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En el siglo XIX, con la codificación de las leyes penales en diversos países europeos, se
establecieron principios básicos del derecho penal, como la legalidad, la culpabilidad y
la proporcionalidad de las penas. Este período también vio el surgimiento de nuevas
corrientes de pensamiento, como el positivismo criminológico, que buscaba explicar el
comportamiento delictivo desde una perspectiva científica.
Las penas de talión, también conocidas como "ley del talión" o "principio de
reciprocidad", son un concepto legal y ético que se remonta a civilizaciones antiguas y
se basa en la idea de que la pena impuesta por un delito debe ser equivalente al daño
causado por ese delito. La palabra "talion" proviene del latín "talio", que significa
"corresponder de igual manera".
Un ejemplo clásico de la pena de talión es la famosa frase "ojo por ojo, diente por
diente", que se encuentra en varios textos legales antiguos. Esto significa que si alguien
causaba la pérdida de un ojo o un diente a otra persona, la pena sería que se le causara
la misma lesión al ofensor. Este enfoque buscaba disuadir a los individuos de cometer
delitos graves al imponerles el mismo sufrimiento que habían infligido a otros.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que, en la práctica, las penas de talión rara
vez se aplicaban de manera literal y exacta. A menudo, se interpretaban y aplicaban de
manera más flexible, y en muchos casos, se permitía que el ofensor compensara a la
víctima en lugar de sufrir la misma lesión.