Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales
Carrera Ciencias de la Comunicación Social Asignatura: Taller de Investigación en Comunicación II Unidad cuatro: LA ANTITEORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS Docente: Lic. Marco A. Arancibia Yugar Curso: Segundo Año
LA ANTITEORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS
La noción de paradigma se ha convertido en una expresión de uso frecuente en los medios académicos y universitarios. Este uso indica, por un lado, el conocimiento más o menos familiar que se tiene de un vocabulario que se hizo famoso en la historia de la ciencia y la filosofía de la ciencia a partir del impacto que produjo la publicación y la ulterior discusión del famoso libro de Thomas S. Kuhn La estructura de las revoluciones científicas.
El término paradigma. Si lo leemos en el diccionario, paradigma es “modelo, ejemplo”.
El filósofo norteamericano lo define de la siguiente manera: “Un paradigma es lo que los miembros de una comunidad científica comparten, y, recíprocamente, una comunidad científica consiste en hombres que comparten un paradigma” (Kuhn, 1962, pp. 33 y ss.). La definición escueta no sólo aparenta circularidad, sino inocuidad. ¿Qué nos dice dicha definición? Nos dice que un paradigma es un conjunto de valores y saberes compartidos colectivamente, es decir, usados, implícita o explícitamente, por una comunidad. Compartidos significa también convalidados tácita o temáticamente. Estas aclaraciones extensivas de la definición nos pueden sacar de la circularidad y la inocuidad para sumergirnos en la vaguedad; en efecto, podemos decir que un paradigma es:
- Algo que está constituido por los descubrimientos científicos universalmente
reconocidos que, durante cierto tiempo, proporcionan a un grupo de investigadores problemas tipo y soluciones tipo.
- El conjunto de las creencias, valores reconocidos y técnicas que son comunes a los miembros de un grupo dado.
Características del paradigma. A continuación expongo algunas de las características de
este concepto: a) Al paradigma no lo podemos invalidar, falsar, acabar, destruir. No es posible invalidarlo ni verificarlo empíricamente, esto lo acerca a la noción de ideología. El paradigma es un marco interpretativo que está eximido de la alternativa falsa o verdadera. No podemos decir que los marcos interpretativos causalistas, mecanicistas y deterministas sean, a este respecto, errores científicos. El paradigma pierde vigencia paulatina e imperceptiblemente. Por ejemplo, considerar que los medios de comunicación de masas están guiados por la lógica de la manipulación es un paradigma que no ha sido vencido por una evidencia empírica que diga lo contrario; lo que ha ocurrido es que otro eje interpretativo —la perspectiva de las teorías de la recepción—, entre tanto, ha ganado mayor uso y poder explicativo y, por consiguiente, el modelo manipulativo ha palidecido sin desaparecer. b) El paradigma es exclusivo y excluyente. Datos, enunciados, ideas que no existan conforme a su marco de referencia no son reconocidos por éste. Por ejemplo, si afirmamos con el paradigma de simplificación que “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, entonces excluimos la posibilidad de una afirmación compleja del tipo “el todo está en la parte y en la parte está el todo”. c) El paradigma nos enceguece para lo que excluye como si no existiera. El paradigma es inconsciente, es supra consciente, es decir, el paradigma se internaliza y como férrea anteojera no permite ver otras posibilidades. Ejemplos: en la Edad Media: “la Tierra es plana”, o en el siglo xix: “el hombre o la humanidad progresan”, o, como en gran parte del siglo xx: “la comunicación es un flujo que va del emisor al receptor a través de un canal”, etc. d) El paradigma es invisible. Es un organizador invisible. Siempre es virtual, el paradigma nunca es formulado en cuanto tal, no existe más que en sus manifestaciones. Aparece en sus efectuaciones, se da en sus ejemplos. Nuestro marco perceptivo, nuestro marco mental, de pensamiento, de actuación y de lenguaje siempre se da como un trasfondo inadvertido, como una red de supuestos, como una red de valores y de valoraciones intangibles y, sin embargo, insidiosamente presentes. En el siglo xvii, Francis Bacon los describió como los ídolos de la tribu (propios de la sociedad), de la caverna (propios de la educación), del foro (nacidos de las ilusiones del lenguaje) y del teatro (nacidos de las tradiciones). e) El paradigma crea la evidencia ocultándose a sí mismo. El que yace bajo su imperio cree que se rige por los hechos, por la verdad y no por el paradigma, como gestalt o aparato generador de imágenes. Ver, desde el paradigma, es opinar; el acuerdo en los significados es a la vez un acuerdo en los juicios, al decir de Wittgenstein, o, lo que es lo mismo, no existe el dato desnudo de interpretación. f) El paradigma crea la sensación de lo que es real. (Ejemplo, determinismo versus probabilismo). Lo real es lo determinable y las aleatoriedades y casualidades son irreales o desechables. Lo real es lo objetivo y lo subjetivo es contingente y descartable. Lo real es lo preciso; lo ambiguo y polisémico son apariencias. g) Como es invisible, el paradigma es invulnerable. Esta indestructibilidad es relativa el talón de Aquiles de los paradigmas tiene que ver con los individuos, su creatividad, su imaginación y los caldos de cultivo e interacciones entre distintas culturas. La vida de los paradigmas, ya lo dijimos, se puede extinguir paulatina y, muchas veces, imperceptiblemente. Ejemplos, el eurocentrismo y la idea del progreso. h) Los paradigmas son inconmensurables entre sí. La vida de la ciencia y de las teorías científicas no obedece a un efecto lineal, acumulativo y progresivo. Los paradigmas en los cuales se alojan y se producen las ciencias son, entre sí, intraducibles; no existe la posibilidad de un lenguaje meta paradigmático que puede medir y conmensurar un paradigma con relación a otro. i) Un gran paradigma determina una visión de mundo. Sólo el cambio de una época, un gran cisma religioso, una gran revolución social, un estrepitoso triunfo o una igualmente contundente derrota (ejemplo, la reforma protestante) son la ocasión para cerciorarnos de cómo estaba implantada hondamente una creencia, un modo particular de vivir y actuar conforme a unos valores, a unos pensamientos, a unas verdades. La crisis de los paradigmas en la actualidad. Ya sea que nos ubiquemos en el esquema de la historia de la ciencia de Thomas S. Kuhn, para el cual la situación presente se describiría como la de un periodo de ciencia revolucionaria o crisis del paradigma tradicional, o nos ubiquemos en la perspectiva de Edgar Morin, para quien el periodo es, ciertamente, transformativo de un paradigma simplificador, racionalizador, abstracto, disyunto y reductor por un paradigma de la complejidad, la transdisciplinariedad y la incertidumbre; por cualquiera de los lados que se mire, repito, la universidad, la academia, la producción teórica y el debate intelectual están atravesando por una profunda crisis desde hace unos buenos lustros; ahora bien, esa crisis también se ha generado en y con la sociedad y la cultura en general. Aproximémonos a una posible descripción de los estratos o capas que va marcando el cambio paradigmático: Primeras aproximaciones a la economía política. La economía política de la comunicación debe ser considerada ante todo como una teoría crítica de los medios de comunicación de masas. Una teoría que ha sabido convertirse en herramienta útil para entender el papel de los medios en la sociedad actual porque tiene en cuenta la cualidad cambiante de su objeto de estudio, así como la intención de plantear su investigación desde una perspectiva realista, inclusiva y no reduccionista. Mosco (1996) plantea que los cuatro pilares de la economía política son: a) El estudio y entendimiento de los procesos que llevan al cambio histórico y social; b) La totalidad social, entendida como una ciencia interdisciplinar entre la sociología, la ciencia política y la economía que considera a la sociedad como un todo y al mismo tiempo como cada una de sus partes en una interrelación continua y cambiante; c) La filosofía moral, con sus valores y concepciones sociales relacionadas con la igualdad, la justicia y el bien público. d) La praxis, esa actividad creativa y creadora por la que el hombre transforma el mundo al tiempo que intenta explicarlo. Siguiendo las apreciaciones de la perspectiva marxista1, están de acuerdo con la idea de que los «medios de comunicación de masas, al ser una institución de la forma predominante de la sociedad de clases, transmitirán una visión del mundo acorde con los intereses de la clase dominante y más o menos coherente con el saber (o ideología) que producen otras instituciones» (McQuail, 1983, p. 70). La teoría de la política económica de la comunicación es pues una variante de la teoría marxista y, como consecuencia, heredera de la Escuela de Frankfurt y su concepto de industria cultural. No obstante supera el inmovilismo marxista dejando en un segundo plano el contenido ideológico difundido por los medios de comunicación de masas, centrándose en la estructura económica y de propiedad de dichos medios. Su objetivo es descubrir cómo los dueños de la industria de la comunicación y su red de intereses pueden influir sobre el contenido que difunden. Es decir, la economía política se distancia de los estudios que han otorgado únicamente atención a los medios de comunicación como aparatos ideológicos de los poderes fácticos, no prestando atención a otros aspectos como son los económicos. Además esta teoría aparece como reacción a los paradigmas dominantes que surgieron en la etapa dorada de la Mass Communication Research, siempre preocupada por los efectos de los medios pero olvidando su carácter de industria. Y esta característica se convierte en la base de estudio ineludible para esta escuela. La escuela de la economía política de la comunicación Son los propios economistas políticos los que señalan que esta corriente se basa en individuos, no escuelas, habla de cuatro generaciones de investigadores repartidos por todo el mundo, añadiendo que las dos primeras, las de los fundadores, están más relacionadas con una contraposición al behaviorismo ortodoxo dominante de su época (los estudios administrativos en los que se refiere a la investigación de la comunicación de masas); por su parte, la tercera y la cuarta generaciones se siguen definiendo en contraste a esta escuela, pero también en oposición a los estudios culturales. Schiller ahonda más en esta idea explicando que la inexistencia casi total de analistas críticos en cualquier campo de investigación es consecuencia de un periodo de dominación masiva de la ideología y del poder del sistema dominante. Otra de las influencias decisivas para el desarrollo de la economía política de los medios de comunicación como disciplina es la transformación de la prensa, los medios audiovisuales y las telecomunicaciones de empresas modestas y familiares en empresas con carácter industrial (Mosco, 1996). Los procesos de liberalización y privatización de la industria audiovisual son concluyentes en este sentido. Por ejemplo, en Europa, a partir de 1975, se produce un cambio importante en la gestión de los medios de comunicación de masas: Desaparecen poco a poco los monopolios de propiedad pública e incluso el concepto de servicio público de los medios de difusión se ve amenazado. El nacimiento de la radiotelevisión pública europea hay que entenderlo en el contexto histórico en el que se produce. En el periodo de entreguerras y tras la Segunda Guerra Mundial existía un amplio consenso en materia de política económica y social entre los principales partidos europeos (el Welfare State). La radio y la televisión se concibieron como grandes adelantos técnicos capaces de llevar la cultura a todos los rincones, y su vocación de servicio público fue patente. A las especiales características del momento político hay que añadir las particularidades de una economía en crecimiento, arrasada por la guerra, y conforme con la fuerte presencia estatal en su ámbito. La infraestructura necesaria para crear medios competitivos superaba las posibilidades de cualquier empresa. Además, a través de canales atractivos para el público se esperaba la expansión del mercado de aparatos, y los propietarios de periódicos preferían medios no comerciales, ya que de esta manera no significarían una amenaza para sus ingresos publicitarios Por ello también considera que los economistas políticos no conforman una escuela, son sólo unos pocos individuos nadando contracorriente. Nada parecido a la Escuela de Chicago, los investigadores agrupados en torno a la Universidad de Columbia, la Escuela de Frankfurt o el Centro de Birmingham, por mencionar sólo unas pocas referencias que sí han contado con un apoyo institucional o con centros de investigación decisivos para la formación y evolución de su corriente de pensamiento.
La doctrina del libre flujo de la información, la creciente importancia del sector de
las comunicaciones para la economía estadounidense... Toda una política propiciada por las élites de EE.UU. para asegurar, en definitiva, la supervivencia del propio sistema capitalista. Graham Murdock parte de sus estudios en Economía y Sociología (London School of Economics) para aplicar esta formación a la comprensión de la vida cultural. Su interés en la cultura popular y juvenil le llevó a Leicester, donde durante dos décadas trabajó en la sociología crítica y la economía política de la comunicación. En este centro conoció a Peter Golding, con quien ha trabajado codo con codo durante prácticamente toda su vida académica. De hecho, gran parte de sus trabajos son conjuntos, y hace relativamente poco abandonó Leicester para reunirse con Golding en la Universidad de Loughborough. Peter Golding, por su parte, se formó como sociólogo, aunque se ha interesado desde sus inicios en la investigación por las dimensiones socio- políticas de la comunicación. Pasó gran parte de su carrera académica en el Centro de Leicester, con Halloran y Murdock, para trasladarse después a Loughborough. Sus primeros trabajos son conocidos porque suponen una crítica radical de las teorías de la modernización aplicadas a la comunicación en el Tercer Mundo (algo que veremos en profundidad en el capítulo tercero). Dado que la mayoría de su producción teórica en lo que respecta a la economía política de la comunicación la ha desarrollado junto a Graham Murdock, veremos al mismo tiempo las aportaciones de ambos. Armand Mattelart, formado en Derecho y Economía Política y con un doctorado en Sociología de la Sorbona, fue luego profesor en Chile de 1962 a 1973. En él destacan las influencias de Edgar Morin y sus estudios sobre la industria cultural francesa, así como las de Dallas Smythe y Herbert Schiller, que trabajaron durante una temporada en Chile analizando el impacto de los medios de comunicación estadounidenses sobre su sociedad civil. Tras el golpe de estado de Pinochet regresa a Francia para incorporarse a la Universidad de Rennes. Desde 1996 es profesor de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de París VIII.