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Roberto Arlt, 1927
Roberto Arlt
Trescientos millones
ePub r1.0
Un_Tal_Lucas 28.05.15
Siendo reportero policial del diario Crítica, en el año 1927, una mañana del mes ROCAMBOLE
de septiembre tuve que hacer una crónica del suicidio de una sirvienta española, HOMBRE CÚBICO
soltera, de veinte años de edad, que se mató arrojándose bajo las ruedas de un tranvía REINA BIZANTINA
que pasaba frente a la puerta de la casa donde trabajaba, a las cinco de la madrugada. GALÁN
Llegué al lugar del hecho cuando el cuerpo despedazado había sido retirado de DEMONIO
allí. Posiblemente no le hubiera dado ninguna importancia al suceso (en aquella SIRVIENTA
época veía cadáveres casi todos los días) si investigaciones que efectué MUERTE
posteriormente en la casa de la suicida no me hubieran proporcionado dos detalles CAPITÁN
singulares. MARINERO
Me manifestó la dueña de casa que la noche en que la sirvienta maduró su NIÑERA
suicidio, la criada no durmió. LACAYO
Un examen ocular de la cama de la criada permitió establecer que la sirvienta no AZUCENA (VIEJA 1.ª)
se había acostado, y se suponía con todo fundamento que pasó la noche sentada en su GRISELDA (VIEJA 2.ª)
baúl de inmigrante. (Hacía un año que había llegado de España.) Al salir la criada a la CENICIENTA (HIJA)
calle para arrojarse bajo el tranvía se olvidó de apagar la luz. COMPADRE VULCANO
La suma de estos detalles simples me produjo una impresión profunda. RUFIÁN HONRADO (VIEJO)
Durante meses y meses caminé teniendo ante los ojos el espectáculo de una pobre PATRONA
muchacha triste que, sentada a la orilla de un baúl, en un cuartucho de paredes GALANCITO
encaladas, piensa en su destino sin esperanza, al amarillo resplandor de una lamparita HIJO DE LA PATRONA
de veinticinco bujías.
De esa obsesión, que llegó a tener caracteres dolorosos, nació esta obra que,
posiblemente nunca hubiera escrito de no haber mediado Leónidas Barletta.
Cuando Barletta organizó el Teatro del Pueblo me pidió que colaborara con él
escribiendo una obra para su empresa, en la cual no creía nadie, incluso yo; pero, a
pesar de todo, un día me puse a trabajar en ella sin la menor esperanza de éxito.
El estreno, las representaciones (alcanzan a treinta, lo cual es un fenómeno en un
teatro de arte como el de Barletta), me han convencido de que si técnicamente no he
construido una obra perfecta, la dosis de humanidad y piedad que hay en ella llega al
público y lo conmueve por la pureza de su intención.
Roberto Arlt
HOMBRE CÚBICO: Tronco de caldera cúbica con dos paralelogramos por piernas.
Un triángulo equilátero sustituye la cabeza. Carece de brazos, como todas las
estructuras que idean los inventores de homúnculos y hombres mecánicos.
DEMONIO: Un truhán con capa mefistofélica como todos los diablejos de circo,
cejas reglamentarias de arco, calzas rojas y pantuflas negras, más encorvadas que la
proa de una piragua. Porra de estopa roja y gesto desaforado.
Escena única
ROCAMBOLE: ROCAMBOLE:
No; los constructores son ellos, los hombres. Eso… ejes de fuerza como este mango de látigo…
GALÁN (incorporándose al grupo al tiempo que se limpia los zapatos con un HOMBRE CÚBICO:
golpe de pañuelo): En torno de estos ejes, como en torno de ese mango de látigo, se acumulan los
Somos los fantasmas de sus sueños. sueños de los hombres. De manera que el eje se conserva independiente de su forma,
como el vino del barril…
DEMONIO (que se ha sentado silenciosamente):
¡Exprésese con más propiedad! Somos los protagonistas de sus sueños. GALÁN:
Muy bien por el hombre caldera…
ROCAMBOLE:
No está bien esa definición. ¡Representamos los deseos del hombre! HOMBRE CÚBICO:
Si yo tuviera brazos le daría a usted una lección.
DEMONIO:
Existimos sin forma, como nubes. De pronto el deseo de un hombre nos atrapa y ROCAMBOLE:
nos imprime su forma. Eso les pasa a ustedes, que son aprendices de fantasmas, pero yo soy Rocambole
desde que tengo uso de inteligencia.
HOMBRE CÚBICO:
Estoy confundido. DEMONIO:
¡Qué gracia!… También a usted lo fabricó la imaginación de un novelista.
REINA BIZANTINA:
Usted nos confunde. GALÁN:
De cualquier modo, el hombre es esclavo de su sueño… Es decir, esclavo nuestro.
DEMONIO: Así, yo, antes de hacer este papel de Galán, hice el de pirata melancólico y
Yo me entiendo. degollador. Fue un chico que después se suicidó porque la hija de la carbonera, que
era su vecina, no quería escaparse con él en una barca de oro. Así decía el chico.
GALÁN:
¿Y qué nos importa que usted se entienda, si no lo entendemos nosotros? ROCAMBOLE:
Si empezamos a contar lo que dijeron los chicos y lo que cada uno ha sido es
HOMBRE CÚBICO: historia de nunca acabar.
A ver…, déjenme a mí, que soy de origen puramente científico.
GALÁN: GALÁN:
Después le digo: «Querida mía, tu indiferencia me hiela el alma; deja que te Le regalo el papel…
estreche contra mi pecho».
HOMBRE CÚBICO:
HOMBRE CÚBICO: Sí, hace poco que soy fantasma…
¡Oh!… ¡Oh!…
ROCAMBOLE:
ROCAMBOLE: Ya se acostumbrará. Aquí, como usted me ve, con esta galera cochambrosa y
¿Por qué diablos hace ¡oh!, ¡oh!…? polainas indecentes, he hecho el papel de marques y figuro en una novela de cuarenta
tomos.
HOMBRE CÚBICO:
Me gustaría estar en el papel del Galán. Es más divertido que pasarse las horas REINA BIZANTINA:
con un geómetra imbécil. ¿Cuarenta tomos, señor Rocambole?
GALÁN: DEMONIO:
Muy bien por Caldera, quiero decir por Querubín. ¡Muy bien por Caldera! ¡Es todo un filósofo!
ROCAMBOLE:
¡Maldito sea! ¿Dónde dejé mi látigo?
UNA VOZ:
Te estoy esperando, amor… Vení amor… vení.
GALÁN:
Es la contrahecha y el diablo… ¡Maldita sea mi suerte! (Sale.)
DEMONIO:
Mi chico. Voy volando. (Sale.)
ROCAMBOLE (enfático):
Ya va el gran criminal. Ya va, pero va arrepentido de sus crímenes… (Sale.)
Personaje real:
Personajes de humo:
Escena primera
Escena segunda
La Sirvienta avanza hasta el taburete y luego permanece sentada en la orilla de MUERTE (siempre moviendo la cabeza y husmeando en derredor):
él con las manos apoyadas en el mentón y los codos en las rodillas. Mira frente a sí. Chiquita, ¿sabes que eres mal educada?
La Muerte, detenida, la observa.
SIRVIENTA:
MUERTE: ¡Dios mío! Usted más que la Muerte parece una partera por lo charlatana.
Todas ustedes son iguales. Llaman a la Muerte y cuando llego me reciben con
cara larga como si me hicieran un favor. Todavía no he encontrado un alma piadosa MUERTE:
que me ofrezca un vaso de vino. ¿Y quién te dice que no sea una partera? ¿No hago acaso salir de este mundo a los
vivos para que entren otros? Además, si estoy aquí es porque me has llamado. ¿O
SIRVIENTA: crees que soy sorda? Hace mucho tiempo que me llamas. Bueno, me he dicho, vamos
Más tiene traza de rufiana que de Muerte. Déjeme tranquila. a complacerla a esta chica. Y aquí estoy, hermosa…
SIRVIENTA:
¡Qué raro! Pero, a ver: déjeme que lo toque. (Se acerca y le palpa los hombros.)
Escena tercera Efectivamente, usted existe. ¿Por qué va vestido tan a la antigua? Hoy se venden
uniformes de chofer y de cochero muy baratos.
ROCAMBOLE: ROCAMBOLE:
Es lo que yo digo. ¡Cuarenta tomos! ¿Usted sabe que me lee todo el mundo? Me equivoqué… Quería decir… trescientos millones…
ROCAMBOLE: ROCAMBOLE:
Y si mi muy noble patrón (vuelve a descubrirse), el señor Ponson du Terrail, no Con cincuenta y tres centavos…
hubiese muerto, hubiera escrito otros cuarenta tomos. ¿Se da cuenta? Y en vez de
cuarenta hubieran sido ochenta tomos… Entonces sí que mi felicidad habría sido SIRVIENTA (tambaleándose en la silla):
completa… ¡Ochenta tomos!… Pero hay que conformarse, ¿no le parece, señorita? Estoy mareada… No sé…
Todos los días nacen miles de personas y se mueren otras tantas y nadie escribe una
línea sobre ellos. En cambio, sobre mí se han escrito cuarenta tomos. Dígame: ¿no le ROCAMBOLE:
parece que tengo razón de estar orgulloso? Pero usted ya no es la sirvienta, ¿me entiende? No, Usted es la huérfana.
(Enfáticamente.) La pobre huerfanita, la huérfana menesterosa.
SIRVIENTA:
Y bien orgulloso… Si fuera yo, no sé lo que haría… SIRVIENTA:
Esto es demasiado. No lo resisto, señor…
ROCAMBOLE:
No es que yo sea vanidoso…, pero también hicieron películas. ROCAMBOLE:
Hay que resistirlo… ¿Qué haría, entonces, si se escribieran cuarenta tomos sobre
SIRVIENTA: su vida? ¿Cómo resistiría? He resistido yo…
ROCAMBOLE (indignado):
Señorita…, por favor… Usted no va a comparar la despreciable e innoble
cantidad de trescientos millones con cuarenta tomos. Trescientos millones los tiene
cualquier salchichero enriquecido, cualquier tendero de Nueva York, cualquier
analfabeto australiano… pero cuarenta tomos…, no me indigne, señorita… ¿Usted
puede citar algún hombre sobre el cual se hayan escrito cuarenta tomos? ¿Puede
citarlo? Contésteme.
SIRVIENTA:
No, en verdad.
SIRVIENTA:
¿Firmar recibo?
ROCAMBOLE:
Los principios son principios, señorita. Hay que respetarlos. Ésta es una
operación comercial. Yo le entrego a usted trescientos millones y usted me firma
recibo. No salgamos después con que yo no le he entregado…
SIRVIENTA:
Pero, señor…
ROCAMBOLE (dogmático):
Hay que respetar los principios, señorita. Firme…
SIRVIENTA:
Escena tercera ¡Oh!… No, es viejo y, además, se le mancharían los pantalones.
GALÁN: SIRVIENTA:
¡Oh! Entonces lo que usted pide es un procedimiento de novela alemana… ¡No se enoje, hombre!… Pero, usted es bastante estúpido como Galán. ¿A quién
se le ocurre decirle a una mujer: ¡Te amo! Eso se dice en el teatro; en la realidad se
SIRVIENTA (terminante): procede de otra manera. En la realidad, cuando un hombre desea a una mujer, trata de
No he leído nunca novelas alemanas. He leído «Rocambole», que es bien largo…, engañarla. Lo creía más inteligente. A nosotras las mujeres nos gustan los
cuarenta tomos…, y nada más… (El Galán calla y retrocede; la Sirvienta cierra los desfachatados…
ojos y el Galán, acercándose de puntillas, la torna por los maxilares y la besa en la
boca.) GALÁN:
Hay que vivir para ver… y creer…
GALÁN:
Te quiero mucho…, mucho… SIRVIENTA:
Sea positivo. Yo soy una mujer positiva como todas las mujeres. Y a las mujeres
SIRVIENTA (con displicencia): no les gustan los prólogos en el amor. No, señor Galán, convénzase usted.
No está del todo mal… Yo también, dueño mío. (Se siente a la distancia el rugido (Imperativa.) Le voy a dar una lección, siéntese en esa mecedora. (El Galán se sienta;
del león arenero.) ¡El león!… la Sirvienta retrocede, luego se acerca y se inclina sobre él.) Bueno, haga de cuenta
que yo soy el hombre y usted la mujer. (Dice en voz muy dulce.) Niña… me gustaría
GALÁN: estar como un gatito en tu regazo. (Se inclina bien sobre el hombre.) Quisiera que me
Ruge de amor… convirtieras en tu esclavo. Quisiera encanallarme por vos… Bueno, ahora haga usted
lo que quiera, pero compréndame. (El Galán deja su asiento; lo ocupa la Sirvienta.)
SIRVIENTA:
Igual que en el Jardín Zoológico. GALÁN:
No se da cuenta de que una persona decente no puede hacer eso?
GALÁN:
¿Dónde queda eso? SIRVIENTA:
Si seguimos en ese tren no terminaremos más. Aquí no se trata de pedirle un
SIRVIENTA:
certificado de buena conducta, sino de que proceda como a mí me gusta. Usted es…
Allá…, en Buenos Aires… Pero, hablando de todo un poco… ¿así que usted me Yo tengo trescientos millones…
ama?
GALÁN:
GALÁN:
Es que yo nunca tropecé con una mujer como usted.
La amo desde que la vi en el comedor. Y me juré interiormente que si usted me
daba su mano la haría mi esposa ante Dios y los hombres. SIRVIENTA (menea la cabeza, luego se ríe):
¡Qué hombre éste…, qué Adolfo!…
SIRVIENTA: SIRVIENTA:
En efecto, nada se perdería si usted reventara…, pero ¿por qué quiere morir ¡Qué duro de entender es usted! Observe que mares y montañas son una mentira
joven? para darle un poquito de poesía a mi sueño. Aquí la única que sueña soy yo, nadie
más que yo.
GALÁN:
Mi vida se desenvuelve bajo un signo fatal. Me persigue el homicida amor de una GALÁN:
gitana… Me arrodillo entonces…
Escena cuarta
GRISELDA:
Esta mujer está loca…
Por la izquierda aparecen el Capitán, Griselda y Azucena. Las amigas llevan un
traje de crepé satín marfil y esmeralda, ceñido al cuerpo de manera que dibuja una GALÁN (furiosamente):
silueta elegante destinada a contrastar con el guardapolvo proletario de la Todas ustedes son unas chifladas…
menestrala. El Capitán, las amigas y el Galán cambian irónicas miradas de gente de
AZUCENA:
otra sociedad que alterna por compasión con una pelafustana colocada en su
«esfera» por un instante. Luego se doblan a las exigencias de la comedia y ya es ¿Qué tenemos que ver nosotras con su lío?…
imposible discernir si ellos son cantaradas o enemigos.
GRISELDA:
CAPITÁN: No se olvide que somos fantasmas como usted.
¿Mirando el mar?
CAPITÁN:
AZUCENA y GRISELDA (a un tiempo): Su imaginación: la base es «Rocambole» y su geografía la estudió en la revista
Buenas noches… «La Esfera».
GALÁN: GRISELDA:
Señoritas…, Capitán…, llegan ustedes en un momento muy feliz para mí. Acabo Lo único que ha leído y ha visto.
de comprometerme con la señorita Sofía.
AZUCENA:
CAPITÁN: Me dan ganas de no seguir trabajando…
La felicito, señorita… Lo felicito, caballero…
GALÁN (apaciguado):
AZUCENA: Usted sabe que no se puede.
Te felicito, queridísima… Y a usted, señor, también…
CAPITÁN:
GALÁN: Y se cree seriamente millonaria.
Gracias…
GRISELDA (al Capitán):
GRISELDA: ¿Vio usted cómo nos tutea?
GALÁN: GALÁN:
Como al diablo. Es la falta de cultura.
CAPITÁN: CAPITÁN:
¿Le hizo hacer la comedia? De un tiempo a esta parte el último lavaplatos se cree con derecho.
AZUCENA: GRISELDA:
¿No se desmayó? La culpa la tiene el cine… créanme.
GRISELDA: GALÁN:
¿No se hacía la pudorosa?… ¡Qué tranquilos estábamos antes en nuestro mundo astral!
GRISELDA: CAPITÁN:
Y yo. Es como un imán.
CAPITÁN: GALÁN:
Y yo. Yo siento que me sacude el ir y venir de su pensamiento.
GALÁN: AZUCENA:
¡Cuando me acuerdo de mis buenos tiempos!… Lo que yo me pregunto desde hoy es en qué va a terminar esto.
GRISELDA: GALÁN:
Debería prohibírseles soñar a los pobres… Somos como los actores de una obra de teatro.
GRISELDA:
Con la diferencia de que sólo ella nos ve.
Escena primera
AZUCENA:
De cualquier manera, tengo unas ganas bárbaras de irme. Al encenderse la luz la escena aparece desierta. En la extensión del muro
anteriormente ocupada por el puente de la nave se abre ahora un ventanal inmenso
CAPITÁN: con vitraux de colores emplomados y una hoja entreabierta que deja ver hileras de
Sí…, uno se harta de fantochadas. olivos y cordones de montes. La primera persona que aparece en escena es una
Niñera, de cofia blanca, y una criatura de meses en los brazos. Tras ella, la puerta
GALÁN: lateral, entra el Galán, del brazo de la Sirvienta.
Las ligaduras que me ataban se aflojan…
GALÁN:
GRISELDA: Bueno, hasta luego, querida.
Efectivamente.
SIRVIENTA:
CAPITÁN: No vengas tarde.
Ella está con el pensamiento en otra parte.
GALÁN:
Nuevamente la luz decrece en escena, hasta nublarse el paisaje en la Daré una vuelta por la montaña.
incertidumbre de la noche.
SIRVIENTA:
GALÁN: No tardes, porque al anochecer, no sé por qué, me pongo inquieta.
Levantemos el vuelo. (Vanse. La escena queda desierta durante algunos minutos.
En ese silencio se oye ejecutado a la distancia en el piano, «Asturias», de Albéniz. GALÁN:
Todo se oscurece totalmente y, como en el cuadro anterior, se repiten los pasos de la Quédate tranquila. (Se inclina sobre la criatura que sostiene la Niñera y la besa,
criada, que camina en su cuchitril.) diciéndole.) Dígale adiós a su papito. (Sale saludando con la mano.)
SIRVIENTA:
Hasta luego, querido. (A la Niñera.) ¿Está bueno el tiempo?
NIÑERA:
Templado, señora.
SIRVIENTA:
Vaya hasta el jardín. Tenga cuidado con la nena.
NIÑERA:
Sí, señora.
SIRVIENTA: GRISELDA:
Si se duerme tráigala en seguida. ¡Tanto tiempo sin verte!
NIÑERA: AZUCENA:
Sí, señora. ¡Qué linda estás!
SIRVIENTA:
SIRVIENTA:
Póngala en el cochecito. Ustedes sí que están bien…
GRISELDA:
NIÑERA:
Estás más gruesa… ¡Qué buen color!
¿Nada más, señora?
AZUCENA:
SIRVIENTA:
¿Y la nena?… Quiero ver a la nena.
Vuelva dentro de media hora.
SIRVIENTA:
NIÑERA:
Hasta luego, señora. Está en el jardín… Ahora la hago traer.
GRISELDA:
SIRVIENTA:
¿Cómo es?… ¿A quién se parece?
Hasta luego. (Mutis de la Niñera.)
AZUCENA:
Un momento, cállate, a ver si adiviné yo. ¿Es rubia?
Escena segunda
SIRVIENTA:
No, tiene el cabello negro.
Entra el Lacayo y anuncia.
GRISELDA:
LACAYO: ¿Viste cómo acerté yo?
Con su permiso, señora. Las niñas Griselda y Azucena preguntan por usted.
SIRVIENTA:
SIRVIENTA: La nariz es del padre… En cambio, la frente y la boquita, iguales a las mías.
Que pasen. (Mutis del Lacayo. )
AZUCENA:
¡Qué monada debe de ser! Me muero por verla.
SIRVIENTA: SIRVIENTA (avanza fríamente, tomándose las sienes con las manos):
Salió hace un momentito. ¿Qué dice esta mujer?
AZUCENA:
¿Y qué tal es la vida de casada, che?
Escena quinta
GRISELDA:
¿Sos feliz?…
Dando grandes zancadas aparece el Galán, el busto doblado, las manos
SIRVIENTA: tomándose el corazón.
Sí…, dentro de lo relativo.
GALÁN:
AZUCENA: Me han muerto…, la gitana…, mi hija…, Dios. (Se desploma en los brazos de la
¡Qué fría lo decís! Sirvienta.)
SIRVIENTA: SIRVIENTA:
Te soy sincera, no vale la pena casarse. Me vuelvo loca.
GRISELDA: GALÁN:
¿Adolfo no se porta bien? Es la venganza de la gitana. ¡Qué busquen a mi hija! (Cae por tierra.)
Escena sexta
Escena cuarta
MUERTE:
GALÁN (incorporándose del suelo, donde hacía la farsa del cadáver): Todavía no está a punto la palomita fantasiosa. Todo le pasa por no comer jamón
Juro por mi honor que esta mujer está más loca que una cabra. del diablo.
GRISELDA:
TELÓN
No se anda con chiquitas. Su drama necesita una docena de cadáveres, por lo
menos.
AZUCENA:
Así es la imaginación plebeya.
GALÁN:
¡Al diablo con el oficio de personaje!
NIÑERA:
Gracias a Dios, no tengo nada más que hacer aquí.
GRISELDA:
¿De modo que usted se va?
GALÁN:
Afortunadamente.
AZUCENA:
Tiene suerte.
GRISELDA:
¿No quiere que lo acompañe?
GALÁN:
No quiero líos, tramoyas ni complicaciones; bastante me amargan la vida las
corcovadas y las dementes, para entramparme con fantasmas.
NIÑERA:
¡Como si usted no lo fuera!
GALÁN:
No discuto eso…, pero me voy. (Sale el Galán y detrás, encorvados y graves, uno
tras otro, los fantasmas del drama. Lentamente se apaga la iluminación brujesca del
Personajes reales:
Sirvienta, Patrona.
Personajes de humo:
Cenicienta, Compadre Vulcano, rufián Honrado, Rocambole.
Escena primera
CENICIENTA:
Dios mío, ¿por qué no me diste una madre buena como a las otras chicas? ¿Por
qué estoy sola en este mundo, Señor de los Cielos, si yo nunca he hecho ningún mal?
(Tras la pila visible para el público, en esta escena, la Sirvienta trata de precipitarse
hacia la niña, pero Rocambole la contiene con un gesto y luego saca de su bolsillo
un revólver. La Sirvienta se sosiega. La Cenicienta, incorporándose.) ¡Dios mío, si
vos existís hace que encuentren a mi mamita! (Cuando la Cenicienta pronuncia estas
palabras penetra en el antro, por el pasillo, un hombre gigantesco, con el rostro
manchado de carbón, gorra de visera de hule y blusa proletaria. El gandul, llamado
Compadre Vulcano, escucha la imploración de la Cenicienta, avanza hasta ella en
puntas de pies, la toma de una oreja y exclama.)
VULCANO:
¡Así correspondes a mis sacrificios: invocando a Dios para que perjudique mi
comercio!
Dicho esto, el Compadre Vulcano suelta de la oreja a la niña y con las manos en
jarras se queda contemplándola.
VIEJO: VIEJO:
Es un parecer. Es flaca. Tiene un hombro más alto que el otro. (A la Cenicienta.) ¿Tú sabes
hablar en francés?
CENICIENTA:
¡Dios mío! CENICIENTA:
No, señor.
VIEJO:
¿Qué le pasa a esta cabrita? VIEJO:
¿Bailas danzas clásicas?
VULCANO:
Exclama ¡Dios mío! Por la alegría que le causa ir a vuestra casa. CENICIENTA:
No, señor.
VIEJO:
¿Es cierto, palomita? VIEJO:
ROCAMBOLE:
Escena tercera
He dicho buenas tardes y nadie me ha contestado.
VULCANO:
Tras la pila de carbón salta la Sirvienta esgrimiendo un revólver y tras ella ¿Qué me importa a mí que usted me desee buenas tardes?
Rocambole con otro pistolón.
VIEJO:
SIRVIENTA: ¿Quién diablos es usted para que nosotros lo honremos con nuestro saludo?
¡Cállese, monstruo!… ¡Viejo maldito!…
SIRVIENTA (a la Cenicienta.):
VULCANO: Ven aquí, pobre criatura.
¿Y esta vieja de dónde sale?
CENICIENTA:
VIEJO: Sí, señora… Usted tiene cara de buena. (Se pone al lado de la Sirvienta.)
¿Y este señor con un revólver? (A Vulcano.) Me has tendido una trampa…
VULCANO (a Rocambole):
ROCAMBOLE: Usted está violando las leyes… Me amenaza a mano armada…
Buenas tardes, caballeros.
ROCAMBOLE:
VULCANO: Soy el expresidiario. ¡Soy Rocambole!
Me quejaré a la policía. ¿Quién es usted? Ha violado mi domicilio.
VIEJO:
ROCAMBOLE: ¡Rocambole!…
¡Buenas tardes he dicho!
VULCANO:
VIEJO: ¡Muerto soy!…
Con su revólver interrumpe nuestros tratos comerciales.
VIEJO:
SIRVIENTA: Pero ¿usted no se había muerto?
¡Cállese, bandido!
ROCAMBOLE:
VIEJO: Allí donde hay una huérfana que proteger de malvados, o una viuda, de abogados,
Yo no puedo tolerar que una vieja cabra me trate de bandido. allí estará Rocambole.
CENICIENTA: ROCAMBOLE:
Señora, este viejito quería llevarme a un colegio. ¿De manera que toda la familia veraneando? Vives más tranquilo y solitario que
un canónigo. Los parientes no te molestan.
VIEJO:
Digan si no da gusto tanta inocencia. Lo que yo quiero es dejar constancia de que VULCANO:
no he atentado contra su pudor. Como la encontré, queda. Ni la policía tampoco. Me he regenerado, vivo, y os juro, señor Rocambole, que
no hay satisfacción más grande que vivir honradamente. (Volviéndose a la Sirvienta.)
CENICIENTA: ¿Así que usted es la esposa de este digno caballero? ¡Qué orgullo debe de ensanchar
¿Qué tiene de malo que quisiera llevarme al colegio? su corazón de matrona virtuosa al tener por marido a tan grande hombre!
SIRVIENTA: VULCANO:
Hija mía…, tantos años…, queridita. Lagarto fue el que le dio la puñalada al padre. Yo robé a la nena. Por los Santos
Evangelios, patrón, que yo únicamente robé a la nena. La gitana no cumplió lo
CENICIENTA:
estipulado.
Yo sabía que tenía que llegar este día.
ROCAMBOLE:
La criatura y la Sirvienta se abrazan repetidamente y se establecen unos Y sólo recibiste cincuenta mil francos en vez de los cien mil tratados…
segundos de silencio.
VULCANO:
VULCANO:
¿Cómo sabe eso, patrón?
¡Qué grupo más emocionante! (Siempre en comediante.) Dan ganas de llorar.
(Avanza un paso, pero Rocambole interpone rápidamente el revólver.) ROCAMBOLE:
Queridíto: yo no estoy aquí para contestar sino para preguntarte… Y si no le
ROCAMBOLE:
arrancaste la lengua a la criatura ni la dejaste ciega fue con la esperanza de sacar más
¡Quieto, bandido! provecho…
CENICIENTA: SIRVIENTA:
Pero muchas veces me pegaba… Yo no puedo perdonarlo.
VULCANO: VULCANO:
Como un padre. ¿Qué padre no le da una palma de vez en cuando a sus hijos? ¡Perdón!
CENICIENTA: ROCAMBOLE:
Me pegaba con alambres cuando se enojaba… Que te perdone la madre cuya hija robaste.
SIRVIENTA: SIRVIENTA:
¡Monstruo!… ¡Hijita querida!… ¡Pobre chiquita mía!… No puedo… Rezaré por él…
VULCANO: VULCANO:
¡Oh! ¡Oh! Se me desgarra el corazón. No, yo no le he pegado… con alambres, no. Yo no quiero que recen sobre mi tumba. Yo quiero vivir, comer.
ROCAMBOLE: ROCAMBOLE:
¿Así que te pegaba con alambres? Que te perdone la sociedad a la que ofendiste con tus graves crímenes. Tenes un
minuto para rezar y encomendar tu alma a Dios.
CENICIENTA:
Pero decía que era por mi bien. CENICIENTA:
Yo lo perdono, señor Rocambole. (Vulcano se arrastra y le besa los pies.)
SIRVIENTA:
¡Monstruo!… ¡Monstruo! ¿No le da vergüenza?… ROCAMBOLE:
¿Lo perdonas de todo corazón, niña?
ROCAMBOLE:
Hay que arreglar cuentas, Compadre Vulcano. Mataste al padre. Robaste a la hija. CENICIENTA:
Destruiste la vida de una dama dignísima. Tenes que arrodillarte, Vulcano. Sí, señor Rocambole. Le perdono todo porque no me cortó la lengua ni me dejó
ciega.
VULCANO:
Yo no quiero morir. ROCAMBOLE:
Miserable, la súplica de este ángel salva tu inmunda piel. (La Sirvienta y la niña
ROCAMBOLE: retroceden. Rocambole saca rápidamente un frasco del bolsillo y dice:) Pero como
Si tu gusto es morir parado, no tengo inconveniente. (Vulcano se arrodilla. no puedes quedar sin castigo…
Rocambole, con voz tonante.) Le cortaste la lengua a la mudita de la Taberna de la
Le arroja el contenido del frasco a los ojos; Vulcano lanza un terrible grito y se
ROCAMBOLE:
Es un castigo misericordioso el que te hemos dado.
Suena largamente el timbre de servicio, que por unos instantes ninguno de los
personajes escucha. De pronto la Sirvienta oye el llamado y retrocede despavorida
de la zona del sueño al espacio de su cuarto.
Escena quinta
PATRONA:
Oiga… ¿se puede saber lo que le pasa que no viene cuando la llaman? Hace
media hora que está sonando el timbre.
SIRVIENTA:
Disculpe, señora…
TELÓN
Lacayo gordo, con librea verde y patillas blancas, entra con bandeja de licor, VIEJA 1.ª:
sirve y se va. ¿Qué dice?
SIRVIENTA: SIRVIENTA:
Monotonía. ¡Oh!, no… es cierto… Yo también soy vieja.
VIEJA 2.ª: El Lacayo sale detrás de las viejas; de pronto se vuelve y, con la mano abierta y
En la carbonería del Compadre Vulcano. el dedo en la punta de la nariz le hace «pito catalán» a la Sirvienta, que no lo ve. La
Sirvienta permanece rígida en su silla. Se oyen unas carcajadas lejanas, y de pronto
VIEJA 1.ª: aparece Cenicienta, la hija de la Sirvienta. Es una muchacha que tiene la misma
Y ahora es una señorita. edad que la madre. Viste un traje blanco, capelina blanca, tomada por la cinta bajo
el mentón, trae un ramo de flores entre los brazos. Entra corriendo en la sala.
SIRVIENTA:
Sí… No me acordaba.
SIRVIENTA: HIJA:
Yo creía que en el campo no había nada más que pasto. Mamita, tengo que decirte una cosa. Estoy enamorada.
HIJA: SIRVIENTA:
¡Qué bromista sos, mamita! El campo está lleno de flores. Por donde miras no se ¡Ah!… ¿Sí?…
ven nada más que flores. Hasta las nubes parecen que están cargadas de flores.
Sentate, mamita, que te vas a cansar. HIJA:
¿No te disgusta?
SIRVIENTA:
¿Y te gustan mucho las flores? SIRVIENTA:
No…, me encanta…
HIJA:
Sí, me gustan las flores. Me gusta todo lo que es lindo. (Mientras habla se pasea HIJA (arrodillándose al lado):
por el cuarto.) Cuando una ve flores, le parece que el mundo todo debe ser un jardín, Te voy a contar, mamita… (Súbita transición,) ¿Es obligatorio que una hija se
que por donde vaya no encontrará nada más que perfumes, colores, nubes arriba, arrodille al lado de la madre para contarle que está enamorada…?
flores abajo…
SIRVIENTA:
SIRVIENTA: No, algunas le hacen esa confesión a la madre mientras la madre recalienta unas
Yo creía que en el campo no había nada más que vacas y caballos. milanesas.
HIJA: HIJA:
Mamita, no tenes imaginación. A vos no te gusta soñar. Estoy segura de que vos Sos muy chistosa, mamita…, mira que me voy a enojar…
nunca has soñado que volabas.
SIRVIENTA:
SIRVIENTA: Bueno, preciosa…, no te enojes…
¿Cómo es eso?
HIJA:
HIJA: ¿No es cierto que estoy preciosa?
Sí, que volás. De pronto el mundo se hace chiquito para toda tu voluntad y en los
talones sentís una fuerza elástica… Parece que si quisieras de un salto podrías llegar a SIRVIENTA:
las estrellas. Sí, estás muy linda.
SIRVIENTA: HIJA:
Son tus veinte años. ¿Te acordás qué fea era cuando estaba en la carbonería del Compadre Vulcano?
Bueno, como te decía, es alto, rubio, buen mozo.
HIJA:
Mamita…, decime…, ¿las otras mujeres son como yo? ¿Sueñan como sueño yo? SIRVIENTA:
¿Sienten como siento yo? ¿Joven?…
HIJA: SIRVIENTA:
No es mi novio, mamita…, o sí…, sí…, novio es… siempre que vos no te Sí, yo quiero. Quiero que seas feliz, hijita querida, que toda la tierra te parezca
opongas. siempre llena de flores, que tu esposo te quiera eternamente.
SIRVIENTA:
¿Y es por él que ves el campo lleno de flores?…
Escena tercera
HIJA:
Y no sólo el campo…, hasta las nubes… (Acercándose.) ¡Si supieras qué bueno
es!… Entra el Lacayo, de librea verde, con una bandeja en la mano.
SIRVIENTA: LACAYO:
Todos los novios son buenos. Señora… (Le alcanza la bandeja. La Sirvienta toma una tarjeta.)
HIJA: HIJA:
Parece que estuvieras envidiosa de que yo tenga novio… Mamá…, es él…