Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Manual de Derecho Romano, Tomo I
Manual de Derecho Romano, Tomo I
Segunda edición
Tomo I
COLECCIÓN MANUALES JURÍDICOS
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o
transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de
grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
PROLOGO
Durante varios años se publicó, en tomos separados, cada una de las materias que ahora vienen incorporadas en un
solo libro en este Manual de Derecho Romano. A medida que se desarrollaban los cursos, esos Apuntes de Clases
iban complementándose. Llegó el momento de convertirlos en un Manual. Sin embargo, los alumnos deben
comprender que la clase no puede incluir la totalidad de las materias contempladas en el Manual. Algunas se abordan
a lo largo del año con mayor detenimiento que otras. Depende de su complejidad. Sin embargo, el estudiante debe
conocer al menos lo que está en este Manual. Por cierto que si el profesor da bibliografía adicional, ella forma también
parte del curso.
Este esfuerzo está destinado a facilitar a los alumnos de primer año de Derecho la comprensión de una materia que sí
bien es larga, no es toda ella compleja, pero la falta de antecedentes jurídicos puede dificultar su entendimiento al
estudiante. Por eso se ha procurado sintetizar en un manual lo más importante de los siguientes Libros:
— Historia externa de Roma: bases de aplicación, periodificación y fuentes del Derecho Romano; estructura
política y organización administrativa de Roma.
— Del acto jurídico, y
— De las personas.
En el tomo II están los Bienes, Obligaciones, Fuentes de las Obligaciones, Sucesión y Derecho Procesal Romano.
EL AUTOR
1
LIBRO I
Capítulo Primero
ROMA
ÍNTRODUCC/ON
Para el jurista. Adquiere una visión que no da el conocimiento del mero derecho positivo.
Frente a lo que hoy se llama "crisis del derecho privado", recordemos que el derecho romano estuvo en dos
oportunidades en crisis semejantes, pero los juristas romanos siempre fueron capaces de conducir las renovaciones y
adecuar el derecho a la realidad del momento.
1) Fragmenta Vaticana, que son restos de una colección privada, redactada en Occidente a fines del siglo IV;
2) Mosaicarum et Romanarum legum colliatio, trabajo de comparación de la ley de Moisés con el derecho romano;
3) Libro sirorromano, compilación de derecho romano mezclado con prácticas judiciales orientales.
2
3.1.7. Fuentes bizantinas posteriores a Justiniano
Después del Corpus luris Civilis en el imperio bizantino se dictan muchas obras jurídicas, la mayoría en griego.
Permiten conocer el derecho anterior a Justiniano, ya que algunos de sus autores emplearon textos que no se
utilizaron en la elaboración del Corpus luris.
1) Primeros tiempos: prehistoria italiana que se caracteriza por el asentamiento de griegos y etruscos en la península;
monarquía etrusca; la república; el principado de Augusto; el alto imperio, de Tiberio a Diocleciano; el bajo imperio,
hasta la caída del imperio de Occidente (476 d.C); y
No hay documentos sobre Roma anteriores a las guerras púnicas. El incendio ocurrido en 390 a.C. destruyó todo.
Después de las guerras púnicas, en cambio, hay más elementos.
Los tres grandes períodos en que se puede dividir la historia de Roma son:
Luego aparecen el pastoreo y la industria, en lo que corresponde al período neolítico. En la última etapa (tercer milenio
a.C.) se descubre el cobre y se efectúan importantes trabajos con dicho material. También empieza la agricultura.
A mediados del segundo milenio Italia entra en la edad del bronce.
2. LOS ETRUSCOS
Los antepasados de los etruscos vivían en el Asia Menor. Hacia el 1200 a.C. fueron invadidos y se desplazaron hacia
la península itálica, a la que se llamaría Etruria. A sus habitantes los conocemos como etruscos.
Los etruscos eran gobernados por un rey. Se organizaban en ciudades estados independientes.
A fines del siglo VI a.C. comienza su decadencia, terminando por desaparecer como consecuencia de la unificación de
la península con los romanos.
Eran grandes ingenieros y arquitectos. Realizaron trabajos formidables de desagües y regadío. Fueron muy ordenados
en la construcción de ciudades, las que semejaban un tablero de ajedrez.
En materia religiosa, eran politeístas.
El arte, la escultura y la pintura etruscos sobresalen por su extraordinario realismo.
3
La comunidad estaba organizada y representada en el senado y en los comicios curiados. Su función consistía en dar
el imperium o poder al rey y, además, admitían a nuevas personas como ciudadanos romanos.
El pueblo se dividió en dos clases sociales, los patricios y los plebeyos. Estos últimos no gozaban de derechos políticos
y tenían disminuidos los derechos civiles. La lucha de patricios y plebeyos marcará un período importante en la historia
de Roma.
A fines del siglo VI a.C. se produce el derrumbe del poderío etrusco. Los griegos vencen a los etruscos y sublevan a
los latinos contra sus dominadores. El poderío etrusco se conserva entonces sólo en Roma, hasta que, en 509 a.C, se
produce la revolución de los patricios contra el último rey, Tarquino el Soberbio, y se acaban la monarquía y el último
vestigio del sistema etrusco.
3. LOS GRIEGOS
Alrededor del siglo VII a.C. llegan los griegos al sur de la península, a instalarse en lo que se llamó la Magna Grecia.
Ejercieron influencia sobre los etruscos y sobre los indígenas.
Fueron los griegos quienes introdujeron el alfabeto en la península.
V. LA REPÚBLICA (509a.C.)
1. LA CONSOLIDACIÓN
En una primera época, la república se organizó de manera muy semejante a la monarquía etrusca. El último 'cambio
importante se refiere al papel que pasa a desempeñar el senado. Mientras para el rey etrusco era un cuerpo
meramente consultivo, en la república se transforma en un órgano básico.
Pero junto con la instauración de la república comenzó la lucha entre patricios y plebeyos. Durante la monarquía
etrusca el rey protegió siempre a los plebeyos. El año 509 a.C. los patricios hicieron una revolución cambiando el
sistema en su favor. De ahí que la primera constitución de la república fuese calificada como constitución patricia.
La lucha entre patricios y plebeyos duró un siglo y medio en Roma. Estos últimos fueron ganando terreno hasta
conseguir, finalmente, que se estableciera una constitución patricio-plebeya.
Entre las principales reformas que se hicieron está la organización del pueblo en clases, según su fortuna. Los más
ricos, si bien tenían mayores derechos, poseían también más obligaciones, especialmente en materia militar y
tributaria. Así, se organizaron los comicios centuriados, verdaderas asambleas políticas de la república, con facultades
legislativas.
Los magistrados que hay en la república, de mayor a menor importancia, son: cónsules, pretores y ediles. Además los
censores, que se elegían cada cinco años para hacer el censo. El cónsul era la más alta magistratura ordinaria. El
pretor surge como colega menor de los cónsules en el año 367 a.C. En el 242 a.C. se agrega el pretor peregrino, con lo
que el número de pretores llega a 16 bajo Julio César. No es un magistrado colegiado, porque tiene competencia
propia. Los ediles podían ser de dos clases, plebeyos y curules. Sus funciones consistían en vigilar y aprovisionar los
mercados y cuidar y mantener la ciudad. Los censores eran dos, elegidos por los comicios centuriados. Debían
confeccionar el censo, que se hacía cada cinco años. Esta organización se llamó el cursus honorum. Los plebeyos van
accediendo a cada uno de estos cargos progresivamente durante el siglo IV a.C.
En lo jurídico, la plebe también obtuvo grandes ventajas en su lucha. Hasta el siglo V a.C. el derecho era
consuetudinario, no escrito. Sus normas se transmitían por la tradición oral, lo que hacía difícil para los plebeyos y para
la gente no instruida conocerlo. Fue así como consiguieron que en el año 450 a.C. se pusieran por escrito las normas
más importantes, quedando configurada la ley de las XII Tablas. Esta ley reviste extraordinaria importancia, porque es
la primera fuente de derecho escrito que se conoce en Roma y consigna casi toda la legislación vigente a la fecha de
su elaboración.
Decíamos antes que a los comicios centuriados les cabe dictar leyes. Pues bien, los plebeyos querían ir más lejos.
Deseaban que sus propias decisiones, acordadas en los comicios por tribus, tuvieran fuerza obligatoria para el Estado
romano. Estas decisiones se llamaban plebiscitos, porque las votaba la plebe. La ley Valeria Horatia les dio tal valor,
siempre que fuesen dichos plebiscitos ratificados por el Senado, lo que también se requería para las decisiones de los
comicios centuriados. Por último, en el siglo III a.C. la ley Hortensia les reconoce valor para todos, sin ninguna
limitación.
2. DOMINACIÓN DE ROMA
En lo interno, vimos la lucha de patricios y plebeyos que se desató a partir de la revolución patricia de 509 a.C.
Examinaremos ahora qué ocurrió con Roma en lo externo, a partir de esa fecha, que marca el comienzo de la
república.
El último rey etrusco, Tarquino, pretendió infructuosamente recuperar el poder. No lo consiguió, pero Roma se vio
enfrentada a un peligro mucho mayor: una serie de pueblos que estaban en el Lacio se unieron contra Roma, formando
la famosa liga latina.
4
Cuando se alistaban la liga latina y Roma para combatir entre sí, apareció al norte del río Tíber un enemigo común: tres
pueblos etruscos deseaban conquistar Roma y el territorio ocupado por la liga latina. Esta y Roma celebraron,
entonces, un tratado de amistad colocándose la liga y Roma en un mismo plano, sin preeminencia de ninguna sobre la
otra. La federación venció a los etruscos y, mientras la liga latina se instaló silenciosamente en algunos de los
territorios que ocupaban los etruscos al norte del Tíber, los romanos comenzaron a expandirse por todas partes.
Continúa la liga de latinos y romanos, pero éstos tienen supremacía en ella.
Durante el siglo IV a.C. Roma debe enfrentar numerosos enemigos y más de alguna vez la ciudad resulta incendiada y
saqueada, como en 390 a.C, víctima de los galos, y en que sólo se salvó el Capitolio del ataque nocturno por el
graznido de unos gansos, o sus ejércitos fueron diezmados, como sucedió con la derrota de las horcas caudinas en
manos de los samnitas. El ejército cayó sin siquiera combatir. Sin embargo, pese a todas las vicisitudes pasadas, ya en
el siglo III a.C. Roma consolida la unificación con los pueblos vencidos, formando un gigantesco imperio de 130.000
kilómetros cuadrados y 720.000 hombres en armas.
5
3.3. ESPAÑA
Recordemos que los romanos, para abrir un segundo frente a Cartago e impedir el envío de refuerzos a Aníbal,
invadieron España y en el 206 expulsan a los cartagineses. Pero hasta llegar al control total de España y su anexión
por Roma habrá que esperar doscientos años, hasta Augusto, en el año 19 a.C.
La conquista de España significó para Roma una profunda transformación política y militar. Incluso cambiaron su
calendario. Antes el año comenzaba el Io de marzo. Ahora, a partir del 19 a.C. comienza el 1° de enero.
Expulsados los cartagineses, para hacer frente a la sublevación indígena, Roma crea dos provincias en España, con
dos ejércitos independientes. Al parecer, los dos gobernadores de sendas provincias fueron muy opresores y los
romanos se vieron enfrentados a dos guerras paralelas. En ambas lograron vencer, si bien en una de ellas, contra
Numancia, Roma debió enviar a su mejor general, Escipión Emiliano. Necesitó nueve meses de sitio para que se
rindiera, en 133 a.C.
Posteriormente, hubo diversas sublevaciones que los romanos lograron aplastar definitivamente el año 19 a.C.
4.2. SIRIA
Siria estaba gobernada por Antíoco III el Grande. Su estado se extendió por toda Siria, Asia Menor, Europa, Tracia y
profundamente en Asia propiamente tal. Aconsejado por Aníbal, preparó una gran ofensiva contra Roma. Sin embargo,
es derrotado por ésta y Siria adquiere la condición de vasalla de Roma en el año 189 a.C.
4.4. EGIPTO
Roma siempre protegió a Egipto, frente a cualquier enemigo que tuviese. En más de una oportunidad evitó que Egipto
fuera invadido.
En el año 80 a.C. sube al trono de Egipto el rey Ptolomeo, quien gobierna sólo unos días. Hace su testamento, por el
que deja Egipto al pueblo romano. Roma demorará más de cincuenta años en tomar Egipto y hacer efectivo el
testamento, pero mientras tanto actúa como si Egipto le perteneciera.
La última etapa de la independencia egipcia está jalonada con la interesante figura de Cleopatra. Emplea sus encantos
y habilidad para gobernar primero con Pompeyo, luego como amante de Julio César y después de Marco Antonio. Más
tarde trata de cautivar a Octavio pero, como no lo consigue, se suicida el año 31 a.C. El año 30 Octavio anexa Egipto a
Roma, pero no como provincia sino directamente vinculado al emperador.
5. GOBIERNO DE LA OLIGARQUÍA
6
Hasta ahora hemos examinado, en lo interno, la lucha de patricios y plebeyos que termina con la constitución patricio-
plebeya. En lo externo, vimos la expansión de Roma más allá de Italia, para ocupar la cuenca del Mediterráneo.
Examinaremos ahora la situación social de Roma durante los siglos III y II a.C.
Había tres clases sociales: el orden senatorial, que era la nobleza gobernante y se encuentra preferentemente en el
Senado; luego el orden ecuestre, los caballeros, que constituyen una rica burguesía dedicada a los negocios, y, por
último, el pueblo, compuesto por la plebe urbana y rústica, la clase pobre, el proletariado.
La aristocracia y el orden ecuestre luchan con frecuencia entre sí. El pueblo logra alguna representación, pero la
habilidad del senado durante las guerras púnicas y su papel preponderante en el dominio del Mediterráneo por Roma
fueron factores que condujeron a una oligarquía senatorial. Esta se hace hereditaria.
Si bien la oligarquía romana causó la expansión de Roma fuera de las fronteras de Italia, esa misma expansión terminó
también con la república, como se verá. Todo comenzó con las luchas democráticas, centradas en los Gracos, que
tuvieron lugar a fines del siglo II y comienzos del I a.C.
6. CRISIS DE LA REPÚBLICA
6.1. CAUSAS
La primera causa de decadencia de la república fue la falta de representatividad en lo político. Gobernaba una fracción
muy pequeña de ciudadanos, en desmedro de la gran mayoría.
Otra de las causas estuvo en la necesidad de reclutar soldados entre los no ciudadanos, entre los que no eran
propietarios. Estos nuevos soldados quedaban sometidos a una especie de clientela, en una suerte de servicio
personal con sus generales. Se sustituye el régimen republicano por un régimen de poder personal.
6.2. MARIO
7
Numidia era un reino vasallo de Roma. El rey de Numidia mató a uno de sus hermanos y despojó al otro de la parte
que le correspondía en el reino. El hermano desposeído recurrió a Roma, pero el rey de Numidia compró a jueces y
senadores. Roma envió tropas a Numidia, pero los generales fueron comprados. Finalmente Mario, hombre modesto,
es enviado por Roma a Numidia y vence al rey. El triunfo de Mario desprestigia a la nobleza y permite la reorganización
del partido democrático. Fue combatido por Sila, pero éste debe huir, junto con muchos senadores, luego de que Mario
también lo derrota. Sila representaba a la oligarquía romana.
6.3. SILA
Vuelve Sila a Italia y combate al partido democrático durante dos años. Finalmente lo vence, restableciendo el poder de
la oligarquía.
Sila no pretendió nunca perpetuarse en el poder. De ahí que obtenido el triunfo, gobernó sólo cuatro años. En ese
período efectuó diversas reformas. Aumentó el poder del senado y liberó a diez mil esclavos jóvenes, a quienes otorgó
la ciudadanía romana. Ellos reconocieron como patrono al propio Sila.
Sila se retira a su campo y muere a la edad de sesenta años.
6.5. OCTAVIO
Los que habían conspirado contra César creyeron que desaparecido éste volvería la oligarquía a gobernar, pero el
orden senatorial no estaba en condiciones de hacerlo. Los seguidores de César eran muchos, comenzando por Marco
Antonio, cónsul en ejercicio, quien le organizó un funeral de honor.
Lépido sucede a César como Pontífice Máximo.
Julio César, en su testamento, había dejado como su heredero a un sobrino nieto, de 18 años, Octavio.
Octavio se encontraba fuera de Roma. Regresa a la ciudad a reclamar su herencia y Marco Antonio no se la entrega.
8
Mientras Marco Antonio sale de Roma sin darle ninguna importancia a este joven, Octavio reúne mucha gente a su
alrededor y organiza un ejército. Cicerón, jefe del partido oligárquico, convence al senado de que le dé poderes y entre
en conversaciones con él para combatir a Marco Antonio. Contra este último lanza Cicerón sus famosas Filípicas.
Marco Antonio es derrotado y cuando Octavio pide al senado honores y poderes, el senado se los niega, pensando que
ya no interesaba seguir ayudándolo al haber logrado el objetivo perseguido, de eliminar a Marco Antonio. Entonces
Octavio marcha con sus tropas sobre Roma y ocupa la ciudad. Después es elegido cónsul.
Luego celebran una reunión Marco Antonio, Octavio y Lépido, en que se ponen de acuerdo para combatir a los
enemigos comunes, formando así el segundo triunvirato.
Este triunvirato se reparte el mundo romano, luego de vencer a todos los enemigos que se le ponen por delante.
Occidente para Octavio, Oriente para Antonio y África para Lépido. Este último pretende complotar contra Octavio y es
privado de la provincia de África, quedando reducido el triunvirato sólo a Marco Antonio y Octavio.
Marco Antonio se va a Egipto y se enreda con Cleopatra, de la que tiene tres hijos.
Sus tropas se desgastaron en Egipto en diversas batallas, por lo que solicitó ayuda a Octavio. Este se la negó,
produciéndose una campaña de recíproco desprestigio que termina con una declaración formal de guerra de Octavio a
Cleopatra. Marco Antonio y Cleopatra, derrotados, se suicidan. Vence Octavio, Egipto es anexado a Roma y Octavio
queda como amo, dueño y señor de Roma y sus provincias. Comienza la llamada paz romana y con Octavio se inicia la
llamada edad de oro (29 a.C).
VI. AUGUSTO
1. EL PRINCIPADO
Octavio, heredero de César, se siente en la necesidad de dar forma a la idea monárquica de su causante. Buscará
dicho objetivo, pero por otros caminos.
Octavio decide restituir el poder al senado, liberada la república de los asesinos de César y de sus opresores. Se hace
de rogar bastante para continuar y decide compartir el poder con el senado.
Cuando muere Lépido es elegido Pontífice Máximo.
Muchas veces se le insta a que acepte la dictadura perpetua, pero él se opone.
Augusto establece el principado, que será el sistema de gobierno característico durante todo el alto imperio.
2. LA PAX ROMANA
Augusto logra la pax romana en todo el imperio. Durante sus cuarenta años de gobierno reordena el estado en lo
político, económico y social.
Augusto sanciona a los célibes y a los casados sin hijos. Viendo que los esclavos disminuyen por las manumisiones,
pone Límite a éstas. Establece que los que obtengan su libertad, no por ello serán automáticamente ciudadanos
romanos.
Toma medidas para evitar que religiones orientales se introduzcan en Roma.
En todo orden de cosas, incluso en obras públicas, hizo importantes adelantos.
9
2. LOS FLAVÍOS (69-96)
Muerto Nerón, el ejército descubre su fuerza y resuelve designar un emperador. Como eran varias legiones, se eligen
varios emperadores. Predomina Vespasiano, que funda la dinastía Flavia.
Vespasiano gobernó bien. Limitó al ejército a su papel de defensor de las fronteras, actuó siempre de acuerdo con el
senado, trabajó por la unidad interna del imperio y efectuó grandes obras públicas. Entre otras, el famoso Coliseo, que
todavía se puede admirar en el centro de Roma.
A Vespasiano sucedió Tito y a éste su hermano Domiciano, quien fue reconocido por el senado y por el ejército.
Instauró un régimen de terror hasta que fue asesinado.
Caracalla es asesinado y lo sucede Heliogábalo. También muere asesinado y lo reemplaza Alejandro Severo, de
catorce años. Gobierna representado por su madre y su abuela, además de algunos jurisconsultos del consejo.
Alejandro Severo debe hacer frente al peligro persa y finalmente, en 235, muere asesinado por los soldados suyos.
5. LA ANARQUÍA (235-285)
Muerto Alejandro Severo se produce una anarquía militar que va a durar cincuenta años.
El senado reconoció a veintiséis emperadores. Sólo uno escapó con vida. Todos los demás murieron asesinados.
El imperio se divide para defenderse mejor. La reunificación se produce con el emperador Aureliano, pero tampoco
puede avanzar mucho en su tarea restauradora porque también muere asesinado en el año 275.
La mantención del ejército y de los funcionarios, con remuneraciones cada vez más altas, obligó a los emperadores a
subir considerablemente los impuestos. Esto provocó una fuerte inflación. Los señalados factores originaron una atroz
crisis económica. El comercio se paralizó, la producción se detuvo. Comenzó el trueque por el deterioro del circulante.
La gran crisis económica del siglo III marca una división tajante en la historia de Roma.
1. CARACTERÍSTICAS
La anarquía militar provoca el desaparecimiento del principado y su reemplazo por una autocracia, verdadera
monarquía oriental. Este régimen se ha llamado dominado porque el emperador ya no es el primero entre sus
ciudadanos sino el amo, el señor, el dueño, y los ciudadanos son ahora súbditos. Incluso, los de más alta jerarquía
deben prosternarse en el suelo para saludar al emperador. Con su cabeza deben tocar la tierra.
La capital se traslada de Roma a Constantinopla, donde casi se une Europa con Asia.
Asimismo, triunfa el cristianismo.
Estas son las principales características de este período del bajo imperio.
10
2. DESDE DIOCLECIANO HASTA LA MUERTE DE TEODOSIO EL GRANDE (285 al 395)
Los últimos emperadores de la anarquía militar fueron Caro y Carino. Al primero sucede Diocleciano y el segundo
también muere, quedando Diocleciano en mayo del año 285 como emperador único e indiscutido.
Este poseía gran capacidad militar y política. Sacó al mundo romano de la anarquía y constituyó el régimen nuevo del
bajo imperio, el dominado.
Diocleciano compartió el gobierno con Maximiano y designó dos colegas menores.
Logró la unificación religiosa del Estado en torno al paganismo, persiguiendo a los cristianos.
Finalmente, en 305 abdica y se retira a la vida privada.
Junto con él abdica también Maximiano.
Entre los dos colegas menores designados por Diocleciano y los colaboradores nominados por los mismos, se
produjeron toda suerte de problemas que terminan con el afianzamiento de Constantino en el poder (306).
Constantino obligó a sus soldados a emplear las iniciales griegas del nombre de Cristo y como venció, estimó que era
un protegido del dios de los cristianos. Algunos llegan a afirmar que se habría hecho bautizar en el momento de morir.
En el año 330 instauró la capital del imperio en Constantinopla, a la que dotó de un senado y de todos los privilegios
que tenía Roma.
A la muerte de Constantino (337) lo sucedieron sus hijos Constante y Constancio. Al primero correspondió Occidente y
al segundo, el Oriente.
Constante, que había designado gobernador de las Galias a su sobrino Juliano, fue asesinado. Poco después muere
Constancio, por lo cual queda Juliano como único emperador.
Juliano combate ferozmente a los persas. Es herido en una de las batallas y muere en 363. El ejército designa en su
reemplazo a Joviano, quien a su vez es sustituido por Valentiniano I, proclamado emperador en 364. Asoció como
coemperador a su hermano Valente. El primero gobernó Occidente y el segundo, Oriente.
Valentiniano I muere y queda como sucesor su hijo de cuatro años, Valentiniano II.
En lo que respecta a la parte oriental del imperio, Valente luchó contra los godos, sufriendo los ejércitos romanos una
espantosa derrota en la que el emperador muere en el campo de batalla. Los godos llegan a las puertas de
Constantinopla y se dedican al pillaje.
Graciano, sobrino de Valente, encargó al español Teodosio el gobierno y la defensa de Oriente. Teodosio termina por
pacificar a los bárbaros.
Graciano y Teodosio declaran el cristianismo religión oficial del estado y persiguen a los herejes y paganos.
Primero muere Graciano, en una revuelta militar, y luego Teodosio, en 395. Lo suceden sus hijos Arcadio y Honorio.
11
León I asoció al trono y designó como sucesor a su nieto, llamado también León, hijo de Zenón. Al subir al trono al año
siguiente, León II coronó a su padre como emperador y como también murió León II ese mismo año, Zenón quedó
como único gobernante.
A la muerte de Zenón la elección de su sucesor fue dejada a su viuda, la que eligió a un hombre de sesenta y un años,
Anastasio, con quien se casó. Debió pelear durante cuatro años con Persia, a la que finalmente vence.
Anastasio fue un excelente administrador. Lo sucedió Justino I, que gobernó nueve años. Fue el preámbulo del largo
reinado de su sobrino, Justiniano. Cuando ascendió Justino, Justiniano tenía treinta y siete años de edad.
2.3. EN LO INTERNO
La conquista de territorios en Occidente puso en peligro las fronteras del imperio romano hacia el Oriente, porque al
concentrarse las fuerzas en Occidente, la frontera oriental del imperio quedó descuidada. Ello facilitó numerosas
invasiones, algunas de las cuales estuvieron a punto de poner en peligro la propia Constantinopla.
Por otro lado, hubo una sublevación del populacho en Constantinopla que debió ser sofocada a sangre y fuego. En el
aplastamiento de la rebelión cupo especia] actuación a Teodora, la mujer de Justiniano. La revuelta produjo
importantes destrucciones, lo que significó la reconstrucción de obras públicas de embellecimiento de la ciudad,
algunas de las cuales se conservan hasta el día de hoy, como el templo de Santa Sofía.
La actuación más importante que cupo a Justiniano se encuentra en el ordenamiento jurídico. Sin embargo, su estudio
será materia de análisis detallado más adelante.
1. PRODUCCIÓN
Antes de la fundación de Roma, en ese lugar los nativos se dedicaban al pastoreo. Trasladaban sus animales, según la
época del año, hacia lugares donde hubiese pasto y agua.
Después de las guerras púnicas aparece el artesanado y ya a fines de la república, en Italia comienza el cultivo de la
vid y del olivo. También surge el latifundio, grandes extensiones de terrenos, cultivadas preferentemente por esclavos.
En las distintas provincias romanas se producen diversas cosas a fin de constituir un mundo romano económicamente
integrado: en España se explotan las minas; en el Oriente, la industria textil; en las Galias, la cerámica; en Italia,
instrumentos domésticos de metal (calderas, ollas, cacerolas, sartenes).
La crisis del siglo III hace bajar la producción y produce un rompimiento de la unidad económica del mundo romano. En
Occidente se vuelve a un sistema económico geográficamente restringido. En Oriente todavía continúa el auge en la
producción.
2. COMERCIO
En los primeros tiempos de Roma, el medio de cambio en el comercio era la cabeza de ganado menor (pecus).
Después fue el bronce, aes, que se pesaba en una balanza. Más tarde se creó una moneda, propiamente tal, el as
libral, dividida en doce partes. Así, la mitad del as era el semis; la cuarta parte, un quadrans; etc.
Capítulo Segundo
12
I. BASES DE APLICACIÓN DEL SISTEMA JURÍDICO
Existen dos maneras de aplicar un sistema jurídico: el de la personalidad y el de la territorialidad.
El primero consiste en que las normas jurídicas vigentes en una sociedad se aplican a determinados grupos de
personas, en atención a determinados factores. El factor por excelencia fue la ciudadanía. En el mundo romano
conviven tres grupos que tienen una ciudadanía distinta: romanos, latinos y peregrinos. A cada grupo se aplica un
derecho distinto.
El segundo factor, llamado de la territorialidad, consiste en que las leyes que rigen en un determinado territorio se
aplican a todos los habitantes de ese territorio, sin atención a ningún otro factor.
La tendencia actual en el mundo es la territorialidad de la ley. Las normas jurídicas se aplican por igual a todos los que
viven en un mismo espacio geográfico.
En la mayoría de los pueblos antiguos y particularmente en Roma, tuvo lugar el sistema de la personalidad del
derecho.
Las personas que tenían la calidad de ciudadanos romanos gozaban de una serie de derechos civiles y políticos que
no tenían los demás. Más adelante, al examinar el Libro DE LAS PERSONAS, se verá con mayor detención cuáles
eran estos derechos y en qué consistían. Baste señalar, por ahora, que se referían a la posibilidad de votar y de ser
elegido (ius sufragii y ius honorum, respectivamente), derechos políticos; y a la facultad de contraer matrimonio de
acuerdo al derecho civil romano (ius connubii) y celebrar actos de comercio según el mismo ius civile (ius comercii).
Estos dos últimos, derechos civiles.
De lo anterior se desprende que el derecho romano es un privilegio del que gozan solamente los ciudadanos romanos
y, de parte de él, los llamados ciudadanos latinos. Estos tenían una situación intermedia entre los ciudadanos y los
peregrinos o extranjeros.
El derecho que rigió para los ciudadanos romanos se llamó ius civile o ius quiritium, derecho civil o quiritario.
Los que no eran ciudadanos romanos, los peregrinos, se regían en sus asuntos por el ius gentium, derecho de gentes.
Este era el derecho común a todos los hombres. Fue creado por los magistrados romanos para resolver los conflictos
entre peregrinos o entre peregrinos y ciudadanos.
Los peregrinos eran no ciudadanos y no latinos que vivían en tierras sometidas al poder de Roma. Los que vivían más
allá de los límites romanos no eran peregrinos sino simplemente barbari u hostcs (enemigos).
Al ampliarse el poder romano, lo que sucedió con mucha rapidez a partir de las guerras púnicas, Roma no obliga a los
pueblos sometidos a adoptar su derecho. Por otro lado, los romanos no se limitaron a anexar territorios que
aumentaran el tamaño del suyo propio. Aspiraron a formar un verdadero estado supranacional. Por eso, la relación de
los pueblos sometidos con Roma es de variada índole. En todo caso, a los peregrinos se les respetan sus costumbres
y sus leyes. Continúan viviendo sus propios sistemas jurídicos y no gozan del derecho civil romano sino cuando, más
adelante, obtengan la ciudadanía romana.
La cantidad de personas que no eran ciudadanos y la multiplicidad de problemas entre ciudadanos y peregrinos, o de
peregrinos entre sí, obligaron a los magistrados a crear el tus gentium, aprovechando la facultad que tenían de formular
la norma en sus edictos.
Este derecho de gentes se aplicó tanto, que se fue incorporando al propio derecho civil romano. Tendremos
oportunidad de comprobarlo al conocer el Libro DEL DERECHO PROCESAL ROMANO, donde el Procedimiento
llamado formulario, empleado por quienes no eran ciudadanos, terminó imponiéndose al sistema de las legis actiones,
utilizado por los ciudadanos.
La ciudadanía romana se fue concediendo en forma lenta al comienzo, durante la República. Primero se la otorgó a los
que vivían en Italia; más tarde a quienes vivían en las provincias y, por último, a todos los habitantes del Imperio.
Julio César la dio a importantes grupos provinciales e, incluso, a ciudades enteras. Al parecer, su idea fue llegar a la
concesión de la ciudadanía a los habitantes de todas las provincias.
Muerto Julio César, la política que había llevado cambió. Augusto partió de la premisa de que el mundo debe ser
gobernado por una parte muy pequeña de su población: por los ciudadanos romanos. En consecuencia, el número de
ciudadanos debe ser limitado. De ahí que a partir de Augusto la ciudadanía se fue concediendo con mucha lentitud. La
misma parsimonia se mantiene durante la dinastía Julio-Claudia.
La dinastía Flavia, que siguió a la de Julio-Claudia, después del desorden ocurrido el año 68, a la muerte de Nerón,
cambió la política. Se abrieron las puertas de ingreso a la ciudadanía romana, pero se exigió una verdadera
preparación a quien deseaba obtenerla. Para ello se siguió el método de dar la ciudadanía latina de más baja clase a
los habitantes de ciudades peregrinas que se organizaran en municipios. Con ello se contribuía a urbanizar el Imperio y
a hacer vivir jurídicamente, al estilo romano, a poblaciones que serían la base del ejército y que constituían las
unidades fiscales. La persona que había desempeñado una magistratura municipal adquiría, de pleno derecho, la
ciudadanía romana. A veces, las concesiones de latinidad de los Flavios fueron tan amplias que comprendieron países
enteros. Tal es el caso de España: en el año 73 Vespasiano le otorgó ese privilegio.
Por último, en el año 212 d.C. el emperador Caracalla concedió la ciudadanía romana a todos los hombres libres del
Imperio. Para ello dictó la llamada Constitutio Antoniniana.
En esa época, bajo la monarquía militar instaurada por los Severos, la condición de ser ciudadano romano ya no
representa ningún privilegio especial. Pero la Constitución Antoniniana tiene la enorme importancia de unificar el
13
derecho aplicable en el mundo romano. Sin embargo, ello resulta más teórico que real, pues en esa época —como se
verá luego— la costumbre tenía una gran importancia. Podía llegar a primar incluso sobre la ley. Precisamente por esta
razón, el derecho romano se va transformando de manera desigual en las distintas regiones del Imperio, dando cabida
a peculiaridades locales, con frecuencia informadas por los viejos indígenas.
Este fenómeno es el que conduce a la formación de sistemas llamados de derecho romano vulgar, del que más de
alguna vez oiremos hablar.
Ordenamiento jurídico de Occidente: un "derecho civil" que, al decir de algún autor, equivale a "derecho civilizado".
De todos los cambios experimentados por el derecho romano durante su larga vigencia, hubo dos que pueden
considerarse los más significativos: uno ocurrió en el siglo III a.C. y el otro, en el siglo III d.C. Sin perjuicio de
subdivisiones internas, estas dos crisis nos permiten hacer una sencilla periodificación del derecho romano en tres
etapas:
a) el derecho arcaico;
b) el derecho clásico, y
c) el derecho postelásico.
Representan el nacimiento, la madurez o el apogeo y la declinación del ordenamiento jurídico romano.
Veamos cuáles fueron las principales características de los períodos señalados, relacionándolos con los de la historia
de Roma y con las variaciones que la estructura política del mundo romano experimentó.
2. PERIODOS TRADICIONALES
Sin perjuicio de terminar la periodificación examinando el llamado vulgarismo de Occidente y el desarrollo en Oriente
hasta la muerte de Justiniano, comencemos por la etapa más antigua conocida del derecho romano.
14
Es así como, paralelamente al ius civile, de uso exclusivo de los ciudadanos, va apareciendo este ius honorarium,
llamado así porque es creado por magistrados del cursus honorum. El cursus honorum es sinónimo de carrera política.
En su esencia, el ius honorarium se considera como un ius gentium, esto es, una concreación jurídica aplicable tanto a
ciudadanos como a quienes no lo son.
Durante la vigencia del llamado derecho clásico, detrás de estos magistrados están los jurisconsultos. Estos son los
verdaderos creadores del derecho. Ellos idean los medios procesales, los sistemas de acciones y excepciones que los
magistrados ofrecen en sus edictos. También asesoran y buscan solución a las dificultades que provoca la existencia
de un sistema mixto: el ius honorarium y el ius civile.
Durante el principado son los jurisconsultos los que, junto a los emperadores, dan forma a la constituciones imperiales.
El derecho clásico, en el ámbito del derecho privado, debe ser entendido como un sistema de medios procesales,
de ataque y de defensa (acciones y excepciones), basados en la ley o en el imperium del magistrado. Este sistema
procesal de la época clásica, en el que se litiga a través del procedimiento formulario (a través de fórmulas, como se
verá en su oportunidad), permite una rápida adecuación del derecho a las nuevas circunstancias.
Desde el punto de vista histórico, se considera que termina el período clásico con la muerte de Alejandro Severo, en
235 d.C. Unos pocos años antes había muerto Papiniano, el más importante de la última generación de jurisconsultos
clásicos. Durante la vigencia del derecho clásico Roma llegó a dominar todo el mundo mediterráneo y extendió sus
fronteras hacia todos los puntos cardinales. Llegó a constituir un formidable imperio. Su régimen político había sido el
de la constitución patricio-plebeya. La falta de operatividad de ésta en el siglo I a.C. lleva a varios ensayos que
terminan con la creación del principado por Augusto. Así se concilia el poder militar, en manos del príncipe, con la
estructura política republicana. Ello representa la característica fundamental del alto imperio. Se suceden las dinastías
Julio-Claudia, los Flavios, los Antonios y los Severos. Y, junto a ellos, los jurisconsultos, que trabajan sin descanso
para lograr soluciones jurídicas adecuadas.
15
2.5. EL DESARROLLO DEL DERECHO ROMANO EN ORIENTE, HASTA LA MUERTE DE JUSTINIANO
En Oriente, el fenómeno es distinto que en Occidente. El imperio se mantiene y va a subsistir hasta el final de la Edad
Media, convertido en el Imperio Bizantino.
Hay centros organizados de estudios, con protección imperial en Constantinopla y en Berito. Por otra parte, los
profesores realizan la tarea que, según lo indicamos, consiste en llevar el derecho privado a convertirse en un sistema
deductivo y generalizador. Para ello toman las soluciones de los jurisconsultos clásicos y las amplían, llevando a cabo
en sus escritos lo que se ha llamado glosemas.
Las obras de algunos jurisconsultos clásicos reciben una sanción imperial con la Ley de Citas de Teodosio II y
Valentiniano III, que contempla a los del último período clásico y a Gayo.
Se redactan colecciones de constituciones imperiales, unas privadas y otras oficiales. La cúspide de la obra está en la
compilación que, fuera de Oriente, se pretendió aplicar en Italia y tal vez en España, en el transitorio período en que
Justiniano casi logró reconstruir un imperio mediterráneo.
Gayo habla aquí solamente del derecho civil y del derecho de gentes. No menciona el derecho natural. Según Ulpiano,
"el derecho natural es aquel que la naturaleza enseña a todos los animales, ya que este derecho no es propio del
género humano, sino común a todos los animales que nacen en el cielo, en la tierra y en el mar".
Para entender la correlación entre estas tres clases de derecho se podrían dibujar tres círculos concéntricos: el círculo
más amplio sería el derecho natural, derivado de la ratio divina y aplicable a todos los seres vivos del cosmos; el
círculo más interno representaría, a su vez, el derecho de gentes, derivado de la razón natural y aplicable a todos los
hombres de todas las naciones; y, finalmente, el círculo más pequeño representaría el derecho civil, es decir, el propio
derecho de una civitas determinada.
El derecho romano tuvo diversas fuentes, las que variaron según las distintas épocas.
Dice Gayo que "en cuanto a las normas jurídicas del pueblo romano, las mismas surgen de las leyes, de los plebiscitos,
de los senadoconsultos, de las constituciones imperiales, de los edictos emanados de quienes tienen el ius edicendi de
las respuestas de los prudentes" (Instit., I, 2).
Papiniano repite la misma lista de fuentes del derecho de Roma, pero diferenciando las que corresponden al ius civile
(leyes, plebiscitos, senadoconsultos, constituciones imperiales y respuestas de los prudentes) de la que corresponde al
ius praetorium, es decir, el edicto de los pretores.
1. LA COSTUMBRE
Durante la época monárquica, la costumbre tuvo especial relevancia.
Las primeras manifestaciones relativamente jurídicas las encontramos en Roma en el derecho consuetudinario, en el
mos maiorum o consuetudo, es decir, en la costumbre. En este período las relaciones entre las "gentes" no suponen
mayores complicaciones, por lo que no se advierte la necesidad de leyes escritas hasta mucho tiempo después. Esto
último no ocurre hasta ya comenzada la República, cuando bajo la presión que ejerce la plebe el patriciado se ve
obligado a ceder, consintiendo en la redacción de la ley de las XII Tablas.
Para los romanos, derecho y costumbre son términos distintos.
El concepto mos comprende los preceptos morales, cuya observancia está prescrita para el hombre por su conciencia.
Son normas éticas, morales. También deben entenderse entre los mos los usos que no son consecuencia de coerción,
usos que no son obligatorios coercitivamente.
La idea de que el uso continuado genera Derecho consuetudinario es ajena a los juristas clásicos. Solamente la
doctrina del siglo V concibe la continuada vigencia provincial del Derecho vulgar y en Oriente, la de los derechos
populares helenísticos, como Derecho consuetudinario designado con las palabras mos o consuetudo.
La escuela romano-oriental, de acuerdo en esto con la filosofía griega, distingue entre ius ex scripto y ius ex non
scripto.
Por otro lado, los mores maiorum también se invocan para limitar la esfera de los derechos subjetivos. Algunos abusos
de estos derechos se entienden como una violación de los deberes morales con la comunidad. Especialmente el abuso
16
del poder que el ordenamiento jurídico entrega al paterfamilias y que importa una amplia facultad de disposición sobre
los hijos. Aunque el pater tenía derecho a disponer hasta de la vida de sus hijos, si un pater abusaba de este derecho
se consideraba que estaba ofendiendo a las divinidades y era castigado, en virtud de los mores maiorum, como autor
de un sacrilegio.
En la antigua república interviene en estos casos el censor con su específica jurisdicción relativa a las costumbres.
Puede declarar al autor del abuso la pública desaprobación de que ha sido objeto su conducta mediante la nota
censoria y puede, además, imponerle ciertas sanciones de carácter social y político o penas tributarias.
Esta vigilancia de las costumbres se distingue claramente de la jurisdicción (iuris dictio), propiamente dicha.
Con la disminución creciente de esta función del censor en la república tardía, se relajan también los vínculos morales.
A partir del principado son los emperadores quienes toman sobre sí la vigilancia y cuidado de estos deberes con la
comunidad, con gran celo. Los abusos del poder paterno y de otras facultades son concebidos ya como infracciones
jurídicas y sancionados con penas por el Derecho imperial. Muchas violaciones morales pasan a ser violaciones de
Derecho.
En la época clásica se llega a una concepción teórica amplísima de la costumbre.
Ya a fines de-la República, Cicerón definía el derecho consuetudinario como aquel que es "producto de la voluntad de
todos, sin que ella se vierta en una ley y que será comprobado por su antigüedad".
Es el jurisconsulto Salvio Juliano quien llega a una formulación completa sobre la costumbre, dándole pleno valor no
sólo en ausencia de ley o de acuerdo con ella, sino también en contraposición a ella, pues tiene fuerza para derogar la
ley. Dicha fuerza la posee no sólo la costumbre positiva sino aun la negativa, a través del simple desuso, la desuetudo.
Este hecho coincide, cronológicamente, con la extensión de la ciudadanía y, por tanto, con la ampliación del derecho
romano a todo el Imperio. Explica también la formación de los sistemas de derecho romano vulgar.
Este es el texto de Salvio Juliano que ha llegado hasta nosotros en el Digesto: "En aquellas causas que no usamos de
leyes escritas, conviene se guarde aquello que está introducido por uso y costumbre; y si éste faltase en algún caso, se
ha de guardar lo que es más próximo a la costumbre; y si aún esto no hubiese, conviene observar el derecho que se
usa en Roma." (Esto debe entenderse como que si no hay costumbre en un lugar para resolver el caso, se emplea la
de un lugar vecino. Si tampoco la hay, que se use la de Roma).
"La costumbre inmemorial, con razón se guarda como ley y éste es el derecho que se dice introducido por costumbre:
porque las mismas leyes, por ninguna otra cosa nos obligan sino porque fueron recibidas por el consentimiento del
pueblo. También obligará con razón a todos, aquello que sin constar por escrito aprobó el pueblo, porque más tiene
que conste por escrito la voluntad del pueblo, declarada por votos, que el que la declare con hechos y costumbres. Por
lo cual también está legítimamente (concebido) que se deroguen las leyes, no sólo por la voluntad del legislador, sino
también por el no uso tácito por consentimiento de todos" (I, 3, 32).
Los emperadores del Bajo Imperio procuran limitar la fuerza de la costumbre, privando de valor a aquélla contra la ley.
Era una posición lógica, si se recuerda el autoritarismo de esos monarcas que se consideran los únicos formuladores
de la norma. En esta línea limitadora encontramos una constitución del año 319, de Constantino, que está en el Código
Teodosiano. Sin embargo, era tal la fuerza de la costumbre, que estas disposiciones no logran éxito. Esto se advierte
en el hecho de que muchas de las instituciones de derecho romano vulgar que conocemos son de esta época.
Cabe hacer presente que el término "derecho romano vulgar" corresponde a un fenómeno perfectamente legítimo de la
época clásica. Como es lógico, el ámbito de aplicación de sus disposiciones está circunscrito a lugares o territorios bien
determinados.
En el Bajo Imperio y, principalmente, en Occidente, ocurre un deterioro o simplificación institucional que a veces ha
sido llamado también derecho romano vulgar. Sin embargo, para evitar confusiones es mejor denominarlo con el
término vulgarismus.
2. LA LEY
El estudio de la ley como fuente del derecho romano nos lleva a examinar:
a) las leges propiamente tales;
b) los edictos de los magistrados;
c) los senadoconsultos legislativos; y
d) las constituciones imperiales.
17
Durante la época de la República, la ley Hortensia (287 a.C.) dio al plebiscitum la misma fuerza obligatoria que la ley.
Se conoció como plebiscitum el acuerdo de las asambleas de la plebe, tomado previa rogatio de un tribuno.
Los proyectos de ley o de plebiscito, antes de ser presentados a una asamblea, debían ser aprobados por el senado.
En la asamblea el proyecto se vota en bloque. No cabe discusión. Los votos se emiten por medio de cédulas que llevan
una letra A (antiqua) para reprobarlo y las iniciales UR (uti rogos) para aprobarlo.
A veces los magistrados que presentaban una rogatio reunían previamente el comicio, de manera informal, para
permitir la libre discusión. A estas reuniones se las llamaba contiones.
La circunstancia de que el proyecto debiera ser aprobado o rechazado en bloque obligaba a una redacción muy precisa
y, a menudo, de pocas disposiciones.
Además de las leyes rogatae, emanadas de las asambleas, se dio el nombre de ley a otras dos formas de expresiones
jurídicas: las leges datae y las leges dictae.
Las leges datae son ordenamientos o disposiciones que emanan de un magistrado. Se basan en una autorización
concedida por una ley rogatae.
Las leges dictae son disposiciones administrativas en materia de hacienda.
Por último, cabe consignar que fuera de las leyes rogatae, datae y dictae, también se empleó el término lex para
designar una resolución de los comicios por curias, la llamada lex curiata de imperio. Sin embargo, ésta no es una ley
sino un acto administrativo por el cual se fija el momento en que entra en funciones un magistrado con imperio. Los
comicios curiados no tuvieron atribuciones legislativas.
Especial importancia reviste la ley de las XII Tablas, denominada lex duodecim tabolarum o ley decenviral. Es una
breve codificación de variadas materias, especialmente de derecho privado y que se realizó, según la tradición,
alrededor del 450 a.C. En ese año se habrían suspendido todas las magistraturas designándose, en su lugar, a los
decenviri legibus scribundis. Estos habrían redactado diez tablas de leyes. Al año siguiente, otro colegio de decenviros
habría redactado otras dos.
El relato tradicional sobre los orígenes de la ley de las XII Tablas está rodeado de leyendas, muy pocas de las cuales
se aceptan hoy como verdad histórica.
El texto original de las XII Tablas se habría destruido en el incendio de Roma, provocado por los galos el año 390 a.C.
Al parecer, se habría vuelto a redactar y, según Cicerón, el nuevo texto era conocido en el siglo I a.C.
Desde el siglo XVII se han tentado diversas reconstrucciones, muchas de ellas en forma aventurada. En todo caso, las
noticias que poseemos están plagadas de interpolaciones (agregados posteriores).
Es interesante detenerse un momento en la discusión que, a propósito de la ley de las XII Tablas, tienen Sexto Cecilio
y el filósofo Favorino. Ha llegado hasta nosotros gracias a las "Noches Áticas", obra de Aulo Gelio, historiador romano
del siglo II:
"El sabio jurisconsulto Sexto Cecilio conocía a fondo las leyes romanas, y las explicaba con la autoridad del saber y la
experiencia. Un día esperábamos juntos en el patio Palatino el momento de saludar a César; Favorino se le acercó y
departió con él en presencia de numeroso auditorio. Llegaron a hablar de las leyes decenvirales que los decenviros,
nombrados para este fin, hicieron y mandaron grabar en Doce Tablas. Sexto Cecilio, que había estudiado las leyes de
tantas ciudades, celebraba la exquisita previsión y claro estilo de estas leyes. A esto replicó Favorino: En general es
cierto eso, y con tanta curiosidad he leído las leyes decenvirales como los diez libros de Platón sobre las leyes. Sin
embargo, en unos puntos me han parecido oscuras y hasta bárbaras; en otros muy dulces, y en algunos hasta mal
expresadas. En cuanto a las oscuridades, dijo Sexto Cecilio, no deben imputarse tanto a los que las redactaron como a
los que las leen sin comprenderlas. En último caso, excusable es no entenderlas, porque el tiempo ha arrebatado el
lenguaje y los usos antiguos, haciendo muy difícil la inteligencia de las leyes de entonces. Las leyes de las Doce
Tablas se escribieron trescientos años después de la fundación de Roma; y desde aquella época han transcurrido nada
menos que setecientos años. Pero ¿dónde encuentras en estas leyes excesiva severidad? ¿Consideras bárbara la ley
que castiga con la muerte al juez o arbitro que, nombrados según la ley, se dejan corromper por dinero? ¿Acusarás
acaso a la que declara al ladrón, cogido en flagrante delito, esclavo del robado? ¿O a la que concede derecho para
matar al ladrón nocturno? Dime tú, que tanto gustas del estudio de la sabiduría, si la perfidia del juez que, violando
todas las leyes divinas y humanas, vende su conciencia y su juramento; si la audacia del ladrón cogido en flagrante
delito; si la violencia insidiosa del ladrón nocturno, no merecen la pena de muerte. No me preguntes mi opinión,
respondió Favorino; bien sabes que en nuestra escuela estamos más acostumbrados a investigar que a decidir. Me
limitaré a citarte un juez que no debe desdeñarse, el pueblo romano, que ha querido castigar esos crímenes, pero con
penas menos severas habiendo dejado morir de vejez las leyes que ordenaban castigos tan desproporcionados con la
culpa. El pueblo vio hasta inhumanidad en la disposición que prohíbe suministrar una litera al ciudadano citado a juicio
a quien la edad y las enfermedades impiden andar, y que ordena se le coloque sobre una bestia de carga y sea llevado
desde su casa al comítium ante el pretor, como el muerto que llevan a enterrar. ¿Por qué el enfermo, incapaz de
defender su causa, va al tribunal atado a una bestia de carga? Pero he dicho que estas leyes pecaban en otros puntos
por excesiva lenidad. ¿Qué opinas de la pena impuesta por injuria. "Si alguno, dice la ley, infiere injuria a otro, pagará
multa de veinticinco ases". Ahora bien, ¿cuál será el indigente que por veinticinco ases se privará del placer de
insultar? Así es que Q. Labeón, vuestro Labeón mismo, no aprobaba esta ley; y con esto motivo refiere en su obra
18
sobre las Leyes de las Doce Tablas la singular costumbre de un tal Lucio Veracio, hombre desalmado y
extraordinariamente malévolo. Su mayor placer consistía en aplicar ¡a palma de la mano a la mejilla de un hombre
libre. Seguíale un esclavo con una bolsa de ases en la mano; y en cuanto el amo aplicaba una bofetada, el esclavo,
según lo dispuesto por la ley, entregaba veinticinco ases. Más adelante, consideraron los pretores que convenía
abandonar esta ley, y declararon que nombrarían recuperadores para la apreciación de las injurias. He dicho, en fin,
que en estas leyes el sentido no está siempre de acuerdo con las palabras. Citaré la del talión: hela aquí, si no me
engaña la memoria: "Si alguno rompe un miembro, y no se llegase a un acuerdo, habrá talión". Prescindo de la
barbarie de la venganza, y me pregunto cómo podrá ejecutarse la ley en estos términos. ¿Cómo podrá aquel a quien
han roto un miembro, rompiendo otro, poner la pena al nivel de la injuria? ¿Qué sucederá si le han roto el miembro sin
querer? Necesario será, para que haya talión, castigar por imprudencia al que ha delinquido por imprudencia; porque,
en último caso, un golpe fortuito y un golpe premeditado no forman talión. Pero ¿cómo para castigar a un imprudente
se ha de usar el derecho de imprudencia, único que concede la ley?
"Aunque se haya herido con intención, no se querrá recibir herida más ancha o profunda que la inferida, y me pregunto
dónde están el peso y la medida para arreglar esto. Si se hace más o diferentemente, ¡qué ridícula atrocidad! La ley
tendrá que admitir nuevo talión y reciprocidad de heridas hasta lo infinito. En cuanto a las leyes bárbaras que permitían
a los acreedores cortar y repartirse el cuerpo del deudor, que el juez les adjudicaba en común, quiero olvidarlas: me
hace daño hablar de ellas. ¡Qué barbarie! ¡Qué ultrajante inhumanidad la de desgarrar y repartirse los miembros de un
deudor pobre, como se reparten hoy los bienes! Aquí Sexto Cecilio abrazó a Favorino con los dos brazos, diciendo:
"No, no recuerdo hombre alguno que conociese como tú, no solamente la Grecia, sino la misma Roma. ¿Qué filósofo
ha profundizado las leyes de su escuela como tú las leyes decenvirales? Pero detén un momento el curso de la
argumentación académica, reprime el gusto que te lleva a atacar y a defender todo lo que os agrada, y examina con
más madurez la naturaleza de lo que has condenado. En primer lugar, no te apresures a condenar esas antiguas leyes,
cuya mayor parte ha abandonado el pueblo romano. ¿Ignoras, acaso, que las leyes son remedios cuyo mérito depende
de la oportunidad, y que deben cambiar según las costumbres de los tiempos, la situación de los asuntos públicos, las
conveniencias del momento y el estado de la enfermedad que hay que curar? Las leyes, pues, no son inmútales: son
como el cielo y el mar, mudables: están sometidas a los acontecimientos, a la fortuna, al tiempo... ¿Qué cosa más
saludable que la ley de Estolón sobre el número de yugadas que podían poseerse? ¿Qué cosa más útil que el
plebiscito de Voconio, que privaba a las mujeres del derecho de heredar? ¿Qué cosa más indispensable para refrenar
el lujo de los ciudadanos que la ley Licinia y las demás leyes suntuarias? Y, sin embargo, todas estas leyes han
desaparecido bajo el desbordamiento de la opulencia romana. ¿Pero qué inhumanidad encuentras en la ley más
humanitaria de todas, según mi opinión, la ley que concede un jumentum (bestia de carga) al anciano o al enfermo
citado en justicia? He aquí los términos de la ley: "Si hay llamamiento en justicia y si la edad o una enfermedad impide
al defensor, que el actor proporcione un jumentum. Si el primero no quiere, no se dará litera". Tal vez creerás que se
trata aquí de enfermedad grave con fiebre y temblor, y que jumentum significa una sola bestia de carga para llevar a
lomo, y te parece poco humanitario sacar a un enfermo del lecho y trasladarlo al tribunal. ¿No es así, querido
Favorino? La enfermedad de que habla la ley es sencilla disminución de fuerza y de salud, no existiendo fiebre ni
peligro de muerte. La enfermedad grave, que arruina y destruye la salud, no se llama, en otra ley de las Doce Tablas,
enfermedad solamente, sino "enfermedad maléfica". Jumentum no tenía en otro tiempo el sentido único que hoy, sino
que significaba también carro arrastrado por dos bestias a la par: nuestros padres sacaban esta palabra de jugere.
Arcera designaba un carruaje cubierto, una especie de cofre grande, lleno de mantas, en el que se hacían llevar
acostados los enfermos y ancianos. ¿Era inhumano conceder un carro a un hombre pobre o indigente, llamado a juicio,
y que no podía andar por enfermedad en los pies o por cualquier otro motivo? Si la ley no le hace preparar litera es
porque bastaba un carro cualquiera para simple disminución de fuerzas. Los legisladores quisieron evitar por este
medio los perpetuos aplazamientos a que habría servido de pretexto la enfermedad, a poco que no se quisieran
cumplir los compromisos o burlar la acción de la justicia. Pero pasemos a otra censura: la injuria se castigó con multa
de veinticinco ases; pero no se pagaban tan baratas, querido Favorino, todas las injurias. Sin embargo, este corto
número de ases formaban peso considerable, porque el as valía entonces una libra. Sea de esto lo que quiera, las
injurias graves inferidas, no solamente a hombres libres, sino hasta a los esclavos, un hueso roto, por ejemplo, se
castigaban con más severidad. Para ciertas injurias existía la pena del talión. Pero tú, ¡hombre excelente!, atacas al
talión, y le atacas con poco miramiento. La ley no está de acuerdo con sus términos, decías/ ingeniosamente. Nunca
habrá talión, porque la fractura de un miembro no equilibrará jamás exactamente la fractura de otro miembro.
Reconozco que difícilmente podría establecerse la balanza. Pero ¿qué quisieron los decenviros? Disminuir y hasta
suprimir los golpes y las heridas, y creyeron conseguirlo con el miedo del talión. No opinaron que un hombre que,
después de haber roto un miembro humano, no quisiera rescatarse del talión, mereciese tantos miramientos, que fuese
necesario averiguar si había herido con intención o sin querer, y medirle con cinta o pesarle con balanza su talión.
Quisieron que en él hubiese igualdad de golpes y paridad de miembros; pero no pudieron exigir que hubiese igualdad
de efectos, porque se es dueño de la voluntad, pero no de los efectos del golpe que se ha descargado. Si así es (y la
misma naturaleza de equidad lo prueba), habrá más sutileza que justicia en esa reciprocidad de taliones de que
hablabas. Pero esa pena te parece demasiado severa. Dime, ¿qué severidad hay en hacerte lo que tú has hecho a
19
otro? Y todavía te dejan el derecho de convenir; y si sufres el talión es porque lo has elegido. ¿Qué edicto del pretor
sobre la apreciación de las injurias te parece más justo? En fin, no quiero dejarte ignorar que la ley del talión concluía
siempre por llevar las partes ante el juez. El acusado que no había querido convenir era condenado a la pena del
talión; si no obedecía, el juez apreciaba el daño y señalaba la multa. Así, pues, cuando el acusado consideraba las
condiciones duras y el talión amargo, toda la severidad de la ley se reducía a una multa.
"Queda ahora ese despedazamiento del cuerpo humano que tanto te repugna, y acerca del cual voy a contestar. La
práctica constante de todas las virtudes fue la que hizo pasar tan rápidamente al pueblo romano de la debilidad de su
origen al esplendor de su grandeza. La virtud que mejor practicó fue la buena fe, siendo sagrada para él en las
relaciones privadas lo mismo que en los asuntos públicos, llegando, por no violarla, hasta entregar a los enemigos
ilustres cónsules. Quiso que al cliente, cuya fe se había recibido, se le estimase más que a los parientes y hasta se le
defendiese contra éstos. No había delito más hediondo que el abandono del cliente. Nuestros padres quisieron
establecer esta buena fe, no solamente en la reciprocidad de deberes, sino que también en las relaciones comerciales,
y sobre todo en el préstamo, creyendo que la indigencia pasajera en que todos pueden encontrarse quedaría privada
de socorros si el deudor podía, con poco riesgo, burlar al acreedor. Confesada una deuda, o probada en juicio, se
tenían treinta días para buscar la cantidad y solventarla. Los acreedores llamaron justi a estos días, porque eran una
especie de justitium, un llamamiento en justicia, un intersticio, durante el cual no podía reclamarse legalmente nada.
Transcurrido este plazo, si no se había pagado, se citaba al deudor ante el pretor, que lo adjudicaba al acreedor
reconocido por sentencia. Entonces se ataba al deudor con un nervio o con trabas. Creo que éste es el sentido de la
ley: "Confesada la deuda y pronunciada la sentencia, se tendrán los treinta días fijados por la ley. Después habrá
detención: el deudor será llevado en justicia. Allí, si no paga, y si nadie lo reclama, lléveselo el acreedor; que le ate con
un nervio o con trabas, que pesen por lo menos quince libras, y más pesadas, si quiere. Si el acreedor quiere, que el
deudor viva a su costa; si no vive a su costa, el acreedor le dará una libra de harina por día, y si quiere, más". También
se tenía el derecho de convenir; si no se hacía convenio, se estaba sesenta días con las ligaduras. En este espacio de
tiempo había tres días de mercado, durante los cuales, y en cada uno de ellos, se le llevaba al comitium ante el pretor,
que recordaba la cantidad debida. En el tercer día se le decapitaba o se le vendía, trasladándose al otro lado del Tíber,
como extranjero. Ahora bien, esta pena de muerte, cuyo objeto era poner la buena fe a cubierto de todo ataque, se
encontraba rodeada de todo lo que podía hacerla formidable. Si se adjudicaba el deudor a muchos acreedores, la ley
les permitía despedazarlo, si querían repartírselo. Podrías creer que retrocedo ante los términos de la ley, y por lo
mismo los cito: "Después de tres días de mercado, se le despedazará, y si se corta demasiado o muy poco, no habrá
fraude".
"¿Hay algo más bárbaro?, ¿algo más atroz? No, sin duda; pero ¿no es evidente que no se había establecido un castigo
tan tremendo sino para no recurrir a él? Diariamente vemos adjudicar y atar; ¿por qué? Porque los malvados no temen
a las ligaduras. No he leído ni oído decir que ningún hombre fuese despedazado en la antigüedad; ¿por qué? Porque
no se arrostra semejante castigo. Supongamos, ¡oh! Favorino, que la famosa ley penal de las Doce Tablas, contra los
falsos testimonios, no estuviese abolida; que al testigo falso se le precipitase todavía desde la roca Tarpeya; ¿habría
muchos testigos falsos? La severidad de la ley es muchas veces lección de conducta. Leemos los historiadores, poco
numerosos, de los primeros tiempos de Roma, y conocemos la historia de Meto Fufecio. Aquel albano, por haber
violado su tratado con el rey de Roma, fue atado a dos carros que partían en sentido contrario, y lo desgarraron.
Suplicio nuevo y terrible; ¿quién lo duda? Pero he aquí lo que dice el poeta más elegante:
"Pero tú, Albano, debías cumplir tu palabra".
"Esta disertación de Sexto Cecilio mereció la aprobación de todos los oyentes y elogios del mismo Favorino; y como
nos anunciaron que había llegado el momento de saludar a César, nos separamos".
A mediados del siglo V a.C. la fuente del derecho por excelencia era la costumbre, los mores maiorum, de que ya
hablamos. Es probable que el contenido de la ley de las XII Tablas no sea otra cosa que una redacción escrita y
promulgada de ese derecho consuetudinario. La transcripción de este derecho consuetudinario habría sido resultado
de una imposición de la plebe, que deseaba seguridad y fijeza en la formulación del derecho. Hasta entonces, la
interpretación de la norma consuetudinaria estaba oficialmente encargada al colegio de los pontífices, integrado aún
exclusivamente por patricios.
La producción de leyes comiciales no es muy abundante. Esto se explica por el enorme respeto que se tiene a la
costumbre, frente a la cual la lex constituye una modificación realizada generalmente con cautela y aun sin derogar la
norma antigua. De ahí surge la clasificación de las leges en tres grupos, atendiendo a la sanción:
20
Durante las dictaduras del último siglo de la república y bajo el principado de Augusto se promulgan bastantes leges,
luego que la actividad de los comicios es cada vez más escasa y desde la época de Tiberio cesan las asambleas
populares de votar leyes. Su poder legislativo pasará, sin que se haga una reforma especial para ello, al emperador.
2.4. LAS "CONSTITUCIONES IMPERIALES" PUEDEN CONSIDERARSE TAMBIÉN DENTRO DE ESTA FUENTE
QUE ES LA LEY
21
"Constitución imperial (constitutio principis) es lo que el Emperador establece por decreto, edicto o rescripto (epistula).
Jamás se ha dudado que estas decisiones tengan fuerza de ley puesto que el poder (imperium) del mismo Emperador
le es conferido por la ley" (Gayo, I, 5).
Ulpiano ratifica lo mismo en sus Institutas (I, 2,6) y en el Digesto (1,4,1), pero dando la razón jurídica:
"Aquello que es voluntad del Príncipe tiene vigor de ley, ya que por la lex regia, llamada también de imperio, el pueblo
le ha conferido todo imperio y toda potestad".
Esta lex regia era la que ratificaba los poderes que tenía el emperador al momento de asumir el cargo y, precisamente
por tener la suma de ese poder, era que podía determinar la vida legislativa de sus subditos.
Ahora bien, esta voluntad imperial podía asumir distintas formas objetivas, que eran las siguientes:
a) Los edicta, que eran disposiciones de orden general semejantes a las que dictaba el pretor; el Emperador era
precisamente Magister populi Romani y por ello tenía el ius edicendi;
b) Los rescripta, que eran las respuestas imperiales a las consultas de los magistrados o de los cuerpos públicos
(consultatio, relatio) o de particulares (libellus), las cuales podían ser dadas en un documento aparte (epistula) o con
una nota al pie del libellus (subscriptio). Cuando se trataba de una corporación, la consulta debía englobar un interés
público y la forma de contestación era la pragmática sandio. Por medio de los rescripta el emperador interpretaba y
también creaba derecho;
c) Los decreta eran las sentencias dadas por el emperador previo conocimiento de una causa, ya fuera en carácter de
interlocutoria o de definitiva, en primera instancia o en grado de apelación. Si bien en principio sólo tenían validez
respecto de las partes en juicio, lo allí resuelto se aplicaba usualmente en casos similares.
A la enumeración de Gayo falta añadir —si bien ello algunos lo discuten— los mandata, que eran órdenes enviadas
especialmente a ciertas personas, principalmente a los magistrados provinciales.
También hay que recordar aquellas disposiciones imperiales que tenían efectos completamente particulares y recibían
el nombre de "privilegios", que son constituciones de los príncipes por las cuales se concede alguna recompensa o se
impone alguna pena, en ambos casos extraordinarias. No se extienden sus efectos a otros casos;
3. EL PLEBISCITO
Los plebiscitos (de plebs, plebe, y de scitum, decidido por) eran las decisiones tomadas por los consilia plebis
interrogados por los tribunos.
Dice Gayo que "el plebiscito (plebiscitum) es lo que la plebe (plebs) ordena y establece. La "plebs" difiere del "po-pulus"
en que se llama "populus" a la totalidad de los ciudadanos, comprendidos los patricios, mientras que se entiende por
"plebs" a todos los ciudadanos, excluidos los patricios. Es por esto que los patricios decían que los plebiscitos no los
obligaban, puesto que su autoridad no intervenía en ellos; pero posteriormente fue aprobada la ley Hortensia que
estableció que los plebiscitos obligaban al pueblo entero: de este modo quedaron asimilados a las leyes" (I, 3).
El problema señalado por Gayo fue resuelto por la mencionada ley Hortensia, como él mismo lo señala. Dicha ley fue
puesta en vigor por el dictador Quintus Hortensius (siglo V), pero ya con anterioridad hubo otras leyes relacionadas con
este tema, la Valeria Horatia (305) y la Publilia (415). No se sabe exactamente el papel que jugaron ya que las citas del
historiador mencionado son muy generales y se refieren a que los plebiscitos obligaban al "populus". De acuerdo con la
22
opinión más corriente, parece que se relacionan con el requisito de la aprobación previa o posterior del senado
(auctoritas patruum), que la ley Hortensia, finalmente, habría suprimido en su totalidad.
Los plebiscitos no tienen habitualmente más que un solo nombre (el del tribuno rogante), aun cuando el proyecto
emane del colegio de tribunos, en cuyo caso se emplea una abreviatura.
4. LOS SENADOCONSULTOS
Pueden considerarse como fuente dentro de la ley, según se vio, o separadamente.
El senadoconsulto "es lo que el senado ordena y establece; tiene fuerza de ley, por más que para algunos la cuestión
haya sido controvertida" (Gayo, I, 4).
El senadoconsulto es una etapa intermedia entre el régimen republicano —en que la voluntad del pueblo, reunido en
comicios, era todo— y el régimen cesariano, en que la voluntad del emperador determinaba las normas jurídicas.
El senado aparece interponiéndose, en lugar del pueblo, de modo que el derecho establecido por dicho organismo se
llama "senadoconsulto".
No agregamos más, por cuanto ya los examinamos anteriormente.
Poco a poco esta forma fue evolucionando hasta que se suprimió el senadoconsulto y fue sustituido directamente por
la voluntad imperial, bajo la forma de "constituciones imperiales".
b) Mediante el cavere (en español, prevenir), interviene en la celebración de actos jurídicos para asegurar una correcta
ejecución.
c) Mediante el agere (actuar) formula a los litigantes las indicaciones del caso para que elijan los recursos procesales
adecuados que emplearán en los tribunales.
Los jurisconsultos no son abogados (oratores) y su función la desempeñan gratuitamente.
23
recibe en el sentido más propio el nombre de ius civile, cuya vigencia derivaba no tanto de la imposición de la norma
positiva como del prestigio de sus creadores. La actividad innovadora de los prudentes se desarrolló con preferencia a
propósito de los responso, cuyo sentido racional se hace aparente desde que Tiberio Coruncanio inicia la práctica de
explicar en público los fundamentos de sus respuestas.
Los jurisconsultos, sin embargo, permanecen siempre en un plano científico y teórico, sin descender jamás a las
consideraciones relativas a prueba de hechos, cuya competencia corresponde el iudex. Por eso, las respuestas suelen
asumir la forma condicional, en que el elemento determinante es la veracidad de los hechos aducidos por quien
consulta.
El responsum puede tener lugar no sólo a propósito de una consulta privada, sino también como resultado de una
formal pregunta que dirige el magistrado a su consilium compuesto por juristas. Así, indirectamente, es la
jurisprudencia la que juega un papel fundamental en la confección del edicto del magistrado ya que éste, en virtud de
su potestad, acoge las sugerencias o indicaciones de los prudentes y les da fuerza obligatoria.
En la época de Augusto se da a la doctrina de los jurisconsultos un reconocimiento explícito de fuente del derecho con
la creación del ius respondendi, que consiste en dar una fuerza semejante a la ley a las opiniones de ciertos grandes
jurisconsultos de manera que obligasen a los jueces. Los emperadores concedieron el ius respondendi a numerosos
jurisconsultos y en ocasiones invistieron de ese valor a todas las obras de algunos.
Adriano reglamentó la aplicación de las opiniones en los tribunales, disponiendo que si había unanimidad de pareceres
entre los jurisconsultos cuyos escritos gozaban del privilegio, el juez debía acomodar la sentencia a ellos, pero en el
caso de divergencia, podía elegir la opinión que creyera más acertada.
Desde mediados del siglo III ya no hay jurisconsultos con ius respondendi, pero se emplean los libros de aquellos que
en vida los tuvieron y aun de otros, para alegar sus opiniones ante los tribunales,
A fin de \reglamentar la multitud de opiniones de los autores que eran invocados, los emperadores tomaron algunas
medidas. Así, Constantino en el año 321 estableció la prelación de las opiniones de Papiniano sobre las de Paulo y
Ulpiano. La llamada ley de Citas, de Valentiniano III (año 426), limitó a los escritos de cinco jurisconsultos las opiniones
que podían ser invocadas en juicio: Papiniano, Paulo, Gayo, Ul-piano y Modestino. El juez debía acoger el dictamen
que contara con la mayoría de dichos autores y, en caso de empate, preferir la opinión de Papiniano.
24
acciones, que era el derecho clásico, a un sistema de derechos subjetivos, que será la raíz del derecho privado
posterior.
Teodosio II había pensado organizar todas las fuentes en vigor; actualizándolas, pero sólo alcanzó su propósito en
pequeña medida con la dictación de su código y la aplicación de las reglas simplistas de la Ley de Citas para el manejo
de los autores. Aquella tarea le corresponderá efectuarla a Justiniano.
También en esta época aparece una jurisprudencia interpretativa que, aunque sin la dirección y el valor científico de los
clásicos, fue capaz de influir en la evolución del contenido de las fuentes. Esta jurisprudencia no actúa por el estímulo
de las consultas, sino más bien pretende desentrañar el texto, muchas veces oscuro, de las disposiciones escritas y
hacerlos más fácilmente comprensibles con fines de práctica forense. No se manifiesta la actividad creadora del
responsum, sino que el resultado es la simplificación de los textos y una baja en la calidad jurídica. Las principales
fuentes interpretadas fueron las constituciones contenidas en los códigos gregoriano, hermogeniano y teodosiano,
además de las sentencias de Paulo. Incluso el llamado Epítome de Gayo parece ser una interpretatio del libro de las
Instituciones de ese autor. Las interpretaciones que conocemos fueron recogidas en el Breviario de Alarico (506).
Para facilitar la consulta de las opiniones de los jurisconsultos clásicos, que, como sabemos, tenían valor de ley,
Justiniano preparó una serie de cincuenta constituciones interpretativas, quinquaginta decisiones, promulgadas en
conjunto a fines de 530.
2. EL DIGESTO
No conforme el emperador con este trabajo de interpretación legal, el 15 de diciembre de 530 nombró una comisión
encargada de estudiar, seleccionar y reducir a un todo la obra de los jurisconsultos clásicos. Esta comisión estuvo
presidida por Triboniano e integrada por once abogados y otras personas.
Los comisionados tuvieron la facultad de retocar los textos a fin de mantener la congruencia en toda la obra. Todos los
escritos utilizados tendrían el mismo valor, desapareciendo, por tanto, el juego de la Ley de Citas. Los encargados
revisaron cerca de dos mil libros, de los que utilizaron 1.570 de jurisconsultos desde fines de la República hasta el Bajo
Imperio. Los fragmentos extraídos de esos autores fueron ordenados sistemáticamente, al parecer siguiendo el plan
del edicto perpetuo, en cincuenta libros divididos en títulos y éstos en fragmentos. Los autores más utilizados fueron
Ulpiano —de quien proviene un tercio del Digesto— y Paulo, a quien pertenece una sexta parte. En suma, en el
Digesto se recogió todo el material que se estimó vigente de la obra de los jurisconsultos clásicos.
El Digesto, llamado también Pandectas, fue promulgado el 16 de diciembre de 533 y entró en vigencia el 30 del mismo
mes.
La forma de trabajo de los encargados de la redacción del Digesto fue magistralmente explicada por Bluhrñe en 1820,
al descubrir que tres subcomisiones tuvieron a su cargo la lectura y revisión de diversas partes de la literatura jurídica:
era la llamada masa edictal, formada por los comentarios al edicto pretorio; la masa sabiniana, integrada
principalmente por IQS libros ad Sabinum; y la masa papinianea, formada por obras de Papiniano y otras.
Cada subcomisión, siguiendo un esquema acordado previamente, habría reunido el material aprovechable. Hecho
esto, la comisión, en pleno, habría integrado los textos de las diversas subcomisiones y practicado las interpolaciones
necesarias.
Con posterioridad a Bluhme se han planteado otras hipótesis para explicar la rapidez con que los encargados
cumplieron la tarea de compilar el Digesto. Se ha llegado a afirmar que el relato de estos trabajos, que hace el propio
Justiniano, sería una falsedad y que la mayor parte de la labor habría ya estado hecha con anterioridad. Es la teoría
radical la que cree en la existencia de un predigesto.
Sin separarse del descubrimiento de Bluhme, que hoy es incontrovertible, se cree que los compiladores justinianeos
contaron con trabajos anteriores, obras principalmente pedagógicas, que les habrían ahorrado tal vez una cuarta parte
de su tarea.
3. LAS INSTITUCIONES
Paralelamente a la preparación del Digesto y por obra de los profesores Doroteo y Teófilo, dirigidos por Triboniano, se
realizó la redacción de un manual elemental de derecho, las Instituciones de Justiniano, que el emperador dedicó "a la
juventud amante de las leyes" y promulgó como cuerpo legal el 21 de noviembre de 533, entrando en vigencia el 30 de
diciembre de ese año, junto con el Digesto.
25
Las Instituciones comprenden cuatro libros, divididos en títulos, y abarcan sistemáticamente las materias de derecho
privado. Los redactores utilizaron como fuente las Instituciones de Gayo y otros escritos de ese jurisconsulto, además
de varios manuales de Marciano, Florentino, Ulpiano y Paulo y pusieron especial atención en hacer notar las
innovaciones introducidas por Justiniano.
EL SEGUNDO CÓDIGO
La redacción del Digesto y las numerosas constituciones de Justiniano destinadas a introducir reformas o
interpretaciones, hicieron envejecer el Código de 529. Esto obligó a la preparación de un nuevo código, obra de
Triboniano y Doroteo con el auxilio de tres abogados. Este nuevo código, que se llamó Codex Imtinianus Repetitas
praelectionis, abrogó el anterior y fue puesto en vigencia el 29 de diciembre de 534.
El código comprende doce libros cuyo contenido es el siguiente: Libro I, derecho público y eclesiástico; libros II a VIII,
derecho privado; libro IX, derecho procesal y procedimiento penal, y libros X al XII, derecho administrativo.
Los libros están divididos en títulos y en éstos las constituciones aparecen en orden cronológico.
5. LAS NOVELAS
Se llama novelas a las constituciones posteriores al código de Justiniano y de sus sucesores inmediatos, de las cuales
se conocen tres colecciones del siglo VI.
Capítulo Tercero
I. ESTRUCTURA POLÍTICA
1. ANTECEDENTES GENERALES
Roma fue fundada por los etruscos. Entre el 753 a.C, fecha legendaria de su fundación, y el 600 a.C,
aproximadamente, la organización política que tuvieron los romanos coincidió con la etrusca. El rey —jefe militar, juez y
sacerdote-tenía un senado que lo asesoraba. Lo integraban cien paires, designados por el mismo rey, y sus
resoluciones carecían de fuerza obligatoria. Eran sólo recomendaciones.
En lo que respecta a la comunidad, aquellos que contribuían con el pago de impuestos y el servicio militar, también
estaban representados en este senado sui generis y además, en los comicios curiados. Estos últimos, además de dar
fuerza, poder, en una palabra, imperium al rey, tenían otras funciones: admitir a nuevos ciudadanos; en su seno se
otorgaban testamentos, etc.
En cuanto a la organización religiosa, se crean varios colegios sacerdotales que dependen exclusivamente del rey.
El pueblo estaba dividido en dos clases sociales: los patricios y los plebeyos. Estos últimos colaboraban con los reyes
etruscos pagando impuestos, sirviendo como soldados y en variadas materias, por lo que contaron siempre con el
apoyo y protección de los monarcas. Más tarde, el pueblo se agrupa en relación al domicilio formando los comicios por
tribus.
La feroz lucha entre patricios y plebeyos se originó a partir de la revolución patricia, ocurrida en 509 a.C, que da origen
a la primera constitución de la república, la llamada constitución patricia.
2. ORGANIZACIÓN DE LA REPÚBLICA
26
Hemos dicho que la primera constitución republicana fue patricia. Los plebeyos lucharán durante ciento cincuenta años
para lograr un trato igualitario en el plano social, jurídico y político. La plebe utiliza dos herramientas para alcanzar su
propósito: amenaza con una huelga militar, lo que habría sido de suma gravedad para la república, y por otro lado,
amenaza con formar una nueva ciudad, integrada exclusivamente por plebeyos.
La plebe tiene su propia organización. Elige a sus representantes, los tribunos. Son sagrados y pueden vetar la
decisión de cualquier magistrado e incluso del senado.
Otra importante reforma que tuvo lugar durante la república fue la organización conjunta de patricios y plebeyos en
clases censitarias. La sociedad se agrupa en clases atendiendo a su riqueza. Los más ricos tienen mayor influencia,
pero también poseen más obligaciones militares y tributarias. Esta reforma servirá de base a la organización de los
comicios por centurias. Son éstas verdaderas asambleas políticas de la república. Tienen facultades legislativas y
pueden elegir a los magistrados.
Los requerimientos económicos y las continuas guerras que debe soportar Roma obligan a crear nuevas magistraturas.
El cursus honorum (carrera funcionaría) ordinario lo integran, desde arriba hacia abajo, los cónsules, pretores, ediles y
cuestores como magistrados anuales y los censores, que se eligen cada cinco años. Además está en forma
extraordinaria en el referido cursus honorum el dictador.
Los plebeyos, con el transcurso del tiempo, van accediendo a los diversos cargos: en el año 404 a.C. tienen acceso al
consulado; en el 356 a la dictadura; en el 351 a la censura y en el 336 a la pretura.
La ley Ogulnia, dictada en el año 300 a.C, suprime toda distinción entre patricios y plebeyos en cuanto a la obtención
de los sacerdocios. La prohibición de matrimonio entre patricios y plebeyos desaparece en el año 445 a.C. por la ley
Canuleya.
En materia jurídica, los plebeyos consiguen, al fin, la escrituración de las leyes. Hasta entonces todo el derecho era
esencialmente consuetudinario. Así se dictó la ley de las XII Tablas.
Este fue el comienzo. Con el tiempo los plebeyos pudieron dictar leyes acordadas en sus propias asambleas, los
plebiscitos, que tuvieron fuerza obligatoria para todo el estado romano. En virtud de la ley Valeria Horatia los plebiscitos
se hicieron obligatorios para todo el estado, previa aprobación por el senado. Finalmente, en el año 287 a.C, la ley
Hortensia no exigió el visto bueno del senado y los plebiscitos rigieron para todo el estado romano, sin restricción
alguna.
Poco a poco, en la forma señalada, la plebe fue obteniendo igualdad de derechos frente a los patricios en todos los
campos. Finalmente se llega a la llamada constitución patricio-plebeya, que integra a unos y otros casi en un mismo
plano, pero con más beneficios para los plebeyos. Estos tuvieron acceso a todos los cargos, salvo al de edil curul. Los
patricios, en cambio, quedaron mucho más limitados: no pueden ser ediles plebeyos ni menos tribunos. Esta
constitución se apoya en tres fundamentos: el pueblo reunido en comicios; el senado y los magistrados.
El escritor Polibio, de Megalópolis, refiriéndose a esta constitución patricio-plebeya, sostiene que había tal armonía que
resulta difícil determinar si el régimen de gobierno es una monarquía, una aristocracia o una democracia. Dice Polibio
que "las tres formas de gobierno de que he hablado más arriba, se hallaban amalgamadas en la constitución romana, y
la parte de cada una estaba tan exactamente calculada, todo estaba en ella tan equitativamente combinado que nadie,
ni entre los romanos, hubiera podido decir si era una aristocracia (una democracia) o una monarquía. Esta indecisión
era, por lo demás, muy natural. Examinando bien los poderes de los cónsules, se hubiera dicho que constituían un
régimen monárquico, una realeza; a juzgar por los (poderes) del senado era, por el contrario, una aristocracia; en fin, si
se consideraban los derechos del pueblo, llegaba a aparecer de que se trataba francamente de una democracia".
Al afianzarse la constitución patricio-plebeya, hacia el 300 a.C, desaparecen las clases sociales políticas y acaba la
separación de patricios y plebeyos, con la salvedad ya mencionada relativa al acceso a ciertos cargos. La lucha se
había prolongado desde el 509 hasta el 300 a.C. ORGANIZACIÓN DEL PUEBLO
El pueblo se organiza, políticamente, en dos clases de comicios: los comicios por tribus, que se basan en el territorio
que ocupan los integrantes de dichas tribus, en lo que podrían ser hoy las juntas de vecinos; y los comicios
centuriados, que se basan en el censo.
La misma base territorial de las tribus sirve para la reunión de las asambleas de la plebe. Estas son convocadas por un
tribuno. Estas asambleas de la plebe eligen a los tribunos, a los ediles plebeyos y votan los plebiscitos.
La organización realmente política del pueblo romano está representada por los comicios centuriados. Ellos tienen la
facultad de votar las rogationes de leyes. Dichas rogationes son proposiciones hechas por los cónsules. Los mismos
comicios centuriados eligen a los magistrados y conocen de las provocationes ad populum, última instancia a que tiene
derecho un ciudadano condenado a la pena de muerte.
En cuanto a los comicios por tribus, además de ser presididos por un cónsul, pueden ser dirigidos también por un
pretor, pero sólo están facultados para elegir a los ediles cúrales, a los cuestores y a los magistrados inferiores.
También tienen facultades legislativas y pueden votar las rogationes propuestas por el magistrado que los preside. No
les compete la provocatio en caso de condena a muerte de alguien, pero sí, en ciertos casos en que la sentencia ha
consistido en una multa.
2.3. EL SENADO
27
Hasta el año 312 a.C. el senado lo integraban sólo patricios. A contar de esa fecha se estableció que los senadores
serían elegidos por los censores sobre la base del censo elaborado por ellos mismos cada cinco años. Más tarde,
formaron parte del senado todos los ex magistrados, con lo que el proceso se transformó en un sistema mecánico.
El número de senadores varió según la época. Con Sila fueron seiscientos. Julio César los aumentó hasta llegar a
novecientos. Augusto nuevamente redujo su número.
Durante la república el senado desempeña diversas funciones. Le corresponde llevar la política interior y exterior del
estado. Se encarga de las relaciones internacionales y actúa como tribunal de justicia en materia criminal. Debe dar,
además, la auctoritas patrum para las rogationes o proposiciones de ley.
Le corresponde declarar si la rogatio procede; si es materia de ley.
Las decisiones del senado carecían de fuerza obligatoria porque el senado no tenía imperium, esto es, facultad para
obligar coercitivamente a acatar sus resoluciones. Sin embargo, atendida su fuerza moral, casi siempre obligaban.
Los acuerdos del senado se llamaban senatus consulta. Se basan en su auctoritas. Hubo senatus consulta de fatales
consecuencias. Uno de ellos, por ejemplo, consideró que determinada religión, de salvación y misterio, atentaba contra
la seguridad de Roma. En virtud del referido senatus consultum que la prohibía, mucha gente fue condenada a muerte.
En determinada circunstancia, calificadas como de emergencia para la seguridad de la república, se dictaba un senatus
consultum ultimum por el que se suspendían una serie de garantías constitucionales de los ciudadanos, pudiendo
actuar los magistrados como verdaderos dictadores. Entre otras garantías, se terminaba la provocatio ad populum
mientras duraba el estado de emergencia constitucional.
28
2.4.5. Los censores
La censura se creó en el año 443 a.C. Los censores, que debían ser consulares, estaban fuera de grado y su función
consistía en la elaboración del censo, que se efectuaba cada cinco años. Hasta mediados del siglo IV a.C. únicamente
los patricios podían ser censores. A partir de entonces, en que ingresó un plebeyo, éstos también pudieron alcanzar la
censura.
Los censores eran elegidos por el comício centuriado cada cinco años y duraban en el cargo dieciocho meses.
Terminaban su actuación con una ceremonia religiosa llamada lustratio.
La importancia de los censores estaba en que ellos podían formar el álbum senatorial, de donde se elegía a los
senadores. Además tienen el derecho de vigilar a los ciudadanos en virtud de la llamada cura mores. Así, junto a cada
ciudadano podían colocar en el censo una nota califícatoria. Esta calificación se refería tanto a la vida pública como a
la vida privada. Si era negativa, podía el referido ciudadano ser impedido de desempeñar cargos de estado.
2.4.6. El dictador
Debido a las dificultades que presentaba el sistema colegiado, la constitución republicana permitía una autoridad
personal y con poderes extraordinarios. Se autorizó, entonces, que en ciertos casos los cónsules fueran reemplazados
por un dictador dotado de plenos poderes. Su duración en el cargo no puede exceder lo que dure la emergencia y, en
ningún caso, de seis meses.
Hasta ahora hemos visto los magistrados que integraban el llamado cursus honorum superior: cónsules, pretores,
ediles curules y cuestores. Los censores, fuera de escalafón, y el dictador para casos excepcionales.
Sin embargo, además del cursus honorum superior hubo un cursus honorum inferior. Integraban este último los tresviri
capitales, encargados de la prisión de los ciudadanos sometidos a proceso; los tresviri monetales, encargados de la
acuñación de moneda y otros.
2.6.1. En cuanto a las luchas democráticas, éstas se produjeron en torno a la demagogia de los hermanos
Graco.
Ambos quisieron reformar el sistema de latifundios que se había establecido al ocupar el orden senatorial el ager
publícus. Cayo Graco obtiene la aplicación de la ley agraria propuesta por Tiberio. Se atrae el orden ecuestre
arrendándole el cobro de los impuestos de la provincia de Asia.
2.6.2. En lo que respecta a la cuestión italiana, se plantea al participar los aliados intensamente en las guerras de con
quistas con cuerpos auxiliares y fuertes tributos, pero sin obtener ventaja alguna en el reparto del botín. Ante la
negativa del Senado a conceder la ciudadanía romana, se originó una dura guerra hasta que, en el año 90 a.C, una lex
29
luilia otorgó la ciudadanía a los latinos y demás italianos no sublevados. En el 89 se dicta la ley Plautia Papiria, que la
hace extensiva a todos.
Para descubrir la causa de la crisis del régimen republicano basta analizar las consecuencias de las conquistas. Una
organización que resultaba muy adecuada para una ciudad estado, no lo era para administrar y gobernar un imperio.
La creación de nuevas provincias y la necesidad de mantener largas campañas militares hizo cambiar al soldado
ciudadano por mercenarios que se hallaban vinculados al jefe, de modo personal, por lazos mucho más fuertes de los
que los unían a la república.
Por otro lado, la clase dirigente ha perdido las condiciones morales que la caracterizaban, para dejarse llevar por lo
ambición y la codicia. Los intereses económicos escapan al control del senado y la plebe urbana comienza a tomar
conciencia de clase. Todo esto, unido a la falta de un régimen representativo, hace que sólo unos pocos ciudadanos —
los que están en Roma— puedan manejar el gobierno.
Cayo Graco y Escipión Emiliano aparecen como el primer antecedente del poder personal. Unos años más tarde, esto
ya se concreta sin límites en la figura de Mario e, incluso, en el caso de Sila y César y del segundo triunvirato, se hace
una reforma constitucional al respecto.
30
Vespasiano (69-79) dio la latinidad a numerosas poblaciones, así a toda España, permitiéndoles de este modo
organizar la vida urbana en la forma del municipio.
Asoció al mando a su hijo Tito, que lo sucedió, y fallecido Tito, lo reemplazó su hermano Domiciano, reconocido por el
senado y por el ejército. Estableció un régimen de terror y fue asesinado.
31
donde se ejercieron esos poderes. De acuerdo a esta última acepción, "provincia" significa territorio extraitálico
sometido a Roma, al que no se aplica el derecho quiritario.
Durante Ja república las provincias fueron gobernadas por cónsules o pretores y más tarde también por
promagistrados, quienes conservaban su imperium por un año. Más adelante Sik estableció que los magistrados
debían desempeñar su cargo un año en Roma y luego ir a las provincias como propretores o procónsules. A mediados
del siglo I a.C. Pompeyo exigió a los cónsules o pretores que desearan ir a provincias haber desempeñado el cargo en
Roma al menos durante cinco años antes.
Por otra parte, se crean tribunales de justicia permanentes, llamados quaestiones perpetuae. Su función consistía en
juzgar a los gobernadores al término de su período.
La organización referida cambia el año 27 a.C, cuando Augusto y el senado se reparten las provincias. Como se dijo
anteriormente, las pacificadas quedan en poder del senado y las que requerían de la presencia de una guarnición
militar pasan a ser gobernadas por el emperador, quien delega su autoridad específica en un legati Augustus en
calidad de procónsul de todas ellas. Esta distribución subsiste hasta la reforma de Diocleciano.
Aunque las provincias senatoriales continúan gobernadas por promagistrados, el emperador sigue interviniendo en
ellas de diversos modos. Por de pronto, nombra representantes directos suyos para que actúen junto con los
gobernadores.
Las provincias imperiales donde hay representantes designados por el emperador quedan sujetas a dichos
funcionarios, que son remunerados, durante cinco años. Al término de ese plazo, se renueva el nombramiento, se
sustituye al funcionario por otro o, simplemente, se le elimina. Estos gobernadores, llamados legati Angustí:, deben
salir del orden consular o pretorio, según lo establecido para cada provincia. Tienen atribuciones militares y están
secundados por un procurator Angustí que se encarga de la hacienda, y por legati juridici, para ejercer la jurisdicción.
Ambos tipos de gobernadores tienen bajo ellos a funcionarios subalternos que conforman el officium.
El esquema anterior se modifica con Diocleciano, quien termina con las provincias. El imperio se divide en dos partes:
occidental y oriental. Cada una de ellas se divide, a su vez, en dos prefecturas. Así, los prefectos del pretorio —que
ahora son cuatro— pasan a ser los jefes de la administración territorial. A su vez, la prefectura está formada por un
número de diócesis a cargo de un vicario que depende del prefecto del pretorio. Pero a veces hay una variación. En
lugar del vicarius, encontramos un representante directo del emperador: es el comes. Dentro de la diócesis se crean
las provincias, las que están dirigidas por un presidente o praeses.
A partir de Diocleciano, Italia pasa a tener frente a Roma la misma calidad de provincia que el resto del imperio. Hasta
ese momento se le consideraba en una situación especial.
Diocleciano separa la carrera funcionaría de la carrera militar. En consecuencia, todos los funcionarios nombrados
hasta que él asumió dejaron de desempeñar actividades castrenses.
32
condición de que se constituyeran en municipios. Esto permitió que las poblaciones estuviesen preparadas para recibir
la ciudadanía romana, otorgada a todos los habitantes libres del imperio mediante la Constitución Antoniana,
promulgada en el 212 por el emperador Caracalla.
En los municipios aparece el poder público dividido entre el pueblo, el senado y los magistrados.
El pueblo actúa a través de los comicios. Ahí elige a los magistrados y a veces también legisla.
En el siglo II los magistrados son elegidos por la curia y los comicios desaparecen. El senado —que aquí se llama curia
— está formado por cien decuriones. Estos se eligen cada cinco años por los magistrados supremos de ese año, que
se llaman duoviri quinquenales, encargados de redactar el álbum decuriorum. La curia es una asamblea deliberante
con facultades políticas; también está encargada de recaudar los impuestos.
En los municipios las magistraturas, al igual que en Roma, son anuales y colegiadas. Sus titulares gozan de la
intercessio o derecho a veto sobre las decisiones de su colega.
Los magistrados supremos son los duomviros. En el municipio están provistos de las facultades que en Roma tienen
los cónsules, pretores y censores. Forman parte del cursus honorum superior. Por la importancia de sus atribuciones
judiciales se les llama también duoviri iure dicundo. En un grado inferior están los ediles encargados de la hacienda
municipal.
La crisis económica que sufrió Roma en el siglo III arruinó al municipio. El cargo de decurión se transformó, de un
honor, en un deber. Los decuriones respondían personalmente del cobro de los impuestos, lo que les acarreó muchos
problemas, porque la mayoría no estaba en condiciones de pagar impuestos.
Para evitarse problemas, algunos individuos se hacen religiosos o, incluso, prefieren la servidumbre. El poder central,
entonces, hace de la curia un cuerpo cerrado y a las personas que reúnen ciertos requisitos se les incorpora
obligatoriamente a ella.
Las crecientes dificultades llevaron al poder central a reemplazar a los magistrados. Ya a fines del siglo II, el encargado
de supervigilar la hacienda es el curator reipublicae.
En el siglo IV se crea el defensor civitatis. Su misión es proteger al pueblo de la operación tributaria ejercida por los
curiales.
En los últimos tiempos del imperio encontramos la intervención ilimitada de un jefe militar llamado comes civitatis.
Por último, a partir del Edicto de Milán, en 313, los obispos católicos tienen una enorme influencia en la administración.
Este es el panorama en Occidente. En Oriente la situación es distinta. Allí los decuriones no tuvieron la obligación de
recaudar los tributos, lo que permitió que los municipios tuviesen una mayor duración en el tiempo.
2.1.1. La organización
El senado es la máxima autoridad en materia financiera durante la república.
Durante el principado se distingue el tesoro público de los bienes privados del emperador. El tesoro público se deposita
en dos cajas del erario, dependiente del senado, pero que administra un funcionario imperial, el prefectus aerari
saturni, y el fiscus o caja imperial, dirigida por el rationalis summao rei.
Los ingresos que provienen de las provincias senatoriales e imperiales se depositan, respectivamente, en ellas.
Durante el bajo imperio el fisco absorbe el erario y este tesoro público se llama, ahora, aeraríum sacrum. Está a cargo
de un comes sacrarum largitionum.
33
La recaudación se hacía directamente, a través de los órganos del Estado, o indirectamente, mediante el arriendo de la
percepción. En este caso, el valor era una suma alzada y el arrendatario era, en general, alguna empresa de
publícanos.
2.3. EL CULTO
El culto, en la religión romana, es un verdadero servicio público. Este principio se mantiene a lo largo de toda la historia
de Roma. Incluso el propio culto cristiano se transforma en religión oficial.
La religión romana, en sus orígenes, fue politeísta. No tenía dogmas ni moral. Es de carácter público, es una religión
del Estado. Nada tiene que ver con religiones de salvación y de misterio. Estas últimas, antes de ser admitidas en
Roma, sufrieron persecuciones que se iniciaron con el senadoconsulto de Bacanalibus (186 a.C.) y cuyos últimos
vestigios los sufren los cristianos. Esta política se entiende mejor al reflexionar en que los dioses romanos tienen para
ellos los mismos defectos y las mismas virtudes que todos los seres humanos, pero multiplicados. Lo bueno y lo malo
no es regulado por la religión sino por la costumbre (mores maiorum). El culto podía ser público o privado.
34
Penates son dioses a los que se venera en una ceremonia que se efectúa una vez al año. Todo esto va acompañado
de largos ritos. Creen que el espíritu del fallecido se hará maligno si no es objeto 1de ellos.
En los últimos cien años de la república, durante la época de las conquistas, los ciudadanos sienten mayores
necesidades religiosas y espirituales. Comienzan a llegar religiones del Oriente, con teologías dogmáticas y morales,
religiones de salvación y misterio como por ejemplo el culto egipcio a Isis, el culto frigio, el judaísmo y el cristianismo.
El senado procura reaccionar prohibiendo los nuevos cultos y condenando a muerte a quienes los practiquen. Es
conocido lo que sucedió con el culto a Baco. Dio origen a una verdadera masacre.
Las cosas cambian radicalmente en el siglo I. Los peligros que acechaban a los soldados en las continuas campañas
que realizaban indujeron a los romanos a aceptar religiones que creían en otra vida: el culto frigio de Mitra, el judaísmo,
el culto egipcio de Isis, etc.
Augusto, luego de poner en marcha su política defensiva, se aboca a la cuestión religiosa y trata de restituir la religión
tradicional. Para ello crea el culto imperial en función del Imperio, para facilitar su unidad. En las provincias se rindió
culto al emperador vivo juntamente con la diosa Roma. En la capital, en cambio, sólo pasaba a ser dios el emperador
muerto y siempre que fuese acreedor de la apoteosis.
Los representantes del culto imperial van a formar un colegio en cada una de las ciudades del imperio. Sobre esa base
se crearán las asambleas provinciales. Además de sus funciones religiosas, tendrán otras de índole política.
En el siglo I surge una nueva religión como una herejía del judaísmo. El cristianismo es apostólico. Llega a todas las
clases sociales y se presenta como más humano frente al judaísmo. Cincuenta años después de su aparición
encontramos pequeños núcleos cristianos. Su número aumentará después del incendio de Roma, ordenado por
Nerón, pues el martirio significa ganar el cielo.
El cristianismo demora mucho en propagarse. Se extiende especialmente entre las clases bajas, los esclavos y las
mujeres. Llegó a dominar el Estado sólo después de trescientos años.
El cristianismo fue muy perseguido, porque contrariaba a las demás religiones. Por otro lado, se oponía a todo lo que
aparecía como el ideal de los romanos en la tierra al predicar que la verdadera vida estaba en el Más Allá. Otro hecho
que influyó en contra del cristianismo fue su rechazo a prestar los juramentos que se exigían frente a ciertas
actuaciones, especialmente de tipo procesal, y que eran exigidos por los emperadores deificados: el divino Augusto, el
divino Tiberio, el divino Claudio y otros. En un principio juraron en falso. Más tarde, los propios obispos cristianos lo
prohibieron, porque estimaron que de este modo los fieles caían en apostasía. Al negarse a jurar, los cristianos se
convertían automáticamente en reos del delito de lesa majestad.
Constantino incorpora a los cristianos a la vida activa del Estado. Para luchar contra Magencio, ordena a sus soldados
poner en el escudo la cruz y las iniciales griegas de Cristo. Constantino ganó la batalla y al año siguiente, en 313, se
adopta el acuerdo de Milán. En mérito del mismo, junto a la religión pagana se tolera, en idéntico plano, a la religión
cristiana.
Teodosio, en el 390, adopta el cristianismo como la religión oficial del imperio.
El emperador, en su calidad de pontífice máximo, interviene en todos los asuntos del cristianismo. Incluso en materias
de carácter dogmático, como sucede con Constantino en el Concilio de Nicea. La Iglesia Católica tiene una división
jerárquica desde sus inicios. La preside el Papa, obispo de Roma, a quien corresponde exclusivamente la definición de
los dogmas. Un cuerpo colectivo formado por los obispos, el concilio, define cuestiones religiosas o teológicas. Estos
concilios pueden ser ecuménicos, nacionales o provinciales.
El clero lo forman sacerdotes jerarquizados en obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos, ostiarios y otros.
La organización provincial de Roma sirve de base a la división territorial de la Iglesia: la diócesis, sede del obispo, en
una ciudad con su territorio. El obispo de la capital será el metropolitano, con preeminencia sobre los demás.
Más adelante, en el siglo IV, al extenderse el cristianismo a los campos, se delega en el presbítero la facultad d€ decir
misa y de bautizar. Así nace la parroquia, que tendrá su propio patrimonio. También con independencia patrimonial de
la diócesis, se van creando monasterios o iglesias mantenidas por particulares.
Desde los orígenes de la Iglesia Católica se gesta un ordenamiento jurídico para su ordenación y disciplina. Esto
constituye el derecho canónico. Se basa en las sagradas escrituras y se desenvuelve a través de las decisiones de los
papas; cánones de los concilios y leyes dictadas por el poder civil.
LIBRO II
DEL ACTO JURÍDICO
Capítulo Primero
1. ANTECEDENTES GENERALES
Todo acontecimiento es obra de la naturaleza o del hombre. En efecto, los hechos que ocurren en el mundo, en la vida
diaria de las personas, pueden tener su origen en la naturaleza o en el hombre. Y, en ambos casos, es posible que
dichos acontecimientos tengan relación con el derecho o, por el contrario, no produzcan ningún efecto jurídico.
35
1.1. Los hechos de la naturaleza que no tienen vinculación alguna con el derecho se conocen con el nombre de hechos
simples. Así, por ejemplo, es un hecho simple la salida del sol o de la luna, una lluvia, el amanecer. Nada obsta, por
cierto, a que los hombres puedan darles a estos hechos una relevancia jurídica. Así, nada impide que una persona se
comprometa con otra a entregarle una cosa "cuando caiga la próxima lluvia" Sin embargo la lluvia, por sí, es un hecho
de la naturaleza que no tiene efecto jurídico.
Hay otros hechos de la naturaleza que, sin embargo, tienen relación con el derecho. Son los llamados hechos jurídicos.
Así, por ejemplo, el nacimiento o la muerte natural de una persona. Es efectivo que el hombre interviene en la
concepción de una nueva vida, pero el nacimiento mismo de la crea-tura es obra de la naturaleza —y para los
cristianos, también de Dios— y no exclusivamente del hombre.
1.2. Los hechos del hombre también pueden estar absolutamente desvinculados con el derecho o estar relacionados
con él.
Los hechos del hombre que no tienen relación con el derecho se llaman actos simples, como caminar, respirar, reír y
otros de la misma naturaleza.
Hay otros hechos del hombre, en cambio, que sí tienen relación con el derecho y se llaman actos jurídicos. Así,
celebrar un contrato.
La diferencia entre un hecho jurídico y un acto jurídico está en que si bien en ambos casos se producen consecuencias
que tienen relación con el derecho, el hecho jurídico es producido por la naturaleza, en tanto que el acto jurídico tiene
su origen en el hombre.
a) La voluntad debe manifestarse. Más adelante veremos de qué manera es posible que se manifieste, pero lo
importante es que ello ocurra. Mientras la voluntad no se exteriorice, el deseo queda en el fuero interno de la
conciencia de la persona y no produce ningún efecto.
36
b) La persona debe tener intención de producir un efecto jurídico, esto es, de crear, modificar o extinguir un derecho. Si
cometió un delito, por ejemplo, ese acto producirá obligaciones, deberá indemnizar perjuicios, pero no será un acto
jurídico porque en su realización faltó la intención de crear efectos de derecho. Las consecuencias jurídicas que el acto
tendrá no fueron buscadas por el que lo ejecutó sino que se produjeron a pesar del agente.
c) El objetivo del acto debe ser crear, modificar o extinguir un derecho. Así, el pago es un acto jurídico porque
extingue la obligación del deudor, destruye el vínculo entre acreedor y deudor. También es posible que el acto jurídico
persiga modificar un derecho como, por ejemplo, acreedor y deudor convienen en ampliar el plazo que este último tiene
para cumplir una obligación existente entre ambos. Y, por último, el acto jurídico puede tener por objeto crear
derechos y obligaciones. En este caso se habla de contrato. Así, el con trato puede definirse de la siguiente manera:
Contrato es una convención generadora de derechos y obligaciones. También puede decirse que es el acto jurídico
que crea obligaciones.
Es importante no confundir el acto jurídico con el contrato.
Todo contrato es un acto jurídico, pero no todo acto jurídico es contrato. Un acto jurídico será contrato únicamente si
crea obligaciones.
3.1. Según el número de personas que intervienen, pueden ser unilaterales o bilaterales.
En los actos jurídicos unilaterales interviene una .sola persona. Así, el testamento. El único que interviene en su
ejecución es el testador. Otros podrán concurrir como testigos, pero quien realiza el acto jurídico es únicamente la
persona del testador. Por eso testar es un acto jurídico unilateral.
En los bilaterales concurren dos personas. Obsérvese que empleamos los términos "concurren", "intervienen" y no las
palabras "se obligan". Un contrato, por ejemplo, es un acto jurídico bilateral. Necesariamente participan dos personas,
aunque en algunos contratos sólo una resulta obligada.
Ahora bien, así como hay actos jurídicos unilaterales y bilaterales atendiendo al número de personas que intervienen,
también hay contratos unilaterales y contratos bilaterales. En el primero se obliga una sola parte, por ejemplo, en el
mutuo o préstamo de consumo (dinero u otra cosa fungible): el contrato nace sólo cuando se entrega la cosa y el único
que queda obligado es quien la recibió, pues debe devolver. Es un contrato unilateral, pero un acto jurídico bilateral. En
cambio una compraventa será un acto jurídico bilateral, lo mismo que todo contrato y, además, como ambas partes
resultan obligadas, será un contrato bilateral.
En síntesis, la diferencia entre un acto jurídico unilateral y un contrato unilateral está en que en el primero interviene
una sola persona; en el segundo intervienen dos pero se obliga una. Y la diferencia entre un acto jurídico bilateral y un
contrato bilateral consiste en que en el primero intervienen dos personas, sin perjuicio de que se obligue una o ambas;
en cambio en el segundo se obligan las dos partes que intervienen.
Todo contrato es un acto jurídico bilateral.
3.2. Atendiendo a si el acto jurídico produce sus efectos en vida de quienes lo celebran o, por el contrarío, una vez que
haya fallecido alguno de los otorgantes, los actos jurídicos pueden ser entre vivos y por causa de muerte o mortis
causa.
Son actos jurídicos entre vivos el pago, una compraventa, una sociedad.
Son mortis causa actos jurídicos como el testamento, por ejemplo, que adquirirá toda su fuerza una vez que ha
fallecido el otorgante. El seguro de vida es otro caso: producirá obligaciones para la compañía cuando fallezca el
asegurado.
3.3. Según requieran o no de formalidades especiales para nacer a la vida del derecho, pueden ser solemnes y no
solemnes.
Los actos jurídicos solemnes necesitan del cumplimiento de ciertas formalidades externas para que produzcan
obligación. Antes no tienen efecto alguno. Así, por ejemplo, el contrato per aes et libram que estudiaremos en su
oportunidad. No basta el acuerdo de voluntades. Es indispensable que se celebre una ceremonia ante una balanza con
cinco testigos, un librepens que pesa en la balanza el metal, el cobre. En nuestros días un acto jurídico típicamente
solemne es la compraventa de un bien raíz: si bien la compraventa es un contrato consensual que se perfecciona por
el solo consentimiento de las partes, tratándose de un bien raíz la ley exige, además del contrato, que el inmueble se
inscriba a nombre del nuevo propietario en el respectivo Conservador de Bienes Raíces. Mientras no se verifique la
inscripción, la propiedad continúa perteneciendo al antiguo dueño.
Los actos jurídicos no solemnes no requieren, en cambio, de ninguna formalidad. Así, por ejemplo, la venta de una
cosa mueble. Habiendo acuerdo entre comprador y vendedor en la cosa y en el precio, el contrato nace de inmediato.
Cualquiera de los dos puede obligar al otro a cumplir su obligación.
37
3.4. Según el beneficio o utilidad para las partes que intervienen, pueden ser a título gratuito o a título oneroso.
Es a título gratuito el acto jurídico que tiene por objeto el beneficio o utilidad de una de las partes, como el testamento o
la donación.
Es a título oneroso el que tiene por objeto el beneficio de ambas partes, como la compraventa o el arrendamiento.
Cuando hablamos de beneficio o utilidad, nos estamos refiriendo a los beneficios patrimoniales, pecuniarios,
económicos, en contraposición a los meramente espirituales o morales. Así, por ejemplo, el que da (donación) una
limosna de monto ínfimo, ciertamente quedará mucho más contento que el que la recibe, pero el acto jurídico es a título
gratuito, porque persigue el beneficio pecuniario del que la recibe.
En síntesis, el acto jurídico a título gratuito persigue el enriquecimiento de una de las partes, mientras la otra disminuye
su patrimonio.
El acto jurídico a título oneroso produce enriquecimiento y empobrecimiento recíprocos.
Hay actos jurídicos en que la gratuidad es fundamental para la formación del negocio. Si falta, el acto nace de una
manera distinta a lo que las partes quisieron al expresar su voluntad. Así, por ejemplo, el mandato, que consiste en
encargar la gestión de uno o más negocios a otro, es esencialmente gratuito. Si hay remuneración se convierte en otro
contrato: el arrendamiento de servicios. En cambio, el mutuo o préstamo de consumo, que también es gratuito, sigue
siendo mutuo aunque se estipulen intereses,
3.5. Desde el punto de vista de si existe o no una causa, pueden ser causales y abstractos.
En los primeros, la causa aparece como ineludiblemente unida a la existencia del acto jurídico del contrato. Por
ejemplo, la compraventa. La causa que mueve al vendedor a entregar la cosa es el precio que percibirá y la causa que
induce al comprador a pagar es la cosa que le entregará el vendedor.
Los contratos abstractos es posible que tengan una causa, pero lo que obliga no es esa causa sino la realización de
ciertas solemnidades. Por ejemplo, el contrato de stipulatio. Veremos en su oportunidad que requiere del
pronunciamiento de ciertas palabras solemnes. Es un contrato abstracto porque lo que obliga no es la razón jurídica
que se tuvo en vista al celebrarlo sino la sola circunstancia de que se hayan pronunciado las palabras solemnes y
formales.
La importancia de esta clasificación está en que si el acto jurídico es causal y la causa es ilícita (una persona se obliga
a pagar para que otra cometa un delito), ello arrastrará la nulidad de la obligación. Aunque el delito haya sido cometido,
el deudor no está obligado a pagar, porque la causa de su obligación era ilícita. En cambio, si el acto jurídico es
abstracto, la regla general es que el acto producirá todos sus efectos. Así, en el mismo caso anterior, si mediante una
stipulatio se obligó a pagar una persona para que otra mate a alguien, por ejemplo, el deudor deberá pagar si se
cumplieron las formalidades de la stipulatio, es decir, si se pronunciaron las palabras solemnes de la stipulatio.
Después el pretor fue tomando medidas para indagar más en el acto jurídico, no limitándose sólo a mirar su formalidad.
3.6. Según el acto jurídico produzca efecto inmediatamente después de celebrado o con posterioridad a su celebración,
puede ser puro y simple o sujeto a modalidad.
Son puros y simples aquellos actos jurídicos que obligan en cuanto se celebran, como una compraventa.
Son actos jurídicos sujetos a modalidad aquellos en que las partes modifican sus efectos naturales, ya sea en cuanto al
nacimiento, ejercicio o extinción mediante cláusulas especiales. Se examinará con mayor detenimiento esta materia al
estudiar los elementos esenciales, de la naturaleza y accidentales de los actos jurídicos.
3.7. Atendiendo a si la ventaja que una parte da a la otra es equivalente a lo que recibe de la otra o no, los actos
jurídicos pueden ser conmutativos y aleatorios.
Es conmutativo el acto jurídico en que hay proporcionalidad entre lo que una parte da y lo que recibe de la otra.
Es aleatorio el acto jurídico que consiste en una contingencia incierta de ganancia o pérdida. Por ejemplo, la persona
que adquiere un número para un sorteo. Puede ganar o perder. Y en ambos casos no hay proporción entre el costo y lo
que recibe.
3.8. Según cómo obliguen, los actos jurídicos pueden ser de estricto derecho y de buena fe.
Los actos jurídicos de estricto derecho sólo obligan al tenor de lo pactado. Se interpretan restrictivamente. Por ejemplo,
si en virtud de un contrato de estricto derecho Marcelo se obliga a entregar a Paulo un esclavo, cumplirá su obligación
entregando un esclavo, no importa en qué condiciones físicas esté. No importa que se encuentre enfermo, esté viejo e
incapacitado para trabajar. Cumplió su obligación de entregar un esclavo porque era de estricto derecho.
Los actos jurídicos de buena je no sólo obligan al tenor de lo pactado sino a lo que una persona, actuando de buena fe,
haría en un caso semejante. En el ejemplo anterior, si el contrato era de buena fe, deberá entregarse un esclavo sano
y de regular calidad, apto para el trabajo. Ni excelente ni enfermo. Esa es la diferencia entre un acto jurídico de estricto
derecho y uno de buena fe. Veremos que, en los primeros tiempos de Roma, casi todos los actos jurídicos fueron de
estricto derecho. Esto se debió a. que eran muy solemnes y formales. Lo que obligaba era la solemnidad, el
pronunciamiento de palabras solemnes, la realización de ciertos ritos. Eso era más importante que la voluntad o
intención de las partes.
38
4. ELEMENTOS DE LOS ACTOS JURÍDICOS
En todo acto jurídico hay elementos que son de su esencia; de su naturaleza, y otros que pueden estar o no estar y
que se conocen con el nombre de accidentales.
Daremos un breve concepto sobre cada uno de ellos, sin perjuicio de iniciar posteriormente un análisis detallado de los
mismos
I. ELEMENTOS DE LA ESENCIA
Hemos dicho que los elementos de la esencia pueden clasificarse en dos categorías: a) Aquellos que, de faltar, no hay
acto jurídico alguno; y b) Los que si se omiten, el acto jurídico se transforma en otro diferente. Los primeros son los
requisitos de existencia y los otros, requisitos de validez del acto jurídico
1.1. LA VOLUNTAD
1.1.1. Concepto: es la potencia del alma por la cual ésta se mueve a hacer lo que desea. Es la aptitud para hacer algo.
En los actos jurídicos unilaterales se habla de voluntad y así se dice, por ejemplo, la voluntad del testador fue... En los
bilaterales toma el nombre de consentimiento, que algunos definen como "el acuerdo de voluntades de dos o más
personas destinadas a lograr un resultado jurídico". Así, se habla, por ejemplo, del consentimiento para el matrimonio.
a) Oferta: es el acto por el cual una persona propone a otra la celebración de un determinado acto jurídico.
Para que sea válida debe cumplir los siguientes requisitos:
— debe ser hecha con la intención de obligarse;
— debe exteriorizarse, es decir, deben conocerse sus términos;
— debe ser completa, es decir, debe contener todos los términos del contrato prometido; y
— debe ser voluntaria, no forzada.
Mientras la oferta no sea aceptada (pólucitatio) no obliga y puede ser retirada. Sin embargo, obligaba cuando se hacía
a una ciudad, por motivo suficiente (ob justam causam), o cuando consistía en consagrar una cosa a los dioses
(votum).
b) Aceptación: es el asentimiento a los términos de la oferta. Debe cumplir con los siguientes requisitos:
— debe ser completa, es decir, congruente con la oferta;
— debe ser oportuna o tempestiva, es decir, debe darse mientras la oferta esté vigente;
— debe exteriorizarse en forma expresa o tácita.
39
a) Seria;
b) Exteriorizarse; y
c) Exenta de vicios.
Para que el acto jurídico exista es menester que la voluntar sea seria y que se exteriorice y, para que el acto sea
válido, es preciso que la voluntad, además, esté exenta de vicios.
La voluntad es seria cuando se da por una persona capaz y con la intención de obligarse. La exteriorización de la
voluntad puede manifestarse en forma expresa o tácita.
b) Que se exteriorice
Mientras la voluntad está en el fuero interno le es indiferente al derecho. Para que éste la tome en cuenta ella debe
manifestarse, expresarse, exteriorizarse. Debe salir del mundo interior y darse a conocer por algún modo idóneo.
40
La voluntad se puede manifestar en forma expresa o tácita. Es expresa la que se manifiesta en términos formales,
como cuando en un contrato verbis los contratantes pronuncian el verbo spondere (prometer), o como cuando se avisa
en un periódico la venta de una casa; y es tácita cuando se desprende de hecho que realiza el oferente o el aceptante,
como por ejemplo, cuando en los escaparates de las tiendas se colocan mercaderías que se ofrecen en venta
señalando su precio.
El silencio, esto es, no decir ni sí ni no, salvo casos excepcionales, no constituye manifestación de voluntad.
Hay dos casos en que el silencio constituye manifestación de voluntad. Ellos son: a) cuando las circunstancias que lo
acompañan son tales que permiten atribuir al silencio manifestación de voluntad. Ej.: Si la mujer separada de su marido
le denuncia su embarazo y él guarda silencio (Dig. XXV, III, 1.4); y b) cuando el derecho atribuya al silencio el valor de
aceptación. Ej.: cuando el paterfamilias, en conocimiento del matrimonio del filia familias, no se opone (Dig. XXIII, 1.7,
1.12).
c) Exenta de vicios
Los vicios de la voluntad son hechos que hacen que la voluntad o consentimiento que se dio para dar nacimiento a un
acto jurídico sea ineficaz y que el acto pueda ser invalidado. Ellos son el error, el dolo y la fuerza, que vamos a estudiar
a continuación.
1.2. OBJETO
Es el conjunto de derechos que se crean, modifican o extinguen, según el acto jurídico. Se confunde o identifica con la
cosa misma de que se trata.
Como requisito de existencia del acto jurídico, el objeto debe reunir ciertas condiciones:
1.2.1.
Debe existir o, al menos, esperarse que exista
A este propósito, hay que distinguir entre la cosa misma y la suerte.
Si se compra una cosa que existe al momento de celebrarse un contrato de compraventa, por ejemplo, no hay
problema. El requisito de que exista está cumplido. Pero también el acto jurídico puede tener por objeto una cosa que
no existe, pero se espera que exista. Es lo que sucede cuando se compra "la próxima cosecha" de algún producto
agrícola. En este caso, el acto jurídico nacerá sólo si la cosa llega a existir. Si sobreviene una helada y quema los
árboles, no hay acto jurídico por falta de objeto. Si el dueño de la plantación ha percibido una determinada suma de
dinero a cuenta de la venta, deberá restituirla.
Pero también es posible que no se compre la cosa misma sino la suerte. Por ejemplo, una persona le dice a un
pescador "le pago cien sestercios por lo que pesque". Aunque regrese sin nada, estará obligada a pagar porque no
compró la cosa misma sino la suerte. El caso más frecuente es la compra de un número en una rifa. Los que no
obtienen el premio no pueden alegar que les devuelvan lo pagado a pretexto de que en la compraventa que efectuaron
no hubo objeto. Sí lo hubo. Fue la suerte.
De acuerdo a lo anterior, si se compra la cosa misma habrá objeto sólo en la medida que la cosa exista al momento de
celebrarse el acto jurídico o, si se espera que exista, llegue a existir. Si se compra la suerte, en cambio, siempre habrá
objeto.
Para determinar si el negocio recayó sobre la cosa o la suerte había que ver cada caso. Pero para que el acto jurídico
no sea inexistente por falta de objeto deben reunirse otros requisitos.
41
"te compro en trescientos sestercios los perritos que tenga la perra Lassie". Naturalmente, siempre que ella tenga al
menos uno, pues resulta evidente que no se está comprando la suerte sino la cosa misma. No importa cuántos tenga,
pero al menos debe tener uno.
1.3. CAUSA
1.3.1. Origen: La teoría de la causa en los contratos, tal como se estudian hoy, es más moderna que romana. Como
hemos señalado, los jurisconsultos romanos eran, ante todo, prácticos y se ocupaban más que de teorías, de la
solución de casos concretos.
1.3.2. Acepciones: La palabra causa es empleada por los jurisconsultos romanos, en materia de obligaciones, en
diversos sentidos:
a) Causa o fuente de las obligaciones. Así decían que los contratos, los cuasicontratos y los delitos eran fuentes de las
obligaciones. La expresión se empleaba como sinónimo de fuente, o de hecho generador de la obligación.
b) Formalidad de los contratos abstractos. Designan también con la expresión causa las formalidades que deben
agregarse a la convención para la perfección de ciertos contratos. Así, el deudor quedaba obligado en la estipulación
por haber contestado afirmativamente al acreedor usando el verbo spondere (prometer) y el contrato litteris por la sola
circunstancia de haber hecho el correspondiente asiento en el codex (especie de libro de contabilidad).
Son los llamados contratos abstractos, en los cuales no se investiga la finalidad que se ha tenido al obligarse, sino sólo
si se ha cumplido la formalidad. Pero aun en estos contratos el pretor hace prevalecer un sistema más equitativo,
dando medios para defenderse de la acción del acreedor al que se le obliga sin causa, materia a que nos referiremos
en el párrafo siguiente. El sistema que reseñaremos se aplica, en definitiva, a todo tipo de actos jurídicos, sean
causados o abstractos.
c) Como motivo o finalidad jurídica, que tiene en vista la persona que se obliga. O, como dice la terminología moderna,
como causa final.
Es en este sentido en que se define la causa como "el motivo jurídico que induce a celebrar el acto o contrato".
Es desde este punto de vista desde el cual los autores modernos distinguen los actos causados, que tienen causa, de
los abstractos, que carecen de ella. Para estudiar la causa, distinguen los siguientes tipos de contratos:
— Los contratos bilaterales o sinalagmáticos: En ellos la causa de la obligación contraída por cada una de las
partes es la obligación recíproca que contrae la otra.
Así, por ejemplo, en la compraventa, la causa del vendedor de entregar la cosa es la obligación que contrae el
comprador de pagar el precio.
— Los contratos reales: Estos contratos, como veremos más adelante, se perfeccionan por la entrega de la cosa.
Así, por ejemplo, si Pedro le pide prestado a Juan un lápiz, el con trato nace cuando Juan entrega el lápiz a Pedro.
En este tipo de contratos, la causa de la obligación del deudor radica en la entrega de la cosa. En el ejemplo
propuesto, la causa de la obligación de Pedro, de devolver el lápiz, es la entrega previa que de él le hizo Juan.
Diríamos, ¿por qué Pedro devuelve? Porque antes había recibido el lápiz de Juan. Si nada recibió, nada debe, porque
su obligación carece de causa.
— Los contratos gratuitos: En éstos, la causa de la obligación es la mera liberalidad, elemento subjetivo, que se
llama animus donandi (deseo de donar a determinada persona).
En los contratos abstractos o no causados la obligación nace por el cumplimiento de la formalidad especial de cada
uno de ellos, sin que importe que tengan o carezcan de causa o ella sea ilícita. Así, por ejemplo, si una persona se
obliga por una stipulatio a devolver un dinero no recibido, la obligación carece de causa. Sin embargo, el deudor debe
pagar, porque pronunció las palabras solemnes (spondere), que son suficientes y necesarias para el nacimiento del
acto. Pero aun en estos casos el pretor da medios de defensa al que se obligó sin causa. El sistema que a
continuación se reseña se aplica a todo tipo de actos, sean causados o abstractos.
42
a) La condictio indebiti: Se daba esta sanción cuando se pagaba por error lo no debido, en contra del que recibió el
pago y hasta el monto de su enriquecimiento;
b) La condictio data causa non secuta: Se daba esta sanción cuando una persona hacía una prestación teniendo en
vista otra que no realizaba.
Ej.: Una donación por causa de matrimonio, cuando éste después no se realiza. Una permuta en que uno de los
contratantes cumple su obligación con la mira de que el otro cumpla la suya y éste no cumple. A través de esta
condictio, el que cumplió puede recuperar lo pagado del que no cumplió;
c) Condictio ob turpem causa: Tenía lugar cuando una persona se había enriquecido con motivo de la prestación que
otra le había hecho para que ejecutara o se abstuviera de realizar un hecho inmoral;
d) Condictio sine causa: Se concedía cuando la prestación carecía de causa, como en los actos de los incapaces; y
e) Condictio ex injusta causa: Tenía lugar cuando se exigía algo contrariando una regla de derecho, como cuando el
que pacta intereses usurarios pretende cobrarlos. Mediante esta condictio el deudor puede negarse a pagar, siempre
que pruebe que la causa de su obligación es injusta.
43
Son aquellas que se exigen para que los terceros que no hayan participado en el acto jurídico tengan conocimiento de
él. Si no se cumple con las solemnidades publicitarias, el acto jurídico no tiene valor para los terceros a quienes pueda
afectar. Se dice, en tal caso, que le es "inoponible".
2.2.1. El error
El error puede ser definido como "la ignorancia o el falso concepto de la realidad o de una norma de derecho".
De aquí se desprende que puede haber dos clases de error: aquel que recae en la realidad y el que consiste en el
desconocimiento de una norma de derecho. El primero se llama error de hecho y el segundo, error de derecho.
Había error de hecho si una persona en Roma celebraba un contrato con otra suponiendo que tenía más de 25 años y
que, por tanto, era mayor de edad y no necesitaba de un tutor para obligarse, en circunstancias que tenía 23 años. En
este caso, el error de hecho vicia el consentimiento y el acto es nulo.
En cambio, había error de derecho si una persona botaba escombros en la calle sin saber que estaba prohibido.
Comete delito sin que pueda alegar ignorancia de la ley para excusarse de cumplirla, pues se presume conocida por
todos.
Excepcionalmente, los romanos admitieron que determinadas personas pudieran alegar ignorancia de la ley sin ser
sancionadas por infringirla, bajo determinadas condiciones. Fueron los menores de 25 años, las mujeres, los soldados
y los rústicos, esto es, los que vivían en el campo.
El error de hecho pudo recaer en diversos aspectos. Su denominación dependió de aquel en que recayera.
44
de la cosa. No habrá error in corpore que haga anulable el acto jurídico si comprador y vendedor están de acuerdo en
el esclavo de que se trata, pero uno cree que se llama Stico y el otro piensa que su nombre es Sempronio. En cambio
sí hay error in corpore si el esclavo Sempronio posee condiciones especiales, habilidades únicas y lo pretende comprar
una persona en atención a dichas cualidades, poniendo esta circunstancia en conocimiento del vendedor, y éste
entiende que sin embargo le está vendiendo Stíco.
Hemos puesto un ejemplo bastante extremo para aclarar que para que haya error in corpore no basta confusión en el
nombre de la cosa sino que debe haberla en la cosa misma. Mucho más evidente sería el caso de que una persona
entiende que está vendiendo una casa y el comprador supone que está adquiriendo un predio agrícola. Aquí, el error in
corpore es mucho más evidente que en el caso anterior, pero en ambos no hay acto jurídico.
45
De la definición se desprende que puede haber dos clases de coacción: una física, fuerza absoluta, material, que priva
a la persona de libertad y la reduce a un estado completamente pasivo; y la otra moral, que consiste en amenazas
dirigidas contra una persona al extremo de hacerle creer que va a sobrevenirle un mal grave.
La primera es fuerza y la segunda, miedo.
La fuerza física no produce vicio del consentimiento porque, en realidad, no hay voluntad. Mal puede estar viciada. Si a
una persona, por ejemplo, le toman la mano y la hacen firmar, hay un aparente consentimiento, pero en verdad no hay
consentimiento.
En cuanto a la fuerza moral o miedo, para que produzca vicio del consentimiento y permita anular el acto jurídico ha de
reunir algunos requisitos:
2.2.2.1. Debe ser grave, esto es, capaz de producir un justo temor en una persona sana, fuerte, normal. Si a una
persona, para que preste su consentimiento a un acto jurídico se le amenaza con el secuestro de un ser querido y en
esas condiciones firma, no cabe duda de que el requisito de grave se verifica y podrá alegar vicio del consentimiento
para negarse a cumplir la obligación del acto jurídico celebrado en esas condiciones. En cambio, si se le amenaza con
darle un empujón, no podrá exonerarse de cumplir su obligación pretendiendo ampararse en que hubo fuerza.
2.2.2.2. Debe ser actual e inminente, es decir, la amenaza debe consistir en un daño inmediato a la persona. Si se le
amenaza para que firme con incendiarle su casa en veinte años más, por ejemplo, no podrá alegar que se
comprometió apremiado por fuerza, pues, si bien ésta es grave, no es actual ni inminente.
2.2.2.3. Debe ser injusta e ilegítima, esto es, no se puede amenazar a una persona con llevarla a los tribunales si no
cumple. La amenaza de la aplicación de la ley no es amenaza.
Si a una persona, para que pague una obligación que tiene y que es válida, se le dice que si no paga se iniciará un
juicio en su contra y le van a embargar todos sus bienes, esa amenaza es perfectamente lícita. Si la persona paga, no
podrá alegar devolución de lo pagado escudándose en que hubo fuerza, pues, si bien ésta fue grave, actual e
inminente, sin embargo no fue ilegítima ni injusta.
Una declaración de voluntad prestada por amenazas o por presión sobre el espíritu debe anular el acto jurídico. El
fundamento de esta nulidad no es la inexistencia de voluntad sino el hecho de que la voluntad, que existe, ha sido
alterada o viciada. Con la fuerza moral no se destruye la voluntad de querer. La libertad de alguna manera existe. El
que quiere, quiere. Aunque haya sido cohibido, quiere efectivamente. Pero esa libertad influida por la fuerza moral, por
el miedo, se encuentra alterada y la persona no tiene la independencia necesaria en sus determinaciones. Por ello, el
antiguo Derecho civil romano consideró válidos tales actos jurídicos, pero el Derecho pretoriano u honorario modificó
ese rigor. Para ello, el demandado que celebró el acto movido por fuerza moral, amenazado, recibió del pretor una
excepción para evitar ser obligado a cumplir: la exceptio quod metus causa. Esta es, traducida literalmente, la
excepción que tiene por causa el miedo. Con esta excepción pudo detener, paralizar la acción del demandante.
Además, el pretor le otorgó una acción contra el autor de las amenazas, la actio quod metus causa. Con esta acción
demandaba a quien lo había amenazado, evitando esperar que lo demandaran para defenderse. Mediante la actio
quod metus causa tomaba él la iniciativa.
Fuera de la actio y de la exceptio quod metus causa, la víctima de amenaza tuvo la actio in rem scripta contra todo
tercero que se hubiera aprovechado de la fuerza moral. La víctima tenía en su contra facultad para exigir la devolución
de lo que ese tercero hubiera recibido o el cuadruplo de su valor.
Por último, también dispuso de la in integrum restitutio, para volver las cosas al estado anterior.
2.2.3. El dolo
2.2.3.1. Concepto
El dolo puede ser considerado desde diversos puntos de vista: a) como delito, esto es, el delito de dolo, propiamente
tal, que se examinará al estudiar los delitos como fuente de las obligaciones; b) como causal de inejecución de las
obligaciones, es decir, una persona que actúa premeditadamente, de tal manera que sus acciones le impiden cumplir
una obligación válidamente contraída; y c) como vicio del consentimiento.
El dolo, considerado como vicio del consentimiento, puede definirse como "aquella maquinación fraudulenta que se
ejerce sobre la voluntad de una persona para que preste su consentimiento en la celebración de un determinado acto o
contrato".
De acuerdo a la definición, el dolo consiste en el engaño, puesto que origina voluntariamente un error mediante
artificios o maquinaciones dirigidas a inducir una declaración de voluntad constitutiva de un acto de derecho. El error
causado por el dolo se origina por deliberación reflexiva e intencional, utilizando una especie de artificio para engañar a
otro. En consecuencia, la voluntad declarada lo ha sido en razón de las aludidas maquinaciones fraudulentas, sin que
haya voluntad real. Por ejemplo, una persona convence a otra de que le compre su predio agrícola induciéndola a
comprarlo con el pretexto de que tiene información fidedigna de que está por dictarse una ley que aprueba la
46
construcción de un camino que valorizará considerablemente la propiedad. El sujeto, que no tenía ningún interés en el
predio, decide adquirirlo a un alto precio por esa razón descubriendo, posteriormente, que era falso.
Este dolo, llamado dolo malo para diferenciarlo del bueno —distinción que haremos más adelante—, consistía en
cualquiera alteración de la verdad hecha a propósito para que otro ejecutara una acción que le era perjudicial y que de
otro modo no hubiera ejecutado. Parece lógico que, dado este concepto, el acto jurídico donde hubo dolo sea nulo por
falta de libertad en la voluntad, ya que una declaración de voluntad no puede ser válida si no ha sido libre. Sin
embargo, como al fin y al cabo la causa que podría determinar la nulidad del acto donde existe dolo es una causa
psicológica, el negocio así concluido, al igual que si hubo fuerza moral, era válido de acuerdo al Derecho civil. Ya
veremos, sin embargo, que el pretor dio a la víctima del dolo ciertos mecanismos de defensa. Veremos primero las
distintas clases de dolo y luego dichos mecanismos.
Dolo incidental es aquel que induce a obligarse en forma más onerosa. En el mismo ejemplo anterior, si el comprador
estaba decidido a comprar ese predio y como consecuencia del dolo pagó más, ese dolo tendrá el carácter de
incidental.
El efecto de uno u otro dolo es completamente distinto, según se verá. A veces no resulta fácil saber si se trata de dolo
principal o incidental. Hay que examinar caso por caso.
47
Sin embargo, el pretor concedió algunos mecanismos de defensa a la víctima del dolo:
2.2.3.3.1. La actio doli o acción de dolo. Tiene por objeto permitir a la víctima del dolo recuperar lo que ha dado en
virtud del acto jurídico anulable por dolo. Naturalmente que esta acción podrá deducirse únicamente cuando la víctima
haya contraído o cumplido una obligación de dar. Si su obligación consistió en hacer algo y ya lo hizo, la actio doli no le
servirá. Cabe agregar que esta acción, subsidiaria y de carácter penal, no podía utilizarse contra terceros sino sólo
contra el causante del engaño. La condena en virtud de la actio doli producía nota de infamia.
2.2.3.3.2. La exceptio doli o excepción de dolo. Si la víctima del dolo no había cumplido aún la obligación emanada
del acto en que hubo dolo, a la acción deducida por la otra parte para obligarlo a cumplir la víctima podía oponer la
excepción de dolo para excusarse.
2.2.3.3.3. La restitutio in integrum o restitución por entero. Sirve para perseguir que las cosas vuelvan al estado
anterior al momento en que se celebró el acto con dolo. La in integrum restitutio sólo procedía cuando la víctima no
tenía ninguna otra acción, ningún otro recurso para hacer frente al dolo que se cometió en su contra.
2.5.1. La capacidad de goce consiste en la aptitud legal para adquirir derechos. Todos tienen capacidad de goce.
Basta ser persona para tener dicha capacidad. Así, por ejemplo, un recién nacido tiene plena capacidad para recibir
una herencia. Naturalmente, no podrá administrarla, pero puede adquirirla.
2.5.2. La capacidad de ejercicio es la aptitud legal para ejercer derechos y contraer obligaciones. Así, por ejemplo, en
Roma era indispensable tener más de 25 años de edad, ser ciudadano romano, sui iuris y no estar afecto a ninguna
incapacidad de hecho.
Otro elemento de la naturaleza es aquel que permite dejar sin efecto el contrato si la otra parte no cumple su
obligación. Del mismo modo, también es elemento de la naturaleza la responsabilidad del vendedor por los llamados
vicios redhibitorios o vicios ocultos que tenga la cosa. Por ejemplo, se vende un caballo y poco después muere porque
estaba enfermo.
Por cierto, nada impide a las partes consignar de manera expresa cualquier elemento de la naturaleza en el respectivo
contrato.
Pueden definirse como aquellos que "sin ser esenciales, se entienden incorporados en un acto jurídico sin necesidad
de cláusulas especiales".
48
El caso más claro es lo que se conoce como la responsabilidad por evicción, que se estudiará en detalle en la
compraventa. Por ahora digamos que la evicción consiste en la privación de la cosa comprada que sufre el comprador,
por sentencia judicial, por un vicio anterior a la venta. Imaginemos que una persona compra el esclavo Stico y luego
aparece un tercero que lo demanda, alegando que el compró primero a Stico y así lo demuestra. Como resultado de la
demanda de ese tercero, el comprador es privado de Stico. En tal caso el vendedor deberá responderle restituyendo no
sólo el precio recibido sino también indemnizando los perjuicios sufridos. Esta obligación del vendedor, consistente en
responder al comprador de que pueda gozar de la posesión tranquila y pacífica de la cosa comprada, la obligación de
responderle si es privado de la cosa por sentencia judicial es un elemento de la naturaleza de este acto jurídico
llamado compraventa. No es necesario que en el contrato se establezca de manera expresa que el vendedor responde
de la evicción. Dicha responsabilidad se considera incorporada a todo contrato de compraventa.
Pueden ser definidos como aquellos que "las partes agregan a un acto jurídico, mediante cláusulas especiales, y que
están destinados a modificar sus efectos naturales, ya sea en cuanto a su nacimiento, ejercicio o extinción".
En efecto, si se celebra un contrato de compraventa, por ejemplo, lo normal será que en el momento de convenirse en
la cosa y en el precio se produzcan obligaciones para el comprador —la de entregar el precio— y para el vendedor, la
de entregar la cosa. Sin embargo, nada impide que las partes agreguen al contrato una cláusula que diga, por ejemplo,
"esta venta queda sin efecto si aparece un mejor comprador dentro de seis meses". Estaremos sujetando los efectos
del contrato a que pueda llegar alguien, en ese período de tiempo, que ofrezca un mejor precio. También se puede
decir que "esta venta queda sin efecto al cabo de dos años, comprometiéndose el vendedor a restituir el precio
reajustado y el comprador a devolver la cosa". Nos encontramos frente a una venta a plazo. E incluso puede añadirse
una cláusula modal, según se verá.
Los elementos accidentales se llaman también modalidades del acto jurídico y pueden ser: la condición, el
plazo y el modo.
La condición puede definirse como "un acontecimiento futuro e incierto del cual depende el nacimiento o la extinción
de un derecho".
El plazo es el "acontecimiento futuro y cierto del cual depende el ejercicio o la extinción de un derecho".
El modo es un "gravamen impuesto al beneficiario de una liberalidad".
1. LA CONDICIÓN
1.1. CONCEPTO
"Es el acontecimiento futuro e incierto del cual depende el nacimiento o la extinción de un derecho".
Antes de analizar la definición, digamos que ahora la condición es concebida como un acontecimiento futuro e incierto
de cuya realización depende la eficacia del negocio jurídico condicional. El derecho más antiguo y el clásico solamente
conocen la condición suspensiva, en la que el negocio jurídico produce sus efectos cuando el hecho en que consiste la
condición se cumple.
El acontecimiento debe ser futuro. Si es pasado o presente no hay condición. Así, por ejemplo, si yo digo "le doy cien si
llegó ayer una nave de Asia". En tal caso, sólo se pueden dar dos hipótesis: primera, el acontecimiento en que consiste
la condición no se cumplió, esto es, ninguna nave llegó ayer de Asia, en cuyo caso el negocio jurídico carece de
validez. La otra alternativa es que, efectivamente, haya llegado ayer una nave de Asia. En tal evento, el acto jurídico es
puro y simple.
El acontecimiento debe, además, ser incierto. Si fuera cierto, entonces sería un plazo. Si digo "le doy cien si muere
Stico", en la práctica, aunque la proposición aparezca revestida bajo la apariencia de una condición, en realidad es un
plazo. Más lógico sería decir "le doy cien cuando muera Stico". Es evidente que Stico alguna vez va a morir. Lo que no
sabemos es cuándo morirá.
En consecuencia, que sea incierto quiere decir que no se sepa si va a ocurrir.
Cabe anotar también que determinados actos legítimos no pudieron ser sometidos a condición. Entre éstos la
mancipatio, la in iure cessio, la acceptilatio, la heredis aditio, la datio tutoris y otros.
1.2. CLASIFICACIÓN
49
recibe una mejor oferta. A través de estos ejemplos vemos cómo, de ocurrir las circunstancias señaladas, queda sin
efecto el acto jurídico.
A partir de los referidos pactos o cláusulas especiales, se irá abriendo luego el camino para este tipo de modalidades
resolutorias, pero digamos que las mismas van a ser miradas con desconfianza por los juristas romanos cuando se las
relaciona con la libertad, por ejemplo —manumitir con condición resolutoria— o con la propiedad y las situaciones del
derecho hereditario, por cuanto estimaban contrario a las buenas costumbres sujetar a estados dudosos situaciones
como las mencionadas, que debían permanecer invariables.
50
Mientras está pendiente, el acto jurídico produce todos sus efectos como si fuera puro y simple. Cuando el hecho en
que consiste se cumple, el derecho se resuelve y extingue. Las consecuencias dependerán de si se trata de una
condición meramente extintiva o de una condición resolutoria, según se vio. Y, por último, cuando la condición
resolutoria está fallida el derecho se consolida y el acto jurídico se transforma, definitivamente, en un acto puro y
simple. Por ejemplo, en el caso del comodato "hasta que llegue mi tía de Asia", muere la tía. La condición habrá fallado
y el derecho del comodatario se consolida.
La condición resolutoria pudo ser de tres clases:
51
d) La condición puede ser lícita o ilícita.
La condición es ilícita cuando el hecho en que consiste atenta contra la moral, el orden público o las buenas
costumbres. "Te daré cien si matas a Ticio".
La condición ilícita anula el acto jurídico, lo deja sin efecto.
Los romanos establecieron una casuística interesante en esta materia. Así, si se decía: "Te prometo cien si no matas a
Ticio", el acto jurídico era nulo, porque no debía pagarse para permanecer honesto. En cambio, admitían el caso
siguiente: Una mujer que al casarse le plantea al marido, "¿me prometes cien si no abandonas tu costumbre de tener
concubina?" Esta condición la estimaban válida, porque aquí el beneficio no es para el que se debe abstener del hecho
inmoral. También admitían esta otra condición: "Te daré cien si impides que Ticio mate a Sempronio", por cuanto se
trataba de un hecho que podía sucederle a un tercero.
2. EL PLAZO O TERMINO
Es el acontecimiento futuro y cierto del cual depende el ejercicio o la extinción de un derecho.
El plazo y la condición tienen en común el tratarse de acontecimientos futuros, pero se diferencian en que el
acontecimiento futuro en la condición es incierto, y en el plazo es cierto e inevitable. Además se diferencian en que los
efectos nacidos de una condición pueden obrar retroactivamente; en cambio en el plazo se producen sin retroactividad.
Como se desprende de la definición que hemos dado, el plazo puede retardar la exigibilidad de un derecho, o bien,
extinguir un derecho. El plazo puede estar referido al comienzo o al fin de la relación jurídica. Cuando del plazo pende
la exigibilidad del derecho, se dice que el plazo es suspensivo; en cambio, si de su transcurso depende la extinción de
un derecho, es extintivo. También ambas denominaciones se conocen como plazo inicial y plazo final.
Lo normal es que los actos jurídicos que no pueden estar sujetos a condición —como el matrimonio, por ejemplo—,
tampoco admiten plazo. Salvo en aquellos casos en que, por la naturaleza de la prestación, ésta no pueda cumplirse
en un momento determinado.
Si bien el plazo suspensivo o inicial detiene el ejercicio de un derecho, no detiene la adquisición del mismo. El derecho
se entiende ya incorporado a nuestro patrimonio. Por tal motivo, en ese caso se pueden ejecutar los actos de
seguridad destinados a afianzar el derecho.
Si el plazo es extintivo o final, produce la caducidad de la relación que se creó, extinguiéndose todos los derechos que
integran su contenido.
En otras palabras, el plazo inicial suspende los efectos jurídicos, pero no la existencia del derecho. Vencido el plazo, el
derecho puede reclamarse sin que tenga efecto retroactivo. En cambio, cuando el plazo es final o extintivo, al vencerse
se extinguen también los derechos que pendían de su cumplimiento.
Sin embargo, a pesar de que el plazo es un acontecimiento futuro y cierto, se puede admitir una cierta incertidumbre en
él. Sobre esa base, los romanos analizaron los siguientes supuestos:
52
2.1. Dies certus an certus quando (se sabe con certeza qué sucederá y cuándo sucederá): "Te daré cien para las
calendas del mes de marzo".
2.2. Dies certus an incertus quando (se sabe con certeza qué ocurrirá, pero no se sabe cuándo): "Te daré cien el
día que muera Ticio".
2.3. Dies incertus an certus quando (no se tiene certeza si ocurrirá; pero de ocurrir, se sabe cuándo ocurrirá): "Te
daré cien cuando cumplas 20 años".
2.4. Dies incertus an incertus quando (no se tiene certeza si ocurrirá y tampoco la hay sobre cuándo ocurrirá):
"Te daré cien el día que se case Ticio".
Los dos últimos casos han sido considerados por algunos como condiciones disfrazadas, por lo que estrictamente
hablando no serían plazos. Creemos, sin embargo, que se puede dar una cierta tonalidad —muy pequeña, por tratarse
de casos límites— de diferenciación. Así, por ejemplo, una cosa es decir: "Te daré cien si viene una nave de Asia" —
aquí la obligación queda supeditada a que llegue una nave de Asia— y otra distinta es decir, por ejemplo, a propósito
de una compraventa: "Mira, ahora no tengo el dinero necesario para pagarte el precio, pero te lo daré cuando llegue mi
amigo, que viene en la nave que procede de Asia". En este último caso, lo que se quiere obtener es meramente un
retraso o demora en la obligación de pagar, pero de tal manera que si el hecho no ocurre, el precio queda igualmente
debido.
Ampliando más los especiales efectos del plazo, puede decirse que en materia de obligaciones el plazo cierto no
suspendía la existencia del derecho, sino su exigibilidad. La duda existía, desde luego, pero sólo podía exigirse su
cumplimiento cuando el plazo hubiese vencido, y por ello, y mientras tanto, se decía que cedía el día, pero que no
venía aún, resultando que lo que se hubiese pagado por error antes de cumplirse el plazo no podía reclamarse como
indebido; pero si el acreedor intentaba su acción, incurría en las penas de la plus petitio.
Cuando se había puesto un plazo ad quando, su efecto consistía en que por derecho estricto la obligación era
perpetua, porque todo vínculo de derecho subsistía por su naturaleza hasta que interviniese algún acto o
acontecimiento jurídicamente reconocido que lo hiciera cesar. Pero como esta consecuencia del derecho sería inocua,
los pretores concedían en este caso una excepción para rechazar la acción del acreedor, aparte, además, de que este
principio de rigor fue muy modificado por el Derecho nuevo.
Por lo demás, hay actos jurídicos que no toleran condición y tampoco plazo: la mancipatio, la acceptilatio, la aditio
hereditatis y la datio cognitoris.
Un aspecto interesante, en materia de plazo, es el tiempo. Y lo es no sólo en cuanto por él se adquieren ciertas cosas
a través de la usucapió y se extinguen las acciones que conceden las leyes por su falta de ejercicio dentro de ciertos
plazos, prescripción de acciones, sino también porque el tiempo es preciso determinarlo señalando períodos del
mismo.
Para contar los mencionados períodos de tiempo, el derecho romano hablaba de una computación natural, computatio
naturalis, en la que, apreciando el momento de iniciación y el último o final con exacta precisión, se computaba el
tiempo de momento a momento y otra computación civil, coputatio civilis, en la que se contaba por días, por ser el día
la unidad indivisible e ínfima y a veces, según las fuentes, el tiempo civil se tenía por completo desde el momento en
que había principiado el último día del plazo. Así se contaron y computaban la edad para el testamento, para las
manumisiones de la ley Aelia Sentía y los plazos para adquirir por usucapió.
Asimismo, el tiempo, en cuanto se refería a la época en que principiaban a correr los plazos o términos señalados con
una finalidad jurídica, podía ser continuo y útil y dar lugar a una computación continua o útil.
En el tiempo continuo el plazo se contaba desde el momento en que sucediera un acontecimiento, aunque la persona
interesada no tuviese conocimiento de él. En el útil no se principiaba a contar hasta que aquélla tuviese este
conocimiento. En cuanto a la duración, se decía tiempo continuo el que, una vez principiado, corría sin interrupción.
Entraban todos los días, sin distinguir los fautos o nefastos. Y tiempo útil era aquel en que sólo se contaban los días
aptos para las actuaciones judiciales y, por tanto, no figuraban en el mismo los días prohibidos para realizar el acto a
que el plazo se refiere, llamados días inhábiles.
Normalmente juega un papel principal en las relaciones de derecho el tiempo continuo y sólo en plazos cortos, no
menores de un año, tiene aplicación el tiempo útil.
También se tuvo en cuenta la imposibilidad de determinarse el tiempo de duración de una situación jurídica
determinada, y en orden a los efectos de la misma, se admitía proteger tales situaciones como si de manera legítima
hubiesen surgido.
¿Se podía renunciar al plazo?
Depende en favor de quién esté establecido. Si beneficia sólo al deudor: "Le doy el esclavo Stico la próxima semana",
no hay problemas en renunciar a él y entregar el esclavo antes. Pero si beneficia a ambos, como en un mutuo a
interés, sólo puede renunciarse por mutuo acuerdo.
3. EL MODO
53
Puede definirse como "un gravamen impuesto al beneficiario de una liberalidad". Es una cláusula agregada a los actos
de liberalidad —legados, donaciones, instituciones de herederos—, por medio de la cual se impone al destinatario del
beneficio gratuito un comportamiento determinado. Un ejemplo sería éste, a propósito de una institución de heredero:
"Que sea Ticio mi heredero. Pero que en el fundo que recibirá levante un monumento funerario a mi memoria".
No debe confundirse el modo con la condición. En este caso sería una condición potestativa: que sea mi heredero si
me levanta un monumento funerario. En efecto, en la condición, la eficacia del acto jurídico se suspende hasta que
ocurra el hecho en que consiste. En cambio en el modo, la disposición de la institución de heredero es de efecto
inmediato.
El problema que se presenta es saber cómo se puede exigir el cumplimiento del modo. En esto, el derecho romano se
movió muy cautamente, teniendo en cuenta las características de cada acto jurídico. Hay que distinguir:
a) Cuando se trata de un legado submodo, puede ocurrir que el legatario pretenda judicialmente obtener la cosa.
En este caso, a instancias del heredero el pretor podía negársela hasta tanto no diera garantías suficientes (cautiones)
que afianzaran el cumplimiento posterior del encargo. Luego, en el derecho imperial, para el supuesto de que el modo
beneficiara a un persona concreta, se lo juzgaba como si fuera un fideicomiso, de tal modo que el beneficiario gozaba
de las medidas extraordinarias concedidas para el cumplimiento de este tipo de negocio.
b) Cuando se trataba de una institución de heredero, podía ocurrir que fuera un solo y único heredero. En este caso, el
testador podía haber establecido una sanción de desheredación si no cumplía el modo. También se admitió que
cuando beneficiaba a una entidad religiosa (collegium) o, en general, a un interés público, el magistrado podía imponer
una multa al heredero que no cumplía el encargo. A su vez, podía ocurrir que juntamente con el heredero instituido
submodo existieran otros herederos. En este caso, si no cumplía el modo, los demás, antes de la partición de la
herencia, podían exigirle garantías (cautiones).
c) Por último, cuando se trataba de una donación, el donante podía acompañar el traspaso del dominio —mancipatio—
con un pacto de fiducia, por el cual el beneficiado se obligaba por su fides a cumplir la modalidad. Si no lo hacía, el
donante tenía un actio fiduciae para asegurar el cumplimiento. Igualmente lo podía hacer realizando una stipulatio.
Luego, en el derecho posterior, se le admitieron al donante dos acciones: la condictio causa data causa non secuta,
para recuperar la cosa donada, y la actio prescriptis verbis, si pretendía el cumplimiento del encargo o modo, para
obligar al donatario a cumplir.
Capítulo Segundo
LA REPRESENTACIÓN EN LOS ACTOS JURÍDICOS
1. ANTECEDENTES GENERALES
Lo normal es que la voluntad sea manifestada por la persona respecto de la cual se quieren producir los efectos del
acto jurídico. Sin embargo, hay casos en los cuales esa manifestación de la voluntad la realiza una persona distinta.
Nos encontramos, entonces, ante lo que se denomina representación.
La representación puede definirse diciendo que consiste en que "los efectos de un acto jurídico se radican en una
persona distinta de quien lo celebra".
Es necesario, sin embargo, hacer una aclaración previa, pues la representación puede revestir dos formas
absolutamente diversas:
a) El representante puede actuar en nombre y por cuenta del representado. En tal evento, los efectos del acto jurídico
así realizado se radican en la persona del representado. Estamos frente a lo que se llama representación directa. Por
ejemplo, Mario, en representación de Marcelo, compra un fundo a César. Los efectos de la venta se radican en
Marcelo. Del mismo modo, Mario celebra con César un contrato de mutuo o préstamo de consumo (puede tratarse de
un préstamo de dinero, por ejemplo), en representación de Marcelo. De acuerdo con la hipótesis que nos hemos
planteado, Marcelo será directamente el acreedor o el deudor.
b) El representante puede actuar por el representado, pero a nombre propio, en el sentido de que los efectos del acto
jurídico se producen en la persona del representante. En este caso se llama representación indirecta.
Por ejemplo: Mario compra a César un predio de su propiedad por cuenta de Marcelo. La adquisición del predio será
para Mario, quien luego deberá transferir los efectos del referido acto jurídico a Marcelo. Lo mismo ocurre en este otro
ejemplo: Mario celebra con César un contrato de mutuo, por cuenta de Marcelo. El que queda como acreedor o deudor
es Mario quien, de acuerdo con la relación interna entre representante y representado, deberá transferir los efectos del
acto jurídico a Marcelo. Este tendrá acción para exigirle la entrega de lo que recibió en mutuo.
Como se desprende de lo dicho, la definición que hemos dado corresponde a la representación directa. Pero esta
forma de representación directa es relativamente moderna. Los romanos emplearon la forma de representación
54
indirecta. La idea de que los efectos de un acto jurídico se radiquen en otra persona independiente y distinta de la que
participó en su celebración, presupone una muy desarrollada capacidad de abstracción. Esta auténtica representación
reviste su forma actual a partir de la dogmática del siglo XIX. Los derechos antiguos, entre ellos el romano, para hacer
posible la actuación jurídica de una persona por otra se sirvieron de medios distintos, especialmente de órganos
dependientes, esto es, de la representación mediata o indirecta y de la fiducia. Los romanos, solamente dentro de
estrechos límites admiten en su Derecho privado la actuación jurídica de una persona por otra.
2. ÓRGANOS
La actuación a través de órganos dependientes es conocida en el derecho romano desde antiguo, pero ocupa en el
derecho privado un reducido espacio. Sirve de fundamento a esta concepción la idea de que quien para actuar
jurídicamente se sirve de una persona que de él depende, procede de modo semejante al hombre que se sirve de sus
miembros corporales. El órgano es un "instrumento animado", un "brazo prolongado". Los romanos consideran también
órgano al que, hallándose en situación de dependencia, está facultado para adoptar una decisión de manera más o
menos autónoma.
Fuera del campo del derecho privado, la actuación de una persona por otra se halla muy extendida: el Estado romano
actúa por medio de un magistrado; las divinidades, en ciertos casos, actúan por sus sacerdotes.
Para actuar mediante órganos en derecho privado, hay que distinguir entre la adquisición de derechos y la asunción de
obligaciones para otro o a cargo de otro. Los negocios dispositivos con efecto para otro no se rigen por la doctrina del
órgano:
1. a) Los derechos pueden adquirirse en Roma mediante los propios hijos de familia y los esclavos, pero no por
personas libres ni extrañas a la casa. Los hijos de familia— entre los que se incluye a la mujer, en la misma categoría,
en el caso de los matrimonios celebrados cum manus—, carecen de capacidad patrimonial. No pueden, en
consecuencia, tener un patrimonio propio. Sólo tiene capacidad patrimonial quien detenta el poder familiar, el
paterfamilias. Lo que adquieren los hijos o los esclavos —como se verá al estudiar Las Personas—, ingresa
necesariamente al patrimonio del padre. Que los hijos y esclavos actúen o no en nombre del padre es indiferente.
También lo es que el padre tenga o no noticia de su actuación y desee o no desee esta actuación.
b) La adquisición de derechos por medio de una persona libre, que no guarda relación de dependencia con el
representado, se halla por lo general excluida. El derecho clásico conoce una excepción, en cuanto que el
administrador libre de un patrimonio (procurator) y probablemente también el tutor, pueden adquirir la posesión y con la
traditio la propiedad, en favor de su representado, como consta en Gayo
(2,95; 3, 103). La referida excepción del procurator se explica porque el administrador de un patrimonio ajeno, como
suele ocurrir entre personas acomodadas, es, por lo general, un liberto propio, el cual, en la época republicana,
depende más estrechamente que con posterioridad del manumitente, su patrono. En el derecho imperial se dan otros
casos de excepción.
2. Las obligaciones derivadas de actos jurídicos o de otros actos semejantes afectan, según el ius avile, sólo a quienes
personalmente las contrajeron. El pretor, sin embargo, da al acreedor relativamente en cuanto a las obligaciones
contraídas por los hijos de familia o los esclavos en ciertos casos, acciones sobre quienes tienen la potestad sobre
éstos. Son las llamadas acciones adiectitia qualitatis o con trasposición de personas. Estas acciones se fundan en que
el hijo o el esclavo han sido autorizados para contraer la obligación por quien tiene sobre ellos el poder, o bien han sido
nombrados por éste para realizar determinadas funciones, o les ha sido concedido un peculio, o han proporcionado a
su potestad habiente una ventaja patrimonial. La responsabilidad del potestad habiente (esto es, del padre o del amo,
según sea el caso) por las deudas de ciertos empleados suyos, se da también cuando aquél ha encomendado
funciones a personas libres o a un esclavo ajeno. Esta responsabilidad adiectitia o "añadida" se basa en la idea de la
dependencia orgánica. Pero no se produce como en la auténtica representación, en lugar de la propia responsabilidad
del sometido a potestad, sino junto a ésta.
En el derecho vulgar posclásico, la representación por medio de representante adquiere mayor importancia. Justiniano
restablece en gran parte el derecho clásico.
a) Según el derecho vulgar, quien no está sometido a potestad puede adquirir derechos para otro por haber sido
autorizado debidamente por el interesado o por haber ratificado éste los actos adquisitivos por él realizados. También
se amplía el número de los negocios obligacionales que pueden vincular al representado. Además, las personas
dependientes que concluyen el acto jurídico poseen ahora una capacidad patrimonial limitada, de manera que contra
ellos puede también accionarse.
b) En la época de Justiniano, la adquisición por medio de personas libres se limita a la de la posesión y a la propiedad
por traditio de las cosas, sin que se requiera que esta persona libre sea precisamente el procurador o el tutor. La
responsabilidad adiectitia que proviene de los actos jurídicos que producen obligaciones experimenta también una
55
ampliación. Sobre precedentes clásicos, en los casos en que el hijo o el esclavo ha sido autorizado para obligarse, se
considera parte contractual el potestad habiente, y el acreedor dispone contra él, en lugar de la acción adiectitia, de la
acción que proviene del contrato.
LIBRO III
DE LAS PERSONAS
Capítulo Primero
CONCEPTOS GENERALES
1. CAPACIDAD JURÍDICA
Es sujeto de derechos todo ser al que la ley reconoce aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones.
De aquí se desprende que para ser sujeto de derechos es necesario que el ordenamiento jurídico le reconozca
capacidad jurídica. En caso contrario podrá ser persona (como el esclavo), pero no sujeto de derechos. En
consecuencia, la capacidad jurídica debe entenderse como aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones, lo
que no caracteriza a la "persona" sino al "sujeto de derechos".
Hay "personas" que no son sujetos de derechos, como el esclavo; también hay "sujetos de derechos" que no son
personas, como las corporaciones y fundaciones. Ambas pueden actuar, adquirir derechos y contraer obligaciones,
pero no eran personas en Roma. (Hoy se les denomina "personas jurídicas", en contraposición a las "personas
físicas".)
Cuando decimos hoy, por ejemplo, que la Municipalidad de tal parte es dueña de ciertos bienes, afirmamos que ese
municipio es sujeto de derecho. Con ello señalamos que puede adquirir derechos y contraer obligaciones. En definitiva,
ese municipio es persona, si bien no es individuo humano.
Aunque en el desarrollo de esta parte de la materia veremos detalladamente cada estado, digamos que en Roma no
bastaba ser hombre para que el ordenamiento jurídico reconociera al sujeto capacidad jurídica. Era necesario poseer,
además, cada uno de estos tres estados: libertad, ciudadanía y familia. Sólo quien era libre, habitante de la ciudad de
Roma y poseía el estado de familia tenía plena capacidad jurídica o "capacidad de goce". Más tarde se modificó este
rigorismo.
Sin embargo, podía ocurrir que un hombre dotado de plena capacidad jurídica o de derecho: libre, ciudadano romano y
sui iuris (no sometido a la potestad o dependencia de nadie) tenga problemas de hecho para realizar actos jurídicos ya
sea por edad, enfermedad mental, etc. En tal caso adolece de una incapacidad de hecho. Imaginemos un menor de
edad que es libre, ciudadano y que al morir su paterfamilias no queda sujeto a la potestad de nadie haciéndose "sui
iuris". Mientras no alcance la pubertad está incapacitado para ejercer por sí solo ningún acto jurídico. Debe recurrir a un
tutor que lo sustituirá.
También podía suceder al revés, que un "incapaz de derecho" fuese "capaz de hecho". Así, el esclavo era
perfectamente capaz de realizar ciertos actos; era capaz de hecho, pero el ordenamiento jurídico romano no le
reconocía capacidad jurídica. Todo lo que adquiriese en virtud de los actos que realizara pasaba a su amo.
a) Sujetos de derecho eran aquellas instituciones o personas que el ordenamiento jurídico facultaba para celebrar
válidamente actos jurídicos;
b) Las instituciones que por excelencia eran sujetos de derecho, denominadas hoy personas jurídicas, eran las
llamadas corporaciones y fundaciones;
c) Para que una persona natural fuera sujeto de derecho se requería que fuese libre, ciudadano romano y sui iuris, esto
es, que no estuviese sometido a patria potestad (o poder de otro) y que tampoco tuviera ningún impedimento de hecho
como la edad, el sexo o alguna enfermedad mental.
Sin perjuicio de un estudio más detallado que se hará luego, daremos conceptos básicos sobre los tres estados en que
una persona natural puede hallarse.
56
"Referente al derecho de las personas, la división más amplia es ésta: los hombres o son libres o son esclavos" (Gayo,
1,9).
La libertad es la facultad natural que tiene cada uno de hacer lo que le plazca, a no ser que la fuerza o la ley se lo
prohíban. La esclavitud es una institución del derecho de gentes por la cual uno se encuentra sujeto, contra la
naturaleza, al dominio de otra persona.
El esclavo es persona pero no sujeto sino objeto de derechos; sólo el hombre libre puede ser sujeto de derechos.
La persona libre puede ser, a su vez, ingenuo o liberto. Es ingenuo el que nació libre y ha sido siempre libre. Es liberto
el que fue esclavo y luego se le manumitió. Ya nos referiremos con más detalle a esta distinción.
57
"Está recibido por la autoridad del doctosísimo Hipócrates, que el parto es perfecto a los siete meses" (Paulo, D.
1.5.12).
No se formaba la personalidad si el parto era un aborto.
Gayo establece que si la viuda que esperaba un hijo de su marido que fue muerto, aborta, la herencia pasa a los
herederos testamentarios. Es decir, como se consideraba que el hijo no había nacido, sucedían a su padre los
herederos llamados en el testamento, el que no habría sido válido de haber nacido el hijo de una manera normal.
en el momento del parto: si la madre es libre, el hijo nace libre; si es esclava, nace esclavo.
Más adelante examinaremos en profundidad este problema. También veremos cómo los romanos establecieron el
período en que pudo haberse producido la concepción.
En cuanto a los derechos establecidos en favor del que está por nacer, se reconocieron derechos hereditarios al hijo
póstumo, esto es, al concebido pero no nacido al morir el padre. Para justificar jurídicamente el reconocimiento de
derechos al que está por nacer, los romanos recurrieron a una ficción: estos derechos estaban sujetos a la condición
suspensiva de que naciera la criatura, cumpliéndose todos los requisitos examinados en el número anterior y pudiera
llegar a tener la calidad de persona. Ahora bien, si nacía, los romanos presumieron que esos derechos —en suspenso
hasta el momento del nacimiento— le habían pertenecido siempre; si no nacía, la condición suspensiva se consideraba
fallida y era como si esos derechos nunca hubieran existido.
La protección de los derechos eventuales del que está por nacer tiene una explicación: evitar que, por falta de
protección, esos bienes se enajenaran antes de nacer la criatura.
Los principales derechos del que está por nacer son los siguientes:
a) El concebido puede ser instituido heredero o legatario, en cuyo caso los derechos hereditarios deferidos
permanecerán en suspenso hasta el nacimiento.
"Los antiguos miraron a los que aún estaban en el vientre de tal modo que les conservaban íntegros sus derechos
hasta el tiempo de nacer, como ocurre en el derecho de las herencias" (Paulo, D. 5.4.3).
d) La madre viuda encinta de un hijo póstumo podía pedir alimentos con cargo a la porción hereditaria que haya de
corresponder a su hijo y, en garantía de ese derecho, podía entrar en posesión provisional de los bienes de la herencia
(missio in possessionem ventri nomine).
La protección de los derechos eventuales del que está por nacer tiene una explicación: evitar que, por falta de
protección, esos bienes se perdieran si nacía la criatura.
5. CAPITIS DEMINUTIO
Vimos que la plena capacidad jurídica estaba determinada por la posesión de los estados de libertad, ciudadanía y la
calidad de sui iuris, dentro del estado de familia.
Es posible que una persona pase de un estado a otro, cambie su estado. Así, se traslade de libre a esclavo; de
ciudadano a no ciudadano o de "sui iuris" a "alieni iuris" y viceversa. Como se puede ver, la "capitis deminutio" no
siempre debe considerarse como una disminución de la capacidad jurídica, pues, si bien ello ocurre al libre que se
hace esclavo, al ciudadano que deja la ciudad de Roma para hacerse ciudadano de otra ciudad o al "sui iuris" que pasa
a ser "alieni iuris", también hay "capitis deminutio" para el que pasa de "alieni iuris" a "sui iuris", produciéndose en este
caso un aumento de la capacidad.
Es así como ahora podemos elaborar la siguiente definición:
Capitis deminutio es la alteración que experimenta una persona al pasar de un estado a otro.
Algunos, sin embargo, descubren un ingenioso argumento para declarar que la capitis deminutio es siempre una
reducción de la capacidad. Señalan que debe mirarse más bien a la institución que a la persona. En tal sentido,
agregan, en la capitis deminutio que consiste en que el alieni iuris se emancipa haciéndose sui iuris también hay
disminución de capacidad, si se mira desde el punto de vista de esa familia que padeció el alejamiento de un sui iuris
por emancipación.
58
La capitis deminutio puede ser de tres clases, atendidos los tres estados de las personas: "máxima", "media" y
"mínima".
Hay capitis deminutio máxima cuando la persona cae en esclavitud. Pierde todos sus derechos y sus bienes —lo
mismo que su persona— pasan a poder del amo. Se terminan sus derechos civiles y políticos y se transforma, de un
"sujeto de derechos" en un "objeto de derechos".
Hay capitis deminutio media cuando la persona deja de pertenecer a la ciudad de Roma, pero continúa siendo libre.
Así, por ejemplo, si un ciudadano romano se traslada a vivir a otra ciudad o es deportado fuera de Roma. En tal caso
pasará a tener los derechos de la nueva comunidad a la que se traslade.
Hay capitis deminutio mínima cuando se altera el estado de familia. Esta capitis deminutio puede significar un aumento
de la capacidad, como ocurre si un alieni iuris se hace sui iuris porque se emancipa de la familia en que estaba; o una
disminución de la capacidad, como sucede si un sui iuris se hace alieni iuris. Esto puede ocurrir con la mujer sui iuris
que se casa "cum manus" e ingresa a la familia del marido. Como la mujer era capaz de hecho pero el ordenamiento
jurídico la privaba de capacidad jurídica, para protegerla estaba sometida a la tutela perpetua, esto es, por toda la vida.
En efecto, si era alieni iuris, tenían potestad sobre ella su padre, abuelo o marido. Si era sui iuris necesitaba que se
nombrara un tutor. El tutor permanecía en el cargo hasta que contrajera matrimonio cum manus e ingresara a la familia
del marido. En tal caso pasaba de sui iuris a alieni iuris.
Había otras circunstancias que disminuían la capacidad, como la infamia o la inestabilidad que, para un curso básico
de derecho romano, no interesa analizar.
5.1.1. Edad
En Roma se distinguen cuatro períodos en la vida de un hombre que modifican o alteran su capacidad de hecho:
infancia, impubertad, pubertad y mayoría de edad.
5.1.1.1. Infantes: Es infante toda persona hasta los siete años de edad. Se les considera absolutamente incapaces de
hecho y no pueden actuar por sí solos. Por ellos actúa un representante legal llamado tutor si es sui iuris. Por cierto
que sí es alieni iuris no necesitaba tutor, porque actuaría por él quien lo tuviese bajo su patria potestad (padre, abuelo,
etc.).
Nos estamos limitando a examinar quiénes tienen plena capacidad jurídica (libre, ciudadano romano y sui iuris), pero
que por circunstancias de hecho no pueden actuar solos.
En síntesis, tenemos que los infantes necesitan de un tutor que actúe a nombre de ellos. Los efectos de los actos
jurídicos realizados por el tutor se radican en él (porque en Roma no existía la representación) y después el tutor
deberá traspasarlos a su pupilo.
5.1.1.2. Impúberes: Se discutió mucho en Roma cuándo una persona alcanzaba la pubertad y, en consecuencia, no
sólo cuándo alcanzaba su desarrollo sexual sino también el mínimo desarrollo intelectual para darse cuenta de sus
actos y participar en la celebración de actos jurídicos. Todos estuvieron de acuerdo en establecer los doce años para
las mujeres, pero en cuanto a los hombres, las opiniones se dividieron entre dos escuelas romanas: los sabinianos,
que sostenían era indispensable que el padre determinara la pubertad del hijo mediante una inspección del cuerpo, y
los proculeyanos, que se pronunciaron derechamente por los catorce años. Justiniano adoptó más tarde esta última
doctrina.
La situación del impúber no infante era distinta a la del infante: continúa sometido a tutela (si es sui iuris), pero para
celebrar actos jurídicos que lo obliguen ya no es sólo su tutor el que actúa, como en el caso de los infantes, sino que
participa personalmente el impúber mayor de siete años ayudado por su tutor.
A diferencia del caso anterior, los efectos de estos actos se radican en el pupilo, puesto que él también participó en el
acto. El tutor se limitó a completarle la falta de capacidad, pero el acto lo celebró el pupilo.
5.1.1.3. Púberes: Durante un tiempo se les permitió actuar solos, sin tutor, pero más tarde se estableció la necesidad
de designarles un curador por menor de edad (cura minorum) hasta que llegasen a los 25 años, que era en Roma la
mayoría de edad.
La medida se adoptó como una manera de proteger al inexperto en negocios jurídicos en razón de su edad.
5.1.1.4. Mayoría de edad: Se alcanzaba a los 25 años, pero se permitió que el hombre a los 20 años y la mujer a los
18 (cuando dejó de estar sometida a tutela perpetua) pudieran solicitar al emperador la venia de edad para actuar
solos, antes de llegar a los 25 años.
59
5.2. SEXO
La posición jurídica de la mujer es muy inferior a la del hombre. No sólo carece de capacidad para participar en las
tareas políticas, sino que sufre graves limitaciones dentro de la esfera privada. En efecto, no puede ejercer la patria
potestad ni tampoco puede —salvo particulares excepciones de la época justinianea— ser tutora de impúberes y
adoptar hijos. Igualmente, le está prohibido intervenir como testigo en un testamento, figurar en juicio por otros —
postulare pro alus—, entablar una acusación pública y contraer obligaciones en favor de terceros —intercederé pro aliis
—, en los términos del Senadoconsulto Veleyano, del año 46 a.C. Una lex Voconia, del 169 a.C, limitó su capacidad
para Acceder por testamento y, por otro lado, la jurisprudencia limitó su derecho de sucesión legítima ab intestato.
La mujer se halla siempre sometida a una potestad familiar: la patria potestad si es filia familias; la potestad de la
manus, si es esposa, y la tutela, si es sui iuris. La tutela de la mujer sui iuris, cualquiera sea su edad, tiene el carácter
de perpetua, hasta que desaparece totalmente en el derecho post-clásico (S. III d.C.) y justinianeo.
5.3. DEMENCIA
A quienes tenían sus facultades mentales perturbadas, aunque fueran libres, ciudadanos romanos y sui iuris se les
sometía a cúratela designándoseles un tutor. Quedaban asimilados a la misma categoría de un infante.
5.4. PRODIGALIDAD
Es pródigo el que dilapida sus bienes. Quien derrochaba su dinero y sus bienes era asimilado a la situación del
impúber no infante, debiendo nombrársele un curador para que le administrara sus bienes.
Que ambas murieron al mismo tiempo. En esta consideración no debe verse una presunción de conmoriencia, sino el
resultado de no poder probar cuál de las dos personas premurió a la otra. El derecho justinianeo se aparta del criterio
de la contemporaneidad, pues establece una presunción de premoriencia para un caso particular. Si en un mismo
siniestro perecen padre e hijo, se presume que premuere el hijo si es impúber y, si es púber, se presume que premuere
el padre. Por lo demás, semejante presunción se basa en la distinta resistencia física.
La institución de "presunción de muerte por desaparecimiento" o "ausencia" es extraña al derecho romano. Sus
primeras bases fueron sentadas por la práctica medieval, que consideró como término ordinario de vida la edad de
setenta años. Según dicha práctica, se presume muerto al ausente de quien no se sabe que viva cuando, de haber
vivido, hubiese llegado a los setenta años. Si el ausente tuviera tal edad cuando se marchó, se le da por muerto cinco
años después de su desaparecimiento.
Capítulo Segundo
ESTADO DE LIBERTAD
En relación a este estado, vimos que sólo la persona libre era "sujeto de derechos". El esclavo era persona, pero
"objeto de derechos".
Las personas libres pueden haberlo sido siempre, desde su nacimiento, en cuyo caso se llaman INGENUOS. Si
nacieron esclavos y obtuvieron más tarde su libertad se llaman LIBERTOS. Justiniano define en estos términos la
esclavitud: "La servidumbre es una institución del derecho de gentes que, contra lo que la naturaleza dispone, coloca a
un hombre bajo el dominio de otro" (Justiniano, I, III),
Al decir que es una institución del derecho de gentes deja en claro que es una creación artificial, que es un invento del
derecho positivo, pues los hombres, por naturaleza, deben ser libres. En otras palabras, la esclavitud repugna al
derecho natural.
Asimismo, al establecer la definición que la esclavitud es propia del derecho de gentes, deja en evidencia que no es
una creación sólo de los romanos sino de todos los pueblos antiguos.
Algunos pretendían justificar la esclavitud como una pena menos severa que la de muerte. Se preguntaban, ¿no debe,
acaso, estar agradecido el prisionero de que se le haga esclavo en lugar de dársele muerte? Sin embargo, a éstos
cabe preguntarles de dónde sacaría el vencedor poder para disponer de la vida del vencido, ¿quién le ha dado esa
facultad?
60
Se ha creído ver en la esclavitud romana la fuente de los peores abusos y de las más atroces torturas. Ello no fue así.
Muchos esclavos eran escribanos, estaban colocados por sus amos al frente de sus negocios, recibían cierta cantidad
de dinero llamado "peculio" y hasta se desempeñaban como médicos o enfermeros. Los que sufrían más eran quienes
trabajaban en el campo, lejos de la vista del amo y a cargo a veces de administradores despóticos y crueles. Fue tan
grande la preocupación de algunos amos por sus esclavos que comenzaron a liberarlos (manumitirlos) en forma
generalizada. Llegó un momento en que se hizo necesario dictar leyes que limitaran el número de esclavos que podía
manumitirse. Roma quedaba expuesta a carecer de mano de obra, y el desprenderse de estos bienes empobrecía a
los herederos del amo.
Kunkel dice que la esclavitud desempeñó en la época primitiva romana un modesto papel, "no comparable con las
circunstancias de la república tardía y del imperio; el siervo comía con su amo en la misma mesa y del mismo pan y
estaba protegido, en caso de lesiones corporales, con la mitad de la composición de un hombre libre (XII Tablas, VIH,
3); una vez manumitido, tenía la obligación de permanecer fiel a su antiguo amo, como si fuera un cliente, y, a
diferencia de épocas posteriores, primitivamente no adquiría la ciudadanía" (Historia del Derecho Romano, pág. 15).
1. CAUSAS DE LA ESCLAVITUD
Los esclavos "nacen o se hacen". Hay dos maneras de ser esclavo: por nacimiento o por un hecho posterior al
nacimiento. En cuanto a este último modo de caer en esclavitud, hay a su vez dos posibilidades: o se cae en esclavitud
según el derecho de gentes, esto es, conforme a aquel derecho común a todos los pueblos; o bien, según el derecho
civil romano, esto es, por causas contempladas en el ordenamiento jurídico de la ciudad de Roma.
Por tratarse la esclavitud de una institución que no duró mucho tiempo, aludiremos a los aspectos fundamentales
limitándonos a enumerar aquellos elementos que basta con señalarlos.
Comenzaremos con el nacimiento.
La regla era ésta: el hijo de madre esclava nace esclavo, aunque el padre sea hombre libre. Después se permitió que si
la madre había sido libre un momento, siquiera, durante el período de la concepción, el hijo nacía libre.
Que el hijo de madre esclava al momento del parto nazca esclavo es consecuencia necesaria de aquella otra regla que
impide contraer justa nupcia a los cónyuges que no sean, ambos, ciudadanos romanos o que tengan el ius connubium.
Dijimos anteriormente que el concebido en justa nupcia seguía la condición del padre en el momento de la concepción.
Esto es, aunque después el padre caiga en esclavitud y aun cuando sea esclavo en el momento del parto de la madre,
el hijo será libre si el padre lo era al momento de concebirlo.
Si los padres no contrajeron justa nupcia, el hijo seguirá la misma suerte de la madre al momento del parto: si ella es
libre, será libre; si esclava, será esclavo.
¿Cómo se pudo determinar si el padre era libre al concebir? Es posible que los padres hayan contraído justa nupcia
pero, cuando nació el hijo, su padre sea esclavo, ¿cómo determinar si cuando ese hijo fue concebido había justa
nupcia de los padres, o, por el contrario, el padre ya estaba cautivo de un pueblo enemigo de Roma y era esclavo?
Este problema dio origen a una teoría que resultó tan valedera sobre la concepción que hasta el día de hoy nuestra
legislación positiva la conserva.
Para calcular cuándo era concebida una criatura, los romanos partieron de las siguientes premisas:
Primera, que la única fecha conocida en un nacimiento es el parto. La concepción se produjo en la intimidad del hogar
y resulta casi imposible, a veces aún para los propios padres, establecer con precisión la fecha en que se produjo;
Segunda, que si bien el período normal de gestación es de nueve meses, puede extenderse hasta diez en ciertos
casos o reducirse hasta seis, como mínimo, pero en caso alguno puede prolongarse más allá de esos diez meses (300
días) ni más acá de los seis meses (180 días);
Tercera, que el único modo de contabilizar el tiempo era partiendo del hecho conocido —el nacimiento, el parto— hacia
atrás para llegar al período comprendido entre los 180 y los 300 días. En esa época fatalmente debió haberse
producido la concepción.
Fue así como elaboraron la siguiente regla: "Se presume concebida en justa nupcia (sin que pueda probarse lo
contrario) a la criatura que nace DESPUÉS de 180 días de celebrado el matrimonio y HASTA los 300 días después de
disuelto".
Así, el hijo CONCEBIDO en justa nupcia seguía la condición del padre en el momento de la concepción. Es importante
dejar en claro que lo fundamental es que haya sido CONCEBIDO en justa nupcia. Puede ocurrir que el hijo nazca en
justa nupcia y, sin embargo, no haya sido concebido en ella como ocurriría, por ejemplo, con el que naciera al día
siguiente de celebrado el matrimonio de los padres. Es evidente que fue concebido antes de la justa nupcia y seguirá,
en consecuencia, la condición de la madre en el momento del parto. En este caso será libre, puesto que la madre lo
era desde el momento que el día anterior pudo contraer justa nupcia.
Más tarde se admitió que el hijo concebido fuera de justa nupcia pudiera nacer libre si la madre lo había sido un
instante siquiera durante la gestación, aunque fuese esclava al momento del parto.
Además del nacimiento había otras causas de esclavitud. Unas comunes a todos los pueblos y llamadas del "derecho
de gentes" y otras propias de los ciudadanos romanos, llamadas del "derecho civil romano".
La fuente de esclavitud más importante y común en Roma del derecho de gentes fue la prisión de guerra. El que caía
prisionero en una guerra, ya fuese de un pueblo extranjero o aun de un soldado de otra ciudad, se hacía esclavo. Sin
61
embargo, como los romanos reconocían ciertos derechos civiles y políticos a sus ciudadanos libres, para evitar la
pérdida definitiva y absoluta de estos derechos a los ciudadanos romanos que caían en esclavitud recurrieron a una
ficción legal: el ciudadano romano que cae esclavo y más tarde recupera su libertad, recupera también todos sus
derechos como si nunca los hubiese perdido. Esta ficción se llamó "postliminii"'. Sólo aquellas situaciones jurídicas de
hecho (como la posesión, por ejemplo) no volvían al estado anterior sino que, para recuperar la posesión, era
indispensable volver a tomar posesión de la cosa.
Podemos definir el "ius postliminii" como la ficción legal por la que el ciudadano romano que cae en esclavitud y
recupera su libertad recupera también todos sus derechos civiles y políticos, como si siempre hubiese sido libre. Sólo
las situaciones de hecho no se recuperan.
Las fuentes de la esclavitud que contempló el derecho civil romano fueron, entre otras, las siguientes:
a) El que no paga oportunamente sus impuestos;
b) El militar que deserta;
c) El hijo de familia vendido fuera de Roma por el "paterfamilias" en virtud de su "patria potestas" (que le daba
poder sobre él);
d) El que no acude al llamado del censor para incorporarse al censo;
e) El ladrón sorprendido in fraganti y vendido a otro pueblo por la víctima del hurto;
f) El condenado a muerte o a trabajos forzados en las minas;
g) La mujer libre que mantiene relaciones sexuales con esclavo ajeno, sabiendo que lo es, se hace esclava del
dueño de éste.
a) El esclavo es una cosa mancipi. Forma parte del patrimonio de su amo, quien puede celebrar en relación a él toda
clase de actos y contratos: puede venderlo, cederlo, enajenarlo, arrendarlo, transmitirlo por causa de muerte, etc. Si lo
abandona se transforma en una res de relictae y cualquiera puede hacerse dueño de él por ocupación. Esto significa
que el abandono de un esclavo no le da la libertad. Se requiere de un acto voluntario del amo: la manumisión;
b) Por tratarse de un objeto de derecho, carece de capacidad jurídica. Sin embargo, como tiene personalidad natural
(capacidad de hecho), puede participar en las relaciones de la vida. Por lo mismo, el amo puede ponerlo incluso a la
cabeza de sus negocios, lo mismo que el pater a un hijo de familia;
e) No pueden ser poseedores ni adquirir el dominio ni ningún otro derecho real sobre las cosas. Todo lo que adquiera
el esclavo lo adquiere su amo. Es decir, el esclavo adquiere para el amo. Frecuentemente el amo entrega al esclavo
algunos bienes (peculio) para que disfrute y los administre como propios. El esclavo se convierte en un simple
administrador de estos bienes. El amo se los puede quitar en cualquier momento. Sin embargo, es frecuente que lo
autorice para disponer de estos bienes (libera administratio peculii). Si el amo manumite a su esclavo y no recupera el
peculio, el esclavo puede adquirirlo por usucapió;
f) No puede contraer obligaciones civiles. Si se obliga, el tercero tiene acciones contra el amo: las adjectitia qualitatis.
62
Sin embargo, el esclavo queda naturalmente obligado; y
63
dividendo que debía recibir el demandante. Contra el heredero, del amo no se da más que hasta el monto de su
enriquecimiento.
4. LA MANUMISIÓN
El poder que el "paterfamilias" ejerce sobre sus hijos se llama "patria potestas".
El poder que el amo ejerce sobre el esclavo se llama "potestad dominical".
El poder del marido sobre la mujer casada cum manus se llamó potestad de la manus y el de un tercero sobre un hijo
ajeno entregado a él a cambio de un precio se conoció como potestad del müncipium. La diferencia entre las dos
primeras potestas radica en que mientras la patria potestas termina con la muerte del pater, pues los alieni iuris se
hacen sui taró, en el caso de la potestad dominical no sucede lo mismo. En efecto, muerto el amo sus esclavos no
recuperan la libertad sino que pasan juntamente con los demás bienes a sus herederos.
Esto significa que para que se extinga la esclavitud era necesario un acto voluntario del amo; era indispensable que el
amo expresara su voluntad de hacerlo libre (salvo casos excepcionales en que el Estado lo declarase libre).
Conforme a lo expresado, podemos definir la manumisión como el acto por el cual un amo manifiesta su voluntad de
hacer libre al esclavo.
Hubo varias formas de manumitir esclavos, según las épocas. Describiremos brevemente cada una de ellas sin detallar
épocas ni circunstancias precisas del procedimiento empleado en cada caso.
64
4.1.3. Per testamento
Consiste en que un amo deja en libertad a uno o varios esclavos en su testamento. Por cierto que dicha disposición
testamentaria sólo producirá efecto una vez muerto el amo y siempre que no haya cambiado su testamento. Mientras
no fallezca el amo éste podía cambiar su testamento cuantas veces quisiera.
La manumisión testamentaria podía ser de diversas clases. Sólo interesa destacar que si es condicional ("hago libre al
esclavo Stico siempre que cuando yo muera tenga más de 50 años o cuando los cumpla, si no los tiene"), en tal caso el
esclavo sólo alcanzará su libertad una vez cumplida la condición.
Son modos no solemnes de manumisión: inter amicos, per epistolatn y per mensam.
Capítulo Tercero
ESTADO DE CIUDADANÍA
65
El estado de ciudadanía puede definirse como la posición jurídica que ocupa un hombre dentro de la civítas. Según
esto, habría que distinguir entre ciudadanos romanos, latinos y peregrinos.
El derecho antiguo tiene un carácter esencialmente nacionalista: sólo pueden invocarlo los ciudadanos de la propia
ciudad. En Roma, los derechos reconocidos por su legislación sólo podían ser invocados por los ciudadanos romanos,
que se llamaban civis o quintes. Los no civis o extranjeros (peregrinos) tenían los derechos que les reconocían sus
propias leyes, aquellas de la ciudad a que pertenecieran, pero no podían invocar en su beneficio los derechos
reconocidos por la ley romana a sus ciudadanos.
En la República, cuando Roma entra en constante relación con otros pueblos, se reconoce un derecho aplicable a
todas las personas, consagrado en todas las legislaciones: el derecho de gentes o ius gentium.
Los ciudadanos romanos pueden ser ingenuos o libertos, según hayan sido siempre libres o hayan obtenido su libertad
luego de ser esclavos.
Los no ciudadanos, a su vez, pueden ser "latinos" —posición intermedia entre los ciudadanos y los peregrinos (o
extranjeros, sinónimo al comienzo— o bien simplemente "peregrinos".
Aun los "latinos" se clasifican en veteres, coloniaris y junianos.
Examinaremos cada una de estas categorías.
Durante mucho tiempo fueron considerados ciudadanos romanos sólo quienes vivían en la ciudad de Roma y no
aquellos que habitaban en pueblos con los cuales Roma tenía tratados de amistad. Esos otros eran considerados
"latinos" o simplemente peregrinos o extranjeros. Más tarde, en el año 212 d.C, el emperador Caracalla concede la
ciudadanía a todos los habitantes del Imperio, pero ello ocurrió mucho más adelante.
Únicamente los ciudadanos romanos gozaban de todos los derechos civiles y políticos del derecho civil romano. Como
regía el principio de la7 "personalidad del derecho", los hijos de un ciudadano romano eran también ciudadanos
romanos, cualquiera fuese el lugar donde nacieran.
a) Si ha sido concebido en justa nupcia y, al menos, el padre era ciudadano romano. Con mayor razón si ambos lo
eran. Bastaba que el padre tuviese tal calidad porque, de acuerdo a la ley, el hijo concebido en justa nupcia de los
padres sigue la condición del padre al momento de la concepción. Por tanto, si durante la concepción el padre había
sido ciudadano romano, el hijo nacía ciudadano romano, aunque su padre hubiera perdido esta calidad al momento de
nacer el hijo.
b) Si ha sido concebido fuera de justa nupcia pero, al momento del parto, su madre era ciudadana romana.
Como se puede apreciar, la ciudadanía romana se adquiere conforme a la aplicación de los principios generales: el hijo
concebido en justa nupcia sigue la condición del padre al momento de la concepción. El concebido fuera de justa
nupcia sigue la condición de la madre en el momento del parto. Esta regla permite establecer no sólo cuándo el hijo es
ciudadano romano sino qué calidad tiene un hijo cuando nace: ciudadano, latino o peregrino.
66
1.2.2.1. Los latinos veteres eran los viejos habitantes de la zona del Lacio, con quienes Roma celebró un tratado
formándose la poderosa "liga latina". Sus habitantes fueron llamados "latinos veteres";
1.2.2.2. Los latinos coloniaris eran los habitantes de las colonias fundadas por Roma. Tres grupos de personas tenían
esta calidad: los ciudadanos romanos que abandonaban las "civitas" de Roma para irse a formar una ciudad a otra
parte; los ciudadanos romanos que, para evadir el cumplimiento de la pena impuesta por Roma, preferían abandonar la
ciudad y trasladarse a alguna colonia y, por último, los hijos de familia enviados por sus padres a instalarse en alguna
colonia también perdían la ciudadanía romana;
1.2.2.3. Los latinos junianos, como ya vimos al estudiar la manumisión, eran los esclavos manumitidos de un modo
no solemne (amo menor de 20 años, esclavo menor de 30, sin justa causa o en fraude de los acreedores).
Cada una de las tres categorías de latinos tenía diversos derechos.
Los latinos veteres, como confederados de Roma, gozan de una situación de privilegio. Entre los derechos civiles,
tienen el "ius connubium" y el "ius commercium". Pueden adquirir la propiedad romana conforme a los modos
contemplados por el derecho civil para los ciudadanos romanos. Entre los derechos políticos, poseen el "ius suffragii",
pero no el "ius honorum".
Los latinos coloniarii, desde el punto de vista de los derechos civiles, poseen el "ius commercium", pero carecen del
"ius connubium". En cuanto a los derechos políticos, tienen el "ius suffragii", pero no el "ius honorum". Como se
observa, su situación es ligeramente inferior a la de los latinos veteres pues, aunque ambos carecen del "ius honorum",
los coloniarii carecen también del "connubium", que, en cambio, poseen los veteres.
Los latinos junianos se ha dicho que "viven como libres pero mueren como esclavos". En efecto, a su muerte sus
bienes volvían a su ex amo o patrono, aunque el liberto poseyera hijos.
Entre los derechos civiles, gozan del "ius commercium" pero carecen del "connubium". Esto significa que debían
casarse conforme al derecho de sus respectivos pueblos.
La manera que Roma tenía de hacer ciudadanos a estas diversas clases de latinos era concediéndoles los derechos
civiles y políticos que no poseían.
a) Ius connubium: es la facultad de contraer justa nupcia, esto es, de celebrar matrimonio conforme al derecho civil
romano con todos los efectos que de él resultan, especial mente la patria potestad y la agnación. Esta forma de
parentesco es la base de la sucesión y de los llamados a ejercer la tutela legítima;
b) Ius commercium: es la facultad de realizar negocios jurídicos de índole patrimonial, según el derecho civil romano,
mediante las solemnidades per aes et libram (nexum, mancipatio, etc.);
67
d) Legis actio: es la facultad de perseguir el reconocimiento de los derechos adquiridos ante los tribunales de Roma y
de invocar en su beneficio las garantías que las leyes romanas aseguran a los quintes.
a) Ius suffragii: es la facultad de elegir a los magistrados y de votar las leyes en los comicios;
b) Ius honorum: es la facultad de ser elegido para desempeñar funciones públicas y religiosas; y
c) Provocatio ad populum: es el derecho a no sufrir la pena capital que dicte un magistrado que no sea dictador, sin
que esa sentencia sea aprobada por los Comicios por Centurias.
3. PERDIDA DE LA CIUDADANÍA
La ciudadanía puede perderse voluntaria o involuntariamente. Se pierde:
1. Un latino "coloniarii" ha tomado mujer y ha procreado un hijo. Ese hijo, ¿será latino o ciudadano romano?, ¿por qué?
2. Si un latino "vetere" ha tomado mujer y ha procreado un hijo, ¿qué calidad tendrá ese hijo?, ¿será latino o ciudadano
romano?
3. Un ciudadano romano toma por mujer a una extranjera. Su descendencia, ¿será extranjera o tendrá ciudadanía
romana?
4. Un extranjero toma por mujer a una ciudadana romana. Su descendencia, ¿tendrá la ciudadanía romana o será
extranjera?
5. Si un ciudadano romano toma por mujer a una extranjera que no tenía el "connubium", el hijo, ¿será ciudadano
romano o extranjero?
8. Una mujer esclava concibió de ciudadano romano y dio a luz después de haber sido manumitida y hecha ciudadana
romana. El hijo, ¿es ciudadano romano o esclavo?, ¿por qué?
9. Si una extranjera concibió fuera del matrimonio y dio a luz después de haberse convertido en ciudadana romana.
El hijo, ¿será extranjero o ciudadano romano?
10. Un ciudadano romano procrea en una extranjera que posee el "ius connubium" pero con quien no celebra
matrimonio. El hijo, ¿será ciudadano romano o extranjero?
68
Respuestas al cuestionario:
1. Será latino si nació de madre latina y ciudadano romano si nació de madre ciudadana romana porque el padre
carece del "ius connubium", y por tanto, el hijo sigue la condición de la madre en el momento del parto.
2. Hay que distinguir. Los latinos "veteres" poseían el "ius connubium" de modo que, previamente, deberá averiguarse
si ese latino había contraído justa nuptiae o no. En caso afirmativo, el hijo será latino. En caso negativo, el hijo seguirá
la suerte de la madre en el momento del parto: si es latina, será también latino; si es ciudadana romana será ciudadano
romano.
3. Su descendencia será extranjera si su madre no tiene el connubium porque, al no estar los padres unidos en justa
nuptiae, la descendencia sigue la condición de la madre al momento del parto. En este caso, la descendencia será
extranjera.
4. Su descendencia tendrá la ciudadanía romana si no hay justa nuptiae de los padres, pues sigue la condición de la
madre al momento del parto. En este caso, ciudadana romana. En cambio, si el padre tenía el connubium y ha
contraído justa nuptiae, el hijo seguirá la condición del padre al momento de la concepción: será extranjero.
5. El hijo es extranjero porque sigue la condición de la madre al momento del parto.
6. Nace esclavo porque sigue la condición de la madre al momento del parto, considerando que ella no pudo haber
contraído justa nuptiae.
7. Nace libre porque sigue la condición de la madre al momento del parto.
8. El hijo es ciudadano romano, como lo es su madre. Ello, porque el estado de los hijos concebidos ilegítimamente se
determina en el tiempo de su nacimiento; así, si nacen de una mujer libre, ellos son libres y no importa que cuando la
madre los concibió hubiese sido esclava; en cambio, el estado de los hijos concebidos legítimamente se determina en
el tiempo de la concepción.
9. Es ciudadano romano.
10. Es extranjero.
Capítulo Cuarto
ESTADO DE FAMILIA
1. ANTECEDENTES GENERALES
Desde el punto de vista del estado de familia, las personas podían ser sui iuris o alieni iuris.
Es sui iuris el que no está sujeto a la potestad de nadie. Así, por ejemplo, es sui iuris el que se emancipó o aquel que
estaba sujeto a la patria potestad de una persona que falleció sin que entre él y quien falleció hubiese nadie.
Verbigracia, un hombre está sujeto a la potestad de su padre y éste fallece. Ese hombre se hará sui iuris. Si, en
cambio, estaba sujeto a la potestad de su abuelo, estando vivo su padre, al morir su abuelo no se hará sui iuris porque
continuará ahora bajo el poder de su propio padre.
Es alieni iuris el que está sometido al poder de otra persona. Los hijos, por ejemplo, son alieni iuris mientras no se han
emancipado (en el caso de los varones). En el caso de las mujeres, como durante muchos años estuvieron
consideradas como incapaces, mientras estaban solteras eran alieni iuris porque dependían de su padre; cuando se
casaban cum manus eran alieni iuris porque dependían del marido. Si moría su pater en el primer caso, o su marido en
el segundo, se hacían sui iuris, pero, atendida su incapacidad permanente, era necesario nombrarles un tutor. No
perdían su calidad de sui iuris, pero quedaban sujetas a tutela que, durante varios años de la historia de Roma, fue
perpetua.
En síntesis, sui iuris es el que no depende de nadie y alieni iuris es el que está sometido a la potestad de otro.
2. CONCEPTO DE FAMILIA
Si bien hemos distinguido, respecto de la familia, a los alieni iuris de los sui iuris, es indispensable aclarar que el
concepto que los romanos tenían de familia fue, en un comienzo y por espacio de muchos años, completamente
distinto a lo que para nosotros es una familia.
En el mundo romano, tan vinculado a la religión, la idea de familia no podía ser ajena a la religión,
Para los romanos hubo dos conceptos de familia: uno, basado en el sometimiento a un mismo paterfamilias y que
reunía en su seno a todos los que rendían culto a unos mismos dioses o antepasados que, en general, fueron
comunes. El otro, fundado en los lazos de la sangre. La primera fue la familia agnaticia, de gran importancia por
espacio de siglos. La segunda dio origen al parentesco por cognación y constituyó la familia cognaticia.
A medida que la sociedad fue evolucionando y la religión fue postergando su influencia en lo jurídico y en lo social, la
cognación fue desplazando a la agnación.
Confirmando la importancia de la familia agnaticia, Fustel de Coulanges dice, en La Ciudad Antigua, que, en definitiva,
lo que une a los miembros de la familia antigua es algo más poderoso que el nacimiento, que el sentimiento, que la
fuerza física: es la religión del hogar y de los antepasados. Ella hace que la familia forme un cuerpo en esta vida y en la
otra. La familia es una asociación religiosa más que una asociación natural. Después veremos que la mujer no formará
verdaderamente parte de la familia hasta que la ceremonia sagrada del matrimonio la haya iniciado en el culto; que el
hijo tampoco figurará si ha renunciado al culto o se ha emancipado; que el adoptado será en cambio un verdadero hijo
69
porque si bien no tiene el vínculo de sangre, poseerá algo mejor: la comunidad de culto; en fin, que el parentesco y el
derecho de herencia se regularán no por el nacimiento, sino según los derechos de participación en el culto, como la
religión los ha establecido.
Dentro de la familia agnaticia, el paterfamilias es muy importante pues no depende de nadie, encabeza las ceremonias
religiosas y es posible que otras dependan de él, si bien esto no es absolutamente necesario.
3. EL PATER FAMILIAS
De acuerdo a lo que caracteriza a un pater familias, no era indispensable que tuviese a una familia bajo él, aunque
podía tenerla.
Pater familias es el varón, ciudadano romano, que no tiene ascendiente varón vivo —o se emancipó—, y que no está
sujeto por adopción ni por adrogación a un tercero.
El análisis de este concepto de paterfamilias ilustra muy bien acerca de esta importante institución.
4. EL PARENTESCO
Antes de estudiar la familia agnaticia, que nos demandará una especia] atención, conviene decir algo del parentesco.
El parentesco puede definirse como el vínculo de familia que existe entre dos personas. Este vínculo puede estar
basado en la sangre, y será entonces parentesco por cognación, o en el concepto de familia agnaticia, ya examinado,
será parentesco por agnación.
Al parentesco por cognación se le llamó también de sangre o natural.
Hubo también otros parentescos, como el de afinidad y el de gentilidad. Los analizaremos en orden.
70
El culto de los muertos se dedicaba únicamente a los ascendientes en línea masculina. En consecuencia, no se podía
ser pariente por parte de las mujeres.
Durante la vigencia de la ley de las XII Tablas se conoció únicamente el parentesco por agnación. Pero a medida que
la antigua religión se fue debilitando, habló la voz de la sangre y fue primando el parentesco por cognación.
Al estudiar en detalle la familia agnaticia romana, veremos quiénes formaban parte de ella; cómo se ingresaba y cómo
se salía.
5. LA FAMILIA AGNATICIA
Hemos visto que el factor constitutivo de la familia agnaticia es la circunstancia de tener un mismo culto, de rendir culto
a un mismo dios. El elemento determinante para ello es que los miembros de la familia agnaticia están bajo el poder de
un mismo pater. Por eso rinden culto a un mismo dios.
De acuerdo a lo anterior, algunas personas formaban parte de la familia agnaticia por el solo hecho de nacer, como los
hijos y hasta que se emanciparan, mientras otras personas se incorporaban por adopción o por causa de matrimonio,
como la mujer que se casaba cum manus.
En primer lugar señalaremos quiénes integraban la familia agnaticia romana y luego cómo llegaban a formar parte de
ella cada una de estas personas.
Constituyen la familia agnaticia:
71
5.1. 5.2. 5.3. 5.4. 5.5. 5.6.
Los hijos legítimos de ambos sexos;
Los descendientes por vía de varón;
Los adoptados;
Los adrogados;
Los legitimados; y
Las mujeres casadas cum manus.
Examinemos cómo se integraba cada uno de ellos al mismo culto familiar.
Siempre, hasta su muerte serían parientes cognados porque los lazos de sangre no se destruyen jamás. Sin embargo,
dejarán la familia agnaticia desde que se emancipen o, en el caso de las mujeres, desde que contraigan justa nupcia
cum manus.
La emancipación se estudiará al analizar cómo se salía de la familia agnaticia.
Dice Justiniano:
"Así, pues, el que nace de ti y de tu esposa se halla bajo tu potestad. También el que nace de tu hijo y de su esposa,
es decir, tu nieto o tu nieta y de la misma manera tu bisnieto o tu bisnieta y así los demás. Mas el que nace de tu hija
no se halla bajo tu potestad sino bajo la de su padre" (Inst, I. IX, 3).
Al estudiar la justa nupcia veremos que uno de sus efectos más importantes es la filiación legítima, esto es, el hijo
concebido en justa nupcia adquiere la calidad de hijo legítimo.
72
las mujeres y que la autoridad de que está investido el tutor relativamente a su pupilo no es bastante grande para que
se le permita entregar al poder de otro el niño confiado a su cuidado. "Asegura Masurio Sabino que la ley permite la
adopción del liberto por el hombre libre; pero añade que prohíbe y deberá prohibir siempre a los libertos usurpar por la
vía de la adopción los derechos reservados a los hombres libres". Por lo demás, con tal de que se observe esta última
prohibición, hasta el esclavo puede ser adoptado por su amo ante el pretor, como se ve en muchos jurisconsultos
antiguos cuyo testimonio cita Masurio.
73
Un adoptado, un adrogado o una mujer casada cum manus con el paterfamilias o con cualquiera de los hijos varones
sujetos a su potestad, era pariente agnaticio pero no cognado.
7.1. CONCEPTO
Modestino define así el matrimonio civil romano o justa nupcia:
"Las nupcias son la unión del marido y la mujer, sociedad para toda la vida, comunión del derecho divino y humano" (D.
23.2, 1).
El matrimonio habría sido la primera institución que estableció la religión doméstica.
Esta religión del hogar y de los antepasados, que se transmitía de varón en varón, no pertenecía exclusivamente al
hombre. La mujer también tomaba parte en el culto. Mientras estaba soltera asistía a los actos religiosos de su padre;
una vez casada, a los de su marido. En una primera época, por el solo hecho del matrimonio. Posteriormente, en la
medida que al matrimonio se acompañara una ceremonia que daría al marido la manus sobre la mujer, institución que
se explicará más adelante.
Pero retrotraigámonos a la primera época.
Imaginemos dos familias que viven una al lado de la otra, pero tienen dioses diferentes. En una de ellas, una
muchacha toma parte desde la infancia en la religión de su padre, invoca su hogar, le implora protección, le da las
gracias por sus beneficios. Este hogar paterno es su dios. Un joven de la familia vecina la pide en matrimonio. Este
hecho es para ella algo muy distinto que el simple hecho de pasar de una casa a la otra. Se trata de abandonar el
hogar paterno para invocar el hogar del esposo, de cambiar de religión, de practicar otros ritos y de pronunciar otras
oraciones. Se trata de abandonar a un dios al que adoró desde su infancia, para adorar a otro, desconocido. No puede
adorar a los dos. Está prohibido.
Fustel de Coulanges dice que la religión que consumaba el matrimonio no era la de Júpiter, ni la de Juno o de los otros
dioses del Olimpo. La ceremonia no se realizaba en el templo sino en la casa y la presidía el dios doméstico.
En los primeros tiempos, al parecer, el solo hecho del matrimonio daba al marido poder sobre la mujer, le daba la
potestad de la manus. Posteriormente fue necesario que se realizaran actos adicionales al matrimonio para que el
marido adquiriese la manus sobre la mujer.
Las formas que se emplearon para adquirir la manus sobre la mujer fueron: el usus, el farreum y la coemptio.
Las que primero se utilizaron fueron el usus y la farreum o confarreatio. Sólo después apareció la coemptio.
a) Quedaba sometida a la manus por el usus la mujer que durante un año continuo permanecía casada con su marido.
En efecto, es como si hubiera sido usucapida por una posesión anual y por ello pasaba a la familia del marido y venía a
ocupar el lugar de la hija (loco filiae). Pero la ley de las XII Tablas dispuso que si ella no quería quedar sujeta a esta
potestad, se ausentara tres noches en cada año y de esta manera interrumpía el usus ese año.
b) La confarreatio consiste en que ambos esposos ofrecen un sacrificio, hacen la libación, pronuncian algunas
oraciones y comen juntos una torta de flor de harina (pañis farreus).
Esta torta, comida entre las oraciones, en presencia y ante los ojos de las divinidades de la familia, es lo que hace
santa la unión del esposo y de la esposa. Desde entonces quedan asociados al mismo culto. La mujer tiene los mismos
dioses, los mismos ritos, las mismas oraciones, las mismas fiestas que su marido.
La mujer así casada sigue profesando el culto de los muertos, pero no lleva a sus propios antepasados la comida
fúnebre, ya no tiene derecho. El matrimonio la ha desligado completamente de la familia de su padre y ha roto todas
sus relaciones religiosas con ella. Ahora lleva la ofrenda a los antepasados de su marido, pertenece a su familia, ellos
se han convertido en sus antepasados. El matrimonio le ha creado una segunda existencia. Como señalábamos al
74
referirnos al usus, en el futuro será la de su marido, filiae loco, dicen los jurisconsultos. No se puede pertenecer a dos
familias ni a dos religiones domésticas. La mujer se encuentra enteramente en la familia y en la religión de su marido,
lo que también llevará aparejadas importantes consecuencias en materia de sucesión, que veremos más adelante.
c) La manus también se pudo adquirir por la coemptio, que consistía en que el marido compraba imaginariamente a la
mujer. No sería extraño que en una primera época la venta haya sido real.
Si bien en un comienzo se admitió el divorcio en Roma (por causa de esterilidad, ya que no habría quién rindiese culto
a los dioses de la familia), posteriormente no se permitió. Justiniano da la prueba del carácter indisoluble del
matrimonio cuando dice que "consiste en la unión del hombre y de la mujer, llevando consigo la obligación de vivir
juntos en una sociedad indivisible" (I, IX, 1).
7.2. REQUISITOS
Para que hubiera justa nupcia se requerían tres circunstancias copulativas, además de la affectio maritalis o intención
de estar casados:
a) Pubertad de los contrayentes;
b) Que ambos tuvieran el ius connubium o facultad de con traer matrimonio de acuerdo al ius civile; y
c) Consentimiento de los cónyuges y del jefe de familia.
Los examinaremos separadamente.
7.2.1. Pubertad
Ambos cónyuges debían ser púberes. En la época de Justiniano se estableció definitivamente que el hombre
alcanzaba la pubertad a los 14 años y la mujer a los 12.. Así se puso término a la dilatada discrepancia que durante
tanto tiempo se paró a dos conocidas escuelas romanas: los proculeyanos y los sabinianos. Si bien ambas estaban de
acuerdo en señalar a los 12 años la pubertad de la mujer, en cuanto al hombre los sabinianos eran partidarios de que
en cada caso lo determinara el padre, mediante inspección en el cuerpo del hijo. Los proculeyanos, en cambio,
abogaban por declarar la pubertad del hombre a los 14 años sin examen ni excepciones. Como se ve, Justiniano
adoptó el criterio de los proculeyanos.
7.2.2. Connubium
Era la facultad de contraer matrimonio conforme al derecho civil romano. Recordemos que, juntamente con el ius
commercium, integraba el conjunto de los derechos civiles de los ciudadanos romanos. También era posible que un no
ciudadano romano gozara del ius connubium por habérselo otorgado de un modo especial el Estado de Roma.
Sólo con el emperador Caracalla, el año 212 d.C., todos los habitantes del imperio tendrán el ius connubium porque él
les otorga la ciudadanía romana.
7.2.3. Consentimiento
No bastaba el consentimiento de los contrayentes sino que era necesario también el del jefe de familia si los
contrayentes estaban bajo su potestad. Si eran sui iuris no necesitaban el consentimiento de nadie.
"Contraen entre sí justas nupcias los ciudadanos romanos, cuando se unen según los preceptos de las leyes los
varones púberes con las hembras nubiles, ya sean padres de familia, ya hijos de familia; con tal que en este último
caso obtengan el consentimiento de sus padres, bajo cuya potestad se hallan..." (Justiniano, Inst, I, X).
El consentimiento del jefe de familia se necesitó cualquiera que fuese la edad del descendiente. El consentimiento de
la madre no se requería, porque ella nunca ejerció la patria potestad. Si el jefe de familia era abuelo del descendiente
que deseaba contraer matrimonio, era indispensable el consentimiento del abuelo por ser el jefe de familia y, además,
el del padre porque, al recaer en el futuro sobre él la jefatura de la familia, no era posible colocar bajo su potestad y
contra su consentimiento a los descendientes de su hijo. Sin embargo, si se trataba de una hija que deseaba contraer
matrimonio y el jefe de familia era su abuelo, sólo necesitaba el consentimiento de éste y no del padre, porque sus
hijos no ingresarán a la familia civil de su padre sino que a la de su marido.
7.3. IMPEDIMENTOS
Aunque los contrayentes cumplieran con todos los requisitos examinados, podían ocurrir determinadas circunstancias
que les impidieran contraer matrimonio. Los impedimentos pueden ser absolutos (cuando nos impiden casarnos con
cualquiera persona del otro sexo, por ejemplo, por estar ya casado, pues en Roma el matrimonio era monogámico; o
por haber celebrado voto de castidad, como las vestales) y relativos (cuando nos impiden casarnos con una o varias
personas del otro sexo, por ejemplo, por parentesco).
75
7.3.2. Impedimento por parentesco
En línea recta el matrimonio está prohibido en cualquier grado, hasta el infinito.
Dice Justiniano que "no nos es lícito casarnos con cualquier mujer, pues debemos abstenernos de contraer ciertas
nupcias. Están éstas prohibidas entre las personas que entre sí se hallan colocadas en la categoría de ascendiente y
descendiente; como, por ejemplo, el padre y la hija, el abuelo y la nieta, la madre y el hijo, la abuela y el nieto, y así
sucesivamente hasta el infinito. Las nupcias contraídas entre estas personas se llaman criminales e incestuosas. De tal
manera que, aun en el caso en que la cualidad de ascendiente y de descendiente sólo se deban a la adopción, no
pueden tampoco unirse en matrimonio; de tal modo que aun disuelta la adopción, subsiste siempre la prohibición. Así,
la que por adopción ha venido a ser tu hija o tu nieta, no podrá casarse contigo, ni aun después que la emancipares" (I,
X, 1).
También hay prohibiciones en la línea colateral:
"Así, las nupcias están prohibidas entre hermano y hermana, ya sea que hayan nacido del mismo padre y de la misma
madre o sólo de uno de ellos. Si una mujer ha comenzado a ser mi hermana adoptiva, en tanto dure la adopción, entre
ella y yo no pueden tener lugar las nupcias, pero si la adopción fuera disuelta por emancipación, entonces sí puedo
tomarla como 'uxor (esposa); lo mismo ocurre también si yo mismo fuera emancipado, ningún impedimento habrá para
las nupcias" (Gayo, 1, 61).
Cuentan que Claudio se enamoró de Agripina, hija de su hermano Germánico, y que sobornó al Senado para que le
permitiera casarse con su sobrina. Así, se permitió en lo sucesivo el matrimonio entre tío y sobrina, pero se mantuvo
vigente la prohibición de matrimonio entre tía y sobrino.
También hay prohibiciones en caso de parentesco por afinidad:
"Igualmente me está prohibido contraer nupcias con quien en otro tiempo fuera mi suegra o mi nuera o mi hijastra o mi
madrastra. Y decimos 'en otro tiempo' porque si aún subsisten las nupcias a las cuales se debe aquel parentesco,
entonces es por otra razón que no puedo casarme, ya que una mujer no puede al mismo tiempo estar casada con dos
maridos, ni un marido tener al mismo tiempo dos mujeres" (Gayo, 1, 63).
Este es el parentesco por afinidad, el que tiene uno de los cónyuges con los parientes consanguíneos del otro.
7.3.3. Impedimento por causas de honestidad pública o por motivos políticos o civiles
Se prohibió el matrimonio entre los senadores y mujeres "abyectas" (actrices, prostitutas, etc.); entre el raptor y la
víctima; entre el tutor, y su pater y sus descendientes con la pupila antes de rendir cuentas; entre padrino y ahijada,
etc.
7.5.1.1.1. Crea deberes recíprocos entre los cónyuges. Estos deberes eran, entre otros, los siguientes:
Los cónyuges deben guardarse fe. El adulterio de la mujer fue castigado más severamente que el adulterio del marido
porque podía introducir hijos de sangre extraña en la familia;
— La mujer participa de la condición social del marido (respecto de los honores, dignidades, etc.).
76
— El marido debe protección a la mujer;
— La mujer debe obediencia al marido;
— La mujer toma el domicilio del marido;
— El marido debe proveer a los gastos de la mujer.
La dote
En el matrimonio sine manus, la regla general es que cada cónyuge mantiene la situación patrimonial anterior al
matrimonio. Sin embargo, por el carácter comunitario que tiene el matrimonio, por un lado, el hombre mantendrá a su
mujer y, por otro, será normal que la mujer confíe a su marido la administración de su patrimonio. Estos bienes se
llaman parafernales, que pueden definirse como bienes propios de la mujer cuya administración confía a su marido. El
marido los administra conforme a las instrucciones que le dé la mujer y de acuerdo a las reglas generales del mandato.
Más aún, el marido está facultado incluso para cobrar los créditos parafernales.
En síntesis, las principales características patrimoniales del régimen de matrimonio sine manus son:
— La mujer conserva el dominio de sus bienes, pudiendo entregar su administración al marido;
— Sus deudas se hacen efectivas en su patrimonio;
— No tiene derecho a la sucesión del marido (por cuanto no ha salido de su propia familia). Sin embargo, desde
la época pretoriana la viuda sucede al marido, a falta de otro heredero de mejor derecho, en el cuarto orden de
sucesión, como veremos en el capítulo de ha Herencia.
Ahora correspondería estudiar, conforme al esquema, los efectos del matrimonio en cuanto a los hijos. Sin embargo,
antes veremos una materia muy relacionada con los efectos de la justa nupcia en los bienes de los contrayentes. Se
trata de los regímenes patrimoniales.
Regímenes patrimoniales
Pueden definirse como los estatutos jurídicos que regulan los intereses pecuniarios de los cónyuges. El más importante
fue el llamado régimen dotal.
La dote
Es el conjunto de bienes que el marido recibe de la mujer o de otra persona en su nombre, para ayudarle a soportar las
cargas del matrimonio.
77
La dote existió desde muy antiguo. Los romanos1 la justificaron por varias razones. En el matrimonio, la mujer
participaba del rango de su marido en la sociedad. Parecía justo que también contribuyera a los gastos de la casa.
Además, la educación y mantención de los hijos no podía quedar exclusivamente a cargo del marido. La madre
también debía contribuir. Por último, no olvidemos que los hijos extraños a la familia civil de la madre heredaban sólo al
padre. En consecuencia, era útil que los bienes de la familia materna vinieran a aumentar la herencia que esos hijos
recogerían.
No había problema cuando la mujer era sui iuris y tenía patrimonio propio: si se casaba cum manus, sus bienes
ingresaban al patrimonio del marido y formaban una especie de dote, en sentido amplio. Pero la situación era distinta
cuando la mujer era alieni iuris pues, en tal caso, no tenía fortuna personal. Lo mismo ocurría si la mujer, siendo sui
iuris, no se casaba cum manus. En estos dos últimos casos el jefe de la familia de la mujer —si ella era alieni iuris— o
la mujer misma, si era sui iuris, transfería al marido la propiedad de ciertos bienes. Era la dote propiamente tal. Estos
bienes dótales los adquiría el marido definitivamente. A su muerte, engrosaban el patrimonio del padre que se
transmitía a los hijos. Pero si la mujer era sui iuris y el matrimonio se celebró sine manus, ella conservaba el dominio
de los bienes no comprendidos en la dote. Este régimen matrimonial reemplazó completamente, bajo el Imperio, a la
manus, que cayó en desuso.
A mediados del siglo VI de Roma las costumbres cambiaron y también cambió el sistema de la dote. El divorcio
comenzó a hacerse frecuente. Entonces, a fin de evitar que el marido se quedara con la dote y la mujer no pudiera
subsistir sola, se estableció que en caso de divorcio el marido devolvería una parte o el total de la dote a su mujer.
Más adelante, la mujer tuvo una acción si producido el divorcio el marido se negaba a devolverle la dote. Fue la actio
rei uxoriae. La deducía la mujer contra su ex marido. Este podía ser condenado a devolver el total de la dote recibida o
una parte, pero en ningún caso más de lo que recibió.
En la época de Augusto la dote ya no es adquirida por el marido de una manera definitiva y perpetua. Su papel termina
cuando el matrimonio se disuelve en vida de la mujer y su constitución misma implica la obligación de restituir.
Características
De lo dicho se desprenden las siguientes características:
a) La dote sólo tiene lugar en el matrimonio sine manus, por cuanto en el cum manus todos los bienes de la mujer
pasaban al marido;
b) La mujer sui iuris conserva la propiedad de sus bienes no comprendidos en la dote. Estos bienes se llaman
parafernales.
c) El referido régimen patrimonial sustituyó completa mente a la manus en la época imperial, la que cayó en
desuso.
Constitución de la dote
a) Quién puede constituirla
La dote puede ser constituida por la mujer misma, o por uno de sus ascendientes, o por un tercero. Si es dada por el
padre o por un ascendiente paterno, aun a una hija emancipada, toma el nombre de dote profecticia. En los demás
casos se llama adventicia. A partir de Caracalla, la constitución de la dote se convirtió, para los ascendientes de la hija
sui iuris o bajo potestad, en una verdadera obligación sancionada por el derecho civil.
b) Cómo se constituye.
Se puede constituir por un acto entre vivos o por causa de muerte.
— Por acto entre vivos, en la época imperial se constituyó por un simple pacto. Digamos, de paso, que el pacto
era un acuerdo de voluntades sin las consecuencias jurídicas de un contrato porque sólo algunos pactos daban acción
para exigir su cumplimiento. En la época del derecho clásico, para que el pacto de dote tuviera fuerza obligatoria era
necesario recurrir a la datio dotis, a la piomitio dotis o a la dictio dotis. La primera forma es la simple entrega de los
bienes dótales al marido, quien se hacía propietario de ellos. Por los otros dos modos no había entrega de bienes
dótales al marido, sino que éste se hacía acreedor del constituyente de la dote para exigirle dicha entrega.
— Por causa de muerte, la dote se constituía a través de un legado hecho a la mujer o al marido para que fuese
destinado a la dote.
Clasificación de la dote
— Desde el punto de vista de quién constituye la dote, como se dijo, ésta puede ser profecticia o adventicia.
Dote profecticia: es la que constituye el padre o un ascendiente paterno de la mujer;
Dote adventicia: es la que constituye la mujer misma u otra persona que no sea el padre o un ascendiente paterno de
la mujer.
Desde el punto de vista de la obligatoriedad de constituir la dote, ésta puede ser necesaria o voluntaria.
Dote necesaria: era la constituida por quien estaba obligado a dotar. Estaban obligados a dotar el padre y el abuelo
paterno de la mujer, en caso de que ésta careciera de bienes propios.
Dote voluntaria: era la constituida por quien no estaba obligado a dotar.
78
Restitución de la dote
a) Si el matrimonio terminaba por muerte de la mujer, lo normal era que el marido conservara la dote.
Sin embargo, la regla anterior podía alterarse si la dote era adventicia, por cuanto el constituyente podía reclamar la
devolución de los bienes. Si era profecticia, el pater que constituyó la dote podía ejercitar la actio rei uxoriae si
sobrevivía a la mujer. Si había muerto antes, la dote quedaba definitivamente para el marido.
b) Si el matrimonio terminaba por muerte del marido o por divorcio la mujer tenía la actio rei uxoriae.
Con todo, el marido tenía derecho a devolver la dote con algunos beneficios: gozaba del beneficio de competencia para
no ser obligado a pagar más de lo que buenamente pudiera, conservando lo necesario para una modesta subsistencia
de acuerdo a su rango y condición; gozaba del derecho a conservar una parte de la dote si el divorcio se produjo por
culpa de la mujer o adulterio de ella; podía retener una parte por cada hijo, etc.
Justiniano introdujo algunas modificaciones suprimiendo la actio rei uxoriae para que el constituyente pudiera recuperar
la dote y otorgó, en su lugar, una actio ex stipulatio, aun cuando en la constitución de la dote no hubiese mediado
ninguna stipulatio. Más tarde, esta acción se llamó actio dotis.
A. FILIACIÓN LEGÍTIMA
Se llama filiación legítima al vínculo de familia que une a un hijo concebido en justa nupcia de sus padres, con ellos.
Los hijos concebidos en justa nupcia son legítimos. Están bajo la potestad de su padre o del abuelo paterno y, en este
último caso, el padre es alieni iuris. Forman parte de la familia civil del padre, como agnados, y toman también su
nombre y condición social. En cambio, entre los hijos y su madre sólo hay parentesco de sangre, natural o de
cognación en primer grado. Únicamente la manus podría modificar esta situación, quedando, en tal caso, los hijos
como agnados de su madre y en el segundo grado, in manus.
Los requisitos para que hubiera filiación legítima eran:
a) Justa nupcia de los padres;
b) Concepción del hijo dentro del matrimonio;
c) Maternidad de la madre;
d) Paternidad del padre.
a) En cuanto a la justa nupcia de los padres, ya se ha señalado que sólo podían contraer justa nupcia los ciudadanos
romanos o quienes, no poseyendo la ciudadanía romana, tuvieran el ius connubium;
b) En cuanto a la concepción dentro del matrimonio, se presumía que ella había ocurrido dentro del matrimonio si la
persona nacía después de 180 días de celebrado el matrimonio y hasta 300 días después de disuelto;
c) En cuanto a la maternidad de la madre, era fácil de probar y se oponía a ella la suplantación de parto, esto es,
cambiándose a una criatura por otra ignorándolo, o no, la madre. Para evitar esto se estableció en Roma la costumbre
de permitir a algunas mujeres que fueran testigos del parto durante el alumbramiento, para asegurarse de que no había
existido suplantación;
d) En cuanto a la paternidad del padre, se partía de la presunción simplemente legal (porque admitía prueba en
contrario) de que el marido de la madre era el padre del recién nacido. Sin embargo, el padre podía negar su
paternidad probando que durante el período en que pudo haber tenido lugar la gestación él no tuvo acceso físico a la
mujer (por haber estado en la guerra o ausente o enfermo).
B. PATRIA POTESTAD
Se le llama patria potestad al conjunto de derechos que tenía el padre sobre la persona y bienes de sus hijos.
Justiniano dice que "bajo nuestra potestad se hallan nuestros hijos, a quienes procreamos con justas nupcias" (Inst.
I,IX).
79
ciertas facultades, pero las que posee la mayoría de los progenitores pertenecen al derecho de gentes o derecho
natural, no al derecho civil romano.
Otro derecho que tenía el padre era la facultad de mancipar al hijo que estaba bajo su potestad, esto es, cederlo a un
tercero, al modo de mancipación, de donde nacía el beneficio de la llamada potestad del mancipium para el adquirente.
Así, el hijo se hallaba en situación parecida a la del esclavo, aunque temporalmente y sin perder su calidad de ingenuo,
respecto del estado de libertad.
En general, el padre mancipaba al hijo cuando atravesaba por un difícil momento económico, a cambio de un precio
real. Se efectuaba una verdadera venta. A veces también lo mancipaba en favor de un acreedor suyo, a modo de
garantía.
Si bien el hijo no era un objeto de derecho, como el esclavo, en todo caso tenían valor los servicios que pudiera
prestar.
El adquirente del hijo se obligaba a liberarlo dentro de un tiempo determinado. Si se negaba, el censor podía dejar sin
efecto la potestad del mancipium y devolver al hijo a la autoridad del padre. La ley de las XII Tablas señaló que el hijo
mancipado por tres veces quedaba definitivamente libre de la autoridad paterna.
b) A pesar de la regla expuesta, no todos los habidos por línea de varón están bajo patria potestad. Hay que exceptuar
a los emancipados, quienes, aunque son consanguíneos del pater, están excluidos de la familia de éste. Por el
contrario, están sujetos a dicha potestad los hijos adoptivos a pesar de no haber sido concebidos carnalmente por el
pater;
c) Además de los hijos legítimos y adoptivos, están sujetos a patria potestad los hijos legitimados. La legitimación es un
acto por medio del cual se supone que los hijos naturales —concebidos en concubinato y, en consecuencia, nacidos
sui iuris— nacieron en justa nupcia y se someten a patria potestad;
d) Jurídicamente, la patria potestad era un vínculo tanto o más poderoso entre padre e hijo que la potestad dominical
del amo sobre el esclavo;
e) El efecto más importante era que todo cuanto adquiría el hijo libre era para el pater.
3) Derechos del pater sobre los bienes de los hijos: los peculios
Vimos que sólo los paterfamilias o sui iuris tenían plena capacidad jurídica. Sin embargo, los hijos libres, aun cuando
incapaces de derecho —al igual que los esclavos si no tienen impedimentos como la edad o la salud mental—, tienen
capacidad de hecho. Es así como el hijo puede realizar ciertos actos que le permitan adquirir bienes, los que pasan,
ipso jacto o de pleno derecho, al padre. Este sin embargo no resultaba obligado por las deudas que contrajeran las
personas sometidas a su potestad.
Este principio, que excluía a los hijos de familia ("filiifa-milias") de toda capacidad patrimonial, comenzó a modificarse
en virtud de la teoría de los peculios.
Los peculios
Se llama peculio a la pequeña suma de dinero o de bienes que el pater da al hijo (e incluso al esclavo) para que la
administre libremente.
Los peculios fueron de diversas clases, según su origen:
a) Peculio profecticio: Es el concedido directamente por el pater al hijo o a un esclavo, pero que sigue perteneciendo
en propiedad al pater. En consecuencia, si muere el hijo los bienes regresan al patrimonio familiar, pero no por
concepto de herencia sino porque nunca su propiedad salió del patrimonio del pater.
Se estimó que el pater respondía a las deudas contraídas por las personas sometidas a su potestad, hasta el monto
del peculio.
El hijo podía comprar o vender con su peculio profecticio, pero no podía donar. Si se emancipa y el padre no le pide
este peculio puede llegar a ser dueño de él por usucapión. La propiedad de este peculio, hasta que el hijo se emancipe
y lo adquiera por usucapión, pertenece al pater.
80
b) Peculio castrense: Estaba compuesto por lo que adquiría el hijo en su carrera militar y aun por ciertas donaciones y
herencias que recibía en su calidad de soldado. Augusto da al hijo pleno dominio sobre el peculio castrense.
Puede disponer de estos bienes por testamento. Si no dispuso así y muere, vuelven a su pater. Después Justiniano
permitió la sucesión ab intestato (no testamentaria) de estos bienes.
c) Peculio cuasicastrense: Estaba compuesto por los bienes adquiridos por el hijo en la función pública. Se asimiló al
tratamiento del peculio castrense con la única diferencia de que no puede disponer de él por testamento.
d) Peculio adventicio: Eran los bienes que recibía el hijo de su madre por cualquier concepto. El pater sólo
usufructuaba de estos bienes; no tenía sobre ellos ningún dominio.
Justiniano modificó todo lo anterior estableciendo que el pater sólo sería propietario de lo que el hijo adquiriese con
recursos dados por él, su pater. Todo lo demás sería considerado peculio adventicio y el pater podría ser administrador
y usufructuario, pero sin facultad de disposición.
Cuando comenzamos el estudio de Las Personas dijimos que para tener plena capacidad jurídica se requería ser libre,
ciudadano romano y sui iuris. Respecto de la libertad, la estudiamos desde el punto de vista de la esclavitud; respecto
de la ciudadanía, vimos quiénes eran ciudadanos romanos y sus derechos; respecto de los sui iuris, examinamos en
detalle el estado de familia y la familia romana. Ahora nos abocaremos a estudiar a los incapacitados de hecho.
7.6.1. Muerte
La muerte natural no reviste ningún problema, pero la larga ausencia se equipara a la muerte cuando no hay noticias
del desaparecido durante mucho tiempo. En tal caso se considera disuelto el matrimonio porque no existe su
fundamento esencial, que es la comunidad de vida.
7.6.4. Divorcio
El divorcio (divortium o repudium) se produce como el efecto de la cesación de la affectio maritalis en uno o en ambos
cónyuges. El matrimonio se termina debido a que el consentimiento debe ser continuado para mantener vigente y
válido el vínculo matrimonial.
Esta concepción de un matrimonio sustentado en el mutuo y permanente acuerdo rigió desde el derecho romano
arcaico, que lo entendía como "una institución esencialmente disoluble" (Cod. 8, 38.22). Consecuentemente, nadie
podía casarse obligándose por una convención a no divorciarse o imponer penas a quien lo solicitara.
En la época clásica, el divorcio tiene lugar por un convenio informal o la declaración de uno de los esposos. Basta un
aviso comunicado de palabra o por escrito. La Lex lulia de Adulteriis establece que el repudio debe notificarse por
medio de un liberto ante siete testigos para no incurrir en ciertas penas. No obstante, la declaración no formal basta
para disolver el vínculo.
En la época postclásica se usa un escrito para formalizar el divorcio, costumbre que fue recogida por una ley.
Justiniano mantiene este criterio permitiendo la declaración ante siete testigos que había sancionado la Lex lulia
porque, al parecer, quiso hacer obligatoria esta solemnidad.
81
En los inicios de Roma, pese a la facilidad que dan la ley y la costumbre, los divorcios fueron poco frecuentes y
reprobados si no tenían una causa justa. La mujer, por su estado de dependencia proveniente de la manus, no podía
divorciarse. Sin embargo, al decaer el matrimonio cum manus a fines de la República, se producen una relajación de
las costumbres y el auge del divorcio.
La llegada del cristianismo provoca una legislación contraria al divorcio. Se distingue entre el divorcio que se produce
de común acuerdo de aquel que surge por la voluntad de uno solo de los cónyuges. Se permite el divorcio nacido del
consenso y se castiga el provocado por la declaración unilateral de voluntad de uno de los cónyuges, a menos de que
exista una causa justa. El derecho justinianeo regló numerosas limitaciones al divorcio y lo clasificó en:
— Divorcio por mutuo consentimiento;
— Divorcio o repudio unilateral por culpa del otro cónyuge (habiendo causa justa);
— Divorcio unilateral sin justa causa (sine causa);
— Divorcio bona gratia.
— Divorcio por mutuo consentimiento. Fue considerado lícito. Por cierto que si uno de los cónyuges negaba el
consentimiento mutuo, el otro tendría que probar que así fue.
— Divorcio por culpa del otro cónyuge. Es lícito siempre que concurran las siguientes circunstancias o causales:
a) Conjura contra el emperador;
b) Adulterio o malas costumbres de la mujer;
c) Falsa acusación de adulterio por parte del marido, y
d) Infidelidad reiterada del marido, dentro o fuera de la casa conyugal.
7.7.1. Concubinato
El concubinato era la unión de orden inferior de un hombre y una mujer, pero más duradera que una relación pasajera,
que se consideraba ilícita.
Esta especie de matrimonio era frecuente en Roma por las desigualdades sociales.
Augusto sanciona las uniones de hecho como stuprum en la Lex Iulia de Adulteriis, pero hace una excepción en favor
de las relaciones permanentes, que llama concubinato, y que reciben un reconocimiento legal:
a) Requisitos del concubinato: Para que el concubinato tuviera la calidad de tal y fuese lícito era necesario que se
reunieran los siguientes requisitos: pubertad de ambas partes; que los concubinos no estuviesen ligados por el
parentesco que señala la ley; no debía haber más de una concubina; el que tenía concubina no podía tener mujer
legítima. Para vivir en concubinato no se requería el consentimiento del jefe de la familia.
b) Efectos: Durante la época arcaica de Roma el concubinato no produce efectos civiles, por tanto la mujer no es
elevada a la condición social del marido; además, los hijos son cognados de la madre y de los parientes de ésta. No
82
están sometidos al pater porque nacen sui iuris. Sin embargo, a partir del Bajo Imperio y desde Constantino, se
reconoce entre ellos y el padre el vínculo de sangre y, de ser hijos spurii, pasan a ser denominados liberii naturalis.
Posteriormente ya pudieron ser legitimados por justa nupcia de sus padres y este criterio es recogido por Justiniano
como "legitimación por matrimonio subsiguiente".
a) Efectos: Los hijos son cognados de la madre; nacen sui iuris y casi siempre peregrinos, porque el hijo sigue la
condición de la madre en el momento del parto por los efectos de la Lex Mincia, pero un senadoconsulto, de los
tiempos de Adriano, decidió que esta ley no se aplicaba al hijo de romana y latino, de modo que éste nacía ciudadano.
A partir del año 212 este tipo de uniones se hace muy escaso.
Después de Justiniano se termina la categoría de latinos junianos y el matrimonio sine connubii sólo procede para
condenados a penas privativas de la ciudadanía.
7.7.3. Contubernio
Es la unión entre un esclavo y una persona libíe o bien entre dos esclavos. Se trata de un simple hecho que no
produce efectos civiles porque no se reconoce parentesco entre esclavos hasta los inicios del Imperio. A partir de
entonces se admite que exista una especie de parentesco, la cognatio servilis, entre padre y madre; entre hijos y
hermanos. El objeto era evitar que una vez manumitido el esclavo pudiera celebrar un matrimonio contrario a la moral.
Ya se dijo algo sobre el contubernio al examinar la esclavitud, por lo que no ahondaremos en esta institución.
Capítulo Quinto
TUTELAS Y CÚRATELAS
Vimos que aun cuando una persona tuviera plena capacidad jurídica por ser libre, ciudadano romano y sui inris, ciertas
circunstancias de hecho podían impedirle actuar en la vida del derecho tales como la edad, el sexo, enfermedad
mental, prodigalidad u otras.
Para sustituir esta incapacidad de hecho los romanos crearon dos instituciones: la tutela, para los impúberes y las
mujeres; y la cúratela, para los demás casos.
83
Sólo necesita tutor la mujer que ni está sometida a la potestad de su pater ni, en el caso del matrimonio sine manus, de
su marido. La mujer que contrae matrimonio sine manus, por ejemplo, y muere su pater (familia a la que seguía
perteneciendo), queda sui iuris. Entonces será necesario designarle un tutor.
a) El tutor debe restituir al pupilo su patrimonio intacto, conforme al inventario que hizo al asumir la tutela. Debe
devolverle todos los bienes que adquirió y las sumas que haya cobrado para él, como administrador. En fin, debe
indemnizarle por el perjuicio que haya podido causarle una mala administración, por todas las faltas que, seguramente,
un buen padre de familia no hubiese cometido.
Las obligaciones del tutor están sancionadas por la actio tutelae directa, que puede ejercer el pupilo o sus herederos.
b) El pupilo debe indemnizar al tutor por todos los gastos hechos, descargándolo también de las obligaciones con
traídas en interés del pupilo. Puede ser obligado a ello mediante la actio tutelae contraria.
a) Si el tutor se hace culpable de fraude o de alguna falta grave durante la tutela, se puede deducir una acción que
tiene por objeto separarlo de la tutela como sospechoso.
Es la actio crimen suspecti tutoris. Puede deducirla cualquiera, salvo el pupilo mismo. Juzga su procedencia el mismo
magistrado ante quien se presenta. Si la acción se acoge, el tutor infiel es destituido y, además, recibe tacha de
infamia. Esto no ocurre si el tutor no es un ascendiente (a quien se castigó con mayor severidad), un patrono o una
persona que sólo cometió faltas de negligencia.
b) Al término de la tutela, si el tutor se quedó fraudulentamente con objetos pertenecientes al pupilo, comete delito.
El pupilo puede ejercer en su contra la acción de rationibus distrahendis, por la cual consigue una multa equivalente al
doble del valor de los objetos sustraídos. Como era una acción penal, no podía ejercerse contra los herederos del tutor,
sino sólo contra éste.
Cuando la República llegaba a su término, las costumbres fueron perdiendo su severidad primitiva y la protección de la
ley de las XII Tablas se hizo insuficiente. La destitución del tutor sospechoso no reparaba las consecuencias de su
infidelidad y la acción de rationibus distrahendis no permitía al pupilo hacerse indemnizar por las faltas o negligencias
84
del tutor. Se hizo necesaria una acción más amplia, que se extendiera a toda su gestión y que obligaba al tutor a rendir
cuenta al pupilo. Esta fue la actio tutelae directa.
A su vez, era posible que el tutor hubiera hecho gastos en favor del pupilo. Lo justo era que fuese reembolsado. El
pretor le dio para este efecto la actio tutelae contraria.
7. CÚRATELAS
Es válido respecto de ellas todo lo dicho en cuanto a concepto, designación, obligaciones, excusas e incapacidades
que acabamos de ver. Examinaremos las cúratelas del loco furioso, del pródigo y del menor de 25 años (y mayor de 14
años).
Capítulo Sexto
EL PATRONATO
1. CONCEPTO Y OBLIGACIONES
Es la relación existente entre el liberto y su ex amo. Crea derechos y obligaciones recíprocos, si bien son más las
obligaciones del liberto que las del patrono. Esto evidencia que, manumitido un esclavo y adquirida la condición de
liberto, no se rompe todo vínculo con su ex amo, sino que éste adquiere la calidad de patrono y se crean deberes y
derechos entre ambos.
En primer lugar, el liberto no puede deducir ninguna acción contra el patrono sin previa autorización del magistrado. El
liberto está obligado con el patrono por razones de obediencia y gratitud.
85
En segundo lugar, el patrono puede exigir al liberto ciertas prestaciones, como, por ejemplo, que lo apoye en las
elecciones si se presenta como candidato; acompañar al patrono si éste inicia un viaje largo; administrarle sus bienes
si se lo pide; cuidarle su casa, etc.
En tercer lugar, antes de la manumisión puede prometer al amo ciertos servicios mediante juramento pero, en general,
el amo exigía al liberto, una vez manumitido, que renovara su promesa mediante un contrato de estipulación. En tal
caso, las obligaciones del liberto emanarían de ese contrato.
En cuarto lugar, el patrono tiene derecho a la sucesión legítima o por ley del liberto.
El patrono, a su vez, tiene el deber de protección y auxilio del liberto así como la obligación de defenderlo en juicio.
2. DURACIÓN
Hay que distinguir. En cuanto al patrono, no sólo subsisten sus derechos y obligaciones durante toda su vida sino, aun,
se transmiten a sus herederos legítimos; es decir, a quienes son llamados por ley a la sucesión.
En cuanto al liberto, sus obligaciones y derechos subsisten de por vida, pero no se transmiten a sus herederos porque
sus hijos ya nacen ingenuos.
Capítulo Séptimo
EL COLONATO
1. CONCEPTO
En la época antigua, fue colono toda persona que cultivaba terrenos de propiedad de un tercero, a cualquier título.
En el bajo imperio, fue el hombre libre que pagaba una renta por explotar un terreno ajeno en situación de dependencia
permanente y hereditaria con la tierra.
Capítulo Octavo
PERSONAS JURÍDICAS
1. CONCEPTO
Son seres ficticios, capaces de ejercer derechos y de contraer obligaciones.
Esta definición quizá no sea muy precisa, pero se acerca a lo que eran en Roma las personas jurídicas, si bien el
término "personas jurídicas" no existió en aquella época. En efecto, no se podía hablar de "personas jurídicas" porque,
incluso, las personas naturales sólo tenían capacidad jurídica cuando el ordenamiento romano se la reconocía.
Así, por ejemplo, los esclavos eran personas pero no sujetos de derecho, porque el derecho romano no les reconocía
esta facultad. En consecuencia, se desprendería que las personas naturales a quienes se les reconocía capacidad
jurídica eran "personas jurídicas", pero no es ése el sentido en que empleamos en este capítulo el nombre de
"personas jurídicas". Se emplea este nombre en contraposición con el de "personas naturales".
86
Algunos quisieron llamarlas "personas morales", pero tampoco es adecuada la denominación. Lo moral no es lo mismo
que lo jurídico. Lo moral no tiene fuerza obligatoria desde el punto de vista del ordenamiento jurídico. Estos entes, que
hemos llamado "personas jurídicas", fueron seres ficticios, creados por la ley, a los que se les reconoció capacidad
para ejercer derechos y contraer obligaciones.
no le otorga la capacidad jurídica para actuar judicial o extra-judicialmente sino que, cumplidos los requisitos, se limita
a constatar que se cumplieron y a reconocerle capacidad jurídica a este ente llamado corporación.
3.5.1. Tres personas, a lo menos, para su constitución, aunque después permanezca sólo una;
3.5.3. Un estatuto que contemple ingreso y retiro de los miembros, sus aportes, etc.; y
3.5.4. Autorización del Estado, a partir de la Lex lidia de Collegiis. Quedaron exentas de esta autorización aquellas
corporaciones que, por su naturaleza, tenían un permiso de carácter general para funcionar, como ocurría, por ejemplo,
con los Collegia Funeraticia.
87
Cuando el Estado consideraba que una corporación era contraria al interés público la extinguía, como ocurrió con la
citada Lex lulia de Augusto.
En lo que se refiere al destino de los bienes, éstos se distribuían en la forma que establecieran los estatutos. Si nada
se había previsto, las fuentes romanas no indican qué ocurría con ellos. Para algunos estudiosos, los bienes aportados
por los miembros de la corporación debían volver a sus aportantes ya que, si ésta era la suerte que seguían los bienes
de las asociaciones declaradas ilícitas, con mayor razón se debía emplear el mismo predicamento respecto de las
ilícitas. Discrepamos de esta teoría, por cuanto, en el caso de las asociaciones ilícitas, debía entenderse que los bienes
nunca habían salido del patrimonio de sus aportantes. En el caso de las lícitas, en cambio, los bienes habían dejado de
pertenecer a sus aportantes para pasar al patrimonio de la corporación. Es por eso que nos inclinamos a considerar la
teoría de que, si los estatutos nada dicen sobre la suerte de los bienes de asociaciones lícitas, éstos deben distribuirse
entre los asociados a prorrata de su trabajo y aportes, sin consideración a las personas que aportaron tales o cuales
bienes.
4. COLEGIOS ILÍCITOS
Vimos que la Lex lulia de Collegiis exigió autorización especial a las corporaciones para permitirles su funcionamiento.
En general, la autoridad era reacia a conceder estas autorizaciones, porque temía que al final la asociación terminara
por convertirse en un club político. A este propósito, se cuenta el caso notable de la petición de Plinio a Trajano
solicitándole autorización para formar el cuerpo de bomberos en Nicomedia, donde había estallado un voraz incendio.
Trajano se negó por el temor expuesto.
Pues bien, el colegio o asociación no autorizada se convertía en un "colegio ilícito" y la autoridad podía ordenar su
disolución en cualquier momento.
5. ASOCIACIÓN Y SOCIEDAD
La "corporación" o "asociación" era absolutamente distinta en Roma a la "sociedad". Eran dos formas jurídicas
diferentes que no deben confundirse.
5.1. La corporación, según vimos, es un ente distinto de cada una de las personas que la componen. Es una "persona
jurídica" si ha sido reconocida por la autoridad y en esos términos opera frente a terceros. En la sociedad, en cambio,
sólo hay relaciones entre los socios, pero que no trascienden a terceros;
5.2. Los bienes de la corporación pertenecen a ella, en tanto que los de la sociedad pertenecen a los mismos socios,
que son copropietarios;
5.3. Los acreedores de la corporación sólo pueden cobrar .sus créditos contra ella, en cambio los de la sociedad
únicamente contra los socios.
6.1. EL FISCO
El fisco fue en Roma el patrimonio de Roma, que administra el Emperador. Este patrimonio gozaba de una situación de
privilegio respecto del patrimonio de cualquier particular:
6.1.1. Si dicho patrimonio se transfería por el Estado a una tercera persona, la enajenación era válida y el tercero
adquiría el dominio de esos bienes aunque el Estado fuese dueño de los mismos. Es cierto que el verdadero
propietario podía reclamar, pero tendrá derecho únicamente a una indemnización por el Estado, no a la restitución de
los bienes;
6.1.2. La usucapión, modo de adquirir el dominio de las cosas ajenas por haberlas poseído durante cierto tiempo y
concurriendo los demás requisitos legales, no tiene lugar respecto de los bienes del fisco y, en consecuencia, el tercero
jamás se hará dueño de los bienes del fisco por usucapión.
Estos eran algunos de los beneficios de que gozaba el fisco en Roma,
88
así la interrogante: ¿a quién pertenecen esos bienes durante aquel período intermedio? Cuatro soluciones posibles se
plantearon: 1) A nadie; 2) Al causante; 3) Al heredero; 4) Tiene personalidad propia. ¿Qué importancia tienen el
problema y la solución que se le dé? En algunos casos, mucha. En otros puede no ser tan grande.
Donado por el fundador. Era normal en Roma que una persona muriese y destinara una parte de sus bienes a un fin
religioso, de beneficencia, etc. En tales casos ese patrimonio adquiría vida propia y debía destinarse al fin que le había
dado el testador.
Hubo casos, sin embargo, en que la persona difunta donaba sus bienes a un municipio o colegio para que ese colegio
o municipio destinara los bienes al fin deseado por el testador. En estos casos no puede hablarse de fundación. Hay
simplemente una asignación modal, una donación sujeta a modalidad. En esta forma, si el testador donaba sus bienes
a un municipio para que éste los repartiera entre los pobres, no hay fundación porque será el municipio quien distribuirá
los bienes. Si en cambio el testador dice: "Dejo mis bienes para ser repartidos entre los pobres", quien haga la
distribución no será propietario sino simple administrador de ellos.
7. LAS FUNDACIONES
Pueden definirse como "patrimonios destinados a un fin determinado". Como se aprecia, hay una diferencia sustancial
entre la "corporación" y la "fundación". Mientras la primera estaba formada por un grupo de personas que se reunían
para lograr un fin dado, en el caso de la "fundación" es el patrimonio el que se personifica. Normalmente, este fin será
determinado.-
89
BIBLIOGRAFÍA
1. ARIAS RAMOS, J.: Derecho Romano. I. Parte general. 14a edic. Revista de Derecho Privado, Madrid,
1977.
2. AVILA MARTEL, ALAMIRO: Derecho Romano. 1. Introduccióne Historia Externa. Ediciones del Tridente.
Santiago de Chile, 1964.
3. CARAMES FERRO, JOSÉ M.: Instituciones de Derecho Privado Romano, parte general. Editorial Perrot,
Buenos Aires, 1963.
4. DI PIETRO, ALFREDO y LAPIEZA, ÁNGEL: Compendio de Derecho Romano. Editado por
Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales. Buenos Aires, 1975.
5. DI PIETRO, ALFREDO y otro: Manual de Derecho Romano. Ediciones Depalma. Buenos Aires.
Tercera Edición, 1982.
6. D'ORS, ALVARO: Derecho Romano Privado. Ediciones Universidad de Navaira, S. A. Tercera Edición,
Pamplona, 1977.
7. FUSTEL DE COULANGES, NUMA DIONISIO: La Ciudad Antigua. Traducción del francés por Carlos A.
Martín. Editorial Iberia. Barcelona, 1979.
8. GAYO: Instituías. Texto, traducción y notas de Alfredo di Pietro.
Ediciones Librería Jurídica. Buenos Aires, 1975. — IGLESIAS, JUAN: Derecho Romano. Instituciones de Derecho
Privado. Quinta Edición, Editorial Ariel. Barcelona, 1965.
9. JUSTINIANO: Instituciones, por M. Ortolán. Editorial Bibliográfia Argentina. Buenos Aires, 1960.
10. KASER, MAX: Derecho Romano Privado. Quinta edición alemana y segunda en español. Traducción de José
Santa Cruz Tejeiro. Biblioteca Jurídica de Autores Españoles y Extranjeros. Instituto Editorial Reus. Madrid, 1982.
11. KRUGER, Pablo: Historia, fuentes y literatura del Derecho Roma no. Editora Nacional. México, 1967.
12. KUNKEL, WOLFGANG: Historia del Derecho Romano. Traducción de Juan Miquel. Editorial Ariel. Séptima
edición. Barcelona,1981.
13. PLUTARCO: Vidas Paralelas, tomo I. Edit. Iberia. Barcelona, 1979.
14. PROFESORES DE DERECHO ROMANO UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES: Derecho Romano, II Parte.
Personas y Familia. Material Docente, Código 3101. Apuntes de Clases, 1985.
15. Separatas de la Universidad de Chile, 1966.
16. VOGEL, CARLOS ALFREDO: Historia del Derecho Romano. Editorial Perrot. Quinta edición. Buenos Aires,
1977.
90
NDICE GENERAL
Prólogo VII
LIBRO I
HISTORIA EXTERNA DE ROMA: BASES DE
APLICACIÓN, PERIODIFICACION Y FUENTES
DEL DERECHO ROMANO; ESTRUCTURA
POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN
ADMINISTRATIVA DE ROMA
Capítulo Primero
HISTORIA EXTERNA DE ROMA 3
I. INTRODUCCIÓN 3
1. Por qué se estudia derecho romano 3
2. Partes del curso 4
3. Fuentes para el estudio del derecho romano ... 4
3.1. Fuentes jurídicas 4
3.1.1. Obras de juristas clásicos 4
3.1.2. Obras postclásicas 4
3.1.3. Fuentes epigráficas 5
3.1.4. Fuentes papirológicas 5
3.1.5. Código Teodosiano 5
3.1.6. El Corpus Iuris Civilis, de Justiniano . . 5
3.1.7. Fuentes bizantinas posteriores a Justiniano 6
3.2. Fuentes extrajurídicas 6
91
índice General IX
VII. EL ALTO IMPERIO (14 al 285) 25
1. Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón (14-69) .... 25
2. Los Flavios (69-96) 25
3. Los Antonios (96-192) 26
4. Los Severos (193-235) 26
5. La anarquía (235-285) 27
VIH. EL BAJO IMPERIO (285 al 476) 28
1. Características 28
2. Desde Diocleciano hasta la muerte de Teodosio el
Grande (285-395) 28
3. Fin del imperio de Occidente (395-476) 30
IX. EL IMPERIO DE ORIENTE HASTA LA MUERTE DE
JUSTINIANO (395 al 565) 31
1. Desde Arcadio hasta Justino I (395-527) 31
2. Justiniano (527-565) 32
X índice General
2.3. El derecho postclásico 42
2.4. El vulgarismo en Occidente 43
2.5. El desarrollo del derecho romano en Oriente hastala muerte de Justiniano 43
III. FUENTES DEL DERECHO ROMANO 44
1. La costumbre 45
2. La ley 48
2.1. Leges propiamente tales 49
2.1.1. Leges imperfectas 58
2.1.2. Leges minus quam perfectae . . .58
2.1.3. Leges perfectae 58
3. El plebiscito 63
4. Los senadoconsultos 64
5. Las constituciones imperiales 65
6. Respuestas de los Prudentes 65
7. La doctrina de los jurisconsultos 65
92
IV. LAS FUENTES EN EL BAJO IMPERIO 69
V. OBRA LEGISLATIVA DE JUSTINIANO 70
1. El primer código y las quinquaginta decisiones ... 70
2. El Digesto 71
3. Las Instituciones 72
4. El segundo código 73
5. Las novelas 73
6. Corpus Iuris civilis 73
XI
índice General
Capítulo Tercero
75
ESTRUCTURA POLÍTICA Y ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA DE ROMA
ESTRUCTURA POLÍTICA 75
1. Antecedentes generales 75
2. Organización de la república 76
93
2.2. La administración militar 96
2.3. El culto 97
índice General
1.4.2 Solemnidades habilitantes
1.4.3. Solemnidades publicitarias
1.4.4. Solemnidades probatorias
2. Requisitos de validez de un acto jurídico .
2.2. Voluntad sin vicios
2.2.1. El error
2.2.1.2. 2.2.1.3. 2.2.1.4. 2.2.1.5. La fuerza
2.2.2.1. Debe
2.2.2.2. Debe
2.2.2.3.
El dolo 2.2.3.1.
in in accidental in persona
Error Error Error Error
2.2.1.1. Error in negotio . corpore . substantia
2.2.2.
ser grave .... ser actual e inminente Debe ser injusta e ilegítima
2.2.3.
Concepto
2.2.3.2. Clases de dolo
2.2.3.2.1. Dolo bueno y dolo
malo
2.2.3.2.2. Dolo positivo y dolo
negativo
2.2.3.2.3. Dolo principal, deter
minante o inductivo, y
94
dolo incidental . . .
2.2.3.2.4. Dolo, obra de una de
las partes, o dolo, obra
de un tercero . . .
2.2.3.3. Efectos del dolo
2.2.3.3.1. La actio doli o acción
de dolo
' 2.2.3.3.2. La exceptio doli o ex
cepción de dolo . .
2.2.3.3.3. La restitutio in inte-
grum o restitución por
entero
2.3. Objeto lícito
2.4. Causa lícita
2.5. Capacidad jurídica de las partes
XIV
índice General
índice General
XV
95
LIBRO III
DE LAS PERSONAS
Capítulo Primero
DE LAS PERSONAS 165
Conceptos generales 163
1. Capacidad jurídica 165
2. Estado de libertad, ciudadanía y familia 16fl
2.1. Estado de libertad 167
XVI
índice General
índice General
XVII
96
4/2.1. Ley Fufia Caninia (año 2 d.C.) 192
4.2.2. Ley Aelia Sentía (año 4 d.C.) 192
4.2.3. Ley Junta Norbana 193
4.3. Efectos de la manumisión 193
195
Capítulo Tercero ESTADO DE CIUDADANÍA
1. Cómo se adquiere la ciudadanía 196
1.1. Por nacimiento 196
1.2. Por hechos posteriores al nacimiento 197
4.
208 209 210 211 211
212 212 213 213 214 215 215 216 216 217
El parentesco
4.1. Parentesco civil, agnaticio o por agnación .
4.2. Parentesco natural, de sangre o por cognación
4.3. Parentesco por afinidad
4.4. Parentesco por gentilidad
5.
La familia agnaticia
5.1. Los hijos legítimos de ambos sexos
5.2. Los descendientes por vía de varón
5.3. 5.4. 5.5.
Los adoptados
Los adrogados
Los legitimados
5.5.1. Por matrimonio subsiguiente de los padres
5.5.2. Por oblación a la curia
5.5.3. Por rescripto imperial
Las mujeres casadas cum manus
5.6.
6. Modos de salir de la familia 218
7. El matrimonio o justa nupcia 219
97
7.1. Concepto 219
7.2. Requisitos 221
XVIII
7.6.
7.7.
índice General
7.5.2." Efectos del matrimonio respecto de los hijos . . 232
A. Filiación legítima 233
B. Patria potestad 234
1. Derechos del pater sobre la persona de
sus hijos 234
2. Características de la patria potestad .235
3. Derechos del pater sobre los bienes de
los hijos: los peculios 236
Disolución del matrimonio 238
7.6.1. Muerte 238
7.6.2. Pérdida de la capacidad matrimonial .... 238
7.6.3. Impedimento sobreviniente 239
7.6.4. Divorcio 239
7.6.5. Legislación matrimonial con Augusto .... 241
Otras formas de uniones lícitas 241
XIX
índice General
7.1. Cúratela del furioso 250
7.2. Cúratela del pródigo 251
7.3. Cúratela del menor de 25 años 251
98
Capítulo Sexto EL PATRONATO
253
1, Concepto y obligaciones 253
2. Duración 254
Capítulo Séptimo EL COLONATO
255
1.
2. 3.
4. 5. «5.
i:
1. Concepto 255
2. Fuentes del colonato 255
XX
índice General
PROLOGO
99
3.5. Caracteres de la corporación 260
3.6. Extinción de la corporación 261
100