornó complicada —expliqué, arrastrando los ojos
por los músculos de su espalda mientras se giraba para agarrar la otra botella.
Sabía que Bishop lo presionaba en el gimnasio, pero maldita sea. Solo... maldita
sea. En el pasado, siempre llevaba una camisa a mi alrededor, a menos que
estuviéramos en el lago, y para ser honesta, no lo miraba.
No tenía sentido querer lo que sabías que no podías tener.
Pero ahora podría tenerlo. Era como si siete años de frustración sexual
reprimida me estuvieran golpeando de repente, derrumbando los muros de mis
defensas con un ariete hecho de acero puro... algo así como su cuerpo.
—Des-complícalo. Tienes una llave, así que úsala.
Me miró intensamente con esos ojos, y casi me derritió. ¿Era este el encanto
por el que deliraban las otras chicas en el bar? ¿Acaso nunca lo había usado antes
conmigo?
—Me la diste... ya sabes... antes.
—¿Antes de qué? —preguntó.
Solté la respiración a través de un rugido de mis labios. —Vamos, ya sabes.
Su sonrisa se apoderó de mis bragas en llamas. Lo bueno es que sabe cómo
quitarlas. —Dilo.
—Antes de que me besaras y dejara de ser la Avery mejor amiga y me
volviera... Ni siquiera sé. ¿La Avery besable?
Caminó hacia delante hasta que quedó a un paso de mí, lo bastante cerca
para tocar, pero no. —Siempre has sido la Avery besable, solo que nunca se me
permitía besarte como quería. También eres la Avery follable…
—¡River! —Mis mejillas ardían. 45

Su sonrisa era amplia y muy hermosa. —Oh no, no tengo nada que perder.
Ya no andaré con sutilezas. Ya no tendré que tener cuidado a tu alrededor. Ya no
haré mi mejor esfuerzo para no mostrarte cuánto te quiero.
Oh Dios, era bueno. Solo sus palabras me prepararon para desnudarlo en
la cocina. O tal vez eso es por tener un año sin sexo.
—De acuerdo —susurré. Patética.
Me acarició la mejilla con el pulgar. —Pero sigues siendo la Avery mejor
amiga. Eso nunca va a cambiar, no importa cuántas veces te bese o cuán a
menudo me dejes tocarte. Si decides que ese fue el único beso que vamos a
compartir, seguirás siendo mi mejor amiga.
El pensamiento ablandó mi estómago. —¿Estarías bien si cortara contigo?
—No. Simplemente me esforzaría al máximo para convencerte de lo
contrario.
—Oh.
—Oh —repitió, y me besó ligeramente la frente antes de retroceder.
Una puñalada de decepción me golpeó justo entre los muslos.
—Entonces, ¿qué te hizo pasar por aquí? —Miró su teléfono y lo bajó—.
Sé que tienes que trabajar en veinte minutos.
—Como que terminé llegando hasta acá.
—Está bien. Me gusta verte. —Se llevó la segunda botella de agua a los
labios y tomó un sorbo, sin apartar la mirada en ningún momento.
Había algo tan ordinario en el movimiento, la facilidad que existía entre
nosotros que me hacía anhelar un futuro diferente… que me hizo preguntarme
si era posible cambiar el rumbo en mi vida.
—Iré —dije de repente—. Por el fin de semana —corregí.
—¿En serio? —Su cara se iluminó como la vez que le di entradas para el
concierto de Mumford & Sons para su cumpleaños.
—Sí —respondí.
Me hallaba en sus brazos antes de que terminara la palabra, mientras me
daba vueltas alrededor de la cocina contra su pecho muy caliente y sudoroso.
—¡Te va a encantar! —prometió, mientras girábamos.
La risa burbujeaba en mi pecho, y me sentía más ligera de lo que había
estado en años, como si él hubiese recogido algo más que mi peso… como si
hubiese levantado mi alma.
—¿Puedo besarte? —preguntó, sus ojos cayendo a mis labios. 46

—Sí —le dije—. Pero mejor que sea rápido. Tengo que irme en cinco
minutos.
Suspiré cuando sus labios rozaron los míos, reaprendiendo la sensación
de ellos. Entonces nuestras bocas se abrieron, y el dulce beso se volvió caliente
tan rápido que mi cabeza dio vueltas.
Buen Dios, el hombre podía besar.
Consumió todos mis pensamientos, hasta que mis únicas preocupaciones
eran lo cerca que podía estar y cuánto más profundo podía besarlo.
Finalmente me apartó las manos de su cuello. —Será mejor que te vayas
antes de que te mantenga aquí conmigo.
—No estoy segura de que eso me importaría.
Gimió y me bajó, retrocediendo lentamente. —Ve. Ahora. Solo prepárate
para el viaje perfecto a Colorado, porque entonces serás mía.
—Me gusta la forma en que suena... mía.
—A mí también —respondió suavemente.
Esto era bueno. No, esto era mejor que cualquier cosa que había sentido.
Y cuando me miraba así, como si hubiera estado esperando toda una vida para
probarme y ahora planeaba su ataque, me derretí.
¿Cómo habíamos hecho esto? ¿Pasar de amigos a adolescentes calientes en
el lapso de dos días?
—Ve, Avery. —Se pasó la lengua por el labio inferior y supe que si me
quedaba un momento más, nunca llegaría al trabajo. Nunca.
Corrí.

47
5
Traducido por Jadasa
Corregido por Florpincha

River
Maldición, esa cosa era larga. Volví a mirar la trinchera que cavamos en el
lado sur del incendio y lo examiné buscando puntos débiles. Elegimos el único
lugar factible para cavar, e intentamos limpiar la mayor cantidad de combustible
posible.
—¿Estás bien? —preguntó Bishop, deslizando su motosierra en el estuche.
48
—Sí, terminé. —El sudor corría en riachuelos a lo largo de mi rostro. No
podía esperar a bajar de esta colina y sacarme el casco.
El incendio era pequeño comparado con el último, pero me llamaron poco
después de que Avery se fuera de mi casa y respondí. Siempre respondería.
Pensaba en ello como mi último trabajo con el equipo Sol de Medianoche.
También maldije como un jodido marinero. Este incendio, tan pequeño
como era, me costó cuatro días con Avery. Quizás en el esquema más amplio de
las cosas, cuatro días no significaban mucho. Pero cuando solamente tenía
garantizado un par de semanas con ella, cuatro días era una eternidad.
—Vamos a salir de aquí —dijo Bishop, acomodando su motosierra encima
de su hombro.
Le di una última mirada a la colina. ¿Sería ésta la última vez que me
llamaban a la tierra salvaje de Alaska? Era un pensamiento agridulce. Para esta
época, el próximo año, estaría con el equipo de Legacy, siempre y cuando
pudiéramos recaudar los números que el consejo quería.
—¿River? —comentó Bishop a medida que el equipo empezaba a bajar la
montaña.
—Sí, ya voy —dije, volviéndome para unirme a la fila de chicos. Si bajamos
en las próximas dos horas, tenía una oportunidad de regresar a tiempo para ver
a Avery esta noche.
—¿Estás listo para ir a casa? —preguntó Bishop cuando lo alcancé.
—¿A cuál? —pregunté.
—Ambas, supongo.
—Estoy listo para ver a Avery.
Una sonrisa se extendió por su rostro. —Entonces ahora es así, ¿eh?
—Para ser sincero, realmente no sé cómo es. Estuvo de acuerdo en pasar
el fin de semana en Colorado, de manera que lo aprovecharé.
—¿Y qué más tiene para ofrecer? —Me dio un guiño.
—Aceptaré cualquier cosa que esté dispuesta a darme —contesté con
suavidad.
Como ninguno hablaba de lo que sentía, la mandíbula de Bishop se tensó.
Su boca se abrió y cerró un par de veces, hasta que fue dolorosamente difícil de
mirar.
—De una puta vez, solo dilo. Sea lo que sea.
—¿Quieres reconsiderar lo del equipo de Legacy? Tienes una vida aquí, 49
una casa, un gran equipo y una chica linda. No pensaría menos de ti si no
quisieras irte.
Pensé en ello, en el simple hecho de quedarme. Me encantaba Sol de
Medianoche, mi casa, el paisaje... infiernos, incluso en las horas de locura de sol
empezaba a gustarme. Quedarme me daba la oportunidad de seguir con Avery,
viendo en qué podíamos convertirnos. Si tener una relación era tan fácil como ser
su mejor amigo, entonces sabía que podíamos ser extraordinarios. Pero por muy
seguro que estaba de lo perfectos que seríamos, también sabía que las
posibilidades reales de que se mudara conmigo eran increíblemente pequeñas.
Nunca dejaría a su padre, y él nunca estaría de acuerdo en mudarse.
Pero si no me iba, Legacy no tendría de vuelta a su equipo Hotshot, y
perdería el último pedazo de mi padre. Al igual que Bishop y los demás chicos
de Legacy.
De manera que me encontraba bastante jodido de cualquier manera.
—¿River? —preguntó Bishop nuevamente mientras seguíamos bajando.
—Lo siento, es solo que tengo muchas cosas en que pensar. No he
cambiado de opinión sobre el equipo. Solo espero que visitar Colorado sea
suficiente para que Avery quiera venir conmigo.
Bishop silbó. —Eso es pedirle mucho a una chica con la que has estado
saliendo por una semana.
¿Estábamos saliendo? No conversamos sobre “qué somos”. —Es una
medida desesperada. Todo lo es con ella, pero no podría simplemente irme y no
intentarlo.
—Estás enamorado de ella.
Mi agarre se tensó sobre el mango del hacha. —¿Cuánto tiempo hace que
lo sabes?
Se encogió de hombros, moviendo la motosierra. —Desde el primer año
que estuvimos aquí. Supuse que arreglarían lo de ustedes más tarde que
temprano.
—Prácticamente es el último momento posible.
—Sí, bueno, no recordamos los juegos fácilmente ganados, ¿verdad? Las
victorias que recordamos son aquellas en las que el resultado llegó hasta el último
minuto, en el tiempo extra.
—Medidas desesperada —dije.
Me dio una palmada en la espalda. —Medidas desesperadas.

*** 50

El bar estaba lleno para ser un martes, pero era La noche de mujeres, la
cual atraía a las mujeres por las bebidas, y a los hombres por las mujeres.
Me abrí paso a través de la muchedumbre y encontré una mesa alta en la
parte de atrás, sentándome aquí así podría ver a Avery en la barra.
Maldición, ella era hermosa. Su cabello estaba en una cola de caballo,
moviéndose con cada movimiento mientras servía bebidas.
—Entonces Avery y tú, ¿eh? —dijo Jessie, agarrando la silla vacía a mi
derecha.
—¿Cómo lo supiste? —pregunté, con los ojos fijos en Avery. Se puso de
puntillas para alcanzar una botella de la estantería, dándome una vista perfecta
de su culo, y suspiré reflexivamente. Estábamos en una habitación con al menos
treinta de nuestros vecinos. El sentido común me dijo que este no era el lugar
para comérmela con los ojos, y mucho menos fantasear sobre alzarla sobre la
barra y deslizar sus vaqueros por sus muslos para poder probarla. Nunca había
tenido problemas para controlarme cerca de Avery. Claro, mi cuerpo siempre
reaccionaba al verla, pero ahora que probé su sabor y sabía que ella quería lo
mismo... bueno, mi cuerpo intentaba anular mi sentido común.
Y la barra tenía la altura perfecta.
—Por favor. ¿Como si pudieras guardar un secreto en esta ciudad? Casi
todo el mundo ha visto la forma en que ustedes se han estado mirando en los
últimos años. Estábamos esperando que Avery encontrara el coraje para decir
algo y que tú dejes de follar por todo Fairbanks con universitarias.
—¿La forma en que nos miramos? —repetí, concentrándome en Avery.
Pude ver cómo había sido obvio. Diablos, no podía quitar mis ojos de ella si nos
encontrábamos en la misma habitación, de ahí mi ciclo de rupturas, pero Avery
nunca insinuó que quería más de lo que teníamos. Si hubiera suspirado en mi
dirección, habría saltado antes de decirlo en voz alta.
Pero ella nunca me dio señales. Quizás esa era una de las razones por las
que toda esta situación era aterradora. ¿Me besaba porque no quería perder a su
mejor amigo? ¿La presionaba por algo que realmente no quería?
Sentirme inseguro era un concepto raro y malditamente inconveniente ya
que tenía menos de una semana en Colorado para convencerla de dejar toda su
vida por mí.
—Por favor —bufó Jessie, jugando con su botella de cerveza—. La miras
como si estuvieras listo para comerla viva.
—Valoración justa —admití, ocultando cómo me sentía por ella. Tragué,
mi garganta de repente apretada—. ¿Y ella? 51
—¿En serio? —Arqueó una ceja hacia mí.
—En serio.
—Te mira como si fueras todo lo que siempre deseó sumergido en
chocolate y lista para un sabroso bocado. Siempre lo ha hecho.
Aparté la mirada de Avery para mirar a Jessie. Asintió lentamente a la vez
que se reía. —Deberías ver tu cara ahora mismo. Si pudieras abrir más la boca, tu
mandíbula estaría golpeando el suelo.
Mi mirada iba y venía entre las dos mujeres. ¿Avery me miraba? ¿Por qué
diablos no me había dado cuenta? ¿Era ciego? ¿O era demasiado buena para
ocultar sus sentimientos?
—Nunca pensé que vería el día en que River Maldonado perdería la
capacidad para hablar.
—Primera vez para todo —dije suavemente. Tal vez esto funcionaría.
Quizás, me quería lo suficiente para irse. Mi mente dio vueltas con diferentes
escenarios mientras abría mi teléfono. Podría quedarse durante el año escolar si
Addy necesitaba tanto tiempo, o simplemente darle a su papá unos meses más
para venir y estar en Colorado en verano. Tendría la casa preparada para ese
entonces, y podrían quedarse conmigo hasta que supieran lo que querían hacer.
O quizás Avery nunca se mudaría. Tal vez mi casa se convertiría en
nuestra casa.
Mi pecho se tensó hasta el punto de dolor mientras ella le sonreía a Maud.
No podía presionarla demasiado, solo porque había estado enamorado de ella
durante los últimos siete años, no significaba que era recíproco. Pero no tenía otra
opción con la fecha límite para el equipo de Legacy.
Por mucho que me encantaba mirarla, tampoco podía esperar otro minuto
para abrazarla.
River: ¿Qué estás haciendo?
Presioné enviar y observé en tanto sacaba su teléfono celular, sonriendo
mientras movía sus pulgares sobre el pequeño dispositivo.
Avery: Trabajando. ¿Tú? ¿Y el incendio?
River: El fuego está cien por ciento controlado. Estoy pensando en sacar
a una rubia muy sexy.
Frunció el ceño y su expresión decayó.
River: Definitivamente la cinta verde en su cabello me ha excitado.
Levantó la mirada, con los ojos bien abiertos y emocionados al observar el
bar, moviendo la cinta al sacudir la cola de caballo.
Saltó en cuanto me vio, apresurándose alrededor del extremo de la barra. 52
Apenas me alejé de la mesa y me puse de pie cuando estaba entre mis brazos,
oliendo dulce y suave.
—Hola, nena —dije contra su cabello mientras la sostenía, levantándola
contra mi pecho.
Envolvió esas increíbles piernas alrededor de mi cintura y metió la cara en
el hueco de mi cuello. —River. —Musitó mi nombre como una plegaria—. ¿Por
qué no me dijiste que habías vuelto?
—Quería sorprenderte —indiqué, sosteniendo fácilmente su peso y
amando la sensación de ella presionada contra mí.
Sus brazos se apretaron alrededor de mí, y sus dedos se movieron a través
de mi cabello, ligeramente arañando mi cuero cabelludo. —Estaba muy
preocupada.
Maldita sea, la amaba. —Estuvo bien. Lo prometo. Lamento que
estuviéramos fuera de servicio, pero fue fácil.
—Bien. No sabía si volverías a casa antes de que nos fuéramos.
La aparté y me miró a los ojos. —Nada me impedirá llevarte a Colorado
este fin de semana.
Nada. Ni su padre, ni siquiera Addy, tanto como la adoraba. Este fin de
semana era para nosotros.
Sus ojos se posaron sobre mis labios y quise besarla, más intenso que
cualquier otro momento en que alguna vez regresé a casa de un incendio.
—Sigue mirándome así y te besaré delante de toda esta gente. Nunca me
han importado los chismes, pero puede que a ti sí.
Sacó la lengua para humedecer su labio inferior. —No me importa.
Mierda. Enredé mis dedos en la base de su cola de caballo, aplastando su
boca contra la mía. Traté de recordar dónde estábamos, porque no podía
desnudarla en medio de un bar lleno de gente. Intenté mantener el beso corto, lo
suficiente para satisfacer el ansia que tenía por su boca desde que me llamaron.
Fallé.
Su lengua se movió contra la mía y me rendí. Me hundí en ella, reclinando
su cabeza para poder encontrar un ángulo más profundo, más dulce, y olvidé
dónde estábamos. Diablos, olvidé que había alguien más en el planeta además de
nosotros.
Su trasero empujó contra mi mano en tanto se arqueaba, sus pechos
robando mi aliento a la vez que los presionaba contra mí. Hizo ese ruidito sexy
en el fondo de su garganta, y me hallaba listo para sacarla cargando y llevarla en
mi maldita camioneta si eso significaba que el latido en mi pene se aliviaría 53
aunque sea un poco.
Alguien se aclaró la garganta cerca de nosotros, y me recordé que
estábamos, de hecho, lo opuesto a estar solos. Me aparté, pero Avery sostuvo mi
labio con una succión suave, sus dientes mordisqueándolo ligeramente hasta que
finalmente me soltó.
Santa. Jodida. Mierda.
Mi respiración se hallaba acelerada, demasiado incontrolada, y estaba
demasiado excitado como para estar en público en este momento.
—Bienvenido a casa —susurró, aquellos ojos azules llenos de pasión y
felicidad.
—Me encanta el sonido de eso —admití, bajándola. Cada una de sus
curvas se frotaba contra mí. Cada. Centímetro—. Me estás matando.
—El sentimiento es mutuo.
—¡Ya era hora, carajo! —gritó alguien.
Le siguió una ronda de aplausos que hizo que Avery enterrara su bello
rostro enrojecido en mi camisa. —Sí, sí —dije a medida que disminuían los
aplausos.
—Oh, Dios mío —murmuró.
Levanté su mentón y besé su nariz fruncida. —Será mejor que salga de
aquí y empaque para mañana.
—Casi llegas tarde.
—Sí, bueno, me conoces. Tengo que dejarlo todo para último momento. —
Como decirte que te quiero.
Sonrió y me besó rápidamente. —¿Me recoges por la mañana?
—Sin falta.
Le di un beso de despedida solo porque podía, luego me dirigí a la puerta
antes de terminar besándola de nuevo. Agitó su mano, como diciendo adiós,
cuando miré hacia atrás y de repente, las ocho o más horas que tenía que esperar
para besarla de nuevo, parecían una eternidad.
Ella fue lo único en lo que pensaba a medida que empacaba una maleta
pequeña, y mientras trataba de dormir un par de horas. Tras los últimos siete
años, era difícil de creer que todo se reducía a los próximos días.
Tenía que encontrar una manera de convencerla de que sería feliz en
Colorado, que valía la pena correr el riesgo. No era algo pequeño lo que pedía.
Infiernos, no quería que arrancara de raíz toda su vida y que se mudara a miles
de kilómetros, todo porque sabía que era la única manera de que saldríamos
54
adelante juntos.
Pero, ¿y si su papá no venía?
¿Y si no lo dejaba?
El reloj hacía tic tac de manera constante en la mesita de noche,
recordándome que tenían que ser cuestión de horas, pero eso no impedía que mi
cerebro, o las repugnantes náuseas, me recordaran que sin importar lo mucho
que la amaba, nunca abandonaría a su familia.
No podía dejar que el equipo de mi padre muriera antes de que tuviera la
oportunidad de resucitar, pero también sabía que sería un caparazón de quién
era si Avery se quedaba en Alaska.
Tenía que hacer de los próximos días los más perfectos posible.
6
Traducido por Miry
Corregido por Dannygonzal

Avery
—¿Qué quieres decir con que perdieron nuestras maletas? —le preguntó
River al asistente de la aerolínea mientras nos inclinábamos contra el mostrador
al día siguiente. Después de un vuelo retrasado de Fairbanks, de correr a través
del aeropuerto de Seattle, apenas logrando nuestra conexión a Denver, y luego
tomando el avión más pequeño que estuvo dispuesto a llegar a Gunnison...
bueno, este viaje sin duda tuvo un comienzo difícil. 55

Estuvimos viajando por diez horas, y tan feliz como me sentía de estar
aquí y ver la ciudad natal de River, también me encontraba a punto del ir al
apocalipsis zombi hacia la máquina expendedora en el vestíbulo si no
encontrábamos algo comida pronto.
—Las he estado rastreando así que actualmente van en la ruta de Seattle a
Denver, señor —dijo la pequeña chica mientras empujaba sus gafas sobre la nariz
con una mirada que casi decía “por favor no me coma”.
No es que River fuera intimidante. Mentira. Era enorme y se hallaba
bastante irritable en este momento. —Está bien. —Puse mi mano en su bíceps.
—No está bien —me dijo—. Todas tus cosas...
—Puedo comprar lo que necesito hasta que lleguen aquí. —Miré a la chica
que escribía furiosamente—. ¿Puedes enviarlas a Legacy cuando lleguen?
Ella asintió. —Absolutamente. El siguiente vuelo viene desde Denver... —
Tecleó, su mirada nunca subió más alto que el pecho de River—. Mañana por la
mañana a las siete y media.
—Tienes que estar bromeando…
Le apreté el brazo suavemente, luego enlacé el mío a través del suyo y me
abracé yo misma a su lado. —Eso estará bien.
Sus dedos volaron sobre el teclado mientras tomaba nuestra información
de contacto. A cada momento, River se ponía más tenso, hasta pensé que sus
músculos podrían romperse bajo mis dedos.
Como los ojos de la asistente se abrieron a dimensiones imposibles cuando
miró detrás de nosotros, giré la cabeza. Bishop caminaba hacia nosotros, con un
ceño cada vez más profundo a cada paso que daba. Quizás no era la única con
hambre por aquí.
—¿Qué sucede? —preguntó River.
—Todos los autos de alquiler se terminaron. Reservaron de más o algo.
—¿Cómo es posible?
—Es casi igual a nuestro viaje de hoy —respondí, la risa burbujeando al
salir.
Ambos me miraron como si estuviera loca.
—Llamé a Knox y está de camino. Probablemente tenemos unos cuarenta
y cinco minutos antes de que aparezca.
—¡Perfecto, justo el tiempo para comer! —dije.
—En realidad, el café del aeropuerto cerró hace media hora. Lo siento 56
mucho —dijo la asistente, encogiéndose mientras todas nuestras miradas giraban
hacia ella—. Cierran después del último vuelo del día... el cuál era el suyo.
La mandíbula de River se tensó. —Solo son las ocho.
—Aeropuerto pequeño.
—Esperemos afuera —dije—. Nunca he visto la puesta de sol en Colorado.
—O en cualquier lugar fuera de Alaska. Esbocé una sonrisa y recé para convencer a
River de dejar en paz a la pobre muchacha. No era su culpa que hoy tuviéramos
una suerte de mierda.
Un ligero tirón en el brazo de River y me siguió, Bishop en sus talones.
Una barra de chocolate más tarde, me sentí un poco humana. River se
metió mi dedo índice en la boca, lamiendo el último trozo de chocolate en mi piel
y mis muslos se apretaron. Pasó los dientes por el dedo y lo soltó, sonriendo por
la forma en que mi boca se abrió.
—Siento mucho que hoy fuera un desastre —dijo, pasando los dedos por
los mechones de mi cola de caballo enmarañada por el viaje. La brisa de la tarde
envolvió unos cuantos hilos alrededor de mi cuello, y los tomó mientras nos
sentábamos en un banco en el exterior.
—Esto no es un desastre —le dije—. Es solo un caleidoscopio de
inconvenientes.
—Los caleidoscopios son hermosos.
—Al igual que esto. Piénsalo de esta manera. Acabamos de terminar un
delicioso trozo de chocolate mientras miramos la puesta de sol por detrás de las
Montañas Rocosas. El clima es magnífico, y esta podría ser la mejor primera cita
que he tenido.
Una esquina de su boca se inclinó hacia arriba. —Primera cita, ¿eh?
—¿Cómo la llamarías?
—Un pequeño vistazo.
—¿A qué?
—A todo lo que podríamos tener —susurró y luego rozó sus labios sobre
los míos, trazando con su lengua mi labio inferior. ¿Alguna vez me cansaría de
besarlo? Solo anhelaba más y más. Por lo demás, ¿cuál era la cantidad apropiada
de tiempo que tenía que esperar antes de poder besar otros lugares de su cuerpo?
¿Dónde estaba el libro de reglas que establecía “oye, sé que acabamos de entrar en
una relación, pero he querido lamer tus abdominales desde hace años”?
Respiré mientras se alejaba, con mi pecho ardiendo. —Guau, incluso solo
besarte me hace perder el aliento.
57
Se rio. —Esa, mi querida Avery, es la altitud. Pero absolutamente tomaré
el crédito. Estamos casi a tres mil kilómetros aquí, y casi a cuatro de donde nos
dirigimos.
—Es más fácil emborracharte —dijo Bishop al llegar a la esquina.
Mis mejillas ardieron, preguntándome cuánto vio.
—No te preocupes —dijo como si leyera mi mente—. He esperado a que
ustedes arreglaran su mierda por años. Y ahí está Knox —indicó mientras un
todoterreno negro se acercaba a la acera.
—¿Cómo puedes saberlo? —preguntó River.
—Somos los únicos aquí, y cerraron las puertas del aeropuerto hace veinte
minutos.
—Buen punto —respondió River mientras nos levantábamos. Cuando un
tipo increíblemente atractivo salió y se dirigió hacia nosotros, River me atrajo bajo
su brazo.
Sutil.
—Knox —dijo Bishop mientras los dos se estrechaban la mano y luego se
abrazaban en ese tipo de abrazo de chicos con muchas palmadas.
—Es bueno verte, Bishop. —Knox volteó sus ojos hacia River y sonrió
antes de jalarlo a un abrazo—. River. Maldición, estás enorme. ¿Qué demonios te
dan de comer en Alaska? —preguntó.
—Alce, en su mayoría —bromeó.
Knox me tendió la mano y la estreché mientras hacía una evaluación obvia.
—¿Y tú quién eres?
—Avery —dije con una sonrisa. El tipo era magnífico en una forma
tipo Scott Eastwood, con ojos que contenían risa y la promesa de un muy buen
momento.
—Está conmigo —dijo River, tirando de mí hacia su costado.
—Obviamente. —Knox sonrió y movió la cabeza hacia el coche—. Nos
encontramos a cuarenta y cinco minutos de casa. Vamos a que se instalen y luego
a resolverlo todo.
Nos subimos en la parte trasera de la camioneta, y cuando llegamos a la
carretera fuera de la ciudad, el zumbido suave del auto en el pavimento envió mi
agotamiento a dormilandia. Cuando mi cabeza se balanceó por tercera vez, River
desabrochó mi cinturón de seguridad y me deslizó contra su costado,
abrochándome en el del medio.
—Descansa un poco —ordenó suavemente.
58
Mi cabeza golpeó el lugar perfecto justo bajo su hombro. Con su calidez y
su ritmo cardíaco constante, me dormí antes de que una segunda canción se
reprodujera en la radio.
Vagamente sentí los fuertes brazos de River levantándome y el aire fresco
de la montaña rozando mi piel mientras me llevaba a algún lugar. —Está bien,
puedes dormir. Te tengo —dijo, besando mi frente.
Un par de parpadeos más tarde estábamos en una habitación de hotel.
Enfoqué el cuarto mientras me bajaba en la cama. —¿Comer o dormir? —
preguntó, poniendo mi mochila en el suelo.
Sopesaba mis opciones, pero las tres horas de sueño que tuve junto con el
largo viaje y la altitud ganaron. —Dormir. ¿Qué hay de ti?
—Ya son las diez. Estoy listo para dormir si tú lo estás. —Se inclinó sobre
mí, colocando un beso contra la línea de mi cabello—. Estaré en la habitación de
al lado con Bishop, solo avísame si necesitas algo, ¿de acuerdo?
Un fuerte destello de pánico me golpeó cuando se alejó. Estábamos en
Colorado, a donde se mudaría, y mientras lo tenía ahora, nada se encontraba
garantizado después de este fin de semana. —¿Te quedas conmigo? —pregunté.
—Avery —susurró, sus ojos marrones oscuros, suaves con la luz de la
lámpara. Me acarició la mejilla con el pulgar.
—No sería la primera vez que dormimos juntos.
Una sonrisa burlona apareció en su rostro. —Sí, bueno…
—Eso no es lo que quise decir. —Pero ahora que las palabras estaban ahí
afuera... bueno, ¿sería una mala idea?
River era innegablemente sexy. Diablos, mi ritmo cardíaco se aceleró
pensando en cómo se sentirían sus manos en mi cuerpo. Sus labios eran
pecaminosos, y la mirada en sus ojos me dijo que me quería tanto como yo lo
deseaba a él. Sabía, sin quitar un solo artículo de ropa, que seríamos increíbles
juntos.
Explosivos.
—¿River? —susurré.
Sus ojos se estrecharon ligeramente cuando decidió. —¿Sabes lo mucho
que te deseo?
—Creo que sí.
—Puedo controlarme, Avery. No te atacaré, pero hay muchas
posibilidades de que podamos cruzar una línea para la cual no estás lista.
Pasé las manos por su cabello, los hilos negros parando justo por encima
de su barbilla. —Lo sé. Pero si solo tengo un poco de tiempo contigo, no quiero
renunciar a nada de eso. Incluso si ambos dormimos. 59
Asintió lentamente. —Trato hecho.
Dejé salir el bostezo menos sexy de la historia de los bostezos, y se rio entre
dientes.
Se oyó un golpe en la puerta y respondió, tomando una bolsa de plástico
de Bishop. —Eso es todo lo que tenían abajo, lo siento, hombre. Las maletas
deberían estar aquí por la mañana.
—Solo quería que fuera...
—¿Perfecto? —preguntó Bishop con voz baja.
—Sí, y es cualquier cosa menos eso. ¿Podría algo más llegar a joderse?
—No tentemos al destino —dijo Bishop antes de decir un buenas noches
tranquilo y cerrar la puerta.
River desapareció momentáneamente en el cuarto de baño. —Avery, hay
pasta de dientes y cosas en el baño si quieres, ¿de acuerdo? —dijo mientras
volvía.
Sin camisa.
Santa mierda. Siempre aprecié su cuerpo. ¿Cómo no hacerlo? Pero ver esos
metros de músculo, de piel suave y tatuada, y saber que podía tocarlos eran dos
cosas diferentes.
—Dientes. Correcto. —Asentí, obligándome a salir de la cama. Mis pies se
sentían como si pesaran un millón de kilos, pero me cepillé los dientes con el
nuevo cepillo y me preparé para la cama.
¿En qué diablos dormiría? Capris y una blusa no eran propicios para toda
la fase del sueño. La camiseta de River se encontraba doblada sobre la encimera,
y mis dedos acariciaron el suave algodón. Perfecto.
Unos minutos más tarde salí del baño para ver a River sentado en la cama
leyendo el libro que trajo. Volvió a mirarme cuando entré en su línea de visión, y
el calor se precipitó a través de mí.
De verdad no fingía, al tratar de mantenerme como su mejor amiga
fingiendo algún tipo de interés. Sinceramente me deseaba.
Moví las mantas y sus ojos siguieron cada movimiento, calentándose más
a cada segundo. —Espero que esté bien que haya tomado prestada la camiseta.
—Sí. Más que bien.
Apagó la luz mientras me metía en la cama, tirando de las mantas mientras
mi cabeza golpeaba la almohada.
60
—Lamento mucho que hoy fuera un desastre.
—No lo fue. —Recordé lo que le dijo a Bishop y le di la espalda hasta que
estuve contra su pecho. Su brazo se abrió camino alrededor de mi cintura, y
suspiré contenta mientras él me acercaba.
Su nariz recorrió la línea de mi cuello, y lo arqueé para darle un mejor
acceso. —Lo fue.
—Tal vez —dije, entrelazando nuestros dedos—. Pero esto vale la pena.
Esto es bastante perfecto.
—Sí, lo eres.
Sus brazos se flexionaron a mi alrededor y me derretí. River me relajaba
de una manera que ningún otro hombre podía. En demasiadas formas esto aún
podría ser solo mi mejor amigo sosteniéndome, pero no lo era. Claro, seguía
siendo River, el tipo que cambió mi neumático pinchado en primer año, el tipo
que golpeó a Troy Williams cuando me besó durante el segundo año después de
decirle que no. Era el chico que me ayudaba con Addy, papá y mi vida en general.
Él era mi mejor amigo.
Pero este deseo de girarlo, subirme sobre él y explorar cada línea de su
cuerpo hasta borrar el recuerdo de cada una de las conejitas de bar que llevó a
casa durante años... bueno, eso no era tan amigable.
¿Era nuestra amistad; y ese deseo tan evidente que sentía por él; suficiente
para desarraigar mi vida entera?
—¿Avery?
—¿Sí?
—Deja de pensar en eso.
—¿Cómo sabes…?
—Porque te conozco. Deja de pensar que hay alguna expectativa para este
fin de semana y solo pásalo conmigo, ¿de acuerdo? Trata de olvidar todo lo
demás. ¿Puedes intentarlo?
Si esta realmente era mi única oportunidad de estar con él, entonces tenía
que intentarlo. Tenía que arrojarme en esto de cabeza y ver lo que se encontraba
ahí, porque sí su partida no me mataba, entonces el nunca saber lo haría.
—Sí.

61
7
Traducido por Samanthabp & Khaleesi
Corregido por Julie

River
Había algo que decir sobre despertarme con Avery en mis brazos. Ella era
suave, cálida y se ajustaba a mi cuerpo como si hubiera sido creada para hacer
exactamente eso.
Ya me había despertado esta mañana, desenredé su cabello de los rastrojos
de mi barba y me escapé para una ducha. Una vez que terminé de cepillar mis
62
dientes, eran ya las ocho y media, y ella aún no estaba despierta.
Debería haber ido abajo a buscarnos comida; tenía mucha hambre, pero al
contrario me deslicé de nuevo a la cama con ella. Tan pronto me metí entre las
sábanas, ella rodó hacia mí como un misil que buscaba calor, usando mi pecho
como almohada y lanzando uno de sus muslos justo sobre mi pene.
Yo era: Su mejor amigo.
No era: Un santo.
Le envolví mi brazo alrededor de su espalda, enredándolo en los gruesos
mechones rubios de su cabello. Ella se sentía perfecta envuelta a mi alrededor, y
era demasiado fácil imaginar que esto era nuestra vida.
Mi mano libre descansó en su rodilla, después acaricié suavemente su
suave piel arriba de su muslo. Me mantuve a quince centímetros, saboreando la
seda de su piel debajo de mis dedos, pero sin ir más lejos porque sabía que mi
camiseta estaba amontonada alrededor de su cintura y no había nada entre mi
mano y su suavidad además de sus bragas.
Cuando ella salió anoche usando mi camiseta, había tenido un momento
de posesión primitiva y tomó todo en mí no poner mis manos debajo de la tela.
Mi pene se ponía duro solo de pensar en eso, o tal vez era su muslo moviéndose
hacia mí. De cualquier manera, mi cuerpo no tenía ningún problema en
recordarme que ella estaba casi desnuda y yo también.
—Mmmm —gimió, moviéndose incluso más cerca.
Su cabeza se movió hasta que sus labios fueron presionados contra mi
cuello, y mi pulso golpeó bajo su caricia inocente. Si ella supiera honestamente lo
mucho que la deseaba —el esfuerzo que me costó mantener mis malditas manos
quietas— nunca me hubiera querido en la cama con ella.
A Avery usualmente le gustaba tener tiempo para pensar en las cosas. Para
examinar cada consecuencia de una posible acción y después tomar la opción que
pensaba que era la más segura. Era malditamente afortunado de incluso haberla
llevado lejos por cinco días completos, dejándola solo pensar que tan fácil sería
deslizar mis dedos dentro de ella y darle un orgasmo antes del desayuno.
No está ayudando con la erección.
Ella se desplazó de nuevo, besando levemente mi garganta y mi mano se
tensó en su muslo agarrando su extremidad tonificada.
—Buenos días. —Su voz era ronca soñolienta y muy sexy.
—Hola —dije, queriendo que entendiera la situación en la que nos
encontrábamos. En lugar de moverse lejos, se deslizó más hasta que se acostó
encima de mí, aún poniendo besos en mi cuello.
63
—Avery —gemí, mis manos llenas con las apenas cubiertas nalgas.
Mierda, sus bragas eran de encaje.
—¿Hmmm? —Tarareó; la vibración recorrió mi sistema nervioso y se alojó
en mi pene. Se meció gentilmente hasta que me había puesto directamente en el
calor entre sus muslos.
Trataba de matarme. Era la única explicación lógica. —¿Estás despierta?
—Sí —dijo, arrastrando sus labios por mi clavícula.
—¿De verdad? —siseé cuando sus dientes rozaron levemente mi piel.
Maldición, se sintió bien—. ¿Sabes lo que haces?
Se deslizó más abajo sobre mi cuerpo; la fricción era tan buena que mi
cadera se movió hacia ella. Sus dedos trazaron las líneas de mi abdomen.
—¿Quieres decir, si me encuentro al tanto de que estoy encima tuyo?
¿Besándote?
—Sí, eso. —Una de mis manos acunó la parte de atrás de su cabeza
mientras que la otra empuñaba las sábanas a mi lado.
—¿Si me doy cuenta que estás duro por mí? —susurró, mirándome por
debajo de sus pestañas con ojos tan azules que rivalizarían con el cielo de
Colorado.
—Eso también. —Mi pene se contrajo de acuerdo.
—Sí —dijo, antes de besarme hasta mi estómago
Mierda. Sus labios en mi piel era la más exquisita tortura.
—Siempre he querido hacer esto —dijo, justo antes de trazar las líneas de
mi abdomen con su lengua.
Contuve el aliento mientras cada músculo de mi cuerpo se tensó. Ella era
cada fantasía que había tenido hecha realidad.
—Tu cuerpo es increíble. Estoy segura que te lo han dicho un millón de
veces…
Demonios, no.
Le di la vuelta tan rápido que aterrizó con un ohhh debajo mío. Entonces
estiré sus dos brazos sobre la cabeza y me puse entre sus piernas. —Nada importó
antes de ti. Nadie importó antes de ti. ¿Comprendes?
Asintió, tirando su labio entre sus dientes.
Me incliné y lo chupé. —Hablando de cuerpos increíbles... —Mis manos
siguieron sus curvas, su cintura estrecha y su cadera caliente.
—Dios, lo que me haces, Avery.
Sus labios rodaron en mis manos, y puse mi boca en su cuello, amando su 64
jadeo, la forma en que suavemente dijo mi nombre. Cada pequeña emoción o
sonido que hizo me dejó más eufórico, me tensó más. Mi camiseta se encontraba
amontonada un poco más arriba de su cintura, dejando su estómago desnudo
para mis labios. La besé hasta su vientre, dejando mi lengua y mis dientes un
poco más cuando ella lloriqueó. La piel justo sobre el hueso de su cadera era la
más sensible, así que la tuve retorciéndose debajo mío en pocos minutos.
—River —gimió, con sus dedos en mi cabello, apurándome.
—Quiero tocarte tanto —admití, respirando en el borde de sus bragas
azules de encaje.
—Entonces tócame.
Sus palabras me enviaron a un nivel de necesidad que no había conocido.
Quería rugir para marcarla como mía, y dejar al mundo saber que esta mujer
confiaba en mí lo suficiente para dejar que pusiera mis manos en ella. Corrí mi
mano por su muslo, mis ojos trabados en los suyos buscando la primera señal
que dijera que ella no quería esto. Mis dedos rozaron la línea de su ropa interior
y se deslizaron dentro hasta que...
Toc, toc, toc.
—No me jodas —murmuré—. ¿Qué? —dije mientras Avery se reía debajo
de mí.
—¿Señor Maldonado? Soy de la aerolínea.
Dejé el cálido refugio del cuerpo de Avery y caminé a través del cuarto,
abriendo la puerta. —¿Maletas?
—Aquí —dijo, con sus ojos amplios. Tomé las maletas de sus manos y las
puse detrás de la puerta, al tanto de que mi ropa interior no hacía nada para
cubrir mi erección.
—¿Puede firmar? —preguntó.
Garabateé mi firma sobre el papel. —Gracias por traerlas —le dije y cerré
la puerta.
Avery se había sentado en la cama, su cabello despeinado en un lío
glorioso y mi camiseta estirada para encontrarse con sus muslos. No podía
esperar para quitársela. Me sonrió y curvó su dedo.
Demonios, sí.
Otro golpe en la puerta sonó y maldije. —¿Ahora qué? —pregunté y abrí
la puerta.
Bishop ya se encontraba completamente vestido, parado allí con sus
brazos cruzados. Dio un vistazo y retrocedió suspirando. —Juega después, 65
hermanito. Tenemos cosas que hacer. Nos vamos a reunir con Knox en media
hora.
—¿Media hora? —chilló Avery y corrió al baño, arrastrando su pequeña
maleta con ella.
—¿En serio no me podías dar otra hora? —le pregunté mientras cerraba la
puerta.
—Considéralo un pago por bloquear mi pene con Sarah Ganston.
—¡Tenía catorce años! —grité mientras me alejaba.
—Nada personal —dijo, repitiendo mis palabras exactas cuando había
sido enviado a buscarlo por romper el toque de queda.
Me vestí con ropa limpia y después esperé a Avery. Tal vez tengamos todo
el día planeado pero lo único en mi agenda para esta noche era ella.

***

—Esto es asombroso —susurró Avery mientras observábamos la casa club


del equipo Legacy como ellos le llamaban cariñosamente.
—Bash utilizó todos sus recursos —dijo Knox mientras hizo un gesto hacia
la habitación principal del complejo que se jactaba de tener ventanas del piso al
cielo y una vista impresionante hacia las montañas—. Él quería estar seguro de
que el equipo de Legacy tenía todo lo que necesitaba.
—¿Qué hay acerca de la gente? —preguntó Bishop, sus ojos siguiendo las
oficinas de cristal en un lado y las mesas de comedor gigantes al otro.
El complejo era enorme. Cocinas dobles, áreas para comer, oficinas, una
sala de estar genial, gimnasio y habitaciones suficientes en la planta baja hacia la
salida para cada miembro del equipo de veintidós miembros propuestos.
—No voy a mentir, estamos cortos —nos admitió Knox—. Pero tanto
Emerson como Bash están trabajando en ello, y hemos llamado a todos los hijos
de los bomberos de Legacy. Hasta ahora todos han dicho que volverán a casa,
pero lo sabremos mañana.
—¿Qué hay mañana? —preguntó Avery, enlazando sus dedos con los
míos.
—La reunión del concejo —respondió Knox—. Tenemos que presentar el
equipo. Si tenemos los números, tomaremos el nombre Legacy.
—¿Y si no? —pregunté.
—¿Has visto fallar alguna vez a Bash? —respondió Knox.
66
—¿Alguna vez has visto fallar a alguno de nosotros? —repliqué.
—Exactamente.
Casi podía sentir a Avery rodando sus ojos. —Bien, digamos que el
infierno se congela y su infalible masculinidad no es suficiente. ¿Entonces qué?
Knox le sonrió. —Me gustas.
—No lo hagas —dije.
Avery dio un vistazo entre él y yo. —¿Todos tus amigos se ven tan bien
aquí? Porque si es así, entonces Colorado de verdad es una buena idea...
Mi boca colgó abierta por un segundo mientras ella me sonreía. —Tal vez
viajar a diario desde Alaska es buena idea.
Knox se rió. —Si no tenemos los números, entonces aún formaremos el
equipo, solo que no estará bajo la misma bandera.
—La de sus papás —dijo Avery.
—Correcto.
—De cualquier manera, estamos dentro —respondió Bishop—, aunque no
tengamos el nombre de Legacy, este es aún su equipo. Su montaña.
—Es bueno saberlo —dijo Knox—. Ahora vayamos a la parte divertida.
Síganme.
Caminó delante de nosotros, guiándonos a una de las oficinas con un
mapa de Legacy en la pared. —¿Estás bien? —preguntó Avery en voz baja en
tanto lo seguíamos.
—Sí.
—Estás tenso.
Traté de relajarme y fallé. —La única razón por la que estoy dispuesto a
dejar Alaska y arriesgarme a perderte es porque es el equipo de mi papá. Es el
que no nos dejaron reintegrar hace años y si tenemos la oportunidad ahora...
—Tienes que aprovecharla —terminó, mirándome con comprensión y una
sonrisa suave—. Lo entiendo e incluso te respeto más por eso.
—Pero si no es el equipo de Legacy auténtico, ¿entonces qué estoy
haciendo?
Apretó mi mano. —Espera y mira cómo va mañana y después responde
esa pregunta. Por ahora... —Se calló, mirando hacia donde Bishop estaba de pie
al lado de Knox en el mapa.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Podemos fingir por un par de días? 67
—¿Fingir qué? —Mi mano libre ahuecó su cara, sosteniéndola para que no
mirara lejos.
—¿Que esto es un hecho? ¿Que es seguro que vendré aquí contigo? —Un
leve indicio de pánico se arrastró en sus ojos.
—¿Solo fingiremos? —le pregunté suavemente.
—No quiero que sea así, pero tú y yo sabemos que es mucho más
complicado de lo que queremos admitir.
La besé dejando que mis labios prometieran lo que mi corazón temía.
—Sí. Podemos fingir. Tal vez te dará una mejor idea de cómo sería si te
abrieras a la posibilidad de que la vida existe más allá de los límites que has
aceptado.
Trago y asintió. —Bueno, ¿vamos? —Asintió hacia la oficina. Apreté su
mano en respuesta y después entré con ella a mi lado.
—¿Están bien? —preguntó Bishop, estrechando sus ojos hacia mí.
—Fantástico —dije, llevando a Avery hacia el mapa.
—Bien, aquí viene la parte divertida. Bash está más que forrado. Él sabía
lo que costaría trasladar un equipo Hotshot completo hasta acá, y una vez que se
dio cuenta la semana pasada que iban a ser chicos de Legacy, bueno... hizo unas
cuantas llamadas a los agentes de bienes raíces.
Bishop y yo nos miramos. Se encogió de hombros.
—Eso quiere decir que puedes o bien tomar la bonificación que cubrirá la
casa que te gustaría comprar o que él te entregará una de las once que ya ha
comprado.
—¿Mierda, en serio? —pregunté, aturdido.
—En serio —respondió Knox—. No iba a dejar que nada se interpusiera
en el camino. Claro que aquí hay cuarteles, pero si traes a tu familia —Miró a
Avery—, entonces quiere asegurarse que la transición será tranquila. Créeme, el
dinero no es nada para él.
—Tecnología —respondió Avery a la pregunta no dicha—, vendió algunas
aplicaciones e invirtió muy bien.
—Obscenamente bien —agregó Knox.
—Al parecer —dijo Avery ampliando sus ojos.
—¿Qué dices? ¿Quieres ir conmigo en busca de una casa? —Vamos Avery,
finge.
—Sí, quiero —dijo con una sonrisa que rivalizaba con el sol.
68

***

Cinco horas después, la alimenté dos veces, le mostré algunos de mis


lugares favoritos alrededor del pueblo e incluso la llevé a la oficina del periódico.
El viejo señor Buchanan seguía a cargo, pero le dijo que buscaba un nuevo
reportero/editor/diseñador gráfico.
—La vida en un pueblito —le dije mientras caminábamos de nuevo hacia
la camioneta del equipo que nos había dejado Knox. La cosa era completamente
nueva y con el clima era perfecto descapotarlo.
—Me encanta. —Se quitó sus lentes de sol mientras se ponía el cinturón
en el asiento del pasajero—. Y gracias por llevarme a la escuela secundaria. Addy
quería fotos.
—Un placer —le dije mientras conduje hacia la calle principal—. ¿Cómo
está?
—Dice que la tía Dawn tiene todo bajo control. Igual, estoy segura que si
la casa se estuviera quemando, no me lo diría.
—Sabe que necesitas un descanso —dije—. ¿Cuál es la siguiente casa?
Apretó el papel mientras el viento lo agitaba. —Avenida Pine 615.
Puse la dirección en el GPS y giramos a la izquierda dirigiéndonos al borde
del pueblo. —No estoy seguro de donde es eso.
—¿Ha cambiado mucho desde que te fuiste?
—Hay más cosas aquí. Terminaron mucho de la reconstrucción antes de
que me fuera para Alaska, pero también ha habido crecimiento. Apuesto que ya
estamos en los cuatro mil habitantes.
—Es hermoso —expresó, con los ojos en las montañas alrededor nuestro
mientras dejábamos los límites del pueblo.
—¿Qué piensas sobre las primeras seis casas que vimos?
—Son lindas. No exactamente en dónde te… nos imaginaría viviendo —
corrigió—. Un poco a la moda, muy cerca una casa de la otra.
—Estoy de acuerdo. Quiero un trayecto sencillo hasta la casa club, pero
creo que Alaska me estropeó. Me gusta estar lejos de la gente.
—Te has convertido en un salvaje —bromeó.
—Solo un poco —repliqué.
Nos adentramos más hacia las montañas hasta que nos alejamos unos
cinco kilómetros del pueblo. —Pine —dije, dando vuelta hacia un camino
polvoriento. 69

—Es mucho más tu tipo —bromeó, alcanzándome para frotar mi nuca.


El camino nos llevó otro kilómetro y medio antes de que una casa
apareciera al lado izquierdo de la carretera. —Guau —suspiró Avery.
Guau, de verdad. Fuimos hasta el largo camino de entrada y aparcamos. Era
un estilo a cabaña de madera, similar a mi casa en Alaska, pero más grande.
—Él dijo que era una construcción nueva —le dije mientras salíamos del
Jeep—. El patio aún no está terminado.
Ella miró alrededor del jardín frontal. —Tendrías que poner allí algunos
macizos. Yo podría plantar algunas flores magníficas. Esas lo suficientemente
altas que darían color hasta el nivel del pórtico.
Entrelacé nuestros dedos mientras subíamos los escalones hasta el pórtico.
—¿Mecedoras? —pregunté.
Sacudió la cabeza. —Un columpio.
—Un columpio —concordé, mientras marcaba el código en la caja de
seguridad. La puerta se desbloqueó y giré la manija. Entonces, antes de que
pudiera detenerme a pensarlo, levanté a Avery en mis brazos; su peso se sentía
ligero en mi pecho.
—¡River! —Se rió—. No estamos casados.
—Fingir, ¿recuerdas?
Rodeó mi cuello con sus brazos mientras la llevaba adentro. —Guau —
dijo.
—Ya dijiste eso —le dije mientras absorbíamos el interior de la casa.
—Puede que lo diga como doce veces más.
La entrada y la sala grande se hallaban abiertas a la segunda planta, donde
había un pasillo que conectaba una suite de habitaciones con otras por encima de
nosotros. Había más ventanas que muros, todos con vista a la cordillera y el
bosque.
—Es como si fuéramos los únicos en el planeta —dijo al dejarla en el suelo.
Caminamos sobre los pisos de madera de lo que estaba decorado como la sala de
estar, para disfrutar de la vista desde las ventanas y la puerta corrediza que iba
del techo al suelo.
—¿Quieres explorar?
Asintió con entusiasmo y se fue. Como era común en el curso de mi vida,
todo lo que podía hacer era seguirla.
Había una cocina gourmet equipada con electrodomésticos, un comedor,
un sótano completo con salida al exterior, y eso fue antes de dirigirnos arriba. 70
Toda la casa estaba puesta en escena para ser vendida, y a pesar de que el
mobiliario no era exactamente de mi estilo; el espacio, sí.
—Guau —dijo Avery nuevamente cuando entramos al dormitorio
principal. Estaba separado de los otros tres por el puente por el que habíamos
pasado bajo las escaleras. Había una cama contra la pared del fondo, dos
vestidores, un baño principal gigante, y una pared entera de ventanas que daban
vista sobre las montañas, reflejando la planta baja. Una puerta conducía a un
balcón privado, y nos acercamos a él, ambos apoyados contra la barandilla que
nos sostenía tres pisos arriba—. Nunca he visto algo tan hermoso —dijo,
enganchando los mechones sueltos de su moño, detrás de sus orejas.
—Yo tampoco —dije, sin apartar la vista de ella. Seguía siendo mi Avery,
pero aquí, la sentía más libre, menos cargada de cosas. No podía evitar
preguntarme cómo florecería si se le permitiera la libertad de definir quién es sin
que otros le dijeran qué hacer.
—Puedo verlo —dijo suavemente, volviéndose para mirarme.
—¿Ver qué? —Estaba desesperado por saber cómo se imaginaba la vida,
cómo lucía esta casa, este lugar, a través de sus ojos, porque todo lo que yo veía
era a ella.
—Puedo ver cómo sería vivir aquí. Podría trabajar en la oficina del
periódico, y Addy podría ir a la escuela secundaria. Veo el nuevo comienzo con
tanta claridad como puedo oler la pintura nueva, y es…
—¿Aterrador? —ofrecí.
—Hermoso. Es una imagen tan hermosa. Puedo verte aquí, preparando el
desayuno en esa cocina, despertándome en las mañanas con suaves besos.
—Eso es exactamente lo que quiero —dije.
—Esta casa es para ti. Deberías tomarla. —Su perfil se hallaba enmarcado
por los rayos del sol, dorados en la luz de la tarde, mientras miraba hacia el patio
trasero, que terminaba en un bosque, árboles y las montañas que amaba casi tanto
como la amaba a ella.
—Esta casa podría ser nuestra —dije, tomando su mano—. Te quiero aquí,
durmiendo en esa habitación. Besándome en la cocina, acurrucándonos en el sofá
mientras vemos algo horrible en Netflix. Quiero explorar estas montañas contigo,
hablar contigo, reírme contigo, hacerte el amor. —Llevé sus dedos a mi boca,
besando cada uno mientras ella separaba sus labios—. Quiero hacer una vida
aquí contigo. No se trata solo de dejar atrás a mi mejor amiga, sino de lo que
tenemos entre nosotros, de lo que puede ser si nos damos una oportunidad.
Mi pecho se tensó mientras esperaba a que respondiera, sus ojos
moviéndose de los míos al paisaje. Había tenido tanto cuidado con ella estos 71
últimos siete años, cauteloso con mis sentimientos y cuánto le dejaba saber. Pero
dejarlo todo al descubierto era tan liberador como aterrador.
Prefería estar en un incendio. Al menos esas eran las llamas que sabía
cómo combatir. En cambio, Avery… le dejaría quemarme si lo quisiera.
—Es un sueño hermoso —dijo suavemente.
—Un sueño que puede ser realidad. —No te rindas, Avery.
Suspiró. —¿Y Addy?
—No están obligadas a vivir conmigo. Lo sabes. Pero hay mucho espacio
aquí. No quiero nada más que despertar a tu lado cada día, y la habitación al final
del pasillo a la izquierda tiene una gran vista que creo que a ella le gustaría.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¿Harías eso? ¿Vivir con Adeline?
—Adeline es también como mi hermana pequeña. No tengo problemas en
ayudarte a criarla. Ya has hecho un maldito buen trabajo, y me encantaría aliviar
algo de eso. Además, su habitación estaría al final del tercer piso, por lo que sería
muy difícil que un chico logre entrar.
Rió, dos lágrimas corrieron por su rostro. —No sé qué decir.
Las limpié con mis dedos. —Di que sí. Di que tomarás la decisión más
alocada y vendrás conmigo. Di que saltarás conmigo. Por una vez, hagamos algo
temerario.
—¿Cómo puedes estar tan seguro de que funcionará?
El miedo en sus ojos podría haberme detenido, si no fuera por ese brillo
pequeño de esperanza que vi en ellos, y de ahí fue de donde me sostuve.
—Porque ya eres mi relación más duradera. Has sido siempre la mujer que
he puesto antes que todos los demás. Nunca te haría daño, nunca te traicionaría,
nunca me alejaría de tu cuerpo si supiera que sientes lo mismo.
—¿Y cómo te sientes? —susurró, abriendo la puerta por la que yo había
hecho hasta lo imposible por mantener cerrada todos estos años.
—Avery, ¿no te das cuenta de que estoy completa y locamente enamorado
de ti? —No esperé su respuesta, simplemente sellé mi boca con la suya y le mostré
lo que significaba cada palabra.

72
8
Traducido por Gesi
Corregido por Laurita PI

Avery
Su lengua consumía mi boca de la forma en que sus palabras invadían mi
alma; completamente y sin disculpas.
Su confesión logró lo que pensé era imposible, y derrumbó cada una de
mis defensas contra él. Esto no era una aventura amorosa; esto era River. Mi
River.
73
Dios, el hombre podía besar. Era una descarada y carnal exploración que
me hacía arquear contra él, extendiéndome hacia su cabeza para sostenerlo más
cerca. Me agarró por debajo del trasero, alzándome con facilidad, y mis piernas
se envolvieron alrededor de su cintura.
Nos condujo dentro de la habitación y nos dirigió a la enorme cama con
dosel que se situaba en el centro del dormitorio, ni una vez rompiendo el beso o
haciendo una pausa. Nos bajó al colchón, y mis sentidos se encendieron. La
sensación de la colcha de piel debajo de mí, combinada con el sabor de River, su
olor y su peso mientras descansaba entre mis muslos se unieron para despertar
cada terminación nerviosa. La necesidad que me invadió esta mañana se
multiplicó por diez demandando ser apaciguada.
Me besó más profundo, con cuidado y con pasión a conciencia controlada.
Sentí su restricción en la tensión de sus brazos, en la flexión de sus dedos. Me
quería, pero no iba a hacer nada para lo que no me sintiera totalmente preparada.
Saberlo resultaba embriagador, relajante y apasionante, todo al mismo tiempo,
porque sabía que me daría lo que sea que quisiera.
Y me amaba.
La dulzura invadió mi pecho y emergió al exterior, persistiendo en mis
miembros hasta que sus manos acariciaron mi caja torácica, y entonces el deseo
se impuso.
Estiré los brazos por encima de mi cabeza, instándole en silencio a que
sacara mi blusa.
—¿Estás segura? —preguntó.
—Quiero tus manos sobre mí —susurré contra su boca, con delicadeza
tirando de su labio inferior con los dientes—. Aquí. Ahora.
Esta debería ser su casa. No tenía dudas. Por este momento también era la
mía, porque él se hallaba aquí. Sin importar qué pasará con nosotros en los
próximos meses, deseaba esto con él. Quería que tuviera un pedazo de mí,
incluso si era solo en un recuerdo.
Mi camisa azul salió con poco alboroto, y entonces River respiró.
—Increíble —susurró mientras enmarcaba con las manos mis pechos
cubiertos de encaje. Su boca colisionó con la mía, una nueva sensación tomó el
control.
Sus pulgares rozaron mis pezones endurecidos a través del encaje, y me
presioné dentro de sus manos, necesitando más.
Su mano se deslizó bajo mi espalda mientras me arqueaba, y con un simple
74
movimiento de sus dedos, desató mi corpiño. Con un movimiento de mis brazos
cayó al suelo, y luego su boca llegó a mí, atrayendo el pezón en su boca.
—¡River! —grité mientras trabajaba en la carne sensible. Mis muslos
inquietos lo acariciaron. Nunca había estado tan excitada con unos pocos toques,
nunca tan desesperada por desnudar a un hombre… pero nunca había estado
con River—. Quítatela —demandé, tironeando de la tela de su camisa.
Se sentó en sus talones con una sonrisa engreída. —Tus deseos son
órdenes —dijo, agarrando la camisa por el cuello y sacándola en un solo fluido
movimiento.
Mi cerebro no tenía palabras para describirlo; el corte de sus músculos, el
profundo bronceado de su piel caliente, el deseo que oscurecía sus ojos. Era la
definición de sexo, y ahora mismo era mío.
Pateé mis sandalias mientras él se extendía encima de mí de nuevo,
descansando su peso a un lado así no me aplastaba. —Eres exquisita —dijo,
corriendo la boca a lo largo de la parte inferior de mi mandíbula.
Escalofríos recorrieron mi cuerpo, mis caderas se mecieron de forma
involuntaria.
—Tan malditamente sexy y por fin mía. —Sus palabras se hicieron eco de
mis pensamientos mientras me besaba de nuevo, borrando cada pensamiento
más allá de su cuerpo y la magia girando a mi alrededor. Si me sentía así de
perdida después de algunos besos, cómo me sentiría cuando él…
—¡River! —jadeé cuando sus dedos se deslizaron más allá de la cintura de
mis pantalones cortos.
—Dime que no —susurró mientras esos dedos alcanzaban las bragas.
—Pero entonces te detendrías —dije, moviendo mis caderas para
encontrarlo.
—Esa es la regla, sí.
Su mano se detuvo encima de dónde más lo necesitaba, donde un latido
silencioso palpitaba.
—No te detengas —le dije mientras mis manos se enhebraban a través de
su cabello. Amaba la textura sedosa, la forma en que se deslizaba entre mis dedos.
—Avery. —Mi nombre era una plegaria en sus labios cuando sus dedos
me separaban y frotaban mi clítoris.
Grité, moviendo mis caderas, arqueando mi espalda, tensando mis dedos
en su agarre.
Su respiración se entrecortó en su pecho. —Dios, si supieras la cantidad de
veces que fantaseé con esto. —Hizo un círculo en mi clítoris de nuevo, luego
ligeramente lo rodó. 75
Gemí y lo besé mientras una de mis manos se clavaba en los músculos de
su hombro. —¿Se encuentra a la altura de la fantasía? —pregunté, apenas siendo
capaz de retener un pensamiento mientras me presionaba. Una ola de placer me
atravesó como si fuera electricidad, y la tensión arrolló mi vientre. Casi no existía
espacio entre nosotros, pero deslizó un dedo dentro de mí y mi espalda se separó
de la cama.
—No hay comparación. Eres más caliente, más húmeda… —Sacó la mano
de mis pantalones entonces, ¡santa mierda!, se lamió el dedo que tuvo dentro de
mí—. Más dulce de lo que alguna vez imaginé.
—Más. —Fue la única palabra que pude decir porque era lo único que
anhelaba. Había tenido sexo antes, no era una monja, pero nunca sentí esta
necesidad intensa, esta desesperación por alguien.
Se deslizó con besos por mi vientre, luego con un golpecito abrió el botón
de mis pantalones, los bajó por mi trasero y luego por las piernas. —Estos
también se tienen que ir —dijo, y mis bragas le siguieron.
No sentía timidez, ni torpeza mientras me miraba como si necesitara
memorizar este momento. El deseo en sus ojos era suficiente para hacerme sentir
como una diosa descarada. Sus manos comenzaron en mis pechos, apretándolos
con la cantidad justa de presión, luego las serpenteó por mis curvas, sobre mis
muslos hasta alcanzar el trasero.
No apartó la mirada mientras llevaba la boca a mi centro. Grité mientras
me lamía y me succionaba, me hizo el amor con los dedos y luego con la lengua.
Mi mente perdió todo el control sobre mi cuerpo mientras me adoraba. Me mecí
contra su cara, amando los arañazos de la barba contra el interior de mis muslos.
Mis manos se empuñaron en las sábanas, luego en su cabello, cualquier cosa a la
que pudiera agarrarme mientras desvergonzadamente me deleitaba en cada
sensación que se disparaba a través de mí.
Me lamió hasta que mi cuerpo se puso tan tenso que apenas podía
soportarlo, la necesidad de liberación retumbaba en mí. Fue tan malditamente
bueno, un placer casi insoportable hasta que me rompí en mil pedazos de luz, su
nombre fue la única palabra en mi lengua.
Sus labios se deslizaron hacia arriba por mi cuerpo, sobre mi ombligo,
entre mis pechos, hasta que hallaron los míos con un beso sorprendentemente
tierno. —Dios, me encanta —gimió.
—¿Qué parte? —Mi sonrisa era débil mientras luchaba por recuperar la
respiración.
—Todas. Tus reacciones, tu sabor, la forma en que dices mi nombre. Dios,
especialmente eso.
76
—River —susurré y besé su cuello.
Gruñó. —Sí, eso.
—River —repetí, explorando con mis manos los gloriosos músculos de su
espalda. Su piel se sentía como cálido satén envuelto sobre duro acero. Jadeó
mientras mis dedos trazaron las líneas que conducían a sus pantalones cortos—.
Sácatelos.
Unos movimientos rápidos y se encontraba desnudo, sentí el calor y el
peso de su erección en el lugar que descansaba sobre mi muslo.
—¿Estás segura? —preguntó, mirándome profundamente a los ojos, su
pulgar acariciando mi labio inferior.
—Sí. Quiero que seas mío —respondí, luego besé su pulgar.
—Ya soy tuyo en cada forma posible. —Me besó, reanimando la llama que
estaba segura mi orgasmo apagó.
Un rasgón del papel de aluminio, y estábamos protegidos.
Me levantó con facilidad, dándonos vuelta para que me posicionara a
horcajadas sobre sus muslos mientras se sentaba. Me dio el precioso regalo del
control, y me deleité en la habilidad que tenía para volverlo salvaje. Corrí la mano
a lo largo de su longitud, deseando haberme tomado el tiempo para saborearlo
antes.
Acunó mi cara entre las manos cuando me elevé en mis rodillas y lo guié
a mi entrada. Con la mirada conectada, las respiraciones desordenadas y los
corazones martillando, descendí con lentitud, tomándolo en mi interior,
centímetro a centímetro. Se tragó mi grito con un beso profundo, y estábamos
unidos en cada forma posible. Mi carne se estiraba para acomodarlo, y él
permanecía inmóvil mientras me ajustaba a su alrededor.
Pero entonces no era suficiente. No cuando estaba tan lleno, tan duro
dentro de mí.
Sus manos sostuvieron mis caderas cuando comencé a moverme, su agarre
ahondando en mi carne mientras lo montaba. —Te sientes. Tan. Perfecto —dije
entre deslizamientos.
—Nos —corrigió, besando mi cuello—. Nos sentimos perfectos.
Y era así. No era solo sexo, era como cumplir con la unión que nuestros
cuerpos exigían porque nuestras almas siempre lo hicieron. Las líneas de su
rostro se tensaron mientras él se concentraba en nuestros movimientos, la
transpiración hacía que nuestra piel resbalara mientras nos mecíamos uno contra
otro, el placer me atravesaba con cada movimiento.
Su mano se apartó de mi muslo para mover el pulgar sobre mi clítoris, los 77
nervios hipersensibles. —No tienes… —jadeé mientras lo presionaba y luego
hacía círculos de nuevo. Traté de reunir mis pensamientos antes de volver a
hablar—. No tienes que… No creo que pueda…
—Sí puedes —dijo, su cálida respiración en mi oído. Con la mano libre
buscó mi coleta, envolviéndola alrededor de su puño mientras gentilmente tiraba
mi cabeza hacia atrás. Su boca atacó mi cuello, lamiendo y succionando cada
lugar sensible—. Tengo siete años de fantasías, Avery. Siete años de imaginar la
forma en que gritarías mi nombre, lo apretado que me envolverías cuando me
deslizara dentro de ti. Siete años de querer sentirte viniéndote a mi alrededor.
Tengo más que suficiente para llevarte allí de nuevo.
Gemí, ya sintiendo esa tensión comenzando a construirse. Cambió nuestro
ángulo para que pudiera empujar más profundo, nuestros cuerpos ondulando en
perfecto ritmo. Era como si hubiéramos hecho el amor por años, tan en sintonía
y en sincronía.
—Te amo —gimió—. Nunca voy a tener suficiente de esto, nunca voy a
tener suficiente de ti.
Sí, más. Aceleré el ritmo, hasta que mi mundo era una mezcla de
sensaciones y River; su respiración, su cuerpo, su aroma, su corazón. Mi orgasmo
se construyó hasta que me encontraba lista para demolerme. —River —supliqué.
—Sí —siseó, entonces condujo su boca a la mía. Unos pocos movimientos
hábiles de sus dedos y me deshice; mi grito fue tragado por el beso.
En el momento en que comencé a caer sobre él, giró colocándome sobre
mi espalda. Nuestro beso se profundizó, se introdujo dentro de mí deslizándose
a un ritmo que me hizo volver a gritar, mi orgasmo regresó con nuevas réplicas.
Gritó mi nombre mientras se vino, sus músculos esforzándose por encima
de mí, y a través de la neblina de mi placer, no podía pensar en nada más que en
lo hermoso que era.
Después de un beso, colapsó rodándonos de lado.
Nuestras respiraciones eran irregulares mientras nos mirábamos fijo.
—Creo que podríamos ser demasiado buenos en esto —dije.
Sonrió y mi corazón se estrujó; gritando una emoción que no podía —no
quería— nombrar.
—Sí, pero creo que podría haber margen para mejorar con práctica.
—Montón de práctica —asentí.
—Tanto como puedas manejar —prometió, besando mi nariz. Entonces
todos los rastros de risa se esfumaron—. Eso fue… No tengo palabras para
describirlo. Perfecto no es suficiente.
Extraordinario. Alucinante. —Perfecto es casi correcto. 78

Me besó, sosteniéndome como si fuera infinitamente valiosa para él.


—¿Hola? ¿River? —Una voz femenina llegó desde la planta baja.
Buscamos ropa, nos vestimos mientras gritó: —¡Un minuto!
Me tropecé tratando de ponerme las sandalias, donde River apenas me
atrapó antes de que cayera al suelo.
—Todo lo que quería era…
—Perfección —dije, besándolo ligeramente una vez que estábamos bien—
. La tuvimos. Ahora vamos a ver quién es.
Bajamos las escaleras de la mano para encontrar a una pequeña rubia
curvilínea en la cocina examinando la nevera. Se giró cuando nos escuchó, sus
ojos verdes se ampliaron de alegría. —¡Oh por Dios!
—¿Harper? —preguntó River.
Por la forma en que saltó a su abrazo, supuse que lo era.
La depositó en el suelo y ella se giró hacia mí, envolviéndome en el mismo
cálido abrazo. —¡Tú debes ser Avery! —Se alejó y sonrió—. Bishop dijo que
ustedes se encontraban básicamente predestinados para las paredes de la
cafetería. Soy Harper. La hermana de Ryker.
—¿Paredes de la cafetería? —pregunté mientras River me deslizaba debajo
de su brazo—. ¿Ryker?
River besó la cima de mi cabeza. —Aún no has conocido a Ryker. En este
momento se encuentra en un incendio con Bash. Son de la edad de Bishop, pero
me gradué con Harper. Y la cuidad tiene una pequeña tradición; tallamos
nuestros nombres en la pared de la cafetería cuando estamos listos para declarar
amor eterno.
Mi corazón se derritió. —Eso debe ser lo más dulce que he escuchado.
Harper suspiró. —En verdad lo es. Hasta que hay un divorcio o una
aventura y ves a alguna enloquecida esposa cavando en la pared con una navaja.
River asintió. —Eso sucede. Harper, me encanta verte pero, ¿qué te hizo
venir hasta acá?
—Oh, bueno, Knox me dijo que los interruptores no estaban encendidos
aquí, y cuando no volviste, pensaron que no querrías perderte en la oscuridad si
te quedabas más tarde.
—¿Cómo sabías que nos encontrábamos en esta? —preguntó.
—No lo sabía. He revisado otras cuatro casas —admitió—. De cualquier
79
forma, los disyuntores están encendidos ahora, si los dos quieren regresar al…
—Gesticuló hacia nosotros—… asombroso sexo que estaban teniendo.
Me atraganté mientras mis ojos se ampliaban. —No estábamos…
Nos apuntó con la mano. —Tu camisa está al revés. Como sea. La
ceremonia es mañana a la tarde, y luego la reunión del consejo es mañana por la
noche, así que ustedes dos pueden juguetear todo lo que quieran.
Quería morir. Era como esa pesadilla donde eras atrapada en la escuela
sin ropas… excepto que las mías las tenía colocadas del revés y esto era real.
—Gracias por venir a vernos. ¿Alguien más sabe que nos hospedamos
aquí?
Inclinó la cabeza. —Puede que Magnolia. ¿Debería decirle a Knox que te
quedarás con esta?
—Knox, ¿eh? —River sonrió.
Se puso más colorada que la blusa que vestía. —Cállate.
River rio, todo su pecho retumbó. —Es bueno ver que no ha cambiado
mucho aquí. ¿Emerson ha perdonado a Bash?
—¿Cómo lo sabes?
—Oh, vamos. Emmy y Bash son un hecho. Tanto como tu bailando
alrededor de Knox y rezando para que tu hermano y él no se den cuenta.
Entrecerró los ojos hacia él. —Ay. Has estado en la cuidad por solo un día.
—Entonces me miró, una pequeña sonrisa jugando en sus labios—. Tú y yo
vamos a ser grandes amigas. Necesito a alguien en mi equipo contra este tipo.
Asentí. —Creo que podemos manejar eso. —Me gustaba su franqueza, la
forma en que no se andaba con rodeos, y me encantaba la forma en que no
coqueteaba con River. Entonces de nuevo, ya había visto lo caliente que era Knox,
y si River tenía razón, y esa era la forma en que su mundo se inclinaba, entonces
no podía culparla.
—Dile a Knox que tomaremos esta —dijo River—. ¿Crees que tenemos los
números para esta reunión de mañana?
Su sonrisa se esfumó. —Los tendremos, de una u otra forma.
La determinación en su rostro era la misma que vi en la cara de River a
través de los años, la misma que Knox demostró cuando nos condujo en el
recorrido por la casa club. Había acero en esta generación, una tenacidad que
sentía simplemente al mirarlos.
Tuve lástima por quién se interpusiera en su camino para volver a reunir
a su equipo.
80
9
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Miry

River
Tracé las letras en la lápida, el dolor envolviéndose alrededor de mi
corazón, indiferente ante el hecho de que pasaron ocho años desde que la
perdimos.
—Hombre, te extraño —le dije antes de levantar la mirada hacia donde se
encontraba Avery, con flores en los brazos—. Te hubiera amado.
81
—Soy un completo desastre.
—Eres mi completo desastre —la corregí. Después del par de veces que la
tomé en las últimas doce horas, estaba bastante seguro de que le resultaría difícil
discutir que no era mía.
Puso las flores en la tumba de mamá mientras me ponía de pie, luego se
metió entre mis brazos cuando los abrí para sostenerla. El cementerio se hallaba
en silencio, pacífico.
—Lamento que los hayas perdido a ambos.
—Me alegra que se hayan ido uno cerca del otro. Perder a papá en el
incendio, eso fue brutal, pero cuando el cáncer se la llevó un par de años
después… —Sacudí la cabeza—. Por un largo tiempo me pregunté si no estaba
maldito. Si se suponía que no debería tener nada bueno.
—Te mereces lo mejor —dijo, con voz suave.
—Todo cambió cuando te vi. Frustrada y con la cola de caballo hecha un
desastre, luchando con el hierro del neumático y las tuercas oxidadas.
—Ugh. Estuve al costado de la carretera por media hora.
Le quité el cabello del rostro, amando que lo llevara suelto y libre. —Eras
hermosa, y me enamoré de ti en ese momento.
Separó los labios. —¿Debido a que no pude cambiar un neumático? —
susurró.
—Porque no te rendiste. No había oportunidad de que pudieras quitar
esos tornillos, pero no te rendías. Cuando me di cuenta que criabas a Addy, te
ocupabas de tu padre… no había fuerza en este mundo que pudiera evitar que te
amara.
—¿Por qué no dijiste nada?
—No estabas lista y yo tenía miedo. Perdí todo lo que amé excepto a
Bishop. Cuando el incendio forestal llegó, cuando papá murió, hubo una parte
de mí que se marchitó, que comenzó a esperar la angustia. No podía mostrarlo,
por supuesto. Toda la ciudad se encontraba de luto, y dieciséis nos quedamos sin
padres. Indigo se quedó sin mamá. En nuestro dolor colectivo, no se nos permitía
colapsar, no cuando había tantos ojos sobre nosotros.
—River… —susurró, sosteniéndome con fuerza, apoyándome.
—Entonces comenzó la reconstrucción, y mamá se enfermó. Murió en el
verano de mi penúltimo año de preparatoria, y reabrimos la escuela para mi
último año.
—Luego Bishop y tú se mudaron a Alaska.
Apoyé la barbilla en la cima de su cabeza, amando lo bien que encajaba
conmigo. —Y ya conoces el resto. 82

—Me gustaría saber cómo termina.


Mi corazón se hundió, sabiendo tanto como amaba fingir que ella aún no
lo decidía en realidad. Porque tan feroz como era mi amor por este equipo y mi
familia, el suyo era igual de intenso por la suya, y no iba a dejar a su padre.
En un lugar que siempre me trajo tanta pérdida, no podía evitar
preguntarme si el mayor dolor estaba por venir.
—A mí también, cariño.

***

La ceremonia fue sombría. Bishop y yo tomamos la guirnalda por nuestro


padre, y luego la ubicamos en el nuevo monumento con las otras diecisiete.
Diez años después, todavía lo extrañaba muchísimo.
Fue de proporciones épicas, una fuerza de la naturaleza. En tantas formas
Bishop era igual que él, pero años de criarme lo endurecieron en formas que a
papá no. Donde papá era optimista, Bishop veía los obstáculos de todo. Donde
papá amó a mamá con la misma intensidad que yo sentía por Avery, Bishop se
alejaba de todos los que podían dejarlo.
Echando un vistazo a los otros chicos de Legacy, los que crecieron sin su
padre o madre, me di cuenta que las bajas de ese día fueron mucho más lejos que
los bomberos que descansaban en el cementerio Aspen.
Toda la ciudad perdió. Casas, negocios y recuerdos eran cenizas para el
momento en que el incendio acabó con nosotros, pero siempre se sintió como si
nosotros hubiéramos perdido un poco más. Tomamos nuestros asientos, y
sonaron las campanas: una por cada pérdida, cada sacrificio, cada elección que
fue tomada ese día que se dirigieron a las Montañas Legacy con las
probabilidades y el clima en contra de ellos.
Avery me tomó la mano, estabilizándome como siempre. Me concentré en
la sensación de sus dedos con los míos e intenté mantener los recuerdos a raya.
Pero los que eran más difíciles de pelear: la orden de evacuación, la forma en que
nos abrazó, en que besó a mamá. La forma en la que le dijo a Bishop que me
mantuviera fuera de problemas si él no estaba.
Mi determinación se agudizó con cada campanada. El concejo podría estar
asustado de la responsabilidad de tener otro equipo Hotshot. Podían negarnos el
nombre Legacy, y podían alegar que era para salvar el suave corazón de esta
ciudad.
83
Pero el equipo de Legacy fue una familia, y maldita sea, íbamos a
recuperarlo.
Mientras la ceremonia se despejaba, nosotros, los dieciséis, nos pusimos
en una línea, de cara al monumento, desde la más joven, Violet, que nunca
conoció a su padre, al mayor, Shane Winston, quien se encontraba en la
universidad cuando ocurrió.
Aquellos que no se nos iban a unir al equipo —los que eran muy jóvenes
o los que no tenían interés en ser bomberos— se fueron, hasta que solo éramos
los que nos uniríamos.
—¿Están seguros de eso? —preguntó Bash, Emerson a su lado. El tiempo
cambió al imprudente chico de pelo oscuro en un hombre más que testarudo.
Miré alrededor mientras todos asentíamos.
—Van a combatirnos con uñas y dientes —advirtió—. No quieren esto.
Están aterrados de lo que podría suceder. —Miró significativamente a nuestro
miembro más joven, que no podía tener más de veinte años.
—Estamos contigo, Bash —respondió Bishop a mi lado—. No nos van a
quitar esto.
—Estamos contigo —concordamos todos.
La suave sonrisa de Avery era forzada cuando bajé la mirada hacia ella, y
recé fervientemente para que se quedara, porque en ese momento supe que no
había forma de que pudiera irme.

84
10
Traducido por Jeenn Ramírez
Corregido por Naaati

Avery
—¿Quién es ese? —pregunto a Harper mientras miramos la casa club
abarrotada.
El equipo de Legacy había conseguido el número que necesitaba y el
consejo aprobó a regañadientes al equipo después de que Spencer, el único
sobreviviente del equipo original, apareciera y accediera a liderarlos.
85
—Es Ryker —respondió Harper—. Mi hermano.
—Claro —dije tratando de recordar nombres y caras—. Y al lado de River,
se encuentra Bash.
—Sí, Sebastian Vargas, pero todos lo llaman Bash desde pequeño. Y
Emerson es la morena de pie a su lado. Es mi mejor amiga.
—Demasiados nombres —murmuré.
Se rió y tomó un sorbo de su cerveza. —Lo aprenderás. No te preocupes.
El equipo es una familia gigantesca. Estamos juntos mucho, aprenderás.
Si permanezco aquí.
Cuanto más tiempo estuvimos aquí, más quería, más lo necesitaba. Me
encantaba todo sobre la pequeña ciudad, la gente, la tripulación... y River. Todo
lo que tenía que hacer era convencer a papá de que viniera, que tal vez el cambio
sería bueno para él también. River era más o menos un santo para ofrecerle a
papá que viviera con nosotros, pero tal vez llegaría a un lugar donde podría vivir
por su cuenta... y yo podría tener mi propia vida.
Los mensajes que Addy me había enviado decían que todo estaba bajo
control, así que tal vez era posible.
Sí. Podría hacerlo. Tal vez
—¿Qué sucede, Avery? —preguntó Bishop mientras se acercaba.
—¿Podemos dar un paseo? —pregunté, necesitando un consejo que no
viniera de River.
Frunció el ceño. —Por supuesto.
Me ayudó a levantarme y salimos por la puerta lateral de la casa club.
Inhalé hondo, agradecida por la tranquilidad que teníamos afuera. Me ardían los
pulmones, pero me estaba ajustando a la altitud. Más o menos.
—¿Qué vas hacer? —preguntó sin rodeos.
—No lo sé —contesté.
—¿Qué quieres? —preguntó—. No pienses en lo que quiere River o tu
padre, ¿qué quieres tú?
Pensé acerca de estos dos últimos días. La paz, libertad, felicidad pura que
sentí de la posibilidad de un nuevo comienzo con River. —Quiero estar aquí.
—Ahí tienes tu respuesta.
Me burlé. —Lo que quiero y lo que es posible casi nunca es lo mismo.
—Avery, si te encuentras dispuesta a dejar todo, mudarte de Alaska y
construir algo nuevo, entonces ya has cruzado la primera barrera. Bueno, eso y
arriesgar tu vida con la comida de River.
86
Sonreí. —De acuerdo, eso es algo. ¿De verdad crees que puedo convencer
a mi padre para que venga? Adeline está de acuerdo, pero no estoy sola en esta
decisión. No puedo dejarlos más de lo que tú dejarías a River.
Su cara se endureció. —Sabes que River es un hombre hecho y derecho. Si
no quisiera venir aquí, lo habría dejado en Alaska. Toma sus propias decisiones.
Claro que me siento feliz de que esté aquí conmigo. Si va a ser un bombero,
entonces lo quiero en mi escuadrón. Merece su propia vida, tú también.
—¿Y qué si vengo aquí y las cosas no funcionan con River? —pregunté, el
miedo de mi voz cada vez es más grande—. ¿Qué si dejo todo lo conozco atrás, y
vengo aquí, tenemos una horrorosa ruptura y lo pierdo de todas formas?
Sujetó mis hombros y se inclinó para mirar mis ojos. —Ese es un riesgo
que tendrás que tomar. Nada está garantizado en la vida, y claro que tampoco en
el amor. Pero puedo decirte que te ha amado desde que te conoció. No hay nada
que no te daría, nada que no haría para hacer que esto funcione. Ese tipo de amor,
aquel que está arraigado en una amistad tan profunda como la que tienen ustedes
dos, no es fácil de encontrar. Vale la pena la pelea. Te diré lo mismo que le dije.
Ustedes valen el riesgo.
—Gracias —dije suavemente.
—No me agradezcas. Tienes un gran camino por delante. Solo desearía
poder estar ahí para ayudarte con ello.
—¿No vas a regresar con nosotros? —Mi estómago cayó.
—Nah. Empaqué mis cosas antes de irme. River va a vender mi camioneta
y enviar mis cosas con las suyas. Bash necesita mi ayuda aquí. Tenemos mucha
recolección que hacer, y no hay mucho allá para mí, de todos modos.
—Supongo que pensé que cuando dijeron que podrías tener hasta la
primavera… —Mi voz se desvaneció porque ambos sabíamos adónde iba.
Cuando Bash obtuvo la aprobación para que el equipo estuviera unido para la
primavera, me imaginé que nos dieron un indulto. Otros meses para resolverlo
todo. Era hora de convencer a mi padre. Hora de coordinar.
—River podría soportarlo —dijo Bishop—. Tomamos nuestras propias
decisiones. Si decide permanecer durante el invierno en Alaska, entonces lo
apoyaré. No tiene que estar de regreso hasta abril.
—Solo necesito tiempo.
—Lo sé, y él también lo sabe. Es solo que ese tiempo podría no ser algo
que nos sobra.
La puerta se abrió detrás de nosotros y River salió. —Oye, ¿te estás
robando a mi chica o qué?
87
Bishop le dio a mis hombros un último apretón. —No. Es toda tuya. —Se
dirigió a la puerta pero se volteó antes de salir—. Recuerda lo que dije, Avery. Su
forma de cocinar realmente te matará. —Le sonrió a River y se fue adentro,
dejándonos solos.
—Idiota —murmuró River.
—¿Vas a tomar el tiempo? —pregunté—. ¿Vas a permanecer en Alaska
hasta la primavera o te vas a mudar?
Sus cejas se levantaron. —Bueno, supongo que es eso de lo que ustedes
dos hablaban.
—Responde, por favor. Porque estoy enloqueciendo.
Dio dos pasos, y me envolvió en sus brazos, acercándome. Descansé mi
cabeza en su pecho, dejando que su esencia familiar y el latido de su corazón me
envuelva.
—Haré lo que necesites —dijo, descansando su barbilla en la cima de mi
cabeza—. Si quieres mudarte ahora, iremos por Addy y tu papá, y nos
mudaremos. Si quieres esperar hasta la primavera, tendré que volver algunas
veces, pero podemos hacer que funcione.
—¿Me esperarías a que resuelva todo?
Sus brazos se apretaron alrededor de mí. —Si sé que vas a venir aquí, a
hacer tu vida conmigo, esperaría por siempre.
Respiré, sabiendo que lo que iba a decir lo cambiaría todo. Entonces lo
miré, encontrando sus ojos oscuros a la luz de la luna. —Quiero venir. Quiero
vivir aquí contigo. Bueno aquí no, pero en nuestra casa. Quiero hacer que esto
funcione. Lo haré.
Decir las palabras liberó mi corazón de una forma que nunca había
conocido. Cada posibilidad para mi futuro era tan clara, tan vibrante que podía
saborearla, y entonces River era todo lo que podía saborear cuando me besó.
Esto era lo que quería para mi vida. Los besos de River, sus brazos a mi
alrededor, su amor. Lo quería todo.
Su beso fue apasionado, reclamando, y encontré mi espalda contra el
edificio mientras me clavaba entre él y la pared. No importaba que ya lo hubiera
besado docenas de veces en la última semana. Cada beso se sentía nuevo, y al
mismo tiempo como volver a casa.
—Esto es tuyo —dijo, sus labios rozando mi oreja mientras algo frío y de
metal se presionó en mi palma.
—¿Una llave? —pregunté, examinándola bajo la luz pálida.
Su sonrisa pudría haber iluminado el mundo. —Acabo de firmar el
contrato de la casa. Esta es tu casa. Sin presiones. Es solo una llave. 88

No era solo una llave. —Me encanta —dije, cerrando mi mano tan fuerte
que las crestas se clavaron en mi piel.
—Te amo —dijo.
Mi corazón se elevó, estalló, como si al decir lo que quería, finalmente
soltara las cadenas con las que me había atado fuertemente. —River —susurré,
tirándolo hacia atrás para poder mirar sus ojos cuando lo dijera—: Te…
Mi teléfono sonó con el tono de llamada de Addy. Llamar no estaba en su
naturaleza, era más bien una chica de mensajes de texto, así que tenía que ser
urgente.
—Ugh —suspiré, tomando el celular de mi bolsillo—. Un segundo. —
Agarré el teléfono y contesté—. ¿Qué pasa?
—¿Avery? —sollozó.
Mi estómago cayó y mi mundo se redujo a la vocecita al otro lado de la
línea. —¿Qué pasa? —pregunté.
—Es papá. Él… —Llegó otro sollozo, y forcé oxígeno a través de mis
pulmones—. La tía Dawn no movió los medicamentos y los encontró.
—Oh Dios. —Me habría caído si los brazos de River no me hubieran
atrapado, manteniéndome erguido—. Addy, ¿está…?
—Tuvo una sobredosis. Lo tienen con respirador y no saben… —Su voz
se desvaneció entre sollozos entrecortados—. ¿Puedes venir a casa?
Miré a los ojos de River y me di cuenta de que la había oído a través del
teléfono cuando asintió. La tierra se movió bajo mis pies; la realidad de la que
había estado tan segura hace unos minutos desapareció cuando una nueva tomó
su lugar.
—Voy en camino.

89
11
Traducido por Sahara
Corregido por Vane Black

River
Tomé otro sorbo de café del hospital y traté de permanecer despierto.
Viajamos dieciséis horas, después de haber conducido a Denver la noche anterior
para conseguir el primer vuelo. Avery no podía esperar a salir de Gunnison por
la mañana.
Vinimos directamente al hospital donde su padre estaba en la UCI, y yo
90
estuve sentado aquí por al menos otras dos horas, solo esperando que ella
estuviera bien allí con él.
—Dicen que si pasa la noche, debería estar bien —dijo Adeline,
encogiéndose en mi costado.
—Es un tipo duro, tu papá —le dije. No importaba qué tan cabrón hubiera
sido; ningún chico merece perder a su padre de esta manera.
—Lo odio —susurró—. ¿Por qué no puede ser como otros padres?
Dejé mi café y envolví mi otro brazo a su alrededor. —Lo sé ¿y sabes qué?
No es justo. Pero sé que tú y tu hermana son algunas de las mujeres más fuertes
e inteligentes que conozco, y creo que eso tiene mucho que ver con lo que han
pasado. No lo odies, Addy. Él lucha con algo que no podemos entender.
El problema era que yo lo odiaba. Odié que en el momento en que Avery
se enteró de que tuvo una sobredosis, se cerró. Se alejó. Se fueron las miradas
suaves, las caricias calientes. Se fueron los besos, las conversaciones sobre nuestro
futuro. Miró por la ventanilla del avión y respondió las preguntas con respuestas
de una sola palabra.
Mi Avery se fue en el lapso de un latido del corazón mientras
empacábamos, conducíamos, volábamos y llegábamos. No era ni siquiera que se
alejó románticamente lo que me molestaba. Era que me bloqueó como su mejor
amigo. Se cerró y construyó una pared tan alta que necesitaría una maldita
escalera.
—¿Quieres que te lleve a casa? —le pregunté a Addy.
—No. Tengo miedo de que si me voy...
No estará vivo cuando vuelva. Lo oí alto y claro sin que pronunciara una
palabra.
—Entiendo.
Pasó otra hora antes de que Avery saliera.
Me moví para sentarme derecho, pero negó con la cabeza. —Aún está...
Está vivo —susurró mientras señalaba a Addy—. ¿Cuánto tiempo lleva dormida?
—Una media hora —dije en voz baja.
Asintió, tomando asiento a mi otro lado. Su piel se hallaba pálida en
contraste con las ojeras oscuras bajo sus ojos. Lo peor era que se encontraban
planos, sin dar ningún indicio de la emoción que sentía.
—¿Cómo está? —pregunté.
—Estable. —Se encogió de hombros—. La tía Dawn es un desastre. Nunca
le dije lo malo que realmente era. Pensé que si podía manejarlo por mi cuenta
¿por qué sacar los trapos sucios, sabes?
91
Uní nuestros dedos y apreté ligeramente. —Hiciste un buen trabajo. Mejor
que nadie podría haberlo hecho. Lo que pasó aquí no es culpa tuya. Es suya.
Asintió lenta y repetidamente, lo que pasó a movimientos de balanceo
ligeros. —Debería haber estado aquí.
Bum. Oí que mi corazón golpeaba el suelo con cada palabra. —No es culpa
tuya —repetí—. Tienes que saberlo o acabará contigo.
Siguió balanceándose, pero la inclinación de su cabeza cambió a
sacudidas. —Debería haber estado aquí. Sé preparar los medicamentos. Sé de lo
que es capaz.
—Avery —le supliqué.
Se puso de pie, dejó caer mi mano y regresó a la unidad de cuidados
intensivos.

***

Dos días después seguía vivo.


No me hallaba tan seguro de Avery. Estaba delgada, callada y apenas salía
de su cuarto a menos que las enfermeras le dijeran que tenía que hacerlo. Durmió
en los sofás de la sala de espera y solo fue a casa para ducharse.
Renuncié a intentar que me hablara ayer. Avery se abriría cuando quisiera,
y hasta entonces era como despedazar al Fuerte Knox con un puto palillo de
mierda.
Así que en lugar de sentarme allí durante horas, esperando a que se diera
cuenta de que estaba justo a su lado, empecé la lista que Bishop me envió.
—El viernes es genial —le dije a la compañía de mudanzas—. Estoy
impresionado de que puedan hacerlo para entonces. Gracias.
Colgué y taché a los coordinadores de mudanza de mi lista de cosas
pendientes mientras bebía un vaso de agua.
Ya había puesto su camión en Craigslist y tenía una cita para mostrarlo a
un posible comprador. No estaba mal para un martes por la mañana.
En el otro lado, instalaban el satélite en nuestro nuevo lugar en Colorado.
¿Es nuestro? ¿Siquiera vendrá ella?
Un golpe en la puerta sorprendió a Zeus, pero empezó a moverse como
un cachorro cuando abrí la puerta para encontrar a Avery allí. Su cabello se
hallaba en un nudo desordenado, pero se encontraba limpio, y sus pantalones
92
vaqueros y camiseta de béisbol eran diferentes al traje que vi esta mañana.
—Oye. No tenías que llamar.
Se encogió de hombros, ocupada acariciando a Zeus. —No quería
interrumpir. ¿Tienes un par de minutos? —Finalmente, me miró, pero la mirada
fría y desapegada en sus ojos tenía a mi estómago dando volteretas.
—Por supuesto. Entra.
Pasó por la puerta, con cuidado de no rozarme y mis sentidos se pusieron
en alerta, con las campanas de alarma gritando en mis oídos. —Papá está
despierto —dijo, cruzando los brazos delante de su pecho. El movimiento no se
veía a la defensiva, más como lo que haría para mantenerse entera.
—¡Eso es genial! —Él iba a estar bien. Mi alivio duró poco porque cuando
la alcancé, se alejó—. ¿Avery?
Negó con la cabeza, sus dientes se hundieron momentáneamente en su
labio inferior. —Quédate allí. No puedo pensar cuando me tocas.
—Está bien —dije lentamente, metiendo los pulgares en los bolsillos de
mis pantalones cortos para mantener mis manos lejos de ella. Se veía tan
pequeña, indefensa, y me desgarraba que no quisiera que la tocara.
—Está despierto y hablando desde esta mañana, justo después de que te
fuiste.
—Eso es bueno. ¿Qué pasa? Esto es bueno… no, es una gran noticia. Va a
estar bien. Tal vez esto será un punto de inflexión para él.
Rio, el sonido amargo y vacío. —No cambiará. Nunca va a cambiar. Y no
irá a Colorado. Se niega. Dice que todo esto fue mi culpa por haberme ido, y que
al minuto que me vaya, lo volverá a hacer.
—Avery... —Dios, quería estrangularlo con mis manos. Nada de esto era
su culpa, pero él le metió eso a ella tan joven: la culpa, la obligación, hasta que se
convirtió en parte de su mismo ser.
—Ni siquiera fue intencional, ese es el problema. No tomó la botella entera
o algo, solo aumentó sus analgésicos. Pero la dosis que ya tenía le dio una
sobredosis accidental.
—No fue culpa tuya. Lo diré cada minuto de cada día hasta que te des
cuenta. Es un adulto. Hizo una elección.
—Pero es mi culpa —exclamó—. Me fui. Creía que alguien más podía
cuidarlo, y esto es lo que pasó. Nada de esto habría ocurrido si hubiera estado
aquí, donde se supone que debo estar, cuidando a mi familia. —Se frotó las
manos sobre sus ojos inyectados de sangre, el azul aún más brillante que de
costumbre—. ¿Qué pensaba? 93
Me acerqué a ella, maldiciendo sus instrucciones, y suavemente levanté
sus muñecas para poder ver su cara. —Pensabas que también te mereces
felicidad. Te mereces una vida, amor, hijos, un futuro que no se trata de cuando
él decide salirse de los rieles.
—Pero no es así. —Su voz era tranquila, sus ojos suplicaban por algo que
yo no sabía dar—. A veces sacamos la pajita corta. Perdiste a tu papá, luego a tu
mamá. ¿Me estás diciendo que no sentirías lo mismo si fueran ellos? Si tuvieras
la oportunidad de estar a su lado, ¿te irías? ¿O te tragarías la amargura porque es
la pajita que te tocó, y agradecerías tenerlos aquí?
La pizca de esperanza que mantuve acunada cerca gritó con derrota y
murió. —No volverás a Colorado conmigo.
Sacudió la cabeza. —No puedo. Mira lo que pasó cuando lo dejé.
Respiré profundo y saqué el plan B. —Bien, entonces pasaremos el
invierno aquí, lo pondremos saludable, y hablaremos de ello otra vez en la
primavera. Para entonces tal vez su cabeza estará lo suficientemente clara como
para hacer una mejor elección.
—No —susurró—. Dijo que moriría en esa casa antes de mudarse. Es
donde todos vivimos cuando mamá se encontraba viva, y eso es todo lo que
queda.
—Por lo general, dibujo la línea en reubicar una casa entera, pero puedo
hacer algunas llamadas. —Traté de decir en broma. Estaba agarrándome a un
clavo mientras se deslizaba por mis manos.
—Está solo. Dijo que nunca estoy allí y tiene razón. Entre tener dos trabajos
y ver...
—A mí —le ofrecí, con un tono tenso.
—A ti —concordó suavemente—. Con todo eso, no estoy cerca de él, y no
hay nadie más a quien deje entrar.
—¿Qué estás diciendo? —pregunté, mientras el hoyo en mi estómago
crecía hasta las proporciones de los agujeros negros. Me miró, la tristeza del
mundo salió de sus ojos, y lo supe. Lo supe, maldita sea—. No vendrás.
—No puedo. Nunca me perdonaría a mí misma si algo le pasara.
Mi mente dio vueltas, tratando de elaborar el plan C. —Bien, entonces iré
por temporadas. Trabajaré con el equipo de Legacy en el verano, y volveré para
los inviernos. Apestará, pero nos las arreglaremos.
Sacudió la cabeza. —No. No funcionaría. Los dos la pasaríamos mal, y al
94
final, estarías resentido conmigo. Solo prolongaríamos lo inevitable.
—No hagas esto.
Ella se liberó las muñecas y me ahuecó la cara con sus manos, rozando las
palmas sobre mi barba de un día. —Eres el sueño más hermoso. Lo que
podríamos haber tenido… esa era otra vida, con otra chica que podía alejarse de
su responsabilidad. Esa chica nunca voy a ser yo. Tal vez si Adeline hubiera
crecido, pero hay demasiado aquí.
—Puedo llamar a Bash. Me retiraré del equipo. Hay otro tipo al que
podrían llamar, y me aseguraré de que ocupe el lugar.
Me rozó con el pulgar el labio inferior. —Con quedarte no arreglarás nada.
Te costaría la oportunidad de estar en el equipo de Legacy.
—No me importa. Nada importa sin ti.
Sus manos cayeron de mi cara, y me di cuenta de que estaba equivocado.
No me aferraba al clavo, sino que me agarraba desesperadamente a ella; y caía
entre mis dedos como agua corriente, imposible de sostener y aún más difícil de
remover en su totalidad. Ya se había empapado de mi alma.
—No puedo estar contigo, River. Ahora no. Jamás. No puedo ir, y no
puedes quedarte. Nuestro sueño era hermoso, los días más felices de mi vida,
pero es hora de despertar. No soy una niña. No puedo hacer cosas egoístas, y no
todo el mundo consigue el cuento de hadas.
—Eres mi cuento de hadas —discutí—. Eres la única mujer que he amado.
La única mujer que amaré, y no me rendiré tan fácilmente.
—¡No te estoy dando una opción! —gritó, alejándose de mí. La falta de
contacto físico se sentía como si me hubieran cortado un miembro. Mis nervios
gritaban por tenerla de vuelta—. Dios ¿no puedes ver? Sigo siendo la chica con
las malditas tuercas oxidadas en el neumático. No voy a retroceder. No voy a
dejarlo. ¡Eso no es lo que hacen las personas buenas!
Me froté las manos por mi cara. —Entonces ¿qué se supone que tengo que
hacer? ¿Te alejas porque eres honorable? ¿Porque empezaste a hacer lo que nadie
más haría? ¿Esperas que sea menos que el hombre que conoces si me alejo?
Sacudió la cabeza, dos lágrimas corriendo por sus mejillas. —No. Espero
que hagas lo que necesitas para tu familia. Ve a Colorado. Conviértete en lo que
te hallabas destinado a ser. Vive en esa casa y sé feliz, River. ¡Solo se feliz!
—¡No puedo ser feliz sin ti! ¿Es eso lo que piensas de mí? ¿Qué puedo
mudarme, empezar de nuevo? ¿Olvidar que existes? Estás en cada respiración
que tomo, cada pensamiento que tengo. No te dejaré aquí para cargues esto sola.
Para que críes a Addy, que cuides de tu papá, que trabajes y te lleves a ti misma
a la muerte. Eso no está en mi naturaleza.
95
—No es tu elección —dijo, secándose furiosamente las lágrimas—. Ya sea
que sigas aquí o no, terminamos. No me sentaré y te veré molestarte conmigo,
mirarte besar esa foto cada vez que vuelves a casa de un incendio. Eso me matará
mucho más que saber que estás feliz en otro lugar... con otra persona.
La rabia pura y blanca me ahogaba y tuve que tragar un par de veces antes
de ponerme bajo control. —Si crees que eres fácilmente reemplazable, entonces
nunca me conociste.
—Solo tuvimos unos días —dijo en voz baja.
—Tuvimos siete jodidos años.
—Y terminaron. Terminamos.
—Avery...
—¿Cuál es tu solución, River? ¿Qué sucede si te quedas aquí y Bishop
muere en un incendio? Nunca te recuperarías de eso. La culpa te destruiría. ¿Qué
pasa si voy allí y mi papá muere porque no estaba aquí para cuidar de él? Soy su
hija. Su carne y hueso. Le debo esto a mi madre. Le prometí eso, y tanto como
yo... —Mi corazón se detuvo mientras ella respiraba, cerrando sus ojos por un
momento—. Por mucho que me preocupe por ti, se convertiría en odio por
ponerme en esa posición donde tengo que elegir abandonar a mi familia para
estar contigo.
Odio. La palabra me clavó un cuchillo a través del pecho, y tan seguro
como si fuera una herida física, mi corazón sangró en mi piso de madera dura.
—En serio estás terminando esto.
—No tengo elección.
Negué con la cabeza. —No, tienes todas las opciones, simplemente te
niegas a verlas. No estoy diciendo que son opciones fáciles, pero por lo menos las
tienes. Yo, por otro lado, me quedo aquí mientras me destrozas porque no estás
dispuesta a arriesgarte.
—¡No hay oportunidad que tomar! Es una certeza.
—No tienes idea de lo que podría pasar durante el invierno. Ninguna. Lo
dejaste manipularte, como de costumbre. Como tu mejor amigo, me quedé de
brazos cruzados y vi cómo te ponías en último lugar una y otra vez. Pero como
el hombre que te ama, abiertamente y en voz alta, no puedo soportar ver cómo te
haces esto.
—Te estoy diciendo que no mires. Te estoy diciendo que te vayas.
—¡Es una mierda que creas que tienes que hacer esa elección por mí!
—Eres como un niño en un coche, acelerando hacia el acantilado, que sabe
96
lo que viene pero que se niega a girar, o simplemente parar.
—Y tú tienes demasiado miedo del acantilado como para encontrar otro
rumbo —respondí.
—¿Te das cuenta de lo que sucede cuando saltas de un maldito acantilado?
Caes. Mueres. El suelo te aplasta.
—O tal vez vuelas. Maldita sea, Avery ¿por qué haces tan difícil amarte?
¿Por qué no dejas que te ame?
Parecía como si la hubiera abofeteado, esos ojos enormes y llenos de
lágrimas mientras nos encontrábamos uno frente al otro, el único sonido en la
habitación, el latido de mi corazón, el torrente de sangre a través de mis oídos.
—Nunca quise que terminara de esta manera —susurró.
—Sí, bueno, nunca quise que terminara.
—Lo siento mucho —susurró.
—Ya somos dos.
Asintió y caminó hacia la puerta, deteniéndose en el marco para mirar
hacia atrás. —Adiós, River.
Luché contra todos mis instintos que exigían que la siguiera y la besara
hasta hacerla entrar en razón, que la obligara a ver que podíamos hacerlo. Por
muy imperfectas que fueran nuestras circunstancias, éramos perfectos el uno
para el otro. Pero ya no iba a forzarla a ver las posibilidades. Ésta fue su elección.
Cada músculo de mi cuerpo se cerró mientras decía las palabras que ella
quería.
—Adiós, Avery.
El sonido de la puerta cerrándose reverberaba a través de cada célula de
mi cuerpo. Solo entonces dije la palabra que necesitaba.
—Te amo.
El futuro que había planeado, soñado, anhelado se desintegró frente a mí.
Mi corazón se rompió con el vaso que tiré contra la pared, el agua goteando por
la pared y empapándose en la pintura.

97
12
Traducido por Jeyly Carstairs & Jeenn Ramírez
Corregido por Julie

Avery
—Soy el que está en el hospital, pero tú eres la que se ve como una mierda
—dijo papá mientras entraba en su habitación.
—Déjala en paz, Jim —dijo la tía Dawn desde la silla junto a su cama—.
Cariño, ¿estás bien?
—Estoy bien —contesté, dando la misma respuesta que he dado durante 98
los últimos tres días desde que dejé a River.
Lo dije a todo el mundo en el trabajo cuando me preguntaron sobre lo rojo
que estaban mis ojos. Se lo dije a Addy cuando me sorprendió mirando al espacio,
pensando en él. Me lo dije a mí misma cada vez que sentí que mis paredes se
desmoronaban y surgían las emociones no tan buenas.
—Bien o no, te ves como una mierda —repitió papá, sentándose en la cama
con una mueca de dolor—. Ojalá no hubieran reducido los medicamentos.
—Tienes que ser capaz de funcionar —dije—. Además, con la nueva
terapia física, tal vez podamos deshacernos de ellos.
—No voy a ver a un fisioterapeuta —gruñó.
—Sí, ¿por qué molestarse con algo que podría ayudarte? —grité—. ¿Por
qué no solo aumentar los medicamentos para el dolor hasta que estemos aquí de
nuevo?
—¡Cuidado con tu tono! ¡Tu madre estaría avergonzada!
Mi boca se cerró de golpe, el calor enrojeció mi cara. Ella lo habría
manejado con más gracia de la que yo hubiera podido… y había muerto por ello.
—Jim —le advirtió la tía Dawn—. Avery no te puso en este hospital. Lo
hiciste tú mismo.
Antes de que él pudiera contestarle bruscamente, el doctor vino a dar de
alta a papá. Miré por la ventana en dirección a la casa de River, preguntándome
que se encontraba haciendo, que tan enojado continuaba conmigo.
¿Cometí un error? Cerré esa línea de pensamiento antes de que pudiera
destruirme. No había elección. Tenía que dejarlo libre antes de que nos
destruyéramos.
Demasiado tarde.
Escuché mientras el médico daba las instrucciones de salida a mi tía. El
analgésico que se le permitía, el terapeuta que tenía que ver. El médico debía
haberme dado las instrucciones. Después de todo, yo era la responsable de papá.
Pero este doctor no sabría eso. En las apariencias, tenía sentido que la mujer de
cincuenta y tanto cuidara al hombre de la misma edad.
No la de veinticinco años.
Alrededor de una hora más tarde, teníamos a papá acomodado en el sofá
de la sala de estar. —Dame el control remoto —exigió cuando la tía Dawn fue a
sacar las maletas del auto.
Lo entregué sin decir una palabra, demasiado cansada para pelear con él
por los modales.
—Dame una de esas pastillas blancas.
99
—No, aún no es hora —le dije, alejando los medicamentos.
—¡No eres el adulto aquí! —gritó.
—¡Por supuesto que sí! —repliqué—. ¡Eso es lo que me hiciste! Quieres ser
el adulto, entonces tienes que actuar como tal.
Puse los medicamentos en la canastita de pan sobre la nevera, agarré el
mostrador y me incliné, tratando de respirar. De repente todo se sentía sofocante,
como si las paredes de mi vida estuvieran repentinamente cerrándose; como si
estuviera atrapada en ese compactador de basura de La Guerra de las Galaxias.
Pero había dejado que mi Han Solo se alejara.
Jadeando por aire, tropecé hacia la puerta principal, agarrando las llaves
de mi auto en el camino a la salida. Necesitaba verlo. Incluso si fuera por un
segundo. Incluso si él me decía que me fuera al infierno, lo necesitaba.
—¿Avery? —La tía Dawn chocó conmigo en los escalones inferiores—.
¿Estás bien?
—Estoy bien —contesté automáticamente, aspirando el aire limpio y
dulce—. Solo necesito hacer un mandado. ¿Crees que podrías quedarte con él?
—Por supuesto.
—Gracias —dije, casi corriendo hacia mi auto.
—Cariño —gritó —, no tienes que hacer esto, cuidar de él sola. No sabía lo
mal que estaba, eres tan buena cuidándolo. Pero ahora estoy aquí. No te voy a
dejar hacer esto sola. ¿Entiendes?
—Es mi padre —dije con un encogimiento de hombros.
—Es mi hermanito. Era mi responsabilidad mucho antes de que fuera
tuya. No dejes que las acciones de tu padre te impidan vivir tu vida. ¿Me
entiendes? No lo resistiré, y tu madre tampoco lo haría.
Asentí, incapaz de pensar en algo que decir, y luego me deslicé detrás del
volante. Me saludó antes de desaparecer dentro de la casa, y salí de nuestro
camino de entrada, más que desesperada por llegar a River.
Quizás River tenía razón. Tal vez si tenía a la tía Dawn para ayudar a papá,
se pondría mejor; al menos lo suficiente como para mudarse a Colorado. Tal vez
todo lo que necesitaba era el invierno.
Tal vez había algo en el borde del acantilado.
Corrí por las carreteras secundarias hacia la casa de River. Nunca había
pasado tanto tiempo sin hablar con él a menos que estuviera en un incendio, y
nunca habíamos tenido una pelea tan fuerte, pero sabía que podía arreglarse.
Él era River. Yo, Avery. Era tan simple como eso.
100
Me detuve en su camino de entrada y apagué el encendido, corriendo
hacia la casa antes de oír la puerta del auto cerrarse por completo detrás de mí.
Zeus no ladraba, así que tal vez se encontraban afuera corriendo.
Busqué en mis llaves, sacando la llavecita de bronce que me había dado
hace años, y abrí la puerta.
—¿River? Usé mi… —El aire salió de mis pulmones mientras miraba su
casa perfectamente limpia y vacía—. Llave.
Todo había desaparecido. Los muebles. Los platos. Los tazones de Zeus.
La casa que amaba se había transformado en una cáscara vacía. De alguna
manera conseguí que mis pies se movieran, para llevarme al mostrador de la
cocina donde se encontraba una pila de papeles. Había un contrato de venta y
una nota para Mindy Ruiz, un agente de bienes raíces local.

Hola Mindy,
Aquí está el contrato de venta. Lo siento por irme tan rápido. Tenía sentido enviar
todas mis cosas con las de Bishop. Encontrarás su contrato de venta bajo el mío. Si
necesitas algo más, enviaré mi nuevo número en Colorado. Todas las llaves están aquí
excepto una. Avery Claire la tiene. Deja que la conserve. Pagaré para que cambien las
cerraduras cuando encuentres nuevos compradores.
Gracias,
River Maldonado.

Se había ido. Real y verdaderamente ido. Porque le dije que se fuera.


Mi espalda golpeó el gabinete y me caí al suelo. Sosteniendo mis rodillas
contra mi pecho, finalmente sucumbí a mis emociones, dejándolas salir de la jaula
en donde se encontraban encerradas.
Lo amaba. Siempre había pensado que si no reconocía ese hecho, no
tendría el poder de lastimarme, pero de todas maneras estaba pulverizada. Sin
importar lo que le dije o me dije a mí misma. El amor seguía allí y el dolor era
agonía pura.
Lo tuve. Lo toqué. Lo amé. Sostuve su corazón en mis manos y luego se lo
arrojé a él.
Mis sollozos resonaron en la casa vacía hasta que mi cuerpo se quedó sin
lágrimas. Cuando me fui, era de noche, y estaba rota.

*** 101

—Quiero mudarme a Colorado —dijo Adeline mientras me ayudaba a


cargar el lavavajillas.
—Tienen algunas universidades muy buenas. ¿Por qué nos buscamos
algunas? Solo faltan cinco años. —Coloqué otro vaso en la rejilla superior.
—Porque quiero ir ahora.
Mi estómago se endureció. —Sí, bueno, no podemos. Mira lo que pasó
cuando me fui la última vez. —Habían pasado tres semanas desde que él tomó
la sobredosis. Dos desde que River se mudó a Colorado.
Una desde que publicó una foto de su nueva casa en Instagram con la
leyenda de que se encontraba en casa, en Legacy, para siempre.
—¿Dónde está esa cerveza? —gritó papá desde la sala de estar.
—Esa fue su elección —susurró Addy.
Tomé un vaso limpio del gabinete, llenándolo con hielo y agua, y salí de
la cocina sin responder. ¿Cómo podía entender? Solo tenía trece años. Yo tenía
dos años más cuando mamá murió, e incluso entonces no entendí por completo.
—Aquí vamos —le dije a papá mientras colocaba el vaso a su alcance en
la mesa de centro.
—¿Qué es esa mierda? —escupió.
—Eso es agua. El doctor dijo que nada de alcohol, ¿recuerdas? —Conté
hasta diez en mi cabeza, recordándome que era un adicto.
—No me importa lo que dijo ese doctor. Dame una cerveza antes de que
tu tía Dawn regrese de la tienda.
—No —dije, sacudiendo la cabeza.
—¡Muchacha! —gritó, y escuché a Adeline quedar en silencio. El agua
corría, pero no se escuchaba ningún plato.
—No renuncié a todo lo bueno en mi vida solo para que pudieras sentarte
allí y beber hasta la muerte —dije tranquilamente.
—¡Dame la maldita cerveza! ¿Renunciar a todo lo bueno? ¿Qué podrías
saber tú? ¿Porque terminaste con un chico con el que saliste por cinco segundos?
¡Perdí a tu madre!
—Yo también —grité—. ¡No eres el único que la perdió!
Algo pasó por delante de mi cabeza y se estrelló contra la pared. Me giré
para ver el agua corriendo por la pared sobre un charco de hielo y vidrio roto.
—¡Limpia eso! —gritó. 102

—Límpialo tú —dije bruscamente y me alejé.


Me dolía el pecho mientras corría afuera, jadeando por aire fresco mientras
me sentaba en los escalones del frente, con la cabeza en las manos. Me lanzó un
maldito vaso. ¿Qué era lo siguiente? ¿Me golpearía? ¿Golpearía a Addy?
El doctor nos advirtió que empeoraría antes de mejorar. Que la
desintoxicación de los medicamentos para el dolor no iba a ser agradable, pero
esto era horrible. Tal vez era necesario enviar a Addy a la casa de una amiga por
el próximo mes.
La puerta se abrió y cerró detrás de mí y Adeline se unió a mí en el escalón.
—Quiero mudarme ahora.
—Lo sé —dije, colocando mi brazo a su alrededor—. Pero no podemos
dejarlo.
—No lo haríamos. La tía Dawn está aquí. Ya se ha ofrecido a cuidar de él,
y seamos francas, es la única que lo asusta remotamente.
—Eso es cierto, pero es nuestro padre.
—Nunca va a perdonarnos por la muerte de mamá —susurró.
Quería decirle que eso no era cierto, pero había hecho una promesa de
nunca mentirle, así que permanecí en silencio.
—¿Avery?
—¿Sí?
—Hice algo.
Mi estómago se apretó. —Está bien, ¿qué hiciste?
—¿Sabes de mis ahorros?
—Sí. —Odiaba hacerla ahorrar la mitad de cada regalo de cumpleaños de
nuestra extensa familia.
—Los gasté ayer.
Antes de que pudiera volverme loca y decirle que lo necesitaría cuando
fuera a la universidad, desdobló un papel de su bolsillo trasero y me lo entregó.
Haciendo todo lo posible para que mis manos no temblaran, lo abrí. Luego
mi mandíbula golpeó el suelo. —¿Quieres que sea tu tutora legal?
Asintió. —No hay nada para nosotras aquí, Avery. Ya eres más padre de
lo que es él. Esto solo haría posible…
—Que nos mudemos a Colorado sin él —susurré.
—Que seamos libres. 103
La abracé, y por primera vez en mi vida, consideré dejarlo atrás.

***

—¿Segura que no tienes ningún inconveniente en llevarlo a su cita? —le


pregunté a la tía Dan.
—Sí, Avery. Ve a trabajar. Tal vez, ¿quedarte afuera hasta tarde? ¿Ir a ver
una película?
Había pasado un mes desde que River se fue, y aún no me aventuraba a
salir por cosas diferentes al trabajo, la tienda de comida, o llevar a Adeline a la
escuela. Al igual que la casa de River se había convertido en nada más que una
concha vacía cuando se fue, yo me encontraba hueca por dentro sin él.
Revisaba su Instagram como una mujer loca, saboreando las fotografías
que tomaba de Legacy, de las vistas durante sus carreras, o la terraza. Donde me
dijo que me amaba.
Por mucho que las fotos me dolieran, no era nada comparado con el dolor
que me rasgó en dos cuando su casa aquí se vendió.
Mientras tomaba una merienda antes del trabajo, vi un panfleto en el
mostrador. —La Verna Lodge. ¿Qué es esto?
—Es un centro de rehabilitación extendido —dijo la tía Dawn—. Quería
hablar contigo sobre eso más tarde. No está mejorando con la forma en que
hacemos la cosas, y pensé que tal vez necesitaba un poco más de estructura. Una
mano más firme.
No había tenido otro estallido violento, pero tampoco limpió el vaso que
rompió. Era cuidadoso con sus palabras, especialmente cuando la tía Dawn se
encontraba cerca. Tal vez Addy tenía razón y yo no era lo que necesitaba para
estar saludable. —¿Crees que esto es lo que necesita?
Cubrió mi mano con la suya. —Lo creo. Tengo el dinero, no tienes que
preocuparte por eso. Pero creo que ambos tienen que irse. Él al centro de
rehabilitación y tú con ese hombre al que amas tan desesperadamente.
Un nudo se formó en mi garganta. —Ese barco ya partió.
—Persíguelo —dijo en voz baja—. Tienes toda tu vida por delante. Deja
que tu papá se recupere. En este momento él no te merece, y ha llegado el instante
en que debes reconocer que no es tu responsabilidad, no importa cuánto reclames
lo contrario.
Nunca lo digas, Avery. No puedes decirlo nunca. Las palabras de mi mamá
volvieron a mí mientras le daba un vistazo al panfleto. —Él nunca aceptará. Su 104
adicción… es algo que nunca diría en público.
—Ahora querida, ese es un barco que ya zarpó. La ambulancia y su
estancia en el hospital lo han delatado muy alto. Honestamente no sé porque no
acudiste a mí antes.
—Yo… él… —titubeé—, lo hice por mamá, estaba asustada de que si me
iba o atraía atención a esto, el sistema se llevaría a Addy. Ella era muy pequeña
y yo continuaba en preparatoria.
—Ya no es así. Estarías más que bien como su tutora… si quieres. Estoy
aquí. No voy a ningún lado, y si quieres irte, puedo cuidar de Adeline. De todas
formas, necesitamos conseguirle tratamiento.
Asentí. Tenía razón acerca de todo. El mismo miedo que me convenció
todos estos años ya no venía a juego. —Tal vez le pueda hablar al respecto. —Un
rápido vistazo a mi teléfono me advirtió que tenía treinta minutos antes de
necesitar irme—. Déjame vestirme para el trabajo.
Diez minutos después, caminé a través de la sala pero me detuve cerca de
la puerta cuando oí a tía Dawn hablando con Adeline, y escuché a escondidas de
forma descarada.
—Tienen un gran programa de pre-leyes y el campus es hermoso —dijo
Addy.
—Estoy segura que sí, bebé. Estoy muy orgullosa de ti por pensar en el
futuro. ¿Has buscado algo local? —preguntó tía Dawn.
Papá luchó por sentarse, y tía Dawn lo ayudó, poniendo una almohada en
su espalda.
Addy lamió sus labios nerviosamente, sus ojos saltaron hacia papá antes
de responder. —No realmente. Creo que pertenezco ahí. Como que Colorado me
llama.
Sonreí ante la nostalgia en su voz, la forma en que su mundo parecía tan
abierto, donde todo era posible. Tenía la determinación para hacerlo. Una vez
que a Adeline se le metió algo a la cabeza, era casi un trato hecho.
—¿Qué pasa con Avery? —preguntó papá, mirándola tiernamente en una
manera que solo he visto cuando quiere algo.
Frío corrió por mi espalda.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Adeline con cuidado—. Le encanta
Colorado.
—Así es. Pero no dejará este lugar. Este es su hogar, también el tuyo, pero
entiendo que quieras extender tus alas. Nuestro pueblito no es para todos, ¿no es
105
cierto?
—No —dijo en voz baja, mirando sus manos, y poniéndolas juntas.
—Supongo… —Movió la cabeza, y me incliné más cerca.
—¿Qué? —preguntó ella con una voz pequeña.
—Solo que nunca te imaginé como el tipo de chica que abandona a su
familia.
Oh, diablos no.
—Oh, eso no es lo que está haciendo —argumentó tía Dawn, pero el daño
estaba hecho.
Los hombros de Addy se desplomaron. —Creo que nunca lo pensé de esa
manera.
—Apuesto a que Avery sí —dijo buscando su mano—. No sé cómo se las
arreglará sin ti.
Cada vez que él usó esas palabras conmigo flotaron en mi cabeza,
trayendo los recuerdos, y con ellos la fría rabia que no había sentido desde que
mamá murió.
Esto no era acerca de la familia para él. Si lo fuera, estaría contento de que
yo estuviera aquí para cuidarlo y dejaría ir a Adeline. No, esto era por control.
E iba a quitárselo.
Caminé hacia la mesa del pasillo y calmadamente tomé los papeles de
Adeline, luego agarré un bolígrafo y regresé a la sala, con tía Dawn dándome una
inclinación de cabeza.
—¿Avery?
La ignoré y fui directamente hacia mi padre. —Addy, muévete —le instruí.
Brincó, moviéndose de mi camino. No la miré, en su lugar me concentré
en el hombre que me culpó por su sufrimiento desde que tenía quince.
—Fírmalo —le dije, dándole el papel y el bolígrafo.
—¿Qué? —se mofó, abriendo los papeles—. Imposible que firme esto.
—Lo firmarás —exigí—. Me llevaré a Adeline a Colorado. Va a tener una
vida. Va a tener una infancia de verdad y después va a ser lo que quiera cuando
crezca. No permanecerá aquí controlada por ti para que puedas convencerla con
la culpa de pasar su vida en esta casa. Me niego. Firma el maldito papel.
—¿Has perdido la cordura? —espetó—. Es mi hija. ¿Quieres irte? Vete.
Nadie te está deteniendo. Desaparece. Pero ella se queda. —Apuntó el bolígrafo
hacia Adeline. 106
Me senté en la silla, acercándome para que solo él pueda escucharme.
—Firmas el papel, o le diré porque murió nuestra madre. —Se tensó—. Estabas
drogado cuando manejabas. Ves, puedes decir que tu adicción fue el resultado
de ese choque y obtener simpatía, pero yo era suficientemente mayor como para
recordar. Estábamos en casa de la abuela porque mamá necesitaba llevarte antes
de que tus compañeros de trabajo se dieran cuenta en lo que te habías convertido.
Lo sé porque no era una niña cuando pasó, papá. La escuché en el teléfono. Sabía
cómo era la parafernalia de las drogas.
—No lo harías —susurró, abriendo sus ojos con pánico.
—Sí. Por Adeline lo haría. Puedes culparnos todo lo que quieras por haber
nacido. Pero eras un adicto mucho antes del accidente. Y sé que la única razón
por la que no te metieron a la cárcel fue porque estuviste en la fuerza y tu amigo
imaginó que perder a mamá te cambiaría. No quería llevarte lejos de nosotras.
—Avery…
—Te odié, pero también me alegraba tenerte vivo.
—Por favor no…
—Pero ya no me siento de esa manera. No tengo problema con escribir un
gran artículo acerca de esto en el periódico. Seguro, nadie me creerá, pero todo
cambiará. Firma los papeles, papá. Libérala. Recupérate. Luego ven a buscarnos,
y veremos si podemos reparar lo que has destruido. Hasta entonces… firma los
malditos papeles.
Un simple movimiento de su muñeca y Adeline era libre.
Y yo también.

107
13
Traducido por Julie
Corregido por Dannygonzal

River
Mi corazón latía con fuerza cuando terminé mi carrera. ¿Cuándo diablos
iba a adaptarme a esta altura? Había estado corriendo todos los días durante las
últimas cinco semanas y todavía sentía que necesitaba un trasplante de pulmón
después de seis kilómetros.
—Es embarazoso, Zeus —dije mientras nos tendíamos cerca de los
108
escalones.
Él me miró con una expresión exasperada y se acostó mientras yo
ejercitaba mis cuádriceps. Miré los macizos de flores que puse el fin de semana y
me pregunté qué habría plantado Avery.
¿Habría querido una alrededor de la casilla de correo que acababa de
instalar? ¿Le importaría siquiera? Cerré los ojos contra el ataque de dolor que
sabía se aproximaba. Cada vez que pensaba en ella le seguía un dolor exquisito
en algún lugar cerca de donde solía estar mi corazón.
Chasqueé mi lengua y Zeus se paró de un salto, siguiéndome a la casa.
Todos los muebles que no me gustaban fueron quitados, pero tenía demasiada
pereza de comprar cualquier cosa nueva. Doné casi cada maldita pieza que traje
de Alaska. Simplemente no encajaba aquí. Era demasiado... Avery. Sin embargo
conservé la cama. No podía encontrar el valor para deshacerme del lugar donde
había dormido junto a ella, donde le hice el amor.
Tal vez debí haberle dicho a Bash que quería una casa diferente, una en la
que ella no hubiera estado. Él ya se enojó conmigo por insistir en pagarle por ésta.
No es que me importara. No iba a vivir en una casa que pagó otro hombre; no
me importaba si él lo consideraba una bonificación o no. Tal vez otra casa habría
sido mejor. Una en donde no la vi sonriendo, gritando de placer, o arqueándose
debajo de mí.
Una en la que no la vi de pie en mi cocina.
Mi corazón dejó de latir, mi respiración vaciló, y el único músculo que
movía eran mis párpados, tratando de borrar la visión de Avery de pie en mi
cocina, haciendo el desayuno.
Diablos, habría pensado que era un espejismo, si no fuera por el olor del
tocino y los ladridos excitados de Zeus. Maldita sea, ese perro se convertía en un
cachorro lamentable cuando ella estaba cerca... al igual que su dueño.
—Hola —dijo en voz baja, con la isla entre nosotros.
—Hola.
Se humedeció los labios con nerviosismo, y su pelo salvaje cayó sobre los
hombros, lo que me puso desesperado por deslizarle mis manos. —Por lo tanto,
he usado mi llave.
—Por fin. Solo hizo falta que me mudara a cinco mil kilómetros para que
lo hicieras. —Mis pies se congelaron. No importaba lo mucho que quisiera
moverme, acercarme aunque sea un poco a ella, no funcionaron.
Forzó una sonrisa, y era lo más hermoso que había visto desde que me
sonrió aquí hace seis semanas. —A veces soy un poco lenta para actuar.
109
—Los caracoles son más rápidos —concordé.
—Estoy aquí —dijo en voz baja, mostrando su nerviosismo en la forma en
que torcía la espátula en la mano.
—Me he dado cuenta —le dije. ¿Por qué? Por primera vez, me daba miedo
hacer una maldita pregunta, miedo de que esto fuera solo una visita. Miedo de
que solo quisiera mi amistad cuando yo la amaba tanto que dolía.
Tragó saliva, sacando el resto del tocino de la sartén y luego alejándolo del
calor. —Pensé que tal vez era demasiado tarde —dijo, mirándome mientras
rodeaba la isla en un vestido azul pálido que hacía juego con sus ojos a la
perfección—. Me preguntaba si seguiste adelante. No es como si fueras feo —
murmuró.
Mi frente se arrugó, tratando de averiguar qué diablos decirle para no
enviarla corriendo de regreso a Alaska.
—Harper me dejó aquí. Tiene a Adeline en la escuela en este momento,
para recoger los papeles de inscripción.
Mi corazón latió de nuevo, la vida corriendo por mis venas. Ella se
mudaba aquí. Había traído a Adeline.
Iba a quedarse.
—Y cuando llegamos, me aterrorizaba encontrar a otra mujer aquí, ¿sabes?
Porque fui demasiado estúpida por dejarte ir.
Di un paso adelante, y ella elevó la mano, dando un paso atrás y moviendo
la cabeza. —No. Te lo dije una vez, no puedo pensar cuando me tocas.
Mis pies se quedaron plantados solamente con el máximo esfuerzo.
—Pero entonces me bajé del coche y vi los macizos de flores —susurró.
Luego sonrió tan brillantemente que todo su rostro se iluminó—. Y vi el columpio
que pusiste en el pórtico, y lo supe.
—¿Qué? —pregunté, necesitando oír las palabras.
—Supe que no habías seguido adelante. Que esta todavía era nuestra casa,
incluso si te alejé. Supe que todavía me amabas.
Casi me reí. Casi. —Te he amado durante siete años. Se necesitaría mucho
más de un mes para dejar de hacerlo. Se necesitarían alrededor de siete
eternidades.
Sus pechos subían y bajaban rápidamente mientras se esforzaba por
control. —Gracias a Dios —dijo y su voz se quebró—. Porque estoy tan
enamorada de ti que no sé lo que haría si alguna vez dejaras de amarme.
Tres pasos y estaba en mis brazos, mi boca fusionada a la suya. El beso era
desesperado, con hambre, con una urgencia que no había previsto, pero se
110
encontraba allí de todos modos. La recogí y ella envolvió las piernas a mi
alrededor, cavando los pies descalzos en mi espalda mientras la llevaba a la
encimera y ponía su trasero en ella.
—Mierda, te he echado tanto de menos —le dije entre besos por su cuello,
la parte superior de sus pechos que asomaban por encima de la tela.
—River —se quejó, con las manos apretadas en mi pelo, enredándolas en
donde lo tenía hacia atrás. Nunca había oído un sonido más hermoso—. No
puedo pensar.
—Bien —le dije, subiendo mi mano por su vestido, acariciando su muslo—
. Dejé que pensaras demasiado y mira a dónde nos llevó. A partir de ahora ya no
más razonamientos, solo corazón.
Su mano cubrió mi corazón. —¿Qué dice el tuyo?
Sonreí, la felicidad estallaba a través de mí de una manera que nunca
pensé volvería a ocurrir. —Que voy a amarte hasta el día en que muera.
—Bien —dijo—. Ahora más vale que seas rápido. Tienes tal vez una hora
antes de que Addy regrese.
—Bienvenido a la vida con un niño. —Me reí, besándola mientras mis
dedos se deslizaban debajo de sus bragas—. No me he duchado —le dije.
—No me podría importar menos —dijo, rasgando la camisa sobre mi
cabeza, luego jadeó cuando abrí sus piernas y pasé los dedos desde su entrada
húmeda hasta su clítoris—. Simplemente no te detengas.
—No hay ninguna posibilidad de eso —le prometí—. Eres todo en lo que
he pensado desde que salí de Alaska. —Le quité sus bragas y tiré mis pantalones
cortos al suelo, acercándola hacia el borde de la encimera, con mi mente centrada
en estar dentro de ella, follarla hasta que no pudiera pensar nunca en alejarse de
mí otra vez, y después hacerle el amor hasta que aceptara casarse conmigo—.
Mierda. Los condones están arriba.
—Tomo anticonceptivos —dijo, con su voz jadeante mientras llevaba su
boca de nuevo a la mía—. Ahora, River.
Levantando su vestido hasta la cintura, toqué su entrada con mi pene y
luego me introduje en casa.
Santa. Mierda.
—No lo imaginé —dije en su boca entre besos—. Estamos tan bien juntos.
Meció sus caderas en mi contra, clavando los pies en mi trasero para hacer
palanca. Gemí y me di por vencido en tratar de hablar. Usé mi cuerpo para decirle
todo lo que tenía que decir. Cada embestida era mi voto de amor, cada beso mi
petición de que nunca me dejara de nuevo.
Cada jadeo de sus labios me dijo lo mucho que me extrañó. Cada roce de 111
sus uñas me dijo que estaba tan desesperada por esto como yo.
Agarré sus caderas y la atraje hacia mí, cambiando nuestro ángulo para
golpear donde sabía que la haría retorcerse.
—Sí, River. Sí. —Cantaba mi nombre mientras acariciaba su clítoris con mi
pulgar, besándola profundamente, acariciando su boca con la lengua de la misma
manera que me movía dentro de ella.
Estaba fundida, vertiéndose sobre mí, prendiéndome fuego mientras
embestía una y otra vez, sin darle nunca la oportunidad de recuperar el aliento.
Se apretó a mi alrededor, sus gritos cada vez más fuertes, recobrando la
respiración y luego conteniéndola mientras se deshacía en mis brazos,
arqueándose contra mí. Me sentía indefenso contra ella, así que mi orgasmo rasgó
a través de mí, triturando todo lo que fui y reconstruyéndome como nada más
que el hombre de Avery.
Esto era la perfección.
Ella era perfección.
Nuestra respiración salía entrecortada mientras ella me acariciaba el pelo,
y mis labios se presionaban en su cuello. —Guau —dijo, recordándome a la
primera vez que había visto nuestra casa.
—¿Eso es todo lo que puedes decir? —le pregunté con una risa.
—¿Tienes algo mejor? —preguntó con una sonrisa mientras me echaba
hacia atrás para mirarla a los ojos. Era tan hermosa, con sus labios hinchados por
mis besos, su pelo salvaje por mis manos.
—Sí.
Arqueó una ceja delicada hacia mí.
—Bienvenida a casa, Avery.

112
Epílogo
Dos años después…
Traducido por Julie
Corregido por Dannygonzal

Avery
—Medianoche. ¿Me entiendes? —La voz de River era baja y amenazadora.
—S-s-sí, señor —dijo el chico mientras se paraba en nuestro vestíbulo. 113

—No me importa si es el baile. No me importa si piensas que vas a tener


suerte esta noche. Si la tocas de alguna forma que ella no lo pida expresamente,
nunca encontrarán tu cuerpo.
El chico se puso pálido, y yo hice todo mi esfuerzo para no estallar en risas
mientras veía a mi marido desde las escaleras. —Sí, señor —dijo un poco más
fuerte ahora.
—¿Tienes condones?
—¿Qu-qué? —preguntó el niño.
—¿Tienes? —ladró River.
—¿No, señor? —El chico entró en pánico, mirando hacia atrás y hacia
delante como si hubiera alguien que pueda salvarlo.
—¿Eso es porque no crees en el sexo seguro, o porque sabes muy bien que
no vas a estar en ninguna parte cerca de ella esta noche? —espetó River.
—Yo... eh... sí creo en el sexo seguro, es que todavía no he tenido nada —
chilló el niño.
—¿Todavía? —gruñó River.
—¡No estoy pensando en empezar esta noche, señor!
—Buena respuesta. Medianoche, o iré a buscarte. Crecí aquí. Conozco
todos los sitios, y sé exactamente donde viven tus padres. ¿Me entiendes?
—Sí, señor. —El niño logró mantenerse en pie, lo que sabía le ganó un poco
más de respeto ante los ojos de River.
—Bueno. Mientras nos entendamos, Devin.
—Lo hacemos —dijo el niño.
—¿Ya terminó de asustarlo? —preguntó Addy, bajando las escaleras con
un vestido plateado hasta la altura de las rodillas que hacía que mi hermana
pequeña pareciera a un ángel.
—Creo que sí. Quizás deberías salvarlo —sugerí.
—¿Ya tienes suficientes fotos?
Pensé en las tres docenas o así que tenía en mi cámara. —Creo que sí. Ya
le envié un par a papá, y dijo que luces hermosa. ¿Encontraste tu bolso?
—Sí. —Me abrazó—. Gracias.
—Te amo. Cuídate. Llámame si necesitas algo, ¿vale?
—Lo haré —dijo.
Luego se acercó a su cita, besando primero la mejilla de River. —Estaré en
casa antes de la medianoche, lo prometo. 114
—Ajá —murmuró—. Es más probable que tú rompas el toque de queda
antes que él.
—Sí, sí. Te amo —le dijo antes de salir para ir al baile.
Me acerqué por detrás de River mientras él observaba desde el ventanal
del frente. —Le abrió la puerta —dijo con aprobación. Una vez que estuvieron
fuera de la calzada, me tomó en sus brazos—. Ella va a ser mi muerte. Lo juro.
—Eres bueno en esto de ser papá —le dije, disfrutando la sensación de él.
Un año de matrimonio y todavía no me había cansado de esto. El período más
largo de una luna de miel en la historia.
—¿Eso crees?
—Sí. Y me alegro.
—Oh, ¿sí? —preguntó.
—Sí, teniendo en cuenta que llegarás a hacerlo desde el principio en unos
siete meses. —Mis dientes se clavaron en mi labio inferior mientras observaba
sus reacciones.
Parpadeó hacia mí. —¿En serio? —susurró.
—Lo confirmó el doctor esta mañana —le dije, mientras las lágrimas
picaban mis ojos.
Maravilla pura llenó sus ojos. —Un bebé.
—Nuestro bebé —confirmé.
Me dio un beso profundo, poniendo su mano protectoramente en mi
vientre. —Asombroso. Simplemente… perfecto.
Suspiré, apoyándome en su beso. Este era el tipo de felicidad que nunca
había soñado tener, y sin embargo, aquí estaba con una abundancia desbordante,
llenando cada rincón de mi corazón hasta que pensé que explotaría.
Sus ojos se posaron en la ventana y luego en mí. —Oh Dios. ¿Y si es una
niña?
Me reí. —¿Sería tan malo?
—Conozco a las chicas Claire. Voy a necesitar otra arma.
—Sí, bueno, no puedo esperar a ver la cantidad de problemas en los que
se meterá una niña Maldonado.
Palideció. —Tal vez dos armas.
Me besó de nuevo, y me hundí en él, perdiéndome en su amor y la
promesa que siempre nos daba.
115
Mudarme aquí, eligiendo una vida con River, no solo me ha liberado.
Me trajo a casa.
SOBRE LA AUTORA
Rebecca Yarros es una romántica sin remedio y amante
de todas las cosas con chocolate, café y Paleo. Además
de ser mamá, esposa de un militar, y bloggera, nunca
puede elegir entre Young Adult y New Adult, así que
escribe ambas. Se graduó en la Universidad de Troy,
donde estudió historia europea e inglés, pero aún
mantiene la esperanza de recibir una carta de aceptación
a Hogwarts. Cuando no escribe, está atando los patines
de hockey para sus hijos, o escabulléndose en algún
momento con su guitarra. Está locamente enamorada de
su marido aviador del ejército desde hace once años, y
actualmente están destinados al norte de Nueva York,
con su pandilla de niños inquietos y el Bulldog inglés que ronca, pero ella
siempre prefiere estar en casa en Colorado.
116

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