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Tomado del libro: “Educación para el desarrollo humano”
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desarrollen todos los aprendizajes para la vida, que son vistos, así como
tributarios de esa dirección u orientación de valores que rige a la vida personal.
Los aprendizajes básicos para la vida se pueden clasificar en tres grupos para
facilitar su exposición, de acuerdo a los objetivos predominantes y a los
aspectos principales de la vida a que se refiere, aunque debemos tener
siempre presente que están íntimamente relacionados constituyendo un
sistema. Son los grupos siguientes que forman el sistema de aprendizajes
para aprender a vivir, que corresponden a las actitudes y relaciones
fundamentales que tiene el hombre en la vida: aprender a vivir consigo mismo,
aprender a vivir con los demás y aprender a afrontar la vida; pensar, valorar y
crear.
El ser humano arriba a su nivel más alto cuando desarrolla la conciencia crítica,
reflexiva y valorativa que genera las necesidades superiores o meta-
necesidades que motivan que el sujeto se plantee las cuestiones
fundamentales de qué son las cosas y quién soy yo, para qué son las cosas y
cuál es la finalidad de mi vida, qué importancia tienen las cosas y personas que
me rodean y mi vida en medio de ellas.
Para darle respuesta a esas grandes cuestiones que nos plantea la conciencia
crítica, reflexiva y valorativa (el lado teórico de nuestra persona) interviene el
lado práctico de la praxis transformadora, creativa y comprometida, de la
voluntad, que nos hace cambiar, aprendiendo o perfeccionando los
aprendizajes básicos para la vida, para una vida de mejor calidad, a través de
los cuales nos realizamos y contribuimos a la transformación del mundo que
nos rodea.
Estas preguntas radicales de qué quiero hacer, quién quiero ser, adonde debo
encaminar mi vida, motiva el aprendizaje básico, cimero, que orienta a todos
los demás, que es aprender a darle un objetivo o sentido a nuestra vida. Es
decir, todos los aprendizajes básicos están, deben estar, al servicio de los
objetivos o valores para los que vivimos. Ese sentido o dirección que le damos
a nuestra vida orienta y regula el proceso de formación de los aprendizajes
básicos porque el sujeto es una unidad, un sistema y la dirección de su vida
influye en todos sus aprendizajes.
De tal modo que lo que aprendemos, en primer lugar, los aprendizajes básicos,
lo hacemos para realizar mejor los objetivos de nuestra vida. En la medida que
yo sé el sentido o dirección de mi vida y estoy motivado para cumplirlo, estoy
también en mejor disposición de realizar los aprendizajes básicos para que
ellos coadyuven en esa orientación que le doy a mi vida.
El objetivo final del ser, de la preparación para la vida, no tiene, por lo tanto, la
meta última en el propio individuo, sino que lo sobrepasa y supera
proyectándose, por la fuerza del amor y la creatividad hacia los valores
superiores mas allá de su propia vida, como puede ser otras personas, causas
importantes, la patria, la humanidad, la bondad, la justicia, la ciencia, el arte, la
cultura, porque el despliegue y desarrollo del sujeto lo convierte en tránsito,
afluente o tributario del río mayor de la sociedad y en este sentido, no solo
Patria es humanidad, como decía Martí, sino YO es humanidad.
Aprender cada día, cada momento de nuestra vida, a ser una persona
plenamente consciente, que se da cuenta cabal de lo que hace y de lo que es,
de lo que sucede y de lo que hace suceder, por estar abierto al mundo externo
e interno y sentir una autoestima positiva.
Los primeros son los que deben dirigir nuestra vida y los segundo debemos
convertirlos en aliados y colaboradores, servidores de nuestros propósitos
conscientes, de nuestra voluntad, la cual, para que sea cabal y eficiente debe
constar de todas las etapas que la constituyen (propósito, deliberación,
elección, decisión, confirmación o ratificación, planificación y programación y
dirección de la ejecución). La voluntad constituye el centro rector ejecutivo del
nivel superior de la personalidad.