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El origen de la palabra y de por qué le pusieron así se atribuye a la cruz de tela usada como

insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte de esta empresa de reconquista de Tierra
Santa.[3]

Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto de 1284,
citado por Du Cange, s.v. crux), croisement (Joinville), croiserie (Monstrelet), etc. Desde la
Edad Media, el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras
emprendidas en cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles, p. ej. contra musulmanes,
paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión.[4]

Las guerras que desde el siglo VIII mantuvieron los reinos cristianos del norte de la península
ibérica contra el musulmán Califato de Córdoba, y que la historiografía conoce como
Reconquista, continuaron de forma igualmente discontinua desde el siglo XI contra los reinos
de taifas, los almorávides y los almohades. En algunas ocasiones, el papa les otorgó la
calificación de «cruzada», como sucedió con la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) o con el
episodio final de la Reconquista, la guerra de Granada (1482-1492). En el norte de Europa se
organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos. El exterminio de la herejía albigense se
debió a una cruzada y, en el siglo XIII, los papas predicaron cruzadas contra Juan Sin Tierra y
Federico II Hohenstaufen.

Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las guerras de carácter
religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra los persas en el siglo VII y la
conquista de Sajonia por Carlomagno. Nuevamente resonó dicho término durante la primera
mitad del siglo XX, utilizado por las potencias del Eje o de su círculo de influencia: la guerra civil
española o la invasión alemana de la URSS, recibieron tal calificativo por parte de la
propaganda oficial.

Sin embargo, utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada corresponde a una
concepción política que se dio solo en la cristiandad desde el siglo XI al XV. Suponía una unión
de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se
anunciaron mediante la predicación. Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero
recibía una cruz de las manos del papa o de su legado, y era desde ese momento considerado
como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y
privilegios temporales, tales como la exención de la jurisdicción civil o la inviolabilidad de las
personas y propiedades. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la cristiandad, las
más importantes fueron las cruzadas orientales, que son las tratadas en este artículo.

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