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SERMON SALDAN 4/2/2024

LECTURA:
Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido
dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos
llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado
preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia; II PEDRO (1:3-4)

TÍTULO: “DERROTANDO EL PECADO DE LA IDOLATRIA”

BOSQUEJO:
1. “Tomando conciencia del poder divino que actúa en nosotros” II
Pedro 1: 3b.
2. “Aferrarnos a la provisión divina de la vida y la piedad” II Pedro 1:3a.
3. “Profundizando en el conocimiento del Señor Jesucristo” II Pedro 1:3c.
4. “confiando en las promesas divinas” II Pedro 1:4

En 2 Corintios 9:8 el apóstol Pablo hace una asombrosa declaración acerca de


la abrumadora y generosa suficiencia de la salvación de Dios: “Poderoso es
Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo
siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda
buena obra”.
La palabra traducida “suficiente” (autarkeia) se refiere a autosuficiencia, lo
que significa tener todo lo necesario.
Además significa ser independiente de circunstancias externas y delo que las
fuentes externas pueden proveer.
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Los recursos espirituales de los creyentes, proporcionados generosamente


por la gracia divina, son suficientes para satisfacer las demandas de la vida
(Fil. 4:19; cp. 2 Cr. 31:10).
Pero a pesar de la revelación de Dios en cuanto a su tremenda generosidad
(cp. 1 Cr. 29:10-14), a menudo los cristianos creen que de alguna manera Él
fue tacaño en la dispensación de su gracia.
Dios puede haberles dado suficiente gracia para permitirles la justificación
(Ro. 3:24), pero no suficiente para la santificación.
O a su vez a algunos creyentes les han enseñado que recibieron suficiente
gracia para la justificación y la santificación, pero no suficiente para la glorific
ación, y por tanto temen perder la salvación.
Incluso si creen que hay suficiente gracia para la glorificación final, muchoscri
stianos aún sienten que no hay suficiente para poder tratar con los
problemas y pruebas de sus vidas.
Sin embargo, no existe razón alguna para que algún creyente dude de la
suficiencia de la gracia de Dios o para que busque recursos espirituales en
otra parte (cp. Éx. 34:6; Sal. 42:8; 84:11;103:11; 107:8; 121:1-8; Lm. 3:22-23;
Jn. 1:16; 10:10; Ro. 5:15, 20-21; 8:16-17, 32; 1 Co. 2:9; 3:21-23; Ef. 1:3-8; 2:4-
7; 3:17-19; 1 P. 5:7).
Pablo amonestó a los colosenses:
Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas
sutilezas, según las tradiciones delos hombres, conforme a los rudimentos
del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de
todo principado y potestad (Col. 2:8-10).
Jesús comparó a la salvación con una fiesta de bodas: “El reino de los cielos
es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo… He aquí, he
preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y
todo está dispuesto; venid a las bodas” (Mt. 22:2, 4; cp. Lc. 15:17-24; Ap.
19:6-9).
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Él usó esa analogía porque en la cultura judía del siglo I la fiesta de bodas
representaba una celebración generosa. De igual manera, cuando Jesús
redimió a los suyos Dios dispensó con generosidad a través de la morada del
Espíritu Santo toda la gracia y recursos espirituales (Ro. 12:5-8; 1 Co. 12:8-10;
Ef. 3:20-21) que los creyentes necesitarían.
Pedro recordó a sus lectores cuatro componentes esenciales de la realidad
de la salvación suficiente a su disposición: poder divino, provisión divina,
adquisición divina y promesas divinas.
Desarrollo:

1. “Tomando conciencia del poder divino que actúa en nosotros”


II Pedro 1: 3b.
Nos han sido dadas por su divino poder, (1:3b)
Cualquiera que sea la suficiencia espiritual que tengan los creyentes, esta no
se debe a ningún poder que posean dentro de sí mismos (cp. Mt. 19:26; Ro.
9:20-21; Ef. 1:19; Fil. 3:7-11; 1 Ti. 1:12-16; Tit.3:5) sino que se deriva del
divino poder.
Pablo lo expresó de esta manera: “Al que puede hacer muchísimo más que
todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra
eficazmente en nosotros” (Ef. 3:20, NVI).
El poder que actúa en los creyentes es de la misma naturaleza divina del que
resucitó a Cristo (cp. Ro. 1:4; 1 Co. 6:14; 15:16-17; 2 Co. 13:4; Col. 2:12).
Ese poder permite a los santos hacer obras que agradan y glorifican a Dios
(cp. 1 Co. 3:6-8; Ef. 3:7), así como lograr propósitos espirituales que ellos ni
siquiera pueden imaginarse (véase otra vez Ef. 3:20).
El pronombre posesivo su se refiere al Señor Jesús.
Si el pronombre personal modificara a Dios, es probable que Pedro
no hubiera usado la palabra descriptiva divino, ya que la deidad está
intrínseca en el nombre de Dios.
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El uso que el apóstol hace de divino con relación al Hijo resalta que Jesús es
verdaderamente Dios (cp. Jn. 10:30; 12:45; Fil. 2:6; Col. 1:16; 2:9; He. 1:3) y
además refuta cualquier duda persistente que algunos lectores puedan haber
tenido respecto a esa realidad (cp. 1 Jn.5:20).
Pedro mismo había sido testigo del poder divino de Cristo (1:16; cp. Mr. 5:30;
Lc. 4:14; 5:17).
La provisión de poder espiritual (bendiciones espirituales) que Dios hace a los
creyentes nunca se corta.
Ellos podrían distanciarse de la fuente divina por medio del pecado, o no
ministrar y no utilizarlo que está disponible, pero desde el momento en que
experimentan fe en Jesucristo, tales bendiciones espirituales les han sido
dadas por parte de Dios para fortalecerlos.
Han sido dadas (dedōrēmenēs) es un pasivo perfecto, que significa que en el
pasado, con resultados continuos en el presente, Dios otorgó de manera
permanente su poder a los creyentes.

2. “Aferrarnos a la provisión divina de la vida y la piedad” II Pedro 1:3a.


Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (1:3a)
A causa de sus constantes pecados y fracasos como cristianos, a muchos de
ellos les resulta difícil no pensar en que incluso después de la salvación se
ha perdido algo en el proceso de santificación.
Esta incorrecta idea hace que los creyentes busquen “segundas bendiciones”,
“bautismos espirituales”, lenguas, experiencias místicas, visiones psicológicas
especiales, revelaciones privadas, “auto crucifixión”, la “vida más profunda”,
emociones aumentadas, ataduras de demonios, y combinaciones de varias
de estas características en un intento por lograr lo que supuestamente se
ha perdido de sus recursos espirituales.
Toda clase de ignorancia y tergiversación de las Escriturasacompaña a esas
actividades insensatas, que en sus raíces corruptas son fallas en entender
exactamente lo que Pedro afirma aquí.
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Los cristianos han recibido todas las cosas en forma del poder divino que se
necesita con el fin de prepararlos para la santificación, no les falta nada en
absoluto.
Envista de tal realidad, el Señor responsabiliza a todos los creyentes por
obedecer todos los mandatos dela Biblia.
Los cristianos no pueden afirmar que sus pecados y fracasos son
consecuencia de la provisión limitada de Dios.
No hay tentación ni asalto de Satanás y sus demonios que esté más allá de
los recursos que los cristianos poseen para vencer (1 Co. 10:13; 12:13; 1 P.
5:10).
A fin de resaltarla magnitud del poder divino dado a cada creyente, Pedro
hace la asombrosa declaración de que los santos han recibido de parte de
Dios todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad.
Sintácticamente, el término todas las cosas está en la posición enfática
porque el Espíritu Santo está resaltando a través de Pedro la magnitud de la
auto suficiencia de los creyentes.
El gran poder que dio vida espiritual a los cristianos sustentará esa vida en
toda su plenitud. Sin pedir más, ellos ya tienen todos los recursos
espirituales que necesitan para perseverar en una vida santa.
La vida y la piedad definen el ámbito de la santificación, la vivencia de la vida
cristiana para la gloria de Dios: que se halla entre la salvación inicial y la
glorificación final.
Con la dádiva de la nueva vida en Cristo (Jn. 3:15-16; 5:24; 6:47; Tit. 3:7; 1 Jn.
2:25) vino todo lo relacionado para la conservación de esa vida, todo el
trayecto hacia la glorificación.
Es por eso que los creyentes están eternamente seguros (Jn. 6:35-40; 10:28-
29; 2 Co. 5:1; 1 Jn. 5:13; Jud. 1, 24-25) y se les puede asegurar que Dios les
dará poder para perseverar hasta el final (Mt. 24:13; Jn. 8:31; He. 3:6, 14;Ap.
2:10), a través de toda tentación, pecado, fracaso, vicisitud, lucha y pruebas
de la vida.
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La palabra traducida piedad (eusebeia) engloba tanto la verdadera reverencia


en adoración como su compañía, la obediencia activa.
Los santos nunca deberían cuestionar la suficiencia de Dios, porque su gracia
que es tan poderosa para salvar es igualmente poderosa para sustentarlos y
darles la posibilidad de llevar una conducta recta (Ro. 8:29-30; Fil. 1:6)

3. “Profundizando en el conocimiento del Señor Jesucristo” II Pedro 1:3c.


mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y
excelencia, (1:3c)
Después de tener en cuenta el poder divino y la provisión divina a disposición
de los cristianos, surge entonces la pregunta: “¿Cómo se experimentan esas
verdades en toda plenitud?” El apóstol indica que esto se hace mediante el
conocimiento de Jesús.
Conocimiento (epignōsis) se refiere al discernimiento que es profundo y
verdadero.
La palabra se usa a veces de manera intercambiable con el término más
básico gnōsis, que simplemente significa conocimiento.
Pero Pedro se está refiriendo a algo más que a un conocimiento superficial
de la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Cristo mismo advirtió del peligro de un conocimiento inadecuado de Él,
incluso por parte de quienes ministran en su nombre:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sin
o el que hace lavoluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me
dirán en aquel día: Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios,
y en tu nombre hicimosmuchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os
conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mt. 7:21-23; cp. Lc. 6:46).
El conocimiento salvador personal del Señor es el punto de partida obvio
para los creyentes, y al igual que ocurre con todo en la vida cristiana, viene
de aquel que los llamó (Jn. 3:27; Ro. 2:4; 1 Co.4:7; cp. Jon. 2:9).
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Teológicamente, el llamado de Dios comprende dos aspectos: el llamado


general y el llamado eficaz.
El teólogo Charles M. Horne define así estos dos aspectos de
manera resumida: El llamado general es una invitación que viene por medio
de la predicación del evangelio: es un llamado que incita a los pecadores a
aceptar la salvación.
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz,
diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Jn 7:37; cp. Mt 11:28; Is
45:22; etc.).
Este mensaje (kerygma), que debe ser proclamado con autoridad contiene
tres elementos esenciales:
(1) Es un relato de hechos históricos, una proclama histórica: Cristo murió,
fue enterrado, y resucitó (1 Co 15:3-4).
(2) Es una interpretación confiable de esos eventos, una evaluación teológica.
Cristo murió por nuestros pecados.
(3) Es una oferta de salvación para todo el que la desee, una convocatoria
ética.
¡Arrepiéntanse! ¡Crean! El llamado general se debe ofrecer de manera
gratuita y universal.
“Jesús se acercó… diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la
tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28:18-19).
El llamado eficaz es activo; es decir, siempre resulta en salvación.
Se trata de una invitación creativa que acompaña a la predicación externa del
evangelio; está investida con el poder para entregar el destino divinamente
previsto.
“Llama poderosamente la atención que en el Nuevo Testamento el término
para llamado, cuando se usa de modo específico con referencia a la
salvación, se aplica de manera casi uniforme, no a la invitación universal del
evangelio sino al llamamiento que lleva a los hombres a un estado de
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salvación y que, por tanto, es eficaz”


(JohnMurray, Redemption — Accomplished and Applied
[Grand Rapids: Eerdmans, 1955], p. 88).
Quizás el pasaje clásico sobre el llamado eficaz se encuentra en
Romanos 8:30:
“Y a los que predestinó, a éstos también llamó”.
El llamado eficaz es inmutable, asegurando así nuestra perseverancia.
“Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro 11:29).
Como en todos los aspectos de este llamado en las epístolas, el uso que
Pedro hace aquí de llamó
Se refiere claramente al llamado eficaz e irresistible hacia la salvación.
Dios lleva a cabo su llamado salvador por medio de la majestad revelada de
su propio Hijo.
Los pecadores son atraídos por la gloria y la excelencia de Jesucristo.
En la Biblia gloria siempre pertenece solo a Dios Por eso cuando los
pecadores ven la gloria de Cristo están presenciando la deidad de Él.
A menos que a través de la predicación del evangelio comprendan quién
es Cristo, y que entiendan la necesidad que tienen de arrepentimiento, a fin
de llegar a Jesús en fe, suplicando salvación, los pecadores no pueden
escapar al infierno y entrar al cielo.
Por tanto, cuando Dios atrae a los pecadores hacia sí mismo, ellos no solo
ven la gloria de Cristo como Dios, sino también su excelencia como hombre.
Eso se refiere a la vida moralmente virtuosa de Jesús y a su perfecta
humanidad.
Todas las bendiciones de la salvación, el poder y la provisión llegan solo a
quienes ven y creen las palabras y los hechos del inmaculado Hombre/Dios
(cp. Jn.14:7-10; Hch. 2:22; 1 Co. 15:47; 1 Jn. 1:1-2; 5:20).
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4. “confiando en las promesas divinas” II Pedro 1:4


por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas,
para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina,
habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia; II Pedro (1:4)
La gloria de Cristo como Dios y su excelencia como el Hombre perfecto
atraen a las personas a una relación salvadora con Él.
Por medio de estos atributos de gloria y excelencia Jesús ha logrado todolo
que es necesario para la salvación de los creyentes, por lo que Él también les
ha dado sus preciosas y grandísimas promesas.
El término traducido ha dado viene del mismo verbo (dōreomai) que aparece
en el versículo 3, de nuevo en el tiempo perfecto, describiendo acción pasada
con efectos continuos.
Pedro describe todas las promesas de la salvación en Cristo como preciosas
(timios) y grandísimas (megistos), que respectivamente significan “valiosas” y
“más grandes”.
Estas palabras incluyen todas las promesas divinas para los propios hijos de
Dios contenidas tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, tales
como:
 la vida espiritual (Ro. 8:9-13).
 la vida de resurrección (Jn.11:25; 1 Co. 15:21-23).
 el Espíritu Santo (Hch. 2:33; Ef. 1:13).
 gracia abundante (Jn. 10:10; Ro.5:15, 20; Ef. 1:7).
 gozo (Sal. 132:16; Gá. 5:22).
 fortaleza (Sal. 18:32; Is. 40:31).
 guía (Jn. 16:13),ayuda (Is. 41:10, 13-14).
 instrucción (Sal. 32:8; Jn. 14:26).
 sabiduría (Pr. 2:6-8; Ef. 1:17-18; Stg. 1:5;3:17).
 cielo (Jn. 14:1-3; 2 P. 3:13).
 recompensas eternas (1 Ti. 4:8; Stg. 1:12).
El Señor concede todas estas promesas para que por medio de ellas
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los creyentes lleguen a ser totalmente participantes de la naturaleza divina.


En primer lugar, el hecho de llegar a ser no está concebido para presentar
simplemente una posibilidad futura, sino una certeza actual.
El verbo se basa en todo lo que Pedro ha escrito.
Él ha declarado que en la salvación los santos son llamados eficazmente por
parte de Dios mediante el verdadero conocimiento de la gloria y la excelencia
de Cristo, y por tanto los creyentes reciben todo lo relacionado con la vida y
la bondad, así como promesas espirituales de valor incalculable.
Es por todo eso que ellos pueden llegar a ser, aquí yahora, poseedores de la
propia vida eterna de Dios (cp. Jn. 1:12; Ro. 8:9; Gá. 2:20; Col. 1:27).
A menudo participantes (koinōnos) se traduce “comunión”, y significa
“partícipe” o “socio”.
Los creyentes son en esta vida socios de la misma vida que le pertenece a
Dios (Col. 3:3; 1 Jn. 5:11; cp.Jn. 6:48-51).
De aquello en que los creyentes participan Pedro cambia a aquello en que no
forman parte: la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia.
Quienes participan de la vida eterna de Dios y Cristo han huido
completamente de los efectos del pecado (Fil. 3:20-21; 1 Jn. 3:2-3;cp. Tit. 1:2;
Stg. 1:12; 1 Jn. 2:25; Ap. 2:10b-11).
Corrupción (phthora) denota un organismo en descomposición o
putrefacción, con su hedor acompañante. La descomposición moral del
mundo está motivada por la concupiscencia (epithumia), o “deseos de la
carne” (1 Jn. 2:16; cp. Ef. 2:3;4:22).
Habiendo huido
describe una lucha triunfante del peligro, en este caso los efectos de
la propia naturaleza, la pecaminosidad del mundo en decadencia, y
su destrucción final (cp. Fil. 3:20-21; 1 Ts.5:4, 9-10; Ap. 20:6).
En la glorificación los creyentes serán redimidos totalmente, por lo que
tienen vida eterna en santidad perfecta en un nuevo cielo y una nueva tierra
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donde ningún pecado o ninguna corrupción existirán alguna vez (cp. Ap. 21:1-
4; 22:1-5).
Cabe señalar que Pedro toma de la terminología de la religión mística
panteísta que pide a sus adherentes reconocer la naturaleza divina dentro de
ellos y perderse entre la esencia de los dioses.
Los falsos maestros antiguos (los gnósticos) y los más recientes (místicos
orientales y todo tipo de gurús de la Nueva Era) a menudo han resaltado la
importancia de obtener personalmente conocimiento trascendental.
Sin embargo, el apóstol Pedro destacó a sus lectores la necesidad de
reconocer que solo naciendo espiritualmente de nuevo (Jn. 3:3; Stg. 1:18;
1 P. 1:23) se puede obtener el verdadero conocimiento divino, vivir de forma
justa como hijos de Dios (Ro. 8:11-15; Gá. 2:20), y así participar de la
naturaleza de Dios (cp. 2 Co. 5:17).
Los falsos profetas de la época de Pedro creían que el conocimiento
trascendental elevaba a las personas por encima de cualquier necesidad de
moral.
Pedro el apóstol respondió a esa idea asegurando que el verdadero
conocimiento de Dios por medio de Cristo da a los creyentes todo lo que
necesitan para llevar vidas como Dios manda (cp.2 Ti. 3:16-17)

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