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CAPÍTULO 1:
Sabemos hoy que las formas básicas en que aprendemos las personas son un
producto de la selección natural. Todos los animales aprenden con unos
mecanismos —el condicionamiento, la asociación entre estímulos y respuestas, la
supresión de las conductas que van seguidas de una consecuencia negativa y el
incremento de aquellas que son premiadas por el ambiente— que forman parte
también de nuestro bagaje cognitivo, como consecuencia de esa selección natural.
La especie humana es la única que, de forma inequívoca, ha generado una cultura
propia y, por tanto, la única que sin ningún tipo de duda enseña, es decir, ayuda a
otros congéneres a aprender. Pero transmitir esta cultura a las nuevas
generaciones, preservarla y transformarla requiere organizar sistemas sociales de
aprendizaje (formales-informales) para educar y ayudar a otros.
Las formas de aprender cambian también a lo largo de la historia y parece que un
factor esencial de esa evolución de demandas culturales de aprendizaje es la
tecnología del conocimiento dominante en cada sociedad -como la imprenta, los
ordenadores, los teléfonos móviles- no son solo un soporte, sino una forma de
organizar y de pensar lo que aprendemos.
Aprender es una buena forma de combatir los daños cognitivos asociados a la edad.
Adquirir un hábito adictivo resulta sencillo, pero es mucho más costoso aprender a
abandonarlo y suele requerir ayuda o apoyo- cuesta mucho más cambiar una
conducta, actitud o un conocimiento que aprenderlo por primera vez-. La demanda
de ayuda psicológica o terapéutica ha crecido, vivimos en una sociedad agobiada
por el estrés, por la perplejidad personal y social ante un mundo incierto, la soledad
que cada día viven más personas, etc.
CAPÍTULO 2:
CAPÍTULO 4
Los textos hacen referencia al aprendizaje, donde hay una clara distinción entre las
definiciones de la psicología humanista, cognitiva y la psicología del aprendizaje,
retomando y diferenciando conceptos como socialización, sentido común y la mente.
Es por esta razón que Pozo busca reflexionar sobre el problema que se enfrenta al
generar un nuevo proyecto de alfabetización que sea más ambicioso “leer para
aprender, calcular para aprender”.
En los últimos años, las necesidades sociales del aprendizaje han evolucionado
mucho más que las formas de organizarlo y gestionarlo, por eso es necesaria una
revisión en profundidad de nuestra manera de aprender y, por lo tanto, de enseñar.
Por ello, el autor expresa que “el aprendizaje es un cambio relativamente
permanente y transferible en los conocimientos, habilidades, actitudes,
emociones, creencias, de una persona como consecuencia de sus prácticas
sociales mediadas por ciertos dispositivos culturales”.
Por eso si queremos hablar de aprendizaje debe haber un cambio duradero, esto
quiere decir que además de que aprendamos debemos poder transferir, o poder
utilizar estos aprendizajes en situaciones nuevas, distintas en las que se aprendió.
Porque como aclara Pozo, no es que no estemos aprendiendo, sino que se aprende
mal, repetimos sin comprender y la complejidad está en comprender, resulta más
difícil, pero produce cambios más duraderos y transferibles.
Por qué hacemos mención de esto, porque claramente nos lleva a entender que el
aprendizaje requiere práctica, requiere asignar recursos cognitivos y emocionales,
exige motivación del aprendiz, y hoy es muy difícil llevarlo a cabo ya que estamos
combatiendo con una ideología basada en producir ideas ya aceptadas, un sistema
de valores conservadores según el cual se basa en “aprender es repetir el
conocimiento autorizado”, no desviarse de lo pautado.
LOS 10 PECADOS