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Escuela preparatoria del estado:

“14 de septiembre”

Ensayo:

El laberinto de la sociedad

Asignatura:

Taller de redacción VI

Alumno(a):

Guadalupe clemente pablo

4ª semestre,grupo “A”

Pichucalco,Chiapas.10 de mayo del 2023


pachuco y otros extremos (capítulo 1)El

Resulta interesante que Paz sitúe su primer acercamiento a la


identidad mexicana fuera de las fronteras de México, en Los
Ángeles. Para la década de 1950, en esta ciudad existía un grupo
cultural conocido como "pachucos", bandas de jóvenes, casi siempre
mexicanos, con un deseo manifiesto de ser distintos, tanto a su
origen como a la cultura de acogida. Para paz, el pachuco pretendía
infundir miedo en busca de la autohumillación, su voluntad era la de
no ser.

Así, el pachuco resulta ideal para la imagen que acompañará todo el


libro: la soledad mexicana nace del sentimiento de haber sido
arrancado, dice Paz. Por tanto, la tesis fundamental será que la
historia de México es la búsqueda de esa filiación, la búsqueda del
vínculo o del origen, de cuya pérdida deriva su soledad esencial.

Paz se pregunta: ¿qué hace diferentes a los mexicanos? ¿Qué los


diferencia de los estadounidenses? El vecino del norte le resultaba a
Octavio Paz confiado en el futuro; luchaba por sus ideales a través
del perfeccionamiento del sistema y no de la invención; partía de un
optimismo que negaba la realidad, gustaba de historias de policías y
de hadas, gustaba comprender y regodearse en el humor. Eran, al
menos hasta la Segunda Guerra Mundial, crédulos.

Para Paz, los mexicanos contemplan el horror en su cultura, le


rinden culto a la muerte; son creyentes, pero no crédulos; no son
optimistas, pero creen en los mitos y las leyendas; contemplan y
viven la tristeza como identidad.

Máscaras mexicanas (capítulo 2)


En este capítulo, Octavio Paz reflexiona sobre las actitudes de
autodefensa, resignación e ironía mexicanas que funcionan como
máscaras que ocultan la realidad. Así, establece: el mexicano es
cerrado. En esta cultura, abrirse, mostrarse, es percibido como
debilidad y traición. Octavio Paz piensa que esto es visible en
expresiones del lenguaje como "no te rajes", una máxima mexicana.

"Rajarse" es 'abrirse', es mostrar lo que se lleva dentro, es estar al


alcance de la penetración, de la invasión, del ultraje, de la violación.
Por eso, Paz relaciona el carácter cerrado del mexicano con el
machismo reinante, ya que después de todo la mujer es, pues,
imagen de la raja que nunca se cierra. La mujer es lo abierto por
naturaleza. Abrirse es "venderse", dice Paz.

El pudor es así una máscara que protege la intimidad. Si del hombre


se espera la reserva, de la mujer se espera el recato. El cuerpo
"muestra" el ser. La relación con el homosexualismo y el machismo
en México dará otra pista: ejercerlo no es otra cosa que "rajarse",
abrirse, pero, a pesar de ello, resulta válido ser el que "raja" al otro,
el que lo "abre".

Todo son máscaras: la simulación, la disimulación propia y


disimulación del otro, el ninguneo y, finalmente, el silencio. Son
mecanismos defensivos, no ofensivos. Esa es la lucha mexicana.

En este capítulo, Paz postula también que lo cerrado vive en México


como amor a la forma. De allí el ritualismo y de allí también la
consolidación del barroco, tanto literario como plástico, por sobre
otros paradigmas estéticos.

Todos los santos, día de muertos (capítulo 3)


No debe extrañar que el mexicano guste de las fiestas públicas.
Estas son canales de purificación por medio del caos, momentos
excepcionales en los que la gente puede abrirse, "rajarse". La fiesta
permite la expresión, y, según Paz, expresarse es romper con uno
mismo. La fiesta permite que por un día sea exhibido aquello que la
cultura cotidiana impide. Ese es el lugar del día de muertos o de la
fiesta del grito.

La cultura mexicana de la fiesta es un culto a la muerte que Octavio


Paz observa como símbolo de una venganza contra la vida. Las
representaciones populares de la muerte son abordadas por el autor
como símbolos de la insignificancia de la vida humana.

Los hijos de la Malinche (capítulo 4)

El capitalismo y su relación con México es una de las preocupaciones


de Paz. Según el autor, el capitalismo representa el despojo de lo
humano al reducirlo a mera fuerza de trabajo. El capitalismo
irrumpe en la sociedad y transforma el orden y los símbolos en
utilidad y utilidades.

Si el campesino, dice Paz, representa el misterio y la tradición, el


obrero está disuelto en lo genérico de la clase, pues no es dueño ni
de sus herramientas, ni del resultado de su obra ni de sus ganancias.
El obrero cumple apenas una función en la cadena de producción.
Por lo tanto, su trabajo se deshumaniza. Cosa semejante pasa con el
técnico. La sociedad capitalista se hace eficaz, pero pierde el rumbo.

En medio de ello, el mexicano se mantiene en la lucha con sus


entidades del pasado, cuyas fuentes se encuentran en la conquista.
Será este el lugar de la expresión lingüística "¡Viva México, hijos de
la chingada!"; pero ¿quién es la Chingada?, se pregunta el autor.
Será esta una frase usada en contra de los demás: los otros, los
extranjeros, los malos mexicanos. Si bien chingar tiene un significado
diferente en cada región de América Latina, siempre tiene una
connotación violenta; siempre refiere a una forma de agresión.

Dice Paz que la chingada es, pues, "la madre abierta, violada o
burlada por la fuerza". Es doña Malinche, amante de Cortés, por lo
que sus hijos son el engendro de la violación. Si la Malinche "se ha
vendido", ha traicionado a su gente, el mexicano no la perdona. Ha
roto con su madre, ha perdido el vínculo.

Esta frase es para Paz la sarcástica humillación de la madre y la


afirmación violenta del padre. Ese es el grito de la revolución. Por
eso, la revolución niega lo diverso e impone al hombre en la cúspide.
Cerrados una vez más, los mexicanos viven la orfandad y la soledad.

Conquista y colonia (capítulo 5)

Frente a la conquista y la colonización, los aztecas sienten que los


dioses los han abandonado, los han dejado en la orfandad. España,
en aquellos años, no es la España medieval cerrada, sino que está
abierta a la universalidad por influencia del renacimiento. Por eso
España aplica y adapta, pero no inventa, según Octavio Paz.

La Iglesia católica, también de pretensión universal, le ofrece a los


indígenas una filiación, un refugio y, en última instancia, un rol o
papel, así sea el último de la sociedad. De allí que la religión católica
haya cumplido un papel cohesionador.

De la misma manera que España no inventa, sino que aplica y


adapta, el arte novohispano no pretenderá la originalidad.
Pretenderá, sí, la universalidad.
Sor Juana Inés de la Cruz será ejemplo de ello. Pero ella también,
como hija del orden colonial impuesto en México, vivirá la doble
soledad: la soledad de la mujer y de la intelectualidad. Como es de
esperarse en la cultura de la máscara, el disimulo y el ninguneo, sor
Juana acabará por guardar silencio y acatar el rol que se le ha
impuesto.

De la independencia a la revolución (capítulo 6)

La decadencia del orden colonial trae consigo una imagen de


América Latina como un futuro por realizar y no como una tradición
a continuar.

Pero según el autor, los líderes de la independencia anteponen las


ideologías como una máscara, puesto que, de fondo, no plantean un
nuevo orden sino la perpetuación del orden anterior en manos de
los herederos. Por eso, dice Paz, la independencia mexicana será
una guerra de clases y no una guerra con la metrópolis; será una
reforma agraria en gestación.

La confusión que se genera en México en aquellos años permite que


EE.UU. aproveche la situación para robar la mitad de su territorio, lo
que hiere de muerte al caudillismo militar y golpea la moral
mexicana. Es una raja, es la tierra violada, penetrada, rajada.

El porfirismo posterior será heredero del feudalismo colonial. Es la


imposición de una minoría. Aparece así, una vez más en la historia
de México, la simulación, apenas útil para romper con el pasado,
pero incapaz de crear un orden real.
La revolución mexicana es la primera y verdadera revelación del ser
mexicano para Octavio Paz, pues aunque nació sin programa, su
proceso fue auténticamente de base y muy anterior a las
revoluciones socialistas del siglo, empezando por la rusa.

Sin embargo, hallaría sus límites al llegar al gobierno. Por ello,


atrapada en su condición orgánica sin programa ideológico, acaba
por adoptar un programa liberal, asimilar un discurso socialista y
sufrir las consecuencias del imperialismo. Lo que nace por primera
vez desde una autenticidad se transforma, nuevamente, en un
disfraz, en una máscara; en simulación y disimulo. La revolución
quiere regresar al origen, y esa voluntad de regreso es fruto de la
soledad.

La inteligencia mexicana (capítulo 7)

Octavio Paz aborda en este capítulo el surgimiento y evolución de


una nueva generación de intelectuales que acompañó el proceso
revolucionario o que vivió la transformación, no sin contradicciones.
Surgieron toda clase de artistas e intelectuales al servicio de la
revolución, que debieron formarse en áreas ajenas para desarrollar
un papel en la administración del Estado. Algunos, al identificarse
con el gobierno, perdieron el espíritu crítico del oficio.

Paz celebra la política educativa desarrollada por José Vasconcelos,


secretario de educación, quien impulsó importantes reformas y
brindó los espacios para el desarrollo de las artes de inspiración
popular y nacional, como el muralismo mexicano.
Autor de La raza cósmica, Vasconcelos contempla a México y
América Latina como una promesa de futuro para el mundo. Sin
embargo, dice Paz que la pretensión de una educación socialista,
progresista y antidogmática se contradecía con el programa liberal
de gobierno.

Paz destaca el valor del aporte de importantes intelectuales de


méxico que marcaron la diferencia y destacaron, por lo que se
constituyen en referencias fundamentales, como José Gaos y
Alfonso Reyes, entre muchos otros.

Nuestros días (capítulo 8)

Al reflexionar sobre su actualidad, Octavio Paz reconoce que la


revolución creó a la nación, le dio cuerpo y nombre, le dio entidad,
pero que, a pesar de ello, no fue capaz de crear un orden vital en el
cual pudieran encontrarse las respuestas que los mexicanos han
buscado a lo largo de su historia, especialmente desde el momento
en que comenzaron a tomar consciencia de su especificidad.

Analizar su tiempo histórico lo lleva a escudriñar en los límites y


alcances de los modelos de orden político, económico y social que
dominan para entonces el mundo occidental, y que, de alguna
manera, afectan el proyecto de país: el capitalismo y el socialismo.
Ambos sistemas, sea en el discurso o en la praxis, se muestran
insuficientes para dar respuesta a las necesidades mexicanas, lo
mismo que las realidades de otras naciones, como las
latinoamericanas, las asiáticas y las africanas.

Quizá se deje traslucir en este laberinto de Octavio Paz, de algún


modo, un pequeño aliento de esperanza, de posibilidad del ser
mexicano, de promesa y de futuro, que, en este caso, reclama la
invención.
La revisión de la historia, los símbolos, el lenguaje y los rituales
hechos por el autor hasta este punto, no son más que un esfuerzo
por encontrar los derroteros que conduzcan a la liberación del
hombre que es, al fin y al cabo, el propósito de toda la historia
humana.

Breve biografía de Octavio Paz

Octavio Paz Lozano (1914-1998) nació en Ciudad de México. Fue


poeta, ensayista y diplomático. Sus padres fueron Josefina Lozano y
Octavio Paz Solórzano, quien fue un luchador activo de la revolución
mexicana iniciada en 1910. Su abuelo, Ireneo Paz, fue un intelectual
y novelista. En su biblioteca, el joven Octavio encontró la fascinación
por la lectura, especialmente la poesía.

Se formó en la Escuela Nacional Preparatoria en San Ildefonso y,


posteriormente, estudió en la Facultad de Derecho y Filosofía de la
Universidad Autónoma de México (UNAM).

Sus primeros poemarios solían tener una gran influencia del


pensamiento marxista, pero poco a poco se transforman por la
influencia de las ideas de los surrealistas así como de otros
movimientos literarios.

En 1944 recibe la beca Guggenheim, por lo que se traslada a los


Estados Unidos por espacio de un año. Al año siguiente, inicia su
carrera en el Servicio Exterior de México. Poco a poco, irá ganando
mayor notoriedad como escritor, hasta convertirse en uno de los
autores más leídos del mundo hispanohablante.

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