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G U ÍA DE L E C T U R A DE LA
«METAFÍSICA» DE ARISTÓ TELES
Herder
Capítulo 1
GÉNESIS DE LA OBRA
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Sólo con plena concienda de tales problemas se puede sacar provecho
de la lectura del complejo y abundantísimo material presentado en los dis
tintos libros.
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Ahora bien, siendo así que, por un afortunado azar, la palabra pexá
significa igualmente «más allá de» o «por encima de», la expresión «meta
física» (tú pexa xa (puoixá) viene de perlas para indicar e l contenido mismo
de la obra, o sea la investigación sobre el ser suprasensible y trascenden
tal, propia de los catorce libros.
Por eso, a la fórmula original de Aristóteles, «filosofía primera», y a
otras análogas la posteridad ha preferido con mucho el término «metafí
sica», ya que, prescindiendo de las posibles intenciones de quien lo forjó,
refleja de manera más nueva, eficaz y penetrante lo que Aristóteles se pro
puso en esos catorce libros, a saber, estudiar y dilucidar las cosas que están
más allá o p o r en cim a de la «física» y que, por consiguiente, pueden califi
carse de «metafísicas».
Pero ¿podemos de veras creer que la génesis de un término como éste,
ya secular, se haya debido a meras contingencias relacionadas con motivos
puramente editoriales?
tros llamamos Metafísica de Aristóteles, parece que no pudo encontrar ningún título
apropiado. No sabemos por qué no escogió el de Filosofía primera o, siguiendo a Teo-
frasto, el de Teoría sobre las realidades primeras. Supongo yo, con Bonitz, que el conte
nido de los 14 escritos se le antojó quizá demasiado dispar para ponerle un título como
ésos. Prefirió así una denominación absolutamente neutral: ta metà tà physiká, es decir,
las obras que en su edición venían de los escritos de ciencias naturales.»
4. P. Moraux, Les listes anciennes des ouvrages d A
’ ristote, Éditions Universitaires de
Louvain, Lovaina 1951.
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la mejor conservada, mas la reconstrucción de las cinco columnas en las
que el catálogo fue transcrito antes de la era cristiana pone de manifiesto
que en la cuarta columna existe una laguna de cinco títulos (las tres pri
meras columnas constan de treinta y cinco títulos y la cuarta sólo de trein
ta). Ahora bien, conforme al orden sistemático de las listas, la M etafìsica
debía precisamente hallarse en esa cúarta columna. A su vez el catálogo
anónimo presenta en ese mismo punto cinco títulos que no están en el
de Diógenes: la M etafìsica y cuatro obras «hipomnemáticas». Parece no
haber aquí más que una conclusión correcta: esos cinco títulos son justa
mente los perdidos en el catálogo de Diógenes5. En tal caso, podemos afir
mar que la lista de Aristón contenía también el título de M etafisica.
¿Cuál es entonces el verdadero significado de «metafísica» (xà pexá
xa qruaixa)? Cuesta creer que pueda tratarse de una simple etiqueta clasi
ficadora con vistas a una edición o a un catálogo. El orden sistemático de
la catalogación primitiva parece sugerir que, desde el principio, la M etafì
sica ocupaba el tercer puesto en la sucesión «física - matemáticas - me
tafísica», que refleja con exactitud el cuadro epistemológico presentado
por Aristóteles en el libro VI de la M etafìsica, del que hablaremos más
adelante.
Moraux, con todo, impugna la validez de la interpretación de Sim
plicio, que él califica de «neoplatónica» y a tenor de la cual el término «meta
física» viene de que esta ciencia se ocupa de un objeto transfìsico o suprafi-
sico6. Según el mismo Moraux, el sentido de «metafísica» se basa, al contrario,
en razones y consideraciones de carácter didáctico:
5. IbieL, p. 314-15.
6. Cf. Simplicio, InPhys., 1, 18ss. Diels.
7. Moraux, op. cit., p. 315.
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que la M etafísica había sido confiada a Eudemo, quien por primera vez la
sistematizó8.
A buen seguro, estas nuevas perspectivas, por seductoras que parezcan,
son sobre todo válidas como hipótesis de trabajo. Mas se trata de hipóte
sis sólidamente fundadas y por tanto más coherentes y firmes que las ante
riores. De todos modos, no puede ya sostenerse la tesis del origen mera
mente casual y contingente del título de M etafísica.
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es para nosotros anterior; luego trató de las cosas divinas, a cuya ciencia dio
el nombre de «metafísica», porque, aunque tales cosas sean p o r naturaleza
anteriores, son posteriores pa ra nosotros. La «meta-física», por tanto, es la
ciencia que pa ra nosotros viene después (|xexá) de la física, dado e l orden en
que adquirim os nuestros conocim ientos.
Por otro lado, puesto que hay alguien que está todavía por encima delfisi
co (de hecho, la naturaleza es sólo una modalidad del ser), a quien estudia lo
universal y la sustancia primera le incumbe también el estudio de los axiomas.
La ciencia es, sí, una sabiduría, mas no la primera sabiduría13.
12. Cf. G. Reale, Il concetto di filosofia prim a e l ’unità della Metafisica di Aristo
tele, Vita e Pensiero, Milán 19946.
13. Metafi, IV 3, 1005 a 33-b 2.
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Si no existiera otra sustancia además de las que constituyen la natu
raleza, la física sería la ciencia prim era; si existe, en cambio, una sustan
cia inm óvil, la ciencia de ésta vendrá en prim er lugar y será la fdosofía
primera 14 .
Todos admiten que algunas de las cosas sensibles son sustancias; de éstas,
pues, debe arrancar nuestra investigación. No cabe duda que es útilísimo avan
zar gradualmente hacia lo más cognoscible y, de hecho, todos adquieren de
este modo su saber, procediendo a través de lo que por naturaleza es menos
cognoscible [las realidades suprasensibles] (...). Las cosas cognoscibles y pri
meras para el individuo son a menudo escasamente cognoscibles por natu
raleza y poco o nada nos dicen del ser. No obstante, hay que partir de estas
cosas poco cognoscibles por naturaleza, pero que son las que el individuo pue
de conocer, para llegar a lo cognoscible en sentido absoluto, procediendo,
como decíamos, a través de las primeras1415.
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Nótese, sin embargo, que la fórmula aristotélica más significativa, «filo
sofía primera», confirma plenamente la exégesis que proponemos: la
filosofía primera es tal por ocuparse de lo que es ontològica y axiológica-
mente primero.
17. W. Jaeger, Aristotele. Prime linee di una storia della stia evoluzione spirituale,
versión italiana autorizada de G. Calogero con añadiduras y apéndice del autor, La Nuo
va Italia, Florencia 1935, p. 223. [Ed. esp. Fondo de Cultura económica, Madrid, 1993.]
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nable es la precipitada admisión de su unidad filosófica, a despecho de las carac
terísticas de cada documento. En el marco de una actividad intelectual que
forcejeó con los mismos problemas durante decenios, cada uno de esos docu
mentos representa un momento fecundo, un punto de partida para una nue
va formulación18.
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Pasemos ahora a exponer las tesis que en el pasado defendimos a con
tracorriente21 y que hoy se imponen como irrefutables en todos los niveles.
Sin ningún género de duda, hemos ya de admitir que la M etafísica no
es una obra unitaria, sino una colección de escritos. Éstos no fueron redac
tados de una sola vez y en un mismo período, siendo más bien fruto de una
maduración de ideas, meditaciones y pensamientos que se prolongó duran
te años. En esta tesis se resumen precisamente los resultados positivos de
la interpretación histórico-genética.
La época de composición de los varios libros se extiende probable
mente desde la fundación del Peripato (335-34 a. de J.C.) hasta la muer
te del Estagirita (322 a. de J.C .). Alguno que otro texto podría datar de
años anteriores, a partir de 347-45, es decir, del período en que Aristóte
les dirigió una escuela en Assos, junto con Xenócrates, Erasto y Coriseo.
Pero, en contra de lo que se defendía en las interpretaciones histórico-gené-
ticas, hay que admitir que Aristóteles tuvo ciertamente por válidos todos
los textos que conservó. Así, aunque nacidos en distintas épocas de su vida,
no cabe duda que en tales libros hay una u n id a d fu n d a m en ta l d e p en sa
m iento. Si se niega esta unidad, resulta sencillamente imposible la lectura
de la M etafisica.
Dice muy bien Aubenque —investigador que nos complacemos en
citar, porque, pese a seguir una dirección teórica opuesta a la nuestra, defien
de también ese principio básico— en un interesante volumen:
21. Téngase presente que hasta los años setenta predominó el modelo históri-
co-genético de interpretación.
22. P. Aubenque, Leprobleme de l ’étre chez Aristote, Presses Universitaires de Fran-
ce, París 1962 (reeditado muchas veces), p. 9-10.
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Especialmente hemos de recalcar que hasta hace poco no se han sabi
do leer las obras aristotélicas que conocemos, y en particular la M etafísi
ca, como clases y material reservado a los alumnos, o sea cómo obras intra-
peripatéticas con finalidad, estructura y hechura del todo diversas de las de
los escritos redactados con vistas a su publicación. Repeticiones, rupturas
formales, saltos, laconismos, aridez y rigidez lingüísticas y estilísticas son
moneda corriente en la M etafisica. Quien pretendiese leer esos libros como
la obra acabada que hoy se publica (o como componía el propio Aristóte
les las obras que publicaba) seguiría el peor de los caminos y difícilmente
llegaría a comprender el mensaje que le transmiten.
Aclaradas estas cuestiones preliminares, trataremos a continuación de
describir la estructura de la obra mediante un análisis de cada libro, reco
rriendo por orden sus capítulos, y en segundo lugar pondremos de relieve e
interpretaremos la armazón teórica del pensamiento metafisico de Aristó
teles, mostrando sus fundamentos, conceptos clave y trabazones internas.
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