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La transición del cine mudo al sonoro en México en la década de 1930 tuvo un gran impacto, paralizando la producción cinematográfica nacional inicialmente. Películas como "Santa" en 1932 marcaron el inicio de la industria cinematográfica sonora mexicana, impulsando un rápido crecimiento de la producción en los siguientes años. Figuras como Fernando de Fuentes dirigieron importantes películas durante este periodo de industrialización del cine mexicano.
La transición del cine mudo al sonoro en México en la década de 1930 tuvo un gran impacto, paralizando la producción cinematográfica nacional inicialmente. Películas como "Santa" en 1932 marcaron el inicio de la industria cinematográfica sonora mexicana, impulsando un rápido crecimiento de la producción en los siguientes años. Figuras como Fernando de Fuentes dirigieron importantes películas durante este periodo de industrialización del cine mexicano.
La transición del cine mudo al sonoro en México en la década de 1930 tuvo un gran impacto, paralizando la producción cinematográfica nacional inicialmente. Películas como "Santa" en 1932 marcaron el inicio de la industria cinematográfica sonora mexicana, impulsando un rápido crecimiento de la producción en los siguientes años. Figuras como Fernando de Fuentes dirigieron importantes películas durante este periodo de industrialización del cine mexicano.
Es un periodo en que se transita de la experimentación artística a la
estandarización industrial, el cine mexicano pasa de ser un fenómeno curioso en proceso de desaparición, a una promisoria industria cultural que, después de 1940, adquiere un lugar estratégico en las políticas de estado y en la vida económica y cultural de la nación.
Transición del cine mudo al cine sonoro (1929-1931)
El paso del cine mudo al sonoro fue consecuencia de la aplicación de una innovación tecnológica (el registro, proceso y reproducción de sonido sincronizado con la imagen), tuvo importantes repercusiones artísticas (cambió la forma de interpretar, el montaje, la continuidad), industriales (hubo que construir nuevos pabellones insonorizados para filmar en estudio), y comerciales (fue necesario sustituir los proyectores antiguos por otros nuevos), y además fue un proceso irreversible. La moda del “sonoro” afectó también a la temática de los argumentos, con la aparición del género de comedias y revistas musicales, el incremento de las adaptaciones de obras teatrales y, en todo caso, un exceso generalizado de diálogos y fondos musicales gratuitos que dejaron a la imagen, al menos por un tiempo, relegada a un segundo plano. Pese a los avances que haya podido lograr el cine mudó mexicano, que en general se consideran raquíticos, el cine de Hollywood, estructurado con criterios comerciales y solidez financiera, con mayores recursos de todo tipo que los de la cinematografía nacional, prácticamente condenó a ésta a permanecer al margen de la competencia por las preferencias del público. Los intentos por dotar al cine de sonido se hacían dondequiera que había cine. En Estados Unidos fue la Warner Brothers la compañía que, jugándose su última carta antes de declararse en quiebra, produjo la primera cinta sonora. Esta misma compañía introdujo el cine sonoro en México con la película que la había salvado de la quiebra: el 23 de mayo de 1929 se exhibió en el cine Olimpia “La Última Canción” o “El Cantante de Jazz” protagonizada por Al Jolson. Ese mismo año se exhibieron en México otras películas “sonorizadas”, siendo la primera “Submarino” el 26 de abril de 1929 cinta sincronizada con ruidos incidentales, exhibida en el teatro Imperial, y en el Teatro Variedades de Puebla "Alas de Gloria” y “El Águila y la Serpiente”, las dos últimas películas mexicanas. El arribo del sonido prácticamente paraliza la ya muy precaria producción fílmica nacional y reorienta el esfuerzo de veteranos y nuevos entusiastas hacia la experimentación con filmes sonoros con resultados más bien desalentadores. Santa, película inaugural de la industria cinematográfica sonora mexicana. La potencial ventaja del sonido es capitalizada por los empresarios mexicanos de la Compañía Nacional Productora de Películas en la producción de Santa, estrenada el 30 de marzo de 1932. Con la utilización del sistema de grabación de sonido directo dirigido por el director y actor hispano-estadounidense Antonio Moreno, se lograron superar las deficiencias técnicas de sus predecesoras, registrando el lastimero tema musical compuesto ex profeso por el popular Agustín Lara y proporcionan al cine mexicano una ventaja técnica decisiva. Santa logra repetir el éxito de su antecesora de 1918, y establece uno de los modelos femeninos más explotados de la cinematografía mexicana a lo largo de los años, el de la prostituta de circunstancias, de corazón impoluto, solo redimible por la muerte o por el amor. niveles de la producción. Después del éxito de Santa, la producción mexicana crece aceleradamente, de un largometraje exitoso en 1931, pasa a seis en 1932 y a más de veinte producciones anuales entre 1933 y 1936. El éxito de Allá en el Rancho Grande de F. de Fuentes (1936) permite a la industria saltar hasta treinta y ocho largometrajes en 1937 y cincuenta y ocho en 1938, aunque la saturación del mercado y el agotamiento inicial de la comedia ranchera provocan un fuerte descenso en los dos años siguientes, treinta y nueve en 1939 y veintisiete en 1940. Las primeras obras de valor. El veracruzano Fernando de Fuentes es el realizador mexicano más importante de la década de 1930, sin embargo, a partir de 1933 decide explorar y explotar las posibilidades creativas de un cine mexicano por sus temas y estilo, tales como: La Calandria (1933) - Melodrama provinciano y costumbrista El tigre de Yautepec (1933) - Adaptación del western a la época decimonónica Cruz Diablo (1934) - Medio colonial novohispano El fantasma del convento (1934) - Aventuras de horror en un convento carmelita La familia Dressel (1935) – Melodrama familiar sobre una cuestionable madre autoritaria Las mujeres mandan (1936) - Los peligros de la vida extramarital Sus mejores obras se reúnen en lo que se ha dado en llamar la trilogía sobre la revolución mexicana, El prisionero trece (1933), El compadre Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935), tratando estas en conjunto sobre la expresión de un observador lejano y ajeno al movimiento revolucionario que se cuestiona el sentido de la guerra e intenta revivir o comprender el ambiente y las situaciones extremas de ese periodo, que orillan a sus personajes a la corrupción, a la traición o al inútil sacrificio para la gloria de un caudillo. El éxito taquillero de Allá en el Rancho Grande (1936), transforma a De Fuentes de cineasta en empresario. Los éxitos de taquilla. El estreno mexicano más taquillero de la década es la superproducción “Juárez y Maximiliano” de M. Contreras Torres (1933), que permanece seis semanas en su sala de estreno y es el único director que logra traspasar la “barrera del sonido” con éxito. Otros éxitos taquilleros fueron: La paloma (1937), La emperatriz loca (1939) Caballería del imperio (1942) Madre querida (1935) La sangre manda (1933) Luponini de Chicago (1935) Marihuana (el monstruo verde) (1936) El cine estatal y de “contenido social” El Estado mexicano se interesa, desde mediados de la década de 1930, en el poder de la cinematografía para elaborar un cine de “contenido social” de alcance masivo que respalde sus políticas nacionalistas. Durante el Maximato, por primera vez se aprueban medidas para proteger y alentar la producción nacional de películas, siendo así que el gobierno de Lázaro Cárdenas decide apoyar a la fundación de la productora Cinematográfica Latino Americana Sociedad Anónima (Clasa) en 1935 y la realización de cintas sobre la reforma agraria y sobre la expropiación petrolera de 1938. La difusión de montajes de la obra inconclusa ¡Que viva México! del cineasta ruso Serguéi Mijáilovich Eisenstein, rodada en el país entre diciembre de 1930 y enero de 1932, marcó profundamente a los cineastas y a la cinematografía del país. Esto debido a que en aquella época cuando era presidente Pascual Ortiz Rubio, el miedo porque se retrataran los problemas sociales del país, llevó a la detención Serguéi Mijáilovich Eisenstein, frenando así por un tiempo su proyecto. Tiempo después bajo la condición de que Eisenstein fuera acompañado en todo momento por el etnólogo Agustín Aragón Leiva y el artista Adolfo Best Maugard, el gobierno concedió un permiso para comenzar las filmaciones el 11 de diciembre. Dos años después, el proyecto fue cancelado por diversos problemas con el representante de Sinclair, económicos por el aumento de presupuesto y el régimen soviético acusó a Eisenstein de desertor. La cinta no se terminó de filmar, faltaban diálogos, no estaba musicalizada y mucho menos editada. ¡Que viva México! Ha sido considerado el plan fílmico más grande y también la mayor tragedia personal del cineasta. Tuvo un enorme impacto en muchas personas, aunque nunca se pudo terminar y no se estrenó hasta muchos años después. De hecho, el filme es considerado un clásico del cine, pues puso en cuestión las convenciones de la narrativa cinematográfica. Para algunos, la película sirvió como una visión más fiel y crítica de la realidad de México en esa época; otros criticaron la película por su exageración y por dar una visión romántica de México. A muchos artistas mexicanos les disgustó la forma en que el director representaba a México. Sin embargo, no sólo influyó en la gente de esa época, también tuvo impacto en los años posteriores. De hecho, "¡Que viva México!" marcó un nuevo estilo de realización cinematográfica. La película inspiro a otros directores como Orson Welles, Alejandro Jodorowsky y Sergio Leone. Allá en el Rancho Grande y la apertura de los mercados. El vigor del nacionalismo revolucionario, genera una respuesta de carácter hispano-católico y antiyanqui, que idealiza al régimen de Porfirio Díaz y al patriarcado rural de las haciendas. Siendo así que surge “Allá en el Rancho Grande (1936)”, donde el realizador Fernando de Fuentes logra una entretenida y amable comedia rural de costumbres que alterna el melodrama con el humor y frecuentes números musicales. Es una feliz síntesis fílmica del popular teatro musical y de variedades de género mexicano, totalmente contrapuesta a la reforma agraria que realiza el gobierno. Es la primera fórmula dramática que tiene el impacto suficiente para perdurar en el gusto nacional y latinoamericano y que lanza al estrellato continental a sus protagonistas, Tito Guízar y Esther Fernández. Influencia dentro de la sociedad Avances tecnológicos A cuantas personas llegaba Actores y actrices