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Cultura sin humanidad, imposibilidad expresa.

Si atendemos a la definición propuesta por Montani acerca de la cultura, que versa: conjunto de los
rasgos distintivos espirituales y materiales; intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad
o un grupo socia. Este particular modo de ver la cultura lleva al individuo a reflexionar sobre sí
mismo y lo lleva un compromiso ético que lo distingue por encima de los impulsos naturales y abre
el camino para descubrir en sí mismo lo específicamente humano, de esta manera, estaremos muy
cerca de poder afirmar categóricamente que el ser humano, sólo puede entenderse como un ser
cultural, y lo que lo hace verdaderamente ser humano es en la medida en que asume esta
característica esencial a su ser. De esta afirmación y considerando lo dicho por Pérez Tapias de que
el ser humano es producto de la evolución biológica, pero que trasciende dado que es también
protagonista de la cultura que él mismo va creando, es decir, trasciende la naturaleza pero sin
abandonarla. En este sentido la consideración que cualquier ciencia haga en torno al hombre tendrá
que considerar seriamente en respetar la paradoja expresada por Pérez Tapias, evitando los
reduccionismos sobre todo en el ámbito de la antropología, dejando en claro que ni un instintivismo
etológico ni el geneticismo sociobiológico, por sí solos pueden explicar biológicamente las
actitudes culturales humanas, necesitan considerar su inteligencia y aprendizaje para responder a los
desafíos del medio que le rodea, no se puede por tanto regirse sólo por instintos. Si sólo nos
quedáramos con esta visión parcial del hombre desde lo específicamente biológico y considerando
la definición de Montani, estaríamos eliminando lo que se considera lo específicamente humano, y
visto el hombre como otra especie animal más; Pérez Tapias habla de un salto a la cultura, que crea
entre en hombre y las demás especies una brecha bien definida. Pero, ¿cuál es la clave para este
salto humanizador que lleva al hombre a la culturalización? La complejidad de la sociedad formada
por el hombre le llevó a crear un conjunto de estructuras que desbordaron lo genéticamente innato,
basado en el desarrollo de su potencial cerebral capaz de sostener complicados procesos de
aprendizaje aunado al desarrollo de las aptitudes psicomotoras, lingüísticas, intelectivas, afectivas;
que fue la clave para este salto del que habla Pérez Tapias. De esta manera, el hombre – concluye
Pérez tapias- es un ser cultural por naturaleza, puesto que por naturaleza necesita dela cultura y su
no especialización según criterios biológicos normales le hace imposible sobrevivir solo en la
naturaleza.
Por lo tanto, descubrimos que el binomio: naturaleza-cultura, es inseparable pero
distinguimos claramente la importancia que la tradición o el ámbito cultural tiene sobre el hombre y
su particular modo de ser humano. La cultura entonces es el componente vital de la naturaleza y
condición necesaria para una existencia sensata verdaderamente humana, es su nota esencial y la
característica de la vida humana, es decir, vive a través de ella y por medio de ella se distingue
como se ha visto, de todo lo existente. Estas nociones nos llevan a que toda ciencia en el estudio de
lo propiamente humano, no prescinda de una filosofía de la cultura; por ejemplo la antropología
filosófica y la historia.
Aún visto todo lo anterior, en el afán por distinguir una noción universal de la cultura, casi
siempre se cae en relativismos o absolutismos que no colaboran propiamente a encontrar esta
ambiciosa búsqueda. Beuchot considerando el pluralismo cultural que existe propone su relativismo
relativo, a partir de la analogía que nos permite dar cuenta de la diversidad cultural sin caer en el
relativismo absoluto del equivocismo, pero también da cabida a lo universal, sin caer en el
absolutismo absoluto del univocismo. Es un intento por conjuntar lo universal y lo particular, sin
borrar o destruir a ninguno de los dos pero sí dando predominio a lo particular y concreto, es decir,
a la diferencia, considerando algunos absolutos. Es la búsqueda por el diálogo, por encontrar el
punto más moderado de lo diverso pero sin traicionar su propia realidad, sin imponerle esquemas,
en otras palabras, Beuchot trata de nulificar el efecto del prejuicio modernista de la univocidad y
evitar la reducción relativista que no nos permite un acercamiento moderado y dialógico con todas
las manifestaciones culturales que de suyo y específicamente el hombre posee.

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