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Era una costumbre, no sé porque razones, que cada vez que se casaba algún hermano, tenía que
vivir cierto tiempo en la casa de nuestra querida madre Emilia, y posteriormente, ver la posibilidad
de alquilar una casita y empezar una vida de pareja solos; sería talvés para aprender de las buenas
enseñanzas de nuestra madre o quizá como una etapa de transición para no hacer más dura esta
separación del ser querido, que de alguna manera tiene que dejar el seno paterno, para hacer
junto a su pareja una nueva vida juntos, orientados por las buenas enseñanzas de nuestra madre.
Sea cual fuera la razón, es que se me viene a la memoria, a raíz del nacimiento del nuevo heredero
de nuestra sobrina Carolina, un recuerdo maravilloso, para mí, que de repente algunos
desconocen y no se han enterado nunca…
Un día, como cualquier otro, me encontraba estudiando y haciendo mis trabajos del colegio,
cuando de pronto escucho la voz de Carmela, esposa de Hildebrando, que gritaba
desesperadamente…
- Dios mío, que hago, me pregunté a mí mismo, y sin perder más tiempo hice lo primero
que sensatamente pensé…¡Puede ser un ahogo!
- Carmela, por favor sostén fuerte a tu hija en tus brazo, así como echadita – le dije
- Lucho, mi hija se muere – decía Carmela.
- Ten mucha calma y fe en Dios, le contesté.
Sin perder más tiempo, me acerqué al cuerpecito de Carito y le di respiración por su pequeña
boca, que la mantenía algo rígida… y así en este trance vi como eliminó una enorme flema que
salió disparada y así … gracias a Dios escuchamos el llanto desgarrador de Carito…Había vuelto en
sí.
Las razones, por la que Carito pasó este percance, quedarán en la memoria de Carmela, lo más
importante es que hoy en día Carolina es nuevamente madre de un hermoso bebé. Dios los
bendiga.
Por cosas del destino, la vida continúa y Carolina pudo haber muerto ahogada y hoy es una
excelente abogada, para orgullo de la familia.