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Rocambole
Hombre Cúbico
Reina Bizantina
Galán
Demonio
Sirvienta
Muerte
Marinero
Capitán
Azucena (Vieja 1)
Griselda (Vieja 2)
Niñera
Lacayo
Cenicienta (Hija)
Compadre Vulcano
Rufián Honrado (Viejo)
Patrona
Galancito
Hijo de la Patrona
Voces
PRÓLOGO
1
Escena única
Reina Bizantina:
En días como hoy, cuando era persona humana, no imaginé que sería constructora de sueños.
Rocambole:
Galán (incorporándose al grupo al tiempo que se limpia los zapatos con un golpe de
pañuelo):
Nosotros somos los fantasmas de sus sueños.
2
¡Más respeto! Somos los protagonistas de sus sueños.
Rocambole:
Demonio:
Somos como nubes: sin forma. De pronto el deseo de un hombre nos atrapa y nos da una.
Hombre Cúbico:
Estoy confundido.
Reina Bizantina:
Él nos confunde.
Demonio
Yo me entiendo.
Galán:
3
Hombre Cúbico:
Nosotros somos ejes de fuerza. en torno se acumulan los sueños de los hombres. De manera
que el eje se conserva independiente de su forma, como el vino del barril…
Galán:
Hombre Cúbico:
Galán:
De cualquier modo, el humano es esclavo de su sueño… Es decir, esclavo nuestro. Así, yo,
antes de que alguien me soñara en este papel de Galán, hice el de Pirata Melancólico y el de
Degollador.
Rocambole:
Yo no me preocupo tanto. Eso les pasa a ustedes que son aprendices de fantasmas todavía. Yo
soy Rocambole desde siempre.
Hombre Cúbico:
4
¿Y a mí no me encuentran absurdo? A que no adivinan quién me soñó así.
Reina Bizantina:
Hombre Cúbico:
Galán:
Reina Bizantina:
Demonio:
Rocambole:
5
Otro día generales…
Galán:
Reina Bizantina:
Camina todo el día. Ya se imaginarán sus zapatos. Por las mañanas tiembla cuando su jefe le
hace una observación, pero por las noches sueña que es emperador de Bizancio.
Rocambole:
Reina Bizantina:
Es fantástico y triste. Unas veces imagina que le hace la guerra a los reyes de Europa, otras
que…
Reina Bizantina:
6
¿La jorobadita?
Galán:
Rocambole:
Galán:
Deforme. Además de ser fea, es perversa. Tiene los dedos callosos y una verruga en la nariz.
Igual estoy obligado a fingirme desesperadamente enamorado, y arrodillarme ante ella en
aquel cuarto sucio en que vive. Cuando llego debo decirle así: (declama) “Amor mío,
¿cuándo permitirás que mis labios cubran los tuyos con mis besos?”
Hombre Cúbico:
¡Oh! … ¡Oh! …
Rocambole:
Hombre Cúbico:
7
Me gustaría estar en el papel del Galán. Es más divertido que pasarse las horas con un
geómetra imbécil.
Reina Bizantina:
Galán:
Me suplica que me retire. Ella es huérfana; pero eso hace más sabrosa la comedia por que me
dice: “Querido, anda, vete antes de que mamá nos sorprenda…”
Demonio:
Galán:
Al llegar a este punto, yo ya no tengo que contestarle nada, sino tomarla dulcemente de la
cintura y…
Hombre Cúbico:
¡Oh! … ¡Oh! … ¡Oh! … (Estos ¡oh! Son alaridos ahora.) Yo quiero hacer el papel de Galán,
aunque sea con una jorobada.
8
¡Qué caliente es usted! Cálmese hombre.
El Demonio ríe.
Rocambole:
Galán:
Le regalo el papel…
Hombre Cúbico:
Rocambole:
Ya se acostumbrará. Así como me ve, con esta ropa cochambrosa, he hecho el papel de
marqués y figuro en una novela de cuarenta tomos.
Reina Bizantina:
9
Ni uno más ni uno menos, que los escribió el muy célebre señor Ponson du Terrail,
importante escritor francés del siglo diecinueve.
Galán:
Rocambole:
Soy siempre el mismo personaje a través de distintos nombres. A veces me llamo el Hombre
Gris, alguna vez el Marqués de Chamery, otra…
Hombre Cúbico:
Rocambole:
Y le he hecho ganar miles y miles de francos a mi patrón, el ilustre señor Ponson du Terrail.
Hombre Cúbico:
¡Cuarenta tomos!…
Rocambole:
10
Que han leído todas las empleadas, costureras y planchadoras del mundo…
Demonio:
Rocambole:
Reina Bizantina:
Rocambole:
Galán:
Rocambole:
11
Cuando la sirvienta se acuesta, cansada de trabajar todo el día, yo me acerco y le digo:
“Señorita, soy el Hombre de Negocios; vengo a comunicarle que ha heredado trescientos
millones”.
Hombre Cúbico:
Pero ¡es una barbaridad! ¿Por qué trescientos millones? ¿No podrían ser treinta mil pesos?
Rocambole:
Si un ciudadano, pudiendo soñar que hereda trescientos millones, se imagina que hereda
treinta mil pesos, merece que lo fusilen por la espalda.
Hombre Cúbico:
Demonio:
12
Quién me sueña es un chico de catorce años. Él también me llama antes de dormir y dice que
soy su “demonio”. Cuando me presentó debo decirle: “Soy Lucifer: puedo concederte todos
los poderes de la tierra. Elige, qué prefieres ser: ¿el hombre más lindo del mundo, el más
fuerte, el más sabio, el más rico?” Y mi muchachito se convierte una noche en el chico más
fuerte, otra en el más sabio…
Galán (pensativamente):
El humano (Camina por el estrado y se vuelve solo desde un extremo a los otros) ¿Qué me
dicen ustedes del humano?…
Reina Bizantina:
Es infinitamente triste…
Demonio:
Rocambole:
Hombre Cúbico:
13
Reina Bizantina:
He visto hombres terribles: estaban entre ser Dios y ser una bestia.
Demonio:
Convengamos que casi siempre están más cerca de las bestias que de Dios, ¿no?
Galán:
Sí; no todas las veces es agradable ser instrumento de la imaginación de los humanos..
Rocambole:
Hombre Cúbico:
¿Cómo?
Rocambole:
Sí, que cuando hago el personaje de algún drama, me gusta sufrir y soñar como si fuera
persona de carne y hueso.
14
Reina Bizantina:
De modo que si usted pudiera concederle trescientos millones a la Sirvienta, ¿se los
facilitaría?
Rocambole:
Claro. ¿Se imaginan ustedes lo que significan trescientos millones efectivos, contantes y
sonantes?
Galán:
Si el hombre supiera que todo lo que sueña queda impreso en esta Zona Astral, no creería el
poder de su imaginación.
Rocambole:
Hombre Cúbico:
Demonio:
15
Galán:
Si el hombre tuviera la vista más sensible nos vería como ven a los pájaros y a las nubes…
Rocambole:
Hombre Cúbico:
Demonio:
Reina Bizantina:
Ocurrirá que los seres humanos en vez de monstruosidades pensaran cosas lindas…
16
Una voz remota:
Una voz:
Galán:
Demonio:
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Rocambole (enfático):
Ahí va el gran criminal. Ahí va, pero arrepintiéndose de sus crímenes… (Sale.)
Esta noche mi geómetra no me llama. ¿Qué hago si se olvida de mí y me deja así? (Se apoya
en una roca.) Sin brazos ni bisagras (Empieza a sollozar con mugidos a través de la
cornetilla de su bocal.)
TELÓN
ACTO I
CUADRO PRIMERO.
Cuarto de servicio, con cama individual en una esquina, un ropero de madera blanca, una
mesa de noche y un banquillo cantinero de tres pies. Al foro, puerta. Al costado de la puerta,
un ventanillo. El cuarto, encalado de verde claro, tiene la desolada perspectiva de
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policromía. Silencio por unos segundos. Un rayo de luna entra en el cuarto, y remotos se
escuchan rechinidos de tranvías y un distante final de vals al piano.
Personaje real:
Sirvienta: Mujer de veinticuatro años. Expresión dura e insolente que de pronto se atempera
en un aniñamiento voluptuoso de ensueño barato.
Personajes de humo:
Escena I.
Sirvienta (recostada en el lecho, con las manos bajo la nuca; guarda un momento de
silencio):
Escena II.
De junto a la puerta aparece cojeando la Muerte. Cubre su cabeza con un pañolón que torna
más rígido y duro su rostro.
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Muerte:
Te dijeron que comieras bien, que te abrigeras. En cambio, como una lujuriosa te miras los
dientes en el espejo para ver si no se te ha caido alguno. Además, eres descortés: ¿no me
ofreces asiento?
La Sirvienta avanza hasta el taburete y luego permanece sentada en la orilla de él con las
manos apoyadas en el mentón y los codos en las rodillas. Mira frente a sí. La Muerte,
detenida, la observa.
Muerte:
Todas ustedes son iguales. Llaman a la Muerte y cuando llego me reciben con cara larga
como si me hicieran un favor. Todavía no he encontrado un alma piadosa que me ofrezca
aunque sea un vasito de vino.
20
Sirvienta:
Déjeme tranquila.
Ese enojo es el hambre. Deberías comprar aunque sea atún del más barato. Por otra parte,
continúas sin ofrecerme asiento.
Muerte:
La Sirvienta la mira haciendo un gesto como diciendo: “¿Qué hay con esto?”
Muerte:
21
Muerte:
No gracias. Seguro tiene pulgas y chinches. Ustedes las criadas son tan descuidadas…
Sirvienta:
Sirvienta:
Chiquita, ¿sabes que eres mal educada? Si estoy aquí es porque me has llamado. ¿O crees que
soy sorda? Hace mucho tiempo que me llamas. Y aquí estoy, hermosa.
Sirvienta:
22
Muerte:
Hágase tu voluntad, palomita. La gente muere en realidad cuando quiere morir. Quien tiene la
voluntad de vivir, vive. Se arrastra, pero vive. ¿No te has fijado, por ejemplo, en esos viejos
avaros que agonizan años y años entre telarañas?...
Sirvienta:
Chiquita, ¿sabes que eres linda? (La Sirvienta, al oír los pasos sordos de la Muerte, se pone
violentamente de pie, con el rostro rígido, la mirada clavada en el horizonte.) Eres linda… A
ver, sonríe. (La Sirvienta hace muecas, hipnotizada. La hace sentar en el banquillo y le abre
la frazada de modo que los senos quedan al descubierto. La Muerte retrocede con
movimientos de dromedario y estudia a la muchacha como un pintor a su modelo. Luego le
señala el seno izquierdo alargando el brazo.) Lastima de cuerpo. Desnutrido. Maltratado.
Bueno, tú tienes la culpa... ¿Quién te manda a no comprar aunque sea unas latitas baratas de
atún? (Confidencialmente) ¿Por qué no te buscas un viejo rico? Los viejos son lujuriosos y
medio ciegos. Un viejo te daría hasta caviar, no te quede duda. (Se escuchan tres golpes en
las tablas de la puerta. La Muerte se escurre por un muro de papel, y la Sirvienta,
escalofriada, cierra sobre su pecho la frazada. Golpean otras tres veces y se abre la puerta.)
Escena III.
Entra Rocambole, igual que en el prólogo, con la diferencia de que ahora trae gafas negras
de monedero falso y botas de contrabandista. A la espalda, su látigo de postillón. La
Sirvienta permanece inmóvil. Rocambole se detiene unos pasos tras ella.
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Rocambole:
¡Qué frío! (Avanza hasta la Sirvienta, se para frente a ella y la observa con detenimiento)
¿Así que usted es la huérfana? (La Sirvienta no contesta.) Disculpe que entre como Juan por
mi casa... Soy el Hombre de Negocios.
Sirvienta:
¿Quién?
Rocambole:
El Hombre Gris… O por otro nombre, más terrible, Rocambole. (Se quita las gafas enrejadas
y negras.) ¿Ve mis ojos quemados? Recuerdo de la pólvora mientras salía del presidio.
¡Usted en persona! Pero a ver… (Se acerca y le palpa los hombros) Efectivamente, usted
existe. ¿Por qué va vestido tan a la antigua?
Rocambole:
Es la vieja piel del bandido, señorita. Pero esos tiempos quedaron muy atrás.
Sirvienta:
Yo lo admiro mucho. Leí toda su vida cuando trabajaba de sirvienta en la casa de una
maestra.
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Rocambole:
Sirvienta:
Los escribió el señor Ponson du Terrail. Muy noble señor… ¿Verdad que usted nunca conoció
a un hombre sobre el que hubieran escrito cuarenta tomos? (se pasea enfáticamente por la
pieza.) ¿No es cierto que es un honor?
Rocambole:
Es lo que yo digo. ¡Cuarenta tomos! ¿Usted sabe que me lee todo el mundo?
Sirvienta:
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Rocambole:
Sirvienta:
Rocambole:
No es que yo sea vanidoso, pero también hicieron películas, por si las quiere ver. Pero no he
venido solamente a elogiarme a mi mismo, sino a algo mucho más importante. Usted ha
recibido una herencia.
Sirvienta:
¿Una herencia?.
Rocambole:
Sirvienta:
¡Treinta millones!
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Rocambole:
¿Trescientos millones?
Rocambole:
Rocambole:
Sirvienta:
27
Rocambole:
Hay que resistirlo ¿Qué haría, entonces, si se escribieran cuarenta tomos sobre su vida?
¿Cómo se resistiría? He resistido yo…
Sirvienta (tímidamente):
Rocambole (indignado):
Sirvienta:
No, en verdad.
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Sirvienta (dichosamente ofendida):
CUADRO SEGUNDO.
Escena I.
Escena II.
Con andar de gato cauteloso se cuela en la escena, tras la Sirvienta, el Capitán. Éste la
observa un instante y después sonríe fisgonamente.
29
Capitán:
¿Le gusta el paisaje, señorita? (En la posición en que están colocados ambos el paisaje es
invisible, pero ellos actúan como si estuviera allí ante sus ojos, revelándose de este modo la
maravilla de la imaginación creadora y el poder soñador de la Sirvienta.)
Sirvienta:
Capitán:
Sirvienta:
Capitán:
Sirvienta:
30
Capitán:
Sirvienta:
Capitán:
Sirvienta:
Yo sabía perfectamente que eran granados… Pero no se lo dije para dejarle a usted ese gusto,
Capitán. Se me ocurre que debe de ser desabrido un viajero que no pregunta nada y lo sabe
todo. Viajar sabiendo no tendría gracia. Y, además, ¿cómo luciría sus conocimientos el
capitán del barco? ¿No le parece…? ¿Y esa torre de oro…? Ahora sí que no sé …
Capitán:
Sirvienta:
¡Qué curiosa coincidencia, Capitán! Este paisaje es idéntico a uno que vi en un museo.
31
Capitán:
¿Sí?
Sirvienta:
Si, de verdad ¡Qué curioso! De colorada que estaba la montaña se pone violeta.
Capitán:
Sirvienta:
No, pero como hace poco recibí una herencia de trescientos millones, viajo…
Capitán:
Con razón yo me decía “¿Quién será esta señorita distinguida que viaja con tanto lujo?”
Espero que esté conforme con la atención del servicio aquí en el barco.
Sirvienta:
32
Capitán:
Personal seleccionado. Mi barco es como un templo. Los camareros son castos y las
mucamas virtuosas. ¿La comida es de su agrado?
Sirvienta:
Capitán:
Cuando se tienen trescientos millones hay que fijarse en todo ¿No le parece? Si no, hasta los
que no tienen ni un centavo tendrian derecho a fijarse y pretender. (Mirando alrededor.) ¡Qué
rápido ha salido la luna!
Sirvienta:
Capitán:
Sirvienta:
¡Si, qué impresionante! Fíjese en esas mujeres bailando… y la música (poniéndose las manos
en las orejas) Se oyen las guitarras... (Se tira de rodillas) Señor, te doy las gracias por
permitirme gozar semejantes maravillas.
33
Capitán:
Sirvienta:
Capitán:
Sirvienta:
Capitán:
Comienza el desierto ahora. Tengo que regresar a la cabina (Sale. La Sirvienta se sienta en su
mecedora.)
34
Escena III.
Señorita… Señorita…
Sirvienta:
Galán (lentamente):
Sirvienta:
Galán:
35
Sirvienta (con dulzura irónica):
Galán (sorprendido):
¿Por qué?
Galán:
Sirvienta:
Galán:
Sirvienta:
36
Galán:
Sirvienta:
Galán:
Sirvienta (terminante):
No he leído nunca novelas románticas. He leído "Rocambole", que es bien largo y nada más...
(El Galán calla y retrocede; la Sirvienta cierra los ojos y el Galán, acercándose de puntillas,
la toma por los maxilares y la besa en la boca.)
Galán:
No está del todo mal... Yo también, dueño mío. (Se detiene y se pone alerta.) ¿Oíste? El
rugido del león.
37
Galán:
Ruge de amor.
Sirvienta:
Galán:
Sirvienta:
Allá… en Ciudad de México, donde yo… cambiemos de tema ¿Así que me amas?
Galán:
La amo desde que la vi en el mercado. Me juré interiormente que si usted me daba su mano la
haría mi esposa ante Dios y los hombres.
Sirvienta:
38
Galán (malhumorado):
Sirvienta:
¡No te enojes, hombre! Eres bastante estúpido como galán. ¿A quién se le ocurre decirle a
una mujer: "Te amo" Eso se dice en el teatro; en la vida real se procede de otra manera.
Pensaba que eras más inteligente. A nosotras las mujeres nos gustan los atrevidos…
Galán:
Ya lo he visto todo.
Sirvienta:
Sé positivo. Yo soy una mujer positiva como todas las mujeres. Te enseñaré. Siéntate en esa
mecedora. (El Galán se sienta; la Sirvienta retrocede, luego se acerca y se inclina sobre él.)
Bueno, hagamos de cuenta que yo soy el hombre y usted la mujer. (Dice en voz muy dulce.)
Niña... me gustaría estar como un gatito en tu regazo. (Se inclina bien sobre el hombre.)
Quisiera que me convirtieras en tu esclavo. Quisiera obsesionarme por usted... Bueno, ahora
tu turno.. (El Galán deja su asiento; lo ocupa la Sirvienta.)
Galán:
39
Sirvienta:
Aquí no se trata de ser un ciudadano ejemplar, sino de que procedas como me plazca. Yo
tengo trescientos millones…
Galán:
Jamás había visto a una mujer como usted. Quisiera morir ahora mismo.
Sirvienta:
Nada se perdería si usted muriera… pero ¿por qué quiere morir joven?
Galán:
Estoy marcado por un designio fatal. Me persigue el homicida amor de una gitana…
Sirvienta:
Le voy a seguir el juego. (Haciendo gestos de primera actriz.) ¿Cómo… tú me eres infiel?
Galán:
40
Sirvienta:
Galán:
Un galán que se casa es ridículo y hace reír a las mujeres a quienes engañó y con quienes no
se casó.
Sirvienta:
¡Trescientos millones! Pero ¿qué dirá ella, que atravesó montañas y mares y que…?
Sirvienta:
¡Qué necio! Esos mares y montañas son una mentira para darle un poquito de autenticidad a
mi sueño. Aquí la única que sueña soy yo, nadie más que yo.
Galán:
Me arrodillo entonces.
41
Sirvienta (malhumorada):
Galán:
Sirvienta:
(Preocupado) ¿Quererme?
Galán:
Sí, quererla mucho, aunque usted no me quisiera, y humillarme ante usted como un perro.
Sirvienta:
No sé… hay mujeres que nos producen ese efecto. Primero las tratamos irónicamente... es
como si tuviéramos la sensación de que podemos azotarlas como nos plazca... y de pronto esa
sensación se nos rompe y en el corazón nos queda el dulce deseo de ser humillados por esa
mujer...
Sirvienta:
Es muy lindo lo que dices. Siéntate conmigo.. (El Galán se sienta.) Nosotras a veces
sentimos también esa sensación: que nos conquiste un hombre cuya sola mirada nos haga
temblar… y que nos pegue... y que nos bese... ¿Por qué no me besa ahora?
42
Galán:
No tengo ganas. (Se levanta y va hasta la pasarela de la nave.) El mar… el corazón humano
es más cambiante que el mar...
Sirvienta:
Galán:
Sirvienta:
Galán:
Sirvienta:
Galán:
43
Sirvienta:
Dígalas.
Galán:
Me hartan todas las mujeres, empezando por usted. Me harta la forma como besan… la
comedía que hacen... (Súbita transición.) Perdóneme, me olvidaba de que estaba haciendo el
papel de Galán.
Sirvienta (Amablemente):
Usted es un cínico...
Galán:
El único elogio que me encanta. En cuanto dejo de serlo se me oprime el corazón. Voy por el
mundo haciendo comedia. Conozco los mil gestos que hay que hacer para engañar a una
tonta; la sonrisa disimulada, la mirada sombría…
Sirvienta:
Galán:
Las bien vestidas. Entre una mujer fea bien vestida y una linda modestamente trajeada, me
quedo con la fea. La mujer no es nada más que lo que lleva puesto.
Sirvienta:
44
Galán:
Sirvienta:
Trato hecho. Allí vienen el Capitán y mis amigas Azucena y Griselda; anúnciales nuestro
compromiso.
Escena IV.
Por la izquierda aparecen el Capitán, Griselda y Azucena. Las amigas llevan un traje de
crepé satín marfil y esmeralda, ceñido al cuerpo de manera que dibuja una silueta elegante
que contrasta con el vestuario de la Sirvienta. El Capitán, las Amigas y el Galán cambian
irónicas miradas de gente de otra sociedad que se hacen pasar compasión hacia la Sirvienta.
Luego se doblan a las exigencias de la comedia y ya es imposible discernir si ellos son
camaradas o enemigos.
Buenas noches…
Galán:
Señoritas, Capitán… llegan ustedes en un momento muy feliz para mí. Acabo de
comprometerme con la señorita Sofía.
Capitán:
45
Azucena:
Griselda:
Escena V.
Capitán:
Griselda:
Azucena:
Capitán:
46
Griselda:
Azucena:
Galán (apaciguado):
Capitán:
Galán:
Griselda:
47
Galán:
Capitán:
Galán:
Y yo.
Capitán:
Y yo.
Griselda:
48
Azucena:
Galán:
Es la falta de cultura.
Capitán:
De un tiempo acá, hasta el último lavaplatos se cree con derecho de tener imaginación.
Griselda:
Capitán:
Galán:
49
Capitán:
La autora es ella.
Griselda:
Azucena:
Azucena:
Capitán:
Galán:
Las ligaduras que me ataban se aflojan... Ella está con el pensamiento en otra parte.
Me vuelve a llamar. (Nuevamente la luz decrece en escena, hasta nublarse el paisaje en la
incertidumbre de la noche.) Levantemos el vuelo. (Vanse. La escena queda desierta durante
un rato. En ese silencio se oye ejecutado a la distancia en el piano. "Asturias", de Albéniz.
Todo se oscurece totalmente y, como en el cuadro anterior, se repiten los pasos de la criada,
que camina en su cuchitril.)
50
CUADRO TERCERO.
Escena I.
Galán:
Sirvienta;
Galán:
Quédate tranquila. (Se inclina sobre la criatura, que sostiene la Niñera, y la besa diciéndole.)
Dígale adiós a su papá. (Sale saludando con la mano.)
Sirvienta:
51
Niñera:
Templado, señora.
Sirvienta:
Niñera:
Sí, señora.
Sirvienta:
Niñera:
Sí, señora.
Sirvienta:
Niñera:
52
Sirvienta:
Póngala en el carrito.
Niñera:
Sirvienta:
Niñera:
Escena II.
Lacayo:
Con su permiso, señora. Las señoritas Griselda y Azucena preguntan por usted.
Sirvienta:
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Escena III.
Griselda:
Azucena:
Sirvienta:
Griselda:
Azucena:
Sirvienta:
54
Griselda:
Sirvienta:
Azucena:
Griselda:
¿Y Adolfo?
Sirvienta:
Azucena:
Griselda:
¿Eres feliz?
55
Sirvienta:
Azucena:
Sirvienta:
Griselda:
Sirvienta:
No sé por qué me parece que de un tiempo acá, Adolfo anda preocupado por algo.
Escena IV.
Alboroto exterior compuesto de gritos femeninos, de preguntas y roncas voces detrás del
telón. La Sirvienta se pone instantáneamente de pie y sus amigas la imitan.
56
Sirvienta:
¿Qué pasa?
¡Señora, la niña!...
Escena V.
Dando grandes zancadas, aparece el Galán, el busto doblado, las manos tomándose el
corazón.
Galán:
57
Sirvienta (Volviendo el busto, con los brazos al aire):
Esto es un sueño.
Escena VI.
Rocambole:
La Sirvienta cae de rodillas junto al Galán. Griselda y Azucena se aprietan una junto a la
otra. Suena el timbre de servicio furiosamente, que la Sirvienta de un salto se precipita a su
cuarto. Mutis de Rocambole y la Sirvienta.
Escena VII.
Griselda:
No se anda con tonterías. Su drama necesita una docena de cadáveres, por lo menos.
58
Azucena:
Galán:
Niñera:
Griselda:
¿Se va?
Niñera:
Afortunadamente.
Galán:
Igual yo.
Griselda:
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Galán:
No, ya tengo con las locas que me amargan la vida como para meterme con fantasmas.
Niñera:
Galán:
No discuto eso… pero me voy. (Sale el Galán y detrás, encorvados y graves, unos tras otros,
los fantasmas. Lentamente se apaga la iluminación brujesca del decorado. En la desolación
gris del rectángulo de los sueños aparece cojeando la Muerte. Espía por un resquicio el
cuarto de la Sirvienta.)
Muerte:
Todavía no está lista la palomita fantasiosa. Todo esto le pasa por no comer aunque sea una
latita de atún barato.
TELÓN
ACTO II
Ahora el cuarto de la Sirvienta es prolongado en la Zona del Sueño por una carbonería de
arrabal. A los costados del foro, pilas de carbón, que forman un pasillo estrecho. Allí se
ocultan rápidamente Rocambole y la Sirvienta. No terminan de esconderse tras la pila
cuando entra a la escena una chiquilla de catorce años en alpargatas. Largo vestido rojo, y
el cabello suelto sobre la espalda. La niña arrastra una pala de carbón con una mano y en la
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otra lleva una bolsa. Comienza a llenar la bolsa, luego se detiene y se arrodilla en medio de
la escena.
Personajes reales:
Sirvienta, Patrona.
Personajes de humo:
Escena I.
Cenicienta:
Dios mío, ¿Por qué estoy sola en este mundo, Señor, si nunca he hecho ningún mal? (Tras la
pila la Sirvienta trata de precipitarse hacia la niña pero Rocambole la contiene con un gesto
y luego saca de su bolsillo un revólver. La Sirvienta se sosiega. La Cenicienta,
incorporándose.) Dios mío, si existes, haz que mi mamita me encuentre (Mientras dice esto,
entra por el pasillo un hombre gigantesco, con el rostro manchado de carbón, gorra de
visera de hule y vestimenta proletaria: Vulcano. Avanza hasta ella sigilosamente, la toma de
una oreja y exclama.)
Vulcano:
¡Condenada!¡Así pagas mis sacrificios: invocando a Dios para que me perjudique el negocio!
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Dicho esto, el Compadre Vulcano suelta de la oreja a la niña y con las manos en jarras la
observa.
Cenicienta:
Vulcano:
En mi carbonería está prohibido rezar. ¿Y además pa´ qué? ¿No estás a gusto aquí?
Cenicienta:
Perdóneme, tío...
Vulcano:
Cenicienta:
Perdón, tío.
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Vulcano:
Cenicienta:
Vulcano:
Cenicienta:
63
Vulcano:
¿Cómo?... ¿No es divertido llenar bolsas de carbón? ¡Tamaña ingratitud! ¿Cómo creías que
ibas a pagarme ese hermoso vestido? ¿Y esas zapatillas caras? ¡Tamaña ingratitud! Gracias al
diablo, esto termina hoy. Ven.
La Cenicienta se acerca a Vulcano y este le habla al oído unos momentos. Se escucha que
alguien toca la puerta.
Vulcano:
Escena II.
Entra un viejo gordo, grasiento y granujiento, con traje de color canela, bastón-garrote y un
sombrerito de copa jovial.
Viejo:
Vulcano (a la Cenicienta):
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Viejo:
Vulcano afirma.
Viejo:
Está flaca.
Vulcano:
Eso demuestra su buena calidad. Demuestra que ni es glotona ni perezosa. A los hombres les
gustan más las flacas que las gordas, ¿qué no?
Viejo:
Cenicienta:
¡Dios mío!
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Viejo:
¿Qué le pasa?
Vulcano:
Dice… “¡Dios mío! ¡Qué alegría poder irme con este señor!” ¿Verdad?
Viejo:
Vulcano:
Viejo (sardónico):
Veo que tiene muchas ganas de irse conmigo. (A la Cenicienta) Tengo muchas chicas como
tú… eso sí, bien vestidas y mejor alimentadas. Todas muy contentas.
Cenicienta:
66
Viejo:
¡“Escuela” dice!
Vulcano:
Viejo:
Veamos… (El Viejo estira el garrote.) Date la vuelta (La Cenicienta obedece y el Viejo la
examina poniéndo la palma de la mano a modo de visera sobre los ojos.)
Vulcano:
Viejo:
Cenicienta:
No, señor.
67
Viejo:
Cenicienta:
No, señor.
Viejo:
Escena III.
Tras la pila de carbón salta la Sirvienta esgrimiendo un revólver y tras ella Rocambole con
otro pistolón.
Sirvienta:
¡Viejo maldito!
Vulcano:
68
Rocambole:
Viejo:
Vulcano (enfático):
Rocambole:
Viejo:
¿Cómo se atreven a interrumpir un negocio conforme a la ley? con un revólver (enfatizar el revólver)
Sirvienta:
¡Cállese!!
Viejo:
69
Sirvienta:
¡Loca su abuela!
Viejo:
Suficiente. Ejerzo una profesión lícita. Soy útil a la sociedad ¡Pago mis impuestos!
Rocambole:
Vulcano:
Viejo:
Sirvienta (a la Cenicienta):
70
Cenicienta: Si, señora.... Usted tiene cara de buena.
La Cenicienta se coloca detrás de la Sirvienta.
Vulcano (a Rocambole):
Rocambole:
Viejo:
¡Rocambole!
Vulcano:
Viejo:
Rocambole:
Este si hay que cambiarlo porque creo que no se entendió el chiste y lo quitaron
Allá donde haya huérfanas que proteger o la viuda de un abogado, estaré.
Allí donde hay una huérfana que proteger de malvados, o una viuda, de abogados, allí estará
Rocambole
71
Viejo (quitándose el sombrero):
Prudentemente retiro todo lo que he dicho, don Señor Rocambole. Si, señor, todito lo retiro.
A usted, señora, la he llamado vieja loca. Desde hoy pasará a convertirse en dignísima dama.
Sirvienta:
¡Cállese, monstruo!
Viejo:
Como usted mande. Sin más preámbulo, yo me retiro. Además, el pleito, si mal no recuerdo,
es con el señor Vulcano.
Cenicienta:
¡Vieji…! ¡A que no da gusto tanta inocencia! Quiero que conste que la dejo como la
encontré.
Cenicienta:
Vulcano: ¿Ven qué educación más esmerada ha recibido? No tiene tanto así de
malicia.
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Viejo:
Don Señor Rocambole, dignísima dama… quedo a sus órdenes. Con permiso. (Se retira
caminando para atrás con el sombrero en la mano)
Escena IV
Rocambole:
Vulcano:
En la cárcel
Rocambole:
¿Y tus hijos?
Vulcano:
En presidio.
73
Rocambole:
Vulcano:
Rocambole:
Como te muevas otra vez te limpio el corazón de porquerías. (Vulcano retrocede.) ¿De dónde
sacaste esta niña?
Vulcano:
Rocambole:
Vulcano:
Su madre.
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Rocambole:
Vulcano:
¡Verdad de Dios! Vino y me dijo: “Te entrego a la perlita de mis ojos”. Lo juro por mi honor.
Rocambole (a la Sirvienta):
¿Tiene el lunar?
Descúbrale la espalda, señora.
Cenicienta:
Sirvienta:
Cenicienta:
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Cenicienta y la Sirvienta se abrazan efusivamente y establecen unos segundos de silencio.
Vulcano:
¡Qué escena más emotiva! (Siempre en comediante.) ¡Qué hermoso reencuentro! (Vuelve a
intentar escapar disimuladamente, pero Rocambole interpone rápidamente el pistolón.)
Rocambole:
Vulcano:
¿Y si no canto?
Rocambole:
Vulcano:
Rocambole:
76
Vulcano:
Rocambole:
Vulcano:
El Lagarto fue el que apuñaló al padre y yo robé a la nena. Por los Santos Evangelios, patrón,
que yo nomás hice eso.
Rocambole:
Vulcano:
Rocambole:
Yo no estoy aquí para contestar sino para preguntarte...
Y si no le arrancaste la lengua a la criatura, ni la dejaste ciega, fue con la esperanza de sacar
más provecho…
77
Vulcano:
¡Mentiras! Si no le hice daño a la criatura fue debido a mi tierno corazón de pollo. Que se lo
diga ella. (Dirigiéndose a la Cenicienta.) ¿No es cierto que te cuidaba como a la hija de un
Presidente? ¿No te eduqué con esmero? ¿Verdad que te alimenté y vestí bien?
Cenicienta:
Vulcano:
Cenicienta:
Sirvienta:
¡Maldito!
Rocambole:
Mataste al padre. Robaste a la hija. Le destruiste la vida a esta dama dignísima. Arrodíllate.
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Vulcano:
Vulcano:
¡Perdón!
Rocambole:
Sirvienta:
No puedo.
Vulcano:
¡Por favor!
Rocambole:
79
Sirvienta:
Vulcano:
Rocambole:
Cenicienta:
Yo lo perdono, señor Rocambole. (Vulcano se arrastra y le besa los pies.) Lo perdono porque
no me cortó la lengua ni me dejó ciega.
Rocambole:
Miserable… la súplica de este ángel salva tu inmunda piel. (La Sirvienta y la niña retroceden.
Rocambole saca rápidamente un frasco del bolsillo y dice:) Pero no puedes quedarte sin
castigo.
Le arroja el contenido del frasco a los ojos; Vulcano lanza un terrible grito y se levanta
moviendo los brazos al mismo tiempo que aulla.
80
Vulcano:
Rocambole:
Escena V.
Patrona:
Oiga... ¿se puede saber lo que le pasa que no viene cuando la llaman? Hace media hora que
está sonando el timbre.
Sirvienta:
Disculpe, señora... (Salen ambas. Los Personajes de Humo quedan un instante en la posición
estatuaria en que los inmovilizó la voz de la Patrona al entrar en el Cuarto. La luz verdosa
que inunda la escena disminuye lentamente.)
TELÓN
81
Acto III
La pieza de la Sirvienta es ahora prolongada por un salón tapizado como aquellos que
aparecen en las ceremonias de los personajes de cualquier parte. Pórticos dorados y cortinas
rojas dan la impresión de una opulencia extraordinaria. Moblaje, espejos y sofás. Una
claridad triste flota en este último cuadro del sueño.
Personajes reales:
Personajes de humo:
Escena I.
Vieja 1ª (Azucena) y Vieja 2ª (Griselda) junto con la Sirvienta. El Lacayo con bandeja de
licor, sirve y se coloca a un lado de la puerta para custodiarla.
Vieja 1ª:
Vieja 2ª:
82
Sirvienta:
Sufrir.
Vieja 1ª:
Vieja 2ª:
Todo es desilusión.
Sirvienta:
Monotonía.
Vieja 1ª:
Tristezas.
Vieja 2ª:
Querer.
Vieja 1ª:
Dejar.
83
Sirvienta:
No hablen.
Vieja 1ª:
Vieja 2ª:
Sirvienta:
Vieja 1ª:
¿Qué dice?
Sirvienta:
Yo soy joven. Yo puedo esperar y vivir. No tengo nada más que veinticuatro años.
84
Vieja 1ª:
Vieja 2ª:
Sirvienta:
Vieja 2ª:
Vieja 1ª:
Sirvienta:
Vieja 2ª:
85
Vieja 1ª:
Sirvienta:
Vieja 1ª:
Vieja 2ª:
Vieja 1ª:
Sirvienta:
No me acordaba.
Vieja 2ª:
Estás confundida.
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Vieja 1ª:
Es la vejez.
Lacayo:
Vieja 2ª:
Vamos, Azucena.
Sirvienta:
Hasta… Mañana.
El Lacayo sale detrás de las viejas y les cierra la puerta. Permanece en la escena
custodiando la puerta. La Sirvienta permanece rígida en su silla. Se oyen unas carcajadas
lejanas y de pronto aparece Cenicienta, la hija de la Sirvienta. Es una muchacha que tiene la
87
misma edad que la madre. Viste un traje blanco, capelina blanca, tomada por la cinta bajo el
mentón, trae un ramo de flores entre los brazos. Entra corriendo a la sala.
Escena II.
Hija:
¿Cómo te va, mamita querida? Te traje unas flores. (Le pone las flores en el regazo.)
Hija:
Estuvimos en el campo. juntando flores (para que tenga sentido el diálogo siguiente)
Sirvienta:
Hija:
¡Qué bromista eres, mamita! El campo está lleno de flores por donde veas. Hasta las nubes
parecen que están cargadas de flores. Siéntate, mamita, que te vas a cansar.
88
Sirvienta:
Hija:
Sí, me gustan. Me gusta todo lo que es lindo. (Mientras habla se pasea por el cuarto.)
Cuando una ve flores, le parece que el mundo todo es un jardín, y que por donde vayas no
encontrarás nada más que perfumes y colores, nubes arriba y flores abajo…
Sirvienta:
Hija:
Mamita, no tienes imaginación. A ti no te gusta soñar. Estoy segura de que tu nunca has
soñado que volabas.
Sirvienta:
¿Cómo?
Hija:
Sí, que volabas. De pronto el mundo se hace chiquito para toda tu voluntad y en los talones
sientes una fuerza flexible... Y que si quisieras, de un salto podrías llegar a las estrellas.
89
Sirvienta:
Hija:
Mamita, dime..., ¿las otras mujeres son como yo? ¿Sueñan como sueño yo? ¿Sienten como
siento yo?
Sirvienta:
Hija:
Sirvienta:
¡Ah!... ¿Sí?
Hija:
¿No te disgusta?
Sirvienta:
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No... me encanta. Cuéntame, preciosa, ¿cómo es él?
Sirvienta:
¿Joven?
Hija:
¡Claro!
Sirvienta:
Hija:
Sirvienta:
Disculpa, mi hijita... Estoy con el pensamiento en otra parte. Así que tu novio es caballeroso
¿Y te quiere?
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Hija:
Sirvienta:
Hija:
Y no sólo el campo… hasta las nubes... (Acercándose) ¡Si supieras lo bueno que es!...
Sirvienta:
Hija:
Sirvienta (retrocediendo):
Hija (abrazándola):
Perdóname, mamita.
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Sirvienta (aparte):
A veces los autores les tienen envidia a sus personajes. Quisiéramos ser ellos… o destruirlos.
Hija:
Sirvienta:
Quiero que seas feliz... hijita querida. Disculpame, no quise ofenderte. Nosotros los viejos
tenemos el corazón lleno de tristeza...
Hija:
Sirvienta:
Te casarás... te irás... y yo me quedaré otra vez sola... sola otra vez... (Se aparta de la Hija y,
sentándose sobre una butaca, se pone a llorar.)
Hija:
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Sirvienta:
Sí quiero. Quiero que seas feliz, hijita querida. Que alguien te quiera eternamente. Que el
mundo te parezca siempre lleno de flores.
Tocan la puerta.
Entra el Lacayo, con una bandeja en la mano. (Tal vez que solo entre y
corporalmente avise que alguien llega)
Hija:
Mamá... es él...
Sirvienta:
Que pase.
Hija:
Sirvienta:
Te creo, hijita.
Escena III.
El Lacayo abre la puerta para que entre el Galancito, que será un joven simple. La Hija
corre a su encuentro y lo toma de la mano. La Sirvienta se levanta.
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Galancito (Tropezando en sus propias palabras):
Señora, vengo a decirle que quiero a su hija. (Avanzan los dos hasta ella.) Que nos queremos
mucho.
Sirvienta:
Escena IV
En ese mismo instante, en el cristal de la ventanilla del cuarto de la Sirvienta se hace visible,
la cara grotesca del Hijo de la Patrona. Desarreglado y ebrio, grita:
Hijo:
Los Personajes de Humo permanecen inmóviles. La Sirvienta mira con un gesto de extrañeza
dolorosa al monstruo que le pide placer cuando estaba a punto de bendecir la felicidad de
una hija que no existe, y a medida que la luz disminuye en escena se hace más nítido, en el
rojo cristal del ventanillo, la cara del Hijo de la Patrona contra la reja. La Sirvienta coge el
revólver y apoya el caño en su frente.
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Hijo:
Hija:
Galán:
De la Sirvienta Millonaria.
Lacayo:
Vieja 1a:
Se dan la mano y comienzan a danzar en círculo en torno del cadáver, cantando al tiempo
que en paso de danza levantan desaforadamente las piernas.:
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Escena V.
Enfático y lúgubre, entra Rocambole con pasos lentos y pesados. Mira la danza y una cólera
tremenda se apodera de él. Esgrimiendo el látigo, lo descarga sobre las espaldas de los
fantasmas, haciéndolos huir. Se quita las gafas, la galera, coloca el látigo en el suelo, se
arrodilla frente a la Sirvienta y la besa en la frente con gesto compungido.
Señor, el empedernido criminal te pide piedad para esta pobrecita criatura, que tanto padeció
sobre la tierra. (Se levanta, recoge sus utensilios y se va.)
TELÓN FINAL
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