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Resumen:
La democracia es concebida como un logro fundamental de la humanidad para darle salida al
problema de la guerra. Para explicar la magnitud de su importancia es necesario recurrir a
autores clásicos y contemporáneos como Doyle, Lijphart, Dahl y Rawls, este último con su
desarrollo teórico sobre el derecho de gentes y el concepto de la “estabilidad por las razones
correctas”, el cual alude una situación en la cual los ciudadanos adquieren un sentimiento de
justicia que los inclina no sólo a aceptar sino también a practicar los principios de justicia.
La democracia es más un deber ser, un ideal moral, y en ese sentido ella, en sí misma, es una
cosa y el camino que se escoja para alcanzarla es otra, con una carga moral independiente y
distinta. No todos los pueblos van a estar dispuestos a adoptar los valores democráticos si
estos van en contravía de su cultura y tradiciones. El fundamentalismo liberal, en su intento
de monopolizar las reglas de juego del sistema político global, ha librado en nombre de la
democracia una serie de conflictos armados de inimaginables proporciones, contradiciendo
sus propios principios. La historia ha demostrado que la violencia trasciende a cualquier
sistema político, tal vez porque es inherente a la naturaleza humana y social del individuo,
razón por la cual tal vez no sea la democracia el antídoto eficaz para erradicarla
definitivamente.
Comentarios:
I. Construir una democracia auténtica: Ética y política
Según Adela Cortina, para construir una democracia auténtica es necesario primero
construir una democracia comunicativa y de reconocimiento mutuo. Para la filósofa,
reconocer nuestra interrelación como personas en vínculo nos permite identificar una
serie de proyectos comunes o ‘mínimos de justicia’, dirigidos a la búsqueda de la paz
y al establecimiento de la política del ‘diálogo cordial’ como mecanismo para lograr
los objetivos comunes de un sistema verdaderamente democrático. En contraposición
de una democracia basada en la suma de intereses agrupados, Adela Cortina defiende
la unión entre los conceptos de democracia y humanidad con el objetivo de volcar la
política nacional e internacional hacia la consecución de la racionalidad, la empatía, la
distribución de la riqueza y la autonomía como principios fundamentales de justicia,
claves para construir una democracia auténtica.
III. Asignar y reconocer las responsabilidades de la guerra para transitar a una paz
verdadera
En el camino de la construcción de paz, la asignación clara de las responsabilidades
de la violencia y la barbarie de la guerra es el primer paso para el surgimiento de un
proceso de reconocimiento, resolución y no repetición. Este proceso lleva consigo la
enorme responsabilidad de asegurar, por medio de la acción estatal, que la resolución
de un conflicto armado prosiga al surgimiento de una época de estabilidad,
convivencia y reconocimiento pacífico del otro. La transición hacia una sociedad del
posconflicto implica la primacía de los mecanismos políticos y diplomáticos para la
resolución de los conflictos surgidos de las diferencias sociales, culturales o religiosas
entre un pueblo o entre Estados.