Está en la página 1de 18

El Cine Argentino Sonoro La producción fílmica argentina de 1930, bien definida como un

período intermedio, porque varios de los films realizados tenían momentos de sincronización
sonora (el proceso se hacía por medio de discos, según el sistema Vitaphone), tanto la filmación
como la mayor parte del metraje eran mudos. Los dos primeros éxitos sonoros fueron "Tango" de
Moglia Barth, y "Los tres berretines", de Susini, en 1933. La primera estableció las bases para la
fundación de Argentina Sono Fílm, y la segunda dio origen a Luminton.
Estas películas fueron temas populares abundantemente acompañadas con tangos. Figura típica
de este cine -algo, bohemio y popular- fue el tango. Así, desfilaron orquestas y figuras del
ambiente: Libertad Lamarque, Tita Merello, Mercedes Simone, Luis Sandrini, Pepe Arias, entre
otros.
Nuevas Tendencias En pocos años, los realizadores han aprendido una técnica y también han
encontrado un estilo personal. Todos buscaban adaptarse al gusto colectivo, incorporar a todos
los extractos sociales y -en especial a la clase media- que ya ha ido adquiriendo forma y
movilidad propia, heredera de la inmigración, consumidora incansable; era el momento de
reflejar sus problemas
A la fase de preparación le siguen años de afianzamiento, entre los que destacamos: 1937 y 1938.
Del costumbrismo intuitivo se pasó a una plasmación más consciente de la realidad y la
incorporación de temas sociales, esto lo encontramos en forma acabada en la filmografía de
Mario Soffici. En sus obras hizo de resonador de la realidad, la familia inscripta en la clase
media, de los hombres y mujeres del interior. Lo social no es un trasfondo crítico solamente: es
un contexto integrado en la anécdota, al testimonio, lo integra con romance, emotividad,
suspenso y ritmo, bases de toda narración. En sus películas más válidas -el contexto testimonial-
resuena y perdura por encina de la trama, hay denuncia, progresión dramática hasta la tragedia,
análisis caracterológico individual (resuelto a partir de lo social-colectivo) persuasión y
resignación ante la realidad, explosión trágica o poética8 . "Viento Norte" (1937) configura con
bastante exactitud los méritos de Soffici, quien había leído "Una excursión a los indios
ranqueles" de Lucio V. Mansílla, encontró el material épico, costumbrista e histórico que le
permitió lograr una fuerte evocación autóctona. Mario Soffici convocó a un equipo de escritores
constituido por Carlos Olivari, Sixto Pondal Ríos y Enrique Amorín para preparar el guión de
"Km 111" (1938). Filmada de acuerdo con las leyes de la comedia, encerraba un trasfondo
extraído de la realidad social y política. En un ambiente rural, la acción refleja a los agricultores
expoliados por los acopiadores que aliaban sus intereses con el transporte ferroviario. Como
moderna contrapartida se presentaba las rutas y el camión (en 1932 se creó Vialidad Nacional,
ley Nº 11.657. Esto permitió la construcción de importantes redes viales camineras). El buen
ritmo y numerosos hallazgos ambientales, la imaginación y la gracia de algunas situaciones (por
ejemplo, el pueblo reunido en la estación que espera la llegada del gobernador, pero su tren pasa
de largo). Una intriga secundaria, de índole sentimental que ubica el tema en el plazo de la
comedia satírica, Km 111 tiene un lugar importante, por la fluidez del relato y la habilidad
cinematográfica del director y los autores9 . "Prisioneros de la tierra" (1939) basada en cuento de
Horacio Quiroga, adaptado por Ulises Petit de Murat y a Darío Quiroga -hijo del autorquienes
elaboraron el guión de este film.. Fue la obra más ambiciosa de Mario Soffici, y permaneció
muchos años como modelo de cine enraizado en la auténtica fisonomía del país. El director
consiguió reflejar el clima opresivo -filmada escenarios naturales de Misiones- que sufren los
mensúes, en su cotidiano, duro y mal reconocido, trabajo en el yerbatal. Describió en una trama
dramática, excelentes situaciones y personajes con lo que dio exacta dimensión de las
características de aquel trabajo, estableció una medida de los hombres que sufren tanta aspereza,
al mismo tiempo un sólido argumento mostraba el desencadenante de la conmoción colectiva. En
este caso, el castigo que un mensú (Ángel Magaña) le propina al capataz del obraje (Francisco
Petrone). Soffici demostró una segura preocupación social, al mismo tiempo la necesidad de
retratar con verismo personajes cuya textura moral merecía atención y esto es extensivo a todo su
filmografía10 . Queda plasmada en esta obra la explotación inhumana de los yerbatales, que
exponía en su extensa gama de miserias y brutalidad, ambientada en una naturaleza
desmesurada, que destruye, y asfixia. El relato centrado, en el joven mensú, lo coordinaba con
otros personajes como el capataz cruel, el médico alcohólico entre otros, y la selva, personaje
siempre presente. Ambos aspectos, lo social y lo telúrico se unen y confluyen para lograr una
autenticidad con gran sinceridad. El valor de "Prisioneros de la tierra" fue su apertura a una
temática todavía no explorada en e1 cine argentino, esto constituye un precedente de gran
importancia y marcó un camino a seguir en la cinematografía.

La prosperidad significó asimismo un vuelco hacia un cine dirigido a un público de clase media.
La producción argentina volvió la espalda a temas y realidades del país en especial a fines de la
década del, '40 para tratar de imitar al cine internacional. Es decir, con temas, personajes sin
características propias, susceptibles de reflejar cualquier ambiente y por lo tanto ninguno. El
público que seguía al cine porque se identificaba con el retrato fílmico de la burguesía argentina,
con el humor y 1a nostalgia que daban las estampas habituales (el barrio, el tango, la casa
familiar, la pensión, la radio, el teatro etc.). Así también las películas de preocupación social a
todas las cuales, sentían como propias. El cine argentino había ocupado en pocos años el
mercado de habla castellana. También tenía el apoyo de los espectadores locales. Sin embargo,
esta amplia difusión no se tradujo comercialmente -en general- debido a una improvisación de
los productores y porque las ganancias quedaron en manos de los distribuidores. En 1940 se
agregó un factor externo -la segunda guerra mundialsignificó una grave escasez de película
virgen, lo que provocó una crisis del crecimiento. Los años que completan la primera década del
cine sonoro: se consolida en la del cuarenta, al cine como un vehículo de ideas, se admitía que,
como medio de comunicación social, podía producir transformaciones en la comunidad. El
Estado tomó en cuenta la necesidad de apoyo oficial al cine argentino. En 1938, el senador
Matías Sánchez Sorondo presentó un proyecto de protección al cine nacional, pero no prosperó.
En el gobierno del Gr. Pedro Pablo Ramírez, siendo vice presidente el Gr. Edelmiro J. Farrel y
ministro de guerra el Cnl. Juan Domingo Perón, se emitió el decreto Nº 21344/1944, de apoyo al
cine nacional. En la norma se establecía que en salas cinematográficas de primera línea se debía
pasar una película argentina cada dos meses, además los productores quedaban obligados a
realizar películas -en una proporción no menor del 10%- con argumentos nacionales, de índole
histórica, científica, artística y literaria11 . Como un precedente de autogestión artística de
generar los propios proyectos, producirlos y promoverlos surge en 1942, en el bar "El Ateneo"
en la esquina de Cangallo, (hoy Gral. Perón) y Carlos Pellegrini, reunidos Francisco Petrone,
Lucas Demare, Angel Magaña, Homero Manzi, Elías Alippi, Enrique Muiño y otros fundaron la
nueva productora: Artistas Argentinos Asociados, que fue responsable de aquellas películas
premiadas -por esos añosy de gran éxito de público. Era un intento de escapar a la política
comercial de los distribuidores y capitalistas del cine, para hacer una obra artística y nacional de
profunda significación histórica social y reivindicadora de los temas argentinos12 . "La Guerra
gaucha" (1942) fue la más importante producción de Artistas Argentinos Asociados. Este film
ambicioso ocupa, sin duda, un lugar poco común en la historia del cine argentino. Cómo nació y
cómo se hizo, en primer lugar es la resultante de un núcleo irrepetido: Homero Manzi y Ulises
Petit de Murat escritores, Enrique Muiño, Francisco Petrone, Angel Magaña, Amelia Bence y
Sebastián Chiola actores, entre otros, y el director Lucas Demare. Además, en aquel momento la
obra de Leopoldo Lugones, presentaba una prosa de no fácil lectura y sin inmediato equivalente
cinematográfico. Quedó un argumento con la sencillez de lo clásico: la lucha por la
independencia contra el ejército español. En la trama, el sacristán Lucero (Enrique Muiño) pasa
información a los capitanes patriotas Miranda (Francisco Petrone) y Del Carril (Sebastián
Chiola). En una de las incursiones, típica de la guerra de guerrillas, toman prisionero al teniente
Villarreal (Angel Magaña) nacido en Lima y leal a la corona española, -los capitanes, lo alojan
en la estancia de Asunción (Amelia Bence). Los ardides del sacristán, sus toques de campana, en
clave, son descubiertos; Lucero es dejado ciego y las fuerzas de la independencia aniquiladas,
pero el amor hará que Villarreal descubra cuál es su verdadera causa y tome la posta, mientras
aires de esperanza, vislumbrar la figura de Güemes que llega... El rodaje se llevó a cabo en la
provincia de Salta y en condiciones heroicas, con bajo presupuesto pero con empeño e
imaginación. Además, de los aportes creativos, que se suman a los nombrados, la notable
fotografía de Bob Roberts y la música de Lucio Demare, con tratamiento sinfónico en la
ejecución de Juan Ehlert. La película es directa, con personajes arquetípicos y reconocibles, con
certeros y bien balanceados toques de tragedia, romanticismo, ternura, humor y acción. Con
muchos momentos de buen cine y autenticidad que respira cada uno de sus fotodramas13 . Se ha
dicho y conviene repetirlo: el cine argentino será definitivamente -el día que pueda repetir la
proeza de "La guerra gaucha"- sin necesariamente sus componentes o su estilo. Será cuando
vuelva a ser capaz, de un similar reto a la rutina. Comprender los caracteres de la épica, -que fue
la intención del film - lograr que los personajes no están al servicio de un héroe (deben estar para
justificar la excelencia de la lucha) sino que convergen para producir la impresión romántica de
la lucha colectiva, en la que pueblo y lucha son los protagonistas. Los relatos de Leopoldo
Lugones vertidos a imagen, la historia verdadera penetró transversalmente, El sentir nacional fue
comprendido, por lo que se convirtió en el mayor éxito que había conocido el cine nacional y
entró en la categoría de los "clásicos" cinematográficos. El grupo integrante de Artistas
Argentinos Asociados -alentados por el impacto de "La guerra gaucha"- decidieron continuar en
la línea trazada de realizar film de calidad y también de repercusión comercial.
Se conoce como Década Infame al período de la historia de la Argentina que comienza el 6 de
septiembre de 1930 con el golpe de estado cívico-militar que derrocó al presidente radical Hipólito
Yrigoyen y finaliza el 4 de junio de 1943 con el golpe de estado militar que derrocó al presidente
conservador Ramón Castillo.
El nombre le fue dado por el periodista nacionalista José Luis Torres,* 1 y ha sido ampliamente
utilizado para denominar al período en la historiografía cercana tanto al radicalismo, 123 como al
peronismo,45 y el socialismo.67 La etapa también ha sido denominada como "restauración
neoconservadora",8, período de "restauración política” o "restauración conservadora”, 9 "segunda
república conservadora”10 y "la República imposible" (1930-1945)11
El período comienza con una dictadura cívico-militar "provisional" de corte fascista, avalada por
la Corte Suprema y al mando del general radical José Félix Uriburu (1930-1932), quien entregó el
poder al también general radical Agustín P. Justo (1932-1938), candidato una alianza denominada
la Concordancia (radicales antipersonalistas, conservadores, socialistas) como resultado de unas
elecciones con resultado electoral de dudosa legitimidad, que también dejó en cuestión la
legitimidad de su sucesor, el radical Roberto Marcelino Ortiz (1938-1942), quien falleció y fue
sucedido por su vicepresidente, el conservador Ramón S. Castillo (1942-1943), derrocado por la
llamada "Revolución del 43".
Durante este período, los gobiernos buscaron impedir que la Unión Cívica Radical pudiera volver al
gobierno, mediante proscripciones y fraude electoral. Frente a la crisis del sistema mundial de libre
comercio en 1930, Argentina negoció el controvertido pacto Roca-Runciman con el Reino Unido,
que garantizó la continuidad de las exportaciones de carne, a cambio de importantes concesiones
económicas de parte de la Argentina, entre las que se destacó el cuasi-monopolio de las
exportaciones para las empresas inglesas, la creación del Banco Central de la República
Argentina bajo control de los capitales y bancos británicos y la concesión de todos los medios
de transporte público de la ciudad de Buenos Aires a una empresa mixta denominada Corporación
de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, el aislacionismo comercial de las
grandes potencias contribuyó a iniciar el desarrollo industrial vía la sustitución de importaciones. La
política económica se volvió estatista, creándose gran cantidad de organismos estatales
reguladores (Junta Nacional de Granos, Junta Nacional de Carnes, etc.) y empresas públicas
(Fabricaciones Militares, Altos Hornos Zapla, etc.). En esas condiciones creció notablemente el
sector industrial y la clase obrera, alimentada por una migración masiva del campo a la ciudad y de
las provincias hacia Buenos Aires. En 1943 las exportaciones industriales superaron a las
exportaciones agropecuarias por primera vez en la historia argentina.

El acto de auto-alienación, experimentar asombro y


fascinación por los propios disfraces, es
no es una tarea fácil, si es que es posible. Darren
Oldridge tiene como objetivo guiar al lector de Strange
Historias a través del camino de esta autoalienación,
exponiendo y analizando un amplio sistema de
creencias del período medieval y renacentista en
Europa. Al concebir las creencias que
la gente da por sentado, como certezas que no siempre
ha sido tan cierto, propone el autor
analizar esas ideas que hoy parecen absurdas,
argumentos morales que ahora parecen ser
aborrecible, como Dios queriendo que la gente sufra en
la tierra, o la idea de que matar a un hereje es
necesario y justo.
Una de las cosas que más preocupa al autor es que
nociones como superstición y
ignorancia (que aparece, mientras que el lector no
académico se encuentra con esta extraña
actos) "hacen poco para ayudarnos a comprender el
mundo desaparecido del pasado", diciendo que "en el
al contrario, en realidad nos impiden entender ese
mundo como probablemente era ”. Para
considerarlos irracionales es un insulto y niega su
humanidad [p. 2].

Oldridge sostiene que los valores de una época están


formados por las circunstancias en las que
se viven. Las creencias de la gente premoderna solían
ser una reacción racional a lo racional y
marco social en el que se articularon [p.3]. Analiza este
marco siguiendo
preceptos de Clifford Geertz sobre los sistemas de
creencias, a saber, la comprensión de
las propias experiencias de las personas en el contexto
de sistemas de creencias preexistentes en los que las
mujeres y
los hombres nacen y los aceptan como son.
En un esfuerzo constante por hacer que los lectores se
pregunten acerca de la presunta "extrañeza" de
sus propias suposiciones de lugares comunes, apela a
comparaciones recurrentes entre aquellos
trajes y creencias del mundo medieval y renacentista y
los del presente
tiempo. Esta técnica podría considerarse muy útil para
el propósito ulterior del autor.
y también muy peligrosa por el riesgo de caer en
anacronismos.
Oldridge tiene como objetivo escribir para el lector
general, no para los académicos, entregando ideas
desconocidas de
el pasado a una audiencia no especial, que parece
lograr sobre todo, aunque fracasa
a mitad de camino, si tenemos en cuenta que no dedica
mucho espacio a lo sociopolítico
contextualización del período, aunque no es el
propósito principal del libro, podría ser
útil para aquellos lectores no especializados a los que
pretende llegar.
Con respecto a la evidencia que Oldridge usa para
escribir este libro, muestra un aparentemente
extensa investigación primaria y secundaria, pero como
se ha señalado en otras revisiones de la
libro, se centró más en las fuentes modernas que en las
medievales, que dan el sentido de
una falta de equilibrio [1].

El libro está organizado en diez capítulos, en los que el


autor pretende analizar algunos importantes
características del período que combinadas forman el
sistema de creencias de la época, tales como:
convicción inquebrantable en un mundo invisible de
seres metafísicos, donde encontramos a Dios, el
Diablo, ángeles y demonios, entre otras
representaciones de ellos (santos, brujas, hombre lobo,
muertes errantes, etc.), y la convicción de que ángeles
buenos y malos pueden intervenir en
asuntos.
¿Qué de las cosas que quiere mostrar al lector es que
para los intelectuales del Renacimiento,
El significado más importante de la existencia de
ángeles buenos y malos fue que se extendió
la gama de posibles explicaciones de los fenómenos
terrestres.
Describir la religión y la magia como dos formas
diferentes de tratar con los habitantes del
mundo invisible (el primero como un medio para
comprenderlo, el segundo como un medio para
controlar
el encuentro con estas criaturas) y con algunos
ejemplos interesantes, muestra cómo antes
las expectativas a menudo determinan lo que vemos y
oímos, así como también lo que hacemos con él (p.
13). Él
También afirma que coexistieron como dos medios
para acercarse a este mundo invisible, y en ocasiones
la tensión surgió entre ellos ya que no estaban
completamente separados.
Oldridge nos trae una imagen de un mundo medieval y
renacentista lleno del poder de
dios, ángeles y demonios, y sostenido por la autoridad
de textos antiguos.
Oldrige afirma que en el período medieval y
renacentista, la Biblia fue una autoridad
fuente de información, mientras que en la ciencia
empírica actual es la fuente autoritaria,
aunque comparando cuestiones contemporáneas que
conciernen a la ciencia en nuestro tiempo, sobre la
universo, con preguntas premodernas sobre las
dimensiones del cielo o las características de un
ángel, no aclara que estas dos preocupaciones
significaban algo diferente para las personas en cada
período.
Más adelante, la descripción de los demonios en el
período, ¿cómo fueron retratados como asaltantes?
los fieles, o tentarlo con mujeres desnudas o banquetes
cuando se muere de hambre, asociado con el
El deseo de hacer daño, ajeno a cualquier tipo de
justicia, celoso, arrogante y lívido, ayuda a mostrar
para el lector cómo probablemente esto funcione como
un reflejo de lo que no fue aceptado moralmente en
esta sociedad (p. 28). También Oldridge logra mostrar
cómo el estudio de ángeles y demonios
por eruditos modernos parece ser parte de una
importante empresa de interpretar las obras y
propósito de Dios.
Otra área de especulación metafísica, y una
característica importante en el sistema de creencias, fue
la
estudio de la otra vida, ¿qué le esperaba después de la
muerte? Preocupaciones sobre la ubicación, el tamaño
y la
apariencia física del más allá, y también especulaciones
sobre las nuevas características del
cuerpo una vez resucitado, ayuda a mostrar al lector
cómo las personas del pasado se ven a sí mismas,
sus hábitats, los deseados (descripciones del cielo) y
los no deseados (descripción de
infierno), los patrones de belleza que el cuerpo lograría
una vez resucitado (para aquellos
justos) y dignos de abominación física (para esos
pecadores).
En otra comparación audaz con el mundo moderno,
Oldridge afirma que los eruditos premodernos
creía en la realidad del cielo como los científicos
modernos creen en la existencia de
objetos que examinaron, como partículas atómicas. El
autor afirma, por ejemplo, que uno de los
mayores proyectos perseguidos por Santo Tomás de
Aquino, fue el que describió el destino eterno del ser
humano
bondadoso, y aquí nos da un buen ejemplo de
autoalienación, está asombrado por lo aparentemente
hoy en día, los estudiosos han perdido interés en una
empresa tan importante como la de descubrir la
destino de la humanidad. Aunque se puede decir que el
objetivo de desentrañar los misterios del
universo es una tarea que los médicos siempre han
perseguido, no lo hacen hoy en el mismo
términos como lo hicieron los eruditos premodernos.
Más adelante, en el capítulo tres, muestra evidencia
sobre otra característica del mundo premoderno,
el juicio y castigo que corresponde a algunos pecados o
delitos específicos. El juicio del
cerdos homicidas, por ejemplo (p. 41), es un ejemplo
pintoresco de cómo nadie ni nada
parece escapar del poderoso sistema de creencias
religiosas y la correspondiente divina
castigo en el caso de transgredir esto. Incluso un cerdo
podría ser sometido a prueba, con el fin de
mostrar el poder de estas creencias e instituciones que
se utilizan para protegerlas. Una especie de
despliegue, podemos decir, del poder que tenían sobre
todo en la tierra. Un simbolismo de
omnipresencia.
Sobre este tema, muestra cómo el ensayo con animales
tenía pleno sentido dentro del
antecedentes intelectuales y las circunstancias sociales
en las que tuvo lugar, es decir, dentro de un
comprensión cristiana más amplia de la relación entre
la humanidad y la naturaleza (p. 45), debido
la voluntad divina de dominar la naturaleza por el ser
humano, un animal que daña a un humano, por
ejemplo,
fue una violación de este orden natural.

Los actos dañinos de las bestias animales podrían


violar la jerarquía de la naturaleza dada por Dios (p.
46) y
algunos de ellos fueron vistos como bestias agentes del
diablo, Oldridge ve en el ejercicio público de
el castigo hacia los animales diabólicos es un medio de
enunciación de principios legales. Con estos
el autor trata de mostrar otra característica importante
de la mentalidad de la época, la
papel simbólico del castigo, la enseñanza moral de las
ejecuciones públicas (p. 50).
Comparando el juicio de cerdos, caballos y toros con
un caso de infanticidio realizado por menores
durante los noventa, el autor se las ingenia para ilustrar
lo asombroso que es el hecho de que
hoy en día no nos sorprende el juicio de un niño como
adulto y su sistema de valores
fueron completamente desarrollados, pero la gente
encuentra extraña la adscripción de la racionalidad a la
bestia probada de los tiempos premodernos (p. 58).
Otra idea aparentemente extraña es la de la
resurrección general, la entendida como
cuando los muertos se levantaban corporalmente del
suelo, esto fue poco estudiado en el premoderno
tiempos como la culminación de la historia humana (p.
57). Pero, ¿esta historia es tan extraña hoy en día?
A riesgo de sonar incongruente, pero tratando de seguir
los pasos de Oldridge, podríamos afirmar un
paralelismo aquí con el fenómeno del zombi haitiano,
para el cual existe un extenso
investigación sobre- pero para afirmar que tal vez,
algunos de estos aparentemente extraños, irracionales o
historias locas y extrañas, en realidad no son tan
extrañas en las ideas populares de hoy. Quizás
Algunos de los lectores esperados de este libro no
consideran estas historias tan impactantes como la
al autor le gustaría creer.

Pero volviendo al período premoderno, este capítulo,


sobre los fenómenos del más allá, nos ayuda
comprender con más profundidad la relación entre las
vidas y la muerte en la Edad Media
y mundo renacentista. La política de las muertes en
vida, el uso de estas creencias como medio para
la batalla entre protestantes y católicos, como explica
efectivamente el autor.
Es particularmente interesante el análisis de las
afinidades de las profecías con los endemoniados
experiencias o posesión demoníaca y un pequeño
número de visiones extasiadas aceptadas como
auténtico. La línea borrosa que dividió estas dos
interpretaciones de raptos refuerza la idea,
aclarado anteriormente, que los sistemas de creencias
en este período podrían dar forma a la percepción de
realidad, la experiencia y el desarrollo de diferentes
tipos de representaciones de la
demoníaco entre protestantes y católicos, por ejemplo,
se utilizó para definir a los demás
sistemas de creencias cuando fueron contrastados. Esta
práctica también da forma a los límites, que
estas personas del pasado pudieron construir con sus
propias experiencias, ya que las mujeres
generalmente excluidos de la esfera pública,
encontraron su libertad de expresión en estas prácticas,
aunque, como explica Oldridge, esta libertad tuvo un
precio, esto es aceptar que el diablo
fue responsable de sus palabras, y se ordenó a un
hombre adulto (p. 123).
Como si no fuera una empresa lo suficientemente
ambiciosa como para cubrir un espacio geográfico tan
grande y
tan diversa como Europa, y un lapso de tiempo tan
largo y variado como la Baja Edad Media y la
Renaissance, el autor nos transporta a Norteamérica,
con el fin de ilustrar, en el capítulo ocho,
la "extraña" disposición de sufrimiento entre santos y
mártires. Lo diferente, y no eso
diferentes formas en que los puritanos, protestantes y
católicos experimentaron la disposición de Dios al
sacrificio
y dolor.

Hacia el final del libro, vale la pena explicar su punto


principal al lector previsto,
y la explicación de la matanza de herejes como la
necesidad de defender la religión verdadera, el destino
de los
alma humana después de la muerte y la voluntad de
dios (p. 153) y una mayor comparación con las guerras
de hoy
y la aceptación de justificaciones para el uso de la
fuerza militar, como la defensa de
derechos humanos, de democracia, autodeterminación,
ayuda a terminar el libro con un punto claro:
¿Cómo podemos sorprendernos con estas "historias
extrañas", mientras estamos rodeados de otras tantas
lugares comunes extraños, como justificación de la
guerra para defender la vida? El tema en juego en la
mundo premoderno eran la vida y la muerte eternas (p.
165)
Quien no ha fantaseado alguna vez con mirar el mundo
desde arriba, soltar nuestro propio cuerpo,
y admirar nuestra vida diaria como espectadores,
extraterrestres, y experimentar el placer de la sorpresa
de nuestro
disfraces más triviales, desde cepillarnos los dientes
por las mañanas hasta los más trascendentes,
como un padre disfrutando de una tarde de juegos con
sus hijos? Como quien admira un
pintura desde el sentimiento contradictorio de estar
identificado con el artista y seguir siendo
completamente ajeno a la intención que tuvo el pintor
al crear el cuadro, Oldridge
Strange Histories, nos invita a experimentar un
sentimiento similar, sumergiéndonos en este
mundo supuestamente "extraño", un mundo de ángeles
y demonios, "mundos invisibles", de magia y
poderes sobrenaturales, de creencias religiosas
todopoderosas, que guían a las personas a través de la
vida cotidiana
la vida y los acompaña hasta el encuentro mismo con la
muerte, e incluso más allá. Extraño
historias logran humanizar a aquellos distantes y
aparentemente incomprensibles
personas de nuestro pasado, que parecen compartir
nuestra lógica de razonamiento, más de lo que nos
gustaría
creer.

También podría gustarte