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CONTENIDO

MÓDULO 1.La regulación jurídica del proceso

Unidad 1. La regulación jurídica del proceso


1.1. La regulación jurídica del proceso

1.1.1. Derecho procesal. Definición. Contenido


1.1.2. El derecho procesal civil, penal, laboral y de familia. Objeto de conocimiento y diferencia

1.1.3. La norma procesal

1.2. El proceso judicial

1.2.1. El proceso judicial

1.2.2. Presupuestos procesales y sentenciales

1.3. Reglas constitucionales del proceso

1.3.1. Bases constitucionales

1.3.2. Tipos o sistemas procesales

1.3.3. Principios o reglas que gobiernan el proceso

1.3.4. Reglas procesales

1.4. Jurisdicción y competencia

1.4.1. Jurisdicción. Definición. Caracteres. Límites. Elementos. Momentos de su ejercicio

1.4.2. Competencia

1.5. Organización judicial

1.5.1. Organización judicial

1.5.2. El juez o tribunal

1.5.3. El Ministerio Público Fiscal

1.6. Clasificación de los procesos

1.6.1. Estructura del proceso civil

1.6.2. Derecho procesal civil actual. Modernas tendencias

1.6.3. Estructura del proceso penal

1.6.4. Estructura del proceso laboral y de familia

MÓDULO 2. El poder de acción

Unidad 2. El poder de acción


2.1. El poder de acción

2.1.1 La acción procesal: definición y caracteres

2.2. Excepción procesal

2.2.1. Definición. Contenido. Caracteres. Ejercicio

2.2.2. Oposición a la pretensión. Formas en el procedimiento civil

2.2.3. La defensa en el proceso penal

2.2.4. Oposición a la pretensión en el proceso laboral y de familia


2.2.5. Las excepciones en sentido estricto en los distintos fueros

2.2.6. Rebeldía

2.3. Sujetos del proceso

2.3.1. Sujetos procesales: esenciales y eventuales. Atribuciones y sujeciones

2.3.2. Los sujetos en el proceso civil, familiar y laboral. Las partes: definición, legitimación procesal y sustancial, diferencias. Cargas procesales

2.3.3. Sujetos en el proceso penal

2.3.4. Partes con pluralidad de sujetos

MÓDULO 3. Los actos procesales

Unidad 3. Los actos procesales


3.1. Actos procesales

3.1.1. Actos procesales. Definición. Elementos. Clasificación

3.1.2. Comunicación procesal. Definición. Modos

3.1.3. El tiempo en el proceso. Plazos procesales

3.1.4. Sanciones procesales. Definición, clasificación. Inadmisibilidad y nulidad. Definición. Principio y efectos

3.2. Teoría general de la prueba judicial

3.2.1. La prueba

3.2.2. Sistemas de valoración de la prueba

3.2.3. Facultades del juez para ordenar de oficio medidas probatorias

3.2.4. Carga de la prueba en el proceso civil, laboral y familiar

3.2.5. Responsabilidad probatoria en el proceso penal

MÓDULO 4. Discusión y sentencia

Unidad 4. La impugnación procesal y las medidas cautelares


4.1. Discusión y decisión

4.1.1. Alegatos

4.1.2. Sentencia. Definición, clasificación, formalidades

4.1.3. La cosa juzgada. Clases

4.1.4. Modos anticipados de conclusión del proceso en el procedimiento civil, penal, laboral y de familia

4.2. Teoría general de las impugnaciones

4.2.1. La impugnación procesal. Definición, fundamentos, efectos (fs. 347/67)

4.2.2. Medios impugnativos: incidente, recurso y acción. Clasificación. Vías recursivas ordinarias y extraordinarias. Acción impugnativa

4.2.3. Incidentes: procedencia y clases

4.3. Medidas cautelares

4.3.1. Definición, naturaleza, caracteres, requisitos y efectos

4.3.2. Medidas cautelares, en particular, en el procedimiento civil, laboral y de familia

4.3.3. Medidas cautelares genéricas o innominadas

4.3.4. Medidas cautelares en el procedimiento penal


Presupuestos procesales y sentenciales

El proceso judicial tiene como finalidad la aplicación del derecho a determinada


situación fáctica (hechos) presentada ante el magistrado. Para alcanzar esa
finalidad, es necesario comenzar con el cumplimiento de aquellos requisitos
tendientes a habilitar el inicio del proceso judicial. Estos requisitos son los llamados
presupuestos procesales.

Los presupuestos procesales deben preexistir, esto significa que sirven para el
nacimiento válido de una relación procesal. Ellos son indispensables para, luego,
llevar adelante la correcta tramitación de un juicio. La relación procesal podrá ser
considerada válida siempre y cuando esos requisitos se hubieran verificado antes
del inicio del proceso judicial.

Los presupuestos procesales son: la legitimación de las partes, la competencia del


juez, y el cumplimiento de los requisitos formales de la demanda.

Casos en los que no se cumple algún presupuesto procesal

Tipo de nulidades procesales

Presupuestos sentenciales

Referencias
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LECCIÓN 1 de 5

Casos en los que no se cumple algún presupuesto


procesal

No siempre se hace el debido control del cumplimiento de los presupuestos procesales al interponer la
demanda, y puede suceder que avance un proceso hasta llegar a la sentencia y recién ahí ser advertido el
incumplimiento de alguno de los presupuestos.

En otras palabras, puede suceder que no haya una correcta “verificación” de los presupuestos antes de darle
inicio al proceso, y se presenten situaciones como la siguiente:

Se inició un proceso judicial en contra de una persona por una deuda de impuestos
inmobiliarios de un determinado bien inmueble. La sustanciación del proceso se llevó
adelante en rebeldía del demandado (no compareció al juicio). Finalmente, se llegó a dictar
sentencia ordenando el pago de lo debido y la subasta del inmueble. Luego de ello, un
legatario de quien había sido el demandado en autos (adquirente de la propiedad en
cuestión, por la que se debían impuestos), lleva en casación el proceso manifestando que
la persona en contra de la cual se había iniciado y concluido ese proceso, había fallecido
27 años antes, y por lo tanto, solicitó la nulidad de todo el proceso actuado por inexistencia
de la relación jurídico-procesal por verificarse la ausencia de uno de los presupuestos
procesales. El Tribunal Superior de esa provincia hizo lugar al recurso de casación, y en

consecuencia, resolvió anular la sentencia impugnada y con ello todo lo actuado1.

[1] TSJ Córdoba. Sentencia N.° 48, 21/4/2005. “Guzmán, Luis Gaspar y otra c/ Gustavo

Spinozzi y otro – Acción autónoma de nulidad – Recurso de Casación”.


La solución dada hoy puede verse reflejada en la previsión del artículo 2319 del Código Civil y Comercial de la

Nación Argentina2.

[2] Ley N° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

En el caso relatado, se puede apreciar que hubo promoción de un proceso, con la posterior sustanciación
procesal, en contra de una persona que estaba fallecida tiempo antes de la fecha de interposición de la
demanda. Incluso se llegó a dictar sentencia y a intentar la subasta del inmueble.

Al dirigir la demanda en contra de una persona difunta, se afectó la posibilidad de que emerja válidamente la
relación jurídica procesal, porque faltaba la legitimación pasiva de la persona demandada.

En tal supuesto, se vio castigada la validez de todo el proceso, incluyendo la sentencia dictada. Pues, ante la
falta un elemento indispensable, en este caso el sujeto pasivo de la acción, se vulneran las garantías
constitucionales de quien debía defenderse.

Debe tenerse en cuenta que la causa tuvo algunas características especiales que dieron lugar a la
procedencia de la nulidad de todo el proceso: se trataba de un legatario. En el caso de los legatarios de un
causante, son ellos a título personal quienes deberán ser demandados cuando el reclamo verse sobre el
bien que les fue legado.

Pero no siempre se logra la nulidad de un proceso ante esta clase de situaciones. Tal como se verifica en
este otro caso jurisprudencial:

Se dedujo una demanda ejecutiva en contra de una persona fallecida, llevándose a cabo la
sustanciación de todo el proceso. Llegado el momento de la sentencia, el juez de primera
instancia, declaró la nulidad de todo lo actuado por faltar el sujeto pasivo de la acción a
pesar de que ninguna parte lo hubiera planteado. En contra de ello, la actora recurre la
sentencia por haber resuelto “ultra petita” ya que ese extremo no había sido solicitado por
ninguna de las partes. La cámara entendió que los sucesores del demandado habían

convalidado todo lo actuado, por lo que no correspondía declaración de nulidad3.

[3] CCC 4.° Córdoba. A. I. N.° 42, 4/7/2016. “García Tollan, Carlos Alberto c/ Rearte, César

Daniel – Ejecutivo por cobro de cheques, letras o pagarés”.

En este otro supuesto, la solución es diferente porque los herederos del demandado fallecido
comparecieron al proceso y ejercieron la defensa en su calidad de continuadores de la persona del

causante. Aquí cobra relevancia el artículo 170 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación4, en el que
se establece que cuando un acto es consentido, no podrá declararse su nulidad; así como también los
artículos 2278 y 2280 del Código Civil y Comercial de la Nación.

[4] Art. 170. Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación.

Esto es lo que sucedió en el caso relatado: los herederos comparecieron y ejercieron la defensa; de esta
manera, quedó subsanada la falta de configuración del presupuesto procesal en cuestión. La lógica de su
comportamiento radica en que si el proceso hubiera sido iniciado como debía ser –en contra de los
herederos del causante–, también hubieran tenido que comparecer a ejercer la defensa tal como lo hicieron.

En este supuesto, sí se demanda a quienes sean herederos del causante, y no a título personal a cada uno
de ellos como se vio en el caso del legatario. Evidentemente, de ninguna manera es correcto demandar en
contra de la persona muerta, pero en este caso deberá ser en contra de los herederos de esa persona.

Diferente sería el caso de que, una vez iniciado el proceso, alguna de las partes falleciera. Aquí, sí habría
cumplimiento de los presupuestos procesales al momento de la interposición de la demanda, pero una
muerte sobrevenida durante la tramitación solo importaría que el juez suspendiera el proceso y llamara a los
herederos de la parte fallecida para que continúen en su representación (conf. art. 43 del CPCCN).

A esta altura es necesario hacer algunas aclaraciones para poder comprender las diferencias de criterio en
las soluciones dadas en ambos casos.
Una vez iniciado un proceso judicial en contra de una persona viva al momento
de interponer la demanda, ¿existe violación de alguno de los presupuestos
procesales si fallece el demandado durante la tramitación del proceso judicial?

No, los presupuestos procesales deben configurarse al darle inicio al proceso judicial.

Sí, porque de llegar a la sentencia el juez no podría imponer ninguna responsabilidad a


quien no podría cumplir con lo resuelto.

Solo si el fallecido no tiene sucesores, habría violación de los presupuestos


procesales.

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A continuación, te invito a leer el siguiente paper para profundizar acerca del tema.

El cobro de las deudas fiscales con posterioridad al fallecimiento


del causante.pdf
2.4 MB
LECCIÓN 2 de 5

Tipo de nulidades procesales

En el relato sobre la nulidad de toda la tramitación de un proceso judicial por incumplimiento de los
presupuestos procesales, debe advertirse que el primer caso planteado trata sobre el legatario (como
sucesor singular) del demandado fallecido al momento del inicio del juicio, y no de un heredero (como
sucesor universal) como en el segundo caso presentado.

Esta distinción tiene importancia en cuanto al tipo de nulidad que podría provocar cada uno dentro del
proceso judicial. Los herederos como sucesores a título universal de un causante son considerados por la
ley como una especie de continuadores de la persona del causante (de conformidad con lo previsto en los
artículos 2278 y 2280 del CCCN). Distinto es el caso de los legatarios, a quienes los acreedores del causante
pueden demandar hasta el valor de lo que reciben (de conformidad con lo previsto en el art. 2319 del CCCN).

En materia procesal, las nulidades tienen como regla general la posibilidad de ser subsanadas. Esto significa
que, en principio, no hay nulidades absolutas en los procesos judiciales.

Sucede que, si bien las nulidades procesales tienen el carácter de relativas (a diferencia de las nulidades
sustanciales), existen algunas excepciones a ese principio.

Una excepción al principio de subsanación de una nulidad procesal es el caso de la demanda interpuesta en
contra de una persona fallecida –primer caso planteado–. Pero aun acaecida esta circunstancia, si los
sucesores consintieran lo ocurrido, no se debe declarar la nulidad y se conserva lo actuado judicialmente –
segundo caso planteado–.

¿Qué opciones habrían tenido los sucesores a título universal de un causante que fue demandado luego de
su fallecimiento? Consentir el proceso, pidiendo que el expediente sea remitido al mismo juzgado de la
declaratoria de herederos (juicio universal), como sucedió en el segundo caso presentado, o por el contrario,
plantear la nulidad del proceso.

¿Por qué no tiene las mismas opciones el legatario como sucesor


singular? Esto se debe a que el legatario no tiene la capacidad de
representar a la persona del causante como en el primer caso
presentado.
LECCIÓN 3 de 5

Presupuestos sentenciales

Por su parte, existen otros presupuestos llamados sentenciales. Estos son aquellas condiciones que deben
darse para que el juez pueda dictar la sentencia conclusiva del proceso judicial sometido a su conocimiento.

Es decir, los presupuestos procesales vistos previamente sirven para el “nacimiento” del proceso, mientras
que los presupuestos sentenciales son los que sirven para que el juez pueda darle un “fin” al proceso por
medio del dictado de la sentencia y se relacionan con el fondo de la cuestión planteada.

Solo se pueden ejemplificar estos presupuestos, pero no enumerar en un listado cerrado, ya que dependerán
del tipo de proceso, de las circunstancias que surjan del caso, del correcto planteo de las pretensiones y
defensas de las partes, etcétera.

Así, a modo ejemplificativo, serán presupuestos sentenciales: la realización de un procedimiento previo y


completo sin obstáculos, la sujeción a las formas esenciales legales, el cumplimiento de las etapas previas,
la existencia de la relación jurídica sustancial pretendida por el actor y su acreditación, o por el contrario, la
alegación de excepciones por parte del demandado y su acreditación.

Damos un ejemplo práctico y concreto. En el supuesto de un proceso de desalojo, el marco de discusión es


limitado. El actor pretende recuperar el uso y goce del inmueble. Por lo tanto, para poder fallar, el juez deberá
analizar: el tipo de relación que las partes tienen (contrato de locación, contrato de uso, contrato de
habitación) y la razón que invoca el actor (falta de pago de los cánones locativos, cambio en el destino del
inmueble, finalización del plazo de vigencia del contrato o simplemente porque es un tenedor precario y
pretende recuperar la vivienda). Suponiendo de que se tratare de una relación que nació de un contrato de
locación, y en ese marco, el locatario dejó de abonar las mercedes locativas, el juez fallará en un sentido o
en otro, según si el actor acompañó el contrato de locación del que surge la obligación de abonar tales
mercedes locativas y si el demandado hubiera acreditado el pago o no. Pues, por ejemplo, acreditado el pago
efectuado por el demandado, el juez rechazará la demanda.
Habiendo tomado conocimiento de la existencia de presupuestos procesales
necesarios para la correcta iniciación de todo proceso judicial, ¿se encuentra
cumplimentado el presupuesto procesal de la legitimación pasiva (calidad de
demandado) si se inicia un proceso judicial en contra de los herederos de un
causante?

Sí, los herederos son los continuadores de la persona del causante.

No, los procesos judiciales solo pueden estar dirigidos en contra de la propia persona.

No, porque los herederos no representan al causante, salvo que les hubieran otorgado
poder de representación en vida el propio causante.

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LECCIÓN 4 de 5

Referencias

Ley N°. 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

Zalazar, C. E. (2016). El cobro de las deudas fiscales con posterioridad al fallecimiento del causante.
Publicado en Semanario Jurídico, 113(2055), p. 797 – 800.
LECCIÓN 5 de 5

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Presupuestos procesales y sentenciales.pdf


205 KB
Reglas constitucionales del proceso

Bases constitucionales

Duración razonable del proceso

Algunas consideraciones para tener en cuenta

Video conceptual

Referencias

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LECCIÓN 1 de 6

Bases constitucionales

La forma representativa, republicana y federal en que se ha organizado el gobierno de nuestro país exige que
los códigos procesales y la legislación orgánica de toda la nación, así como también aquellos códigos y
legislaciones provinciales, deben adecuarse a los principios constitucionales establecidos en la República
Argentina.

Las bases constitucionales que todo ordenamiento jurídico nacional o provincial debe respetar consisten en

juicio previo, juez natural, inviolabilidad del derecho de defensa en juicio1, igualdad2, acceso a la justicia
(derivado del principio del juez natural) y duración razonable del proceso (fenómeno moderno).

[1] Artículo 18. (1994). Constitución de la Nación Argentina. Honorable Congreso de la Nación.

[2] Artículo 16. (1994). Constitución de la Nación Argentina. Honorable Congreso de la Nación.

Estas bases constitucionales deben verse reflejadas y protegidas en los códigos de procedimiento.

La Constitución Nacional establece las bases constitucionales sobre las que se


erigen todos los sistemas procesales en el país. ¿Todos los principios que
comprenden las bases constitucionales se encuentran expresamente
establecidos en la Constitución Nacional?

No todos, ya que algunos derivan de otros principios que sí están expresados y otros
son fenómenos modernos que ha ido desarrollando la jurisprudencia internacional.

Sí, están establecidos en los artículos 16 y 18 de la Constitución Nacional.

Sí, están diseminados a lo largo de toda la Constitución Nacional.

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LECCIÓN 2 de 6

Duración razonable del proceso

Sobre el principio de duración razonable como garantía del debido proceso, es necesario aclarar que el plazo
razonable constituye un concepto abstracto e indeterminado, de creación jurisprudencial, que no se
convierte en números fijos de días, semanas, meses o años, porque en ese caso estaríamos ante un plazo
legal.

Un proceso que transcurre en el tiempo de forma desmedida es injusto, a pesar de que se cumplan las
demás condiciones. En tal sentido, el tiempo se convierte en un derecho a que los conflictos judicializados
sean resueltos con razonabilidad temporal.

En materia penal, el asunto se encuentra largamente tratado y analizado, pues, está en juego el derecho a la
libertad ambulatoria de las personas y, por lo tanto, se requiere que los imputados tengan resuelta su
situación procesal en un tiempo oportuno y que no sean mantenidos indefinidamente en un estado de
incertidumbre. En tal sentido, las convenciones internacionales receptan expresamente la vinculación de la
garantía del debido proceso con la existencia de un plazo razonable de duración del proceso penal.

Se han presentado situaciones como la siguiente:

La Corte Suprema de Justicia de la Nación rechazó una apelación interpuesta por el Estado
Nacional en contra de una sentencia que lo condenó a la reparación de daños y perjuicios
provocados al actor por la privación de su libertad en virtud de la prisión preventiva
dispuesta en su contra así como la duración irrazonable –más de veinte años– del juicio
penal que se le siguió. Entendió, la Corte, que los magistrados que intervinieron en la causa
incurrieron en una morosidad judicial manifiesta, grave y fuera de los términos corrientes
que establecen las normas procesales, por lo que la duración del proceso por más de dos
décadas violó de forma ostensible las garantías del plazo razonable y del derecho de
defensa del imputado, incurriendo el Estado Nacional –demandado luego– en un
incumplimiento o ejecución irregular del servicio de administración de justicia a su cargo,

cuyas consecuencias debieron ser reparadas3.

[3] CSJN, in re: “Mezzadra, Jorge Oscar c/ EN M. Justicia y DDHH s/ daños y perjuicios”.

Sentencia del 8 de noviembre de 2011.

En el mismo sentido, pueden leerse otros fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN):

“Poggio, Oscar Roberto c/ EN-Mº de Justicia y Derechos Humanos s/ daños y perjuicios”4, y “Rizikow,

Mauricio c/EN-Mº de Justicia y Derechos Humanos s/ daños y perjuicios”5.

[4] Poggio, Oscar Roberto c/ EN-Mº de Justicia y Derechos Humanos s/ daños y perjuicios.

[5] Rizikow, Mauricio c/EN-Mº de Justicia y Derechos Humanos s/ daños y perjuicios.

Pero, en materia civil, la cuestión no ha sido tan sencilla de resolver. La jurisprudencia ha debido expedirse, e
incluso se ha llegado hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que dispuso algunos
criterios orientadores para saber cuándo ha dejado de ser “razonable” la duración de un proceso civil. Es
decir, no es sencillo definir cuándo estamos ante una duración “no razonable” de un proceso. Y para esto, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos ha ayudado a deslindar la cuestión con algunas pautas
generales. En primer lugar, haremos un breve resumen de la causa en la que tuvo oportunidad de expedirse:

Sebastián Furlán, de 14 años, el 21/12/1988 ingresó a un predio cercano a su domicilio,


propiedad del Ejército Argentino, con fines de esparcimiento, y sufrió un accidente en el
lugar, por el que fue internado y diagnosticado con “traumatismo encéfalocraneano con
pérdida de conocimiento en estado de coma grado II-III, con fractura de hueso parietal
derecho”. El 18/12/1990, se interpuso una demanda en el fuero civil contra el Estado
Argentino, y dicho proceso culminó con la sentencia de primera instancia, emitida el
7/9/2000. Ambas partes interpusieron recurso de apelación. Aquella providencia judicial
fue confirmada en segunda instancia, mediante sentencia emitida el 23/11/2000 por la
Sala I de la Cámara Nacional en lo Civil y Comercial Federal. Adicionalmente, a partir de la
obtención de la sentencia en firme, la presunta víctima debió iniciar un trámite
administrativo con el fin de materializar la indemnización ordenada judicialmente. Para el
efecto, el 7/6/2001 se inició en la Contaduría General del Ejército Argentino el trámite
tendiente a la obtención de la indemnización, el cual culminó el 12/3/2003 con el pago de
bonos al beneficiario. El proceso civil por daños y perjuicios tardó 9 años, 11 meses y 5
días hasta la sentencia definitiva, y que el mismo estuvo seguido de la etapa de ejecución
de la sentencia con el fin de obtener la indemnización ordenada en la providencia judicial.

Esta última etapa duró 1 año, 9 meses y 5 días hasta el pago efectivo de la obligación6.

[6] Corte Interamericana de Derechos Humanos, Sentencia del 31/8/2012, “FURLAN Y

FAMILIARES VS. ARGENTINA”.

En el fallo que finalmente emitió la Corte Interamericana, se consideró que el objetivo primordial por el que la
víctima interpuso la demanda en el fuero civil era obtener la indemnización por daños y perjuicios y, por lo
tanto, para efectos de un análisis del plazo razonable, debe considerarse culminado dicho proceso una vez
que ese fin se materialice. La corte consideró que el lapso correspondiente a la etapa de ejecución de la
sentencia judicial con el fin de realizar efectivamente el cobro de la indemnización hacía parte del proceso y
debía tomarse en cuenta para analizar el plazo razonable, es decir, 12 años y tres meses, aproximadamente.
La solución dada hoy puede verse reflejada en las garantías y derechos de la Constitución de la Nación

Argentina7, así como de las convenciones internacionales ratificadas por Argentina, como el Pacto de San

José de Costa Rica8 y la Convención Americana.

[7] Constitución de la Nación Argentina. (1994). Honorable Congreso de la Nación.

[8] Convención Americana sobre Derechos Humanos. (1969). Pacto de San José de Costa

Rica. Organización de los Estados Americanos.


En el caso relatado, se establecieron algunas pautas para determinar la razonabilidad de la duración de un
proceso, a saber:

complejidad del asunto;

actividad procesal del interesado;

conducta de las autoridades judiciales,

afectación generada en la situación jurídica de la persona involucrada en el proceso.

En cuanto a la complejidad del asunto, existen algunos criterios que podrán reflejarla:

la complejidad de la prueba;

la pluralidad de sujetos procesales o la cantidad de víctimas;

el tiempo transcurrido desde la violación;

y el contexto en el que ocurrió la violación.

Para analizar las características o naturaleza del proceso bajo análisis –civil ordinario–, en la legislación
interna argentina se debieron estudiar las previsiones del artículo 319 del Código Procesal Civil y Comercial

de la Nación9 y se llegó a la conclusión de que este es un proceso regular en el ámbito civil, por lo que, en
principio, no tiene ningún trámite o naturaleza especial que justifique una demora de 12 años.

[9] Art. 319. Disposiciones generales. Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.

Honorable Congreso de la Nación.


En tal supuesto, la Corte Interamericana concluyó que las autoridades judiciales a cargo del proceso civil por
daños y perjuicios y del cobro de la indemnización no actuaron con la debida diligencia y el deber de
celeridad que exigía la situación de vulnerabilidad en la que se encontraba Sebastián Furlan, razón por la cual
excedieron el plazo razonable, lo cual vulnera el derecho a las garantías judiciales establecido en el artículo
8.1, en relación con los artículos 19 y 1.1, todos de la Convención Americana, en perjuicio de Sebastián Claus
Furlán.

El principio de duración razonable es una garantía del debido proceso. ¿Existen


reglas definidas u orientadoras para determinar cuándo la duración de un
proceso es razonable y cuándo no lo es?

Existen criterios orientadores para saber cuándo ha dejado de ser razonable la


duración de un proceso, creados jurisprudencialmente.

Existen reglas taxativamente definidas en cada código de procedimiento.

Existen criterios orientadores inferidos de la propia Constitución Nacional.

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LECCIÓN 3 de 6

Algunas consideraciones para tener en cuenta

Sobre los criterios orientadores de la duración del plazo, hay algunas


aclaraciones que servirán para la profundización del principio constitucional
analizado.

Etapas que se incluyen en un plazo razonable del proceso civil

Generalmente, era tomado como punto de partida para la evaluación del plazo razonable el día en que se
acude a la jurisdicción competente, es decir, la interposición de la demanda. Y se lo tendrá por concluido al
ser notificada la sentencia definitiva. Pero también deben incluirse en este concepto todas las apelaciones
que la legislación permita. Sin embargo, la CIDH amplió el punto de finalización al entender que, en el
proceso civil, cuando se procura obtener la indemnización por daños y perjuicios, no puede considerarse
culminado dicho proceso hasta tanto dicho fin no se materializa. De esta manera, el plazo se extiende hasta
la etapa de ejecución de la sentencia judicial con el efectivo cobro de la indemnización. Pues, en definitiva,
la finalidad de un proceso en el que se pretende una indemnización mal podría considerarse culminado
antes de obtener efectivamente el cumplimiento de dicha indemnización.

Complejidad del asunto

La Corte Interamericana de Derechos Humanos reitera su propia jurisprudencia e indica que son diversos los
criterios para determinar la complejidad del proceso:

La dificultad de la prueba, y concluye que los procesos de responsabilidad extracontractual


tienden a ser más simples que otros procesos. Se desprende de sus fallos que para
determinar esa “tendencia” solo se han basado en la propia experiencia de la CIDH.

La pluralidad de sujetos procesales o la cantidad de víctimas.

El tiempo transcurrido desde la violación. En el caso Furlán, calcularon que pasó un poco
menos de 2 años desde el accidente hasta el inicio de la acción en contra del Estado. Entiende
la CIDH que ese no es un plazo considerablemente extenso en comparación con la duración
posterior de todo el proceso.

Las características del recurso consagradas en la legislación interna. Se debe estudiar la


legislación del lugar en que se tramita el proceso. Por ejemplo, si de allí se desprende que el
proceso ordinario es el regular en ese sistema, no se advertiría ninguna complejidad especial.

El contexto en el que ocurrió la violación. En este punto se pueden analizar diferentes


cuestiones, como si se trata de un menor de edad, un adulto o un anciano, si se trata de un
lugar con acceso público, si debía contar con medidas de seguridad especiales y no las tenía,
etcétera.

Actividad procesal del interesado

En primer lugar, se debe tener en cuenta que en Argentina el proceso civil es eminentemente dispositivo.
Predomina la voluntad de las partes, quienes fijan y determinan el objeto litigioso y aportan el material de
conocimiento. De conformidad con el principio de congruencia, el juez debe fallar dentro de los límites
fijados en la controversia por la voluntad de las partes. Así es que el tribunal de alzada tampoco podría
modificar la sentencia impugnada si no ha mediado un recurso. La novedad radica en que la CIDH flexibiliza
ese principio al entender que el Estado, en ejercicio de su función judicial, ostenta un deber jurídico propio,
por lo que la conducta de las autoridades judiciales no depende ya de manera exclusiva de la iniciativa
procesal de la parte actora de los procesos.

Conducta desplegada por las autoridades en el marco del proceso

En el proceso civil el juez tiene el deber de dirigir el procedimiento, manteniendo la igualdad de las partes,
procurando el cumplimiento de los plazos procesales, vigilando que la tramitación de la causa responda al
principio de economía procesal evitando la paralización del proceso y decidiendo las causas en tiempo.

En el caso de los jueces en la Argentina

Gozan de amplias facultades en la dirección del proceso. En el caso Furlán presentado, la Corte
Interamericana consideró que se observa una actitud pasiva del juez en algunas etapas procesales.
Concluyó que la actividad de la parte interesada no fue la causante directa de la dilación, por lo que no fue
desvirtuada la falta de diligencia que las autoridades judiciales tuvieron en relación con los términos o
plazos establecidos por el proceso civil. Es decir que la autoridad judicial no procuró en forma diligente que
los plazos procesales se cumplieran.

Afectación generada por la duración del procedimiento en la situación


jurídica de la persona involucrada en él

Si el paso del tiempo incide de manera relevante en la situación jurídica del individuo, resultará necesario
que el procedimiento avance con mayor diligencia a fin de que el caso se resuelva en un tiempo breve.

Nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene dicho que:

Tanto el principio de progresividad como el de preclusión reconocen su fundamento en


motivos de seguridad jurídica, y en la necesidad de lograr una administración de justicia
rápida dentro de lo razonable, evitando así que los procesos se prolonguen

indefinidamente10.

[10] CSJN:Fallos 272:188.


Actualmente, se han ido estableciendo cambios con mecanismos tendientes a fijar límites y parámetros
temporales más concretos para la actividad normativa. Un ejemplo de ello ha sido la introducción de la
oralidad en el proceso civil de 14 jurisdicciones: Provincia de Buenos Aires, San Luis, Formosa, Mendoza,
Santa Fe, Entre Ríos, Tucumán, Santiago del Estero, jueces del fuero civil nacional con asiento en la Ciudad
de Buenos Aires, San Juan, Chaco, Tierra del Fuego, Córdoba y Chubut.

Asimismo, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación cuenta con el programa Justicia 2020
con algunos objetivos específicos, por medio del cual se busca la generalización de la oralidad civil en los
juicios de conocimiento en materia civil y comercial para que se tramiten a través de dos audiencias, ambas
dirigidas personalmente por el juez: audiencia preliminar, orientada a conciliar, depurar prueba y organizar la
actividad probatoria; y audiencia de vista de causa, videograbada, donde se concentran todas las pruebas;
luego de lo cual el juez dicta la sentencia.

Los avances de nuestro país son palpables en cuanto a la materialización del principio de duración
razonable del proceso.
LECCIÓN 4 de 6

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Bases constitucionales y plazo razonable

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LECCIÓN 5 de 6

Referencias

Artículo 16. (1994). Constitución de la Nación Argentina. Honorable Congreso de la Nación.

Artículo 18. (1994). Constitución de la Nación Argentina. Honorable Congreso de la Nación.

Artículo 319. (1981). Disposiciones generales. Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable
Congreso de la Nación.

Constitución de la Nación Argentina. (1994). Honorable Congreso de la Nación.

Convención Americana sobre Derechos Humanos. (1969). Pacto de San José de Costa Rica. Organización
de los Estados Americanos.
LECCIÓN 6 de 6

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Reglas procesales

Reglas de impulsión y preclusión

Consecuencias de la regla de impulsión

Consecuencias de la regla de preclusión

Referencias

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LECCIÓN 1 de 5

Reglas de impulsión y preclusión

Los institutos del derecho procesal deben obedecer a ciertas reglas técnico-jurídicas propias y exclusivas
que administrarán el proceso.

Las reglas de todos los procesos judiciales son:

1 la impulsión,

2 la preclusión,

3 la adquisición.

A modo de breve adelanto, diremos que la regla de la impulsión hace referencia a la “tracción” del proceso.
Específicamente, se refiere a quiénes serán responsables de generar el avance del procedimiento. En el
fuero penal, por ejemplo, el impulso lo tiene el Ministerio Público Fiscal durante la investigación del delito de
acción pública. En el fuero civil, por el contrario, será el actor.

Por su parte, la regla de la preclusión consiste en un impedimento a retrotraer el proceso a etapas que ya
fueron cumplidas. Por ejemplo, si durante un proceso civil nos encontramos en la etapa de alegatos, el
demandado no podría contestar la demanda, pues ya habría perdido la oportunidad de hacerlo.

Finalmente, la regla de adquisición se refiere al resultado de la actividad procesal que realizan las partes.
Ese resultado se adquiere para el proceso y no para la parte que realizó la actividad, pues no interesa quién
ha generado la actividad. Por ejemplo, la declaración de un testigo será válida en contra de los propios
intereses de quien la hubiera propuesto, ya que la declaración o “respuesta” del testigo se adquieren para el
proceso. No podría el proponente desistir de la prueba luego porque no le conviniera lo dicho por la persona
que testificó.

La regla del impulso del proceso se vincula con los sujetos procesales que
aportarán actividad hasta llegar a una sentencia. La regla de impulsión en el
proceso civil, ¿sobre quién recae?

En ambas partes (actor y demandado).

Solo en el actor.

Solo en el demandado.

En el juez.

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LECCIÓN 2 de 5

Consecuencias de la regla de impulsión

Todo proceso está destinado a alcanzar un fin: se inicia una demanda de desalojo para recuperar el uso y
goce de un inmueble, se inicia una declaratoria de herederos para ser declarados como tales, se ejecuta un
cheque para lograr el pago de lo que es debido. Pero para llegar a ese fin se necesitan actos de impulso
tendientes a lograrlo.

La regla del impulso del proceso se vincula con los sujetos procesales. Bien sabemos que los sujetos
procesales son las partes y el juez. En el caso de los procesos civiles, la carga procesal de impulsar la
tienen las partes. Particularmente, será el actor quien estará interesado en que el proceso avance, mientras
que el demandado –evidentemente– estará interesado en evitar el proceso en su contra (conf. art. 315 del
CPCCN) o, una vez dentro del período probatorio, estará interesado en probar su defensa o excepción. Así,
por ejemplo, en materia probatoria, el Código de Procedimiento de la Nación (CPCCN) establece cuáles
serán las cargas probatorias de cada una de las partes y dispone que “cada una de las partes deberá probar
el presupuesto de hecho de la norma o normas que invocare como fundamento de su pretensión, defensa o

excepción”2. De aquí surge en qué estará interesado cada uno.

[2] Art. 377. Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación.

Una de las formas de evitar la continuación de un proceso y darlo por


concluido es la perención o caducidad de instancia, la que será
acusada por el demandado una vez cumplido cierto plazo de
“inactividad”.
La perención o caducidad de instancia es la terminación adelantada del proceso por haber transcurrido el
tiempo establecido legalmente, sin actividad procesal idónea para impulsarlo hacia el final. Este instituto se

encuentra previsto en los artículos 310 a 318 del CPCCN3.

[3] Art. 310 a 318. Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la

Nación.

Pese a que el panorama parece sencillo, puede suceder que existan situaciones particulares por las cuales
ya no resulte tan claro quién debe impulsar o desde cuándo debe hacerlo. Se plantea el siguiente caso
jurisprudencial:

Los actores en un proceso ordinario de daños y perjuicios por un accidente de tránsito,


llegaron hasta el máximo tribunal de la provincia de Córdoba, acusando a la Cámara de
Apelaciones por contradicción y falta de precisión en la fijación del momento a partir del
cual se reanudaban los plazos procesales luego de que la causa había sido remitida a
mediación (causal que provoca la suspensión del proceso hasta que esa etapa finaliza). El
Tribunal Superior de Justicia de Córdoba, rechazó el recurso porque consideró indiscutible
que la etapa de mediación finalizó con la incorporación del oficio del Centro de Mediación
comunicando el resultado infructuoso de aquella fase. A partir de allí no pesa obligación
del tribunal de indicar la reanudación del proceso, pero sí el actor debió proseguir con el

ejercicio de la acción4.

[4] TSJ Córdoba, Auto Interlocutorio N.° 219, 20/9/2016, “Monserrat, Héctor Germán y otros c/

Lerda, Irene Cándida – Ordinario – Daños y perjuicios – Accidentes de tránsito – Recurso

directo (civil)” Expte. Nro. 2807874/36.

En el caso relatado, se puede apreciar que hubo inactividad inexcusable por parte de los actores, ya que
simplemente se quedaron esperando a que el tribunal les indicara que debían proseguir con el trámite.
Pretender tal aviso por parte del órgano jurisdiccional resultaría, a claras luces, redundante. Después de todo
es el propio actor el mayor interesado en hacer que un proceso continúe hasta que su pretensión tenga
acogida en la sentencia final.

Los plazos de la caducidad de instancia se suspenden cuando existe un obstáculo insuperable que le
impide al actor proseguir el ejercicio de su acción. En el caso planteado, una vez fenecida la fase de
mediación –a la que el ordenamiento le atribuye la consiguiente suspensión del proceso– el trámite recobró
la actualidad y vigencia removiendo el obstáculo insuperable que ponía a los actores en la imposibilidad de
impulsar el procedimiento.
LECCIÓN 3 de 5

Consecuencias de la regla de preclusión

La regla de la preclusión trabaja como un impedimento. ¿Impedimento de qué? Las limitaciones que impone
esta regla tienen como finalidad otorgar estabilidad jurídica de las situaciones procesales que ya fueron
alcanzadas. De esta forma, se impide el retroceso arbitrario de cualquier procedimiento judicial.

Como ya se explicó, el proceso está destinado a alcanzar un fin, pues, en el mismo sentido, cada uno de los
actos dentro de ese proceso también tiene un fin específico. Una vez cumplido o alcanzado la finalidad del
acto procesal del que se trate, no podrían reproducirse.

Esta regla no solo consiste en impedir la reproducción de los actos


procesales, sino que también imposibilita el cumplimiento de actos
fuera de la oportunidad que la ley fija a tal efecto. Tal sería el caso de
que el demandado quisiera contestar la demanda o interponer
excepciones cuando el actor ya hubiera pedido el decaimiento del
derecho para hacerlo (conf. art 338, CPCCN).

A veces sucede que alguna de las partes es desprolija en el proceso. Esto suele verse reflejado en “olvidos”
de algunas pruebas al momento del ofrecimiento, que luego se intentan incorporar fuera de los plazos
previstos para ello. Pero esto puede complicarse un poco cuando, para un mismo hecho controvertido, se
requiera más de un medio de prueba y estos tengan diferentes plazos para el ofrecimiento. Veamos un
ejemplo jurisprudencial clarificador:
En el marco de un proceso civil ordinario, el actor, llegó hasta el máximo tribunal de la
provincia de Córdoba, porque si bien el código ritual de esa provincia permite el
ofrecimiento de prueba documental hasta el dictado del decreto de “autos”, el actor
pretendía lograr el “reconocimiento” del documento agregado que emanaba de un tercero.
Para el caso del reconocimiento de documentos emanados de terceros, el medio de
prueba idóneo es la prueba “testimonial” para la cual el plazo se encontraba vencido.
Sostenía el actor que el sistema de pruebas era de gran amplitud por lo que debía
admitirse el ofrecimiento de una prueba que se encontraba vinculada con otra que sí había

sido ofrecida dentro de su plazo. Su pretensión fue rechazada5.

[5] TSJ Córdoba, Sentencia N.° 67, 12/6/2001, “Olivera, Carlos L. c/ Patricia Mónica Rey –

Ordinario – Recurso de casación” Expte. Nro. 0 – 5/00.

Este proceso fue resuelto en los términos del artículo 212 del Código de Procedimiento Civil y Comercial de
la Provincia de Córdoba, que determina que “toda medida probatoria, con excepción de la confesional y

documental, deberá ser ofrecida, ordenada y practicada dentro del plazo de prueba”6. Es evidente que el
actor estaba pretendiendo incorporar una prueba que no había ofrecido en tiempo oportuno, ya que los
únicos dos medios exceptuados del plazo de prueba eran solo la documental y la confesional.

[6] Artículo 212. (1995). Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba.

La regla general de la carga de la prueba en cualquier tipo de proceso consiste en ofrecer y diligenciar los
medios de prueba dentro del término legal fijado; de lo contrario, se pierde la facultad de incorporarlos al
proceso.
En el procedimiento nacional, las previsiones respecto de los plazos
para ofrecer las pruebas admisibles se encuentran en los artículos
333, 336, 363, 367 y 369 del CPCCN.

Las limitaciones que impone la regla procesal de la preclusión tienen como


finalidad otorgar estabilidad jurídica de las situaciones procesales que ya fueron
alcanzadas. ¿Cuáles son los dos impedimentos que provoca la regla de
preclusión?

Prohíbe tanto la reproducción de actos dentro de la misma etapa como el


cumplimiento de actos fuera de la etapa procesal correspondiente.

Prohíbe la inactividad injustificada de las partes, así como la actividad procesal


reprochable.

Prohíbe aportar una prueba que no fue ofrecida oportunamente, así como diligenciar
una prueba fuera del plazo probatorio.

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LECCIÓN 4 de 5

Referencias

Artículo 212. (1995). Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba.

Artículo 377. (2015). Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación.

Artículos 310 a 318. (2015). Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la
Nación.

Guiguet, V. y Sánchez Torassa, R. (2017). Directrices jurisprudenciales en derecho civil. Córdoba, AR:
Mediterránea.
LECCIÓN 5 de 5

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Jurisdicción y competencia

La complejidad de este tema se ha dado solamente porque los autores –y todos los
letrados– solemos usar los términos jurisdicción y competencia de forma indistinta,
pese a que sus significados son disímiles. Por este motivo, será necesario comenzar
distinguiendo de forma sencilla los dos conceptos que aquí nos ocupan.

Jurisdicción y competencia

Referencias

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LECCIÓN 1 de 5

Jurisdicción y competencia

La complejidad de este tema se ha dado solamente porque los autores –y todos los letrados– solemos usar
los términos jurisdicción y competencia de forma indistinta, pese a que sus significados son disímiles. Por
este motivo, será necesario comenzar distinguiendo de forma sencilla los dos conceptos que aquí nos
ocupan.

Por una parte, la jurisdicción es la potestad que el Estado le confiere a determinados órganos
jurisdiccionales para resolver conflictos, a través del proceso judicial que culmina con una sentencia y que
es susceptible de ser cumplida de forma coactiva. Esta potestad deriva de la soberanía del Estado, es decir,
responde al carácter federal del Estado argentino. En nuestro país, el sistema de justicia está compuesto por
el Poder Judicial de la Nación, el Poder Judicial de cada una de las provincias y el Poder Judicial de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (CABA).

En modo sencillo, la jurisdicción es la capacidad que tiene el Poder Judicial para administrar el servicio de
justicia. El Poder Judicial de la Nación tendrá esa potestad en las materias que la propia Constitución

Nacional (CN) 1 le asigna en el artículo 116.

[1] Constitución Nacional. (1994). Honorable Congreso de la Nación.

En cambio, como las provincias conservan su autonomía (conf. art. 5 de la CN), cada una de ellas
administrará y organizará su propio servicio de justicia. Esto es, el Poder Judicial provincial tendrá definido el
ámbito material en la respectiva Constitución Provincial que corresponda.

Por su parte, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene un régimen especial, ya que, para algunos fueros,
actualmente, goza de la autonomía de administrar y organizar su propia justicia (fuero contencioso
administrativo y tributario, y fuero penal, contravencional y de faltas), mientras que otros aún son
administrados por la nación y no han sido transferidos (fuero civil, comercial y del trabajo).

Pondremos un ejemplo clarificador. Es el Poder Judicial, a través de sus magistrados, quien tiene la potestad
de resolver conflictos judiciales. No es el Poder Legislativo, ni el presidente de la nación, ni los contadores, ni
los escribanos. ¿Podrá el Poder Judicial de la ciudad de Buenos Aires resolver conflictos comunes entre
vecinos de la Provincia de Salta? Por supuesto que no, ya que le corresponderá hacerlo al Poder Judicial de
esa provincia.

Esto significa que primero tendremos que definir la jurisdicción, para luego analizar la competencia. Primero
definimos qué Poder Judicial es el que corresponde: nacional, provincial o de CABA, y luego analizamos qué
competencia corresponde dentro de ese Poder Judicial: fuero civil de la ciudad de General Pico, provincia de
La Pampa.

Damos un ejemplo clarificador: los juzgados de primera instancia de la ciudad de La Rioja (primera
circunscripción) del fuero laboral tendrán competencia en asuntos de índole laboral versados en la ciudad
de La Rioja. No podrán resolver asuntos penales. Como tampoco podrán resolver asuntos ocurridos en la
localidad de Chilecito (segunda circunscripción), porque corresponde otra competencia, la de los jueces de
Chilecito.

Profundizando en el concepto de competencia que trataremos a lo largo de esta lectura, es necesario saber
que los criterios de distribución de esta son variados, y que dependen de cada jurisdicción en particular
(nacional, provincial o de CABA), a saber:

Especialización

Haciendo referencia a las materias que se relacionan con las distintas ramas del derecho. Así podremos
hablar de “fueros” civil, comercial, laboral, penal, contencioso administrativo, de familia, etcétera.
Orden jerárquico

Aquí tendremos las distintas instancias. No se plantean los conflictos directamente ante los máximos
tribunales de justicia de las provincias, por ejemplo, sino que se inician en los juzgados de primera
instancia, y luego irán escalando la jerarquía por las vías impugnativas que tenga prevista la jurisdicción de
la que se trate.

Por turnos o sorteo



Se refiere aquí al modo que habrá de determinar qué magistrado puntualmente es el que resolverá el
conflicto. Esto responde a cuestiones de administración del trabajo en cada superintendencia. Así, por
ejemplo, dentro del Poder Judicial de Córdoba, en la sede judicial Capital, en el fuero civil y comercial, los
juzgados de primera instancia son más de 50. ¿Cuál de todos ellos corresponderá al momento de iniciar un
proceso? Allí la Mesa General de Entradas, al momento de ingresar la demanda, hará el sorteo del juzgado
que intervendrá en esa causa.

Dimensión territorial

Se establecen circunscripciones judiciales dentro de las cuales el órgano jurisdiccional es competente.

Por naturaleza, la competencia es un asunto exclusivamente procesal y funciona como un requisito del
proceso (presupuesto procesal). Por regla general, la competencia es de orden público e improrrogable. En
tal sentido, la competencia tiene el carácter de ser absolutamente improrrogable en razón de la materia o del
grado. Sin embargo, admite algunas excepciones en las que es relativamente prorrogable: para cuestiones

netamente patrimonial y en relación con el territorio. Así lo dispone el artículo 12 del CPCCN.

[2] Artículo 1. Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación.
Algunas de las situaciones que provocan una prórroga legal de la competencia son: conexidad (para dos o
más asuntos que están interrelacionados y resulta necesario que el mismo magistrado resuelva todo) o el
fuero de atracción (opera en los procesos universales para tratar de forma conjunta y simultánea todas las
pretensiones deducidas en contra del caudal común).

Puede suceder que algunas competencias estén determinadas por elementos diferentes a los de la regla
general, tal como sucedió en el siguiente caso jurisprudencial:

Una entidad bancaria promovió ejecución hipotecaria ante los Tribunales de la ciudad
de Córdoba (primera circunscripción), persiguiendo el cobro de un mutuo con garantía
hipotecaria celebrado en la ciudad de Coronel Moldes (ciudad que corresponde a la
segunda circunscripción). Los ejecutados que también se domiciliaban en Coronel
Moldes, plantearon excepción de incompetencia y nulidad de la cláusula de prórroga de
jurisdicción fundada en la ley de defensa del consumidor. Las instancias anteriores
rechazaron el planteo y mandaron llevar adelante la ejecución.

El Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Córdoba, revocó la decisión y asignó


competencia a los tribunales del departamento judicial al que corresponde la ciudad en

la que se celebró el mutuo.3

[3] TSJ, Sentencia N.° 155, del 23/8/2012, “Banco Hipotecario S.A. c/ Aguirre María Celia y

otra – Ejecución hipotecaria – Recurso directo” Expte. N.° B – 12/10.

Con este caso se puede advertir la virtualidad que tiene la protección jurídica de la que gozan los
consumidores y usuarios plasmada en el artículo 42 de la Constitución Nacional y en la Ley de Defensa del

Consumidor N.° 242404.

[4] Ley N.° 24240. (1993). Ley de Defensa del Consumidor. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
En primer lugar, hay que recordar que la competencia territorial es prorrogable. Y eso fue lo que hicieron las
partes en el contrato de mutuo con garantía hipotecaria.

Pero, en segundo lugar, debieron tener en cuenta que la Ley 24240 busca evitar que esa prórroga de
competencia territorial sea ejercida de forma abusiva por el litigante más fuerte (conf. art. 37 de la Ley
24240), en este caso, el banco.

En el caso de las relaciones de consumo, el criterio de interpretación debe ser restrictivo para evitar que los
proveedores establezcan limitaciones a los derechos del consumidor –defensa en juicio y acceso a la
justicia–. Generalmente sucede que el consumidor no tiene posibilidades de negociar cláusulas y
simplemente debe decidir si avanza con la contratación tal como se la plantean o no contratar.

El instituto de la defensa del consumidor parte de la presunción de que las partes no se encuentran en un
plano de igualdad y, por lo tanto, se debe proteger al débil con reglas que le permitan al menos ejercer su
defensa en juicio.

Una forma de proteger al consumidor fue establecer reglas precisas de competencia. El artículo 36 de la Ley
24240 establece:

Será competente para entender en el conocimiento de los litigios relativos a


contratos regulados por el presente artículo, en los casos en que las acciones sean
iniciadas por el consumidor o usuario, a elección de éste, el juez del lugar del
consumo o uso, el del lugar de celebración del contrato, el del domicilio del
consumidor o usuario, el del domicilio del demandado, o el de la citada en
garantía. En los casos en que las acciones sean iniciadas por el proveedor o
prestador, será competente el tribunal correspondiente al domicilio real del

consumidor, siendo nulo cualquier pacto en contrario.5

[5] Art. 36, Ley N.° 24240. (1993). Ley de Defensa del Consumidor. Honorable Congreso

de la Nación Argentina.
Resulta, entonces, que las reglas de determinación de la competencia pueden ser genéricas y estar
establecidas en los códigos de procedimiento de cada jurisdicción, pero se debe tener en cuenta que en
algunas materias especiales las reglas cambian y ello podría traer aparejadas excepciones de
incompetencia (por falta de uno de los presupuestos procesales).

Te invito a leer el siguiente paper para profundizar sobre las reglas de competencia en materia sucesoria.

Las reglas de competencia en materia sucesoria en el Código Civil


y Comercial de la Nación.pdf
5.3 MB

Sabemos que los autores suelen utilizar los términos jurisdicción y competencia
en forma indistinta. Pero, ¿en qué se distinguen la jurisdicción y la competencia?

La jurisdicción es la potestad que el Estado le confiere a determinados órganos


jurisdiccionales para resolver conflictos, mientras que la competencia es el ámbito
geográfico y material donde ese órgano jurisdiccional podrá ejercer la jurisdicción.

La jurisdicción se refiere a la ciudad en la que debe interponerse la demanda, mientras


que la competencia se refiere a la materia del derecho en la que entiende cada
magistrado.

La jurisdicción es el ámbito material (civil, penal, laboral, etc.) respecto del cual los
magistrados pueden resolver conflictos, mientras que la competencia es la potestad
que el Estado le ha otorgado a determinados magistrados para resolver conflictos.

SUBMIT
La competencia territorial es el poder que tiene tal magistrado para resolver
ciertos conflictos en determinado lugar geográfico. ¿La competencia territorial
puede ser prorrogada?

Sí, puede ser prorrogada por las partes en el proceso o convencionalmente.

No, porque es de orden público.

No, porque solo la ley puede establecer las reglas de la competencia y queda vedada
esta posibilidad a las partes para evitar una violación del derecho de defensa.

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LECCIÓN 2 de 5

Referencias

Artículo 1. (2015). Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación.

Guiguet, V. y Sánchez Torassa, R. (2017). Directrices jurisprudenciales en derecho civil. Córdoba, AR:
Mediterránea.

Ley N.° 24240. (1993). Ley de Defensa del Consumidor. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

Tribunal Superior de Justicia de Córdoba. (2016). Las reglas de la competencia en materia sucesoria en el
Código Civil y Comercial de la Nación. Publicado en Semanario Jurídico, 113(A), p. 805-810.
LECCIÓN 3 de 5

Revisión del módulo

Hasta acá aprendimos

Presupuestos procesales y sentenciales



Es de buena técnica profesional que en cada nuevo proceso se debe hacer una revisión de
lospresupuestos procesales para asegurar el buen comienzo de ese proceso judicial en dirección aun
resultado satisfactorio en la sentencia que le dará fin.

Reglas constitucionales del proceso



La Constitución Nacional establece reglas que funcionan como guías retiras de todo tipo de proceso
judicial. No deben perderse de vista por las partes, pero mucho menos por el juez,para asegurar que el
resultado sea lo más justo posible.

Reglas procesales

Las reglas procesales ordenan la manera en que debe darse el desarrollo del proceso judicial.Estas reglas
son importantes para que cada persona en el marco de un proceso sepa qué hacer, cómo y cuándo
hacerlo.
Jurisdicción y competencia

La jurisdicción y la competencia sirven para comprender en sí a todo el organigrama judicial,sea a nivel
nacional o dentro de cada provincia argentina. De esa manera, cada persona podrá saber quién es el
habilitado legalmente para resolver el conflicto que se le presente.
LECCIÓN 4 de 5

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LECCIÓN 5 de 5

Teleclase Práctica

CLIP_Introductoria Derecho Procesal I_Módulo 1


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Poder de acción: acción procesal. Acumulación
objetiva de pretensiones. Prejudicialidad penal

El proceso judicial está compuesto por tres elementos: una acción, que inicia el
sujeto procesal llamado actor; una excepción, que consiste en la defensa que
opondrá el sujeto procesal llamado demandado; y la jurisdicción, que será el poder
que tiene el juez para resolver ese conflicto que existe entre actor y demandado.

El contenido de la acción estará compuesto por las pretensiones de los sujetos


procesales, es decir, estará conformado por lo que el actor pretende obtener como
resultado de ese proceso judicial que ha iniciado y lo que el demandado pretende
lograr con su defensa.

Sin embargo, a veces no es tan sencillo y puede suceder que a partir de un mismo
conflicto nazcan diversos procesos, convirtiéndolo en una cuestión compleja. Por
este motivo, se ha establecido la regla de la acumulación de pretensiones. Esa
acumulación puede ser subjetiva u objetiva.

Acumulación objetiva de pretensiones. El caso de la prejudicialidad penal

Prejudicialidad penal en el Código Civil y Comercial de la Nación Argentina

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LECCIÓN 1 de 5

Acumulación objetiva de pretensiones. El caso de la


prejudicialidad penal

La acumulación objetiva consiste en la unión material de dos o más procesos,


que tienen por objeto pretensiones ligadas, que no pueden sustanciarse en
forma separada porque se correría el riesgo de obtener pronunciamientos
(sentencias) contradictorios.

Ese riesgo puede reflejarse en un ejemplo sencillo. Supongamos que se hubieran


iniciado dos procesos de usucapión pretendiendo obtener la propiedad del
mismo inmueble, pero por dos poseedores diferentes. Si los jueces de cada
proceso resolvieran favorablemente a la pretensión sometida a su conocimiento,
estaríamos frente a un verdadero conflicto provocado por sentencias
contradictorias: dos titulares del 100% cada uno del mismo inmueble. Por este
motivo, los dos procesos deberían acumularse para ser sometidos al
conocimiento de un mismo juez, y que este pueda decidir a quién de los dos
supuestos poseedores le corresponde la propiedad. Obsérvese que este sencillo
ejemplo versa sobre pretensiones de idéntica naturaleza: civil.

Pero otra situación típica y mucho más compleja es la que acontece respecto de
los accidentes de automóviles, en los que puede haber cuestiones civiles y
penales al mismo tiempo.
El perjudicado puede optar por constituirse en querellante en la sede penal, y una
vez alcanzada la decisión sobre la cuestión criminal, efectuar el reclamo
patrimonial ante el mismo juez; o, por el contrario, solo puede iniciar el reclamo
patrimonial en sede civil a pesar de existir una causa criminal en proceso. En este
último supuesto, habrá un juez penal que resolverá la cuestión criminal y un juez
civil que resolverá la cuestión patrimonial. El ligamiento de las causas resulta
evidente, pero de imposible acumulación objetiva. ¿Cómo resuelve cada uno sin
provocar sentencias contradictorias cuando, en definitiva, la finalidad de cada
uno es de diferente naturaleza? Piénsese en el caso de que el juez penal resuelva
que no hubo hecho, es decir, que no existió el accidente, mientras que el juez civil
le imponga la responsabilidad de los daños del accidente al demandado. ¿Hubo
o no hubo accidente?

Una misma conducta (hecho generador o fuente) puede originar su


encuadramiento dentro de diversas órbitas de responsabilidad, sea penal, civil,
laboral, administrativa –sancionadora, disciplinaria o patrimonial–, profesional,
incluso política o internacional. Así, el hecho “ilícito” (susceptible de conferir más
de una responsabilidad de modo paralelo, simultáneo o concomitante) debe
resolverse a la luz de la normativa prevista para cada órbita de responsabilidad
(cada una de ellas contiene normas, principios, alcances y finalidades distintas).
Por vía de consecuencia, la responsabilidad penal debe ajustarse a la normativa
sustantiva penal y la responsabilidad civil debe ajustarse a la normativa
sustantiva civil.

El sistema normativo de la presentencialidad penal tiene por fundamento y


finalidad la de evitar sentencias contradictorias (bien jurídicamente protegido),
sorteando así el strepitus fori (escándalo jurídico), que significa la contradicción
entre la sentencia penal y la no penal, evitando que lo que el juzgador criminal
tenga por cierto, probado e indubitable pueda ser juzgado como dubitable,
controvertido o, lisa y llanamente, inexistente por el juzgador civil, que se ocupa
del mismo supuesto fáctico (hecho generador).

El sistema del fenómeno presentencial establece, como política legislativa, la


“supremacía” del pronunciamiento penal sobre la cuestión ventilada en sede civil.
Esta gravitación de la sentencia penal encuentra su sustento en, entre otros, el

artículo 1775 del Código Civil y Comercial de la Nación1 —en adelante,


simplemente, CCCN— (suspensión del dictado de la sentencia civil hasta el
dictado del pronunciamiento penal) y en los artículos 1776, 1777 (alcances
generales de la sentencia penal en sede civil) y 1780 del mismo código (alcances
de la sentencia penal posterior).

[1] Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación Argentina. Honorable

Congreso de la Nación Argentina.

La normativa se dirige al establecimiento de una prelación temporal,


preeminencia, y con ello el efecto extensivo y vinculante de la sentencia penal
hacia la civil (subordinación de esta última a lo dispuesto en sede penal),
especialmente en materia de fijación del factum.

Para evitar las sentencias contradictorias, el sistema establece dos institutos


jurídico-procesales, a saber:

la suspensión (o paralización o detención) del dictado de la sentencia civil, debiendo


suspenderse hasta que recaiga pronunciamiento en sede penal;
la autoridad y eficacia de la cosa juzgada (inmutabilidad) de la sentencia penal en sede civil
(subordinación de esta última a lo decidido en sede penal).

El fenómeno prejudicial comienza operando cuando un hecho, eventualmente, ilícito (cuyo pronóstico
punitivo puede integrar más de una órbita de responsabilidad) configura, al menos, dos acciones (una penal,
punitiva, y otra civil, resarcitoria, o de cualquier otra índole).

Indefectiblemente, la presentencialidad penal comienza a funcionar al concretarse al menos dos acciones,


no una, sobre un mismo hecho (acción entendida como poder jurídico de hacer valer una “pretensión” y
tendiente a la realización plena de derecho).

La regulación normativa de la presentencialidad penal ofrece la posibilidad de optar entre dos alternativas
posibles:

1 la acumulación de ambas acciones (civil y penal) en sede penal (pueden acumularse ambas
acciones en sede penal, mas no en sede civil; no es posible la acumulación en determinados
supuestos, por ejemplo, la resolución de una cuestión laboral en sede penal; ambas
responsabilidades se resuelven al mismo acto sentencial);

2 la separación de acciones, es decir, promover las dos acciones en forma autónoma e


independiente (en sede penal la acción punitiva y en sede no penal la restante, por ejemplo, la
acción de resarcimiento en sede civil).

Esto es lo expresamente establecido el artículo 1774 del CCCN:

La acción civil y la acción penal resultantes del mismo hecho pueden ser ejercidas
independientemente. En los casos en que el hecho dañoso configure al mismo tiempo un

delito del derecho criminal, la acción civil puede interponerse ante los jueces penales2.
[2] Art. 1774. Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación Argentina.

Honorable Congreso de la Nación Argentina.

Han sido muchos los casos judiciales en los que se ha presentado el supuesto de la separación de
acciones, y la jurisprudencia ha ido dando pautas, como en el siguiente caso:

El actor inició una acción de daños y perjuicios para obtener la reparación total de los
daños ocasionados como consecuencia de un accidente automovilístico. Asimismo, había
proceso penal iniciado respecto del mismo hecho, en el que el juez de control dictó
sobreseimiento total por inexistencia de nexo causal suficiente entre la conducta que se le
atribuía al imputado y el hecho dañoso.

En sede civil, en primera instancia, se dicta el rechazo de la demanda por considerar que la
resolución del fuero penal era vinculante.

Las partes fueron recurriendo hasta que el Tribunal Superior resuelve explicando que, si el
sobreseimiento definitivo se dictó por no considerarse al imputado como autor del hecho
investigado, tal pronunciamiento liberatorio dictado en sede penal hace cosa juzgada en

materia civil3.

[3] TSJ Córdoba, Sentencia N.° 42, 12/4/2016, “Cueto, Enrique y otro c/ Corradini, Ítalo Antonio

Martin y otros – Ordinario – Daños y perjuicios – Accidentes de Tránsito – Recurso de

Casación” Expte. N.° 500143/36.

En el caso relatado, se puede apreciar que hubo promoción de un proceso civil y uno penal, donde la
conclusión del magistrado civil se basó y dependió de la decisión del juez penal. Sin embargo, la Cámara de
Apelaciones no lo entendió en el mismo sentido y el caso llegó hasta el máximo tribunal. Finalmente, se tuvo
en cuenta la prejudicialidad penal sobre la civil, que consiste en el principio conforme al cual no se dictará
sentencia en la jurisdicción en la que se discute el resarcimiento del daño hasta tanto no recaiga una
decisión definitiva en la sede punitiva. Es decir, provocaba la cosa juzgada material en sede civil. Esto
significa que, cuando la absolución del acusado se funda en la inexistencia del hecho, ese pronunciamiento
no puede ser revisado en una sede civil, donde no cabría admitir la responsabilidad de quien, por los mismos
motivos, fue absuelto en sede penal.

El viejo Código Civil (CC) supeditaba la cosa juzgada material en sede civil a dos conclusiones alcanzadas en
sede penal: que hubiera existido el hecho principal y la autoría del acusado (y demandado en sede civil). Esto
significaba que si el juez penal llegaba a la conclusión de que el hecho no había existido o si el acusado no
era el autor del hecho ocurrido, la cosa juzgada generaba material para la sede civil, y, por lo tanto, el
acusado tampoco podría ser responsable patrimonialmente en el proceso civil.

Así fue que, jurisprudencialmente, se consideraron asimilables el


sobreseimiento y la absolución. Pero el problema se generaba porque
las razones del sobreseimiento eran muchas más de las que tenía en
cuenta el 1103 del CC.

Llegado este punto, fue necesario desarrollar una teoría intermedia, ya


que todas las causales del sobreseimiento no encuadraban en el
artículo 1103 del CC.

La jurisprudencia consideró asimilables a la absolución solo las siguientes causales del sobreseimiento:

inexistencia del hecho, o

falta de autoría.
Pero no habría ocurrido lo mismo si el sobreseimiento hubiera tenido como razón la extinción de la acción
penal o la falta de requerimiento del fiscal.

En esta línea de razonamiento, se admitió también que en aquellos casos en que la obligación de reparar el
daño en sede civil tuviera como sustento un factor objetivo de atribución, la absolución penal carece de
incidencia.

En definitiva, la jurisprudencia fue desarrollando cuándo las causales daban lugar a la prejudicialidad penal
sin que provocaran la cosa juzgada material y, por tanto, el juez civil pudiera apartarse de lo resuelto por el
juez penal. Incluso, incorporó otra causal, como la del factor objetivo de atribución de la responsabilidad civil.

Así, por ejemplo, cuando median causas de extinción de la acción penal, la jurisprudencia de la Cámara
Nacional Civil ha equiparado la situación a la muerte del imputado diciendo que:

El principio sentado por el art. 1101 del Código Civil no es absoluto, pues carece de
aplicación si fallece el acusado antes de ser condenado en sede penal o si por ausencia
del imputado no puede ser tramitada la causa. En suma, se trata de una cuestión de hecho
que el juez civil debe valorar suficientemente para evitar la dilación “sine die” del juicio, de
acuerdo con las posibilidades ciertas de cesación en tiempo próximo o remoto de la
causal de paralización (CNCiv, sala A, 25/03/1997, Traverso, Horacio M y otro C. Delmas
Oscar, LA LEY, 1997-D 175) (Guiguet y Sánchez Torassa, 2009, p. 173).

También, se ha manifestado la jurisprudencia para los casos de duración irrazonable del proceso penal. El
máximo tribunal de la Provincia de Córdoba se manifestó e indicó en los autos “Donadio”:
La prejudicialidad penal no constituye una regla absoluta, en tanto dicha normativa
reconoce excepciones, tal lo que ocurre cuando el proceso penal posterga más allá de lo
razonable el dictado de la sentencia civil. Todas las normas jurídicas aún las imperativas y
de orden público, deben ser interpretadas razonablemente en función de las
circunstancias particulares del caso concreto, de los principios generales del
ordenamiento jurídico y de las normas de jerarquía constitucional que le atañen. Suspender
el dictado de la sentencia civil, prolongando indefinidamente la resolución del caso a la
espera de una resolución penal de futuro incierto, importaría una postergación injustificada
del derecho del pretensor a obtener la providencia del órgano jurisdiccional en un tiempo
razonable, con una clara violación a la garantía constitucional de la defensa en juicio (art.
18 CN), produciendo con ello una efectiva privación de justicia, al dejar abierta y sin
resolución sine die una causa judicial. La norma del art. 1775 de dicho nuevo cuerpo
normativo, en su inciso b, dispone como supuesto de excepción a la regla de
prejudicialidad “… si la dilación del procedimiento penal provoca, en los hechos, una

frustración efectiva del derecho a ser indemnizado…”4 (Guiguet y Sánchez Torassa, 2017,
p. 345).

[4] Donadio, Diego Hernán c/ Municipalidad de Córdoba – Ordinario – Daños y perjuicios –

Otras formas de responsabilidad extracontractual – Recurso directo (civil)” (Expte. N°

2705658/36). Nota: TSJ, Sentencia N° 155, 20/11/07; N° 103, 21/8/08 y N° 325, 2/10/09

Las causales de excepción de la suspensión del juicio civil han sido introducidas y desarrolladas por la
jurisprudencia hasta la modificación del Código Civil; ahora se encuentran previstas expresamente.

Habiendo tomado conocimiento del funcionamiento de la prejudicialidad penal,


¿siempre debe suspenderse el proceso civil a la espera de la resolución en sede
civil?

No, el propio Código Civil y Comercial establece las causales en las que no será
necesario suspender el proceso civil.

No, el Código Penal establece las causales en las que no será necesario suspender el
proceso civil.

Sí, debe suspenderse siempre para evitar el escándalo judicial.

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LECCIÓN 2 de 5

Prejudicialidad penal en el Código Civil y Comercial


de la Nación Argentina

Esa teoría intermedia fue finalmente adoptada en el nuevo Código Civil y


Comercial de la Nación.

La solución del artículo 1775 quedó diseñada de la siguiente manera:

Suspensión del dictado de la sentencia civil. Si la acción penal precede a la acción civil, o
es intentada durante su curso, el dictado de la sentencia definitiva debe suspenderse en el
proceso civil hasta la conclusión del proceso penal, con excepción de los siguientes
casos:

a) si median causas de extinción de la acción penal;

b) si la dilación del procedimiento penal provoca, en los hechos, una frustración efectiva
del derecho a ser indemnizado;

c) si la acción civil por reparación del daño está fundada en un factor objetivo de

responsabilidad5.

[5] Art. 1775. Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación Argentina.

Honorable Congreso de la Nación Argentina.


La primera excepción a la regla de la suspensión del proceso civil está prevista para las causas de extinción
de la acción penal. No se trata de una verdadera excepción, sino de la culminación del proceso penal. En
definitiva, como ya no se encuentra pendiente la decisión penal, el proceso civil no se suspendería porque no
habría una decisión penal que esperar.

Sin embargo, en este punto, la previsión es mucho más amplia que la análoga del viejo Código Civil, que
únicamente preveía el supuesto de extinción de la acción penal por fallecimiento del imputado. Con la actual
previsión, tampoco procede la suspensión en caso de prescripción de la acción penal, amnistía o pago
voluntario del máximo de la multa.

En el segundo inciso, la dilación del procedimiento penal provoca, en los hechos, una frustración del derecho
a ser indemnizado. Con ello, se consagra la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
quien consideró que resulta improcedente suspender el dictado de la sentencia civil por la existencia de una
causa penal en trámite cuando la dilación de esta última ocasiona un agravio a la garantía constitucional del
derecho de defensa. Así, por ejemplo, cuando el proceso penal se paraliza por la ausencia del imputado, o
cuando se suspende el juicio a prueba, en los términos de los artículos 76 bis, ter y quater del Código Penal
(CP). Con esto se busca evitar un proceso judicial interminable a la espera de otro que se encuentra
paralizado indefinidamente.

El último inciso prevé aquellos supuestos en que, en sede civil, sea aplicable un factor de atribución objetivo.
Por regla, la decisión que se adopta en la sede penal se funda en la falta de prueba de la culpa del imputado,
presupuesto que, en los supuestos de responsabilidad objetiva, es irrelevante. Es por ello que suspender el
dictado de la sentencia civil en estos litigios tiene como consecuencia que se retrasa innecesariamente la
acción resarcitoria, cuando el riesgo de que se dicten sentencias contradictorias es mucho menor que en
otros casos.

De todas maneras, para el supuesto excepcional en que la sentencia penal posterior sea contradictoria con
lo dicho en la decisión resarcitoria, el artículo 1780 del Código Civil y Comercial de la Nación prevé una
acción de revisión de esta última sentencia. Es decir, aun en el peor escenario, la propia legislación aporta
herramientas tendientes a solucionar el conflicto que se hubiera generado.
El alcance (extensión e influencia) de lo decidido en sede penal sobre la cuestión debatida en sede civil varía
según el tipo de pronunciamiento penal.

La sentencia penal condenatoria hace cosa juzgada “únicamente” respecto a la existencia del hecho
principal (que constituye el delito) y la culpa del imputado (autoría). Así lo establece el artículo 1776 del
CCCN: “La sentencia penal condenatoria produce efectos de cosa juzgada en el proceso civil respecto de la

existencia del hecho principal que constituye el delito y de la culpa del condenado”6.

[6] Art. 1776. Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación Argentina.

Honorable Congreso de la Nación Argentina.

La expresión del “hecho principal” comprende los elementos de la imputación objetiva, a saber:

1 la materialidad del hecho;

2 la condición de autor del imputado –la autoría–;

3 el nexo de imputación entre la condena y el resultado –la tipicidad–;

4 el carácter delictuoso del hecho –la antijuricidad–.

En efecto, el “hecho principal” se refiere única y exclusivamente a la existencia o inexistencia de los


elementos que tipifican la estructura del delito que se le adjudica al imputado, y quedan comprendidas la
materialidad del hecho que constituye el delito, la calificación que sobre el hecho principal realice el juez
penal (p. ej., homicidio, lesiones, robo), las circunstancias de tiempo y lugar, y la participación del condenado
en el hecho.

Por su parte, la “culpa del condenado” solo comprende la imputabilidad del autor y su culpabilidad en sentido
genérico a título de dolo o culpa (p. ej., si en sede penal se consideró que el condenado actuó dolosamente,
esto reviste la calidad de cosa juzgada en sede civil).

Consecuentemente, el pronunciamiento del juez penal no puede ser desconocido en sede civil, pues reviste
autoridad de cosa juzgada, sin perjuicio de que el juez civil pueda establecer la incidencia de la propia
víctima o de un tercero en la producción del hecho delictivo (concurrencia –o concausa– culposa de la
víctima o de un tercero), que pueda graduar o morigerar la responsabilidad civil; todo ello en virtud de que el
juez penal no puede calificar la conducta de quien no es imputado en dicho proceso. En efecto, no hace cosa
juzgada:

Respecto al condenado: los hechos tenidos por ciertos por el juez penal, de los que pudo haber
prescindido para la condena, no quedan comprendidos en la autoridad de cosa juzgada para
establecer la responsabilidad civil (establecimiento de la culpa en concreto).

Respecto a la víctima y su actuación (por ejemplo, culpa concurrente): el juez civil tiene
amplias facultades para analizar y valorar la culpa en concreto en sede civil (ya que la culpa
civil es más amplia que la culpa penal).

Respecto a terceros: la participación de terceros y su incidencia causal en el hecho puede


evaluarla para morigerar o graduar la responsabilidad civil.

Asimismo, la sentencia penal condenatoria no hace cosa juzgada en sede civil en cuanto a la existencia del
hecho principal cuando la condena recae sobre un delito formal, es decir, que no requiere daño para su
consumación (p. ej., en la calumnia –art. 109 del CP– que se consuma con el hecho de imputar a otra
persona –falsamente– un delito, sin perjuicio de que con posterioridad genere un perjuicio al honor del
afectado). Por el contrario, la sentencia penal condenatoria reviste la calidad de cosa juzgada en sede civil,
en cuanto a la existencia del hecho principal, cuando la condena recae en relación con un delito material (o
de resultado) que exige para su configuración un hecho exterior –daño– (p. ej., en el homicidio, la muerte; en
la defraudación, un perjuicio patrimonial). En este sentido, si bien en los delitos materiales el resultado será
parte de la estructura del ilícito penal –revistiendo ese resultado (daño) la calidad de cosa juzgada–, no
produce efecto alguno con respecto al daño resarcible, es decir, respecto de la existencia del perjuicio
económico o espiritual que dimana del delito, ni de la determinación cualitativa ni cuantitativa de la
indemnización. La sentencia penal no hace cosa juzgada con relación a ellas.

En definitiva, la autoridad comprende la existencia del hecho principal, culpa del condenado, como también
las circunstancias de personas, tiempo y lugar (en las que se produjo el hecho), y se extiende al civilmente
responsable, quien no podrá discutir la existencia del hecho principal ni la culpa del condenado.

La sentencia penal absolutoria produce efectos de cosa juzgada en el proceso civil respecto a la existencia
(o inexistencia) del hecho principal que constituye el delito y de la culpa del condenado (autoría). Esto es así
pues así lo prescribe el artículo 1777 del CCCN: “Si la sentencia penal decide que el hecho no existió o que el
sindicado como responsable no participó, estas circunstancias no pueden ser discutidas en el proceso

civil”7.

[7] Art. 1777. Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación Argentina.

Honorable Congreso de la Nación Argentina.

Esto quiere decir –sin más– que cuando el juez penal declare que el hecho sustancial que se le imputa al
acusado no existió (p. ej., no hubo homicidio o hurto), o cuando declare que el acusado no fue el autor del
delito (p. ej., existió homicidio o huerto, pero el imputado no fue el autor), el pronunciamiento hace cosa
juzgada en sede civil.

Por vía de consecuencia, la normativa opera de la siguiente manera:

La plataforma fáctica, en cuanto a la existencia o inexistencia del


hecho principal, reviste la autoridad de cosa juzgada en sede civil.

Cuando la absolución del acusado se funde en la inexistencia del hecho (que el hecho no
existió) o la ausencia de autoría (que el imputado no es autor), ese pronunciamiento hace cosa
juzgada y no puede ser revisado en sede civil. El alcance de los términos existencia del hecho
principal es el mismo que para la sentencia condenatoria.

Como correlato, cuando la absolución del acusado no se sustente en la


inexistencia del hecho o la ausencia de autoría del acusado, ese pronunciamiento
no revestirá la autoridad de cosa juzgada. Esto último no solo se desprende del
párrafo primero del artículo 1777 del CCCN, sino también del segundo párrafo,
que prescribe: “Si la sentencia penal decide que un hecho no constituye delito
penal o que no compromete la responsabilidad penal del agente, en el proceso
civil puede discutirse libremente ese mismo hecho en cuanto generador de

responsabilidad civil”8.

[8] Art. 1777. Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación Argentina.

Honorable Congreso de la Nación Argentina.

En efecto, la sentencia absolutoria no reviste autoridad de cosa juzgada en


cuanto se base en:

una causa de extinción penal (p. ej., muerte del acusado);

una causa de inimputabilidad (p. ej., podría extenderse responsabilidad a representantes


legales o aplicarse la equidad prevista en la legislación –art. 1750, CCCN–);

una causa de inculpabilidad (p. ej., legítima defensa); o

una excusa absolutoria, donde se dejan sin punición ciertos hechos delictivos (p. ej., por
mantenimiento del orden familiar o en delitos contra el honor).

Cabe señalar que la absolución penal sustentada en la ausencia de comprobación del hecho principal no
obsta a una condena civil por un hecho distinto, como sería el caso de que el acusado sea absuelto por el
delito de incendio, pero nada impide que pueda prosperar una acción contractual derivada de la omisión de
diligencias en virtud de un contrato que imponía la custodia de objetos guardados. Aquí, el hecho es distinto,
por lo que no se configura la cosa juzgada.

Así, cuando el juez penal absuelve por ausencia o falta de culpa del imputado, esa decisión no reviste la
autoridad de cosa juzgada en sede civil, y puede haber un pronunciamiento indemnizatorio en contra del
absuelto en atención a la mayor amplitud de la culpa civil por sobre la penal. Incluso, ante la ausencia de
culpabilidad declarada por el juez penal, no obsta a que en sede civil pueda condenarse al absuelto en
atención a un factor de atribución objetivo, salvo –en este caso– que la sentencia penal determine la
inexistencia del hecho.
Asimismo, en caso de haber un pronunciamiento en sede penal por
duda insuperable, esta resolución no puede revestir efecto de cosa
juzgada en sede civil.

Así también, ninguna incidencia tiene el pronunciamiento penal si el tribunal del crimen excede los límites de
sus atribuciones legales y circunscriptas al tribunal civil, como sería calificar la conducta de quien no es
imputado en sede penal.

Finalmente, el sobreseimiento reviste la calidad de cosa juzgada (o no) –pudiendo equipararse, en algunos
casos, a la absolución– según los fundamentos de la resolución.

Si el sobreseimiento tiene su sustento en que se encuentra acreditado que el hecho no se cometió, o que no
fue realizado por el imputado, esto pasa a la autoridad de cosa juzgada. Por el contrario, si el sobreseimiento
se funda en otras razones (p. ej., extinción de la acción penal –muerte, prescripción de la acción penal– o
por haberse verificado una causa de inimputabilidad o una excusa absolutoria), no hace cosa juzgada en
sede civil.

En fin, serán los fundamentos de la resolución los que determinen la


existencia o no de cosa juzgada y, con ello, la irrevisabilidad e
inmutabilidad.
La regla de la prejudicialidad penal, ¿procede únicamente cuando el reclamo
patrimonial hubiera sido interpuesto en sede civil?

Sí, porque el conflicto de sentencias contradictorias solo podría presentarse por la


intervención de dos magistrados.

No, porque también rige para el caso en que solo intervenga el juez penal y para evitar
sus propias contradicciones.

Sí, siempre y cuando el juez civil hubiera dictado sentencia antes que el penal.

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LECCIÓN 3 de 5

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Prejudicialidad penal

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LECCIÓN 4 de 5

Referencias

Guiguet, V. y Sánchez Torassa, R. (2017). Directrices jurisprudenciales en


Derecho Civil. Córdoba, AR: Mediterránea.

Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación Argentina.


Honorable Congreso de la Nación Argentina.

Trigo Represas, F. A. (2009). Capítulo VI: Relación entre la acción civil y penal. En
F. A. Trigo Represas (Dir.), Tratado jurisprudencial y doctrinario. Responsabilidad
civil. Fallos rectores [Tomo I]. Córdoba, AR: La Ley.
LECCIÓN 5 de 5

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Poder de acción. Acción procesal. Acumulación objetiva de


pretensiones. Prejudicialidad penal.pdf
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Excepción procesal. Oposición a la pretensión.
Contestación de la demanda

La demanda y la contestación de la demanda son dos actos procesales de suma


importancia en todo proceso judicial. Estas dos presentaciones serán las que le
demarcarán el campo de decisión al juez, quien no podrá decidir sobre ninguna otra
cuestión que no hubiera sido planteada por el actor o el demandado (extra petita), ni
menos (infra o citra petita) ni más (ultra petita) de lo que las partes le hubieran
solicitado. Ahí radica la importancia que tiene una buena técnica letrada en esos dos
actos, ya que el juez no podrá suplir una mala acción o una mala defensa.

Aspectos generales de la demanda y su contestación

Principio de colaboración procesal

Referencias

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LECCIÓN 1 de 4

Aspectos generales de la demanda y su contestación

La demanda y la contestación de la demanda son dos actos procesales de suma


importancia en todo proceso judicial. Estas dos presentaciones serán las que le
demarcarán el campo de decisión al juez, quien no podrá decidir sobre ninguna
otra cuestión que no hubiera sido planteada por el actor o el demandado (extra
petita), ni menos (infra o citra petita) ni más (ultra petita) de lo que las partes le
hubieran solicitado. Ahí radica la importancia que tiene una buena técnica letrada
en esos dos actos, ya que el juez no podrá suplir una mala acción o una mala
defensa.

Una vez que el juez haya admitido la demanda iniciada por el actor, ordenará
darle a conocer al demandado de la existencia de un proceso judicial en su
contra. Cuando el actor inicia la demanda y abre la instancia, comienza el litigio y
cuando el demandado comparece y contradice, aparece la controversia.

Anoticiado el demandado de ese proceso en su contra, tendrá la oportunidad de


presentarse en el juicio (técnicamente llamado comparecer) y de defenderse de
lo que el actor le reclama. Esa oportunidad de comparecer y defenderse no es
obligatoria, más bien, es una carga procesal que tiene el demandado porque
puede no hacerlo y dejar que el proceso continúe su curso, con las
consecuencias que ello pudiera acarrear: el juez deberá presumir la veracidad de
los hechos alegados por el actor y la autenticidad de los documentos
acompañados, salvo prueba en contrario.

Entonces, el demandado podrá comparecer o no hacerlo. Si no se presentara al


proceso judicial, será declarado rebelde y continuará el proceso en su ausencia.
Si compareciera, él podría contestar la demanda o incluso podría no hacerlo. Si
decidiera contestar la demanda, tendría un abanico de posibilidades y
estrategias, pero siempre debiendo tener en cuenta algunas exigencias que
hacen a la buena técnica de todo profesional auxiliar de la justicia.

En principio, en cuanto a la forma de contestar la demanda, guardará las


formalidades y requisitos de la demanda, es decir, será presentada por escrito,
en idioma nacional, deberá constituir domicilio, deberá acompañar los
documentos que justifiquen la personería invocada cuando se ejerza en
representación del demandado y llevará la forma de los escritos judiciales en
cuanto a su estilo forense. Pero, además, habrá cuestiones relativas al contenido
que deberán tenerse en cuenta por las consecuencias procesales que pueden
traer aparejadas.

La negativa de los hechos alegados por el actor. Propia versión de los


hechos por el demandado

En la contestación de la demanda, deberán tenerse en cuenta, al menos, cuatro ejes centrales:

hechos alegados por el actor;

derecho que pretende el actor que se aplique;


documentación acompañada por el actor;

defensas que podría oponer el demandado.

Los hechos y el derecho pueden ser negados por el demandado. En ese caso, deberá aportar su versión de
los hechos e indicar cuál es el derecho que considera aplicable y por qué.

La documentación puede ser impugnada por el demandado. El actor deberá ofrecer otra prueba
complementaria que confirme la autenticidad y veracidad de esa documentación.

Y las defensas serán las oportunidades legales que tendrá el demandado para sortear las pretensiones del
actor.

Sin embargo, estas reglas no siempre se cumplen acabadamente y suelen tenerse en cuenta las
circunstancias de cada causa en particular. Muchas veces, el demandado comparece al proceso y en su
contestación de la demanda solo niega los hechos en forma amplia y general, o sin dar su propia versión de
los hechos, o sin ofrecer prueba tendiente a acreditar sus dichos. Todas esas actitudes generan
entorpecimientos en el proceso más que esclarecer la situación. En razón de ello, la jurisprudencia y doctrina
argentinas se han ido expresando.

Por ejemplo, se han dado situaciones como la siguiente:

En el fuero laboral de la ciudad de San Francisco, provincia de Córdoba, se consideraron


como reconocidos por la demandada (empleadora) los dichos de la actora (trabajadora) en
su demanda porque la patronal solamente negó los hechos propuestos sin ofrecer una
versión propia de los mismos, ni producir prueba que los refutara.

En la causa, la demandada empleadora, Sra. Ince, negó puntualmente que la actora, Sra.
Galliano, se hubiera desempeñado como costurera en su domicilio, sin proponer otra
versión de los hechos plasmados en la demanda.
En ese marco, la Cámara Laboral señaló que “el comportamiento desplegado por la
accionada en estos autos deviene susceptible de ser encuadrado en las previsiones del
artículo 316 del CPCC, atento a que en absoluto ha coadyuvado a esclarecer su propia
posición procesal”.

Adoptar una postura consistente en solo negar puntualmente cada una de las
afirmaciones de la actora pero sin brindar una versión propia de los hechos, no satisface
las exigencias legales que imponen una carga de afirmación: el artículo 192 del Código de
Procedimiento Civil y Comercial de la provincia de Córdoba (de aplicación supletoria para el
proceso laboral en esa provincia) que establece como deber del accionado que confiese o
niegue categóricamente los hechos afirmados en la demanda, bajo pena de que su
silencio o evasivas puedan ser tomadas como confesión. Ante ello, el juez se puntualizó
que “al sólo existir una negativa general y luego particular de los hechos afirmados, pero no
una manifestación surgida desde la argumentación de la parte demandada, se produce el
supuesto contemplado en la norma”, por lo que “corresponde por ende aplicar los
apercibimientos legales, consistentes aquí en tener por reconocidos los hechos afirmados
por la parte actora, excepto desde luego que sean desvirtuados por prueba en contrario”.

A pesar de haberle dejado abierta la posibilidad de producir prueba en contrario, se añadió


que “el comportamiento posterior a que alude la mentada norma del artículo 316 del CPCC,
tampoco sirve a las pretensiones de la accionada, ya que absolutamente ninguna prueba
produjo en la causa”.

Finalmente se concluyó que “a través de toda la serie de indicios serios, concatenados y


concordantes de que he dado cuenta, así como lo aportado por las testimoniales, ha
quedado corroborada la existencia de una subordinación jurídica de parte de la señora

Galliano hacia la señora Ince” 1.

[1] Cámara del Trabajo de San Francisco, in re: “Galliano Irene Esther c/ Blanca Ince”.
En este caso, la demandada había contestado la demanda. Sin embargo, la forma en la que lo hizo no fue la
correcta.

El Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Nación prevé, al igual que la Provincia de Córdoba, el
requisito de la negativa con la propia versión de los hechos en su artículo 356, que dice:

En la contestación opondrá el demandado todas las excepciones o defensas de que


intente valerse.

Deberá, además:

1) Reconocer o negar categóricamente cada uno de los hechos expuestos en la demanda,


la autenticidad de los documentos acompañados que se le atribuyeren y la recepción de
las cartas y telegramas a él dirigidos cuyas copias se acompañen. Su silencio, sus
respuestas evasivas, o la negativa meramente general podrán estimarse como
reconocimiento de la verdad de los hechos pertinentes y lícitos a que se refieran. En
cuanto a los documentos se los tendrá por reconocidos o recibidos, según el caso.

No estarán sujetos al cumplimiento de la carga mencionada en el párrafo precedente, el


defensor oficial y el demandado que interviniere en el proceso como sucesor a título
universal de quien participó en los hechos o suscribió los documentos o recibió las cartas
o telegramas, quienes podrán reservar su respuesta definitiva para después de producida
la prueba.

2) Especificar con claridad los hechos que alegare como fundamento de su defensa.

3) Observar, en lo aplicable, los requisitos prescritos en el artículo 3302.

[2] Artículo 330. Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso

de la Nación.
Lo que busca el ordenamiento es equiparar las exigencias: el actor debe ser muy claro en su redacción de la
demanda para permitirle al demandado efectuar una correcta defensa. El demandado, entonces, debe
actuar de la misma manera negando o reconociendo categóricamente los hechos y negando o reconociendo
los documentos invocados por el actor. De esta manera, se busca también una mayor precisión del objeto
litigioso.

A la demandada no le basta con negar los hechos afirmados por el actor, sino que tiene la carga de fundar
esa negativa. Es decir, debe brindar su propia versión de cómo ocurrieron los hechos, en cumplimiento de los
principios de buena fe procesal y cooperación dinámica.

En definitiva, la carga procesal que recae sobre el demandado es tan exigente como la del propio actor para
interponer su demanda. Si las partes se encuentran en condiciones de aportar todos los elementos posibles
sobre la realidad de los hechos, deben hacerlo. Ello no significa que si el demandado no se encuentra en
condiciones de saber si ocurrieron o no los hechos, es posible que solo lo niegue porque no tiene otros
elementos para aportar. Con esto puede verse que dependerá de las circunstancias de cada causa en
particular hasta dónde llegará esa exigencia y cuál será la consecuencia que acarree.

¿Podría el demandado comparecer al juicio sin contestar la demanda?

Sí, puede comparecer sin efectuar defensa alguna.

Sí, pero debe indicar al momento de comparecer que no lo hará.

No, si comparece lo debe hacer contestando la demanda al mismo tiempo.

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LECCIÓN 2 de 4

Principio de colaboración procesal

El principio de contribución procesal se le impone tanto a los litigantes como a los terceros ajenos al
proceso. Este principio parte de la concepción de que el proceso no es esencialmente “adversarial”, sino que
lo reemplaza por un concepto ligado al método de discusión dialéctica para dirimir conflictos.

La colaboración procesal exigible se puede advertir en varias circunstancias, ya que en algunas


oportunidades asoma como una carga para cumplir por uno o ambos litigantes, y en otras, en cambio,
asoma como un deber jurídico para ejecutar por el órgano jurisdiccional o por el tercero, cuya inejecución
puede acarrear las responsabilidades derivadas de la ley. Es un comportamiento que deben observar el juez
y los litigantes para garantizar a la otra parte opositora la garantía de la defensa en juicio.

Una consecuencia de este principio es la exigencia del hablar claro de los adversarios en determinados
actos procesales, y en el supuesto de no manifestarse inequívocamente, quedará la parte respectiva
hundida en el riesgo de soportar una situación procesal desventajosa.

Los códigos procesales requieren que la demanda se encuentre


redactada en términos claros y precisos, pues lo mismo se exige,
entonces, para la contestación.

La clara expresión que brindan las partes al tribunal está vinculada predominantemente a la versión de los
hechos (y no a la verdad histórica o real), por cuanto en el proceso civil prevalece el formalismo en el relato
de los hechos que las partes plantean en sus escritos de demanda o de su contestación.
No siempre los litigantes llevan a la causa judicial los hechos tal como acontecieron en el mundo real. Sin
embargo, eso no encierra al magistrado, quien puede indagar sobre la verdad real de lo acontecido para
aproximarse a aquella y juzgar el caso con espíritu de justicia. Incluso, para ello, tiene en su poder las
medidas para mejor proveer a fin de resolver con justicia el caso concreto.

La ausencia de enunciados claros no solo puede extraerse del relato


de los hechos de la causa que haga el demandado, sino que también
puede inferirse por el uso de lenguaje ambiguo o evasivo. Por
ejemplo, al contestar negando la existencia de un hecho, no lo hace
con la fuerza que le es exigible, o cuando, obligado a exhibir un
documento relativo al pleito que posee, no lo hace.

La sanción prevista para la violación de este principio difiere según si el incumplimiento de la carga refiere a
los hechos o, en su caso, a la prueba documental. Ante la falta de negativa, el silencio o las respuestas
evasivas respecto de los hechos, el juez los puede apreciar como reconocimiento. En cambio, ante el
incumplimiento de la carga con relación a los documentos, el juez debe tenerlos por reconocidos o
recibidos.

¿Existen requisitos para contestar la demanda cuando los hechos redactados


por el actor no fueran los que realmente sucedieron?

Sí, se exige que la negativa de los hechos sea categórica y que el demandado aporte
su propia versión de lo acontecido.

No, porque rige el principio de informalismo para ejercer el derecho de defensa.


Sí, puede negar en forma genérica, pero debe dar su propia versión de los hechos
acontecidos.

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LECCIÓN 3 de 4

Referencias

Artículo 330. Código de Procedimiento Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación.
LECCIÓN 4 de 4

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Excepción procesal. Oposición a la pretensión. Contestación de la


demanda.pdf
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Rebeldía

La declaración de rebeldía en un proceso judicial y sus consecuencias

Referencias

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LECCIÓN 1 de 3

La declaración de rebeldía en un proceso judicial y


sus consecuencias

Cuando una persona es demandada civilmente, recibe un emplazamiento del tribunal, que lo pone en
conocimiento de la existencia de un proceso en su contra para darle la oportunidad de presentarse dentro
del plazo que se le indique y así ejercer su derecho de defensa. El juez lo llama para escuchar “su verdad”.
Esto es lo que se conoce como el contradictorio o principio de bilateralidad. Este principio permite y garantiza
el ejercicio de la defensa del demandado.

La presencia de la parte contraria es esencial para que ejerza su defensa, así como también el control de los
mismos actos procesales. La bilateralidad tiene una doble finalidad, ya que, por un lado, protege el bien
individual y su interés, y por el otro, les permite a los jueces contar con mayor número de argumentaciones a
fin de emitir una sentencia justa.

Esa notificación no genera una obligación o deber para el demandando, porque este podrá elegir libremente
por la opción de comparecer o por la de no hacerlo. Se trata simplemente de una carga procesal: puede
hacerlo o no. Si no lo hace, el sistema le otorgará algunas consecuencias jurídicas, pero de ningún modo
esto podría significar la condenación inmediata por no presentarse al proceso.

Cuando el demandado opta por no presentarse, su decisión


provocará, en primer lugar, la declaración de rebeldía. Esta no es una
sanción contra el rebelde, porque las partes no tienen la obligación ni el
deber de comparecer al proceso, sino que se trata de una carga
procesal establecida en su propio interés.
Esa incomparecencia, y correspondiente declaración de rebeldía, traerá aparejada una presunción iuris
tantum: los hechos expuestos en el escrito de demanda tendrán presunción de verdad, por disposición
expresa de la ley. Es decir que todo lo expuesto en la demanda se presume en principio cierto, salvo las
circunstancias de su inverosimilitud, contradicción o falsedad que puedan darse a lo largo del proceso. Esto
quiere decir que el juez solo tiene ante él la versión que el actor le ha dado, ya que el demandado, al no
comparecer, no aceptó esos dichos, pero tampoco los negó; por lo tanto, el magistrado, con su sana crítica
racional, deberá decidir sobre la versión que le ha dado el actor junto con las pruebas que aporte al respecto.

Debe tenerse en cuenta que esa presunción solo se genera si el


demandado no comparece para el momento de contestar la
demanda, ya que podría presentarse a contestar la demanda y luego
dejar de presentarse al proceso en cada siguiente llamado. Si
contestó la demanda oportunamente, no podría aplicarse esa
presunción en su contra.

Asimismo, puede suceder lo inverso: que el demandado no comparezca ni conteste la demanda, pero que
luego vaya a la etapa probatoria y ofrezca pruebas. En este caso, la presunción se aplica, pero se tendrá en
cuenta también toda la prueba que pudiera aportar el demandado en contra de los dichos del actor. Pues, en
este supuesto, el magistrado tendrá solo la versión del actor, pero con pruebas aportadas por el demandado
que contradicen esos dichos. De esta manera, el juez tendrá mayores elementos para decidir sobre la
pretensión del actor, que, si bien no obtuvo oposición, sí se produjo prueba en su contra.

En definitiva, con esto se quiere mostrar que el demandado puede presentarse en el juicio en cualquier
momento pese a su declaración de rebeldía, cesando entonces los efectos que aquella declaración tiene.
Carnelutti (2005) explica que el fundamento de ello está
en el derecho de defensa que no se extingue por la circunstancia de no haberse personado
el rebelde al inicio del proceso, aunque haya precluido la posibilidad de contestar demanda
y las demás que hubieran debido realizarse en un momento anterior a aquel en que se
produce la comparecencia tardía (p. 114).

Lo que no podrá hacer jamás el rebelde es pretender efectuar actos cuya etapa procesal se encontrara
concluida, salvo que mediare nulidad de la citación inicial, lo que provoca la retrotracción de la causa hasta
el decreto de admisión del juicio y se debe volver a notificar el inicio del juicio de forma correcta. Esto es lo
que popularmente se conoce como “volver a foja cero”.

Otra de las consecuencias procesales que trae aparejada esa


declaración es que el demandado ya no recibirá más notificaciones
hasta el dictado de la sentencia. Las próximas notificaciones que
correspondiera hacer no se harán y se las tendrá por notificadas en
el día de su fecha; es decir, se genera una ficción a partir de la cual
se las tiene por notificadas.

Si bien son varias las opciones, y sus consecuencias dependen del momento en que se ordene esa
declaración de rebeldía, pueden darse situaciones en las que la aplicación de esa presunción traiga
aparejadas complicaciones procesales. Por ejemplo, veamos la siguiente causa.

El actor demandó a Consar SA (concesionaria oficial) y a Ciadea SA (continuadora de Renault Argentina)


pretendiendo la rescisión contractual que las unía. La empresa Ciadea contestó la demanda oponiendo
excepción de falta de legitimación pasiva y Consar fue declarada rebelde. El juez de primera instancia
rechazó la excepción de la falta de legitimación opuesta e hizo lugar a la demanda en contra de ambas
empresas. Apelado el fallo, la Cámara de Apelaciones lo revocó sosteniendo que:
"En autos toda la estructura probatoria de la accionante se asienta en los efectos de la
declaración de rebeldía y la confesión ficta (arts. 60 y 415 del C.P.C.C.)”, en tanto reconoce
que tales efectos “deben encontrar apoyatura en los medios de prueba, los cuales se
encuentran huérfanos de producción en el presente a los fines procurados, como la
autenticidad de la documentación. Único título por el cual se reclama y que ha sido negado
en su validez por la coaccionada quien la desconociera, no tratándose, por otra parte, de un

hecho propio, sino eventualmente, de la concesionaria"1.

[1] Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires, in re: “Danna Automotores S.R.L. c/ CONSAR

S.A. y otro – Rescisión de contrato y daños y perjuicios” Causa C. 94.338.

Llevado el fallo de la cámara hasta el máximo tribunal a través de un recurso extraordinario, la Suprema
Corte de Justicia de Buenos Aires rechazó el recurso por no configurarse los vicios invocados, pero efectuó
comentarios importantes en cuanto al efecto de la declaración de rebeldía, la que sostuvo que:

“Si bien admitimos también que la justicia no puede estar al servicio de ficciones y por
tanto es necesario en cada caso que el magistrado esté convencido de la verdad de los
hechos en que se funda la demanda, independientemente del silencio o rebeldía del
demandado (Eisner Isidoro, "La Ley", 1979‑C, 267), es lo cierto también que las
conclusiones a las que se arribe no pueden prescindir íntegramente de tal estado de
rebeldía y sus efectos procesales.”

[Recuerdan] “que toda pretensión en justicia supone la afirmación de un derecho para cuya
realización es menester alegar y probar los hechos que lo sustentan. Cuando los hechos
alegados no son admitidos por el adversario, ni son notorios o favorecidos por una
presunción de la ley que los tenga por ciertos bajo determinados supuestos, entonces será
necesario probarlos de modo que el juzgador alcance suficiente convencimiento sobre la
exactitud de los mismos o de las afirmaciones que los contienen. La carga de la prueba es
el imperativo que pesa sobre uno de los litigantes de ‘suministrar la prueba de un hecho
controvertido, mediante su propia actividad, si quiere evitar la pérdida del proceso’
(Rosenberg, Leo, “La carga de la prueba”, p. 15, Ed. E.J.E.A., Buenos Aires, 1956).”

“Frente al silencio de la demandada corresponde tener por acreditada la recepción de los


telegramas dirigidos a ella y la autenticidad de los documentos que se le atribuyen
acompañados en el escrito de demanda” (L. 40.364, sent. del 29 XI 1988).

Lo expuesto a modo de conclusión habrá de concebirse como respuesta válida para la


relación habida entre la actora y la codemandada Consar S.A., a quien se le han de oponer
los efectos propios de la incontestación de la demanda, su estado de rebeldía, el
reconocimiento (ficto) de la documental que se le atribuye y la recepción de las cartas y
telegramas a ella dirigidos cuyas copias han sido acompañadas.

Pero tratándose en el caso de un litisconsorcio (pasivo) facultativo, habrá que evaluar si la


decisión que se adopta en torno a la actuación comercial de la demandada Consar S.A.
puede ser extendida como solución a la conducta que, a la vez, se le imputa a la
codemandada Ciadea S.A., no debiendo perderse de vista para ello que las causas o títulos
sobre los que se asienta la supuesta responsabilidad de cada sociedad demandada son
distintos; la una como concesionaria; la otra como fabricante.

Lo que sí es seguro es que los efectos de la rebeldía del codemandado Consar S.A., que
supone el reconocimiento de la documental acompañada que se le atribuye, las cartas
documentos o intimaciones que le fueran dirigidas, sólo en contra de ella juegan, pues los
efectos de tal estado contumaz no le pueden ser oponibles a la codemandada Ciadea S.A.
que, al comparecer en autos, desconoció expresamente la autenticidad de toda la
documentación que no le fuera directamente remitida a ella o que ella haya remitido (fs.

117 vta.)” 2.

[2] Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires, in re: “Danna Automotores S.R.L. c/ CONSAR

S.A. y otro – Rescisión de contrato y daños y perjuicios” Causa C. 94.338.


En primer lugar, resultan enriquecedoras las palabras de la Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires,
cuando se explica que, si bien la rebeldía genera presunciones, “las conclusiones a las que se arribe no

pueden prescindir íntegramente de tal estado de rebeldía y sus efectos procesales”3. Con esto queda claro
que es necesario que la demanda interpuesta por el actor tenga sustento jurídico y legal, goce de cierta
veracidad comprobable, y que aporte pruebas suficientes que sostengan y le den fundamento a la
pretensión. Por supuesto que será más sencillo para cualquier actor fortalecer su causa sin oposición del
demandado, pero de ningún modo podría verse beneficiado exclusivamente por la rebeldía del demandado.

[3] Suprema Corte de Justicia de Buenos Aires, in re: “Danna Automotores S.R.L. c/ CONSAR

S.A. y otro – Rescisión de contrato y daños y perjuicios” Causa C. 94.338.

En el caso expuesto, se da la situación del litisconsorcio pasivo, es


decir que son dos las demandadas y una sola de ellas contestó la
demanda, mientras que la otra no se defendió. Sin embargo, el
magistrado de primera instancia, erróneamente, aplicó la presunción
de la rebeldía a las dos demandadas por la vinculación existente.

Surge claro, entonces, que la aplicación de presunciones dependerá siempre de las circunstancias de la
causa. En este caso, la demandada que contesta solo opone excepción de falta de legitimación pasiva, lo
que solo la alcanza a ella, y no a su codemandada; y, por lo tanto, así lo resuelven la cámara y la Corte
Suprema luego. Pero debe dejarse claro que solo puede beneficiarse a la otra demandada por las defensas
que presente una, pero nunca podría la rebelde perjudicar a la otra demandada que sí contestara la
demanda. De lo contrario, se estaría violando la garantía constitucional de la defensa en juicio.

Así es que puede suceder que quien conteste la demanda oponga defensas sustanciales de tal naturaleza
que volteen por completo la acción del actor respecto de todos los demandados; por ejemplo, si se probara
que no hubo contrato, o si se planteara la prescripción de la acción intentada, o si se planteara la
litispendencia, o incluso si se pidiera la recusación del magistrado, etcétera. En estos otros supuestos, la
defensa que intente una de las demandadas alcanzaría a la otra, porque lo que se logra desvirtuar es la
acción en sí del actor y no la vinculación personal con quien contesta la demanda, como en el caso de la
falta de legitimación pasiva.

En definitiva, las consecuencias de la rebeldía dependerán en última


instancia de las características del proceso.

¿La declaración de rebeldía trae consecuencias procesales?

Sí, genera presunciones en contra del rebelde y a favor de la otra parte.

Sí, provoca al demandado la carga de probar por qué no pudo comparecer al proceso
en tiempo y forma.

No, no se le aplica ningún significado al silencio del rebelde. El que calla nada dice.

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En un proceso con más de un demandado (litisconsorcio pasivo), ¿la


contestación de la demanda de uno de los demandados podría desvirtuar la
presunción de la rebeldía?
Sí, pero dependerá del tipo de defensas opuestas.

No, porque al rebelde siempre se le aplican las consecuencias de la declaración.

No, por el contrario, la presunción se aplica para la parte demandada más allá de la
cantidad de personas que afecten ese polo de la acción, así que se tendría por no
contestada la demanda.

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LECCIÓN 2 de 3

Referencias

Carnelutti, F. (2005). Sistema de Derecho Procesal Civil [Tomo IV]. Buenos Aires, AR: UTEHA.
LECCIÓN 3 de 3

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Sujetos procesales. Legitimación procesal y
legitimación sustancial

Los sujetos procesales deben estar legitimados para actuar en el marco de un


proceso judicial en concreto. Con esto se quiere señalar que no puede venir
cualquier persona a reclamar algo que no es de su incumbencia, pues se requiere
cierta vinculación.

Las partes y los distintos tipos de legitimación que pueden tener

Referencias

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LECCIÓN 1 de 4

Las partes y los distintos tipos de legitimación que


pueden tener

Los sujetos procesales deben estar legitimados para actuar en el marco de un proceso judicial en concreto.
Con esto se quiere señalar que no puede venir cualquier persona a reclamar algo que no es de su
incumbencia, pues se requiere cierta vinculación.

Las partes, en un proceso, son las personas que intervienen en un juicio para reclamar una determinada
pretensión o para resistir la pretensión de otro sujeto. A la persona que ejercita la acción se la llama actor o
demandante. A la persona que se resiste a una acción se la llama demandado. En razón de este esquema
simple de quienes intervienen en un proceso, se debe tener en cuenta que entrarán a tener relevancia
algunos principios, como el de dualidad de partes, que se refiere a los dos polos (y no a la cantidad de
personas que pueden intervenir) que serán la parte que pretende algo –polo activo– de otra persona que se
resistirá a ella –polo pasivo–; el de contradicción, que consiste en que las partes tienen que tener la
posibilidad de defenderse de las pretensiones, argumentos y pruebas presentados por la parte contraria, es
decir, se les debe dar la posibilidad a las partes de “contradecir” a la otra; y, finalmente, el principio de
igualdad de las partes, que tiene en miras al juez de la causa, quien debe mantenerse en una posición de
neutralidad y tratar a ambas partes por igual, quienes tendrán las mismas facultades y cargas durante el
proceso.

A esta altura es necesario poner en conocimiento que la doctrina y la jurisprudencia suelen hablar
indistintamente de legitimación o capacidad, a pesar de que existan varios sentidos o tipos. Trataremos de
aclarar la confusa nebulosa en la que se utilizan estos términos.

En un primer pantallazo, se deben distinguir algunas cuestiones centrales para entender de qué hablamos o
cómo se llega a estar legitimado para ser alguno de los sujetos procesales en un juicio, a saber: por un lado,
está el derecho que tiene una persona sobre algo, mientras que frente a él estará quién se oponga a ese
derecho; por otro lado, está la posibilidad de accionar pretendiendo ejercer ese derecho, mientras que frente
a él estará quién se oponga a esa acción; y, finalmente, estará la capacidad para actuar judicialmente por sí
mismo en el ejercicio de esa acción sin el auxilio de un tercero, ya sea como actor o como demandado.

Para ejemplificar, teniendo en cuenta solo el polo activo de la relación jurídica, se podría graficar de la
siguiente forma:

Figura 1. Polo activo de la relación jurídica

Fuente: elaboración propia.

Ya estamos en condiciones de entender, entonces, que una cosa es estar legitimado a ejercer un derecho (a
accionar) y otra diferente es estar legitimado para realizar actos judiciales válidos por sí mismo en el marco
de un proceso (ser parte).

En ese marco, debemos hablar de legitimación ad causam y de legitimación ad processum.

Hay una diferenciación fundamental entre ellas, como se adelantó: una cosa es la capacidad para ser titular
de un derecho a accionar (ad causam) y otra cosa distinta es la capacidad para realizar actos procesales
eficaces jurídicamente en un proceso por sí mismo sin requerir el auxilio de un tercero (ad processum).

La capacidad procesal, legitimatio ad processum, se refiere a la aptitud legal para ejercer por sí actos
inherentes a la calidad de parte, sin el auxilio de un tercero, y que se identifica con la capacidad de ejercicio

definida por el derecho sustancial en el artículo 23 del Código Civil y Comercial de la Nación1. Son las
condiciones que una persona debe reunir para participar en un juicio. Veamos un ejemplo bien ilustrador para
comprender que esta cuestión puede resolverse más con sentido común que otra cosa: ¿un niño de dos
años de edad puede firmar una demanda?, ¿o puede el Estado nacional firmar una contestación de
demanda? Evidentemente, no. Necesitan de alguien más que lo haga por ellos. ¿Pero tienen derechos?
¿Pueden ser titulares de acciones judiciales? Sí, por supuesto, pero necesitarán de alguien que las ejerza por
ellos.

[1] Artículo 23. Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación.

La legitimación sustancial, legitimatio ad causam, en cambio, es la condición de la acción judicial, pues


alude a la materia debatida en el litigio. En definitiva, quién debe sufrir o gozar de los efectos de la sentencia
de mérito. ¿Serán los padres del niño de dos años quienes gocen de los efectos de la sentencia? No, será el
niño.

Evaluemoslo en un ejemplo sencillo sobre una situación jurídicamente relevante:

Un menor de edad es el titular de la acción de daños y perjuicios


porque fue lesionado en el colegio (tiene derecho a una reparación y,
entonces, es titular de la acción para exigir esa reparación). Pero,
por ser menor de edad, no está legitimado para estar en juicio.
Entonces, serán sus padres quienes actúen judicialmente en nombre
del niño. El colegio, si bien es quien deberá responder, no puede ir
por sí mismo a defenderse en el proceso por razones obvias; tendrá
que hacerlo a través de la persona humana que tenga
representación legal para actuar en su nombre, sea el director de la
institución o cualquier persona designada para ello.
Hasta acá ya resulta clara la distinción, y se puede advertir que la legitimación, sea sustancial o procesal,
puede recaer sobre la misma persona o necesitar de un tercero que la auxilie según las circunstancias
particulares del caso.

Sin embargo, ahora puede complejizarse, ya que hay casos para los cuales las leyes legitiman a otras
personas que normalmente no estarían habilitadas o ni siquiera tienen una vinculación estrecha y directa,
como en el ejemplo de padres e hijos. Tal es el caso del Ministerio Público Fiscal o de la Defensoría del
Pueblo, que para algunas cuestiones de interés público se encuentran legitimadas, como en el estatuto del

consumidor para la defensa de los consumidores2, o asuntos relacionados con el medio ambiente y el daño

colectivo que puede existir3, etcétera. Son casos en los que la ley exclusivamente los habilita; por lo tanto,
no habrá que hacer análisis de la situación, ya que es la ley la que indica cuáles son los casos en los que
podrá intervenir cada uno de ellos.

[2] Ley 24240. Defensa del Consumidor. Honorable Congreso de la Nación.

[3] Artículo 41. Constitución Nacional. Honorable Congreso de la Nación.

¿El término legitimación solo se refiere a la posibilidad de ser sujeto procesal en


un juicio?

Sí, porque refiere a la capacidad de ejercicio prevista por el Código Civil y Comercial.

No, también se refiere a la titularidad del derecho y, por tanto, a la capacidad de ser
titular de la acción.

Sí, porque refiere a la calidad de parte en un proceso.

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Aun dentro de esta posibilidad de que el defensor del pueblo se encuentre legitimado, podemos advertir una
zona gris sobre la que han tenido que expedirse los magistrados para dar luz en el asunto, como aconteció
en el siguiente caso.

La Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires interpuso una acción expedita de amparo
en contra de la Resolución 2926/99 dictada por la Secretaría de Comunicaciones, en la cual se había
autorizado el cobro del servicio de informaciones 110 a los usuarios del servicio telefónico. La defensoría
solicitó que fuera anulada judicialmente por haberse omitido el dictado por audiencia pública.

En primera instancia, el juez hizo lugar al amparo y declaró la nulidad. En la Cámara Nacional en lo
Contencioso, se confirmó aquella decisión del magistrado, con fundamento en que:

La resolución administrativa cuestionada había sido dictada sin que los usuarios hubieran
tenido oportunidad de participar y de ser oídos en la audiencia pública que debió haber sido
convocada antes de fijar la tarifa objetada, de conformidad con lo dispuesto en el art. 42 de
la Constitución Nacional y el Reglamento General de Audiencias públicas... [Llevada por
recurso extraordinario federal hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación, esta
manifestó] que las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se dan sus propias
instituciones autónomas, organizan sus poderes, dictan sus leyes de procedimientos, y
designan a sus jueces sin intervención alguna del gobierno federal pues, al hacerlo,
ejercen poderes no delegados sino originarios o concedidos (art. 129 de la Constitución
Nacional). Sin embargo, no pueden ejercer sus atribuciones de tal manera que obste a los
fines del gobierno federal en tanto éste se mantenga dentro del ámbito de sus
competencias, pues donde hay poderes delegados al Gobierno de la Nación no hay
poderes reservados salvo por pacto expreso y especial. En todo caso, si los intereses
locales entrasen en pugna con los nacionales, la representación para estar en juicio en
nombre de unos y otros compete a las autoridades políticas respectivas, de conformidad
con lo que sus leyes dispongan al respecto; no a cualquiera de los órganos que se la
atribuya. En consecuencia… el defensor del pueblo de la Ciudad Autónoma está facultado
para promover acciones incluso en el fuero federal pero ello debe entenderse como que
dicha facultad está limitada a la actuación en juicio en defensa de los derechos
individuales o colectivos ante los tribunales de la justicia ordinaria de la Capital, o cuando
las leyes nacionales o federales hayan sido aplicadas en el ámbito local por órganos de
esta última naturaleza, en los supuestos en que dichas normas les hayan confiado su
ejecución. Al respecto cabe advertir que según el art. 41 la ley 24.240 de defensa del
consumidor su aplicación compete, en el orden nacional, a la Secretaría de Industria y
Comercio de la Nación y, en el orden local, a los gobiernos de las provincias y de la Ciudad
Autónoma, sin perjuicio de que éstos la deleguen en otros órganos subordinados. El art. 42
de la ley mencionada agrega que los órganos nacionales y locales actúan de manera
concurrente en lo relativo a la vigilancia y juzgamiento de las infracciones que
simultáneamente tengan lugar en sus respectivas jurisdicciones. En tales condiciones, no
es exacto lo afirmado en la demanda de amparo, con respecto a que el defensor del pueblo
de la Ciudad Autónoma constituye la autoridad de aplicación de la ley 24.240 en el ámbito
local, pues no es un órgano de gobierno local ni actúa por delegación de él, sino con

absoluta independencia funcional y sin sujeción a instrucciones u órdenes.4

[4] Corte Suprema de Justicia de la Nación, in re: “Defensoría del Pueblo de la ciudad de

Buenos Aires c/ Secretaría de Comunicaciones – resol. 2926/99 s/ amparo Ley 16.986”.

De conformidad con la normativa constitucional, en los diferentes niveles estatales, existe la figura del
defensor del pueblo. Según cada normativa local, este cuenta con diferentes facultades, pero en general, en
todas las provincias, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y en la nación, tiene legitimación
procesal por ser el encargado de garantizar los derechos de los habitantes ante abusos de los poderes
políticos.

La zona gris se presenta en cuánto a los límites de esa legitimación, y la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (CSJN) debió expedirse para dejar la cuestión zanjada. De esta manera, y en este caso en particular,
delimitó la legitimación activa del defensor del pueblo de CABA por tratarse de cuestiones relativas al
Gobierno nacional, esto es, excedía el ámbito en el cual podía actuar. De manera diferente se habría resuelto
este caso si hubiera sido la Defensoría del Pueblo Nacional la que interpusiera la acción de amparo, pues,
justamente, es quien se encuentra con legitimación a nivel nacional.
Lo que viene a colación resaltar a esta altura es que el defensor del pueblo de CABA no decidió entablar
esta acción por simple desconocimiento de sus funciones o de su ámbito de actuación. La figura del
defensor del pueblo de la nación se instituye en el ámbito del Congreso de la Nación y su competencia surge

de los artículos 86 y 43 de la Constitución Nacional y de la Ley N.° 42845, modificada por la Ley N.° 243796. El
cargo del defensor del pueblo de la nación se encuentra vacante desde el año 2009; por lo tanto, no hay
quien ejecute este tipo de acciones en defensa de los ciudadanos, y seguramente haya sido esto lo que
llevó al defensor del pueblo de CABA a intentar ejercer la defensa al menos con relación a los ciudadanos
que podía proteger.

[5] Ley N° 4284. Constitución Nacional. Honorable Congreso de la Nación.

[6] Ley N° 24379. Constitución Nacional. Honorable Congreso de la Nación.

Lo que se desprende de este caso, y de toda la normativa, es que la


ley le ha otorgado legitimación procesal a esta figura, aunque en
definitiva los titulares de la acción sean los ciudadanos. Sin
embargo, esa legitimación procesal se encuentra delimitada por el
ámbito de actuación que tiene cada uno de los distintos defensores,
tal como lo ha explicado la CSJN a lo largo de su jurisprudencia.

Te invito a profundizar acerca de la legitimación activa en el proceso de consumo mediante el siguiente


paper.

La legitimación activa en el proceso de consumo. Análisis del art.


52 de la ley 24240.pdf
8.2 MB
¿Solo están legitimados procesalmente los titulares de las acciones que se
ejercen?

No, la ley puede legitimar a otras personas.

No, con un poder de representación podría legitimarse a otra persona.

No, solo en el caso de los menores de edad, quienes serán representados por sus
padres.

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LECCIÓN 2 de 4

Referencias

Artículo 41. (1994). Constitución Nacional. Honorable Congreso de la Nación.

Ley N° 24240. (1993). Defensa del Consumidor. Honorable Congreso de la Nación.

Ley N° 24379. (1994). Constitución Nacional. Honorable Congreso de la Nación.

Ley N° 4284. (1994). Constitución Nacional. Honorable Congreso de la Nación.

Maina, N. (2010). La legitimación activa en el proceso de consumo. Análisis del art. 52 de la ley 24240.
Publicado en Semanario Jurídico, 102(25), p. 865-871.
LECCIÓN 3 de 4

Revisión del módulo

Poder de acción: acción procesal. Acumulación objetiva de pretensiones.


Prejudicialidad penal

Se debe tener en cuenta que ante la presencia de un hecho que dé lugar a un proceso penal y–a la vez- un
proceso civil, las sentencias no podrán ser contradictorias y, por lo tanto, elC.C.C.N. establece que la
sentencia civil deberá esperar la penal, salvo excepciones.

Excepción procesal. Oposición a la pretensión. Contestación de la demanda



La contestación de la demanda tiene tantas exigencias como la misma demanda. Es de buenatécnica
profesional aportar todos los datos necesarios para una correcta defensa, perotambién para que el juez
tenga a su alcance todos los elementos para el dictado de sentencia.

Rebeldía

La declaración de rebeldía no es una sanción en contra del rebelde, porque las partes no tienen la
obligación ni el deber de comparecer al proceso, sino que se trata de una carga procesal establecida en su
propio interés con consecuencias procesales.
Sujetos procesales. Legitimación procesal y legitimación sustancial

Hay que distinguir tipos de legitimaciones. Una cosa es estar legitimado a ejercer un derecho(ser titular de
la acción) y otra diferente es estar legitimado para realizar actos judiciales válidos en el marco de un
proceso (ser parte en el proceso).
LECCIÓN 4 de 4

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Sujetos procesales. Legitimación procesal y legitimación


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