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EL RENACIMIENTO DE LAS LETRAS

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Descubrir los autores antiguos Índice del artículo


El florecimiento renacentista va precedido por Descubrir los autores antiguos

todos los movimientos que tienden a afirmar La enseñanza del griego

el sentido y el valor del espíritu humano, su Studia humanitatis

dignidad y su libertad. Este movimiento cultural se afirma y Cultura de élite y cultura popular

vive más allá de los círculos de los iniciados y satura todas las Las bibliotecas del humanismo

actividades; penetra en la política y se eleva hasta los tronos Los “Triunfos” de Petrarca

de los príncipes, desciende hasta los espacios públicos entre Arte y humanismo

los poetas populares, las fiestas y las procesiones simbólicas,


inspira a los artistas y deja su huella en las líneas arquitectónicas de los nuevos palacios y de las iglesias.
Esta regeneración, que consistía en la afirmación de una sociedad rica y plenamente desarrollada,
encontró en el mundo clásico un modelo casi ideal. La retórica de Quintiliano, la lengua de Cicerón, el
pensamiento de Platón era el crisol donde debía formarse el hombre, libre y poderoso, capaz de vencer su
destino con la “virtud”, como lo habían hecho los griegos y los romanos.


Alceo, Corina, Petrarca, Anacreonte y Safo, cinco poetas líricos entre los poetas de la Antigüedad y de la
época de Rafael, que rodean Apolo y las Musas en “El Parnaso”, fresco de Rafael, (Vaticano, Estancia de la
Signatura)

Los poetas, los historiadores, los oradores, los epistolarios latinos más célebres, las traducciones latinas de
ciertos escritos de Plutarco, de Aristóteles y de algunos escritores griegos formaban la fuente en la cual un
pequeño grupo de elegidos de la época de Boccaccio con la obra “Fiammetta” y de Pétrarca,
principalmente con “Los Triunfos”, sacaban su inspiración. Desde mediados del siglo XIV hasta mediados
del siglo XV, se desarrolló en Florencia una actividad cultural y artística que transformó la ciudad en una
“nueva Atenas”. Redescubrir los autores latinos y griegos de la Antigüedad fue determinante. Petrarca y
Boccaccio habían mostrado el ejemplo. Habían incitado así, en el siglo XV, a los eruditos a explorar la
Antigüedad pagana y partir a la búsqueda de manuscritos los cuales constituirán la verdadera esencia del
humanismo. Estos descubrimientos implicaron encuentros y discusiones. Los debates y los estudios se
multiplicaron. Esta transformación repercutió en el arte, la filosofía, la literatura, la música, las ciencias. En
nombre de Platón se crearon las academias que se fijaron como objetivo la promoción de los estudios.
Seis poetas toscanos, 1544, Giorgio Vasari, (Minneapolis Institute of Arts). Dante, acompañado de
Boccaccio, Cavalcanti, Ficino, Landino y Petrarca.

La enseñanza del griego


En el siglo XV y a principios del XVI, la ciencia griega se concentra principalmente en Florencia, aunque
otras ciudades como Roma y Padua empleaban habitualmente a profesores griegos. En Florencia, la
enseñanza del griego se desarrolló con la llegada en 1397 del sabio bizantino Manuel Crisóloras (1350-
1415) invitado por el canciller humanista Coluccio Salutati. Había sido enviado como embajador en Italia
por el emperador Manuel II durante el sitio de Constantinopla por el sultán otomano en 1394, para pedir
refuerzos. Traductor en latín de “La Odisea” y de “La República” de Platón, Manuel Crisóloras fue un
humanista itinerante, ya que enseñó también en Venecia y en Milán. Pero fue sobre todo durante el
reinado de Juan VIII Paleólogo emperador de Bizancio (muerto en 1448), que los contactos de los eruditos
bizantinos con Italia en el Concilio de Florencia de 1438, marcaron el comienzo de la grecomanía
humanista. Como consecuencia de la caída de Constantinopla, llegaron a Florencia otros sabios bizantinos
como Juan Argyropoulos (1416-1476), instalado en Italia en 1457, fue llamado a Florencia por Cosme de
Médicis para que enseñara la lengua griega en esta ciudad. Tuvo como alumnos Angelo Poliziano, Pedro de
Médicis y Lorenzo de Médicis. Tradujo las obras de Aristóteles.
Supuesto retrato de Juan VIII Paleólogo bajo los rasgos de un rey mago, en “El Cortejo de los Magos” de
Benozzo Gozzoli, 1452-1458, (Florencia, palacio Médicis)

Los artistas de aquella época nos han mostrado los rasgos del emperador Juan VIII Paleólogo. Cinco años
después de su muerte, y seis años antes de que Benozzo Gozzoli no emprenda la decoración de la capilla
de los Magos del palacio Médicis donde lo representó bajo los rasgos del rey Baltasar, en 1453 la
cristiandad había perdido Constantinopla, pero la humillación y el dolor padecidos no le impidieron tratar
enseguida con el nuevo señor, el sultán otomano, y reconocer su soberanía. El retrato del emperador se
encuentra también en una medalla conmemorativa, donde el pintor y medallista Pisanello estampa su
firma en latín y en griego.

Medalla de Juan VIII Paleólogo, c.1438, Pisanello, (Berlín, Staatliche Museen)


Hacia 1494, el estudio del griego fue facilitado de forma singular por los productos de Aldo Manuce, de
Venecia, en los talleres del cual fueron imprimidos por primera vez en griego los escritos de los autores
más importantes. La decadencia de los estudios griegos comienza con la muerte de León X, y ello se debe
en gran parte a que el pensamiento sigue una nueva corriente de ideas. Pico de la Mirándola poseía toda
la ciencia talmúdica y filosófica de un rabino erudito. La pintura “Heráclito y Demócrito” que formaba parte
de un ciclo de frescos de Donato Bramante, ha sido interpretada como una alegoría de la sociedad
perfecta, según el pasaje de “La república” de Platón que declara que los hombres sabios que ostentan el
poder, tienen que guiarse por la templanza y la justicia. Desde este punto de vista, ambos filósofos, uno
que llora (Heráclito) y el otro que ríe (Demócrito), expresan dos maneras antitéticas, pero igualmente
erróneas de ver la vida; en cambio, la virtud de la templanza permite evitar tanto el pesimismo excesivo
como el optimismo exagerado. Según varias hipótesis plausibles, Heráclito ostenta los rasgos de Leonardo
da Vinci, mientras que Demócrito sería un autorretrato de Bramante. Estas pinturas constituyen la obra
pictórica más importante del artista arquitecto.

Heráclito y Demócrito, c.1495, Donato Bramante, (Milán, Pinacoteca di Brera)

Studia humanitatis
El aspecto más interesante de este excepcional entorno cultural florentino era su variedad, su complejidad,
su apertura a las ideas y a las ideologías más diversas, incluso contradictorias. Antes de ser transferida a
Pisa en 1473, la universidad de Florencia impartía estudios de derecho y medicina desde hacia tres siglos.
La enseñanza teológica en los “studia” de los conventos había cambiado muy poco desde la época de
Dante. El estudio de la retórica y de la poesía latina continuaba desarrollándose bajo la dirección de
eminentes especialistas como Cristoforo Landino y Angelo Poliziano. El estudio en profundidad de la
filosofía griega era un hecho reciente, y formaba parte del programa universitario, cuyo maestro
indiscutible era Marsilio Ficino, quien en su casa de Careggi, traducía las obras de Platón y atraía a
discípulos de toda Europa: Juan Pico de la Mirándola, el francés Lefèvre de Étaples, el Inglés John Colet.
Otra disciplina tradicional eran las ciencias naturales, desarrolladas por Paolo Toscanelli (1397-1482), el
cual practicó también la medicina, y redactó tratados de matemáticas, de óptica, de astronomía y de
filosofía. Las siete artes liberales, enseñadas desde la Edad Media eran agrupadas en dos ciclos: el trivium
(gramática, retórica, dialéctica); el quadrivium (aritmética, música, astronomía, geometría). Leonardo da
Vinci fue el producto de esta cultura multiforme. A pesar de su limitada instrucción y un conocimiento
restringido de la filosofía natural, intuyó la existencia de un principio fundamental del método científico,
que fue él único entre sus contemporáneos a formular de una forma tan clara.

Las 7 Artes Liberales, siglo XV, taller de Pesellino, (Alabama, Birmingham Museum)

Tratado de Aritmética, siglo XV, Filippo Calandri, (Florencia, Biblioteca Riccardiana)

Cultura de élite y cultura popular


Desde que Dante escribiera “La divina comedia”, los intelectuales florentinos se preguntaban si tenían que
escribir en latín para una minoría o en lengua vulgar para un más vasto público. A principios del siglo XV, el
interés por el latín clásico era tan grande, que muchos humanistas se negaban a escribir en toscano;
criticaban Dante y Petrarca por haber escrito sus poemas en lengua vulgar. En una época donde las
distinciones sociales eran muy acentuadas, la adopción del humanismo como cursus de estudios para la
élite podría ser interpretado como un apoyo a la estratificación social, comparable a la construcción de los
grandes palacios aristocráticos. Los ensayos neoplatónicos de Marsilio Ficino y “La Primavera de Botticelli”
son ejemplos de este elitismo: solo un número restringido de sus conciudadanos era capaz de
comprenderlos.

Frontispicio de un manuscrito con “La Divina comedia” de Dante, siglo XV, escuela de Sozzo Tegliazzi,
(Florencia, Biblioteca Medicea Laurenziana)

En el tercer libro de su tratado “De la familia” (hacia 1434), Leon Battista Alberti escribió una elocuente
defensa de “esta lengua toscana, rica y viva”. El poeta humanista Cristoforo Landino justificaba el uso de la
lengua “volgare”, que según él tenía que ser enriquecida con formas latinas. El mismo Lorenzo de Médicis
realiza una apasionada defensa del toscano a la edad de diecisiete años. Sostuvo que era igual al latín por
su capacidad de expresar de modo elocuente un gran número de argumentos y de sentimientos. Pero su
poesía fue todavía más eficaz en esta competición entre latín y lengua popular. Su contribución abrirá el
camino a Pietro Bembo (humanista y cardenal en Roma bajo Léon X) para la solución de la “cuestión de la
lengua” en el siglo XVI, con la adopción del toscano como lengua literaria.
Folio de un manuscrito con poemas de Petrarca y Dante en lengua vulgar, con una escena de
naufragio, 1470-1480, Francesco di Antonio del Chierico, (Florencia, Biblioteca Nazionale). El laurel, era
el símbolo por excelencia de la poesía, de la inmortalidad y de la gloria, al que Lorenzo el Magnífico gustaba
identificarse. El anillo con un diamante era uno de los símbolos heráldicos utilizados por los Médicis.

Las bibliotecas del humanismo


No poseemos más que una ínfima parte de los originales de los autores griegos. Los coleccionistas como
Nicolas V que compartía las dos grandes pasiones del renacimiento, la pasión por los libros y por la
arquitectura, constituyó el núcleo de la Biblioteca Vaticana con más de 5000 volúmenes. Cuando la peste
forzó el papa (1450) a refugiarse en el campo, en el pueblo de Fabriano, se llevó consigo a sus traductores
y sus compiladores para que no fueran víctimas de la plaga. Niccolo Niccoli, un florentino miembro del
círculo de Cosme de Médicis, empleó toda su fortuna en comprar libros. Fue gracias a él que el “De
oratore” de Cicerón, el manuscrito de Lucrecio y otras obras fueron completadas. Nicolás V soñará con
grandes edificios de un lujo oriental que hicieran olvidar las ruinas de la Antigüedad. Bracciolini, uno de los
más incansables buscadores de códices y de antigüedades en general, evoca en su obra “De varietate
fortunæ” la devastación de las ruinas romanas.
Página decorada con saturnales, en “Los Comentarios” de Juvenal ofrecido a Juliano de Médicis por
Domitius Calderinus en 1474, (Florencia, Biblioteca Medicea Laurenziana)

La biblioteca de Urbino fue la creación de Federico de Montefeltro, coleccionista desde su niñez, mantenía
constantemente a treinta o cuarenta copistas diseminados por todos los lugares donde se podían encontrar
libros. En aquella época, Urbino poseía una de las más importantes bibliotecas, quizás más importante que
la del Vaticano. La Edad Media y la teología formaban el elemento principal de la colección: muchas obras
de los Padres de la Iglesia, todas las obras de Tomás de Aquino, de Alberto el Grande, etc. Entre los
“modernos” figuraban en primer lugar los grandes autores del siglo XIV, como Dante y Giovanni Boccaccio.
El manuscrito la Óptica de Euclides formaba parte de la extraordinaria biblioteca Federico de Montefeltro.
Piero della Francesca durante el tiempo que trabajó en Urbino pudo haberlo utilizado para escribir su
tratado sobre la perspectiva “De prospectiva pingendi”.
Página del manuscrito La Óptica de Euclides, traducido al latín en 1458, (París, Biblioteca Nacional de
Francia)

Aquellos humanistas que pasaban toda su vida entre libros antiguos, escudriñando los viejos textos,
analizando el griego y el latín, eran intelectuales cuya preocupación mayor era tener un rico protector que
les procurara un techo, algo de dinero, y los medios para poder trabajar. El ilustre Filelfo, a quien desde
Nápoles a Milán se lo disputan los príncipes, es un buen ejemplo de ello cuando escribía a Palla Strozzi:
“me he volcado totalmente en escribir, de tal manera que me parece que he nacido no sólo para los vivos,
sino también para la posteridad.” Otro ilustre humanista, Guarino da Verona, y también la escuela
humanista de Vittorino da Feltre en Mantua que educó a algunos de los príncipes del Renacimiento. Así se
forma una verdadera aristocracia del espíritu, delante de la aristocracia del dinero que reúne las familias
ricas de Florencia y de otras ciudades del Renacimiento. Cada uno de ellos, desde el más humilde de los
profesores hasta el genio más eminente, Ficino (1433-1499) o Pico de la Mirándola (1463-1494), da gracias
a Dios o a los dioses, si se inclina más o menos por el paganismo – de haber hecho de él un “hombre del
Renacimiento”: este nombre no se usa todavía, “Rinascimento” será empleado comúnmente en el siglo XVI.
Guarino da Verona entrega su traducción de Estrabón a Jacopo Antonio Marcello, siglo XV, Giovanni
Bellini, (Albi, Mediateca Municipal)

La obra de Petrarca tuvo una gran repercusión durante el Quattrocento; el nuevo pensamiento
renacentista vio siempre en el mundo antiguo el camino y la guía para su propio desarrollo. Fue durante
este siglo cuando un pontífice podía conectar los intereses políticos con los culturales, cuando un príncipe
trataba con la misma gravedad una espinosa cuestión diplomática y la búsqueda de un objeto raro y
precioso, cuando un sabio abandonaba por un momento su lectura de Saluste para ir a apuñalar a un
tirano. Los políticos y los genios militares se emocionaban ante César y Escipión, y convertidos en nuevos
mecenas, se rodeaban de historiadores y de poetas para que los inmortalizaran, como había hecho
Augusto. En Nápoles, Alfonso el Magnánimo mostraba un gran entusiasmo por la antigüedad, y tal como
nos lo cuenta Pandolfo Collenuccio, había leído en el prefacio de una versión española del “De civitate Dei”
que “el príncipe iletrado era un asno coronado”.
Manuscrito iluminado “La vida de César”, siglo XV, Italia, (Florencia, Biblioteca Laurenziana)

Los “Triunfos” de Petrarca


Pétrarca escribió los Triunfos en memoria de Laura. Se trata de un poema compuesto con tercetos
encadenados (terza rima) con una muy fuerte reminiscencia alegórica. El texto describe seis triunfos o 
alabanzas al Amor, la Castidad, la Muerte, la Fama, el Tiempo y la Eternidad, respectivamente. En el
primer triunfo, Cupido (Amor) que simboliza la pasión de Petrarca por Laura, anuncia su victoria. En el
segundo triunfo, la Castidad se impone, porque a diferencia de Petrarca, Laura no se dejaba  dominar por
el aspecto sensual del amor. En el tercer triunfo, la Muerte domina la Castidad de Laura, ya que murió muy
joven, en 1348. Pero la Fama, que Petrarca concede a Laura a través de sus escritos, triunfa sobre la
Muerte. El quinto triunfo trata de la victoria del Tiempo sobre la Fama efímera, y finalmente la Eternidad
saldrá victoriosa de todos los demás triunfos. La figura sagrada (en este contexto Cristo) es la llave del
encuentro entre el poeta y Laura en el otro mundo: un mundo “novo in etate immobile ed eterna”.
El Triunfo del Amor, siglo XV, Giovanni di ser Giovanni, (llamado Lo Scheggia), (Florencia, Palazzo
Davanzati). Eros personifica la inspiración divina (furor platónico) que hace posible toda forma de creación
(natural, intelectual o artística). La venda en los ojos de Eros hace referencia a la visión interior, que se
concede a los que se han elevado por encima de la dimensión sensible para contemplar lo inteligible. La
acción mágica se produce en contacto con los órganos de la vista y del oído, como en el fenómeno del
“innamoramento”.
Combate entre el Amor y la Castidad, 1480-1490, Gherardo di Giovanni, (Londres, National Gallery).
Vasari describió este pintor como un “cerebro distinguido”, que había tenido el privilegio de recibir una
formación humanista y de formar parte del círculo de Angelo Poliziano. Inspirado en los “Triunfos” de
Petrarca, el cuadro muestra como el Amor desnudo, entabla la lucha con Laura, que simboliza la Castidad.

Arte y humanismo
Existen numerosas analogías entre el nacimiento del humanismo y la adopción de las formas y de los
motivos clásicos en pintura, en arquitectura y en escultura. Fue en Florencia donde aparecieron las más
significativas innovaciones del Quattrocento. La característica común entre los dos movimientos era el
convencimiento de los humanistas y de ciertos artistas que la cultura antigua era superior a la suya, y que
no se podía alcanzar la perfección en las artes plásticas -así como en poesía, en historia, en filosofía – que
imitando a los Antiguos. Al igual que los humanistas buscaron descubrir en las bibliotecas de los
monasterios copias de textos desconocidos de autores clásicos, dos jóvenes orfebres, Filippo Brunelleschi y
Donatello, viajaron a Roma para estudiar y calibrar las construcciones y las esculturas romanas, cuyas
ruinas abundaban en la región. En esta revolución, que iba a imponer el estilo clásico en el arte occidental
durante cuatro siglos, la figura principal es Brunelleschi. Aportó su contribución al nuevo estilo pictórico
inventando la perspectiva, esta técnica geométrica que permite crear un efecto tridimensionnel sobre una
superficie plana. Adoptando esta técnica y el sentido de la forma humana enaltecido por Donatello, el
joven pintor Masaccio creó una serie de obras que unen lo natural y la monumentalidad de Giotto, con el
orden y la armonía de los modelos clásicos.
Construcción de un edificio, c. 1515, Piero di Cosimo, (Sarasota, Ringling Museum of Art)

“Procediendo del intelecto, el dibujo, padre de nuestras tres artes – pintura, escultura y arquitectura -,
extrae a partir de cosas múltiples un juicio universal. Éste es como una forma o una idea de todas las cosas
de la naturaleza, siempre muy singular en sus medidas. Que se trate del cuerpo humano o del de los
animales, de plantas o de edificios, de esculturas o de pinturas, conocemos la proporción que el todo
mantiene con las partes y la de las partes entre ellas y con el todo.” Giorgio Vasari, en “La Pintura”

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