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La felicidad no es lo mismo que la alegría y depende más del ser que del tener. La felicidad es una actitud consciente y decisión de vivir con sentido y propósito más allá de uno mismo. Los grandes pensadores entendieron que la felicidad proviene de vivir con significado y entregarse a los demás, no de vivir según los estándares de éxito del mercado. Personas que enfrentan sufrimiento con determinación y encuentran sentido a su existencia son más felices.
La felicidad no es lo mismo que la alegría y depende más del ser que del tener. La felicidad es una actitud consciente y decisión de vivir con sentido y propósito más allá de uno mismo. Los grandes pensadores entendieron que la felicidad proviene de vivir con significado y entregarse a los demás, no de vivir según los estándares de éxito del mercado. Personas que enfrentan sufrimiento con determinación y encuentran sentido a su existencia son más felices.
La felicidad no es lo mismo que la alegría y depende más del ser que del tener. La felicidad es una actitud consciente y decisión de vivir con sentido y propósito más allá de uno mismo. Los grandes pensadores entendieron que la felicidad proviene de vivir con significado y entregarse a los demás, no de vivir según los estándares de éxito del mercado. Personas que enfrentan sufrimiento con determinación y encuentran sentido a su existencia son más felices.
La felicidad en la espiritualidad cristiana se define como la realización plena del ser y
Dios es la propia felicidad, por eso la felicidad no depende del tener, sino del ser. La felicidad no es un “sentimiento”, ni un cuadro médico del perfecto equilibrio de las hormonas o de los neurotransmisores, sino que es una actitud consciente, es una decisión consciente de la vida, es la postura de quien reconoce con realismo, serenidad y madurez que está en proceso continuo de “realizarse”. La persona que es feliz en su espíritu y en su consciencia se mantiene serena, estable: ésta enfrenta con determinación y fuerza los “sabotajes” del humor y los sentimientos. Estas personas son más felices, son personas entregadas a una causa o a otras personas, son personas que incluso en situaciones de gran sufrimiento, pueden sobreponerse y encontrarle sentido a su existencia. La felicidad es la consecuencia de una vida con sentido, de una vida orientada más allá de uno mismo. Por esta razón, quienes no viven por vivir, sino que toman las riendas de su vida, son personas que viven con sentido y son realmente felices. Por otra parte, los grandes pensadores de la antigüedad y las grandes tradiciones religiosas, como Aristóteles, Epicuro, Séneca y Víctor Frankl, siempre entendieron que la felicidad no depende del tener, sino del ser. Por ejemplo, Víctor Frankl, fundador de la Logoterapia y sobreviviente de campos de concentración nazis, ha sido uno de los más destacados pensadores sobre el sentido de la vida en el siglo XX, y él está convencido de que el ser humano siempre es libre de hacerse a sí mismo y que cada situación en la vida, por más dura y difícil que sea, es una llamada a responder desde la libertad personal, de la cual siempre somos responsables. Asimismo, cree que el ser humano es capaz de desprenderse de muchas cosas que lo harán más libre interiormente y autotrascenderse, de salir de sí mismo hacia el otro, hacia valores más altos. Según Frankl, las personas que viven según los estándares de “felicidad” del mercado y de la cultura orientada hacia el éxito, muchas veces sienten que la vida no tiene sentido y el vacío existencial los aplasta hasta sentir que la vida es absurda. Solo quienes tienen una razón para vivir, un sentido por el cual dar todo de sí, alcanzan la felicidad, asimismo esto tiene que ver con el amor, con vivir para otros, con entregarse y no tanto con pensar en pasarlo bien.