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Título: Las deudas de los cónyuges en el Código Civil y Comercial


Autor: Hernández, Lidia B.
Publicado en: LA LEY 18/05/2015, 18/05/2015, 1 - LA LEY2015-C, 804
Cita Online: AR/DOC/1562/2015

Sumario: I. Nociones generales. — II. Las deudas de los cónyuges en el Código Civil y Comercial.

El Código Civil y Comercial mantiene como legal la comunidad de ganancias, pero incluye la posibilidad de
que los cónyuges puedan optar por la separación de bienes y prevé la mutación posterior del régimen por
voluntad de los esposos, incorporando entre las normas obligatorias, cualquiera sea el régimen elegido, las que
se refieren a la contribución de los cónyuges al mantenimiento y educación de los hijos y del hogar; y a la
responsabilidad solidaria por esas obligaciones, cualquiera sea el cónyuge deudor.
I. Nociones generales
La responsabilidad de los cónyuges por las deudas contraídas por cada uno de ellos durante el matrimonio,
referidas al mantenimiento del hogar, la asistencia y educación de los hijos comunes, es motivo de tratamiento
como parte del llamado régimen primario obligatorio e inderogable en la mayoría de las legislaciones que
permiten la mutabilidad del régimen matrimonial. De esta manera cualquiera sea la opción que realicen los
cónyuges deberán someterse a esas normas que limitan su libertad y autonomía teniendo en vista el interés
familiar y de terceros.
Como consecuencia de la obligación de los cónyuges de contribuir a las necesidades del hogar y de los hijos,
surge la responsabilidad solidaria de ambos por la deuda, aunque uno solo de ellos la haya contraído. Es la
solución del derecho francés que establece en el art. 220 del Código Civil la responsabilidad solidaria por las
deudas del hogar y educación de los hijos. También en el Código de Quebec el art. 397 dispone que el
contratante por esos gastos compromete al cónyuge si no están separados de cuerpos, salvo que el primero haya
comunicado al otro contratante su voluntad de no hacerlo.
En virtud del art. 1319 del Código español responden solidariamente los cónyuges con los bienes comunes y
el que contrajo la deuda con todos sus bienes.
En nuestro país, en el Código Civil sólo se acepta como legal la comunidad de ganancias sin posibilidad de
opción, por lo que la responsabilidad de los cónyuges frente a terceros por deudas de alguno de ellos, surge de
los arts. 5 y 6 de la ley 11.357. El art. 1275 determina las cargas que definitivamente pesan sobre la comunidad a
su finalización, normas que integran ese régimen obligatorio.
En el régimen extraordinario de separación de bienes cada cónyuge responde con los bienes que adquiere y
debe contribuir a su propio mantenimiento y a los alimentos y educación de los hijos en proporción a sus
respectivos bienes, conforme lo prevén los arts. 1300 y 1303 del Código Civil.
El Código Civil y Comercial mantiene como legal la comunidad de ganancias pero incluye la posibilidad de
que los cónyuges puedan optar por la separación de bienes y prevé la mutación posterior del régimen por
voluntad de los esposos, incorporando entre las normas obligatorias cualquiera sea el régimen elegido, las que se
refieren a la contribución de los cónyuges al mantenimiento y educación de los hijos y del hogar y a la
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responsabilidad solidaria por esas obligaciones cualquiera sea el cónyuge deudor.


Como se ha visto, el art. 446 prevé, siguiendo al Proyecto de 1998, que los futuros esposos pueden hacer
antes de la celebración del matrimonio convenciones que tengan, entre otros objetos, la opción por alguno de los
regímenes patrimoniales previstos en este Código.
En ese sentido, en el nuevo Código la opción es por la separación de bienes o la comunidad de ganancias, y
a falta de convención los cónyuges —según lo prevé el art. 463— quedan sometidos a este último. También el
art. 449 dispone que el régimen pueda modificarse después de la celebración del matrimonio transcurrido un año
de aplicación del régimen patrimonial convencional o legal.
En la comunidad restringida, las relaciones jurídicas patrimoniales entre los cónyuges configuran una
comunidad de intereses que no altera la titularidad de bienes de los mismos. Se ha dicho que se traducen en
relaciones de comunidad internas, que no trascienden en la cotitularidad de los derechos en las relaciones
externas con terceros (1). De esta manera se mantiene la autonomía del patrimonio de ambos cónyuges, prenda
común, individualmente considerados, de sus respectivos acreedores.
Se advierte que las relaciones de los esposos con terceros mantienen sus características propias sin resultar
alteradas por el régimen matrimonial. Cada cónyuge administra y dispone de sus bienes y cada cónyuge
responde por las deudas que contrae. No puede hablarse entonces de acreedores de la sociedad conyugal.
Solamente podría hacerse referencia a deudas contraídas por cada uno de los cónyuges. De allí que no resulta
necesario a los acreedores personales de un cónyuge excutir los bienes propios para poder agredir los
gananciales de su gestión, ni los acreedores del cónyuge tendrán que excutir los gananciales por deudas
comunes, ni tendrán tampoco preferencia respecto de esos bienes. Todo ello como principio general, sin
perjuicio de la responsabilidad solidaria por determinadas deudas de acuerdo al art.461 y la prevista en el art.
467 respecto de la obligación derivada de los gastos de conservación y reparación de los bienes gananciales..
Cabe distinguir un aspecto externo y otro interno con relación al pasivo. El primero toma en consideración
las relaciones entre el cónyuge deudor o sus herederos respecto del acreedor a fin de determinar cual masa de
bienes puede ser perseguida por aquéllos para el cobro de sus créditos; el segundo alude a las relaciones de los
cónyuges entre sí, tendiente a satisfacer una adecuada contribución en las deudas comunes (2).
Se trata de las dos cuestiones: de obligación por la deuda y contribución en la deuda. No se plantean en el
mismo momento. La cuestión de la obligación se presenta desde el origen de la deuda, mientras que la de la
contribución en el momento de la disolución y de la partición de la comunidad. He aquí, destacan Ripert y
Boulanger, porque suele decirse también pasivo provisorio y pasivo definitivo, pero estas últimas expresiones
son bastantes malas y debe evitárselas. Más vale hablar del derecho de persecución y de contribución (3).
Esta doble fase de relaciones adquirió relieve particularmente en nuestro derecho a partir de la ley 11.357, al
modificar el régimen de responsabilidad de los cónyuges frente a terceros, estableciendo la limitación de
responsabilidad y manteniendo el art. 1275 del Código Civil respecto de la cuestión de la contribución.
En el Código recién sancionado se establece también esa diferencia entre la cuestión de la obligación, con la
división de responsabilidades; de la cuestión de la contribución, aunque, siguiendo una mala técnica legislativa.
Obsérvese que en la sección tercera, del capítulo II, referido al régimen de comunidad, bajo el título "deudas de
los cónyuges" el art. 467 trata de la responsabilidad de cada cónyuge frente a sus acreedores y en el artículo
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siguiente se dispone sobre recompensas cuando una deuda propia fue solventada con bienes gananciales o una
deuda ganancial fue pagada con bienes propios. La lógica indica que este último artículo debería haberse
legislado en la sección de la liquidación de la sociedad conyugal, donde por otra parte el art. 491 se refiere a
casos expresos de recompensas.
II. Las deudas de los cónyuges en el Código Civil y Comercial.
Siguiendo al derecho comparado se legisla la cuestión de la responsabilidad de los cónyuges referida a las
obligaciones de sostenimiento del hogar y necesidades de los hijos entre las disposiciones del régimen primario,
llamadas en la nueva legislación "disposiciones comunes a todos los regímenes".
En tal sentido se destinan dos artículos, el 455 dispone que los cónyuges deben contribuir a su propio
sostenimiento, el del hogar y el de los hijos, en proporción a sus recursos. Esta obligación se extiende a las
necesidades de los hijos discapacitados de uno de los cónyuges que conviven con ellos. El que no da
cumplimiento a esta obligación puede ser demandado judicialmente por el otro para que lo haga.
Asimismo, el art. 461 en su último párrafo establece la irresponsabilidad de un cónyuge por las obligaciones
contraídas por el otro. No obstante, los esposos responden solidariamente por las obligaciones contraídas por
uno de ellos para solventar las necesidades ordinarias del hogar, el sostenimiento y educación de los hijos a que
se refiere el art. 455.
Durante el régimen de comunidad el art. 467 mantiene la separación de responsabilidad, disponiendo que el
cónyuge deudor responde frente a sus acreedores con todos los bienes propios y los gananciales por él
adquiridos.
Respecto de las deudas referidas a las necesidades del hogar, el sostenimiento y educación de los hijos se
aplica el art. 461, por lo que ambos responden solidariamente aunque la deuda haya sido contraída por uno solo
de ellos.
Dicha solución tiene su antecedente, además de que la solidaridad por dichas deudas es acogida por las
legislaciones modernas, en las críticas de la doctrina con respecto al art. 6 de la ley 11.357, en cuanto el cónyuge
no deudor solo responde con los frutos de los bienes propios y gananciales, sin razón que lo justifique, aunque
cabe aclarar que se trata de una ley no reformada desde el año 1926.
Sin embargo, el art. 467 diferencia las deudas por gastos de conservación y reparación de bienes
gananciales. Frente a éstas el cónyuge que no contrajo la deuda responde también, pero solamente con sus
bienes gananciales.
1) Las deudas en el régimen de separación de bienes.
En el régimen de separación de bienes, también admitido como régimen convencional, cada uno de los
cónyuges responde por las deudas por él contraídas, salvo lo dispuesto en el art. 461, es decir por las deudas
referidas a las necesidades del hogar, el sostenimiento y educación de los hijos también ambos responden
solidariamente aunque la deuda haya sido contraída por uno de ellos.
2) La cuestión de la obligación en el régimen de comunidad. División de responsabilidad.
El art. 467 del Código Civil y Comercial trata la cuestión de la obligación, es decir la responsabilidad de los
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cónyuges frente a terceros durante la vigencia de la comunidad. En solo un artículo reproduce el Proyecto de
1998, que a su vez, con mejor redacción sigue el principio general sentado en el art 5 de la ley 11.357.
Dice el art. 467 que cada uno de los cónyuges responde frente a sus acreedores con todos sus bienes propios
y los gananciales por él adquiridos. Por los gastos de conservación y reparación de los bienes gananciales
responde también el cónyuge que no contrajo la deuda, pero sólo con sus bienes gananciales.
Como se observa se mantiene el principio general de división de responsabilidad. Como se dijo con
referencia al art. 5 de la ley 11357, afirmación que también resulta relevante con el nuevo Código, con la
separación de administración se advierte paralelismo entre adquirir y administrar. Actualmente adquirir es la
causa y la consecuencia es administrar. Otro tanto ocurre con la responsabilidad: se responde con lo que se
adquiere y porque se lo adquiere, no porque se lo administre (4).
El Código Civil y Comercial también ha superado la divergencia doctrinaria que se plantea entre la doctrina
civilista y especialmente con los notarios, en cuanto al origen de los fondos. Bastará que el bien figure adquirido
por el cónyuge, quien no necesitará explicar el origen de los fondos o bienes empleados en la adquisición, aun
cuando el adquirente sea la mujer. Los acreedores del otro cónyuge sólo podrán agredir ese bien en los casos
previstos por el art. 461 o cuando prueben que ha sido ilegítimamente sustraído de la responsabilidad que le es
debida (5).
Interpretando el Código Civil la Corte Suprema resolvió que "En el régimen de la sociedad conyugal, la
ausencia de mención en el título del origen de los fondos empleados en la compra del inmueble resulta
inconducente para determinar el sistema de gestión y la responsabilidad por las deudas, pues la titularidad de la
adquisición es el criterio que informa la materia (6).
No cabe duda que la adquisición hecha por uno de los cónyuges, por ejemplo, mediante un contrato de
compraventa, constituye de por sí título suficiente para incorporar el bien al patrimonio del adquirente, sujetarlo
a su administración y afectarlo al pago de las deudas que él contraiga. Puede ser cierto que hay casos en los que
los fondos invertidos en la operación no pertenecen al comprador sino al otro cónyuge, pero en tal supuesto
habrá simulación, que debe ser alegada y probada por quien tenga interés en hacerlo (7).
En cuanto a los bienes de origen dudoso, el art. 472 los reputa de propiedad de ambos cónyuges por mitades
indivisas.
La responsabilidad del cónyuge que no contrajo la deuda por la conservación y reparación de los bienes
gananciales, la trataré en el siguiente apartado.
a) Deudas que permiten perseguir bienes de ambos cónyuges.
Dos son las normas que se refieren a la responsabilidad del cónyuge que no contrajo la deuda.
1.- El art. 461 en "Disposiciones comunes a todos los regímenes", establece que los cónyuges responden
solidariamente por las obligaciones contraídas por uno de ellos para solventar las necesidades ordinarias del
hogar o el sostenimiento y educación de los hijos a que se refiere el art. 455.
En consecuencia, aunque uno de los cónyuges hubiera contraído la deuda ambos responden solidariamente.
El acreedor deberá demostrar el carácter de su crédito para poder demandar a ambos esposos.
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La norma se remite al art. 455 que específicamente se refiere al sostenimiento del hogar y el de los hijos
comunes, el de los hijos menores de edad con capacidad restringida o con discapacidad de uno de los cónyuges
que convivan con ellos.
a) Sostenimiento del hogar. Al igual que en el Código Civil se distinguen dos requisitos para que se
configure el supuesto de sostenimiento del hogar: el vínculo familiar y la convivencia. Es decir que los hijos y
los ascendientes que conviven con los cónyuges caracterizan el sostenimiento del hogar. Por ejemplo, los
alimentos a los ascendientes o a los hijos extramatrimoniales de alguno de los cónyuges siempre que convivan
en el hogar conyugal.
No cabe duda que las necesidades elementales de los cónyuges y de los hijos comunes, como alimentos,
vestimenta, vacaciones, asistencia médica, odontológica y alquiler de vivienda y pago de expensas comunes del
hogar se encuentran comprendidas en el supuesto analizado.
Se ha resuelto también que quedan incluidos los gastos en que incurrió la mujer para vivir en un país
extranjero con el fin de visitar a sus padres; los honorarios devengados en defensa del cónyuge acusado en un
juicio criminal y las costas impuestas a la mujer querellante por injurias.
Por el contrario, se decidió que la deuda del marido para adquirir máquinas no está incluida; tampoco lo está
la obligación de pagar los honorarios devengados en el patrocinio de una sociedad de la que forma parte uno de
los cónyuges. Ni tampoco las deudas por honorarios devengados en pleitos civiles contra terceros salvo que el
juicio verse sobre cuestiones derivadas de la atención de las necesidades del hogar.
b) Sostenimiento y educación de los hijos comunes. Los hijos comunes que convivan en el domicilio
conyugal se encuentran incluidos en el sostenimiento del hogar, por lo que la disposición comprende a los hijos
del matrimonio que no conviven con sus padres. Se refiere a las deudas derivadas de los gastos de educación en
todos los niveles, lecciones particulares, estudio de idiomas, adquisición de libros, viajes de estudios, etc.
c) Necesidades de los hijos menores de edad, con capacidad restringida o con discapacidad de uno de los
cónyuges que conviven con ellos.
A pesar que la norma especialmente alude a los menores o discapacitados de uno de los cónyuges, como
además requiere la convivencia en el hogar conyugal, igualmente se encontrarían comprendidos en las
necesidades del hogar.
2.- Asimismo, el art. 467 segundo párrafo, referido al régimen de comunidad, establece que por los gastos de
conservación y reparación de los bienes gananciales responde también el cónyuge que no contrajo la deuda, pero
sólo con sus bienes gananciales.
Esta disposición fue tomada del Proyecto de 1998, que excluía expresamente a los bienes provenientes del
trabajo personal, de acuerdo con su fuente el art. 1414 del Código francés. Este último párrafo no aparece en el
art. 467, el que se refiere a todos los bienes gananciales sin distinción.
Esa norma supera la redacción del art. 6 de la ley 11.357 que refiriéndose a los bienes comunes, dio lugar a
diferentes interpretaciones. Ahora es clara la referencia a bienes gananciales.
En cuanto a los gastos de conservación y reparación pueden citarse todos los de reparación y aseguramiento
necesarios. El pago de impuestos que gravan el inmueble ganancial. También se ha resuelto que la esposa
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responde por las costas impuestas al marido con motivo de un juicio sobre escrituración de un inmueble
ganancial, pues derivan de actos de conservación de bienes comunes (8).
Debe destacarse además que si trata de gastos de reparación o conservación del inmueble donde se encuentra
el hogar conyugal responderían solidariamente ambos cónyuges, pues corresponde al sostenimiento del hogar
del art. 461. En cambio, si la reparación se hizo en un bien ganancial de alguno de los cónyuges o de ambos
donde no esté constituido el hogar conyugal, responde el que no contrajo la deuda sólo con sus bienes
gananciales.
3.- A pesar de los casos referidos en los cuales el acreedor puede agredir los bienes del cónyuge no deudor,
el nuevo Código dispone en el art. 456, último párrafo que la vivienda familiar no puede ser ejecutada por
deudas contraídas después de la celebración del matrimonio, excepto que lo hayan sido por ambos cónyuges
conjuntamente o por uno de ellos con asentimiento del otro.
De todas maneras debe concordarse dicha norma con el art. 249 ubicado en Capítulo 3 (Vivienda, del Título
III (Bienes), que dispone como excepciones a la oponibilidad de la afectación de la vivienda, las obligaciones
por expensas comunes y por impuestos, tasas o contribuciones que gravan directamente el inmueble; las
obligaciones con garantía real sobre el inmueble, constituida de conformidad a lo previsto en el art. 250; en este
caso la deuda está incluida en razón del asentimiento conyugal requerido por el art. 456; obligaciones que tienen
origen en construcciones u otras mejoras realizadas en la vivienda; obligaciones alimentarias a cargo del titular a
favor de sus hijos menores de edad, incapaces o con capacidad restringida.
b) Acción contra el cónyuge que no contrajo la deuda.
Como vimos respecto de las deudas de sostenimiento del hogar y educación de los hijos los cónyuges
responden solidariamente cualquiera sea el régimen patrimonial del matrimonio a que se hayan sometido.
El acreedor entonces por las deudas mencionadas podrá accionar por el total de la deuda contra ambos
cónyuges, sin ninguna limitación en cuanto a los bienes que puede ejecutar, sean bienes propios o gananciales
de su deudor o del cónyuge no deudor.
De todas maneras, como se trata de deudas que son cargas de acuerdo al art. 489, si se ejecutan bienes
propios de cualquiera de los cónyuges, surgirán recompensas a la finalización del régimen.
En cuanto a las deudas de conservación y reparación de los bienes gananciales, durante la comunidad de
ganancias el acreedor podrá demandar en forma indistinta por el total de la deuda a cualquiera de los cónyuges,
contra su deudor podrá ir contra todos sus bienes —propios y gananciales— y en este caso, podrá ejecutar sólo
los bienes gananciales del esposo no deudor.
En este último caso se trata de obligaciones concurrentes, fundándose en la diversidad e independencia de
causas: el negocio que celebró para el cónyuge contratante y la ley para el otro esposo. En consecuencia, la de
este último es una obligación diferente, no subsidiaria, pudiéndose accionar contra él, sin previa excusión de los
bienes del cónyuge que contrajo la obligación (9).
También en este caso, podrán surgir recompensas si se emplean fondos propios para pagar deudas
definitivamente comunes, como lo son los gastos de conservación y reparación de los bienes gananciales.
3) Las deudas durante la indivisión postcomunitaria.
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Durante la indivisión postcomunitaria se aplican las normas de los arts. 486 y 487 en las relaciones con
terceros acreedores, sin perjuicio de que éstos puedan subrogarse en los derechos de su deudor para solicitar la
partición de la masa común.
Dichas disposiciones remiten a los arts. 461, 462 y 467, por lo que durante la indivisión postcomunitaria
rigen las normas que hemos visto, manteniendo la división de responsabilidades como principio y la solidaridad
del art. 461, así como la responsabilidad del cónyuge no deudor en el caso de reparación y conservación de
bienes gananciales. También en simetría con esta solución se mantiene la separación de administración del
régimen de comunidad, si los cónyuges no acuerdan otras reglas.
4) Contribución de la deuda en la liquidación de la comunidad de ganancias.
Los arts. 489 y 490 referidos a la contribución son una repetición textual de los contenidos en el Proyecto de
1998, salvo el apartado que se refiere a las deudas contraídas en violación de deberes derivados del matrimonio
como deudas personales, pues el Código Civil y Comercial ha pretendido acabar con toda responsabilidad de los
cónyuges por incumplimientos de los deberes matrimoniales, a pesar que finalmente se han mantenido los
deberes de asistencia, alimentos y convivencia.
De todas maneras, entendemos que igualmente puede darse este supuesto (10), situación que escapa a esta
nota, pero que en tal caso también se trataría de una deuda personal, pues la enumeración del artículo que
comentamos no es taxativa.
En este sentido, los arts. 431 y ss. ya han provocado diferencias doctrinarias respecto del alcance que se le
ha dado a los deberes matrimoniales en el nuevo Código.
a) Deudas personales.
Así como la comunidad restringida a las ganancias permite diferenciar bienes propios y bienes gananciales,
también pueden distinguirse en ese régimen patrimonial deudas personales y deudas comunes. Las deudas
personales son las que pesarán definitivamente sobre el patrimonio propio de cada cónyuge o sobre los bienes
que reciba en la división de la masa ganancial a la disolución de la sociedad conyugal.
El Código Civil no establece expresamente cuales son las deudas personales. Empero, en contraposición con
las cargas de la comunidad enunciadas en el art. 1275, la doctrina ha tipificado las obligaciones personales
tomando distintos elementos.
a) Uno de ellos es la fecha. De tal manera serán personales las deudas contraídas antes de la celebración del
matrimonio;
b) También las contraídas después pero ajenas a la ganancialidad, o sea, derivadas de la adquisición de
bienes propios, como las deudas hereditarias o el saldo adeudado por la adquisición de un bien de mayor valor
que subrogue a un bien propio.
c) Las que por su causa resultan personales como las originadas en hechos ilícitos y obligaciones impuestas
por la ley, salvo las del inciso 1 del art. 1275.
A diferencia del Código Civil y siguiendo la elaboración doctrinaria, el Código Civil y Comercial enumera
las obligaciones personales de los cónyuges en el art. 490. Son personales: a) Las contraídas antes del comienzo
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de la comunidad. b) Las que gravan las herencias, legados o donaciones recibidos por uno de los cónyuges. c)
Las contraídas para adquirir o mejorar bienes propios. d) Las resultantes de garantías personales o reales dadas
por uno de los cónyuges a un tercero, sin que de ellas derive beneficio para el patrimonio ganancial. e) Las
derivadas de la reparación de daños y sanciones legales.
Su fuente es el Proyecto de 1998 y las fuentes de este último, los arts. 1410, 1416 y 1417 del Código francés
y 1407 del belga.
Como se advierte, todas las deudas personales enumeradas siguen los criterios tenidos en cuenta por la
doctrina para considerarlas propias, ya sea que sean anteriores a la comunidad, que por su causa resulten
personales o ajenas a la ganancialidad.
b) Deudas comunes.
Considerando que la comunidad carece de personalidad no tiene posibilidad de ser deudora, por lo que no
existen deudas comunes propiamente dichas. Las deudas son siempre del marido o de la mujer. La expresión
deuda común está solamente destinada a explicar el régimen especial de ciertas deudas contraídas por cualquiera
de los cónyuges en interés de la comunidad.
Las deudas comunes pueden ser definitivamente comunes y provisoriamente comunes. Las comunes
definitivas son las cargas de la comunidad y pesarán definitivamente sobre la masa ganancial después de
disuelta la sociedad conyugal. Se encuentran enumeradas en el art. 489, y el Código Civil se refiere a ellas el art.
1275.
También existen las deudas comunes provisorias, pues la ley prevé que cada cónyuge responde por las
deudas que contrae —sean personales o comunes— con todos sus bienes sin distinguir su carácter de propios o
gananciales. Así, puede ser que se responda provisionalmente con bienes gananciales por deudas que no son
definitivamente comunes. En tal caso, surgirá una recompensa a la disolución del régimen. La deuda será
provisoriamente común ya que si bien durante la comunidad los acreedores pudieron perseguir bienes
gananciales de titularidad del cónyuge deudor, en el pasivo definitivo jugará como deuda personal y pesará
sobre el patrimonio propio o sobre la parte que le corresponde en los gananciales al esposo que la contrajo.
De la misma manera puede ocurrir que una deuda definitivamente común sea perseguida por los acreedores
sobre bienes propios del cónyuge deudor. En tal caso, surgirá una recompensa a favor del esposo que la pagó a
la disolución de la comunidad.
Asimismo, como ya hemos visto sólo frente a algunas deudas definitivamente comunes responden ambos
cónyuges, aunque en distinta medida. Por ejemplo, tanto la deuda surgida del mantenimiento de un bien propio,
como la surgida de la conservación de un bien ganancial son cargas de la comunidad, sin embargo, la primera
permite a los acreedores perseguir sólo los bienes del cónyuge deudor, mientras la segunda los habilita también
para demandar a ambos cónyuges, aunque el que no la contrajo responde solo con sus bienes gananciales.
Ambas son deudas definitivamente comunes pero juegan de diferente manera en el llamado pasivo provisorio.
c) Cargas o deudas definitivamente comunes.
La disolución de la sociedad conyugal no sólo extingue para el futuro las condiciones de ganancialidad, sino
que también y he aquí la característica esencial del régimen de comunidad, produce la formación de una masa
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indivisa constituida por los bienes gananciales a los fines de su liquidación y posterior partición.
Conviene recordar que durante la indivisión postcomunitaria deben diferenciarse las relaciones entre los
cónyuges y de éstos con terceros. En el primer aspecto, a los efectos de la liquidación entre los esposos, pagadas
las deudas, deberá considerarse una masa unitaria a los fines de determinar las recompensas y dividir los bienes
conforme la previsión del art. 498.
En cuanto a las relaciones con terceros durante la indivisión postcomunitaria, disuelta la sociedad conyugal
por divorcio o separación de bienes, se mantienen las dos masas formadas por las respectivas adquisiciones de
los cónyuges y cada masa soporta frente a los acreedores su propio pasivo, mediante la aplicación de los arts.
467 y 468, de acuerdo a la remisión del art. 482.
Limitándonos a considerar la formación del llamado pasivo definitivo, debemos destacar que al haber social
se imputarán las cargas o deudas definitivamente comunes.
La liquidación de la masa indivisa requerirá separar bienes suficientes para el pago de esas cargas (art.
2359), por aplicación de las normas relativas a la partición sucesoria (art. 500) e incluso los acreedores estarán
legitimados a oponerse a la partición y entrega de los bienes liquidados hasta que no se satisfagan sus créditos
(art. 2359).
Por otra parte, surgirán las compensaciones entre los cónyuges, las que respecto del tema tratado tendrán
como fin ajustar la incidencia de las deudas de cada cónyuge o de cada masa ganancial, de modo que, si para
desinteresar a los respectivos acreedores se han afectado o ejecutado bienes extraños al patrimonio
verdaderamente obligado se procederá a restituir a éste los valores que se le han sustraído.
En cambio, si una deuda definitivamente común fue pagada durante la vigencia de la sociedad conyugal con
bienes gananciales de titularidad de uno u otro cónyuge, la cuestión queda agotada no produciéndose
consecuencia alguna en la etapa de liquidación.
El Código Civil y Comercial especialmente prevé en el art. 468 la cuestión que venimos tratando al disponer
que el cónyuge cuya deuda fue solventada con fondos gananciales debe recompensar a la comunidad; y ésta
debe una recompensa al cónyuge que solventó con fondos propios deudas de la comunidad.
d) Las cargas de la comunidad. Diferencias con el régimen del Código Civil.
Las cargas de la comunidad enumeradas en el art. 489 son las siguientes:
a) las obligaciones contraídas durante la comunidad que no sean deudas personales.
Coinciden las cargas enumeradas en este inciso del art. 489 con el inc. 3 del art. 1275 del Código Civil.
La distinción efectuada por el art. 1275 cuando se refería a la deuda contraída haciendo diferencias entre el
marido y la mujer, propia del régimen matrimonial de Vélez, perdió sentido con la plena capacidad de la mujer,
por lo que actualmente todas las deudas contraídas durante la vigencia de la comunidad por uno u otro cónyuge
son cargas sociales. Se guarda así el paralelismo entre esas deudas y las adquisiciones onerosas efectuadas
durante la sociedad conyugal, las cuales son en general de carácter ganancial.
Asimismo, el inciso que analizamos diferencia las deudas contraídas durante la sociedad conyugal de las
anteriores al matrimonio, y por ende, al régimen de la comunidad y también de las posteriores a la disolución de
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la sociedad conyugal, aun cuando subsista la unión matrimonial, que serán personales de cada cónyuge.
Por otra parte, las deudas aludidas son solamente las de origen contractual. En este aspecto, la disposición
excluye a las obligaciones originadas en fuente no contractual. Guaglianone señala dos ejemplos en los cuales la
ganancialidad de las deudas aparece injusta e injustificada. Una es la obligación derivada de un hecho ilícito
cometido por alguno de los cónyuges, y otra es la deuda originada en la adquisición de un bien propio, como
deudas hereditarias, cargos impuestos a los legados, por ejemplo (11). Esas deudas son personales, aun cuando
se hayan originado durante la sociedad conyugal, por ser ajenas a la finalidad del régimen patrimonial y no estar
vinculadas a la ganancialidad.
El Código Civil y Comercial expresamente considera ahora deudas personales las derivadas de la
responsabilidad extracontractual y de sanciones legales y las contraídas para adquirir y mejorar bienes propios.
El inciso b) del art. 489 dispone que son cargas de la comunidad, el sostenimiento del hogar, de los hijos
comunes y de los que cada uno tenga y los alimentos que cada uno está obligado a dar.
La distinción con el régimen anterior esta dada en que el inc 1 del art. 1275 se refería a "la manutención de
la familia y de los hijos comunes; y también de los hijos legítimos de uno de los cónyuges; los alimentos que
uno de los cónyuges está obligado a dar a sus ascendientes".
Actualmente no se diferencian los hijos matrimoniales o extramatrimoniales de uno solo de los cónyuges, y
además tampoco se limitan los alimentos a que cada cónyuge se encuentra obligado, mientras antes la norma
sólo incluía a los alimentos a los ascendientes.
De tal manera se comprenden, no sólo las deudas alimentarias que como la que cada uno debe a sus padres,
sino toda deuda que los cónyuges están obligados a dar. Se ha considerado que las deudas alimentarias son una
carga de las rentas y éstas benefician a la comunidad.
Nos parece que la última parte del inciso en cuanto a los alimentos que cada cónyuge esté obligado a dar
resulta demasiado amplia y puede dar lugar a injusticias al hacer pesar como carga una deuda necesariamente
propia, como por ejemplo los alimentos que uno de los cónyuges debe a un ex cónyuge de acuerdo al convenio
regulador que firmó al divorciarse o de acuerdo al art. 432. También puede incluir a los afines de uno de los
cónyuges de un matrimonio anterior.
Respecto de la modificación referida a que la norma ahora comprende a todos los hijos de uno de los
cónyuges, se resuelve la discusión doctrinaria en cuanto a si la equiparación de los derechos de los hijos
matrimoniales y extramatrimoniales dispuesta por la ley 23.264 suponía que esté también a cargo de la
comunidad la manutención de estos últimos cuando no vivían con los cónyuges.
Así, Zannoni consideraba que la alusión a hijos legítimos en este caso ha perdido significación en virtud del
art. 21 de aquella ley (12). Por el contrario, Belluscio afirmaba que esa normativa equipara la situación de los
hijos cuando en las disposiciones legales se aluda a los hijos extramatrimoniales en contraposición o para
discriminar derechos o deberes respecto de los hijos legítimos; y en este caso no se los excluía para disminuir
sus derechos sino para establecer si los gastos de su manutención pesaban sobre el haber propio del progenitor o
sobre el de su sociedad conyugal. Su derecho alimentario permanecía idéntico al de los matrimoniales (13).
El inciso c) se refiere a las donaciones de bienes gananciales hechas a los hijos comunes, y aun la de los
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bienes propios si están destinados a su establecimiento o colocación.


Esta disposición es de difícil interpretación. En efecto, en principio debe destacarse que el artículo alude a
deudas definitivamente comunes, o sea a cargas de la sociedad conyugal, y las donaciones no son deudas.
Entonces, nos perece que se ha empeorado el inciso 4) del art. 1275, del que resultaba con claridad que la carga
era lo gastado en la colocación de los hijos.
En la norma actual parecería a primera vista que todas las donaciones de bienes gananciales hechas a los
hijos resultan a cargo de la sociedad conyugal y las de bienes propios cuando sean para la colocación de los
hijos. Empero, y a pesar de la mala redacción de este inciso, entendemos que en ambos casos, tanto la donación
de bienes propios como la bienes gananciales tienen que estar destinadas a la colocación de los hijos para pesar
definitivamente sobre la comunidad.
En mi opinión, la referencia al carácter propio o ganancial de los bienes donados oscurece la interpretación
de la norma, pues hubiera bastado con la referencia al juego de las recompensas, o en todo caso establecer una
clara excepción a las reglas de éstas.
La expresión "colocación de los hijos matrimoniales" ha originado dos interpretaciones diferentes en cuanto
a la extensión de los términos legales. Para la primera, colocación equivale a establecimiento, extendiendo el
concepto no sólo a la instalación de estudio, consultorio, oficina o taller profesional y toda ayuda para que el
hijo se instale a trabajar independientemente, sino también al establecimiento por matrimonio, es decir,
vivienda, ajuar, etc.. La segunda, más restrictiva, solamente incluye a los gastos realizados por los padres para
facilitar el establecimiento laboral de los hijos.
No es obligación de los padres efectuar los gastos de establecimiento e instalación de sus hijos; no obstante,
si la obligación se contrae resulta una carga de la sociedad conyugal.
La disposición se refiere a los hijos matrimoniales, pudiendo extenderse a los hijos adoptivos de ambos
cónyuges.
El inc. d) considera a cargo de la comunidad los gastos de conservación y reparación de los bienes propios y
gananciales.
Se ha mejorado el inc. 2 del art. 1275 que se refería a los reparos y conservación en buen estado de los
bienes particulares, pues se interpretó que si bien la ley no se refería a los gananciales resultaba evidente que los
gastos de reparación y conservación de estos bienes recaen sobre la comunidad.
Cabe destacar que el fundamento de la norma se encuentra en el beneficio que la sociedad conyugal obtiene
de los bienes propios y también de los gananciales, ya que sus frutos son gananciales. En consecuencia, es justo
que pesen sobre la comunidad los gastos necesarios para conservarlos en buen estado.
La disposición sólo abarca la reparación y conservación de los bienes particulares y los gananciales
excluyendo las mejoras que agregan un valor nuevo al bien.
Como conservación de los bienes se incluyen no solamente los gastos de conservación física del bien, por
ejemplo pintura, arreglos de cañerías, etc. sino también las deudas devengadas por la conservación jurídica
como los honorarios pagados en juicios de acciones posesorias o demandas promovidas por los acreedores por
reparaciones efectuadas en esos bienes.
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En la jurisprudencia se ha resuelto que las tasas e impuestos que pesan tanto sobre los bienes propios y
también sobre los gananciales son gastos de conservación y por ende, cargas de la sociedad conyugal (14).
La disposición que comentamos no prevé como lo hacía el inc. 5 del art. 1275 como deuda común lo perdido
por hechos fortuitos, como lotería, juego, apuestas, etc. En el Código Civil se había fundamentado la solución en
la conveniencia de evitar investigaciones poco dignas. De todas maneras, resultaba coherente con la
ganancialidad de las adquisiciones fortuitas, según surgía del art. 1272, tercer párrafo y que actualmente se
mantiene en el inc. b) del art. 465 considerando como gananciales los adquiridos durante la comunidad por
hechos de azar, como lotería, juego, apuestas o hallazgo de tesoro.
 (1) ZANNONI, Eduardo, "Derecho de Familia", T. I, p. 408, segunda ed. Actualizada, Ed. Astrea.
 (2) MÉNDEZ COSTA, M. J. "Las deudas de los cónyuges", p. 66, Buenos Aires, 1979, Ed. Astrea.
 (3) RIPERT, Georges; BOULANGER, Jean, "Tratado de Derecho Civil según el Tratado de Planiol", T. IX,
p. 262, n° 405, Bs. As., 1965, Ed. La Ley.
 (4) MAZZINGHI, Jorge A., "Responsabilidad de la mujer por deudas contraídas por el marido: Desacertado
fallo y peligrosa doctrina", ED 45-979.
 (5) Incom. En pleno, agosto 19-1975, en autos Banco provincia de Buenos Aires c. Sztabinki, S. La Ley,
1975-D-70.
 (6) CSJN, dic. 1-1987, Fisco Nacional c. Hays, J. T. s. tercería de dominio, Fallos 310:2459.
 (7) MAZZINGUI, Jorge O. ob.cit. lugar citado. Hernández, Lidia B. Las deudas de los cónyuges, en Revista
Interdisciplinaria de derecho de familia.
 (8) C1CC La Plata, Sala II, mayo 6-1965, ED 11-739.
 (9) Nota 38 BELLUSCIO, A. C., "Manual", T. II, p. 119, n° 385; ZANNONI, E. "Derecho de Familia", T. I,
p. 504, n° 410; FASSI Y BOSSERT, "Sociedad conyugal", T. I, com. art. 1275, n° 17. MAZZINGHI, J.,
"Derecho de Familia", T. II, p. 243, n° 232; MÉNDEZ COSTA, M. J., "Las deudas de los cónyuges", p. 157, n°
67; BORDA, G., "Tratado de Derecho de Familia", T. I, p. 264, n° 361.
 (10) HERNÁNDEZ, Lidia B., "El vaciamiento de la culpa en materia matrimonial, Revista de Derecho de
Familia y de las personas", Año VI, n° 20, Noviembre 2014.
 (11) GUAGLIANONE, A., "Régimen patrimonial del matrimonio", T. II, p. 439, n° 344.
 (12) ZANNONI, E., "Derecho de Familia", T. I, p. 489, n° 400.
 (13) BELLUSCIO, A. C., "Código Civil Comentado", T. 6, com. art. 1275, p. 155. ed. Astrea.
 (14) CNCiv. Sala D, oct. 1956, La Ley 85-286; CNCiv. Sala B, ED 96-473.

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