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San Pablo
San Gil
2023
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La Debilidad y la Fuerza del Ministerio
Introducción
Contenido
Ocasión de la carta
Para entender por qué Pablo escribe II de Corintios es necesario revisar, aunque de
manera general, los antecedentes históricos a este acontecimiento. Según Ricciotti (1950) a
finales del año 55 d.C. Pablo escribió una carta a los corintios hoy perdida (cf. 1 Co, 5, 9).
En el año 56, uno meses antes de Pentecostés, tras enviar a Timoteo a la comunidad y
después de recibir malas nuevas de la misma, Pablo empieza a escribir una nueva carta que
es la actual I de Corintios (p. 371). Se encontraba Éfeso, centro de acción de su tercer viaje
misionero, donde pensaba permanecer hasta Pentecostés.
A principios del año 57, Pablo preocupado e inquieto, envía a Tito a Corinto para
que observara si la carta había causado algún efecto en la comunidad. Pablo aguardaría a
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Tito en Tróade para esperar el informe. Sin embargo, a causa de la revuelta de los plateros
(Hch 19, 23-40) tuvo que salir de Éfeso precipitadamente antes de lo determinado. Pablo se
encontró con Tito en Macedonia, después de haber estado en Tróade un tiempo. “Las
noticias que éste le trajo, sin dejar de ser consoladoras, no eran del todo satisfactorias”
(Bover, 1959, p. 187). Es aquí donde se encuentra la ocasión o motivo de la carta.
La Iglesia de corinto había recibido con sumisión la carta de su apóstol, cuyo amor
reconocían y cuyas disposiciones ejecutaban. Sin embargo, aparecía un nuevo peligro, “un
nuevo fermento de rebeldía y oposición, más temible que los desórdenes anteriores. Un
grupo de judaizantes descarados de Pablo, con el objeto de arruinar si obra, atacaban
descubiertamente su persona y sus títulos de Apóstol” (Bover, 1959, p. 188). Debió de
tratarse de cristianos, y no de unos cristianos cualesquiera. El lenguaje especialmente
áspero con que Pablo se refiere a ellos —los califica de "super-apóstoles" (2Cor 12,11)—
hace pensar en personajes destacados, que debieron surgir en la comunidad de Corinto
intentando darle un nuevo sello religioso (Vanni, s.f.).
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En cuanto a la fecha, Garcia citando a Lambrecht, explica que, 2 Corintios se
encuentra entre la segunda y tercera visita de Pablo a Corinto después de la “carta entre
lágrimas”, aproximadamente en el año 54 (cronología revisionista), según el siguiente
esquema:
Al respecto, Cepedal (2006, pp. 358–359) propone la siguiente estructura para 2da
de corintios:
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3. Cap. 10 y ss.: figura una nueva apología personal frente a sus
adversarios judaizantes.
Según Bover (1959, p. 188) las tres partes pueden denominarse respectivamente
como:
1. Apologética (1-7)
2. Paréntesis (8-9)
3. Polémica (10-13)
Problema central
Además, algunos opinan a causa de la ruptura evidente a partir del cap. 10 con la
sección anterior, los capítulos 10-13 corresponderían a la “carta escrita con lágrimas”. Sin
embargo, se sabe que esta fue motivada por la conducta de un individuo (cf. 2 Co 2, 5-8).
Ahora bien, ninguna referencia se hace al respecto en los capítulos 10-13, razón por la cual
se puede descartar esta hipótesis.
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Por otra parte, resaltan también quienes se inclinan más por comprender la carta
como un texto unitario. Es el caso de Lambrecht y Hafemann, quienes se basan en la
heterogeneidad presente en la iglesia de Corinto, es decir, la carta dividiría su estructura en
dos partes buscando llegar a dos públicos, lo cual explicaría el cambio de tema y tono.
“Así, los capítulos 1–9 estarían dirigidos a la mayor parte de la iglesia que se había
reconciliado con Pablo. Y los capítulos 10-13 estarían destinados a los oponentes que
insistieron en atacar al apóstol y tratar de influir en la comunidad” (Garcia, s.f.).
Teología de la carta
Vanni, califica la teología de la 2da carta a los corintios, como una “teología
aplicada”, una aplicación que se refiere a la persona misma de Pablo, su vida apostólica,
vista desde fuera y desde dentro.
El apostolado de Pablo
El sí de Pablo. En la visita a Corinto, que de hecho logró hacer más tarde, pero que
concluyó con un fracaso clamoroso, Pablo reacciona con energía, revelándose al mismo
tiempo el criterio de fondo que orienta toda su vida: el "sí" de Dios en Jesucristo: "El Hijo
de Dios, Jesucristo, a quien os hemos predicado Silvano, Timoteo y yo, no fue `sí' y `no',
sino que fue `sí' (cf. 2Cor 1,19-20).
Se habla de un perfume, como el que solía haber en las celebraciones de este género,
pero que en la presentación de la imagen hecha por Pablo tiene un doble resultado, un efecto de
vida y un efecto de muerte: "Gracias sean dadas a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo
y descubre en todo lugar, mediante nosotros, la fragancia de su conocimiento (2,14-16).
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Doble dimensión: divina y humana. Se percibe una especie de doble dimensión:
por una parte, Pablo, totalmente "sí" en su apostolado, se dedica plenamente a él; por otra
par-te, hay una acción de Dios, que se reserva la iniciativa y que lleva a Pablo en su triunfo.
Pablo está disponible, pero advierte la falta de proporción entre el nivel en que Dios lo
quiere y su situación real. ¿Cómo se resolverá esta antinomia? Pablo, siguiendo adelante en
su exposición, da una primera respuesta: el apostolado, como presentación de Cristo y de su
evangelio, es propiamente una acción de Dios. Efectivamente, es Dios el que escribe en el
corazón del hombre una especie de carta, que tiene a Cristo como contenido y que se hace
legible por la acción del Espíritu (2Cor 3,3).
Apostolado como servicio. En efecto, no se trata de explicar a los demás la ley tal
como lo había hecho antes Pablo, muy probablemente, como judío, en el grupo de fariseos
de los que formaba parte. La ley de Dios puesta en manos del hombre es más fácil de
explicar, pero se trata entonces de una "letra que mata”, más que del espíritu da vida
(2Cor 3,6).
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Dimensión Teológica. Referida directamente a Dios, quien se presenta como el
que da: "Ha repartido con generosidad a los pobres; su justicia permanece para
siempre".
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Dimensión soteriológica. La consolación no solo apunta al sufrimiento terrenal,
sino que se sitúa en el arco que comprende el presente y el futuro. El proceso de
salvación involucra esta tensión escatológica. Pablo se refiere tanto al consuelo actual
como al definitivo cuando explica el efecto que el consuelo divino desea producir en el
cristiano: la perseverancia. El horizonte escatológico permite la continuidad a pesar
del sufrimiento, como afirma García citando a Lambrecht: “En medio de la debilidad
hay fuerza, ya en el presente, antes de la muerte física. A pesar de la aflicción, la
perplejidad, la persecución y los ataques interminables, gracias a Dios no hay
desesperación ni destrucción total” (p. 6).
Texto
2da Co 4, 7-15
7.Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
10.Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
11.Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de
Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
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13.Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: Creí, por eso hablé,
también nosotros creemos, y por eso hablamos,
14.sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos
presentará ante él juntamente con vosotros.
15.Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el
agradecimiento, para gloria de Dios.
¿Por qué depositar un tesoro tan precioso en vasos tan comunes y frágiles?
V 8 ss. Es un pequeño cuadro donde con gran fuerza estilística representa la vida del
apóstol en su dura realidad; merecen cotejarse los pasajes análogos de 6, 3 ss.; 11, 22 ss.; I
Cor., 4, 10 ss.-Perplejos, pero no descarriados; en griego esto es un juego de palabras
basado en la palabra calle, como si dijera "faltos de camino, pero no sin todo camino".
“Que estamos atribulados (prensados como uvas) en todo, mas no angustiados (no
agobiados; estrechados, estar en un lugar angosto; aplastados)”. “En apuros (apurados,
perplejos), mas no desesperados (estar totalmente sin carente de camino … sin rumbo, sin
recursos”.
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V 9. Perseguidos, pero no sobrepasados; en rigor, perseguidos, pero no dejados
atrás. “Derribados”, Hch. 14,19: “Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio,
que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la
ciudad, pensando que estaba muerto”; “pero no destruidos”. ¡Cuántas veces estaba Pablo a
la misma “puerta” de la muerte! La muerte era su “compañera” durante su ministerio.
Verdaderamente era un “ministerio de sufrimiento”.
Vs. 10-11. El estado de muerte, el acto de morir. La vida atribuladísima del apóstol
es una muerte continua para sí y para el mundo, o sea, es un continuo reflejo del estado de
muerte de Jesús, a pesar de que, juntamente con esta muerte, la vida de Jesús se manifieste
en nuestro cuerpo, ya que nuestra carne mortal no resistiría tantas tribulaciones y fatigas si
en ella no viniera infundida la vida de Jesús. Este lenguaje no es figurado, pues llevaban
literalmente en sus cuerpos los golpes, azotes y heridas “de Jesús” (11:24-28). Así, pues, el
apóstol está continuamente entregado a la muerte por causa de Jesús, así como también
continuamente está reclamado para la vida por Él.
V 12. Propósito del sufrimiento :“Para que también la vida de Jesús se manifieste
en nuestros cuerpos”. En el sufrimiento de los apóstoles por Cristo, la vida de Jesús se
manifestaba. Se exhibió la muerte de Jesús en sus cuerpos, para poder exhibir la vida de
Jesús.
Es el fruto del apostolado, cual está descrito en los dos versículos precedentes. Para
el apóstol, su ministerio da como fruto la muerte, la cual continuamente opera por dentro de
su cuerpo, consumiendo y haciendo (cfr. vers. 16); mas para los evangelizados fructifica la
vida espiritual en Cristo. Es superfluo decir que el primero en participar en esta vida
espiritual es el apóstol que la propaga (cfr. vers. 16); lo afirma en otro lugar el mismo
Pablo, asegurando más de una vez que su verdadera vida está únicamente en Cristo
(Gálatas, 2, 20; Filipenses, 1, 21).
V 13. El mismo espíritu de aquel que ha pronunciado la cita que sigue; fe, certeza
en general; pero aquí, para Pablo, certeza en el triunfo de su apostolado. La cita es
conforme al griego de los Setenta; el contexto del original hebraico da un sentido diferente.
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V 14. También... nos resucitará en el día de la parusía; en aquel día, pues, admitía
de buen grado poder encontrarse en la categoría de los muertos y no en la de los vivientes.
V 15. Todas las cosas expuestas arriba respecto a los trabajos del apostolado son en
ventaja de los Corintios (cfr. 1, 6; I Cor., 3, 21). La finalidad, pues, consiste en que la gracia
se multiplique multiplicándose los creyentes (mediante los más), y así se multiplica
también la acción de gracias para la gloria de Dios.
Conclusiones
Al haber abordado todas estas temáticas acerca de la segunda carta a los corintios y
después de un acercamiento exegético-teológico al capítulo 4, 4-7, sobre la debilidad y la
fuerza del ministerio se ha llegado a las siguientes conclusiones:
La segunda carta a los corintios es una de las más personales escritas por Pablo, ya
que, en ella, se plasma el desahogo del Apóstol ante las críticas que surgen en contra de su
ministerio y su vida apostólica. A raíz de esto, si se quiere comprender la óptica con la que
Pablo afronta estas dificultades, que representan la realidad del sufrimiento y los retos que
conlleva el seguimiento de Cristo, esta carta será de gran iluminación y compañía.
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Referencias
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