Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hoy estuve nostálgico, y se me ocurrió recordar algún pasaje de mi vida por este
maravilloso mundo…
A través de la vida hemos pasado por muchas etapas y acontecimientos, que siempre
quedarán perennizadas para toda nuestra vida…situaciones y momentos que muchas
veces marcan el inicio de nuevos y buenos cambios en la etapa de la formación de las
personas.
Esta vez quiero contarles, algo que sucedió hace muchos años, cuando recién había
terminado mis estudios secundarios en el Colegio Karl Weiss, en la ciudad de Chiclayo.
Como muchos de nuestros jóvenes, que provenimos de hogares muy humildes, para
poder continuar con nuestro anhelo de seguir estudios superiores, nos vemos obligados a
trabajar para poder cubrir nuestros gastos y a la vez para colaborar con la canasta de la
familia.
Mis anhelos de seguir una carrera universitaria, requería de una buena preparación, y
para ello tenía que dedicar el poco tiempo que disponía para prepararme
concientemente; es así que tuve el apoyo de un amigo y familiar, que era profesor de la
Academia Karl Weiss en Chiclayo, quien nos facilitaba el ingreso a sus clases y además se
comprometió a darnos clases particulares por las tardes en Ciudad Eten.
Increíblemente nuestro salón de clases era una peluquería y donde también se vendía
chicha de jora; nuestro amigo profesor, Ingeniero Civil, el popular “molécula loca”, era
fanático de la chicha, por ley tenía que tomar su botella de chicha todos los días, después
de su almuerzo.
Ya se imaginarán como terminamos en cada sesión de clase, y así casi todos los días, por
las tardes en mi recordado Eten.
Llegaba a mi casa algo mareado y de esto se empezó a dar cuenta mi viejita Emilia, y
lógicamente no le gustaba, pues había puesto todas sus esperanzas en mí, y yo
prácticamente la estaba defraudando. Esta actitud mía había molestado enormemente a
mi madre y me dio uno de los gritos más grandes que había recibido, que me hizo
reflexionar.
Siempre recordaré esta fecha, 18 de mayo, de hace muchos años atrás, cumpleaños de mi
cuñada Doris, cuando mi madre, con una gran convicción, y también con mucho dolor, me
supongo, me dijo…
- Lucho, en este momento arregla tu maletín (mi maletín era una bolsa hecha con
papel de cemento), acomoda tu ropa y te vas a Trujillo.
- ¿A Trujillo? – respondí nerviosamente.
- Así es, y aquí está tu pasaje y te vas a la casa de tu tía Marina, ya conversaré con
ella – dijo – si sigues acá te vas a perder y eso no quiero para ti.
Con mucha pena y lágrimas en los ojos acomodé mis cosas, que lógicamente no eran
muchas, y me despedí de mi madre y hermanos, y viajé a Trujillo a trabajar; gracias a Dios
en poco tiempo conseguí mi primer trabajo en una fábrica de fideos… y así otros, que
talvés en otra oportunidad pueda compartir con ustedes…Me quedé tres años
aproximadamente trabajando en Trujillo.
Han pasado tantos años de esto…y siempre voy a estar infinitamente agradecido a mi
querida madre Emilia por haberme regalado los dos momentos más importantes en mi
vida: primero, ¡el haberme dado la vida!... y segundo, ¡el haberme desterrado de mi
querido Eten!