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INDUSTRIALIZACIÓN

Es un periodo en que se transita de la experimentación artística a la


estandarización industrial, el cine mexicano pasa de ser un fenómeno
curioso en proceso de desaparición, a una promisoria industria cultural
que, después de 1940, adquiere un lugar estratégico en las políticas
de estado y en la vida económica y cultural de la nación.

Transición del cine mudo al cine sonoro (1929-1931)


El paso del cine mudo al sonoro fue consecuencia de la aplicación de
una innovación tecnológica (el registro, proceso y reproducción de
sonido sincronizado con la imagen), tuvo importantes repercusiones
artísticas (cambió la forma de interpretar, el montaje, la continuidad),
industriales (hubo que construir nuevos pabellones insonorizados para
filmar en estudio), y comerciales (fue necesario sustituir los
proyectores antiguos por otros nuevos), y además fue un proceso
irreversible.
La moda del “sonoro” afectó también a la temática de los argumentos,
con la aparición del género de comedias y revistas musicales, el
incremento de las adaptaciones de obras teatrales y, en todo caso, un
exceso generalizado de diálogos y fondos musicales gratuitos que
dejaron a la imagen, al menos por un tiempo, relegada a un segundo
plano.
Pese a los avances que haya podido lograr el cine mudó mexicano,
que en general se consideran raquíticos, el cine de Hollywood,
estructurado con criterios comerciales y solidez financiera, con
mayores recursos de todo tipo que los de la cinematografía nacional,
prácticamente condenó a ésta a permanecer al margen de la
competencia por las preferencias del público. Los intentos por dotar al
cine de sonido se hacían dondequiera que había cine.
En Estados Unidos fue la Warner Brothers la compañía que,
jugándose su última carta antes de declararse en quiebra, produjo la
primera cinta sonora. Esta misma compañía introdujo el cine sonoro en
México con la película que la había salvado de la quiebra: el 23 de
mayo de 1929 se exhibió en el cine Olimpia “La Última Canción” o “El
Cantante de Jazz” protagonizada por Al Jolson. Ese mismo año se
exhibieron en México otras películas “sonorizadas”, siendo la primera
“Submarino” el 26 de abril de 1929 cinta sincronizada con ruidos
incidentales, exhibida en el teatro Imperial, y en el Teatro Variedades
de Puebla "Alas de Gloria” y “El Águila y la Serpiente”, las dos últimas
películas mexicanas.
El arribo del sonido prácticamente paraliza la ya muy precaria
producción fílmica nacional y reorienta el esfuerzo de veteranos y
nuevos entusiastas hacia la experimentación con filmes sonoros con
resultados más bien desalentadores.
Santa, película inaugural de la industria cinematográfica sonora
mexicana.
La potencial ventaja del sonido es capitalizada por los empresarios
mexicanos de la Compañía Nacional Productora de Películas en la
producción de Santa, estrenada el 30 de marzo de 1932.
Con la utilización del sistema de grabación de sonido directo dirigido
por el director y actor hispano-estadounidense Antonio Moreno, se
lograron superar las deficiencias técnicas de sus predecesoras,
registrando el lastimero tema musical compuesto ex profeso por el
popular Agustín Lara y proporcionan al cine mexicano una ventaja
técnica decisiva.
Santa logra repetir el éxito de su antecesora de 1918, y establece uno
de los modelos femeninos más explotados de la cinematografía
mexicana a lo largo de los años, el de la prostituta de circunstancias,
de corazón impoluto, solo redimible por la muerte o por el amor.
niveles de la producción.
Después del éxito de Santa, la producción mexicana crece
aceleradamente, de un largometraje exitoso en 1931, pasa a seis en
1932 y a más de veinte producciones anuales entre 1933 y 1936. El
éxito de Allá en el Rancho Grande de F. de Fuentes (1936) permite a
la industria saltar hasta treinta y ocho largometrajes en 1937 y
cincuenta y ocho en 1938, aunque la saturación del mercado y el
agotamiento inicial de la comedia ranchera provocan un fuerte
descenso en los dos años siguientes, treinta y nueve en 1939 y
veintisiete en 1940.
Las primeras obras de valor.
El veracruzano Fernando de Fuentes es el realizador mexicano más
importante de la década de 1930, sin embargo, a partir de 1933 decide
explorar y explotar las posibilidades creativas de un cine mexicano por
sus temas y estilo, tales como:
 La Calandria (1933) - Melodrama provinciano y costumbrista
 El tigre de Yautepec (1933) - Adaptación del western a la época
decimonónica
 Cruz Diablo (1934) - Medio colonial novohispano
 El fantasma del convento (1934) - Aventuras de horror en un
convento carmelita
 La familia Dressel (1935) – Melodrama familiar sobre una
cuestionable madre autoritaria
 Las mujeres mandan (1936) - Los peligros de la vida extramarital
Sus mejores obras se reúnen en lo que se ha dado en llamar la trilogía
sobre la revolución mexicana, El prisionero trece (1933), El compadre
Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935), tratando estas
en conjunto sobre la expresión de un observador lejano y ajeno al
movimiento revolucionario que se cuestiona el sentido de la guerra e
intenta revivir o comprender el ambiente y las situaciones extremas de
ese periodo, que orillan a sus personajes a la corrupción, a la traición
o al inútil sacrificio para la gloria de un caudillo.
El éxito taquillero de Allá en el Rancho Grande (1936), transforma a
De Fuentes de cineasta en empresario.
Los éxitos de taquilla.
El estreno mexicano más taquillero de la década es la
superproducción “Juárez y Maximiliano” de M. Contreras Torres
(1933), que permanece seis semanas en su sala de estreno y es el
único director que logra traspasar la “barrera del sonido” con éxito.
Otros éxitos taquilleros fueron:
 La paloma (1937),
 La emperatriz loca (1939)
 Caballería del imperio (1942)
 Madre querida (1935)
 La sangre manda (1933)
 Luponini de Chicago (1935)
 Marihuana (el monstruo verde) (1936)
El cine estatal y de “contenido social”
El Estado mexicano se interesa, desde mediados de la década de
1930, en el poder de la cinematografía para elaborar un cine de
“contenido social” de alcance masivo que respalde sus políticas
nacionalistas.
Durante el Maximato, por primera vez se aprueban medidas para
proteger y alentar la producción nacional de películas, siendo así que
el gobierno de Lázaro Cárdenas decide apoyar a la fundación de la
productora Cinematográfica Latino Americana Sociedad Anónima
(Clasa) en 1935 y la realización de cintas sobre la reforma agraria y
sobre la expropiación petrolera de 1938.
La difusión de montajes de la obra inconclusa ¡Que viva México! del
cineasta ruso Serguéi Mijáilovich Eisenstein, rodada en el país entre
diciembre de 1930 y enero de 1932, marcó profundamente a los
cineastas y a la cinematografía del país.
Esto debido a que en aquella época cuando era presidente Pascual
Ortiz Rubio, el miedo porque se retrataran los problemas sociales del
país, llevó a la detención Serguéi Mijáilovich Eisenstein, frenando así
por un tiempo su proyecto.
Tiempo después bajo la condición de que Eisenstein fuera
acompañado en todo momento por el etnólogo Agustín Aragón Leiva y
el artista Adolfo Best Maugard, el gobierno concedió un permiso para
comenzar las filmaciones el 11 de diciembre.
Dos años después, el proyecto fue cancelado por diversos problemas
con el representante de Sinclair, económicos por el aumento de
presupuesto y el régimen soviético acusó a Eisenstein de desertor. La
cinta no se terminó de filmar, faltaban diálogos, no estaba
musicalizada y mucho menos editada.
¡Que viva México! Ha sido considerado el plan fílmico más grande y
también la mayor tragedia personal del cineasta.
Tuvo un enorme impacto en muchas personas, aunque nunca se pudo
terminar y no se estrenó hasta muchos años después. De hecho, el
filme es considerado un clásico del cine, pues puso en cuestión las
convenciones de la narrativa cinematográfica.
Para algunos, la película sirvió como una visión más fiel y crítica de la
realidad de México en esa época; otros criticaron la película por su
exageración y por dar una visión romántica de México. A muchos
artistas mexicanos les disgustó la forma en que el director
representaba a México.
Sin embargo, no sólo influyó en la gente de esa época, también tuvo
impacto en los años posteriores. De hecho, "¡Que viva México!" marcó
un nuevo estilo de realización cinematográfica. La película inspiro a
otros directores como Orson Welles, Alejandro Jodorowsky y Sergio
Leone.
Allá en el Rancho Grande y la apertura de los mercados.
El vigor del nacionalismo revolucionario, genera una respuesta de
carácter hispano-católico y antiyanqui, que idealiza al régimen de
Porfirio Díaz y al patriarcado rural de las haciendas.
Siendo así que surge “Allá en el Rancho Grande (1936)”, donde el
realizador Fernando de Fuentes logra una entretenida y amable
comedia rural de costumbres que alterna el melodrama con el humor y
frecuentes números musicales.
Es una feliz síntesis fílmica del popular teatro musical y de variedades
de género mexicano, totalmente contrapuesta a la reforma agraria que
realiza el gobierno. Es la primera fórmula dramática que tiene el
impacto suficiente para perdurar en el gusto nacional y
latinoamericano y que lanza al estrellato continental a sus
protagonistas, Tito Guízar y Esther Fernández.
Influencia dentro de la sociedad
Avances tecnológicos
A cuantas personas llegaba
Actores y actrices

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