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Tal parece que este libro representó una gran inquietud, no solo para Octavio Paz
sino para los lectores mexicanos, puesto que en las siguientes ediciones fueron
añadidas otras secciones. En efecto, en 1969, Paz incorporó un apartado llamado
“Posdata”, que consta de las siguientes partes:
• Olimpiada y Tlatelolco
• El desarrollo y otros espejismos
• Crítica de la pirámide
El autor acude al género literario del ensayo, cuya flexibilidad permite cavilar
sobre un tema sin la pretensión de dictar cátedra ni revelar leyes universales. El
ensayo comparte un camino reflexivo que es, en cierto modo, el discurrir de la
propia conciencia. El ensayista sabe que la identidad, así como un laberinto, es
un problema a resolver. Para México, es el laberinto de la soledad, condición
última del ser mexicano.
En los primeros cuatro capítulos del libro, Octavio Paz observa y analiza los
movimientos migratorios, los símbolos, los modales y los rituales de la cultura,
todos ellos en el vértice de un proceso de transformación. Su tesis principal
versará sobre la convicción de que el ser mexicano se funda en la soledad, no
como cosa existencial, sino como imaginario colectivo, como imagen histórica.
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Así, el pachuco resulta ideal para la imagen que acompañará todo el libro: la
soledad mexicana nace del sentimiento de haber sido arrancado, dice Paz. Por
tanto, la tesis fundamental será que la historia de México es la búsqueda de esa
filiación, la búsqueda del vínculo o del origen, de cuya pérdida deriva su soledad
esencial.
Paz se pregunta: ¿qué hace diferentes a los mexicanos? ¿Qué los diferencia de los
estadounidenses? El vecino del norte le resultaba a Octavio Paz confiado en el
futuro; luchaba por sus ideales a través del perfeccionamiento del sistema y no
de la invención; partía de un optimismo que negaba la realidad, gustaba de
historias de policías y de hadas, gustaba comprender y regodearse en el humor.
Eran, al menos hasta la Segunda Guerra Mundial, crédulos.
El pudor es así una máscara que protege la intimidad. Si del hombre se espera la
reserva, de la mujer se espera el recato. El cuerpo "muestra" el ser. La relación
con el homosexualismo y el machismo en México dará otra pista: ejercerlo no es
otra cosa que "rajarse", abrirse, pero, a pesar de ello, resulta válido ser el que
"raja" al otro, el que lo "abre".
En este capítulo, Paz postula también que lo cerrado vive en México como amor a
la forma. De allí el ritualismo y de allí también la consolidación del barroco, tanto
literario como plástico, por sobre otros paradigmas estéticos.
No debe extrañar que el mexicano guste de las fiestas públicas. Estas son canales
de purificación por medio del caos, momentos excepcionales en los que la gente
puede abrirse, "rajarse". La fiesta permite la expresión, y, según Paz, expresarse
es romper con uno mismo. La fiesta permite que por un día sea exhibido aquello
que la cultura cotidiana impide. Ese es el lugar del día de muertos o de la fiesta
del grito.
Desiderio Hernández Xochitiotzin: Negociaciones entre los aztecas y los españoles, Tlaxcala.
Mural.
La Malinche aparece en medio actuando como intérprete entre ambas lenguas.
Será esta una frase usada en contra de los demás: los otros, los extranjeros, los
malos mexicanos. Si bien chingar tiene un significado diferente en cada región de
América Latina, siempre tiene una connotación violenta; siempre refiere a una
forma de agresión.
Dice Paz que la chingada es, pues, "la madre abierta, violada o burlada por la
fuerza". Es doña Malinche, amante de Cortés, por lo que sus hijos son el engendro
de la violación. Si la Malinche "se ha vendido", ha traicionado a su gente, el
mexicano no la perdona. Ha roto con su madre, ha perdido el vínculo.
Frente a la conquista y la colonización, los aztecas sienten que los dioses los han
abandonado, los han dejado en la orfandad. España, en aquellos años, no es la
España medieval cerrada, sino que está abierta a la universalidad por influencia
del renacimiento. Por eso España aplica y adapta, pero no inventa, según Octavio
Paz.
De la misma manera que España no inventa, sino que aplica y adapta, el arte
novohispano no pretenderá la originalidad. Pretenderá, sí, la universalidad.
Sor Juana Inés de la Cruz será ejemplo de ello. Pero ella también, como hija del
orden colonial impuesto en México, vivirá la doble soledad: la soledad de la mujer
y de la intelectualidad. Como es de esperarse en la cultura de la máscara, el
disimulo y el ninguneo, sor Juana acabará por guardar silencio y acatar el rol que
se le ha impuesto.
De la independencia a la revolución (capítulo 6)
La decadencia del orden colonial trae consigo una imagen de América Latina
como un futuro por realizar y no como una tradición a continuar.
Sin embargo, hallaría sus límites al llegar al gobierno. Por ello, atrapada en su
condición orgánica sin programa ideológico, acaba por adoptar un programa
liberal, asimilar un discurso socialista y sufrir las consecuencias del imperialismo.
Lo que nace por primera vez desde una autenticidad se transforma, nuevamente,
en un disfraz, en una máscara; en simulación y disimulo. La revolución quiere
regresar al origen, y esa voluntad de regreso es fruto de la soledad.
Sus primeros poemarios solían tener una gran influencia del pensamiento
marxista, pero poco a poco se transforman por la influencia de las ideas de los
surrealistas así como de otros movimientos literarios.
En 1944 recibe la beca Guggenheim, por lo que se traslada a los Estados Unidos
por espacio de un año. Al año siguiente, inicia su carrera en el Servicio Exterior de
México. Poco a poco, irá ganando mayor notoriedad como escritor, hasta
convertirse en uno de los autores más leídos del mundo hispanohablante.
Poesía
Ensayo