Está en la página 1de 3

Fernando Vallejo, La Virgen de los sicarios, 1994

Fernando, un gramático, regresa a Medellín, su ciudad natal después de 30 años de ausencia. Se enamora de Alexis, un joven sicario de las comunas populares de
Medellín, que obra en nombre de la virgen María Auxiliadora, lo cual lo lleva a vivir desde el interior las guerras urbanas del narcotráfico.

P. 28-30 Structure syntaxique de la violence : polysindète

Las comunas cuando yo nací ni existían. Ni siquiera en mi humano? Más. Y más y más y más. Y matándose por chichiguas
juventud, cuando me fui. Las encontré a mi regreso en plena matazón, siguieron: después del machete a cuchillo y después del cuchillo a bala, y Violencia

florecidas, pesando sobre la ciudad con su desgracia. Barrios y barrios de en bala están hoy cuando escribo. Las armas de fuego han proliferado y
casuchas amontonadas unas sobre otras en las laderas de las montañas, yo digo que eso es progreso, porque es mejor morir de un tiro en el
atronándose con su música, envenenándose de amor al prójimo, corazón que de un machetazo en la cabeza. ¿Tiene este problemita
Tono
compitiendo las ansias de matar con la furia reproductora. En el solución? Mi respuesta es un sí rotundo como una bala: el paredón. Otra
reaccionario
momento en que escribo el conflicto aún no se resuelve: siguen matando cosa sería buscarle la cuadratura al círculo. Una venganza trae otra y una
¿Cómo describe
y naciendo. A los doce años un niño de las comunas es como quien dice muerte otra muerte, y tras la muerte vienen los inspectores de policía
los sicarios? un viejo: le queda tan poquito de vida…Ya habrá matado a alguno y lo oficiando el levantamiento de los cadáveres. Pero digo mal, los
van a matar. Dentro de un tiempito, al paso a que van las cosas, el niño inspectores no: la nueva Constitución dispone que lo realicen en
de doce que digo reemplácenlo por uno de diez. Ésa es la gran esperanza adelanto los agentes de la Fiscalía. Y éstos, sin la experiencia secular de
de Colombia. Como no sé qué sabe usted al respecto, mis disculpas por aquéllos, copados por la avalancha de cadáveres, sin darse abasto, han
¿Dónde se sitúan lo sabido y repetido y sigamos subiendo: mientras más arriba en la eliminado el expedienteo y la ceremonia misma y se la han dejado a los
las comunas?
montaña mejor, más miseria. Uno en las comunas sube hacia el cielo gallinazos. ¿Cómo llenar, en efecto, veinte pliegos de papel sellado
pero bajando hacia los infiernos. ¿Por qué llamaron al conjunto de consignando la forma en que cayó el muñeco: si nadie vio aunque todos ??
barrios de una montaña comunas? Tal vez porque alguna calle o vieran? Para eso se necesita imaginación y los funcionarios de hoy en día
alcantarilla hicieron los fundadores por acción comunal. Sacando fuerzas no la tienen, como no sea para robar y depositar en Suiza. Acto jurídico
de pereza. Reflexión sobre las comunas. trascendental, oficio de difuntos, ceremonia de tinieblas, el
Los fundadores, ya se sabe, eran campesinos: gentecita humilde levantamiento del cadáver, ay, no se realizará más. Una institución tan
que traía del campo sus costumbres, como rezar el rosario, beber entrañable, tan colombiana, tan nuestra… Nunca más. El tiempo barre
aguardiente, robarle al vecino y matarse por chichiguas con el prójimo con todo y las costumbres. Así de cambio en cambio, paso a paso, van
en las peleas a machete. ¿Qué podía nacer de semejante esplendor perdiendo las sociedades la cohesión, la identidad, y quedan hechas unas
colchas deshilachadas de retazos.

Imagen de la sociedad.
P.76-78 Crítica a la Iglesia
Hombre vea, yo le digo, vivir en Medellín es ir uno rebotando para el Ser más monstruoso y cobarde, que mata y atropella por mano
por esta vida muerto. Yo no inventé esta realidad, es ella la que me está ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario. “No va a poder
inventando a mí. Y así vamos por sus calles los muertos vivos hablando volver a caminar -le dije a Alexis-. Si lo sacamos es para que sufra más.
de robos, de atracos, de otros muertos, fantasmas a la deriva arrastrando Hay que matarlo.”. “¿Cómo?” “Disparándole”. El perro me miraba. La
nuestras precarias existencias, nuestras inútiles vidas, sumidos en el mirada implorante de esos ojos dulce, inocentes, me acompañará
desastre. Puedo establecer, con precisión, en qué momento me convertí mientras viva, hasta el supremo instante en que la Muerte, compasiva,
en un muerto vivo. Fue un anochecer, bajo las lluvias de noviembre, decida borrármela. “Yo no soy capaz de matarlo”, me dijo Alexis.
yendo con Alexis a lo largo de una avenida del barrio Belén por cuyo “Tienes que ser”, le dije. “No soy”, repitió. Entonces le saqué el revólver
centro corría una quebrada descubierta, uno de esos arroyos de Medellín del cinto, puse el cañón contra el pecho del perro y jalé el gatillo. La
otrora cristalinos y hoy convertidos en alcantarillas que es en lo que detonación sonó sorda, amortiguada por el cuerpo del animal, cuya
acaban todos, arrastrando en sus pobres aguas la porquería de la almita limpia y pura se fue elevando, elevando rumbo al cielo de los
porquería humana. De súbito presencié la escena: un perro moribundo perros que es al que no entraré yo porque soy parte de la porquería
había ido a caer al arroyo. Hubiera querido seguir y no ver, no saber, humana. Dios no existe y si existe es la gran gonorrea. Y mientras el
pero el perro con una llamada muda, angustiada, ineludible me llamaba aguacero arreciaba enfurecido y se iba cerrando la noche entendí que la
arrastrándome hacia su muerte. Resbalando, bajo el aguacero, bajé con felicidad para mí sería en adelante un imposible, si es que acaso alguna
Alexis al caño” era uno de esos perros criollos callejeros, corrientes, que vez antaño, en mi ayer remoto, fue una realidad, escurridiza, fugitiva.
en Bogotá llaman “gozques” y en Medellín no sé como, o sí, perros “Sigue tú matando solo -le dije a Alexis-, que yo ya no quiero vivir”. Y
“chandosos”. Cuando traté con Alexis de levantarlo para sacarlo del agua me llevé el revólver al corazón. Entonces, otra vez, como meses atrás en
descubrí que el perro tenía las caderas quebradas, de suerte que aunque mi apartamento, Alexis desvió el tiro, que fue a salpicar el agua. En el
lo sacáramos no había esperanzas de salvarlo. Un carro lo había forcejeo acabamos de caer al caño hundiéndonos por completo en la
atropellado y el animal, arrastrándose, había logrado llegar a la quebrada mierda, de mierda como ya estábamos hasta el alma. Creo recordar que
pero se había quedado atrapado en sus aguas al intentar cruzarla. ¿Cómo Alexis también lloraba, conmigo, sobre el cuerpo del animalito. Al día
iba a poder salir de allí herido, destrozado, si se nos dificultaba a nosotros siguiente, en la tarde, en la Avenida La Playa, lo mataron.
sanos? Los bordes de cemento que encauzaban el arroyo le impedían
salir. ¿Cuánto llevaba allí? Diás tal vez, con sus noches, bajo las lluvias, a P. 110-111
juzgar por su deterioro extremo. ¿Habría tratado de volver acaso, herido, ¡ Qué aguaceros ! La lluvia en Medellín se puede decir que
a su casa? ¿Pero es que tendría casa? Sólo Dios sabrá, él que es culpable prácticamente nace en Manrique. En ese barrio donde hoy empiezan las
de estas infamias: Él, con mayúscula, con la mayúscula que se suele usar comunas pero donde en mi niñez terminaba la ciudad pues más allá no

Religión
Autoficción
había nada -sólo cerros y cerros y mangas y mangas donde a los niños
que se desperdigaban se los chubapa el Chupasangre- allá en Manrique
tuvo mi abuelo una casa que yo conocí, pero de la que no recuerdo nada.
O sí, una sola cosa que se me había borrado de la memoria: su piso de
baldosas rojas por las que me ponían a caminar derecho, derechito,
siguiendo la línea, la raya que separaba dos hileras de ellas para que
después, cuando creciera, continuara igual por el resto de mi vida, recto,
derecho, siempre derecho como un hombre de bien y que nunca se
torciera mi camino. ¡ Ay abuelo, abuela ! […]
La noche fue siniestra. Lloviendo el cielo alienado la noche
entera sin parar. El río Medellín se desbordó y con él sus ciento ochentas
quebradas. Las unas, las subterráneas, que habíamos metido en cintura
en atanores bajo las calles entubándolas a cosa de tanto sudor y peculado,
se abrían iracundas sus camisas de fuerza, rompían el pavimento y
¿Qué representa?
frenéticas, maniáticas, lunáticas, se salían como locas descamisadas, a ¿Cómo lo interpretan?
arrastrar carros y a hacer estragos. Las otras, sus hermanas libres -arroyos
risueños en tiempos de cordura, mansas palomas- saltaban ahora vueltas
trombas rugientes, endemoniadas, de las montañas, a volcarse sobre
nosotros, a inundarnos, a ahogarnos, a desvariarme y hacerme subir la
fiebre. Y desventrado el cielo, desbordado el río, desquiciadas las
quebradas, se empezaron a alborotar las alcantarillas, a rebosarse, a salir
a borbotones, y a subir, a subir, a subir hacia mis balcones el inmenso
mar de mierda. Conste. Lo advertí. Que íbamos a acabar en eso.

Destruction syntaxique de la phrase.

También podría gustarte