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INTOXICACIÓN…EN EL COMEDOR UNIVERSITARIO…!!!

Era un día viernes de mayo, a dos días de celebrarse el Día de la Madre, cuando los
ciudadanos de la ciudad de Trujillo despiertan, con una preocupación, un tanto
desconcertante, al notar que en horas de la mañana se veía mucha movilización y se
escuchaban sirenas de las unidades motorizadas, por casi toda la ciudad de Trujillo, sin
saber realmente, cuál era la razón…

Ómnibus de la Universidad Nacional de Trujillo, ambulancias, carros de la Policía Nacional,


carros del Ejército, se desplazaban por todas las calles de Trujillo, deteniéndose en
algunos inmuebles, y se veía que de esos lugares, salían jóvenes, hombres y mujeres,
apresuradamente y los hacían subir a la unidades móviles, para luego raudamente
trasladarlos, a algún lugar, que realmente hasta este momento no se sabía…solo se
escuchaban como nunca los claxon y sirenas de los carros…!!!

Desde la mañana de este funesto día viernes, hasta altas horas de la noche, se veía todo
este movimiento de desplazamiento de jóvenes, sin que la población tenga conocimiento
de lo que realmente ocurría…

Un día antes, de éste inolvidable viernes, el mediodía era abrazado por un esplendoroso
sol, que invitaba a permanecer en la ducha, o beberse un agradable refresco….

- Lucho, vámonos al comedor, es hora del almuerzo - escuché decir a uno de mis
amigos.
- Ya salgo, me pongo mis tabas y nos vamos al comedor – contesté
apresuradamente.

Por esta época, me encontraba trabajando en un local comercial, en el centro de la ciudad


de Trujillo, frente al conocido Mercado Central; gracias a las “relaciones” de uno de mis
amigos, con el personal del Comedor de la Universidad Nacional de Trujillo, me facilitaban
tickets para tener acceso al desayuno, almuerzo y cena, al igual que los estudiantes
universitarios que tenían este beneficio.

- Esperemos que hoy esté fenomenal el menú del día – me dijo mi amigo José.
- Claro, como todos los días – respondí – y sobre todo gratis – repliqué.
- ¿Qué es de Lizón, que no lo he visto? – dijo José.
- Ese pata madruga para el almuerzo, desde las doce del día ya está en el comedor –
contesté.

Caminando varias cuadras llegamos al comedor, formamos nuestra colita, y entregando el


correspondiente ticket, nos dieron la charola con un suculento almuerzo.
Buscamos una mesa y nos sentamos junto a unos amigos, que también vivían en la
“Residencial Universitaria”, una quinta con aspecto ruinoso, con cuartitos pequeños
construidos en dos hileras frente a frente, con un pasillo entre ambos, con pequeñas áreas
verdes y batería de baños comunes, para uso de aproximadamente 40 estudiantes
universitarios.

- Esta entradita de atún, está deliciosa – comenté, al tiempo que degustaba tan
apetecible bocadillo.
- Lo demás también está agradable – dijo José, mientras masticaba
apresuradamente su potaje.
- ¿Lucho, te gusta el atún? – dijo mi amigo Caliche, desde otra mesa, contigua a la
nuestra.
- Por supuesto, pásamela nomás, si a ti no te agrada – contesté, e inmediatamente
me alcanzó tan agradable atuncito; realmente estaba agradable.

Terminado el almuerzo, nos regresamos a la “Residencial”; mi amigo José alistó sus cosas
para ir a clase y yo me despedí para ir a mi centro de trabajo, sin descuidar las horas en
seguir preparándome para postular a la universidad.

Las horas pasaban rápidamente, y de regreso del trabajo a la “Residencial”, en horas de la


noche, me esperaba José para ir a cenar; preguntando por mi amigo Lizón, para ir los tres
al comedor, José me dijo que unos amigos habían llegado a verlo y se iban a una fiesta, y
que no lo esperáramos para la cena.

Terminando de cenar, en el comedor universitario, ya nos regresábamos al cuarto


(habitación), y me acordé que estaba próximo el Día de la Madre, y había que comprar
algo para la viejita Emilia, mi adorada y abnegada madre…

- José, acompáñame al centro, quiero comprar unas tarjetitas para llevar a Eten el
domingo, pues ya sabes que es el Día de la Madre – le dije.
- Verdad, te acompaño, a pesar que mi madre está muerta, también tengo que ir al
cementerio de Eten, a orar ante su tumba – me contestó, notándose un poco triste
y preocupado, y tocándose el estómago, como si algo le molestara, pues su rostro
gesticulaba de vez en cuando.
- ¿Te duelo el estómago? – le pregunté.
- Un poquito, pero me fumaré un cigarrillo, y luego se me pasará – atinó a decir.

Estuvimos aproximadamente media hora buscando tarjetas alusivas al Día de la Madre,


cuando vi que mi amigo José, ya empezaba a sudar frío y se cogía el estómago haciendo
gestos de dolor…
- Regresemos a la “Residencial” inmediatamente, no te encuentras bien – le dije – es
necesario que tomes algo para este malestar, algún amigo puede recetarte algo –
repliqué.
- Claro, vámonos al toque – contestó José retorciéndose de dolor.

Llegamos al cuarto lo más rápido que nos dio las piernas; inmediatamente consultamos
con un amigo estudiante de Medicina Humana, el popular “caderón” (¿por qué será?) y le
facilitó algunas pastillas que tenía de su uso; al instante José tomó la pastilla y lo
acompañé hasta su cuarto y lo dejé acostado en su cuarto, que compartía con Lizón…

- Descansa José, ojalá que con esa pastilla te calme el dolor de estómago, yo me voy
a mi cuarto también a descansar – le dije. Y me dirigí a la habitación que
compartía con mi amigo José Estéfano, el popular “palero”.
- Hasta mañana Lucho – respondió débilmente José.

Eran aproximadamente las once de la noche, cuando empecé a sentir frío y escalofríos, mi
cuerpo empezaba a temblar, cuando estaba a punto de dormir; luego se me apoderó un
fuerte dolor de cabeza, que parecía que me estallaba, mi amigo Estéfano me facilitó una
pastilla que obtuvo de algún estudiante de Medicina.

Los escalofríos, el cuerpo tembloroso y el enorme dolor de cabeza, no cedían aun estando
bien abrigado con tres frazadas; me levanté con intenciones de ver a mi amigo José, y al
salir al patio, lo que vi realmente era preocupante: muchos de los jóvenes estudiantes se
encontraban en el patio con síntomas de vómitos y abundante diarrea; los baños estaban
totalmente ocupados por otros tantos estudiantes; el ambiente era nauseabundo, y así
caminando entre los jóvenes me dirigí al cuarto de José y lo encontré totalmente
demacrado, pues también tenía el cuadro de vómitos y diarrea. La “Residencial” era un
loquerío y ambiente de preocupación; algunos de los jóvenes que no tenían estos
síntomas, colaboraban e iban en busca de ayuda para los amigos que se encontraban con
un cuadro de deshidratación tremendo.

La medicina que lograban obtener y que nos daban, en algo atenuaban estos malestares; y
así con este cuadro desolador y desconcertante, las horas pasaban lentamente,
haciéndose interminables, y aproximadamente a las seis de la mañana del día viernes, se
aparece por la puerta principal un fuerte contingente de personas, buscando a
estudiantes que han sido aparentemente intoxicados por haber ingerido alimentos en mal
estado.

- Por favor a todos los estudiantes universitarios, que se encuentran mal de salud en
estos momentos los vamos a trasladar de emergencia a un hospital, estamos
recorriendo todos los lugares de la ciudad donde se encuentran alojados los
estudiantes que hacen uso del comedor universitario – se escuchó decir al señor
que encabezaba el contingente.
- Aquí hay un montón de estudiantes – atinó a decir uno de los estudiantes que vivía
en la “Residencial”, quien no presentaba ningún síntoma de intoxicación.

Inmediatamente fueron trasladando a todos los estudiantes al vehículo que se encontraba


disponible para el traslado; eran aproximadamente 25 estudiantes universitarios que se
encontraban con los síntomas de intoxicación.

Veía como eran trasladados todos mis amigos estudiantes, y para mí era doble
preocupación, pues yo no era alumno de la Universidad Nacional de Trujillo; era un simple
joven preparándome para postular, al igual que un amigo de Piura, que también tenía los
síntomas de la intoxicación. Nos quedamos mirando y moviendo la cabeza le dije que no
podíamos ir, porque no éramos estudiantes; de repente podíamos generar algún
problema a alguien por lo que accedíamos al comedor. Decidimos quedarnos en el cuarto,
cada uno en el suyo.

Siete de la mañana, y se levanta mi amigo Lizón después de una “bomba” que se había
dado con algunos amigos; para él todo era una novedad, preguntaba, indagaba, quería
saber qué había pasado; en su rostro se reflejaba el malestar normal después de
semejante “tranca”…¡había dormido toda la noche como un bebé…dor!

Como decía, durante todo el día, las brigadas iban en busca de estudiantes afectados por
la intoxicación; hasta este momento ya se sabía que la intoxicación se había generado en
el comedor universitario por haber ingerido atún enlatado descompuesto, según decían.

Aproximadamente a la seis de la tarde nuevamente se presenta otra brigada a la


“Residencial”, en busca de más estudiantes atacados por este mal; junto con mi amigo
piurano no nos quedó más remedio que incluirnos en el nuevo grupo de estudiantes que
serían trasladados al Hospital Belén; sin pensar dos veces nos subimos a la camioneta
disponible para el traslado; este grupo lo conformábamos siete jóvenes. Lizón se
encontraba de lo más normal…

La camioneta de la universidad partió raudamente hasta el hospital, y nos internaron


como a todos los estudiantes anteriores; todos los cuartos de hospitalización estaban
completamente llenos y hacinados; se veían camas camarotes, prestados por el Ejército
para cubrir la gran cantidad de estudiantes, que hasta ese momento eran cerca de 500
intoxicados; a nosotros nos ubicaron en un pasillo que se encontraba atiborrado de
pacientes tirados en el suelo, con su suero hidratante respectivo, acostados sobre unas
frazadas descoloridas y raídas por el uso y tiempo; el encargado de recibirnos
inmediatamente ordenó que se nos ubicara en el pasillo y que se nos colocara
urgentemente el suero respectivo, con la medicina correspondiente; en este ínterin logré
ver a mi amigo José tirado en el suelo, sobre un colchón en mal estado, con su suero; su
caso era grave, así como el de muchos, especialmente de aquellos estudiantes que sufrían
anteriormente de algún malestar con el estómago; estos casos eran críticos.

El panorama que se veía en todo el hospital era preocupante, tanto que los pacientes
“normales”, que se encontraban hospitalizados en el hospital fueron relegados, para
poder atender a tiempo completo a los jóvenes universitarios…aproximadamente 500
estudiantes…se comentaba fuertemente que el caso de una chica estudiante, de nombre
Rosaura, era gravísimo, casi el peor de todos…

- Jóvenes, debemos manifestarles, que después de realizar las coordinaciones y


estudios correspondientes con la ayuda de gobiernos extranjeros, se ha
determinado que la causa de la intoxicación ha sido producida por la bacteria
Salmonella Paratyphi, incubada en el enlatado que han ingerido en el almuerzo del
día de ayer en el comedor universitario. Debemos manifestar que los primeros
pacientes han ido llegando desde el día de ayer, lo que nos permitió determinar
exactamente el lugar de la intoxicación - empezó diciendo el médico jefe,
acompañado de un grupo de profesionales de la salud.

Continuó diciendo:

- Debemos agradecer a Dios, que no ha ocurrido nada grave de qué lamentarse,


pues esta bacteria si es posible combatirla; caso contrario hubiera sido lamentable
y estaríamos contando la gran cantidad de muertos, pues si esta bacteria
permanecía un poco más de tiempo incubándose en este enlatado, se generaba la
Salmonella Thompson, y esta bacteria tiene efecto mortal en un lapso de dos
horas, por la infección gastrointestinal incontrolable. Han vuelto a nacer jóvenes –
dijo enfáticamente.

Finalmente dijo:

- Tranquilamente mañana sábado pueden salir de “alta” aquellos jóvenes que ya se


encuentren un poco hidratados y que estén fuera de peligro, salvo alguna
contraindicación de la Junta de Médicos, gracias – y se alejó con el grupo hacia
otros ambientes.

Transcurrido esto, cogí mi suero y me dirigí a ver a mi amigo José para ver como seguía de
salud, y realmente ya se encontraba algo recuperado; a mí francamente no me produjo
ningún tipo de diarrea, como a la mayoría de pacientes. Estábamos conversando con José
cuando vemos ingresar a Lizón, que se temblaba exageradamente, acompañado de una
enfermera y de mi amigo Danilo.
- ¿Qué ha pasado Danilo? - pregunté.
- Lo que pasa, es que me fui a la “Residencial”, y estaba totalmente deshabitada,
quería ver si había algún amigo que necesitara ayuda, y encuentro a Lizón que se
temblaba enormemente, y le pregunto: ¿compadre, estás practicando algún nuevo
baile? – riendo sonoramente – lo que pasa es que la “bomba” que se ha tirado ayer
ha bloqueado los síntomas de la intoxicación, y como ya le pasó el síntoma de la
borrachera, empezó a parecerle los síntomas de la intoxicación, por eso lo traje
inmediatamente – terminó diciendo Danilo.
- Me siento muy mal – apenas se oía decir a Lizón.

Inmediatamente la enfermera lo ubicó en un rinconcito y empezó con el tratamiento a


nuestro gran amigo Lizón…

Llegado el día domingo, nuevamente un grupo de médicos se acercó al pasillo donde


estábamos un gran número de pacientes y nos dieron una ingrata noticia:

- Señores, por disposición de la Jefatura y recomendación de un gobierno


extranjero, quedan suspendidas las “altas” hasta después del día lunes, por
precaución y en aras de la salud de todos ustedes, quedan en observación;
esperamos su comprensión, gracias – terminó diciendo el galeno y se retiró.

Justo hoy, Día de la Madre, y en Eten me esperaban mi madre y mis hermanos, quienes no
se habían enterado de esta lamentable noticia; bien por ellos, porque no les causaba
ninguna preocupación, especialmente a mi querida viejita Emilia, que ansiosa esperaba mi
visita.

- José, ¿ahora qué hacemos?, escuchaste que ya no podemos salir y mi viejita nos
está esperando en Eten – dije.
- Nos malograron los planes de viaje – contestó José.
- Compadre, de todas maneras tenemos que viajar hoy día - acoté con firmeza.
- No nos van dejar salir – replicó José.
- Mira, yo prácticamente ya me encuentro casi totalmente recuperado, al igual que
tú, ¿o nó?.
- Si pues.
- Entonces tenemos que ver la forma de salir del hospital, ¿estás de acuerdo? – le
dije con firmeza.
- Estoy de acuerdo.
- Bien, entonces vayamos al baño, nos damos un pequeño lavado y limpiamos las
marcas del esparadrapo de los brazos y nos dirigimos a la puerta principal – le dije,
dándole confianza.
Efectivamente, recorrimos los pasillos del hospital Belén para ver alguna oportunidad de
escape, pero veíamos que en casi todo el hospital había personal que impedía el pase
fuera del área de hospitalización y observación de los estudiantes. Algunos trabajadores
del hospital al ver nuestra actitud media sospechosa, nos indicaban que regresáramos al
lugar donde estábamos hospitalizados y que nadie podía abandonar el hospital; realmente
el semblante de nuestros rostros nos delataba inmediatamente; nos hacíamos pasar como
familiares de los estudiantes, pero realmente no nos creían.

Seguimos insistiendo en nuestro propósito de salir del hospital, y aprovechando un


descuido de los vigilantes, que atendían a una ambulancia que ingresaba con nuevos
jóvenes intoxicados, logramos alcanzar la calle, sin que se dieran cuenta; caminamos con
todo el aplomo que podíamos, aunque nuestros rostros completamente demacrados nos
delataban; una vez fuera y ya un poco alejados del hospital aceleramos el paso y pudimos
dar un pequeño salto de alegría…

Caminamos apresuradamente a la “Residencial”, alistamos nuestros maletines y nos


dirigimos a la salida de Mansiche (poblado al extremo norte de la ciudad de Trujillo), y
tomamos el primer autobús para Chiclayo…

Sentados en el autobús, agradecí a Dios…y dije:

- Gracias Dios mío…de aquí rumbo a Eten a visitar a mi querida madre Emilia…!!!

Luis Edilberto Ñiquen Portilla

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