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Initia Rerum. Sobre el concepto del origen en el mundo antiguo. Málaga, spicum 006.

Sobre la fundación y loS fundadoreS


de roma

Jorge Martínez-Pinna
Universidad de Málaga

Cuando Tito Livio tituló su obra Ab Vrbe condita, no actuaba de


manera caprichosa. La fundación de Roma significa el inicio de la historia
romana, si bien Livio se ve forzado a elevarse en el tiempo, hasta la lle-
gada de Eneas a Italia, para exponer brevemente los antecedentes en los
que hunde sus raíces el fundador. Livio representa el último exponente de
la analística republicana, de forma que su obra asume una rica tradición
historiográfica. Pero en este aspecto no parece distanciarse mucho de su
lejano predecesor y primer analista romano, Fabio Píctor, quien, si hemos
de juzgar por la inscripción de Taormina que resume el comienzo de su
obra, iniciaba también su relato con la presencia de Hércules y Eneas,
para inmediatamente pasar a Rómulo y Remo. En definitiva uno y otro,
envolviendo al conjunto de la historiografía analística, expresan un mismo
concepto sobre la esencia de Roma forjada en su origen, que en palabras
de un autor moderno, M. Meslin, se materializa en la afirmación según la
cual para que un pueblo sea tenido por civilizado, necesariamente debe
tener su origen en un medio urbano.

 Este trabajo se enmarca en el grupo de investigación HUM-696, de la Junta de Andalucía, y en el


proyecto de investigación HUM 005-590 del Ministerio de Educación y Ciencia.
 Fab. Pict., fr. 1 Ch.
 M. MEsLIn, L’homme romain, Paris, 1978, p. 34.
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El acto de la fundación exige la intervención de un fundador,


que en el caso de Roma se identifica comúnmente a Rómulo, como de
sobra es conocido. Pero la figura de Rómulo tardó en imponerse a un
nivel general. En las versiones griegas más antiguas sobre la fundación
de Roma el papel de Rómulo es atribuido a otros héroes, como Eneas y
Rhomos, e incluso no es en absoluto infrecuente encontrar en tales ver-
siones elementos propios de la tradición romana, así como la presencia
de Rómulo pero en posición secundaria4. Este hecho puede hacer pensar
que la imagen tradicional del fundador, siempre aplicada a Roma, es
ajena a la primitiva idea que los romanos, y en general los itálicos, se
hicieron sobre su pasado más remoto, y que en el fondo se trata de una
imposición cultural griega.
Esta impresión se refuerza con otra observación, esto es la faci-
lidad, sobre todo en la tendencia que se hace más presente en la obra de
Livio, con la cual se otorgaba a grandes figuras de la historia republicana
el calificativo de conditor o una identificación con Rómulo; o incluso la
invención de personajes legendarios que sin ser propiamente saludados
como fundadores, revisten una personalidad propia de los héroes, asu-
miendo connotaciones fundacionales, como el caso del héroe republicano
Genucio Cipo5. En el breve resumen que Livio hace de la monarquía
en el primer capítulo del libro II, considera a todos los reyes –excepto
naturalmente Tarquinio el soberbio– fundadores de Roma, pues en mayor
o menor medida todos ellos contribuyeron decisivamente a su engran-
decimiento6. Pero la lista no se cierra con la monarquía, como período
más antiguo de la historia romana, sino que cada momento de singular
importancia ofrece asimismo una apariencia fundacional, con su corres-
pondiente protagonista. Así, el nacimiento de la República supone, por

4 Me permito remitir a mi trabajo «La fundación de Roma en los fragmentos históricos griegos»,
Revista de Historiografía, 1, 004, 0-37.
5 Ovid., Met., 15.565 ss.; Val. Max., 5.6.3. Sobre este personaje y su proximidad a Rómulo, R.
MARks, «of Kings, Crowns, and Boundary Stones: Cipus and the hasta Romuli in Metamorphoses
15», TAPhA, 134, 004, 107-131; también, G.k. GALInsky, «the Cipus Episode in ovid’s Meta-
morphoses (15.565-61)», TAPhA, 98, 1967, 181-191.
6 Liv., ... Una impresión similar se observa en Cicerón, para quien la constitución mixta,
considerada el sistema político más perfecto, fue gradualmente desarrollada en Roma durante
la monarquía gracias a la contribuciòn de diversos reyes, en una visión un tanto idealizada del
período real: cf. M. FOx, Roman Historical Myths, oxford, 1996, p. 19. Como «un inmense récit
de fondation» define J. POUCET el relato tradicional sobre el período monárquico de Roma: «La
fonction fondatrice dans la tradition sur les rois de Rome», en L’invention des grands hommes de
la Rome antique, Paris, 001, p. 195.
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una parte, la elevación de su principal creador, L. junio Bruto, llamado


conditor libertatis7, y por otra, la intervención de algunos personajes
que, capitalizados sobre todo en la figura de Horacio Cocles, aportan
esa aureola mítica que resalta el excepcional momento que vive la ciu-
dad8; después será el decenviro ap. Claudio, quien a pesar de su inicuo
comportamiento final que le valió ser asimilado al odiado tarquinio,
recibe también este mismo epíteto de conditor por la obra legislativa que
emerge de su mandato9; y sobre todo el gran M. Furio Camilo, reconocido
como «segundo fundador» de Roma por haber salvado a la patria de la
invasión extranjera0.
Conforme avanza la República el número de supuestos fundadores
se incrementa, especialmente en su último siglo de existencia: entre otros,
se pueden contar a Mario, sila, César, Cicerón y sobre todo Augusto.
Es posible que en muchos de estos casos, y con mayor incidencia en el
siglo i a.C., se pueda invocar una influencia helenística, donde el califi-
cativo de soter va acompañado en numerosas ocasiones de ktistes, como
recientemente ha señalado g.B. Miles, amparándose en que la continua
crisis que atraviesa la República hace surgir diversos «salvadores», que
inmediatamente se presentan como un nuevo Rómulo. Un ejemplo
paradigmático es sin duda Cicerón, quien se vanagloriaba de que Roma
había nacido bajo su consulado, y Plutarco, interpretando la situación
en términos griegos, le llama «salvador y fundador». sin embargo, no
parece menos cierto que la propia tradición romana también incide con
fuerza, pues no se puede olvidar que la mirada al pasado es una constante
en la aristocracia romana de la baja República, que entonces busca con
más ahínco que nunca unos ascendientes míticos14, y cuando se alcanza

7 Liv., 8.34.3
8 Sobre el particular, J. MARTínEz-PInnA, «El agua y el fuego en los héroes latinos», en L’eau et le
feu dans les religions antiques, Paris, 004, pp. 178 ss.
9 Liv., 3.58..
0 Liv., 5.49.7.
 G.B. MILEs, Livy. Reconstructing Early Rome, Ithaca, 995, pp. 0 ss. Interesantes observaciones
sobre la utilización de la figura de Rómulo en la crisis de la República pueden verse en C.J. CLAs-
sEn, «Romulus in der römischen Republik», Philologus, 106, 196, 174-04.
 O fortunatam natam me consule Romam, citado por Iuv., 0., y Quint., Inst., 11.1.4. En otro
lugar, el mismo Cicerón (Flac., 0) reclamaba como dies natalis de Roma las nonas de diciembre
del año 6 a.C., cuando el cónsul descubrió en el senado la conspiración de Catilina.
 Plut., Cic., .5. En sentido irónico, el pseudo-salustio (Invect. in Cic., 7) le saluda con la expresión
Romule Arpinas.
14 Véase T.P. WIsEMAn, «Legendary genealogies in Late-Republican Rome», G&R, 1, 1974, 153-
164 (= Roman Studies. Literary and Historical, Liverpool, 1987, 07-18).
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el poder, no sólo es Rómulo el arquetipo, sino también servio Tulio, el


buen rey legislador. La lista de los «fundadores» se puede alargar con-
siderablemente, pero todos ellos gozan en el fondo de una característica
común: intentar revivir en sus personas la imagen de los principales reyes.
Es aquí por tanto donde debemos centrar nuestra atención.
Hace años, th. Köves-zulauf señalaba cómo en la lista real roma-
na se observan estrechas analogías entre los reyes que ocupan la misma
posición en las respectivas series, es decir la latino-sabina y la llamada
etrusca. Este autor explicaba tal construcción por cierta tendencia de los
romanos hacia las dicotomías, pero también invocaba una influencia del
concepto cíclico de la historia, de manera que un período de crisis, y por
tanto finalista, es seguido de un renacer, esto es de una refundación5. Al
margen de las últimas consideraciones, no puede negarse que Rómulo
y tarquinio Prisco, en palabras de Köves-zulauf, «sind beide gründer-
gestalten», mientras que numa Pompilio y Servio tulio, sus respectivos
sucesores, «sind beide typische nachgründer», en el sentido de que
completaron la obra fundacional de sus predecesores6. y en efecto, estos
cuatro monarcas son los que, desde la perspectiva de la tradición, mejor
asumen el papel fundacional, aunque los fundamentos que sostienen a
cada uno en su propia función son diferentes.
Entre todos estos reyes, Rómulo17 es probablemente el único
que carece de personalidad histórica, y no sólo su propia figura, sino
también la obra que le atribuye la tradición. su leyenda se compone de
tres partes: la prefundacional, la propia fundación de Roma y su reinado.
La primera se refiere al origen, infancia y educación. aquí Rómulo, en
compañía de su hermano gemelo Remo, se mueve en un ambiente que
no es exclusivo, sino que comparte con otros héroes. En otras palabras,
se inserta plenamente en el fondo mitográfico latino, y de ahí las con-
tinuas concomitancias con las respectivas leyendas de otros héroes,

5 TH. kövEs-zULAUF, «die Herrschaftsdauer der römischen Könige», AAntHung, 30, 198/84, 191-
0.
6 TH. kövEs-zULAUF, «die Herrschaftsdauer der römischen Könige», pp. 197 s. En este sentido,
G.B. MILEs, Livy. Reconstructing Early Rome, p. , destaca el paralelo que en el discurso de
Canuleyo, Livio establece entre numa y Servio (Liv., 4.4.).
17 La bibliografía sobre Rómulo es inmensa, por lo que tan sólo se indican las últimas monografías,
donde se encontrarán amplias referencias: A. MAsTROCInQUE, Romolo (la fondazione di Roma tra
storia e leggenda), Este, 1995; A. FRAsCHETTI, Romolo il fondatore, Roma, 00; A. CARAndInI
- R. CAPELLI (eds.), Roma. Romolo, Remo e la fondazione della città, Milano, 000. En cuanto a
las fuentes, asimismo muy abundantes, pueden verse en A. ROsEnBERG, «Romulus», RE, ia, 1914,
col. 1080 ss.
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especialmente Caeculo y Caco18. nos encontramos ante el verdadero


Rómulo, antes de que circunstancias ajenas le condujesen hacia un fin
para el que no estaba predestinado. Aquellos elementos más antiguos y
característicos de su leyenda nos llevan en esa dirección.
La versión canónica hace de Rómulo y Remo hijos de Marte y de
la vestal ilia / Rea Silvia. La paternidad de este dios es un dato ciertamente
antiguo, original, si bien existen versiones, de carácter evemerístico y
más tardías, que otorgaban tal papel a Amulio o a un pretendiente anóni-
mo9. La cualidad de Marte como progenitor de héroes no es extraña en
el Lacio. Tal es también el caso de Modio Fabidio, legendario fundador
de Cures y protagonista de una leyenda en muchos aspectos similar a la
de Rómulo0, mientras que a través del ritual del ver sacrum, el mismo
dios se convierte en guía y fundador de pueblos. La madre presenta
otros problemas, fundamentalmente derivados de su nombre, ya que
los dos con los cuales fue conocida son de origen griego. se tiene la
impresión de que el nombre de Ilia, más antiguo, no es sino producto
de una especulación a partir del principal personaje femenino que apa-
rece en las versiones griegas relativas a la fundación de Roma, Rhome:
ésta es una troyana que actúa como epónima de Roma, normalmente
por ser madre del fundador, mientras que Ilia, inmersa en un ambiente
indígena, tiene un nombre derivado del de Troya. En cualquier caso,
la madre de Rómulo prácticamente desaparece tras cumplir su función
progenitora. Pero aun así, hay un hecho de singular importancia que no

18 sobre estos personajes, con referencia a las fuentes y amplia bibliografía, pueden verse G.
CAPdEvILLE, Volcanus. Recherches comparatistes sur les origines du culte de Vulcain, Roma,
1995 bpp. 3 ss.; J. MARTínEz-PInnA, «Rómulo y los héroes latinos», en Héroes y antihéroes en la
Antigüedad clásica, Madrid, 1997, 95-136. Sobre el caso particular de Rómulo en cuanto héroe,
A. MEURAnT, «Romulus, jumeau et roi. aux fondaments du modéle heroïque», RBPhH, 78, 000,
61-88; IdEM, «d’albe-la-Longue au pomerium: Romulus et Rémus sur la route», Latomus, 6,
003, 517-54.
9 dion., 1.77.1; la versión de amulio aparece ya en Licinio Macer, fr. 1 Ch (= OGR, 9.5).
0 dion., .48.1-4; G. CAPdEvILLE, «Modio Fabidio. una versione sabina della leggenda del primo
re», en Identità e civiltà dei Sabini, Firenze, 1996, 49-85.
 sobre este personaje, H.d. JOCELyn, «Ennius and impregnation of ilia», AFLPer, 7, 1989/90, 19-
46; A. LóPEz FOnsECA, «ilia / Rea Silvia. La leyenda de la madre del fundador de Roma», EstClás,
33, 1991, 43-54; J. MARTínEz-PInnA, «Rómulo y los héroes latinos», pp. 100 ss.; A. MEURAnT,
«Mère charnelle et mères de substitution à la naissance de Rome», en Naissane et petite enfance
dans l’Antiquité, Fribourg - göttingen, 004, pp. 38 ss.
 sobre Rhome, J. MARTínEz-PInnA, «Rhome: el elemento femenino en la fundación de troya»,
Aevum, 71, 1997, 79-103. acerca de la relación Rhome-ilia, pueden verse A. ROsEnBERG, «Rea
Silvia», RE, ia, 1914, col. 341 s.; A. ALFöLdI, Die trojanische Urahnen der Römer, Basel, 1957,
pp. 1 s.; R.G. BAsTO, The Roman Foundation Legend and the Fragments of the Greek Historians,
ann arbor, 1980, pp. 01 ss.
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conviene olvidar, ya que nos retrotrae al fondo de la tradición, esto es


su condición de vestal. nos encontramos aquí con una constante en el
mundo de los héroes latinos, su íntima relación con el círculo de Vesta,
que de manera más o menos clara se muestra en las leyendas de otros
conocidos personajes, como Caeculo y Caco. Se trata en definitiva del
estrecho vínculo que los héroes tienen en su origen con el fuego creador,
traducido en la intervención activa de Vulcano o de Vesta –o incluso de
ambos– en la procreación del héroe.
En este momento se podría invocar la versión sobre el nacimiento
de los gemelos que Plutarco atribuye a un tal Promathion. según su
relato, Rómulo y Remo habrían sido concebidos mediante la unión de un
falo que surgió del hogar y una esclava, que sustituyó a la hija del tirano
Tarquetio, rey de Alba. Es evidente que esta fabulosa historia contiene
elementos muy arcaicos, lo que ha llevado a un sector numeroso de la
crítica moderna a ver aquí la versión original sobre el nacimiento de
los gemelos, o en todo caso de probada antigüedad4. sin embargo, no
parece que así sea, pues como ha sido mostrado en diversas ocasiones,
esta leyenda ha sido modelada sobre una de las versiones del origen de
servio Tulio, como luego veremos, y presenta toda la apariencia de ser
fruto de una elaboración reciente que mezcla elementos de muy diversa
procedencia, incluyendo la Odisea de Homero5. El relato original sobre
Rómulo es sin duda aquél que incorporó la versión canónica, siendo sus
progenitores Marte y la vestal.
La exposición que sufrieron los niños nada más nacer es quizá el
más célebre episodio relativo a su infancia, sobre todo por la intervención
de la loba, que sustituyó a la madre en la alimentación de los pequeños.
Tampoco estamos aquí ante un motivo infrecuente en la mitología an-
tigua, hasta el punto que llegó a pensarse que la leyenda podría derivar

 Promathion, FGH 817F1 (= Plut., Rom., .4-8).


4 A título de ejemplo, s. MAzzARInO, «antiche leggende sulle origini di Roma», SR, 8, 1960, pp.
389 ss.; IdEM, Il pensiero storico classico, Bari, 1966, vol. i, pp. 190 ss.; J. HEURGOn, Vita quoti-
diana degli Etruschi (trad. ital.), Milano, 1974, pp. 339 ss.; G. d’AnnA, «il ruolo di Lavinium e
di alba nella leggenda delle origini di Roma», en ArchLaz III (QuadaEi 4), Roma, 1980, p. 159;
C. AMPOLO, en Plutarco. Le vite di Teseo e di Romolo, Milano, 1988, pp. 7 ss. tambien aboga
por una fecha antigua T.P. WIsEMAn, Remus. A Roman Myth, Cambridge, 1995, pp. 57 s.
5 TH. MOMMsEn, «die Remuslegende», Hermes, 16, 1881, p. 5, n. ; E. GABBA, «Considerazioni sulla
tradizione letteraria sulle origini della Repubblica», en Les origines de la République romaine,
Vandoeuvres, 1967, pp. 147 ss. (= Roma arcaica. Storia e storiografia, Roma, 000, pp. 33 ss.);
J.n. BREMMER, en Roman Myth and Mythography, London, 1987, p. 50; A. FRAsCHETTI, Romolo
il fondatore, p. 4.
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del mito griego de Pelias y neleo6. Verdaderamente no hay necesidad


de buscar modelos concretos. Hace años g. Binder mostró que se trata
de un mito universal, expresión de un ritual iniciático mediante el cual
el héroe se ve inmerso en un mundo salvaje para adquirir las aptitudes
necesarias para alcanzar su destino7. La presencia de la loba ha dado
lugar a todo tipo de interpretaciones, basadas por lo general en el carácter
que este animal presenta en la mitología y en la primitiva religiosidad
romana, en especial en relación a las Lupercalia. Es posible que haya un
fondo de verdad, aunque forzoso es reconocer que los romanos de época
histórica habían perdido por completo todo recuerdo de su significado
originario. de ahí esa versión racionalista que interpretaba la loba en
el sentido popular de prostituta. Esta no sería otra que Acca Larentia,
esposa del pastor Faustulo, quien había recogido a los niños asumiendo
su crianza y educación8. Pero sabemos que la versión más antigua la
leyenda de Acca Larentia es aquella que la convertía en una prostituta
que se unió a Hércules en su santuario del ara maxima9. Estamos por
tanto ante una manipulación, en virtud de la cual una arcaica y ya des-
aparecida prostitución sacra ha sido relegada a una prostitución vulgar.
Parece cierto que la intervención de la loba es un elemento antiguo en
la leyenda de Rómulo, y de ahí que algunos autores piensen que habría
sido este animal el que determinó la inclusión de Marte0. Pero bien
podría ser al contrario, es decir, que siendo la loba, así como el pico
–también partícipe en la primera alimentación de los gemelos–, animales
del círculo de Marte, su presencia respondería al hecho de que Rómulo
y Remo eran hijos del dios

6 según C. TRIEBER, «die Romulussage», RhM, 43, 1888, 569-58, «die sophokleische tyro der
Romulussage des Fabius zu grunde liegt» (p. 576), sirviendo diocles de Pepareto como interme-
diario entre Sófocles y Fabio Píctor.. también a la misma tragedia de Sófocles remitía W. sOLTAU,
«die Entstehung der Romuluslegende», ARw, , 909, 05-5. En contra k. vOn HOLzInGER,
«diokles von Peparethos als Quelle des Fabius Pictor», WSt, 34, 191, pp. 194 ss.
7 G. BIndER, Die Aussetzung des Königskindes Kyros und Romulus, Meisenheim, 1964 (pp. 78 ss.
en relación a Rómulo y Remo).
8 Liv., 1.4.7; dion., 1.84.4; Plut., Rom., 4.4; Serv., Aen., 1.73; OGR, . (éste invoca como fuente
a Valerio antias); Lact., Inst., 1.0.; Hier., Chron., 85 Helm.
9 Verrio, en Fast. Praen. ad 3 dec.; Plut., Rom., 5; QRom., 35; Macr., Sat., 1.10.1-17; tert., Nat.,
.10; Lact., Inst., 1.10.4-5; aug., Civ. Dei, 6.7. Véase TH. MOMMsEn, «die echte und die falsche
acca Larentia», en Römische Forschungen, Berlin, 1879, vol. ii, 1- , quien defiende que la
versión racionalista que identifica a acca con la loba/prostituta partiría de la analística del siglo i
a.C., probablemente Valerio antias a partir de gell., Noct. Att., 7.7.5-6 (pp. 14 s.).
0 A. MAsTROCInQUE, Romolo, pp. 17 s.; A. FRAsCHETTI, Romolo il fondatore, p. .
 Véanse C. AMPOLO, en Plutarco. Le vite di Teseo e di Romolo, p. 84; A. MEURAnT, «d’albe-la-
Longue au pomerium», pp. 534 s..
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En cualquier caso, el hecho sin duda más significativo es la


misma exposición y la recogida de los niños por Faustulo, lo que da
pie a que la primera fase de su vida esté caracterizada por su formación
en un universo salvaje, al margen de la civilización representada por
un medio social organizado. En la exposición del relato tradicional
sobre la juventud de Rómulo y Remo se evoca un «Männerbund», una
asociación de jóvenes en una vida marginal, con el fin de formarse en
los valores y aptitudes que les serán exigidas cuando pasada esta etapa
formativa, se reintegren a su medio social. no muy diferente es el cuadro
que se observa en las leyendas de otros héroes, como Caeculo y Modio
Fabidio, y que en el fondo reflejan una costumbre muy enraizada en la
italia primitiva: el ejemplo de los lucanos, conocido ya en un plano por
completo histórico, tiene al respecto valor de prueba. Al frente de esta
banda, Rómulo y Remo destronaron al tirano Amulio y repusieron en
Alba a su abuelo numitor, tras lo cual decidieron fundar una ciudad allí
donde habían sido amamantados por la loba. Las concomitancias con
otras leyendas fundacionales latinas continúan mediante otro aspecto: la
convocatoria de unos juegos con el fin de atraer el elemento femenino,
imprescindible para la supervivencia de la nueva ciudad y que faltaba
por la propia composición del «Männerbund» originario. así se observa
también en la leyenda sobre Caeculo y la fundación de Praeneste. En el
caso de Roma, tales juegos coinciden con la festividad de los Consua-
lia, cuyo carácter agrícola y propiciatorio de la fecundidad se adapta
perfectamente a estos fines34.
El relato sobre la etapa prefundacional de Rómulo y Remo pa-
rece mostrar que estos tenían una leyenda propia, al margen del destino
romano que luego les fue otorgado, especialmente al primero de ellos.
La leyenda de Rómulo y Remo pertenece a la tradición mítica del Lacio,
probablemente del área de los montes Albanos, y cuyas particularidades
desconocemos salvo aquella parte correspondiente al nacimiento, infan-

 A. ALFöLdI, Die Struktur des voretruskischen Römerstaates, Heidelberg, 1974, pp. 114 ss.; G.
BIndER, Die Aussetzung des Königskindes Kyros und Romulus, pp. 89 s.; d. BRIQUEL, «Les enfances
de Romulus et Rémus», en Hommages R. Schilling, Paris, 1983, p. 60; J.n. BREMMER, en Roman
Myth and Mythographye, pp. 38 ss.; A. MAsTROCInQUE, Romolo, p. 144.
 iust., 3.1.7-10. Véanse A. nAPOLI, «i rapporti fra Bruzzi e Lucani», SMSR, 37, 1966, 61-83; M.
CRIsTOFAnI, «Società e istituzioni nell’italia preromana», en Popoli e civiltà dell’Italia antica,
Roma, 1978, vol. Vii, pp. 89 s.
34 sobre esta cuestión, puede verse G. CAPdEvILLE, «jeux athlétiques et rituels de fondation», en
Spectacles sportifs et scéniques dans le monde étrusco-italique, Roma, 1993, 141-187.
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cia y juventud. Cuando los gemelos deciden fundar su propia ciudad se


inicia una nueva fase en el desarrollo de la leyenda, que ya no pertenece
al tronco originario, el cual queda a partir de entonces oculto, sino que
fue ideada como historia fundacional de Roma. Aquí es donde verda-
deramente subyacen todos los problemas de interpretación –y no sólo
para los modernos, sino también para los antiguos–, afectando incluso
a algunos aspectos de la fase previa. Así lo sugieren ciertos elementos
que no cuadran bien con Roma y con su misma fundación. Por una parte,
el lugar de la misma exposición. dice la tradición que los niños fueron
depositados sobre una balsa en el río Tíber, siendo arrastrados hasta
detenerse al pie del Palatino, junto al Lupercal. Sin embargo, si el parto
tuvo lugar en Alba, más normal hubiese sido abandonarlos en los propios
montes Albanos5. también se dice que Faustulo era un pastor de amulio:
¿tan lejos pastaban sus rebaños? Además la propia tradición, al hablar
de la educación de los gemelos, recrea un escenario de montaña, lo cual
no se adapta bien al paisaje romano, mientras que por el contrario sí se
ajusta a los montes Albanos. no se puede descartar que el lugar de la
exposición fuese trasladado en un segundo momento al solar de Roma
para así justificar la acción fundacional.
Pero sin duda es la presencia de Remo y su muerte violenta lo que
provoca mayor desconcierto. La pregunta es doble: ¿por qué dos herma-
nos? ¿por qué matar a uno de ellos? Las respuestas a estos interrogantes
han sido muy numerosas ya desde B.g. niebuhr y bajo puntos de vista
muy diferentes (político, religioso, mítico, antropológico, gentilicio,
confluencia de dos tradiciones, etc.), pero en realidad sólo se puede, con
j.n. Bremmer, coincidir que estamos ante un verdadero enigma6. no se
espere pues encontrar aquí una solución definitiva, aunque quizá sí sea
oportuno plantear algunas observaciones.
En más de una ocasión se ha observado cómo en la elaboración
del relato tradicional se transformó la relación originaria entre los ge-
melos, pues en un principio habría sido Remo y no Rómulo el hermano

5 dion., 1.79.11 (quien sin embargo recuerda a continuación la cabaña de Rómulo sobre el Palatino).
Véase J.-C. RICHARd, «Variations sur le thème de la fondation de Rome», en Condere Vrbem,
Luxembourg, 1991, p. 138.
6 sobre una historia de la cuestión, puede verse una clara síntesis en T.P. WIsEMAn, Remus, pp.
89 ss. (en pp. 103 ss, Wiseman expone su propia opinión). Pueden añadirse A. MEURAnT, L’idée
de gémellité dans la légende des origines de Rome, Bruxelles, 000; A. FRAsCHETTI, Romolo il
fondatore, pp.  ss. J.n. BREMMER, en Roman Myth and Mythography, pp. 38 ss.
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principal37. Pero esto no quiere decir, según creo, que Remo hubiese
desempeñado un papel de importancia en la propia fundación de Roma,
luego oculto por el desarrollo de la vulgata. Tal primacía de Remo co-
rresponde a la fase previa, prefundacional, y su caída es consecuencia
de una manipulación que tiene como fin privilegiar a Rómulo desde un
punto de vista exclusivamente romano, esto es que de manera consciente
Rómulo fue el elegido y Remo el desechado, según la feliz expresión de
R. schilling38. Tal preferencia a la hora de elegir un fundador sólo puede
explicarse por razones eponímicas, ya que del nombre de Remo no se
deriva el de Roma, mientras que el de Rómulo se adapta sin dificultad.
Es evidente que el fundador sólo puede ser uno, ya que se identi-
fica al primer rey. Pudiera suceder que la versión primitiva contemplase
una realeza doble originaria, y así aparece en primer lugar en Casio
Hémina y luego en autores tardíos, pero da la impresión de que estamos
ante desarrollos más recientes, quizá para ocultar o atenuar la vergüenza
del fratricidio9. no cabe duda que fue Rómulo el beneficiado desde
las primeras fases de la leyenda, por lo que Remo carece de un papel
protagonista y por tanto constituye un estorbo. La muerte de Remo debe
situarse en la tradición relativa a la fundación, no en la previa. La persona
del homicida varía según las versiones, pero es probable que en ya en un
primer momento fuese el propio Rómulo, luego sustituido por uno de sus
seguidores, que acabó siendo identificado con Celer, para lavar la imagen
del fundador40. La razón que llevó a Rómulo a dar muerte a su hermano
no está clara. Resulta difícil admitir un sacrificio humano de fundación41,

37 P. kRETsCHMER, «Remus und Romulus», Glotta, 1, 1909, 88-303; J. PUHvEL, «Remus et frater»,
HR, 15, 1975, 146-157 (= Analecta Indoeuropaea, innsbruck, 1981, 300-311); d. BRIQUEL, «Les
enfances de Romulus et Rémus», pp. 60 s.; J.-C. RICHARd, «Variations sur le thème de la fondation
de Rome», pp. 135 ss.
38 R. sCHILLInG, «Romulus l’élu et Rémus le réprouvé», REL, 38, 1961, 18-199 (= Rites, cultes,
dieux de Rome, Paris, 1979, 103-10). Véase asimismo d. BRIQUEL, «trois études sur Romulus»,
en Recherches sur les religions de l’antiquité classique, Paris-genève, 1980, pp. 67 ss.
9 Casio Hémina, fr. 11 P = fr. 14 Ch (= diom., i.384 K). Cf. J.-C. RICHARd, «Variations sur le thème
de la fondation de Rome», pp. 136 ss. Sobre la cuestión de la doble realeza, con amplias perspec-
tivas, P.M. MARTIn, «La tradition de la double royauté dans la Rome des origines», en Origines
gentium, Bordeux, 001, 41-6.
40 Cf. sobre el particular A. MEURAnT, «Quelques observations sur Celer, un autre double maudit
de Romulus», en Hommages C. Deroux, Bruxelles, 003, vol. iV, 484-494, quien se fija en la
historiografía del siglo I a.C.
41 Basándose sobre todo en Prop., 3.9.50 (caeso moenia firma Remo), P. kRETsCHMER, «Remus und
Romulus», pp. 301 s., defiende que la muerte de Remo sólo se puede explicar como un «Bauopfer»,
pero también podría entenderse en un sentido jurídico, esto es que la firmeza de las murallas está
garantizada por el castigo aplicado al primero que transgredió la norma, y todavía con mayor
motivo al tratarse del hermano del fundador.
SoBRE La FundaCión y LoS FundadoRES dE RoMa 173

por lo que quizá sea más factible inclinarse, con todas las cautelas, por una
interpretación etiológica a propósito de la inviolabilidad del pomerium,
como ya sostenía a. Schwegler4. La condena a muerte de un pariente
próximo, para resaltar la firmeza de los valores y normas tradicionales,
no es infrecuente en el relato de los primeros siglos republicanos. sin
ánimo de exhaustividad, se pueden recordar los casos de Bruto en los
comienzos de la República, de a. Postumio tuberto en la batalla del
algido en el año 431 o de t. Manlio en la guerra latina del 34043. Con
ello no se trata sino de destacar el castigo ejemplar para el transgresor,
aunque sea hermano o hijo de quien debe hacer cumplir la ley.
si se dan por válidas todas estas consideraciones, habría que
admitir entonces que la pareja formada por Rómulo y Remo ya existía
con anterioridad a la formación de la leyenda fundacional de Roma. Los
romanos la tomaron del fondo mitográfico latino y la adaptaron a sus
necesidades. Todo ello vendría a mostrar que el relato fundacional de
Roma es en su forma definitiva una creación muy artificial, en la cual se
mezclan elementos muy dispares. Por un lado, dos héroes de la mitología
latina, de los cuales uno es alzado a la condición de fundador y el otro
eliminado. El fundador utiliza el ritual etrusco, ya que es muy probable
que Roma hubiese sido realmente «fundada» Tusco ritu, como parece
mostrarlo la existencia del mundus y del pomerium y en definitiva la
propia concepción romana de la ciudad. Finalmente, Rómulo se reviste
con la apariencia del oikistes griego, de forma que no sólo lleva a cabo
una fundación física de la ciudad, sino que también le proporciona un
armazón jurídico-político e incluso una base económica a sus primeros
ciudadanos mediante la institución de los bina iugera44.
¿Cuándo se creó la leyenda romana? Una fecha en época arcaica,
o incluso en el siglo V, me parece bastante improbable. Los documentos
conocidos nos conducen hacia el siglo iV. Por un lado, el fragmento del
siciliano Alcimo, que si bien otorga el papel de fundador a Rhomo, como
es normal en los historiadores griegos de la época, sí conoce a Rómulo

4 A. sCHWEGLER, Römische Geschichte, tübingen, 1853, vol. i.1, pp. 437 s. Cf. asimismo J.n.
BREMMER, en Roman Myth and Mythography, p. 6.
43 Liv., .5.5-8; dion., 5.8; Plut., Popl., 6.1-5 (Bruto); Liv., 4.9.5-6; Val. Max., .7.6 Postumio);
Liv., 8.7.13-; Val. Max., .7.6; oros., 3.9. (Manlio).
44 sin embargo, la primera normativa sobre la tierra es atribuida a numa, quien legisló acerca de la
delimitación de las propiedades; dion., .74.-5; Paul. diac., 505 L. acerca de los bina iugera,
puede verse E. GABBA, «Per la tradizione dell’heredium romuleo», RIL, 11, 1978, 50-58 (=
Roma arcaica. Storia e storiografia, 7-34).
174 joRgE MaRtínEz-Pinna

e incluye una referencia a Alba, integrando elementos griegos con otros


indígenas45. Más o menos contemporáneo es el primer testimonio ico-
nográfico, un espejo prenestino en el que aparecen diversos personajes
en torno a los gemelos amamantados por la loba46. La formación de la
leyenda canónica no debe ser pues muy anterior. nos encontramos en una
época de gran efervescencia cultural y preocupación por el pasado, en
definitiva cuando se está fraguando la versión nacional sobre los orígenes
y primeros siglos romanos47. son momentos en los que Roma y el Lacio
se convierten en una referencia constante en la historiografía greco-occi-
dental, en coincidencia con el ascenso imparable de Roma en ambiente
itálico. Es entonces cuando la leyenda de Eneas es aceptada en ambientes
latinos, siendo capitalizada por Lavinium48. Pero frente a la intensa pre-
sencia de elementos de procedencia griega, hay una reacción indígena,
que se traduce por una parte en la formación de una versión propia sobre la
etnogénesis latina, definida por la fusión de troyanos y aborígenes49, y por
otra en la individualización de Roma reclamando un fundador indígena,
rechazando así las versiones griegas que privilegiaban sobre todo a Rho-
mo. El vínculo con Grecia se mantiene concediendo a Eneas la función
de lejano progenitor del pueblo latino, y por tanto también de Roma.
Una muestra indirecta del carácter reciente de la leyenda romana
se encuentra quizá en los hechos protagonizados por M. Furio Cami-

45 Alcimo, FGH 560 F 4 (= Fest., 36 L). no deja de ser significativa la referencia a alba, que en
Alcimo no es la ciudad, sino la hija de Rómulo, hijo a su vez de Eneas y Tirrenia, y madre de Rhomo.
Como se puede observar, alcimo personifica la ciudad de origen de Rómulo y, transformando su sig-
nificado, la mantiene como madre del fundador de Roma. Sobre este fragmento, me permito remitir
a mi trabajo «La fundación de Roma en los fragmentos históricos sicilianos», Kokalos, en prensa.
46 Con diferentes opiniones, R. AdAM - d. BRIQUEL, «Le miroir prénestin de l’antiquario Comunale
de Rome et la légende des jumeaux divins en milieu latin à la fin du iVe siècle av. j.-C.», MEFRA,
94, 198, 33-65; T.P. WIsEMAn, «the She-Wolf Mirror: an interpretation», PBSR, 61, 1993, 1-6;
A. FRAsCHETTI, Romolo il fondatore, pp. 9 ss.
47 Cf. las interesantes observaciones de T.J. CORnELL, «the formation of the historical tradition of
early Rome», en Past Perspectives, Cambridge, 1986, 67-86. incluso es posible que la fijación de
la lista real romana, en su forma canónica, tuviese su primera expresión hacia el año 00, cuando
quizá se elevaron en el Capitolio las estatuas de los reyes (App., Bell. civ., 1.70; Plut., Brut., 1.1;
Cas. dio, 43.45.-4: véanse T. HöLsCHER, «die anfänge der römischen Repräsentationskunst»,
MDAI(R), 85, 1978, 38-331; H. BELLEn, «La monarchia nella coscienza storica dello stato
repubblicano», Athenaeum, 79, 1991, pp. 11 ss.). Por una fecha más reciente parece abogar M.
sEHLMEyER, Stadtrömische Ehrenstatuen der republikanischen Zeit, Stuttgart, 1999, pp. 68 ss.
48 La colocación de un grupo escultórico en el foro de Lavinium representando a la cerda y los treinta
lechones, recordada por Licofrón (Alex., 138 ss.) y más tarde por Varrón (R.r., .4.18), con lo
cual esta ciudad reivindicaba ser una fundación de Eneas, debe ser contemporánea a la primera
escultura conocida de la loba y los gemelos, ordenada erigir ad ficum Ruminalem por los hermanos
Ogulnio en el año 96 a.C. (Liv., 0..).
49 J. MARTínEz-PInnA, La prehistoria mítica de Roma, Madrid, 00, pp. 6 s.
SoBRE La FundaCión y LoS FundadoRES dE RoMa 175

lo. Como se sabe, Camilo fue saludado como «segundo fundador de


Roma», lo que parece indicar que el primero no era otro que Rómulo.
sin embargo, tal atribución no es contemporánea, sino que fue ideada
en el siglo I a.C.50, y los hechos parecen confirmarlo. Las iniciativas que
llevó a cabo Camilo cuando estaba en la cumbre de su poder, que a la
postre le valieron la invidia de sus conciudadanos y el exilio, no evocan
en modo alguno la gesta de Rómulo, sino que supone una clara mirada
a la monarquía del siglo Vi, siendo su referencia no sólo Servio tulio,
como a primera vista pudiera parecer por su relación con Mater Matuta
y su definición de dux fatalis, sino también los Tarquinios5. sin duda
alguna, Rómulo todavía no existía como fundador de Roma.
Pero si Rómulo es una incorporación tardía, ¿también lo es su
obra? La pregunta viene a propósito de los sensacionales descubrimientos
arqueológicos de a. Carandini en la ladera del Palatino que cae hacia
la Velia y el valle del Foro, interpretados como muestra indiscutible de
la veracidad sustancial del relato tradicional por lo que se refiere a la
fundación de Roma en el siglo Viii. Los restos de muralla, con puerta
incluida, aparecidos en la vertiente septentrional del Palatino, son iden-
tificados al murus Romuli que recuerda la tradición, y en definitiva a una
inaugurata urbs. Posteriores hallazgos mostraron la existencia de estruc-
turas arquitectónicas de los siglos Viii y Vii, que inmediatamente fueron
adjudicadas a los tres reyes que, según la lista tradicional, sucedieron a
Rómulo. La conclusión última es que Roma alcanzó al nivel urbano en
el siglo Viii, experimentando un profundo proceso de reorganización
en época de servio Tulio5. Una visión como ésta no se separa mucho de
la tradición, que hace bascular el período monárquico sobre Rómulo y
servio, considerados los dos reyes fundadores. sin embargo resulta ex-
traordinariamente especulativa y muy poco creíble. El método empleado,
que adolece de una escasa consistencia, no pretende sino trasladar a la

50 G.B. MILEs, Livy. Reconstructing Early Rome, pp. 88 ss. Cf. asimismo J. HELLEGOUARC’H, «Le
principat de Camille», REL, 48, 1970, 11-13.
5 G.B. MILEs, Livy. Reconstructing Early Rome, pp. 95 s.; J. MARTínEz-PInnA, «urbanismo e ideología
política en la Roma arcaica», en De la aldea al burgo, Málaga, 00, pp. 6 ss.
5 A. CARAndInI - P. CARAFA, Palatium e Sacra via. I (Bollarch, 31-33), Roma, 000; A. CARAndInI,
La nascita di Roma, torino, 1997, esp. 491 ss.; IdEM, «Le mura del Palatino, nuova fonte sulla
storia della Roma arcaica», BollArch, 16-18, 199, 1-18; IdEM, Palatino, Velia e Sacra via. Paesaggi
urbani attraverso il tempo, Roma, 004; P. CARAFA, «La ‘grande Roma dei tarquini’ e la città
romuleo-numana», BCAR, 97, 1996, 7-34; AA.vv., «il progetto della prima Roma. il Palatino e il
santuario di Vesta», en WAC, 1, 004, 61-161.
176 joRgE MaRtínEz-Pinna

llamada epoca romúleo-numaica aquellos elementos que permiten hablar


de un estadio ciudadano en torno al año 600, con la diferencia que para
esta última fecha los datos son mucho más firmes5.
Estos hallazgos arqueológicos tienen no obstante el enorme valor
de resaltar dos hechos de no poca importancia, de cuya existencia ya se
tenía noticia, pero que a partir de ahora se encuentran mejor asentados.
Por un lado la importancia que en el proceso de formación de Roma tuvo
el último tercio del siglo Viii. Fue entonces, con los inicios del período
orientalizante, cuando el poblamiento romano comenzó a experimentar
una rápida transformación, que permite hablar ya con absoluta propiedad
del nacimiento de una estructura protourbana, caracterizada por una uni-
dad política aunque todavía bajo el predominio de los vínculos gentilicios.
Estos hechos coinciden con los años tradicionales del reinado de numa
Pompilio, en quien los antiguos reconocían al primer sistematizador de
la religión pública. En efecto, cuando la tradición hizo a Rómulo el fun-
dador de Roma, elevando en consecuencia a tales momentos la aparición
de todas aquellas instituciones fundamentales para la ciudad, le negó sin
embargo una función de gran trascendencia en el arquetipo del fundador:
la organización religiosa. Pero esta falta no puede considerarse un olvido,
sino que era una obligación, ya que tal papel estaba firmemente anclado
en la figura de su sucesor54.
La imagen quizá más destacada de numa es la de legislador,
hasta el punto que se hacía derivar su nombre del término griego no-
mos55. Cicerón recuerda también la existencia de unas leges Numae,
incorporadas en los monumenta de los pontífices56. Esta consideración
de numa como gran nomothetes no es una invención reciente, sino que
como ha mostrado E. Gabba, ya era conocida en los círculos pitagóricos
de tarento en el siglo iV57. se trata por tanto de una tradición antigua,
que debió sufrir manipulaciones en la propia Roma ya a partir del siglo

5 J. POUCET, Les rois de Rome, Bruxelles, 000, pp. 165 ss.; J. MARTínEz-PInnA, «Reflexiones en
torno a los orígenes de Roma», Orizzonti, , 001, pp. 78 ss.
54 tal atribución aparece ya en Ennio, frs. 10-1 V.
55 serv., Aen., 6.808: unde etiam Numa dictus est ¢pÕ tîn nÒmwn ab inventione et constitutione
legis, nam proprium nomen Pompilius habuit. Por su parte, Plutarco (Quaest. conv., ) lo vincula
al verbo griego némein (distribuir), pero en referencia también a su actividad legislativa: véase A.
dEMERETz, «L’invention étymologique dans le mythe de numa», Euphrosyne, 5, 1997, pp. 55 ss.
56 Cic., Rep., .14.6. Sobre la cuestión, s. TOndO, Leges regiae e paricidas, Firenze, 1973, pp. 19 ss.
57 E. GABBA, «Considerazioni sulla tradizione letteraria sulle origini della Repubblica», pp. 154 ss.
(= Roma arcaica. Storia e storiografia, pp. 9 ss.)
SoBRE La FundaCión y LoS FundadoRES dE RoMa 177

iV, pero que representa el núcleo primigenio de las denominadas leges


regiae. Que entre ellas abundan las falsificaciones, es algo que no ofrece
dudas, pero esto no quiere decir que todo sea pura invención58.
Una de las leyes de numa que quizá sí contenga un fondo de
verdad histórica es aquella referida a la reorganización de cultos y sacer-
docios, cuya exposición más completa la transmite dionisio, basándose
probablemente en una fuente de carácter pontifical59. si se contempla
desde una perspectiva más amplia, esta sistematización rebasa el ámbito
de lo religioso y entra de lleno en lo político. La estrecha relación exis-
tente entre los diferentes sacerdocios y las instituciones fundamentales de
la primera organización política, militar y social conocida en Roma (rey,
Senado, curias, ejército, familia), invitan a ver en ella una primitiva «cons-
titución», una normativa que envuelve a todas las instancias implicadas
en la vida pública, y cuyo recuerdo sólo pervivió envuelto en un ropaje
religioso60. no en vano el mismo Livio atribuye indirectamente a numa
una condición de fundador, como continuador de la obra de Rómulo6, y
resulta evidente que su cualidad de legislador, que rebasa ampliamente
el ámbito ritual, aunque las leyes puestas bajo su nombre contienen un
fuerte impronta sacra6, le aproxima a servio Tulio, como veremos más
adelante, y le eleva a la categoría de fundador. En la figura de numa
se intuye pues a un auténtico conditor, quien asume verdaderamente la
apariencia del «primer rey». Según señala M. Chassignet, en la imagen
que transmite sobre él la tradición analística, también numa adquiere
connotaciones heroicas6.
En esta primera Roma, y éste es un segundo aspecto a resaltar,
destaca la primacía topográfica del Palatino, hecho confirmado por el
muro descubierto por Carandini. El hallazgo viene en última instancia a

58 Cf. B. LIOU-GILLE, Une lecture «religieuse» de Tite-Live I, Paris, 1998, pp. 15 ss.
59 dion., .63-73. también se refieren a la cuestión Cic., Rep., .1; Liv., 1.0; Plut., Num., 7-13;
Flor., 1..-3; auct. vir. ill., 3.1.
60 E.M. HOOkER, «the Significance of numa’s Religious Reforms», Numen, 10, 1963, 87-13; L.-R.
MénAGER, «Les collèges sacerdotaux, les tribus et la formation primordiale de Rome», MEFRA, 88,
1976, pp. 456 ss.; J. MARTínEz-PInnA, «La reforma de numa y la formación de Roma», Gerión, ,
1985, 97-14; cf. asimismo las interesantes observaciones de TH. LABEyE, «Les degrés de cohésion
de la tradition construite autour du règne de numa Pompilius», FEC, 5, 003 (http://www.bcs.fltr.
ucl.ac.be/FE/05/labeye.htlm).
6 Liv., .9..
6 Una relación de las leyes de numa puede verse en B. LIOU-GILLE, Une lecture «religieuse» de
Tite-Live I, pp. 18 ss.
6 M. CHAssIGnET, «Héros et anti-héros des origines de Rome à la fin du période royale dans
l’annalistique romaine», en Du héros païen au saint chrétien, Paris, 1997, pp. 41 s.
178 joRgE MaRtínEz-Pinna

avalar aquellas tradiciones relativas a las diferentes puertas que permi-


tían el acceso al Palatino64, denunciando la existencia en la colina de un
poblamiento que debió asumir un cierto protagonismo en el proceso de
formación de Roma. Así se puede explicar también por qué la leyenda de
Rómulo se localiza principalmente sobre el Palatino: me parece induda-
ble que fue el recuerdo de la antigua primacía de la colina lo que atrajo
al fundador, y no a la inversa. Antes de que Rómulo se apropiase del
Palatino, ya residía allí otro personaje legendario, Caco. La existencia de
unas scalae y de un atrium Caci hablan en favor de un lejanísimo señorío
de este héroe en el entorno del Palatino65, antes de que fuese desplazado
al aventino desde el momento en que Evandro fundó su mítica Palantea
sobre esta colina. Resulta verdaderamente difícil desechar la idea según
la cual Caco gozaba en principio de mejores argumentos que Rómulo
para convertirse en fundador de Roma. diferentes juegos etimológicos
lo impidieron: Rómulo alcanzó la gloria y Caco fue completamente
degradado. no deja de ser sospechoso el hecho de que la casa Romuli
se encontrase en el entorno topográfico de Caco, lo que quizá debe
entenderse en el sentido de que este último fue suplantado por Rómulo
en el Palatino.
Poco más de un siglo después se produce otra gran transformación,
que se constata no sólo en Roma, sino en general en todo el Lacio66. In-
cluso para aquellos que defienden una definición de Roma como ciudad
ya a finales del siglo Viii, resulta a todas luces evidente que fue en torno
al año 600 cuando los principales centros latinos experimentaron un
considerable avance urbanístico67. Pero este hecho, confirmado continua-
mente merced a nuevos hallazgos arqueológicos, no puede considerarse

64 Pueden verse al respecto, con fuentes y bibliografía, H.B. EvAns, «the «Romulean» gates of the
Palatine», AJA, 84, 1980, 93-96; A. GRAndAzzI, «Lieu d’où vient? Lieu où l’on va? de la porta
Romanula en particulier et des portes de Rome en général», en Mélanges A. Magdelain, Paris,
1998, 175-195, quien defiende una primitiva denominación de Roma para el poblamiento situado
dentro del muro del Palatino.
65 Sobre estos elementos topográficos, s.B. PLATnER, A Topographical Dictionary of Rome, Oxford,
196, pp. 465 s.; P. PEnsABEnE, en Lexicon topographicum Vrbis Romae, Roma, vol. iV, 1999, pp.
39 s. La versión más antigua de la leyenda de Caco le presenta como un príncipe del Palatino que
recibe a Hércules (diod., 4.1.1-), lejos de las connotaciones negativas que recibirá posteriormente
(J. MARTínEz-PInnA, La prehistoria mítica de Roma, pp. 60 s.).
66 Puden verse al respecto G. COLOnnA, «Preistoria e protostoria di Roma e del Lazio», en Popoli
e civiltà dell’Italia antica, Roma, vol. ii, 1974, pp. 314 ss.; C. AMPOLO, «Periodo iVB», en La
formazione della città nel Lazio, DdA, , 1980, pp. 165 ss.; J.CH. MEyER, Pre-Republican Rome,
odense, 1983, pp. 53 ss.
67 Así, A. GRAndAzzI, Les origines de Rome, Paris, 003, pp. 66 ss.
SoBRE La FundaCión y LoS FundadoRES dE RoMa 179

como un fenómeno secundario, sin mayor trascendencia que la simple


monumentalización. necesariamente ha de contemplarse en relación a
paralelas transfomaciones en los ámbitos institucional e ideológico, que
no pueden conducir sino a la aceptación de que fue entonces cuando en
el Lacio, Roma incluida, se llega a implantar una estructura cívica68.
En términos de cronología tradicional, se asiste entonces en
Roma al reinado de tarquinio Prisco. Si nos atenemos a lo que sobre
este rey dice la tradición, ciertamente habría que reconocer en su figura
al auténtico Romulus alter. tarquinio nunca es calificado de manera
explícita y directa como conditor, pero su obra significa en no escasa
medida una repetición de la de Rómulo. Por un lado, tarquinio es
presentado como el primer urbanizador de Roma, afirmación que hay
que tomar strcito sensu. su actividad en este campo, siempre según las
noticias de los antiguos, se centra fundamentalmente en el valle del
Foro, esto es en el centro de la ciudad, donde ante todo lleva a cabo
aquellas obras de infraestructura, las canalizaciones de agua69, que van
a hacer posible un asentamiento firme en la zona. también se le atribuye
una planificación del espacio, adjudicando a los privados determinadas
áreas donde edificar sus casas70 y creando la primera zona comercial
que hubo en Roma, las tabernae veteres71. Otro lugar de la ciudad donde
se centró el interés urbanístico de tarquinio fue el Capitolio. Parte de
la tradición limita su intervención en la colina a la sistematizacion del
area capitolina, esto es la preparación del terreno para la construcción
del gran santuario de Júpiter, que él mismo había prometido, obra que
culminará su descendiente Tarquino el soberbio7. sin embargo, otra
versión, ciertamente secundaria, le concede por el contrario la erección
de un primer templo, opción esta última que la actualidad goza de
mayores favores73. En efecto, su presencia se hace imprescindible en

68 C. AMPOLO, «Le origini di Roma e la ‘Cité antique’», MEFRA, 9, 1980, 567-576; IdEM, «die
endgültige Roms in 7. und 6. jh. V. Chr. Wann entstand die civitas?», en Palast und Hütte, Mainz,
198, 319-34; J. MARTínEz-PInnA, «algunas reflexiones sobre el nacimiento de la ciudad en el
Lacio», en Homenaje S. Montero Díaz, Madrid, 1989, 01-11.
69 Liv., 1.38.6; dion., 3.67.5; Plin., Nat. hist., 36.106-108; Eutr., 1.6; isid., Etym., 15..5. Véase E.
TORTORICI, Argiletum, Roma, 99, pp.  ss.
70 Liv., .5.0.
71 Liv., 1.35.10; dion., 3.67.4. Cf. G. CREssEdI, «il Foro Boario e il Velabro», BCAR, 89, 1984, pp.
49 s.
7 Liv., 1.38.7; 55.1; dion., 3.69.1; 4.59.1; Cic., Rep., .0.36; Plin., Nat. hist., 3.70; Plut., Popl.,
14.1; tac., Hist., 3.7; Serv., Aen., 9.446.
73 Plin., Nat. hist., 35.157; Macr., Sat., 3.4.8. Pueden verse al respecto G. COLOnnA, «tarquinio
Prisco e il tempio di giove Capitolino», PdP, 36, 1981, 41-59; J. MARTínEz-PInnA, «Evidenza di
180 joRgE MaRtínEz-Pinna

dos ceremonias cuya introducción en Roma es atribuida a este mismo


monarca, el triunfo y los ludi Romani, de manera que todo ello parece
formar parte de un mismo conjunto cuyas partes son indisociables74.
En segundo lugar, Tarquinio llevó a efecto un amplio programa de
reformas institucionales, centradas en los pilares del Estado: el Senado,
las centurias de caballería y al menos en el sacerdocio de las vestales75.
Se trata en definitiva de aquellas mismas instituciones que habían
sido creadas por los fundadores, Rómulo y numa. También la propia
dignidad monárquica debió sufrir alguna transfomación de no escasa
importancia, ya que fueron introducidas nuevas insignias del poder76, lo
que sin duda significa que el concepto que representaban experimentó
determinadas modificaciones, redundando en la misma idea la institución
del triunfo. A la vista de estos hechos recordados por la tradición, surge
inmediatamente la tentación de buscar si no una confirmación –tarea
que siempre se antoja imposible–, sí al menos un aval proporcionado
por la arqueología, y el resultado no deja de ser cuanto menos curioso.
Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en diferentes lugares
del valle del Foro muestran por esos años una transformación radical
en tres áreas de marcado significado político: el Comicio, la Regia y el
complejo de Vesta. En torno al año 600, un grupo de cabañas situado en
el área del Comicio es demolido y en su lugar se construye un edificio,
la curia Senatus, y a sus pies se sistematiza una explanada, el Comitium
propiamente dicho77. Un proceso similar tiene lugar en la Regia, con la
diferencia de que la destrucción de las cabañas existentes en la zona se
produce hacia los años 630/60, levantándose un primer edificio hacia

un tempio di giove Capitolino a Roma all’inizio del Vi sec. a.C.», en Arch. Laz. IV (QuadAEI
5), Roma, 1981, 49-5. Por su parte, T.J. CORnELL, The Beginnings of Rome, London, 995, p.
10, admite la posibilidad de una primera fase del templo a comienzos del siglo Vi, pero negando
toda intervención de tarquinio Prisco.
74 Cf. J. MARTínEz-PInnA, Tarquinio Prisco, Madrid, 1996, pp. 177 ss.
75 sobre el particular, me permito remitir a J. MARTínEz-PInnA, Tarquinio Prisco, pp. 0 ss.
76 En esto, como en otras muchas cosas, las versiones son contradictorias, atribuyéndose esta innova-
ción bien a Rómulo (Liv., 1.8.-3; Lyd., Mag., 1.7; dionisio, .9.1; 3.61.3, menciona esta versión
pero no la admite como válida), a Tulo Hostilio (Cic., Rep., .17.31; Plin., Nat. hist., 9.136; Macr.,
Sat., 1.6.7) o a tarquinio Prisco (dion., 3.61-6; Str., 5.. [C. 0]; Flor., 1.5.6; amp., Lib. mem.,
17; zon., 7.8).
77 de singular importancia resultan al respecto los resultados de las excavaciones dirigidas por P.
ROMAnELLI, «nuove ricerche intorno al monumento del niger Lapis nel Foro Romano», PdP,
36, 1981, 65-70; IdEM, Ricerche intorno ai monumenti del ‘Niger Lapis’ al Foro Romano (MAL
5), Roma, 1984, pp. 9 ss. Véanse asimismo las contribuciones de F. COARELLI, «il Comizio dalle
origini alla fine della Repubblica», PdP, 3, 1977, 166-38; IdEM, Il Foro Romano, Roma, vol. I,
1983, pp. 119 ss.
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el 600 que ya se puede considerar como la más antigua Regia78. Final-


mente, el área de Vesta, si hemos de juzgar por los restos hallados en el
llamado pozo arcaico, vio también la luz como complejo arquitectónico
hacia esas mismas fechas79.
En numerosas ocasiones se han señalado los dobletes y repeticio-
nes de unos mismos hechos que unas veces son atribuidos a Tarquinio
Prisco y otras, por el contrario, bien al otro tarquinio, bien a Rómulo.
Respecto al primer caso, que dio pie a la duda sobre la existencia real
de tarquinio Prisco, es un problema por fortuna ya superado80. Mayor
ineterés a nuestros fines revisten las coincidencias con Rómulo y, en
menor medida, también con numa. En un trabajo memorable, d. Musti
veía aquí un intento de la tradición por desetrusquizar la historia primi-
tiva de Roma, elevando a los fundadores novedades que verdaderamente
correspondían a los llamados reyes etruscos de Roma. sin embargo,
una vez demostrada la inexactitud de una fase etrusca en la monarquía
romana, incluso desde la propia perspectiva de la tradición, la respues-
ta debe seguir otros derroteros. El mismo Musti proporcionaba la vía
adecuada, aunque justo es reconocer que apenas encontró eco. según
sus palabras, la romulización de elementos característicos del siglo Vi
podía también considerarse como «un semplice aspetto della leggenda
del fondatore, senza più o meno consapevoli sottintesi antietruschi»81.
y en efecto, en otro lugar tuve ocasión de mostrar cómo, en mi opinión,
las dudas de la tradición entre Tarquinio y Rómulo se deben ante todo
a la necesidad de situar en el momento de la fundación todos aquellos
elementos considerados de capital importancia en la vida pública de la
ciudad. dicho de otra manera, parece que la tradición desvió hacia el
«fundador captado», Rómulo, innovaciones que verdaderamente fueron
aportadas por el posible «fundador real», tarquinio Prisco.
El último rey a tener en cuenta es servio Tulio, el único, junto
a Rómulo, llamado explícitamente conditor por Livio, según veíamos
con anterioridad. tal cualificación le es otorgada por haber instituido la

78 sobre todo F.E. BROWn, «La protostoria della Regia», RPAA, 47, 1974/75, 15-36.
79 A. BARTOLI, «i pozzi dell’area sacra di Vesta», MAL, 45, 1961, 1-144. Recientemente P. CARAFA,
«L’aedes e il vicus di Vesta: i reperti», WAC, 1, 004, 135-143, eleva la fecha del pozo arcaico a
la segunda mitad del siglo Viii, admitiendo la existencia de la ciudad en época «romúlea», pero
los fundamentos de esta interpretación son sumamente endebles.
80 Todavía T.J. CORnELL, The Beginnings of Rome, pp. 18 s., destaca la realidad de tales dobletes
como invención de la analística, minusvalorando así el papel histórico de tarquinio Prisco.
81 d. MUsTI, Tendenze nella storiografia romana e greca su Roma arcaica, p. 5.
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organización de las clases y centurias, es decir el sistema censitario. de


manera casi inconsciente viene a la memoria otro concepto que en muy
raras ocasiones aparece en el libro I de Livio, la libertas, que asimismo
es vinculada directamente a los planes políticos de servio8. A los ojos
de la tradición, de carácter aristocrático, servio aparece como el primer
republicano, y por ello su reinado, de forma un tanto paradójica, significa
la culminación de la monarquía: no en vano, el mismo Cicerón califica
a servio con la expresión optimus rex83. La organización serviana viene
a ser la institución angular de la República, muy especialmente desde
la perspectiva aristocrática, por lo que gracias a las reformas de servio
ve la luz una nueva Roma, aquella que, con la desaparición del último
y odiado monarca, nacerá bajo el signo de la libertas84. La elevación de
Servio al altar de los fundadores está pues perfectamente justificada. Se
ha pensado que la pretendida abdicación de servio y su propósito de
instaurar la libertas, esto es un régimen republicano, no formaba parte
de la biografía original de este monarca, mirándose en concreto hacia
la historiografía de la época silana como la creadora de este supuesto
deseo del rey85. sin embargo, el motivo parece antiguo, insertándose
probablemente en la reelaboración que la figura de Servio experimentó
en medios aristocráticos de la alta República
Otro importante aspecto fundacional que corresponde a servio
fue la extensión del pomerium, la primera vez desde Rómulo que se
producía tal acontecimiento86. Ahora bien, la tradición no es nada clara
al respecto, aunque no se puede poner en duda el hecho en sí. Livio,
nuestra única fuente, se refiere a la ampliación de la línea pomerial en
las Colles y sobre todo en el Esquilino, englobando las regiones que
servio incluyó en Roma. Con anterioridad sólo se conoce el llamado
pomerium Romuli, limitado al Palatino, pero otros monarcas incorporaron
a la ciudad otros montes y nunca se habla de ampliación pomerial87. Por

8 Liv., 1.48.9.
83 Cic., Rep., .5.45.En términos similares se expresa dion., 4.79.3.
84 Sobre la imagen tradicional de Servio como «padre» de las instituciones republicanas, G. dE sAnCTIs,
Storia dei Romani, vol. i, Firenze, 1980, p. 378. En cierta medida, tiene razón J. POUCET, «La fonc-
tion fondatrice des rois de Rome», pp. 16 s., al hablar de una «servianización», en le sentido que
servio atrae hacia sí las instituciones republicanas como Rómulo lo hace sobre las fundacionales.
85 R.M. OGILvIE, A Commentary on Lkyvi. 1-5, oxford, 1965, p. 194; R.T. RIdLEy, «the Enigma of
Servius tullius», Klio, 57, 1975, p. 157.
86 Liv., 1.44.3.
87 así, de tulo Hostilio se dice que incluyó el Celio (Liv., 1.30.1; dion., 3.1.5; auct. vir. ill., 4.3),
mientras que Anco Marcio hizo lo propio, según otra versión con el Celio, y también con el
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tanto, no parece que la acción de servio pueda ser considerada stricto


sensu una continuación de la de Rómulo. da la impresión, como afirma
a. Magdelain, «que les Romains ont ignoré ou rayé le nom du véritable
fondateur, celui qui traça le premier pomerium»88. La actitud ambigua
de Livio, que no menciona el pomerium de Rómulo y que espera a la
prolatio cumplida por servio para tratar sobre la doctrina pomerial, tie-
ne sin duda como fin resaltar la cualidad fundacional de este monarca,
silenciando acontecimientos anteriores, bien por desconfianza hacia la
tradición, bien por interés.
Pero faltaba algo más, y aquí la tradición hace intervenir a la
divinidad con hechos maravillosos. ante todo resulta muy significa-
tiva la diferencia que se observa entre los prodigios que anuncian la
realeza de tarquinio Prisco y la de Servio tulio89. Como se sabe, con
la entronización del primero de los Tarquinios, cambia el concepto de
poder monárquico, puse a partir de estos momentos el rey deja de ser
inauguratus90. La tradición tiene que buscar entonces otras señales que
justifiquen la legitimidad divina del monarca. En el caso de tarquinio,
este hecho se materializa en el prodigio del águila, ave enviada por Jú-
piter, cuya intervención hace predecir a Tanaquil la futura realeza de su
marido9. Como señala J. Gagé, la técnica utilizada en su interpretación
recuerda muy de cerca la actuación de un augur romano9, de forma que
en cierto sentido, este prodigio puede considerarse como sustitutivo del
ritual de la inauguratio. Por el contrario, el glorioso destino de Servio,
asimismo profetizado por Tanaquil, se muestra cuando, todavía niño, su
cabeza fue envuelta en una aurelola de fuego9. En este caso la señal ya

aventino y el janículo, que asimismo fortificó (Cic., Rep., .18.33; Liv., 1.33., 6; dion., 3.43.;
44.1; Str., 5.3.7 [C. 34]; auct. vir. ill., 5.).
88 A. MAGdELAIn, «Le pomerium archaïque et le mundus», REL, 54, 1976, p. 85.
89 sobre el particular, con fuentes y bibliografía, P.M. MARTIn, «Les signes de souveraineté échus
aux rois de la Rome étrusque. traditions et résurgences», en La divination dans le monde étrus-
co-italique. II (Caesarodunum supl. 54), tours, 1986, pp. 16 ss.; J. MARTínEz-PInnA, «Poder y
predestinación en la Roma arcaica», en Pouvoir, divination et prédestination dans le monde antique,
Besançon, 1999, pp. 06 ss.; n. BOëLs-JAnssEn, «Les signes de royauté à Rome à l’époque royale»,
en Pouvoir des hommes, signes des dieux dans le monde antique, Besançon, 00, pp. 44 ss.
90 a partir de los testimonios antiguos, no se ve con claridad si tarquinio Prisco fue o no inaugura-
tus (cf. Fest., 169 L; Lact., Inst., .7.8), pero en cualquier caso sí carecía del augurium, como se
deduce de su enfrentamiento con el augur atto navio. Véase al respecto P. CATALAnO, Contributi
allo studio del diritto augurale. I, torino, 1960, pp. 567 ss.
9 Cic., Leg., 1.1.4; Liv., 1.34.8-9; dion., 3.47.3-4; Sil. ital., 13.818-80; auct. vir. ill., 6.3-4; zon., 7.8.
9 J. GAGé, «tanaquil et les rites étrusques de la ‘Fortune oiseleuse’», en Enquêtes sur les structures
sociales et religieuses de la Rome primitive, Bruxelles, 1977, pp. 16 s.
9 Cic., Div., 1.53.11; Liv., 1.39.1-3; dion., 4..3-4; ovid., Fast., 6.635-636; Plin., Nat. hist., 36.04;
Plut., Fort. Rom., 10; Val. Max., 1.6.1; Flor., 1.6.1; auct. vir. ill., 7.1-; Serv., Aen., .683.
184 joRgE MaRtínEz-Pinna

no es enviada por júpiter, sino por Vulcano, con lo cual Servio pasa a
participar de la esencia de los héroes94.
La «heroicización» de Servio se completa y resalta con aquella
versión, calificada por algunos autores antiguos como fantástica, según
la cual había sido concebido a través del fuego del hogar95. El relato es
muy similar al ya mencionado de Promation relativo al origen de Rómulo
y Remo, con la diferencia que la leyenda de servio se basa en antiguos
motivos de la mitología latina, y la de Promation en la de Servio. Esta
versión no es reciente, aunque tampoco es la más antigua, y en cualquier
caso anterior a la interpretación en sentido popular de la figura y obra de
Servio. nos remite a un ambiente aristocrático, en definitiva a aquella
República patricia que se consideraba hija de la obra del rey, expresada en
la frase con la que Livio cierra el libro I, a propósito de la elección de los
primeros cónsules, ex commentariis Ser. Tulli, y en el famoso fragmento
del poeta Accio, Tullius qui libertatem civibus stabiliverat96. La gloria
de servio, incluida su condición de fundador, es debida a su originaria,
y en mi opinión auténtica, naturaleza aristocratica97.
Intentemos ahora sacar conclusiones. no creo que se pueda dudar
que Roma fue fundada Tusco ritu en un momento determinado de la
edad arcaica, probablemente en torno al año 600. Pero no se trata de una
fundación ex nihilo, al estilo de una colonia, sino que hay que entenderla
en un sentido simbólico y ritual, con el fin de proporcionar a la ciudad
una garantía religiosa y asegurar así una relación normal con el ámbito
divino. En el siglo iV, posiblemente por influencia griega, los romanos
comenzaron a preocuparse por su historia más lejana, pero entonces

94 R. THOMsEn, King Servius Tullius, Copenhagen, 1980, p. 318; C. AMPOLO, «Servio tullio e dumézil»,
Opus, , 1983, p. 397; M. PALLOTTInO, Origini e storia primitiva di Roma, Milano, 99, p. 5.
95 dion., 4..1-3; ovid., Fast., 6.67-68; Plin., Nat. hist., 36.04; Plut., Fort. Rom., 10; arnob., 5.18.
96 Liv., 1.60.4; accio, en Cic., Pro Sest., 58.13. Sobre el significado profundamente aristocrático,
casi en sentido oligárquico, del verso de Accio, pueden verse E. GABBA, «il «Brutus» di accio»,
Dioniso, 43, 1969, 373-383; J.-C. RICHARd, «Recherches sur l’interprétation populaire de la figure
du roi Servius tullius», RPh, 61, 1987, pp. 10 s.; A. FRAsCHETTI, «Servio tullio e la partizione
del corpo civico», Metis, 9/10, 1994/95, p. 131. al igual que sucede con el concepto de libertas
aplicado a la figura de Servio tulio, no falta quien piensa que los commentarii de este mismo
rey son una invención de la analística silana (H. MATTInGLy, «the Property Qualifications of the
Roman Classes», JRS, 7, 1937, p. 106); pero creo que con razón, a. giovannini eleva su fecha
vinculándolos a la tradición augural (A. GIOvAnnInI, «il passaggio dalle istituzioni monarchiche
alle istituzioni repubblicane», en Bilancio critico su Roma arcaica fra monarchia e Repubblica,
Roma, 1993, pp. 84 ss.).
97 G. CAPdEvILLE, «Servius tullius et le mythe du premier roi», en Mythe et politique, Lille, 990, pp.
61 ss., justifica la consideración de Servio como fundador y primer rey recurriendo a una extraña
comparación entre la historia de Mastarna y la leyenda latina común a Rómulo y Caeculo.
SoBRE La FundaCión y LoS FundadoRES dE RoMa 185

domina la idea helénica del fundador, avalada en este caso por diferentes
versiones sobre el origen de Roma que privilegiaban a personajes grie-
gos, fundamentalmente Eneas, a partir de la tradición transmitida por
Helánico de Lesbos, y Rhomos, figura griega inventada para la ocasión
quizá en ámbito greco-occidental. Los romanos recurrieron entonces a
Rómulo, un héroe del partimonio mitográfico latino –probablemente
albano–, conformando una versión muy ecléctica y que tampoco se
ajustaba por completo al modelo helénico, pero que sin embargo cumplía
un fin fundamental: reivindicar la propia identidad frente a la imposición
griega, si bien aceptando un lejano parentesco helénico a través de Eneas,
convertido en antepasado del pueblo latino. Este proceso trajo consigo
una «reinvención» de la propia historia, de forma que los relatos de los
reyes fundadores, Rómulo sobre todo y en menor medida numa, se van
incrementando con elementos que en principio correspondían a otros,
fundamentalmente a tarquinio Prisco. tal comportamiento era necesario
para completar la figura y obra del fundador, atribuyéndole, hasta donde
era posible, todas aquellas innovaciones consideradas esenciales en la
vida pública y por tanto necesariamente originarias. Pero a la vez se
magnifica la figura de Servio tulio, «padre» de la República aristocrática,
concediéndole connotaciones heroicas y por tanto fundacionales.
En definitiva todo lleva a pensar que la idea de la fundación, tal
como aparece expresada en la vulgata, representa en el fondo un con-
cepto ajeno a la mentalidad romana, que lo acepta pero conservando a
la vez criterios propios. Así se explica la impresión, que continuamente
se percibe en el relato de los antiguos, de una fundación permanente de
Roma.

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