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María Elvira Buelna Serrano

Reflexiones sobre el gobierno de Donald Trump en 2019

Este breve ensayo es el resultado de una serie de consideraciones acerca de los

fenómenos de política contemporánea internacional o nacional observadas a partir

del año 2001, los cuales, a la postre, han dado cabida a la reconstrucción de

regímenes que priorizan las políticas de seguridad a costa de minar el concepto de

ciudadano libre y responsable. De esta manera se ha favorecido al autoritarismo y

totalitarismo, socavando las bases de los sistemas democráticos en diferentes

regiones de la sociedad mundial.

La toma de protesta del Presidente Donald Trump en la Unión Americana fue el 20

de enero de 2017. Su ascenso al poder ha dejado explícitos sus fundamentos

contrarios a la tradición democrática. La campaña electoral de Trump estuvo

signada por un agresivo nacionalismo de carácter racista, el cual ha refrendado en

el transcurso de su práctica en el poder. Su discurso racista redundó en su

popularidad, promovió una visión de nacionalismo económico entre las clases

medias de trabajadores blancos y la discriminación de género como parte de la

contienda política.

Por otra parte, ha establecido alianzas con naciones extranjeras contrarias al

internacionalismo, mientras, simultáneamente, ha utilizado todos los medios a su

alcance para destruir a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte,

fundada en 1949), se retiró de la UNESCO y ha desconocido los acuerdos

internacionales que favorecían el trabajo conjunto para lograr mejores condiciones


general a nivel mundial, tales como los Acuerdos de París y el Tratado

Transpacífico.

En efecto, en su accionar político, Trump ha gobernado con una evidente política

racista de corte neonazi, promoviendo la violencia, el odio, el miedo y la

desigualdad social y económica entre la población norteamericana. Desde el

primer día de su gobierno utilizó como instrumento las órdenes ejecutivas para

imponer estas políticas sin necesidad de que el Congreso de la Unión tuviese que

aprobarlas. De esta manera, logró que este instrumento de excepción se

convirtiera en un recurso cotidiano, quebrantando así la división de poderes. En

consecuencia, el poder ejecutivo impuso sus políticas sin darle cabida a una

discusión democrática en el interior del país.

Bajo esta concepción de poder, se dedicó a consolidar su imagen de hombre

fuerte capaz de solucionar los problemas de los blancos norteamericanos. Su

primera orden ejecutiva la firmó el mismo día que inició su gobierno, y fue para

disminuir gastos médicos a favor de la población de menores recursos; tres días

después, el 23 de enero, firmó otra orden para que Estados Unidos desconociera

las negociaciones del Acuerdo Transpacífico en las que había participado el

expresidente Barack Obama; el 25 de enero ordenó mediante este mecanismo

que el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security) tomara los

recursos posibles para iniciar la construcción de un muro a lo largo de la frontera

mexicana; el día 27 del mismo mes restringió la entrada de refugiados sirios y de

todos los ciudadanos de procedentes Irán, Irak, Siria, Libia, Somalia, Sudán y

Yemen, aseverando la entrada de habitantes de estos países ponía en riesgo la

seguridad interna porque cualquiera eran terroristas; el 24 de marzo se retiró de


los Acuerdos de París, los cuales tienen como objetivo disminuir los efectos de la

contaminación en el ambiente porque ella está ocasionando el calentamiento

global de las aguas del globo terráqueo; el 7 de abril ordenó bombardear Shayrat,

Siria, sin consultar al Congreso ni al Consejo de Seguridad de la ONU; el 13 del

mismo mes lanzó la llamada “Madre de todas las bombas” en Afganistán.

El gobierno de Trump se ha caracterizado por fomentar el odio hacia los

extranjeros no blancos. Sin embargo, sus ataques más furibundos se han dirigido

contra los mexicanos. Debemos aclarar que este hombre utilizó durante mucho

tiempo este gentilicio como sinónimo de latinoamericano. Según ha afirmado en

diversos mítines, los mexicanos somos culpables de los índices de desempleo y la

drogadicción; nos califica como criminales y violadores que ponen en peligro a las

jóvenes blancas; nos ha comparado con animales que deben ser tratados como

perros rabiosos y encerrarlos en jaulas.

Al respecto, sería importante reconocer que México se convirtió en el principal

distribuidor de droga de Latinoamérica después de la muerte de Pablo Escobar en

Colombia en el año de 1993. Esta es una realidad que, además, ha sido

estereotipada a nivel internacional al permitir que Estados Unidos calificara al

resto de los países como confiables o no por la droga que producen y transportan.

Sin embargo, es evidente que tales acciones carecerían de toda posibilidad sin la

existencia de redes que permitiesen la distribución y comercialización de las

drogas en ese país. El hecho de mantener la prohibición sobre el consumo,

producción y transportación ha permitido que los grupos internos y externos de

ese país aumente sus ganancias. La difusión del miedo, el temor y la desconfianza

entre personas que convivimos como vecinos es sumamente peligroso porque


promueve el fanatismo, ahonda las divergencias, impide llegar a acuerdos, y,

desde luego, impide un diálogo en condiciones de igualdad. El racismo es un

componente importante en este proceso de depreciación.

Asimismo, desde la campaña electoral, Trump aseguró que el Tratado de Libre

Comercio de América del Norte era una vergüenza para los Estados Unidos

porque sólo había favorecido a los mexicanos, y los Estados Unidos había jugado

un papel deplorable porque se habían dejado engañar. Aseveró que este tratado

sólo había traído un desequilibro en la balanza comercial y que era indispensable

concluirlo.

Por último, Trump arengó a sus seguidores prometiéndoles que construiría un

“hermosísimo muro” en la frontera sur, un muro que los mantendría seguros de

que personas tan deplorables como los mexicanos arribaran a su país, y, además,

que México pagaría ese muro, porque si querían firmar el Tratado de Libre

Comercio, que, según él sólo beneficiaba a los mexicanos y ellos sólo eran unos

tontos que nos subsidiaban, entonces debíamos comprometernos que pagar su

muro. Cuando el presidente Peña Nieto se negó a ello y suspendió su visita a los

Estados Unidos, su odio hacia los mexicanos creció. Para el mandatario

norteamericano el muro se ha convertido en símbolo de su poderío, de su éxito

como gobernante, de su triunfo mediático, y, también, de sus ganancias

personales en su calidad de contratista y constructor de infraestructura.

El fomento del odio y la desigualdad social y económica no sólo es parte de su

política internacional, también afecta a la población nativa. Esa ha sido la directriz

de su gobierno. Por ello canceló el presupuesto destinado a cubrir los gastos

médicos de 24 millones de personas en condición de pobreza, blancas o no, a la


que tenían derecho gracias al llamado Obamacare; por eso también disminuyó la

carga tributaria para las personas más ricas de Norteamérica.

Trump ha fomentado el racismo en los Estados Unidos. Entre sus actuaciones

favorables a la ideología neonazi encontramos la disculpa otorgada a los grupos

que promovieron actos de violencia en Charlottesville, Virginia, y tuvieron como

consecuencia un muerto y diez y nueve heridos graves. Explicó que estos actos

eran una respuesta a la pretensión del gobierno local de retirar estatuas y

monumentos que conmemoraban a los líderes confederados de la Guerra de

Secesión de 1861, es decir, aquello que lucharon por mantener la esclavitud en

sus Estados y pretendían formar una nación independiente de la Unión

Americana. En este mismo sentido, se pudo observar que, durante las elecciones

intermedias de 2018, los estados del sur de ese país enfrentaron una situación de

un fraude electoral escandaloso en la perspectiva de suprimir el derecho al voto de

las comunidades negras y latinas.

Trump ha reiterado su visión racista numerosas ocasiones mencionado a los

“verdaderos norteamericanos” como el objeto de sus preocupaciones. Para este

hombre sólo deben entrar en esta categoría los descendientes de inmigrantes

blancos europeos, diferentes a los advenedizos, las personas negras, latinas o

musulmanas. Un acto de demostración de esta visión lo realizó cuando acudió a

Puerto Rico en octubre de 2017, la isla que sufrió la devastación de tres

huracanes continuos, el Irma, el José y el María, y les aventó papel sanitario

aseverando que su situación no ameritaba el uso de recursos destinados a

solucionar problemas de infraestructura ocasionados por desastres naturales.


De manera similar, ha promovido el culto a la personalidad mediante la

propaganda difundida por Fox News, mientras el antiguo partido republicano ha

renunciado a sus principios para transformarse en el partido trumpista, el cual

favorece a las oligarquías nacionales e internacionales.

El gobierno de Donald Trump no es causa, sino producto de la tendencia que

impulsó la administración de George W. Bush durante su gobierno a partir de

2001, el cual concluyó en 2009. En este período implementó una serie de políticas

internas y externas asociadas al totalitarismo, específicamente al totalitarismo de

Estado asociado al nazismo de Hitler y al fascismo de Musollini. Los regímenes

totalitarios no sólo son los vinculados a las denominadas derechas, es decir, al

capitalismo, sino también aquellos que se sustentan en el marxismo, tal es el caso

del estalinismo y el maoísmo. En cualquiera de ellos, el resultado para la

población es la cancelación de la libertad individual, de libertad de pensamiento,

de expresión, de vida privada. La militarización forzosa y la participación en la

guerra se convierte en parte de la vida cotidiana, los tiempos de construcción de

una paz duradera, del establecimiento de acuerdos cuyo objetivo era disminuir la

desigualdad han fracasado a pesar de que, cuando arribó el nuevo milenio, esta

era una opción factible a mediano plazo y se había plasmado en el documento de

la ONU que había fijado en la Declaración del Milenio (ONU, 2000).

¿Por qué estos hechos nos llamaron tanto la atención?

Consideramos una desgracia para las futuras generación la nueva situación

geopolítica a nivel mundial. Por esta razón, nos propusimos editar este texto, en

principio para llamar la atención sobre acontecimientos concretos, pero también

para contrastar con las posibilidades que nos brindó a quienes vivimos en la
segunda mitad del siglo XX para buscar acuerdos en lugar dåe confrontaciones,

para promover la comprensión, el entendimiento y también, principalmente,

quienes vivimos sin necesidad de participar en la militarización de carácter

nacionalista, quienes vivimos disfrutando la posibilidad de elegir libremente, de

equivocarnos y tratar de corregir nuestros errores, reconociéndolos como tales,

porque existía libertad individual.

Por ello, este libro también es un testimonio de quienes podemos contrastar la

diferencia entre vivir bajo la égida de gobiernos favorables a la militarización para

brindar seguridad y aquellos que promovían la libertad y la responsabilidad de sus

ciudadanos.

Azcapotzalco, Ciudad de México

21 de enero de 2019

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