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«Debemos crear un sistema que entusiasme a las alumnas/os y las empodere»

22 enero, 2019
Ron Ritchhart es investigador del Project Zero de la Universidad de Harvard y acaba
de publicar por primera vez en castellano su obra Cultura de Pensamiento
Flexibles, innovadores, capaces de pensar y preparados para ser
competentes en la complejidad del mundo actual. Así es
como Ron Ritchhart considera que deberían ser los alumnos y
alumnas de hoy en día. Para conseguirlo, el investigador lo tiene
claro: «Debemos romper con el modelo de escuela estructurada».
Con motivo del congreso Comprensión para un mundo complejo, del Project
Zero de la Universidad de Harvard celebrado en España
(Pamplona) el pasado mes de Octubre, nos sentamos a charlar con
uno de los mayores expertos en Educación a nivel mundial.

P. ¿Estamos preparando bien a las alumnas y alumnos para el mundo con el que se
enfrentarán en el futuro?
R. No creo que lo estemos haciendo. La mayoría de los sistemas educativos en el mundo
están configurados para perpetuarse en el futuro del modo que han sido siempre. Hay
muchas cosas en las escuelas que están muy estructuradas, como el currículo que
enseñamos, el modo en que dividimos las disciplinas en materias, los exámenes que
ponemos. Los alumnos están acostumbrados a obedecer estas reglas, han aprendido a jugar
el juego que plantea la escuela y en muchas ocasiones han aprendido a funcionar con el
mínimo esfuerzo posible, porque no tiene mucho sentido poner mucho esfuerzo en cosas
que no nos importan demasiado. Pienso que tenemos que cambiar eso y crear un sistema
que realmente entusiasme a nuestros alumnos y los empodere.
P. ¿Por qué es tan difícil crear una cultura de pensamiento en la escuela?
R. Hay muchas razones por las cuales es realmente difícil lograr este cambio en la cultura.
Una de estas razones es que la historia que nos contaron a todos nosotros cuando fuimos
alumnos en la escuela es una historia muy poderosa y muy bien inculcada. La gente tiene
que enfrentarse a esta vieja historia y reconocer que no es la historia que quieren contar,
sino que es una historia diferente. Muchas veces las escuelas mantienen la historia que les
contaron a los profesores cuando fueron a la escuela y simplemente continúan con esa
historia. Entonces, en primer lugar, debemos enfrentarnos a este cambio. Una segunda
razón importante es que hemos organizado las escuelas en todo el mundo para que sean
nuestras clasificadoras. Clasificamos a los alumnos en grupos, los de rendimiento alto,
medio y bajo, los de orientación profesional, los que van a ir a la universidad…
Organizamos las escuelas para clasificarlos. Muchos de los exámenes que ponemos no
están pensados para averiguar cuánto han aprendido los alumnos, sino para averiguar cómo
clasificarlos, para saber quiénes son los ganadores y quiénes los perdedores. Tenemos que
prestar atención a los sistemas de evaluación y preguntarnos si realmente están
promoviendo el aprendizaje que necesitan nuestros alumnos.
P. ¿Cuáles son las ocho fuerzas culturales que dan forma a la cultura de una clase?
R. Solemos pensar que la cultura es algo que surge un poco misteriosamente en torno a un
grupo de personas y sobre la que no tenemos capacidad para controlar. En nuestra
investigación intentamos comprender qué es lo que ocurre en una cultura e identificar lo
que llamo ocho fuerzas culturales. He escogido el término “fuerzas” deliberadamente,
porque al igual que la fuerza de gravedad no son algo que decidimos, como si pudiéramos
decidir si queremos tener gravedad o no. Simplemente están ahí. Tenemos que decidir qué
haremos con ellas y reconocerlas como una influencia. De forma similar, estas ocho fuerzas
culturales no son algo que el profesor pueda elegir si implementa o no en clase. Ya están
ahí y son las que dan forma a la cultura.
Las fuerzas son, sin un orden en particular, las siguientes. El modelaje. Nosotros estamos
siempre modelando como profesores, como adultos. Estamos modelando quiénes somos
como pensadores y como aprendices. Las oportunidades. Las oportunidades que el profesor
crea. En todas las clases hay oportunidades, pero ¿son esas oportunidades ricas, poderosas
para implicar a los alumnos, para construir comprensión, para cuestionar ideas erróneas?
Las rutinas. Todos los grupos tienen rutinas. Una forma de pensar acerca de lo que es una
rutina es pensar cuál es el modo en que se hacen las cosas. Hay rutinas para aprender y para
pensar. El ambiente físico. La forma en que la clase está organizada, qué es lo que pone el
profesor en las paredes, la forma en que están organizadas las mesas y las sillas,
determinará el modo en que podrán interactuar las personas en ese espacio. El tiempo es
otra fuerza cultural. Todos los grupos tienen un tiempo que es limitado. Esto significa que a
través del modo en que organizamos el tiempo y las cosas a las que damos tiempo y a las
que no damos tiempo, estamos enviando mensajes a nuestros alumnos acerca de qué es lo
que valoramos. Las interacciones. La forma en que interactuamos con nuestros alumnos y
el modo en que nuestros alumnos interactúan entre ellos. Y las expectativas. A menudo
usamos la expresión expectativas para referirnos a lo que esperamos de nuestros alumnos.
Lo que es aún más poderoso como fuerza cultural son nuestras expectativas hacia nuestros
alumnos. Qué es lo que queremos para ellos. ¿Estamos intentando crear alumnos
autónomos e innovadores? Estas expectativas hacia nuestros alumnos determinan el tipo de
clase que crearemos.
P. ¿Qué evidencias existen acerca de la influencia de las fuerzas culturales en el
aprendizaje de los alumnos?
R. Como las ocho fuerzas culturales son un marco teórico que nos ayuda a comprender una
cultura, entonces no existen como una especie de programa que alguien podría poner en
práctica. Las ocho fuerzas culturales están presentes para cualquier profesor, ya que existen
en cualquier grupo u organización del que podamos formar parte. Cuando alguien siente
que está en una cultura que nos apoya, los mensajes que nos llegan a través de cada una de
estas fuerzas son coherentes y consistentes. Podríamos considerar de forma separada y
estudiar lo que nos dice la investigación acerca de cada una de ellas. Por ejemplo, si
observamos las oportunidades, las investigaciones llevadas a cabo por Fred Newman
muestran que cuando los alumnos se encuentran regularmente con oportunidades para
aplicar sus conocimientos en situaciones nuevas, en las que se les pide que comuniquen sus
ideas con efectividad y hacer conexiones ricas con el resto de la comunidad, esos alumnos
rinden mejor. No solo rinden mejor en los exámenes estandarizados, sino en general su
progresión es mejor. O por ejemplo las interacciones. Hay bastantes meta-análisis hechos e
investigaciones que dicen que cuando una clase tiene interacciones positivas, relaciones
positivas, los alumnos aprenden más. Esta es de las características más cruciales y hay más
que suficientes investigaciones que muestran que los alumnos que no se sienten que tienen
una buena conexión con el profesor y con la escuela, son más propensos al fracaso escolar
y tienen un menor rendimiento. Podemos analizar cualquiera de estas fuerzas y ver cómo
cada una de ellas contribuye al aprendizaje de nuestros alumnos.
P. ¿Qué es la revolución educativa para usted?
R. La revolución educativa, que de hecho está comenzando ahora, pienso que es cuando
damos más control para la toma de decisiones y para el diseño de las escuelas a los
profesores. Tradicionalmente eso no está en manos de los profesores sino de personas que
crean las políticas públicas que no saben demasiado sobre educación. Hay una agenda
política que determina hacia dónde deben dirigirse las escuelas. Sin embargo, podemos
empoderar a los alumnos, como ocurre en una iniciativa en Australia llamada “Dale la
vuelta al sistema, o como ocurre también en el Reino Unido con otra llamada “Darle la voz
a los profesores” para llevar a cabo cambios en sus escuelas y en el sistema. Pienso que eso
sería una revolución educativa.
P. ¿Piensa que se debería dar más autonomía a las escuelas?
R. No se trata solo de dar autonomía a las escuelas, sino de implicar a los profesores en
decisiones sobre políticas educativas. No sé cómo funciona en España, pero sí conozco
cómo es en Australia y los Estados Unidos, se toman decisiones que conciernen a las
escuelas y casi nunca se habla con los profesores. No hablan con los profesores acerca de lo
que está pasando en las escuelas, de lo que necesitan, sino que otra persona está tomando
esas decisiones. No hablar con las personas que de hecho tienen bajo su responsabilidad la
misión de educar es una manera de quitarles poder. Entonces, pienso que la revolución
comienza empoderando a los profesores y dándoles más voz comenzando por las políticas
educativas.

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