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Una de las características del ejército medieval es que carece de infraestructura logística,
no dispone de una infraestructura que le aporte víveres o armamento, pues esta
infraestructura también se ponía en marcha cuando el ejército era convocado para el
combate, por lo que dicha infraestructura era muy deficiente. La cantidad de víveres que
el ejército llevaba consigo al desplazarse a territorio enemigo era limitada debido al medio
de transporte y a que se estropeaban, por lo que vivían sobre el terreno. Era conveniente
hacer la guerra en el tiempo en el que los frutos del campo están maduros y se pueden
alimentar de ellos, y esa época es primavera y verano. En la Edad Media lo defensivo es
superior a lo ofensivo, por lo tanto, cualquier ejército que quisiera llevar a cabo un
proyecto de conquista, por ejemplo en el ámbito hispánico, implicaba desgastar los
recursos del adversario, llevando a cabo una guerra de desgaste que se iban prolongando
durante los años para ir derrotando al adversario, pues si la guerra se lleva a cabo al final
del ciclo agrícola, en primavera o en verano, se le condena al enemigo a pasar hambre
durante el año, por lo que al año siguiente será más débil. La guerra de desgaste tiene dos
objetivos: debilitar al enemigo y enriquecerte a costa del adversario. Destruyes lo ajeno
y fortaleces lo propio. Es la operación medieval militar más cotidiana, la guerra de
desgaste. La incursión podía estar formada por un grupo pequeño de combatientes
(ejemplo de milicia de ciudad, 5/10 vecinos). El cautiverio también es un negocio en el
contexto fronterizo. Otro ejemplo son los caballeros de Ávila que llegan hasta el Valle de
Guadalquivir. Las expediciones de mayor número sí implicaban infraestructura porque
van a extenderse en el tiempo, porque la cantidad de botín recaudado es grande. Caso de
Giraldo. Guerra en la PI de control del territorio, es decir, de conquista. Para tomar una
fortificación había que realizar un asedio, pero previo al asedio eran necesarias una serie
de campañas de destrucción, pero no de un mes antes, sino de años antes, por ejemplo,
Toledo fue asediada desde 1082 y fue tomada en 1085, pero no eran ataques continuos a
la ciudad, sino operaciones de desgaste. En Jaén, conquistada por Fernando III en 1246,
el asedio duró 6 meses, pero las operaciones contra su entono se habían iniciado 20 años
antes, guerra sistemática en la que se quiebran sus recursos no solo económicos sino
también morales. Otro ejemplo puede ser el asedio del Cid a Valencia. Guerra de desgaste
íntimamente asociada a la guerra de asedio, siendo su primera fase de la guerra de asedio.
El mundo medieval es un espacio encastillado. Una comunidad que en un momento se
siente amenazada construye una muralla. En este tipo de espacio, el ejército que quiera
tomarlo tiene que apoderarse de los puntos fuertes, porque el punto fuerte no sólo es una
fortaleza, sino que también es un polo de colonización agraria, un centro económico
porque ahí tiene la sede el mercado, un centro político porque ahí radica la autoridad local
jurisdiccional, un centro administrativo… es decir, es un centro del que depende la vida
del entorno que controla el castillo, por lo que si un ejército quiere adentrarse en el terreno,
necesita ir tomando las fortalezas. La guerra de conquista deriva de esta manera en una
guerra de posiciones, porque el éxito o el fracaso puede depender de la toma de una
determinada fortaleza. Hay varias maneras, operaciones simples como asaltos por
sorpresa de noche o aprovechando el mal tiempo, requiere muy pocos medios, tiempo y
hombres, la conquista es inmediata, son factibles ante una pequeña fortaleza y guarnición,
pero no sirve en el caso de las grandes ciudades, y tenemos el ejemplo de Córdoba, donde
el comando solo consiguió controlar una parte de la muralla. Refiriendo exclusivamente
al mundo hispánico, los grandes centros administrativos en Al-Ándalus eran las ciudades,
pero para tomarlas no servía el asalto por sorpresa, sino otro tipo de operaciones, como
asaltar una muralla a viva fuerza sin contar con el elemento sorpresa, donde se plantan
unos campamentos delante de una fortaleza y se intenta destruir la fortaleza, pero su
problemática es enorme, debido al tamaño de las murallas y que arriba va a haber alguien
esperando. Los asaltos a viva fuerza, por tanto, tenían un coste en vidas humanas
extraordinario, y no estaba garantizado el éxito de ninguna manera. Muchas veces la
utilización de máquinas de asedio tiene más efecto psicológico que real, puesto que su
tecnología es muy deficiente. La otra posibilidad es el bloqueo, que significa aislarla
físicamente, que implica acampar en sus alrededores y no dejar salir ni entrar a nadie, lo
cual obliga a los que están dentro de la fortaleza a vivir de los recursos que tengan
almacenados, que necesariamente son limitados, lo cual en el momento en el que aparece
el hambre, a no ser que tengan la esperanza de recibir ayuda del exterior, se ven obligados
a firmar un convenio en las mejores condiciones posibles, en el que como mínimo se
respete su vida, en ocasiones implicaba abandonar el lugar donde vivían, y en otras
ocasiones incluso respetaban sus posesiones. Los cronistas le prestan más atención a las
batallas campales que a cualquier otro tipo de operación militar. Se llegaba a una batalla
sin haberlo previsto. En época medieval que dos ejércitos se pongan de acuerdo para el
lugar, sitio y consecuencias en una batalla campal es rarísimo. Normalmente la batalla es
una operación sobrevenida. Por ejemplo, después de una cabalgada, cuando el ejército
invasor vuelve a su lugar de origen con el botín, puede ser interceptado por el ejército de
la zona para o bien quitarle el botín o bien para que finalice el asedio. El fin de la batalla
no sería destruir la fuerza del ejército enemigo, sino poner fin a la destrucción o recuperar
el botín. Otro caso lo vemos en los asedios, pues a lo mejor la fortaleza asediada pide
socorro del exterior, y el ejército salvador necesita presentar batalla al ejército asediador
para ponerle fin al asedio. El objetivo de nuevo no es destruir al ejército enemigo, sino
ponerle fin al asedio. La mayoría de las batallas son choques fortuitos, no buscados. La
Batalla de las Navas de Tolosa es de los pocos ejemplos en los que una campaña se
organiza para una batalla campal por parte de Alfonso VIII. Los dirigentes medievales
tenían a su disposición escritos militares de autores clásicos, uno de los consejos básicos
de Vegecio es no combatir en campo abierto a no ser que estuvieras en superioridad de
condiciones. Las batallas campales se eludían y se evitaban muchas veces, y tenían una
repercusión política directa, por la muerte de nobles e incluso de reyes. Ejemplo, la
victoria de Husting produce un cambio dinástico. El hecho de ser conocedores de los
riesgos hacía que los monarcas evitaran este tipo de enfrentamientos, puesto que un
dirigente podía asumir un gran riesgo para que luego los beneficios fueran nulos.
Ejemplo: 1086, batalla de Sagrajas. Preparación que consiste en elegir el terreno, pues si
no es propicio, se puede eludir, o puede darse una situación en la que tengas a las tropas
del enemigo enfrente y no puedas huir. Depende de la constitución de cada ejército,
depende del rival, de la táctica utilizada, pero existe una forma de comportamiento
generalizado que consiste en organizar distintos cuerpos (vanguardia, cuerpo central y
retaguardia), la operación predominante era la carga de caballería pesada. Movimientos
tácticos habituales en el ejército musulmán: contaban con caballería ligera que tenía un
papel muy importante, que lanzaba flechas contra el ejército enemigo, una de las tácticas
que utilizaban los musulmanes con la caballería ligera era la envolvente, utilizada en
Sagrajas y Alarcos, pero era necesario un terreno muy ancho. En las Navas el terreno no
favorecía inicialmente a los cristianos, pues tienen que luchar cuesta arriba, pero el terreno
es estrecho, por lo que el ejército almohade no pudo poner en práctica las tácticas de
caballería ligera. La suerte tenía mucho que ver en el desenlace de la batalla, pues a pesar
de haber hecho todos los cálculos, podía aparecer un elemento que no se barajaba. No
tenemos registros que nos permitan cuantificar el número de hombres que participan en
una batalla, y por lo tanto no existen cálculos sobre el número de muertes. Las fuentes de
la época exageran el número de muertes. El mayor número de muertes no tiene lugar
durante el choque, sino durante la persecución. El número de bajas tanto de los que ganan
como de los que pierden debería de ser muy elevado. Los duelos sí eran relativamente
habituales. Pero un rey no luchaba con otro rey en un escenario delimitado para evitar un
enfrentamiento campal entre sus ejércitos.