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LA ORIENTACIÓN SEXUAL

La Orientación Sexual es un continuo que va de la Hetero (distinto) Sexualidad, a la Homo (igual)


Sexualidad, pasando por la Bisexualidad y la Transexualidad.

Si todo aquello que concierne a la sexualidad ha sido tratado, tradicionalmente, de manera poco
espontánea y natural, convirtiendo al hecho sexual humano en tabú, cuando hablamos de
orientación o deseo afectivo y sexual, el tabú se convierte en silencio absoluto, hasta el punto de
llegar a negar la existencia de otra orientación que no sea la heterosexual. Este tabú afecta en gran
medida a la forma en la que las personas experimentamos nuestra vivencia personal respecto a
nuestros deseos, sobre todo cuando faltan referentes o explicaciones alternativas a la
heterosexualidad dominante.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de orientación sexual? Según la definición de la
American Psichological Association (APA), con este término hacemos referencia a la atracción
constante hacia otra persona en el plano emotivo, romántico, sexual o afectivo.

La homosexualidad, del griego Homos, “igual”, y el latín Sexus, “sexo”, es la atracción romántica o
comportamiento sexual hacia personas del mismo sexo o género. No hay consenso entre los
científicos acerca de por qué una persona desarrolla una orientación sexual determinada. Muchos
científicos piensan que una combinación de influencias genéticas, hormonales y ambientales,
participan en causar la orientación sexual.

Si el deseo se genera hacia personas de diferente sexo al nuestro, estamos hablando de


heterosexualidad. Cuando este deseo está orientado hacia personas del mismo sexo, hablamos de
homosexualidad (gay y lesbiana). Y cuando el deseo se siente indistintamente hacia personas de uno
u otro sexo, aunque no tiene por qué darse en intensidad equivalente, entonces nos referimos a
bisexualidad. En las últimas décadas, además, han surgido otros conceptos relativos a la orientación
sexual como pansexualidad, asexualidad, demisexualidad, etc., planteándose un amplio abanico de
posibilidades y, aunque no entremos a conocer ni profundicemos en estas orientaciones, es
importante tener en cuenta que el esquema clásico a la hora de definir las orientaciones y deseos
de la sexualidad ha dejado de ser válido.

Una duda muy habitual es cuándo se determina la orientación sexual. Muchas personas reconocen
estos sentimientos durante la adolescencia, pero otras lo saben incluso desde antes. Hay otras
personas, en cambio, que no lo identifican hasta mucho más tarde, durante la edad adulta,
especialmente cuando la atracción no es la heterosexual. No obstante, lo que es necesario
puntualizar es que la orientación sexual no es una opción. No hay evidencia sustancial que sugiera
que la crianza o las experiencias de la infancia, tengan un papel en lo que respecta a la orientación
sexual. Hoy en día nadie debería dudar que cualquier orientación sexual es válida y no ha de ser
cuestionada por la familia, escuela, grupo de iguales, medios de comunicación, instituciones y ni la
sociedad en su conjunto. A pesar de ello, se siguen generando situaciones de homofobia, también
llamada actualmente LGTBifobia, bullying homofóbico e incluso delitos de odio por orientación
sexual.

Mientras que algunas personas creen que la condición homosexual es contranatural, la investigación
científica ha demostrado que la misma es sólo ejemplo de una variación normal y natural en la
sexualidad humana, y no es en sí misma un resultado de efectos psicológicos negativos: La mayoría
de las personas en general, experimentan poco o ningún sentido de elección acerca de su
orientación sexual, y no hay pruebas suficientes para apoyar el uso de tratamientos psicológicos para
cambiar esa orientación. Desde la década de los 80´s, la O.M.S. eliminó a la homosexualidad, de su
publicación sobre la “Clasificación Internacional de Enfermedades”.

Las relaciones y actos homosexuales han sido admirados y así mismos condenados en toda la historia
registrada, dependiendo de la forma que tomaron y la cultura en la que se produjeron. Además, se
ha observado y documentado el comportamiento homosexual, en muchas especies animales.

Los términos más comunes para las personas homosexuales son: “gay” para los hombres y
“lesbiana” para las mujeres, aunque el término “gay” se usa indistintamente. El término “gay”, es
pues una manera de designar a las personas homosexuales masculinas. “Gay ”, es un término
positivo, importado del inglés, que significa “alegre” o “divertido”, elegido por la propia comunidad
homosexual de San Francisco, California, E.E.U.U., para referirse a sí mismos, mientras que
“Homosexual”, les pareció que tiene connotaciones negativas, relacionadas con una patología,
enfermedad o tara. Lesbianismo es el término empleado para hacer referencia a la homosexualidad
femenina. La palabra “Lesbiana”, procede de la isla de Lesbos, isla griega del mar Egeo, cuya capital
es Mitilene, famosa por ser la patria de “Safo”, la poetisa de la antigüedad (la “Décima Musa”), cuyos
poemas describían su amor apasionado hacia sus compañeras. (El gentilicio de los isleños es lesbio
y lesbia o lesbense).

La sexualidad de las mujeres a lo largo de la historia, en su mayor parte, ha sido construida por
varones: los primeros sexólogos basaron sus caracterizaciones de las lesbianas en creencias de que
las mujeres que rechazaban sus estrictamente definidos roles de género, estaban mentalmente
enfermas. Desde entonces, muchas lesbianas han reaccionado a su designación como “marginadas
inmorales”, mediante la construcción de una subcultura basada en la rebelión contra los roles de
género, similares a los movimientos feministas y los LGBT, compartiendo experiencias que
conforman un panorama parecido al de la Identidad Étnica.

La Bisexualidad por su parte, es la atracción romántica, sexual o emocional hacia hombres y mujeres.
La Transexualidad es la identidad de género que no coincide con la identidad sexual que se atribuyó
al nacer, a partir de criterios biológicos. Estas personas suelen intentar adecuar su cuerpo con el
género al que sienten pertenecer (“cambios de sexo”). Algunos especialistas caracterizan la
transexualidad, como una discordancia entre la identidad de género y el sexo biológico. El
Travestismo (también denominado transvestismo) por su parte, está íntimamente asociado a la
transexualidad, es un comportamiento e identidad transgénero, en el que una persona expresa a
través de la vestimenta principalmente, un rol de género socialmente asignado al sexo opuesto (en
inglés, Crossdressing). El travestismo implica pues, un deseo o condición transexual del individuo, en
que desea que se le reconozca como una persona del género opuesto, en el que su identidad de
género es discordante con su género biológico.

La Homofobia. El término procede del Griego antiguo Homos, igual y Fobos, pánico, miedo, y hace
referencia a la aversión obsesiva y estereotipada contra mujeres u hombres homosexuales, aunque
generalmente también incluye a las demás personas que integran a la diversidad sexual, como es el
caso de las personas bisexuales o las transexuales, y las que mantienen actitudes o hábitos
comúnmente asociados al otro sexo. Se calcula que, en el año 2000, cada dos días una persona
homosexual era asesinada en el mundo, debido a actos violentos vinculados con la homofobia.
Amnistía Internacional denuncia que más de 70 países persiguen aún a los homosexuales y 8 los
condenan a muerte.

La homofobia incluye el rechazo, la intolerancia o los prejuicios. Puede manifestarse de manera


amplia: desde la incomodidad hasta la violencia física, psicológica o sexual, ya sea individual, grupal
o institucional. Por este motivo, a muchos y muchas jóvenes y adolescentes les cuesta tanto dar el
paso de manifestar su orientación sexual (aquello que se ha venido en llamar «salir del armario»).

La violencia homofóbica, va desde la intimidación psicológica agresiva y sostenida, hasta la agresión


física, la tortura, la violación, el secuestro y el asesinato.

No poder visibilizarse como persona homosexual implica sufrimiento y pérdidas, porque quien ha
de ocultar su deseo tarda más en vivir experiencias enriquecedoras o las tiene que vivir en
clandestinidad, lo cual afecta al desarrollo personal y psicológico. No deberíamos olvidar que nos
encontramos en un mundo globalizado y complejo en el que es necesario gestionar la diversidad y
acoger la diferencia. Ser homosexual no implica tener un determinado modo de vida, una forma de
pensar o expresarse, una ideología o características psico-sociales específicas. Ser homosexual «no
se nota» y personas con orientaciones sexuales no mayoritarias las hay en todos los estamentos o
grupos sociales, en todas las profesiones, en todas las familias y en todos los rincones del mundo.

La homosexualidad, aunque no se le haya puesto nombre, existe desde siempre. Sentir no sólo la
aceptación sino también la acogida incondicional de nuestro entorno personal, familiar y social es,
sin duda, uno de los pilares para una adecuada salud psicológica y emocional. Es por ello, que la
educación afectivo-sexual es tan importante; porque la información y la formación nos llevan a
reflexionar y a ser más tolerantes con la diferencia, algo que nos beneficia a todas las personas.

Los estereotipos son esquemas de pensamiento preconstruido, de desprecio y hostilidad que


comparten sin análisis alguno, los individuos de una misma comunidad social o cultural, prejuicios
colectivos que involucran una gran discriminación.
Los estereotipos son pues conjuntos de ideas, actitudes y creencias preestablecidas que son
aplicadas irreflexivamente de manera general e indiferenciada a determinados individuos
considerados como diferentes a la generalidad, catalogándolos y encerrándolos dentro de ciertas
categorías sociales, ya sea debido a su orientación sexual, nacionalidad, etnia, edad, sexo o
apariencia, no siendo ajenos a los intereses de poder y dominación imperantes en una formación
social, aceptados, impulsados y motivados en gran medida por los medios de comunicación masiva
que se empeñan en atacar a las minorías de cualquier tipo, en condiciones de vulnerabilidad y
exclusión social; un ejemplo muy concreto son los estereotipos de género que operan para generar
una restricción o negación de los Derechos Humanos de una persona o bien cuando implica la
jerarquización entre los grupos sociales.

¿CÓMO Y CUÁNDO SURGE LA ORIENTACIÓN SEXUAL?

El deseo sexual surge y se configura


como tal en la ADOLESCENCIA, en un
proceso que está estrechamente ligado
a los cambios hormonales
experimentados en el desarrollo sexual.
En la adolescencia no sólo se dan les
cambios corporales, se dan otros
cambios mucho más sutiles y
trascendentales, se dan otro cambios
más sutiles y trascendentales,
emociones nuevas y desconocidas hasta
ese momento: y a lo largo de nuestra
vida, nuestras relaciones sexuales y
afectivas se verán motivadas por estos
tres sentimientos sexuales.

A partir de la adolescencia sentiremos interés y deseo sexual. De manera paulatina iremos asistiendo
a la orientación de nuestro deseo. adelante habrá personas que nos estimulan sexualmente. Puede
ocurrir que nuestro deseo se active con personas de nuestro propio sexo (homosexualidad) con
personas del otro sexo (heterosexualidad) o con ambos (bisexual).

la dirección que adopta nuestro deseo sexual es a lo que llamamos orientación del deseo u
orientación sexual, por supuesto es un proceso involuntario, no se elige; podríamos decir que
asistimos a la definición de nuestra orientación de deseo. Por otra parte, la orientación sexual
tenderá a permanecer estable, pero no es algo rígido que no pueda variar a lo largo de la vida.

HISTORIA Y ESTUDIOS

El termino homosexualidad fue usado por primera vez por la psiquiatra Húngara Károli Mária
Kertbeny en 1869. La homosexualidad fue introducida por primera vez a la literatura médica en la
segunda mitad del siglo XIX, como el deseo erótico por personas del mismo sexo. En este momento
surgieron varios estudios desde el punto de vista médico que investigaron la homosexualidad desde
el psicoanálisis. También hubo en esta época estudios dirigidos hacia la parte biológica. Se consideró
entonces que la homosexualidad era una diferenciación sexual imperfecta que se evidenciaba con
diferencias anatómicas en el cerebro y en estructuras nerviosas. Esto originó tendencias de
eugenesia en la Alemania Nazi, en la cual, hacia 1970, se llevaban a cabo cirugías donde se resecaba
el hipotálamo de hombres homosexuales, porque allí se creía estaba el origen de esta. Es necesario
aclarar que en toda esta época la homosexualidad era considerada una patología. Pero fue en 1948
cuando Kinsey, con sus estudios abrió la posibilidad de que la homosexualidad no fuera una
patología.1 En 1987 se empezaron a dividir las áreas de investigación en dos. Una de ellas fue el área
endocrina. Se realizaron numerosos estudios sobre la influencia hormonal en el desarrollo, tanto
prenatal como postnatal. A esta se le denomino la “Teoría Neurohormonal” de Ellis & Ames, en 1987

LA TEORÍA EVOLUTIVA PROPUESTA POR DARWIN

Esta teoría sugiere el mecanismo de la selección natural


para explicar la forma como las especies se adaptaron,
sobrevivieron y evolucionaron, y el mecanismo de la
selección sexual para explicar su reproducción. De esta
manera, postula que los rasgos adaptativos son
reproducidos más sucesivamente que los rasgos
desadaptativos. De acuerdo con esto, la selección natural
debería favorecer la heterosexualidad, pues ésta facilita la
reproducción y la propagación de genes. Pero ¿qué sucede
con la orientación sexual que no favorece la tesis darwiniana
(por ejemplo, la homosexualidad) y por qué se ha
mantenido? La investigación en esta área se ha centrado en
aspectos hormonales, de diferenciación cerebral y genéticos, arrojando resultados inconsistentes.
Se parte de la tesis de que la orientación sexual humana, en particular la orientación homosexual,
es tan compleja como para ser descrita y explicada tan solo por un modelo o una disciplina. Se hace
una revisión de las diferentes áreas de investigación sobre orientación sexual y se sugiere la
incapacidad de las teorías evolutivas para dar cuenta de ella.

La orientación sexual ha sido persistentemente estudiada por disciplinas como la biología, la


sociología, la psicología y la antropología, con el objetivo de encontrar sus causas y explicar su valor
adaptativo. Los cambios en la conceptualización social y científica de la homosexualidad y su
tratamiento reflejan los cambios en los paradigmas prevalecientes sobre las causas de la conducta
humana (Muscarella y otros, 2001). No sorprende, por ejemplo, que hasta los años 60s se creyera
comúnmente que la homosexualidad era resultado de influencias patógenas en la niñez en las que
se involucraba a ambos padres y cuyo tratamiento resultaba infructuoso (Bullough, 1994).

En la segunda mitad del siglo XX un considerable cuerpo de investigación en sexualidad humana hizo
énfasis en la actividad hormonal de esta manera, las causas de la homosexualidad fueron
relacionadas con desbalances hormonales en diferentes niveles del desarrollo. Parte de la
investigación estaba orientada a encontrar una cura para la conducta homosexual, pero este tipo de
trabajos no fue exitoso (Barker, 1965; Blakemore, Thorpe, Barker, Conway and Lavin, 1963). Más
recientemente, se ha estudiado los genes y su influencia sobre la orientación sexual.

El paradigma darwiniano de la genética ha extendido su influencia a las ciencias sociales y éste es


más claramente visto en el surgimiento de nuevas disciplinas como la psicología evolutiva, que
sostiene que la conducta humana puede ser entendida en términos de su valor adaptativo; así, la
conducta exhibida por los humanos ha contribuido a la supervivencia y reproducción en el pasado
evolutivo y ha perpetuado los genes que influyen la conducta. Este paradigma evolutivo ha
incrementado visiblemente su influencia a muchas áreas de estudio de la conducta humana, y la
orientación sexual no puede ser la excepción; sin embargo, es claro que históricamente la
homosexualidad no puede ser explicada bajo un solo modelo, dada la complejidad de los factores
que influyen en su desarrollo. Este tipo de orientación sexual ha sido recientemente estudiado desde
la neuroendocrinología, la genética y la fisiología.

EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA HOMOSEXUAL

El estudio de la conducta homosexual ha estado limitado por la falta de consenso acerca de lo que
significa el término homosexual además de que existen pobres constructos para el concepto de
orientación sexual.

dichas categorías (por ejemplo, homosexual, heterosexual) usadas como variables en investigación
sobre sexualidad son constructos sociales faltantes de significado real, lo cual conlleva a serios
problemas metodológicos. No sorprende que, en vista de estos inconvenientes psicométricos
involucrados, todas las teorías psicológicas del desarrollo de la orientación sexual carezcan de
soporte empírico.

La primera y más ampliamente reconocida teoría evolutiva de la homosexualidad es propuesta por


Wilson (1987) y está basada en el concepto de la selección de compañeros para la conducta altruista.
Esta teoría sostiene que durante el curso de la evolución humana los individuos homosexuales
pudieron ser ayudados por miembros de la familia a través de la provisión directa o indirecta de
recursos; así, los genes de la conducta homosexual podrían haber sido propagados indirectamente
por los compañeros del nicho. La teoría ha sido criticada por una variedad de razones que incluyen
la confiabilidad sobre un número de falsas premisas y una falta de evidencia que la soporte; por
consiguiente, ha sido rechazada como un modelo explicativo.

El consenso general de teóricos en el campo de la psicología evolutiva ha sido que la conducta


homosexual en humanos no tiene valor adaptativo. Algunos autores consideran que esta conducta
es biológicamente desadaptativa, porque no implica asociación con un suceso potencialmente
reproductivo (Archer, 1996). En muchos casos se ha considerado mejor explicada como un derivado
del cerebro y como resultante de una variabilidad de la sexualidad humana (McKnight, 1997). Miller
(2000) ha sugerido que los machos homosexuales son producto de una feminización del cerebro
asociada con rasgos de personalidad (por ejemplo empatía, que hacen machos atractivos para las
hembras y mejores padres). En esta teoría, la orientación sexual es conceptualizada como un rasgo
poligenético, es decir, influenciado por varios genes, algunos de los cuales podrían cambiar el
desarrollo del cerebro masculino y la conducta hacia la dirección femenina. Aunque alguna
feminización contribuye al éxito reproductivo de los machos, en exceso podría ser contraproducente
para la reproducción. Debido a variaciones genéticas normales, un pequeño porcentaje de hombres
puede estar sobrefeminizado y así mostrar cerebro, conducta y quizá cuerpo femenino; sin embargo,
no hay evidencia científica que soporte esta asociación hipotética entre desarrollo cerebral,
conducta y morfología en hombres homosexuales.
Ross and Wells (2000) han argumentado que las explicaciones evolutivas de la homosexualidad han
estado basadas en expresiones homosexuales de sociedades occidentales contemporáneas. Ellos
afirman que estos contextos no reflejan las condiciones ambientales ancestrales en las cuales la
conducta podría haber evolucionado, ya que contienen características ecológicas que pueden
afectar su expresión. Así, proponen que la conducta homosexual es una explicación de la conducta
homosocial; una explicación que no es producto directo de la evolución natural, pero sí una variación
de la conducta. De acuerdo con Ross and Wells (2000), la conducta homosexual de los machos podría
haber contribuido a su supervivencia a través del soporte social y el acceso a recursos. Esta conducta
podría haber reforzado alianzas y así podría haber actuado por selección natural.

Kirkpatrick (2000) argumenta que la conducta homosexual viene de la selección individual por
altruismo recíproco, el cual podría haber contribuido al intercambio de recursos y a la reducción de
la agresión entre machos; Muscarella (2000) argumenta que los adolescentes y adultos jóvenes
homínidos fueron probablemente aislados socialmente y que la capacidad para comprometerse en
conducta homosexual reforzada por alianzas contribuyó directamente a su supervivencia. Los
mismos sexos aliados ayudaron a los machos a subir en la jerarquía social brindándoles acceso a
hembras y oportunidades reproductivas. Las alianzas entre hembras las ayudaron a moverse al lugar
más seguro y rico en recursos, lo cual incrementó su oportunidad de sacar adelante su descendencia.
Las teorías propuestas por Kirkpatrick (2000) y Muscarella (1999) se dirigen a la selección de una
conducta y se asume que ésta tiene una base genética que varía entre individuos: así algunos
tendrán mayor grado de predisposición que otros. Estos rangos de predisposición pueden
interactuar con las experiencias personales, condiciones ecológicas y procesos psicológicos
resultantes en una orientación sexual particular.

HORMONAS Y CONDUCTA HOMOSEXUAL

La investigación del papel de las hormonas en la orientación sexual se ha enfocado en las funciones
de la testosterona, los andrógenos y los estrógenos. Una hipótesis común ha sido que los hombres
homosexuales tienen más elevados los niveles de estrógenos y más reducidos los niveles de
testosterona que los hombres heterosexuales (Newmark y otros, 1979; Dorner, 1981; Gladue, 1994);
sin embargo, los resultados de estudios en esta área han sido inconsistentes. El hecho de que la
conducta homosexual en roedores y primates pueda ser alterada debido a una temprana exposición
a hormonas sexuales ha permitido considerar la posibilidad que la variación en la exposición a
hormonas pueda ser la base también para un cambio en la orientación sexual en humanos, ya que
algunos estudios clínicos, en los que se alteran los procesos hormonales prenatales, sugieren
fuertemente que varios aspectos de la orientación y conducta sexual humana son debidos a
mecanismos hormonales (Gorski y otros, 1978; Kimura, 1999).

Por otro lado, Robinson y Manning (2000) presentan evidencia según la cual la exposición a altos
niveles de testosterona prenatal contribuye a las orientaciones homosexual y bisexual. Ellos
midieron proporcionalmente la longitud del segundo y cuarto dedo de hombres heterosexuales,
homosexuales y bisexuales; se cree que esta longitud es afectada por la exposición prenatal a
testosterona y está desde temprano en el desarrollo prenatal. Según ellos, se encontró que la
proporción fue más grande en hombres heterosexuales, menor en hombres homosexuales, y aún
menor en hombres bisexuales; proponiendo con esto una mayor exposición a testosterona prenatal
para hombres homosexuales y bisexuales. Manning, Barley, Walton, Jones, Trivers, Singh y otros
(2000), que han trabajado en el mismo tipo de investigación, argumentan que hay un valor
adaptativo asociado a la homosexualidad y bisexualidad, ya que en fetos machos puede haber una
selección por alta testosterona para la diferenciación de los sistemas asociados con supervivencia y
reproducción de los machos. De aquí se deduce que algunos machos están expuestos a sobreniveles
óptimos de testosterona, lo que contribuye a una desviación de una orientación heterosexual y a
una variedad de otros efectos biológicos.

En general, estas teorías neurohormonales del desarrollo de la orientación sexual sostienen que los
efectos de las hormonas prenatales en la diferenciación cerebral actualmente involucran patrones
complejos de masculinización, desmasculinización, feminización y desfeminización asociadas con
patrones particulares de orientación sexual.

GENÉTICA DE LA ORIENTACIÓN SEXUAL

El origen genético se refiere a que una característica de comportamiento o física está determinada
por los genes, la unidad funcional de la transmisión de características hereditarias. Esto implica que
exista evidencia de componentes hereditarios que se puedan comprobar con exámenes genéticos,
que la orientación sexual de alguien dependa de un gen, o de una debilidad cromosómica, o de
alguna característica estructural conocida. Es importante en este momento hacer una
diferenciación entre genético y congénito. La palabra ʺcongénitoʺ significa ʺpresente en el
nacimientoʺ. Existen muchas razones por las que se producen los defectos congénitos, pero la
mayoría se debe a factores ambientales y genéticos

A la hora de intentar encontrar los genes que se podrían relacionar con la orientación sexual se
utilizaron dos tipos de estudios:

1. Estudio de ligamiento genético. Consiste en un método indirecto que permite establecer una
relación de una enfermedad (genética) entre miembros de una familia. Para establecer esta relación
se usan marcadores genéticos que estén localizados en la región del cromosoma que nos interesa.

2. Estudios de asociación del genoma completo (en inglés, GWAS Genome-wide association study).
Consiste en hacer un análisis de una variación genética a lo largo de todo el genoma humano con el
objetivo de identificar su asociación a un rasgo observable. Los GWAS suelen centrarse en
asociaciones entre los polimorfismos de un solo nucleótido (SNPs) y los rasgos que estemos
buscando, en este caso, la orientación sexual. Para ello se deben estudiar una gran cantidad de
individuos, de modo que se puedan comparar datos genéticos entre ellos.

¿Todo está en los genes?

En lo referente a los genes se ha hablado e investigado mucho. Todo comenzó allá por los 50 del
siglo XX con el trabajo de Kallman (1952). Este autor investigó parejas de gemelos monocigóticos
(que comparten todo su ADN) y dicigóticos (que sólo comparten el 50% de su ADN) y calculó la
proporción de parejas donde ambos eran gay. En las parejas de hermanos dicigóticos, la proporción
era del 42,3%. Sin embargo, en los gemelos monocigóticos, aquellos que compartían toda su
información genética, la proporción encontrada fue del 100%. Resultados tan espectaculares no se
han vuelto a replicar y eso hacía pensar que, aunque la evidencia a favor del componente genético
era clara, debía existir algo más.

Otro estudio con hermanos gemelos arrojó resultados significativos, aunque no tan amplios. Bailey
y Pillard (1991) hallaron una concordancia en homosexualidad del 52% en gemelos monocigóticos,
del 22% en gemelos dicigóticos, y del 11% en los hermanos adoptivos de hombres homosexuales, lo
cual sigue siendo un resultado que demuestra ampliamente la influencia genética en la
homosexualidad. Hamer y su equipo (Hamer, Hu, Magnuson & Pattatucci, 1993), publicaron en
Science un artículo sobre el Xq28, un marcador en el cromosoma X que parece guardar relación con
la homosexualidad masculina (no se han encontrado genes similares en la homosexualidad
femenina) que inició una considerable polémica e investigación posterior puesto que este marcador
no se encontró en todos los hombres gais.

¿Qué estaba pasando? En la actualidad y gracias a que cada vez tenemos un conocimiento más
profundo de los mecanismos de funcionamiento de los genes, se ha encontrado una respuesta a por
qué la concordancia en orientación sexual no es del 100% en gemelos monocigóticos y por qué no
se ha encontrado un “gen gay”: la epigenética.

En 2012 se publicó un modelo explicativo que daría cuenta de la mayoría de factores encontrados
como generadores de la homosexualidad (Rice, Friberg & Gavrilets, 2012). Las cosas, según este
modelo, serían más o menos como siguen: el patrimonio genético completo de la humanidad cuenta
con algunos genes que van pasando de una generación a otra y que promoverían unos determinados
ambientes hormonales fetales.

La epigenética (una serie de mecanismos que hacen que determinados genes se manifiesten o que
no se manifiesten) es la responsable de que, a lo largo de las sucesivas generaciones, a veces se
produzcan niveles más altos o más bajos de los estándares en fetos varones de forma que esos
niveles hormonales del periodo fetal preconfigurarán determinadas áreas cerebrales en el modo que
ya hemos visto anteriormente. Es decir: no es que haya un gen gay, lo que hay es una serie de genes
que, si se manifiestan (dependiendo de mecanismos epigenéticos), ocasionan determinados niveles
hormonales durante el periodo fetal, lo cual, si sucede en unos momentos concretos del periodo de
gestación, configuran determinadas áreas cerebrales con orientación homosexual. Por esa razón no
se ha encontrado un “gen gay” causante de la homosexualidad. Se han encontrado mecanismos que,
coordinados, resultan en un “cerebro gay”.

En conclusión

En conclusión, podemos decir que a partir de toda la información, estudios, teorías e hipótesis que
pretenden buscar el origen biológico de la homosexualidad, ningún estudio individualmente ha
logrado aclarar de manera enfática y determinante su origen. Las diferentes investigaciones que se
han hecho a lo largo del tiempo han estado fuertemente criticadas por factores estadísticos o por
errores de procedimiento lo que ha impedido aceptar los resultados fácilmente.

Existe una tendencia a encaminar los estudios para sustentar la teoría de que los homosexuales
nacen homosexuales, no se hacen, pero ningún estudio lo ha comprobado directamente. Es
necesario elaborar un estudio que reúna varios métodos, ya que el usar uno solo restringe mucho
los resultados, y esto se vería beneficiado por los adelantos tecnológicos de la biología molecular.

Lo que, si se ha logrado establecer, es que existen varias evidencias que nos indican un origen
prenatal, es decir la característica homosexual se posee al nacer, y esta puede ser luego influenciada
por factores del entorno.

“Nuestro cerebro es prodigioso hasta límites que no sospechábamos hace unas décadas. Así que ya
lo sabes: tu corazón está en tu cerebro, tu amor está en tu cerebro, tu sexo está en tu cerebro. Tu
mayor órgano sexual es tu cerebro.”

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