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0.7 - Rebecca Yarros - Ignite
0.7 - Rebecca Yarros - Ignite
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STAFF
Mel Wentworth & Julie
River
A la mierda mi vida, me sentía exhausto. Entrecerrando los ojos al sol, salí
de la casa del Equipo Hotshot Sol de Medianoche a las once menos cuarto de la
noche. Nunca había conocido un nombre más apropiado para un equipo hotshot
en mi vida. Habíamos vivido aquí los últimos siete años —tan pronto como me
aceptaron en la Universidad de Alaska—, pero la situación de la luz solar a finales
de julio todavía me sorprendía de vez en cuando. 7
Zeus comenzó a llorar en la puerta, así que lo dejé entrar. Luego llevé mi
mochila a la lavadora. Como de costumbre, toda mi ropa olía a humo. Nunca me
molestaba, hasta que llegaba a casa. Una vez que ingresaba a casa, no podía
esperar a sacar el olor del humo de mi ropa, mi cabello, mi piel. Lancé todo dentro
de la máquina, eché detergente y comencé la carga. Esperaba que el olor se
quitara en la primera lavada.
Tomé una larga ducha para hacer lo mismo con mi cuerpo.
Una vez limpio, cogí una cerveza, encendí la televisión para ver las
noticias y ponerme al día con lo que sucedía en el mundo, y puse mi portátil en
mi regazo, revisando mis redes sociales. Zeus se acurrucó a mi lado, por lo que
lo acaricié distraídamente mientras me desplazaba por la página web.
Drama.
Drama.
Un lindo bebé.
Drama.
Rayos, ¿cuándo se casó?
Había estado fuera de Colorado tanto tiempo que había perdido el
contacto completamente.
Después de unos minutos, cerré la computadora, dejando atrás a mis
amigos, ambos de la universidad y de casa en Colorado, mientras cambiaba el
canal y me desconectaba del mundo por un momento.
Había llegado a casa después de otro incendio. Miré la foto de mi papá e
incliné la cerveza en su dirección a modo de saludo. Luego tomé un largo trago
y apoyé mi cabeza en el sofá.
—¿Riy?
Parpadeé hacia la suave voz y levanté mi cabeza mientras dejaba la
cerveza a un lado. —¿Avery? —pregunté, con mi voz ronca por haber estado
durmiendo.
—Sí —dijo, pasando sus dedos por mi cabello—. Debes haberte quedado
dormido.
—Ajá. —Me incliné hacia su toque—. ¿Qué hora es?
—Dos y cuarto.
Me senté y sacudí el sueño de mis ojos. —¿Es en serio?
—Debes estar agotado —dijo, acurrucándose a mi costado.
Envolví mi brazo a su alrededor y con el otro coloqué una manta sobre 13
ella. —Lo estoy —admití—. Apuesto que tú también.
—Ajá —dijo, cuando su cabeza encontró ese lugar perfecto en mi pecho al
mismo tiempo que soltaba un bostezo que podría quebrar su mandíbula.
Hazlo ahora. Cada vez que estaba en un incendio, juraba que volvería a casa
y le diría cómo me sentía. Sabía que ella no quería estar en una relación con nadie,
que pensaba que solo tenía tiempo para cuidar de su padre postrado en una
cama. Que sus dos trabajos y básicamente criar a Adeline por su propia cuenta
eran sus únicas prioridades…
Pero yo quería que sepa que ella era mi única prioridad.
Entonces, ¿qué si se complicaba? ¿O se volvía un desastre? No iba a ir a
ningún lado, y tampoco ella. Encontramos una forma de resolver lo que sea que
se pusiera en el camino, e incluso si tomaba años, sabía que ella sería la única que
querría.
Todas las otras relaciones fallidas, ya me habían enseñado que no había
un reemplazo para Avery Claire.
Respiré profundo e intenté encontrar mis bolas proverbiales. —Oye,
¿Avery?
No contestó.
Me moví solo lo suficiente para verla con los ojos cerrados y los labios
entreabiertos, su respiración uniforme y profunda. Estaba dormida.
Debí haberla acomodado. En vez de eso, apoyé mi cabeza sobre el sofá otra
vez y saboreé la sensación de quedarme dormido con ella en mis brazos.
Habían pasado solo cinco minutos cuando hubo un golpe en mi puerta.
Me incorporé con un sobresalto, apenas logrando atrapar a Avery antes de que
caiga al suelo. —¿Quién demonios? —murmuré, mirando por la ventana. El sol
ya había salido, pero eso no decía mucho.
—Guau, son las ocho —dijo Avery, estirándose junto a mí.
No miré la forma en que sus pechos se presionaban contra el delgado
material de su camiseta.
No aprecié su bostezo soñoliento, donde su lengua se curvaba como un
pequeño gatito.
No imaginé de inmediato colocar su cuerpo caliente debajo del mío y
despertarla completamente con un orgasmo que dejaría esa voz rasposa gritando
mi nombre.
Para nada.
Mierda. 14
Los golpes continuaron, así que me levanté y me dirigí a la puerta, donde
Zeus ya estaba meneando la cola. Abrí la puerta y él salió volando, más allá de
donde Bishop estaba parado con los labios apretados. Esa cara nunca era una
buena señal.
—Todo un perro guardián el que tienes allí —remarcó mientras entraba.
—Zeus sabía que eras tú —dije—. Además, tengo veinticinco años. No me
jodas. Eres solo tres años mayor.
—Sí —dijo, mirando la foto de papá antes de entrar en la sala. Si él no me
había seguido el juego, pasaba algo drásticamente malo—. Hola, Avery —la
saludó en mi cocina, donde ella preparaba café.
—Bishop —respondió con una sonrisa—. ¿Café?
—Eso sería genial —dijo antes de volverse hacia mí—. ¿Estás despierto?
—Abrí la puerta, ¿no? —Crucé los brazos sobre mi pecho—. No se supone
que nos encontremos hasta dentro de otras dos horas, así que ¿por qué estás aquí?
Su mandíbula se flexionó. —Recibí una llamada telefónica temprano en la
mañana.
—¿De quién? —A menos que fuera nuestro padre llamando desde la
tumba, no podía pensar en una razón lo suficientemente buena para sacarme de
los brazos de Avery.
—Sebastian Vargas.
—¿Bash? Mierda, no es posible. —Sacudí mi cabeza; seguramente había
escuchado mal—. ¿Sucedió algo malo en casa? —¿Por qué rayos llamaría Bash?
Él estaba en el equipo Hotshot en California. Demonios, dejó Legacy al mismo
tiempo que yo.
Bishop tragó y flexionó las manos. —Están reconstruyendo al equipo.
Mi mandíbula golpeó el maldito piso. —Lo siento. Vas a tener que decirlo
otra vez.
Asintió. —Sí, hice que me lo dijera como seis veces. Honestamente no le
creí hasta que Emerson Kendrick tomó el teléfono.
—¿Emmy está en esto también? —Ambos, Emmy y Bash, habían perdido
a sus papás junto con el nuestro, enterrándolos uno al lado del otro en la Montaña
Legacy.
—Nunca pensé que fuera posible, pero ellos consiguieron que el consejo
municipal estuviera de acuerdo, con una condición.
—¿Cuál? —Toda emoción posible me asaltó, dejándome en carne viva con
15
incredulidad, esperanza, orgullo y un toque de cautela. ¿Reconstruir un equipo
que había sido aniquilado era la mejor opción? ¿Esto les haría justicia? ¿Estaría
este equipo condenado a sufrir el mismo destino? Habíamos sepultado a
dieciocho de los diecinueve que eran ellos.
Era todo por lo que habíamos luchado durante los primeros años después
del incendio, pero con el paso del tiempo, y se nos había negado una y otra vez…
bueno, se convirtió en algo imposible.
—Tiene que estar compuesto principalmente de Legados. Sangre del
equipo original.
Me quedé parado allí, mirando a mi hermano mientras asimilaba las
palabras. Él asintió lentamente, como si entendiera el tiempo que me tomaba
procesar las noticias de lo imposible.
Mis ojos se dirigieron hacia donde Avery sacaba una taza humeante de
café de debajo de la Keurig. —Dilo —casi gruñí, sabiendo que sus próximas
palabras estaban a punto de hacer trizas mis planes.
—No pueden hacerlo sin nosotros. Si queremos que el Equipo Hotshot de
Legacy renazca…
A. La. Mierda. Mi. Vida.
—Tenemos que ir a casa.
16
2
Traducido por Umiangel
Corregido por Khaleesi
Avery
¿Va a ir a dónde?
La idea de que River fuese a cualquier parte era suficiente para que me
dieran náuseas. Tal vez escuché mal. Tal vez Bishop no lo decía en serio. Tal vez
esa mirada de asombro en la cara de River significaba algo completamente
diferente.
17
El calor del café irradiaba a través de la taza, finalmente quemándome la
mano antes de que me diera cuenta que todavía la tenía. Di la vuelta hacia la
pared que separaba la cocina de la sala de estar y entregué la taza a River, quien
me miró con unos ojos marrones oscuros y murmuró un “gracias”.
—¿Qué quiere decir? —le pregunté.
Su poderosa mandíbula se tensó al mirar de nuevo a Bishop. Viendo la
seriedad en sus caras, nunca parecieron más hermanos. Su herencia nativa
americana demostró ser dominante, dándoles rasgos cincelados, narices fuertes,
huesos agudos en las mejillas, y cabello negro. Pero, aunque Bishop era un
centímetro o dos más alto que su hermanito, River tenía por lo menos diez kilos
más de músculos. Diez kilos de músculos increíblemente calientes.
Momento. No debo pensar así de River.
—¿Qué quieres decir exactamente? —preguntó River a su hermano.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó.
—Tendríamos que volver a Colorado. —Los ojos de Bishop parpadearon
hacia mí, pero mis ojos veían solo a River.
Él asintió lentamente, como si estuviera analizando los detalles en su
cabeza. Esa era una cosa suya, nunca tomaba una decisión a la ligera. —¿Y
quieren tenernos? —preguntó.
—Así es. Van a ajustar el sesenta por ciento. Bash dijo que no estaba seguro
de los números finales.
—¿En cuánto tiempo tienen que enlistarnos?
Un año. Di un año. Las náuseas me golpearon con fuerza. No podía
imaginar una vida sin River. Ya era un infierno cuando apagaba incendios
durante semanas.
—Dos semanas.
Bueno, ahora iba a vomitar. Debí haber hecho algún tipo de sonido,
porque el brazo de River rodeó mis hombros, me llevó hacia su lado donde
siempre pensé que estaría. No éramos pareja ni nada, pero su presencia era una
parte fundamental para que mi mundo siguiera en movimiento.
—Dos semanas —repitió, frotando la piel desnuda de mi brazo con su
mano.
—El Consejo solo les dio hasta la ceremonia.
—Pues eso es una mierda —gruñó River.
—No lo entiendo —dije en voz baja. 18
Me miró con esos ojos increíblemente profundos, dos líneas pequeñas
surcando entre sus cejas. —¿Recuerdas que regresaré a Colorado dentro de un
par de semanas?
Asentí.
—Ese es el plazo que le dieron a Bash —respondió Bishop—. Ellos están
haciendo esto tan imposible como pueden, a pesar de que él está pagando todos
los gastos. La estación de bomberos está lista y todo, solo falta un equipo.
—Maldita sea. Sabía que era rico, pero no tanto. —River respiró hondo, y
soltó el aire lentamente—. Está bien, así que, si regresamos, ¿vamos a formar el
Equipo de Legacy?
—Ese es el plan.
—¿Y si no lo hacemos?
—Fallarán. No hay manera matemáticamente posible de hacerlo sin
nosotros.
River soltó una risa sarcástica. —Y pensar que nunca quisiste que fuera
bombero.
—Todavía sigo pensando lo mismo. Esta no es una orden, River; es una
elección.
—¿Irás? —preguntó River.
—Claro —dijo Bishop.
Me quedé sin aliento. Si Bishop iba...
—Entonces yo también. No vas a hacerlo solo. Nos mantenemos vivos.
¿No es eso lo que siempre dices?
El dolor me atravesó, tan intenso que sentí el entumecimiento de mis
nervios como si alguien hubiera puesto un hierro caliente en mi alma.
—Sí —dijo Bishop en voz baja—. ¿Estás seguro de que esto es lo que
quieres hacer? —Sus ojos pasaron sobre mí de nuevo, como si yo tuviera algún
impacto en la decisión de River. Nunca crucé la línea que me dejaría decidir.
Nunca, ni con toda la química intensa que compartíamos, o el anhelo que siempre
tenía. No sería justo, no con las responsabilidades que yo asumía.
Se merecía algo mejor.
El agarre de River en mi hombro se apretó. —Es papá, Bishop. No hay
opción. Es su equipo y nuestra casa. Si hay una oportunidad de traer a Legacy de
vuelta a la vida, entonces no me quedaré sentado.
Esto fue todo. Se iría de Alaska. Dejándome. 19
***
25
3
Traducido por YessiaCA & Mel Wentworth
Corregido por Itxi
River
¿Este día podría ponerse aún peor?
El agente de bienes raíces me dijo que el mercado de vivienda de aquí
significaba que perdería dinero cuando vendiera mi casa, además tenía que dar
el aviso a Sol de Medianoche, y Avery me evitaba.
Incluso cuando estaba en mi relación más seria, ella nunca había hecho esa 26
mierda. Pasaron dos días desde que me dijo que estaba “bien” y se había ido al
trabajo.
En esos dos días firmé un contrato con fecha por determinar, arreglé para
quedarme un día extra en Legacy para buscar casa y contacté con una empresa
de mudanzas para llevar mi mierda allí.
Había estado tan ocupado que empujé cada emoción al fondo. Ese plan en
realidad fue bastante exitoso hasta este momento. Pero ahora me hallaba de pie
frente a la casa de Avery y cada duda volvió arrastrándose a la superficie. ¿Cómo
podía dejarla? ¿Cómo podría mudarme a Colorado y nunca más volver a verla?
¿Nunca más poner mis brazos a su alrededor? ¿Nunca más ayudarla cuando
protestara, pero obviamente lo necesitara?
Tragué y llamé a la puerta del frente.
Momentos después, Adeline respondió. —Hola, Riv.
—Hola, Addy. ¿Está Avery?
—Acaba de salir del trabajo del periódico, pero llamó para decir que venía
en camino. ¿Quieres entrar y esperarla?
Normalmente diría que no, que la llamaría y luego interceptaría su regreso
a casa para robar unos momentos tranquilos a solas con ella. Pero dado que no
ha contestado ninguna de mis llamadas y respondido mis mensajes de texto con
respuestas de una palabra, probablemente ésta era la única forma de conseguir
un rato cara a cara con ella.
—Sí, eso suena genial —dije, caminando a la casa. Era agradable, lo
suficientemente espaciosa para una familiay fue construida con cuidado, pero los
últimos once años fueron duros, y no era como si su papá se fuera a ofrecer
voluntariamente a coger un martillo. Hablando de eso, debería arreglar ese barandal
mientras estoy aquí.
—¿Avery? ¿Eres tú? —gritó su padre desde la sala de estar.
—Nop, señor Claire, soy yo, River.
—Entra aquí, muchacho.
Rodé mis ojos, no por la elección de sus palabras, sino por su tono. Seguro
que no era su muchacho. Mi padre habría pateado el culo de este tipo diez veces
por el hombre en que se convirtió. Pero por Avery, bueno, podía manejarlo.
—Señor —dije, mientras entraba en la sala de estar. Jesús, había mierda
por todos lados. Platos en la mesa de café, basura en el piso, y olía como si no
hubiera visto el agua en al menos una semana… o dos.
Por mucho que ansiaba recogerlo todo antes de que Avery regresara a
casa, sabía que ella se moriría de vergüenza. Así que hice lo que aprendí el primer
año que habíamos sido amigos… lo ignoré. 27
***
—¡Detente! —Puso las manos en sus oídos y cerró los ojos, pequeñas líneas
aparecieron entre sus cejas.
Crucé la distancia entra nosotros, apartando ligeramente las manos de su
rostro. —Abre los ojos —supliqué.
Sus párpados se abrieron para revelar esos ojos azules nadando con tanta
emoción que casi perdí el aliento. —Dime una cosa. Si no fuera por Adeline, por
tu padre, y por cada responsabilidad que te ancla a este lugar, ¿querrías venir
conmigo?
Sus ojos parpadearon de un lado al otro, lo hacían cuando tenía algo en la
cabeza.
Avery siempre fue inamovible en su lealtad a su familia, su insistencia que
ella era responsable por ellos dos. Era algo que siempre amé de ella, pero ahora
necesitaba que cediera solo un centímetro.
—¿Te gustaría venir conmigo? ¿Salir de aquí? Las rocosas son igual de
hermosas, el sol es un poco más fiable. Y lo mejor de todo es que me tendrías a
mí.
Sus ojos volaron hacia los míos. —Pero no soy libre, sin importar lo
hermoso que lo hagas sonar.
Mis pulgares acariciaron ligeramente el interior de sus muñecas. —Sé que
nuestras vidas no son perfectas, pero te lo pregunto, en un mundo perfecto, te
pido que finjas, si no tuvieras las obligaciones que tienes, si solo fuéramos tú y
yo tomando la decisión. ¿Querrías venir conmigo? ¿Darías ese salto?
—¿A Colorado? —preguntó.
—A Colorado —afirmé solo en caso de que pensara que me refería de
regreso a mi casa por un té.
Sus ojos se cerraron. —Sí —susurró.
Mi aliento me abandonó a toda prisa, mi cuerpo entero dejó ir la tensión
que llevaba desde que Bishop me dijo que teníamos que irnos. —Oh, gracias a
Dios.
—Pero no importa —gritó, su rostro distorsionándose mientras luchaba
contra las lágrimas—. Lo que quiero no importa. Que daría lo que fuera por
mudarme a algún lugar nuevo con un nuevo comienzo donde no soy la hija de
“ese borracho” o por tener la oportunidad de mantenerte como mi mejor amigo…
nada de eso importa. Mi vida es lo que es.
—No tiene por qué ser así. —Le tomé el rostro con las manos, acunando la
parte trasera de su cabeza. 33
Avery
Eché un vistazo a la revista en la oficina del Dr. Stone sin ver realmente lo
impreso en las páginas. Mi mente estaba demasiado concentrada en River.
Me había besado. Mis ojos se cerraron mientras recordaba sus labios contra
los míos, la sensación de su lengua, sus manos, su dulce sabor. Las puntas de mis
dedos se deslizaron sobre mis labios como si pudiera sentirlo aún allí.
37
¿Cómo podía un momento cambiarlo todo?
Así como así.
Había sido el mejor beso de mi vida, tan caliente que si él no nos hubiera
detenido, no estaba segura de a donde habríamos llegado.
Sobre la mesa. La barra. Su cama.
Sentí un calor subir a mi rostro y abrí los ojos, sonriendo. Dios, me hacía
feliz, lo cual era algo que no había sentido en demasiado tiempo. Besarlo no había
sido el primer beso raro de amigos tratando de conseguir más. Había sido como
dos imanes finalmente volteando sin ser capaces de hacer otra cosa más que
colisionar.
—¿Qué te tiene toda feliz? —se quejó papá, sentándose sobre la mesa de
examen.
—River —respondí con honestidad. Me había mandado mensajes todo el
día de ayer desde el trabajo, pero nuestros horarios no habían encajado y no
tuvimos la oportunidad de vernos.
Sus ojos se entrecerraron. —No te encariñes mucho con ese chico, Avery.
Romperá tu corazón cuando se vaya, y serás francamente una perra. Infiernos,
ya es suficientemente malo. —Me señaló—. Mejor cuídate.
Calmé mi molestia, la cual comenzaba a aumentar en mi defensa. —En
realidad, creo que voy a ir con él a Colorado el próximo fin de semana.
La boca de papá colgó abierta, sus ojos listos para disparar fuego. —No.
Lo. Harás.
—Lo haré —dije con una certeza que no sentí esta mañana cuando
desperté. Supongo que tomaste la decisión—. Es solo por un fin de semana, papá. La
tía Dawn ya dijo que vendrá y se quedará. —En verdad ella había estado
demasiado feliz de hacerlo cuando la llamé esta mañana.
—¡No puedes hacerla salir así!
—Papá, ella vive a treinta minutos y está jubilada. No es difícil pedirle que
pase un fin de semana con su hermano.
Se quejó, golpeteando su pie contra el costado de la mesa de análisis. —Y
¿qué hay de Adeline?
—¿Qué pasa con ella? —Cerré la revista, rindiéndome de fingir leer.
—¿Estás pensando en mudarte allí? ¿Con él? ¿Por qué más irías?
Debería haber esperado hasta que estuviéramos en casa para decir algo, o
decirle antes de esta cita. —Hablemos de esto más tarde.
—No, el doctor está retrasado. Hablemos ahora. —Cruzó los brazos sobre
su pecho. Las uñas de sus dedos estaban demasiado largas, pero al menos le hice 38
ducharse esta mañana.
Por un segundo, el potencial de un futuro diferente me invadió: un futuro
en el que cada día no peleaba con él, en el que podía vivir por mí, entrando de
lleno en la edad adulta independiente que siempre había tenido tanto miedo de
querer. Un futuro donde River me besaba, donde finalmente me permitía
examinar realmente mis sentimientos por mi mejor amigo.
—¿Qué si quiero mudarme? —pregunté en voz baja—. ¿Qué si quiero
tener una vida de verdad, papá?
—¿Una donde no estás atada a un padre inválido? ¿Eso es lo que quieres
decir?
—No eres un inválido. Y River ya te dijo que podrías venir con nosotros…
—¡Suficiente! —espetó—. No me estoy mudando a Colorado y tampoco
tú. Tu vida está aquí, conmigo. Sé que no es la vida que querías, pero esto
tampoco es lo que yo quería. Estamos en esto juntos. Siempre hemos sido tú y yo,
Avery. ¿Qué haría sin ti? ¿Qué haría Adeline? Sabes que no podemos lograrlo sin
ti. Así que puedes irte por el fin de semana y vivir tu pequeña fantasía, pero sabes
que regresarás aquí, porque no eres la clase de chica que se aleja de su familia.
Levantó las cejas, retándome a contradecirlo.
¿Tenía razón? ¿Importaba lo que yo quería?
El doctor tocó, salvándome de adentrar ese túnel.
—Señor Claire —dijo el doctor Stone mientras se sentó en frente de la
computadora en el escritorio y repasó las imágenes—. De acuerdo, ¿Cómo te has
estado sintiendo este mes? Has subido de peso.
—Me gusta comer —bromeó papá, sacando su lado encantador, de la
manera en que siempre era con el doctor Stone. Después de todo, él tenía algo
que papá quería.
También está jugando contigo.
Mantuve mis pensamientos para mí misma mientras el doctor Stone lo
examinó, insistiendo y preguntando las mismas cosas que cada mes.
—¿Y cómo está tu nivel de dolor? —indagó.
Ahora tenían mi completa atención.
—Es malo, doc —expresó papá haciendo una mueca mientras presionaba
contra su espalda baja—. Está empeorando.
El doctor Stone asintió pensativamente, frotándose la barba. Era difícil
creer que tenía la misma edad que mi papá, o tal vez era solo que había hombres
sanos a esa edad, en general. —No voy a mentirte, Jim. El dolor va a estar allí
siempre. No hay garantías con una columna inmovilizada como la tuya. Sé que 39
duele.
—¿Podemos aumentar la medicación? ¿Darme un poco de alivio?
El doctor Stone suspiró y volvió a la computadora, viendo las imágenes de
nuevo. —Creo que ya estás al máximo en los opioides. No puedo prescribir más
de forma segura sin ponerte en riesgo de una sobredosis.
—Duele —espetó papá, sorprendiéndome. Nunca mostraba su lado de
enfado fuera de casa, no, ese lado de él estaba reservado para Adeline y para mí,
por supuesto.
—Lo sé —dijo el doctor Stone, echándose hacia atrás en su silla—. Tal vez
es tiempo que discutamos otros opciones.
—¿Algo más fuerte? —sugirió papá.
Por el amor de Dios. Si le daban algo más fuerte, sería demasiado.
—No, pero hay unos nuevos métodos. Maneras de ir directamente tras los
nervios. —Inclinó la cabeza—. Y deberíamos cuidar tu peso. Otros pacientes con
la misma inmovilidad viven relativamente activos, vidas normales. Sí, aún
sienten dolor. Eso es absolutamente real, pero hemos sido capaces de reducir el
medicamente para el dolor por medios naturales.
—Bueno, no estoy interesado en eso. Quiero detener el dolor. Ahora. ¿Así
que puede ayudarme?
El doctor Stone me miró, y bajé mis ojos. Las repercusiones de la salida de
papá serían desastrosas en casa. —Avery, ¿puedo hablar contigo afuera?
—¿Por qué quiere hablar con ella solos? —cuestionó papá.
—Es algo relacionado con el cuidado. Todavía tiene tu poder médico,
¿cierto?
—Sí —se quejó papá.
—Entonces no debería ser un problema, ¿cierto? ¿A menos que haya algo
que no quieras que sepa?
—Está bien —respondió papá.
Mierda.
No tenía que mirar hacia papá para saber que sus ojos me fulminaban.
Infiernos, podía sentir el calor desde aquí.
El doctor Stone cerró la puerta detrás de nosotros cuando salimos al
pasillo. —¿Cómo está realmente? —preguntó.
Enojado. Borracho. Verbalmente abusivo. El tutor legal de Adeline.
—Bien. 40
—¿Avery? —Me dio el tono de padre que probablemente usaba con su hija
Michelle… Michelle, quien se había ido a la universidad en Texas después de que
ambas nos graduamos. Michelle quien, sin duda, tenía una vida.
Podía mentir, enviar a papá más cerca de la madriguera del conejo. O
podía tomar el pasito para forzar un cambio en su vida. Si no es por mi propio
bien, entonces por el de Addy.
—Está enojado —indiqué, bajando los ojos al suelo cuando traicioné al
único familiar que me quedaba—. Toma demasiado, no logra salir del sofá, y lo
más lejos que llega es por el control remoto, a menos que vengamos aquí en
nuestro viaje mensual para rellenar sus medicamentos.
—Jesús —murmuró.
—Usted preguntó —dije, subiendo mis ojos—. Se está destruyendo.
—Y llevándote abajo con él —notó.
Sacudí la cabeza. —No es sobre mí. Pero sí sobre Adeline.
Asintió lentamente.
—Necesito que mantenga esto entre nosotros —susurré.
Suspiró, frotando el puente de su nariz. —Está bien. Gracias por ser
honesta conmigo.
Respiré profundo y fortalecí mis defensas mientras volvíamos a entrar.
Entre esto y la bomba de ir a Colorado que acababa de dejarle caer, puedo
necesitar algunas de esas medicinas para el dolor de cabeza que me darán todos
sus gritos.
—Bueno, Avery dice que mucho no ha cambiado. —El doctor Stone forzó
una sonrisa—. Te mantendremos con la misma dosis. No te quiero con dolor,
pero vamos a explorar algunos de esos otros tratamientos, ¿de acuerdo? Quiero
que regreses a la terapia física. Realmente hacerla funcionar esta vez.
—No —dijo papá simplemente, como si el doctor le hubiera preguntado
si quería puré de papas para la cena.
El doctor Stone garabateó sobre su bloc y luego arrancó la hoja mientras le
dio a papá una sonrisa. —Bueno, no estoy preguntando. Si quieres que rellene
esta prescripción el próximo mes, llamarás a este número —indicó, añadiendo
una tarjeta de presentación a la hoja que le entregó a papá—. La doctora Maxwell
es grandiosa, y revisaré con ella para asegurarme que estás atendiendo cualquier
sesión que recomiende antes de encontrarnos el próximo mes.
Los ojos de papá se dispararon hacia los míos. —¿Qué dijiste?
—Papá —rogué. Era bastante malo tener el padre ermitaño y borracho del 41
que todo el mundo hablaba, pero ¿públicamente vergonzoso? Ese era un nuevo
nivel de infierno que no había experimentado desde que tuve que sacarlo del
taburete de un bar en Golden Saloon cuando tenía dieseis.
Ahora yo trabajaba allí.
—Ella dijo que lo estás haciendo bien con estos medicamentos, pero tu
dolor te tiene incómodo Jim —respondió el doctor—. Esto no es un castigo.
Estamos buscando una solución a largo plazo, para que te sientas totalmente
funcional. La terapia física va a ayudar a fortalecer los músculos de tu espalda y
tal vez a perder un poco de peso. Será bueno para ti. Bueno para las chicas que
también te cuidan tan bien.
Papá gruñó.
Porque la verdad era que no le habíamos importado en tanto tiempo que
no estaba segura de que supiera cómo hacerlo.
***
—¡Oh por Dios! —chilló Adeline y bailó alrededor de mí, actuando cada
día de sus trece años.
—¡Shhh! —dije mientras nos dirigíamos a mi auto.
—¡No puedes callarme! —señaló, tomando el asiento del pasajero
mientras me subía en el lado del conductor.
—Puedo.
—¡De ninguna manera! ¡River y tú! ¡Por fin!
Prácticamente podía ver los corazones bailando encima de su cabeza.
—¡Detente! —Me reí—. Mira, solo te lo dije porque necesito asegurarme
de que estás de acuerdo con que la tía Dawn venga el próximo fin de semana
para quedarse contigo.
—Absolutamente. Papá se comportará mejor con ella en la casa.
Continuó charlando, expresando fácilmente una docena de veces que no
podía creer que nos tomó tanto tiempo estar juntos. Le recordé cada vez que fue
solo un beso y que no estábamos juntos.
—Sí, lo están. ¡Se van a ir juntos!
—Voy con él para revisar su casa y ver dónde estará viviendo. No sabe
qué tan pronto tendrá que mudarse. —Demasiado pronto.
—Deberías ir con él —dijo, jugando con su teléfono.
—¿Qué? —pregunté, apretando mis manos sobre el volante. 42
—Deberías largarte sin pensar en una mierda.
—No maldigas —dije automáticamente—. Y eso es algo muy importante
en lo que pensa.
—¿Por qué? ¿Por qué la vida es genial aquí? —resopló—. En serio. Si tienes
una oportunidad de largarte, hazlo. Me voy a la primera oportunidad que tenga.
—¿No eres feliz?
Se encogió de hombros, sus ojos aún en ese maldito teléfono. —Claro. Pero
no es como si tuviera un montón de amigos. Todo está… —Se encoge de hombros
otra vez—, estancado. Nada cambia. Se siente como uno de esos estanques que
almacenan mierda y mosquitos.
—Pero también hay cosas buenas, ¿cierto?
—Sí, claro. Estás aquí, y es bueno ver a la tía Dawn cuando viene. Pero no
voy a quedarme aquí. Me voy para la universidad, y luego una vez que haya
visto lo que hay fuera de aquí, tal vez regresaré. Pero no quiero sentir como que
me quedo porque es la única opción. No estás molesta, ¿no? —Me echó un
vistazo.
—Para nada —expresé mientras giramos en la calle de su amiga—. Tuve
esos mismos pensamientos a tu edad.
—Pero entonces mamá murió.
Asentí lentamente. —Entonces mamá murió. —Y todo mi futuro se fue con
ella.
Me detuve en la entrada y estacioné el auto, tocando rápidamente la
muñeca de Adeline antes que pudiera abrir la puerta. —Addy, si esta fuera tu
oportunidad, ¿te irías? ¿Si fueras yo?
—Sin dudarlo —dijo sin parpadear—. Papá te hace pasar un infierno. Una
vez que River se vaya… creo que te mereces la oportunidad de ser feliz. Los dos
lo hacen.
Mi corazón tartamudeó, sabiendo que tenía que preguntarle. No podía
hacer este tipo de elecciones sin ella. —De acuerdo, y ¿si hubiera una manera
para que vinieras conmigo? ¿Lo harías? Sé que es más complicado que eso, y que
tienes amigos y una vida, y a papá, pero solo para el propósito de esta
conversación, ¿lo harías?
Ella inclinó su cabeza de un modo que me recordó mucho a nuestra madre.
—Empacaría una caja mañana. En teoría.
—En teoría —repetí.
Se abalanzó sobre la consola de mi camioneta y me besó en la mejilla.
—No te lastimes el cerebro, hermanita. ¿Te veo luego?
43
—Sí.
Un par de “te quiero” después, la dejé en lo de Mandy para la pijamada.
Mis pensamientos corrieron mientras conducía. ¿ Qué se necesitaría para traerla
conmigo? Si te vas. No podía dejar a Adeline. Apenas podía procesar la idea de
dejar a papá. No importaba cuánto se hubiera hundido, seguía siendo mi papá.
Habría dado todo por cinco minutos con mamá. ¿Qué pasaría si me fuera
de aquí, perdiéndolo, y tuviera el mismo remordimiento?
Había estacionado enfrente de la casa de River antes de que incluso me
diera cuenta que estaba dirigiéndome allí. Quería ir a casa, pero supongo que mi
inconsciente sabía lo que en realidad necesitaba.
Zeus ni siquiera ladró cuando me aproximé a la puerta, así que supe que
no estaba dentro. Eso significaba que salió por una carrera con River. Mi mano
se detuvo en la manija de la puerta. ¿Ya no me estaba permitido entrar? Seguía
teniendo una llave, por supuesto, pero habíamos hecho unas transiciones raras,
y no sabía dónde estábamos parados.
¿Llaves para la mejor amiga? No es la gran cosa.
¿Una llave para tu novia? Enorme. Enorme como el témpano y el Titanic.
Como mudarte a Colorado.
Opté por el sol de las tres de la tarde, que colgaba directamente encima de
mí, y estiré las piernas en los escalones que conducían al porche. La paz se filtró
en mí en la quietud, llenando cada vez más mi pecho con cada respiración,
extendiéndose a través de mí de la manera en que solo estando cerca de River, o
incluso en su casa, podía hacerlo.
La grava crujía cerca de mí, y me quedé sin aliento cuando abrí los ojos.
Mierda. River corría con Zeus saltando a su lado, sus zancadas devorando el
suelo mientras se acercaba.
No llevaba camisa, toda esa hermosa piel bronceada calentándose a la luz
del sol. Siempre supe que era sexy. No estaba ciega a las chicas que acudían a él,
ni a mi propia atracción. Pero mi necesidad de revisar mi propio nivel de baba
era nueva. El tatuaje tribal que se extendía sobre su pecho se ondulaba con sus
movimientos, y al acercarse hacia mí, divisé los pequeños riachuelos de sudor
que se deslizaban por las líneas de su torso hasta sus abdominales tallados.
El hombre era un anuncio andante de sexo.
Moví las piernas debajo de mí mientras se detenía, con una sonrisa en su
cara. —Hola —dijo, respirando pesadamente, pero sin exagerar.
—Hola —respondí tímida de repente. La última vez que hablamos fue
justo después de que sacara la lengua de mi boca.
La forma en que me miraba, con un hambre descarado en esos ojos 44
marrones, me hizo creer que él pensaba lo mismo.
—¿Qué haces aquí afuera? —preguntó, mientras Zeus me lamía la cara.
—Te esperaba.
Su frente se frunció, pero me ayudó a levantarme fácilmente. —Buena
respuesta, ¿quieres entrar?
Asentí, y entramos, dirigiéndonos directamente a la cocina. Sacó dos
botellas de agua de la nevera y me ofreció una. —No, gracias —le dije, asustada
de que si bebía el agua, se me regresara en un segundo.
—De acuerdo —dijo, y se tomó el agua.
Maldita sea, incluso los músculos de su garganta eran sexys.
—¿Y por qué estabas sentada en el porche como una extraña? Tienes una
llave —indicó mientras tiraba la botella vacía a la papelera.
—Siento que esa llave se tornó complicada —expliqué, arrastrando los ojos
por los músculos de su espalda mientras se giraba para agarrar la otra botella.
Sabía que Bishop lo presionaba en el gimnasio, pero maldita sea. Solo... maldita
sea. En el pasado, siempre llevaba una camisa a mi alrededor, a menos que
estuviéramos en el lago, y para ser honesta, no lo miraba.
No tenía sentido querer lo que sabías que no podías tener.
Pero ahora podría tenerlo. Era como si siete años de frustración sexual
reprimida me estuvieran golpeando de repente, derrumbando los muros de mis
defensas con un ariete hecho de acero puro... algo así como su cuerpo.
—Des-complícalo. Tienes una llave, así que úsala.
Me miró intensamente con esos ojos, y casi me derritió. ¿Era este el encanto
por el que deliraban las otras chicas en el bar? ¿Acaso nunca lo había usado antes
conmigo?
—Me la diste... ya sabes... antes.
—¿Antes de qué? —preguntó.
Solté la respiración a través de un rugido de mis labios. —Vamos, ya sabes.
Su sonrisa se apoderó de mis bragas en llamas. Lo bueno es que sabe cómo
quitarlas. —Dilo.
—Antes de que me besaras y dejara de ser la Avery mejor amiga y me
volviera... Ni siquiera sé. ¿La Avery besable?
Caminó hacia delante hasta que quedó a un paso de mí, lo bastante cerca
para tocar, pero no. —Siempre has sido la Avery besable, solo que nunca se me
permitía besarte como quería. También eres la Avery follable…
—¡River! —Mis mejillas ardían. 45
Su sonrisa era amplia y muy hermosa. —Oh no, no tengo nada que perder.
Ya no andaré con sutilezas. Ya no tendré que tener cuidado a tu alrededor. Ya no
haré mi mejor esfuerzo para no mostrarte cuánto te quiero.
Oh Dios, era bueno. Solo sus palabras me prepararon para desnudarlo en
la cocina. O tal vez eso es por tener un año sin sexo.
—De acuerdo —susurré. Patética.
Me acarició la mejilla con el pulgar. —Pero sigues siendo la Avery mejor
amiga. Eso nunca va a cambiar, no importa cuántas veces te bese o cuán a
menudo me dejes tocarte. Si decides que ese fue el único beso que vamos a
compartir, seguirás siendo mi mejor amiga.
El pensamiento ablandó mi estómago. —¿Estarías bien si cortara contigo?
—No. Simplemente me esforzaría al máximo para convencerte de lo
contrario.
—Oh.
—Oh —repitió, y me besó ligeramente la frente antes de retroceder.
Una puñalada de decepción me golpeó justo entre los muslos.
—Entonces, ¿qué te hizo pasar por aquí? —Miró su teléfono y lo bajó—.
Sé que tienes que trabajar en veinte minutos.
—Como que terminé llegando hasta acá.
—Está bien. Me gusta verte. —Se llevó la segunda botella de agua a los
labios y tomó un sorbo, sin apartar la mirada en ningún momento.
Había algo tan ordinario en el movimiento, la facilidad que existía entre
nosotros que me hacía anhelar un futuro diferente… que me hizo preguntarme
si era posible cambiar el rumbo en mi vida.
—Iré —dije de repente—. Por el fin de semana —corregí.
—¿En serio? —Su cara se iluminó como la vez que le di entradas para el
concierto de Mumford & Sons para su cumpleaños.
—Sí —respondí.
Me hallaba en sus brazos antes de que terminara la palabra, mientras me
daba vueltas alrededor de la cocina contra su pecho muy caliente y sudoroso.
—¡Te va a encantar! —prometió, mientras girábamos.
La risa burbujeaba en mi pecho, y me sentía más ligera de lo que había
estado en años, como si él hubiese recogido algo más que mi peso… como si
hubiese levantado mi alma.
—¿Puedo besarte? —preguntó, sus ojos cayendo a mis labios. 46
—Sí —le dije—. Pero mejor que sea rápido. Tengo que irme en cinco
minutos.
Suspiré cuando sus labios rozaron los míos, reaprendiendo la sensación
de ellos. Entonces nuestras bocas se abrieron, y el dulce beso se volvió caliente
tan rápido que mi cabeza dio vueltas.
Buen Dios, el hombre podía besar.
Consumió todos mis pensamientos, hasta que mis únicas preocupaciones
eran lo cerca que podía estar y cuánto más profundo podía besarlo.
Finalmente me apartó las manos de su cuello. —Será mejor que te vayas
antes de que te mantenga aquí conmigo.
—No estoy segura de que eso me importaría.
Gimió y me bajó, retrocediendo lentamente. —Ve. Ahora. Solo prepárate
para el viaje perfecto a Colorado, porque entonces serás mía.
—Me gusta la forma en que suena... mía.
—A mí también —respondió suavemente.
Esto era bueno. No, esto era mejor que cualquier cosa que había sentido.
Y cuando me miraba así, como si hubiera estado esperando toda una vida para
probarme y ahora planeaba su ataque, me derretí.
¿Cómo habíamos hecho esto? ¿Pasar de amigos a adolescentes calientes en
el lapso de dos días?
—Ve, Avery. —Se pasó la lengua por el labio inferior y supe que si me
quedaba un momento más, nunca llegaría al trabajo. Nunca.
Corrí.
47
5
Traducido por Jadasa
Corregido por Florpincha
River
Maldición, esa cosa era larga. Volví a mirar la trinchera que cavamos en el
lado sur del incendio y lo examiné buscando puntos débiles. Elegimos el único
lugar factible para cavar, e intentamos limpiar la mayor cantidad de combustible
posible.
—¿Estás bien? —preguntó Bishop, deslizando su motosierra en el estuche.
48
—Sí, terminé. —El sudor corría en riachuelos a lo largo de mi rostro. No
podía esperar a bajar de esta colina y sacarme el casco.
El incendio era pequeño comparado con el último, pero me llamaron poco
después de que Avery se fuera de mi casa y respondí. Siempre respondería.
Pensaba en ello como mi último trabajo con el equipo Sol de Medianoche.
También maldije como un jodido marinero. Este incendio, tan pequeño
como era, me costó cuatro días con Avery. Quizás en el esquema más amplio de
las cosas, cuatro días no significaban mucho. Pero cuando solamente tenía
garantizado un par de semanas con ella, cuatro días era una eternidad.
—Vamos a salir de aquí —dijo Bishop, acomodando su motosierra encima
de su hombro.
Le di una última mirada a la colina. ¿Sería ésta la última vez que me
llamaban a la tierra salvaje de Alaska? Era un pensamiento agridulce. Para esta
época, el próximo año, estaría con el equipo de Legacy, siempre y cuando
pudiéramos recaudar los números que el consejo quería.
—¿River? —comentó Bishop a medida que el equipo empezaba a bajar la
montaña.
—Sí, ya voy —dije, volviéndome para unirme a la fila de chicos. Si bajamos
en las próximas dos horas, tenía una oportunidad de regresar a tiempo para ver
a Avery esta noche.
—¿Estás listo para ir a casa? —preguntó Bishop cuando lo alcancé.
—¿A cuál? —pregunté.
—Ambas, supongo.
—Estoy listo para ver a Avery.
Una sonrisa se extendió por su rostro. —Entonces ahora es así, ¿eh?
—Para ser sincero, realmente no sé cómo es. Estuvo de acuerdo en pasar
el fin de semana en Colorado, de manera que lo aprovecharé.
—¿Y qué más tiene para ofrecer? —Me dio un guiño.
—Aceptaré cualquier cosa que esté dispuesta a darme —contesté con
suavidad.
Como ninguno hablaba de lo que sentía, la mandíbula de Bishop se tensó.
Su boca se abrió y cerró un par de veces, hasta que fue dolorosamente difícil de
mirar.
—De una puta vez, solo dilo. Sea lo que sea.
—¿Quieres reconsiderar lo del equipo de Legacy? Tienes una vida aquí, 49
una casa, un gran equipo y una chica linda. No pensaría menos de ti si no
quisieras irte.
Pensé en ello, en el simple hecho de quedarme. Me encantaba Sol de
Medianoche, mi casa, el paisaje... infiernos, incluso en las horas de locura de sol
empezaba a gustarme. Quedarme me daba la oportunidad de seguir con Avery,
viendo en qué podíamos convertirnos. Si tener una relación era tan fácil como ser
su mejor amigo, entonces sabía que podíamos ser extraordinarios. Pero por muy
seguro que estaba de lo perfectos que seríamos, también sabía que las
posibilidades reales de que se mudara conmigo eran increíblemente pequeñas.
Nunca dejaría a su padre, y él nunca estaría de acuerdo en mudarse.
Pero si no me iba, Legacy no tendría de vuelta a su equipo Hotshot, y
perdería el último pedazo de mi padre. Al igual que Bishop y los demás chicos
de Legacy.
De manera que me encontraba bastante jodido de cualquier manera.
—¿River? —preguntó Bishop nuevamente mientras seguíamos bajando.
—Lo siento, es solo que tengo muchas cosas en que pensar. No he
cambiado de opinión sobre el equipo. Solo espero que visitar Colorado sea
suficiente para que Avery quiera venir conmigo.
Bishop silbó. —Eso es pedirle mucho a una chica con la que has estado
saliendo por una semana.
¿Estábamos saliendo? No conversamos sobre “qué somos”. —Es una
medida desesperada. Todo lo es con ella, pero no podría simplemente irme y no
intentarlo.
—Estás enamorado de ella.
Mi agarre se tensó sobre el mango del hacha. —¿Cuánto tiempo hace que
lo sabes?
Se encogió de hombros, moviendo la motosierra. —Desde el primer año
que estuvimos aquí. Supuse que arreglarían lo de ustedes más tarde que
temprano.
—Prácticamente es el último momento posible.
—Sí, bueno, no recordamos los juegos fácilmente ganados, ¿verdad? Las
victorias que recordamos son aquellas en las que el resultado llegó hasta el último
minuto, en el tiempo extra.
—Medidas desesperada —dije.
Me dio una palmada en la espalda. —Medidas desesperadas.
*** 50
El bar estaba lleno para ser un martes, pero era La noche de mujeres, la
cual atraía a las mujeres por las bebidas, y a los hombres por las mujeres.
Me abrí paso a través de la muchedumbre y encontré una mesa alta en la
parte de atrás, sentándome aquí así podría ver a Avery en la barra.
Maldición, ella era hermosa. Su cabello estaba en una cola de caballo,
moviéndose con cada movimiento mientras servía bebidas.
—Entonces Avery y tú, ¿eh? —dijo Jessie, agarrando la silla vacía a mi
derecha.
—¿Cómo lo supiste? —pregunté, con los ojos fijos en Avery. Se puso de
puntillas para alcanzar una botella de la estantería, dándome una vista perfecta
de su culo, y suspiré reflexivamente. Estábamos en una habitación con al menos
treinta de nuestros vecinos. El sentido común me dijo que este no era el lugar
para comérmela con los ojos, y mucho menos fantasear sobre alzarla sobre la
barra y deslizar sus vaqueros por sus muslos para poder probarla. Nunca había
tenido problemas para controlarme cerca de Avery. Claro, mi cuerpo siempre
reaccionaba al verla, pero ahora que probé su sabor y sabía que ella quería lo
mismo... bueno, mi cuerpo intentaba anular mi sentido común.
Y la barra tenía la altura perfecta.
—Por favor. ¿Como si pudieras guardar un secreto en esta ciudad? Casi
todo el mundo ha visto la forma en que ustedes se han estado mirando en los
últimos años. Estábamos esperando que Avery encontrara el coraje para decir
algo y que tú dejes de follar por todo Fairbanks con universitarias.
—¿La forma en que nos miramos? —repetí, concentrándome en Avery.
Pude ver cómo había sido obvio. Diablos, no podía quitar mis ojos de ella si nos
encontrábamos en la misma habitación, de ahí mi ciclo de rupturas, pero Avery
nunca insinuó que quería más de lo que teníamos. Si hubiera suspirado en mi
dirección, habría saltado antes de decirlo en voz alta.
Pero ella nunca me dio señales. Quizás esa era una de las razones por las
que toda esta situación era aterradora. ¿Me besaba porque no quería perder a su
mejor amigo? ¿La presionaba por algo que realmente no quería?
Sentirme inseguro era un concepto raro y malditamente inconveniente ya
que tenía menos de una semana en Colorado para convencerla de dejar toda su
vida por mí.
—Por favor —bufó Jessie, jugando con su botella de cerveza—. La miras
como si estuvieras listo para comerla viva.
—Valoración justa —admití, ocultando cómo me sentía por ella. Tragué,
mi garganta de repente apretada—. ¿Y ella? 51
—¿En serio? —Arqueó una ceja hacia mí.
—En serio.
—Te mira como si fueras todo lo que siempre deseó sumergido en
chocolate y lista para un sabroso bocado. Siempre lo ha hecho.
Aparté la mirada de Avery para mirar a Jessie. Asintió lentamente a la vez
que se reía. —Deberías ver tu cara ahora mismo. Si pudieras abrir más la boca, tu
mandíbula estaría golpeando el suelo.
Mi mirada iba y venía entre las dos mujeres. ¿Avery me miraba? ¿Por qué
diablos no me había dado cuenta? ¿Era ciego? ¿O era demasiado buena para
ocultar sus sentimientos?
—Nunca pensé que vería el día en que River Maldonado perdería la
capacidad para hablar.
—Primera vez para todo —dije suavemente. Tal vez esto funcionaría.
Quizás, me quería lo suficiente para irse. Mi mente dio vueltas con diferentes
escenarios mientras abría mi teléfono. Podría quedarse durante el año escolar si
Addy necesitaba tanto tiempo, o simplemente darle a su papá unos meses más
para venir y estar en Colorado en verano. Tendría la casa preparada para ese
entonces, y podrían quedarse conmigo hasta que supieran lo que querían hacer.
O quizás Avery nunca se mudaría. Tal vez mi casa se convertiría en
nuestra casa.
Mi pecho se tensó hasta el punto de dolor mientras ella le sonreía a Maud.
No podía presionarla demasiado, solo porque había estado enamorado de ella
durante los últimos siete años, no significaba que era recíproco. Pero no tenía otra
opción con la fecha límite para el equipo de Legacy.
Por mucho que me encantaba mirarla, tampoco podía esperar otro minuto
para abrazarla.
River: ¿Qué estás haciendo?
Presioné enviar y observé en tanto sacaba su teléfono celular, sonriendo
mientras movía sus pulgares sobre el pequeño dispositivo.
Avery: Trabajando. ¿Tú? ¿Y el incendio?
River: El fuego está cien por ciento controlado. Estoy pensando en sacar
a una rubia muy sexy.
Frunció el ceño y su expresión decayó.
River: Definitivamente la cinta verde en su cabello me ha excitado.
Levantó la mirada, con los ojos bien abiertos y emocionados al observar el
bar, moviendo la cinta al sacudir la cola de caballo.
Saltó en cuanto me vio, apresurándose alrededor del extremo de la barra. 52
Apenas me alejé de la mesa y me puse de pie cuando estaba entre mis brazos,
oliendo dulce y suave.
—Hola, nena —dije contra su cabello mientras la sostenía, levantándola
contra mi pecho.
Envolvió esas increíbles piernas alrededor de mi cintura y metió la cara en
el hueco de mi cuello. —River. —Musitó mi nombre como una plegaria—. ¿Por
qué no me dijiste que habías vuelto?
—Quería sorprenderte —indiqué, sosteniendo fácilmente su peso y
amando la sensación de ella presionada contra mí.
Sus brazos se apretaron alrededor de mí, y sus dedos se movieron a través
de mi cabello, ligeramente arañando mi cuero cabelludo. —Estaba muy
preocupada.
Maldita sea, la amaba. —Estuvo bien. Lo prometo. Lamento que
estuviéramos fuera de servicio, pero fue fácil.
—Bien. No sabía si volverías a casa antes de que nos fuéramos.
La aparté y me miró a los ojos. —Nada me impedirá llevarte a Colorado
este fin de semana.
Nada. Ni su padre, ni siquiera Addy, tanto como la adoraba. Este fin de
semana era para nosotros.
Sus ojos se posaron sobre mis labios y quise besarla, más intenso que
cualquier otro momento en que alguna vez regresé a casa de un incendio.
—Sigue mirándome así y te besaré delante de toda esta gente. Nunca me
han importado los chismes, pero puede que a ti sí.
Sacó la lengua para humedecer su labio inferior. —No me importa.
Mierda. Enredé mis dedos en la base de su cola de caballo, aplastando su
boca contra la mía. Traté de recordar dónde estábamos, porque no podía
desnudarla en medio de un bar lleno de gente. Intenté mantener el beso corto, lo
suficiente para satisfacer el ansia que tenía por su boca desde que me llamaron.
Fallé.
Su lengua se movió contra la mía y me rendí. Me hundí en ella, reclinando
su cabeza para poder encontrar un ángulo más profundo, más dulce, y olvidé
dónde estábamos. Diablos, olvidé que había alguien más en el planeta además de
nosotros.
Su trasero empujó contra mi mano en tanto se arqueaba, sus pechos
robando mi aliento a la vez que los presionaba contra mí. Hizo ese ruidito sexy
en el fondo de su garganta, y me hallaba listo para sacarla cargando y llevarla en
mi maldita camioneta si eso significaba que el latido en mi pene se aliviaría 53
aunque sea un poco.
Alguien se aclaró la garganta cerca de nosotros, y me recordé que
estábamos, de hecho, lo opuesto a estar solos. Me aparté, pero Avery sostuvo mi
labio con una succión suave, sus dientes mordisqueándolo ligeramente hasta que
finalmente me soltó.
Santa. Jodida. Mierda.
Mi respiración se hallaba acelerada, demasiado incontrolada, y estaba
demasiado excitado como para estar en público en este momento.
—Bienvenido a casa —susurró, aquellos ojos azules llenos de pasión y
felicidad.
—Me encanta el sonido de eso —admití, bajándola. Cada una de sus
curvas se frotaba contra mí. Cada. Centímetro—. Me estás matando.
—El sentimiento es mutuo.
—¡Ya era hora, carajo! —gritó alguien.
Le siguió una ronda de aplausos que hizo que Avery enterrara su bello
rostro enrojecido en mi camisa. —Sí, sí —dije a medida que disminuían los
aplausos.
—Oh, Dios mío —murmuró.
Levanté su mentón y besé su nariz fruncida. —Será mejor que salga de
aquí y empaque para mañana.
—Casi llegas tarde.
—Sí, bueno, me conoces. Tengo que dejarlo todo para último momento. —
Como decirte que te quiero.
Sonrió y me besó rápidamente. —¿Me recoges por la mañana?
—Sin falta.
Le di un beso de despedida solo porque podía, luego me dirigí a la puerta
antes de terminar besándola de nuevo. Agitó su mano, como diciendo adiós,
cuando miré hacia atrás y de repente, las ocho o más horas que tenía que esperar
para besarla de nuevo, parecían una eternidad.
Ella fue lo único en lo que pensaba a medida que empacaba una maleta
pequeña, y mientras trataba de dormir un par de horas. Tras los últimos siete
años, era difícil de creer que todo se reducía a los próximos días.
Tenía que encontrar una manera de convencerla de que sería feliz en
Colorado, que valía la pena correr el riesgo. No era algo pequeño lo que pedía.
Infiernos, no quería que arrancara de raíz toda su vida y que se mudara a miles
de kilómetros, todo porque sabía que era la única manera de que saldríamos
54
adelante juntos.
Pero, ¿y si su papá no venía?
¿Y si no lo dejaba?
El reloj hacía tic tac de manera constante en la mesita de noche,
recordándome que tenían que ser cuestión de horas, pero eso no impedía que mi
cerebro, o las repugnantes náuseas, me recordaran que sin importar lo mucho
que la amaba, nunca abandonaría a su familia.
No podía dejar que el equipo de mi padre muriera antes de que tuviera la
oportunidad de resucitar, pero también sabía que sería un caparazón de quién
era si Avery se quedaba en Alaska.
Tenía que hacer de los próximos días los más perfectos posible.
6
Traducido por Miry
Corregido por Dannygonzal
Avery
—¿Qué quieres decir con que perdieron nuestras maletas? —le preguntó
River al asistente de la aerolínea mientras nos inclinábamos contra el mostrador
al día siguiente. Después de un vuelo retrasado de Fairbanks, de correr a través
del aeropuerto de Seattle, apenas logrando nuestra conexión a Denver, y luego
tomando el avión más pequeño que estuvo dispuesto a llegar a Gunnison...
bueno, este viaje sin duda tuvo un comienzo difícil. 55
Estuvimos viajando por diez horas, y tan feliz como me sentía de estar
aquí y ver la ciudad natal de River, también me encontraba a punto del ir al
apocalipsis zombi hacia la máquina expendedora en el vestíbulo si no
encontrábamos algo comida pronto.
—Las he estado rastreando así que actualmente van en la ruta de Seattle a
Denver, señor —dijo la pequeña chica mientras empujaba sus gafas sobre la nariz
con una mirada que casi decía “por favor no me coma”.
No es que River fuera intimidante. Mentira. Era enorme y se hallaba
bastante irritable en este momento. —Está bien. —Puse mi mano en su bíceps.
—No está bien —me dijo—. Todas tus cosas...
—Puedo comprar lo que necesito hasta que lleguen aquí. —Miré a la chica
que escribía furiosamente—. ¿Puedes enviarlas a Legacy cuando lleguen?
Ella asintió. —Absolutamente. El siguiente vuelo viene desde Denver... —
Tecleó, su mirada nunca subió más alto que el pecho de River—. Mañana por la
mañana a las siete y media.
—Tienes que estar bromeando…
Le apreté el brazo suavemente, luego enlacé el mío a través del suyo y me
abracé yo misma a su lado. —Eso estará bien.
Sus dedos volaron sobre el teclado mientras tomaba nuestra información
de contacto. A cada momento, River se ponía más tenso, hasta pensé que sus
músculos podrían romperse bajo mis dedos.
Como los ojos de la asistente se abrieron a dimensiones imposibles cuando
miró detrás de nosotros, giré la cabeza. Bishop caminaba hacia nosotros, con un
ceño cada vez más profundo a cada paso que daba. Quizás no era la única con
hambre por aquí.
—¿Qué sucede? —preguntó River.
—Todos los autos de alquiler se terminaron. Reservaron de más o algo.
—¿Cómo es posible?
—Es casi igual a nuestro viaje de hoy —respondí, la risa burbujeando al
salir.
Ambos me miraron como si estuviera loca.
—Llamé a Knox y está de camino. Probablemente tenemos unos cuarenta
y cinco minutos antes de que aparezca.
—¡Perfecto, justo el tiempo para comer! —dije.
—En realidad, el café del aeropuerto cerró hace media hora. Lo siento 56
mucho —dijo la asistente, encogiéndose mientras todas nuestras miradas giraban
hacia ella—. Cierran después del último vuelo del día... el cuál era el suyo.
La mandíbula de River se tensó. —Solo son las ocho.
—Aeropuerto pequeño.
—Esperemos afuera —dije—. Nunca he visto la puesta de sol en Colorado.
—O en cualquier lugar fuera de Alaska. Esbocé una sonrisa y recé para convencer a
River de dejar en paz a la pobre muchacha. No era su culpa que hoy tuviéramos
una suerte de mierda.
Un ligero tirón en el brazo de River y me siguió, Bishop en sus talones.
Una barra de chocolate más tarde, me sentí un poco humana. River se
metió mi dedo índice en la boca, lamiendo el último trozo de chocolate en mi piel
y mis muslos se apretaron. Pasó los dientes por el dedo y lo soltó, sonriendo por
la forma en que mi boca se abrió.
—Siento mucho que hoy fuera un desastre —dijo, pasando los dedos por
los mechones de mi cola de caballo enmarañada por el viaje. La brisa de la tarde
envolvió unos cuantos hilos alrededor de mi cuello, y los tomó mientras nos
sentábamos en un banco en el exterior.
—Esto no es un desastre —le dije—. Es solo un caleidoscopio de
inconvenientes.
—Los caleidoscopios son hermosos.
—Al igual que esto. Piénsalo de esta manera. Acabamos de terminar un
delicioso trozo de chocolate mientras miramos la puesta de sol por detrás de las
Montañas Rocosas. El clima es magnífico, y esta podría ser la mejor primera cita
que he tenido.
Una esquina de su boca se inclinó hacia arriba. —Primera cita, ¿eh?
—¿Cómo la llamarías?
—Un pequeño vistazo.
—¿A qué?
—A todo lo que podríamos tener —susurró y luego rozó sus labios sobre
los míos, trazando con su lengua mi labio inferior. ¿Alguna vez me cansaría de
besarlo? Solo anhelaba más y más. Por lo demás, ¿cuál era la cantidad apropiada
de tiempo que tenía que esperar antes de poder besar otros lugares de su cuerpo?
¿Dónde estaba el libro de reglas que establecía “oye, sé que acabamos de entrar en
una relación, pero he querido lamer tus abdominales desde hace años”?
Respiré mientras se alejaba, con mi pecho ardiendo. —Guau, incluso solo
besarte me hace perder el aliento.
57
Se rio. —Esa, mi querida Avery, es la altitud. Pero absolutamente tomaré
el crédito. Estamos casi a tres mil kilómetros aquí, y casi a cuatro de donde nos
dirigimos.
—Es más fácil emborracharte —dijo Bishop al llegar a la esquina.
Mis mejillas ardieron, preguntándome cuánto vio.
—No te preocupes —dijo como si leyera mi mente—. He esperado a que
ustedes arreglaran su mierda por años. Y ahí está Knox —indicó mientras un
todoterreno negro se acercaba a la acera.
—¿Cómo puedes saberlo? —preguntó River.
—Somos los únicos aquí, y cerraron las puertas del aeropuerto hace veinte
minutos.
—Buen punto —respondió River mientras nos levantábamos. Cuando un
tipo increíblemente atractivo salió y se dirigió hacia nosotros, River me atrajo bajo
su brazo.
Sutil.
—Knox —dijo Bishop mientras los dos se estrechaban la mano y luego se
abrazaban en ese tipo de abrazo de chicos con muchas palmadas.
—Es bueno verte, Bishop. —Knox volteó sus ojos hacia River y sonrió
antes de jalarlo a un abrazo—. River. Maldición, estás enorme. ¿Qué demonios te
dan de comer en Alaska? —preguntó.
—Alce, en su mayoría —bromeó.
Knox me tendió la mano y la estreché mientras hacía una evaluación obvia.
—¿Y tú quién eres?
—Avery —dije con una sonrisa. El tipo era magnífico en una forma
tipo Scott Eastwood, con ojos que contenían risa y la promesa de un muy buen
momento.
—Está conmigo —dijo River, tirando de mí hacia su costado.
—Obviamente. —Knox sonrió y movió la cabeza hacia el coche—. Nos
encontramos a cuarenta y cinco minutos de casa. Vamos a que se instalen y luego
a resolverlo todo.
Nos subimos en la parte trasera de la camioneta, y cuando llegamos a la
carretera fuera de la ciudad, el zumbido suave del auto en el pavimento envió mi
agotamiento a dormilandia. Cuando mi cabeza se balanceó por tercera vez, River
desabrochó mi cinturón de seguridad y me deslizó contra su costado,
abrochándome en el del medio.
—Descansa un poco —ordenó suavemente.
58
Mi cabeza golpeó el lugar perfecto justo bajo su hombro. Con su calidez y
su ritmo cardíaco constante, me dormí antes de que una segunda canción se
reprodujera en la radio.
Vagamente sentí los fuertes brazos de River levantándome y el aire fresco
de la montaña rozando mi piel mientras me llevaba a algún lugar. —Está bien,
puedes dormir. Te tengo —dijo, besando mi frente.
Un par de parpadeos más tarde estábamos en una habitación de hotel.
Enfoqué el cuarto mientras me bajaba en la cama. —¿Comer o dormir? —
preguntó, poniendo mi mochila en el suelo.
Sopesaba mis opciones, pero las tres horas de sueño que tuve junto con el
largo viaje y la altitud ganaron. —Dormir. ¿Qué hay de ti?
—Ya son las diez. Estoy listo para dormir si tú lo estás. —Se inclinó sobre
mí, colocando un beso contra la línea de mi cabello—. Estaré en la habitación de
al lado con Bishop, solo avísame si necesitas algo, ¿de acuerdo?
Un fuerte destello de pánico me golpeó cuando se alejó. Estábamos en
Colorado, a donde se mudaría, y mientras lo tenía ahora, nada se encontraba
garantizado después de este fin de semana. —¿Te quedas conmigo? —pregunté.
—Avery —susurró, sus ojos marrones oscuros, suaves con la luz de la
lámpara. Me acarició la mejilla con el pulgar.
—No sería la primera vez que dormimos juntos.
Una sonrisa burlona apareció en su rostro. —Sí, bueno…
—Eso no es lo que quise decir. —Pero ahora que las palabras estaban ahí
afuera... bueno, ¿sería una mala idea?
River era innegablemente sexy. Diablos, mi ritmo cardíaco se aceleró
pensando en cómo se sentirían sus manos en mi cuerpo. Sus labios eran
pecaminosos, y la mirada en sus ojos me dijo que me quería tanto como yo lo
deseaba a él. Sabía, sin quitar un solo artículo de ropa, que seríamos increíbles
juntos.
Explosivos.
—¿River? —susurré.
Sus ojos se estrecharon ligeramente cuando decidió. —¿Sabes lo mucho
que te deseo?
—Creo que sí.
—Puedo controlarme, Avery. No te atacaré, pero hay muchas
posibilidades de que podamos cruzar una línea para la cual no estás lista.
Pasé las manos por su cabello, los hilos negros parando justo por encima
de su barbilla. —Lo sé. Pero si solo tengo un poco de tiempo contigo, no quiero
renunciar a nada de eso. Incluso si ambos dormimos. 59
Asintió lentamente. —Trato hecho.
Dejé salir el bostezo menos sexy de la historia de los bostezos, y se rio entre
dientes.
Se oyó un golpe en la puerta y respondió, tomando una bolsa de plástico
de Bishop. —Eso es todo lo que tenían abajo, lo siento, hombre. Las maletas
deberían estar aquí por la mañana.
—Solo quería que fuera...
—¿Perfecto? —preguntó Bishop con voz baja.
—Sí, y es cualquier cosa menos eso. ¿Podría algo más llegar a joderse?
—No tentemos al destino —dijo Bishop antes de decir un buenas noches
tranquilo y cerrar la puerta.
River desapareció momentáneamente en el cuarto de baño. —Avery, hay
pasta de dientes y cosas en el baño si quieres, ¿de acuerdo? —dijo mientras
volvía.
Sin camisa.
Santa mierda. Siempre aprecié su cuerpo. ¿Cómo no hacerlo? Pero ver esos
metros de músculo, de piel suave y tatuada, y saber que podía tocarlos eran dos
cosas diferentes.
—Dientes. Correcto. —Asentí, obligándome a salir de la cama. Mis pies se
sentían como si pesaran un millón de kilos, pero me cepillé los dientes con el
nuevo cepillo y me preparé para la cama.
¿En qué diablos dormiría? Capris y una blusa no eran propicios para toda
la fase del sueño. La camiseta de River se encontraba doblada sobre la encimera,
y mis dedos acariciaron el suave algodón. Perfecto.
Unos minutos más tarde salí del baño para ver a River sentado en la cama
leyendo el libro que trajo. Volvió a mirarme cuando entré en su línea de visión, y
el calor se precipitó a través de mí.
De verdad no fingía, al tratar de mantenerme como su mejor amiga
fingiendo algún tipo de interés. Sinceramente me deseaba.
Moví las mantas y sus ojos siguieron cada movimiento, calentándose más
a cada segundo. —Espero que esté bien que haya tomado prestada la camiseta.
—Sí. Más que bien.
Apagó la luz mientras me metía en la cama, tirando de las mantas mientras
mi cabeza golpeaba la almohada.
60
—Lamento mucho que hoy fuera un desastre.
—No lo fue. —Recordé lo que le dijo a Bishop y le di la espalda hasta que
estuve contra su pecho. Su brazo se abrió camino alrededor de mi cintura, y
suspiré contenta mientras él me acercaba.
Su nariz recorrió la línea de mi cuello, y lo arqueé para darle un mejor
acceso. —Lo fue.
—Tal vez —dije, entrelazando nuestros dedos—. Pero esto vale la pena.
Esto es bastante perfecto.
—Sí, lo eres.
Sus brazos se flexionaron a mi alrededor y me derretí. River me relajaba
de una manera que ningún otro hombre podía. En demasiadas formas esto aún
podría ser solo mi mejor amigo sosteniéndome, pero no lo era. Claro, seguía
siendo River, el tipo que cambió mi neumático pinchado en primer año, el tipo
que golpeó a Troy Williams cuando me besó durante el segundo año después de
decirle que no. Era el chico que me ayudaba con Addy, papá y mi vida en general.
Él era mi mejor amigo.
Pero este deseo de girarlo, subirme sobre él y explorar cada línea de su
cuerpo hasta borrar el recuerdo de cada una de las conejitas de bar que llevó a
casa durante años... bueno, eso no era tan amigable.
¿Era nuestra amistad; y ese deseo tan evidente que sentía por él; suficiente
para desarraigar mi vida entera?
—¿Avery?
—¿Sí?
—Deja de pensar en eso.
—¿Cómo sabes…?
—Porque te conozco. Deja de pensar que hay alguna expectativa para este
fin de semana y solo pásalo conmigo, ¿de acuerdo? Trata de olvidar todo lo
demás. ¿Puedes intentarlo?
Si esta realmente era mi única oportunidad de estar con él, entonces tenía
que intentarlo. Tenía que arrojarme en esto de cabeza y ver lo que se encontraba
ahí, porque sí su partida no me mataba, entonces el nunca saber lo haría.
—Sí.
61
7
Traducido por Samanthabp & Khaleesi
Corregido por Julie
River
Había algo que decir sobre despertarme con Avery en mis brazos. Ella era
suave, cálida y se ajustaba a mi cuerpo como si hubiera sido creada para hacer
exactamente eso.
Ya me había despertado esta mañana, desenredé su cabello de los rastrojos
de mi barba y me escapé para una ducha. Una vez que terminé de cepillar mis
62
dientes, eran ya las ocho y media, y ella aún no estaba despierta.
Debería haber ido abajo a buscarnos comida; tenía mucha hambre, pero al
contrario me deslicé de nuevo a la cama con ella. Tan pronto me metí entre las
sábanas, ella rodó hacia mí como un misil que buscaba calor, usando mi pecho
como almohada y lanzando uno de sus muslos justo sobre mi pene.
Yo era: Su mejor amigo.
No era: Un santo.
Le envolví mi brazo alrededor de su espalda, enredándolo en los gruesos
mechones rubios de su cabello. Ella se sentía perfecta envuelta a mi alrededor, y
era demasiado fácil imaginar que esto era nuestra vida.
Mi mano libre descansó en su rodilla, después acaricié suavemente su
suave piel arriba de su muslo. Me mantuve a quince centímetros, saboreando la
seda de su piel debajo de mis dedos, pero sin ir más lejos porque sabía que mi
camiseta estaba amontonada alrededor de su cintura y no había nada entre mi
mano y su suavidad además de sus bragas.
Cuando ella salió anoche usando mi camiseta, había tenido un momento
de posesión primitiva y tomó todo en mí no poner mis manos debajo de la tela.
Mi pene se ponía duro solo de pensar en eso, o tal vez era su muslo moviéndose
hacia mí. De cualquier manera, mi cuerpo no tenía ningún problema en
recordarme que ella estaba casi desnuda y yo también.
—Mmmm —gimió, moviéndose incluso más cerca.
Su cabeza se movió hasta que sus labios fueron presionados contra mi
cuello, y mi pulso golpeó bajo su caricia inocente. Si ella supiera honestamente lo
mucho que la deseaba —el esfuerzo que me costó mantener mis malditas manos
quietas— nunca me hubiera querido en la cama con ella.
A Avery usualmente le gustaba tener tiempo para pensar en las cosas. Para
examinar cada consecuencia de una posible acción y después tomar la opción que
pensaba que era la más segura. Era malditamente afortunado de incluso haberla
llevado lejos por cinco días completos, dejándola solo pensar que tan fácil sería
deslizar mis dedos dentro de ella y darle un orgasmo antes del desayuno.
No está ayudando con la erección.
Ella se desplazó de nuevo, besando levemente mi garganta y mi mano se
tensó en su muslo agarrando su extremidad tonificada.
—Buenos días. —Su voz era ronca soñolienta y muy sexy.
—Hola —dije, queriendo que entendiera la situación en la que nos
encontrábamos. En lugar de moverse lejos, se deslizó más hasta que se acostó
encima de mí, aún poniendo besos en mi cuello.
63
—Avery —gemí, mis manos llenas con las apenas cubiertas nalgas.
Mierda, sus bragas eran de encaje.
—¿Hmmm? —Tarareó; la vibración recorrió mi sistema nervioso y se alojó
en mi pene. Se meció gentilmente hasta que me había puesto directamente en el
calor entre sus muslos.
Trataba de matarme. Era la única explicación lógica. —¿Estás despierta?
—Sí —dijo, arrastrando sus labios por mi clavícula.
—¿De verdad? —siseé cuando sus dientes rozaron levemente mi piel.
Maldición, se sintió bien—. ¿Sabes lo que haces?
Se deslizó más abajo sobre mi cuerpo; la fricción era tan buena que mi
cadera se movió hacia ella. Sus dedos trazaron las líneas de mi abdomen.
—¿Quieres decir, si me encuentro al tanto de que estoy encima tuyo?
¿Besándote?
—Sí, eso. —Una de mis manos acunó la parte de atrás de su cabeza
mientras que la otra empuñaba las sábanas a mi lado.
—¿Si me doy cuenta que estás duro por mí? —susurró, mirándome por
debajo de sus pestañas con ojos tan azules que rivalizarían con el cielo de
Colorado.
—Eso también. —Mi pene se contrajo de acuerdo.
—Sí —dijo, antes de besarme hasta mi estómago
Mierda. Sus labios en mi piel era la más exquisita tortura.
—Siempre he querido hacer esto —dijo, justo antes de trazar las líneas de
mi abdomen con su lengua.
Contuve el aliento mientras cada músculo de mi cuerpo se tensó. Ella era
cada fantasía que había tenido hecha realidad.
—Tu cuerpo es increíble. Estoy segura que te lo han dicho un millón de
veces…
Demonios, no.
Le di la vuelta tan rápido que aterrizó con un ohhh debajo mío. Entonces
estiré sus dos brazos sobre la cabeza y me puse entre sus piernas. —Nada importó
antes de ti. Nadie importó antes de ti. ¿Comprendes?
Asintió, tirando su labio entre sus dientes.
Me incliné y lo chupé. —Hablando de cuerpos increíbles... —Mis manos
siguieron sus curvas, su cintura estrecha y su cadera caliente.
—Dios, lo que me haces, Avery.
Sus labios rodaron en mis manos, y puse mi boca en su cuello, amando su 64
jadeo, la forma en que suavemente dijo mi nombre. Cada pequeña emoción o
sonido que hizo me dejó más eufórico, me tensó más. Mi camiseta se encontraba
amontonada un poco más arriba de su cintura, dejando su estómago desnudo
para mis labios. La besé hasta su vientre, dejando mi lengua y mis dientes un
poco más cuando ella lloriqueó. La piel justo sobre el hueso de su cadera era la
más sensible, así que la tuve retorciéndose debajo mío en pocos minutos.
—River —gimió, con sus dedos en mi cabello, apurándome.
—Quiero tocarte tanto —admití, respirando en el borde de sus bragas
azules de encaje.
—Entonces tócame.
Sus palabras me enviaron a un nivel de necesidad que no había conocido.
Quería rugir para marcarla como mía, y dejar al mundo saber que esta mujer
confiaba en mí lo suficiente para dejar que pusiera mis manos en ella. Corrí mi
mano por su muslo, mis ojos trabados en los suyos buscando la primera señal
que dijera que ella no quería esto. Mis dedos rozaron la línea de su ropa interior
y se deslizaron dentro hasta que...
Toc, toc, toc.
—No me jodas —murmuré—. ¿Qué? —dije mientras Avery se reía debajo
de mí.
—¿Señor Maldonado? Soy de la aerolínea.
Dejé el cálido refugio del cuerpo de Avery y caminé a través del cuarto,
abriendo la puerta. —¿Maletas?
—Aquí —dijo, con sus ojos amplios. Tomé las maletas de sus manos y las
puse detrás de la puerta, al tanto de que mi ropa interior no hacía nada para
cubrir mi erección.
—¿Puede firmar? —preguntó.
Garabateé mi firma sobre el papel. —Gracias por traerlas —le dije y cerré
la puerta.
Avery se había sentado en la cama, su cabello despeinado en un lío
glorioso y mi camiseta estirada para encontrarse con sus muslos. No podía
esperar para quitársela. Me sonrió y curvó su dedo.
Demonios, sí.
Otro golpe en la puerta sonó y maldije. —¿Ahora qué? —pregunté y abrí
la puerta.
Bishop ya se encontraba completamente vestido, parado allí con sus
brazos cruzados. Dio un vistazo y retrocedió suspirando. —Juega después, 65
hermanito. Tenemos cosas que hacer. Nos vamos a reunir con Knox en media
hora.
—¿Media hora? —chilló Avery y corrió al baño, arrastrando su pequeña
maleta con ella.
—¿En serio no me podías dar otra hora? —le pregunté mientras cerraba la
puerta.
—Considéralo un pago por bloquear mi pene con Sarah Ganston.
—¡Tenía catorce años! —grité mientras me alejaba.
—Nada personal —dijo, repitiendo mis palabras exactas cuando había
sido enviado a buscarlo por romper el toque de queda.
Me vestí con ropa limpia y después esperé a Avery. Tal vez tengamos todo
el día planeado pero lo único en mi agenda para esta noche era ella.
***
***
72
8
Traducido por Gesi
Corregido por Laurita PI
Avery
Su lengua consumía mi boca de la forma en que sus palabras invadían mi
alma; completamente y sin disculpas.
Su confesión logró lo que pensé era imposible, y derrumbó cada una de
mis defensas contra él. Esto no era una aventura amorosa; esto era River. Mi
River.
73
Dios, el hombre podía besar. Era una descarada y carnal exploración que
me hacía arquear contra él, extendiéndome hacia su cabeza para sostenerlo más
cerca. Me agarró por debajo del trasero, alzándome con facilidad, y mis piernas
se envolvieron alrededor de su cintura.
Nos condujo dentro de la habitación y nos dirigió a la enorme cama con
dosel que se situaba en el centro del dormitorio, ni una vez rompiendo el beso o
haciendo una pausa. Nos bajó al colchón, y mis sentidos se encendieron. La
sensación de la colcha de piel debajo de mí, combinada con el sabor de River, su
olor y su peso mientras descansaba entre mis muslos se unieron para despertar
cada terminación nerviosa. La necesidad que me invadió esta mañana se
multiplicó por diez demandando ser apaciguada.
Me besó más profundo, con cuidado y con pasión a conciencia controlada.
Sentí su restricción en la tensión de sus brazos, en la flexión de sus dedos. Me
quería, pero no iba a hacer nada para lo que no me sintiera totalmente preparada.
Saberlo resultaba embriagador, relajante y apasionante, todo al mismo tiempo,
porque sabía que me daría lo que sea que quisiera.
Y me amaba.
La dulzura invadió mi pecho y emergió al exterior, persistiendo en mis
miembros hasta que sus manos acariciaron mi caja torácica, y entonces el deseo
se impuso.
Estiré los brazos por encima de mi cabeza, instándole en silencio a que
sacara mi blusa.
—¿Estás segura? —preguntó.
—Quiero tus manos sobre mí —susurré contra su boca, con delicadeza
tirando de su labio inferior con los dientes—. Aquí. Ahora.
Esta debería ser su casa. No tenía dudas. Por este momento también era la
mía, porque él se hallaba aquí. Sin importar qué pasará con nosotros en los
próximos meses, deseaba esto con él. Quería que tuviera un pedazo de mí,
incluso si era solo en un recuerdo.
Mi camisa azul salió con poco alboroto, y entonces River respiró.
—Increíble —susurró mientras enmarcaba con las manos mis pechos
cubiertos de encaje. Su boca colisionó con la mía, una nueva sensación tomó el
control.
Sus pulgares rozaron mis pezones endurecidos a través del encaje, y me
presioné dentro de sus manos, necesitando más.
Su mano se deslizó bajo mi espalda mientras me arqueaba, y con un simple
74
movimiento de sus dedos, desató mi corpiño. Con un movimiento de mis brazos
cayó al suelo, y luego su boca llegó a mí, atrayendo el pezón en su boca.
—¡River! —grité mientras trabajaba en la carne sensible. Mis muslos
inquietos lo acariciaron. Nunca había estado tan excitada con unos pocos toques,
nunca tan desesperada por desnudar a un hombre… pero nunca había estado
con River—. Quítatela —demandé, tironeando de la tela de su camisa.
Se sentó en sus talones con una sonrisa engreída. —Tus deseos son
órdenes —dijo, agarrando la camisa por el cuello y sacándola en un solo fluido
movimiento.
Mi cerebro no tenía palabras para describirlo; el corte de sus músculos, el
profundo bronceado de su piel caliente, el deseo que oscurecía sus ojos. Era la
definición de sexo, y ahora mismo era mío.
Pateé mis sandalias mientras él se extendía encima de mí de nuevo,
descansando su peso a un lado así no me aplastaba. —Eres exquisita —dijo,
corriendo la boca a lo largo de la parte inferior de mi mandíbula.
Escalofríos recorrieron mi cuerpo, mis caderas se mecieron de forma
involuntaria.
—Tan malditamente sexy y por fin mía. —Sus palabras se hicieron eco de
mis pensamientos mientras me besaba de nuevo, borrando cada pensamiento
más allá de su cuerpo y la magia girando a mi alrededor. Si me sentía así de
perdida después de algunos besos, cómo me sentiría cuando él…
—¡River! —jadeé cuando sus dedos se deslizaron más allá de la cintura de
mis pantalones cortos.
—Dime que no —susurró mientras esos dedos alcanzaban las bragas.
—Pero entonces te detendrías —dije, moviendo mis caderas para
encontrarlo.
—Esa es la regla, sí.
Su mano se detuvo encima de dónde más lo necesitaba, donde un latido
silencioso palpitaba.
—No te detengas —le dije mientras mis manos se enhebraban a través de
su cabello. Amaba la textura sedosa, la forma en que se deslizaba entre mis dedos.
—Avery. —Mi nombre era una plegaria en sus labios cuando sus dedos
me separaban y frotaban mi clítoris.
Grité, moviendo mis caderas, arqueando mi espalda, tensando mis dedos
en su agarre.
Su respiración se entrecortó en su pecho. —Dios, si supieras la cantidad de
veces que fantaseé con esto. —Hizo un círculo en mi clítoris de nuevo, luego
ligeramente lo rodó. 75
Gemí y lo besé mientras una de mis manos se clavaba en los músculos de
su hombro. —¿Se encuentra a la altura de la fantasía? —pregunté, apenas siendo
capaz de retener un pensamiento mientras me presionaba. Una ola de placer me
atravesó como si fuera electricidad, y la tensión arrolló mi vientre. Casi no existía
espacio entre nosotros, pero deslizó un dedo dentro de mí y mi espalda se separó
de la cama.
—No hay comparación. Eres más caliente, más húmeda… —Sacó la mano
de mis pantalones entonces, ¡santa mierda!, se lamió el dedo que tuvo dentro de
mí—. Más dulce de lo que alguna vez imaginé.
—Más. —Fue la única palabra que pude decir porque era lo único que
anhelaba. Había tenido sexo antes, no era una monja, pero nunca sentí esta
necesidad intensa, esta desesperación por alguien.
Se deslizó con besos por mi vientre, luego con un golpecito abrió el botón
de mis pantalones, los bajó por mi trasero y luego por las piernas. —Estos
también se tienen que ir —dijo, y mis bragas le siguieron.
No sentía timidez, ni torpeza mientras me miraba como si necesitara
memorizar este momento. El deseo en sus ojos era suficiente para hacerme sentir
como una diosa descarada. Sus manos comenzaron en mis pechos, apretándolos
con la cantidad justa de presión, luego las serpenteó por mis curvas, sobre mis
muslos hasta alcanzar el trasero.
No apartó la mirada mientras llevaba la boca a mi centro. Grité mientras
me lamía y me succionaba, me hizo el amor con los dedos y luego con la lengua.
Mi mente perdió todo el control sobre mi cuerpo mientras me adoraba. Me mecí
contra su cara, amando los arañazos de la barba contra el interior de mis muslos.
Mis manos se empuñaron en las sábanas, luego en su cabello, cualquier cosa a la
que pudiera agarrarme mientras desvergonzadamente me deleitaba en cada
sensación que se disparaba a través de mí.
Me lamió hasta que mi cuerpo se puso tan tenso que apenas podía
soportarlo, la necesidad de liberación retumbaba en mí. Fue tan malditamente
bueno, un placer casi insoportable hasta que me rompí en mil pedazos de luz, su
nombre fue la única palabra en mi lengua.
Sus labios se deslizaron hacia arriba por mi cuerpo, sobre mi ombligo,
entre mis pechos, hasta que hallaron los míos con un beso sorprendentemente
tierno. —Dios, me encanta —gimió.
—¿Qué parte? —Mi sonrisa era débil mientras luchaba por recuperar la
respiración.
—Todas. Tus reacciones, tu sabor, la forma en que dices mi nombre. Dios,
especialmente eso.
76
—River —susurré y besé su cuello.
Gruñó. —Sí, eso.
—River —repetí, explorando con mis manos los gloriosos músculos de su
espalda. Su piel se sentía como cálido satén envuelto sobre duro acero. Jadeó
mientras mis dedos trazaron las líneas que conducían a sus pantalones cortos—.
Sácatelos.
Unos movimientos rápidos y se encontraba desnudo, sentí el calor y el
peso de su erección en el lugar que descansaba sobre mi muslo.
—¿Estás segura? —preguntó, mirándome profundamente a los ojos, su
pulgar acariciando mi labio inferior.
—Sí. Quiero que seas mío —respondí, luego besé su pulgar.
—Ya soy tuyo en cada forma posible. —Me besó, reanimando la llama que
estaba segura mi orgasmo apagó.
Un rasgón del papel de aluminio, y estábamos protegidos.
Me levantó con facilidad, dándonos vuelta para que me posicionara a
horcajadas sobre sus muslos mientras se sentaba. Me dio el precioso regalo del
control, y me deleité en la habilidad que tenía para volverlo salvaje. Corrí la mano
a lo largo de su longitud, deseando haberme tomado el tiempo para saborearlo
antes.
Acunó mi cara entre las manos cuando me elevé en mis rodillas y lo guié
a mi entrada. Con la mirada conectada, las respiraciones desordenadas y los
corazones martillando, descendí con lentitud, tomándolo en mi interior,
centímetro a centímetro. Se tragó mi grito con un beso profundo, y estábamos
unidos en cada forma posible. Mi carne se estiraba para acomodarlo, y él
permanecía inmóvil mientras me ajustaba a su alrededor.
Pero entonces no era suficiente. No cuando estaba tan lleno, tan duro
dentro de mí.
Sus manos sostuvieron mis caderas cuando comencé a moverme, su agarre
ahondando en mi carne mientras lo montaba. —Te sientes. Tan. Perfecto —dije
entre deslizamientos.
—Nos —corrigió, besando mi cuello—. Nos sentimos perfectos.
Y era así. No era solo sexo, era como cumplir con la unión que nuestros
cuerpos exigían porque nuestras almas siempre lo hicieron. Las líneas de su
rostro se tensaron mientras él se concentraba en nuestros movimientos, la
transpiración hacía que nuestra piel resbalara mientras nos mecíamos uno contra
otro, el placer me atravesaba con cada movimiento.
Su mano se apartó de mi muslo para mover el pulgar sobre mi clítoris, los 77
nervios hipersensibles. —No tienes… —jadeé mientras lo presionaba y luego
hacía círculos de nuevo. Traté de reunir mis pensamientos antes de volver a
hablar—. No tienes que… No creo que pueda…
—Sí puedes —dijo, su cálida respiración en mi oído. Con la mano libre
buscó mi coleta, envolviéndola alrededor de su puño mientras gentilmente tiraba
mi cabeza hacia atrás. Su boca atacó mi cuello, lamiendo y succionando cada
lugar sensible—. Tengo siete años de fantasías, Avery. Siete años de imaginar la
forma en que gritarías mi nombre, lo apretado que me envolverías cuando me
deslizara dentro de ti. Siete años de querer sentirte viniéndote a mi alrededor.
Tengo más que suficiente para llevarte allí de nuevo.
Gemí, ya sintiendo esa tensión comenzando a construirse. Cambió nuestro
ángulo para que pudiera empujar más profundo, nuestros cuerpos ondulando en
perfecto ritmo. Era como si hubiéramos hecho el amor por años, tan en sintonía
y en sincronía.
—Te amo —gimió—. Nunca voy a tener suficiente de esto, nunca voy a
tener suficiente de ti.
Sí, más. Aceleré el ritmo, hasta que mi mundo era una mezcla de
sensaciones y River; su respiración, su cuerpo, su aroma, su corazón. Mi orgasmo
se construyó hasta que me encontraba lista para demolerme. —River —supliqué.
—Sí —siseó, entonces condujo su boca a la mía. Unos pocos movimientos
hábiles de sus dedos y me deshice; mi grito fue tragado por el beso.
En el momento en que comencé a caer sobre él, giró colocándome sobre
mi espalda. Nuestro beso se profundizó, se introdujo dentro de mí deslizándose
a un ritmo que me hizo volver a gritar, mi orgasmo regresó con nuevas réplicas.
Gritó mi nombre mientras se vino, sus músculos esforzándose por encima
de mí, y a través de la neblina de mi placer, no podía pensar en nada más que en
lo hermoso que era.
Después de un beso, colapsó rodándonos de lado.
Nuestras respiraciones eran irregulares mientras nos mirábamos fijo.
—Creo que podríamos ser demasiado buenos en esto —dije.
Sonrió y mi corazón se estrujó; gritando una emoción que no podía —no
quería— nombrar.
—Sí, pero creo que podría haber margen para mejorar con práctica.
—Montón de práctica —asentí.
—Tanto como puedas manejar —prometió, besando mi nariz. Entonces
todos los rastros de risa se esfumaron—. Eso fue… No tengo palabras para
describirlo. Perfecto no es suficiente.
Extraordinario. Alucinante. —Perfecto es casi correcto. 78
River
Tracé las letras en la lápida, el dolor envolviéndose alrededor de mi
corazón, indiferente ante el hecho de que pasaron ocho años desde que la
perdimos.
—Hombre, te extraño —le dije antes de levantar la mirada hacia donde se
encontraba Avery, con flores en los brazos—. Te hubiera amado.
81
—Soy un completo desastre.
—Eres mi completo desastre —la corregí. Después del par de veces que la
tomé en las últimas doce horas, estaba bastante seguro de que le resultaría difícil
discutir que no era mía.
Puso las flores en la tumba de mamá mientras me ponía de pie, luego se
metió entre mis brazos cuando los abrí para sostenerla. El cementerio se hallaba
en silencio, pacífico.
—Lamento que los hayas perdido a ambos.
—Me alegra que se hayan ido uno cerca del otro. Perder a papá en el
incendio, eso fue brutal, pero cuando el cáncer se la llevó un par de años
después… —Sacudí la cabeza—. Por un largo tiempo me pregunté si no estaba
maldito. Si se suponía que no debería tener nada bueno.
—Te mereces lo mejor —dijo, con voz suave.
—Todo cambió cuando te vi. Frustrada y con la cola de caballo hecha un
desastre, luchando con el hierro del neumático y las tuercas oxidadas.
—Ugh. Estuve al costado de la carretera por media hora.
Le quité el cabello del rostro, amando que lo llevara suelto y libre. —Eras
hermosa, y me enamoré de ti en ese momento.
Separó los labios. —¿Debido a que no pude cambiar un neumático? —
susurró.
—Porque no te rendiste. No había oportunidad de que pudieras quitar
esos tornillos, pero no te rendías. Cuando me di cuenta que criabas a Addy, te
ocupabas de tu padre… no había fuerza en este mundo que pudiera evitar que te
amara.
—¿Por qué no dijiste nada?
—No estabas lista y yo tenía miedo. Perdí todo lo que amé excepto a
Bishop. Cuando el incendio forestal llegó, cuando papá murió, hubo una parte
de mí que se marchitó, que comenzó a esperar la angustia. No podía mostrarlo,
por supuesto. Toda la ciudad se encontraba de luto, y dieciséis nos quedamos sin
padres. Indigo se quedó sin mamá. En nuestro dolor colectivo, no se nos permitía
colapsar, no cuando había tantos ojos sobre nosotros.
—River… —susurró, sosteniéndome con fuerza, apoyándome.
—Entonces comenzó la reconstrucción, y mamá se enfermó. Murió en el
verano de mi penúltimo año de preparatoria, y reabrimos la escuela para mi
último año.
—Luego Bishop y tú se mudaron a Alaska.
Apoyé la barbilla en la cima de su cabeza, amando lo bien que encajaba
conmigo. —Y ya conoces el resto. 82
***
84
10
Traducido por Jeenn Ramírez
Corregido por Naaati
Avery
—¿Quién es ese? —pregunto a Harper mientras miramos la casa club
abarrotada.
El equipo de Legacy había conseguido el número que necesitaba y el
consejo aprobó a regañadientes al equipo después de que Spencer, el único
sobreviviente del equipo original, apareciera y accediera a liderarlos.
85
—Es Ryker —respondió Harper—. Mi hermano.
—Claro —dije tratando de recordar nombres y caras—. Y al lado de River,
se encuentra Bash.
—Sí, Sebastian Vargas, pero todos lo llaman Bash desde pequeño. Y
Emerson es la morena de pie a su lado. Es mi mejor amiga.
—Demasiados nombres —murmuré.
Se rió y tomó un sorbo de su cerveza. —Lo aprenderás. No te preocupes.
El equipo es una familia gigantesca. Estamos juntos mucho, aprenderás.
Si permanezco aquí.
Cuanto más tiempo estuvimos aquí, más quería, más lo necesitaba. Me
encantaba todo sobre la pequeña ciudad, la gente, la tripulación... y River. Todo
lo que tenía que hacer era convencer a papá de que viniera, que tal vez el cambio
sería bueno para él también. River era más o menos un santo para ofrecerle a
papá que viviera con nosotros, pero tal vez llegaría a un lugar donde podría vivir
por su cuenta... y yo podría tener mi propia vida.
Los mensajes que Addy me había enviado decían que todo estaba bajo
control, así que tal vez era posible.
Sí. Podría hacerlo. Tal vez
—¿Qué sucede, Avery? —preguntó Bishop mientras se acercaba.
—¿Podemos dar un paseo? —pregunté, necesitando un consejo que no
viniera de River.
Frunció el ceño. —Por supuesto.
Me ayudó a levantarme y salimos por la puerta lateral de la casa club.
Inhalé hondo, agradecida por la tranquilidad que teníamos afuera. Me ardían los
pulmones, pero me estaba ajustando a la altitud. Más o menos.
—¿Qué vas hacer? —preguntó sin rodeos.
—No lo sé —contesté.
—¿Qué quieres? —preguntó—. No pienses en lo que quiere River o tu
padre, ¿qué quieres tú?
Pensé acerca de estos dos últimos días. La paz, libertad, felicidad pura que
sentí de la posibilidad de un nuevo comienzo con River. —Quiero estar aquí.
—Ahí tienes tu respuesta.
Me burlé. —Lo que quiero y lo que es posible casi nunca es lo mismo.
—Avery, si te encuentras dispuesta a dejar todo, mudarte de Alaska y
construir algo nuevo, entonces ya has cruzado la primera barrera. Bueno, eso y
arriesgar tu vida con la comida de River.
86
Sonreí. —De acuerdo, eso es algo. ¿De verdad crees que puedo convencer
a mi padre para que venga? Adeline está de acuerdo, pero no estoy sola en esta
decisión. No puedo dejarlos más de lo que tú dejarías a River.
Su cara se endureció. —Sabes que River es un hombre hecho y derecho. Si
no quisiera venir aquí, lo habría dejado en Alaska. Toma sus propias decisiones.
Claro que me siento feliz de que esté aquí conmigo. Si va a ser un bombero,
entonces lo quiero en mi escuadrón. Merece su propia vida, tú también.
—¿Y qué si vengo aquí y las cosas no funcionan con River? —pregunté, el
miedo de mi voz cada vez es más grande—. ¿Qué si dejo todo lo conozco atrás, y
vengo aquí, tenemos una horrorosa ruptura y lo pierdo de todas formas?
Sujetó mis hombros y se inclinó para mirar mis ojos. —Ese es un riesgo
que tendrás que tomar. Nada está garantizado en la vida, y claro que tampoco en
el amor. Pero puedo decirte que te ha amado desde que te conoció. No hay nada
que no te daría, nada que no haría para hacer que esto funcione. Ese tipo de amor,
aquel que está arraigado en una amistad tan profunda como la que tienen ustedes
dos, no es fácil de encontrar. Vale la pena la pelea. Te diré lo mismo que le dije.
Ustedes valen el riesgo.
—Gracias —dije suavemente.
—No me agradezcas. Tienes un gran camino por delante. Solo desearía
poder estar ahí para ayudarte con ello.
—¿No vas a regresar con nosotros? —Mi estómago cayó.
—Nah. Empaqué mis cosas antes de irme. River va a vender mi camioneta
y enviar mis cosas con las suyas. Bash necesita mi ayuda aquí. Tenemos mucha
recolección que hacer, y no hay mucho allá para mí, de todos modos.
—Supongo que pensé que cuando dijeron que podrías tener hasta la
primavera… —Mi voz se desvaneció porque ambos sabíamos adónde iba.
Cuando Bash obtuvo la aprobación para que el equipo estuviera unido para la
primavera, me imaginé que nos dieron un indulto. Otros meses para resolverlo
todo. Era hora de convencer a mi padre. Hora de coordinar.
—River podría soportarlo —dijo Bishop—. Tomamos nuestras propias
decisiones. Si decide permanecer durante el invierno en Alaska, entonces lo
apoyaré. No tiene que estar de regreso hasta abril.
—Solo necesito tiempo.
—Lo sé, y él también lo sabe. Es solo que ese tiempo podría no ser algo
que nos sobra.
La puerta se abrió detrás de nosotros y River salió. —Oye, ¿te estás
robando a mi chica o qué?
87
Bishop le dio a mis hombros un último apretón. —No. Es toda tuya. —Se
dirigió a la puerta pero se volteó antes de salir—. Recuerda lo que dije, Avery. Su
forma de cocinar realmente te matará. —Le sonrió a River y se fue adentro,
dejándonos solos.
—Idiota —murmuró River.
—¿Vas a tomar el tiempo? —pregunté—. ¿Vas a permanecer en Alaska
hasta la primavera o te vas a mudar?
Sus cejas se levantaron. —Bueno, supongo que es eso de lo que ustedes
dos hablaban.
—Responde, por favor. Porque estoy enloqueciendo.
Dio dos pasos, y me envolvió en sus brazos, acercándome. Descansé mi
cabeza en su pecho, dejando que su esencia familiar y el latido de su corazón me
envuelva.
—Haré lo que necesites —dijo, descansando su barbilla en la cima de mi
cabeza—. Si quieres mudarte ahora, iremos por Addy y tu papá, y nos
mudaremos. Si quieres esperar hasta la primavera, tendré que volver algunas
veces, pero podemos hacer que funcione.
—¿Me esperarías a que resuelva todo?
Sus brazos se apretaron alrededor de mí. —Si sé que vas a venir aquí, a
hacer tu vida conmigo, esperaría por siempre.
Respiré, sabiendo que lo que iba a decir lo cambiaría todo. Entonces lo
miré, encontrando sus ojos oscuros a la luz de la luna. —Quiero venir. Quiero
vivir aquí contigo. Bueno aquí no, pero en nuestra casa. Quiero hacer que esto
funcione. Lo haré.
Decir las palabras liberó mi corazón de una forma que nunca había
conocido. Cada posibilidad para mi futuro era tan clara, tan vibrante que podía
saborearla, y entonces River era todo lo que podía saborear cuando me besó.
Esto era lo que quería para mi vida. Los besos de River, sus brazos a mi
alrededor, su amor. Lo quería todo.
Su beso fue apasionado, reclamando, y encontré mi espalda contra el
edificio mientras me clavaba entre él y la pared. No importaba que ya lo hubiera
besado docenas de veces en la última semana. Cada beso se sentía nuevo, y al
mismo tiempo como volver a casa.
—Esto es tuyo —dijo, sus labios rozando mi oreja mientras algo frío y de
metal se presionó en mi palma.
—¿Una llave? —pregunté, examinándola bajo la luz pálida.
Su sonrisa pudría haber iluminado el mundo. —Acabo de firmar el
contrato de la casa. Esta es tu casa. Sin presiones. Es solo una llave. 88
No era solo una llave. —Me encanta —dije, cerrando mi mano tan fuerte
que las crestas se clavaron en mi piel.
—Te amo —dijo.
Mi corazón se elevó, estalló, como si al decir lo que quería, finalmente
soltara las cadenas con las que me había atado fuertemente. —River —susurré,
tirándolo hacia atrás para poder mirar sus ojos cuando lo dijera—: Te…
Mi teléfono sonó con el tono de llamada de Addy. Llamar no estaba en su
naturaleza, era más bien una chica de mensajes de texto, así que tenía que ser
urgente.
—Ugh —suspiré, tomando el celular de mi bolsillo—. Un segundo. —
Agarré el teléfono y contesté—. ¿Qué pasa?
—¿Avery? —sollozó.
Mi estómago cayó y mi mundo se redujo a la vocecita al otro lado de la
línea. —¿Qué pasa? —pregunté.
—Es papá. Él… —Llegó otro sollozo, y forcé oxígeno a través de mis
pulmones—. La tía Dawn no movió los medicamentos y los encontró.
—Oh Dios. —Me habría caído si los brazos de River no me hubieran
atrapado, manteniéndome erguido—. Addy, ¿está…?
—Tuvo una sobredosis. Lo tienen con respirador y no saben… —Su voz
se desvaneció entre sollozos entrecortados—. ¿Puedes venir a casa?
Miré a los ojos de River y me di cuenta de que la había oído a través del
teléfono cuando asintió. La tierra se movió bajo mis pies; la realidad de la que
había estado tan segura hace unos minutos desapareció cuando una nueva tomó
su lugar.
—Voy en camino.
89
11
Traducido por Sahara
Corregido por Vane Black
River
Tomé otro sorbo de café del hospital y traté de permanecer despierto.
Viajamos dieciséis horas, después de haber conducido a Denver la noche anterior
para conseguir el primer vuelo. Avery no podía esperar a salir de Gunnison por
la mañana.
Vinimos directamente al hospital donde su padre estaba en la UCI, y yo
90
estuve sentado aquí por al menos otras dos horas, solo esperando que ella
estuviera bien allí con él.
—Dicen que si pasa la noche, debería estar bien —dijo Adeline,
encogiéndose en mi costado.
—Es un tipo duro, tu papá —le dije. No importaba qué tan cabrón hubiera
sido; ningún chico merece perder a su padre de esta manera.
—Lo odio —susurró—. ¿Por qué no puede ser como otros padres?
Dejé mi café y envolví mi otro brazo a su alrededor. —Lo sé ¿y sabes qué?
No es justo. Pero sé que tú y tu hermana son algunas de las mujeres más fuertes
e inteligentes que conozco, y creo que eso tiene mucho que ver con lo que han
pasado. No lo odies, Addy. Él lucha con algo que no podemos entender.
El problema era que yo lo odiaba. Odié que en el momento en que Avery
se enteró de que tuvo una sobredosis, se cerró. Se alejó. Se fueron las miradas
suaves, las caricias calientes. Se fueron los besos, las conversaciones sobre nuestro
futuro. Miró por la ventanilla del avión y respondió las preguntas con respuestas
de una sola palabra.
Mi Avery se fue en el lapso de un latido del corazón mientras
empacábamos, conducíamos, volábamos y llegábamos. No era ni siquiera que se
alejó románticamente lo que me molestaba. Era que me bloqueó como su mejor
amigo. Se cerró y construyó una pared tan alta que necesitaría una maldita
escalera.
—¿Quieres que te lleve a casa? —le pregunté a Addy.
—No. Tengo miedo de que si me voy...
No estará vivo cuando vuelva. Lo oí alto y claro sin que pronunciara una
palabra.
—Entiendo.
Pasó otra hora antes de que Avery saliera.
Me moví para sentarme derecho, pero negó con la cabeza. —Aún está...
Está vivo —susurró mientras señalaba a Addy—. ¿Cuánto tiempo lleva dormida?
—Una media hora —dije en voz baja.
Asintió, tomando asiento a mi otro lado. Su piel se hallaba pálida en
contraste con las ojeras oscuras bajo sus ojos. Lo peor era que se encontraban
planos, sin dar ningún indicio de la emoción que sentía.
—¿Cómo está? —pregunté.
—Estable. —Se encogió de hombros—. La tía Dawn es un desastre. Nunca
le dije lo malo que realmente era. Pensé que si podía manejarlo por mi cuenta
¿por qué sacar los trapos sucios, sabes?
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Uní nuestros dedos y apreté ligeramente. —Hiciste un buen trabajo. Mejor
que nadie podría haberlo hecho. Lo que pasó aquí no es culpa tuya. Es suya.
Asintió lenta y repetidamente, lo que pasó a movimientos de balanceo
ligeros. —Debería haber estado aquí.
Bum. Oí que mi corazón golpeaba el suelo con cada palabra. —No es culpa
tuya —repetí—. Tienes que saberlo o acabará contigo.
Siguió balanceándose, pero la inclinación de su cabeza cambió a
sacudidas. —Debería haber estado aquí. Sé preparar los medicamentos. Sé de lo
que es capaz.
—Avery —le supliqué.
Se puso de pie, dejó caer mi mano y regresó a la unidad de cuidados
intensivos.
***
97
12
Traducido por Jeyly Carstairs & Jeenn Ramírez
Corregido por Julie
Avery
—Soy el que está en el hospital, pero tú eres la que se ve como una mierda
—dijo papá mientras entraba en su habitación.
—Déjala en paz, Jim —dijo la tía Dawn desde la silla junto a su cama—.
Cariño, ¿estás bien?
—Estoy bien —contesté, dando la misma respuesta que he dado durante 98
los últimos tres días desde que dejé a River.
Lo dije a todo el mundo en el trabajo cuando me preguntaron sobre lo rojo
que estaban mis ojos. Se lo dije a Addy cuando me sorprendió mirando al espacio,
pensando en él. Me lo dije a mí misma cada vez que sentí que mis paredes se
desmoronaban y surgían las emociones no tan buenas.
—Bien o no, te ves como una mierda —repitió papá, sentándose en la cama
con una mueca de dolor—. Ojalá no hubieran reducido los medicamentos.
—Tienes que ser capaz de funcionar —dije—. Además, con la nueva
terapia física, tal vez podamos deshacernos de ellos.
—No voy a ver a un fisioterapeuta —gruñó.
—Sí, ¿por qué molestarse con algo que podría ayudarte? —grité—. ¿Por
qué no solo aumentar los medicamentos para el dolor hasta que estemos aquí de
nuevo?
—¡Cuidado con tu tono! ¡Tu madre estaría avergonzada!
Mi boca se cerró de golpe, el calor enrojeció mi cara. Ella lo habría
manejado con más gracia de la que yo hubiera podido… y había muerto por ello.
—Jim —le advirtió la tía Dawn—. Avery no te puso en este hospital. Lo
hiciste tú mismo.
Antes de que él pudiera contestarle bruscamente, el doctor vino a dar de
alta a papá. Miré por la ventana en dirección a la casa de River, preguntándome
que se encontraba haciendo, que tan enojado continuaba conmigo.
¿Cometí un error? Cerré esa línea de pensamiento antes de que pudiera
destruirme. No había elección. Tenía que dejarlo libre antes de que nos
destruyéramos.
Demasiado tarde.
Escuché mientras el médico daba las instrucciones de salida a mi tía. El
analgésico que se le permitía, el terapeuta que tenía que ver. El médico debía
haberme dado las instrucciones. Después de todo, yo era la responsable de papá.
Pero este doctor no sabría eso. En las apariencias, tenía sentido que la mujer de
cincuenta y tanto cuidara al hombre de la misma edad.
No la de veinticinco años.
Alrededor de una hora más tarde, teníamos a papá acomodado en el sofá
de la sala de estar. —Dame el control remoto —exigió cuando la tía Dawn fue a
sacar las maletas del auto.
Lo entregué sin decir una palabra, demasiado cansada para pelear con él
por los modales.
—Dame una de esas pastillas blancas.
99
—No, aún no es hora —le dije, alejando los medicamentos.
—¡No eres el adulto aquí! —gritó.
—¡Por supuesto que sí! —repliqué—. ¡Eso es lo que me hiciste! Quieres ser
el adulto, entonces tienes que actuar como tal.
Puse los medicamentos en la canastita de pan sobre la nevera, agarré el
mostrador y me incliné, tratando de respirar. De repente todo se sentía sofocante,
como si las paredes de mi vida estuvieran repentinamente cerrándose; como si
estuviera atrapada en ese compactador de basura de La Guerra de las Galaxias.
Pero había dejado que mi Han Solo se alejara.
Jadeando por aire, tropecé hacia la puerta principal, agarrando las llaves
de mi auto en el camino a la salida. Necesitaba verlo. Incluso si fuera por un
segundo. Incluso si él me decía que me fuera al infierno, lo necesitaba.
—¿Avery? —La tía Dawn chocó conmigo en los escalones inferiores—.
¿Estás bien?
—Estoy bien —contesté automáticamente, aspirando el aire limpio y
dulce—. Solo necesito hacer un mandado. ¿Crees que podrías quedarte con él?
—Por supuesto.
—Gracias —dije, casi corriendo hacia mi auto.
—Cariño —gritó —, no tienes que hacer esto, cuidar de él sola. No sabía lo
mal que estaba, eres tan buena cuidándolo. Pero ahora estoy aquí. No te voy a
dejar hacer esto sola. ¿Entiendes?
—Es mi padre —dije con un encogimiento de hombros.
—Es mi hermanito. Era mi responsabilidad mucho antes de que fuera
tuya. No dejes que las acciones de tu padre te impidan vivir tu vida. ¿Me
entiendes? No lo resistiré, y tu madre tampoco lo haría.
Asentí, incapaz de pensar en algo que decir, y luego me deslicé detrás del
volante. Me saludó antes de desaparecer dentro de la casa, y salí de nuestro
camino de entrada, más que desesperada por llegar a River.
Quizás River tenía razón. Tal vez si tenía a la tía Dawn para ayudar a papá,
se pondría mejor; al menos lo suficiente como para mudarse a Colorado. Tal vez
todo lo que necesitaba era el invierno.
Tal vez había algo en el borde del acantilado.
Corrí por las carreteras secundarias hacia la casa de River. Nunca había
pasado tanto tiempo sin hablar con él a menos que estuviera en un incendio, y
nunca habíamos tenido una pelea tan fuerte, pero sabía que podía arreglarse.
Él era River. Yo, Avery. Era tan simple como eso.
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Me detuve en su camino de entrada y apagué el encendido, corriendo
hacia la casa antes de oír la puerta del auto cerrarse por completo detrás de mí.
Zeus no ladraba, así que tal vez se encontraban afuera corriendo.
Busqué en mis llaves, sacando la llavecita de bronce que me había dado
hace años, y abrí la puerta.
—¿River? Usé mi… —El aire salió de mis pulmones mientras miraba su
casa perfectamente limpia y vacía—. Llave.
Todo había desaparecido. Los muebles. Los platos. Los tazones de Zeus.
La casa que amaba se había transformado en una cáscara vacía. De alguna
manera conseguí que mis pies se movieran, para llevarme al mostrador de la
cocina donde se encontraba una pila de papeles. Había un contrato de venta y
una nota para Mindy Ruiz, un agente de bienes raíces local.
Hola Mindy,
Aquí está el contrato de venta. Lo siento por irme tan rápido. Tenía sentido enviar
todas mis cosas con las de Bishop. Encontrarás su contrato de venta bajo el mío. Si
necesitas algo más, enviaré mi nuevo número en Colorado. Todas las llaves están aquí
excepto una. Avery Claire la tiene. Deja que la conserve. Pagaré para que cambien las
cerraduras cuando encuentres nuevos compradores.
Gracias,
River Maldonado.
*** 101
***
107
13
Traducido por Julie
Corregido por Dannygonzal
River
Mi corazón latía con fuerza cuando terminé mi carrera. ¿Cuándo diablos
iba a adaptarme a esta altura? Había estado corriendo todos los días durante las
últimas cinco semanas y todavía sentía que necesitaba un trasplante de pulmón
después de seis kilómetros.
—Es embarazoso, Zeus —dije mientras nos tendíamos cerca de los
108
escalones.
Él me miró con una expresión exasperada y se acostó mientras yo
ejercitaba mis cuádriceps. Miré los macizos de flores que puse el fin de semana y
me pregunté qué habría plantado Avery.
¿Habría querido una alrededor de la casilla de correo que acababa de
instalar? ¿Le importaría siquiera? Cerré los ojos contra el ataque de dolor que
sabía se aproximaba. Cada vez que pensaba en ella le seguía un dolor exquisito
en algún lugar cerca de donde solía estar mi corazón.
Chasqueé mi lengua y Zeus se paró de un salto, siguiéndome a la casa.
Todos los muebles que no me gustaban fueron quitados, pero tenía demasiada
pereza de comprar cualquier cosa nueva. Doné casi cada maldita pieza que traje
de Alaska. Simplemente no encajaba aquí. Era demasiado... Avery. Sin embargo
conservé la cama. No podía encontrar el valor para deshacerme del lugar donde
había dormido junto a ella, donde le hice el amor.
Tal vez debí haberle dicho a Bash que quería una casa diferente, una en la
que ella no hubiera estado. Él ya se enojó conmigo por insistir en pagarle por ésta.
No es que me importara. No iba a vivir en una casa que pagó otro hombre; no
me importaba si él lo consideraba una bonificación o no. Tal vez otra casa habría
sido mejor. Una en donde no la vi sonriendo, gritando de placer, o arqueándose
debajo de mí.
Una en la que no la vi de pie en mi cocina.
Mi corazón dejó de latir, mi respiración vaciló, y el único músculo que
movía eran mis párpados, tratando de borrar la visión de Avery de pie en mi
cocina, haciendo el desayuno.
Diablos, habría pensado que era un espejismo, si no fuera por el olor del
tocino y los ladridos excitados de Zeus. Maldita sea, ese perro se convertía en un
cachorro lamentable cuando ella estaba cerca... al igual que su dueño.
—Hola —dijo en voz baja, con la isla entre nosotros.
—Hola.
Se humedeció los labios con nerviosismo, y su pelo salvaje cayó sobre los
hombros, lo que me puso desesperado por deslizarle mis manos. —Por lo tanto,
he usado mi llave.
—Por fin. Solo hizo falta que me mudara a cinco mil kilómetros para que
lo hicieras. —Mis pies se congelaron. No importaba lo mucho que quisiera
moverme, acercarme aunque sea un poco a ella, no funcionaron.
Forzó una sonrisa, y era lo más hermoso que había visto desde que me
sonrió aquí hace seis semanas. —A veces soy un poco lenta para actuar.
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—Los caracoles son más rápidos —concordé.
—Estoy aquí —dijo en voz baja, mostrando su nerviosismo en la forma en
que torcía la espátula en la mano.
—Me he dado cuenta —le dije. ¿Por qué? Por primera vez, me daba miedo
hacer una maldita pregunta, miedo de que esto fuera solo una visita. Miedo de
que solo quisiera mi amistad cuando yo la amaba tanto que dolía.
Tragó saliva, sacando el resto del tocino de la sartén y luego alejándolo del
calor. —Pensé que tal vez era demasiado tarde —dijo, mirándome mientras
rodeaba la isla en un vestido azul pálido que hacía juego con sus ojos a la
perfección—. Me preguntaba si seguiste adelante. No es como si fueras feo —
murmuró.
Mi frente se arrugó, tratando de averiguar qué diablos decirle para no
enviarla corriendo de regreso a Alaska.
—Harper me dejó aquí. Tiene a Adeline en la escuela en este momento,
para recoger los papeles de inscripción.
Mi corazón latió de nuevo, la vida corriendo por mis venas. Ella se
mudaba aquí. Había traído a Adeline.
Iba a quedarse.
—Y cuando llegamos, me aterrorizaba encontrar a otra mujer aquí, ¿sabes?
Porque fui demasiado estúpida por dejarte ir.
Di un paso adelante, y ella elevó la mano, dando un paso atrás y moviendo
la cabeza. —No. Te lo dije una vez, no puedo pensar cuando me tocas.
Mis pies se quedaron plantados solamente con el máximo esfuerzo.
—Pero entonces me bajé del coche y vi los macizos de flores —susurró.
Luego sonrió tan brillantemente que todo su rostro se iluminó—. Y vi el columpio
que pusiste en el pórtico, y lo supe.
—¿Qué? —pregunté, necesitando oír las palabras.
—Supe que no habías seguido adelante. Que esta todavía era nuestra casa,
incluso si te alejé. Supe que todavía me amabas.
Casi me reí. Casi. —Te he amado durante siete años. Se necesitaría mucho
más de un mes para dejar de hacerlo. Se necesitarían alrededor de siete
eternidades.
Sus pechos subían y bajaban rápidamente mientras se esforzaba por
control. —Gracias a Dios —dijo y su voz se quebró—. Porque estoy tan
enamorada de ti que no sé lo que haría si alguna vez dejaras de amarme.
Tres pasos y estaba en mis brazos, mi boca fusionada a la suya. El beso era
desesperado, con hambre, con una urgencia que no había previsto, pero se
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encontraba allí de todos modos. La recogí y ella envolvió las piernas a mi
alrededor, cavando los pies descalzos en mi espalda mientras la llevaba a la
encimera y ponía su trasero en ella.
—Mierda, te he echado tanto de menos —le dije entre besos por su cuello,
la parte superior de sus pechos que asomaban por encima de la tela.
—River —se quejó, con las manos apretadas en mi pelo, enredándolas en
donde lo tenía hacia atrás. Nunca había oído un sonido más hermoso—. No
puedo pensar.
—Bien —le dije, subiendo mi mano por su vestido, acariciando su muslo—
. Dejé que pensaras demasiado y mira a dónde nos llevó. A partir de ahora ya no
más razonamientos, solo corazón.
Su mano cubrió mi corazón. —¿Qué dice el tuyo?
Sonreí, la felicidad estallaba a través de mí de una manera que nunca
pensé volvería a ocurrir. —Que voy a amarte hasta el día en que muera.
—Bien —dijo—. Ahora más vale que seas rápido. Tienes tal vez una hora
antes de que Addy regrese.
—Bienvenido a la vida con un niño. —Me reí, besándola mientras mis
dedos se deslizaban debajo de sus bragas—. No me he duchado —le dije.
—No me podría importar menos —dijo, rasgando la camisa sobre mi
cabeza, luego jadeó cuando abrí sus piernas y pasé los dedos desde su entrada
húmeda hasta su clítoris—. Simplemente no te detengas.
—No hay ninguna posibilidad de eso —le prometí—. Eres todo en lo que
he pensado desde que salí de Alaska. —Le quité sus bragas y tiré mis pantalones
cortos al suelo, acercándola hacia el borde de la encimera, con mi mente centrada
en estar dentro de ella, follarla hasta que no pudiera pensar nunca en alejarse de
mí otra vez, y después hacerle el amor hasta que aceptara casarse conmigo—.
Mierda. Los condones están arriba.
—Tomo anticonceptivos —dijo, con su voz jadeante mientras llevaba su
boca de nuevo a la mía—. Ahora, River.
Levantando su vestido hasta la cintura, toqué su entrada con mi pene y
luego me introduje en casa.
Santa. Mierda.
—No lo imaginé —dije en su boca entre besos—. Estamos tan bien juntos.
Meció sus caderas en mi contra, clavando los pies en mi trasero para hacer
palanca. Gemí y me di por vencido en tratar de hablar. Usé mi cuerpo para decirle
todo lo que tenía que decir. Cada embestida era mi voto de amor, cada beso mi
petición de que nunca me dejara de nuevo.
Cada jadeo de sus labios me dijo lo mucho que me extrañó. Cada roce de 111
sus uñas me dijo que estaba tan desesperada por esto como yo.
Agarré sus caderas y la atraje hacia mí, cambiando nuestro ángulo para
golpear donde sabía que la haría retorcerse.
—Sí, River. Sí. —Cantaba mi nombre mientras acariciaba su clítoris con mi
pulgar, besándola profundamente, acariciando su boca con la lengua de la misma
manera que me movía dentro de ella.
Estaba fundida, vertiéndose sobre mí, prendiéndome fuego mientras
embestía una y otra vez, sin darle nunca la oportunidad de recuperar el aliento.
Se apretó a mi alrededor, sus gritos cada vez más fuertes, recobrando la
respiración y luego conteniéndola mientras se deshacía en mis brazos,
arqueándose contra mí. Me sentía indefenso contra ella, así que mi orgasmo rasgó
a través de mí, triturando todo lo que fui y reconstruyéndome como nada más
que el hombre de Avery.
Esto era la perfección.
Ella era perfección.
Nuestra respiración salía entrecortada mientras ella me acariciaba el pelo,
y mis labios se presionaban en su cuello. —Guau —dijo, recordándome a la
primera vez que había visto nuestra casa.
—¿Eso es todo lo que puedes decir? —le pregunté con una risa.
—¿Tienes algo mejor? —preguntó con una sonrisa mientras me echaba
hacia atrás para mirarla a los ojos. Era tan hermosa, con sus labios hinchados por
mis besos, su pelo salvaje por mis manos.
—Sí.
Arqueó una ceja delicada hacia mí.
—Bienvenida a casa, Avery.
112
Epílogo
Dos años después…
Traducido por Julie
Corregido por Dannygonzal
Avery
—Medianoche. ¿Me entiendes? —La voz de River era baja y amenazadora.
—S-s-sí, señor —dijo el chico mientras se paraba en nuestro vestíbulo. 113