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El Barreterito: En Atacama, es otro duende de la tradición minera y

quizás con alguna relación con Muki. Barreterito, muy querido en el gremio,
se encarga de acompañar secretamente a los mineros en las galerías y de
avisarles de la existencia de más material valioso existente en las vetas, lo
que hace con ruidos de trabajo de martillo y barreta, especialmente en los
yacimientos de oro y plata. Su característico martilleo ha sido escuchado por
muchos hombres desde el fondo de las galerías, generalmente cuando los
mineros están descansando o cuando la mina ha quedado en receso. Por
todo el país se hallaban testimonios de haber oído a Barreterito, pero
especialmente en la pampa, desiertos y valles mineros. Rara vez se deja ver,
sin embargo. Llamado también Huecú en la zona de Ovalle, algunas
creencias dicen que Barreterito es la encarnación de un simpático y
dicharachero minero de antaño, que murió aplastado por el desplazamiento
de un planchón de material en un triste accidente. Plath señala que es
también como un fantasma y que no hay minero que no crea en su existencia
Olum: Es uno de los espíritus convocados en la ceremonia Hain de los
onas de la Tierra del Fuego, en la iniciación del kloketen. Aunque no era
representado en los disfraces rituales (se supone que jamás debe ser
visto por mujeres o niños), se lo describía como un ser pequeño, de la
mitad o menos de altura de un hombre, que conociendo las artes de los
magos "revivía" a los kloketen simbólicamente asesinados por el
terrorífico espíritu femenino de Xalpen. Era un enano fornido, muy
fuerte y que daba pelea frente a frente a los hombres más hábiles,
deporte que parece gustarle mucho, venciéndolos en todos los casos.
Cuando no es convocado, Olum vive bajo la tierra, y se lo considera un
ser bueno, positivo y liberador.
Los Laftraches: El Abate Juan Ignacio Molina comentaba en el siglo XVIII sobre el
mundo sobrenatural de los indígenas araucanos, que "su credulidad se manifiesta
particularmente en las serias relaciones que hacen de las apariciones de fantasmas,
y de los duendes, acerca de los cuales producen infinitas fábulas". De entre estos
duendes, particularmente, destacaban los Laftraches, nombre dado por los
mapuches a una supuesta humanidad diminuta que coexiste con los hombres,
traducible como "Gente pequeña". También los llaman Caftranches, y son el
equivalente nativo en el territorio chileno y parte del argentino a los gnomos
europeos. Provienen de un No-Mundo que la cosmovisión mapuche identifica
como el Minchenmapu, es decir, la Morada de los Espíritus del Caos o del
Desorden, pero lograron escapar de allí algunos, tras una gran guerra entre los
wekufes (espíritus oscuros invocados por hechiceros) que los habitaban y los
pillanes (espíritus poderosos del culto a los ancestros). Son seres diminutos
habitantes del paisaje, que pudiendo ser buenos o malos, solían andar solitarios,
vagando entre bosques nativos especialmente los de lengas, araucarias, ñires y
coihues. También pasean por campos sembrados, dejando pequeños excrementos
y pisadas a su paso, pero desplegando ciertas actitudes hostiles hacia los hombres
cuando son descubiertos, o refugiándose por las entradas a su mundo interior, bajo
el suelo, denominado Laftrache Mapu.
Los Anchimallén: También provenientes de la mitología mapuche, eran confundidos a
veces con los Laftraches. En ciertas ocasiones, aparecen descritos como una raza de enanos
sin tripas, de aspecto infantil y de cola luminosa, pero existiendo con un pie en un mundo
más espiritual y terrorífico, pues cumplía con un rol equivalente a una especie de mensajero
o anunciador de la muerte o de enfermedades catastróficas, si se deja ver en el mundo de los
vivos. En otras ocasiones, sin embargo, se refieren a ellos como Anchimalén,
Anchimalhuén, Chimalguén o Chimalén, entre otras corrupciones fonéticas zonales.
Siempre se trata de criaturas humanoides pequeñas, descritas como seres parecidos a niños
muy pequeños, casi bebés (incluso emitiendo un grito parecido al llanto de un neonato),
pero de andar veloz. Originalmente, sin embargo, eran más bien espíritus luminosos o que
lograban transformarse en esferas de luz y rayos destellantes ante los asombrados testigos,
probablemente relacionados con fenómenos naturales (centellas, estrellas fugaces, fuegos
fatuos, etc.). Se los veía fugazmente antes de desaparecer, especialmente en las noches o
batiéndose en contienda, entre dos o más de ellos. Podía causar ceguera, dejar tuerto,
aturdido o "enlesado" (atontado) al observador, por lo que se recomendaba no acercarse ni
perseguirlo. Sí se los podía usar en la brujería, como criaturas favorables a un propósito
benéfico o malvado según la voluntad de un hechicero calcu, debiendo ser bien alimentado
con sangre fresca, leche con miel, frutas en almíbar y a veces hasta chicha, o de lo contrario
moriría de hambre o se escaparía con otro dueño. Ya que se los describe en el folklore
mapuche como esferas de fuego, no han faltado quienes intentan asociar la creencia a
ancestrales visitas cósmicas, naves espaciales y alienígenas. La dispersión geográfica de la
leyenda de los Anchimallén llega incluso hasta el Nahuel Huapi, en Argentina

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