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En el capítulo 1, el escritor presenta a Jesús como El Hijo (vv. 2,5), El Señor (2:3)
y como Jesús (2:9). En los capítulos subsiguientes el escritor utiliza este y otros
nombres con mayor frecuencia. A lo largo de su epístola el escritor entreteje
enseñanza y exhortación, doctrina y consejos sobre asuntos prácticos. Después 1
de proporcionar un capítulo de introducción que se ocupa de la superioridad del
Hijo, ahora en el capítulo segundo el escritor lo aplica en una exhortación
práctica de la vida cristiana.
2:1 Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que
hemos oído, no sea que nos deslicemos.
La conjunción “por tanto” nos dice que en el pensamiento del autor hay
continuidad orgánica, no está cambiando el tema o pasando a otro asunto sin
antes cerrar el que maneja, en este caso nos dice que el hecho de las
superioridad del Hijo eterno de Dios, su supremacía sobre la creación y el que
sea mayor a todo los ángeles tiene una aplicación práctica: vivir de una forma
que demuestra que comprendemos la grandeza del Señor Jesucristo.
Una traducción más dinámica dice: “Es así, entonces, que estamos obligados a
escuchar con mucha mayor atención lo que se nos ha dicho, por temor a
desviarnos del rumbo”. Como es obvio, el negarse a prestar atención a la
palabra dicha tiene consecuencias perjudiciales que nos pueden llevar a la ruina.
La diferencia entre oír y escuchar puede ser muy notable.
Oír puede significar nada más que percibir sonidos que no demandan ni crean
acción. Escuchar significa prestar cuidadosa atención a los sonidos que penetran
al oído y luego motivan resultados positivos. A nuestros hijos podemos
ordenarles que hagan alguna tarea o quehacer, pero si la tarea es en alguna
medida desagradable, éste puede demorarla o postergarla. Ha oído claramente a
sus padres, pero en ese momento se niega a escuchar. No hay respuesta.
La razón principal por la cual ha sido tan enfatizada la superioridad del Hijo sobre
los ángeles comienza a aparecer ahora. La revelación antigua, la ley del Sinaí,
fue comunicada por intermediarios angélicos, pero la revelación final de Dios fue
dada en su Hijo y, por lo tanto, demanda en forma correspondiente una seria
atención.
2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda
transgresión y desobediencia recibió justa retribución.
La expresión palabra hablada por medio de ángeles apunta a la ley que Dios les
diera a los israelitas desde el Monte Sinaí. Si bien ni el AT en general ni Éxodo
en particular dan alguna indicación de que Dios usara ángeles para transmitir la
ley al pueblo de Israel, tanto Esteban en su discurso ante el Sanedrín Hechos
7:35–53 como Pablo en su epístola a los gálatas (3:19) mencionan a los ángeles
como mensajeros que llevaron la Ley a Moisés.
La Palabra—es decir, la ley del AT—era firme es decir obligatoria porque tras esta
Palabra se encontraba Dios, que formalizó un pacto con su pueblo en el Monte
Sinaí. Es Dios quien le da validez reguladora a su Palabra, puesto que él es fiel a
su palabra.
2:3b. La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue
confirmada por los que oyeron,
El eje del capítulo 2, tal como lo fue el del capítulo 1, es Jesús, el Hijo de Dios,
que es Señor aun de los ángeles. Y los vv. 2–3 son un ejemplo del tipo de
argumento que va de lo menor a lo mayor, método que el escritor emplea
repetidamente en esta epístola.
En esta parte del versículo el énfasis recae en Jesús, cuya palabra es cierta. Es
verdad que los ángeles trajeron “el mensaje”, mientras que Jesús trajo
“salvación”.
Jesús, cuyo nombre se deriva del nombre Josué (salvación), fue el primero en
proclamar las riquezas de la salvación. Desde el momento de su aparición en
público hasta el día de la ascensión, Jesús dio a conocer la plena revelación
redentora de Dios. El, que descendió del cielo y que por consiguiente está sobre
todos, fue enviado por Dios a dar testimonio de “aquello que ha visto y oído” (Jn.
3:32). Su mensaje de salvación plena y gratuita “fue el verdadero origen del
evangelio”.
No obstante, quizá los lectores podrían argumentar que ellos no habían oído a
Jesús proclamar su mensaje, ya que el ministerio terrenal de Jesús duró
solamente tres años, los cuales pasó principalmente en Israel. Es incontable el
número de personas que jamás tuvo la oportunidad de escucharle. El escritor de
Hebreos responde a esta objeción diciendo que el mensaje “nos fue confirmado
por aquellos que le oyeron”.
palabra dicha por Jesús. Esta declaración nos dice que estos seguidores eran
fieles testigos de las palabras y obras de Jesús.
Como lo vimos apenas hace poco, el libro de Hechos está repleto de vívidos
ejemplos de esos milagros. Tan solo Pedro sanó al cojo que se sentaba a la
puerta del templo llamada La Hermosa (3:1–10), reprendió a Ananías y Safira y
ellos murieron al instante (5:1–11), restauró a Eneas, un paralítico que no podía
levantarse de su lecho (9:32–35), y resucitó a Dorcas de los muertos (9:36–43).
Nuestro autor nos dice, además que el Espíritu Santo distribuía según su
voluntad los dones milagrosos. En 1ª Corintios 12:11, dice que el Espíritu “los
distribuye [a los dones] a cada quien, según él lo determina”. Al fin a al cabo es
Dios quien atestigua la veracidad de su Palabra. Si interpretamos que las
palabras según su voluntad abarcan a señales, prodigios y milagros entonces
Dios mismo es el agente que utiliza estos poderes divinos “con el expreso
propósito de sellar la verdad del Evangelio”.
Conclusiones y aplicación.
El texto no nos dice que cuidemos, dice que no descuidemos, que no seamos
negligentes, en este caso con lo ya obtenido por el Señor en la cruz, que no nos
desentendamos de nuestros deberes y responsabilidades que como cristianos
tenemos de por vida, el principal de ellos, reflejar a Cristo, el texto nos dice que
no menospreciemos una salvación tan grande, es decir que no la tengamos en
poco, que siempre que pensemos en ella sea con reverencia santa, con temor y
temblor de saber que el hijos eterno de Dios murió en nuestro lugar, lo cual no es
poca cosa, pero cuando nos comportamos de manera que pisoteamos ese
sacrificio, entonces sí lo estamos menospreciando.