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Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, iba a ser el heredero al trono por la muerte de
su hermano. Poco antes del fallecimiento de su hermano comienza a hacer amistades con
personas poderosas con una ideología absolutista, a los que les promete la implantación de un
absolutismo puro. Carlos criticaba a su hermano por no haber podido establecer un
absolutismo puro, y esto se debía, a que Fernando, decido mantener una monarquía de
carácter liberal para seguir recibiendo dinero de la burguesía y poder mantener el imperio. Sin
embargo, el plan de Carlos no iba a ser nada fácil, pues María Cristina, esposa de Fernando, se
reúne con una serie de juristas que le aconsejan quitar la Ley Sálica (mujeres no reinan), y, por
ello, aplica la pragmática sanción, firmada por Fernando y que permite reinar a las mujeres.
Todo esto lo hizo María Cristina debido al miedo que tenía porque reinara Carlos, y prefería
mantenerse ella en el poder para que luego su hija Isabel pudiera reinar cuando fuera mayor
de edad. Finalmente, en el año 1833 muere Fernando VII y se queda como regente su esposa
María Cristina.
En 1833, tras la muerte de Fernando VII, los partidarios de Carlos iniciaron un levantamiento
que fue el inicio de una larga guerra civil entre los partidarios de Carlos, defensores del
absolutismo, y los partidarios del reinado de Isabel II, defensores del liberalismo.
Los sectores carlistas se agrupaban bajo el lema de Dios, Patria y Rey. Consideraban a la Iglesia
la institución vertebradora de la sociedad, y se oponían a la centralización y a las ideas
liberales. Estaban formados en su mayoría por miembros del clero, una buena parte de la
nobleza agraria y por el campesinado. Cogieron fuerza en el País Vasco, Navarra y parte de
Cataluña, así como en Aragón y Valencia.
La causa isabelina conto, en sus inicios, con el apoyo de una parte alta de la nobleza, del
funcionariado y una pequeña parte del clero. Más tarde, la regente María Cristina, decidió
juntarse con los liberales para poder combatir al carlismo. Estos liberales se trataban de la
burguesía y los sectores populares, los cuales querían ponerle fin al antiguo régimen.
La guerra carlista tomo fuerza en el norte, donde los carlistas tenían una mayor influencia. Don
Carlos se instaló en Navarra, organizo un pequeño Estado con su gobierno y formo un ejército
al mando de Zumalacárregui.
2º GABINETE: La monarquía isabelina necesitaba el apoyo del pueblo, por lo que Mª Cristina,
decidió poner como regente al liberal moderado Martínez de la Rosa, que propuso la
promulgación del Estatuto Real (1834). Se trataba de una carta para organizar unas cortes de
carácter consultivo. Lo que buscaba Martínez de la Rosa, era una transición reformista que
buscara la alianza entre liberales moderados y absolutistas. Sin embargo, el malestar de la
sociedad crecía, debido al hambre, las epidemias y los ataques carlistas. Esto provoco
demandas sociales liberales que comenzaron a levantarse contra el estado.
El gobierno de Calatrava convoco elecciones a Cortes (1836), que dieron una mayoría
progresista. Las Cortes abrieron sus puertas en octubre de 1836 y redactaron una nueva
constitución, la cual se trata de la constitución de 1837, mucho más corta que la de Cádiz
debido a que únicamente trataba una serie de leyes como la electoral, la de imprenta… y que
tenía como principal objetivo que la Constitución fuese aceptada por los progresistas y por los
moderados. Esta Constitución se caracterizaba por: defender la soberanía nacional, defender
la división de poderes, ampliar la declaración de derechos, defender la confesionalidad católica
del estado, comprometerse al financiamiento de la Iglesia católica. Además de esto en esta
constitución, se marcaba que el rey era quien elegía a los senadores y que la soberanía era
compartida.
Otras leyes importantes fueron la Ley de Imprenta, que incremento el control estatal sobre los
periódicos, y la Ley Electoral, que remarcaba un sufragio censitario restringido, ya que solo
podía votar el 2,4 % de la población.
Aprobada la constitución, se convocaron unas nuevas elecciones en 1837, la cual ganaron los
moderados. Las características de los moderados en el poder fueron las siguientes: Hicieron
un suspenso constitucional para conseguir un autoritarismo gubernamental, frenaron la
desamortización eclesiástica y apoyaron el sostenimiento del clero mediante presupuesto
estatal. Por otro lado, se acentuó la centralización política con el proyecto de Ley de
Ayuntamientos (1840), que otorgaba a la Corona el poder de elegir a los alcaldes de las
capitales de las provincias y reforzaba el control gubernativo sobre las instituciones
municipales. Ante esto, los progresistas se sintieron expulsados y recurrieron a la insurrección
para impedir que dicha ley fuera aprobada. Mª Cristina apoyo a los moderados, pero estos
perdieron y la reina tuvo que marcharse al exilio.
Una de sus actuaciones de más trascendencia fue un arancel librecambista, que abría el
mercado español a los tejidos de algodón ingleses. Esto provocó un levantamiento en
Barcelona por la burguesía y las clases populares. Espartero bombardeo la ciudad y proclamo
el estado de guerra para conseguir la sumisión de la ciudad.
La instauración del liberalismo trajo consigo la aparición de los primeros partidos políticos
españoles. Estos partidos tenían poco arraigo social debido a que el derecho al voto estaba
muy restringido. Los partidos eran agrupaciones de personalidades alrededor de algún notable
y no tenían programas electorales, sino corrientes de pensamiento vinculadas por relaciones
personales o intereses económicos.
Los principales partidos eran los moderados, la unión liberal (opción de centro liberal) y los
progresistas.
Las opciones más radicales eran el partido demócrata, que defendía el sufragio universal
masculino, y el partido republicano, que defendía la abolición de la monarquía.
El exilio de Espartero provoca que se celebren unas elecciones en las cuales ganan los
moderados y el general Narváez formo nuevo gobierno. Su objetivo era clausurar la etapa
revolucionaria e implantar un nuevo régimen basado en la autoridad, el orden y la represión.
Se trataba de crear un sistema liberal moderado en el que dominase la oligarquía. Para ello
elaboraron la Constitución de 1845, que asentaba los principios del moderantismo y en la que
se determinó que la ley de imprenta pasaba a control gubernamental. Además, la Ley Electoral
de 1846 estableció un sufragio censitario restringido al 1% de la población.
Durante el desarrollo del sistema liberal moderado se llevaron a cabo una serie de reformas:
se llevó a cabo una reforma fiscal, se aprobaron el Código Penal y el Código Civil, se hizo una
reforma de la administración provincial y civil, se creó la Guardia Civil y se impuso el servicio
militar obligatorio.
Para mejorar las relaciones del Estado con la Iglesia, se firmó el Concordato con la Santa Sede,
donde se estableció que la santa sede aceptaba a Isabel II como reina y un liberalismo
moderado, el proceso desamortizador quedaba en suspenso, presupuesto de culto y clero,
competencias en educación para la Iglesia y se reconocía el catolicismo como religión del
estado.
Los gobiernos moderados no consiguieron dar estabilidad al Estado. Tuvieron que hacer frente
a las protestas contra las quintas, a los motines campesinos, a las huelgas obreras, y a las
protestas demócratas y republicanas. Además, los carlistas protagonizaron un levantamiento
en Cataluña en apoyo a la candidatura de Carlos VI y esto produjo que se desarrollara las
Segunda Guerra Carlista. Por otra parte, las divisiones internas del liberalismo moderado
provocaron una inestabilidad gubernamental. Además, actuaban de manera arbitraria y
excluyente. La vida política no se desarrollaba en las cortes, sino alrededor de la corte y a
partir de la influencia de distintas camarillas.
La marginación de las cortes concluyo con la reforma de 1852 por la cual el gobierno de Bravo
Murillo establecía un sufragio más restringido. Disolvió las cortes varias veces con la intención
de hacer y deshacer a su antojo y poder gobernar de acuerdo a su ideología tecnocrática, que
cada vez se iba volviendo más autoritaria. Por este motivo, se acentuó la división del partido
moderado ante la fuerte oposición de progresistas, demócratas y republicanos, cada vez más
apartados del sistema. Esto provocaría más tarde la revolución de 1854.
Esta revolución se inició en Vicalvaro (Madrid) con el pronunciamiento del general O’Donnell.
También hubo un pronunciamiento moderado secundado por. progresistas, los cuales
publicaron el Manifiesto de Manzanares, por demócratas y por republicanos. Esto condujo a la
formación de la Unión Liberal, reflejo del acuerdo entre O’Donnell y Espartero. Isabel II no
tuvo más remedio que aceptar un gobierno presidido por O’Donnell y Espartero, y la
convocatoria de Cortes constituyentes con la ley electoral de 1837. Mas tarde, se realizarían
unas elecciones con la nueva ley electoral en la que hubo una mayoría progresista y unionista,
y por primera vez hubo una minoría de 20 diputados moderados y 20 diputados demócratas.
Las nuevas cortes redactaron una nueva constitución en 1856, la cual no llego a publicarse. El
gobierno progresista impulso importantes reformas que dieron lugar a una etapa de desarrollo
y expansión económica. La primera de ellas fue la nueva ley aprobada en las Cortes que se
trataba de la Ley de Desamortización civil y eclesiástica, obra de Pascual Madoz, y la segunda
la nueva Ley General de Ferrocarriles, que incitaba a la construcción de vías ferroviarias.
Ante la conflictividad social, algunos jefes militares promovieron duras medidas represivas, las
cuales fueron defendidas por el ministro de guerra O’Donnell, al cual se le enfrento el jefe de
gobierno Espartero, totalmente en desacuerdo. Isabel II se posiciono a favor de O’Donnell, al
que nombro nuevo jefe del gobierno y por ello se proclamó la guerra. Finalmente, O’Donnell
salió victorioso y puso fin al bienio progresista.
La reina volvió a nombrar jefe del gobierno a O’Donnell, el cual liberalizo la Constitución de
1845 e introdujo una serie de reformas económicas del bienio progresista. Hasta 1886 fueron
años de expansión económica y de incremento de los recursos de Hacienda, los cuales fueron
gastados en una activa política exterior.