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SEXUALIDAD
Estrés, la depresión y Sexualidad: El Intrincado Vínculo que Afecta a las
Relaciones
Hoy en día existen varios puntos de acuerdo en cuanto a los cambios que ha sufrido
la vida sexual y la intimidad en las personas. Se habla más de sexo, se maneja
mayor información médica sobre cuadros sistémicos que se manifiestan con
trastornos sexuales, se consulta con más frecuencia cuando aparecen disfunciones,
hay más posibilidades de estudios para definir etiologías de disfunciones sexuales
y se cuenta con fármacos eficaces y de fácil acceso para potenciar el rendimiento.
Sin embargo, la experiencia clínica nos lleva a preguntarnos… ¿se disfruta más?,
¿se vive la sexualidad más intensamente? Estos planteos nos conducen
necesariamente a hablar del estrés, concepto que describe vivencias, pensamientos
y comportamientos compartibles por nuestra sociedad actual y que tienen su
correlato neuro endócrino. La realidad actual incluye un componente de estrés o
tensión, el manejo o capacidad de tolerancia del mismo y la depresión son
fundamentales para defender una calidad de vida aceptable.
EL ESTRÉS
El estrés es una realidad cotidiana para la mayoría de nosotros, pero pocos
consideran cómo puede influir en uno de los aspectos más íntimos de nuestras
vidas: las relaciones sexuales. En este artículo, exploraremos la compleja relación
entre el estrés y la sexualidad, y cómo podemos abordar este desafío para mantener
una vida sexual saludable y satisfactoria.
El estrés es uno de los principales responsables de la disminución del deseo sexual
tanto en hombres como en mujeres. Actúa afectando el sistema de regulación
hormonal, descendiendo los niveles de testosterona, hormona con gran influencia
en el deseo. A su vez, el estrés aumenta el nivel de cortisol en sangre, hormona que
reprime la mayoría de las funciones orgánicas, incluyendo la función sexual y
reproductiva. El estrés favorece la apatía e inhibe la vida sexual. Actúa influyendo
en la satisfacción de las relaciones sexuales, ya que para conectarse con el placer
es necesario tomar contacto con la experiencia y bajo la influencia del estrés, el
cuerpo se prepara para huir y no para permanecer.
El término estrés viene del inglés stress que significa fatiga. Dicha fatiga se origina
como resultado de la interacción entre las características de la persona y las
demandas del medio. Supone una respuesta automática del organismo ante
cualquier cambio externo o interno interpretado como excesivo a las capacidades
adaptativas. Dicha respuesta de estrés tiene la finalidad de hacer frente a las nuevas
demandas de la situación a través de cambios biológicos y psicológicos, las cuales
pueden ser causantes de enfermedad. Según Bruce McEwen (2000): “El estrés
puede ser definido como una amenaza real o supuesta a la integridad fisiológica o
psicológica de un individuo que resulta en una respuesta fisiológica y/o conductual.
En medicina, el estrés es referido como una situación en la cual los niveles de
glucocorticoides y catecolaminas en circulación se elevan”. La definición de estrés
involucra tres elementos: las demandas de la situación ambiental (agentes
estresantes), la persona sobre la que influyen tales situaciones que la superan, y
las respuestas del individuo al estrés (tanto emocionales como biológicas). Esto
evidencia que más allá de las situaciones catalogadas como estresantes, o
favorecedoras de la respuesta de estrés, el mismo se desencadenará dependiendo
de cómo sea procesado el evento por el sujeto. Para Chrousos y Gold (1992) “se
puede definir al estrés como un estado de falta de armonía o una amenaza a la
homeostasis. Así, una perturbación en la homeostasis resulta en una cascada de
respuestas fisiológicas y comportamentales a fin de restaurar el balance
homeostático ideal”. La homeostasis se define como “Las reacciones fisiológicas
coordinadas que mantienen en equilibrio la mayoría de los estados en el cuerpo”(
Cannon, W.).
Aquello que causa el estrés toma el nombre de estresor o factor estresante. Un
estresor puede ser cualquier tipo de estímulo, positivo o negativo, que actúa
generando un desequilibrio en el organismo, alterando la homeostasis. El
organismo reacciona de forma de compensar el desequilibrio generado por el factor
estresante mediante la respuesta del estrés. Algunos ejemplos de estresores
podrían ser: un cambio de empleo, o un cambio dentro del mismo empleo, el
nacimiento de un hijo, una separación, un viaje, una mudanza, etc. Tales situaciones
contienen algunos de los siguientes aspectos que actúan desencadenando el
estrés: conducen a procesar información rápidamente, estímulos dañinos,
percepciones de amenaza, alteraciones de las funciones fisiológicas, aislamiento,
bloqueo de nuestros intereses, presión grupal, frustración.
Cuando el organismo interpreta los cambios como amenaza para su homeostasis,
reacciona con una respuesta de estrés. Cuando la demanda es excesiva en relación
con los recursos de afrontamiento que el individuo posee, desarrollará una serie de
reacciones adaptativas, de movilización de recursos, que implican la activación
fisiológica. A su vez esta reacción se acompaña de una serie de emociones entre
las que se destacan la ansiedad, la ira y la depresión. Dentro de los síntomas más
frecuentes podemos encontrar: dolor de cabeza, insomnio, diarrea o estreñimiento,
fatiga, ansiedad, depresión, disfunción sexual, trastornos de la atención, presión
arterial alta, aumento de la frecuencia cardíaca, dolores musculares y contracturas,
alteraciones de la piel.
El estrés sostenido actúa desgastando las reservas del organismo hasta producir
diversas patologías, cuando este estado es prolongado puede producir
enfermedades de carácter más permanente y mayor gravedad. El proceso de
adaptación al estrés abarca tres fases:
Fase de alarma: se suceden cambios para contrarrestar las demandas generadas
por el agente estresante (aumento de la frecuencia cardíaca, cambios en la tensión,
etc.).
Fase de adaptación: desaparición de los síntomas, el organismo se está adaptando
a los efectos del agente estresante mediante una serie de mecanismos de reacción
que permiten hacer frente al mismo.
Fase de agotamiento: disminución de las defensas. Al permanecer en el tiempo el
agente estresante, ha superado los mecanismos de reacción del organismo, dando
lugar a síntomas semejantes a los de la fase de alarma.
Si bien el estrés tiene una gran asociación negativa, es importante tener presente
que se trata de una conducta natural que nos prepara para poder hacer frente a
determinadas demandas. La importancia radica en la cualidad de señal, de
indicador, algo del ambiente está superando nuestra capacidad de adaptación al
medio. En situaciones de emergencia, los cambios provocados por el estrés son
convenientes ya que nos preparan para poner nuestra vida a salvo.
En situaciones que no revisten emergencia, el estrés nos indica que existe algo que
no estamos haciendo frente de forma adecuada y nos está sobrepasando, lo que
hace necesario cambiar la estrategia de afrontamiento mediante acciones más
adaptativas y saludables, y sobre todo conscientes.
El deseo sexual
Según el manual de psiquiatría DSM el deseo sexual hipoactivo es la “ausencia o
deficiencia de fantasías sexuales y de deseos de actividad sexual (Criterio A). La
alteración provoca malestar acusado o dificultades interpersonales (Criterio B)”.
A su vez, en dicho manual se plantea que la disminución del interés sexual asocia
otros problemas como ser dificultades para lograr o mantener un nivel de excitación
adecuada para lograr el orgasmo.
Estudios recientes muestran distintos desencadenantes de deseo sexual según el
género. Las mujeres prefieren el uso de los sentidos a la hora de activar el deseo y
plantean al tacto como el sentido de mayor eficacia para ello, seguidos del olfato y
la vista. También es eficaz el recuerdo de experiencias positivas anteriores de deseo
sexual, a las que se le suman la importancia del deseo de la pareja como un
excelente motivador. (Brotto, Heiman y Tolman, 2009). En cuanto a los hombres,
otro estudio muestra la influencia de factores como ser el hecho de sentirse deseado
por la pareja, seguido de estímulos visuales en relación a las cualidades físicas de
su pareja (caderas, mamas, etc.).
Deseo y estrés
Si bien la práctica sexual es una fuente de placer, durante una etapa de estrés puede
convertirse en motivo de frustración. En condiciones óptimas actúa estimulando la
liberación de endorfinas responsables de la sensación de placer y satisfacción
durante el orgasmo, a su vez el orgasmo es el principal relajante muscular natural.
Tales aspectos favorables dejan de surtir efecto frente a la presencia del estrés. Un
organismo estresado no está preparado para disfrutar de sensaciones ni emociones
ya que las consecuencias del estrés lo predisponen para enfrentar amenazas,
cerrándose a la disposición de entrega necesaria para conectarse con el placer.
Así como vimos que el deseo es activado de forma diferente en mujeres y varones,
el estrés también diferencia por género. En los varones, la baja del deseo sexual
lleva muchas veces a inseguridades en relación a su rendimiento y ello en relación
a su hombría. A su vez, el miedo y la ansiedad de lo que está sucediendo pueden
ocasionar disfunción eréctil o problemas de eyaculación (retardada o rápida). Las
mujeres son más propensas a perder el interés sexual. La respuesta sexual
femenina es más compleja que la del varón, intervienen múltiples factores que la
determinan. Por lo tanto, los mandatos sociales tales como la maternidad, la doble
jornada laboral (fuera y dentro del hogar), la educación recibida, actúan en
detrimento de una sexualidad saludable. Nuevos estudios muestran que la
complejidad de la sexualidad no sería patrimonio de ningún género, teniendo
relación con otros aspectos de la persona.
A nivel hormonal
El hipotálamo libera una hormona LHRH (hormona liberadora de hormona
luteinizante) que estimula a la hipófisis a liberar LH (hormona luteinizante) y FSH
(hormona folículo estimulante).
En los hombres la LH estimula a los testículos a liberar testosterona y la FSH
estimula la producción de esperma. Bajo la presencia de un estresor dicho sistema
se inhibe, se liberan endorfinas y encefalinas (neurotransmisores opioides
producidos por el sistema nervioso central), que actúan bloqueando la liberación de
LHRH por el hipotálamo. Además, la presencia de los glucocorticoides bloquea la
respuesta de los testículos a LH. Como consecuencia, se observa una disminución
en los niveles de testosterona. En cuanto a la erección, se produce una deficiencia
en la misma ya que el sistema (sistema nervioso parasimpático) se inhibe y se
interrumpe la respuesta erectiva.
En las mujeres la FSH estimula la ovulación, LH estimula la síntesis de estrógeno
por parte de los ovarios. Las endorfinas y las encefalinas inhiben la liberación de
LHRH, la prolactina y los glucocorticoides bloquean la sensibilidad de la hipófisis al
LHRH y los glucocorticoides afectan a los ovarios, haciendo que respondan menos
a LH. El resultado es una baja en los niveles circulantes de LH y FSH y estrógeno,
disminuyendo las posibilidades de que se produzca la ovulación. Esto trae como
consecuencia una prolongación de la fase folicular del ciclo menstrual (la fase previa
a la ovulación), provocando una irregularidad en el ciclo. Pudiendo llegar a una
inhibición de la ovulación generando amenorrea (falta de menstruación)
anovulatoria (sin ovulación). El estrés también afecta disminuyendo los niveles de
progesterona, interrumpiendo la maduración de las paredes uterinas. La liberación
de la prolactina interfiere con el accionar de la progesterona, haciendo que el óvulo
fecundado (en caso de que haya habido ovulación) no se implante con normalidad
en el útero.
- Disminución del deseo sexual: El estrés crónico puede reducir nuestro deseo
sexual. Esto se debe en parte a que el cortisol, la hormona del estrés, puede
disminuir la producción de hormonas sexuales como la testosterona en hombres y
mujeres.
LA DEPRESIÓN
La importancia de abordar este tema está dada por la alta prevalencia tanto de la
depresión como de los trastornos sexuales en la mujer. Se acepta que la relación
entre el estado de ánimo depresivo y disfunción sexual es bidireccional. Esta
patología impacta gravemente al paciente, su pareja y su familia, implicando un
elemento de alto impacto en la sociedad y los sistemas de salud.
Una persona que sufre depresión, por lo general, tiene la autoestima muy baja, está
desganada, sin energía ni ilusión. Además, existe un importante sentimiento de
culpa, por estar así, por "ser una carga para los demás", por ser incapaz de seguir
adelante.
Un mayor grado de depresión se relaciona con una disminución de la asertividad
sexual, provocando que las personas deprimidas se arriesguen más en sus
relaciones, por ejemplo, olvidando el uso del preservativo.
En cuanto a los problemas sexuales, está demostrado que aparecen más en la
depresión que en cualquier otro trastorno mental, ya sea debido a la propia
enfermedad o al tratamiento farmacológico.
Ello se corresponde con un desajuste en los neurotransmisores cerebrales,
provocando la incapacidad para sentir placer y las disfunciones sexuales.
Éstas últimas se deben tanto a la gravedad de la enfermedad como a la persona
que la sufre y pueden presentarse en cualquier etapa del acto sexual, por ejemplo:
- Alteraciones del deseo sexual: Desde la disminución del deseo hasta su pérdida
total.
- Alteraciones de la excitación: En el hombre, problemas de erección (disfunción
eréctil). En la mujer, vaginismo o sequedad vaginal, es decir, problemas para relajar
la musculatura vaginal y lubricarla.
- Alteraciones del orgasmo: Retraso del orgasmo o anorgasmia. - Alteraciones por
dolor: Dolor a la penetración o en el orgasmo, lo que se conoce como dispareunia.
Una vez que el tratamiento adecuado está instaurado y los síntomas emocionales
de la depresión van mejorando, es momento de centrarse en la completa
recuperación de la funcionalidad, lo que incluye también una vida sexual plena.
La depresión es una enfermedad y requiere de tu comprensión, empatía y apoyo.
La incapacidad de disfrutar del placer es uno de los síntomas centrales, y como tal
hay que aceptarlo. Ten confianza en que vuestra vida sexual volverá a ser como
antes. De la depresión se sale.