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La escasa literatura crítica que existe sobre Kordon ha permitido que se instalen en el
“imaginario literario” -por así decirlo-, un sinnúmero de supuestos que sí se pueden percibir
rigurosidad y del análisis exhaustivo. Uno de ellos es su condición de autor urbano. El año
Biblioteca Nacional unas jornadas cuyo título era “Bernardo Kordon, Tripulante de Buenos
indefectiblemente porteño.
una edición de Página 12 entre 2005 y 2006, realizada por el departamento de lengua y
literatura del Colegio Nacional de Buenos Aires, también lo ubica dentro de la literatura
Sin embargo existe un conjunto de textos, en mayor medida cuentos, en los que se puede
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JITRIK, Noé y otros. Historia Crítica de la Literatura Argentina. Volumen N° 6, El imperio realista. Buenos
Aires: EMECE, 2009
lo urbano, sino además por la experiencia que recogen los personajes del viaje de un punto
al otro de ese díptico espacial. Provincia y ciudad son punto de partida y destino,
Los personajes de Kordon son esencialmente del interior, y sueñan con un futuro
prosperidad y trabajo. Esto, claro está, no ocurre en cualquier contexto. Son los 40’, los 50’,
el surgimiento del peronismo y su Ley de industrias de interés nacional enciende una luz
que atrae al interior a las grandes urbes, en donde se instalan las industrias pesadas y las
interna de obreros industriales y rurales, mujeres jóvenes que se emplearían como personal
doméstico de la clase media, algunas de ellos instalándose en los suburbios con sus familias
El primer paisaje construido por los personajes es lo cercano, el mundo aprehendido desde
la infancia en los pueblos y en las campañas del norte y del sur. Ese es el punto de partida y
Aires en el caso de la Argentina. Pero los personajes, que son viajeros, que se arriesgan a
ese destino incierto, van a completar su viaje, y van a fracasar en la ciudad atroz. La
regreso, encontrando los cambios lógicos que el tiempo dictamine. El cambio del paisaje,
así como la sensación de que la vida no es como era entonces, serán inevitables.
Acercándonos ya al tema de la monografía, otro de los supuestos de los que hablábamos
bolsa, Boedo y Arlt, según canon de Contorno. El haber editado su primer libro en
Claridad, con una edición de la Asociación de Jóvenes Escritores, fortalece este supuesto.
David Viñas, de hecho, lo ubica en la etapa del nacionalismo de izquierda con León
Rozitchner.
realista. Esto ya lo puso en dudas el prólogo de Germán García de la edición que hizo de
Toribio Torres, alias Gardelito, la editorial Mil botellas, en donde se habla de varios
autoría, entre ellos Hotel Comercio, Un poderoso camión de guerra, y Un día menos,
complejizan aún más la obra de Kordon, llevándola a un lugar casi inclasificable en las
fantástico, Boedo y Florida y sus supuestos herederos: “El conjunto de libros de Bernardo
Kordon nunca fue estudiado más allá de la evocación de lo más genérico (su relación con la
libro a otro, quizá permita comprender que su obra es algo más extraña de lo que parece”.2
2
GARCÍA, Germán. Toribio Torres, Alias Gardelito (prólogo). La Plata: Mil botellas, 2009.
Como puede leerse en Fantasmas en la Máquina. Fotografías de espectros en el siglo XIX3,
la aparición del espectro es siempre un modo de repetición, viene porque regresa. “Viene
porque vuelve, porque estuvo vivo alguna vez aquí”, en relación, claro está, a las
fotografías de espectros que causaron estupor a fines del siglo XIX en Europa. Esta especie
vivos a través de una fotografía, encuentra un opuesto en el cuento Un día menos (1975) de
Kordon. Allí es el vivo el que visita el territorio de los muertos, cuando el protagonista se
encuentra con su hermano muerto en un espacio que está imaginado por el autor en el
pasado de esos personajes, el lugar que ambos eligen y que compartieron en vida:
yo también estaba muerto, puesto que transitaba por su mundo. Hace años que mi hermano
murió, y ahora me dejaba conducir por él. Tuve entonces la revelación de que mi muerte
era reciente”.
No hay regreso, sino que es el hermano vivo el que acude –sin desearlo- en busca de su
hermano, en ese espacio que parece tener a su vez sus propias reglas, distintas a las que
rigen a los espectros en el mundo corpóreo de los vivos. Porque el fantasma es ajeno a la
posibilidad del cuerpo, pero cuando regresa al mundo de los vivos tampoco pertenece ya al
mundo de los espíritus; de hecho, puede fotografiarse. Es devenir – cuerpo, una forma
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CORTÉS ROCCA, Paola. Fantasmas en la máquina. Fotografías de espectros en el siglo XIX. Revista
Consecuencias. Buenos Aires, 2008.
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CORTÉS ROCCA, Paola. Fantasmas en la máquina. Fotografías de espectros en el siglo XIX. Revista
Consecuencias. Buenos Aires, 2008.
Sin embargo, el personaje de Un día menos visita el mundo de los espíritus en una
propuesta inversa, y aquí las reglas dicen que el lugar y el tiempo son el recuerdo
dimensional, por así decirlo, y sospecha que él también está muerto. Es cierto que hacia el
final del cuento, Kordon utiliza el recurso de lo onírico para facilitar los pasajes
imperceptibles entre un mundo y otro. Esta zona indefinida garantiza la vacilación del
lector en todo momento, aun cuando en el final el remate parece indicar que se trataba
finalmente de un sueño:
“—Te la llevo —le dije. Tomé su cédula, revestida de material plástico, y la guardé en el
bolsillito delantero del pantalón. Echamos a correr, esta vez directamente hacia el agua. Ya
iba a meterme en el río cuando recordé que ahora estaba vestido, y en un esfuerzo
desesperado endurecí los músculos para detener mi carrera. Entonces desperté. Salí al
corredor de la vieja casa. Mi madre preparaba la mesa para almorzar. Le conté que
terminaba de soñar con Sam. ¿Pero fue solo un sueño? Me dominó la duda. Metí los dedos
en el bolsillito delantero del pantalón y allí encontré una cédula de identidad... (…)”
“Contuve un grito de horror y alegría al comprobar que había vuelto con un testimonio del
más allá. Me prometí guardar el secreto para siempre. Lo juré de mil modos, sabiendo que
la menor flaqueza rompería el sortilegio. Lo importante era aguantar ese grito que crecía en
el pecho. Apreté los dientes, pero todo resultó inútil: finalmente grité el secreto y entonces
desperté por segunda vez. Estaba solo en la cama y comenzaba un nuevo día. No estaba mi
hermano, ni la playa, ni la vieja casa. Solamente un día menos de vida, y ningún golpe de
“testimonio del más allá”, el sortilegio que desaparece con el grito. Esto habilita a especular
con la posibilidad de que, si no hubiera gritado, la prueba continuaría allí, y la visita a ese
un vehículo que puede ser urbano y la vez de transición a lo provinciano, algo que
camión de guerra que persigue a los protagonistas para llevarlos a la muerte. El intertexto
aquí con el mito de Aqueronte es obvio. Hay algo que nos lleva de un lado a otro, pero que
estacionada en el margen del mundo de los vivos. En esa zona intermedia, la vigilia-sueño,
domina el miedo. En cualquier momento espero escuchar el ruido del motor del camión...
“Claro que te sorprendés... Pero te voy a contar. Sé que un buen día voy a encontrarme con
el camionero. Un camión conducido por una persona que me va a resultar conocida. ¿Quién
ves: iba a visitar a Muñiz en Pomona. Me llamaba, creándome ese impulso loco. Una sirena
vivos. A la inversa de Un día menos están allí, entre los personajes, por las rutas del sur y
“Fue entonces cuando en la fonda del mercado entró el hombre de la casaca de cuero. En el
avanzó hacia el mostrador. Su gesto denotaba agotamiento físico, lo que podía explicarse,
ya que son muchos los conductores que deben aguantar jornadas abrumadoras para traer sus
cargas al mercado. Cierto que la máscara sudada y crispada del camionero de gastada
mirada en el recién llegado, sino que no la separaba de la puerta, por donde se veía la parte
Alejandro, el personaje que es perseguido por este camión y que relata en el cuento ese
guerra. Y este desaparecerá ante la curiosidad del narrador, confirmando quizá la condición
“Alejandro se incorporó y con pasos de alucinado salió detrás del camionero de la casaca
de cuero. Cuando sentí arrancar el poderoso motor pude reaccionar. Atiné a dejar un par de
billetes en la mesa, entre las jarras vacías, y llegué hasta la puerta. El camión y Alejandro
camiones entraban lentamente por sus puertas de ciudadela. Sentí miedo y eché a andar con
para analizar cierto intertexto que llevará a El sordomudo (1966), un cuento aparentemente
realista, a una zona gris del género. Se trata quizá de uno de los textos más conocidos de
Kordon, por haber sido transpuesto a la pantalla grande, como en el caso de Toribio Torres,
alias Gardelito. En efecto, con el nombre El ayudante, el cuento devino en película dirigida
por Mario David. Se estrenó el 25 de marzo de 1971 y tuvo como protagonistas a Pepe
Soriano, Hugo Astar, Enrique Fava, Lydia Lamaison, Carlos Oliveri, Silvana Roth y José
Slavin.
con quien establece una cálida amistad. La historia toma un giro inesperado con la
irrupción de un personaje siniestro, un hombre que levantan en las vías del ferrocarril –
Severino- para que los ayude a descargar el camión, y a quién verán junto al sordomudo
antes de su desaparición. Más tarde encontrarán al desaparecido ahorcado junto a las vías, y
todas las sospechas caerán sobre aquél hombre. Como decíamos, el intertexto con Un
linyera:
rostro de castigado boxeador, canoso el mechón que le caía sobre los ojos achinados. Se
sordomudo:
“-Te lo pregunto por tu bien, para ayudarte. ¿Qué pasó con el pibe?
después fue el comisario. ¿Cómo explicarles que el sordomudo vivía un mundo donde los
trenes eran iguales a las silenciosas nubes que se deslizan en el cielo? ¿Para qué contar el
arrebato de entusiasmo que dominaba al muchacho cada vez que veía pasar una
locomotora? Habíase escapado en un tren y nada más. Y además estaba ese Severino a
gigante huesudo de voz suave y boca crispada, merodeaba entre los rieles como la
mismísima muerte.”
Es tentador pensar que ambas referencias no son casuales. Aquél camionero de “gastada
casaca de cuero” de Un poderoso camión de guerra, que persigue a Alejandro por las rutas
del país para llevárselo, y este misterioso linyera, con la misma descripción de la campera,
que “merodeaba entre los rieles como la mismísima muerte”, y que termina con la vida del
sordomudo. Sobre el final del cuento, esa condición “espectral” de Severino se confirmará
Ahí estaba el hombre de casaca de cuero. Fue a su encuentro. Esperó que Aristóbulo bajara
-¿Cómo está? Yo vengo del norte y sigo al sur. ¿Me lleva en el camión?
-¿Ya no necesita un peón? -volvió a hablar Severino-. Justo ahora me gustaría quedarme un
Tartamudeó:
Nunca supo cómo lo dejó escapar. El gigante desapareció detrás de un corte de vagones.
Pero antes de desvanecerse como un fantasma volvió su rostro con una sonrisa casi
ese halo del alma que asoma a los labios. Sintióse tan desamparado que apoyó la cabeza en
marginados, vagabundos que deambulan por las orillas de las ciudades, por las vías del tren
Conclusión
En primer lugar es preciso insistir con el cuestionamiento a esta idea impuesta, casi por
ideario porteño. Como decíamos su obra es compleja en varios sentidos, tanto en la tensión
de un doble espacio, provincia – ciudad, cada uno con sus características y sus lógicas,
como en la existencia de un grupo de cuentos extraños que, como afirma Germán García,
“espectral”, algunos de ellos sirviéndose de lo onírico para facilitar los pasajes entre
que son aparentemente realistas pero que dialogando entre ellos ingresan a una zona
El primero de esos cuentos es Un día menos (1975). En él, el protagonista sueña con una
visita a su hermano muerto, en un lugar que es, tanto en la dimensión del tiempo como la
del espacio, una tarde en el río que recuerda de la infancia, en donde iba con su hermano a
nadar. Como podemos ver en Fantasmas en la Máquina. Fotografías de espectros en el
siglo XIX, la aparición del espectro es un modo de repetición, porque el espíritu regresa al
lugar en donde alguna vez estuvo vivo. Sin embargo los personajes del cuento de Kordon se
visita. Al punto que este último sospecha de estar muerto por encontrarse allí. Todo
“Cierto que la máscara sudada y crispada del camionero de gastada casaca de cuero
llegado, sino que no la separaba de la puerta, por donde se veía la parte trasera de un
poderoso camión de color verde oliva. Se trataba de uno de esos imponentes y maltratados
armatostes que después de servir en la última guerra transitan en las calles de Buenos Aires
en trabajos de paz. En la mesa teníamos tres jarras de vino vacías. Y yo pregunté: — ¿Qué
pasa en ese camión? Alejandro balbuceaba, ya en pleno delirio. —Pude verlo antes que se
estacionase. Estaba lleno de muertos. Parecen soldados. Algunos van destrozados. A otros
les cuelgan los brazos, como si quisiesen aferrarse al suelo para no seguir viaje”.
Esa descripción del camionero habilitará la hipótesis de que El sordomudo (1966) no sea tal
años. Severino, el linyera que presuntamente ha asesinado al sordomudo, lleva una “gastada
casaca de cuero” y merodea… “entre los rieles como la mismísima muerte”. No sólo es
explícita la referencia sino que ambos en sus respectivos cuentos (Severino y el camionero
otro mundo distinto al mundo material de los vivos, ya sea como la muerte per se, ya sea
Bibliografía
GARCÍA, Germán. Toribio Torres, Alias Gardelito (prólogo). La Plata: Mil botellas, 2009.
JITRIK, Noé y otros. Historia Crítica de la Literatura Argentina. Volumen N° 6, El
Latina, 1967-1968.
2009.
KORDON, Bernardo. El misterioso cocinero volador y otros relatos. Buenos Aires: CEAL,
1992.
KORDON, Bernardo. Adiós pampa mía. Buenos Aires: Monte Ávila Editores, 1978.