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La debilidad y la Fuerza del Ministerio

Julián David Carreño Puentes

Docente

Wilson Moreno Cubides

Presbítero

Seminario Conciliar San Carlos

Etapa Configurativa

San Pablo

San Gil

2023

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La Debilidad y la Fuerza del Ministerio

Introducción

El presente trabajo constituye una investigación de algunas temáticas específicas


sobre la segunda carta de San Pablo a los Corintios, y dentro de ella, del texto comprendido
en el capítulo 4 versículos del 7 al 15. Este fragmento posee unas notas muy especiales que
gravitan alrededor del ministerio del Apóstol. Resulta muy interesante y enriquecedor
acercarse a la concepción que Pablo da al sufrimiento, las dificultades, tribulaciones y retos
que conlleva el seguir a Cristo. Se espera que el contenido teológico y exegético de
Segunda de Corintios expuesto en esta investigación sea de ayuda para aquellos que desean
comprender mejor la realidad del seguimiento a Jesús desde la entrega de la propia vida,
iluminados por un modelo paradigmático con el del Apóstol Pablo.

Contenido

Ocasión de la carta

Para entender por qué Pablo escribe II de Corintios es necesario revisar, aunque de
manera general, los antecedentes históricos a este acontecimiento. Según Ricciotti (1950) a
finales del año 55 d.C. Pablo escribió una carta a los corintios hoy perdida (cf. 1 Co, 5, 9).
En el año 56, uno meses antes de Pentecostés, tras enviar a Timoteo a la comunidad y
después de recibir malas nuevas de la misma, Pablo empieza a escribir una nueva carta que
es la actual I de Corintios (p. 371). Se encontraba Éfeso, centro de acción de su tercer viaje
misionero, donde pensaba permanecer hasta Pentecostés.

Entre el verano-otoño del 56, Timoteo regresa a Éfeso, trayendo noticias


desoladoras con respecto a su misión y los efectos de la carta. Pablo entonces realiza una
visita breve y poco eficaz a Corinto (2 Co 2, 1) y luego regresa a Éfeso. Hacia el final del
56, Pablo envía a Macedonia a Timoteo para preparar la comunidad en vistas de su futura
visita. Al mismo tiempo, expide directamente a Corinto una carta severísima escrita con
muchas lágrimas (2 Co 2, 4; 7, 8) que no se ha conservado y que corresponde a la tercera
escrita cronológicamente (Ricciotti, 1950, p. 372).

A principios del año 57, Pablo preocupado e inquieto, envía a Tito a Corinto para
que observara si la carta había causado algún efecto en la comunidad. Pablo aguardaría a

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Tito en Tróade para esperar el informe. Sin embargo, a causa de la revuelta de los plateros
(Hch 19, 23-40) tuvo que salir de Éfeso precipitadamente antes de lo determinado. Pablo se
encontró con Tito en Macedonia, después de haber estado en Tróade un tiempo. “Las
noticias que éste le trajo, sin dejar de ser consoladoras, no eran del todo satisfactorias”
(Bover, 1959, p. 187). Es aquí donde se encuentra la ocasión o motivo de la carta.

La Iglesia de corinto había recibido con sumisión la carta de su apóstol, cuyo amor
reconocían y cuyas disposiciones ejecutaban. Sin embargo, aparecía un nuevo peligro, “un
nuevo fermento de rebeldía y oposición, más temible que los desórdenes anteriores. Un
grupo de judaizantes descarados de Pablo, con el objeto de arruinar si obra, atacaban
descubiertamente su persona y sus títulos de Apóstol” (Bover, 1959, p. 188). Debió de
tratarse de cristianos, y no de unos cristianos cualesquiera. El lenguaje especialmente
áspero con que Pablo se refiere a ellos —los califica de "super-apóstoles" (2Cor 12,11)—
hace pensar en personajes destacados, que debieron surgir en la comunidad de Corinto
intentando darle un nuevo sello religioso (Vanni, s.f.).

Pablo, en tales condiciones, no podía presentarse en Corinto con el espíritu paternal


de confianza que deseaba. “Para poner las cosas en orden y preparar su viaje a Corinto,
escribió esta nueva carta, la segunda de las canónicas” (Bover, 1959, p. 188) y la cuarta en
el orden cronológico entre las cartas enviadas a aquella comunidad. Como explica Garcia,
"aunque Pablo haya demostrado optimismo con las noticias (7, 4-16), es posible pensar que
la reconciliación no haya sido unánime, y que todavía hubiese oposición. Esto explicaría la
ambivalencia de su actitud en la carta, donde a veces alaba, a veces exhorta con dureza”
(s.).

Lugar y fecha de composición

En lo que respecta al lugar y fecha de composición de la carta, hay que situarlos


después de los acontecimientos descritos anteriormente. Al respecto afirma Cepedal (2006)
que “el lugar y momento en que está escrita esta carta suele situarse en Macedonia, de
camino hacia Corinto, a finales del año 57” (cronología tradicional) (p. 358). Esto es, donde
se encontró con Tito y también con Timoteo, entre el verano y el otoño del mencionado año
(Ricciotti, 1953, p. 108).

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En cuanto a la fecha, Garcia citando a Lambrecht, explica que, 2 Corintios se
encuentra entre la segunda y tercera visita de Pablo a Corinto después de la “carta entre
lágrimas”, aproximadamente en el año 54 (cronología revisionista), según el siguiente
esquema:

 Primera visita de Pablo a Corinto (49-51): fundación de la


comunidad.
 Carta previa (53)
 1 Corintios (primavera de 54; cf. 16.8)
 Segunda visita: la visita dolorosa (54)
 Carta entre lágrimas (54)
 2 Corintios (54)
 Tercera visita (54-55)

Composición literaria: estructura de la carta

Aspectos relevantes de la carta

II de Corintios comprende “indudables valores doctrinales […] también pasajes de


un emocionante dramatismo, que ponen al descubierto la grandeza del alma del apóstol,
tanto en su aspecto humano como sobrenatural” (Cepedal, 2006, p. 359). La carta posee en
doble carácter, apologético y polémico, ya que, para lograr su objetivo principal, Pablo
tenía que “disipar las prevenciones que contra él habían concebido algunos Corintios y
desacreditar a sus desleales adversarios” (Bover, 1959, p. 188).

Además, Pablo no podía olvidar lo que había recomendado en la carta anterior, es


decir, lo respectivo a las colectas en favor de los cristianos de Palestina. Esta exhortación a
la limosna, la intercala entre la apología de su apostolado y la polémica con que ataca a sus
adversarios (Bover, 1959, p. 188).

Al respecto, Cepedal (2006, pp. 358–359) propone la siguiente estructura para 2da
de corintios:

1. Caps. 1-7: presentan una apología del apóstol y de su ministerio.


2. Caps. 8 y 9: hablan de las colectas que está realizando entre las
comunidades con el fin de ayudar a los pobres de Palestina.

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3. Cap. 10 y ss.: figura una nueva apología personal frente a sus
adversarios judaizantes.

Según Bover (1959, p. 188) las tres partes pueden denominarse respectivamente
como:

1. Apologética (1-7)
2. Paréntesis (8-9)
3. Polémica (10-13)

Problema central

Ahora bien, el problema principal en cuanto a la composición literaria, gira en torno


a la siguiente pregunta según explica Garcia (s.f., p. 2) citando a Barbaglio: ¿Nos
encontramos ante una escritura paulina unitaria para los fieles en Corinto o ante varias
cartas a esa comunidad que se reunieron y unificaron a fines del siglo primero? En efecto,
hay lagunas de información sobre algunos acontecimientos, además de la presenciad de
“interrupciones narrativas, cambios de vocabulario y argumentos que sugieren que el orden
presente en 2 Corintios puede no representar una única carta, sino un conjunto de
fragmentos de otras cartas” (Garcia, s.f.).

A este respecto, la mayoría de los exegetas argumentan que 2 Corintios canónica es


el resultado de la recopilación de varias cartas del apóstol Pablo a los corintios, sugerencia
que proviene de J. S. Semler en 1776. El esquema de Semler implica tres cartas en 2
Corintios divididas así: primera carta 1–8 + 13, 11-13; segunda carta, capítulo 9; tercera
carta, 10-13 (Garcia, s.f.). Otros autores dicen que sería la unión de cinco cartas, basándose
en las temáticas tan diversas que se desarrollan el texto. Así, la 2 Corintios, como se sabe,
sería el resultado de un trabajo posterior de unificación de este intercambio realizado entre
los años 54 y 55.

Además, algunos opinan a causa de la ruptura evidente a partir del cap. 10 con la
sección anterior, los capítulos 10-13 corresponderían a la “carta escrita con lágrimas”. Sin
embargo, se sabe que esta fue motivada por la conducta de un individuo (cf. 2 Co 2, 5-8).
Ahora bien, ninguna referencia se hace al respecto en los capítulos 10-13, razón por la cual
se puede descartar esta hipótesis.

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Por otra parte, resaltan también quienes se inclinan más por comprender la carta
como un texto unitario. Es el caso de Lambrecht y Hafemann, quienes se basan en la
heterogeneidad presente en la iglesia de Corinto, es decir, la carta dividiría su estructura en
dos partes buscando llegar a dos públicos, lo cual explicaría el cambio de tema y tono.
“Así, los capítulos 1–9 estarían dirigidos a la mayor parte de la iglesia que se había
reconciliado con Pablo. Y los capítulos 10-13 estarían destinados a los oponentes que
insistieron en atacar al apóstol y tratar de influir en la comunidad” (Garcia, s.f.).

Teología de la carta

Vanni, califica la teología de la 2da carta a los corintios, como una “teología
aplicada”, una aplicación que se refiere a la persona misma de Pablo, su vida apostólica,
vista desde fuera y desde dentro.

El apostolado de Pablo

Ya se ha mencionado la tensión que existía en ese momento entre la comunidad y


Pablo. En este desahogo confidencial hay algunos puntos en los que la reflexión.

El sí de Pablo. En la visita a Corinto, que de hecho logró hacer más tarde, pero que
concluyó con un fracaso clamoroso, Pablo reacciona con energía, revelándose al mismo
tiempo el criterio de fondo que orienta toda su vida: el "sí" de Dios en Jesucristo: "El Hijo
de Dios, Jesucristo, a quien os hemos predicado Silvano, Timoteo y yo, no fue `sí' y `no',
sino que fue `sí' (cf. 2Cor 1,19-20).

Imágenes de su apostolado. Pablo presenta imagen compleja que Pablo aplica a su


apostolado y que ayuda a comprender su significado. La imagen parece haber sido tomada
de la celebración del triunfo que un general victorioso solía hacer en su regreso a la capital.
Aquí el gran vencedor es Dios: Pablo es como un botín de Dios, siempre disponible para él,
exhibido ante los hombres por Dios en la celebración de su triunfo.

Se habla de un perfume, como el que solía haber en las celebraciones de este género,
pero que en la presentación de la imagen hecha por Pablo tiene un doble resultado, un efecto de
vida y un efecto de muerte: "Gracias sean dadas a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo
y descubre en todo lugar, mediante nosotros, la fragancia de su conocimiento (2,14-16).

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Doble dimensión: divina y humana. Se percibe una especie de doble dimensión:
por una parte, Pablo, totalmente "sí" en su apostolado, se dedica plenamente a él; por otra
par-te, hay una acción de Dios, que se reserva la iniciativa y que lleva a Pablo en su triunfo.
Pablo está disponible, pero advierte la falta de proporción entre el nivel en que Dios lo
quiere y su situación real. ¿Cómo se resolverá esta antinomia? Pablo, siguiendo adelante en
su exposición, da una primera respuesta: el apostolado, como presentación de Cristo y de su
evangelio, es propiamente una acción de Dios. Efectivamente, es Dios el que escribe en el
corazón del hombre una especie de carta, que tiene a Cristo como contenido y que se hace
legible por la acción del Espíritu (2Cor 3,3).

Apostolado como servicio. En efecto, no se trata de explicar a los demás la ley tal
como lo había hecho antes Pablo, muy probablemente, como judío, en el grupo de fariseos
de los que formaba parte. La ley de Dios puesta en manos del hombre es más fácil de
explicar, pero se trata entonces de una "letra que mata”, más que del espíritu da vida
(2Cor 3,6).

Pablo y de sus colaboradores están metidos plena-mente en el movimiento del


Espíritu, que por una parte les permite desarrollar el servicio con toda la libertad y la
franqueza requerida; por otra, precisamente mientras lo están desarrollando, los cambia y
los transforma, reproduciendo también en ellos como en los cristianos a los que va dirigido
su servicio los rasgos de Cristo (cfr. 2Cor 3,7-18).

Teología de las colectas

La iniciativa había nacido ya en una perspectiva teológica, como expresión y signo


de la unidad y de la reciprocidad de la Iglesia. El marco teológico que Pablo pone ahora a
las colectas se mueve en tres dimensiones paralelas y convergentes.

Dimensión Cristológica. Vosotros ya conocéis la generosidad de nuestro Señor


Jesucristo, el cual siendo rico se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su
pobreza" (8,9). Siendo rico", con la posibilidad teórica de hacer cualquier otra opción
como Hijo de Dios, Cristo escogió el camino' del desprendimiento, del don, y
precisamente mediante esta "pobreza" suya los cristianos tuvieron la posibilidad de
participar de su "riqueza", de su estado de Hijo de Dios.

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Dimensión Teológica. Referida directamente a Dios, quien se presenta como el
que da: "Ha repartido con generosidad a los pobres; su justicia permanece para
siempre".

Dimensión Eclesiológica. La Iglesia universal, único pueblo de Dios, única


familia, tiende a un nivel de igualdad (isótés) respecto a cada una de las comunidades
y hasta respecto a todos los individuos.

Teología del consuelo

García, citando a Hafemann, explica que en 2 de Corintios resalta el tema de “la


relación entre sufrimiento y gloria, la forma en que la experiencia apostólica paulina
determina y ejemplifica esta relación” (p.5). La relación entre estas realidades encuentra su
mayor expresión en la teología del consuelo, ya que, Pablo ante las acusaciones y las
tribulaciones responde apelando al consuelo divino. Para comprender mejor este aspecto
teológico se puede sintetizar en tres dimensiones:

Dimensión teológica. El título dado a Dios al comienzo de la carta “Dios de toda la


consolación” marca el agente principal detrás del consuelo. El sufrimiento es la
circunstancia a partir de la cual la consolación se destaca, resaltando la acción divina y no
el poder humano para superar los reveses.

El consuelo divino no es una abstracción misteriosa, sino que se concreta en los


interna del cristiano, como lo ilustra Pablo en los peligros y confrontaciones que ha
experimentado. El Dios que ofrece consuelo emplea el principio de reciprocidad, es decir,
los consolados pueden extender el consuelo a otros afligidos. El consuelo compartido es
coherente con el Evangelio que lleva a cada cristiano a vivir más allá de sí mismo.

Dimensión cristológica. Destaca la forma en que Pablo enfrenta el sufrimiento,


ya que ofrece un paradigma a los cristianos. La comprensión de que el cristiano
también participa en los sufrimientos de Cristo se conecta con el consuelo y amplía la
perspectiva de aquel que sufre. Porque si el sufrimiento es una realidad ineludible,
también lo es el consuelo. Comprender estos dos lados de la moneda también deja
espacio para comprender el proceso de muerte y vida que ocurre en la experiencia del
seguidor de Cristo (Garcia, n.d., p. 5).

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Dimensión soteriológica. La consolación no solo apunta al sufrimiento terrenal,
sino que se sitúa en el arco que comprende el presente y el futuro. El proceso de
salvación involucra esta tensión escatológica. Pablo se refiere tanto al consuelo actual
como al definitivo cuando explica el efecto que el consuelo divino desea producir en el
cristiano: la perseverancia. El horizonte escatológico permite la continuidad a pesar
del sufrimiento, como afirma García citando a Lambrecht: “En medio de la debilidad
hay fuerza, ya en el presente, antes de la muerte física. A pesar de la aflicción, la
perplejidad, la persecución y los ataques interminables, gracias a Dios no hay
desesperación ni destrucción total” (p. 6).

Existe entonces una correspondencia marcada por un movimiento de fuerza en la


debilidad, perseverancia en la adversidad. La realidad del consuelo es importante en la
visión paulina de la existencia cristiana, desde la cual entendemos el desgaste del hombre
exterior, pero también la renovación diaria del hombre interno (cf. 2 Cor 4, 16-18). “En
lugar de negar su debilidad en respuesta a las acusaciones de sus oponentes, Pablo
desarrolla la teología del consuelo precisamente a partir de ella, ya que son los abatidos los
que necesitan consuelo. El sufrimiento no es incompatible con el servicio apostólico o la
vida cristiana” (Garcia, n.d., p. 6).

Composición literaria de 2da Co 4, 7-15

Texto

2da Co 4, 7-15

7.Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no de nosotros.

8.Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados;

9.perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.

10.Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

11.Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de
Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

12.De modo que la muerte actúa en nosotros, más en vosotros la vida.

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13.Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: Creí, por eso hablé,
también nosotros creemos, y por eso hablamos,

14.sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos
presentará ante él juntamente con vosotros.

15.Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el
agradecimiento, para gloria de Dios.

Análisis exegético-teológico de 2da Co 4, 7-15

La siguiente exégesis es tomada de Ricciotti (1953):

V 7. El tesoro, corresponde al ministerio apostólico. Los vasos de barro, representan


a los hombres frágiles que son apóstoles por sí mismos, hacen pensar en los vasos de
Jedeón (Jueces, 7, 16), los cuales, aunque de barro, contenían una ardiente llama. El poder
inconmensurable (sobre eminencia del poder, explicado por el ministerio apostólico es todo
obra de Dios y no proviene de nosotros. Los “vasos de barro” eran los vasos comunes que
se usaban en todos los hogares. No eran costosos ni elegantes. Más bien eran frágiles y
frecuentemente se quebraban.

¿Por qué depositar un tesoro tan precioso en vasos tan comunes y frágiles?

Recordemos Is 55, 8, “ Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni


vuestros caminos mis caminos”. Si Cristo hubiera escogido a príncipes y ricos para ser sus
apóstoles, entonces sin duda el éxito del evangelio no se habría atribuido a Dios, sino a
estos hombres “tan importantes”, pero en realidad los apóstoles escogidos por Cristo eran
hombres comunes (p. ej., cuatro de ellos eran pescadores).

V 8 ss. Es un pequeño cuadro donde con gran fuerza estilística representa la vida del
apóstol en su dura realidad; merecen cotejarse los pasajes análogos de 6, 3 ss.; 11, 22 ss.; I
Cor., 4, 10 ss.-Perplejos, pero no descarriados; en griego esto es un juego de palabras
basado en la palabra calle, como si dijera "faltos de camino, pero no sin todo camino".
“Que estamos atribulados (prensados como uvas) en todo, mas no angustiados (no
agobiados; estrechados, estar en un lugar angosto; aplastados)”. “En apuros (apurados,
perplejos), mas no desesperados (estar totalmente sin carente de camino … sin rumbo, sin
recursos”.

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V 9. Perseguidos, pero no sobrepasados; en rigor, perseguidos, pero no dejados
atrás. “Derribados”, Hch. 14,19: “Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio,
que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la
ciudad, pensando que estaba muerto”; “pero no destruidos”. ¡Cuántas veces estaba Pablo a
la misma “puerta” de la muerte! La muerte era su “compañera” durante su ministerio.
Verdaderamente era un “ministerio de sufrimiento”.

Vs. 10-11. El estado de muerte, el acto de morir. La vida atribuladísima del apóstol
es una muerte continua para sí y para el mundo, o sea, es un continuo reflejo del estado de
muerte de Jesús, a pesar de que, juntamente con esta muerte, la vida de Jesús se manifieste
en nuestro cuerpo, ya que nuestra carne mortal no resistiría tantas tribulaciones y fatigas si
en ella no viniera infundida la vida de Jesús. Este lenguaje no es figurado, pues llevaban
literalmente en sus cuerpos los golpes, azotes y heridas “de Jesús” (11:24-28). Así, pues, el
apóstol está continuamente entregado a la muerte por causa de Jesús, así como también
continuamente está reclamado para la vida por Él.

V 12. Propósito del sufrimiento :“Para que también la vida de Jesús se manifieste
en nuestros cuerpos”. En el sufrimiento de los apóstoles por Cristo, la vida de Jesús se
manifestaba. Se exhibió la muerte de Jesús en sus cuerpos, para poder exhibir la vida de
Jesús.

Es el fruto del apostolado, cual está descrito en los dos versículos precedentes. Para
el apóstol, su ministerio da como fruto la muerte, la cual continuamente opera por dentro de
su cuerpo, consumiendo y haciendo (cfr. vers. 16); mas para los evangelizados fructifica la
vida espiritual en Cristo. Es superfluo decir que el primero en participar en esta vida
espiritual es el apóstol que la propaga (cfr. vers. 16); lo afirma en otro lugar el mismo
Pablo, asegurando más de una vez que su verdadera vida está únicamente en Cristo
(Gálatas, 2, 20; Filipenses, 1, 21).

V 13. El mismo espíritu de aquel que ha pronunciado la cita que sigue; fe, certeza
en general; pero aquí, para Pablo, certeza en el triunfo de su apostolado. La cita es
conforme al griego de los Setenta; el contexto del original hebraico da un sentido diferente.

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V 14. También... nos resucitará en el día de la parusía; en aquel día, pues, admitía
de buen grado poder encontrarse en la categoría de los muertos y no en la de los vivientes.

V 15. Todas las cosas expuestas arriba respecto a los trabajos del apostolado son en
ventaja de los Corintios (cfr. 1, 6; I Cor., 3, 21). La finalidad, pues, consiste en que la gracia
se multiplique multiplicándose los creyentes (mediante los más), y así se multiplica
también la acción de gracias para la gloria de Dios.

Conclusiones

Al haber abordado todas estas temáticas acerca de la segunda carta a los corintios y
después de un acercamiento exegético-teológico al capítulo 4, 4-7, sobre la debilidad y la
fuerza del ministerio se ha llegado a las siguientes conclusiones:

La segunda carta a los corintios es una de las más personales escritas por Pablo, ya
que, en ella, se plasma el desahogo del Apóstol ante las críticas que surgen en contra de su
ministerio y su vida apostólica. A raíz de esto, si se quiere comprender la óptica con la que
Pablo afronta estas dificultades, que representan la realidad del sufrimiento y los retos que
conlleva el seguimiento de Cristo, esta carta será de gran iluminación y compañía.

El principal problema de la composición de la carta corresponde a la pregunta


planteada por García (s.f., p. 2) citando a Barbaglio: ¿Nos encontramos ante una escritura
paulina unitaria para los fieles en Corinto o ante varias cartas a esa comunidad que se
reunieron y unificaron a fines del siglo primero? Se nota más fuerza en aquellos que
responde optando por la recopilación de varios fragmentos o de cartas breves, que Pablo
habría enviado a la comunidad de corinto.

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Referencias

Bover, J. (1959). Las epístolas de san Pablo (Editorial).

Cepedal, R. (2006). Curso de biblia (Editorial).

Garcia, K. (n.d.). Segunda Carta a los Corintios. Belo Horizonte.


https://teologicalatinoamericana.com/?p=1836

Ricciotti, G. (1950). Pablo Apóstol (Editorial).

Ricciotti, G. (1953). Las epístolas de San Pablo (Editorial).

Vanni, U. (n.d.). CORINTIOS (Segunda carta a los).


https://www.mercaba.org/DicTB/C/corintios_segunda_carta_a_los.htm

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