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• COMENTARIO LITERARIO A UN OLMO SECO
En Campos de Castilla, los temas fundamentales son la descripción de las tierras de Soria,
prototipo del paisaje castellano (austero y gris) y las reflexiones críticas y dolorosas sobre
una España decadente sumida en la pobreza. El uso del paisaje castellano para describir
la sociedad o expresar los sentimientos fue un rasgo común en la mayor parte de los
noventayochistas.
La preocupación por la situación de España a finales del siglo XIX, sobre todo a raíz del
desastre colonial de 1898, fue común en buen número de escritores, entre ellos
Machado. Mediante una actitud crítica, buscaba analizar los males del país para
encontrarles remedio. Consecuencia de esto es el nacimiento de la Generación del 98,
compuesta inicialmente por Azorín, Pío Baroja y Ramiro de Maeztu.
RESUMEN
Este poema nos presenta un “yo” poético que observa a un olmo que considera viejo y
podrido. Su visión establece un paralelismo entre la decrepitud del árbol y la precaria
salud de su esposa Leonor en la que, a pesar de estar muy enferma, él ve atisbos de
recuperación. Aún con ello, su piel refleja la decadencia de su cuerpo y su alma va
perdiendo la vida. Otro tipo de seres van ocupando su espacio, aquellos que indican
podredumbre. El tronco del olmo, probablemente, sufrirá varias transformaciones, todas
inertes, pero el “yo” poético opta quedarse con el recuerdo de su esposa en vida, pues
sabe que solo un milagro podrá salvarla.
TEMA
El tema del texto es la esperanza de Antonio Machado por la recuperación de la salud
de su esposa con la llegada de la primavera. Se consuela ante la angustia de la muerte
pensando que tardará en llegar, aunque todo indica que está cerca.
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A un nivel más profundo, el tema entronca con la vida humana, la juventud, la madurez
y el inevitable paso del tiempo. De esta manera, la decadencia del olmo puede ser
también la decadencia de España, la pérdida de valores y la inacción del hombre español
que tanto preocupaban a los escritores del 98.
ESTRUCTURA
Atendiendo a la estructura externa, cabría considerar que el Machado de Campos de
Castilla ya había abandonado el camino del Modernismo huyendo del retoricismo. Por
tanto, este poema comienza su andadura hacia una poesía menos sujeta a las formas
métricas.
El resto del poema es una silva compuesta por 16 versos con rima consonante (a
excepción del verso 24, que está suelto) y se distribuye como sigue: 11H, 11H, 11I, 11J,
11I, 11J, 7k, 11K, 11L, 11-, 7l, 11M, 11N, 7m, 11N, 11M.
Sin duda alguna, el texto pertenece al ámbito literario y al género lírico tanto por su
intención estética como por el predominio de la función poética, apreciable en el uso
especial y elaborado del lenguaje que está plagado de recursos literarios. El poema,
escrito en verso, expresa los sentimientos y emociones del “yo” poético; de ahí que
también destaque la función expresiva, evidente en los verbos y pronombres de primera
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persona que aparecen desde el inicio de la composición (“quiero anotar en mi cartera
(…)”) así como en la exclamación de los versos 5 y 6. A su vez, la función apelativa está
presente cuando el “yo” poético dirige la voz al olmo para hacerle partícipe de la
indulgencia que la naturaleza ha tenido con él, regalándole la ilusión y esperanza que lo
empujan a pensar que su esposa puede salvarse. Para ello, hace uso de la segunda
persona del singular (“te derribe”, “ardas” (…)”) así como del vocativo “olmo”.
El ritmo del poema se obtiene a través de varios procedimientos como la pausa final de
verso, el acento en la penúltima sílaba de cada verso y la combinación de versos
heptasílabos y endecasílabos. Asimismo, se consigue gracias a la rima consonante y
alternante, y el uso de figuras literarias.
LENGUAJE LITERARIO
La estrofa inicial comienza con una metáfora: el “olmo” refiere a la enferma Leonor. Hay
también un hipérbaton en el tercer y cuarto verso donde se altera el orden lógico de la
oración. A su vez, la antítesis “olmo podrido” / “hojas verdes” (también epíteto) abre
una puerta a la esperanza del poeta. La personificación se muestra en “los álamos
cantores” del verso 9, donde se atribuye al árbol cualidades humanas o incluso
atribuidas normalmente a las aves.
En los dos tercetos del soneto identificamos la perífrasis verbal durativa “van trepando”
y el verbo “urden” que evidencian que, a pesar de la esperanza que parece buscar el
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poeta en la gracia de la rama verdecida del árbol, siente que la muerte del olmo, y por
tanto de Leonor, es inminente y lenta. Se produce un proceso de interiorización para
descubrir que la podredumbre del árbol no es solo exterior sino también interior (quizá
en consonancia con el estado de los pulmones de su esposa Leonor).
La silva siguiente es el anticipo del destino final del olmo que el poeta presenta con tres
posibilidades dispuestas de manera gradual (clímax). Su disposición evoca el caos y la
desesperación que siente Machado ante la posibilidad de que la materia viva se
transforme en inerte. En este punto encontramos paralelismo en los versos 15, 19, 22 y
24 con la locución adverbial “antes que”, mencionada incluso de manera anafórica en
cuatro ocasiones, evidenciando así la importancia que para el “yo” poético tiene el
tiempo inexorable que se lleva la vida de los seres queridos.
Encontramos, por tanto, el tópico tempus fugit (si el tiempo vuela, aprovechemos la
ocasión). En primer lugar, será el leñador y el carpintero quienes dirijan los designios del
olmo. Mediante el campo semántico dispuesto en estructuras bimembres: “melena de
campana”, “lanza de carro” o “yugo de carreta” se hace referencia a los posibles destinos
nobles del vegetal. La aliteración de fonemas vibrantes producidos por la letra “r”
reproducen el sonido de aquellos instrumentos objeto de la metamorfosis del árbol
(campana, carro y carreta). Puede que el destino del árbol sea algo menos noble como
“calentar un humilde hogar”, pero el poeta traslada de nuevo el adjetivo “rojo” al
principio de la secuencia (hipérbaton) acentuando el doloroso destino que le espera. A
su vez, los elementos naturales, que representan una fuerza arrolladora, dirigirán otros
destinos del olmo. Los verbos que rematan el poema, además de poseer una enorme
carga onomatopéyica (“descuaje”, “tronche”), simbolizan el final violento del vegetal
objeto de este poema de Antonio Machado.
Así pues, en el poema se ha producido una identificación entre el olmo y el corazón del
poeta, gracias al valor que el adverbio adquiere en el poema y la gran carga simbólica
que aporta (“no”, “antes”). En general, en el poema cabría destacar la abundancia de
sustantivos concretos que recuerdan en todo momento que nos encontramos ante
elementos reales y tangibles (algunos propios del paisaje). En algunos casos se organizan
en pequeñas enumeraciones bimembres (versos 10 al 25) o trimembres (versos 17 y 18)
para dar más exactitud. Los adjetivos posesivos (versos 2, 13, 14, 16, 26, 27, 28), con su
fuerza deíctica, refuerzan la relación entre sujeto y objeto del poema y el diálogo entre
ambos, dando más realismo a la sensación que se transmite. A ello contribuyen también
los abundantes pronombres personales de 1ª, 2ª o 3ª persona. Los adjetivos
calificativos especificativos (“blanquecina”, “carcomido”) son abundantes, definiendo
claramente el significado del sustantivo al que acompañan. También son abundantes los
verbos que contribuyen a dar vida al objeto descrito con tiempo en pretérito perfecto
compuesto, presente y futuro de indicativo en los primeros 14 versos; están en claro
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contraste temporal con una esperanza futura (“será”), contraria a un presente decadente
remarcado por la perífrasis verbal durativa (“va trepando”). El subjuntivo aparece a
partir del verso 15, que remite al terreno de lo posible frente a lo real que marcan los
dos últimos versos en presente actual. La sintaxis es sencilla con oraciones simples,
coordinadas copulativas y yuxtapuestas, estas últimas adverbiales temporales que
presentan paralelismo (versos 15 al 25), lo que enfatiza la expresión a la vez que facilita
su comprensión.
CONCLUSIÓN
En conclusión, A un olmo seco es uno de los poemas más completos de Campos de
Castilla, donde pensamiento y descripción se articulan en una unidad perfectamente
lograda. Tal unidad otorga identidad propia al olmo del Duero, que no se perderá en el
dolor del poeta cuando Leonor fallezca. En el poema Recuerdos, escrito por Machado
lejos de Soria, existe una referencia directa y concreta a nuestro olmo: “¿Dará sus verdes
hojas el olmo aquel del Duero?”, preguntándose nostálgicamente si los brotes de vida
que asomaban en el tronco del árbol, y que le regalaron atisbos de esperanza, lograron
eludir la inminente muerte que le arrebató a su esposa.
Cuando llegamos a la estrofa que podemos denominar silva, Antonio Machado traslada
una sensación de caos y desesperación gracias a la disposición desordenada de la rima y
el contenido de la estrofa. Es como si pasara del orden al descontrol para expresar todos
los pensamientos negativos que lo inundan al hablar de cómo el olmo vivo se
transformará en materia inerte, así como la vida de Leonor se apagará pronto.
Creo que todos nos podemos sentir como Machado frente al olmo. Ese hastío y soledad
que él siente, esa impotencia por no poder salvar a su amada, son sentimientos humanos
y arrolladores que reflejan la devastación de nuestra vida en un momento determinado.
Perder a un ser amado es de las cosas más doloras de la existencia humana y la
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desolación que deja la pérdida es un camino largo de superar a pesar de que, al fin y al
cabo, la muerte forma parte de la vida.
Hoy día, en un mundo donde se busca el éxito a toda costa, propulsado sobre todo por
las redes sociales, tendemos a quedarnos en la superficialidad. Esto, a la larga, nos acaba
frustrando ya sea porque nuestra vida no es como pensábamos que sería o porque nos
comparamos con otros que parecen haber alcanzado sus sueños. En momentos como
esos, nuestra primavera han de ser nuestros apoyos más importantes: la familia, los
amigos y la gente que nos quiere bien. Estas son las claves para que nuestro ánimo se
mantenga en pie, por muy mal que lo estemos pasando o a pesar de cualquier desgracia
que nos haya ocurrido. Como dice la psicóloga general sanitaria Alejandra Julio Berrio,
“la vida es lo que se refleja en tu pantalla mientras tú miras lo que está dentro”.
La clave también está en cuidar de nuestra salud mental buscando ayuda profesional,
rompiendo así con los estigmas existentes de que acudir al psicólogo o al psiquiatra son
situaciones extremas para personas con enfermedades mentales graves. No tiene por
qué. Si pasamos por un mal momento en el que nos sentimos solos y desamparados, o
bien sufrimos la muerte de un ser querido cercano y caemos en depresión, podemos (y
debemos) buscar ayuda también en un profesional que nos ayude a tomar conciencia de
lo que nos ocurre y a verlo de manera más objetiva. En este sentido, es necesario que
los poderes públicos promuevan la cobertura universal de la atención a la salud mental,
tal como indica la ONU en su Plan de Acción Integral de la Salud Mental 2013-2030.
Actualmente, la sociedad nos exige vivir al límite en todo momento, con múltiples
estímulos sociales de pocos segundos y sin apenas tener tiempo de valorar quiénes
somos o lo que tenemos. Cuando nos sintamos vacíos y, como el olmo de Machado,
carcomidos por el paso del tiempo y rotos por el dolor de la experiencia, debemos
recordar que lo simple y el amor de los nuestros es lo verdaderamente importante, lo
que nos salvará de todo momento oscuro.
En definitiva, mientras los olmos esperan la primavera en busca de esos rayos de luz que
les permitan esconder su putrefacción y que hagan crecer nuevas hojas, nosotros, en
estos momentos de soledad y vacío, debemos buscar la claridad en medio de la
oscuridad. Para ello, tenemos el apoyo de quien nos quiere, la ayuda profesional y todo
lo que nos hace bien (por pequeño que sea) para mantenernos en pie, igual que el olmo,
y para seguir adelante llenando nuestra vida del canto de los ruiseñores. Porque nuestra
felicidad, de principio a fin, depende solamente de nosotros.