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El leonés

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El reino de Asturias (718) fue el primero en constituirse como continuador de la


monarquía visigoda. Su extensión llegó a abarcar desde Galicia hasta Cantabria y Álava.
De hecho, fue en su expansión hacia el sur cuando la capital dejó de ser Oviedo y pasó a
ser León, convirtiéndose, dos siglos más tarde, en el Reino de León (910). Debido a su
extensión, condados extremos como Portugal y Castilla se independizaron, lo que
derivó en una época de inestabilidad que se mantuvo hasta el reinado de Fernando III
(1230), con el cual el reino de Castilla y de León quedarían finalmente reunificados.
Como consecuencia, la primacía pasó a ser de Castilla y, bajo el reinado de Alfonso X,
el castellano se convirtió en lengua vehicular, tanto de la administración como de la
cultura. Desde entonces, las hablas asturleonesas1 que nacieron en la zona de la actual
Asturias y se expandieron en la Edad Media hacia León, Zamora y Salamanca, fueron
perdiendo progresivamente su prestigio. De hecho, ninguna variedad se constituyó
como modelo y quedaron, por consiguiente, desprestigiadas y relegadas al ámbito rural,
pese a que en la actualidad existen algunos grupos de reivindicación que tratan de
revivirlas.

Tomando como principal fuente de información el Manual de dialectología


hispánica dirigido por Manuel Alvar, a lo largo de este trabajo se realizará una breve
aproximación al leonés. En dicho manual, Julio Borrego Nieto dedica un capítulo, “Las
hablas leonesas: situación geográfica y sociolingüística”, a dar cuenta de las hablas
propias de las provincias de León, Zamora y Salamanca. Sin embargo, el propio autor
apunta siguiendo la línea de lo ya mencionado que, pese a presentar estas localizaciones
y una serie de características, el leonés es una prolongación de las hablas que perduran
con más coherencia en Asturias. De hecho, aunque el manual recoge un apartado bajo el
título Leonés, los artículos que inician dicha sección están dedicados a “Las hablas
asturianas”, por un lado, y al “Gallego-asturiano” 2, por otro, debido a la gran
vinculación entre las diversas variedades3. Así, en su capítulo, Borrego Nieto realiza una
1
Cabe señalar que no son dialectos del castellano, sino que proceden del latín vulgar (dialectos
primarios).
2
El primer artículo pertenece a Josefa Martínez, mientras que el segundo a Alarcos Llorach.
3
También se incluyen en este apartado dos capítulos dedicados al mirandés y al extremeño
respectivamente.

1
aproximación a las hablas leonesas explicando la situación geográfica y sociolingüística
de las mismas, para a continuación centrarse en las distintas áreas dialectales,
diferenciadas en base a rasgos fonético-fonológicos y morfológicos. Por último,
describe de forma común a todas las zonas los rasgos sintácticos y léxicos.

Como se ha avanzado con anterioridad, las hablas leonesas son propias de las
provincias de León, Zamora y Salamanca, si bien no solo es cierto que rebasan sus
límites, sino que no llegan a abarcar las mismas en su totalidad. Cabe señalar que las
hablas leonesas se entremezclan con otras variedades en las zonas fronterizas, como el
gallego y los dialectos portugueses de Tras-os-Montes. Así, solo en la parte más
occidental de León y en la zona noroeste de Zamora el leonés mantiene aún cierta
vigencia y coherencia, mientras que en el resto de las áreas únicamente se conservan
algunos rasgos. Es, por consiguiente, su supervivencia en zonas aisladas
geográficamente un elemento clave para determinar la situación sociolingüística del
leonés. Al limitarse su existencia a casos aislados y, por tanto, reprimidos, el dialecto no
goza del “prestigio necesario para ser mantenido como signo de identidad social, lo que
explica su descomposición” (1996: 140)4. De esta manera, los hablantes, una vez
conocen la norma, comienzan a abandonar el leonés, lo que provoca que no haya una
normalización y fijación de los términos.

Ante tal situación de descomposición, Borrego Nieto expone que lo común en


las comunidades en las que el dialecto aún tiene cierta consistencia es que haya tres
tipos de hablantes:

a) Aquellos en que predomina la variedad prestigiosa5.


b) “Los informantes mimados por los dialectólogos” (1996: 140), en los cuales los
restos del dialecto son más evidentes6.
c) “El hablante medio” (1996: 140) o grupo familiarizado con ambos registros que
posee mayor flexibilidad estilística, aunque suele buscar distancia del dialecto
fuera de su círculo cayendo, en ocasiones, en ultracorrecciones.

Una vez expuesta la situación geográfica y sociolingüística del leonés, es


necesario establecer una distinción entre las diferentes áreas dialectales. En el caso que

4
La situación geográfica y la sociolingüística están fuertemente influenciadas la una por la otra.
5
Principalmente, los jóvenes, por tener mayor acceso a la variedad de prestigio.
6
“Cualquier hablante de cualquier sexo y edad, confinado en la comunidad y sin estudios” (140).

2
nos ocupa, el autor establece cinco áreas en las que, dependiendo de diversos factores,
trata el vocalismo, el consonantismo y la morfología.

La primera zona comprende la parte más occidental de León y Zamora 7 –


excluyendo las áreas que presentan rasgos propios del gallego. Según Borrego Nieto, es
la zona con mayor amplitud y, a su vez, mayor vitalidad del dialecto, hasta tal punto que
este se percibe como un código distinto. Para su caracterización y como se ha avanzado
previamente, nos referiremos, en primer lugar, a los rasgos fonético-fonológicos,
divididos en vocalismo y consonantismo y, en segundo lugar, a los morfológicos. En
cuanto a las características propias del vocalismo destacan:

 Diptongación de Ĕ y Ŏ breves latinas ante yod (fueya ‘hoja’), en


determinadas formas verbales del verbo ser (yeran) y en la conjunción
copulativa et casi siempre bajo la forma ya8. Es importante señalar que
partiendo de este rasgo algunos lingüistas como Pilar Montero Curiel
establecen sus hipótesis para determinar cuáles son las zonas que con
mayor vitalidad conservan los vestigios de las hablas leonesas.
 Los diptongos pueden mantener la inestabilidad de su segunda vocal,
aunque en escasa medida (díaz ‘diez’).
 Mantenimiento de -ie- ante l̮ y s (amariella, priesa).
 Conservación sistemática de los diptongos decrecientes ou y ei (cousa,
queiso).
 Cierre de las vocales finales, siendo este un fenómeno que se da en todas
las zonas, aunque de manera desigual dependiendo de la zona a la que
nos refiramos y del tipo de vocal (rocíu).
 Inestabilidad de las vocales átonas no finales.
 Conservación de -e final tras consonantes como l, r y d (árbole, parede).
 Epéntesis de yod en las siguientes terminaciones: blandiu, urnia, bracio9.

Por otra parte, entre las características propias de consonantismo se encuentran:

 Conservación de f- inicial (fornu).

7
En concreto, esta zona está constituida por las comarcas leonesas de Babia y Laciana, con partes,
también, en Luna, Los Argüellos, el Bierzo oriental y la Cabrera. De la provincia zamorana destaca la
Sanabria no gallega.
8
Como se ha podido ver a lo largo de la asignatura con la explicación del asturiano, muchos de los rasgos
son propios de los dos dialectos, lo que indica su proximidad.
9
Este fenómeno afecta a más zonas que la ahora referida.

3
 Palatalización de L- inicial latina. Este rasgo permite la distinción de dos
subzonas: en la subzona norte la L- inicial derivó en una africada (ŝana
‘lana’) mientras que en la subzona sur el resultado fue la palatal l̮ (lluna,
gallina)10.
 PL-, KL- y FL- dieron lugar a /ĉ/, aunque existe una segunda solución
para consonante + l̮ : pranta, igresia.
 Existencia del sonido [š] con origen diverso.
 -NN-, -MN- dieron lugar a la simplificación en -n- (anu, escano),
mientras -M’N- derivó en m (llume).
 Se conserva el grupo -MB- (llamber).
 -LY-, -C’L- y -G’L- producen diferentes resultados palatales que
distinguen tres subzonas11.
 -KT- y -ULT- se mantienen en la forma arcaica it (feito).
 Conversión en l de la primera de las dos consonantes oclusivas que
quedan en contacto por la pérdida de una vocal átona (caldal).
 En final de sílaba o palabra:
o La -n final absoluta y final de palabra ante vocal es velar.
o La -d final de palabra que no conserva detrás -e por norma
general se pierde.
o Los archifonemas /B, D, G/ del castellano experimentan distintas
trasformaciones.

Por último, en lo tocante a los rasgos morfológicos cabe señalar los que siguen:

 Cambio de género en ciertos sustantivos (miel), especialmente en los


nombres de árboles frutales.
 Predominio del diminutivo -ín, aunque en el norte del territorio se pueda
encontrar también -uco con matices despectivos. Por otra parte, -ico
presenta una menor vigencia que en el sur del territorio.
 Los artículos coincidentes con las preposiciones con, por y en
experimentan contracciones diversas.
10
Como se puede apreciar en los ejemplos, este rasgo afecta también a -LL-. Es necesario mencionar,
también, que la palatalización de N- (ñabo) ha sido siempre considerada de forma paralela a la expuesta,
aunque su valor como índice dialectal es más débil.
11
Dado que nos encontramos ante una aproximación, remitimos al Manual para obtener información más
concreta acerca del fenómeno.

4
 El posesivo, al igual que los pronombres personales, muestran un
destacado polimorfismo.
 Los verbos, tanto regulares como irregulares, se caracterizan por
numerosas particularidades ocasionadas tanto en el ámbito comarcal
como en el local. No obstante, es necesario subrayar que el paradigma
del perfecto simple se aleja del castellano en casi todas las personas de
las tres conjugaciones.

La segunda zona se localiza en las comarcas leonesa intermedias entre la zona


anterior y la Ribera del Órbigo, y en las comarcas zamoranas de La Carballeda y Aliste.
En esta área los rasgos dialectales van perdiendo su fuerza; de hecho, el deterioro afecta
a casi todos los fenómenos mencionados con anterioridad. Por ejemplo, dentro del

vocalismo destaca la desaparición de los diptongos procedentes de Ĕ y Ŏ breves latinas,


mientras que, en lo referido al consonantismo, faltan las soluciones africadas de L-
inicial y apenas hay casos de la evolución en /ĉ/ de los grupos PL-, KL- y FL-, entre
otras pérdidas. En lo que al aspecto morfológico respecta, destaca el hecho de que las
formas del artículo se corresponden con las castellanas y solo se mantiene la presencia
de contracciones como nel, pol, col y raramente nu y na. Además, existe la tendencia a
eliminar los posesivos que no coinciden con el estándar y, en cuanto al paradigma
verbal, solo tiene vigencia el empleo de formas como cantóu y canteimos.12

La zona tres ocupa, de nuevo, parte de la Ribera del Órbigo, aunque también las
zonas altas de Bernesga, el Curueño y el Porma, en León y, en Zamora, el rincón
noroeste de Sayago. Pese a que tradicionalmente sería el área delimitada entre las
isoglosas que determinan el mantenimiento de F- inicial y los diptongos decrecientes y,
por tanto, sería la franja que se correspondería con el leonés central, en la actualidad el
leonés se limita a “teñir de tintes regionales una forma de expresión fundamentalmente
castellana” (1996: 150), por lo que nos encontramos ante un área de transición. Por este
motivo, Borrego Nieto se limita a señalar los pocos fenómenos que conservan cierta
vigencia.

Por su parte, la zona cuatro abarca localidades diversas –ángulo nororiental de la


provincia de León y comarcas salmantinas de La Ribera del Duero y El Rebollar, con

12
En esta zona existen rasgos que no han sido descritos para la zona 1, pero al tratarse de características
más específicas, hemos decidido dejarlas al margen en vistas a un posible futuro trabajo de mayor
amplitud.

5
prolongación por las sierras de Gata y Francia–, lo que la dota de una gran artificiosidad
geográfica. Menéndez Pidal la denominó tradicionalmente “leonés oriental” y, hoy en
día, dichas comunidades son un “reducto conservador de rasgos dialectales, aunque casi
siempre languidecientes” (1996: 152). Lo único que tienen en común las hablas de las
localidades mencionadas es “la aspiración de F-, propia del leonés oriental” (2004: 197).

En cuanto a la quinta y última zona, esta comprende el área de León al este de la


isoglosa correspondiente a la F- inicial conservada, excepto el rincón donde esa F- se
aspira, y en Zamora abarca la totalidad de la provincia excepto Sanabria, Carballeda,
Aliste y parte de Sayago. Además, en Salamanca ocupa todo el territorio a excepción de
las comarcas La Ribera y el Rebollar. Es la zona más extensa y menos dialectal; de
hecho, posiblemente se haya hablado siempre un castellano teñido de occidentalismos
más o menos generales que afectaban y afectan, principalmente, al léxico. En resumen,
“la vitalidad de los rasgos caracterizadores del dialecto leonés es notable en la vertiente
occidental del dominio, mientras que en el este se desdibujan progresivamente hasta
desaparecer bajo el manto nivelador del castellano común” (2004: 197).

Una vez establecida la diferenciación en áreas dialectales, Borrego Nieto se


centra en los rasgos sintácticos y léxicos, los cuales se dan de forma común entre los
hablantes de las hablas leonesas. Dentro de los rasgos sintácticos, distingue dos tipos
dependiendo de su extensión, pudiendo estar restringida a zonas dialectales o ser de
amplia extensión. En el primer grupo destacan seis rasgos: formas de imperfecto de
subjuntivo acabadas en -ra con valor de pluscuamperfecto de indicativo o perfecto
simple (faía cinco meses que muriera); supresión de preposiciones en determinadas
perífrasis (voy faer); clíticos pospuestos a las formas del verbo (duelme mucho);
interrogativas con refuerzos, partículas, pronombres o adverbios que no funcionan como
en la lengua estándar; predominio del perfecto simple sobre el compuesto y, por último,
fórmulas especiales de tratamiento (tío era la forma habitual de referirse a una persona
después del casamiento). Por otra parte, en el apartado dedicado a los rasgos de amplia
extensión diferencia doce: uso sistemático del artículo ante posesivo (la mi güerta);
aparición de un la con valor neutro en ciertas expresiones (la que di el otro);
construcciones partitivas que producen concordancias no esperables (unos pocos de
burros); caída en el sintagma nominal de la preposición de cuando aparece detrás de una
palabra acabada en vocal, aunque no de forma sistemática (una jarra vino); tendencia a
convertir en no pronominales verbos que en castellano sí lo son (lavó las manos);

6
empleo de una rica gama de perífrasis verbales (tiene de marchar, ha de marchar);
preferencia de la forma cantara frente a cantase; artificios gramaticales varios para
afirmar sin dañar la imagen propia (di que está malo); uso transitivo de gran cantidad de
verbos intransitivos (caí el vaso); empleo de subjuntivo con interrogativas indirectas
deliberantes (no sé qué haga); términos que sirven como negación por sí mismos
(ninguno, nunca) y; por último, una gran acumulación de preposiciones (de a pol
patatas).

Para concluir la aproximación al leonés, Borrego Nieto dedica un apartado al


léxico. En él apunta que es el constituyente de la lengua en el que existen más restos
dialectales, aunque no está exento del progresivo deterioro que afecta a las hablas
leonesas. Tal y como expone Millán Urdiales Campos en su artículo “Léxico Leonés”,
el incremento de las comunicaciones, el desarrollo económico y la industrialización son
fenómenos que afectan en gran medida al léxico de hablas como estas, pues su empleo
viene marcado por determinadas circunstancias vitales (1981-1982: 543-544). Así, las
voces que designaban, por ejemplo, tareas del campo que ahora se realizan con
cosechadoras o tractores han desaparecido porque la realidad a la que hacían referencia
también lo ha hecho. Aun así, el léxico leonés que todavía pervive está compuesto por
leonesismos (serano ‘reunión nocturna para charlar’, orniar ‘mugir’), portuguesismos
(duente ‘doliente), arcaísmos castellanos (bacinilla ‘orinal’) y americanismos13 (sacu
‘traje’), sin poder olvidarse de los dobletes, pues es un proceso que afecta,
principalmente, a las hablas en retroceso (anzuelo/anjuelo ‘trampa para cazar perdices’).

13
Fruto de la intensa emigración que se produjo en los años veinte y treinta.

7
Bibliografía

BORREGO NIETO, J. (1996): «Las hablas leonesas: situación geográfica y


sociolingüística», en M. Alvar (coord.) Manual de dialectología hispánica. El
español de España, Barcelona, Ariel, pp. 139-158.

MONTERO CURIEL, P. (2004): «El dialecto leonés y el Atlas Lingüístico de Castilla y


León», Anuario de estudios filológicos, Vol. 27, pp. 191-205.

URDIALES CAMPOS, M. (1981-1982): «Léxico leonés», Archivum: Revista de la


Facultad de Filosofía y Letras, Vol. 31-32, pp. 543-556.

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