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Trabajo infantil

El trabajo infantil que es aquel que “priva a los niños de su niñez, su potencial y su
dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y fisiológico”, sin embargo,
no de todos, debe buscarse su erradicación, pues existen actividades en las que los
niños y adolescentes desarrollan sus conocimientos y productividad y que no
obstaculizan su desarrollo personal y escolarización, ni son dañinas a su salud, y
más bien les inculcan una cultura laboral al mismo tiempo que les generan
ingresos, como el caso de los vacacionistas.
No todas las tareas realizadas por los niños deben clasificarse como trabajo infantil
que se ha de eliminar. Por lo general, la participación de los niños o los
adolescentes, por encima de la edad mínima de admisión al empleo, en trabajos
que no atentan contra su salud y su desarrollo personal ni interfieren con su
escolarización se considera positiva. Entre otras actividades, cabe citar la
colaboración en un negocio familiar o las tareas que realizan fuera del horario
escolar o durante las vacaciones para ganar dinero de bolsillo. Este tipo de
actividades son provechosas para el desarrollo de los pequeños y el bienestar de la
familia; les proporcionan calificaciones y experiencia, y les ayuda a prepararse
para ser miembros productivos de la sociedad en la edad adulta.
La mujer
La mujer al mundo laboral ha sido un proceso que ha llegado para quedarse y
potenciarse. Si hace solo dos décadas se veía como una opción, hoy es un elemento
identitario para la mujer, quien ha integrado la vida profesional como una
dimensión relevante de su vida, que se relaciona tanto con la necesidad de
mantener el hogar como con el desarrollo personal.
En el hogar es frecuente escuchar que la mujer es la principal encargada de la
crianza de los niños. Es compartida la creencia, por hombres y mujeres, de que ella
tiene una sensibilidad especial por el hecho de ser mujer, que le permite saber qué
le pasa a los niños y cómo manejarlos. A la mujer le ha sido difícil renunciar a la
exclusividad en el ejercicio de este rol, considerado para la mayoría un elemento
estructural de su identidad.
Podemos ver cada vez con más frecuencia, a hombres que comparten labores del
hogar; a parejas que negocian sus trayectorias profesionales, turnándose quien
estudia, quien trabaja, y quien asume con más prioridad el trabajo doméstico y de
crianza. Estas conversaciones en el pasado eran mucho menos frecuentes o
definitivamente no se daban. Se ve, en este sentido, la voluntad de conversar
acerca de estos temas, lo que es ya un gran avance y muestra un camino hacia
nuevos equilibrios.

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