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CLÁSICOS DE LA ÉPOCA

DE ORO DEL CINE MEXICANO

La Época de Oro del Cine Mexicano

En los años veintes, México aún se encontraba inestable económica y políticamente. En


ese contexto, la industria cinematográfica nacional era aún inexistente, debido incluso a la
desorganización social y la falta de inversión para el invento de los hermanos Lumiére tras la
Revolución Mexicana. El sonido sincronizado benefició al gremio, que poco a poco comenzó
a ver en el cine una veta para invertir; sin embargo, no era suficiente para que se consolidara
un verdadero desarrollo en la producción fílmica.
Al final de los años treintas y principios de los años cuarentas el mundo estaba enmedio
de la Segunda Guerra Mundial, la que dejó fuera de combate a las grandes potencias fílmicas
europeas, incluida la española, única productora hispanohablante del viejo continente.
Asimismo, hubo una importante baja en la producción fílmica norteamericana, pues los
principales esfuerzos de dicha nación estaban encaminados al combate bélico. Estados
Unidos buscaba un posible aliado en la guerra contra el Eje y México lo fue por encima de
otro país emergente, Argentina. Así fue como México se convirtió en el centro de la inversión
económica estadounidense mediante su industria cinematográfica en ciernes, al ser ésta una
gran herramienta de difusión masiva mediante la cual se favorecía la causa de los Aliados.
México obtuvo entonces grandes beneficios del país vecino y una cierta preferencia
para obtener película virgen, que en aquella época escaseaba porque estaba hecha a base
de celulosa, la cual se utilizaba también para la fabricación de explosivos. No fue lo único
que obtuvo: “Unos arreglos con la Oficina Coordinadora de Relaciones Internacionales de
Washington, dirigida por Nelson Rockefeller, previeron en 1943 la ayuda norteamericana
al cine mexicano en tres renglones básicos: refacción de maquinaria para los estudios;
refacción económica a los productores de cine; asesoramiento por instructores de Hollywood
a los trabajadores de los estudios”1.
Todo esto y otras circunstancias dadas en la época, como la prohibición legal
del doblaje, que benefició la exhibición nacional, promovieron un contexto sano para el
surgimiento de nuevos talentos e interesantes propuestas fílmicas. Así fue como el país
comenzó a crecer en el panorama fílmico y con él, cientos de talentosos actores, actrices,
directores, fotógrafos, guionistas, escenógrafos, diseñadores y sonidistas, entre otros tantos
partícipes de la industria.

1 Emilio García Riera. Breve historia del cine mexicano. Primer siglo 1897 – 1997. p. 120
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DE ORO DEL CINE MEXICANO

Un star system se estaba gestando, la llamada Época de Oro inició y con ella
nombres aún incipientes que la historia dejaría grabados en la memoria colectiva nacional:
Emilio El Indio Fernández, Fernando de Fuentes, Ismael Rodríguez y Alejandro Galindo, se
consolidarían y llegarían a ser reconocidos como grandes cineastas. De esta misma forma
fueron reconocidos como actores Jorge Negrete, María Félix, Arturo de Córdova, Dolores del
Río, Pedro Armendáriz, Pedro Infante, Mario Moreno Cantinflas y Germán Valdés Tin Tan,
entre muchos otros; o fotógrafos memorables por su propuesta estética como Jorge Stahl,
Gabriel Figueroa o Alex Phillips y sonidistas como los propios Hermanos Rodríguez, quienes
sumaron su talento y energías a la consolidación de una empresa cada vez más importante,
incluso para la economía mexicana.
En este contexto, una película marcó el precedente necesario para impulsar el
surgimiento de la industria nacional: Allá en el Rancho Grande (1936), de Fernando de
Fuentes, un drama con tintes de comedia acerca de tres pequeños que crecen en diferentes
circunstancias sociales en el rancho que hereda uno de ellos. A pesar del cariño y respeto
que se prodigan mutuamente, el amor y una difícil experiencia, la de una violación, pondrán
a prueba su amistad, lealtad y sus valores morales.
En este filme protagonizado por Tito Guízar, René Cardona, Esther Fernández, Carlos
López Chaflán y Emma Roldán, el director destacó el folclore y el nacionalismo que hasta
entonces no se presentaban como una fiesta, sino que exaltaban la lucha librada en la
Revolución, como la trilogía realizada también por De Fuentes. Así pues, esta nueva visión
de la mexicanidad, conquistó al público norteamericano, quienes vieron en ella a un mundo
poco explorado sobre las tradiciones de nuestro país.
El auge de la temática ranchera se mantuvo en los años treintas; sin embargo, para
los años cuarentas se intentó dirigir a la industria fílmica con una temática más urbana, para
consolidar con ello el desarrollo de las ciudades, que a su vez agrupaban a gran parte de su
público. Fue así como Alejandro Galindo e Ismael Rodríguez emprendieron una reconocida
trayectoria, sobresalió de forma más notoria el segundo, quien además de descubridor de
grandes histriones, forjó al icono-héroe de la sociedad moderna, un hombre noble y sensible
que sabía luchar limpiamente por lo que quería: Pedro Infante.
Si bien las películas de Alejandro Galindo tenían un enfoque social con el que se
atrevía a analizar y reflexionar sobre las imposibilidades de la sociedad mexicana para crecer
como nación, el cine de Ismael Rodríguez fundamentó su interés en la precariedad, haciendo
crecer a sus personajes principales, que aunque pobres, podían ser más felices gracias a la
bondad de sus corazones y el trabajo arduo con el que trabajaban día a día.
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DE ORO DEL CINE MEXICANO

La Época de Oro del Cine Mexicano se gestó entonces a finales de los años treintas,
alcanzó su clímax en los años cuarentas y tuvo un descenso dramático en los cincuentas,
donde pocos títulos resultan rescatables. Aunque la historia de la cinematografía nacional
y su Época de Oro es mucho más compleja por las enormes aportaciones de quienes
participaron con sus trabajos a estas décadas, como Luis Buñuel, Julio Bracho y Roberto
Gavaldón, además de los ya mencionados, la historia de nuestro cine puede ser observada
a través de estos títulos que forjaron los años más consistentes de producción, realización y
exhibición en el país.
Con la salida del presidente Miguel Alemán Valdés en 1952 y la devaluación del
peso, así como la entrada de la televisión a los hogares mexicanos, el cine comenzó a perder
inversión y público, lo que resultó en la escasez de nuevas propuestas nacional. Aunado a
ello, comenzó una política de puertas cerradas en las que los viejos cineastas no permitían
explorar a los talentos emergentes, lo que hizo difícil el surgimiento de propuestas frescas, lo
que estancó al cine en una de sus peores épocas. Aunque la producción llegó a un máximo
en 1958 con 138 películas producidas, sólo una de éstas vale la pena de aquel año, Nazarín.
Por fortuna, para la historia del cine nacional, surgió una nueva época caracterizada por el
auge del cine de autor, de experimentación artística y reflexiones política y social.

Fuentes consultadas:

GARCÍA RIERA, Emilio. Breve historia del cine mexicano. Primer siglo 1897 – 1997. México,
Ediciones Mapa, 1998
AVIÑA, Rafael. Una mirada insólita. Temas y géneros del cine mexicano. México, Conaculta-
Cineteca Nacional, Océano, 2004
LA PERLA
Una película de Emilio Fernández

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DEL CINE MEXICANO
CLÁSICOS DE LA ÉPOCA
DE ORO DEL CINE MEXICANO

La perla
México | 1945 | 87 min.

Dirección: Emilio Indio Fernández. Guión: Emilio Indio Fernández, John Steinbeck y Jackson
Wagner, sobre un argumento de John Steinbeck. Fotografía en blanco y negro: Gabriel Figueroa.
Música: Antonio Díaz Conde. Edición: Gloria Schoemann. Con: Pedro Armendáriz (Quino),
María Elena Marqués (Juana), Fernando Wagner (tratante), Gilberto González (esbirro),
Charles Rooner (doctor), Juan García (esbirro), Alfonso Bedoy (compadre). Compañía
productora: Águila Films. Producción: Óscar Dancigers.

La vida de un humilde pescador y las de los miembros de su familia cambian para siempre
cuando éste encuentra en el mar una extraña perla que despierta la codicia en quienes les
rodean. Además del aura trágica de esta cinta, orquestada con una notable sensibilidad
para ahondar en las pasiones humanas por el escritor estadounidense John Steinbeck, fue
la belleza extraída de la esencia de lo mexicano, retratada por la extraordinaria lente del
cinefotógrafo Gabriel Figueroa, la que hizo a este clásico de la Época de Oro ser merecedor
de sendos premios internacionales en los Globos de Oro en Hollywood y en el festival de
Venecia.

Emilio Indio Fernández


Coahuila, 1904 - Ciudad de México, 1986

De ascendencia kikapú por parte de su madre y de un rígido coronel, Emilio Indio Fernández
buscó seguir el ejemplo de su padre enrolándose en el Ejército, pero pasado un año fue
expulsado. En 1923 se mudó a Estados Unidos donde se desempeñó como bailarín y extra.
Con una cámara prestada filmaba al lado de Chano Urueta, y así aprendió varias cuestiones
relacionadas con el cine. Emocionado por la propuesta estética del ruso Serguei Eisenstein
en ¡Que viva México! decidió volver a México para convertirse en realizador. Así comienzó
como actor, bailarín y argumentista, colaboró con Raphael J. Sevilla y Carlos Navarro, éste
último con gran influencia en el tema del indigenismo, planteó el tema en las cintas María
Candelaria (1943) y Maclovia (1948). Después de realizar su tercer filme, Flor Silvestre,
conforma un gran equipo de trabajo con Gabriel Figueroa, Mauricio Magdaleno, Pedro
Armendáriz, María Félix, Columba Domínguez y Roberto Cañedo. Su trabajo fue reconocido
a nivel nacional e internacional con los premios Ariel y el del Festival de Cannes.
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Comentario

Steinbeck dijo una vez que para escribir bien acerca de algo, había que odiarlo o amarlo
con la mayor fuerza posible. Y él odió y amó cosas aparentemente opuestas en el transcurso
de su vida. De la combativa denuncia por la explotación de los inmigrantes en sus obras
de los años 30, pasó a una defensa cerril del “sueño americano” y la intervención en la
Guerra de Vietnam.
Su necesidad de comprender le llevó a recorrer sendas diversas: desde el relato social
crítico, una de cuyas cumbres, Las uvas de la ira, se le debe, hasta el reencuentro con la
tradición más aquilatada.
En 1947 apareció La perla, un relato perfecto en el que la impotencia y la pobreza se
enfrentan al poder y a la riqueza, no sólo en el transcurrir de los hechos, sino también en el
interior de sus protagonistas, que en la memoria popular nunca son los ricos ni los poderosos,
sino aquellos para los que hasta el encuentro con la fortuna deriva hacia la tragedia.
Cuando Kino y Juana sólo tienen por delante la miseria y la desesperación por la
inminente muerte de su hijo, cuando no pueden pedir ayuda, ni atención, ni siquiera piedad,
el mar les da una perla, la mayor y más gloriosa que se haya visto nunca.
La perla, y toda la obra, digamos, social de John Steinbeck está concentrada en esta
pocas páginas. Su mensaje es hondamente rural y muy revelador de la mentalidad, sofisticada
y primitiva, brutal y lírica, de su autor: una perla muy valiosa, hallada por un pescador
totalmente indigente, destruye su hogar y le deja sin esperanza. En un mensaje sin moraleja,
moral o remedio, Steinbeck expone la tragedia sin juzgarla ni suscitar ánimos. Como en una
tragedia antigua, se deja al público la tarea de interpretar, valorar y premiar o castigar.
El final de La perla es detonante y muy simbólico: el indio al que ha traído la desgracia,
coge la perla y, por consejo de su mujer, la tira al agua. Inesperada conclusión muy propia
de la compleja mente de Steinbeck: mística y al tiempo brutalmente realista.
En 1945, Pedro Armendáriz protagonizó la versión cinematográfica de este relato: La
perla, dirigida por el Indio Fernández (Emilio Fernández), que fue famosa en toda Iberoamérica.
Ernest Hemingway definió así este relato: “La perla es un auténtico poema épico e hizo falta
muchísimo talento para resumirlo en tan pocas páginas”. Steinbeck busca con frecuencia
crear situaciones extremas, cuya única salida, como en el caso de La perla, sólo puede ser
simbólica, lírica o mística, dejando al así acuciado en un infierno sin salida real.
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Algunos críticos le han tildado de un ruralismo anticuado, pero olvidan que la novela rural
puede adaptarse al infierno industrial sin grandes modificaciones; no hay gran diferencia
entre una helada que deja al campesino sin cosecha y una crisis económica que deja al
obrero sin trabajo.

Sergio Martínez
Artículo sobre La perla de Steinbeck.
México, febrero 2 de 2010,
Diario UnomásUno, sección Cultura, p. 19

Basada en la novela corta de John Steinbeck, La Perla (1947) es un cuento popular, sencillo
y trágico protagonizado por Pedro Armendáriz quien interpreta a un pescador mexicano pobre
que encuentra una perla perfecta. Este tesoro, según él, va a transformar su vida en una de
riquezas y respeto. Por el contrario, la perla sólo le trae miseria, muerte y lo transforma, en
última instancia, en un asesino.
Steinbeck fue de gran apoyo a este proyecto porque contribuyó no sólo con la adaptación
del guión, sino también permitió que fuera filmada antes de la publicación de su novela. La
película, una coproducción Estados Unidos-México, fue proyectada en Estados Unidos por la
RKO. A pesar que el director Emilio Fernández, su reparto y crew son mexicanos, la cinta fue
estrenada simultáneamente en versiones en inglés y español.
Emilio Fernández es un nombre famoso en el cine mexicano. En muchos sentidos él
fue padre de esa industria y el primer director mexicano en ganar premios y reconocimientos
internacionales. Estaba profundamente interesado en las cuestiones de la moral y la
conciencia social, sus películas tienden a preocuparse por las simples verdades de la
condición humana. “Un trabajo es tan importante como su tesis”, dijo una vez Fernández.
“Si una película no tiene contenido social y moral, un mensaje o una expresión que revela el
sufrimiento u otra condición de la gente, no significa nada para mí”. También dijo: “El cine
es ritmo. La vida es ritmo. La inmovilidad es la muerte.”
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Fernández, que se consideraba “más fotógrafo que director”, tenía un hermoso


sentido del estilo pictórico y a menudo reconoció la influencia de John Ford y que muestra
en La perla. La llamativa fotografía en blanco y negro de la película ganó varios premios,
entre ellos el Globo de Oro. Fernández también hizo actuación en Hollywood, destacó con
una participación particularmente memorable como el general Mapache en The Wild Bunch
de Sam Peckinpah (1969).
Como director, Fernández trabajó a menudo con Pedro Armendáriz, una gran estrella
en México en la década de 1930. La sensible representación de Armendáriz en La perla
llamó la atención de Hollywood. Pronto estuvo trabajando para John Ford en The Fugitive
(1947), Fort Apache (1948) y Three Godfathers (1948). Su última película fue el clásico de
James Bond From Russia with Love (1963), en la que interpretó a Kerim Bey. Poco después
se suicidó en su habitación en un hospital de Los Ángeles en lugar de sufrir una muerte lenta
por cáncer linfático.

La perla fue incluida en el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca del Congreso en 2002.

Jeremy Arnold.
Turner Classic Movies, julio 2016,
Trad. Alma Aguilar Funes

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