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Voces: DAÑOS Y PERJUICIOS ~ RESPONSABILIDAD CIVIL ~ PRESUPUESTOS DE LA

RESPONSABILIDAD ~ RELACION DE CAUSALIDAD ~ FACTOR DE ATRIBUCION DE


RESPONSABILIDAD ~ RESPONSABILIDAD OBJETIVA
Título: Causalidad e imputación objetiva en la responsabilidad civil
Autor: Prieto Molinero, Ramiro J.
Publicado en: RCyS2014-VI, 5
Cita Online: AR/DOC/1560/2014
Sumario: I. Introducción.— II. Las llamadas "teorías de la causalidad": A) Equivalencia de las
condiciones: 1. Origen; 2. Críticas; 3. Una crítica a las críticas; B) Causa próxima; C) Causa eficiente y
de la condición preponderante; D) Causalidad adecuada: 1. Su formulación; 2. Críticas: a)
"Normalidad" y "opinología"; b) "Previsibilidad" y culpa; c) Criterios para valorar la "adecuación"; d)
Causalidad e imputación.— III. Causalidad y juicios de valor.— IV. La imputación objetiva: A) Los
criterios de imputación; B) Una valoración: 1. Llamando a las cosas por su nombre; 2. Posibles
objeciones.— V. Omisión: A) ¿Hay causalidad?; B) Condiciones negativas e imputación objetiva.— VI.
Algunas valoraciones finales: A) Sobre la necesidad de criterios normativos de imputación; B) La
causalidad como noción flexible
Abstract: El Derecho no crea causalidad, sino que, a lo sumo, se limita a hacer juicios de valor a partir de lo
que le revela la ciencia; de allí, que ni siquiera corresponda hablar de "causalidad jurídica", sino, lisa y
llanamente, de "imputación" y es que, una vez superado el análisis fáctico sine qua non, todo se limita a la
formulación de juicios de valor que, dentro de lo posible, deberán hacerse a través de criterios que permitan un
tratamiento sistemático de esa cuestión delicada que es el atribuir un daño a alguien.
I. INTRODUCCIÓN
A la hora de aludir a los llamados "elementos" o "presupuestos" de la responsabilidad civil es frecuente
poner al daño como el eje de todo ya que, sin menoscabo efectivo no habría reparación alguna. Sin embargo,
puede haber daños que no habiliten la vía de la responsabilidad civil y no por falta de perjuicio, sino por no
haber otro sujeto a quien atribuírselo. Por eso, y si de lo que se trata es de dar con un aspecto "definitorio", éste
tendría que ser la causalidad ya que, a falta de ella, se podría caer en la arbitrariedad de atribuir los perjuicios
sufridos por alguien a otro que no ha tenido nada que ver. (1) Y es que, en contra de lo que mucha doctrina
sostiene en el sentido de que la responsabilidad civil sólo se encarga de la reparación a las víctimas (2), lo cierto
es que esta tarea no se concreta por generación espontánea, sino a costa de ir contra el patrimonio de otro que,
indudablemente, no acepta esto de buena manera, sino porque no le queda más remedio. Lo que es reparación
para uno, es sanción para el otro y es que, por más vueltas que se le quiera dar al asunto, la responsabilidad civil
no deja de ser un sistema bastante rudimentario desarrollado en la sociedad preindustrial y fundado en algo tan
básico y moralista como el viejo adagio que pregona que "el que la hace, la paga". (3) Su objetivo es reparar el
daño, sí, pero a costa de agredir patrimonialmente a otro en razón de ser el causante del perjuicio; de manera
que su fundamento histórico y operativo es la justicia retributiva. (4)
Esta idea dominante de que alguien debe "causar" el daño es una constante en todas las cláusulas generales
de responsabilidad civil. Así, el artículo 1382 del Código civil francés expresa que "Cualquier hecho de la
persona que cause a otra un daño, obligará a aquella por cuya culpa se causó, a repararlo"; en tanto que el art.
1383 refuerza esto manifestando que "Cada cual será responsable del daño que cause no solamente por su
actuación, sino también por su negligencia o por su imprudencia". El parágrafo 843 del BGB alemán dispone
que "quien, por dolo o negligencia, lesiona antijurídicamente la vida, el cuerpo, la salud, la libertad, la salud, la
libertad, la propiedad o cualquier otro derecho de una persona, estará obligado a indemnizar el daño resultante.
Igual obligación le incumbe a aquel que infringió una norma destinada a la protección de otro. Si, de acuerdo
con el contenido de la ley, fuera posible una infracción a ésta aun sin culpa, sólo cabrá la obligación en el caso
de culpa". Por último, el artículo 2043 del Código Civil italiano expresa que "todo hecho doloso o culposo que
ocasiona a otros un daño injusto obliga a aquel que ha cometido el hecho a resarcir el daño". (5)
Las cláusulas no son iguales ya que pertenecen a tres codificaciones que, si se quiere, inician tradiciones
jurídicas distintas. Varían así los criterios que se adoptan a la hora de valorar la antijuridicidad y aun lo que
deberá entenderse por daño, pero en todas hay un elemento constante: la causalidad. La terminología es
heterogénea, se alude a "causar" u "ocasionar" un daño", a "lesionar bienes jurídicos", pero el principio rector es
el mismo: ante todo, se responde por ser considerado causante del daño en cuestión. ¿Pero cuando se cumple
este requisito? A la hora de referirse a la atribución de perjuicios, es frecuente que la doctrina nos advierta que
estamos frente a una cuestión muy difícil cuando no irresoluble. Hace muchos años, BIBILONI señalaba que la
materia era "de las más difíciles en el Derecho moderno. Se experimenta sorpresa ante la completa anarquía de
las opiniones que ha informado las legislaciones recientes, y que se exponen por los escritores más autorizados.
No es exagerado decir que es ésta la materia más oscura del Derecho Privado". (6) En forma similar, PROSSER
nos dirá desde el Common Law que "quizás no haya en todo el campo del Derecho nada que haya causado más
desacuerdo, o donde las opiniones se encuentren en semejante torbellino de confusión. Ni siquiera, a pesar de
los numerosos intentos que se han hecho para clarificar el objeto, hay todavía algún acuerdo general respecto

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del mejor enfoque a seguir". (7) Frente a un panorama tan escéptico, por no decir sombrío, se hace necesario
matizar un poco. En efecto, en un buen número de casos la atribución del daño no planteará mayores problemas.
Así, por ejemplo, si una persona con un arma apunta a otra y dispara no habrá dudas acerca de considerarla
como causa de que el otro haya resultado herido o muerto. Tanto en el ámbito penal como en el civil se podrán
discutir otra cuestiones, como, por ejemplo, si el agente actuó o no en legítima defensa o si hubo culpa o dolo.
Se podrán debatir, en definitiva, cuestiones que hacen a la antijuridicidad o a la imputabilidad moral, quizás
incluso sea difícil acreditar determinados extremos en el marco de un juicio, pero, una vez probadas las
cuestiones pertinentes, la causalidad no presentará problema alguno; al punto, que de insistirse con
elucubraciones al respecto, se terminaría creando un galimatías de algo que, en esencia, se presentaba como
evidente. De hecho, eso fue lo que lo que hizo que durante años el asunto fuera manejado por pura intuición por
los tribunales y hasta pasara inadvertido por la doctrina. (8)
Pero así como hay casos donde analizar la causalidad será un ejercicio vano, también hay otros que plantean
toda clase de dudas y, para que se entienda esto, incluso podemos retomar nuestro ejemplo del disparo:
supongamos ahora que el proyectil sólo roza un brazo de la víctima que, al ser llevada al hospital para realizarle
curaciones, termina con una infección intrahospitalaria que lo lleva a la muerte. ¿Puede el autor del disparo ser
considerado como el responsable de la muerte final? Como es lógico, los familiares de la víctima alegarán que,
de no ser por el disparo, no habría habido traslado al hospital y aquella no se habría contagiado nada, ni muerto.
Por el contrario, la defensa del demandado hará valer que la muerte se debió a una circunstancia atribuible al
hospital y ajena al comportamiento bueno o malo que haya tenido el causante de la herida inicial. Nuestro
ejemplo es hipotético, pero responde a infinidad de casos que se han dado en la realidad y, de hecho, la
infección intrahospitalaria se podría cambiar por un incendio del hospital y aun por el accidente de tránsito
sufrido por la ambulancia que transportaba al herido leve cuya muerte jamás se habría producido de no haber
tenido que ser llevado de urgencia al recibir aquel disparo que dio comienzo a todo. La cuestión de cómo
habrían sido las cosas de no ocurrir un suceso inicial constituye un verdadero lugar común a la hora de hablar de
los problemas que apareja la causalidad y, en ese sentido, es clásico el ejemplo de LEHMANN del sastre que
promete tener listo un traje para un día y hora fijados ya que su cliente tiene que viajar en tren a otro lugar. El
sastre no cumple a tiempo, retrasa el viaje un día y obliga a su cliente a tomar otro tren, que termina
descarrilando y provoca su muerte. La pregunta, claro, no se hace esperar: ¿puede considerarse al sastre como
autor de la muerte? (9)
Se podrá decir que los ejemplos citados son "de gabinete", pero la realidad nos revela casos tanto o más
complejos que los propuestos por la doctrina. Es más, podemos mencionar un caso real ocurrido en la ciudad de
Buenos Aires que, por lo surrealista, es tomado por el catedrático español YZQUIERDO TOLSADA para
empezar a hablar sobre el tema que nos ocupa (10): un perro cae desde el piso trece de un edificio y golpea a una
anciana que pasaba caminando. La mujer muere instantáneamente y un grupo de curiosos empieza a reunirse en
torno al cadáver. La multitud ya es tal que supera los límites de la vereda; de forma tal, que otra mujer de
cuarenta y seis años resulta muerta al ser atropellada por un colectivo que la arrastra varios metros. En medio de
la confusión, un hombre sufre un ataque cardíaco y muere camino al hospital. La pregunta no se hace esperar:
¿acaso los dueños del perro son responsables de las tres muertes? Y si no es así, ¿por qué?
A lo largo de este trabajo trataremos de ir despejando algunos interrogantes. Por lo pronto, señalaremos que
hay casos donde el daño aparece como resultado de varios hechos, lo cual nos pone frente a la cuestión de la
llamada "pluralidad concurrente de causas", pero ahí no terminan las cosas ya que tampoco es infrecuente que
un hecho produzca un daño que, a su vez, se convierte en causa de otro; creando un problema de
encadenamiento conocido como "pluralidad sucesiva de consecuencias". (11) Además, cuando se alude a
"causalidad" en materia de responsabilidad civil, en realidad son dos las cuestiones que se están tratando: la
relativa a ligar a una persona con un perjuicio para atribuírselo y la determinación de los daños a indemnizar.
(12) En la atribución se trata de dar respuesta a la pregunta ¿quién fue?; en tanto que en la llamada "extensión del
resarcimiento" el interrogante será ¿qué daños causó? (13) La causalidad, pues, no sólo tiene importancia como
condición general de responsabilidad relativa a la identificación de quién estará obligado a indemnizar, sino que
también implica determinar la medida de esa responsabilidad ya que se parte de que el responsable sólo tiene
que resarcir aquellos daños que tengan vínculo causal con su acto. (14)
¿Pueden dejarse todas estas cuestiones libradas a la sana crítica de cada juez? Por lo general, la doctrina ha
entendido que no es conveniente ya que se corre el riesgo de que la eventual implicación penal o civil de una
persona resulte de puro voluntarismo. Así, y en atención a la naturaleza fenomenológica de la temática a
analizar (15), se han desarrollado una serie de "teorías de la causalidad", que repasaremos a continuación.
II. LAS LLAMADAS "TEORÍAS DE LA CAUSALIDAD"
A) Equivalencia de las condiciones
1 . Origen
La concepción de causalidad no es exclusiva del Derecho, sino que, más bien, éste hará sus desarrollos al
respecto partir de los aportes de las ciencias físicas y de la filosofía. En un comienzo, los análisis no iban más
allá de la idea ordinaria de que una cosa "es causa" de otra. Aquí, la primera gran influencia fue

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ARISTÓTELES, quien distinguía cuatro tipo de causas: formal (¿cómo?), material (¿de qué?), eficiente
(¿quién?) y final (¿para qué?). (16) De todas ellas, la noción que prosperaría en tiempos modernos es la de
"causa eficiente" por ser la única susceptible de ser sometida a prueba experimental y a una regulación de
conformidad con el moderno conocimiento científico. (17) Esto puede apreciarse en SPINOZA, quien dirá que
"De una determinada causa dada se sigue necesariamente un efecto, y, por el contrario, si no se da causa alguna
determinada, es imposible que un efecto se siga"; agregando que "El conocimiento del efecto depende del
conocimiento de la causa, y lo implica". (18)
Esta noción unívoca de causa es limitada porque, en la práctica, casi todas las cosas resultan de la
concurrencia de multiplicidad de factores; de allí que hoy día se parta invariablemente de lo que señalara el
filósofo y economista inglés John Stuart MILL, al sostener que "por causa debe entenderse la suma de las
condiciones positivas y negativas que han intervenido de algún modo en la producción del fenómeno". (19)
ORGAZ resume el panorama abierto por MILL expresando que "ningún suceso es la obra de una sola condición
o antecedente; siempre aquel es el resultado de numerosos factores o condiciones que, unidos y sólo en virtud
de esa unión, lo originan. Causa, por consiguiente, no es cada una de estas condiciones —que por sí solas no
habrían bastado para producir el suceso— sino todas ellas, tomadas colectivamente. El término `causa', en
estricto sentido, indica así el conjunto de los factores o fuerzas concurrentes, y el término `condición' señala
cada uno de esos factores o fuerzas".
Dada esa pluralidad de factores, en el mundo jurídico aparece la necesidad de dar con un criterio que
permita determinar cuál de todos los antecedentes que concurren a un resultado deberá considerarse "causa".
Una primera explicación la encontramos con la llamada "teoría de la equivalencia de las condiciones", que nace
a mediados del siglo XIX de la mano de penalistas germánicos como Julius GLASER y Maximilian VON
BURI. La misma parte de la idea de que, si desde el punto de vista filosófico todos los antecedentes tienen
alguna eficacia para llevar a determinado resultado, también en lo jurídico cabe entender que estos son
equivalentes y no corresponde hacer distinciones de ninguna clase ya que, si faltara alguno, el suceso jamás
habría acaecido. (20) Partiéndose del hecho de que cada condición es causa del todo, se aduce entonces que el
análisis que corresponde hacer a efectos de determinar causalidad pasa por suprimir mentalmente a una de ellas;
de manera de determinar si el resultado igualmente se habría producido". (21) Si la respuesta es afirmativa, la
condición no puede considerarse como causa, pero si la respuesta es negativa se habrá establecido el nexo
causal entre esa condición y el resultado; de allí, que la teoría también sea conocida como de la "conditio sine
qua non" ("condición sin la cual no"). En el Common Law éste análisis es llamado "but for test" (test "si no
fuera por") y, según PROSSER, se formula de la siguiente manera: "la conducta del demandado no es causa del
evento, si el evento hubiera ocurrido aun sin ella". (22)
2. Críticas
Quizás no exista teoría causal más cuestionada que la de la equivalencia de las condiciones. Básicamente, se
la acusa de que, al no distinguir variables, cualquiera puede ser responsable y las consecuencias a resarcir llegar
incluso al infinito al no admitirse interrupción alguna en la causalidad. (23) Al respecto, es famosa la frase de
Karl BINDING en el sentido de que "si se aplicara consecuentemente esta tesis, desembocaría en la afirmación
de que todos son responsables de todo: sería autor de adulterio, junto al varón que yace con la mujer casada con
otro hombre, el carpintero que hizo la cama". (24) Incluso se podría ir más lejos ya que, insistiendo con la misma
tesitura, bien podría afirmarse que la propia madre de la víctima es causante del daño, dado que de no haberlo
concebido, ésta jamás habría nacido, ni sufrido el daño. La teoría es criticada por ser extremadamente
comprensiva y, a la vez, también por ser limitada ya que no contempla cuestiones como las de la llamada
"causalidad alternativa" o la "acumulativa"(25); de forma tal, que "una acción es causal, aunque haya producido
el resultado solamente en razón de la especial constitución corporal o anímica del ofendido (por ejemplo, de un
hemofílico) o a consecuencia de su propia imprudencia (falta de cuidado de la herida) o de resultar de la
interposición de un tercero (negligencia del médico)". (26) Tales críticas llevaron a los partidarios de la teoría a
introducir la idea de culpa del agente como factor "correctivo". (27) Al limitar la excesiva atribución en función
de la incidencia que la voluntad del autor ha tenido en el resultado final, suele admitirse que este enfoque
permite controlar algunas de las consecuencias más absurdas de la teoría; sin embargo, también se lo acusa de
confundir causalidad con imputación; a la vez de ser inoperante en aquellos casos de responsabilidad objetiva
donde, precisamente, se prescinde de la idea de culpa. (28)
3. Una crítica a las críticas
Las críticas que anteceden son casi universales y llevarán al desarrollo de las demás "teorías de la
causalidad" que trataremos enseguida. Hay, sin embargo, un problema con todos estos cuestionamientos: que
son erróneos y confunden por completo las cosas. (29) ¿Cómo es esto? Pues bien, las objeciones parten de tomar
a la equivalencia de las condiciones como si fuera una "teoría de la responsabilidad" cuando, en realidad y tal
como se ha señalado, se trata de una "teoría de la causalidad". ¿Qué diferencia hay entre una cosa y otra? Que la
mera comprobación de que alguien actuó como causa "sine qua non" de algo no basta para llevarlo a responder,
sino que todavía faltará hacer un posterior juicio de imputación. Desde esta perspectiva, ni el carpintero del
ejemplo de BINDING será tenido por autor de adulterio ya que no tuvo la intención de cometer el tipo penal, ni

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la madre de la víctima podría ser tenida por responsable desde el momento en que no obró de ninguna manera
que se le pueda reprochar. De hecho, el supuesto "correctivo" de la culpa al que antes aludíamos tampoco es tal,
sino, lisa y llanamente, un momento diferente del análisis de responsabilidad que es el de la imputación moral y,
con ello, los que están confundiendo causalidad con imputación son los críticos de la teoría y no ella.
Llegados a este punto, se podrá objetar que lo que decimos es viable en el Derecho penal, donde los delitos
se atribuyen a título de dolo y culpa, pero no en la responsabilidad civil, con sus abundantes casos de
responsabilidad objetiva y donde, aquí, sí, la mera causalidad llevaría a que la equivalencia de condiciones actúe
sin límites. ¿Acaso no es esto así? Tampoco, porque la responsabilidad objetiva no se da por "mera causalidad",
sino que se va a establecer a partir de algún elemento que la ley habrá calificado previamente como disvalioso
(riesgo, defecto, etc.); con lo cual, el momento de atribución final de la responsabilidad también se sigue dando
y, con ello, una consecuente limitación de responsabilidad.
¿Y las críticas en materia de causalidad alternativa y acumulativa? Pues bien, en probidad, tales cuestiones
tampoco corresponden al ámbito de la causalidad, sino al de la imputación. Somos conscientes de que lo que
acabamos de decir contradice lo que sostiene la doctrina clásica, pero no aspiramos a que el lector nos crea sin
más: el distingo entre causalidad e imputación constituye el objetivo central de este trabajo y será desarrollado
más adelante.
B) Causa próxima
Al menos en un plano filosófico, la formulación de esta teoría suele atribuirse Francis BACON, quien en su
obra "Maxims of law" sostuvo que "sería infinito para el Derecho juzgar la causa de causas y sus influencias de
una sobre otra; por eso, se contenta con la causa inmediata y juzga los actos de esa manera, sin mirar más allá".
(30) Se pregona entonces que sólo hay que darle relevancia al antecedente más próximo en el tiempo, en tanto
inmediatamente anterior a la producción del daño; descartándose cualquier otro a efectos jurídicos (in iure non
remota causa, sed proxima spectatur). (31) Como buena tesis pragmática, suele llevar a resultados adecuados, tal
como ocurriría con el ejemplo inicial de la persona que dispara a otro que termina muriendo en el hospital, pero
tampoco está exenta de críticas que estimamos razonables: en primer lugar, que siempre será opinable aquello
que será considerado como "más próximo". Pero eso no es todo ya que, aun cuando la calificación de algo como
"causa próxima" semejara una ciencia exacta, los resultados contradictorios seguirán apareciendo. Un ejemplo
clásico en ese sentido es el de ORGAZ de la enfermera que le aplica al paciente una inyección con una sustancia
adulterada por otro y donde la teoría nos lleva tanto al sinsentido de concluir que aquella es la causante de la
muerte como al de excluir desde el vamos al verdadero responsable. (32)
Otras críticas aluden al hecho de que la teoría tampoco serviría para los casos de concurrencia de causas y de
daños que se manifiestan más tarde. (33) ¿Por qué? En el primer caso, porque la concurrencia no implica
necesariamente simultaneidad, tal como puede verse en los accidentes de tránsito; pudiendo llegarse a
resultados donde a alguien se le haga pagar por el todo aun cuando quizás ni siquiera pueda ser considerado el
antecedente principal que llevó al daño. (34) En los daños tardíos, por su parte y dada su distancia temporal
respecto del hecho generador, siempre habrá dudas acerca de si tomar o no como origen una causa posterior. (35)
Un ejemplo de las controversias a las que puede llevar la teoría se observan en el caso clásico de 1809
"Buttefield vs. Forrester", donde el propietario de una finca que estaba en arreglos dejó una gran viga en medio
de un camino provocándole lesiones a un jinete que venía al galope al anochecer. Pese a la conducta imprudente
del hacendado, se negó toda indemnización sobre la base de que la víctima había sido la "causa próxima" ya
que, de no haber galopado, podía haber advertido el obstáculo y sortearlo. (36)
C) Causa eficiente y de la condición preponderante
La teoría de la causa eficiente considera que la causa del perjuicio es aquella condición con mayor poder
intrínseco para llevar al resultado. (37) ¿Cuál es el criterio para dar con esta mayor "aptitud causal"? Se han
propuesto dos: uno cuantitativo y otro cualitativo. El cuantitativo, planteado por BIRKMEYER, afirma que será
causa aquella condición que, en mayor medida o con mayor fuerza, haya contribuido al resultado; poniéndose el
ejemplo de quien le proporcionó fósforos al sujeto que termina originando un incendio y donde sólo éste último
será considerado causa por ser más activo en la producción del resultado. (38) La explicación dista de ser
satisfactoria y es que no sólo es opinable lo que será considerado que actúa en "mayor medida", sino que, aun
cuando esto pudiera establecerse con precisión, los resultados que han obtenerse pueden ser cuando menos
dudosos. Así, se ha puesto el caso de dos ladrones que disparan contra la víctima y donde la causa sería aquel
que le dio tres balazos por ser "cuantitativamente superior", pero no el que sólo le disparó una vez aun cuando
quizás ese disparo sea la causa directa de la muerte. (39) Las críticas llevaron a la vertiente cualitativa,
pregonada por autores como MAYER y KOHLER, donde se aduce que lo que distingue a la causa de los demás
antecedentes no es que sea indispensable para la producción del efecto, ya que todos lo han sido, sino que la
calidad de la consecuencia dependa de la propia calidad del antecedente. KOHLER ilustrará esto sosteniendo
que, para que aparezca un fruto luego de que se siembra una semilla, serán necesarias una serie de condiciones
indispensables (humedad, calor, elementos minerales, etc.), pero es obvio que la verdadera causa fue la siembra
de la semilla ya que constituye la única condición que tiene la fuerza determinante de la calidad de la
consecuencia; en tanto que las demás no influyen sobre esta calidad, sino que de ellos depende sólo que la

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consecuencia se produzca. (40) El ejemplo no es muy bueno ya que, con independencia de esas alusiones
crípticas que se hacen en materia de calidad de las cosas, perfectamente podría argüirse que sin humedad
tampoco habría habido fruto alguno. Y todo esto, sin contar con que la equiparación entre calidad y eficiencia
causal puede llevar a resultados ridículos como, por ejemplo, el considerar que un impacto de bala es superior a
un golpe; haciendo responsable al que disparó hiriendo levemente a la víctima y no al que llevó al deceso
golpeándola una y otra vez. (41)
La "teoría de la preponderancia" o de la "prevalencia causal", planteada por autores como BINDING y
OERTMANN, suele ser tratada junto con la de la "causa eficiente" y es que, en el fondo, es más de lo mismo: se
le atribuye relevancia a un antecedente causal que esta vez, en lugar de ser calificado de "eficiente", se lo
considera "preponderante" por "romper" el equilibrio entre los factores desfavorables y adversos a la producción
del daño. Causa es entonces aquella condición que, por su mayor peso o gravitación, define el curso decisivo
para el resultado que se ha producido. (42) Así, y con el daño a la vista, habrá que identificar el hecho que lo ha
originado en virtud de su potencia generadora ya que debe tratarse de un antecedente que, por sí, posea
virtualidad para llevar a ese resultado. (43) Ahora bien, una cosa es formular esta idea en lo teórico y otra su
aplicación práctica y es que la teoría de la "condición preponderante" adolece del mismo gran problema que la
de la "causa eficiente": el de no aportar un verdadero criterio que permita discriminar a la causa de los otros
antecedentes. Por eso a la pregunta ¿cuál es la condición que deberá ser considerada causa?, la respuesta en
ambas será: aquella que es "eficiente" o "preponderante", pero sin darnos parámetros reales que le den un
contenido a tales calificativos. Se ha señalado además que la imposibilidad de escindir materialmente un
resultado para atribuir a determinado antecedente un poder causal decisivo, las hace caer a ambas en un
empirismo que las despoja de todo rigor científico. (44)
Al final, tanto una teoría como otra no hacen sino camuflar lo que será la mera opinión del operador jurídico
de turno. Toda una contradicción, dado que eso es precisamente lo que se intenta evitar a través de la
formulación de las llamadas "teorías de la causalidad".
D) Causalidad adecuada
1. Su formulación
Es frecuente atribuir esta teoría al fisiólogo VON KRIES, quien la desarrollaría en 1888; sin embargo, es un
hecho que código civil argentino de 1871 cuenta con una formulación semejante tomada, a su vez, del
Landrecht prusiano de 1794. (45) Por eso, y si de lo que se trata es de dar con su verdadero origen, parece más
correcto remitirse a la obra "Génesis del Derecho penal" de Gian Domenico ROMAGNOSI, donde, aunque en
forma embrionaria, ya aparece terminología característica de esta teoría como el hablar del "curso ordinario de
las cosas" y la "previsibilidad de las consecuencias". (46) Según se repite una y otra vez, para esta teoría, "causa"
sería aquel antecedente que tiene aptitud para generar el resultado de conformidad con las reglas de la
experiencia. (47) Así, y volviendo a nuestro ejemplo inicial del herido de bala, el autor del disparo no podría ser
considerado responsable de la muerte posterior ya que, por regla general, de esa clase de herida no suele
derivarse una infección intrahospitalaria, un incendio de hospital o el choque de una ambulancia. Se parte, pues,
de una idea de normalidad conforme a lo que ha podido observarse anteriormente; de allí, que deba hacerse un
juicio de probabilidad que pasa por preguntarse si la conducta del agente tenía aptitud normal para ocasionar por
sí misma el daño en cuestión. (48) Si la respuesta es afirmativa de acuerdo con la experiencia de vida; entonces,
se declara que el antecedente es "adecuado" para ocasionar el resultado. (49) Se sostiene entonces que
"normalidad" y "probabilidad" son conceptos interrelacionados ya que cuando se expresa que, dado un
antecedente A, lo normal es que ocurra B, uno no está afirmando que en efecto fue así, sino que es altamente
probable que haya sido de esa manera.
Las alusiones a la "experiencia de vida" y a la "probabilidad" remiten a cómo se han dado con anterioridad
hechos similares. Por eso, es habitual sostener que esta teoría no admite la causalidad del caso singular ya que lo
que determina la idoneidad del antecedente es la razonable regularidad apreciada conforme a las reglas de la
vida misma y la experiencia cotidiana. (50) Para saber si hay "adecuación", es decir, que un hecho acontece
normal o regularmente de otro, se hace necesario hacer un juicio, al que se ha designado de manera
grandilocuente como "prognosis póstuma" o "pronóstico objetivo-retrospectivo" ("objektive nachträgliche
prognose") (51), donde, prescindiendo de lo efectivamente sucedido "en concreto" y atendiendo al curso normal
de los acontecimientos "en abstracto", el juez debe hacer un análisis hacia el pasado y preguntarse si la acción
que juzga era apta para provocar esa consecuencia. (52)
2. Críticas
a) "Normalidad" y "opinología"
La causalidad adecuada cuenta con el apoyo mayoritario de la doctrina argentina y, de hecho, parece ser el
modelo seguido en los artículos 901 a 906 del Código Civil argentino y el que, sin duda, pretende consagrarse
en los artículos 1726 y 1727 del Proyecto de 2012. Con todo, la teoría tampoco se ha salvado de críticas;
muchas de ellas, por cierto, nada menores. Así, se ha señalado que la propia abstracción de la que parte genera
inconvenientes ya que puede ocurrir que la experiencia asigne a un determinado antecedente la calificación de
causa ordinariamente adecuada, pese a que en el caso concreto la misma no haya sido realmente decisiva (53) y

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que, como también lo ha señalado reiteradamente cierta doctrina, "probabilidad no es certeza". (54) Por otro
lado, y si la esencia de la idea de "adecuación" es la previsibilidad en base a casos que ya han sucedido, la teoría
tampoco podría ser empleada cuando algo ocurre por primera vez, ya que no se contaría con datos a partir de los
cuales calcular si lo que iba a suceder era previsible según el curso natural de las cosas y, todo esto, aun cuando
sea evidente que determinado hecho fue determinante para que ocurriera algo.
Una tercera objeción, aun más grave que las anteriores, es que toda ella puede ser un espejismo de
objetividad y es que ¿cuáles serán los elementos que se tomarán en cuenta para desarrollar en el caso concreto la
idea de "adecuación"? Para ilustrar esta idea, tomemos un ejemplo muy frecuente mencionado en los libros de
texto. El caso de alguien con una patología particular, como puede ser un hemofílico o el tener los llamados
"huesos de cristal". (55) ¿Cómo deberá hacerse el análisis relativo a los daños graves derivados de un golpe
menor a alguien con estas afecciones? ¿Tomando como base lo que normalmente pasa con la mayoría de las
personas o según lo que ocurre cuando se golpea un sujeto de la condición excepcional descrita? Según los
elementos que se adopten a la hora de hacer el análisis de "adecuación" o de "previsibilidad del daño", los
resultados serán diferentes y, no en vano, se ha señalado que con esta teoría cualquier accidente específico se
puede convertir en "generalmente adecuado" por el expediente de describirlo con todo lujo de detalles. (56)
Y las cosas pueden ser aun más aleatorias de lo que parecen en principio ya que no pocas veces los jueces
caen en decisiones antojadizas pese a aspirar a un examen objetivo. ¿Cómo es esto? Pues bien, los
norteamericanos han hecho estudios de psicología aplicada al ámbito del Derecho y, entre otras cosas, han
demostrado que el cerebro humano tiene tendencia a incorporar información en forma automática y a hacer
inferencias adicionales a partir de ese nuevo conocimiento; de manera que los operadores jurídicos no tienen la
misma percepción de un evento dañoso antes o después que suceda. Resultado: es más que probable que los
jueces tiendan a convencerse de que determinado hecho era "previsible" y "adecuado" cuando, en realidad, al
tiempo de ocurrir el daño era imposible hacer tal clase de análisis. (57)
b) "Previsibilidad" y culpa
Reservamos para el final la crítica más grave que se ha formulado contra la causalidad adecuada: el
confundir causalidad con culpa. (58) ¿Cómo esto? Pues bien, ya se ha visto que para analizar el juicio de
"adecuación" habrá que analizar la probabilidad de que cierto hecho precedente conduzca a determinado
resultado; lo que deberá hacerse de conformidad con lo que era previsible según las reglas de la experiencia. La
mayor o menor previsibilidad del resultado es, pues, la piedra angular de todo el análisis de la teoría de la
causalidad adecuada. (59) ¿Qué tiene que ver esto con la culpa? Que ésta también se construye sobre la idea de
"previsibilidad" ya que se parte, en definitiva, del hecho de que el victimario no tuvo en cuenta que su conducta
iba a terminar llevando a un daño, pese a que esto era previsible. Y si la "causalidad adecuada" considera que
hay nexo entre hecho y daño cuando, de acuerdo a lo que era previsible en base a la experiencia, una cosa iba a
resultar en la otra, ¿acaso no estamos diciendo que habrá "causalidad" cuando haya culpa? Al respecto,
PREVOT nos dirá que "cuando acometemos la tarea de confrontar, vía hipotética, si tal o cual acción u omisión
tiene entidad suficiente, conforme lo que acostumbra a suceder según el curso normal de las cosas, para erigirse
en causa adecuada del resultado nocivo, cualquiera sea la posición en la que nos enrolemos (...), no obstante la
sensación objetivista que dicho método de retrospección pueda producir, su descenso a las circunstancias que el
sujeto conoció, pudo o debió conocer, resultan una inadmisible recurrencia a unas preocupaciones subjetivistas
familiares a la temática de la culpa". (60)
Desde esta perspectiva, la teoría de la causalidad adecuada se parece demasiado al enfoque que ya hemos
visto que "corregía" a la teoría de la equivalencia de las condiciones con el agregado de la culpa, pero con un
agravante: que en ese enfoque, causalidad e imputación al menos no se mezclaban. En la teoría de la
adecuación, en cambio, causalidad e imputación no sólo se confunden, sino que, de tomarse como una teoría
"causal" tal como la considera la doctrina clásica, hasta se puede llegar al contrasentido de aplicar una
responsabilidad objetiva "basada en mera causalidad" cuando, en realidad, se estaría haciendo un juicio de
culpabilidad y, todo esto, sin ni siquiera darse cuenta de ello.
c) Criterios para valorar la "adecuación"
La cuestión de la "causalidad por culpa" ha estado presente desde el nacimiento de la teoría y, de hecho,
VON KRIES sostenía que la regularidad debía computarse teniendo en cuenta al autor del hecho; con lo cual la
asimilación entre causalidad y culpa es total. Para tratar de marcar alguna diferencia, aparece la teoría de
THON, quien afirmará que el diagnóstico retrospectivo deberá hacerse teniendo en cuenta lo que era susceptible
de ser conocido por una persona común o media. Esta es la tesitura más defendida por la doctrina y, a partir de
ella, a la crítica de mezclar causalidad con culpa se le replica que ahora no hay confusión alguna ya que la
"adecuación" pasa a analizarse desde la previsión del promedio de la sociedad y no desde la valoración "en
concreto". (61) Un espejismo, dado que hace tiempo que la culpa de las personas se viene valorando en abstracto
ya que no importa lo que el individuo particular podía hacer o no hacer en la situación concreta, sino el que no
estuviera "a la altura de las circunstancias" en función a lo que alguien promedio hubiera debido hacer en ese
caso. Por eso, PIAGGIO nos dirá que "ni es tan abstracta la ponderación de la previsibilidad a los efectos de la
relación de causalidad, ni tan concreta la apreciación de la culpa, con lo que el "espacio" que queda entre ambas

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órbitas se torna prácticamente imperceptible". (62) Y agrega que: "Decir que la culpa se aprecia con un criterio
abstracto-concreto (o tornasolado o en parte concreto) en tanto que en la causa la valoración se la hace
enteramente en abstracto, y creer que con ello se ha hecho una prolija y operativa separación de aguas es caer en
construccionismo. No parece que con apoyo en tal mera disección lógica pueda sustentarse la convicción de que
la teoría de la causalidad adecuada precave al proceso de intelección del nexo causatorio de toda mezcla con
elementos culpabilísticos garantizando el juego químicamente puro de un factor objetivo de atribución de
responsabilidad. Pese a la indiscutible autoridad de quienes así lo entienden me atrevo a pensar que ello es
conceptualismo puro, que predica distinciones lógico-formales sin correlato en la realidad". (63)
Ha habido otros intentos de separar a la culpa de la idea de adecuación. TRAEGER, por ejemplo, propuso
que el juicio de probabilidad se fundara sólo en hechos conocidos, o susceptibles de ser conocidos, ex ante por
un observador ideal experimentado que, en cuanto tal, estuviera al tanto de los conocimientos que hacían a la
relaciones causales del caso en cuestión. La tesis es la más razonable, pero sigue habiendo culpa ya que la idea
del "observador ideal" no deja de ser una culpa agravada como podría ser la del "buen padre de familia". Para
superar cualquier vínculo con la culpa, autores como RUMELIN han propuesto una cuarta vertiente de la
"causalidad adecuada" en la cual se pregona que el juicio de conocimiento debe hacerse "a posteriori" de los
hechos reales. (64) Ahora bien, con esto el cálculo de previsibilidad se transforma en algo aún peor de lo que se
le endilga a la conditio sine qua non. (65) En efecto, incluso la equivalencia de las condiciones parte de tomar
como causa a aquellos elementos que el conocimiento científico hubiera podido establecer como antecedentes;
esto, porque, como se ha señalado con total acierto, "el Derecho no puede sino partir de un concepto de
causalidad propio de la lógica y de las ciencias de la naturaleza (...) Los operadores jurídicos no son productores
sino consumidores de las leyes causales". (66) Y causalidad material hay o no hay, dado que, al depender de las
leyes causales, es un concepto absoluto que no admite graduación. (67) Por eso, primero tiene que haber
causalidad material, luego ésta debe haber sido determinada por el conocimiento científico y, sólo entonces y en
tercer lugar, el Derecho atribuirá consecuencias haciendo juicios de valor en base a lo que le dicte la ciencia. (68)
Precisamente, y lejos de basarse en la causalidad material que revela el conocimiento científico, la última
versión de la equivalencia de las condiciones ya aspira a hacer un análisis basado en la omnisciencia y en la
omnipresencia. Filosóficamente hablando, llegamos entonces a algo que sería una buena teoría para evaluar la
"culpa de Dios", pero no para juzgar las responsabilidades de las personas reales cuyas posibilidades de
actuación se ven sometidas a los límites del conocimiento humano.
d) Causalidad e imputación
¿Pero acaso hay una salida a la encerrona de la "adecuación-culpa"? Sí, pero, para entenderlo, se hacen
necesarias un par de aclaraciones y es que, así como con la "equivalencia de las condiciones" se comete el error
de tomarla como una "teoría de la responsabilidad", con la "causalidad adecuada" se cree estar frente a una
construcción destinada a dar con el autor del daño cuando, en realidad, a lo que aspira es a calcular la extensión
del resarcimiento, pero, esto, sólo una vez que por, algún otro criterio, se haya atribuido ese daño a alguien. (69)
¿Cómo es esto? Claus ROXIN lo expresa con claridad cuando nos revela que "la teoría de la adecuación
persigue un propósito justificado, pero no es, como opinaban originariamente sus defensores, una teoría causal,
sino una teoría de la imputación. Es decir, que no se dice cuando una circunstancia es causal respecto de un
resultado, sino que intenta dar respuesta a la pregunta de qué circunstancias causales son jurídicamente
relevantes y le puede ser imputadas a un agente". (70) La teoría de la adecuación sólo busca establecer qué
consecuencias serán imputables al autor y esto es algo que ya puede verse tanto con ROMAGNOSI como por la
manera en que el Código Civil argentino regula la cuestión en los artículos 901 a 906, siguiendo el modelo del
Landrecht de 1794. (71)
El artículo 901 CC alude a las "consecuencias inmediatas" como aquellas que "acostumbran suceder de
acuerdo al curso normal y ordinario de las cosas" y a las casuales como las consecuencias mediatas "que no
pueden preverse"; en tanto que el 904 CC expresa que "Las consecuencias mediatas son también imputables al
autor del hecho, cuando las hubiere previsto, y cuando empleando la debida atención y conocimiento de la cosa,
haya podido prever". Basta, pues, con un mero examen de los preceptos para comprobar que estos no aspiran a
regular el atribuirle a alguien el ser la "causa" del daño, sino, más bien, la extensión del resarcimiento en base a
las posibilidades de previsión del autor. O lo que es lo mismo: los preceptos mentados parten del hecho de que
el autor ya ha sido establecido en una etapa previa y lo que procuran establecer es hasta donde se deberá reparar
y, ello, en base a su culpa. (72)
En el mundo las dos teorías dominantes son la "equivalencia de las condiciones" y la "causalidad adecuada";
sin embargo, y en contra de lo que pudiera pensarse, las dos persiguen objetivos diferentes, pero, a la vez,
complementarios. (73) Ya mencionamos que en lo que normalmente se entiende por causalidad existen dos
grandes problemas a resolver: el de la "pluralidad concurrente de causas" y el de la "pluralidad sucesiva de
causas". Pues bien, la "equivalencia de las condiciones" se dirige a solucionar el primer problema; en tanto que
la "adecuación" se dirige a solucionar el segundo que, en definitiva, no es otro que el de la extensión de la
responsabilidad. (74) ¿El lector sigue confuso? A continuación, trataremos de hacer más inteligibles estos
conceptos.
III. CAUSALIDAD Y JUICIOS DE VALOR

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De la causalidad se ha dicho que se trata de una cuestión puramente fáctica y objetiva y, como tal, ajena a
toda valoración sobre la injusticia o reprochabilidad de la causación del daño. (75) Ahora bien, si esto es así:
entonces, la única verdadera "teoría de la causalidad" es la de la equivalencia de las condiciones. (76) ¿Por qué?
Porque no aspira a ser otra cosa más que un intento de descripción de cómo se presenta el problema causal. Las
demás teorías, en cambio, tratan, con mayor o menor acierto, de individualizar a uno sólo de los antecedentes
del resultado dañoso (77), pero, al hacer esto, dejan de ser verdaderas "teorías causales" para transformarse en
juicios de valor que, partiendo del panorama que aporta la causalidad física o material, "opinan" acerca de cuál
o cuáles de todos los antecedentes que llevaron al resultado deberán tenerse en cuenta para imputar una
responsabilidad y hasta qué punto la misma deberá tener lugar. No estamos entonces frente a "teorías causales",
sino frente a "teorías de la imputación". En efecto, la doctrina clásica nos dice que causalidad e imputación son
cuestiones bien diferentes y ésta última suele describirse como el elemento valorativo o axiológico que permite
determinar quién pagará el daño y en virtud de qué razón o título lo hará (78) y, precisamente y con la salvedad
de la "equivalencia de las condiciones", eso es lo que aspiran a hacer las demás teorías que se han reseñado. Por
eso, no pocas veces se cree estar manejando cuestiones propias de las "ciencias duras" cuando, en realidad, todo
dependerá de los juicios de valor que se vayan formulando. Esto puede verse, por ejemplo, en la llamada
"interrupción del nexo de causalidad" y, en ese sentido, piense el lector en el siguiente caso de libro: un suicida
espera agazapado entre dos autos estacionados a que pase otro vehículo y, cuando éste se aproxima, sale de
improviso en su busca para que lo atropelle y no darle posibilidad alguna de reacción al conductor. ¿Qué
sostendrá la teoría clásica aquí? Salvo que estemos frente a un tribunal que quiera "ayudar" a los
derechohabientes del suicida a costa de condenar a un inocente por la vía de darle a la condición de "cosa
riesgosa" del auto un carácter "absoluto" o inventando una "causalidad concurrente", por lo general se sostendrá
que estamos frente a un hecho de la propia víctima que, como tal, "interrumpe" o "corta" el nexo de causalidad;
de manera que ni siquiera correspondería aplicar una responsabilidad a título objetivo. ¿Es esto realmente así?
Es decir, ¿acaso, causalmente hablando, no puede afirmarse que el auto embistió a la víctima? ¡Claro que sí! Y
por esa razón, no hay ningún corte en el nexo de causalidad: la causalidad física entre el auto y la víctima existe
y de eso no hay ninguna duda. Lo que en realidad está sucediendo es que el Derecho, en atención a las
circunstancias del evento, valora como "injusto" o "irrazonable" que el conductor deba responder frente a una
víctima que ha buscado ex profeso el daño sufrido; de forma tal, que de las múltiples condiciones sine qua non
que concurren en ese accidente (el auto con su inercia, los vehículos estacionados que guarecían a la víctima, la
propia conducta intencional de la víctima), decide atribuir la responsabilidad a la propia víctima y dejarla sin
compensación. Lo que hay son, pues, juicios de valor y no causalidad o "interrupción" de ella. Y lo mismo
ocurre con otros conceptos como el caso fortuito o la fuerza mayor; piénsese sino en todos los debates que hay
tanto en la doctrina nacional como en la comparada en torno a qué debe entenderse por uno y por otro, así como
cuál de ellos exonera o no de responsabilidad. (79)
"Causalmente" hablando, todos estos debates constituyen un contrasentido ya que lo único que cabe analizar
es si algo actúa o no como condición material para el suceso, pero nada más que eso. Por eso, y si nos ponemos
a discutir cuando voy a "considerar" que algo interrumpe o no la causalidad, entramos una vez más en el terreno
de los juicios de valor, de lo que se considera razonable excluir o no, y por lo tanto, en el de la imputación. Y si
bien ésta toma como base la idea de que existe un nexo físico previo, todo terminará dependiendo de lo que
cada sociedad considere justo o razonable de acuerdo con sus necesidades del momento (80); pudiendo tratarse
de soluciones basadas en valoraciones morales o aun en análisis de eficiencia inspirados en el llamado análisis
económico del Derecho. (81) Una prueba de esto puede verse con el caso ya mencionado de la persona con
"huesos de cristal": en los países de Derecho codificado suele considerarse que no se trata de un daño reparable
por trascender lo que era "normalmente previsible". Sin embargo, en el Common Law tales casos son reparados
por aplicación de la "eggshell skull rule" o "thin skull rule" (algo así como la "regla del cráneo cáscara de
huevo" o "regla de la calavera delgada"); en razón de la cual, se hace responder por daños aun cuando la víctima
sufra alguna condición inusual que la vuelve particularmente frágil y que el agente no tenía la posibilidad de
conocer por entenderse que "debe tomar a la víctima como la encuentra". (82) De allí, que una de las mejores
doctrinarias del Common Law, Jane STAPLETON, nos diga que términos como el de "interrupción de
causalidad" no son más que "vagas metáforas". (83)
Desde un enfoque tradicional suelen sostenerse cosas como que "la relación causal pertenece al plano
factual y se establece mediante un juicio de ser que describe la conducta, mientras que la culpabilidad pertenece
al plano del deber ser y se establece como un juicio de valor que aprecia la conducta". (84) No obstante, acaba de
verse que muchas cuestiones en materia de "causalidad" no son más que juicios de valor con ropajes de "ciencia
exacta"; de allí, que el rol de ésta en tanto elemento de la responsabilidad civil se vuelva bastante más acotado.
En efecto, si la causalidad es, como se sostiene reiteradamente, "el nexo necesario que debe existir entre el
hecho daño y el daño inferido"(85), el "enlace material o físico entre un hecho antecedente y un resultado
consecuente" (86) , el "vínculo externo que permite atribuir un resultado a un hecho que es su origen" o el
"vínculo externo entre el daño y el hecho de la persona o cosa" (87); entonces, sólo puede hablarse de ella a la
hora de verificar si el sujeto en cuestión, o determinada cosa que dependía de éste, constituía una "conditio sine
qua non" del daño. (88) Pasado éste primer análisis, se supera el ámbito de la causalidad y los debates se
trasladan al campo de la imputación y a los criterios valorativos que vayan a aplicarse.

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De hecho, el error de las mal llamadas "teorías de la causalidad" pasa, primero, por no aceptar su carácter de
"imputativas" y, en segundo lugar, por pretender resolver todos los diversos casos que han de plantearse de una
única vez y a través de un sólo criterio; algo, que en algunos casos conducirá resultados adecuados y en otros no
tanto y que ha llevado a la necesidad de acudir a otros criterios correctores de la imputación que se presentarán,
no obstante, como pretendidas "fracturas causales".
IV. LA IMPUTACIÓN OBJETIVA
A) Los criterios de imputación
De todo lo antedicho, surge que una mínima corrección metodológica nos tiene que llevar a distinguir dos
ámbitos que ciertamente no pueden ser considerados como un único "elemento" o "presupuesto" de la
responsabilidad civil: en primer lugar, la cuestión de si existe relación causa-efecto entre el demandado y el
daño conforme a nociones científicas u objetivas que expliquen las consecuencias físicas (89); conocida como
"causalidad material", "causalidad fáctica" o, sin más, "causalidad" a secas. Sólo entonces, y verificado al
menos un vínculo sine qua non, aparecerá la segunda cuestión, completamente diferente de la primera, que se
refiere a verificar si resulta razonable considerar al demandado como el antecedente que desencadenó el daño
(90) y que, según la doctrina que tomemos, es conocido como "causalidad jurídica" o, aun con mayor propiedad,
como "imputación objetiva". Ahora bien, ¿qué parámetros usaremos para concretar los análisis que hacen a esta
segunda etapa? ¿Una sola teoría "salvadora", como se aspira que sea la "causa próxima" o la "causalidad
adecuada", o varios criterios en simultáneo?
Un intento por resolver esto en forma metódica aparece hace unos veinte años en la doctrina española y
aspira a volcar al plano de la responsabilidad civil los desarrollos de la reciente dogmática penal alemana. (91)
Este enfoque, llamado precisamente "imputación objetiva", admite que la mera causación es insuficiente para
atribuir responsabilidad a otro ya que, si en cualquier contacto social las personas tuvieran que considerar todas
las consecuencias posibles desde el punto de vista cognitivo, la vida social quedaría paralizada y podría llegarse
al absurdo de que, por ejemplo, hasta un deudor tuviera que tener en cuenta a la hora de pagar su obligación que
el acreedor no planee realizar un ilícito con el dinero recibido. (92) La conditio sine qua non no es más que un
test inicial para vincular la conducta de alguien con determinado resultado, pero luego se acude no ya a una
única teoría, sino a diversos criterios correctivos que, siguiéndose las enseñanzas de Claus ROXIN y, en
particular, de Günther JAKOBS, serían los que pasamos a tratar a continuación:
— Riesgo general de vida (Allgemeine Lebensrisiko/general life risks): A nadie se le puede imputar el daño
derivado de un riesgo que es cotidiano y propio del normal desenvolvimiento de la vida en sociedad. (93) El
hecho mismo de vivir implica que estemos sometidos a riesgos por los que muchas veces no deberá responder
nadie; tal es el caso de la persona que sufre un ataque epiléptico, pierde la consciencia y cae en una charca
donde muere ahogado, que no hará responsable al propietario del terreno donde está esa charca. (94) Por otro
lado, quien tropieza con una manguera en las proximidades de un jardín tampoco puede pretender
responsabilizar a los trabajadores que la empleaban. (95) A su vez, si el curso causal que lleva al daño ha sido
puesto en marcha por un autor mediato, pero luego han intervenido acciones de terceros que constituyen modos
de actualizar el riesgo habitualmente ligado a la existencia natural del dañado, no corresponde imputar los daños
al autor inmediato. (96) Un ejemplo de esto sería el ya mencionado al comienzo del herido leve que muere luego
en un accidente camino al hospital o en el propio hospital a raíz de una infección, un incendio o una mala
praxis. El autor del disparo inicial que hiere levemente a otro no es más que un autor mediato respecto del daño
mayor, la muerte, que resulta de la acción de terceros que han provocado un incremento de riesgo. (97)
— Prohibición de regreso (Regreßverbot): No se puede retroceder o "volver" en el proceso causal hasta
imputar a quien lo puso en marcha, aun cuando sea conditio sine qua non del daño, si en su producción también
interviene la conducta dolosa o gravemente imprudente de un tercero; aunque, esto, siempre que la intervención
del tercero no se haya visto favorecida por la conducta del sujeto hasta el que se impide el regreso. (98) Un
ejemplo de esto es el conductor que, por olvido, deja puestas las llaves en su auto y que no responde si un ladrón
lo roba y termina atropellando a alguien. (99) La conducta dolosa o imprudente también puede provenir de la
víctima; tal como ocurre en el caso de quien ingresa a una finca ajena y vallada para apropiarse de tuberías de
cobre y termina perdiendo las manos al recibir una descarga eléctrica. (100) El criterio, sin embargo, no se aplica
cuando la conducta del tercero se ha visto decisivamente favorecida por el autor mediato, ni cuando el autor
mediato cumpliera una función de garante e infringiera una norma cuya finalidad consista en prevenir o evitar la
indefensión del tercero; tal como ocurre en el caso del custodio que, al ausentarse en violación de sus deberes de
vigilancia, permitió el robo por un tercero. (101)
— Provocación (Herausforderung/provocation): Los daños que alguien haya causado o sufrido en razón del
intento de salvar la vida, integridad física o bienes propios o ajenos son imputados a quien culpablemente creó
la situación de peligro cierto sobre los bienes mencionados. (102) Este criterio ha sido desarrollado para dar
solución a dos tipos de casos. En primer lugar, aquellos donde una persona resulta lesionada o lesiona a un
tercero a raíz de la persecución de un delincuente o dañante que huía del lugar de los hechos. Aquí, la
"provocación" lleva a atribuir los daños a quien escapaba, pero, esto, en tanto pueda considerarse que la
persecución ha sido "provocada" por él; lo que se evaluará apreciando la condición del perseguidor (Ej.: la

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policía debe asumir mayores riesgos que los particulares) y haciendo un análisis ex ante de los riesgos
previsibles de la persecución frente a la importancia de llevarla a cabo en ese momento, así como de sus
probabilidades de éxito. (103) El segundo supuesto que se quiere abarcar es el de aquel que resulta dañado o le
causa daños a otro por intentar salvar la vida, integridad física o bienes propios o ajenos en una situación de
peligro cierto creada culpablemente por alguien que, por haber llevado a esa situación, será imputado en tanto
responsable y con independencia de que el salvamento tenga o no éxito; a no ser que éste resulte altamente
irrazonable por existir una gran desproporción entre el riesgo asumido y el valor del bien en peligro respecto de
la probabilidad de salvarlo. Así, al culpable de un accidente de circulación donde resulta incendiado un vehículo
que en cualquier momento puede explotar se le imputará la muerte de quien fallezca en la deflagración al
intentar salvar a un niño atrapado adentro, pero no la de quien intentaba salvar unas valijas. De hecho, y el caso
de daños a terceros, el agente que lleva adelante un salvamento irrazonable puede llegar responder junto con el
creador culpable del peligro. (104)
— Principio de confianza (Vertrauensgrundsatz/bilateral care): En la vida social, las personas entran en
contacto e interactúan las unas con las otras sobre la base de que cada sujeto ajustará su conducta de
conformidad con su respectivo rol. Nadie puede controlar en forma permanente a los demás y, lo contrario,
haría imposible la división del trabajo y la vida en una sociedad organizada. (105) Al fin y al cabo, aquel que
tiene que controlar permanentemente lo que hacen los demás, ni siquiera puede terminar cumpliendo bien con
sus propias tareas y, al mismo tiempo, los demás sujetos también son responsables y, como tales, tienen que
hacerse cargo de sus roles en la sociedad. (106) Así, si un médico indica una fórmula magistral correcta cuya
composición luego es adulterada por el farmacéutico llevando a la muerte del paciente, el médico no puede ser
imputado, dado que su rol era ser médico y debía confiar en que el otro profesional concretaría el preparado en
forma adecuada y, todo esto, por más que, desde una perspectiva sine qua non, el óbito no se habría producido si
el médico no hubiera recetado el tratamiento. Y al mismo tiempo, y salvo que hubiera un error grosero cuyo
descubrimiento entrara bajo sus funciones cumpliendo un rol de garante, el farmacéutico también tiene que
confiar en que la fórmula que le ha sido encomendada es la adecuada para la sintomatología del paciente; de
manera que, si el medicamento correctamente preparado lleva a la muerte, el hecho será imputable al médico
cuyo comportamiento el farmacéutico no tenía por qué controlar. Otro ejemplo cotidiano de aplicación de este
principio es el del conductor de un auto que cruza con luz verde y que no será responsable si embiste a otro que
cruzaba la misma intersección violando la luz roja. (107) Cada sujeto se ocupa, pues, de controlar su propio rol
en la sociedad; ello, claro está, salvo que el mismo implique supervisar la conducta de otros como ocurre, por
ejemplo, en las relaciones entre padre e hijos. Ya se ha señalado que el principio de confianza va destinado a
hacer posible la división de trabajo. Por eso, cuando esta división pierde su razón de ser en el sentido de que un
sujeto puede percibir que el otro no cumplirá con su rol (Ej. Quien se encuentra en estado de ebriedad o quien es
evidente que está inmerso en un estado de error), esta regla no podrá aplicarse. (108)
— Ámbito de protección de la norma (Schutzbereich der Norm/breach of statutary duties): La infracción de
una norma que no tiene por finalidad proteger el bien jurídico lesionado no puede hacerse valer para imputar el
resultado dañoso al agente. (109) Al respecto, la doctrina española suele mencionar un caso real: el de unos
obreros que se encontraban trabajando un Domingo en transgresión a la normativa vigente en materia de
descanso y en el que varios de ellos resultaron muertos a raíz de la explosión de un polvorín cercano y donde no
habría imputación sobre la base de que las normas que imponen el descanso dominical no tienen la finalidad de
preservar la vida o la integridad física de los trabajadores. (110) De igual forma, quien sale a manejar sin la
cobertura obligatoria de seguro no tiene por qué ser considerado responsable si, aun habiendo participado en un
accidente, no contribuyó al mismo con su conducta.
— Incremento del riesgo (Risikoerhöhung): No es posible imputar un daño cuando el demandado no ha
incrementado el riesgo de su producción. (111) Por lo general, se entiende que no hay incremento de riesgo
cuando la alternativa diligente de actuación llevada a cabo por el dañante tampoco habría impedido la
producción del daño con una probabilidad rayana en la certeza. (112) Esto puede verse en el ya mentado caso del
suicida que se arroja ante un auto en movimiento: siempre es posible conducir más despacio y, en consecuencia,
reducir el riesgo de atropello, pero cuando alguien se arroja de improviso buscando su propia muerte no hay
disminución de velocidad que valga para reducir las posibilidades del accidente. (113) También suele
mencionarse el caso del ómnibus que circula a una velocidad superior a la permitida en un día de tormenta y
donde un rayo le hace caer un árbol encima dañando a los pasajeros. El uso del criterio lleva a considerar que la
velocidad excesiva no es causa del accidente ya que era imposible establecer ex ante que la mayor velocidad
incrementaba o reducía la probabilidad de que se produzca el resultado dañoso; al punto, que hasta podría
sostenerse que, de haber manejado el conductor aun más rápido, el daño no se habría producido. (114)
— Supuestos de competencia de la víctima: si en la configuración de un contacto social, el control de la
situación le corresponde a la víctima, es a ella a quien deben imputarse las consecuencias lesivas y no al
comportamiento del autor inmediato. Así, por ejemplo, si en un ascensor existe el aviso de una capacidad
máxima de cuatro personas y, sin embargo, las tres primeras dejan subir a otras tres es competencia de todos
ellos controlar la situación; salvo que existieran circunstancias especiales del propietario del elevador. (115)
Quien, sin necesidad, le pide a una persona evidentemente alcoholizada un acto de cierta complejidad como, por

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ejemplo, que maneje durante un trayecto un automóvil, no puede luego pretender ser la víctima sin más de los
daños sufridos. (116)
— Consentimiento de la víctima y asunción del propio riesgo: No es imputable al agente el resultado dañoso
cuando el bien jurídico lesionado es disponible y la víctima prestó su consentimiento y tampoco cuando,
tratándose de bienes indisponibles, la víctima asumió el riesgo que corría. (117) JAKOBS, por ejemplo, nos dirá
que el boxeador que participa en un combate no tiene derecho a no resultar lesionado. (118) Este criterio suele
emplearse para exonerar de responsabilidad al demandado cuando el demandante participó voluntariamente en
alguna actividad deportiva, realizó una actividad peligrosa a sabiendas del riesgo involucrado o invadió una
finca ajena sin consentimiento del titular. (119) Un ejemplo que suele dar la doctrina española al respecto es el
del joven que, mientras trabajaba, decidió bañarse en una represa cercana pese a que no sabía nadar y termina
ahogado, donde se rechazó la demanda contra el empleador. (120) En el ámbito de los deportes, se citan casos
como el de la esquiadora que murió al chocar contra una casilla que contenía un transformador eléctrico o la
alumna de un curso de golf que golpeó con el palo a su instructora. (121)
— Causalidad adecuada (Adäquanztherie/foresight test): Para resolver problemas que no encuentran
solución en los criterios anteriores, se propone acudir a la causalidad adecuada como criterio residual y ya no
exclusivo. La "versión" a aplicar sería la de TRAEGER y así se excluiría la imputación de determinado daño a
la conducta del autor cuando la producción de ese evento hubiera sido descartada como extraordinariamente
improbable por un observador experimentado, que también contara con los especiales conocimientos del autor y
que hubiese enjuiciado la cuestión al momento en que éste se dispuso a realizar la conducta que llevó al
resultado lesivo de cuya imputación se trata. (122)
B) Una valoración
1. Llamando a las cosas por su nombre
Si bien la imputación objetiva se ha desarrollado principalmente en el ámbito del Derecho penal,
ciertamente sería un error relacionar sin más lo ocurrido allí con lo que acaba de exponerse en materia civil. En
el ámbito penal la "imputación objetiva" ha sido y es muy cuestionada; entre otras cosas, porque hay diferencias
notables entre lo que proponen HONIG, ROXIN y JAKOBS y, esto, sin contar que en el ámbito penal también
encontramos los delitos de mero peligro o la punición de la tentativa, que plantean diversos desafíos. (123) La
responsabilidad civil, en cambio, siempre tratará de vincular a alguien con un resultado dañoso y, por eso,
podríamos describir el sistema propuesto por la doctrina española como una suerte de operación de sustracción
o de resta. En efecto, una vez verificados los antecedentes de determinado daño en tanto condiciones "sine qua
non", lo que se propone es ir "despejando" el panorama de causalidad material por la vía de descartar
condiciones a través de los criterios "correctivos" que se han descripto. El resultado final de esto no será otro
que el contar con un remanente de condiciones que habrán quedado una vez pasado este "peine" inicial y a las
que, ahora sí, se las podrá relacionar con el daño. No en vano, se ha señalado que los llamados "criterios de
imputación objetiva" son, en realidad, "criterios de exclusión de la imputación". (124)
YZQUIERDO TOLSADA resume bien el panorama cuando nos dice que "el problema de si existe o no
relación de causalidad entre la conducta humana y el resultado dañoso no es un problema jurídico. El legislador
no es ni puede ser quien decida algo que, como las relaciones entre los efectos y sus causas, sucede siempre
extramuros de cualquier apreciación de tipo jurídico. A lo más que puede llegar la intervención del jurista es a
seleccionar de entre las diferentes concausas aquella o aquellas que, desde el punto de vista jurídico, debe
interesar para fundamentar el juicio de responsabilidad, y a determinar cuántas de las consecuencias que
causalmente se encuentran unidas a la acción del hombre pueden ser puestas a su cargo a través de la obligación
de resarcimiento. Pero esto ya es un problema de oportunidad legislativa o de justicia; en todo caso, de
atribución o imputación objetiva, y como tal, un problema al que el concepto de causa es totalmente ajeno". (125)
O lo que es igual: hablar de "causalidad jurídica" resulta un contrasentido. La única causalidad es la física y,
ciertamente, cuando el Derecho se pone a hacer juicios de valor para determinar cuál de todas las condiciones
sine qua non considerará relevantes no está "creando causalidad", sino, simplemente, "opinando" sobre esas
relaciones físicas que previamente le habrán sido reveladas por las llamadas "ciencias duras". De allí, que
Helmut KOZIOL, uno de los más importantes especialistas en responsabilidad civil que Europa tiene en la
actualidad, señale que "es preferible hablar de causalidad sólo cuando la conditio sine qua non o test "si no fuera
por" estén involucrados" y de "limitación de la imputación" o de "límites de la responsabilidad" cuando la
cuestión sea la limitación de la responsabilidad por daños en base a juicios de valor". (126) Y aquí tampoco está
de más recordar las palabras de WITTGENSTEIN en su "Tractatus logico-philosophicus", en el sentido de que
"En el lenguaje cotidiano ocurre con frecuencia que la misma palabra tenga dos sentidos —y por lo tanto le
correspondan dos símbolos diferentes— o que dos palabras, con significados distintos, sean utilizadas
aparentemente de la misma manera dentro de la preposición (...). Para evitar esos errores, debemos emplear un
simbolismo que los excluya, no acudiendo al mismo signo para diferentes símbolos ni utilizando signos que
signifiquen diferentes cosas". (127)
La "imputación objetiva" nos invita a desprendernos de la terminología de "causalidad jurídica" porque, en
probidad, el Derecho no crea causalidad de ninguna clase, sino que, a lo sumo, "imputa" en base a esa

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causalidad física que le viene dada de "afuera". Por eso, aludir a una "causalidad", o aun a una "causalidad
jurídica", cuando, en realidad, nos encontramos en el terreno de los juicios de valor implica caer en un profundo
error. Un error que trasciende la corrección académica y se torna grave cuando, por ejemplo, se condena a
alguien sobre la base de una "responsabilidad objetiva que prescinde de la culpa" aun en aquellos casos donde ni
siquiera se cumple un análisis "sine qua non". (128) Hay, pues, mucho de "opinología" detrás de la causalidad
que manejan los jueces y, sin embargo, no son pocos los que se escudan detrás de la idea de que ellos no hacen
más que sujetarse a las leyes de la física. (129)
2. Posibles objeciones
Una de las críticas que se han hecho contra la "imputación objetiva" es que, en realidad, no se trataría de una
única teoría, sino de una amalgama de ellas. Coincidimos, pero consideramos que está lejos de constituir una
objeción: es obvio que no estamos frente a una teoría, sino, más bien, ante un enfoque realista que, luego de
blanquear los verdaderos alcances que debe tener el análisis causal, procura sistematizar los diversos criterios
valorativos a los que, en la práctica y de manera dispersa, acuden los jueces a la hora de disponer si hay o no
"causalidad" o si ésta se ha visto "interrumpida" o no. Aquí, es posible que alguien alegue que algunos de los
criterios que se han reseñado son redundantes y así, por ejemplo, se podría decir que el "principio de confianza"
se superpone con el "riesgo permitido" y con el de "prohibición de regreso". (130) Esto es cierto, pero se debe,
precisamente, a lo que ya señalamos en el sentido de que los autores que participan de este enfoque, más que
crear sus propios criterios correctores, han tratado de revelar cuáles son las verdaderas fundamentaciones a las
que acudirá un juez razonable a la hora de hablar de causalidad. No en vano, PANTALEÓN PRIETO, quizás el
mayor impulsor de esta manera de ver las cosas, admitirá que los criterios de imputación objetiva no constituyen
dogmas absolutos y hasta que resultan contradictorios entre sí. (131) Ahora bien, no consideramos que esta
posible redundancia de criterios sea una falencia ya que, en última instancia, le obliga al juez a sopesar los
mismos hechos desde determinadas perspectivas valorativas; de manera de llegar al convencimiento de que, en
efecto, corresponde imputar el suceso dañoso a determinada persona.
Otra crítica que podría hacerse es que el enfoque no tiene nada de novedoso ya que, en la práctica y más allá
del cambio de nomenclatura, lleva a resultados similares a los que se obtienen al combinar a la causalidad
adecuada con conceptos como el de caso fortuito y fuerza mayor. Es probable que esto sea así, pero la
imputación objetiva procura determinar las razones específicas por las cuales se le atribuye algo a alguien; esto,
en contraste con términos "paraguas" como "culpa de la víctima" que, en su generalidad, ocultan los verdaderos
motivos que llevaron al juez a excluir tal o cual conducta. En la "imputación objetiva", por el contrario, se
desmenuzan estos criterios valorativos y se "blanquea" en forma concreta cuál es el juicio de valor que se está
aplicando; con lo cual, también se hace evidente cualquier apartamiento de los jueces respecto de tales criterios.
Por otra parte, tampoco hay que subestimar una cuestión para nada menor: que tradicionalmente todo lo
vinculado con la causalidad es considerada una cuestión de hecho y, como tal, no susceptible de revisión
ulterior. (132) Sin embargo, y al quedar reducido lo causal sólo al análisis "sine qua non", varias cuestiones que
la doctrina tradicional relaciona con la "causalidad" como la determinación de "fuerza mayor" o de "hechos de
terceros" pasan a ser reconocidas como lo que son: cuestiones "de Derecho" y, como tales, susceptibles de ser
reevaluadas por instancia superior. O lo que es lo mismo: la causalidad "sine qua non" constituye una mera
"questio facti", sujeta a prueba, pero todo lo demás es una "questio iuris" que, al implicar un juicio
jurídico-valorativo, resulta susceptible de ser revisada en Casación. (133)
Llegamos ahora a la última crítica que puede plantearse en contra de la "imputación objetiva": que la misma
está confundiendo todos los presupuestos de la responsabilidad civil ya que los "criterios correctivos"
constituyen una amalgama de causas de exoneración y justificación; todo ello, a la vez que, más que de
"imputación objetiva", cabría hablar de "imputación subjetiva" ya que la culpa aparece por todas partes sin tener
en cuenta los supuestos donde la responsabilidad civil se da por atribución objetiva. (134) ¿Es esto así? La
respuesta es compleja y ameritaría un análisis que supera por completo el ámbito de este trabajo, pero podemos
mencionar un par de cosas que cuando menos ponen en duda la visión clásica. Tomemos, por ejemplo, el tema
de la llamada "cocausación", que la doctrina clásica considera como netamente objetiva y basémonos en un caso
hipotético que aporta JAKOBS (135): un taxista lleva a un asesino a sueldo al destino donde deberá ejecutar a su
víctima y le cobra por el viaje. Si el taxista no tiene idea de lo que hará su pasajero, nadie lo considerará
responsable de nada. Ahora bien, si era consciente de lo que hacía y, pudiendo optar, decide llevar al asesino y
cobrar por ello, el taxista será coparticipe en el plano penal y, en el civil, se dirá que es cocausante. (136) Sin
embargo, y llegados a este punto, la supuesta cocausación no responde a ninguna causalidad científica, sino que
simplemente se construye a partir de cuestiones valorativas y, de hecho, su fundamento será la presencia de un
factor de imputación subjetivo (el dolo). (137) Pasemos ahora a uno de los casos de responsabilidad objetiva
moderna: productos defectuosos. La misma parte del hecho de que la causalidad no debe calcularse desde el
producto sin más, sino desde la noción de "defecto"; a partir de la cual, ahora sí, todo el análisis a efectos de
atribuir la responsabilidad será objetivo. Pues bien, toda la doctrina europea y norteamericana que hoy día trata
la cuestión (en definitiva, los creadores de este sistema) saben que esto no es tan así; algo que puede verse en los
llamados "defectos de información". Aquí, una primera aproximación, superficial, puede llevarnos a insistir con
la idea de que, cuando se detecte un "defecto de información", habrá una responsabilidad que sigue siendo

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objetiva; sin embargo, la cuestión en un tanto más compleja: la "información" de un bien, que comprende los
signos que se empleen en el empaquetado o aun en el propio producto, las instrucciones de uso y advertencias,
se considerará "adecuada" cuando ofrezca datos sobre peligros conocidos de acuerdo con la tecnología
disponible y el conocimiento existente, pero, a la vez, cuando se la juzgue apta para alterar el comportamiento
de una persona promedio, que de esa manera podrá minimizar riesgos. Por eso, para dar con un defecto de
información, habrá que evaluar la manera en que la misma fue suministrada, la naturaleza del peligro respecto
del cual se pretende advertir, las circunstancias de empleo del producto y los posibles usuarios a los que va
dirigida. (138) Habrá que evaluar, en definitiva, si las advertencias eran "razonables", pero, esto, no lleva
inadvertidamente al mundo de la culpa y no al de la responsabilidad objetiva. O lo que es lo mismo: afirmar que
un producto adolece de un defecto de información es lo mismo que afirmar la culpa del fabricante. (139)
Tenemos entonces responsabilidades objetivas cuyo fundamento es la culpa, "cocausaciones" que dependen
de la intención de los sujetos intervinientes, teorías de la causalidad basadas en "lo que era razonablemente
previsible" y, todo esto, sin contar el tema de la omisión, que de inmediato pasaremos a analizar, donde ni
siquiera hay causalidad, sino una negligencia calificada a partir de la violación de deberes preexistentes. A la luz
de todo esto, lo cierto es que cabe plantearse si la teoría canónica de la responsabilidad civil, con sus
presupuestos de ilicitud, causalidad, daño e imputación en tanto compartimientos estancos e impolutos, es todo
lo metódica que se dice que es o si, por el contrario, se trata de un artificio intelectual en el que se insiste por
mera comodidad o acostumbramiento. (140) No en vano, MONTÉS PANADÉS expresa asertivamente que "la
secuencia [evento dañoso-responsabilidad-obligación de resarcir] se presenta como una verdadera aporía; puesto
que el juicio de responsabilidad es, al mismo tiempo, condición de la relevancia jurídica del evento dañoso y
presupuesto para su conexión con un determinado sujeto responsable, o sea que podemos decir que un sujeto ha
causado un daño sólo después de haber decidido que es responsable". (141)
V. OMISIÓN
A) ¿Hay causalidad?
Hasta aquí, hemos visto que la responsabilidad civil no repara el daño sin más, sino el daño causado y, de
allí, precisamente, todos los debates en torno a causalidad. También se ha destacado que, con excepción de la
equivalencia de las prestaciones, que aparece como una tentativa de describir el fenómeno causal, todos los
debates en torno a la llamada "causalidad jurídica" no son más que disquisiciones en torno a la imputación o, lo
que es lo mismo, en torno a cuando se considera justo o razonable calificar a un determinado sujeto o grupo de
sujetos, que previamente habrán superado el test sine qua non, como causantes de un daño. En este orden de
cosas, el enfoque que se ha dado en llamar "imputación objetiva" aporta un método para diferenciar, por un
lado, las condiciones materiales que explican la producción del daño y que son causas del mismo y, por otro, los
diferentes criterios que permiten justificar una selección entre los diversos factores que actuaron como
condiciones. (142)
Pues bien, todas estas ideas se subvierten en buena medida cuando se trata analizar a la omisión, dado que
aquí la causalidad desaparece y todo se vuelve imputación. ¿Pero acaso la doctrina y el Derecho comparado no
nos dan ejemplos de sobra donde se alude al que "cause un daño por acción u omisión"? Claro que sí, pero se
trata de un uso impropio del lenguaje donde, una vez más, podríamos traer a colación la cita de
WITTGENSTEIN. Como se ha visto, la responsabilidad civil nace en el siglo XVII y durante al menos un siglo
nadie se preocupó particularmente por desarrollar con propiedad la cuestión de la causalidad y, mucho menos, el
de la omisión. Todo se limitaba a pregonar la idea determinista de que "aquel que causa un daño deberá
repararlo", pero lo cierto es que en la omisión nadie "causa" nada. (143) ¿Cómo es esto? Antes de empezar, debe
aclararse que, al hablar de omisión, la doctrina distingue tradicionalmente dos variantes: la acción por omisión y
la omisión pura. En la primera, el sujeto actúa y pone en marcha un proceso físico que podría evitar si actuara,
pero no lo hace. Así, el ejemplo de la persona que viene manejando su auto (proceso causal originado por ella
misma), pero que se distrae (omite negligentemente adoptar todos los cuidados que la situación generada
requería) y termina atropellando a alguien. En la omisión pura, por el contrario, el sujeto no hace nada, pero
tampoco ha puesto en marcha algún proceso causal o acción previa. Estamos aquí frente a la inacción absoluta y
un caso podría ser el del bañero en una playa que observa como una persona sufre un calambre en el mar que le
imposibilita valerse por sí misma y termina ahogándose, sin que él haga algo. El bañero no sólo no hace nada,
sino que, causalmente hablando, quienes actúan son en realidad el mar, la propia víctima que se introduce en él
y, si se quiere, el proceso biológico que lleva al espasmo involuntario del músculo de la pierna. Por eso, cuando
se alude a la cuestión de la causalidad y de la omisión, el tema no pasa por la "acción por omisión", u "omisión
impropia", donde, en definitiva, hay tanto acción como causalidad. Al contrario, lo que se trata de analizar es la
omisión pura, o "propia", donde, ahora sí, aparece la dificultad de determinar si alguien puede ser responsable
por no haber hecho nada. O lo que es lo mismo: por el hecho de permanecer quieto frente a la producción de un
daño derivado de un proceso causal en el cual no ha intervenido activamente. (144) Aquí, por más que la doctrina
y cierta legislación aludan a un "acto omisivo" o a "causar un daño por acción u omisión", lo cierto es que tal
terminología no es más una convención que, sin embargo, encierra una contradicción lógica.
¿Pero acaso no hay responsabilidad por omisión? Claro que sí. De hecho, la omisión quizás representa la
mayor área de influencia de la culpa, que es la "negligencia". Otra cuestión, claro está, será que en esos casos de

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responsabilidad por omisión exista causalidad, que es lo que aquí está en debate. Y la respuesta debe ser
negativa ya que, al no haber proceso físico alguno por parte de la persona que omite, la idea de una "causalidad"
habrá que construirla artificialmente combinando ilicitud con imputación subjetiva (145), pero nunca podrá
afirmarse que se trata de una realidad física. Así, en el caso del bañero primero habrá que determinar si éste
tenía un deber de actuar para salvar a la persona que se estaba ahogando y, luego, comprobar si tal deber fue
incumplido. Sólo entonces, en segundo lugar y a partir de la culpa derivada de ese incumplimiento, corresponde
analizar si, de haberse cumplido tal obligación, el daño podría haberse evitado. La mera culpa no basta ya que
siempre podría discutirse si el daño no habría ocurrido de todas formas (146); tal como sucedería si, por ejemplo,
la persona fallece en el mar por haber sufrido un infarto fulminante o porque el oleaje no permitía el
salvamento. De esta forma, la responsabilidad sólo existirá para el caso en que pueda inferirse que existan
buenas chances de salvar a la víctima. (147) De comprobarse esto, y de manera completamente valorativa, sólo
entonces se considerará que el bañero es responsable por el ahogamiento; aunque, ciertamente, no por el hecho
de que él haya "ahogado" a la víctima o, siquiera, obligado a que alguien se metiera en el agua.
B) Condiciones negativas e imputación objetiva
A lo que acabamos de decir quizás alguien podría objetarle que el test por excelencia de causalidad es el de
la conditio sine qua non y que, al considerar tanto condiciones "positivas" como "negativas", comprende a la
omisión. Por ese camino parece ir PREVOT cuando nos dice que "no hay dudas, que la causalidad omisiva, no
obstante su dote de hipotética, mental o lógica se encuadra perfectamente bajo las premisas que alguna vez
acuñaran John Stuart MILL, Julius GLASER y Maximilian VON BURI (...), deviniendo consecuentemente
equivalentes para tales efectos tanto las condiciones positivas como las negativas (...). Al Derecho no le
importan las relaciones causales en el sentido de la mecánica, sino, únicamente, si la acción que le era posible al
omitente hubiera impedido el resultado". (148)
Y sin embargo, ¿cuando una condición será valorada como "negativa"? En el caso de las omisiones puras,
únicamente cuando se considere que había un deber previo de actuar; es decir, que en la omisión primero está la
imputación a título de culpa y, sólo entonces, su valoración "física" como condición "negativa" y, esto, a través
de un juicio causal hipotético. Y de hecho, ¿por qué hablar de un "juicio causal hipotético"? Porque aquí no se
trata de seleccionar un antecedente activo que originó causalidad física, sino de imaginar, dada una condición
previamente "valorada", si la misma podría haber llegado en forma imaginaria a poner fin a un proceso causal
que realmente sí existía. Ahora bien, ¿es esto causalidad? Entendemos que no y hasta nos atreveríamos a
afirmar que lo que aquí está ocurriendo es que se emplea el término "causalidad" para cualquier otro uso, menos
aquel para el cual nació.
Un ejemplo del uso arbitrario de las palabras, puede verse con el italiano ALTAVILLA, quien, partiendo de
que hay que distinguir entre "inercia" y "omisión" expresa que "cuando de alguna especial situación social se
deriva el deber de adoptar una de esas actitudes dirigidas a interrumpir o paralizar un proceso causal, la inercia
se convierte en omisión, y al paso de que la primera nunca es causante, la segunda se presume causante";
agregando que "la omisión no es, por naturaleza, productora del resultado, pero en cuanto no se ciñe al deber de
impedirlo, se considera que lo ocasiona, con lo cual un concepto natural es reemplazado por uno normativo".
(149) Ya se ha visto, empero, que incluso la llamada "causalidad jurídica" se construye a partir de la "natural". Y
si esto es así, decir que el concepto "natural" de causalidad es reemplazado por uno normativo importa poco
menos que afirmar que en la omisión en realidad no hay causalidad, sino que ésta se ve reemplazada por un
criterio de imputación que prescinde de ella. O dicho de otra forma: sólo después de cambiar por completo el
significado de las palabras es posible decir que "hay causalidad en la omisión".
Y si no hay causalidad en la omisión, tampoco puede haber responsabilidad objetiva. ¿Cómo es esto? Pues
bien, si, como se dice, la responsabilidad civil objetiva es aquella que prescinde de la culpa y sólo se funda en
causalidad; entonces, donde no haya causalidad, no puede haber responsabilidad objetiva. No en vano, acaba de
verse que la responsabilidad por omisión se funda en el incumplimiento de ciertos deberes con relación a la
víctima, lo que nos lleva a la necesidad de analizar si el agente hizo lo que tenía que hacer y, de allí, a la culpa
por negligencia. (150)
Resumiendo: en la omisión no hay causalidad y, de nuevo, sospechamos que esta insistencia en buscar algo
donde no se da tiene que ver con otra obsesión: la de ceñirse como sea a los clásicos "elementos" o
"presupuestos" de la responsabilidad civil, en tanto requisitos perfectamente diferenciados y que sí o sí tienen
que darse en su totalidad para que proceda la responsabilidad civil. Algo que, a esta altura, parece responder
más a la necesidad de certidumbre de ciertos operadores jurídicos, que así se sienten respaldados por un
"sistema" con aspiraciones científicas, que a un verdadero desarrollo coherente y acorde con la realidad de las
cosas.
¿Y la imputación objetiva en la omisión? Hay autores españoles, e incluso algunas sentencias del Tribunal
Supremo español, que pretenden aplicar aquí criterios como el ámbito de protección de la norma o la existencia
de un rol de garante, pero en la omisión la violación de los deberes de cuidado y la culpa por negligencia se
bastan a sí mismos y, en probidad, la imputación objetiva no es necesaria. ¿Por qué? Porque, como se ha visto,
la imputación objetiva parte de la existencia de causalidad material y, sobre la base de ella, selecciona causantes

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según un patrón de relevancia representado por los criterios de imputación que se hayan fijado previamente.
(151) Y no habiendo en la omisión causalidad material, tampoco existe la necesidad de descartar cursos causales
a través de criterio alguno, cuya aplicación aquí deviene artificial ya que la supuesta violación de criterios de
imputación objetiva, no sería más que dar un rodeo frente a la verdadera explicación: la mera violación culpable
de deberes preexistentes.
VI. ALGUNAS VALORACIONES FINALES
A) Sobre la necesidad de criterios normativos de imputación
Podemos resumir las enseñanzas de la "imputación objetiva" de la siguiente manera: al menos cuando se
trata de una acción, todo empieza con la "causalidad material", que será el resultado de aplicar al caso concreto
el conocimiento existente en materia de conexiones materiales; de manera de establecer cuáles son los
antecedentes que llevaron al daño. El Derecho no crea causalidad, sino que, a lo sumo, se limita a hacer juicios
de valor a partir de lo que le revela la ciencia; de allí, que ni siquiera corresponda hablar de "causalidad
jurídica", sino, lisa y llanamente, de "imputación" y es que, una vez superado el análisis fáctico sine qua non,
todo se limita a la formulación de juicios de valor que, dentro de lo posible, deberán hacerse a través de criterios
que permitan un tratamiento sistemático de esa cuestión delicada que es el atribuir un daño a alguien.
Esto es lo que propone buena parte de la civilística española, pero ¿qué ocurre en el Derecho comparado?
¿Puede percibirse acaso una aplicación de la responsabilidad civil de la manera en que se ha venido explicando?
Así planteada, la pregunta es engañosa y, en realidad, se podrá responder que sí o que no según el cristal con
que se mire. Una primera respuesta podría ser que, en mayor o menor medida, el enfoque ha sido reivindicado
por algunos de los principales civilistas de España (PANTALEÓN PRIETO, SALVADOR CODERCH,
DÍEZ-PICAZO, DE ÁNGEL YÁGÜEZ, YZQUIERDO TOLSADA), a la vez que también pueden apreciarse
algunas sentencias en esa línea de la sala en lo civil del Tribunal Supremo de aquel país. Por lo demás, ninguna
legislación ha adoptado expresamente el enfoque español. ¿Significa esto que todo lo que hemos explicado no
es más que una excentricidad para la academia? Aquí, es precisamente donde se puede dar otra respuesta ya
que, más bien, se trata de la academia interpretando y sistematizando lo que ha venido haciendo la
jurisprudencia bajo el rótulo de "causalidad" y no al revés. Pero eso no es todo ya que tampoco hay que olvidar
que los españoles se han inspirado en los juristas germánicos, que, hoy por hoy y en contra de lo que suele
pensarse, son los que marcan en buena medida el ritmo de los proyectos de responsabilidad civil que circulan en
Europa. Por eso, y cuando las cosas no sean tratadas exactamente como lo proponen los españoles, la esencia de
lo que se ha venido explicando puede verse en varios lados. Tal es el caso de los Principios de Derecho Europeo
de Responsabilidad Civil (152), tan citados últimamente en la Argentina, donde todo empieza con la causalidad
material para, a partir de ella, pasar a criterios de imputación.
En probidad, este proyecto va aun más lejos ya que también consagra tests para corregir uno de los grandes
problemas del examen sine qua non que es el de la llamada "sobredeterminación simétrica" y que se da cuando
en la producción de un daño concurren dos o más procesos causales similares o equivalentes que culminan al
mismo tiempo y son suficientes por sí mismos. (153) Un ejemplo de libro en ese sentido es el de los dos
cazadores que disparan al mismo tiempo dañando a una persona en el ojo y donde la contribución de cada uno
de ellos hubiera bastado para causar el daño; de forma tal, que la aplicación sin más del test sine qua non
llevaría a excluirlos a cualquiera de ellos en tanto condiciones indispensable. (154) Por eso, el artículo 3:101 de
los Principios dispone una cláusula sine qua non como regla general que "Una actividad o conducta (en
adelante, actividad) es causa del daño de la víctima si, de haber faltado tal actividad, el daño no se hubiera
producido"), pero, de inmediato, aparecen dos correctivos para casos de sobredeterminación: el 3:102, relativo a
"Causas concurrentes", que dispone que"En caso de una pluralidad de actividades, si cada una de ellas hubiera
causado el daño por sí sola al mismo tiempo, se considerará que cada actividad es causa del daño de la víctima".
Y el 3:103, sobre "Causas alternativas", donde se expresa que: "1) En caso de una pluralidad de actividades, si
cada una de ellas ha sido suficiente por sí sola para causar el daño, pero es dudoso cuál de ellas efectivamente lo
ha causado, se considera que cada actividad es causa en la medida correspondiente a la probabilidad de que
pueda haber causado el daño de la víctima. 2) Si, en el caso de una pluralidad de víctimas, es dudoso que una
actividad haya causado el daño de una víctima concreta, pero es probable que no haya causado daño a todas las
víctimas, se considera que la actividad es causa del daño sufrido por todas las víctimas en proporción a la
probabilidad de que pueda haber causado el daño a una víctima concreta".
Sólo una vez resuelta la causalidad material, el Proyecto pasa a disponer criterios de imputación objetiva en
los artículos 3:104, 3:105, 3:106 y 3:21. El primero de ellos, con el título de "Causas potenciales", expresa que:
"1) Si una actividad ha acarreado un daño a la víctima de modo irreversible y definitivo, toda actividad posterior
que por sí misma hubiera causado el mismo daño debe ser ignorada. 2) No obstante, deberá tenerse en cuenta
esa actividad posterior si conlleva un daño adicional o agravado. 3) Si la primera actividad ha causado un daño
continuado y la actividad posterior también lo hubiera causado más tarde, ambas actividades deben ser
consideradas como causa del daño continuado a partir del momento en que concurran"). Por su parte, el 3:105,
bajo el rótulo "Causalidad parcial incierta", dispone que "En el caso de una pluralidad de actividades, si es
seguro que ninguna de ellas ha causado todo el daño o una parte determinable del mismo, se presume que

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aquéllas que probablemente han contribuido (mínimamente) a causarlo lo han causado a partes iguales"). A su
vez, el art. 3:106, sobre "Causas inciertas en la esfera de la víctima" prescribe que "La víctima tiene que cargar
con la pérdida sufrida en la medida correspondiente a la probabilidad de que pueda haber sido causada por una
actividad, acontecimiento o cualquier otra circunstancia perteneciente a su propia esfera". Todo esto, sin contar
que el artículo 3:201, relativo al "alcance de la responsabilidad", dispone de manera muy semejante a los
planteos de la doctrina española que, una vez establecido que algo es causa, la imputación dependerá de factores
como "la previsibilidad del daño por una persona razonable", el "alcance de los riesgos ordinarios de la vida" y
"el fin de protección de la norma que ha sido violada".
En una línea casi idéntica a la de los Principios se maneja la propuesta del grupo de trabajo del Ministerio
Federal de Justicia de Austria para reformar el sistema de responsabilidad civil —2007— (155), pero aquí no
acaban las cosas ya que el Common Law también tiene un enfoque similar a lo que hemos reseñado. El mismo
parte de una clara distinción entre "causation in fact" (causalidad de hecho) y "causation in law" (causalidad
jurídica). La primera se basa en un análisis "sine qua non"; en tanto que en la segunda se instrumentarán
infinidad de doctrinas destinadas a corregir a la primera y así ir descartando causas más remotas ("remoteness
test"), las más imprevisibles o improbables ("foresight test") y las causas cuyo riesgo típico no llegó a
materializarse ("harm-within-the risk test"). (156)
¿Qué conclusiones pueden extraerse de este breve cotejo que hemos hechos? Que, aun cuando en muchos
casos se sigue empleando la terminología "causalidad" o "causa", la tendencia parece ser distinguir muy bien lo
material de lo valorativo. Por otra parte, Europa también parece irse inclinando hacia la consagración normativa
tanto de tests de causalidad como de criterios de imputación objetiva; algo que, al fin y al cabo, aspira a lo
mismo que procuraban hacer las mal llamadas "teoría de la causalidad": someter el análisis de todas las
cuestiones vinculadas a la atribución y extensión del daño a criterios predeterminados y no al mero arbitrio
judicial.
B) La causalidad como noción flexible
Este trabajo no estaría completo, sino mencionáramos, siquiera al pasar, una cuestión que, poco a poco, va
teniendo mayor aceptación en la doctrina y jurisprudencia. Nos referimos a la progresiva flexibilización del
requisito de causalidad con vistas a ampliar la reparación de las víctimas. En defensa de esta tesitura, se aduce
que la idea de causalidad tiene serias limitaciones ya que se funda en un postulado determinista como el de la
"uniformidad de la naturaleza"; algo que hoy día, en tiempos donde se ha comprobado, por ejemplo, que la
energía se libera en saltos discontinuos e irregulares, ya no resulta del todo aceptable. Así, GOLDENBERG nos
dirá que hoy día "el riguroso mecanicismo es reemplazado por el concepto de probabilidad como medida del
azar: junto al mundo de la causalidad está también lo fortuito, la física cuántica ha combinado las ideas de
causación y azar, lo que anteriormente se consideraban leyes comprobadas ahora se reputan verdades
aproximadas, simples probabilidades, lo que conduce a un concepto flexibilizado de la causa". (157) El problema
es que, a partir de esta tesitura, nos encontramos con una colección de "artefactos", por llamarlos de alguna
manera, que no parecen ni vanguardistas, ni razonables. Nos referimos, por ejemplo, a la mal llamada
"causalidad virtual"(158), que, en realidad, importa responsabilizar por antojo y prescindiendo de toda idea de
causalidad; la "responsabilidad objetiva por cosas inertes", donde ni siquiera hay causalidad material (159), o las
llamadas "presunciones de causalidad", que de presunción no tienen nada y sí mucho de pensamiento mágico
que lleva a creer que condenar a un inocente por el daño sufrido por otro inocente implica hacer justicia. (160) El
objetivo principal de esta manera de ver las cosas pasa por querer transformar a la causalidad en un mero juicio
de probabilidad cuando no directamente en imponer condenas objetivas a destajo, so pretexto de que el
imputado siempre puede demostrar la "no causalidad" cuando, desde el punto de vista científico, esto es
imposible. (161)
¿Qué cabe decir sobre esto? Que hay una confusión de ideas: como se ha visto antes, la causalidad es un
concepto absoluto, la hay o no lo hay; de manera que no cabe su flexibilización. Otra cosa, de índole diferente,
será la prueba de esa causalidad donde, en ocasiones, será necesaria inferirla a partir de otros elementos de
análisis. No hay, pues, una flexibilización de la causa, sino una flexibilización de su prueba que, en todo caso,
tampoco puede llevar a presumirla sin más, o directamente a imponerla, como muchas veces se hace. Y es que,
a partir de toda esta confusión, no son pocos los que ven en la causalidad una arcilla maleable que los jueces
manejarán a su antojo de acuerdo con las necesidades de cada caso concreto y, todo ello, dentro de lo que, se
entiende, constituye la "moderna responsabilidad civil". Ahora bien, ¿puede algo tan viejo y básico como la
responsabilidad civil ser realmente moderna? Porque lo cierto es que estamos hablando de un sistema de
compensación fundado en justicia retributiva y pensado para una sociedad preindustrial. ¿No resulta, pues, un
tanto contradictoria esta aspiración de lograr "modernidad" por la vía de reciclar viejos modelos?
Llegados a este punto, creemos que se hace necesario clarificar una serie de cosas: en primer lugar, que, si
bien nadie puede objetar los últimos descubrimientos y desarrollos de la ciencia, cuando empezamos a hablar de
cuestiones como la llamada "teoría del caos" o el análisis de las cosas a nivel subatómico, entramos en un
mundo bastante más complejo que el de la determinación causal del mundo del Derecho que, como ya se ha
visto, es además fundamentalmente valorativo.

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Se podrá objetar aquí que, puesto que lo valorativo se analizará a partir de la conditio sine qua non o, en
definitiva, de una idea de causalidad determinista, la crítica sigue siendo válida ya que esta visión no se condice
con los últimos desarrollos científicos. Pero, de nuevo, la causalidad a la que aspira el Derecho se da en un
plano donde no se pretende resolver cuestiones tan complejas; todo ello, sin contar que el determinismo anterior
tampoco debe ser dejado de lado sin más ya que, en la práctica, ha constituido una buena base para lograr, por
ejemplo, que el hombre volara o que, incluso, llegara a la luna. (162) Otra cuestión, claro está, será que el actual
desarrollo tecnológico en áreas como, por ejemplo, la nanotecnología o la informática requieran de un salto
cualitativo mayor en lo que hace a la complejidad de los modelos de análisis, pero, de nuevo, ¿acaso todo eso
resulta de utilidad en algo tan básico como la responsabilidad civil?
El querer volcar sin más ideas de la física y matemática actuales a un plano donde priman más las opiniones
que la construcción de verdaderos modelos sistemáticos puede llevar, y en buena medida está llevando, a una
suerte de "relativismo perpetuo" donde todo dependerá de lo que piense el juzgador de turno y en el que,
poniéndose a la "víctima" como razón superior de todo, se prescinda incluso de hacer un análisis sine qua non;
convirtiendo a otras personas, supuestos "victimarios", en chivos expiatorios de un pretendido progresismo que
crea nuevas víctimas sin tan siquiera percatarse de ello. (163) Se podrá replicar que el hecho de no adoptar esta
"visión moderna" de la responsabilidad implica ser conservador, pero, más bien, nos parece lo contrario: tratar
de imponer concepciones que anulan o relativizan la idea de causalidad en un instituto legal como la
responsabilidad civil que, en esencia, parte de que aquel que "causa" un daño deberá repararlo parece tener la
misma utilidad que el tratar de instalarle un sistema de airbags y ABS a una vieja carreta destartalada.
Si realmente se quiere ser consecuente con este indeterminismo causal (que, ya se ha visto, hila tan fino que
no lo vemos aplicable a la responsabilidad civil), lo que habría que hacer es deshacerse de la responsabilidad
civil ya que se trata de un sistema cuya base esencial es, precisamente, esa causalidad determinista que ahora se
desprecia. De hecho, hay vida (y saludable) más allá de la responsabilidad civil como, por ejemplo, los sistemas
de fondos que, ya sea de manera total o en determinadas áreas específicas, existen en otras legislaciones y que
han demostrado ser mucho más eficientes y aptos para reparar daños personales que la propia responsabilidad
civil. (164)
No se puede aspirar a ser moderno o revolucionario "aggiornando" instituciones antiguas; tanto más, cuando
el maquillaje aplicado para disimular el paso de los años termina llevando a prescindir de la idea de causalidad
que, con las salvedades que ya hemos destacado en materia de omisión, constituye la piedra angular esa
institución que se llama responsabilidad civil y cuya razón de ser nunca fue la de forzar indemnizaciones a costa
de buscar inocentes que paguen.
(1) DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando, La responsabilidad extracontractual, Pontificia Universidad
Católica del Perú, Lima, 2001, pág. 305. BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, Teoría general de la responsabilidad
civil, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1989, pág. 221. ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, Resarcimiento de
daños 4, Hammurabi, Buenos Aires, 1999, pág. 248. Todo ello, sin perjuicio de lo que se dirá más adelante en
materia de omisión.
(2) Ver PIAGGIO, Aníbal, "Presencias de la culpa", LL 2005-F-1444, pág. 7 (edición electrónica).
(3) Ver TUNC, André, "Limitation on codification —a separate law of traffic accidents—", Tulane Law
Review, vol. XLIV, pág. 760.
(4) Este fundamento sólo se verá modificado en aquellos casos en que se contraten seguros y, a través de la
distribución de los daños entre la masa de miembros de una comunidad de riesgos, se pase a una lógica de
justicia distributiva.
(5) En el Código Civil argentino son varios los preceptos donde aparece la idea de causalidad. Así, el
artículo 1068, CCiv. ("Habrá daño siempre que se causare a otro algún perjuicio susceptible de apreciación
pecuniaria, o directamente en las cosas de su dominio o posesión, o indirectamente por el mal hecho a su
persona o a sus derechos o facultades"), el primer párrafo del 1109, CCiv. ("Todo el que ejecuta un hecho, que
por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está obligado a la reparación del perjuicio. Esta obligación
es regida por las mismas disposiciones relativas a los delitos del derecho civil."), el art. 1111, CCiv. ("El hecho
que no cause daño a la persona que lo sufre, sino por una falta imputable a ella, no impone responsabilidad
alguna") y el art. 1113, CCiv. en su primer párrafo ("La obligación del que ha causado un daño se extiende a los
daños que causaren los que están bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su
cuidado.") y en el segundo ("En los supuestos de daños causados con las cosas, el dueño o guardián, para
eximirse de responsabilidad, deberá demostrar que de su parte no hubo culpa; pero si el daño hubiere sido
causado por el riesgo o vicio de la cosa, sólo se eximirá total o parcialmente de responsabilidad acreditando la
culpa de la víctima o de un tercero por quien no debe responder"). El destacado es nuestro.
(6) BIBILONI, Juan A., Anteproyecto de reformas al Código Civil argentino, tomo II, Abeledo, Buenos
Aires, 1929, pág. 486.

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(7) PROSSER, William - PAGE KEETON, W. - DOBBS, Dan - OWEN, David, Prosser and Keeton on
torts, 5ft. edition, West Publishing, Minnesotta, 2004, pág. 263.
(8) ORGAZ, Alfredo, "La relación de causalidad entre el acto ilícito y el daño", en TRIGO REPRESAS,
Félix (director), Responsabilidad Civil. Doctrinas esenciales, tomo II, La Ley, Buenos Aires, 2007, pág. 932.
PEIRANO FACIO, Jorge, Responsabilidad extracontractual, La Ley, Buenos Aires, 2010, pág. 540.
(9) Ver TRIGO REPRESAS, Félix A., "La relación causal en el Proyecto de Código Civil y Comercial",
Revista Derecho Privado, nro. 3, año 1, Ediciones Infojus, págs. 98 y 99.
(10) YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, Sistema de responsabilidad civil, contractual y extracontractual,
Dykinson, Madrid, 2001, pág. 187.
(11) MOISÁ, Benjamín, "La causalidad en la responsabilidad civil", Reparación de daños y responsabilidad
civil, tomo 3, Zavalía Editor, pág. 216.
(12) DÍEZ-PICAZO, Luis, Derecho de daños, Civitas, Madrid, 2000, pág. 331. LÓPEZ MESA, Marcelo,
"Causalidad virtual, concausas, resultados desproporcionados y daños en cascada", LL 2013-D, pág. 3 (edición
electrónica).
(13) LÓPEZ HERRERA, Edgardo, Teoría general de la responsabilidad civil, LexisNexis, Buenos Aires,
2006, pág. 199. MAYO, Jorge - PREVOT, Juan Manuel, "La relación de causalidad. Como requisito autónomo
y esencial de la responsabilidad civil", LL 2010-E-945, pág. 1 (edición electrónica).
(14) ORGAZ, Alfredo, op. cit., pág. 934. ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., págs. 249 a 251.
PREVOT, Juan M., "El problema de la relación de causalidad en el derecho de la responsabilidad civil", Revista
Chilena de Derecho Privado, nro. 15, 2010, pág. 146. LÓPEZ MESA, Marcelo, op. cit., pág. 4 (edición
electrónica).
(15) PREVOT, Juan M., ibídem, pág. 149. LOPEZ MESA, Marcelo J., "El mito de la causalidad adecuada",
LL 2008-B-861, págs. 1, 2, 8 y 9 (edición electrónica). LÓPEZ MESA, Marcelo, "Causalidad virtual...", ibídem,
págs. 5 y 10 (edición electrónica).
(16) Cit. por LÓPEZ HERRERA, Edgardo, op. cit., pág. 198.
(17) GOLDENBERG, Isidoro H., La relación de causalidad en la responsabilidad civil, La Ley, Buenos
Aires, 2000, pág. 4.
(18) DE SPINOZA, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico, Editora Nacional, Madrid, 1980,
pág. 31 (axiomas III y IV).
(19) MILL, John S., A system of logic. Ratiocinative and inductive, eighth edition, Harper & Brothers, New
York, 1882, pág. 237.
(20) GOLDENBERG, Isidoro H., op. cit., pág. 16. YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., págs. 189
y 190.
(21) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 252
(22) PROSSER, William - PAGE KEETON, W. - DOBBS, Dan y OWEN, David, op. cit., pág. 266.
(23) GOLDENBERG, Isidoro H., op. cit., pág. 18.
(24) BINDING, Karl, Die Normen und ihre Ubertretung, tomo II, Leipzig, 1916, pág. 479 y ss. Cit.
YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., pág. 190.
(25) DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 335. GOLDENBERG, Isidoro H., op. cit., pág. 17.
(26) WELZEL, Hans, Derecho penal alemán. Parte general, Jurídica, Santiago, 1970, pág. 67. Cit. por
GOLDENBERG, Isidoro H., loc. cit.
(27) Conf. PEIRANO FACIO, Jorge, op. cit., pág. 557.
(28) PEIRANO FACIO, Jorge, ibídem, pág. 542. ORGAZ, Alfredo, op. cit., pág. 938. GOLDENBERG,
Isidoro H., op. cit., pág. 18. ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 253.
(29) Ver BARCIA LEHMANN, Rodrigo, "Algunas consideraciones de la relación de causalidad material y
jurídica en la responsabilidad civil médica", Cuadernos de Análisis Jurídico, VI, Universidad Diego Portales,

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2010, pág. 89.
(30) Cit. PROSSER, William, "Proximate cause in California", California Law Review, vol. 38, Issue 3,
1950, pág. 392, nota 94.
(31) PEIRANO FACIO, Jorge, op. cit. pág. 559. YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., pág. 190. La
frase en latín puede traducirse de la siguiente manera: "En Derecho se busca la causa próxima, no la remota".
(32) ORGAZ, Alfredo, op. cit., pág. 939.
(33) PIZARRO, Ramón - VALLESPINOS, Carlos G., Obligaciones, tomo III, Hammurabi, 1999, pág. 101.
(34) Ver ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 254.
(35) Loc. cit.
(36) Esta regla, llamada "contributory negligence" (ya que se partía de que ambas partes habían
"contribuido" con su negligencia, pero la determinante era la del jinete), sería corregida en la sentencia "David
vs. Mann" (1842) estableciendo la doctrina "last clear chance" ("de la última oportunidad clara") donde, en caso
de concurrencia de culpas, se atribuye el daño a aquel que hubiera tenido la última posibilidad real de actuar
para evitarlo.
(37) Conf. SAGARNA, Fernando A, "La relación de causalidad", en AMEAL, Oscar (director), Derecho
Privado, Hammurabi, Buenos Aires, 2001, pág. 1256.
(38) PEIRANO FACIO, Jorge, op. cit., pág. 569.
(39) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 255.
(40) PEIRANO FACIO, Jorge, op. cit., pág. 570.
(41) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 255.
(42) GOLDENBERG, Isidoro H., op. cit., pág. 21.
(43) SAGARNA, Fernando A, op. cit., pág. 1255.
(44) GOLDENBERG, Isidoro H., op. cit., pág. 21.
(45) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, op. cit., págs. 224 y 225.
(46) La mención aparece en los parágrafos 592 a 594 de la obra que, a continuación, intentamos traducir:
"Así como el hombre no puede conocer las causas ocultas de los fenómenos externos, tampoco puede leer las
mentes y corazones de sus semejantes. Por eso, la sociedad se ve obligada a acudir a presunciones fundadas en
el curso ordinario y conocido de las cosas y de los hombres para atribuirle a cada uno el conocimiento de las
consecuencias de un determinado acto o tentativa. Cuando un efecto determinado, según la manera común de
juzgar, no se encuentre proporcionado con una causa determinada, pero derive del concurso de combinaciones
extrañas que habitualmente no se habrían podido prever; en tal caso, lo fortuito se mezcla con lo deliberado. De
esta manera, el efecto que se derivó del acto deliberado no se puede moralmente atribuir con justicia al agente ni
como causa ocasional. Provocado con ira, arrojo un fruto contra el provocador. Para evitar el golpe, se agacha,
pero tropieza y se quiebra una pierna. ¿Puedo llegar a ser responsable de la pena infringida a quien le rompí la
pierna? Tú puedes imputarme el haber arrojado el fruto, pero no se me puede considerar responsable ni del daño
ni de la pena derivada de la fractura. ¿Y por qué esto? Porque esta fractura no puede ser juzgada como efecto
ordinario y proporcional a mi acto, sino del caso fortuito al que el mismo ha dado lugar" (ROMAGNOSI, Gian
Domenico, Genesi del diritto penale, t. 1, 6ta. edizione, Milano, 1836, págs. 264 y 265).
(47) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 255.
(48) ORGAZ, Alfredo, op. cit., pág. 941.
(49) Loc. cit. TRIGO REPRESAS, Félix A., op. cit., pág. 98.
(50) YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., pág. 191. LÓPEZ HERRERA, Edgardo, op. cit., pág.
203.
(51) El término, que ha llegado a ser calificado de "pedante", fue acuñado por VON LISZT y es muy
frecuente su uso en la doctrina. DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando, op. cit., pág. 316.
(52) GOLDENBERG, Isidoro H., op. cit., pág. 24.

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(53) YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., pág. 192.
(54) SCHREIBER, Anderson, Novos paradigmas da responsabilidade civil, Editora Atlas, San Pablo, 2009,
pág. 57.
(55) La enfermedad se llama, en realidad, "osteogénesis imperfecta", es congénita y se caracteriza por una
excesiva fragilidad en los huesos como consecuencia de la falta de producción de colágeno.
(56) KAPLOW, Louis - SHAVELL, Steven, "Economic analysis of law", february, 1999, pág. 11
(http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=150860).
(57) Ver LÓPEZ HERRERA, Edgardo, op. cit., págs. 217 y 218, nota 68. El autor sigue las ideas de
HASTIE, Reid - SCHKADE, David - PAYNE, John, "Juror judgments in civil cases: Hindsight effects on
judgements of liability for punitive damages", Law & Human Behavior, vol. 23, nro. 5, 1999.
(58) DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 336. MAYO, Jorge - PREVOT, Juan M., op. cit. pág. 2 (edición
electrónica). MAYO, Jorge - PREVOT, Juan M., "Culpa y causa adecuada: ¿las dos caras de la misma
moneda?", LL 2008-A-565.
(59) PEIRANO FACIO, Jorge, op. cit., pág. 567.
(60) PREVOT, Juan M., op. cit., págs. 163 y 164. Ver in totum, MAYO, Jorge - PREVOT, Juan M., "Culpa
y causa adecuada...", op. cit.
(61) LÓPEZ MESA, Marcelo J., "El mito...", op. cit., pág. 4 (edición electrónica).
(62) PIAGGIO, Aníbal R., "Azar y certeza en el Derecho de daños", ED 152-805. PIAGGIO, Aníbal,
"Presencias...", op. cit., pág. 3 (edición electrónica).
(63) PIAGGIO, Aníbal, "Presencias...", ibídem, pág. 5 (edición electrónica).
(64) PEIRANO FACIO, Jorge, op. cit., pág. 564.
(65) En la Argentina solamente adhiere abiertamente a esta tesitura COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén
H., Responsabilidad civil y relación de causalidad, Astrea, Buenos Aires. 1984, pág. 52. Sin embargo, buena
parte de la doctrina admite la responsabilidad del fabricante en caso de "riesgos de desarrollo"; lo que, en la
práctica, lleva a admitir una idea "omnisciente" de causalidad. Sobre los riesgos de desarrollo, Ver in totum,
PRIETO MOLINERO, Ramiro J., El riesgo de desarrollo: un supuesto paradójico de la responsabilidad por
productos, Dykinson, Madrid, 2005.
(66) PANTALEÓN PRIETO, Fernando, "Causalidad e imputación. Criterios de imputación", en Centenario
del Código Civil. Asociación de Profesores de Derecho Civil, tomo II, Centro de Estudios Ramón Areces,
Madrid, 1990, pág. 1563.
(67) LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, tomo I, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1958,
pág. 226.
(68) Ver LÓPEZ MESA, Marcelo, "Causalidad virtual...", op. cit., pág. 2 (edición electrónica).
(69) KOZIOL, Helmut, Basic questions of tort law from a germanic perspective, Jan Sramek Verlag, 2012,
pág. 272.
(70) ROXIN, Claus, Derecho penal. Parte general, tomo 1, Civitas, Madrid, 1997, pág. 360.
(71) Ver BARBERO, Ariel E., La responsabilidad civil. Volver a los límites del Código Civil, La Ley,
2001, págs. 137 a 144. MOISÁ, Benjamín, op. cit., págs. 233 a 237. PREVOT, Juan M., "La polivalente función
del daño y sus concomitancias con la relación de causalidad", LL 2006-A-7091, pág. 4 (edición electrónica).
(72) Al respecto, suele decirse que con el artículo 906, CCiv., incorporado en el año 1968 no queda duda de
que se estableció la teoría de la causalidad adecuada ya que expresa que las consecuencias remotas no pueden
imputarse porque "no tienen con el hecho ilícito nexo adecuado de causalidad". Así, por ejemplo, LÓPEZ
MESA, Marcelo, "El mito...", op. cit., pág. 2 (edición electrónica); y RINESSI, Antonio J., "La causalidad en el
Derecho positivo argentino. Comparaciones con otros ordenamientos", Revista de Derecho de daños, 2003-2,
pág. 133. Ahora bien, ¿modifica la mención expresa a una "adecuación del artículo 906, CCiv., lo que acabamos
de señalar? En absoluto, dado que el artículo introduce la terminología "nexo adecuado", pero no altera que lo
que se está tratando es la extensión de la reparación de un autor ya establecido previamente.
(73) MOISÁ, Benjamín, op. cit., pág. 218.

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(74) Ibídem, págs. 222 y 226.
(75) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 244. En igual sentido: PIZARRO, Daniel R. -
VALLESPINOS, Carlos G., op. cit., pág. 94. RINESSI, Antonio J., op. cit., págs. 123, 124 y 134.
(76) Ver MOISÁ, Benjamín, op. cit., pág. 226. El autor sigue las ideas, que compartimos, de MEZGER.
(77) Ver MOISÁ, Benjamín, "Teoría general de la imputación en el Derecho civil", RRCS 2012-12, pág.
34.
(78) PIZARRO, Ramón - VALLESPINOS, Carlos G., Obligaciones, tomo II, Hammurabi, 1999, pág. 576.
(79) En esa línea se encuentra, por ejemplo, la teoría clásica del EXNER en el sentido de que el caso
fortuito para exonerar debía reunir dos elementos: uno cualitativo (hecho exterior al agente) y otro cuantitativo
(hecho de importancia superior a lo que se suelen encontrar en la vida ordinaria) (EXNER, A., De la fuerza
mayor en el derecho mercantil romano y en el actual, Madrid, 1905. Cit. por PEIRANO FACIO; Jorge, op. cit.,
págs. 611 a 613).
(80) Sobre lo relativo de las soluciones a la hora de responsabilizar o no a alguien, resulta reseñable un
ejemplo que aporta Günther JAKOBS: el caso del agricultor que incorpora a su finca una nueva máquina que es
tocada por un peón curioso que termina herido. Al respecto, el penalista nos dirá que hay 4 posibilidades en
materia de atribución de la responsabilidad: la primera es imputar la lesión a la propia víctima por considerar
que ha violado sus deberes de autoprotección. La segunda explicación pasa por tomar al agricultor como
"causa" por valorarse que quien pone en funcionamiento máquinas nuevas debe ocuparse de que ningún curioso
se lesione. Una tercera posibilidad es atribuir el curso lesivo al fabricante y al distribuidor sobre la base de que
quien construye y suministra máquinas debe ocuparse de que todas las piezas peligrosas sean seguras sin
importar las condiciones de funcionamiento. Por último, una cuarta posibilidad es que no haya imputación
alguna por considerarse que el diseño era correcto, la puesta en marcha del equipo también y la conducta de la
víctima razonable por haberse inspirado en el noble instinto de adquirir nuevos conocimientos; de manera que
sería un caso de mala suerte. ¿Cuál es la respuesta correcta? El penalista alemán nos dirá que "esta pregunta no
puede ser contestada sin tener en cuenta el estadio de desarrollo alcanzado por la sociedad concreta de la que se
trate (...) [U]na sociedad saturada por la técnica esperará de un fabricante de máquinas que éste no cree nuevos
riesgos, y por lo tanto le impondrá el deber de garantizar la inocuidad en todas las condiciones de
funcionamiento, exonerando de este modo tanto a quien adquiere la máquina como a la víctima. Por el
contrario, una sociedad que está necesitada de avances técnicos tolerará bastantes riesgos; por consiguiente,
exonerará al fabricante e impondrá al propietario y a la potencial víctima la obligación de garantizar la
seguridad" (JAKOBS, Günther, La imputación objetiva en el Derecho penal, editorial Ad Hoc, Buenos Aires,
1997, págs. 16, 17 y 18. En igual sentido: PANTALEÓN PRIETO, Fernando, op. cit., pág. 1563).
(81) Y de hecho, incluso, hasta de la escuela de análisis económico del Derecho que se siga ya que las
opiniones de CALABRESI, POSNER y SHAVELL, por mencionar a tres de los principales especialistas de law
& economics en el ámbito de la responsabilidad civil, no son necesariamente equiparables.
(82) El nombre de la doctrina refleja la idea de debilidad de la víctima con la imagen de una persona que
tenga los huesos de su cráneo tan delicados como la cáscara de un huevo. Uno de los leading cases al respecto
es el caso "Vosburg v. Putney", fallado en 1891 por la Corte Suprema de Wisconsin y donde un chico le había
dado jugando una patada leve a un compañero de escuela (tan leve, que la víctima al principio ni siquiera la
sintió), pero que, a raíz de una condición previa desconocida, terminaría perdiendo la pierna.
(83) STAPLETON, Jane, "Law, Causation and common sense", Oxford Journal of Legal Studies, vol. 8,
nro. 1, 1988, pág. 112.
(84) DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando, op. cit., pág. 311.
(85) COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., "Comentario al artículo 901", en BUERES (director) y
HIGHTON (coordinadora), "Código Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial",
tomo 2-B, Hammurabi, Buenos Aires, 1998, pág. 428.
(86) VAZQUEZ FERREYRA, Roberto A., Responsabilidad por daños (elementos), Depalma, Buenos
Aires, 1993, pág. 220.
(87) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, op. cit., pág. 261.
(88) Ver DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 340.
(89) LUNA YERGA, Álvaro, "Capítulo VII. Causalidad y su prueba. Prueba del defecto y del daño", en

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SALVADOR CODERCH, Pablo - GÓMEZ POMAR, Fernando (editores), Tratado de responsabilidad civil del
fabricante, Thompson-Civitas, Cizur Menor, 2008, pág. 444.
(90) Loc. cit.
(91) Al parecer, el origen de todo proviene de la que fuera la tesis doctoral de 1927 del civilista Karl
LARENZ basándose en las enseñanzas de HEGEL. Las ideas de LARENZ serán tomadas por el penalista
Richard HONIG en 1930 y, ya varias décadas después, se desarrollarán primero con Claus ROXIN y, luego, con
Günther JAKOBS. Un análisis detallado de esta evolución puede verse en ROJAS AGUIRRE, Luis E., "Lo
subjetivo en el juicio de imputación objetiva: ¿Aporía teórica?", Revista de Derecho, vol. XXIII, nro. 1,
Universidad Austral de Chile, Valdivia, julio de 2010, págs. 234 a 243. KURI PAZOS, José A, Imputación
objetiva en delitos de resultado en México, UNAM, México DF, 2013, págs. 13 a 58.
(92) JAKOBS, Günther, op. cit., págs. 19 y 20.
(93) NAVARRO MENDIZABAL, Iñigo, "Consecuencias prácticas de los factores de atribución de la
responsabilidad civil: obligaciones de actividad y de resultado y criterios objetivos de imputación", en
(ADROHER BIOSCA, Salomé - CORRIPIO GIL DELGADO, María - REYES MONTALVO
JÄÄSKELAINËN, Federico (directores), Los avances del derecho ante los avances de la medicina, Thompson,
Madrid, 2008, pág. 246.
(94) STS, 1ª, 14/6/2006 (RJ 2006/3537). "STS" es la nomenclatura para aludir a las sentencias del Tribunal
Supremo español.
(95) STS 1ª, 2/3/2006 (RJ 2006, 5508). Cabe destacar que la sentencia agrega que "si no hay causalidad (...)
no cabe hablar, no ya de responsabilidad subjetiva, sino tampoco de responsabilidad por riesgo u objetivada".
(96) DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 346.
(97) YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., pág. 194.
(98) NAVARRO MENDIZABAL, Iñigo, op. cit., pág. 247. DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 347.
(99) BARCIA LEHMANN, Rodrigo, op. cit., pág. 111.
(100) STS, 1ª, 2/4/2004 (RJ 2004/2051).
(101) DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 347.
(102) SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, "Causalidad y
responsabilidad", Indret. Revista para el Análisis del Derecho, nro. 329, Barcelona, 2006, pág. 16
(www.indret.com).
(103) DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 347.
(104) SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, op. cit., pág. 15.
(105) JAKOBS, Günther, op. cit., págs. 29 y 31.
(106) Ibídem, pág. 30.
(107) LÓPEZ HERRERA, Edgardo, op. cit., pág. 220.
(108) JAKOBS, Günther, op. cit., págs. 30 y 31.
(109) LÓPEZ HERRERA, Edgardo, op. cit., pág. 221.
(110) Caso "Peñaranda", STS, 22/2/1946 (R.A.J. 253). Cit. PANTALEÓN PRIETO, Fernando, op. cit., pág.
1561. YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., págs. 188 y 195.
(111) LUNA YERGA, Álvaro, op. cit., pág. 451.
(112) Loc. cit. NAVARRO MENDIZABAL, Iñigo, op. cit., pág. 248. DE ÁNGEL YÁGÜEZ, Ricardo, "La
"recepción" del principio de imputación objetiva y el criterio de la probabilidad cualificada en la última
jurisprudencia civil", Revista Jurídica de la Facultad de Derecho, nro. 5, Universidad Nacional de lomas de
Zamora, 2008, pág. 43.
(113) Ver YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., pág. 195. De todas maneras, no habría
responsabilidad por aplicación de otros criterios como el de prohibición de regreso y la competencia de la

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propia víctima.
(114) Cualquier intento de responsabilizar al conductor será por violación de los límites de velocidad, pero
la finalidad de la norma que está siendo violada en el caso en cuestión es prevenir accidentes derivados de la
posible pérdida de control del vehículo, no de la caída fortuita de una rama; de forma tal, que aquí, de todos
modos, cabría aplicar el criterio de "ámbito de protección de la norma".
(115) DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 349.
(116) JAKOBS, Günther, op. cit., pág. 36.
(117) SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, op. cit. pág. 17.
(118) JAKOBS, Günther, op. cit., pág. 36.
(119) SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, op. cit., pág. 17.
(120) STS, 1ª, 12/3/1998 (Ar. 1286).
(121) SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, op. cit., pág. 17.
(122) DE ÁNGEL YÁGÜEZ, Ricardo, op. cit., pág. 44.
(123) Sobre estos debates, ver in totum: MORSELLI, Elio, "Observaciones críticas acerca de la teoría de la
imputación objetiva", en Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos, vol. I, Universidad Castilla La
Mancha-Universidad de Salamanca, Cuenca, 2001, págs. 1207-1216.
(124) DÍEZ-PICAZO, Luis, op. cit., pág. 346.
(125) YZQUIERDO TOLSADA, Mariano, op. cit., pág. 193. En igual sentido: PANTALEÓN PRIETO,
Fernando, op. cit. págs. 1561 y 1562).
(126) KOZIOL, Helmut, op. cit., pág. 271.
(127) WITTGENSTEIN, Ludwig, Tractatus logico-philosophicus, Kegan Paul, Trench, Trübner & Co,
London, 1922, nros. 3323, 3324 y 3325, págs. 35 y 36.
(128) Así, por ejemplo, C. Nac. Civ., sala B, 6/2/2001.
(129) Sobre la causalidad a "ojo de buen cubero", puede consultarse a YZQUIERDO TOLSADA, Mariano,
op. cit., págs. 192 y 193. También, LÓPEZ MESA, Marcelo, "El mito...", op. cit., págs. 2, 7, 8 y 9 (edición
electrónica) y LÓPEZ MESA, Marcelo, "Causalidad virtual...", op. cit., págs. 10 (edición electrónica) y
jurisprudencia mencionada en nota 66.
(130) SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, op. cit., pág. 14.
(131) PANTALEÓN PRIETO, Fernando, op. cit., pág. 1591.
(132) Ver BARCIA LEHMANN, Rodrigo, op. cit., pág. 89.
(133) MAYO, Jorge - PREVOT, Juan Manuel, "La relación de causalidad...", op. cit., pág. 4 (edición
electrónica). LUNA YERGA, Álvaro, op. cit., pág. 446.
(134) DE CUEVILLAS MATOSSI, Ignacio, La relación de causalidad en la órbita del Derecho de daños,
Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, págs. 66 y 67.
(135) JAKOBS, Günther, op. cit., pág. 33.
(136) Cabe destacar que la doctrina nacional suele clasificar la cocausación en "conjunta" o "común",
"acumulativa" o "concurrente", "disyuntiva" o "alternativa" y "colectiva". Sin embargo, en cada uno de estos
supuestos hay cuestiones que, en efecto, se refieren a causalidad material y otras que aluden a "imputación
objetiva"; con lo cual, se está cayendo en el típico error de mezclar cuestiones muy distintas bajo el rótulo
"científico" de "causalidad".
(137) JAKOBS, Günther, op. cit., págs. 31, 32, 33, 95 y 96.
(138) Ver BASS, Lewis (editor), Products Liability/Design and manufacturing Defects, Clark, Boardman,
Callaghan, New York, 1986, pág. 210. HOWELLS, Geraint G., Consumer Product Safety, Ashgate/Dartmouth,
Aldershot, England, 1998, pág. 216.

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(139) Sobre la responsabilidad por culpa "encubierta" en la noción de defecto, puede consultarse in totum:
SALVADOR CODERCH, Pablo - RAMOS GONZÁLEZ, Sonia, "Capítulo IV. Defectos de producto", en
SALVADOR CODERCH, Pablo - GÓMEZ POMAR, Fernando (editores), Tratado de responsabilidad civil del
fabricante, Thompson-Civitas, Cizur Menor, 2008, págs. 135 a 219. TWERSKI, Aaron D., "Chasing the illusory
pot of gold at the end of the rainbow: negligence and strict liability in design defect litigation", Marquette Law
Review, vol. 90.1 (2006), págs. 7 a 20.
(140) Hay autores que, a la hora de hablar de responsabilidad objetiva, señalan que la culpa, expulsada
elegantemente por la puerta, se ha vuelto a colar por la ventana. Pues bien, a la luz de lo que venimos viendo,
parecen tener razón. Y es que, siendo el Derecho un sistema de valores creada por el hombre, ¿puede
prescindirse sin más de la culpa que, en definitiva, importa valorar la conducta humana? Sobre los vínculos casi
indisolubles entre causalidad y culpa, así como de la falsedad del distingo tajante entre responsabilidad objetiva
y subjetiva, ver SALVADOR CODERCH, Pablo - GAROUPA, Nuno - GÓMEZ LIGÜERRE, Carlos, "El
círculo de responsables. La evanescente distinción entre responsabilidad por culpa y objetiva", Indret 309,
Barcelona, octubre de 2005 (www.indret.com).
(141) MONTÉS PANADÉS, Vicente, "Causalidad, imputación objetiva y culpa en la concurrencia de
culpas", en Estudios Jurídicos en homenaje al profesor Luis Diez Picazo. Derecho Civil. Derecho de las
obligaciones, tomo II, Thompson Civitas, Madrid, 2003, pág. 2592. Cit. PREVOT, Juan M., "El problema...",
op. cit., pág. 172.
(142) LORENZO ROMERO, Daniel, "Recensión a `ARCOS VIEIRA, María Luisa, Responsabilidad civil:
nexo de causalidad e imputación objetiva en la jurisprudencia'", Revista Jurídica de Navarra, Gobierno de
Navarra, nro. 40, julio-diciembre, pág. 295.
(143) Ver ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., pág. 249.
(144) LÓPEZ HERRERA, Edgardo, op. cit., pág. 215.
(145) Ver SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, op. cit., pág. 4. El
penalista MORSELLI, por ejemplo, señalará que la omisión "no es un problema causal, sino un problema de
antijuridicidad, es decir que su solución depende de la verificación de una obligación de impedir un resultado"
(MORSELLI, Elio, op. cit., pág. 1209).
(146) GARCÍA AMADO, Juan A., "La sentencia de la semana. ¿Imputación objetiva en la responsabilidad
civil por omisión?", 26 diciembre de 2012
(http://garciamado.blogspot.com.ar/2012/12/la-sentencia-de-la-semana-imputacion.html).
(147) Esto, claro está, en lo que hace a responsabilidad civil, o aun penal, pero no laboral, dado que el
incidente bien puede llevar al despido justificado del bañero.
(148) PREVOT, Juan M., "¿Hay causalidad en la omisión"?, RCyS 2006, pág. 3 (versión electrónica).
(149) ALTAVILLA, E., La culpa, Bogotá, 1956, págs. 147 y ss. Cit. MOSSET ITURRASPE, Jorge, "La
relación de causalidad en la responsabilidad civil", Revista de Derecho de Daños, 2003-2, pág. 74. Cabe
destacar que el doctrinario argentino aprueba la opinión del italiano y, criticando la postura de ORGAZ en el
sentido de que no puede haber causalidad en la omisión, sostiene que se trata de "un criterio hoy totalmente
superado, incluso desde una visión estrictamente jurídica. No olvidemos que el abuso del derecho, incluso,
puede provenir de una omisión". Entendemos que el autor no sólo sigue forzando usos de la palabra
"causalidad" en aras de una supuesta modernidad que, ciertamente, la responsabilidad civil no tiene, sino que el
propio ejemplo del abuso del derecho es desacertado; desde el momento en que este instituto implica un deber
de ejercitar los derechos subjetivos de determinada manera. O lo que es lo mismo: la responsabilidad por
omisión que puede derivarse del ejercicio abusivo de derechos resulta, precisamente, de un deber previo
dispuesto expresamente por ley y no de una causalidad que, a esta altura, lo único que tiene de tal es el sonido
de la palabra que cierta doctrina se empeña en usar erróneamente (ver PRIETO MOLINERO, Ramiro J., Abuso
del derecho, La Ley, Buenos Aires, 2010, págs. 112 a 130).
(150) Esto nos lleva a su vez a la cuestión de las llamadas responsabilidades "indirectas" o "vicarias" como,
por ejemplo, la de los padres por sus hijos menores o la del principal por el hecho de los dependientes que
históricamente nacieron como supuestos de hecho propio por falta de cuidado de la persona a cargo. Con el paso
del tiempo, este origen subjetivista se ha ido perdiendo en algunas jurisdicciones y así se habla de una
"responsabilidad objetiva" de los padres o del principal y, sin embargo, no habiendo causalidad, ni violación de
deberes que lleven a fundar una responsabilidad por negligencia, estamos más bien ante la imposición lisa y
llana de un deber de responder que frente a una responsabilidad civil. Lo que decimos, claro está, no obsta que
el legislador pueda imponer, en efecto, estos deberes de indemnizar con prescindencia de causalidad o culpa,

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pero, llegados a este punto, habrá que ver si, una vez superadas la motivaciones originarias de la responsabilidad
civil y su "quien la hace, la paga", estos sistemas se presentan como justos o razonables. En lo que hace a la
responsabilidad de los padres, hemos dado nuestra opinión en el siguiente artículo: PRIETO MOLINERO,
Ramiro J., "La responsabilidad objetiva de los padres y los límites de la responsabilidad civil", Revista de
Responsabilidad Civil y Seguros, nro. 8, agosto de 2012. Respecto de la idea de que puede haber
responsabilidad sin causalidad: SAGARNA, Fernando A., op. cit., págs. 1271 y 1273.
(151) GARCÍA AMADO, Juan A., op. cit.
(152) Ver MÚRTULA LAFUENTE, Virginia, "Causalidad alternativa e indeterminación del causante del
daño en la responsabilidad civil", Indret 351, abril de 2006, pág. 19.
(153) En la doctrina argentina se hablará de "causalidad acumulativa" o "concurrente".
(154) Otro ejemplo que se da en el mismo sentido es el de un pelotón de fusilamiento. La cuestión supera
holgadamente el enfoque de nuestro trabajo, pero, por su excelencia, pueden consultarse los siguientes trabajos:
SCHULTZ, Marten, "Further ruminations on cause-in-fact", Scandinavian Legal Studies, vol. 41 (2001), págs.
467 a 501. HELLNER, Jan, "Causality and causation in law", Scandinavian Legal Studies, vol. 40 (2000), págs.
111 a 134. WRIGHT, Richard W., "Causation in tort law", California Law Review, 73 (1985), págs. 1741 a
1828. También, la enjundiosa tesis doctoral de BARCENA ZUBIETA, Rogelio A., La causalidad en el derecho
de daños, Universidad de Girona, 2012 (disponible en:
www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/108448/trabz.pdf?sequence=2).
(155) Su texto en inglés puede encontrarse en KOZIOL, Helmut, op. cit. págs. 325 a 343.
(156) SALVADOR CODERCH, Pablo - FERNÁNDEZ CRENDE, Antonio, op. cit., pág. 7.
(157) GOLDENBERG, Isidoro H., op. cit., pág. 7. ROXIN, Claus, op. cit., pág. 346. RINESSI, Antonio J.,
op. cit., pág. 156.
(158) Ver BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, "La relación de causalidad y la antijuridicidad en la
responsabilidad extracontractual", LL 1996-D-23, págs. 23 y 24. LÓPEZ MESA, Marcelo, "Causalidad
virtual..., op. cit., pág. 4 (edición electrónica).
(159) Ver PREVOT, Juan M., "El problema", op. cit., págs. 151 y 158.
(160) Ver SCHREIBER, Anderson, op. cit., págs. 66 a 77. LÓPEZ MESA, Marcelo, "Causalidad
virtual...",op. cit., pág. 10 (edición electrónica).
(161) Las tan de moda en América Latina "cargas probatorias dinámicas" entran, al menos en lo que a
responsabilidad civil respecta, en este orden de cosas.
(162) Ver SOSA, Guillermina L., "Causalidad, libre albedrío y reglas", LL Online.
(163) Al respecto, no hay que olvidar que en la Argentina, a diferencia de lo que ocurre en el Derecho
comparado donde es de especial importancia la contratación de seguros y la consecuente distribución de riesgos,
la responsabilidad objetiva se usa contra personas de carne y hueso; lo que implica castigarlos patrimonialmente
(y con ello, aun poner en juego sus posibilidades de subsistencia en el mundo capitalista en el que vivimos) y
prescindiendo de lo que ellos como seres humanos podían hacer o dejar de hacer. Todo ello, sin contar que
además esta responsabilidad objetiva suele establecerse a partir de "causalidades inferidas"; con lo cual, la
creación de víctimas no reconocidas por el sistema por el expediente falaz de ponerles un rótulo de "victimario"
crece exponencialmente. Ahora bien, aquí se podrá decir que, tratándose de riesgos asegurables como en el caso
de empresas, esta flexibilización de la causalidad que lleva a responder aun cuando la misma no se dé, sería
viable. No obstante, a esto se le puede objetar lo siguiente: la mayor cantidad de indemnizaciones llevarían a
mayores precios en el mercado de seguros y, ello, al encarecimiento del valor de bienes y servicios para toda la
sociedad. ¿Acaso no hay una mejor manera de emplear todo ese dinero en ayudar a las víctimas de daños?
Haber, la hay, pero eso nos lleva a un mundo realmente moderno donde la responsabilidad civil tendría que dar
lugar a fondos de compensación.
(164) En contra de lo que suele creerse en la Argentina, tales sistemas están muy extendidos. Esquemas que
abarcan a toda la población pueden verse en Australia y, en particular, en Nueva Zelanda; en tanto que otros
cubriendo casos particulares como accidentes de tránsito, mala praxis médica, daños por vacunas, daños a
víctimas del terrorismo y de delitos violentos pueden encontrarse en buena parte de Europa occidental, Israel,
EE.UU. y Canadá.

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