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La filosofía de la cultura por su misma naturaleza y su génesis, cómo se ha dicho en

comentarios anteriores, no se puede reducir su campo de acción a un área específica, pues


¿cómo poder hablar de una cultura objetiva, universal y que nos sirva como criterio para
analizar determinada sociedad? Como Montani ha dicho, no podemos hablar de una
definición universal de la cultura, pues en el mismo concepto cultura llevamos el peso de la
dificultad. La cultura y su objeto, que podríamos considerar como todo aquello que
circunda al hombre, no es sin embargo el objeto material de la filosofía de la cultura
identificado en el fenómeno cultural. Pero, ¿en donde radica la diferencia?, el punto de
partida es que toda reflexión de esta índole y con estas características la debemos situar en
el ámbito de la filosofía, y por lo tanto dicha reflexión se encamina directamente ha hacer
una reflexión antropológica, es decir, el punto de partida de toda construcción objetiva, y
como formación subjetiva, son exclusivamente propios de la actividad del ser humano.
En este sentido, pareciera confundirnos en cuanto al objeto entre estas disciplinas, e incluso
preguntarnos, si realmente ha asumido su propio campo de estudio la filosofía de la cultura
o sólo es –como diría Abbagnano-, una manifestación de la especialización de las ciencias,
y en este caso de la filosofía. De la misma manera acaso será exclusivo del ámbito de
reflexión filosófica de dónde parte la filosofía de la cultura, ciertamente que no, pues el
hombre en su incansable ejercicio de su humanidad da apertura de estudio a diversas
disciplinas, todas ellas denominadas comúnmente ciencias sociales. Por ello hablar de
filosofía de la cultura como propio de la filosofía, no es evidentemente reductivo y poco
más que ambicioso pretender marcar límites al mismo hombre, sin embargo sí considerarle
como reflexión no especulativa sino plenamente anclada en el hombre concreto. Desde esta
perspectiva, Montani hace una enumeración de las relaciones que lleva consigo la filosofía
de la cultura, quizás para poder justificar, lo que de suyo le pertenece: un lugar dentro de la
reflexión cultural contemporánea y su función en ella; que como hemos visto se remonta al
comienzo de la misma reflexión filosófica, en cuanto reflexión del hombre, y por lo tanto,
ejercicio cultural.
Dada esta situación, la profunda investigación y profundización del fenómeno cultural
llevado a cabo por el hombre lleva a cuestionar ¿qué elemento es el que anima toda la
actividad del hombre, en cuanto búsqueda de un bien en vistas a un fin particular?, a juzgar
de Montani, serían los valores; por lo que el papel del filósofo de la cultura es el papel de
un axiólogo. La cultura entonces ayuda a conceptualizar el carácter reflexivo del ser
humano y la situación histórica de los valores que rigen determinada sociedad. Sin
embargo, continúa abierta la cuestión, ¿cómo debemos considerar la cultura? Si se
considera desde la particularidad o con el ánimo de la universalidad como hemos visto, en
lugar de ampliar horizontes los reduce. De lo anterior, se proponen tres exigencias
epistemológicas lógicas para la aproximación de un concepto filosófico de cultura: a)
Hacer inteligible la relación entre realidad humana y realidad cultural; b) hacer inteligible
la unión entre distintos aspectos o niveles de la realidad cultural; explicar la relación que
existe entre cultura y culturas. Por lo tanto, la cultura así entendida será posible sólo desde
el contexto específico en que se manifieste y por lo tanto reconociendo un diálogo directo
con la tradición, como el sustrato axiológico del accionar del hombre, y por ello
necesariamente moral. Por ello la filosofía de la cultura, proporciona al hombre moderno la
posibilidad de replantear su conciencia reflexiva desde su contexto, haciéndose solidario y
a la vez crítico con su tiempo en la búsqueda de lo más universal posible del ser humano y
de su cultura.

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