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El documento resume las ideas de Leibniz sobre la distinción entre las acciones divinas y las acciones humanas. Leibniz argumenta que, aunque los seres humanos son parte del diseño divino, aún son libres porque cada persona es una "sustancia individual" definida por su esencia única, la cual contiene todos los eventos pasados, presentes y futuros de esa persona. Leibniz también propone que las acciones humanas están guiadas por el entendimiento y la voluntad, mientras que las acciones divinas se rigen por principios como la verdad y la
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Título original
DIA 12 - Leibniz - Notas de Clase - Ampliacion del 3-6-21
El documento resume las ideas de Leibniz sobre la distinción entre las acciones divinas y las acciones humanas. Leibniz argumenta que, aunque los seres humanos son parte del diseño divino, aún son libres porque cada persona es una "sustancia individual" definida por su esencia única, la cual contiene todos los eventos pasados, presentes y futuros de esa persona. Leibniz también propone que las acciones humanas están guiadas por el entendimiento y la voluntad, mientras que las acciones divinas se rigen por principios como la verdad y la
El documento resume las ideas de Leibniz sobre la distinción entre las acciones divinas y las acciones humanas. Leibniz argumenta que, aunque los seres humanos son parte del diseño divino, aún son libres porque cada persona es una "sustancia individual" definida por su esencia única, la cual contiene todos los eventos pasados, presentes y futuros de esa persona. Leibniz también propone que las acciones humanas están guiadas por el entendimiento y la voluntad, mientras que las acciones divinas se rigen por principios como la verdad y la
DIA 12– Leibniz - Notas de Clase – Mas detalles acerca del tema – Ampliación y actualización
del jueves 3/6/2021
La motivación del Discurso de Metafísica de Leibniz y la insistencia de los críticos.
Durante sus estudios en Paris (1672-1676) en matemáticas que lo condujeron al desarrollo del Cálculo, en arte y ciencia, Leibniz también se involucró activamente en los debates filosóficos de su tiempo, como lo vemos en sus sostenidos intercambios con Arnauld y otros representantes del cartesianismo, pero también en sus confrontaciones con Hobbes y su marcado voluntarismo. Primero, hay que destacar que Leibniz ya pertenece a una segunda generación de pensadores modernos. Tanto Descartes como Hobbes habían dejado de existir. El nacimiento de Leibniz coincide casi exactamente con la temprana muerte de Descartes. Desde sus comienzos, un muy joven Leibniz estudia y profundiza los textos clásicos - siendo hijo de un profesor de Filosofía Moral en Leipzig crece en un medio rodeado de libros de fácil acceso desde su infancia. Y apoyado en su creciente cultura renacentista y clásica, desde muy temprano presenta una fuerte crítica contra los primeros Modernos de las generaciones inmediatamente anteriores como Descartes, Hobbes y otros. A pesar de su apego a la cultura clásica, se transformará en uno de los grandes innovadores modernos cuyos aportes se extienden hasta nuestros días en una diversidad de ámbitos. En primer lugar, Leibniz considera un grave error de los primeros modernos pretender arrojar todo el caudal intelectual de la tradición clásica intentando “empezar de cero” con una perspectiva radicalmente innovadora. Tomemos como ejemplo su repudio a las críticas de los modernos contra las principales nociones ofrecidas en el marco conceptual aristotélico. En este sentido, su punto de vista era que, en cada tradición del pensamiento humano había contenidos y “granos de verdad” rescatables cuya reconsideración puede enriquecer nuestra propia perspectiva. Es así que, en el marco del Discurso de Metafísica, Leibniz propone recuperar algunas de las nociones tradicionales – como “forma sustancial”, “esencia”, “sustancia individual” y otras - reelaborándolas en un marco contemporáneo a sus propios estudios. Como podemos ver, esta estrategia de Leibniz entra en escena cuando le presenta su concepción metafísica de la sustancia individual al cartesiano Arnauld, quien lo enfrenta con fuertes críticas y cuestionamientos a su postura. Como buen moderno, Arnault rechaza el recurso a nociones tradicionales, pero la principal objeción de Arnauld es que la visión metafísica de Leibniz sugiere un “peligroso” parentesco con la concepción panteísta de Spinoza, y que por sus tintes fuertemente panteístas termina en conflicto con la idea de la libertad humana, puesto que presenta las acciones humanas en el universo como parte de la “emanación” divina, una teoría que Leibniz, por su parte, había relacionado en su juventud con la influencia de Plotino. Desde esa mirada crítica, el texto del Discurso de Metafísica se leyó como una confirmación de aquellas temidas ideas asociadas con Espinoza. Leibniz, sin embargo, se dispone a elaborar un sutil análisis, a fin de responder a tales críticas que apuntaban sobre todo a la aparente dificultad para distinguir claramente entre las acciones humanas con sus contingencias, y las acciones divinas. Con ese objetivo, se propone desarrollar un enfoque que le permita distinguir entre las acciones humanas y las acciones divinas, sin disolver su parentesco con el Creador, pero dejando espacio para una concepción de la persona humana que permita afirmar su propia responsabilidad en sus decisiones fundamentales en el aquí y ahora, en tanto ser dotado de libre albedrio.
La importancia de distinguir entre las acciones divinas y las acciones humanas
El problema de la libertad humana y la resolución propuesta por Leibniz - En la selección propuesta para la lectura del Discurso nos concentraremos como ya se dijo, en el modo y las herramientas conceptuales con que Leibniz plantea el problema de la libertad de las acciones humanas. Podemos comenzar el planteo con la pregunta central: ¿en qué sentido se podría argumentar, según Leibniz, que los seres humanos son realmente libres, aun siendo parte del designio divino, esto es, siendo parte del plan que constituye la matriz del orden creado que se concibe no como azaroso, sino como parte de un “designio” previsto? Pasamos a sintetizar brevemente la estrategia y los recursos argumentativos de Leibniz: - Vimos que al igual que Descartes, Leibniz explica tanto la acción divina como la acción humana recurriendo a la interacción entre dos facultades, entendimiento y voluntad, sosteniendo que el intelecto/entendimiento guía la voluntad en la consecución de sus acciones. En el caso humano, y dada su finitud, el rol del intelecto es fundamental en tanto debe acotar la posibilidad de acción en cuanto al libre albedrío, mientras que en el caso del agente supremo sus actos se rigen por los principios de la verdad, la justicia, y harmonía, esto es, el entendimiento guía la acción en un sentido normativo, una pauta que es rechazada categóricamente por el voluntarismo de Hobbes quien sostiene que el poder absoluto del agente divino está al mando de toda acción sin más, sin dejar espacio para una valoración o justificación moral de la acción en su esquema conceptual. A fin de distinguir entre las acciones divinas y las humanas, Leibniz recurre a su concepción monadológica de la persona humana como “sustancia individual”, una concepción que formula en su texto De la Monadología (1714); destaca que para aquellos que creen que Dios “lo hace todo” resulta muy difícil diferenciar entre las acciones humanas y las acciones divinas. (p. 64) Bajo la fórmula “los que creen que Dios lo hace todo” caerían tanto los defensores del voluntarismo que defienden el modelo mecanicista del universo siguiendo a Hobbes, como los “espiritualistas” quienes, inspirados en concepciones panteístas del universo, son seguidores de Spinoza. Ya vimos que, desde muy joven, Leibniz toma distancia del atomismo de la materia planteado por Hobbes por imponer una fuerte imagen metafísica mecanicista. La postura de Leibniz es clara: si nuestro objetivo es explicar la persona humana y sus valores fundamentales como la libertad, junto al amor por la verdad, la justicia y la belleza, entonces, no hay lugar para las leyes mecánicas en metafísica. Leibniz valora el aporte de la investigación en torno a la causalidad eficiente de los fenómenos naturales, pero ellos pertenecen a la filosofía natural y no entran en consideración en el ámbito de la metafísica. Es a partir de su crítica del materialismo metafísico de Hobbes que el joven Leibniz comienza a concebir una metafísica cuyos elementos últimos no son átomos o corpúsculos de la materia sino unidades monadológicas puramente espirituales que describe como “centros de energía vitales”. En el Discurso se describen como “sustancias individuales” cuyo paradigma es la persona humana. Pero hay que notar aquí que, en su visión de las monadas, Leibniz recurre a otra noción clásica aristotélica que es la de “ousia” que se corresponde con su idea de la monada. Por otra parte, emplea la noción tradicional de sustancia como “substratum” en su descripción de la sustancia individual cuando habla de la estructura S es P, lo cual dificulta la lectura ya que se superponen diversos planos conceptuales en ese contexto. A fin de despejar dudas, enviaremos una sección aclarando estos aspectos. Los parágrafos 8-9 y 13 pasan a desarrollar la propuesta de Leibniz, sin embargo, no lograron convencer a los críticos. A pesar de ello, sus argumentos no dejan de estar cargados de sutilezas, y ofrecen el marco de referencia para desplegar algunas de sus ideas menos conocidas como el perspectivismo acerca de la cultura humana, con su diversidad de modos de representación como “modos de expresión” a los que tienden los seres en sus búsquedas, el interés y valor histórico del conocimiento que las personas desarrollan a lo largo del tiempo - el patrimonio intangible de la historia. Como ya mencionamos, de interés filosófico es un aspecto a destacar en el par. 8 y es el hecho que Leibniz retoma y reelabora la cuestionada noción de “forma sustancial” o “esencia” de la tradición aristotélica en su intento de caracterizar al individuo a partir de la noción de “forma sustancial”. Cada ser, cada persona es caracterizada desde el punto de vista metafísico como “sustancia individual” que constituye su esencia en tanto contiene todas las cualidades definitorias del ser; que se entiende conceptualmente como el conjunto de todo aquello que la define en su naturaleza o “inesse” en la terminología tradicional. Esa “noción” /concepto que caracteriza a la persona, encierra todo lo que le sucedió en el pasado, lo que le sucede en el presente y todos los sucesos futuros que son para Leibniz “contingentes”, si bien forman parte del designio divino. Todos esos sucesos pasados, presentes o futuros son contingentes en tanto, tales eventos, por no ser necesarios podrían haber sido distintos. Leibniz ofrece ejemplos de figuras históricas a fin de ilustrar su punto de vista. Tomemos el caso histórico de Alejandro Magno, más allá de lo que nosotros podamos conocer acerca de él, por experiencia, es decir, a través de los registros de la historia, Alejandro Magno se caracteriza por su noción individual que contiene el fundamento y la razón de todo lo que se podría predicar de el con verdad (p. 83) y considerando “la conexión de las cosas”, podemos decir según Leibniz, que hay huellas en (el alma de) Alejandro de todo lo que le ha sucedido y señales de lo que le acontecerá, incluso huellas de todo lo que acontece en el universo, una información a la cual solo tiene acceso a priori el autor del designo del universo. - Finalmente llegamos a la idea central de la visión filosófica de Leibniz - cada ser es de algún modo un reflejo del universo y un espejo del agente divino. El agente divino se caracteriza por su omnisciencia que el autor expresa recurriendo a la metáfora de una “percepción infinita”. Como cada ser/sustancia individual expresa si bien confusamente todo lo que sucede en el universo – pasado, presente y futuro – en ese sentido se sugiere una cierta analogía con la percepción infinita del hacedor. - En el par. 13 arribamos a la resolución del problema de la libertad propuesta por Leibniz que nos ofrece la respuesta a la pregunta acerca de la libertad de la persona, aun si cada uno de sus actos parece estar registrado virtual e inexorablemente como parte del designio. A fin de responder la pregunta planteada, Leibniz introduce una distinción sutil entre acontecimientos “seguros” vs la existencia de necesidad. Afirmar que un hecho sea “seguro” en el orden de los sucesos, no significa afirmar que ese hecho es necesario en el sentido apodíctico en que lo son las verdades matemáticas, por ejemplo, que se caracterizan por el hecho que su negación es imposible sin contradicción. Un hecho “seguro” es un evento que según Leibniz esta previsto en el plan divino, pero no es necesario ya que su negación no encierra contradicción alguna y es lógicamente una posibilidad a considerar. Es decir, es concebible que nuestras decisiones pudieron haber sido distintas a las que de hecho hemos tomado en nuestras vidas, y eso es así porque su posibilidad no encierra contradicción. Sin embargo, la acción actual que se ha tomado, en un caso puntual, por ejemplo, era “segura” en el sentido que “estaba prevista”. Se plantea aquí otro tema que retomaremos en el próximo envío: la distinción entre “verdades de razón” y “verdades de hecho” - verdades necesarias y verdades contingentes - que aparece ya como una distinción lógico-matemática reafirmada por el mismo Leibniz en consonancia con la tradición clásica y durante el siglo 17 es asociada con la distinción entre “certeza apodíctica” vs “certeza moral”. Es de notar que el mismo Hume en sus Investigaciones reintroduce esa distinción, a fin de despejar el terreno y acotar su discusión al caso de las verdades de hecho, mientras que en su Tratado juvenil había tratado sin éxito de cuestionar radicalmente la distinción en cuestión.