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I.

INTRODUCCIÓN
POLIS
La comunidad social que según Aristóteles, como toda comunidad está constituida en vista de
algún bien, siendo el bien a que tiende el más principal o de mayor categoría entre los bienes.
Su característica es el monismo político- religioso; la religión, pues, fue uno de los
ingredientes sustanciales de las polis griegas. Entonces, una comunidad política era a la vez y por
encima de todo una comunidad religiosa 1. DE Coulages señala cómo el culto de los muertos
convertidos en dioses familiares, dotaba al jefe de la familia del doble carácter de sumo sacerdote
y autoridad suprema del grupo familiar. La ampliación y evolución de los grupos sociales, hizo
aparecer divinidades comunes a los mismos y autoridades de jerarquía superior, con el mismo
doble carácter de sacerdotes y jefes supremos.
POLIS GRIEGA (ESPARTA Y ATENAS).
Posee la cualidad moral de aislarse del mundo, porque tiene dentro de sí todos los elementos para
satisfacer las necesidades de los individuos que la forman. La polis no necesita del mundo
bárbaro, ni de las otras ciudades griegas.
La característica fundamental de la polis es su omnipotencia, su potestad absoluta en
relación con el individuo, que por el contrario, no tenía más validez en relación con la misma,
que su capacidad para participar en ella a través de la elaboración de las leyes.
Una vez formuladas las leyes, se imponían a los individuos de manera tal, que no les
dejaban esfera alguna de libertad, en el sentido actual. El ciudadano sólo tenía el valor de
miembro de una comunidad. Esa era la Polis antigua.
La libertad en la antigüedad consistía en que el ciudadano podía participar en el poder de
la sociedad política, pero quedando sujeto a la misma en su esfera privada.
La característica fundamental de la polis era su unidad interior. La afirmación que
consideraba la absorción total del individuo por la comunidad política, sólo tiene valor
refiriéndola al origen de la organización política griega; pero no a su evolución.
Otra de las características de la polis es su apoyo en una comunidad temporal y espiritual.
La educación del ciudadano para la virtud es el fin último de la polis, el deber supremo del
ciudadano. Este contenido ético se deriva de la creencia del pueblo de que la sociedad política es
obra de Dios y por tanto, su veneración el primer deber del ciudadano. El griego no se adhiere a
la polis por coacción, sino por veneración.
Pero después de las Guerras Médicas, la polis griega evolucionó; el individuo se fue, poco
a poco, desligando de la polis. Los sofistas predicaron una doctrina política desprovista de
contenido ético y se expuso también una doctrina “universalista” del hombre por Demócrito y los
cínicos.
Los estoicos, por su parte, en vez de una comunidad política nacional, preconizaron la existencia
de una organización política sin fronteras, de una sociedad política mundial.
La libertad se entiende, entonces, ya en un sentido individualista, no de comunidad, como en la
antigua polis.
LA POLIS GRIEGA DEL SIGLO V
Vamos a ocuparnos de la polis en el llamado Siglo de Oro de Grecia, en la época de Pericles, en
Atenas.
La concepción individualista afirmó la plena libertad social de los atenienses, además de su
consagración a la polis. La libertad se entendió en un sentido doble: participación en la vida de la
polis y, además, libertad en relación con el organismo político.

1
Cf. DE COULAGES F., La ciudad antigua.
Esa esfera de libertad individual dio origen a instituciones de Derecho Privado protectoras de la
propiedad, de la sucesión, etc.
La organización política griega ateniense puede caracterizarse, en resumen, como una asociación
de ciudadanos unitaria e independiente y que tiene por base leyes y autoridades propias.
El hombre forma parte íntegramente de esa comunidad política, y por ello implícitamente tiene
derecho a participar en la vida de la polis.
Los ciudadanos o miembros de la polis, pues, tenían derecho a tomar parte en la vida política de
ésta. Este era un privilegio que se obtenía por nacimiento. Además daba derecho a un mínimo de
participación en la actividad política o en los asuntos públicos.
Consistía en: asistir a la asamblea de la ciudad, ser designado para una serie mayor o menor de
cargos públicos.
Los griegos no consideraban su ciudadanía como algo poseído, sino como algo compartido, en
forma análoga a lo que representa el ser miembro de una familia. El problema no era conseguir
para el hombre unos derechos, sino asegurarle el lugar que le correspondía, en descubrir el lugar
que debía ocupar cada clase de hombres en una sociedad de tal modo que pudiesen desarrollarse
en ella todas las formas significativas de trabajo social.
INSTITUCIONES POLÍTICAS
Todo el cuerpo de ciudadanos varones formaba la asamblea o ecclesia, todo ciudadano tenía
derecho a asistir desde que llegaba a la edad de veinte años. Los actos de esta asamblea
encarnaban toda la autoridad pública del cuerpo político.
Lo que llama la atención son los medios políticos ideales para hacer que los magistrados y
funcionarios fuesen responsables ante el cuerpo ciudadano y estuviesen sometidos a su control.
Se aspiraba a seleccionar un cuerpo suficientemente amplio para formar una muestra de todo el
cuerpo de ciudadanos, a los cuales se les permitía actuar en nombre del pueblo. Los cargos de
magistrados no eran desempeñados por ciudadanos, de modo que cada uno de ellos fuese
miembro de una de las tribus en que estaban divididos los ciudadanos.
Los dos cuerpos que formaban la clave del control popular en Atenas eran el Consejo de los
quinientos y los tribunales con sus grandes jurados populares.
Los atenienses se dividían en unos cien “demos” o barrios; la pertenencia a ellos era hereditaria.
Eran la puerta a la ciudadanía, ya que tenían el registro de sus miembros y todo ateniense era
inscrito en él a la edad de dieciocho años.
Pero su función d verdadera importancia era la de presentar candidatos para los diversos cuerpos
en los que se desarrollaba el gobierno central.
Había un importante cuerpo de funcionarios: se trata de los diez generales escogidos por elección
directa y que eran, además, reelegibles en sucesivas elecciones. Este cargo era un puesto político
de la más alta importancia.
Pero el cuerpo gobernante verdaderamente esencial lo constituían los tribunales y el consejo de
los quinientos. Este último, en sustancia, era un comité ejecutivo y directivo de la asamblea.
La tarea efectiva del gobierno se centraba en realidad en este comité. Se le reducía a un tamaño
más apropiado a su función mediante el artificio favorito de la rotación en los cargos.
Se escogía por sorteo un presidente para cada día y a ningún ateniense podía corresponderle este
honor más de un día en toda su vida.
Las embajadas extranjeras sólo tenían acceso al pueblo por intermedio del consejo. El consejo
podía encarcelar a los ciudadanos, condenarlos a muerte, o consignar a los delincuentes a uno de
los tribunales ordinarios. Tenía el control absoluto de la hacienda, la administración de la
propiedad pública y los impuestos.
En cualquier caso los decretos se aprobaban en nombre del consejo y el pueblo.
El control popular de los magistrados y de la ley se completaba por medio de los tribunales. Los
tribunales atenienses eran, sin duda, la clave de todo el sistema democrático.
Todo ciudadano ateniense de treinta años de edad podía ser designado para el desempeño de esta
obligación.
El tribunal no era sólo un órgano judicial, se concebía que para la cuestión de que se tratase era
literalmente el pueblo ateniense.
Por último, había también una auditoría especial de cuentas y una revisión del manejo de los
dineros públicos hecho por todo magistrado, al fin del mandato de éste.
El control de los tribunales se extendía, además, a la propia ley. En efecto, una decisión del
consejo o de la asamblea podía ser impugnada mediante una forma especial de ación en la que se
alegaba que aquella era contraria a la norma fundamental. Obvio que los atenienses consideraban
el jurado como idéntico a todo el pueblo.
IDEALES POLÍTICOS
Para los atenienses su ciudadanía es la mayor gloria. Por encima de todos los grupos menores de
cualquier clase que sean, está la ciudad, que da a todos ellos su sentido y su valor.
El arte de los griegos era un arte cívico. Su religión era la religión de la ciudad y sus festivales
religiosos eran celebraciones cívicas.
Dedicar todo su tiempo a sus negocios privados habría parecido al ateniense de la época de
Pericles una monstruosa perversión de valores.
En la concepción ateniense, la ciudad era una comunidad en la que sus miembros habían de llevar
una vida común armónica, en la que encontrasen canalización espontánea y feliz las capacidades
de todos y cada uno de sus miembros.
Aunque sólo tuvo una realización precaria, este ideal de una vida común armónica en la que el
mayor placer de todo ciudadano debía ser la participación en la vida pública, se constituye el
pensamiento central de la teoría política griega.
Para el filósofo de la ciudad – estado, la justicia significa la constitución u organización de la
vida común de los ciudadanos y la finalidad de la ley es encontrar a cada hombre su lugar, su
posición, su función en la vida total de la polis.
El ideal ateniense encontró un lugar para dos valores políticos fundamentales: la libertad y el
respeto a la ley.
Las actividades de la polis se realizan con la cooperación voluntaria de los ciudadanos y el
instrumento principal de esa cooperación es la libre y plena discusión de la política en todos sus
aspectos.
Así, el escepticismo que no ve en el derecho nada que no sea la costumbre ciega, es para Platón el
más letal de todos los venenos sociales.
La libertad del ciudadano deriva del hecho de que tiene capacidad racional para convencer y ser
convencido mediante el trato libre y sin “trabas” con sus semejantes.
La libertad así concebida implica el respeto a la ley. Reconoce en la ley una norma merecedora
de respeto y que, por ende, en este sentido se impone por sí misma. Hay un punto en el que están
de acuerdo todos los pensadores políticos griegos, a saber: que la tiranía es el peor de todos los
gobiernos.
No tiene la polis peor enemigo que el déspota, bajo quien, en primer lugar, no puede haber leyes
comunes, sino que uno gobierna teniendo en sus manos la ley.
En el estado libre, la ley y no el gobernante es soberano, y la ley merece el respeto del ciudadano,
aunque en algún caso particular lesione sus intereses. La libertad y el imperio de la ley son dos
aspectos complementarios del buen gobierno.
Podría resumirse el ideal ateniense en una sola frase, diciendo que es la concepción de la
ciudadanía libre en un estado libre.
El hecho de que ninguno de los pueblos que han tomado posteriormente como ideal el de la
libertad cívica ha dejado de verse influido por las instituciones y la filosofía atenienses,
constituye la medida de su éxito.
Platón afirma que en cuanto empresa práctica la polis depende del control y la interrelación de la
aptitud natural y la educación, en otras palabras, de conseguir la mejor capacidad humana y
desarrollarla mediante la mejor educación. Por tanto, no hay ninguna esperanza para los estados,
amenos que el poder se encuentre en manos de quienes saben en primer lugar, cuáles son las
tareas que el estado bueno requiere que se realicen y, en segundo término, qué herramienta y qué
educación pueden proporcionar los ciudadanos aptos para realizarlas.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA

PORRÚA PÉREZ F. Teoría del estado,

SABINE G. Historia de la teoría política,


INSTITUTO SALESIANO DE ESTUDIOS SUPERIORES
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA

LA IDEOLOGÍA.
LA POLIS GRIEGA Y ROMANA.

FILOSOFÍA SOCIAL

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