Para definir correctamente la relación Médico-Paciente primero se debe
entender que significa una relación. Se entiende por relaciones sociales al conjunto de las interacciones que ocurren entre dos o más personas, o dos o más grupos de personas, de acuerdo a una serie de protocolos o lineamientos mutuamente aceptados, o sea, de acuerdo a normas específicas.
Así puede entenderse como relación médico-paciente a la actividad moral que
surge de la obligación del médico de aliviar el sufrimiento y respetar las creencias y la autonomía del paciente. Por lo general es iniciada por consentimiento mutuo, expresado o implicado, para prestar atención médica de calidad.
La relación médico-paciente (RMP) es una modalidad de las múltiples
relaciones interpersonales que realiza el hombre. Esta permite al enfermo satisfacer su deseo y necesidad de salud y al médico, cumplir con una de sus funciones sociales más importantes.
Historia de la relación Médico-Paciente
La historia de la relación médico-paciente es más antigua que la medicina
misma. Cuando esta última se encontraba aún en sus albores, ya se establecía una relación entre el hombre enfermo y aquel otro responsabilizado por un imperativo social: el restablecimiento de la salud del que se enfermaba (chamán, sacerdote u otros). Es posible descubrir referencias sobre la relación médico-paciente en casi todas las civilizaciones antiguas con las concepciones místicas dominantes, que veían al médico como un representante de los dioses. Consideraban que dicha relación había sido engendrada en el cielo y que era tan antigua como los dioses mismos.
Desde la medicina hipocrática y por muchos siglos la medicina se fundamentó
en el respeto a la naturaleza con un concepto de enfermedad como la pérdida del equilibrio de lo natural y con intervenciones médicas basadas principalmente en la sabiduría y experiencia personal del médico. El enfermo, llamado así por su falta de firmeza y también llamado paciente, era infantilizado pues se le suponía incapaz de comprender. Por lo tanto, el enfermo era tratado como alguien que no necesita saber ni entender lo que le ocurre, sino recibir ayuda y seguir obedientemente las indicaciones. En los siglos 18 y 19 surge la preocupación por la persona del enfermo, se incorpora la dimensión social y psicológica de la medicina, comienzan a desarrollarse las especialidades médicas, y la medicina evoluciona hacia la búsqueda de fundamentos científicos. La sola experiencia del médico o maestro se considera insuficiente y se espera que las decisiones y procedimientos médicos tengan una base experimental. La medicina se hace ciencia y a la vez la ciencia se percibe en una esfera diferente a la de los valores.
De esta manera la medicina contemporánea mantiene su confianza, a veces
excesiva, en la investigación científica y se reemplaza el concepto de enfermedad como desorden interno del equilibrio natural por un modelo más científico que está caracterizado por la infección como una agresión externa que la medicina busca derrotar. Pero no sólo cambia la medicina y sus fundamentos, cambia también el paciente que evoluciona hacia ser una persona que, en lo referente a su enfermedad, es capaz de tomar decisiones o al menos de participar en ellas. De forma que el médico ya no es considerado como un sabio o un chamán con un rol casi sacerdotal, sino como un técnico especializado con formación y base científica. A lo anterior se agregan el hecho del rápido crecimiento de los métodos diagnósticos, nuevas tecnologías y más alternativas de procedimientos, cada una de las cuales tiene costos económicos que aumentan de manera antes inimaginable.
La medicina ya no se puede ejercer de manera aislada sino en instituciones
que son despersonalizadas, de alto costo, y a las cuales ya no acuden pacientes confiados sino “clientes” exigentes y demandantes. Ha cambiado, por lo tanto, radicalmente el médico, ha cambiado el enfermo, ha cambiado la relación entre ellos y han cambiado el contexto y las condiciones en que se ejerce la medicina.
Momentos de la relación médico-paciente
La relación clínica comprende cinco momentos principales:
El momento cognoscitivo: Que integra todas aquellas operaciones
cuyo fin es el conocimiento de la enfermedad (diagnóstico nosológico); el conocimiento del sujeto que la padece y que la vive de una manera personal e intransferible (diagnóstico clínico); así como también el conocimiento del curso de la enfermedad y de sus potenciales consecuencias (pronóstico). El momento afectivo: Que comprende las emociones y sentimientos propios de la relación clínica que experimentan médico y paciente. El momento operativo: Que corresponde a la conducta y a los procedimientos que aplica el médico en la atención del paciente. El momento ético: Que entraña la sujeción a las normas que regulan la conducta del médico en marco de la relación clínica. El momento histórico–social: Que comprende los aspectos sociales del médico, del paciente, de la enfermedad y de la propia relación.
Características de la relación médico-paciente
Participantes: Los principales protagonistas de esta relación son el
médico y el paciente. Primeramente, se analizarán las características que del enfermo debe tener en cuenta el médico, para decidir de qué forma se relacionará con su paciente. Es muy importante que el médico conozca el “cuadro interno de la enfermedad”, es decir, la percepción subjetiva que tiene el paciente de su enfermedad y su entorno. Objetivos perseguidos por el paciente y el médico: Otra característica esencial de la relación médico-paciente son los objetivos que ambos persiguen. El enfermo es movido, en primer lugar, por el deseo de aliviarse y curarse y en segundo, por saber qué tiene y cuál es su pronóstico. El médico debe conocer qué quiere y hasta dónde desea saber o cuán preparado está para recibir la información en ese momento, para ayudarlo a resolver su problema de salud, aliviarlo y explicarle lo que desea y necesita. Posición de los participantes: En la mayoría de los casos, el paciente ubica al médico en un plano de superioridad debido a sus conocimientos, experiencia y papel de prestador de ayuda, por lo que se coloca a sí mismo en un plano de inferioridad, lo que determina, en ocasiones, dificultades en la relación; unas veces porque asume una postura pasiva, de aceptación a todo lo que le dice o le pide el médico, sin que siempre esté de acuerdo con él; en otras, exhibe una conducta hostil, dado que se le hace difícil aceptar que se siente inferior. Por supuesto, estas conductas dependen, en gran medida, de la actitud y de las características del médico, del paciente, su edad, las circunstancias por las que atraviesa, el carácter de la enfermedad, su posición social, experiencias anteriores y otras. El médico debe manejar esta actitud con mucho tacto y respeto. En el primer caso, haciendo uso del consentimiento informado, teniendo en cuenta que el principal protagonista es el paciente y nunca se aprovechará de su pasividad para manejarlo con facilidad. En el segundo, debe ser amable, respetuoso, utilizar el consentimiento informado y nunca “competir” con el paciente, no usar posición de fuerza que solo aumentaría la hostilidad y rompería una adecuada relación. Estados afectivos: Generalmente, la edad, la enfermedad y el carácter de esta, determinan en los pacientes comportamientos que se corresponden con etapas anteriores de la vida. Se aprecian manifestaciones como el egoísmo, la dependencia y la demanda de afecto de variadas maneras. Debido a esto el paciente reclama una atención exquisita del médico y es muy sensible a cualquier conducta de este que no se corresponda con sus exigencias, lo que puede engendrar hostilidad, conductas pueriles que lo llevan a negar ofrecer información, tratar de ocultar su angustia, no hacer el tratamiento y hasta no volver a la consulta. El médico siempre debe tener un estado afectivo favorable, con gran autocontrol, dejando sus problemas en la casa y aceptando a los pacientes como son. Defensa de la autoestima: Los pacientes cuidan de su apariencia, lenguaje, gestos, de la información que brindan. La defensa de la autoestima es un mecanismo orientado a proteger el prestigio delante de los demás y en el caso del paciente, puede conducir a no ofrecer informaciones importantes que se convierten en obstáculo para lograr los objetivos médicos. El paciente debe percibir que el médico lo acepta como es, que su sinceridad mejorará su evolución y la comunicación, que la información que brinda ayudará para un adecuado diagnóstico porque es valiosa y que será un secreto profesional. El médico también defiende su autoestima, su mecanismo de proteger su prestigio es importante en la relación, sin menoscabar su amabilidad, seguridad, sencillez, franqueza, delicadeza y respeto. Comunicación: Para que ocurra una verdadera comunicación, el médico, encauzador de la misma, debe codificar el mensaje, de manera que el paciente pueda decodificarlo; para ello, la información que se emita debe tener en cuenta las características del enfermo, sus expectativas, conflictos, preocupaciones, objetivos, posición, circunstancias en que se encuentra, percepción de su enfermedad y cómo se relaciona con ella, entre otras. La entrevista médica: Mediante de ella se produce la relación médico- paciente, es imprescindible para que la relación sea eficaz y se logren los objetivos del paciente y del médico. La entrevista es una técnica científica de investigación, desarrollada en varias disciplinas de las ciencias sociales. Consiste en una conversación entre dos o más personas, de las cuales una es el entrevistador y las otras, los entrevistados. Al principio, puede primar la función de la obtención de datos acerca del entrevistado, lo que ayuda mejor a comprender quién es la persona que se atiende, por qué acude a consulta, qué síntomas presenta, etcétera, y facilita, de este modo, el pensamiento científico que culmina con un diagnóstico presuntivo del paciente. La función de la entrevista con ese mismo sujeto, en otro momento puede derivar hacia facilitarle información que lo ayude a comprenderse mejor a sí mismo, su problema y, por ende, que tienda hacia la modificación de actitudes negativas que pueden estar afectando su salud.
Modelos de la relación médico-paciente
Modelo paternalista: En el que prevalece la actitud autoritaria del
médico que dirige las acciones, indica y/o realiza los procedimientos diagnósticos terapéuticos, mientras que el enfermo sólo acata las indicaciones, sin que se tomen en cuenta su opinión, dudas o temores. Es una relación tipo sujeto-objeto en la cual, aunque se trata de beneficiar al enfermo, no se respetan su autonomía, su libertad, su capacidad y derecho a decidir. Modelo dominante: En contraste con el modelo paternalista, es el enfermo quien, de acuerdo con sus conocimientos o bien por la información obtenida, pide o exige que, de acuerdo con el diagnóstico establecido, se realicen determinados procedimientos diagnóstico- terapéuticos. Es una relación tipo sujeto-objeto que suele ocurrir cuando el médico tratante tiene poca experiencia. En estos casos el abuso de autonomía del enfermo puede ser perjudicial. Modelo de responsabilidad compartida: En este modelo se establece una buena comunicación, se informa al enfermo y la familia, lo referente a su enfermedad, el diagnóstico, el tratamiento y el pronóstico, así como la posibilidad de complicaciones. Se aclaran sus dudas y se trata de disipar sus temores; se discuten las alternativas y en forma conjunta se toma la mejor decisión. En este modelo intervienen la autonomía, la libertad y el juicio del paciente, en relación a lo que quiere o lo que espera, todo ello bajo la orientación del médico tratante. Es una relación tipo sujeto-sujeto, por lo que debe ser deseable tratar de implementarla. Modelo mecanicista: En él la atención se lleva a cabo de acuerdo con disposiciones administrativas estrictas; se siguen protocolos de manejo rígidos, el enfermo no elige al médico tratante y no siempre es atendido por el mismo médico lo cual interfiere en la relación médico-paciente. El exceso de burocracia y trámites administrativos retarda el tratamiento y deteriora la relación, que es de tipo sujeto-objeto. Este modelo es frecuente en la medicina institucional, aunque también ocurre hoy día, en la atención proporcionada por empresas prestadoras de servicios y por compañías de seguros. Circunstancias de la época actual que influyen en la relación
médico-paciente
De los médicos: Las condiciones de trabajo del médico son claramente
diferentes de las que existían en épocas anteriores. Hoy tiende a ser un empleado en las instituciones públicas y privadas, a trabajar en medio de carencias e incomodidades. El salario es insuficiente para resolver las necesidades personales y familiares lo que nos obliga a tener varios empleos, lo que influye en la eficiencia. Pero, además, ha aumentado la exigencia por parte del paciente y la sociedad, de tal manera que el trabajo del médico se realiza con la amenaza permanente de demandas y reclamaciones. La regulación por pares se ha hecho presente en la atención médica. Los consejos de especialidad pretenden vigilar que quienes se ostentan como especialistas alcancen los estándares técnicos y éticos que la sociedad requiere. La imagen pública del médico también ha cambiado en relación con la que tenía en el pasado. Hoy se le identifica como un trabajador de la salud, un asalariado. Ha perdido credibilidad entre un segmento de la sociedad, de tal forma que la relación médico-paciente se ha llenado de desconfianzas mutuas que propician una vigilancia de la actuación del médico por parte del paciente, sus familiares o sus abogados. Tampoco es raro que soliciten una segunda o tercera opinión. De los pacientes: El paciente ha adquirido una mayor conciencia de sus derechos y es cada vez más frecuente que defienda su capacidad de autodeterminación contando con el apoyo de la familia. La moderna bioética consagra el principio de autonomía para los pacientes competentes, de tal manera que se acepta que pueden incluso negarse a seguir las prescripciones del médico si no les parecen apropiadas y apoya el derecho del paciente a participar activamente en las decisiones que le conciernen. El papel del médico es de un asesor y educador que permite al enfermo tomar decisiones. Por otra parte, la sociedad se ha vuelto desconfiada ante todo lo que sea autoridad, ya sea la sanitaria formal o la que representa el médico. Cada disposición es sujeta a cuestionamientos y una buena parte de demandas ocurren como consecuencia de una deficiente información. Del entorno: El papel de la tecnología moderna ha influido en la relación médico-paciente. El médico en quien se ha atrofiado, sufre de parálisis operativa en ausencia del artefacto-máquina que lo apoye. La atención médica ha incrementado sus costos, por el uso de tecnología tan compleja como por el florecimiento del “negocio de la salud”. Estos costos mayores no dependen de que los médicos tengan honorarios o salarios más altos. La economía ha invadido el campo de la salud, puesto que ésta tiene que ser rentable, de las utilidades se benefician hoy muchas personas y no siempre el médico y el paciente, los que acaban siendo utilizados. Los sistemas que administran la atención médica no siempre están enfocados a la calidad en su sentido más amplio y si bien se han multiplicado no por ello han alcanzado mayor eficiencia.
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