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LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1975: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS.

CONTEXTO HISTÓRICO
Un año después del abandono del poder por Primo de Rivera, en 1931, se proclama la
República. La derecha se reorganiza y triunfa en las elecciones de 1933. Pero
nuevamente la izquierda, agrupada en el Frente Popular, gana las elecciones de 1936. En
julio de este año, la sublevación de parte del ejército contra el Gobierno dará comienzo
a la Guerra Civil española (1936-39), que acabará con la derrota de la República y la
consolidación de un régimen totalitario que durará hasta 1975, cuando muere Francisco
Franco. Algunas de las consecuencias más importantes de la Guerra Civil fueron la
penuria económica, la represión, el orden policial (Franco no suprimió el estado de
guerra hasta 1948) y el exilio de casi el 90% de intelectuales (científicos, escritores,
pintores, etc.)
LA NOVELA EN EL EXILIO
La novela de finales de los años 30 había tendido hacia la rehumanización y el
compromiso social, tras abandonar la deshumanización de los años 20.
En esta línea se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco Ayala y
Rosa Chacel. Su obra se realiza al margen de la literatura que se hace en España y en
general, tratan el tema de la guerra.
Max Aub: Campos; Francisco Ayala: en Diálogo de los muertos, Muertes de perro y
Recuerdos y olvidos ;Rosa Chacel: Memorias de Leticia Valle;Ramón J. Sender: Réquiem
por un campesino español, Crónica del alba ;Arturo Barea: autor de la trilogía
semiautobiográfica La forja de un rebelde, Es una trilogía compuesta por La forja, La
ruta y La llama
LA NOVELA EN LOS AÑOS CUARENTA
En la inmediata posguerra, se hace evidente la ruptura de la natural evolución literaria.
Así, la novela no puede enlazar con la narrativa social de los años 30, prohibida por el
franquismo. En ese panorama de desconcierto abundan tres tipos de narraciones:
ideológica, realista y humorística. En la década de 1940 sólo hay casos excepcionales y
aislados, como Camilo José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes. La familia de
Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen Laforet (premio
nadal), Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada) y Ana María Matute,
Los Abel. Estos novelistas coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra desde
una perspectiva pesimista en la que sus narraciones abundan los personajes
desorientados, tristes y frustrados.
Camilo José Cela (1916-2002)
Premio Nobel de Literatura en 1989, en 1942 publica La familia de Pascual Duarte, en
torno al tremendismo. En 1948 publica Viaje a la Alcarria, En 1951 publica en Buenos
Aires, La colmena, que refleja la vida del Madrid de posguerra durante tres días de 1942.
Los protagonistas son “los miles de hombres sin historia”. Todos viven sometidos a los
problemas cotidianos y vencidos por la miseria y la desesperación, aislados en las
celdillas de la inmensa colmena que simboliza la ciudad de Madrid.
Otras obras de Cela: San Camilo , Oficio de tinieblas , Mazurca para dos muertos y, la
última, Madera de boj.
Miguel Delibes (1920)
Además de las novelas, es autor de libros de viajes y publicaciones dedicadas a la caza y
la pesca, y a su amor por las tierras castellanas. En 1948, publica La sombra del ciprés es
alargada, y en 1950, El camino. En 1955 sale a la luz Diario de un cazador; en 1962, Las
ratas, y por último Cinco horas con Mario, soliloquio de una mujer que dialoga
imaginariamente con su marido la noche en que vela su cadáver. Posteriormente publica
en 1981 Los santos inocentes y en 1998 El hereje,
LA NOVELA EN LOS AÑOS CINCUENTA.
Para muchos, La colmena, de Cela, publicada en 1951, es un precedente de la novela
social. Aparece reflejada en la sociedad del momento. Pero es hacia mediados del
decenio cuando se dan a conocer toda una serie de escritores que, con una intención
crítica, van a llevar a sus novelas temas como las injusticias y las desigualdades sociales
(literatura comprometida). El narrador desaparece y no hay introspección ni
pensamiento de los personajes donde todo el relato se basa en el diálogo.
Se distinguen dos tendencias:
-El neorrealismo. Se centra en los problemas del hombre como ser individual (la
soledad, la frustración...): sobresalen Ana Maria Matute, Ignacio Aldecoa, (El fulgor y la
sangre), Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama, 1955) y Carmen Martín Gaite (Entre
visillos),
El Jarama es la crónica de un día de asueto dominical de un grupo de jóvenes junto al
río madrileño del mismo nombre. El tedio de la vida general se ve roto en la novela con
la inesperada muerte de una joven ahogada en el río.
-Novela social (realismo social): se centra en los problemas y conflictos sociales. Tiene
una fuerte carga ideológica. Destacan Jesús Fernández Santos (Los bravos );
Jesús López Pacheco (Central eléctrica, 1958);Juan García Hortelano (nuevas amistades
1959); Armando López Salinas (La mina, 1960), José Manuel Caballero Bonald (Dos días
de septiembre, 1962). En los años cincuenta, también se cultivan otras tendencias
narrativas: libros de viajes y relatos cortos o cuentos: (Ignacio Aldecoa). Apartado de la
estética realista: Álvaro Cunqueiro (Merlín y familia).
LA NOVELA DESDE EL 62 AL 75.
En los años sesenta, se produjo en España un desarrollo económico acompañado de una
cierta liberalización social. Se elaboraron los llamados Planes de Desarrollo, se fomentó
el turismo, se aprobó la Ley de Prensa de 1966, que suprimía la censura previa para los
periódicos... Las protestas por motivos políticos, laborales y académicos que fueron
reprimidas policialmente.
Literariamente, durante la década de los sesenta no se pierde la novela comprometida
socialmente, aunque ya desde los últimos años de la década de los cincuenta se detecta
un cierto agotamiento de esta tendencia y una clara evolución hacia la experimentación
y la renovación. Autores como Luis Goytisolo o Juan Goytisolo . Además, los escritores
españoles se dejan influir por los autores europeos (Proust, Kafka, Joyce),
norteamericanos (Faulkner, Dos Passos) o latinoamericanos (Vargas Llosa, Cortázar,
García Márquez), de manera que las novelas pasan a ser más complejas y
experimentales. Ya no se pretende sólo denunciar la situación social, sino que también
se persigue la belleza formal. La experimentación contribuye al perspectivismo
argumental o a los continuos saltos hacia atrás o hacia delante en el argumento. Tiempo
de silencio (1962), de Luis Martín Santos; y Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo.
La tendencia más experimental tiene su máximo representante en Juan Benet
(Volverás a Región, 1968); Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa, ); Cela (Oficio de
tinieblas 5); Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B. ; Miguel Delibes (Cinco
horas con Mario) ; Manuel Vázquez Montalbán, Tatuaje ; Miguel Espinosa, Escuela de
mandarines ; Francisco Umbral, Mortal y rosa.
Las novelas de hoy son deudoras en recursos y procedimientos técnicos tanto de la
renovación narrativa de los sesenta como de las más variadas tradiciones novelísticas de
nuestro siglo: novela negra, de aventuras... Se utiliza la tercera persona narrativa, pero
también la primera y el monólogo interior; se vuelve al relato lineal, pero también se
echa mano de cierto desorden cronológico. Novelas de amor, de aventuras, policíacas,
fantásticas, psicológicas, novela negra, novela histórica, relatos autobiográficos, etc. El
inicio del nuevo giro lo marca La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo
Mendoza; otras obras suyas son El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las
aceitunas o La ciudad de los prodigios.
Otros autores: Alfonso Grosso, La zanja; Almacenamiento Grandes, los aires difíciles.

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